LA MENTIRA OFICIAL (1)
LA HISTORIA COMO MENTIRA
Hace mucho tiempo que he llegado al pleno convencimiento, que la inmensa mayoría de las personas prefiere aceptar la mentira y no la verdad, no solo no aceptan la verdad, sino que la odian y les molesta. Llegar a esta conclusión se debe a muchos años de observación y comprobación empírica. Y esto sucede aun cuando no haya un solo argumento que sea razonable para aceptar esta lamentable postura. En este caso, no se trata de la verdad en general sino de la verdad histórica. Es por ello que repito desde hace muchos años, que lo único verdaderamente revolucionario en todo tiempo, es decir la verdad.
En iberoamérica, mi lugar de pertenencia por nacimiento, esta cuestión tiene origen en su misma constitución como naciones políticas, estados soberanos, o al menos, en el plano formal. La mentira es el símbolo de Caín de iberoamérica, las nuevas naciones recurrieron a la mentira, una mentira oficial, que fue mantenida y continuada para la posteridad. Esta nueva verdad fue muy bien sustentada por los poderes políticos, por historiadores, maestros, escuelas, los medios e instituciones de enseñanzas.
Y los nuevos patriotas creyeron estas mentiras con una fe de carboneros, y quien se atreva a poner en duda cualquiera de estos dogmas, será un miserable traidor y un ser despreciable, un cipayo y vendepatria. Pero ellos son los mismos que idolatran a traidores. Ya pasaron más de dos siglos y la gente no tiene aún la mínima madurez u honestidad intelectual para aceptar cualquier crítica en este sentido. A lo largo de muchos años fui testigo de los frutos de este adoctrinamiento, en los medios de comunicación, en la vida política, y en la vida diaria.
Hace un año, navegando por internet, me encontré con un canal de un youtuber de Bolivia: El diario de un Altobeniano. Otuyo, Potosí | Aquí nació el Primer Presidente Argentino. Dijo a continuación en su canal el Altobeniano: Hace un tiempo atrás, cuando visité Potosí, me dijeron que hay un pueblo en dicho departamento donde había nacido el primer presidente de la Argentina, llamado Cornelio Saavedra…
Y luego continuará expresando una serie de inexactitudes que mostraba a las claras, que este youtuber no sabía nada de historia, en realidad, no solo no sabe nada de historia, sino que hace gala de una irresponsabilidad social al difundir mentiras sin tomarse un mínimo de tiempo para averiguar, investigar, confrontar fuentes, etc. Un mal muy propio de los youtubers de nuestro tiempo, que en gran porcentaje son unos ignorantes tecnológicos, mucha tecnología, pero poco o nulo conocimiento, pura doxa y nada de episteme. No leen absolutamente nada que sea básico para una formación adecuada.
Las redes están llenas de personajes como estos, y lamentablemente, lo que hacen es seguir deformando la inteligencia de las personas. Viven como si estuvieran o hubiésemos retrocedido a las sociedades prepolíticas, a sociedades ágrafas carentes de escritura. Escribí un comentario largo, para hacerle notar algunas cuestiones que tienen que ver con la lógica más primaria, con datos concretos que cualquier hijo de vecino puede constatar, también le hablé de su responsabilidad al poseer un medio, y que, por lo mismo, no puede estar difundiendo mentiras alegremente.
Por esto, y por otras discusiones que tuve en internet con otros tantos mentirosos, fui expulsado de la comunidad de YouTube, si mal no recuerdo, hasta 2029. Eso es lo que hace YouTube atacar y censurar a quienes se oponen a las mentiras difundidas por los progres y por los izquierdistas culturales. Hace unos días ingresé desde un ordenador de un amigo al canal del Altobeniano, y pude constatar que mi opinión había sido borrada, pero pude leer nuevas críticas dirigidas a su falta de conocimiento histórico y su honestidad intelectual.
Este hombre, de aspecto folclórico, le respondió groseramente a una mujer, y sostenía que él decía en su canal lo que su real gana quisiera. Una respuesta propia de alguien que no solo carece de formación escolar sino de valores familiares, hay cosas que se traen desde la cuna. Dejando de lado la dictadura y el salvajismo del Altobeniano, voy a repetir, aunque no fielmente, lo que escribí en ese momento:
Cornelio Judas Tadeo de Saavedra, nació en Otuyo, Corregimiento de Potosí, Real Audiencia de Charcas, el 15 de septiembre de 1759, en una hacienda agrícola llamada «La Fombera» sobre la orilla del río Mataca cercana al poblado de Otuyo. La hacienda estaba en la mitad del camino de 180 km que unía la Villa Imperial de Potosí con La Plata. La Plata es el nombre formal de su fundación, Chuquisaca fue otro de los nombres de la ciudad antes de convertirse en Sucre. Charcas sería su nombre antes de Sucre. Sucre en la actualidad es la capital del departamento de Chuquisaca, que es la sede del Poder Judicial y la capital histórico-constitucional de Bolivia.
Al momento del nacimiento de Cornelio de Saavedra, Charcas pertenecía al Virreinato del Perú, que a su vez pertenecía a la Corona española. Por tanto, Cornelio de Saavedra era ciudadano español. Para aportar más datos diremos que el Virreinato del Perú fue creado en 1542. Cornelio de Saavedra murió el 28 de marzo de 1829, en Buenos Aires, Provincias Unidas del Rio de La Plata, nueva entidad política o nación política luego de la emancipación de España. El Virreinato del Rio de La Plata había sido creada el 1 de agosto de 1776, por orden del rey Carlos III, luego del nacimiento de Cornelio de Saavedra y dejó de existir el 9 de julio de 1816.
La nueva entidad política a partir de 1816 se llamaría Provincias Unidas del Rio de La Plata, aunque en la declaración de la independencia, dice: Provincias Unidas en Sud-América, la actual república Argentina no existía entonces, esto dicho para todos esos ignorantes que creen que la Argentina surge a partir del 25 de mayo de 1810 o el 9 de julio de 1816. Sus padres fueron Santiago Felipe de Saavedra y Palma, natural de Buenos Aires, y Teresa Rodríguez de Güiraldes, oriunda de la Villa Imperial de Potosí. Ambos nacidos dentro de los límites del Virreinato del Perú. La familia se mudó a Buenos Aires en 1767, cuando Cornelio tenía ocho años de edad.
Don Cornelio de Saavedra fue comerciante, miembro capitular, participó durante la segunda invasión inglesa al Rio de La Plata como jefe del Cuerpo de Patricios, y activamente en los sucesos de mayo de 1810. Fue el presidente del primer gobierno de la llamada oficialmente Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII, más tarde sería conocida como la Primera Junta y también presidente de la Junta Grande en la que aquella luego se transformaría. Así que decir que Cornelio de Saavedra fue primer presidente de la Argentina es una estupidez tan grande como el Beni o el Alto Beni.
Tampoco existía Bolivia al momento del nacimiento de Cornelio de Saavedra. Recién el 6 de agosto de 1825, se llevó a cabo el acto fundacional, declarándose oficialmente independiente bajo el nombre de Estado del Alto Perú, tras un debate, el 11 de agosto adopta el nombre de República de Bolívar que fue cambiado el 3 de octubre por República de Bolivia. La denominación de provincias o Estado del Alto Perú, fue cambiado por el de «República Bolívar», en honor a Simon Bolívar. El Estado del Alto Perú y su sucesor, República de Bolívar, estuvieron vinculado a los órganos políticos del Perú, esto por decisiones de Bolívar.
Hábilmente, José Antonio de Sucre aconsejó a los partidarios de la independencia ganarse al Libertador, ya que esta independencia interfería, con el proyecto de Simon Bolívar de anexar el Alto Perú a la Gran Colombia, actitud que lo hizo enfrentarse a José Antonio de Sucre. Los consejos de Francisco de Paula Santander y el halago de José Antonio de Sucre y los criollos nombrando el nuevo país como República de Bolívar, lo hicieron ceder.
Psicológicamente la vanidad es interesante, en especial en un mantuano como Simón Bolívar cuya familia pretendió comprar un título de la nobleza española, pero le fue negado por la realeza española. La familia y el propio Simón Bolívar quedaron resentidos. El resentimiento también es otro elemento psicológico muy importante a tener en cuenta.
En octubre de 1825 se volvió a debatir el nombre de la nación. El diputado por Potosí reverendo Manuel Martín Cruz, dijo lo siguiente: Si de Rómulo Roma, de Bolívar Bolivia. Fue entonces que se debatió la propuesta del diputado, y se optó por aceptarla, la nueva república cambió su nombre a Bolivia el 3 de octubre de 1825. Bolívar al enterarse de la noticia, se sintió nuevamente halagado.
El 19 de noviembre de 1826, José Antonio de Sucre promulga la Constitución Bolivariana, en el cual se encuentra el derivado del nombre oficial de la república con el de República Boliviana. Entonces, decir que Cornelio de Saavedra era boliviano, es ser lisa y llanamente un ignorante. Las personas tienen una desgraciada conducta de llamar o atribuir nacionalidad a quienes no les corresponde, decir que Miguel Hidalgo y Costilla, o que Agustín de Iturbide, quien fue el verdadero padre del estado mexicano, fueron mexicanos es una mentira.
México no existía como Estado, para que tuviera existencia fue necesario que existiera previamente el imperio español y pudiera descubrir y conquistar el nuevo continente. El Estado mexicano es una resultante del imperio español. Todos los nombrados y todos los existentes durante la guerra civil española que terminó con la emancipación de la Corona española, fueron españoles, leales o traidores, da lo mismo. Digo emancipación y no independencia, ya que no había ningún ejército invasor, y nadie invade su propio territorio.
Muchas veces se escucha decir que sor Juana Inés de la Cruz era mexicana, cuando en realidad era española y nacida en el Virreinato de la Nueva España, es decir era novohispana. De igual manera, dicen alegremente, que Maquiavelo era italiano y en realidad era florentino, Italia no existía entonces. Con ese mismo criterio, el famoso «hombre de Pekín» (Homo erectus pekinensis) una subespecie de Homo erectus, que fue descubierto al suroeste de Pekín o Beijing, la actual capital de China, y que tenían una antigüedad de entre 780.000 y 230.000 años (Pleistoceno medio) es chino.
Hace unos años pude ver una curiosa discusión entre historiadores y un ex canciller de Ecuador, en la que sostenían que Ecuador tenía más de 3 millones de kilómetros cuadrados. Y alegremente dicen, para tener una idea era más grande que Paraguay y Argentina juntos.
Otra vez, Ecuador no era un país, y ese nombre no existía, era la Real Audiencia de Quito, perteneciente al Virreinato del Perú, y que luego perteneció al de Nueva Granada y después al del Perú. Tampoco se llamaba Ecuador en esa época, con suerte se podría llamar territorio quiteño, ya que se trataba de la gobernación de Quito. Es cierto que tenían pretensiones territoriales, pero no se ejercía una soberanía efectiva, solo existía en teoría y, pero nunca en la práctica.
En todo caso, esas pretensiones no la tenían en nombre de un Estado ajeno a la Corona española. Los de la Real Audiencia, basándose en el Tratado de Tordesillas, dijeron tenemos derecho a llegar hasta el Atlántico y dibujaron un mapa que nunca tuvo concreción. Y siguen los historiadores, mejor dicho, esos nacionalistas regionales, sosteniendo que 177 años después de 1740, ante las presiones del Virreinato de Lima, Nueva Granada o Santa Fe que después sería Bogotá, el rey de España Felipe V de un plumazo expidió la cédula real para delimitar estos territorios, y ahí cedimos 845 mil kilómetros a favor de Lima.
Bueno, nacionalistas de cajón, si el rey Felipe V expidió una cédula real, es porque era suyo. Es decir, decidió hacer divisiones o particiones administrativas en torno a planes imperiales. También se olvidan que no se puede perder algo que nunca se tuvo, porque todos los virreinatos, audiencias y lo que fuera, eran parte de la capa conjuntiva del imperio español.
Además, hablan sin tener en cuenta el principio de Uti possidetis iuris, una figura legal que indica que los países que se independizan conservan los límites de cuando eran virreinatos. Con el criterio de estos historiadores y diplomáticos que sostienen esta tontera, el Perú actual debería reclamar casi todo el territorio de Sudamérica. Si Ecuador cree que perdieron territorio, eso solamente se puede argumentar post independencia.
Los ecuatorianos confunden, lo que se llamó el Primer Grito de la Independencia del 10 de agosto de 1809. La batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822, es considerada la fecha en la que hoy se llama Ecuador, se independizó completamente del dominio virreinal español. Sin embargo, Quito y Guayaquil se incorporaron a la Gran Colombia debido a las pretensiones integracionistas de Simón Bolívar y a la debilidad de las autoridades ecuatorianas. Por tanto, Ecuador se declaró independiente el 13 de mayo de 1830, cuando el departamento del Sur (Quito) se separó de la Gran Colombia.
Estos curiosos momentos nacionalistas, se pueden ver en el llamado: Los Vlogs de Hugo X, del joven Hugo Xavier Pillco, quien con solvencia explica los errores de los historiadores y ex diplomáticos ecuatorianos. Lo mismo sucede con millones de argentinos que creen que el 25 de mayo de 1810 es el día de la independencia Argentina, ¿Argentina? Bueno, es mucho decir. Pero que se puede esperar si la página oficial de la Casa Rosada Presidencia, dice: 9 de Julio: Día de la independencia Argentina. Estos son mentirosos o ignorantes oficiales.
El 9 de Julio de 1816 se declaró la independencia de la corona española en favor de una entidad llamada: «Provincias Unidas del Rio de La Plata». No Argentina, para eso tendrán que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX. En el Congreso de Tucumán no estuvieron presentes los representantes de las provincias de la Liga Federal que estaba integrada por la Banda Oriental, luego Uruguay, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe. Lo que hoy se llama Uruguay, jamás fue parte de lo que hoy es Argentina.
Estuvieron presentes y firmaron los representantes de Charcas y Chichas, hoy parte integrante de Bolivia. De la región de cuyo al sur, la actual provincia de La Pampa y todo lo que se conoce como Patagonia no era parte jurídica-política de las Provincias Unidas del Rio de La Plata. Y en el caso de la Patagonia hasta el gobierno de Julio Argentino Roca. No tengo ninguna duda que muchos lectores se sentirán ofendidos y me calificarán de traidor. ¡Traidor! ¿a quién? Pero me importa un comino, si se empeñan en no querer aceptar la verdad es un problema de ellos. Muchas veces estuve inclinado a pensar que esto sucede porque la gente no lee, mucho menos investiga. Toman todo al pie de la letra y creen en historiadores que mienten como bellacos.
Lo mismo sucede en Argentina con personajes como José de San Martín, Manuel Belgrano, Martín de Güemes, para nombrar unos pocos de los miles que son llamados argentinos. En un programa televisivo un periodista estaba haciendo una consulta callejera sobre que políticos argentinos fueron los más decentes. La mayoría se decantaba por el general José de San Martín, como si este hubiese sido argentino, su profesión era militar y actuaba en política de manera excepcional y cuando lo hizo le fue mal, se equivocó de bando.
En noviembre de 2024, visitó Argentina la Presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Georgi Meloni, la política italiana tiene un vínculo especial con el presidente argentino Javier Milei, en su discurso resaltó los puntos en que unen a Argentina con Italia. El presidente argentino insistió en su idea de formar una Liga de Naciones conservadoras. Georgia Meloni, por su parte, destacó: «El vínculo que une a nuestras naciones tiene profundas raíces, que provienen – incluso – desde antes que Italia y Argentina fueran estados libres y soberanos. El amor por la libertad es un sentimiento -querido Javier- que nos une desde siempre», señaló.
Ningún periódico o ningún youtubero hizo referencia a lo dicho por Georgia Meloni, ya que todos creen que Italia o Argentina existieron in aeternum, desde siempre, o como decía Borges en su poema Fundación mítica de Buenos Aires: …la juzgo tan eterna como el agua y el aire. Realmente el padre del Estado argentino no es el español José de San Martín, sino el general Julio Argentino Roca, antes de Roca no había un verdadero Estado, apenas funciona una o dos capas del poder político, con el general Julio A. Roca la Patagonia pudo ser parte jurídica de Argentina, antes de eso no lo era. Con Roca empezaron a funcionar las capas conjuntiva, basal y cortical.
En la América española no hubo una guerra de independencia, lo que realmente hubo, estrictamente hablando, fue una guerra civil, entre dos facciones, los absolutistas y lo liberales. Todos los que se enfrentaron, con excepción de los clásicos mercenarios empleados en su mayoría por los liberales, fueron españoles. La dialéctica de imperios no dejó de funcionar como sucede siempre con los imperios, sobre todo a partir de los imperios universales como lo fue el español. Y los civiles y militares que estaban influidos por el liberalismo complotaron con el imperio británico, o fueron simples instrumentos de los británicos para derrocar al rey de España y fraccionar la América española, en un acto tremendo de traición.
Cuando hablo de traición y de traidores, sin disimulos, lo hago porque entiendo que la traición es lo que dijo el filósofo Alfonso Fernández Tresguerres. Si mis detractores o la gente ofendida creen que la traición es otra cosa, que lo hagan saber, tienen derecho a réplica en esta revista.
«Atentar contra la seguridad de la patria es considerado (porque, en efecto, lo es) algo de extrema gravedad, y una modalidad de traición frente a la cual las traiciones que puedan tener lugar entre particulares (sea en la amistad, los negocios o el amor) diríanse perder relevancia y pasar, por así decirlo, a un segundo plano; y acaso por eso, porque afecta a todos y no sólo a una parte, es por lo que, para designarla, hemos acuñado el término de «alta traición»; como si con ello se quisiera decir que las otras, las que se producen (y aun prodigan) en el ámbito de las relaciones interpersonales son «bajas traiciones», traiciones de menor relevancia y repercusión, traiciones casi anecdóticas, comparadas con aquéllas que pudieran amenazar la pervivencia de la patria o del Estado. Y no digo yo que esto no sea así (que alguien sea traicionado por un amigo o por una mujer resulta, por lo general, completamente intrascendente para el conjunto de la comunidad a la que pertenece, y únicamente le afecta a él en tanto que individuo), más opino, sin embargo, que la llamada «alta traición» es un hecho derivado de una situación más originaria o, si se quiere decir de otro modo, una continuación o adaptación de esta situación a nuevos parámetros sociales y políticos distintos de aquéllos en los cuales se produjo; y es a éstos a los que debemos remontarnos si queremos comprender por qué es visto el traidor como «el más detestable de los villanos».
Yo sospecho que si la traición es vicio tan larga y contumazmente denostado es debido a que la virtud a él opuesta y correspondiente, esto es, la lealtad, ha resultado ser un elemento fundamental en la lucha por la existencia de una especie tan particularmente indefensa, desde el punto de vista físico, como lo es la humana. No cabe pensar, desde luego, que en los albores de la humanidad nuestros antepasados hubieran logrado sobrevivir sin unas dosis importantes de cooperación y solidaridad, de confianza en el compañero al lado del cual cazamos o nos defendemos y de lealtad mutua; sin la seguridad de que no defraudará nuestras expectativas y la firme voluntad, por nuestra parte, de no defraudar las suyas…, es decir, sin todo aquello que justamente la traición viola y aniquila, porque ésta, en efecto, supone siempre engaño y deslealtad, abandono del otro e incumplimiento de lo que espera de nosotros; y si tales pautas de comportamiento hubieran sido dominantes en nuestro nacimiento como especie, escasamente hubiéramos pasado de ser algo más que una mera anécdota en la historia de la vida en la Tierra. Dice Eibl-Eibesfeldt que «es difícil imaginar una vida sin adhesiones ni fidelidad (lealtad)». Sin duda; pero más difícil resulta imaginar que sin ellas pudiésemos estar hoy aquí reflexionando sobre el asunto. Nada tiene de extraño, pues, que, como observa Wilson: «El tramposo, el traidor, el apóstata y el que cambia de bandera son objeto de odio universal», en tanto que: «El honor y la lealtad son respaldados por los códigos más rígidos.»
Alfonso Fernández Tresguerres. «Acerca de los traidores».
******
Cuando Fernando VII no reconoce la Constitución de Cádiz, el problema se traslada a la América española. José Fernando de Abascal organiza el Real Ejército del Perú y combate a las juntas separatistas de Quito, Santiago y Chuquisaca. Abascal fue sucedido por Pezuela en 1816. Joaquín de la Pezuela tiene sucesivas derrotas contra Arenales y Cochrane, al punto que San Martín llega a Paracas sin problemas.
El virrey Joaquín de la Pezuela permitió desembarcar a San Martín a pocos kilómetros de Lima, lo que provocó un gran malestar en el Ejército, culpan de esto a Pezuela y para 1821 se produce un golpe a Pezuela, es famoso el motín conocido como el Pronunciamiento de Aznapuquio. Este motín fue un pronunciamiento militar contra el gobierno virreinal del Perú en forma de un ultimátum, denominado Intimación de Aznapuquio por sus autores.
En algunas fuentes históricas se la conoce como rebelión, golpe de Estado, sublevación o motín, y se refiere a las acciones llevadas a cabo por varios jefes del ejército español para deponer al virrey, al teniente general Joaquín de la Pezuela, en el mando del Virreinato del Perú el 29 de enero de 1821. Pezuela era partidario del absolutismo y sus oficiales eran liberales. En enero fue derrocado por los liberales encabezados por José de la Serna. La Serna es el último virrey del Perú, 1821, en España gobernaba el trienio liberal, era obvio que iban a reconocer a José de la Serna.
Una vez que expulsan a los franceses, Fernando VII regresa al trono y comienza el sexenio absolutista, además el rey abolió todo lo que había hecho Rafael del Riego y Flórez en los tres años anteriores. Por tanto, el nombramiento de José de la Serna es invalidado, en 1823, Pedro Antonio de Olañeta recibe una carta desde España instándole a defender la monarquía absoluta. Olañeta se subleva en el Alto Perú en contra del virrey José de la Serna, por lo tanto, el ejército realista se divide entre absolutistas y liberales.
Lo que tenemos es que las divisiones políticas en las provincias llegaban al Perú. Lo soldados que peleaban a favor del rey tienen que pelear a favor de otros realistas. José de la Serna queda ante la alternativa de enviar sus tropas a combatir a Simón Bolívar en el norte o contra Antonio Olañeta en el sur. Finalmente, envía sus tropas al sur contra Olañeta. Simón Bolívar luego de perder Lima se había refugiado en La Libertad. José de la Serna envió su ejército realista del Cuzco a pelear contra Pedro Olañeta en el Alto Perú. Dejando solo al general José de Canterac que se encontraba en Junín, y ahí es donde se produce la primera victoria de Simón Bolívar. El virreinato del Perú cayó por una guerra civil.
Pedro Antonio de Olañeta contribuyó más a la emancipación de la América española que Bolívar y San Martín juntos. En el Alto Perú se perdieron más soldados que en las batallas de Junín y Ayacucho. Las tropas de José de la Serna y Pedro Olañeta se enfrentaron en combate bajo el grito de ¡Viva el rey!, la emancipación no fue una guerra entre españoles y americanos, fue una guerra entre absolutistas y liberales.
El liberalismo español, la segunda generación de izquierdas, fue una ideología nefasta para el imperio español, eran formalistas políticos, y a pesar de todas las loas emitidas por ciertos materialistas políticos, fueron los progres e izquierdistas de aquel tiempo. Vean los estragos que hizo en sujetos como Rafael del Riego. A continuación, dejo una transcripción de una parte del artículo de referencia, adjuntado en un link:
Durante el sexenio absolutista (1814-1820) Rafael del Riego pasó por diversos destinos, Madrid, Bilbao, Logroño, La carolina, hasta que en noviembre de 1819; con el grado de teniente coronel, fue nombrado jefe del 2º batallón del Regimiento de Asturias acantonado en Las Cabezas de San Juan, Sevilla. El ejército expedicionario estaba al mando de Evaristo San Miguel, amigo y paisano, y compartían las ideas liberales.
Con motivo de las sucesivas rebeliones en los territorios de ultramar, el rey Fernando VII organizó un cuerpo expedicionario de veinte mil hombres con el fin de socorrer a las tropas leales de América, ante la sublevación de Bolívar y San Martín. A falta de barcos, esperaron en vano en la bahía de Cádiz mal alimentados, peor equipados y sin recibir las pagas a tiempo. Rafael del Riego entonces tenía treinta y cinco años, y estaba a la espera de ser embarcado para América.
Los jefes y oficiales de estas unidades, ya preparaban el levantamiento militar para llevar al poder a los liberales, pronunciamiento que había sido prologado desde 1814 por otros, encabezados por los generales Mina, Porlier, Lacy, Milans del Bosch y Vidal, todos ellos con el mismo propósito.
Rafael del Riego, como la mayor parte de los oficiales estaba comprometido en la sublevación, como también lo estaba el propio General en jefe del Ejército Expedicionario, acantonado en Andalucía, Enrique José O’Donnell, conde de La Bisbal, personaje de sinuosa conducta y sospechosas lealtades.
Las fuerzas que había reunido la Corona en Cádiz y en San Fernando constaba de 20.200 infantes, 2.800 jinetes y 1.370 artilleros con 94 piezas de campaña, otras de menor calibre y abundante parque. Había catorce escuadrones de caballería. Como dijimos antes el comandante de la expedición era Enrique José O’Donnell, conde de La Bisbal, pero tras ser acusado de conspirar fue relevado por el capitán general de Andalucía, Félix María Calleja del Rey, antiguo virrey de Nueva España.
Las fuerzas navales, al mando de Francisco Mourelle, que debían escoltar a los transportes estaban formadas por cuatro navíos de línea, de tres a seis fragatas, cuatro a diez bergantines, dos corbetas, cuatro bergantines goleta, dos goletas y treinta cañoneras. La tripulación se componía de 6.000 marinos.
El total de hombres se discute, pero se habla de 20.000, 22.000 o 25.000. Unos historiadores dicen que el plan era dirigirse a Venezuela, otros que debía desembarcar cerca de Montevideo y apoderarse de Buenos Aires. Otros, por último, afirman que iba dirigida a México, asegurando lo más valioso de la monarquía, siendo el Río de la Plata un montaje para el engaño, tal como pasó con la expedición de Pablo Morillo a Venezuela.
A partir de este momento empieza su verdadero protagonismo de Riego, las vueltas de la vida hicieron que de todos los conjurados fuera solo Rafael del Riego quien logró un éxito inicial efímero. Un grupo importante de oficiales habían planeado la décima conspiración en pocos años contra el rey Fernando VII o, contra su Absolutismo extremo y el grupo corrupto que le rodeaba.
Pero un oportuno aviso o un chivatazo de última hora llevó al arresto de los principales conspiradores. El coronel Quiroga, superior inmediato de Riego, era quien debía dar el golpe, pero se retrasó un día y fracasó. El general O’Donnell, era conocedor de la existencia de una conjuración masónica en marcha. O’Donnell era un masón iniciado y estaba comprometido, pero de acuerdo a sus conveniencias, actitud muy propia de él, cambió de bando.
Hizo detener a los jefes más importantes del movimiento, entre ellos a Evaristo San Miguel, y al coronel Antonio Quiroga. Hombre astuto a pesar de estas detenciones no quiso en virtud de su doble juego desactivar el golpe, de hecho, en 1820 tras el alzamiento de Riego él se sumó a la causa. Después sería nombrado Capitán General de Andalucía, que desde 1819 mandaba el ejército que iba destinado a América.
Por su acción ante los golpistas el gobierno le otorgó la Gran Cruz de Carlos III. Por ese doble juego no obtuvo nunca la confianza de los liberales y acabó sus días expatriado en Francia.
Ante esta situación, Rafael del Riego asumió el mando de la conspiración y, al frente de su batallón, pronunció su famoso discurso en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820:
«Soldados, mi amor hacia vosotros es grande. Por lo mismo yo no podía consentir, como jefe vuestro, que se os alejase de vuestra patria, en unos barcos podridos, para llevaros a hacer una guerra injusta al nuevo mundo; ni que se os compiliese a abandonar vuestros padres y hermanos, denjándolos sumidos en la miseria y opresión. Vosotros debéis a aquellos la vida, y, por tanto, es de vuestra obligación y agradecimiento el prolongársela, sosteniéndolos en la ancianidad; y aún también, si fuese necesario, el sacrificar las vuestras, para romperles las cadenas que los tienen oprimidos desde el año 1814.
«Un rey absoluto, a su antojo y albedrío, les impone contribuciones y gabelas que no pueden soportar; los veja, los oprime, y, por último, como colmo de sus desgracias, os arrebata a vosotros, sus caros hijos, para sacrificaros a su orgullo y ambición. Sí, a vosotros os arrebatan del paterno seno, para que en lejanos y opuestos climas vayáis a sostener una guerra inútil, que podría fácilmente terminarse con sólo reintegrar en sus derechos a la Nación Española. La Constitución, sí, la Constitución, basta para apaciguar a nuestros hermanos de América.
«El Rey, que debe su trono a cuántos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución»
España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuántos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución; la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna.
La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz entre sangre y sufrimiento. Más el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador…
Sí, sí, soldados, la Constitución.
¡Viva la Constitución!».
El 1 de enero de 1820 Rafael del Riego al frente del 2º batallón del Regimiento de Asturias, se «pronunció», y allí nació el término de «pronunciamiento». Si bien no fue el primer pronunciamiento, pero si fue el más conocido y de mayor trascendencia. Pero esta trascendencia no viene por el propio Riego, que solo mandaba un batallón, sino por la sublevación de todo el ejército español más adelante.
Por otro lado, hay que decir que ya estaba acordado mucho tiempo atrás, en los cuartos de banderas y en las logias masónicas. Esto llevaría a que Fernando VII, tras numerosas marchas y contramarchas, tuviera que restablecer la Constitución de 1812, aunque solo fuera por un periodo de tres años.
Rafael del Riego, por esos azares de la vida, llegó a ser la cabeza visible de un cuerpo masónico que había organizado el pronunciamiento de las Cabezas de San Juan y de lo que sucedería por toda España un poco después. La verdadera cabeza de todo esto estaba escondida detrás de los compases y los mandiles.
Luego del fracaso de la toma de Cádiz, previamente el general en jefe del ejército expedicionario, el conde de Calderón, había sido detenido en Arcos de la Frontera. Las tropas sublevadas iniciaron una larga y difícil marcha por Andalucía, el 27 de enero, proclamando la Constitución de 1812 y retirando de sus cargos a las autoridades absolutistas por los lugares que atravesaban.
En el camino no tuvieron resistencia, pero tampoco tenían noticias de otras unidades que se hubieran sumado a la sublevación. Para tratar de elevar la moral de la tropa, uno de los oficiales, el futuro general Evaristo Fernández de San Miguel, compuso un himno que pronto sería conocido como el Himno de Riego. Ciento once años después se convertiría en el himno oficial de España durante la Segunda República.
Rafael del Riego realizó con su batallón un recorrido militar por Andalucía, pueblo por pueblo, proclamando las bondades de la Constitución de Cádiz y las promesas de libertad y progreso. En realidad, se dice que el pueblo odiaba la Constitución y veía con simpatía y aclamaba con entusiasmo al rey Fernando VII. Riego mientras tanto seguía recorriendo Andalucía sin poder sumar adeptos a su causa.
Su perseguidor el general O’Donnell no terminaba nunca de darle alcance y presentar batalla. Las tropas de la Corona y los sublevados eludían el enfrentamiento. Cuando Rafael del Riego realizó su pronunciamiento, entre 3.000 y 5.000 de los 20.000 hombres acuartelados se sumaron su causa. Mucho se habló del oro distribuido por un liberal del Rio de la Plata, de eso hablaremos más adelante.
El link del artículo lleva por título: https://revistaeutaxia.com/espanoles-peninsulares-traidores/ es un artículo interesante que se ocupa de otro siniestro personaje como Javier Martín Mina Larrea. Es claro el liberalismo de Rafael del Riego, su ideología, su formalismo político, en donde la Constitución es más importante que la eutaxia del imperio. Una constitución demasiada ponderada que no era más que un simple papel redactado a bordo del Titanic cuando ya se iba a pique.
El problema en iberoamérica con los que se emanciparon es que se vieron en la necesidad de una nación histórica y política que no existía. En la América española los nuevos Estados o semi-Estados, se inventan naciones y no al revés, por tanto, esa enfermedad del nacionalismo ha llevado a inventarse historias absolutamente falsas, lo que hicieron fue que las distintas administraciones de la monarquía española declararon su soberanía política.
Hay naciones políticas que ponen en marcha un nacionalismo cultural que comienzan a adjudicarse o tergiversarlo todo para apropiárselo. México es un gran ejemplo de esto, pero nos vamos a ocupar de esto en el futuro. Hay dos cosas que las nuevas naciones logran salvar, la lengua, por ejemplo, al momento de la emancipación de México dos tercios de los habitantes de lo que después iba a ser México no hablaban español, y lo segundo, la religión.
La Revolución mexicana que puso en duda todo el orden político y económico, el orden social, pero no cuestionó lo simbólico que construyó en el siglo XIX. Una construcción de la nación mexicana realizada durante el porfiriato, y la Revolución mexicana que se hace en contra del porfiriato no elimina el relato de nación.
La obra del nuevo relato es llevada a cabo por la educación pública, ellos son cómplices de ese relato, por ignorancia o por complicidad. Es por eso que Andrés Manuel López Obrador repite las mismas falsedades porque es el hijo legítimo de la Educación Pública. Y en ese relato nacionalista se saltan tres siglos del virreinato.
22 de enero de 2025.