LA CONSPIRACIÓN
OSCURIDAD AL MEDIODIA
Ricardo Veisaga
El 9 de abril, dijo el Fiscal General William Barr: «La investigación del FBI sobre la campaña Trump en 2016 fue una de las más grandes farsas de la historia americana». Los contenidos y las falsedades existentes en esa investigación, a la que alude Barr, lo expliqué en su momento en un artículo titulado: «En el nombre del Padre», tomado de una famosa película, plagada de abusos por parte del Estado contra un inocente.
En el nombre del padre (In the Name of the Father), es una película basada en el caso de los Cuatro de Guildford y los Siete de Maguirre. En 1974, Gerard «Gerry» Conlon, era un ladronzuelo irlandés y junto a su amigo Paul Hill estaba robando plomo de los tejados en Belfast. Cuando las fuerzas de seguridad lo ven en el tejado, creen que se trata de un francotirador y asaltan el lugar con vehículos blindados y se produce una revuelta en el barrio.
El IRA (Ejército republicano irlandés) quiere castigarlo por poner en riesgo un depósito de armas, su padre Giuseppe Conlon, lo envía a Londres junto a Paul, para mantenerlos fuera de problemas. Gerry, en Londres, encuentra a su amigo de la infancia Paddy Armstrong, quien vive con unos okupas junto a Carole Richardson. Gerry se queda con ellos experimentando el amor libre y las drogas.
Gerry y Hill abandonan la casa, debido a una discusión con un joven que les odia por ser irlandeses, roban dinero del piso de una prostituta y duermen en un parque junto a un vagabundo. Esa misma noche una explosión en un pub de Guildford, mata a cinco y hiere a setenta y cuatro personas.
Gerry regresa a Belfast para gastar el dinero robado, la casa familiar es allanada por el Ejército británico y la Gendarmería Real del Ulster, es detenido y enviado a Inglaterra. Gerry y Hill son interrogados por la policía y bajo amenazas y torturas, firman una confesión tras 7 días bajo la Ley de Prevención del Terrorismo.
El inspector Robert Dixon, monta una investigación falsa y detiene a su padre y a la familia de Gerry de Belfast y de Londres, los Maguirre, su tía, su marido y sus hijos. Se incluyen pruebas manipuladas, entre ellas restos de nitroglicerina en los guantes de fregar de la tía de Gerry, y restos del mismo explosivo en las manos y la ropa de los primos de Gerry, que no tenían relación con el IRA.
El juicio termina con la condena de todos los supuestos implicados, a Gerry, Paul Hill, Paddy Armstrong y Carole Richardson (los Cuatro de Guildford), cadena perpetua, su padre a 12 años. Las condenas no se conmutarán ni cuando aparece el auténtico responsable de los atentados y se declara culpable de los mismos cuando es detenido por la policía.
Los altos mandos policiales advierten del crimen cometido y lo ocultan por temor al escándalo. La abogada Gareth Pierce, lucha para lograr una revisión del caso. Giuseppe, morirá en la cárcel en 1980, por tanto, el objetivo de Gerry es limpiar el nombre de su padre.
Tras 15 años, Gareth Pierce, solicita unas copias de sus clientes, el encargado de los archivos que actuaba en complicidad con la policía estaba enfermo. El agente reemplazante, ignorando los acuerdos espurios, entrega una cantidad de carpetas y la abogada descubre una con información exculpatoria con una nota adjunta, con la siguiente advertencia: «Not to be show to the defence» (No mostrar a la Defensa).
En 2005, el entonces primer ministro británico, Tony Blair, pidió disculpas por la «terrible experiencia e injusticia» que sufrieron los Cuatro de Guildford y los Siete de Maguirre que fueron encarceladas. Gerry Conlon, falleció en 2014.
Todos los ciudadanos estadounidenses y de los países que se jactan de ser un Estado de Derecho (todo Estado lo es), debe tener a disposición del ciudadano que se enfrenta a la Justicia, todo lo que se averigüe mediante el uso de la maquinaria estatal, no sólo lo que favorece a la acusación sino también lo que pueda perjudicarla.
Y fue esa salvaguarda la que el FBI y el Departamento de Justicia violaron en tratar de armar una conexión rusa contra Trump. El memorándum del Congreso sobre la trama rusa, que el demócrata Adam Schiff, trató de impedir su publicación, dejó en muy mal lugar al FBI, que actuó como brazo armado del Partido Demócrata.
Quedando de esta manera en evidencia la conspiración (ahora abierta) del establishment, del estado profundo, del estado cloaca o como deseen llamarlo, contra Donald Trump. También se supo que uno de los hombres de Robert Mueller, el veterano agente del FBI Peter Strzok, fue apartado del caso tras conocerse que era un acérrimo enemigo de Donald Trump y que estuvo intercambiando correos con una colega y amante, Lisa Paige, comentando el caso y expresando un furibundo odio por Trump.
El Judicial Watch hizo público, correos en los que otro agente y el número dos de Mueller, Andrew Weissmann, alababan los intentos judiciales de bloquear todas las órdenes ejecutivas del presidente Trump.
También declaró John R. Maguirre, un ex agente de la CIA que trabaja con los contratistas de seguridad (mercenarios) de Blackwater, y el que sería el sucesor de Flynn como director de Seguridad Nacional, General H.R. McMaster, colaboró con la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en el espionaje del hijo de Donald, Eric Trump, Steve Bannon y otros colaboradores del presidente.
Durante las primarias, mientras los tontuelos de siempre se reían de Trump, el establishment estaba preocupado, sobre todo en el entorno de Jeb Bush. Paul Singer, un multimillonario, nacido en New York, fundador de Elliot Management Corporation, conocido en Argentina como «Fondos buitres», inversor de alto riesgo.
Singer le encargó una investigación sobre Trump a Fusion. Luego pasaría el dossier a Jeb Bush, Singer abandonó la campaña cuando triunfó Donald Trump. Los nuevos clientes serían el Comité Nacional Demócrata (DNC). El abogado Marc E. Elias, que trabajaba en la campaña de Hillary, tenía nexos con Fusion y recibía sus informes.
La existencia del dossier era un secreto a voces, se hablaba de copias que habrían llegado a distintas manos. El 18 de noviembre, el senador John McCain, hombre del establishment, se encontraba en la ciudad de Halifax, Canadá, en el Foro de Seguridad Internacional. En esa reunión fue presentado a un ex diplomático de alto rango que habría visto los documentos, conocía su fuente y lo creía confiable.
McCain decidió conocer la fuente, un emisario organizó el viaje, y se encontró con la fuente en un aeropuerto de un país no especificado como en una novela de espías, debía encontrar a un hombre con una copia del Financial Times. El oficial de contrainteligencia voló a encontrarse con McCain y le mostró los documentos, pero le advirtió que sería difícil o imposible verificarlos sin una adecuada investigación.
John McCain organizó una reunión con Comey, a solas y se los entregó. «Al examinar los contenidos y no poder emitir un juicio sobre su exactitud, entregué la información al Director del FBI. Ese ha sido el alcance de mi contacto con el FBI o cualquier otra agencia gubernamental con respecto a este tema», diría McCain posteriormente.
En la primavera de 2016, Glenn Simpson, fundador de Fusion GPS, acudió a Steele, su nuevo amigo y colega, y Steele, comenzó a investigar a Paul Manafort, nuevo director de campaña de Trump. Desde abril Steele investigó a Trump para la DNC, en junio de 2016, escribió su primer memorándum (escribiría un total de 16, entre junio y noviembre) y lo envió a Fusion en un correo cifrado, bajo el título:
«Elecciones presidenciales de Estados Unidos: las actividades del candidato republicano Donald Trump en Rusia y su relación comprometedora con el Kremlin».
En dicho informe hablaba de las «obsesiones personales y la perversión sexual de Trump», durante el viaje que el empresario había realizado a Moscú en 2013, y en el que había profanado deliberadamente el «lecho» ocupado por Obama en el hotel Ritz-Carlton, y que habría realizado el espectáculo de la lluvia dorada con rusas.
Steele pasó una copia al servicio de inteligencia de su propio país, por eso el responsable de la GCHQ, la agencia de inteligencia británica, Robert Hannigan, viajó a Estados Unidos para informar personalmente al director de la CIA, John Brennan. Según Hannigan el dossier Steele era «una patata radioactiva».
Edward Snowden mostró la estrecha relación entre la GCHQ y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y que aún forman parte de la alianza de espionaje Five Eyes (Cinco Ojos) entre Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda.
En el mes de julio, Steele realizó contactos en la división de contrainteligencia del FBI. En septiembre, Steele, viajó a Roma por segunda vez y se reunió con un equipo del FBI, y la reacción del FBI fue de «conmoción y horror». La oficina federal le pidió que explicara cómo había recopilado sus informes y el historial de sus fuentes, y le pidió que en el futuro enviara copias de todas ellas.
La Oficina no logró contrastar los hechos como ciertos, ni siquiera en contacto con el autor. Steele ya no podía viajar a Rusia y no podía interrogar a sus fuentes y encargó esa tarea a otros en una larga cadena de intermediarios, subfuentes, agentes operativos, etc. La identidad del autor del dossier sobre la trama rusa, Christopher Steele, fue revelada por primera vez por el The Wall Street Journal.
Steele fue o es un ex espía británico y trabajó para el MI6, el servicio de inteligencia de Reino Unido. Operó en «la estación Moscú» en los años 90, también en París y Afganistán. De regreso en Londres, su principal función consistió en analizar la información secreta obtenida sobre Rusia por sus sucesores.
Tras dejar su trabajo con el gobierno, fundó en 2009 con otros ex agentes la firma Orbis Business Intelligence, con sede en Londres, descrita como una consultora de inteligencia corporativa. Steele huyó con su familia, apenas se publicó su identidad. Los medios antiTrump, dijeron que Steele era un eximio y serio agente, pero el Jefe del M16, lo calificó de «idiota» por el débil informe sobre Trump.
Sería largo de comentar el papel de cada uno de los implicados en la trama rusa, que consta en mi artículo de referencia, como Carter Page, Andrew McCabe, Sally Yates, Dana Boente y Rod Rosenstein. Bruce Ohr, un alto cargo del Departamento de Justicia que mantenía contacto con Steele.
Su esposa Jill Ohr, en el 2015 había recibido 675.288 dólares, de dos entidades asociadas con el gobernador demócrata Terry McAuliffe, considerado el «mejor amigo» de Bill Clinton. En esos momentos, McCabe participaba de la investigación del FBI, sobre los correos electrónicos de Hillary. El matrimonio McCabe, también estuvo presente en la fiesta para Hillary, frustrada por el triunfo de Trump.
¿Se acuerdan de Strzok? el ex agente del FBI, mano derecha de Robert Mueller en la investigación sobre la trama rusa. Strzok puso en apuros la entonces cuestionada investigación cuando se supo por correos intercambiado con Page que era un furibundo antitrumpista y fan de Hillary Clinton.
Eso no lo creyeron los investigadores, pero a partir de los correos enviados y recibidos por agentes del FBI antitrumpistas, que a poco de tomar Trump posesión de su cargo, se formó una «sociedad secreta» compuesta por agentes y altos funcionarios del Departamento de Justicia para echar a Trump de la Casa Blanca.
Lo de «sociedad secreta» es bastante literal; así lo dijo el propio diputado por Texas John Ratcliffe que se referían a ella Strzok y Page en sus correos. Se trata de un documento de 384 páginas solicitado por los investigadores del Congreso al Departamento de Justicia y que fue entregado, del que faltan curiosamente los mensajes de cinco meses (desde el 14 de diciembre de 2016, cuando Mueller se hace cargo de la investigación, al 17 de mayo).
Strzok, ha vuelto a ser noticias estas semanas, cuyos correos electrónicos a su amante Lisa Page siguen asombrando algunos ya revelados y otros por revelar, no sólo no encontraron un crimen, sino que lo inventaron. Pero al igual que los soviéticos, antes y después de Beria, a menudo hacían lo mismo, poniendo la oscuridad en «Oscuridad al mediodía» con confesiones forzadas.
También podrían haber usado la famosa declaración de «Muéstrame al hombre y te encontraré el crimen», del jefe de la policía y del servicio secreto (NKVD), Lavrenti Pávlovich Beria. Aunque sean tiempos distintos, el abuso y la aberración cometida por los poderes del Estado los hacen iguales. En el caso contra Trump o Michael Flynn, el FBI se parece a la KGB.
El nombre de Lavrenti Beria está ligado a la represión estalinista, a los arrestos, a las ejecuciones masivas, durante la etapa final de la Gran Purga. El camarada Beria alcanzó su esplendor durante la Segunda Guerra Mundial, hasta la muerte de Stalin, luego sería juzgado y ejecutado a pedido de Nikita Kruschev, entonces era un obstáculo para la desestalinización.
Entre los servicios prestados a la Patria del Socialismo realmente existente, en 1940, le presentó a Stalin un plan de exterminio de prisioneros de guerra, civiles e intelectuales polacos que una vez firmado derivó en la masacre en los bosques de Katyn. Unos 22.000 prisioneros polacos fueron llevados a territorio soviético y resultaron ejecutados con un disparo en la nuca y sepultados en fosas comunes.
Arthur Koestler, el escritor, periodista, historiador, británico de origen judío, quien se alejó de la URSS, publicó libros sobre la tragedia totalitaria en la que degeneró el comunismo. Uno de ellos es «Eclipse solar» título alemán de su novela más célebre, en español se tradujo con el surrealista nombre de «El cero y el infinito», y su traducción al inglés se llama «Oscuridad al mediodía».
En ese libro Koestler se refiere a las purgas estalinistas de los 30. El protagonista, Nicholas Rubashov, es un viejo revolucionario consagrado al partido comunista. Rubashov fue ideólogo, conspirador, combatiente, propagandista y representante diplomático de la revolución bolchevique. Por su defensa del comunismo, sufre persecuciones, encarcelamiento y destierro.
Una vez la revolución está instalada en el poder, sacan a Rubashov de su cama y lo llevan a prisión. El número uno, el líder del partido, ya no necesita a Rubashov. Lo acusa de traidor al pueblo y a la revolución. El jefe número uno lo priva a Rubashov de pluma y papel, para que no pueda escribir y ni criticar. Luego de sufrir la tortura, Rubashov, recuerda las veces que descalificó a los críticos del número uno.
Rubashov los llamaba reaccionarios, conservadores, mafiosos, enemigos del pueblo. Todos ellos, incluida una de sus amantes, habían sido asesinados sin juicio, gracias a la justicia del pueblo, ejecutada por orden del número uno. Finalmente termina por entender que lo que está sufriendo él es lo mismo que hizo él contra aquellos que no compartían su ideología.
James Comey, el jefe del FBI durante este período de depravación, lo hizo en nombre de una élite social y política que no supieron aceptar la derrota electoral y se creyeron la encarnación del Pueblo. Toda la trama rusa no fue igual a los planes de Beria, sino mejor, fue otro Eclipse solar, no de Koestler sino de Comey y Peter Strzok.
El general Michael Flynn, exjefe de la Agencia de Inteligencia de Defensa y ex asesor de seguridad nacional del presidente Donald Trump, se declaró culpable el 1 de diciembre de 2017 de un cargo de mentir a agentes del FBI, durante la entrevista del 24 de enero de 2017. La entrevista estaba dirigida a los intercambios telefónicos de Flynn con el entonces embajador ruso en los Estados Unidos, Sergei Kislyak.
El FBI tuvo acceso a las transcripciones de las llamadas entre Michael Flynn y Kislyak, pero algunos de los principales funcionarios del FBI entonces, incluyendo al subdirector Andrew McCabe, decidieron que Michael Flynn no tenía que escuchar tales transcripciones, así su memoria se apartaba de ellas durante la entrevista.
En su lugar, los funcionarios acordaron el 23 de enero de 2017 que solo utilizarían algunas palabras clave de las transcripciones y permitirían a Flynn rellenar el resto según su recuerdo, según consta en los correos electrónicos. Sin embargo, al menos un funcionario cuestionó el plan sugerido.
“Ayer acordé que no deberíamos mostrar a Flynn [frase censurada] si no lo admitía. Pensé @ [sobre] ello anoche + [y] creo que deberíamos repensar esto”, escribió el funcionario en las notas con fecha del 24 de enero de 2017 (parece que la fecha fue corregida y antes ponía 23 de enero de 2017). Las notas continúan:
“¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Verdad/admisión o hacer que mienta, para que podamos procesarlo o hacer que lo despidan?”
El funcionario parecía creer que debían mostrar a Michael Flynn la transcripción que consiguieron e interrogarlo al respecto. Las notas decían:
“Regularmente mostramos a los sujetos pruebas. – con el objetivo de que admitan su mala conducta. – No veo que conseguir que alguien admita su maldad le vaya a resultar fácil a él”.
Los funcionarios del FBI habían elaborado la teoría de que Flynn había violado la Ley Logan al transmitir a Kislyak las posiciones de la administración entrante sobre varias cuestiones diplomáticas, incluidas las nuevas sanciones que supondrían la expulsión de los diplomáticos rusos y una votación en las Naciones Unidas sobre los asentamientos israelíes.
Un funcionario del FBI involucrado en la decisión de hacer una entrevista no estándar con el teniente general Michael Flynn había cuestionado si la oficina estaba tratando de atrapar a Flynn en una mentira en lugar de llegar a la verdad a través de su interrogatorio.
El FBI no debería «jugar», dijo el funcionario en notas manuscritas publicadas el 29 de abril (pdf). La oficina estaba arriesgando su reputación, según advirtió aparentemente este funcionario. «Si se nos ve jugando, WH [la Casa Blanca] se pondrá furiosa. Protejan nuestra institución no jugando», instó.
Las notas pertenecen al exjefe de contrainteligencia del FBI Bill Priestap, según confirmaron varios funcionarios a Just the News. Las iniciales en la esquina superior derecha de las notas parecen ser «EP», lo que coincidiría con el nombre completo de Pristap, Edward William Priestap.
El senador Chuck Grassley (R-Iowa) solicitó públicamente que el Fiscal General William Barr intervenga en el caso del ex asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, el teniente general retirado Michael Flynn. Grassley también criticó al FBI y al Departamento de Justicia (DOJ) por su manejo del caso contra Flynn, que fue parte de la investigación, conocida como Crossfire Hurricane, que el FBI había comenzado en el 2016 sobre presuntos vínculos entre Rusia y la campaña del entonces candidato Donald Trump.
Grassley, escribió en Twitter: «Los nuevos documentos del Departamento de Justicia parecen respaldar la afirmación del teniente General Flynn de que el equipo del FBI, el Departamento de Justicia y Mueller engañaron al veterano de 30 años en la investigación de Rusia. Durante años, he pedido los registros del Departamento de Justicia sobre Flynn». Su respuesta: «Nada que ver aquí».
«¡Obviamente no es cierto! Es hora de poner todas las cartas sobre la mesa. La transparencia trae responsabilidad». También pidió que se tomen medidas contra quienes violaron los derechos constitucionales de Flynn.
«Muchos de mis colegas están pidiendo legítimamente el enjuiciamiento de las personas que violaron los derechos constitucionales de Flynn», escribió. «MÁS IMPORTANTE AÚN, todo el país necesita saber cómo se violaron sus derechos. La verdad es más importante para que este abuso del FBI no se repita en otra persona».
Preguntó, ¿Mueller tenía estos documentos? ¿Por qué su equipo se sentó en ellos? ¿Qué más esconde el equipo de Mueller que le costó a los contribuyentes más de USD 30 millones? «La gente merece respuestas para restaurar la fe en las agencias federales de aplicación de la ley».
El 4 de enero de 2017, la oficina local del FBI en Washington D.C., esbozó un documento que delineaba la clausura de su investigación al Lt. Gen. Michael Flynn, el entonces asesor de Trump. En la tarde de ese día, Peter Strzok, el entonces jefe de las operaciones de contrainteligencia del buró, se contactó urgentemente con los agentes que manejaban el caso de Flynn, y les pidió no cerrarlo, según muestran los documentos archivados en una corte federal el 30 de abril.
Los documentos recientemente liberados muestran que el FBI concluyó que no había más pistas a seguir en la investigación a Flynn por casi tres semanas antes de que Peter Strzok y otros agentes realizaran la fatídica entrevista. El FBI quería determinar si Flynn había «coordinado actividades» con Rusia en alguna forma que amenazara la seguridad nacional o en violación de la Sección 951 de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA) o estatutos relacionados.
La investigación, con el nombre código Crossfire Hurricane (CH), también apuntaba a otros tres miembros de la campaña de Donald Trump. Flynn recibió el nombre código «Crossfire Razor».
«Tras la compilación de la información anterior, el equipo CH determinó que CROSSFIRE RAZOR ya no era un candidato viable como parte del caso más amplio CROSSFIRE HURRICANE», decía el documento. El documento fue enviado vía email el 4 de enero de 2017 a las 1:49 p.m. Tanto el emisor como el recipiente están censurados.
Unos 25 minutos después, Peter Strzok envió un mensaje a un agente del FBI cuyo nombre está censurado en los documentos liberados.
«Hey, si no han cerrado RAZOR, no lo hagan aún», escribió Strzok. «Okay», respondió el agente. «Todavía está abierto, ¿verdad?», preguntó Strzok. «¿Y tú eres el agente del caso? Te voy a enviar [censurado] por el archivo».
«No lo he cerrado. Voy a fijarme de vuelta para ver si [censurado] lo ha hecho», dijo el agente. «Aún abierto y aún estoy listado como quien maneja el caso (tenía que fijarme de vuelta)».
«Entiendo. No pude levantar [censurado] más temprano. Por favor, mantenlo abierto por ahora», dijo Strzok. «Lo haré», respondió el agente.
Strzok siguió con un mensaje de texto a Lisa Page, su amante en ese tiempo y también al entonces consejero especial del FBI, el entonces vicedirector, Andrew McCabe. Está muy claro que la invención de la trama rusa estaba dirigida a Trump ¿Pero a que responde la «confesión forzada» de Michael Flynn? Parecería ser que Flynn no sólo era un experimentado profesional de inteligencia que tenía que ser implicado y puesto fuera del camino para llegar al presidente, el verdadero blanco.
Pero parecer ser que no fue la única razón, Flynn era por sí mismo un objetivo. Si bien es cierto que no se puede nombrar a una fuente, pero durante la transición, circuló una versión que dice que Obama le dio a Trump dos consejos o sugerencias sobre quiénes consideraba las mayores amenazas para Estados Unidos, y para que el nuevo presidente pudiera estar prevenido, Kim Jong-un y Michael Flynn.
Muchos se preguntarán ¿Michael Flynn? ¿Qué tenía de especial que lo colocaba al nivel del norcoreano, del gordito con armas nucleares? Eso tan especial era Irán, el acuerdo con Irán (Plan de Acción Integral Conjunto) o (JCPOA), que, junto a la Ley de Atención Asequible, fueron los pilares de Obama en la que basaba su legado.
El «Proyecto Cassandra» fue una operación realizada por la DEA, apelando a la mitología griega. También fue el nombre que utilicé en diciembre de 2017 para titular un artículo de investigación que publiqué entonces. Durante los ocho años de su mandato, Obama, prometió a los estadounidenses que haría todo lo posible para luchar contra el terrorismo, un terrorismo al que se negó a llamarlo islámico.
Mientras afirmaba esto públicamente, con esa doble moral de los progres, estaba protegiendo secretamente a una de las organizaciones terroristas más mortíferas del planeta, responsable de la muerte de ciudadanos y artífice de múltiples envíos al país de toneladas de drogas. Obama había prometido en su campaña mejorar la relación con Irán y acercarse al mundo musulmán para hacerlos nuestros aliados.
En el reporte se detallaba como la Administración Obama saboteó subrepticiamente una operación de la (DEA) Agencia Antidrogas de Estados Unidos, que investigaba al grupo terrorista libanés chií Hezbolláh, apoyado por los iraníes, para garantizar y solidificar el pacto nuclear con Irán de 2015.
La investigación Proyecto Cassandra, se lanzó en 2008 luego que la DEA acumulara evidencia de que Hezbolláh se había transformado de una organización militar y política centrada en Medio Oriente en un cártel internacional, que investigadores creían que recaudaba hasta mil millones de dólares al año en drogas, el tráfico de armas, el lavado de dinero y otras actividades delictivas.
En los siguientes ocho años, los agentes que trabajaban en una instalación secreta de la DEA en Chantilly, Virginia, escucharon conversaciones telefónicas, hicieron operaciones encubiertas y utilizaron informantes para rastrear las redes ilícitas de Hezbolláh con la ayuda de 30 agencias de seguridad extranjeras y del país.
Además del tráfico de drogas, el grupo terrorista libanés se dedicaba al lavado de dinero y otras actividades delictivas, para apoyar acciones terroristas y a provocar disturbios en el Medio Oriente y en otras regiones del mundo. Inclusive estas actividades fueron llevadas a cabo dentro de los Estados Unidos.
Los envíos de cocaína se hicieron de hispanoamérica al África occidental, a Europa y Medio Oriente, y otros a través de Venezuela y México a los Estados Unidos. Los agentes rastrearon el dinero sucio, ya que fue lavado, entre otras cosas, en la compra de autos usados estadounidenses y enviándolos al África. Según el informe, los agentes rastrearon un río de efectivo sucio y lo que creían que era el círculo más interno de Hezbolláh y sus patrocinadores estatales en Irán.
Según Fox News, «lanzando una serie de obstáculos que retrasaron el proyecto, los funcionarios de la administración Obama ayudaron a permitir que la empresa criminal antiisraelí de 35 años se convirtiera en una importante amenaza de seguridad global financiando operaciones terroristas y militares».
En 2009, Barack Obama evitó por todos los medios que se aplicara la ley de narcotráfico al grupo terrorista Hezbolláh, pese a que sus actos delictivos afectaban a los Estados Unidos lugar donde se enviaba cocaína, en un intento por asegurar un acuerdo nuclear con Irán.
Cuando de acuerdo al Proyecto Cassandra fue calificado como un acto de conspiración, y los investigadores -después de acumular evidencias sustanciales- solicitaron la aprobación del Departamento de Justicia y del Departamento del Tesoro, para iniciar los procesamientos, esas dos carteras no respondieron.
Cuando buscaban la aprobación de importantes investigaciones, procesamientos, arrestos y sanciones financieras, los funcionarios del Departamento de Justicia y de Hacienda, retrasaron, obstaculizaron o rechazaron solicitudes, indicaron las fuentes. Los funcionarios de Obama pusieron obstáculos insuperables a los investigadores.
El Departamento de Justicia rechazó las solicitudes para presentar cargos criminales contra integrantes importantes, como el enviado de Hezbolláh a Irán, un banco libanés que blanqueó miles de millones de presuntos beneficios de drogas y un participante clave en una célula con sede en Estados Unidos de la fuerza paramilitar iraní Quds. El Departamento de Estado rechazó solicitudes para atraer objetivos de alto nivel a países donde pudieran ser arrestados.
Las entrevistas con docenas de participantes que en muchos casos hablaron por primera vez sobre los eventos envueltos en secreto, y una revisión de documentos gubernamentales y registros judiciales. Varios funcionarios norteamericanos que fueron parte de aquella operación, reconocieron que según el equipo de Obama aumentaba sus acciones para alcanzar un acuerdo nuclear con Irán, el Ejecutivo de Washington trabajaba en la sombra para frenar primero, y paralizar totalmente después, el Proyecto Cassandra.
«Eso fue una decisión política, fue una decisión sistemática», dijo David Asher, funcionario del Pentágono, analista del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que se especializa en finanzas ilícitas y que ayudó a establecer y ejecutar el Proyecto Cassandra. «Desmembraron en forma serial todo este esfuerzo que estaba muy bien respaldado y dotado de recursos, y eso se hizo de arriba abajo».
«A sabiendas, demolieron todo el trabajo realizado por la DEA, y la decisión llegó de lo más alto». David Asher agregó que los funcionarios de Obama obstaculizaron los esfuerzos para detener a los principales operativos de Hezbolláh, incluyendo a uno de los principales proveedores de armas del presidente sirio, Bashar al-Assad.
El éxito del Proyecto Cassandra fue su perdición, ir detrás de Hezbolláh, el satélite de Irán en el Líbano, en momentos en que la Administración Obama se jugaba a muerte por lograr el acuerdo nuclear con Irán. ЕӀ Pгοуеϲtο Cassandra fυе cerrado, у su equipo desmembrado y enviado a asignaciones no relacionadas con esta operación. Y la estrategia ԁе la agencia contra Hezbolláh fue liquidada.
En un artículo, la web de izquierdas Político, señaló que varios ex funcionarios de la administración Obama dijeron en condición de anonimato que estaban guiados por objetivos políticos más amplios, que buscaban mejorar las relaciones con Irán como parte de una estrategia amplia para evitar que Teherán adquiriera un arsenal nuclear, y liberar al menos a cuatro prisioneros estadounidenses en poder de Irán.
Dijo un ex funcionario de seguridad nacional de Obama. «No vas a dejar que la CIA gobierne el gallinero, pero tampoco dejarás que la DEA lo haga. Su enfoque a cualquier cosa tan complicada como Hezbolláh tendrá que involucrar el (proceso) interinstitucional, porque el Departamento de Estado tiene un pedazo del pastel, la comunidad de inteligencia tiene otro, el Tesoro lo tiene, el Departamento de Defensa también».
La ex funcionaria del Tesoro en la Administración Obama, Katherine Bauer, quien presentó un testimonio escrito elevado al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes reconoció que «bajo la Administración Obama… estas investigaciones (relacionadas con Hezbolláh) fueron aplastadas por temor a jorobar a Irán y poner en peligro el acuerdo nuclear».
Luego que se implementara oficialmente el acuerdo nuclear, en enero de 2016, los funcionarios del Proyecto Cassandra, como John Kelly, un veterano agente de supervisión de la DEA, dijo que fueron transferidos a otras asignaciones. El reporte enfatiza que el gobierno de Estados Unidos no solo «perdió la perspectiva» de las operaciones del tráfico de drogas de Hezbolláh, sino también de otros aspectos de sus vastas actividades criminales en todo el mundo.
El Proyecto Cassandra ilustra la inmensa dificultad para contrarrestar redes ilícitas en tiempos donde el terrorismo global, el narcotráfico y el crimen organizado se han fusionado, y como las agencias gubernamentales compiten por su «pastel» y el poder político va a la deriva detrás de ideales armonistas y buenistas. Estos armonistas no saben que no sólo no evitaron que Irán acceda a un arsenal nuclear, sino que le allanaron el camino.
Ex miembros del proyecto Cassandra dicen que los funcionarios del gobierno bloquearon sus esfuerzos para perseguir a los principales operadores de Hezbolláh, como el apodado el «Fantasma», uno de los traficantes de cocaína más grandes del mundo, incluyendo a los Estados Unidos. así como un importante proveedor de armas convencionales y químicas para uso de Bashar al-Assad.
Cuando el distribuidor de armas, el libanés Ali Fayad, un alto cargo de Hezbolláh, a quien los agentes consideraban reportado a Vladímir Putin, como proveedor clave de armas a Siria e Irak, fue arrestado en Praga, en la primavera de 2012. Durante esos casi dos años de detención, los altos funcionarios del gobierno de Obama, declinaron aplicar presión para que Fayad sea extraditado a Estados Unidos, incluso cuando Putin estaba presionando de forma agresiva contra Fayad.
Ali Fayad, había sido instruido en los tribunales de Estados Unidos por planear los asesinatos de empleados del gobierno de Estados Unidos, intentar proporcionar apoyo material a una organización terrorista e intentar adquirir, transferir y usar misiles antiaéreos, finalmente fue enviado a Beirut.
Los ex funcionarios de la administración Obama, señalaron que el Departamento de Estado condenó la decisión de no entregar a Ali Fayad. Kevin Lewis, portavoz de Obama tanto en la Casa Blanca como en el Departamento de Justicia, negó haber desbaratado cualquier acción contra Hezbolláh por razones políticas.
Pero como la política no es una cuestión de ética o moral, como creen los progres, me quedo con Edmund Burke: «Un error en política, es peor que un crimen». Soy partidario y defensor de la Razón de Estado, pero no soy partidario de la Razón de Establo de la progresía, que para lo único que sirve es para fortalecer a los enemigos y debilitar la eutaxia del Estado, para mantenerse en el tiempo.
Se sabe que Flynn fue uno de los más firmes opositores del acuerdo con Irán dentro de la administración Obama en primer lugar y, con su historial militar como un general de tres estrellas más la experiencia de inteligencia mencionada, tal vez el más poderoso. Derribar a Flynn era un golpe de doble impacto para el nuevo presidente, mientras se esperaba que ayude a preservar el acuerdo con Irán.
Lo segundo no funcionó, la primera sí… durante un tiempo. Eso está en las noticias en estos días pandémicos según los documentos revelados, y que esos documentos tengan «SCO» (Oficina de Asesoramiento Especial) escrito en ellos, entre otras notas incriminatorias que indican que había una «trampa» en las cartas para Flynn.
Esto no termina en James Comey, por más culpable que sea, este personaje que se identificó en Twitter como el teólogo Reinhold Niebuhr no es el fin de la historia, esto debe llegar donde corresponda, bien arriba, eso esperamos. Al prófugo Christopher Steele, le vendieron «carne podrida» como se suele llamar en la jerga de los espías, y él la revendió.
El The Washington Post, lleva como lema: «La democracia muere en la oscuridad», justamente ellos los globalistas que son el brazo político del partido Demócrata. ¿No será el «Eclipse solar» o la «Oscuridad al mediodía»?
Tony Blair, pidió disculpa a los familiares de los injustamente encarcelados, aquellos que fueron condenados y se les negó la información necesaria para su defensa. ¿Quién le va a pedir disculpas a Trump, a Flynn y a los ciudadanos? ¿Quién se va a hacer cargo del Not to be shown to the defence? El establishment quiere ser juez y parte, dueño del patíbulo y de la cuerda para que lo use el reo.