SERIE ROJA – 2
LA CAÍDA DEL ZAR NICOLÁS II
EL ASCENSO DE ALEKSANDR KERENSKI
Ricardo Veisaga
ALEKSANDR KERENSKI
A pesar de las concesiones de Nicolás II, la desgraciada represión contra los manifestantes había radicalizado a las masas trabajadoras y campesinas. Estaba muy vivo los sucesos del «Domingo sangriento» o «Domingo rojo», cuando el ejército del zar mató alrededor de un millar de personas concentradas a las puertas del Palacio de Invierno en San Petersburgo.
El día 23, el Día Internacional de la Mujer, según el calendario juliano, un numeroso grupo de mujeres trabajadoras se concentraron en el centro de San Petersburgo, dos eran los reclamos, el fin de la monarquía y la participación rusa en la Primera Guerra Mundial. Pero no fue hasta el 24 de febrero cuando la revuelta se generalizó por toda la ciudad, dando comienzo a la Revolución rusa de 1917.
Aunque las fuerzas zaristas abrieron fuego contra los manifestantes, no lograron frenar la insurrección. Los movimientos revolucionarios de 1917 habían heredado de sus predecesores la organización en sóviets. Esas organizaciones obreras habían surgido como oposición a la monarquía y fueron muy importantes en el levantamiento de febrero.
El triunfo de la revolución se concretó el 27 de febrero con la toma del Palacio Táuride, sede de la Duma. Los dirigentes sindicales y socialistas se reunieron para conformar el Sóviet de Petrogrado. El propósito que buscaban era formar un gobierno provisional para reemplazar al zar. Nicolás II ante la falta de apoyos abdicó sus derechos y los de su hijo, el 2 de marzo de 1917 (15 de marzo de 1917, según el calendario gregoriano) en favor de su hermano Miguel.
La dinastía Románov llegó a su fin, iniciándose el gobierno de los sóviets. La abdicación se produjo en la localidad de Dno, nombre que en ruso significa fondo. El zar Nicolás II no opuso resistencia a su detención. El zar había salido a inspeccionar a las tropas enfrentadas a Alemania en el frente oriental de la Primera Guerra Mundial, y cuando regresó, dos semanas después, se había convertido en un simple ciudadano bajo arresto domiciliario.
La Rusia de entonces estaba sumida en el caos, no fue la «Revolución de Octubre» la que acabó con la monarquía zarista, sino la «Revolución Febrero» de ese mismo año. Por una revolución popular y el poder, finalmente, recayó en manos del príncipe Gueorgui Yeguénievich Lvov, primer presidente del Gobierno Provisional Ruso, entre el 15 de marzo al 21 de julio de 1917. Alexandr Kerenski fue el segundo y último primer ministro tras la Revolución de Febrero y su figura principal.
El zar Nicolás II fue conducido junto a su esposa y a sus hijos al palacio de Tsárskoye Seló, ubicado en las afueras de Petrogrado, y se le permitió retener algunos privilegios domésticos. Kerenski, preocupado por la seguridad de la familia imperial, intentó inicialmente enviarlos a Inglaterra, su primo el rey Jorge V, había enviado en marzo una invitación.
Hubo una rotunda oposición del Sóviet de Petrogrado y el rey Jorge V retiró su invitación, no quería problemas políticos internos y por la dura oposición del Partido Laborista. Inglaterra, Alemania y su antigua aliada Francia ignoraron sus pedidos de asilo. Alexandr Kerenski, temeroso de un intento de asesinato, en agosto de 1917, mandó a la familia Románov a Tobolsk, en Siberia. Antes de la partida de Nicolás II, Kerenski, le dijo a Nicolás II: «Los sóviets desean mi cabeza, después vendrán por usted y su familia».
Tobolsk era una zona pro monárquica, por tanto, la familia del zar gozaba de una cierta libertad de movimientos, hubo posibilidades de fuga ya que la guardia era escasa y los soldados llegaron a entablar una relación bastante amistosa con los prisioneros. El gobierno de Kerenski cayó en octubre de 1917, Aleksandr Kerenski tuvo que huir al extranjero y la suerte de la familia imperial quedó a merced del gobierno de los bolcheviques.
Un año después los bolcheviques lo ejecutarían junto a su familia. Los bolcheviques liderados por Lenin desalojaron a Kerenski en octubre y desataron una sangrienta guerra civil bajo los postulados de Karl Marx. Eran los «Rojos» que se lanzaron contra los «Blancos», una coalición amplísima de conservadores y liberales, algunos favorables a la monarquía, otros ligados a la Iglesia Ortodoxa Rusa, y también ligados con sectores menos radicales, socialdemócratas, socialistas revolucionarios y «mencheviques», enemigos jurados de los comunistas.
El origen de la primera guerra civil en Rusia, se encuentra en un almacén de Bruselas, en ella se reunieron 43 delegados del partido socialdemócrata ruso, entre ellos se peleaban por el control del periódico «Iskra» que era el órgano de expresión del partido marxista clandestino, en los orígenes de la revolución rusa. Se celebraba el segundo congreso del partido.
Lenin en «Un paso adelante, dos atrás», de 1904, se refirió a las facciones en que se había dividido el partido. Por un lado, estaban los bolcheviques, liderados por Lenin, y los mencheviques por Yuly Mártov. Lenin diría: «Hemos escuchado cascadas de ardientes y enardecidos discursos, calentones hasta el punto de la irresponsabilidad (…) habladurías y cotilleos en todos los bandos (…) Para mí resulta indecente y reprobable ir por ahí difundiendo cotilleos fuera del Congreso sobre las cualidades personales y las acciones de los miembros…».
En el año 1903, los socialdemócratas se encontraban alejados de Rusia, estos eran la llamada «intelligentsia» conformada por estudiantes, escritores, profesionales, una cultura al margen de la Rusia oficial. No pertenecían a la supuesta clase obrera urbana, ya que no era un país industrial, pero tampoco al campesinado oprimido. No eran los siervos del imperio que tomarían las calles en febrero de 1917, para derrocar a Nicolás II. Ni los bolcheviques ni los mencheviques fueron protagonistas en la caída del zar.
Los socialdemócratas no ejercieron un papel importante en la huelga que culminó en el levantamiento de 1905, pero fueron astutos para saber aparecer en el momento justo para organizar los sóviets. Las reformas de Nicolás II para promover una monarquía constitucional ilusionaron a las masas en 1905 pero el zar incumplió sus promesas y todo quedó en un fracasado intento reformista. Ese hecho abriría paso a la revolución, ayudada por una grave hambruna y la crisis que padeció Rusia durante la Gran Guerra.
El origen de la disputa y la ruptura que marcaría al partido en el futuro, sobre todo en la conquista del poder en la Revolución de Octubre, estaba en el primer artículo de los estatutos, en lo que establecían las reglas para ser admitido en el partido. Lenin sostenía que solo podían ingresar aquellos que participaran en la organización directa. Mártov esgrimía que había que ampliarla a cualquier persona que reconociera el programa y fuera obediente con la dirección. Lenin lograría también el control del periódico Iskra.
Lenin consiguió el triunfo en las votaciones por un margen pequeño. Lenin decide darles a sus seguidores el nombre de «bolsheviki» (bolcheviques) que significa mayoría en ruso, y a sus opositores «mensheviki» (mencheviques) que significa minoría. En realidad, hay que decir que los minoritarios fueron los bolcheviques, en los años siguientes tuvieron más afiliados. Para el Congreso de Estocolmo de 1906, los mencheviques tenían 18.000 afiliados frente a los 13.000 de los bolcheviques.
Ese mismo año se produjo la segunda Revolución, y que, según algunos autores, fue un golpe de Estado protagonizados por los bolcheviques contra el gobierno de Alexandr Kerenski, quien había sido un antiguo correligionario. Los bolcheviques durante la Guerra Civil rusa continuaron aniquilando a todos sus oponentes, periodo que se llamó el terror rojo.
Aleksandr Kerenski, era parte del Partido Social Revolucionario, la tercera fuerza de la izquierda en disputa, también llamados eseristas, e identificados con el populismo más cercano al campesinado. El menchevique Julius Mártov, no era una persona con dotes de liderazgo. León Trotski, que entonces era menchevique, sostenía que Lenin era una especie de Robespierre, era alguien con liderazgo. Hay que decir que Trotski cambio de facción, se hizo bolchevique, para formar la Guardia Roja bolchevique, que emprendería el golpe de Estado en 1917.
Las facciones en pugna luego del congreso de Praga de 1912 que organizó Lenin, se produjo la ruptura total. Como dijimos antes, en 1905, se había producido la revuelta contra el zar Nicolás II y se creó el Sóviet de San Petersburgo (el consejo del pueblo) y fue capitalizado por los mencheviques. Según Orlando Figes, la verdadera fuerza detrás del sóviet era León Trotski: «no había nadie que defendiera el menchevismo entonces como él».
Luego de la revuelta de 1905 el poder siguió en manos de la monarquía, y los socialdemócratas continuaron sus actividades en el exilio, eso sí, en durísimas condiciones. La principal diferencia surgió en 1908, los mencheviques sostenían que, para culminar en el marxismo, era necesario establecer una alianza con la burguesía liberal. Lenin sostenía lo contrario y decía que el planteo de los mencheviques era contrario a los principios del partido.
Según la concepción que tenía de la política, Lenin, esta era una lucha continua, permanente. Buscó la confrontación con sus rivales, la confrontación total. Dijo Lenin: «La división entre mayoría [bolcheviques] y minoría [mencheviques] es una directa e inevitable consecuencia de la división entre un ala socialdemócrata revolucionaria y otra oportunista». La Gran Guerra había hundido al régimen monárquico, entre el 23 y el 28 de febrero la población derribó al gobierno y se constituyó el gobierno provisional de Aleksandr Kerenski.
Lenin fue ajeno a la caída de la monarquía, este hecho lo tomó de sorpresa, viajó después desde Suiza apoyado por el gobierno alemán. Las movilizaciones fueron determinantes para la caída del zarismo y eran ajenos a lo que luego sucedería en la Revolución de Octubre. El gobierno de Kerenski era muy débil, las manifestaciones son importantes para tomar las calles, pero una cosa es tomar las calles y otra distinta tomar el poder.
Aleksandr Fiódorovich Kerenski
Nació en Simbirsk (hoy Uliánovsk), el 22 de abril de 1881, y falleció en New York, el 11 de junio de 1970. Simbirsk hoy ya no existe con ese nombre en 1924 pasó a llamarse Uliánovsk en honor a Vladímir Lenin (Uliánov era su apellido), nacido once años después que Kerenski en la misma ciudad.
Su padre era el director de la escuela, y llegó a impartir clases al joven Lenin. La familia Kerenski se trasladó después a Tashkent, la capital de Uzbekistán, entonces parte del Imperio ruso. En esa ciudad coincidió con un ambicioso militar llamado Lavr Kornílov, el general que, años después, intentaría liquidar el Gobierno Provisional Ruso a cargo de Aleksandr Kerenski, con un golpe de Estado. Fue capaz de impedir el golpe de Kornilov, pero no el golpe de Estado bolchevique que tomaron el poder.
En vida se desempeñó como político, abogado y dirigente revolucionario ruso que jugó un papel importante en la caída del régimen zarista en Rusia. El apellido familiar, les fue otorgado por el obispo ortodoxo de la región de Penza a la familia (su abuelo era sacerdote), y hace referencia a su localidad de origen, Kérensk.
Aleksandr Kerenski era el cuarto de cinco hermanos, tenía tres hermanas mayores Elena, Anna y Nadezhda, y un hermano menor Fiódor. Su padre era profesor y tendría una carrera exitosa, muy pronto sería ascendido en el escalafón del Ministerio de Educación, y su madre, Nadezhda Adler, había sido alumna de su padre.
En 1904 fue ingresado en la cárcel por actividades revolucionarias y, luego de su liberación, se convirtió en abogado, defendiendo en los tribunales a militantes socialistas perseguidos por las autoridades zaristas. En 1912 adquirió notoriedad por su investigación de la masacre del Lena, en la que tropas del ejército abrieron fuego contra obreros en huelga de las minas de oro, provocando cientos de muertos.
En 1906, fue elegido diputado de la Duma por el «Partido del Trabajo», conocido popularmente como trudovikí, una escisión moderada del «Partido Social Revolucionario» (SR). El estallido de la Primera Guerra Mundial sorprendió a Kerenski a bordo de un vapor en Saratov, donde coincidió con la hermana de Lenin. Kerenski le habría dicho: «No se preocupe, pronto volverá a verlo. Habrá una guerra y le abrirá el camino a Rusia».
Al producirse la Primera Guerra Mundial y como dirigente de los «trudovikí» de la Duma, se negó a votar a favor de los créditos de guerra que requería el gobierno el 26 de julio, en consonancia con los diputados socialdemócratas. Movido por el patriotismo llamó a la defensa del territorio. Durante la guerra mantuvo una posición cercana a la de los delegados socialistas, que defendieron en la Conferencia de Zimmerwald, y que fue respaldada por lo que quedaba del Partido Social-Revolucionario de Petrogrado.
Para 1915, la policía secreta le consideraba la más importante figura revolucionaria y con mayores probabilidades de reunir a las diversas facciones y levantarse contra la monarquía. En 1916, una complicada operación de riñón lo alejó de las Cortes durante el invierno y la primavera de ese año. Convencido de la inminencia de la revolución, cargó contra el zar y al mismo tiempo animaba a la Duma a encabezar la lucha contra la monarquía y mantenía contactos con organizaciones obreras y con la guarnición capitalina.
En los primeros momentos de la Revolución de Febrero fue muy popular, dirigió las tropas a la Duma para que estas se involucraran en la revolución. Ordenó el arresto de los ministros del Gobierno en nombre de las Cortes y entregó algunas salas del Palacio Táuride al nuevo Sóviet de Petrogrado. Al comienzo del nuevo gobierno fue ministro de Justicia, desde mayo ministro de la Guerra y, finalmente, primer ministro en julio de 1917.
Kerenski estaba conforme con el orden que había surgido de la Revolución de Febrero, sin embargo, provocó la primera crisis al criticar abiertamente al ministro de Exteriores, el liberal Pável Miliukov, durante la crisis de abril que acabó con el primer Gobierno de la etapa revolucionaria. El nuevo Gobierno de coalición entre burgueses y socialistas que tomó posesión el 6 de mayo albergaba a destacados dirigentes socialistas en el nuevo Consejo de Ministros, a pesar de oposición inicial del Sóviet de Petrogrado.
En los siguientes gabinetes hasta la Revolución de Octubre estarían dominados por Kerenski. Además del carisma mostrado al inicio del periodo revolucionario, Kerenski gozaba de una excelente retórica. El embajador francés Maurice Paléologue escribió:
«La simple lectura de sus discursos no ofrece una idea clara de su elocuencia ya que su personalidad física es quizá el elemento más efectivo de su poder que tiene para fascinar a las masas. De vez en cuando una inspiración misteriosa o profética transforma al orador e irradia a su alrededor en ondas magnéticas. La ardiente intensidad de sus maneras, el fluir a veces apasionado y a veces intermitente de sus palabras, los súbitos ataques de sus pensamientos, la decisión de sonámbulo de sus gestos, la fijeza e intensidad de sus pupilas, el retorcimiento de sus labios y su cabello erizado lo hacen parecer un monomaniaco o un poseso».
Gracias a sus dotes de orador, Kerenski fue ascendiendo hasta encontrarse, según sus propias palabras, «en el centro mismo de los acontecimientos que cambiaron la historia de Rusia, y ocupar en ese centro el punto matemático de centrismo». Pero Kerenski ignora que no hay tal centrismo y esa es su tragedia. «El participante en acontecimientos históricos no percibe las consecuencias de sus propias acciones, sino que intuye meramente, más o menos, el significado de esas consecuencias», dice en las primeras páginas de su libro: «La catástrofe».
El gobierno tenía planeado una ofensiva en el verano y necesitaba levantar los ánimos de las tropas, eso inclinó la balanza en favor de Kerenski para ser nombrado ministro de Defensa. Es cierto que hubo oposición de los «Kadetes», que se oponían a que fuese nombrado un socialista como ministro de Defensa. Los miembros del Partido Democrático Constitucional eran llamados Kadetes, por las siglas KD del nombre del partido en ruso.
Aleksandr Kerenski pese a su carisma no pudo aportar un programa claro a su ministerio. Apenas pudo recuperar parcialmente la disciplina en las unidades militares durante la primavera. Realizó una prolongada visita al frente para animar a las tropas y preparar el terreno para la próxima ofensiva.
Como ministro de Guerra y con el respaldo de los Aliados, las fuerzas de derecha y la mayoría socialista moderada del Sóviet de Petrogrado, trató de devolver al país a la ofensiva en la guerra mundial y logró el apoyo del Sóviet para un nuevo avance en contra de los Imperios Centrales en julio de 1917, por tal motivo se dirigió al frente. La ofensiva, luego de unos avances sorprendentes en los primeros días, terminó siendo un fracaso.
El nombre de Imperios Centrales responde a la posición central ocupada por Alemania y Austria-Hungría en Europa. Los Imperios Centrales era una coalición integrada por los imperios alemán y austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial, más tarde se sumarian el imperio Otomano y el Reino de Bulgaria. Kerenski fue delegado como ministro para tratar con la Rada Central Ucraniana, en la que se acordó un acuerdo entre ambas entidades.
Sin embargo, el acuerdo fue rechazado por los ministros Kadetes a su regreso el 1 de julio de 1917, a Petrogrado, lo que llevó a su renuncia por el desacuerdo entre los ministros socialistas y liberales, y la posterior dimisión del primer ministro, el príncipe Gueorgui Lvov. El fracaso de la ofensiva militar, la crisis de Gobierno y las protestas en Petrogrado conocidas como las Jornadas de Julio, llevaron al país a la inestabilidad.
Pese a ser republicano, Kerenski, mantuvo muy buenas relaciones con la familia real caída en desgracia. Intentó enviar al exilio a los Románov a Gran Bretaña, pero no lo apoyaron ni el partido ni el Sóviet de Petrogrado, y tuvo que abandonar el plan. Al ver que la revolución estaba en marcha, los envió a Tobolsk, en Siberia, para alejarlos del peligro. Trató infructuosamente que los gobiernos de Gran Bretaña y Alemania acogieran a la familia real, pero fue ignorado.
Luego de la dimisión del príncipe Georgi Lvov, el 7 de julio (20 de julio, para nosotros) Aleksandr Kerenski asumió el gobierno. Siguió conservando el cargo de ministro de Defensa y su figura adquirió mayor poder sobre todo por el fracaso de la ofensiva del 18 de junio. En tanto en el gobierno su poder era muy menor, cada vez se inclinaba más hacia la izquierda y cediendo el poder ante el Sóviet de Petrogrado.
El 14 de julio tuvo que regresar de uno de sus viajes al frente para arreglar con Miliukov la formación de un gabinete de coalición, en la que se integrarían socialistas con Kadetes, pese a su animosidad, pero ambos coincidían en la necesidad de un acuerdo para evitar a los extremistas de izquierda y de derecha. Para lograr el acuerdo Kerenski se vio forzado a dimitir fugazmente.
El acuerdo excluía a Chernov del Gobierno y hacía a este independiente del Sóviet y del partido de Miliukov, y mantenía a Kerenski como presidente. El triunvirato formado por Kerenski, Teréshchenko y Nekrásov, controlaba el nuevo Consejo de Ministros. Nekrásov, acababa de abandonar oficialmente el partido de Miliukov. Pese a todo, el nuevo gabinete era débil.
El comandante en jefe del Ejército Lavr Kornílov, se fue convirtiendo en un estorbo, Kerenski quería implantar una dictadura para poder imponer un plan de reformas, y Kornílov era un serio obstáculo para esos planes, por tanto, decidió destituir al general Kornílov, pero no logro el apoyo de la izquierda y la derecha que lo había aceptado muy a disgusto, mostró su apoyo a Kornílov.
En septiembre se sucedió un intento fallido de golpe de Estado contrarrevolucionario, este intento fue llevado a cabo, como era de esperar, por el comandante en jefe del Ejército ruso, el general Lavr Kornílov. Al producirse el golpe se produjo la dimisión de los ministros, el general Kornílov se proclamaría a sí mismo comandante en jefe supremo. El gobierno provisional ruso y los Sóviet recibieron el apoyo masivo de la población, lo que hizo que el golpe militar fracasara a los pocos días de haberse producido.
El fallido golpe del general Kornílov aumentó el desprestigio y debilitamiento de la figura de Kerenski, desacreditó a la derecha, a los políticos moderados y permitió el resurgimiento de los radicales, acelerando los preparativos para la toma del poder de los bolcheviques. Kerenski estaba convencido de que la alianza entre los alemanes y Lenin y el golpe de Kornílov, habían estropeado la evolución democrática del país.
Entre la gente se había implantado la sospecha de que Kerenski estuvo involucrado en los planes del comandante en jefe. El imperio ruso estaba agotado luego de tres años de guerra, la población quería la paz a cualquier precio. Mientras tanto, Lenin y su Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, la facción Bolchevique, prometían «paz, tierra y pan» bajo un sistema comunista.
Mientras tanto, el Ejército sufría constantes deserciones de soldados de origen obrero y campesino. En tanto Kerenski y los dirigentes políticos se sentían obligados por los compromisos acordados con los aliados y debían continuar la guerra contra el imperio alemán. Estaban consientes de llegar a un acuerdo de paz sería al precio de entrega de enormes territorios. Pero la negativa de retirar a Rusia de la guerra, también sería su perdición.
Durante las jornadas del golpe del general Kornílov, Kerenski había repartido armas entre los trabajadores de Petrogrado. Kerenski no había imaginado que la mayoría de estos obreros se pasarían al bando bolchevique. En los planes de Lenin estaba liquidar el gobierno que presidía Kerenski antes de que se legitimase en las elecciones de la Asamblea Constituyente.
La Asamblea Constituyente Rusa era un cuerpo constitucional elegido en forma democrática en Rusia, y que se constituyó después de la Revolución de Octubre de 1917. Los preparativos para las elecciones y las fechas de votaciones prometidos por el Gobierno Provisional Ruso, fue excesivamente lento y se retrasaron en varias ocasiones, para cuando tuvieron lugar, el Gobierno Provisional había sido derrocado por los bolcheviques.
El 26 de agosto, ante la indecisión de la Conferencia Democrática, Kerenski anunció la formación de un nuevo gabinete de coalición social-burguesa, con socialistas poco destacados. Anteriormente había formado un triunvirato y adelantado la convocatoria de la Asamblea constituyente, pero ninguna de las maniobras logró detener su debilitamiento político. Esta Asamblea fue el primer intento de crear el nuevo organismo de control fue la convocatoria de la «conferencia democrática» que, según los socialrevolucionarios, sería un «pre-parlamento», hasta que fuera relevado por la Asamblea Constituyente en el que los burgueses estarían en minoría.
La convocaron tanto los mencheviques a través del comité ejecutivo central como sus aliados socialrevolucionarios a través del Comité Ejecutivo de los Sóviets de Campesinos. Los socialistas moderados trataban de recuperar la autoridad y resolver la crisis política desencadenada por el golpe de Estado. Las figuras progresistas se negaron a ser parte de ella y de enfrentar a los partidos tradicionales de la burguesía.
Las únicas opciones viables volvían a ser el Gobierno soviético o la vuelta a la coalición tradicional. Impotente para detener la desintegración de las fuerzas armadas y la extensión de las revueltas en el campo, Kerenski tuvo que contemplar los preparativos de los bolcheviques para hacerse con el poder sin poder evitarlo. Un intento de última hora de neutralizar a estos fracasó.
La misma noche del 24 de octubre rechazó una solicitud de última hora del pre-parlamento, comunicada por una delegación encabezada por Fiódor Dan, para aplicar ciertas medidas que en opinión de esta podrían impedir la toma del poder por los bolcheviques. Durante la Revolución de Octubre abandonó la capital. El 25 de octubre de 1917 los bolcheviques tomaron el poder en lo que sería conocido como la Segunda Revolución o Revolución de Octubre.
Kerenski intentó recuperar el poder tras la Revolución de Octubre con al apoyo de las unidades del frente y fracasó. Ante el peligro real de ser entregado a los bolcheviques por las propias tropas cosacas del general Krasnov, quien había marchado contra la capital, pero había sido repelido en las colinas de Púlkovo, fue evacuado del palacio de Tsárskoye Seló por Abraham Gotz y Nikolái Avkséntiev, el 31 de octubre, fue disfrazado de marino. Un automóvil lo llevó en dirección a Luga, lejos de la capital.
Kerenski logró escapar de los bolcheviques y se dirigió a Pskov, donde reunió tropas leales en un intento de tomar la capital. Capturaron Tsárskoye Selé, pero serían derrotados sin derramamiento de sangre al día siguiente, en Pulkovo. Por poco Aleksandr Kerenski logró escapar y durante las siguientes semanas viviría oculto hasta huir del país, hasta alcanzar finalmente Francia. Durante la guerra civil rusa no apoyó a ninguno de los bandos. Kerenski se oponía tanto al régimen bolchevique como a los generales reaccionarios del Movimiento Blanco que querían restaurar la monarquía.
A Kerenski no le quedaba otro camino que el exilio. De haberse quedado en Rusia, posiblemente hubiera seguido el destino que tuvo Kornílov, cuyo cadáver fue exhumado e incinerado en plaza pública, sus cenizas esparcidas al aire, o el último jefe de Estado de la Rusia blanca, el almirante Aleksandr Kolchak, quien fue ejecutado de un disparo y arrojado al Irtish, que se llevó el cadáver al olvido.
En mayo de 1918 llevó a cabo negociaciones con el representante británico en Rusia, Bruce Lockhart, en nombre de la «Unión por la Regeneración de Rusia», y a finales del mes de mayo se trasladó disfrazado de Moscú a Múrmansk para viajar a Gran Bretaña. En ese lugar pretendía entrevistarse con los primeros ministros de Gran Bretaña y Francia, Kerenski, fue recibido con frialdad por franceses, británicos y por la comunidad rusa en el exilio.
Tuvo que permanecer en Gran Bretaña ante la imposibilidad de enviarlo a los Estados Unidos, ya que no deseaban su presencia en ese país, o especulaban con devolverlo a Rusia sin que el Gobierno británico quedase asociado a su figura. Durante su exilio tuvo que dedicarse al periodismo, obteniendo una reputación de entendido en asuntos soviéticos y duro crítico del gobierno de la Unión Soviética.
Kerenski, logró llegar hasta Francia, y vivió en París hasta 1940, viviendo las interminables disputas y escisiones de los líderes democráticos rusos del exilio. Lugar donde su figura se fue apagando lentamente, pero su carácter trágico persistió. Tras la invasión de Francia por parte de los nazis, Kerenski, logró escapar a Estados Unidos, y desde allí viajó más tarde a Australia, donde su segunda esposa se encontraba gravemente enferma.
Luego de la invasión alemana a la Unión Soviética, Kerenski ofreció su ayuda a Stalin, pero este ni le respondió. En ese periodo realizó transmisiones radiofónicas en ruso en apoyo de su país. Una vez finalizada la guerra organizó un grupo llamado la «Unión para la Liberación de Rusia», pero pasó desapercibido. En 1946 regresó a Estados Unidos, New York sería su domicilio, se instaló cerca de Central Park, y colaboraría con la Fundación Hoover y el departamento de ruso de la Universidad de Stanford.
En Stanford dictó clases, aprovecho para ampliar y consultar su archivo de historia rusa, también ofreció numerosas conferencias y escribió artículos y libros. Sus obras más importantes son: El preludio al bolchevismo, de 1919, La Catástrofe, de 1927, La crucifixión de la libertad, de 1934 y Rusia y el punto de inflexión de la historia, de1966.
En el año 1967 recurrió al gobierno soviético para que le permitieran regresar al país, para ello retiró sus acusaciones contra los bolcheviques en los sucesos de 1917, su demanda no tuvo éxito. Acuciado por sus problemas de salud, se vio obligado a vender sus archivos a la Universidad de Austin por cien mil dólares, para poder afrontar su tratamiento médico.
Aleksandr Kerenski, fue uno de los últimos supervivientes de la Revolución rusa, en 1970 falleció a los 89 años de edad el hospital St. Luke’s de New york. La iglesia ortodoxa rusa en el exilio se negó a brindar sus servicios funerarios, al considerar al socialista y masón Kerenski responsable del hundimiento del antiguo régimen y de la caída de Rusia frente al comunismo.
Una Iglesia ortodoxa serbia tampoco accedió a ofrecer sus servicios. El cuerpo de Kerenski fue entonces trasladado a Londres, donde sería enterrado en un cementerio aconfesional. Sus restos se encuentran en el cementerio de Putney Vale de Londres, lugar donde residía su hijo. El epitafio reza: «Alexander F. Kerensky. Nacido el 4 de mayo de 1881, fallecido el 11 de junio de 1970». En ella no se hace ninguna referencia al cargo que ocupó en la Rusia post monárquica, ni a los sucesos en los que se vio implicado. Hasta su muerte, defendió los ideales democráticos en Rusia.
Aleksandr Kerenski publicó unas memorias con su propia versión de los hechos, con el título de La catástrofe, en 1927, realizada con motivo del décimo aniversario de la Revolución rusa. Ese mismo año llegaría al cine la película: «Octubre: diez días que estremecieron al mundo», de Serguéi Eisenstein, en la que se muestra a Kerenski como un gobernante débil, neurótico y con aspiraciones dictatoriales.
La catástrofe, la historia, como dice Kerenski, «de un testimonio que se encontró accidentalmente a sí mismo en el centro de acontecimientos que marcaron un punto de inflexión en la historia de la mayor nación europea», muestra el desgarro de un político que representaba a toda una clase social ya una manera de entender la política que difícilmente podían sobrevivir a las condiciones sociales que se vivía en Rusia en el año 1917.
En la Revolución de Marzo, es decir, de Febrero de 1917, según el calendario juliano, Kerenski dice: «Durante cinco días apenas comíamos y ninguno de nosotros durmió, pero no sentíamos la necesidad de comer o dormir». Son los días de la formación del Gobierno Provisional y el Soviet de Petrogrado, el doble poder que aumentaría con el paso del tiempo. Esa existencia de «dos centros de autoridad, cada uno elegido con su propio comité ejecutivo» finalmente conducirían a la victoria bolchevique.
Aleksandr Kerenski dice: «desde los primeros días de la revolución mis relaciones con los líderes soviéticos fueron tensas: no podían soportarme, estaba obligado a combatir continuamente contra el socialismo académico y dogmático del Soviet, que desde el comienzo mismo intentó frustrar el desarrollo normal y las fuerzas sanas de la Revolución».
En La catástrofe, sin embargo sorprende su opinión sobre el papel desempeñado por los obreros y soldados en la Revolución de Febrero, en contraste con los elogios hacia los diputados de la Duma, quienes, según Kerenski, «lucharon realmente por la revolución, y probablemente sintieron las cosas con mayor intensidad, sufrieron más ansiedad por Rusia y vieron más dolor en la terrible situación que precedió a la revolución que muchos en el proletariado revolucionario que se arrogaron después todos los honores y responsabilidad por la revolución».
En el libro sostiene Kerenski que, los agentes alemanes y los bolcheviques son una misma cosa, sus apoyos se componen de «elementos desclasados», los soldados apuntan sus bayonetas más al enemigo interior que exterior, Lenin es un traidor y un «fanático», su proyecto, un «experimento zoológico».
El ingreso de Kerenski en el Gobierno Provisional, luego de la Revolución de Febrero, no estuvo exento de problemas con el Sóviet. Dirá Trotski en su Historia de la revolución rusa: «La historia de la elevación de Kerenski es muy instructiva».
«Fue designado ministro de Justicia gracias a la insurrección de febrero, que tanto miedo le causara. La manifestación celebrada en abril por los ‘esclavos en rebeldía’ [como los llamaba Kerenski] le hizo ministro de la Guerra y Marina. Los combates de julio, provocados por los ‘agentes alemanes’, le pusieron al frente del gobierno. A principios de septiembre, el movimiento de masas le hace generalísimo. Obedeciendo a la dialéctica, y al mismo tiempo a la maliciosa ironía del régimen conciliador, las masas, con su presión, debían elevar a Kerenski hasta el punto más alto antes de derribarlo».
Según Trotsky, «Kerenski no era, en el gobierno, el representante de los soviets, como Tsereteli o Chernov, sino el lazo que unía a la burguesía y la democracia», y con ello, «la encarnación de la coalición misma» del Gobierno Provisional, con todas sus contradicciones.
Se pregunta Trotsky: «¿Por qué determinadas clases sociales se vieron obligadas a levantar sobre sus espaldas precisamente a Kerenski?». El bolchevique dice: «los idealistas pequeñoburgueses, que se elevan por encima de las clases, piensan con frases de cajón, no saben lo que quieren y desean que todo el mundo vaya bien: son los únicos caudillos posibles de la mayoría. Si Kerenski hubiera tenido un pensamiento claro y una voluntad firme, habría resultado completamente inservible para desempeñar su papel histórico».
En su dura crítica, Trotski dirá: «Elevado a las alturas por la crédula confianza de las masas, no tenía nada en común con ellas, no las comprendía y no se interesaba en lo más mínimo por saber cuál era la actitud de esas masas ante la revolución y las conclusiones que sacaban de las mismas. Las masas exigían de él actos audaces, y él exigía de las masas que no opusieran obstáculos a su generosidad y a su elocuencia».
Kerenski «continuó la guerra imperialista, defendió la propiedad de los grandes terratenientes contra todo atentado, aplazó las reformas sociales hasta mejores tiempos. Si su gobierno era débil, ello obedecía a las mismas causas por las que la burguesía no podía poner en el poder a sus hombres. Sin embargo, a pesar de toda insignificancia del ‘gobierno de salvación’, su carácter conservador capitalista crecía, paralelamente con el acrecentamiento de su ‘independencia’».
Kerenski describe en La catástrofe las horas previas al asalto, la tensión en aumento, los rumores de que una parte de los soldados contemplaban entregarle a los bolcheviques, las deserciones, la falta de apoyos.
«Sin desvestirme, me tendí en el sofá de mi estudio. Dormir era imposible. Me tumbé con los ojos cerrados, dormitando, en un estado de semiconsciencia. Apenas había pasado una hora cuando fui despertado por un oficial con una información urgente: los bolcheviques habían capturado la estación central de teléfono y las comunicaciones de nuestro palacio con la ciudad habían sido cortadas. El puente del palacio, debajo de mis ventajas, había sido ocupado por piquetes de marinos bolcheviques».
Mas adelante dirá: Los pasillos del palacio «están repletos de masas de gente excitada y enfurecida. El aire, envenenado, se llena de rumores improbables, monstruosos […] Los minutos parecen horas. Las ratas abandonan el barco. No hay una sola alma en mis habitaciones, hasta ayer llenas de gente. Sólo hay un silencio de ultratumba». Es el fin.
Cuando era adolescente, leía o escuchaba algunas etiquetas: «es un Kerenski», «se mandó una kerenskiada», etc., con esto querían decir que esa persona era un inútil que le estaba preparando el terreno al enemigo. Esto puede ser cierto en alguna medida, pero se olvidan de algo clave para realizar un análisis medianamente serio, el contexto. Quienes atacan a Kerenski, creen que tenía todo a su disposición y que, como un creador, podía hacer y deshacer a su antojo.
Ni Lenin ni el menchevique Trotski, luego devenido bolchevique, ni y el resto de la banda de resentidos marxistas eran unos tontitos fáciles de dominar. Que, con solo mandar a la caballería a las calles, la cosa estaría resuelta y se pondría fin a los sueños delirantes de la plebe revolucionaria. Hubo quienes así lo pensaron, empezando por algunos miembros del Gobierno Provisional.
¿No era eso lo que pensaba Pável Miliukov? El ministro de Exteriores del Gobierno Provisional ruso nombrado tras la Revolución de Febrero del 1917. «Ayer, Lenin fracasó rotundamente ante el Soviet. Se vio obligado a abandonar la estancia entre grandes abucheos. Se ha hundido para siempre». Pero gente como Miliukov, piensa domésticamente, tienen una mentalidad política aldeana, y no tienen en cuenta la dialéctica de Imperios, y más grave aun cuando Rusia está metida en plena dialéctica de disparos y muertos.
Es cierto que Lenin había huido de Rusia disfrazado de ferroviario a Finlandia, si no lo hacía, Kerenski lo iba a meter preso o eliminar físicamente. Pero resulta que meses después, por los designios y planes del imperio alemán, Lenin es embarcado en un tren en Suiza rumbo a Petrogrado. Meses después todos los ministros del Gobierno Provisional, incluido Miliukov, estarían encarcelados y el único que se salva es Kerenski, que huye del Palacio de Invierno disfrazado de enfermera, en una ambulancia de la Cruz Roja.
Esa será su primera fuga, después, cuando los cosacos lo traicionan debe volver a huir disfrazado de marinero desde el campamento ubicado en las afueras de Petrogrado, esta fuga será la última nunca más podrá regresar a Rusia. Si Kerenski hubiese sido capturado por Lenin, hubiese sido ejecutado sin juicio y en ese caso la Iglesia Ortodoxa lo tendría como un mártir y no como un apestado.
Aleksandr Kerenski sabía o no ignoraba el peligro que significaban los bolcheviques. ¿Podía cambiar la historia? Mejor dicho ¿podía conducir por otros rumbos la construcción de la historia? No, porque era un imposible instaurar una república parlamentaria en poco tiempo, sobre todo en un país tan inmenso como Rusia. Y mucho menos en un Gobierno «Provisional» cuyo poder político era tan débil o anémico. Un imperio cuya base cortical, basal y conjuntiva era feudal, con una sociedad que contenía una enorme base de siervos y una minoría aristocrática, con un gobierno entre teocrático y absolutista.
En realidad, entonces como ahora, en Rusia no existía, ni existe una capa conjuntiva ascendente. No es monopolio de Rusia, es parte tradicional del Oriente, la China actual es un ejemplo. Y, para terminar, Rusia estaba sumida en una guerra que le era adversa, con el pueblo hambriento, con millones de soldados en el frente, y con una población que lo único que quería era «paz y pan».
Mientras tanto, dos grupos intolerantes, uno los «rusos blancos» que no se quieren enterar o no pueden ver, que la monarquía, el «Antiguo régimen» es parte de un mundo que va a desaparecer, que los zares ya no van a volver. Y los revolucionarios comunistas, como es el caso de bolcheviques y mencheviques, que se pelean entre ellos. Unos quieren llegar al poder por medio de la violencia revolucionaria y los otros (como antecedente de los socialdemócratas) por medio de la vía parlamentaria.
Pero ambos están de acuerdo en una cuestión, en atacar a Kerenski y a todos los partidarios de la derecha liberal-burguesa, es decir, a los Kadetes. Y como si fuera poco, parió la abuela. El general Lavr Kornílov, un militar reaccionario y zarista, no se le ocurrió nada mejor que dar un golpe de Estado militar clásico. En medio de la soledad u orfandad política, Kerenski, se vio necesitado de recurrir a la ayuda de los comunistas. Se entregó a las garras de los bolcheviques, en ese momento, Lenin no era la amenaza, la amenaza era Kornílov.
Fue la imprudencia política del zarista Lavr Kornílov, quien preparó y sirvió la mesa a los bolcheviques, de manera inconsciente, para que se hicieran un festín. Es la primera oportunidad real que tiene Lenin, desde su llegada del exilio, de tomar el poder. Fue Kornílov quien llevó sin querer al poder a Lenin y a los bolcheviques, nada de necesidad histórica y esas estupideces deterministas.
Tampoco se debe olvidar, que el motor de la Historia es la dialéctica de Imperios, y que la decisión del imperio alemán de enviar de vuelta a Lenin a Rusia (con la que estaba en guerra), es parte de esa dialéctica. El imperio alemán hacía todo lo posible para derrotar a los rusos en el frente y también crear inestabilidad en interior de Rusia, y derrocar al gobierno.
Es a Kornílov a quien la Iglesia Ortodoxa no debió enterrar, ellos también serían enterrados, pero el nuevo zar Vladimir Putin los está desenterrando.
10 de agosto de 2023