Crónicas argentas — 1
LUIS ROBERTO LABRAÑA: LOS 30.000 DESAPARECIDOS
UN GUERRILLERO HONESTO
Las crónicas argentas no son como las Crónicas de Narnia, estas son una heptalogía de libros juveniles escrita por el escritor y profesor anglo-irlandés C. S. Lewis entre 1950 y 1956, concretamente es un género de literatura fantástica. Una crónica es una narración que refiere una serie de hechos ordenados en el tiempo, con alguna relevancia, y que además revisten algún interés, bien sea este de tipo periodístico, histórico, literario o político.
La palabra «crónica» tiene origen en el griego kroniká, derivado de kronos, que significa «tiempo», de donde podemos deducir que el término se refiere a una serie de eventos ordenados según su línea temporal. Las primeras crónicas de las que se tiene noticia fueron relaciones de hechos ordenados según el momento histórico en que ocurrieron. La crónica es fundamentalmente un relato, y, como tal, cuenta historias con una trama, y se atiene a los tres principios aristotélicos de inicio, nudo y desenlace.
La crónica es un género esencialmente narrativo, donde se cuenta una historia en la que participan personajes y se desarrolla un conflicto en un espacio y tiempo determinados. En la actualidad, se considera la crónica como un género narrativo híbrido o bicéfalo, a medias entre lo literario y lo periodístico, ya que carece de las libertades imaginativas de la ficción literaria, pero utiliza los recursos formales propios de la literatura.
Existen diversos tipos de crónicas, en una crónica de opinión, el autor de la crónica es testigo presencial de los hechos que narra, y los cuenta desde su punto de vista, basado en su experiencia. Pero una crónica política se enfoca en hechos o sucesos dentro del ámbito del ejercicio de la política y la lucha por el poder. Por eso el equipo de Revista Eutaxia quiere narrar en esta columna los sucesos políticos que se van desarrollando en un lugar del mundo y en nuestro tiempo, concretamente en Argentina. Por eso el nombre de «Argento».
El Estado argentino parece ser más un relato de ciencia ficción, en 1895-96, fue el país más rico del mundo, por encima de Estados Unidos, Suiza, Canadá, Francia o Alemania y en medio siglo ya estaba en camino de la desgracia, tanto en lo cultural, político y en especial, lo económico. En este siglo, gracias al populismo socialista, la Argentina está entre los países pobres del mundo.
El origen de la palabra: Argentina, tiene origen en la plata, un antiguo nombre del mineral. Entre los siglos XVIII y XX se llamó argento vivo al mercurio. Pero dejó de ser usado en lo cotidiano hace muchos años, reapareció en un periodo breve en forma de literatura hasta el siglo XX, y que dio lugar en castellano o español a una amplia familia de palabras y hasta el nombre de un país: Argentina. En esos tiempos no había ese mineral en el país, como tampoco ahora, ya ni siquiera ese otro derivado del nombre, y que se aplica al dinero, concretamente: plata.
Todos esos vocablos provienen del latín argentum o de sus derivados latinos. La palabra latina se formó a partir del griego ἄργυρος (argyros) «plata», que a su vez proviene de la raíz indoeuropea arg- «brillante, blanco, claro». Pero como dice el actual presidente argentino Javier Gerardo Milei: «No hay plata», así de simple y sencillo, se lo comieron, robaron, dilapidaron o como quieran llamarlo, desde hace unos cien años la casta política, los gobiernos populistas, esos que gustan mitificar al pueblo. Pero la palabra Argento, gracias al ingenio popular quedó como un gentilicio coloquial de los argentinos. También una forma de lavarse las manos, a lo pilatos, es decir: «Yo, argento».
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En la tercera semana del mes de marzo, el gobierno argentino, dio a conocer un video de casi 13 minutos de duración sobre los años setenta del siglo pasado y de la última dictadura militar, de la cual se cumplen 48 años, y renombró el 24 de marzo como «el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia Completa». «Por una memoria completa para que haya verdad y justicia», resumió el presidente Javier Milei.
La pieza documental fue grabada por el equipo del documentalista personal del presidente, Santiago Oría, en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Participaron el periodista Juan Bautista «Tata» Yofre, el ex guerrillero Luis Roberto Labraña, y María Fernanda, la hija del capitán Viola, quien fue asesinado tras una emboscada por los guerrilleros marxistas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en Tucumán.
Juan Bautista Yofre, el «Tata», es un periodista, escritor de libros y político que se refirió a los sucesos y el tiempo político que se vivió antes, durante y después de la última dictadura, tanto los crímenes cometidos por el Estado como por las organizaciones guerrilleras, ataques que se hicieron o empezaron en democracia, durante el gobierno peronista. Luis Roberto Labraña, fue uno de los más importantes jefes que tuvo la organización Montoneros y quien reveló haber sido el autor del número de 30 mil desaparecidos, que luego quedó como símbolo de la mentira izquierdista.
María Fernanda Viola, es una activa luchadora por la denominada «verdad completa», una corriente que reclama que se diga la verdad y contemple a las víctimas de la guerrilla. El video comenzó con una frase del escritor checo Milan Kundera: «Para liquidar a las naciones, lo primero que se hace es quitarles la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Luego vienen y les escriben otros libros, le dan otra cultura y les inventan otra historia. Entonces la nación comienza a olvidar lo que es y lo que ha sido».
Juan Bautista Yofre, durante su intervención, dijo que «no se contó de manera completa la historia» de los turbulentos años 70. «Lastimosamente, se hizo por plata. El secretario de Derechos Humanos era Eduardo Luis Duhalde, junto con su socio en el estudio Rodolfo Ortega Peña, eran los abogados del ERP. Se hizo por plata, porque hubo un reconocimiento a quienes habían destrozado la Argentina, o iban a destrozar la Argentina, y se quedaron con mucho dinero. Cifras enormes, de aquel entonces y de hoy, 200 mil dólares para cada uno», recordó.
«La otra razón es que, ¿cómo van a condenar el terrorismo si el terrorismo estaba en el gobierno de (Néstor) Kirchner; hay que acordarse que fue el presidente que terminó con todo, con el indulto del presidente (Carlos) Menem, con el Punto Final y la Obediencia Debida, que había aceptado Raúl Alfonsín años antes. Estaban en el poder. No solamente sus guerrilleros, los terroristas que habían tomado las armas en aquel entonces, sino también sus ideólogos».
«Mientras estaban los Kirchner (como gobierno) se habían prohibido hasta los actos que se hacían en el cementerio en homenaje a mi papá. Tengo la esperanza de que se haga justicia, este año serán 50 años desde que mataron a mi papá», recordó, María Fernanda Viola. La publicación de este video y el mensaje que difundió la vicepresidenta Victoria Villarruel, donde negó que los desaparecidos hayan sido 30.000 y sostuvo que «los derechos humanos son para todos», se contrapone con las actividades y marchas que todos los años organizan los grupos izquierdistas.
En el año 2015 publiqué un artículo referido a los supuestos 30.000 desaparecidos durante la guerra subversiva en Argentina, lo pueden leer en esta misma Revista, y en la misma ya hacía mención a Luis Roberto Labraña, no es algo que surgió en estos días. Ante todo, veamos un poco sobre Labraña. Luis Roberto Labraña, nació el 19 de noviembre de 1946, en Buenos Aires, Argentina.
Su padre Horacio Labraña Torrado, fue un reconocido actor que estaba afiliado al Partido Comunista y fue pareja de Eva Perón. Labraña en una entrevista dijo:
«Mi padre era Horacio Torrado, una estrella del radioteatro, de pensamiento comunista. Se enamoró de Evita, estuvieron un tiempo juntos. Después apareció Perón y mi viejo fue perseguido. Al final (Horacio Torrado) se casó con la madre de Leonardo Favio. Ojo, Favio y yo no fuimos nada, pero tenemos un medio hermano en común… También tengo un abuelo socialista. Ese es el mundo en el que me crié. A los 12 años yo era comunista. Hasta que, a los 16 años, caminando por Parque Patricios, veo una manifestación obrera. Venían con pancartas, cantando ‘Perón-Perón’. Y la policía montada carga… De repente me encontré tirando piedras y gritando ‘Perón-Perón’ yo también. Así entré al peronismo».
Luis Labraña frecuentaba las calles de Buenos Aires, y los artistas entonces paraban en la calle Corrientes, en el centro de la noche porteña, tiempos en que la izquierda estaba en pleno apogeo, en los cines se exhibían películas checoslovacas, soviéticas, también menciona a los bares o cafés en torno a la zona de los cines, como el Lorraine, La Paz, lugar donde frecuentaban los izquierdistas y charlaban hasta las 4 o 5 de la madrugada, comentaban o gozaban de las películas de la revolución española o la bolchevique.
Durante su adolescencia fue militante de la Federación Juvenil Comunista (FJC), pero en 1965 -influenciado por la lectura de los libros de Juan José Real- abandonó la organización para unirse a la Juventud Revolucionaria Peronista. Se integró después a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) siendo reclutado por los guerrilleros terroristas Diego Frondizi (sobrino del ex presidente Frondizi) y Manuel Belloni. Luis Labraña tuvo muchos conflictos con sus compañeros y terminó abandonando las FAP para unirse a Montoneros.
Luis Labraña dice que en 1944 conoce el peronismo, como lo relató anteriormente, su caída del caballo rumbo a Damasco se produjo en el barrio de Parque Patricios en Buenos Aires. Hace notar que, en la época del golpe militar de Uriburu, en los 30, Alemania tenía mucha influencia sobre la república Argentina. El ejército, los bancos, las estancias, las industrias, tenían injerencia alemana, a estos les interesaba el paso de Los Hornos (entre el océano Atlántico y el Pacífico) y querían construir una base de submarinos.
Labraña sostiene que su ingreso a la guerrilla fue por un arrebato patriótico y no por Marx, Lenin, Mussolini o Hitler, es decir, por toda la izquierda, eso habría sido su decisión personal, pero se pregunta porque un sector de esa generación entró en combate, sostiene que ahora no existe una generación similar, y que la Cámpora, unos tilingos del peronismo kirchnerista, son una sombra descompuesta.
Para Luis Labraña, la Argentina no es una construcción continua, dice: «tenemos la argentina del 10, la del 52 y tenemos la Argentina de Roca (Julio Argentino). Yo creo que la Argentina empieza con Roca, la generación del 80 es la verdadera argentina, es lo que quedó en el colador después de tantos años de guerra civil, pero la Argentina es un país muy extenso y teníamos que recurrir sí o sí a la inmigración. En los 80 la inmigración fue muy importante en la Argentina, pero ¿Quiénes venían? Eran europeos la mayoría, había gente de oriente, pero era minúscula ¿y que tiene un europeo que no tenemos nosotros?»
Labraña dice «Latinoamérica» y de inmediato hace una corrección, y dice: «perdón, hispanoamericano, esa genética cultural, esa genética platónica, aristotélica, cristiana o judeocristiana, ese comprender lo que era el mundo a través de los siglos, saber de la importancia del trabajo del otro, de la solidaridad».
Hay algunas observaciones que quiero hacer sobre las afirmaciones de Labraña, en primer lugar, totalmente de acuerdo en que la Argentina empieza con el general Julio Argentino Roca, antes de Roca no había un Estado. Eso lo dije muchas veces y lo sostengo, y la generación del ochenta fue la única clase política digna de ese nombre que hubo en el país. También estoy de acuerdo a la inmigración europea, pero se le olvida nombrar a los anarquistas que llegaron en gran número, en especial de Italia, España y países del norte europeo, aunque en otro momento lo menciona.
Esos anarquistas eran de «Ni Dios, ni Estado» y lo llevaban a cabo poniendo bombas y matando a príncipes, policías o militares. Sumado a los que llegaban con ideas socialistas e introdujeron la violencia política, lamentablemente en la Argentina, se romantizó la acción de los anarquistas y lo ponen en el cine como luchadores contra la injusticia, como si a ellos les importara la injusticia, lo que les importaba era acabar con los Estados, esos fueron los idealizados de La Patagonia rebelde, y lo peor es que quienes lo dicen se creen argentinos, pues, para los anarquistas de esos tiempos era necesario destruir todos los Estados incluido Argentina.
También voy acordar con Luis Labraña en no decir Latinoamérica, ya que ese término es una invención de los franceses en su lucha imperial contra el incipiente imperio estadounidense, pero hay millones de cabezas de termo que se llaman a sí mismo «latinos» o hablan de «latinoamérica». Luis Labraña cree que para 1930 se va agotando la influencia de la inmigración europea y la Argentina comienza a decaer lenta, pero inexorablemente, y el analfabetismo crece.
Luis Labraña y la honestidad brutal
Luis Roberto Labraña comenzó su compromiso político desde temprana edad, fue militante de la Juventud Revolucionaria peronista (JRP) y luego dirigió el Frente Peronista de Liberación (FPL) junto a Eduardo Salvide y Miguel Bianchini. En los 70 ingresó a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y luego a Montoneros. Fue parte de la fusión con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de origen trotskista, hasta 1973.
Confiesa Luis Labraña:
«El primer operativo con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) iba a ser el asalto a un blindado en San Fernando, que falla por una pavada: fueron a buscar un auto de apoyo, lo robaron en una remisería, pero no se dieron cuenta de que no tenía combustible… Ahí mueren Diego Frondizi (sobrino del ex presidente Arturo Frondizi) y Manuel Belloni (padre de Victoria Onetto). A partir de ahí se disuelve el grupo y paso a Montoneros. Me recluta “Pingulis” (nombre de guerra de Carlos Hobert, fundador y máximo jefe de Montoneros). Él decía que yo era “un poco loco pero buen tipo”. Lo recuerdo con mucho cariño».
Luis Labraña fue lugarteniente de Jorge Escribano en Montoneros, hasta que pasó posteriormente a ocupar su lugar al mando de una célula terrorista. De esa etapa en Montoneros dice: «Al principio fui el segundo de un grupo de combate que estaba dirigido por Jorge Escribano —uno de los principales en su momento cuando tomaron La Calera, luego Escribano moriría en un tiroteo y yo asumo la conducción»—.
«Era uno de los tres grupos de combate que existía en el sur, uno estaba a cargo de Arrostito (Norma) y el otro, Capuano Martínez. En el norte había un solo grupo de combate y al oeste no estaba organizado, y en Capital, en organización. En Capital vivían o se encontraban casi todos los que dirigían grupos de combate, aun cuando tuvieran sus grupos operativos en los barrios periféricos».
Luis Labraña había comenzado a dudar sobre el por qué no se tenía acceso a la conducción de Montoneros, y por qué cuando algunas personas que «molestaban», según la conducción, fueron despojados de su cargo e incluso asesinados. Tiempo después se dio cuenta de que Montoneros no era una organización espontanea. «Ningún muchacho de 19 años, vestido con ropa militar como disfraz, se puede llevar alegremente de su casa a un general» (se refiere al general Aramburu) y duda de la supuesta capacidad de los Montos.
Con el tiempo habría hablado con personajes que fueron importantes, algunos del Partido Comunista (PC). «Gelbard (José Ber), por ejemplo, que fue el único miembro del partido comunista aceptado por el politburó soviético -en la cabeza de la conducción- cuando los jefes del PCA viajaban a Moscú eran recibidos por gente de segundo nivel». Recuerda la frase de Gelbard: «Yo tengo mi equipo de demolición en Argentina, Gelbard era un enemigo declarado de José Ignacio Rucci, y Gelbard asume de ministro luego de la muerte de Rucci».
Esa respuesta la tenía Juan Perón, él lo nombró al judío-argentino comunista como ministro de economía ¿no? Por todas esas cosas sospecha que Montoneros es una estructura creada desde el exterior, por eso los cuadros guerrilleros, peronistas, no peronistas, izquierdistas, no podían llegar a la conducción. Labraña no sabe o no quiere decir que país manejaba a Montoneros, el «Tata» Jofre cree que Cuba, pero Labraña cree que por detrás de Montoneros había una inteligencia superior a Cuba.
Luis Labraña no recibió entrenamiento militar en el exterior, solo viajaría a posteriori, recibió el entrenamiento en Argentina y, a su vez entrenó a los futuros cuadros guerrilleros, sus compañeros estuvieron y fueron instruidos en Cuba, tuvieron las escuelas para chiquitos. Estuvieron en El Líbano, en Nicaragua, en El Salvador. Sostiene que la Unión Soviética no habría intervenido en estas cuestiones como Montoneros, ya que tenía relaciones diplomáticas con Argentina, para eso tenían aliados como Cuba, Yugoslavia, Libia, Argelia, etc.
«No teníamos grados militares, no existían, eso es un invento posterior, del Ejército Montonero… Yo dirigía al grupo de combate en la zona de Bernal, Quilmes… Mi nombre de combate era Mariano. Rompo con Montoneros cuando pasa lo de Trelew (por La Masacre de Trelew), porque no me participan. Me rebelo, cuestiono, tengo discusiones. Un día me cita Arrostito (por Norma Arrostito, una de las líderes de la organización) en la confitería Las Artes, frente a la Facultad de Derecho, voy con mis cinco compañeros. Me dicen que quedamos detenidos, que entreguemos las armas y, si no lo hacíamos, nos iban a ejecutar donde nos encuentren. Yo dije que no, le mostré la 45 martillada y le dije ‘sacámela, hija de puta’. A partir de ahí me entran a buscar por cielo y tierra».
Disconforme con la conducción de Montoneros, se sumó al grupo de críticos que los acusaban de tener una estrategia política turbia. Los líderes de Montoneros comenzaron a sospechar de él, por lo que intentaron apresarlo y ejecutarlo para aleccionar al resto de sus miembros sobre cuál sería su suerte si osaban cuestionar a la autoridad ya establecida. Ello obligó a Labraña a vivir durante un tiempo de manera oculta, hasta que Francisco Urondo, Paco, lo incorporó bajo su protección a las «Fuerzas Armadas Revolucionarias» (FAR), un grupo que recibía órdenes directas de Cuba. Dice Labraña, «Me protege la FAR de Paco Urondo».
«Íbamos a hacer un operativo grande. Algo pasó, no recuerdo qué, pero la policía llegó al chalet donde estaban ellos, en Tortuguitas, a 200 metros de la Ruta 8. Cuando yo vengo con el coche, voy despacio por la calle de tierra con mi Peugeot blanco recién lavado, cuando voy a doblar saltan dos personas delante mío. Los dos armados. Acelero, saco el arma, y empiezo el tiroteo. Mi compañero iba con los ojos cerrados: “Abrí los ojos y sacá la pistola”, le digo. Abre los ojos y grita “¡Pará que nos matan!”. Miro adelante y había tres o cuatro coches cruzados, con tipos armados. Freno, tiro la pistola para atrás… La pistola que yo tenía había pertenecido a Sabino Navarro, que es uno de los grandes héroes de Montoneros. Me entrego. Y de repente bajo las manos y empiezo a palparme el pantalón. “¿Qué hacés, pibe?”, me dice un policía. “Me meé encima”, le respondí. Me acarició la cabeza y me dijo: “A nosotros también nos pasa. Pero vos, vos te resististe. Con el arsenal que tenían los de adentro, gritaban ‘no tiren’, ‘no tiren’ y se entregaron”. Me trataron de mil maravillas, de mil maravillas…» (Es decir, le dieron una tunda)
«Después fui a la cárcel de Devoto. Cuando Montoneros se unifica con las FAR, una de las condiciones que pedían es que me entregasen a mí para el juicio revolucionario. Y la FAR dijo “a Luis no lo entregamos; lo dejamos de lado, deja de trabajar con nosotros, pero no lo entregamos”. Como miembro de las FAR fue detenido y encarcelado en febrero de 1973, pero salió en libertad unos meses después gracias a un indulto firmado por el presidente izquierdista Héctor J. Cámpora.
Posteriormente, Labraña se alejaría de las operaciones terroristas, convirtiéndose en un militante barrial de la izquierda peronista. «Salí sin nada y depuse las armas porque yo peleé por el retorno de Perón, y Perón ya estaba en la Argentina». Sin embargo, a fines de 1977 decidió exiliarse. A Labraña le preguntaron por qué se fue del país.
«Porque llegaron a casa. Una vecina me avisó. Cargué lo que pude, todas las armas que tenía, dejé a mi mujer y a mi hijo recién nacido en lo de mi suegra. Y empecé a yirar (a dar vueltas). Yo soy fanático de River, pero me salva la hinchada de Boca.
—¿Cómo es eso?
«Qué sucede, Boca jugaba la final de la Libertadores con Cruzeiro en Montevideo (se refiere a un tercer partido, desempate, que se disputó el 14 de septiembre de 1977 en el Estadio Centenario). Yo me puse el gorrito de Boca, la camiseta de Boca, el impermeable mío y una pistola en el bolsillo. Me fui con la hinchada de Boca, con la gente de “Quique el carnicero”. Cuando llegamos a la aduana, me piden documentos. Como yo era el único vago con un bolsito y bien vestidito, el tipo me mira desconfiado y se pone a buscar un libro. En ese momento meto la mano en el bolsillo y martillo la pistola. Y alguien me agarra la mano. En el momento mismo que iba a disparar hacia el suelo, el tipo que me agarra la mano manotea el documento y empieza a gritar: “Dejalo al pibe tranquilo, Y dale Booooca”. Pasaron todos sin documentos ni nada. Después me pregunta: “¿Por qué estás armado?”. “Porque pertenezco a la organización Montoneros”, le dije.
Yo era de River, pero no importaba. Me fui con él, y con todos los hinchas, gritando “Dale booo, Dale booo…”. Y en Montevideo voy a la cancha y veo el partido. Terminamos a las trompadas con los uruguayos que alentaban por Cruzeiro. Luego fui al aeropuerto, con un pasaporte falso, y tomé un vuelo a Holanda. Llegué todo ensangrentado, con la camiseta de Boca.
Su vida en Holanda
«Se habían hecho contactos para que me recibieran gente de la Cruz Roja y la ACNUR. Cuando me encuentro con ellos, la traductora me dijo: “ahora te van a preguntar si querés trabajar o estudiar. Te conviene la primera, porque como no hay trabajo, vas a poder cobrar un subsidio”. Pero cuando me hicieron la pregunta, dije “Estudiar”. Cursé siete años y me recibí de Licenciado de Lingüística en la Universidad de Ámsterdam. Los otros exiliados, todos siguen viviendo del Plan Trabajar».
«Cuando estalla la guerra de Malvinas, surge una manifestación de argentinos en Ámsterdam. Yo publico una solicitada en De Volkskrant, un diario neerlandés, diciendo “Las Malvinas son argentinas y pertenecen al pueblo argentino”. A partir de ese momento nadie más me habló. Yo me presenté en la embajada, me ofrecí como voluntario para ir a combatir, pero me dijeron que no. No me importaba morir por Argentina.
—Confundieron su reivindicación de la soberanía argentina en Malvinas con un apoyo a la dictadura y quedó aislado.
—Sí, pero así llegué a conocer al embajador. El día después de publicar la solicitada, me invitó a la embajada. Accedí, fui, charlamos. En un momento, hablando sobre la actualidad argentina, me dijo: “Hubo un exceso en la represión, se mataron varios miles”. Y yo le respondí: “Doctor, si hubiéramos triunfado nosotros, habríamos matado 200 mil”».
La mentira de los 30.000 desaparecidos
En junio de 1979 un grupo de mujeres pertenecientes a la asociación de apologistas del terrorismo llamados Madres de Plaza de Mayo, visitó Ámsterdam invitado por la organización izquierdista «Amnistía Internacional». La delegación llevaba consigo una carpeta en la que se consignaban alrededor de 3.800 casos de ciudadanos argentinos y extranjeros cuyo paradero era una incógnita -según la organización, se trataba de hombres y mujeres capturados ilegalmente por las Fuerzas del Orden de la Argentina, quienes los habrían asesinado, ocultando posteriormente sus cadáveres.
Los asesores de Amnistía Internacional les señalaron a las Madres de Plaza de Mayo que la cifra de víctimas de la represión estatal que manejaban era abrumadoramente escasa, ya que el número sugería que el gobierno argentino había estado desarticulando pacientemente a una fuerza guerrillera y no liquidando a opositores políticos de manera indiscriminada. A causa de ello les sugirieron ampliar la cifra: de ese modo resultaba más sencillo imponer la idea que el «Proceso de Reorganización Nacional» estaba ejecutando un «genocidio» contra un sector de la población argentina motivado por sus elecciones ideológicas, lo que facilitaría la obtención de subsidios por parte de los gobiernos del primer mundo.
En una reunión entre las Madres de Plaza de Mayo y un grupo de argentinos exiliados en los Países Bajos a la cual Luis Labraña asistió, se planteó el asunto de la necesidad de falsificar la cifra de desaparecidos. Fue allí donde el veterano guerrillero indicó que 30.000 sería un número lo suficientemente impactante como para hacerle creer a la comunidad internacional que la guerra contra la subversión en Argentina no era un conflicto bélico de contrainsurgencia, sino una cruenta y arbitraria masacre de opositores políticos.
Hacia octubre de 1979 se hizo la presentación formal del caso de las Madres de Plaza de Mayo en Europa utilizando la cifra falsa de 30.000 desaparecidos, la cual pasó a convertirse en un eslogan muy popular. Liesbeth den Uyl, una política izquierdista neerlandesa, acompañó a la organización argentina, dándole mayor credibilidad a las estadísticas adulteradas por Labraña.
Labraña dijo: «las Madres de Plaza de Mayo llegaron a Ámsterdam», a una supuesta reunión con integrantes de organismos de derechos humanos, «con una lista de 4.000 y pico de casos de personas desaparecidas y necesitaban dinero para solventar gastos y tener una casa propia». «Querían presentar un genocidio y los holandeses -Ámsterdam es una ciudad judía-, les decían que ellos habían tenido 6 millones de muertos y que no podían llevar ese planteo del genocidio», continuó.
«Los holandeses dieron un plazo y en ese período lo que hicimos fue inventar cifras, que no existían en ese momento porque eran alrededor de 4.800». «La inventamos; nos juntamos y decidimos ver cómo podíamos levantar la cifra», agregó. «La mentira en política es lo normal como en la guerra, la mentira era necesaria para conseguir ese dinero para las madres de los desaparecidos. Nos parecía justa la causa». «Dijimos varios, uno fue 15 mil, otro 30 mil y otros disparates. Se aprobó 30 mil y quedó. Fui yo el que dijo la cifra. Fui yo la persona que dijo 30 mil desparecidos y no son; oficialmente hay ocho mil personas desaparecidas».
Labraña aseguró que «todas las Madres (de Plaza de Mayo) aceptaron inventar la cifra». «hay 22 mil personas que no existen». Dice Labraña, «Es una estafa porque cobraron, queremos saber el nombre de cada persona desaparecida que no figura en la lista y cobró», protestó el ex Montonero. «Si los desparecidos son 8 mil y hay 30 mil, eso quiere decir que hay 22 mil personas más que los gobiernos los hicieron desaparecer, pero cobraron», concluyó.
Luis Labraña sostiene que ya no recuerda quienes estuvieron en dicha reunión, y sobre las repercusiones posteriores a su revelación, dice que hubo gente que le dijeron que tuvo huevos por decir la verdad y hubo otros que me dijeron de todo. En cuanto a sus viejos camaradas de armas, sostiene que «la mayoría, los verdaderos, están muertos. Los que quedaron, o quedan vivos, son de segunda línea. Y después estaban las ratas traidoras que mandaron a los pibes a la muerte. Esos viven como ricos en el exterior».
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Luis Roberto Labraña, me despierta mucha simpatía, porque es un hombre valiente y sumamente honesto y por, sobre todo, no se arrepiente de lo hecho en el pasado. Dice que ahora con los años y la experiencia no lo haría.
«El arrepentimiento no es una virtud, o sea, que no nace de la razón; el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable o impotente». Dice Baruc Spinoza, Ética, demostrada según el orden geométrico, proposición LIV, parte cuarta: De la servidumbre humana o de la fuerza de los afectos.
Eso es lo que yo también pienso, es miserable no querer asumir la responsabilidad de lo que realizó libremente, e impotente, porque ahora ya no puede cambiar nada. Labraña dice que «Estaba convencido de que lo hacía por la patria. Yo no puedo arrepentir a esa persona (pone en duda la metodología usada por el ejército). Cuando dicen que están arrepentidos me suena a falsedad, como si hubiesen sido unos chicos traviesos y piden perdón».
Labraña dice que perteneció a «Esa generación que producto de la ignorancia y la violencia es la que sale a combatir por la patria, como también del otro lado». Al contrario de casi toda la izquierda maricona, no niega que hubo una lucha. «No hay dudas de que fue una guerra… Preparamos un ejército para tomar el Estado» «Nos equivocamos. Primero, éramos muy jóvenes e ignorantes para discernir lo correcto o incorrecto… Cuando llegué exiliado a Holanda me di cuenta que estaba equivocado. Se podrían haber salvado muchas vidas… Los militares y nosotros matamos, ambos por la Patria… Ellos mataban porque eran parte del aparato del Estado y tenían que defenderlo…».
«La mayoría de los cuadros del PRT, FAP, FAR, Montoneros, éramos de las clases medias, que provinieron de la inmigración. Todos los anarquistas, socialistas, nihilistas, que vinieron de Europa fueron conformando un nuevo tipo de ideología que estuvo latente y aún subyace». «La lucha armada era una lucha política, pero el espacio político no lo conseguíamos, los políticos o los partidos políticos estaban enquistados en el poder y hacen su carrera en la política no luchan por la patria. Con la política alimentaban su familia, a sus amantes, se compraban casas en Punta del Este, en Miami».
«Pero nosotros teníamos un supuesto líder que nos escribía cartas, que nos hablaba de la lucha armada, de las formaciones especiales, bueno, que si el pueblo argentino estaba contento por la muerte de Aramburu (su ejecución en cautiverio), él estaba contento, que Castro era un patriota, que el Che era un patriota. Todo eso hoy se oculta, no lo dicen, pero las cartas están. Todo eso nos va mostrando que no podíamos llegar a ser un país, nosotros realmente creíamos que la URSS era una potencia justa, que era una potencia libre, creíamos que lo era la China, que creíamos que lo era Cuba, que lo iba a ser Vietnam, que lo iba a ser Argelia, creíamos en todo eso, pero también sabíamos que el acceso al poder no iba a ser fácil».
Si no se dieron cuenta de quien se trata, o el destinatario de las palabras de Luis Labraña, es el general Juan Domingo Perón, el demagogo y cobarde, que huyó en una cañonera paraguaya y no presentó combate. «Por eso creían que traer de vuelta a Perón al país era la única forma de liberar el país, y esa era la lucha armada. Perón alentó eso con las formaciones especiales con el fin de presionar a los sucesivos gobiernos para que él pudiera retornar. Éramos jóvenes, éramos demasiados estúpidos». Sigo estando de acuerdo con Labraña.
Luis Labraña está convencido «El error fue no deponer las armas y trabajar junto al peronismo las estructuras del Estado. […] Sí lo entendió la Cámpora (una facción peronista izquierdista que se robaron todo el país) que entendieron que por las armas no iban a poder copar el Estado, pero si con las estructuras del Estado». «La izquierda (en la Argentina) no tiene la fuerza militar, pero tiene la fuerza de los medios».
«No utilizamos exclusivamente el camino gramsciano en esa época. Yo creo que la usamos junto al camino de la violencia, porque evidentemente, para dominar un Estado hay que tener una estructura y en cualquier lugar del mundo, si no dominas la estructura del Estado no se puede controlar el Estado».
El camino gramsciano era propio de ese tiempo, y es lo que no pueden entender muchos intelectuales, una metodología que no es válida para este tiempo, porque hay otro tipo de izquierda, la séptima generación que es marcusiana, una cosa es el intelectual orgánico de Gramsci y otra el intelectual radical de Marcuse.
Labraña, dice que «la mayoría no es la fuerza de la verdad, como dijo Mastroianni (Marcelo) en la película Los Compañeros, la mayoría es la voz de la verdad. No es cierto, es mentira, porque la mayoría que tenemos nosotros hoy en día, es una mayoría analfabeta. Por eso habría que preguntarse qué recorte deberíamos hacer o reformar en la democracia, cuando una persona que trabaja, vota, y 20 tipos que no trabajan, votan, e imponen el poder a quien no corresponde.
La nación sufrió un proceso como el de un virus, como una gripe. No podemos parar esto. Tenemos que esperar la descomposición. No sé qué vamos a ser en el futuro. No sé si vamos a ser una Nación unificada o varias naciones. No sé qué nos depara. No sé qué va a pasar con la Patagonia, no tenemos defensa. No sé qué va a pasar con el Norte, donde están los pozos de petróleo y de gas, donde están las guerrillas armadas de Milagro Sala, que entró con gendarmes bolivianos a atacar un puesto…».
Milagro Sala, es una dirigente social y delincuente social, que se encuentra detenida por corrupta y es la amiga personal del papa Francisco, leer: «El papa Francisco. El mapamundi peronista», revistaeutaxia.com, agosto de 2016.
Labraña ha participado en eventos organizados por Cecilia Pando y otros referentes de la pacificación nacional aportando su testimonio, y conciliándose con aquellos argentinos contra los que estuvo en guerra. Su actitud desentona con la de la mayoría de los terroristas de izquierda en la Argentina, quienes han impulsado el revanchismo contra quienes los vencieron bélicamente.
«El problema de los presos políticos, los presos militares, es muy complicado.
Ambos bandos sabemos que no hay olvido ni perdón. Pero es personal eso. No podemos delegarlo a la sociedad. O sea, si a vos te mataron un compañero, o te mataron a un hermano, ¿no vas a tener odio? Por más que te sientes a la mesa conmigo, el odio va a estar. Yo no te puedo pedir que me perdones. No me podés pedir a mí que yo te perdone a vos. Ni que olvidemos, ¿cómo olvidar a tus seres queridos?
Entonces, ¿qué quiere decir? ¿Qué nos tenemos que seguir peleando? No, tenemos que trabajar sobre lo que llamamos la concordia, trabajar con el corazón. No importa lo que nos pasó a nosotros. Ya está. Sucedió. Hay otras generaciones que vienen. Tus hijos, tus nietos, mis nietos. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Cómo lo superamos nosotros? Porque la hombría, la valentía, la grandeza, está en que superemos lo que hicimos, con el odio, el rencor que tenemos adentro. Hay que seguir hacia adelante. Hacer cosas juntos, por el país que tenemos que construir. Cosas pequeñas. Pintemos la escuela de nuestros hijos. Ayudemos al vecino que está enfermo…
Un punto que está pendiente es la liberación de los presos políticos. Es fundamental, porque eso no es justicia, es venganza. Es venganza siniestra, porque se cancelan todos los derechos humanos… Es parte de la destrucción de las Fuerzas Armadas. […] Yo no conozco una guerra que sea pacífica… Vayamos a Guantánamo, a la Unión Soviética, a China, Cuba… Arreglemos cosas… El proceso de guerra ya terminó ¿Por qué hay gente presa? ¿Por lo que se hizo en la guerra? No fue un genocidio. No mataron 30.000 personas. Acá los muertos no sé si llegan a 10.000.
No cobré un peso. No cobré ninguna indemnización, no cobré un peso… Nosotros éramos verdaderos. Yo trabajaba y mi sueldo lo compartía con la gente que no tenía. Yo me alimentaba con arroz, con atún, que en esa época era barato, con tomate, que en aquella época era barato, con fideos y no tomábamos alcohol… Cuando yo veo estos pibes que levantan, supuestamente, esas banderas raídas y andan con los móviles, con un Audi, y patotean a una empleada, a una trabajadora, como fue el caso el otro día de Cabandié, no puedo menos que indignarme. Me alegra cuando otro nieto contesta: tenemos que honrar la memoria de los nuestros…»
—¿Cómo se gestó su participación en el spot “Memoria Completa”?
«Me llamó la gente de comunicación, del equipo de Santiago Oría. Al Tata Yofre ni lo vi, los tres que filmamos fuimos en momentos separados».
—¿No le preocupa que lo traten de delirante o mentiroso? Su versión no se puede contrastar con nadie.
«Está en juego la historia argentina. Yo no tengo que probar nada. Ayer, en una entrevista, Jorge Fontevecchia (Fontevecchia es un empresario de los medios, de ideas izquierdistas, se cree un intelectual y es un nabo cualquiera) me dijo que yo tenía que aportar pruebas de lo que digo… ¡Que las busque él! Yo cuento mi historia, mi verdad. Y si no quiere, no me crea. Pero imaginemos que yo no existo, que soy un delirante o el gran bonete… Igual alguien dijo que fueron 30 mil, no importa quién sea. Alguien lo dijo y es mentira. Averígüenlo. Con el hambre que hay en Argentina, ¿ningún familiar de esos 22 mil que faltan (la diferencia entre el número de la Conadep y los 30 mil) se acercó alguna vez a pedir una indemnización? Qué raro. Que investiguen, que hablen con las Madres (de plaza de Mayo) que quedan vivas, que busquen contradicciones…
—¿Votó a Milei?
«Sí, del comunismo a Milei. ¿Cómo se explica? Esto no es fútbol, donde uno es hincha del mismo equipo toda la vida…»
Luis Labraña reserva su intimidad. Desliza, a través de la charla, que tuvo distintas parejas. Que tiene familia en Argentina y en Holanda. Después de graduarse como Licenciado en Lingüística, trabajó como profesor en universidades de Ámsterdam y Utrecht. Regresó a la Argentina en los 90. “Trabajé con la escritora Ivonne Bordelois”, dice con orgullo. Escribió, junto a Ana Sebastián, el libro “Tango, una historia” que, según dice, impresionó a Horacio Ferrer. Así fue cómo llegó a la Academia del Tango, donde dictó algunos cursos. Al día de hoy gestiona el Centro Cultural Nicolás Olivari, que depende del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Luis Labraña, Lic. en Lingüística, ex FAP, ex montonero, habló sin pelos en la lengua de su rol en las organizaciones subversivas y lo que querían por medio del combate. Un tipo que está de vuelta y aboga por la libertad de los militares presos, para parar las venganzas y buscar concordia en Argentina. Alguien que muchos jóvenes no solo argentinos, desinformados, deberían escuchar.
29 de marzo de 2024.