Capítulo: 5
Simón Bolívar, el endeudador de América.
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios.
«Estaría escrito en un tono prejuiciado y exige mis fuentes. Estas se las puedo proporcionar, naturalmente, aunque la exigencia es extraña. En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque».
(un antiguo esclavo que se proclamó Emperador de Haití y ejerció el poder de forma arbitraria y cruel).
Karl Marx. «Bolívar y Ponte», capítulo III, New American Cyclopaedia, 1858.
En los escritos de Karl Marx sobre Simón Bolívar, constantemente se repiten las acusaciones de: fanfarronería, oportunismo, imprevisión, irresponsabilidad, traición, cobardía, realismo, deserción, venganza, tendencia a la dictadura (no confundir con la dictadura romana), incapacidad, indolencia, ambición, etc.
«Cobarde, brutal y miserable» son ciertamente adjetivos calificativos muy duros, pero Karl Marx no los usó gratuitamente. En su artículo para la enciclopedia repasa las miserias de un personaje que en su tiempo era tan temido como odiado. De su etapa de gobierno como dictador dice Marx: «Pero (Bolívar), como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar».
Su inconstancia, su cortoplacismo y sus cambios continuos de dirección condicionaron su desastrosa acción de gobierno cuando tuvo ocasión de ejercer el poder. Pero de la relación entre Karl Marx y Bolívar, me ocuparé en el capítulo siguiente.
Simón Bolívar, nació el 24 de julio de 1783, en Caracas, entonces Capitanía General de Venezuela, del Virreinato de Nueva Granada, parte del imperio español. Bolívar fue miembro de la oligarquía criolla, un mantuano, con ínfulas aristocráticas a pesar de su origen mestizo, algo que le pesaría durante toda su vida, y por lo mismo un obstáculo para el ascenso al marquesado de su familia, lo que le provocaría un gran resentimiento contra la aristocracia blanca de origen peninsular.
Simón Bolívar siguiendo la tradición familiar y de clase, fue terrateniente, dueño de esclavos y un déspota tropical (un personaje propio de «Cien años de Soledad» de García Márquez), Bolívar no «liberó» nada. Al contrario, fue el que más hizo para que indígenas, negros, mestizos y blancos pobres siguieran siendo explotados por la misma burguesía criolla, los mantuanos, que ya les explotaba durante el virreinato.
Bolívar perseguía el fin de convertirse en emperador de la América hispana, alguien como Napoleón, y si la burguesía criolla rompió sus vínculos con la España peninsular no fue precisamente para liberar a sus compatriotas más desfavorecidos, sino para explotarlos en el beneficio personal y no compartirlo con, lo que ellos llamaban, las ineficientes clases dominantes españolas. La suerte de los españoles americanos no fue la de ser libres.
Su padre fue Juan Vicente Bolívar y Ponte, uno de los hacendados más ricos del virreinato de Nueva Granada. Juan Vicente Bolívar llegó a solicitar el «Marquesado de San Luis», para convertirse en un aristócrata. No obtuvo nunca el marquesado y esto es importante para entender el perfil psicológico de Simón Bolívar, y la clase social a la que pertenecía.
Es decir, una de las tantas causas o razones históricas, que llevaron a Bolívar a levantarse contra su patria, el imperio español. Juan Vicente Bolívar, también ejerció como Procurador en Caracas y teniente del gobernador de Puerto Rico, Felipe Ramírez de Estenon, y posteriormente administrador de la Real Hacienda, nombrado entonces por el gobernador de Venezuela, José Solano.
Su madre, María Concepción Palacios Aguirre Aristia Sojoblanco Herrera, pertenecía a una familia muy pudiente y de funcionarios, y, por tanto, una familia muy poderosa en el virreinato de Nueva Granada. Era descendiente del conquistador español Francisco de Infante. Infante pertenecía al linaje familiar del rey castellano Fernando III, «el Sabio».
La familia Bolívar, en Venezuela, descendía de grandes burgueses del sacro Imperio Romano Germánico, que llegaron a tener una enorme importancia en los manejos económicos del Reino de España en el siglo XVI y XVII. También hubo vascos y alguna mescla africana, cosa que avergonzaba a Bolívar.
Los Bolívar, como otras familias nobles y grandes burgueses, instauraron el trabajo esclavo en el virreinato de Nueva Granada, en especial, en las plantaciones de cacao. El padre de Simón Bolívar, fue un reconocido hacendado y terrateniente de grandes plantaciones de cacao, en la Capitanía General de Venezuela. Esta familia y otros «mantuanos» se enriquecían a través del trabajo de los esclavos.
Se llamaba «mantuano», primero en Caracas y luego en el resto de la Capitanía venezolana, al blanco criollo que pertenecía a la aristocracia local. Su uso se conoce desde el siglo XVIII hasta gran parte del siglo XIX. Los mantuanos eran alrededor de un centenar de familias para finales del siglo XVIII. Estos también eran llamados «grandes cacaos», ya que se dedicaban a la explotación del cacao.
Existían también blancos con el mismo lugar de nacimiento y ancestros de origen español, como los «blancos de la orilla», pero no pertenecían al círculo mantuano. La palabra «mantuano» deriva de «manto», en referencia al uso exclusivo de esa indumentaria, que tenía la función de cubrir la cabeza de las señoras pertenecientes a la aristocracia caraqueña, en los servicios religiosos.
El origen de los mantuanos es del siglo XVI, como consecuencia de las cédulas, leyes y ordenanzas que otorgaban derechos y privilegios a los descendientes de los primeros conquistadores, y a los pobladores españoles en Venezuela. Estos fueron dueños de extensas plantaciones de cacao, tabaco y de enormes cantidades de cabezas de ganado, y poseían numerosos esclavos.
Tenían el privilegio de usar el título de «Don» o «Doña», tener su escudo de armas colocados en el frente de su casa, empleo de bastones, mantos, cadenas, sombreros, etc. Pero el poder económico de los mantuanos no les habría todas las puertas, muchos cargos políticos no les era permitido, solo podían aspirar a ocupar puestos en el Cabildo.
En el sistema de clases del virreinato, se encontraban por debajo de los funcionarios de la Corona, y de los residentes españoles en Venezuela, conocidos como blancos peninsulares. Esa tensión que existía entre blancos mantuanos y peninsulares, por el poder social y político, se acentuará radicalmente en Bolívar.
La relación que mantenían los mantuanos con otros grupos sociales como los blancos de orilla y los pardos, eran sumamente conflictivas, los mantuanos se creían superiores a aquellos y estos sentían un desprecio por los mantuanos.
A los 16 años, Simón Bolívar fue enviado a estudiar a Madrid, capital del Imperio español, para seguir la carrera militar, algo apropiado para los hijos de las familias más ricas y hegemónicas en los virreinatos. En Madrid se casó con la madrileña María Teresa del Toro Alayza, pero ocho meses después murió por fiebre amarilla, cuando vivían en Venezuela.
Simón Bolívar, regresaría a Madrid luego de la muerte de su esposa, y juró que no volvería a casarse ni a juntarse amorosamente con ninguna mujer. Juramento que no cumplió, Bolívar sostuvo una relación sentimental, intelectual y de comunión de ideas en la campaña libertadora, con Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru.
Manuela Sáenz, tomó parte activa en la guerra civil, sabía montar a caballo, manejaba las armas, muchas veces usó uniforme militar, participó en la batalla de Ayacucho. Manuela nació en Quito, actual Ecuador, el 27 de diciembre de 1797.
Fue hija natural del hidalgo español Simón Tadeo Sáenz de Vergara y Yedra, nacido en 1751 en Burgos, y su madre la criolla quiteña María Joaquina de Aizpuru y Sierra Pambley. Su madre, murió durante el parto en la hacienda Cataguango, propiedad de los Aizpuru, donde fue enviada a dar luz.
Su padre era funcionario de la Real Audiencia de Quito, casado con Juana del Campo Larraondo y Valencia, ilustre dama nacida en 1760 en Popayán. Tuvo varios hijos, hermanastros por tanto de Manuela. Su padre le llevaba de visita a la Hacienda Cataguango que compartía con su esposa, quien siempre trató a la niña con cariño y le prodigó afectuosos cuidados de madre.
Manuela Sáenz, fue condecorada por José de San Martín con la orden de «caballeresa del Sol» en 1822. El Congreso de la Gran Colombia le otorgó el rango de coronel por su participación en la batalla de Junín, y el título de Libertadora del Libertador que le otorgó Simón Bolívar al salvarle la vida en la conspiración Septembrina en Bogotá.
La Conspiración Septembrina fue un atentado contra la vida de Bolívar cuando era presidente de la Gran Colombia, este hecho ocurrió el 25 de septiembre de 1828, en Bogotá. Mas de 30 atacantes ingresaron al Palacio Presidencial, a la medianoche, encabezados por el comandante Pedro Carujo; luego de asesinar a los guardias se dirigieron al dormitorio de Bolívar, quien logró escapar por la ventana, ayudada por su amante Manuela Sáenz.
En los juicios posteriores al atentado, el general Francisco de paula Santander; fue condenado a muerte, pero Bolívar le perdonó la vida y ordenó su destierro. Santander era el principal opositor de Bolívar. La conspiración del 25 de septiembre, fue un acontecimiento que hirió de muerte a la Gran Colombia. No fue un hecho aislado, ni el fruto de unos delirantes.
La oposición a Simón Bolívar fue aumentando entre los liberales neogranadinos, en especial luego de la declaración de la dictadura del 27 de agosto de 1828, quienes se reunían en sociedades secretas llamadas «SSP» (Sociedad Socrata Parlamental), como en tiempos de la Revolución francesa. La mayoría de ellos eran estudiantes e intelectuales, en esas reuniones se discutía sobre política, en una de ellas Luis Vargas Tejada, pronunció una famosa estrofa:
«Si de Bolívar la letra con que empieza y aquella con la que acaba le quitamos, “oliva” de la paz símbolo hallamos. Esto quiere decir que la cabeza al tirano y los pies cortar debemos si es que una paz durable apetecemos».
De una de esas reuniones a principios de septiembre de ese año salió la idea de matar a Simón Bolívar. Para ello buscaron conseguir adeptos en las Fuerzas Armadas, reclutando veteranos, reservistas y sargentos, pero también expulsados o a punto de ser expulsados por su mala conducta. A la medianoche unos doce civiles y veinticinco soldados forzaron la puerta del Palacio Presidencial y asesinaron a los guardias, tras lo cual buscaron el cuarto de Bolívar.
Manuela Sáenz que se encontraba esa noche durmiendo con Bolívar, lo despertó y lo enteró de lo que sucedía, Manuela lo convenció de que huyera por la ventana. Bolívar logró saltar y evadirse mientras Manuela entretenía y enfrentaba a los conspiradores. Bolívar mandó a averiguar la situación en los cuarteles mientras estuvo toda la noche bajo un puente. La conspiración acabó con la muerte del coronel William Ferguson, un edecán inglés.
Los generales Rafael Urdaneta y José María Córdova pudieron neutralizar el complot, controlaron la situación y llevaron a prisión a los participantes de la conspiración. Fueron arrestados muchos supuestos culpables. Santander fue acusado sin ninguna prueba, y al almirante Padilla a quien doce artilleros y un oficial intentaron liberarlo de prisión en el cuartel de milicias de caballería para que tomara partido.
Padilla se rehusó, manifestándoles que se hallaba preso y no debía involucrarse en tales cuestiones, consiguieron hacerlo bajar hasta la puerta del cuartel, de donde volvió a subir a su habitación, en donde encontró al sargento y a un soldado de la guardia que le custodiaban y se habían refugiado en aquella pieza.
Bolívar al revisar las sentencias que dictaba el tribunal de ocho personas, enfureció al afirmar que «no aceptaba absoluciones». Luego de un juicio dudoso, Santander fue hallado culpable y fue degradado, expulsado deshonrosamente y condenado a morir fusilado por la espalda, pero su pena fue conmutada por el exilio por decisión de Simón Bolívar.
Por estas actitudes el rechazo contra Simón Bolívar y líderes militares cercanos fue creciendo, y contribuyeron para la posterior disolución de la Gran Colombia, que desaparecería tres años después. Varias conspiraciones contra Bolívar se habían sucedido desde la del Perú. Ellas se acompañaron de rebeliones en el ejército como la de los neogranadinos en Perú o la de Padilla en Cartagena.
Ellas surgieron contra el dominio y autonomía militar, fomentadas por la sublevación de Páez y el rumor de un complot venezolano que tendría como cabezas a Páez en Venezuela, a Flores en Ecuador y a Urdaneta en Colombia. La polémica en torno de la constitución boliviana y de los diversos proyectos monarquistas, las divergencias, cada vez más profundas entre Simón Bolívar y Santander, y las facciones políticas irreconciliables a que dio lugar toda esta situación.
La conspiración septembrina fue el resultado de la crisis que se vino ahondando desde 1826 y causa del endurecimiento del régimen bolivarista, la dictadura. Aunque la conspiración fracasó en su objetivo principal de acabar con el dominio de Simón Bolívar e instaurar de nuevo la constitución de Cúcuta, sus efectos sobre el sistema político fueron decisivos.
******
Sobre su encuentro con Bolívar, Manuela Sáenz dijo lo siguiente:
«Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S. E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano». Manuela Sáenz.
Manuela, abandona a su marido y se convierte en amante y compañera de lucha por ocho años, hasta la muerte de Bolívar en 1830. Dicen que hubo más mujeres en la vida de Bolívar, incluyendo a una muchachita de 15 años.
Luego de la muerte de Bolívar y al concretarse de la separación de la Gran Colombia, Manuela Sáenz fue duramente criticada y desterrada. Se encontraba exiliada en el puerto de Paita en Perú cuando le llegó la muerte. Conservó las cartas de Bolívar, a quien veneró durante su vida.
******
Según una anécdota, Bolívar tuvo un incidente poco feliz con el Infante Fernando, luego Fernando VII, este incidente habría sucedido durante un partido de volantes. Pero, según otros testimonios nunca sucedió. También mantuvo un encuentro con el geógrafo prusiano Alexander von Humboldt, quien, durante su gira por América en el siglo XIX, visitó el virreinato de la Nueva España.
Hay quienes, asumiendo teorías conspirativas, sostienen que estos dos eventos fueron el motor para desarrollar en Simón Bolívar un enorme narcisismo mesiánico y el motivo del odio enorme que tenía por la España peninsular, odio que lo acompañaría hasta su muerte. Según estos relatos, Humboldt oficiaba entonces de espía de los estadounidenses, teoría muy traída de los pelos.
Contemporáneamente a estos sucesos, Bolívar viajó por Europa, en Francia fue testigo de la auto coronación del emperador Bonaparte. Allí, Bolívar, tuvo el tutelaje de Simón Rodríguez, por segunda vez, quien le llenaría de ideas afrancesadas, el iluminismo, la ilustración, ideas que llevó a Bolívar, en presencia de Simón Rodríguez, a pronunciar el juramento del Monte Sacro en 1803, hecho importante para entender su vida posterior.
******
Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, nació en Caracas el 28 de octubre de 1769, y murió el 28 de febrero de 1854 en Amotape. Su padre fue un clérigo nombrado Carreño, cuyo apellido llevó don Simón por algún tiempo, pero que cambió después por el de Rodríguez. Tuvo un hermano llamado Cayetano, que de afición llegó a ser el mejor músico de Venezuela. Simón y Cayetano se criaron juntos, y fueron conocidos en Caracas como «los hermanos Carreño».
En mayo de 1791 cuando ya tenía 21 años, el Cabildo de Caracas le dio un puesto como profesor en la «Escuela de Lectura y Escritura para Niño». En esta escuela tuvo la oportunidad de ser el tutor de Simón Bolívar.
Carlos Palacios y Blanco, entonces tutor de Simón Bolívar, lo envió a vivir con Simón Rodríguez porque no podía darle una atención personal. Ante esta situación, Bolívar, se escapó de la casa de su tío Carlos y se refugió en la casa de su hermana María Antonia, quien ejerció su custodia temporal, hasta que la Real Audiencia de Caracas resolvió el litigio judicial y devolvió a Carlos Palacios la custodia de Bolívar.
La relación con Rodríguez fue fructífera, y más adelante lo llamaría «mi maestro» y se mantuvo hasta que Bolívar cumplió 14 años. No hay duda de que Simón Rodríguez ejercería gran influencia en el carácter y pensamiento libertario de Bolívar.
En 1794, Simón Rodríguez presentó un escrito crítico, «Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento». Con una gran influencia del «Emilio» de Jean-Jacques Rousseau.
En 1824, el mismo Bolívar ―en carta al general Santander― decía que su maestro «enseñaba divirtiendo». Este espíritu que intentaba romper con las rígidas costumbres educativas del virreinato español se reflejaría en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.
Su participación en la «Conspiración de Gual y España», descubierta en julio de 1797, en contra de la corona española lo obligó a renunciar a su cargo de maestro y huir del territorio venezolano, con 27 años. En 1797, en la villa de Kingston, en Jamaica, cambió su nombre a Samuel Robinsón. Después de permanecer algunos años en los Estados Unidos, en 1801 viajó a Francia.
En 1804, con 34 años, se encontró en París con Simón Bolívar, entonces con 21 años, diez antes había sido su tutor. En 1805 viajaron juntos a Italia. En Milán fueron testigos de la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia y Roma. El 15 de agosto de 1805, Simón Rodríguez fue testigo del famoso juramento sobre el monte Sacro, en Roma, donde Bolívar se comprometió a liberar a toda América de la corona española. Simón Rodríguez lo registró para la Historia. Bolívar regresó a Venezuela al año siguiente (1806).
Simón Rodríguez regresa a América en 1823, en 1824 establece en Colombia la primera «escuela-taller». Atiende al llamado hecho por Bolívar desde el Perú, y es nombrado «Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas» y «Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas» de la actual Bolivia. Y en 1826, una segunda escuela-taller como parte del proyecto para toda Bolivia.
El Mariscal Antonio José de Sucre, entonces era desde octubre de 1826 presidente de Bolivia, tenía una mala relación con Rodríguez, por lo que se vio obligado a dimitir el mismo año. El resto de su vida estuvo trabajando como educador y escritor, viviendo entre Perú, Chile y Ecuador. En 1853 viajó a Lima junto a su hijo y Camilo Gómez, amigo de su hijo, en Paita se reunió con Manuela Sáenz que se encontraba exiliada en ese lugar.
El 28 de febrero de 1854 murió en Amotape, un caserío a orillas del rio Chira. Fue asistido por Camilo Gómez. En Amotape vivía como sacristán en la casa cural, cuidando también la casa y el jardín del párroco. A pesar de su anticlericalismo, que lo había llevado a nombrar a sus dos hijos y a su hija como Choclo, Zapallo y Zanahoria, nacidos durante su estadía en Ecuador, en protesta contra la costumbre de la iglesia de que los niños fueran bautizados de acuerdo al santoral.
******
El Juramento del Monte Sacro es una promesa realizada por Bolívar, para enfatizar su compromiso con la causa independentista, y tuvo lugar en Roma. El juramento descubre su faceta ilustrada y romántica, imbuido en un idealismo juvenil y su decepción por los avatares de su vida, su esposa había muerto en 1803. La fecha fue el 15 de agosto de 1805.
Según las anotaciones personales de Simón Rodríguez se sabe que fue en una de las tantas colinas que hay en Roma, la que menciona como el Monte Sacro, aunque existen dudas de parte de algunos historiadores que creen que pudo haber sido en el Monte Palatino o Aventino. La versión que ha recibido más amplia difusión dice:
«¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!»
La veracidad de este hecho está documentada, en primer lugar, en una carta fechada el 19 de enero de 1824 en Pativilca, Perú, enviada por el mismo Bolívar a su maestro Rodríguez, con motivo de saludarlo al saber su retorno a Sudamérica, en la cual él se refiere a este hecho, aunque sin ahondar en detalles exactos.
El segundo testimonio se basa en un extracto de la conversación sostenida entre Simón Rodríguez ya anciano y el doctor Manuel Uribe Ángel en Quito, en 1850, que fue recogida por el escritor Fabio Lozano y Lozano en el libro «Maestro del Libertador», publicado en París, en 1913.
Simón Bolívar le dedicó gran parte de su vida a distinguir la América española de la España peninsular o ibérica, como si fueran cosas distintas y no un todo, es decir, el imperio español. En pos de ese propósito no tuvo ningún empacho en recurrir a los enemigos seculares de España, de su patria. No dudó en recurrir a la masonería francesa y al imperio británico.
Era un paso necesario para poder alcanzar su proyecto político personal, un intento inútil, ya que nunca lo pudo conseguir. El sueño de Simón Bolívar era convertirse en emperador de la América española, pero sin España. Pero la leyenda rosa «latinoamericana» de las viejas izquierdas definidas y de la actual «nueva izquierda cultural», a tergiversado y edulcorado su figura.
Pero esa misma historieta es la que asume el izquierdismo actual, fue iniciada por el mismo Simón Bolívar. La verdadera cara del sanguinario Bolívar, que, entre otras cosas, decretó el extermino de los españoles peninsulares, es la misma excusa que usan los actuales regímenes bolivarianos de finales del siglo XX y del XXI.
La mentira sobre Simón Bolívar, sostenida en libros y relatos oficiales, en recordatorios, como su nombre en plazas, avenidas, monumentos, estatuas, etc., es una fábula doctrinaria sobre el Libertador de América que alcanzan limites intolerables.
Muchos en la actualidad se siguen preguntando si Simón Bolívar fue masón o no. Las evidencias históricas nos muestran que Bolívar se inició en la masonería en París, entre los años 1804 y 1806. Ingresó en la secta como «compañero masón» y en el año 1805, ascendió al grado de «maestro masón» en el cuadro general de miembros de la Logia escocesa.
Es casi seguro que Bolívar no perteneciera a la Logia Lautaro, al cual pertenecieron una gran cantidad de los llamados «libertadores», y que fuera fundado por otro prócer «latinoamericano» Francisco de Miranda (probablemente Miranda fuera uno de los primeros en hablar de «Latinoamérica»), llamado por muchos como el precursor de la Logia Lautaro, algo que se disputa con San Martín. La Logia Lautaro, era una orden secreta (política) que trabajaba bajo la orden de Gran Bretaña para el proyecto separatista del imperio español.
Francisco de Miranda
Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza, español, nació en Caracas el 28 de marzo de 1750, y falleció en San Fernando, provincia de Cádiz, el 15 de julio de 1816.
En vida fue político, militar, escritor, ideólogo humanista, fue el mayor precursor de la secesión del imperio español. Participó en la independencia de los Estados Unidos, como uno más, ya que el apoyo fundamental, sin la cual las 13 colonias no hubiesen podido salir victoriosos contra Gran Bretaña, fueron la ayuda económica y militar del imperio español y francés.
También participó activamente en la Revolución francesa, luego fue líder del bando secesionista en la independencia de Venezuela, y gobernante de la Primera República de Venezuela en calidad de Dictador Plenipotenciario y jefe Supremo de los Estados de Venezuela.
La Primera República de Venezuela es el nombre con que se conoce al periodo histórico transcurrido entre los años 1810 y 1812, esta Primera República se inició el 19 de abril de 1810 cuando la Junta Suprema declarada en Caracas destituye al capitán general Vicente Emparan instalando un Congreso, el 5 de julio de 1811, que declara la independencia.
Este nuevo país durante este período fue llamado: Confederación Americana de Venezuela, Estados de Venezuela, Confederación de Venezuela, Provincias Unidas de Venezuela, Estados Unidos de Venezuela o Confederación Venezolana. Su capital fue la ciudad de Valencia. La Primera República cae el 25 de julio de 1812 con la capitulación de San Mateo, ante el jefe realista Domingo de Monteverde.
Francisco de Miranda fue firmante del Acta de la Declaración de la independencia de Venezuela y creador del proyecto político conocido como Gran Colombia, que luego Bolívar trataría de hacer realidad en 1826, luego de la independencia de Colombia, Panamá, Ecuador y Venezuela, como una sola nación.
La vida de Miranda es fascinante, un personaje de aquellos. Francisco de Miranda fue muy prolífico al momento de escribir y publicar documentos de diversa índole, cartas, proclamas, proyectos, artículos, ensayos, sobre temas políticos, filosóficos y militares. Además, Miranda, de traducir del latín y del griego, Miranda manejaba varias lenguas modernas como el alemán, su lengua natal el español, francés, inglés e italiano.
Políticamente, tuvo la concepción de un gran imperio que pudiera agrupar todos los territorios que estaban en poder de los portugueses y españoles como él. Un imperio que abarcase desde la margen derecha del rio Mississippi en el norte hasta Tierra del Fuego en el sur del continente. Un imperio bajo el gobierno de un emperador hereditario llamado Inca, como solución para contentar a los indígenas.
Una verdadera utopía en política, las naciones políticas o las diferentes etnias son enemigas del Imperio, pero no voy a ahondar en esta cuestión en este momento. El 9 de noviembre de 1804, Miranda desembarca en New York procedente de Gran Bretaña. En ese lugar, estuvo más de un año y mantuvo contactos con personalidades públicas, como el presidente Jefferson y con el secretario de Estado Madison.
También tuvo encuentros privados, como con Jacob Lewis, comerciante de Puerto Príncipe, y el coronel William Stephens Smith, a la sazón inspector del puerto de New York y a quien conocía desde 1783. Fue Smith quien le presentó al contrabandista y armador estadounidense Samuel G. Ogden.
El armador Ogden era propietario de una corbeta que Miranda contrató y rebautizó en inglés con el nombre de su hijo Leandro. En ese momento, el Marqués Casa de Irujo, Embajador de España en Washington, denunció el apoyo prestado al general Miranda para invadir a Venezuela violando la Ley de Neutralidad de 1794.
El 2 de febrero de 1806, Miranda partió a bordo del «Leander», una corbeta que estaba armado con unos 17 y 18 cañones y desplazaba unas 200 toneladas, su eslora era de 36 metros y de manga tenía 8 metros. Se dirigió con rumbo a Haití, en ese lugar se le sumarian dos goletas y el buque «Emperador», todo bajo el visto bueno político y el apoyo económico de británicos y estadounidenses.
Los planes de Miranda era desembarcar en Venezuela, y obtener el apoyo de la población y empezar la lucha final por la independencia. La flota de Miranda fue interceptada por una fragata británica de nombre «Cleopatra» comandada por el capitán Wright. Siguió su viaje hasta Jacmel, en la isla de La Española, descubierta por Cristóbal Colón y actualmente bajo administración de dos países soberanos, Haití y República Dominicana.
En La Española permaneció por seis semanas, consiguiendo rentar las goletas «Bacchus» y «Bee» para luego dirigirse a tierra firme. El 27 de abril, el intento de desembarco en Ocumare de la Costa, Venezuela. Luego de ser derrotado por las fuerzas navales realistas comandadas por Antonio Tiscar, se refugió en Trinidad (actual Trinidad y Tobago) llegando con un solo navío, el Leander.
Las dos goletas capturadas fueron conducidas hasta Puerto Cabello, 58 prisioneros fueron encerrados en el Castillo de San Felipe. 10 prisioneros estadounidenses fueron acusados de piratería, y fueron ahorcados y descuartizados en la plaza mayor de Puerto Cabello, el 21 de julio de 1806. Curiosamente, uno de los ahorcados fue el impresor Miles L. Hall, quien sería considerado como el primer mártir de la imprenta en Venezuela. Propio de la manía de inventarse héroes y mártires.
Una nueva expedición con 11 buques, 300 hombres de desembarco y pertrechos, facilitados por sir Thomas Hislop, entonces gobernador británico de Trinidad, llegaron a las costas Coro, Venezuela, el 1 de agosto de 1806. Luego de izar la bandera tricolor venezolana en el alto del Fortín de «La Vela», al no tener apoyo popular tuvieron que reembarcarse diez días después rumbo a Aruba, luego de un tiempo en Trinidad como huésped del gobernador Hislop, se dirigiría rumbo a Inglaterra, a la nueva madre patria de los libertadores.
El 19 de abril de 1810, Venezuela dio comienzo al proceso de independencia, Simón Bolívar y Andrés Bello convencieron a Miranda para que retornara a Venezuela. Miranda fue recibido con honores a su llegada al puerto de La Guaira, al llegar a Caracas se le otorga el grado de general del ejército, en esos tiempos de sedición se regalaban grados militares como caramelos, también funda la Sociedad Patriótica, instrumento fundamental para los planes separatistas.
Miranda fue elegido diputado por El Baúl del estado de Cojedes, en la provincia de Caracas, para el Congreso Constituyente de 1811. Ante el avance de las tropas realistas comandadas por el Capitán General Domingo Monteverde en 1812, asume la presidencia con poderes discrecionales como «Dictador», elegido por el Triunvirato ejecutivo con el rango de generalísimo, el 23 de abril.
Dos hechos marcaron el fracaso de Francisco de Miranda, no fue capaz de atacar a las fuerzas realistas por las constantes deserciones de sus tropas, y agravado por el terremoto en Venezuela del 26 de marzo de 1812, y que afectó a los principales territorios gobernados por las tropas separatistas, sumando a esto la impopularidad de la causa rebelde en la sociedad venezolana.
La rendición de la Plaza de Puerto cabello, bajo el mando de Bolívar, la rebelión de los esclavos de Barlovento, y los muchos ejércitos realistas que lo atacaban, Domingo de Monteverde desde Valencia y el caudillo José Antonio Yánez desde Calabozo, hacían imposible la resistencia. Desesperado por la situación y temiendo una derrota catastrófica, el 25 de julio de 1812, Francisco de Miranda firma la capitulación del ejército rebelde, en la ciudad de San Mateo, estado de Aragua.
La prudente capitulación de Miranda es vista por Bolívar como una traición. El propio Simón Bolívar traicionó a uno de sus mentores ideológicos como lo fue Francisco de Miranda. La historiografía oficial destinada a tergiversar las acciones de los denominados «libertadores», disimulan este hecho. Lo cierto es que, Simón Bolívar, realizó una conspiración contra Miranda y lo entregó al ejército realista.
Un grupo de oficiales dirigidos por Bolívar, apresaron a Francisco de Miranda justo antes de embarcar hacia el exterior en el puerto de La Guaira. El coronel José Mires encerró a Miranda en el fuerte San Carlos el día 31 de julio. Se dice que la primera intención de Bolívar fue mandar a fusilar a Miranda, en realidad ya estaba decidido su entrega al bando realista.
Mandó a encarcelar a Miranda bajo el control del coronel Manuel María de las Casas, comandante militar del puerto. El coronel Manuel María de las Casas, entregó a Francisco de Miranda y a los demás que no pudieron zarpar al jefe realista Domingo de Monteverde. El mismo Manuel de las Casas se pasó al bando realista en secreto.
Simón Bolívar se dirigió a Caracas, entonces en poder de los realistas, y gracias a la intercesión de amigos en el bando realista, consiguió un pasaporte de parte de Domingo de Monteverde. Se dice que Domingo de Monteverde expresó textualmente:
«Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de España con la entrega de Miranda».
Desde el puerto de La Guaira, Francisco Miranda, fue trasladado al cuartel de San Carlos de Caracas, desde allí sería llevado al castillo San Felipe de Puerto Cabello. En 1813, Francisco Miranda, escribe desde su lugar de reclusión un memorial a la Real Audiencia de Caracas, exigiendo el cumplimiento de la capitulación de San Mateo. El 4 de junio de 1813 es enviado al Castillo San Felipe del Morro, en Puerto Rico, y desde ese lugar a España.
En España es encarcelado en el penal de las Cuatro Torres del arsenal de la Carraca, en San Fernando, Cádiz. En San Fernando recibiría la ayuda de algunos amigos, Miranda planea escapar hacia Gibraltar, pero sufre un ataque cerebrovascular que trastoca sus planes y el 14 de julio de 1816, muere a los 66 años de edad.
Su hijo Leandro de Miranda, fue director del primer banco en Venezuela, llamado Banco Colonial Británico, que estuvo operando desde 1839 a 1848. sería una retribución por los servicios prestados por su padre, al sometimiento de la América española al imperio británico.
Esta extensa dedicación a Francisco de Miranda es importante para conocer como fueron los sucesos en esta parte de América, donde la traición era moneda corriente. Lo mismo podemos decir de Domingo de Monteverde y Ribas, otro personaje de la guerra civil española.
******
Juan Domingo Francisco de Paula José Rafael del Sacramento de Monteverde y Ribas, nació en San Cristóbal de la Laguna, España, el 2 de abril de 1773, y murió en San Fernando, Cádiz, España, el 15 de septiembre de 1832. Monteverde fue militar y político, fue Capitán General de Venezuela.
Combatió a las tropas independentistas entre los años 1812 y 1813 en el Virreinato de Nueva Granada, como líder del ejército realista. Llevó a cabo con éxito la campaña militar que logró la caída de la I República de Venezuela en 1812, consiguiendo la Capitulación de San Mateo, de esta manera asumió el mando de la Capitanía General de Venezuela y la presidencia de la Real Audiencia de Caracas.
Fue derrotado un año después por las tropas de Bolívar, durante la llamada Campaña Admirable, convaleciente de las heridas de guerra regresó a España. Monteverde, llegó a desempeñar el cargo de Capitán General de Puerto Rico, muy brevemente, en 1824 fue ascendido a jefe de Escuadra, desempeñando el cargo de comandante Principal de los Tercios de Levante, en 1827 fue creada la Brigada Real de Marina y fue nombrado su primer coronel general.
La Campaña Admirable
Se conoce con el nombre de «Campaña Admirable» el avance que realizaron las tropas de Bolívar ingresando desde Nueva Granada por los Andes venezolanos. Ante este avance Monteverde decidió establecer su cuartel general en Valencia, un punto de convergencia de los caminos de los Andes, Barinas y de Maracaibo.
La situación de Domingo de Monteverde no era buena, el pueblo tan cambiante, ya no era la misma que antes lo había llevado de Coro a Caracas, ahora lo dejaban solo, tal vez ya no respondía a sus aspiraciones y necesidades. Estaba disminuido frente a Santiago Marino en Maturín y a Bolívar en Valencia. A pesar de que la España peninsular estaba en guerra le enviaron tropas.
El arribo del coronel Miguel Salomón al frente del Regimiento de Granada, en septiembre de 1813 le permitió emprender una ofensiva desde Puerto Cabello hacia Valencia, pero su vanguardia fue destruida por el coronel Anastasio Girardot en Bárbula y el resto de su columna en Las Trincheras, el 3 de octubre. En esta acción, Monteverde, perdió casi toda la mandíbula inferior y quedó incapacitado para continuar la guerra.
El resto de las tropas realistas se fueron a Puerto Cabello, Monteverde debido a su grave situación de salud, le entregó el mando al general Juan Manuel de Cajigal y Martínez, el 28 de diciembre de 1813, partiendo para Puerto Rico y luego seguiría en septiembre de 1816, rumbo a España.
La Campaña Admirable fue apoyada económica y militarmente por el gobierno de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, y lograron la emancipación del occidente de Venezuela, que entonces conformaban las provincias de Mérida, Barinas, Trujillo y Caracas. Sumado a esto los éxitos logrados en el oriente por Santiago Marino, dieron origen a la Segunda República de Venezuela.
El 16 de febrero salió rumbo a Cúcuta y en el venció a una fuerza enemiga que le cerraba el paso en La Aguada. El 28 del mismo mes se llevó a cabo la batalla de Cúcuta, logrando la independencia de esta ciudad. Bolívar solicitó ayuda al gobierno neogranadino a través del Manifiesto de Cartagena, la cual le fue concedida por las acciones que ya había llevado a cabo en ese país.
El ejército, con Simón Bolívar como jefe, se dividió en dos columnas, a la vanguardia el coronel Atanasio Girardot y en la retaguardia el coronel José Félix Frías, estas fuerzas se dirigieron por la vía de San Cristóbal-La Grita-Mérida-Trujillo, ingresando triunfalmente a Caracas el 6 de agosto.
En la batalla de Agua de Obispo, Girardot se dirigió a Carache detrás del realista Manuel Cañas, el realista llevó su tropa a las alturas de Agua de Obispos. El 18 de junio de 1813 se produjo el enfrentamiento y Cañas resultó derrotado, de esta manera se eliminaron las tropas que podrían entorpecer a las tropas de Bolívar, quien había llegado a Trujillo el 14 de junio.
Simón Bolívar le ordenó a José Ribas que marchase lo más rápidamente de Mérida en dirección de Boconó para aprovechar la sorpresa. Girardot recibió la orden de replegarse sobre Trujillo. El día 15 de junio de 1813 Simón Bolívar firma en Trujillo el «Decreto de Guerra a Muerte» a los españoles peninsulares y canarios hasta que no acepten su libertad.
El coronel José Félix Ribas, el general Rafael Urdaneta Faría y Vicente Campo Elías, que venía de los Llanos, derrotaron el 2 de julio de 1813, en la batalla de Niquitao, a las fuerzas realistas dirigidas por el comandante José Martí, quien estaba subordinado al gobernador de Barinas, el capitán de fragata Antonio Tiscar y Pedrosa.
Muchos de los 540 prisioneros se pasaron al bando independentista, en cambio, los tres capitanes realistas y otras personas originarios de España fueron ejecutados en otro episodio de la guerra a muerte. Los generales Jacinto Lara y Florencio Jiménez participaron en esta batalla de Los Horcones, el 22 de julio, que estaban comandada por José Ribas, derrotando al jefe realista Francisco Oberto.
La batalla de Taguanes tuvo lugar en las llanuras de Cojedes el 31 de julio de 1813. Fue dirigida por Bolívar para cerrar la Campaña Admirable antes de hacer su entrada triunfal en Caracas. El general Rafael Urdaneta lo acompañaba. El objetivo de Bolívar, tras la toma de Caracas fue acabar con las plazas costeras que les quedaban a los realistas, iniciando el fracasado Asedio de Puerto Cabello, en 1813.
Simón Bolívar, comenzó a sentir decepción por Napoleón Bonaparte, por quien antes sentía admiración, esto lo llevó a que gradualmente se fuera alejando de la masonería. En la Gran Colombia independiente, por decreto del 8 de noviembre de 1828, Bolívar, prohibió la masonería. Estos hechos son importantes para entender la trágica evolución ideológica del mantuano.
Simón Bolívar enardecido por el dolor personal no dudó en aliarse con el imperio británico y las masonerías, tanto francesa como inglesa, sociedades secretas que fueron utilizadas por los imperios francés y británico, para atacar España. El imperio británico, tenía además del enfrentamiento con otros imperios, una necesidad de revancha contra España por el importante apoyo prestado a las 13 colonias (hoy Estados Unidos) para su independencia.
Lo desgraciado en Simón Bolívar es que, una vez lograda la fragmentación del imperio español, en su lecho de muerte se arrepintió de haberlo causado, eso sí haciéndose cargo de los hechos consumados. Bolívar fue, rotundamente, un traidor a España, su patria, no hay excusas para no calificarlo así.
Y se puede decir que, desde el mismo momento de la muerte de su esposa, su vida política y personal fue un lamentable error. Fue un verdadero oportunista, esperó a que se produjera la invasión napoleónica a España. En 1810 se unió a la «Sociedad Patriótica de Caracas», una organización oligárquica, que al igual que en Guayaquil, Buenos Aires, Lima, Valparaíso, ya respondían a los intereses británicos.
Estos grupos oligárquicos ya habían logrado aumentar sus arcas personales y su posición de clase, gracias al contrabando realizado por décadas con los británicos. Ya en 1811 Bolívar, fue testigo de la declaración de la independencia de Venezuela, pero no fue firmante. Una declaración de valor nominal, ya que se desataría en el Virreinato de la Nueva Granada conflictos bélicos que darían lugar a una guerra civil.
Una guerra civil entre españoles, no entre españoles e hispanoamericanos, ya que todos era españoles, tanto los nacidos en América como los peninsulares. Una guerra que no respetó familiares, tanto en el bando realista como en el separatista. La Primera República fue abortada por el capitán general de Venezuela, Domingo de Monteverde, como ya lo expliqué.
En 1813, Simón Bolívar, es apoyado por Camilo Torres, entonces gobernador de las primeras Provincias Unidas de Nueva Granada para poder redactar el Manifiesto de Cartagena, lo que reorienta ideológicamente a los separatistas y permite a Bolívar encabezar la llamada Campaña Admirable, logrando derrotar a Monteverde.
Camilo Torres Tenorio, nació en Popayán, Nuevo Reino de Granada, el día 22 de noviembre de 1766, y murió el 5 de octubre de 1816, en Santafé de Bogotá. En vida fue abogado y político, encabezó el movimiento de la primera independencia de las Provincias Unidas de la Nueva Granada (hoy Colombia), y de la cual fue presidente.
Antes de la llegada del general realista Pablo Morillo para lograr la reconquista de los territorios sublevados, Camilo Torres huye con su familia a El Espinal, actual departamento de Tolima, en dicho lugar deja a su familia mientras él continúa viaje rumbo a Popayán, junto a su hermano y su secretario privado.
La tropa del general Pablo Morillo alcanzó a la familia de Torres, Morillo ordenó que tanto la esposa como los hijos de Torres fueran traídos a Santafé de manera inmediata, orden que fue cumplida con celeridad. En el mes de julio de 1816, Torres, es capturado y enviado a Santafé y fusilado entre la noche del 4 y la madrugada del 5 de octubre.
Es importante saber que Bolívar firmó el «Decreto a Muerte», una declaración hecha el 15 de junio de 1813 en la ciudad de Trujillo, durante la Campaña Admirable. La declaración venía precedida meses antes por el Convenio de Cartagena de Antonio Nicolás Briceño. Esto significaba que los canarios y los españoles que no participasen activamente en favor de la independencia venezolana se les daría la muerte.
Para los que actuaran en favor de la independencia, «se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente». En el mismo decreto, Bolívar perdonaba a los que habían colaborado con los españoles, si cambiaban de bando. Simón Bolívar no consideraba españoles a los canarios, sin embargo, tanto antes como ahora, los canarios son españoles. Este decreto sirvió para desatar el exterminio de los españoles sin distinguir sexo, niños, ancianos, civiles o militares, mientras fueran partidarios de mantener el imperio español en América.
En este contexto de la guerra, acusaba a Monteverde de cometer abusos y crímenes, para que a posteriori pudiera justificar los crímenes y abusos del bando separatista que encabezaba Bolívar, tanto los anteriores como posteriores a la derrota de Monteverde. Bolívar mandó a fusilar a 886 prisioneros en Caracas, fueron ajusticiados unos 1.000 enfermos en el hospital de La Guaira, a lo que los hombres de Bolívar decapitaron a machetazos, muchos de ellos se encontraban postrados en sus camas.
Bolívar firma el Decreto a Muerte.
En agosto de 1813, tras la batalla del Tinaquillo, mató sin previo aviso a cientos de europeos comerciantes y burgueses. En Acarigua mandó a asesinar a machete a más de 600 soldados ya rendidos a los que después sus hombres remataban aplastándoles la cabeza con piedras, en cumplimiento del llamado Decreto de Guerra a Muerte.
«Nosotros hemos sido encomendados a destruir a los españoles», dijo Bolívar. «Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América».
La Declaración a Muerte, duró hasta el 26 de noviembre de 1820, cuando el general español Pablo Morillo se reunió con el general Simón Bolívar para concluir un Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra. Esto no lo dicen los líderes izquierdistas bolivarianos que gobiernan actualmente en América, ni lo saben la mayoría de los hispanoamericanos.
Luego de la caída de Monteverde, el bando realista pasó a ser liderado por José Tomás Boves, quien había sido acusado por los bolivarianos de protagonizar una matanza de blancos en Venezuela, cuando entró triunfalmente con sus tropas a Caracas. Sin embargo, muchos sostienen que hubo pocos muertos y saqueos, ya que la ciudad de Caracas apenas opuso resistencia, y las calles se encontraban desiertas.
José Tomás Millán de Boves y de la Iglesia.
Conocido como el León de los Llanos, el Urogallo, la Bestia a caballo o simplemente Taita. José Boves nació el 18 de septiembre de 1782 en Oviedo, y murió en Urica, Venezuela, el 5 de diciembre de 1814. Como militar se desempeñó como comandante del Ejército Real de Barlovento, Venezuela, y como caudillo de los llaneros durante la guerra separatista en Venezuela durante la Segunda República (1813-1814).
Se conoce con el nombre de «llanero» a las personas que viven en los llanos. Esa zona en Venezuela es conocida como Región de los llanos y comprende los estados de Barinas, Apure, Portuguesa, Cojedes, Guárico, Anzoátegui y Monagas. El llanero era un diestro jinete y se encargaba de las tareas relacionadas con la ganadería.
Su origen étnico se remonta al mestizaje entre arahuacos, andaluces, canarios, y en menor medida con los esclavos traídos en tiempos de la conquista. Debido a su forma de ser, su cultura, dialecto y su desempeño en la Guerra civil española, en las Guerras civiles venezolanas, y en montoneras, el llanero fue idealizado hasta convertirse en un mito nacional.
José Boves fue un auténtico caudillo popular. Se puso al frente de las clases sociales más frágiles contra los abusos de la oligarquía criolla, los mantuanos. Era lógico que esas clases sociales se opusieran a las oligarquías criollas venezolanas y se enfrentaran a los grupos secesionistas. La causa fundamental para la caída de la Segunda República, fue el liderazgo y la oposición de Boves.
José Tomás Boves pasaba su tiempo con el pueblo llanero formado por negros, indios, mulatos y mestizos a los que trataba como iguales y por lo que ellos empezaron a llamarle Taita (papá). En los llanos se casó con María Trinidad Bolívar, una mulata con la que tuvo un hijo, José Trinidad Bolívar.
Existe una leyenda negra sobre Boves, digamos que desproporcionada, no sucedió lo mismo con Bolívar, obvio que el derrotado fue Boves. No se puede negar que Boves fusiló a separatistas, pero también otorgó indultos. Ante la entrada de Boves en Caracas, Bolívar consiguió movilizar unos 20.000 civiles, una gran migración hacia el oriente conocido como el éxodo de Caracas en 1814.
José Boves terminó traicionado y asesinado por realistas, este crimen se atribuye a su segundo Francisco Tomás Torales. Antes de su muerte José Boves organizó a numerosos indios mestizos y negros. Estos no eran solo contrarios a la secesión sino también al mantuaje blanco de Caracas, que defendía a la oligarquía separatista criolla, liderados por el propio Bolívar.
El rápido éxito del militar realista Domingo de Monteverde se debió a la anarquía y debilidad militar reinante en la dictadura de Francisco de Miranda, el rechazo popular a la Primera República y el alzamiento de los negros. Entre 1811 y 1816, los esclavos, libertos y campesinos se habían rebelado contra la clase dominante criolla (los mantuanos) y su orden socioeconómico.
La zona entre Caracas y Cumaná, antes de la guerra, tenía la mayor concentración de esclavos y plantaciones de Venezuela, el que vivían 60.000 esclavos en 1810. La guerra de razas o castas empezó a volverse cada vez más sangrienta desde 1813. Con la llegada de Domingo de Monteverde al poder, la economía estaba arruinada, despoblación de provincias enteras, fuga de capitales a las Antillas, hambruna por falta de producción de alimentos.
Domingo de Monteverde, no aplicó la Constitución de Cádiz, y se dedicó a perseguir a cualquier sospechoso de sedición, ese es el argumento de sus detractores, esto habría inclinado la balanza en favor de Bolívar en la Campaña Admirable. El error de los formalistas es creer que con un papel se podía detener las ambiciones de las oligarquías locales. El mismo Simón Bolívar era un mantuano, oligarca, esclavista y terrateniente.
Pero luego vino la «Guerra a Muerte» una forma muy eficaz de financiar la guerra, los bienes de los españoles peninsulares asesinados se repartían entre la oficialidad, los soldados y el gobierno. Esta etapa, caracterizada por los crímenes, el degüello y el robo, no dejó más que muerte y destrucción. El propio Simón Bolívar decía:
«Será mérito suficiente para recibir premio o grado en el ejército, presentar un número de cabezas de españoles europeos o isleños (canarios): el soldado que presente 20 cabezas será ascendido a alférez, 30 valdrán el grado de teniente; 50 el de capitán (…)».
Miquel Izard Llorens, historiador de la Universidad de Barcelona sostiene que la famosa crueldad de José Tomás Boves y sus tropas es producto de un largo trabajo de difamación elaborado en la época posterior a la independencia venezolana. Entre 1815 y 1816 se dará una baja en la intensidad del conflicto gracias al licenciamiento de muchos llaneros.
Cuando la guerra se reactive ambos bandos mostraran un lado mucho más compasivo, pero la guerra arrasará con mayor o menor intensidad Venezuela hasta 1821, momento en que dejaran de librarse en su territorio las principales operaciones militares.
En el año 1814, Bolívar firma el manifiesto de Carúpano el 7 de septiembre, en ella analiza el porqué del fracaso de la Segunda República, la cual tuvo su inicio cuando se da la liberación de Cumaná el 3 de agosto de 1813, por las fuerzas del general Santiago Mariño, como culminación de la Campaña de Oriente, y sobre todo con la entrada en Caracas, el 6 de agosto, con Simón Bolívar a la cabeza del ejército victorioso en la llamada Campaña Admirable.
En ella, Bolívar se quejaba de la injusticia de los hombres y abogaba por la justicia divina, expresaba que los conciudadanos venezolanos no estaban preparados para el ejercicio de la justicia, por lo tanto, no eran capaces de desarrollar sus propias leyes, lo que significaba que no podían entender el verdadero concepto de la libertad, la cual se basa en el ejercicio práctico y no solamente en palabras.
Siendo éste el caso, Bolívar debe obligar prácticamente a sus compatriotas a asumir el ejercicio de la libertad, a pesar de la falta de aprecio ante la misma. Hace una dura crítica al pueblo venezolano, porque no seguía sus ideales.
Bolívar insiste en el carácter fratricida o civil de la lucha de independencia y se despide con un compromiso solemne el de regresar: «Libertador o muerto», sin obviar ningún sacrificio. «Dios concede la victoria a la constancia», dice Bolívar.
Simón Bolívar llama a la liberación de los esclavos en el bando separatista. Lo hace, primero, porque necesitaba tropas urgentemente, y porque el fin de la esclavitud era encabezada por Gran Bretaña, no por razones éticas sino porque necesitaban liberar el mercado esclavo que era ya por entonces muy caro de mantener, luego de su liberación estos esclavos se convertirán en clase proletaria.
La liberación completa de la esclavitud, en Venezuela independiente, no se producirá sino hasta el 24 de marzo de 1854. Es en este contexto donde se producirá un hecho muy significativo en la vida de Bolívar y en la vida posterior de Hispanoamérica. Bolívar viaja a Jamaica en busca del apoyo británico, en lo militar, logístico y económico, para su causa separatista.
Jamaica desde hace mucho tiempo era colonia británica, entre 1494 y1655 había sido parte del imperio español, posteriormente fue colonia británica hasta 1962. Entonces Bolívar redacta la Carta de Jamaica, el 6 de septiembre de 1815, en Kingston, capital de la colonia británica. Bolívar le dictó esta carta a su secretario Pedro Briceño Méndez, en respuesta a una misiva de Henry Cullen, un comerciante jamaiquino de origen británico residente en Falmouth, cerca de Montego Bay.
En la carta, cuyo título era «Contestación de un Americano Meridional a un caballero de esta isla», Simón Bolívar expone las razones de la caída de la Segunda República de Venezuela. Lo que pretende es atraer a Gran Bretaña y a otras potencias europeas en favor de los independentistas.
Las reformas que introdujeron los Borbones, en especial Carlos III, habían provocado frustración entre las élites criollas dominantes, sentían amenazada su dominio social por la pérdida del control de cargos de la administración virreinal reemplazados por funcionarios que llegaban de la metrópoli. A esto se sumaba a una mayor presión fiscal y al reparto desigual entre la metrópoli y el virreinato, que les impedía comerciar únicamente con la metrópoli y no con otras potencias.
La Carta de Jamaica no es otra cosa que el discurso de las clases dominantes en los virreinatos, Reales audiencias y capitanías generales del imperio español en América del cual Bolívar era parte, y que, debido al impulso borbónico mucho más centralista, estas elites estaban perdiendo sus privilegios de clase, repetimos, una clase social que gracias al contrabando con Gran Bretaña habían ganado mucho dinero, poder e influencia social. La moral de los mercaderes se imponía o estaba sobre cualquier sentimiento de Patria.
Los argumentos usados por Simón Bolívar son dos: primero lo que llama la ruptura provocada por la Monarquía, del «contrato social» (rousseauniano) pactado y realizado, supuestamente, por la Corona española y «los descubridores, conquistadores y pobladores de América» en tiempos de Carlos V, es decir, al comienzo de la formación del Imperio en América, según el cual éstos tenían derecho a dirigir los nuevos territorios, mientras la Corona se reservaba únicamente el «alto dominio».
Este pacto habría sido roto por la nueva dinastía de los Borbones que impusieron «leyes expresas que favorecen exclusivamente a los naturales del país originarios de España en cuanto a empleos civiles, eclesiásticos y de rentas» en detrimento de los criollos —los «naturales» que se han visto despojados «de la autoridad constitucional que les daba su código».
El segundo, se refiere a la política represiva adoptada por la Regencia, primero, y después por Fernando VII, luego de volver a asumir sus poderes absolutos en abril de 1814, respecto a las «juntas» americanas que se habían proclamado como independientes tras las sucesiones de Bayona, es decir, la abdicación de Carlos IV y de Fernando VII a favor de Napoleón en mayo de 1808 y la posterior disolución de la Junta Suprema Central a principios de 1810, sustituida por una Regencia.
Para Bolívar, esta política represiva había convertido a España de «madre patria», reconocida por la Constitución de 1812, al menos en teoría, a los criollos como españoles en igualdad de derechos que los peninsulares, en «madrastra». Antes, dice Bolívar, «todo lo que formaba nuestra esperanza, nos venía de España, pero ahora sucede lo contrario… y se nos quiere volver a las tinieblas… ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos».
Estas palabras de Simón Bolívar son simples eufemismos para tratar de disimular sus verdaderas intenciones, la perdida de privilegios de clase oligárquica y esclavista. Esto condujo a los miembros más ilustrados de las élites criollas, como el propio mantuano Simón Bolívar, a pensar que la solución a sus «agravios» era lograr la independencia de la metrópoli.
Bolívar, conocía las teorías sobre el «derecho natural» y el «contrato social», y estas ideas fueron básicas en su filosofía política, en su defensa de la libertad y la igualdad, claras premisas ilustradas. En la Carta de Jamaica, se ve concretamente la influencia de la «ilustración» y pensadores que comulgaban con estas ideas, ejemplo de esto es, cuando incluye ideas de Montesquieu, al referirse al «despotismo oriental» para calificar al Imperio español.
Para Bolívar, su autor favorito era Montesquieu, y «El espíritu de las leyes» su libro de cabecera y al cual recurría a la hora de tomar postura sobre diversos temas y en disertaciones donde se debatía el futuro de los pueblos virreinales de América del Sur. El 15 de febrero de 1819, ante el Congreso venezolano reunido en Angostura, Bolívar ya victorioso pronuncia el discurso que completará el análisis que había hecho en la Carta de Jamaica.
El cambio producido en el Imperio español con la llegada de los Borbones respecto a los Augsburgo, provoca en la América española un resentimiento de clase y lo quieren justificar con un supuesto Ius naturalismo liberal. Lo que querían decir es que, las oligarquías criollas, tenían un supuesto derecho natural a dominar la América española mientras solo había un tutelaje desde la España peninsular.
Pero, una vez rota ese supuesto derecho por parte de los Borbones, no quedaba más salida que expulsar a los Borbones de América, y según esta concepción ideológica liberal burguesa, las oligarquías del Imperio español, ya no tenían el derecho natural a dominar la América española, un verdadero disparate, pero es una idea que sigue dando vueltas en América con los progres latinoamericanos.
Los mantuanos se someten entonces a los planes y programas del Imperio Británico. En la actualidad, los partidos populistas y los grupos que adoptan la ideología de la nueva izquierda cultural, siguen denostando al imperio español equivocándose de enemigo.
A partir de 1815, todas fueron victorias para Bolívar como la batalla de Carabobo en 1821, que se produjo después del levantamiento en la España peninsular del teniente coronel Rafael de Riego, que el 1 de enero de 1820, lideró un pronunciamiento en Andalucía contra el régimen absolutista de Fernando VII que concluyó con el triunfo de la revolución y la instauración del Trienio Liberal.
Cuando en diciembre de 1813 se anunció la inminente vuelta de Fernando VII al trono tras la derrota de la ocupación francesa, las Cortes de Cádiz, las que en 1812 habían aprobado la primera Constitución liberal de la historia de España, no sólo se enfrentaron al gobierno bonapartista de Madrid, sino que aprovecharon para introducir importantes reformas, casi revolucionarias, en el funcionamiento del país, incluidas las Fuerzas Armadas.
Una de ellas fue la abolición de la prueba de nobleza para acceder a la oficialidad del Ejército, un cambio vinculado a la resistencia contra Napoleón, que no sólo contribuyó a crear una nueva clase de oficiales ascendidos por auténticos méritos de guerra, sino que partidizó a las Fuerzas Armadas convirtiéndola en uno de los principales baluartes del régimen liberal.
La actitud de los liberales españoles doceañistas con su estrechez de miras, contribuyeron a la perdida de los territorios españoles en la América hispana, y Rafael de Riego fue un nefasto traidor, de él me ocuparé en otro capítulo.
Fernando VII dejó muy claro cuáles eran sus intenciones, cuando, mediante un autogolpe de Estado, anunció en Valencia su intención de reinstaurar el absolutismo y de abolir la Constitución de Cádiz, lo que llevó a una encarnizada persecución de liberales.
En América, se produjo una radicalización de la clase criolla liberal que había protagonizado las primeras revueltas y que, tras la decisión del Rey y la creación de la Santa Alianza absolutista en Europa, encontraron la ocasión para independizarse de la Monarquía Hispánica.
Entonces, Fernando VII decidió ordenar la «reconquista» de América por dos motivos, primero, por los virreinatos y sus contribuciones a una Hacienda totalmente arruinada, y enviar al otro lado del mar o, sacárselos de encima a miles de soldados y oficiales que participaron de la guerra contra Napoleón, que eran proclives a pronunciarse en favor del régimen liberal de 1812.
El proceso, comenzó en 1815, con la «Expedición Pacificadora de Costa Firme» al mando del general Pablo Morillo, que estuvo en tiempos de la Campaña Admirable, y continuó en sucesivas expediciones hasta 1820. El resultado fue el envío de alrededor de 40.000 soldados y oficiales a ultramar, la mayoría de los cuales no regresaron nunca y que, en algunos casos, incluso se unieron a las fuerzas rebeldes.
El 1 de enero de 1820, un contingente de tropas que se preparaba para partir hacia América al mando de Rafael de Riego se sublevó contra el régimen absolutista en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan, mientras sus tropas entonaban una marcha que, con el tiempo, se habría de convertir en el himno oficial de España durante la II República.
En su proclama, Rafel de Riego se manifestó abiertamente en contra de la guerra de «reconquista» y aseguró que «la Constitución por sí sola basta para apaciguar a nuestros hermanos de América». Una verdadera ingenuidad formalista.
La aventura liberal, que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución, sólo duró tres años. En abril de 1823, los «Cien Mil Hijos de San Luis» enviados por la Francia borbónica derrocaron el Trienio Liberal y restauraron el absolutismo. Riego, que había sido elegido presidente de las Cortes en 1822 y ascendido a capitán general, fue ahorcado en noviembre en la Plaza de la Cebada de Madrid.
Estos dos hechos son el punto final de la unidad entre las dos Españas. La segunda victoria de los separatistas es la de Ayacucho en diciembre de 1824, dando fin al virreinato del Perú y la definitiva derrota de las aspiraciones españolas en sus últimos reductos de América del Sur.
América nunca fue reconquistada, y Bolívar se convierte en el dictador de un territorio que iba desde el virreinato del Rio de la Plata hasta el mar Caribe. Simón Bolívar cree que está muy cerca de convertir su sueño en realidad, de convertirse en el emperador de la América española.
La mayor época de gloria de Bolívar se dio entre los años 1819 y 1830, pero también se inicia el comienzo del fin de Bolívar y su fracaso histórico. El Alto Perú (actual Bolivia) había quedado en manos de José Antonio de Sucre, quien luego sería asesinado provocando una gran conmoción en Bolívar.
En el Perú dejó de encargados para su gestión a Manuela Sáenz, su amante, a Andrés Santa Cruz y a José María Córdova, todo para lograr una América española unificada bajo su mando. Simón Bolívar siguiendo el mismo objetivo organiza el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826.
Congreso Anfictiónico
El mariscal Antonio José de Sucre, acababa de liberar el Alto Perú (Bolivia), último bastión del realismo español en el continente. Toda la América hispana quedaba separada de la España peninsular luego de una sangrienta guerra civil, con la excepción de Cuba y Puerto Rico.
El gran objetivo de Simón Bolívar era crear una confederación de los pueblos de Iberoamérica, desde México hasta Chile y Argentina. Con tal propósito se organizó el Congreso Anfictiónico en Panamá, entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826. La construcción de una gran nación que, por extensión, población y riquezas naturales jugaría un papel de primer orden el mundo, es decir, un verdadero imperio.
La falta de realismo político de los lideres de la América española puso al descubierto todas las debilidades empezando con el idealismo político. Los defensores de Bolívar continúan hablando de la gran capacidad visionaria del «Libertador» y de la cortedad mental de las oligarquías regionales de latifundistas y comerciantes supeditados a los capitalistas extranjeros.
¿Pero no fue la misma actitud de Bolívar frente a la España peninsular o a la metrópoli? El problema de Bolívar y de quienes siguen defendiéndolo, es no entender la dialéctica de imperios, y que Bolívar fue un «idiota útil» de los planes de los imperios de la época, ya había hecho su trabajo de fragmentar el imperio español, pero no podían permitir un nuevo imperio como competencia, eso es básico en el mundo político.
La búsqueda de una unión o confederación de los nuevos Estados americanos sobre la capa cortical de los antiguos virreinatos, en una unificación continental, fue una idea de Francisco de Miranda, quien propuso el nombre de Colombia para esa eventual nación. Bolívar, también, lo anticipaba en la Carta de Jamaica de 1815.
El Congreso Anfictiónico de Panamá, llamado así, en recuerdo de la Liga Anfictiónica de la antigua Grecia, que gobernó desde el istmo de Corinto a algunos pueblos de la Grecia central por más de un siglo, fue la culminación del máximo sueño de Bolívar y el comienzo de su fracaso.
Este intento de confederar a las nuevas repúblicas hispanoamericanas se inicia en 1819 con la creación de Colombia, y prosigue con la negociación y firma de cuatro tratados bilaterales de Unión, liga y confederación perpetua. Pero en cada caso llevan por centro a ese país. El primero se firma con el Perú el 6 de junio de 1822, el segundo con Chile el 23 de octubre de 1823, el tercero con México el 3 de diciembre de 1823 y, después de separarse del Imperio de Iturbide, el cuarto con Centroamérica el 15 de marzo de 1825.
El 7 de diciembre de 1824, Bolívar, apelando a las provisiones de estos tratados, convoca como presidente del Perú, a los gobiernos de Colombia, México, Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y, meses después, Centroamérica, a la celebración del Congreso anfictiónico. Al tiempo de solicitar el nombramiento de los respectivos ministros plenipotenciarios, recuerda el compromiso de 1822:
«[Formar] una asamblea de plenipotenciarios de cada Estado ‘que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias’».
El congreso fue convocado por Simón Bolívar, desde Lima, el 7 de diciembre de 1824 y el peruano José Faustino Sánchez Carrión, nombrado por Bolívar ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del Perú, cursó la invitación a los gobiernos americanos. Poco después se extendería a la recién creada Bolivia, lo mismo al Reino Unido a Estados Unidos y el Brasil, por iniciativa del vicepresidente colombiano, Francisco de Paula Santander.
Para quien tiene una mirada política del Congreso, se da cuenta de la poca identidad hispanoamericana del proyecto, con la presencia de Estados Unidos, aunque se limitara a las negociaciones «generales» de comercio, navegación y derecho internacional. Conocido por el estadounidense Henry Clay, secretario de Estado, Lucas Alamán, canciller mexicano, George Canning, canciller británico, así como el propio Francisco de Paula Santander.
De los once países que en algún momento manifestaron su intención de enviar delegados, solo cuatro lo acreditaron: Perú, Colombia, México y Centroamérica. Inglaterra envía un observador y los Países Bajos un agente confidencial. Buenos Aires y Chile rechazan su participación, el primero por celos del poderío bolivariano.
El gobierno de Bolivia estaba presidido por el mariscal Antonio José de Sucre, compañero de armas de Bolívar. Las peleas internas causaron demoras en la designación de los delegados, primero por la renuncia de Casimiro Olañeta en noviembre de 1825 y la posterior indecisión de Serrano. Cuando Bolivia alcanza a nombrar a sus ministros plenipotenciarios para viajar a Panamá, José María Mendizábal y Mariano Serrano, el congreso ya había concluido.
El clima político en torno a Sucre tampoco era favorable, y esto causó decepción en Simón Bolívar. En las Provincias Unidas del Rio de la Plata (no Argentina), que en ese momento sufría una anarquía en la organización política, las constantes luchas con los caudillos federales y una capa cortical indefinida, no hizo posible su participación. Entonces estaban preocupados en la Guerra del Brasil.
El presidente Bernardino Rivadavia estaba preocupado en conseguir el apoyo militar de las provincias para mantener a la Banda Oriental, luego Uruguay, como parte de las Provincias Unidas del Rio de la Plata y fortalecer los lazos comerciales con el Reino Unido, cuestiones consideradas de mayor importancia que los vínculos con el resto de Sudamérica. Por otro lado, el congreso y el propio Rivadavia, desconfiaban del proyecto de Bolívar y temían que esto fuera el inicio de una «hegemonía» de la Gran Colombia en Sudamérica.
El gobierno chileno presidido por Ramón Freire no tenía simpatías por Bolívar, ni por su influencia política sobre los países de la costa del océano Pacifico. Internamente, Chile, sufría una pugna entre liberales y conservadores, y eso restaba cualquier interés por el proyecto de Bolívar, y sumado a esto, la desconfianza que sentían sobre Bolívar, y en una política realista y prudente, prefirieron mantener buenas relaciones con sus socios comerciales, Gran Bretaña y Estados Unidos.
En Paraguay, país ya independiente, gobernaba Gaspar Rodríguez de Francia. Luego de la batalla de Ayacucho y la declaración de la independencia de Bolivia en 1825, Bolívar intentó alcanzar contactos políticos con Paraguay enviando representantes para iniciar relaciones diplomáticas. Los funcionarios paraguayos ignoraron estos intentos, solo recibirían una carta de Gaspar Rodríguez de Francia dirigida a Bolívar, en la que rechaza todo vínculo diplomático de su país reivindicando el aislacionismo.
Simón Bolívar invitó a la corte imperial de Rio de Janeiro para agradar a Gran Bretaña, que entonces era la gran aliada de Brasil, pero era innegable que tanto Bolívar como los demás países tenían una gran desconfianza sobre Brasil. Brasil quería mantener una neutralidad entre las monarquías europeas y sus vecinos hispanoamericanos.
En octubre de 1825 aceptó la invitación de Bolívar, pero la «Guerra del Brasil» contra las Provincias Unidas del Rio de la Plata provocó temor en el emperador Pedro I, y creía que tendría un clima hostil en su contra en Panamá. Por tanto, no envió la comisión de su plenipotenciario, Theodoro José Biancardi, que ya había designado.
Estados Unidos, había sido invitado por el presidente de la Gran Colombia, el general Francisco de Paula Santander, quien le había enviado una invitación formal al presidente John Quincy Adams a inicios de 1825. Esta iniciativa fue apoyada por los gobiernos de las Provincias Unidas de Centroamérica y de México y enviaron a Washington D.C. las invitaciones respectivas.
A Bolívar no le quedó más remedio que aceptar el hecho consumado. Estados Unidos envió a dos representantes: Richard C. Anderson y John Sergeant, con instrucciones muy concretas: estimular los acuerdos de comercio, evitar comprometer a Estados Unidos, tanto en el aspecto político como en el económico en la confederación propuesta por Bolívar y rechazar todo pedido de ayuda en un conflicto contra España.
Los enviados estadounidenses no pudieron cumplir con sus cometidos, Anderson murió de fiebre amarilla durante el viaje en Cartagena camino a Panamá, John Sergeant llegó a la ciudad de Panamá en el mes de agosto, cuando el congreso había terminado y los enviados ya habían partido.
Bolívar había dispuesto invitar a dos países de Europa en calidad de observadores, especialmente por las relaciones comerciales que mantenían en Hispanoamérica, Gran Bretaña y los Países Bajos. Esas invitaciones abrigaban esperanzas de lograr la aceptación de las Provincia Unidas del Rio de la Plata y Chile, ya que tenían fuertes lazos comerciales con los invitados.
Gran Bretaña envió un observador, Edward James Dawkins, quien llevaba órdenes precisas del ministro George Canning, solamente a lograr acuerdos comerciales y disuadir a la Gran Colombia y a México de apoyar expediciones a las islas de Cuba y Puerto Rico para independizarlas de España. Eso es realismo y no idealismo político.
Jan van Veer, el observador enviado por los Países Bajos, fue al congreso con el fin de proponer la mediación neerlandesa entre las repúblicas hispanoamericanas y España, pero no tuvo la aceptación suficiente, había también otra cuestión, la monarquía neerlandesa no había reconocido la independencia de ninguna república hispanoamericana, por lo cual el delegado neerlandés fue recibido únicamente a título individual.
Los primeros delegados en llegar a Panamá fueron Manuel Lorenzo Vidaurre y José María Pando en junio de 1825. El 11 de diciembre arribaron los representantes de Colombia, Pedro Gual y Pedro Briceño Méndez, con los cuales Vidaurre y Pando intercambian una serie de discusiones informales para conocer las posturas de sus respectivos gobiernos. El 18 de marzo de 1826, llegan los centroamericanos Pedro Molina Mazariegos y Antonio Larrazábal y Arrivillaga.
Dos semanas después llega Manuel Pérez de Tudela en reemplazo de Pando, nombrado por Bolívar ministro de Relaciones Exteriores y, finalmente, el 4 de junio los mexicanos José Mariano Michelena y José Domínguez Manso. El primero de junio se les había unido el observador inglés Edward James Dawkins Esquire, mientras que el coronel Jan Van Veer, el enviado de los Países Bajos, lo hace el 7 de julio, una semana antes del final de las negociaciones.
Las conferencias se celebran en la sala capitular del Convento de San Francisco entre los días 22 de junio y 15 de julio de 1826. Cada sesión es presidida de manera rotativa por los representantes de la Gran Colombia, que abarcaba los actuales estados de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Las Provincias Unidas del Centro de América, que abarcaba la actual Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Perú y México.
Bolívar se abstuvo de intervenir en sesiones del congreso al considerar incompatible su presencia allí mientras desempeñaba la presidencia de Perú. Sin embargo, la agenda del Congreso, en su casi totalidad fue definida por Bolívar y constaba de diez puntos:
1. Renovación de los tratados de unión, liga y confederación;
2. Publicación de un manifiesto en que se denuncie la actitud de España y el daño que ha causado al Nuevo mundo;
3. Decidir sobre el apoyo a la independencia de Cuba y Puerto Rico, así como de las islas Canarias y Filipinas;
4. Celebrar tratados de comercio y de navegación entre los Estados confederados;
5. Involucrar a Estados Unidos para hacer efectiva la Doctrina Monroe en contra de las tentativas españolas de reconquista;
6. Organizar un cuerpo de normas de derecho internacional;
7. Abolir la esclavitud en el conjunto del territorio confederado;
8. Establecer la contribución de cada país para mantener contingentes comunes;
9. Adoptar medidas de presión para obligar a España al reconocimiento de las nuevas repúblicas; y
10. Establecer las fronteras con base en el uti possidetis de 1810.
Los problemas preexistentes entre Perú y la Gran Colombia por la provincia de Guayaquil, y el litigio entre México y Centroamérica por la región de Soconusco (hoy Chiapas) impidió discutir la aplicación del uti possidetis como criterio para la delimitación territorial, tomando como base el año 1810.
El «uti possidetis iuris», procedente del latín significa «como poseéis de acuerdo al derecho, así poseeréis». En el Derecho Privado, su aplicación consiste en el dominio que ejerce un propietario sobre el inmueble, cosa u objeto de su derecho. En el Derecho Internacional Público, alude al dominio de los Estados sobre los territorios que geográfica e históricamente les pertenecen.
Este principio proviene del derecho romano, que autorizaba a la parte beligerante reclamar el territorio que había adquirido tras una guerra. El término ha sido utilizado históricamente para legitimar conquistas territoriales, por ejemplo, la anexión de la Alsacia-Lorena por parte del Imperio alemán en 1871.
Luego de la guerra civil española en América en el siglo XIX, el principio fue utilizado para establecer las fronteras de los nuevos estados, tal como en el caso de los países hispanoamericanas los cuales mantuvieran los límites de los viejos territorios virreinales de los cuales emergieron. Asimismo, fue el principio rector del proceso de descolonización en África.
Simón Bolívar fue el primero en proponer que los países independizados conservasen las antiguas fronteras del Imperio español en América. Los nuevos estados surgidos tendrían provisionalmente como límites los correspondientes en 1810 como el último de la monarquía española. Este principio fue alegado por numerosos países de hispanoamerica.
Ante el fracaso de las conversaciones sobre este tema y para evitar el agravamiento de los litigios existentes, no se resolvieron en los debates y se dejaron las definiciones fronterizas a los acuerdos bilaterales entre cada país. La negativa de países por reducir sus aranceles impidió la fijación de acuerdos preferenciales de comercio, por los desequilibrios en la balanza comercial de cada país participante.
La exigencia del observador británico Dawkins para contar con acuerdos comerciales de manera separada con cada estado impidió las posiciones comunes entre los países hispanoamericanos por lo que el congreso decidió mantener el statu quo sobre los aranceles y el comercio.
Otro punto de disidencia fue el intento de estimular la independencia de Cuba y Puerto Rico que recibió la opinión contraria del observador británico, quien advirtió además los riesgos de lanzarse a una guerra contra España en la región del Mar Caribe donde otras potencias como la propia Gran Bretaña y Francia poseían colonias.
La presión británica desaconsejó también invocar el apoyo de Estados Unidos para instaurar por la fuerza la Doctrina Monroe, en tanto los estadounidenses eran, junto a España, los principales actores comerciales en Cuba y Puerto Rico. México y la Gran Colombia entraron en disputa sobre cuál de estos países debería liderar el esfuerzo anticolonial en las islas del Mar Caribe, donde ambos Estados disponían de puertos importantes.
El delegado británico se opuso a toda operación bélica contra los territorios españoles, y por tanto el congreso evitó tomar alguna decisión sobre el Caribe, mientras Gran Bretaña ofrecía su mediación para lograr el reconocimiento diplomático del gobierno español de los estados surgidos luego de las guerras en América.
Finalmente, y con muchas limitaciones, se elaboró el «Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua» y que fue aprobado por todos los presentes, pero que fue ratificado solamente por la Gran Colombia en 1826. Al término de las sesiones en la ciudad de Panamá, los delegados mexicanos sugirieron reiniciar el congreso en Tacubaya, localidad a las afueras de Ciudad de México.
Al enterarse de la propuesta, Bolívar presiente que ese cambio pondrá la Asamblea «bajo el inmediato influjo de [México], ya demasiado preponderante, y también bajo el de los Estados Unidos del Norte». Bolívar entiende que detrás de ese acuerdo hay posiciones de poder y rivalidad. William Tudor, cónsul de Estados Unidos en Lima, comunica a su gobierno en agosto de 1826 que el traslado obedece al recelo de México y Centroamérica por los planes de Bolívar.
Congreso Anfictiónico en Panamá.
Obviamente, que las razones oficiales del gobierno mexicano apuntan para otro lado, y no falta razón, pero el verdadero motivo es el político contra Bolívar. El informe enviado por el gobierno mexicano a las cámaras dice:
[Se hizo muy necesaria] la traslación de la Asamblea […] por la insalubridad y absoluta falta de recursos que se experimentaba en el lugar designado, [así] como por la dificultad de comunicaciones con los respectivos Gobiernos y escasez de noticias de los acontecimientos de Europa [. En] cuatro meses que duramos ausentes, ni nosotros recibimos comunicación alguna de México, ni el Gobierno supo de nuestras operaciones a pesar de que por nuestra parte no se perdió ocasión alguna de participarlas […]. La comunicación más frecuente en Panamá es [con Bogotá] y las cartas en ir y venir tardan setenta y cinco días a lo menos.
Esta sugerencia de trasladarse a Tacubaya fue apoyada por los centroamericanos y peruanos. Los representantes de la Gran Colombia tuvieron que aceptar para no ser acusados de que el congreso quedaría bajo la influencia de Simón Bolívar. Se había fijado que uno de los delegados de cada país invitado viajara a Tacubaya y el otro regresara a su país.
Pero el clima político en Perú ya era muy adverso a Simón Bolívar lo que provocó que los dos delegados, Manuel Lorenzo de Vidaurre y Manuel Pérez de Tudela, regresaran al Perú. Por tanto, el gobierno del Perú se desligó del congreso en los hechos concretos y el gobierno del Perú jamás ratificó el tratado que surgió de la misma.
En agosto de 1826 los delegados de México, José Domínguez, de la Gran Colombia, Pedro Gual y de Centroamérica Antonio Larrazábal, se reunieron en Tacubaya para reiniciar las deliberaciones. Hasta allí llegó el observador John Sergeant. Al conocerse que Perú y Centroamérica no ratificaron el «Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua», el gobierno de México perdió todo interés en continuar con la misma.
El delegado de Estados Unidos, John Sergeant, le comunicó a los demás delegados que sus instrucciones solo se limitaban a negociar acuerdos comerciales con las repúblicas hispanoamericanas, y que Estados Unidos rechazaban integrarse en una confederación continental y negaban su apoyo a toda acción de guerra contra España en la región caribeña.
Estados Unidos ya había comenzado su movimiento imperial, esas afirmaciones fueron respaldadas por el embajador estadounidense en Ciudad de México, lo cual terminó por liquidar la agenda del congreso. La situación política mexicana impidió su reanudación y el 9 de octubre de 1828, los delegados originales de la Gran Colombia, México y Centroamérica declararon la conclusión definitiva del Congreso Anfictiónico.
Tras el alejamiento de Bolívar de la presidencia del Perú, por la enorme hostilidad de los políticos peruanos, los nuevos gobernantes se negaron a ratificar el «Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua». En Perú, en la actualidad, la gran mayoría de las personas detestan a Simón Bolívar. En Bolivia, cuando terminó el gobierno de Antonio de Sucre, también acabó el interés por el proyecto de Simón Bolívar.
A finales del año 1826, el hecho de que uno de los cuatro participantes ratificara los ya limitados acuerdos de Panamá, convenció a Bolívar que el Congreso Anfictiónico había sido un proyecto fallido, señalando: «El Congreso de Panamá sólo será una sombra». Cuatro años después en 1830, la Gran Colombia se disolvió en tres países, y en 1834 las Provincias Unidas del Centro de América se desmembraron en cinco Estados.
El gobierno británico que había enviado un representante como observador, realizó acuerdos comerciales con los países asistentes por separado, Gran Bretaña fue el más beneficiado al obtener importantes tratados comerciales con algunos de ellos.
La intención de Bolívar de unificar los antiguos virreinatos ya independientes en este congreso, fue un rotundo fracaso. En este tiempo Bolívar se dio cuenta de que su proyecto político estaba produciendo efectos contrarios al deseado. Lo que estaba consiguiendo era la fragmentación de la América española y la subordinación de cada una de esas partes al imperio británico.
Esta subordinación se estaba dando no por la vía militar sino por la deuda externa contraída en su aventura libertadora. Simón Bolívar secretamente en 1820 buscó la reconciliación con la España peninsular, con su antiguo enemigo el rey absolutista Fernando VII. Para tales propósitos, Bolívar, envió en 1820 a Londres, a Francisco Antonio Zea para negociar con el embajador plenipotenciario de España en el Reino Unido, el duque de Frías, un plan de reconciliación y confederación hispánica.
Simón Bolívar proponía a Fernando VII que reconociera a las naciones independientes a cambio de una Confederación con la metrópoli, propuesta que fue rechazada por Fernando VII. En 1828 se produce la mencionada «conspiración septembrina». Poco antes de su muerte en 1830, Bolívar trató de organizar el Congreso Admirable, como un intento de evitar la fragmentación de la Gran Colombia, este congreso fue otro fracaso total para Bolívar.
José Antonio Páez, un antiguo aliado de Bolívar, desde el año 1826 estaba preparando la separación de Venezuela de lo que luego sería Colombia. El 13 de enero de 1830, Venezuela se proclamó independiente, José Antonio Páez ocupó la Presidencia de ese país y desterró a Bolívar.
Bolívar renuncia a la presidencia de la Gran Colombia, que fue aceptada por el Congreso Admirable el 4 de mayo de 1830. Atraviesa, enfermo, en una goleta el rio Magdalena, goleta que navegaba protegida por la armada de los Estados Unidos, encontrando refugio en la ciudad de Santa Marta el 1 de diciembre de 1830, en una hacienda de grandes sembradíos de caña de azúcar y donde funcionaba un ingenio de procesamiento de ron, panela y miel, cuyo propietario era el español Joaquín de Mier y Benítez.
El 17 de diciembre de 1830 Bolívar murió de tuberculosis, a la edad de 47 años, en su testamento abjuró de la masonería y se declaró de nuevo católico. Las consecuencias de la acción política de Simón Bolívar aún perduran en nuestros días. Pretendió erradicar de la América española lo que él llamaba «la malvada raza de los españoles», como si él no lo hubiese sido.
Parte de ese odio fue su «Declaración a Muerte», Bolívar era un hombre desapiadado y cruel, aunque culto e ilustrado. Quería convertirse con el apoyo de los británicos en el emperador de América, algo que los británicos lograron impedir, algo que los británicos o que cualquiera otra potencia mundial no lo permitirían, en eso pecaba de una gran ingenuidad política.
Bolívar condenó los supuestos tres siglos de dominación y opresión española sobre el continente, para que al final de su vida lamentara «los tres siglos de progreso que supuso el Imperio español». Bolívar pidió ayuda para su plan político a Gran Bretaña y a los Estados Unidos. De Estados Unidos empezó a desconfiar, pero irónicamente, estos lo escoltarían en la goleta rumbo a la muerte. Buscó apoyo de los yankis aun a costa de proponer cederles territorio, la actual Panamá.
Ante la falta de recursos para financiar la guerra, Bolívar, incautó dinero y bienes a las familias leales a España, incluyendo a sus descendientes. Según los llamados libertadores, ellos se negaban a pagar el 20% de tributación que iba dirigida a la España peninsular, sin embargo, tuvieron que pagar más de la mitad de sus ingresos totales en la guerra al imperio británico.
Esto marcó el inicio de una deuda externa de gran magnitud para la secesión de la Gran Colombia y su posterior fragmentación de este efímero Estado, por la que tuvieron que pagar durante un siglo y medio a los británicos. Los británicos comenzaron a apropiarse del dinero de los virreinatos en esta época de la guerra civil española.
La secesión del virreinato del Perú fue forzada y se tuvo que pagar en gran medida, con el aporte de los contribuyentes de la ciudad de Quito. Ecuador demoró más de 150 años en pagar su deuda externa a Gran Bretaña, dinero destinado a conseguir el apoyo necesario para la secesión y destinado a las tropas de Bolívar.
Un enorme endeudamiento en nombre de una Patria Grande que ya existía. No era necesario una guerra civil. En 1817 Simón Bolívar, contrató unos créditos personales a Gran Bretaña para financiar su guerra, crédito que posteriormente serían asumidos por la Gran Colombia como deuda estatal. Estos créditos fueron otorgados por los ingleses, Michael Scott, William Hall Campbell, George Robertson, Pete Edwards y William Graham Juniors & Sons.
Simón Bolívar era muy consciente de lo que significaban estos créditos, esto queda de manifiesto cuando esperaban un crédito y armas de Londres, entonces Bolívar le escribió una carta a Antonio José de Sucre, en mayo de 1823:
«Inglaterra es la primera interesada en el éxito de la transacción ya que desea formar una liga con todos los pueblos libres de América y de Europa contra la Santa Alianza, para ponerse a la cabeza de los pueblos y dirigir el mundo. No es interesante para Inglaterra que una nación europea como España mantenga una posesión como Perú en América. Prefiere que sea independiente con un poder débil y un gobierno frágil. Inglaterra apoyará la independencia de Perú».
Al final de sus días, Bolívar, fue completamente consciente de la trampa de la deuda en la que él y sus compinches de los nuevos estados separados habían caído. La lucha sediciosa emprendida por los llamados libertadores de América, fue en provecho de potencias como Francia, aunque en menor medida, pero el mayor favorecido fue el Imperio británico. El dominio británico en América en el siglo XIX fue prácticamente total.
La situación económica de la América hispana, antes, durante y posterior a la guerra de secesión, está al alcance de cualquier lector, hay innumerables libros y bien documentados.
Simón Bolívar terminó diciendo: «He arado en el mar. Hemos perdido todo menos la independencia». También perdieron la independencia real, por más de un siglo y medio permanecieron dominados, de hecho, por Gran Bretaña. Curiosamente los ignorantes y los izquierdistas acusan a España como la causante de la miseria, de la pobreza y la postración de la América española, hoy dividida en naciones.
Mientras estas naciones siguen viviendo inmersas en ideologías fracasadas, en la mentira, en los relatos oficiales que son el soporte de esta leyenda rosa sobre Bolívar y otros libertadores, y de estas naciones.
Que no les permite conocer la verdadera responsabilidad de Bolívar y compañía, de esas oligarquías criollas que se aprovecharon del trabajo esclavo en las plantaciones de cacao, y que se levantaron contra la España peninsular para preservar su dominio de clase que se encontraba en peligro.
Y no quieren entender que entonces sucedió, en otras circunstancias históricas, lo que sucede con Cataluña ahora, en el fondo se trata de no pagar a la Hacienda española. Ni patriotismo ni libertad.
La muerte de Simón Bolívar.
Y terminaron siendo serviles del imperio británico y de su capitalismo incipiente, de sus finanzas e industrias. La vida política de Bolívar fue un terrible fracaso, y si aceptamos aquello de «por sus frutos los conoceréis», ahí tienen el legado bolivariano de Hugo Chávez, Nicolás Maduro y demás izquierdistas latinoamericanos. Un Simón Bolívar, que a pesar de las confesiones que le hizo a Louis Perú Lacroix, confirman sus verdaderos deseos:
«Tengo que evitar que se establezca la opinión de que mi política es imitada de la de Napoleón, que mis miras y proyectos son iguales a los suyos, que, como él, quiero hacerme emperador o rey, dominar la América del Sur como ha dominado él la Europa».
Mas allá de las estúpidas ideologías indigenistas vigentes, curiosamente una gran cantidad de indígenas estaban a favor de la Corona española. Entre las páginas oscuras de este hombre, figura la matanza de la ciudad de Pasto, en Venezuela, en 1822.
Empezó la noche del 24 de diciembre y se conoció como la «Navidad Negra», o «Negra Navidad». Una masacre de hombres, mujeres y niños que resistieron a las tropas republicanas al mando de Antonio José de Sucre, por órdenes directas de Bolívar. Pobre de aquel que hoy, se atreva en Pasto a elogiar a Bolívar.
Ese fue el legado de un hombre cuya obsesión apenas duró dos décadas y que acabó su vida en 1830 a los 47 años, en Santa Marta, Colombia, enfermo de tuberculosis, apartado, despojado de todas sus ambiciones y arruinado, en medio de las intrigas, el caos y la anarquía política del nuevo continente.
******
La Navidad Negra o Noche de Rifles
Se conoce con estos nombres a un nefasto episodio ocurrido durante la guerra de la independencia, en la Campana de Pasto, acaecida en la ciudad de San Juan de Pasto, provincia de Popayán, Virreinato de Nueva Granada, actual Pasto, Nariño, Colombia.
Las víctimas fueron los civiles «pastusos» que fueron represaliados por permanecer fieles a los realistas en la navidad de 1822. El ataque fue calificado como masacre, un asesinato masivo, en la que se emplearon armas de fuego y bayonetas. El mariscal Antonio José de Sucre tenía instrucciones directas de Simón Bolívar de someter a la población civil sin contemplación y consideración alguna.
La mayor parte de la población de Pasto eran indígenas. Estos indígenas veían amenazados sus intereses, no sin razón, por el ascenso de los criollos y por el inminente fin de la autoridad del rey y de las leyes de la Corona española que protegían a los indígenas, gran parte de sus tradiciones y sus tierras. Los abusos de parte de la oligarquía criolla ya habían empezado a cometerse en gran escala.
A pesar de la oposición de los indígenas no se pudo evitar estos abusos, abusos por otra parte verificables. En 1822 Simón Bolívar estaba concentrado en dominar el sur del continente y los planes de Bolívar se estaban concretando. Luego de las batallas de Bomboná, el día 7 de abril y Pichincha el 24 de mayo, Quito quedaba en manos de Bolívar, así como buena parte de la provincia de Pasto.
Estos acontecimientos obligaron a dirigentes de Pasto, una ciudad profundamente realista, a firmar una capitulación que ponía fin a los enfrentamientos entre los partidarios de España y los colombianos, en junio de 1822. Pero no todos los pastusos estaban de acuerdo y seguían manteniendo fidelidad al rey. Esta era la situación previa a la «Navidad Negra», la capitulación era tan precaria que en algún momento podría romperse.
El 8 de junio de 1822 Bolívar ingresó a Pasto por medio de una negociación con élites, pero ignorando a los sectores populares, así lo nombra Bolívar en una de sus cartas:
«… estos hombres son los más tenaces, más obstinados […] la voluntad del pueblo está contra nosotros, pues habiéndoles leído aquí mi terrible intimidación, exclamaban que primero pasarían sobre sus cadáveres, que los españoles los vendían y que preferían morir a ceder […] Al obispo le hicieron tiros porque aconsejaba la capitulación. El coronel García tuvo que largarse de la ciudad, huyendo de igual persecución. Nuestra división está aquí, y no hace una hora que me ha pedido de Colombia, por temor de los pastusos. Hasta los niños, con la mayor candidez, dicen que qué han de hacer, pero que ya son colombianitos. En este instante me lo está diciendo una niñita, pero con mucha gracia».
En octubre de 1822, el teniente coronel español Benito Boves, que semanas antes se había escapado de prisión, se puso al frente de guerrillas fieles al rey en el levantamiento en Pasto junto al militar indígena Agustín Agualongo. Bolívar que consideraba que las guerrillas ponían en riesgo su proyecto político y amenazaba la recién creada República de Colombia, ordenó a José Antonio de Sucre, reprimir el levantamiento y tomar el control de la ciudad.
Benito Boves, al frente de 1.500 hombres, rechazó el primer ataque de Antonio de Sucre, quién se retiró a Túquerres a esperar refuerzos. El 22 de diciembre las tropas del libertador emprendieron un nuevo ataque contra Pasto, esta vez con éxito y tomaron las posiciones de defensa de la ciudad. Las tropas de Colombia vencerían a los realistas en la Cuchilla de Taindalá el 22 de diciembre, y en el Guáitara el 23 de diciembre.
A pesar de la victoria obtenida por las tropas de Sucre, había órdenes de Simón Bolívar que señalaban que la ciudad de Pasto fuera tomada por las tropas de Antonio José de Sucre el día 24 de diciembre de 1822, y que tomara represalias contra la población. En la madrugada del día de navidad, Sucre envió un emisario para exigirle la rendición a los insurrectos. La propuesta fue rechazada.
Alrededor de las 13:00 horas las tropas del ejército avanzaron hacia Pasto y pocas horas después comenzó una masacre de la que no se salvaron niños ni mujeres y que se extendió hasta el 26 de diciembre. Durante tres días los soldados del batallón Rifles saquearon la ciudad, destruyeron archivos públicos, libros parroquiales, asesinaron a más de 400 civiles hombres, mujeres, ancianos y niños, una cuarta parte de la población.
Los nuevos «patriotas» se tomaron venganza, no importaba si estaban heridos, rendidos, debían ser muertos, familias enteras desaparecieron. Ingresaron a caballo a la iglesia de San Francisco y dieron muerte a los que allí se habían refugiado, sin importar que fueran mujeres y niños. La calle principal que adquirió una coloración rojiza por la sangre en pasto, desde entonces se la llama la calle de «El Colorado».
Nueve días después del festín de sangre y fuego, el 2 de enero de 1823, Bolívar entra a Pasto, y somete con castigos a su población. Se apropió de unos 1.000 individuos y fueron enviados a Perú, trescientos a Quito y Guayaquil, muchos no sobrevivirían en el trayecto, también por medio de un decreto se confiscaron una gran cantidad de bienes de los rebeldes.
Simón Bolívar y la masacre de Pasto
Se impuso una contribución de 30.000 pesos, más ganado para el ejército y 2.500 caballos, se utilizó el llamado «matrimonio cívico» consistente en lanzar parejas de indios a las aguas del Guáitara así ahorraban municiones. Se cumplió lo que tituló en su libro Augusto Zamora, en 2020: «Indígenas, el botín de guerra de las oligarquías». Malditos libertadores: Historia del subdesarrollo latinoamericano.
El secretario privado de Bolívar, Daniel O´Leary, quien de manera muy general llamó el 20 de enero de 1823, en sus escritos a lo ocurrido en esa fecha, como el «Día de la Jura», cuando de manera engañosa el general Bartolomé Salom fingiendo compasión por los vencidos los convocó a reunirse en la plaza de la ciudad, a jurar fidelidad a la constitución, pero su verdadera intención era reclutar gente joven a la fuerza y enviarla a pelear al Perú.
En carta escrita por Simón Bolívar al general Santander fechada el 30 de enero de 1823, se encontró el siguiente texto:
«El famoso Pasto, que suponíamos tan abundante de medios, no tenía nada que valiera un comino; ya está aniquilado sin mucho empeño».
Después de la masacre, de la violencia ejercida por las tropas del mariscal Antonio José de Sucre, los decretos dictados por Simón Bolívar, las órdenes asumidas por parte de los generales Bartolomé Salom y Juan José Flórez, incluyeron represiones, asesinatos, fusilamientos y conscripciones forzosas, provocaron una oposición mayor en lideres como Agustín Agualongo.
Este líder indígena hizo huir a Juan José Flórez con destino a Popayán, Simón Bolívar tuvo que regresar y derrotó a Agualongo el 17 de julio de 1823 en Ibarra, luego de ese combate Bolívar dictó instrucciones a Bartolomé Salom:
«Marchará Usted. A pacificar la Provincia de Pasto. Destruirá Usted. a todos los bandidos que se han levantado contra la República. Mandará Usted. partidas en todas direcciones, a destruir a esos facciosos. Las familias de todos ellos vendrán a Quito, para destinarlas a Guayaquil. Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados. los que se presenten para ser expulsados del país y mandados a Guayaquil. No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad. Se ofrecerá el territorio a las familias patriotas que lo quieran habitar. Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes, serían aplicadas a beneficio del ejército y del erario nacional. Llame Usted. al Coronel Flórez para que se haga cargo del gobierno de los Pastos, etc.»
Ni la venganza de Simón Bolívar ni los horrores vividos en la negra navidad doblegaron el espíritu rebelde de los pastusos. Todo lo contrario, aumentó el odio hacia la nueva república y en especial, hacia su cabeza: Simón Bolívar. Odio que aún permanece en la actualidad.
En los años siguientes, las guerrillas realistas comandadas por Boves y Agualongo se convirtieron en un dolor de cabeza para el gobierno colombiano. Incluso, luego del fusilamiento del líder indígena, en 1824, la resistencia de los pastusos a formar parte de Colombia se mantuvo.
A comienzos de 1824 en la región de Pasto que se encontraba muy devastada, se levantaron las guerrillas y las comunicaciones entre Popayán y Quito se cortaron. El comandante Juan Barreda dio las siguientes instrucciones a Jesús Barreto para atender la situación:
«…desde Pastos adelante, cuanto hombre se encuentre, y más si son indios e indias, deben ser sacrificados a la venganza de nuestras armas, pues he experimentado que todos son nuestros crueles enemigos, y de ello a nuestra vista impondré a V.S. Esto mismo tengo hecho presente a nuestro benemérito señor general Salom. Nuestros infieles prisioneros fueron víctimas de los bárbaros, por lo que no se debe dar cuartel a ninguno, aunque no se hallen con las armas en la mano. Todo debe ser secuestrado sin oír reclamaciones pues todos son unos alzados canallas que nos han hecho la guerra más cruel».
En los textos de Simón Bolívar en lo que se refiere a como continuar el manejo de la situación en Pasto, pasado un tiempo de lo corrido en 1822, se encontraron palabras como:
«Logramos, en fin, destruir a los pastusos. No sé si me equivoco como me he equivocado otras veces con esos malditos hombres, pero me parece que por ahora no levantarán más su cabeza los muertos».
Carta de Simón Bolívar al general Francisco de Paula Santander, Quito, 21 de julio de 1823.
Era tal el problema que representaban los pastusos para los planes políticos de Simón Bolívar que, en 1825, le escribía a Santander:
«Pero digo por última y por mil enésimas veces, que si ud. no me manda 3000 colombianos viejos para defender y reconquistar el sur de Colombia, guerra de América se va a prolongar infinito (…) Porque ha de saber ud. que los pastusos (…) son los demonios más demonios que han salido de los infiernos (… no tienen paz con nadie y son peores que los españoles».
Cansado de los pastusos, en la misma carta Simón Bolívar sugería una estrategia de exterminio y destierro:
«Los pastusos deben ser aniquilados y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiados merecidos».
Carta de Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander, Potosí, 21 de octubre de 1825.
Muchos historiadores dicen que la intención del gobierno de Flórez, fue pacificar Pasto, lo cierto es que los reclutamientos se convirtieron en un acto cotidiano con esto se mantuvo la provincia alterada hasta 1826, ya que la pacificación era al estilo Bolívar, con la llegada del general José María Obando al cargo, se pudieron dar más garantías a la vida de los pobladores en la región.
Los historiadores aún no se ponen de acuerdo sobre la cifra de muertos en Pasto, es entendible que así sea, dada la imparcialidad de los historiadores que son parte de una ideología. Lo cierto es que durante la etapa de la guerra civil en hispanoamerica hubo muchos actos de crueldad en ambas partes, pero nunca al nivel que sufrieron los pastusos.
Como es lógico, la navidad negra, en los textos de historia oficial, se ocultaron o minimizaron este pasaje de las guerras de independencia. Solo los habitantes de Pasto han conservado por generaciones en su memoria estos trágicos hechos. Lo que explica el por qué aun hoy desprecian a Simón Bolívar. Solo basta con viajar a Pasto y preguntarle a cualquiera de sus habitantes.
De Simón Bolívar, las cabezas huecas, podrán decir que era un héroe o darle cualquier otro elogio. Lo cierto es que era un mantuano y eso lo dice todo, un resentido y con aires de grandeza, que soñaba con ser otro Napoleón. En realidad, para decirlo popularmente, como dijo el escritor colombiano Evelio José Rosero, Bolívar fue: «un hijueputa».