SERIE ROJA – 1
SIGLO XX. EL COLAPSO DEL IMPERIO ZARISTA
El zar Nicolas II y su familia, vestidos como cosacos.
El siglo XX nos permite ubicar tres imperios diferentes, ante los cuales muchos podrían concluir de que se trata de tres imperios en uno, lo cual es totalmente falso. No hay tres en uno ya que cada uno de ellos difiere del otro tanto en su capa cortical, en su capa conjuntiva y en la basal. También son distintos, tanto, en el plano tecnológico como nematológico.
De acuerdo al eje angular del Espacio Antropológico del Materialismo Filosófico de Gustavo Bueno Martínez, la religión ortodoxa rusa juega un papel principal. En tanto que el imperio soviético se declara oficialmente ateo y emprenderá una persecución contra la religión terciaria imperante en Rusia, pero ello no impedirá que haga uso de la religión cuando el Estado lo necesite. En el actual imperio ruso y de la mano de Vladimir Putin, la religión ha vuelto por sus fueros.
El colapso y el surgimiento de nuevos imperios no se debe a la lucha de clases, una teoría que resultó ser una falacia, tampoco al equilibrio de poder, sino a la dialéctica de imperios, verdadero motor de la historia. ¿Pero que es un imperio? En principio podemos decir que todo Estado es un imperio en potencia, otra cosa es que cualquier Estado llegue a ser realmente un imperio. Muy pocos en un siglo pueden aspirar a ser un verdadero imperio. No depende de un nombre, muchos o casi todos los imperios no se denominaban así.
En la Nueva España, Agustín de Iturbide, presidiendo una Junta, proclamó el Acta de la Independencia del Imperio Mexicano. Pero eso no quiere decir que México fuera un imperio realmente, además, su duración fue efímera. Para ser un imperio, un Estado necesita tener un alto grado de desarrollo técnico, científico, económico y sobre todo militar.
Desde el materialismo político, decimos que todo Imperio es una sociedad política, y la definimos por entrar dentro del curso ontológico del Estado, es decir, por albergar un núcleo de poder político que otorga la posibilidad de mantener la recurrencia de las relaciones de producción y esto significa, a efectos económico-políticos, de expandirse.
Desde esta teoría, Gustavo Bueno, sostiene la tesis de que toda sociedad, en el momento en que se configura como política al adoptar la forma de Estado, instaura en su estructura una dialéctica tal que la llevará a desarrollar una dinámica interna que la obliga a desbordar sus propios límites estatales, que al mismo tiempo y como resultante, la conducirá en esa dirección al enfrentamiento con otros estados, todos ellos operando histórica y políticamente en función de su propia eutaxia.
El imperio en su acepción diamérica es un sistema de Estados mediante el cual un Estado se constituye como centro de control hegemónico sobre los restantes Estados del sistema, que, sin desaparecer enteramente como tales, se comporta como vasallos, tributarios o, subordinados al Estado Imperial, en sentido diamérico.
Un imperio en sentido diamérico es un sistema de estados organizado por la subordinación (no por destrucción) de un conjunto de estados al Estado imperial. El concepto común de imperialismo se puede reducir al concepto diapolítico de imperio, que en un grado cero, sin desaparecer las relaciones de subordinación, se desvanezca la condición de estado subordinado.
El papel jugado por el imperio alemán en plena Primera Guerra Mundial o Gran Guerra, como también se la llamaba, tuvo mucho que ver con el retorno y el accionar revolucionario de Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin.
La dialéctica de imperios facilitó o allanó el camino a la implantación del marxismo y el gobierno en el nuevo imperio. El viaje de Lenin está descripto en mi artículo titulado: El tren a San Petersburgo, Revista Eutaxia, abril 30, 2023.
Nicolás II de Rusia o Nikolái Aleksándrovich Románov, nació en Tsárskoye Seló, el 6 de mayo (según el calendario juliano) 18 de mayo de 1868 (según el calendario gregoriano) y murió en Ekaterimburgo, el 17 de julio de 1918. Fue emperador de Rusia desde la muerte de su padre Alejandro III en 1984 hasta su abdicación en 1917 debido a la Revolución de Febrero.
El título de Zar que también ostentaba Nicolás II proviene del latín caesar, -ăris, y en femenino, zarina/zariza. La palabra zar deriva del latín césar, tomado del título de los emperadores romanos desde Octavio César Augusto (Augusto), que lo usó como sucesor y pariente de Cayo Julio César (Julio César). Era el título usado por monarcas eslavos, en el Imperio Búlgaro (913-1396) y en el Reino de Bulgaria (1908-1946), por el Imperio ruso (1547-1917), aunque desde 1721 la forma oficial fue la de emperador.
Nicolás II era hijo del zar Alejandro III de Rusia y de la zarina María Fiódorovna Románova, nacida princesa Dagmar de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg y más tarde princesa Dagmar de Dinamarca. Sus abuelos paternos eran el zar Alejandro II y la zarina María de Hesse-Darmstadt. Sus abuelos maternos eran el rey Cristián IX de Dinamarca y la princesa Luisa de Hesse-Kassel.
Nicolás tenía tres hermanos menores: Alejandro (1869-1870), Jorge (1871-1899) y Miguel (1878-1918) y dos hermanas menores: Xenia (1875-1960) y Olga (1882-1960). Por parte materna, Nicolás era sobrino de varios monarcas, incluido el rey Jorge I de Grecia, el rey Federico VIII de Dinamarca, la reina consorte Alejandra de Dinamarca y de Thyra de Dinamarca, princesa de Hanóver.
Nicolás se convirtió en zarévich tras el asesinato de su abuelo Alejandro II el 13 de marzo de 1881 y el posterior ascenso al trono de su padre, Alejandro III. Por razones de seguridad, el nuevo zar y su familia se mudaron del Palacio de Invierno, en San Petersburgo a su residencia en el palacio de Gátchina, fuera de la ciudad.
Nicolás y sus hermanos tuvieron una educación estricta, y estuvo supervisada personalmente por su padre y su base fue la tradición religiosa. Los tutores del futuro emperador y de su hermano pequeño Jorge recibieron estas instrucciones: «Ni yo ni María Fiódorovna [madre de Nicolás] queremos hacer de ellos ‘plantas de invernadero’. Tienen que saber rezar a Dios, estudiarse bien, jugar y travesear poco. Enséñenles bien… sobre todo no fomenten su pereza… Necesito unos hijos normales rusos; si se pelean, vale, pero para el delator, látigo».
El programa educativo para el futuro emperador fue elaborado al detalle. Nicolás dormía en duras camas plegables y sus habitaciones apenas tenían muebles, salvo un icono religioso de la virgen con el niño rodeado de perlas y otras joyas. Los primeros 8 años se prestó una atención especial al estudio de la historia de la política, la literatura rusa, geografía y otras materias. Fue educado por tutores que le enseñaron idiomas, francés, alemán, inglés, que Nicolás terminó dominando.
Los siguientes 6 años se dedicaron a los estudios del arte militar, derecho y ciencias económicas. Nicolás II viajó a diferentes partes de Rusia y al extranjero. En mayo de 1890, algunos días antes de cumplir veintidós años, anotó: «Hoy definitivamente ha terminado mi educación». En octubre de ese mismo año, acompañado por su hermano Jorge, viajó por Grecia, Egipto, la India y Japón.
Ese viaje fue organizado por su padre, Alejandro III, para completar la educación formal de Nicolás y darle la oportunidad de experimentar la vida fuera de San Petersburgo y del palacio. Mientras se encontraba en Japón, sobrevivió a un intento de asesinato. Desde temprana edad, el zar Nicolás demostró un carácter tímido, teniendo una mayor inclinación hacia la vida doméstica y con actitudes de un alumno de una escuela inglesa de élite.
Era un buen tirador, cabalgaba y practicaba deporte. Gustaba de la Historia, así como la pompa del ejército y la vida de soldado. Su padre le otorgó el grado de comandante de un escuadrón de guardias a caballo y acudió a Krásnoie Seló, el gran campo militar a las afueras de San Petersburgo usado por regimientos de la Guardia Imperial para maniobras de verano. Allí, participaba por entero en la vida militar y las conversaciones en el comedor y su modestia lo hacía popular entre los oficiales.
Nicolás II, al asumir el gobierno, no ostentaba la fuerte y enérgica personalidad de su padre, ni la preparación mínima necesaria para una Rusia convulsionada, con conflictos latentes y que ocupaba un papel importante en la vida política internacional. Su padre Alejandro III no tuvo el tiempo necesario para formarlo en las relaciones internacionales y los asuntos internos, temas en las que fue introducido, pero no en profundidad.
Esta situación de falta de dominio en la política acabó por llevar al caos a la Rusia Imperial. Tal es así que él mismo al momento de asumir el cargo manifestó a una persona de confianza que:
No estoy preparado para ser zar, nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar, ni siquiera sé la forma en que debo hablar a los ministros…
Citado en Figes (2017, p. 101)
Nicolás II era de naturaleza gentil, honrado y meticuloso, pero muy tímido, romántico e idealista y con un carácter pacífico. Se sentía atraído por la disciplina y la vida militar, era muy creyente, trabajador y responsable en extremo. Le era difícil socializar, y a veces solía ser tachado de soberbio, sin serlo. Era muy formal y amable, tuvo muy pocos amigos personales.
Nicolás II fue coronado el 14 de mayo de 1896. Los días entre el 6 y el 26 de mayo fueron declarados «Período de la Coronación». Sin embargo, este feliz evento estuvo marcado por la catástrofe conocida como «la tragedia de Jodynka», que se convirtió en una señal fatídica del desafortunado reinado del emperador. El 18 de mayo de 1896, durante la distribución de los regalos del zar al pueblo, en Jodýnskoye Pole, en el noroeste de Moscú, se produjo una enorme estampida en la que perecieron, según los datos oficiales, 1389 personas y resultaron heridas otras 1300.
Después de su coronación, contrajo nupcias con Alix de Hesse, quien había tomado el nombre de Alejandra Fiódorovna Románova al convertirse a la fe ortodoxa. Fue la emperatriz quien aconsejó a Nicolás, que tomara las riendas del poder y fortaleciera su carácter bondadoso y caballeresco del que se aprovechaban sus parientes.
Fue padre ejemplar y un entregado esposo para la emperatriz Alejandra, a quien amaba profundamente. El matrimonio tuvo cuatro hijas: las duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia, y el heredero Alekséi.
Aprovechando de su carácter fue muy manipulado por sus tíos, en especial Sergio Aleksándrovich Románov, gran almirante de la Armada, y luego por su primo, el Kaiser Guillermo II, quienes se aprovecharon del inmaduro gobernante para sacar partido en favor de sus intereses. El zar Nicolás II era incapaz de enfrentarse frontalmente a sus ministros o de discrepar cara a cara con opositores. No recibía un asesoramiento apropiado del Ministerio del Interior y tampoco tenía contacto con su pueblo.
Nicolás II heredó de su padre, Alejandro III, una fe ciega en el poder absoluto de los zares. El zar tenía una especie de superstición que lo llevaba a aceptar cualquier hecho como inevitable. «Hágase la voluntad de Dios» era siempre su consuelo, y bajo este precepto se escudaba. Era tan desconfiado que renunció a tener un secretario, él mismo escribía sus discursos y ordenaba su correspondencia.
Por el aislamiento y la autocracia propia del régimen, fue incapaz de comprender la realidad social y política que vivía su imperio y no supo anticiparse a las amenazas radicales del bolchevismo que se proyectaba sobre su dinastía y su gobierno. La cuestión sanguínea de la familia real zarista estaba llegando a su fin. El zarismo era el Antiguo Régimen.
Renegó de apoyos y consejos, y en parte por eso tomó malas decisiones. Por ejemplo, entrar en conflicto en 1914 con Austria-Hungría para defender a Serbia sin tener nada que ganar, lo que complicó una situación que desembocaría en la Primera Guerra Mundial. En aquellos días, Rusia era el imperio más extenso del mundo, desde el mar Báltico hasta el Pacífico, con más de 130 millones de súbditos.
Durante su reinado el Imperio ruso sufrió un declive político, social y militar que llevó al colapso al régimen imperial. La Revolución de Febrero de 1917 puso fin a su reinado, cuando intentaba volver del cuartel general a la capital, su tren fue detenido en Dno, gobernación de Pskov, y fue obligado a abdicar. El zar y su familia fueron apresados, primero en el palacio de Alejandro, en Tsárskoye Seló, luego en la casa del gobernador de Tobolsk y finalmente en Ekaterimburgo en la casa Ipátiev.
Hay que decir, más allá de lo que piensa la mayoría de la gente, Nicolás II no fue el último emperador de la Rusia zarista. En un último intento por salvar la monarquía, la burguesía y la nobleza rusa, por intermedio del ministro de Exteriores del Gobierno oficialista, Pável Miliukov, entendieron que la única forma de que el Soviet no arrasara con el sistema pasaba por la abdicación de Nicolás II.
Miliukov, entonces, redactó un documento destinado a que lo firmase el zar y que contemplaba la cesión del trono al hijo de Nicolás, Alexis. Sin embargo, por ser este demasiado joven (tenía doce años), la regencia debía recaer sobre el hermano de Nicolás, el Gran Duque Miguel Alexandrovich Románov. Nicolás, al ver el documento no opuso resistencia y abdicó poniendo fin a un sistema absolutista de casi dos siglos de antigüedad.
Los médicos le habían confesado que la enfermedad que su hijo Alexis sufría era incurable (era hemofilia). Por tal motivo Nicolás modificó el documento para pasarle el trono directamente a su hermano, haciendo a Miguel zar y no regente. Pero el pueblo ruso no iba a contentarse con eso, no querían a otro Románov en el trono, tampoco querían un trono. La presión pública llevó a Miguel a renunciar a sus derechos tan sólo dos días después, el 16 de marzo de 1917.
El último zar fue Miguel, quien no sería fusilado en Ekaterimburgo junto al resto de su familia. Sin embargo, el 13 de junio de 1918 fue despertado en mitad de la noche y conducido por unos milicianos a la calle. No se supo nada de él, se da por hecho que fue asesinado y enterrado en un lugar no conocido.
Las razones históricas que provocaron el derrumbe de la dinastía zarista herederos de los Románov, acabando con el sistema absolutista y despótico gobernante, fueron varios. Rusia estaba en guerra con Alemania en la Primera Guerra Mundial. En realidad, se trataba del Imperio Alemán (Deutsches Reich) que fue la forma de Estado que existió en Alemania desde su unificación y la proclamación de Guillermo I como emperador.
Fue un Imperio desde el 18 de enero de 1871, hasta 1918, cuando se convirtió en una república después de la derrota en la Primera Guerra Mundial y la abdicación de Guillermo II el 9 de noviembre de ese año, como resultado de la Revolución de Noviembre. Las constantes derrotas militares y las numerosas bajas del ejército ruso llevaron al descredito a Nicolás II. Años antes en 1905, tuvo lugar una primera «revolución» tras la derrota rusa ante Japón, en la llamada guerra ruso-japonesa.
También hay que decir, que con el ascenso de Nicolás II al trono en 1894, el ritmo de la industrialización rusa se incrementó. Otro factor era la alianza francesa, los bancos franceses invirtieron considerablemente en Rusia. En 1897 Rusia adoptó el patrón oro, una medida que animó la inversión extranjera y ayudó a acelerar el proceso de industrialización. En 1914 el Imperio ruso era la quinta potencia económica industrial y comercial del mundo, casi alcanzando a Francia.
El gobierno de Nicolás II se caracterizó por el crecimiento económico: de 1885 a 1913 la media de crecimiento económico fue del 2%, y los ritmos de producción agrícola, del 4,5% al 5% al año. La extracción de carbón en la cuenca del Donetsk creció de 4 800 000 toneladas en 1894 a 24 000 000 toneladas en 1913. Inició la extracción de carbón en la cuenca del Kuznetsk y la exploración de yacimientos de petróleo en las afueras de Bakú y Grozni.
Rusia pasó a ser un país agrícola-industrial, crecían las ciudades, se construían los ferrocarriles y se creaba industria. Nicolás II apoyaba las decisiones orientadas a la modernización social del país: realizó una reforma pecuniaria que estableció una unidad monetaria estable al introducir el papel moneda para sustituir las monedas de oro; una reforma agraria, leyes sobre seguros sociales para los obreros industriales y otras.
No siendo un reformador por naturaleza, Nicolás II se vio obligado a tomar algunas decisiones importantes que no se correspondían con sus convicciones personales. En su opinión, el mejor orden político de los posibles para Rusia era una monarquía absoluta. Sin embargo, desde inicios del siglo XIX se habían dado discusiones sobre la posibilidad de introducir en Rusia el constitucionalismo. Solo bajo la presión del fuerte movimiento social a favor de las reformas políticas, el emperador firmó el Manifiesto del 17 de octubre de 1905 que proclamaba las libertades democráticas.
Mientras que las cifras que indicaban el crecimiento industrial eran impresionantes, la industria de Rusia creció más rápidamente que la de Gran Bretaña y de Alemania. Rusia todavía se retrasó lejos detrás de las naciones industrializadas en términos del cápita de consumo. La población de Rusia también creció más rápidamente que el de naciones de Europa Occidental, la población del Imperio ruso alcanzó 125.000.000 en 1894, 146.000.000 en 1904, 175.000.000 en 1914.
La industrialización rápida también significó una urbanización rápida. La agricultura durante su reinado se vio impulsada, sobre todo durante la etapa de su primer ministro, Piotr Stolypin, quien aplicó una serie de reformas para fortalecer la economía y la política del gobierno ante los ojos de la población. Para 1910, el 36,4% del total de las exportaciones de trigo del mundo eran rusas. Sin embargo, la eficiencia era menor en comparación a los países desarrollados.
Mientras, que la mecanización agraria se mantuvo relativamente baja. Rusia tuvo un proceso de industrialización acelerada que le permitió entrar en la era moderna, en parte gracias a las buenas relaciones con el resto de potencias occidentales, en especial con el Reino Unido y los Estados Unidos, pero que también hizo surgir importantes núcleos obreros en forma de sindicatos. La actividad revolucionaria clandestina, la cual cobró un inusitado ímpetu bajo su abuelo y su padre, se fue acelerando durante su régimen, empezando con la Revolución de 1905 y culminando con la Revolución de Febrero de 1917 que abolió la monarquía.
En política interior, Nicolás II siguió la línea autocrática de sus antecesores, aunque suavizándola un poco. La iniciativa presentada por el movimiento liberal al nuevo zar, de establecer una constitución que fijase las normas del ejercicio del poder se encontró con un tajante rechazo, siguiendo el consejo de Pobedonóstsev.
El zar se mostró duro con lo que calificó de «insensatos sueños de participación en asuntos de administración interna». Su rigidez alineó a sectores que no estaban comprometidos con una ideología revolucionaria. Uno de esos descontentos fue Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, un abogado que provenía de la región de Simbirsk, cuyo hermano, Aleksandr Uliánov, fue ejecutado por un intento de asesinato del zar Alejandro III en 1887.
Lenin, si estaba comprometido ideológicamente, realizó actividades subversivas en San Petersburgo, fue detenido, apresado y exiliado a Siberia. Una vez liberado, se trasladó a Ginebra y Londres para fundar las bases del movimiento comunista. El alimento para las corrientes revolucionarias como las encabezadas por Lenin, Trotski y otros, se debía a la carencia de una política social más solidaria de parte de los gobernantes, lo que agravó los grandes problemas históricos del régimen zarista.
La pobreza del campesinado, la desigual distribución de la tierra y el inexistente acceso a los cargos públicos, sería un buen caldo de cultivo en los sindicatos de las industrias para los grupos revolucionarios que ya estaban en gestación. El próximo desarrollo industrial fue detenido por la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa.
En ese periodo, Rusia sufría una aguda crisis económica y escases de alimentos para la población que sufría una tremenda hambruna. Pese a los esfuerzos de Nicolás su capa basal era eminentemente rural y atrasada. La organización social estaba asentada en una gran desigualdad social y económica.
Existían dos clases sociales bien marcadas, la Nobleza y el Pueblo llano, eran casi todos campesinos y no existía una clase media. La esposa del zar, la emperatriz Alejandra, de origen alemán era muy impopular y enemiga de cualquier reforma favorable al pueblo llano. Un año antes habían asesinado a Rasputín, médico y asesor de la emperatriz, todo esto sumado a un crudo invierno hizo estallar la revolución.
En política exterior el zar Nicolás II continuó con la política «pacífica» de Alejandro III en los primeros 10 años de su reinado. La «tranquilidad» consistía en el apoyo de las relaciones amistosas con Francia y de respeto, pero sin confianza con Alemania para conservar el Estado formado con el Imperio austrohúngaro, y benevolentes, pero no muy cálidas con Inglaterra.
Nicolás II ordenó la intervención de Rusia en la Guerra chino-japonesa de 1896, también intervino en el establecimiento de la base de Port Arthur en 1898. En 1898 el zar propuso la convocatoria de una conferencia internacional para asegurar la paz en Europa y frenar el programa de rearme, activo en aquel entonces en todas las grandes potencias. La primera conferencia tuvo lugar en el verano de 1899 y la segunda en 1907, celebrándose ambas en La Haya.
Las reuniones crearon la base del derecho humanitario actual, que define los procedimientos para la solución pacífica de los conflictos internacionales y las leyes de la guerra en tierra y mar. Sin embargo, ningún acuerdo sobre la principal cuestión, la limitación de las armas, fue alcanzado.
La política «pacífica» de Nicolás II en Europa se explicaba por la necesidad de asegurar unas condiciones favorables para el desarrollo económico de Rusia, que entonces estaba volcada en las tareas de modernización, por un lado, y en la ampliación de su influencia en el Oriente Lejano, por otro. Trató de extender su influencia en Asia, rivalizando con otras potencias occidentales presentes en el área. Esta política internacional fue llevada a cabo a instancias de sus consejeros y de su primo el emperador alemán.
Rusia estuvo presente en la ocupación de Manchuria en 1900, y además acordó con los británicos el reparto de Persia en esferas separadas de influencia en 1907. En concreto, en el Oriente Lejano tuvo lugar un evento muy importante de la historia rusa de principios del siglo XX: la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905).
Una mala preparación del Gobierno ruso para la guerra, el retraso técnico-militar, lo remoto del teatro de operaciones y la falta de apoyo a Rusia por parte de otros Estados, llevaron al fracaso en el conflicto bélico.
El Tratado de Portsmouth concluyó de modo formal con la Guerra Ruso-Japonesa. Se firmó el 5 de septiembre de 1905 tras la negociación que tuvo lugar en el Astillero Naval de Portsmouth, cerca de la ciudad en Nuevo Hampshire, Estados Unidos. Japón recibía de Rusia la mitad meridional de la isla de Sajalín y la fortaleza de Port Arthur.
Las consecuencias de la derrota fueron muy significativas para Rusia: el prestigio de la potencia resultó malparado y aumentaron los sentimientos revolucionarios en el Imperio. La guerra, percibida como una vergüenza nacional, tuvo un papel importante en el desarrollo de la revolución de 1905-1907. Cuando en 1908 el Imperio austrohúngaro se apoderó de Bosnia, su papel se redujo a ser un simple mediador entre Serbia y el Imperio Otomano.
Durante las guerras balcánicas de 1912 y 1913 las tensiones entre Rusia y Austria aumentaron, Nicolás II en este caso siguió los consejos de Piotr Durnovó, quien en un informe aconsejaba que Rusia se mantuviera alejado de todo conflicto militar, en razón de varias cuestiones, como la debilidad industrial del imperio, la oposición de la opinión pública y la situación prerrevolucionaria que ya vivía Rusia.
Mantuvo buenas relaciones con Francia, su aliado tradicional y más confiable, y lo mismo con Alemania, en este caso debido a su parentesco con el emperador Guillermo II. El emperador era su consejero, pero también un manipulador. Los consejos en política internacional estaban realizados para usar la influencia de Rusia para controlar a otras potencias, pero con un claro beneficio para Alemania en detrimento de la alianza entre Rusia y Francia.
Se puede atribuir al emperador Guillermo II, los consejos para que Rusia fuera a la guerra con Japón con los resultados ya conocidos, la oposición durante la Primera Guerra Mundial que desencadenaron enormes conflictos internos en el régimen del zar, el permitir el ingreso de elementos revolucionarios al interior de Rusia con el fin de desestabilizar la monarquía, las intenciones de reinstalar el régimen zarista cuando la familia Románov estaba prisionera, todas estas medidas fueron la ruina del zarismo.
En 1905, tratando de frenar el avance japonés en manchuria, que amenazaba los puertos rusos orientales, y por recomendación de Guillermo II, Nicolás II declaró la guerra al Japón. Nicolás II pensó que una fácil victoria sobre Japón lograría estabilizar la situación interna y obtener un mayor prestigio internacional. Nicolás II mal informado de la situación militar y de las fuerzas navales del Japón, no supo manejar el frente oriental recién abierto, y la incompetencia de los almirantes rusos que comandaban Port Arthur y Vladivostok.
Los japoneses sin declarar la guerra, bloquearon Vladivostok y Port Arthur, infligiendo una grave derrota a la flota rusa, una parte de la flota quedo semihundida y encerrada en el puerto, la perdida de las unidades fue más del 70%. El zar en un intento desesperado movilizó a la flota del Báltico, cuyos buques de guerra no eran adecuados para navegar por alta mar, en un periplo histórico, dieron la vuelta Europa y África, con los consecuentes conflictos diplomáticos con Inglaterra.
Su aliado Francia no lo apoyó durante ese largo viaje accidentado, la flota solo fue abastecida por Alemania. Un año y medio después de navegar llegaron al estrecho de Tsushima, donde la Flota del Báltico fue aniquilada por las fuerzas navales japonesas al mando de Heihachiro Togo, en la batalla de Tsushima.
1917 fue el año de la revolución, pero hay que distinguir dos fases, la Revolución de Febrero y la de Octubre, en realidad se produjeron en Marzo y Noviembre, ya que los rusos se regían por el calendario juliano y no por el gregoriano. La Revolución de Febrero se dio ante la coyuntura económica que había empeorado con la entrada de Rusia en la Gran Guerra. La falta de mano de obra campesina por el conflicto generó una escasez de alimentos y hambruna para la mayor parte de la población.
El emperador ruso ya había soportado una revolución en 1905, cuando sucedió la debacle de sus tropas en la guerra ruso-japonesa que provocó huelgas y manifestaciones a nivel nacional. Si bien esa revolución fracasó, impulsó cierta liberalización del régimen con la creación de la Duma y la legalización de los partidos políticos, y dejó huella en la sociedad rusa. Esta nueva crisis agravó la impopularidad del zar Nicolás II, que se negaba a reformar por completo su régimen absolutista.
A pesar de las concesiones de Nicolás II, la represión contra los manifestantes había radicalizado a las clases trabajadoras y campesinas. En la memoria del pueblo perduraba el Domingo Sangriento, cuando el ejército del zar asesinó a un millar de obreros concentrados a las puertas del Palacio de Invierno en San Petersburgo.
La guerra contra Japón había activado en el país la vida política. El desarrollo del conflicto y la creciente propaganda revolucionaria reforzaron los ánimos en contra del gobierno. Se iniciaron con las huelgas de obreros, que acabaron con un gran movimiento organizado por el padre Gapón.
El cura llamado Gueorgui Gapón logró convocar a una masa descontenta de obreros y a otras fuerzas, que organizaron una marcha informal para ir a entregar una serie de peticiones antiautocráticas al zar, y se dirigieron al Palacio de Invierno en San Petersburgo, en vez de a la Villa de Tsárskoye Seló, 24 km al sur de San Petersburgo, donde la familia real se encontraba el 22 de enero de 1905.
Los participantes demandaron directamente al zar un salario más alto y mejores condiciones laborales tras el fracaso de las numerosas huelgas organizadas a finales del año 1904. En una de las manifestaciones, los participantes portaban iconos religiosos, además de retratos del zar, para demostrar que sus intenciones eran pacíficas. La petición a Nicolás II terminó con las siguientes palabras:
«Aquí, señor, están nuestras principales necesidades con que hemos acudido a ti. Ordena y jura que lo cumplirás y así harás a Rusia feliz y buena e imprimirás tu nombre en nuestros corazones y en los de nuestros descendientes para siempre. Y si no lo ordenas y no respondes a nuestro ruego, moriremos aquí, en esta plaza. Ya no tenemos a dónde ir ni para qué. Tenemos solo dos caminos: a la libertad y a la felicidad, o a la tumba».
Cuando los manifestantes llegaron a las inmediaciones del Palacio de Invierno, hacia las 14:00 horas, se encontraron con que el palacio estaba resguardado por tropas de cosacos, quienes habían sido convocados por el ministro del interior, el príncipe Sviatopolk-Mirski. Cuando llegaron a unos 100 metros de la entrada, los soldados dispararon a matar contra la masa y, luego los atacaron con la caballería, provocando unos 92 muertos.
Este hecho, el Domingo Sangriento, alimentó las chispas de la futura revolución que los mencheviques y bolcheviques deseaban que estallara, como efectivamente sucedió más adelante, y terminó en la caída del Imperio ruso. Después de la derrota de Tsushima, Nicolás II había aceptado la mediación de Estados Unidos para finalizar el conflicto. Para ello mandó a llamar a un exministro de su padre, Serguéi Witte, quien fue enviado a Estados Unidos para negociar la paz con Japón.
Hubo un enorme manejo mediático sobre la actuación de Witte que supo sacar ventajas de las paces que Japón deseaba imponer a Rusia y regresó convertido prácticamente en una especie de héroe. Después de dar su informe a Nicolás II, este lo nombró Conde. Luego del Domingo Sangriento, era hora para que el zar tomara una acción decisiva, o liquidaba la revolución imponiendo la dictadura, o se sometía a las peticiones de los revolucionarios.
Serguéi Witte fue convocado y tuvo un papel fundamental en el curso de los acontecimientos. Sviatopolk-Mirski fue destituido y, en su lugar, se nombró a Witte como ministro del interior en calidad interina. A la larga, este cambio traería la ruina al régimen de Nicolás II. En ese año de 1905 hubo atentados y en uno de ellos murió un tío de Nicolás II, el gran duque Sergio Aleksándrovich Románov, esposo de Ella (Isabel Fiódorovna), la hermana de la emperatriz.
Además, se sublevaron los marinos en los puertos, como el caso del acorazado Potemkin que se amotinó el 27 de junio de 1905. Una enorme huelga paralizó la industria y los activistas dirigidos por Trotski, Lenin y otros revolucionarios marxistas, alimentaban las llamas de la revolución. La situación era difícil para la continuidad del régimen zarista.
Witte le dijo a Nicolás II que había dos caminos, o suprimir por la fuerza la chispa revolucionaria implantando la dictadura, o promulgando una Constitución cediendo derechos civiles a la plebe, por lo que transformaba el régimen autocrático en un régimen semiconstitucional. Nicolás II se inclinó por la dictadura militar, pero no tuvo el apoyo del comandante del ejército y tío suyo, el gran duque Nicolás Nikoláievich, el zar no se atrevió a destituirlo, y tuvo que seguir el camino constitucional elaborado por Serguéi Witte.
El zar, aconsejado por su ministro Witte firmó la propuesta y anunció en 1905 varios cambios institucionales dirigidos a disminuir el carácter absolutista de la monarquía, el más importante fue la convocatoria de la Duma Estatal del Imperio Ruso o Parlamento, con potestades legislativas limitadas. La primera Constitución de Rusia, conocida como las Leyes Fundamentales, fue promulgada el 23 de abril de 1906, la víspera de la apertura de la Primera Duma.
Sin embargo, lejos de enfriar la candente situación política, esta se agudizó dejando al régimen zarista con una precaria estabilidad y a Witte empezó a escapársele el asunto de las manos. Al percibir que los integrantes de la Duma planeaban poner coto al carácter autocrático del gobierno, fue disuelta y sustituida por otra más representativa de los intereses monárquicos.
Nicolás II exigió la dimisión de su primer ministro, Serguéi Witte. El sucesor de Witte, Piotr Stolypin, poco después disolvió la Segunda Duma, modificando las leyes electorales para asegurarse una composición leal a los intereses zaristas, dejó al descubierto la continuidad del sistema autocrático.
Para disolver la Duma, el zar llamó en 1906 al cargo de ministro de interior a quien sería uno de los hombres más ejecutivos, leales y efectivos que tuvo, Piotr Stolypin, quien tomaría el cargo con gran determinación, partiendo con una fuerte represión contra las fuerzas revolucionarias en forma tan efectiva (600 ejecuciones) que Lenin vio peligrar la revolución marxista que tanto esperaba, dando respiro a la monarquía.
Stolypin, también llevó a cabo una gran reforma agraria y que, gracias a un período de inviernos benignos, dio calma a la plebe en años de buenas cosechas, favoreciendo la gestión y la imagen del zarismo. Stolypin también disolvió la Segunda Duma de 1907. Tras instaurar una Tercera Duma en 1909, que favorecía a la autocracia en forma velada y con representantes más moderados, Rusia podría acceder al tricentenario de la llegada al poder de los Románov en 1913 con buen pie.
En 1911, Piotr Stolypin quiso deshacerse de la influencia nefasta de Rasputín, desterrándolo y cayendo en desgracia ante la emperatriz. Como ello le provocó una situación tensa ante el zar, Stolypin presentó su renuncia a Nicolás II que no le aceptó. En una visita del zar a Kiev para inaugurar un monumento a su padre, asistió Stolypin a la ópera en esa ciudad en septiembre de 1911, junto al zar Nicolás II.
Stolypin fue asesinado por un revolucionario que colaboraba con la policía, delante del mismo zar, durante el entreacto de dicha función. A Stolypin le sucederían una serie de personajes como Stürmer, Kokóvtsov, Sazónov, Protopópov, todos influidos por Rasputín.
Además del sentimiento de revancha, los revolucionarios de 1917 se organizaron en soviets. Estas organizaciones de obreros surgieron como oposición al zarismo y resultaron fundamentales en el éxito del levantamiento de febrero.
Las primeras manifestaciones se dieron el 23. Sin embargo, no fue hasta el 24 de febrero cuando la revuelta se generalizó por toda la ciudad, dando comienzo a la Revolución rusa de 1917. Las huelgas se produjeron en las fábricas de la capital Petrogrado, luego Leningrado y hoy, San Petersburgo. Los días siguientes las huelgas se generalizaron por toda la ciudad y la tensión entró en aumento. El ejército no contaba con los medios para reprimir la revolución.
La Primera Guerra Mundial
El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo (El Beluga de Oro, Revista Eutaxia, noviembre 15, 2018), por parte de nacionalistas serbios, puso en serios aprietos a Nicolás II, ya que por su pacto con los serbios no le permitía acceder a las demandas compensatorias del Imperio austro-húngaro.
Nicolás II realizó un enorme intercambio epistolar con el káiser Guillermo, para evitar una confrontación. Nicolás dio órdenes de movilizar tropas en la frontera austríaca, el 31 de julio de 1914, el zar ordenó una movilización general, lo que provocaría que Alemania declarara la guerra, y con la misma se diera el inicio de la Primera Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) ocupa un lugar importante en la historia por ser el mayor conflicto bélico del mundo en su momento. Pero también, aunque es menos conocido, es que no solo se trató de un enfrentamiento entre potencias. También fue una disputa familiar. Las tres principales potencias que protagonizaron el conflicto, Alemania, Reino Unido y Rusia, no solo tenían en común que eran las principales potencias del planeta a comienzos del siglo XX.
También compartían un estrecho lazo familiar que, hasta entonces, parecía garantizar la armonía entre ellos. Los monarcas que gobernaban estas potencias eran parte de una misma familia, todos ellos descendían de la reina Victoria de Reino Unido, quien fue soberana británica por 63 años, hasta 1901. El káiser alemán Guillermo II, el primero en declarar la guerra, era el nieto mayor de Victoria. Su oponente ruso, el zar Nicolás II, estaba casado con Alix (o Alejandra), otra nieta de Victoria, y era la favorita de lo monarca británica.
Guillermo como Nicolás eran primos hermanos de Jorge V, también nieto de Victoria, quien decidió entrar a la Primera Guerra Mundial del lado de Rusia y Francia. No eran los únicos soberanos que pertenecían a la familia de Victoria, quien tuvo nueve hijos y 42 nietos con su marido, el príncipe alemán Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. Descendientes de esta pareja llegaron a ocupar los tronos de diez naciones europeas.
Otra curiosidad de la Primera Guerra Mundial es que se unieron dos países que históricamente estaban enemistados, como Reino Unido y Rusia, contra una nación que tradicionalmente fue aliada británica, el Imperio alemán.
El Ejército Imperial Ruso tuvo inicialmente grandes éxitos en territorio austríaco y en su momento pudo haber derrotado al Imperio austrohúngaro, pero su avance fue detenido por el pedido de Francia; sin embargo, el intento inicial de avanzar sobre territorio alemán en dos frentes, uno al mando del general Rennenkampf y el otro al mando del general Samsónov condujo a graves derrotas, en las que perdieron la vida más de dos millones de hombres.
Para 1915, el ejército ruso estaba en retirada. Nicolás II, aconsejado por su esposa y ministros, intentó ponerse personalmente al frente de las acciones, relevando a su primo, el gran duque Nicolás Nikoláyevich del mando de las tropas; fue este un error mayor que la misma declaración de guerra, pues tuvo que dejar la regencia en manos de su esposa, a quien el pueblo detestaba tanto por su origen alemán como por su estrecha relación con Rasputín. Un es casualidad que el gran duque Nicolás Nikoláyevich, quien aborrecía a muerte a Rasputín, fuera sustituido de manera súbita.
El monje Rasputín, le pedía de manera insistente a la emperatriz que lo quitara del medio, ya que, según el monje, sectores del pueblo llamaban a Nikoláyevich, Nicolás III aludiendo a su posible suplantación. Grigori Rasputín llegó hasta los círculos monárquicos gracias a Anna Vyrubova, una cortesana muy cercana a la zarina, por la enfermedad hemofílica que padecía su hijo Alexis.
La fecha del primer encuentro personal entre Rasputín y el emperador es bien conocida. El 1 de noviembre de 1905 Nicolás II escribió en su diario: «1 de noviembre. Martes. Un día frío y ventoso… Estuve muy ocupado toda la mañana. Desayunamos: el conde Orlov y Resin. Di un paseo. A las 4 fuimos a Serguievka… Conocimos a un hombre de Dios, Grigori, de la provincia de Tobolsk. Por la tarde hice la maleta, estudié mucho, pasé la tarde con Alix».
El monje era de origen campesino y sin ninguna formación, Rasputín era una persona extravagante, fornido, gran carisma y con fama de mago, y dicen, que tenía un grado de acierto muy elevado en sus predicciones. Se le consideraba un místico y se le atribuía el poder de curar enfermedades y predecir el futuro. Pero también gran popularidad por su vida licenciosa, era un libidinoso y maniático, muy afecto a buscar placer sexual entre las consortes del palacio.
La vida de Rasputín, fue víctima de la maquinaria de propaganda de diferentes regímenes y países, para unos fue un clarividente y curandero; para otros, un pecador. Su vida sigue estando envuelta en enigmas y repleta de vacíos. A los diecinueve años se casó con Proskovia, con la que tuvo cuatro hijos, aunque tras un corto período de tiempo abandonó a su familia para peregrinar a Grecia y Jerusalén.
Durante esta peregrinación Rasputín vivió de las limosnas de los campesinos que encontraba a su paso. A su llegada a San Petersburgo en 1903, Rasputín fue recibido como un hombre santo. En octubre de 1907 alivió por primera vez los sufrimientos del príncipe Alejo y la emperatriz vio en él a la persona de la que dependía la vida de su hijo. Así Rasputín obtuvo la confianza de la zarina y también la de Nicolás II, fuertemente influido por su mujer.
El monje Rasputín pronto convirtió a la zarina en su amiga y confidente, al punto de que ella tomaba seriamente los consejos que él le daba. La razón de esta influencia poderosa era que la emperatriz consideraba a Rasputín un enviado de Dios. Esta situación, permitió a Rasputín tomar un papel decisivo en los nombramientos ministeriales cada vez que la zarina le solicitaba consejo y en el entorno familiar se le llamaba «nuestro amigo».
Con el paso del tiempo, según algunos datos, la influencia de Rasputín sobre el zar y su familia se hizo mayor. La oposición usaba su imagen para difamar a la familia real, especialmente a la emperatriz extranjera. También surgieron todo tipo de rumores en el pueblo sobre su vínculo con la zarina, situación que los enemigos de la monarquía usaron hasta el cansancio entre la plebe. Se decía que la zarina era una de las amantes de Rasputín. Pero Alejandra y todos sus hijos mantuvieron un profundo respeto hacia su persona hasta el fin de su vida.
En el ámbito popular se lo conocía como «monje loco», y su comportamiento cada vez más entrometido y desafiante comenzó a suscitar odios entre la nobleza y los ministros. La influencia de Rasputín fue nefasta para el prestigio de la monarquía ante la opinión pública.
El final de Rasputín fue ejecutado por un grupo de aristócratas que lo habían invitado a una fiesta del 29 al 30 de diciembre de 1916. Sus asesinos, con el príncipe Félix Yusúpov a la cabeza, le dieron de comer pasteles y vino con cianuro. Al ver que el cianuro no le afectaba mucho, el mismo príncipe le disparó al pecho, lo golpeó en la cabeza repetidamente con un bastón relleno de plomo, luego lo arrojarían al rio Nevá, y su muerte se produciría por ahogamiento.
Las vidas de la familia del emperador y el campesino vidente se encontraron conectadas más de lo que se podría imaginar. Poco antes de su muerte, Rasputín predijo que, en caso de morir asesinado, el zar perdería también su vida y el trono. Unos meses más tarde, como narramos, Rasputín murió a manos del príncipe Félix Yusúpov, el gran duque Dmitri y el diputado de derechas Vladímir Purishkévich.
Luego del asesinato de Rasputín, la monarquía se fue desintegrando con rapidez, las sucesivas derrotas en la Gran Guerra y la hambruna fueron una de las razones de la Revolución de Febrero. A partir de enero de 1917 ante la grave situación interna la Cuarta Duma cedió a la presión de los revolucionarios y se formó un gobierno provisional, encabezado por Kerenski, un revolucionario moderado. Eso de revolucionario moderado suena a círculo cuadrado.
La decisión de formar un gobierno provisional tuvo aceptación en todos los estamentos sociales y militares, incluido el Estado Mayor de Nicolás II, quien no tuvo otra alternativa ante la grave situación política que se imponía en Petrogrado. Como se realizó la abdicación ya lo mencionamos anteriormente.
5 de agosto de 2023.