Cuadernos de Eutaxia – 6
FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS (FAR)
Carlos Enrique Eduardo Olmedo
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) fue una organización guerrillera formada a finales de la década del 1960, y cuyo ideal era entrenarse y unirse a las guerrillas rurales iniciadas por el Che Guevara en Bolivia.
Según uno de sus integrantes Carlos Enrique Olmedo, formulada en una entrevista realizada en diciembre de 1970 publicada en «Militancia Peronista para la Liberación», (N° 3. 28 de junio 1973) y en «Cristianismo y Revolución», (No 28, abril 1971). Olmedo fue miembro fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), por tanto, se trata de un documento histórico de singular importancia para entender a las FAR, por boca de uno de los suyos.
A partir de este momento, vamos a usar simplemente R. Cuando se le pregunta a Olmedo por los orígenes responde:
«Vamos a rastrear la organización que hoy se conoce coma FAR en sus primeros orígenes: nació contemporáneamente con el golpe de Onganía (si bien desde el punto de vista conceptual o de proyecto teórico, la idea de constituirse como grupo para practicar la lucha armada se da más o menos en la época en que desaparece el comandante Guevara de Cuba, los que nos identificamos con su proyecto revolucionario intuimos que de algún modo había algo que hacer junto a él.»
«Esto, que podría ser un encuadre correcto en el proyecto estratégico del Che, asumido sin mediaciones por nosotros, nos convertía en una pequeña patrulla extraviada en el espacio de la lucha de clases, con disposición total frente a una estrategia, una táctica, en definitiva, un programa de lucha que no conocíamos en detalle, pero que suponíamos de alguna manera ligado a la lucha de nuestro país. Así fue como nos agrupamos a la espera de las órdenes del Che y nos planteamos en primer lugar una política de capacitación militar. […] Cuando el ELN se ve obligado a comenzar a operar y el mundo asiste a la reaparición del Che, vemos ponerse en marcha ese trágico tren de la guerrilla boliviana sin que hayamos podido alcanzar su último vagón. Durante los meses de desarrollo de la lucha del ELN, nosotros nos planteamos todavía ser el apéndice argentino de esa columna y regresar a la Argentina a las órdenes del Che y de los comandantes templados en la guerra». […]
P —Cuando muere el Che, y la incorporación de ustedes a las fuerzas del ELN en Bolivia no se produce, ¿surge simultáneamente la claridad con respecto a esta modificación, a un criterio que data como una estrategia la lucha armada? ¿Desde qué momento se replantean ustedes una estrategia o advierten que la lucha armada no es una estrategia, sino un instrumento para una estrategia?
R —La claridad no es fulminante. En primer lugar, comienza por ser una claridad respecto de las condiciones que hacen posible su derrota, pero por un fenómeno, digamos, de traslación o de vigencia más universal ese análisis aparentemente particular, terminamos descubriendo que la conclusión “el Che no tenía organización. El Che no se insertaba en una experiencia política nacional. El Che no era reconocido por las clases populares bolivianas como respondiendo a sus necesidades y a sus mandatos”, de algún modo apuntaba en la dirección de nuestras propias limitaciones, de nuestras propias carencias. […]
P —Su respuesta me suscita una pregunta. Usted dice “la derrota del Che”. ¿Qué acepción tiene esa palabra? Me gustaría precisar un poco en qué medida usted la considera una derrota.
R —Es fácil constatar que el Che es derrotado militarmente. Es menos fácil pero posible, constatar que políticamente, en el cortísimo plazo, por lo menos, la lucha guerrillera no triunfa en Bolivia, sin embargo en un plazo más largo la situación política boliviana de hoy no podría interpretarse claramente sin aquella experiencia que ha dejado una marca indeleble, claramente, incluso en el ejército boliviano, en todos sus sectores, con un signo u otro, con signo positivo en los que hoy de alguna manera están experimentando este sesgo populista del gobierno.
Sus miembros provenían mayoritariamente de una fractura producida en el interior de la «Federación Juvenil Comunista» (la «Fede») parte del Partido Comunista argentino. Su ideología original de base era por lo tanto el marxismo leninismo, pero con un agregado latinoamericanista, inspirado en la prédica y accionar de este referente revolucionario.
El guerrillero de las FAR, sostiene que la posición política de la organización es peronista. No quiere nombrar a las organizaciones amigas o hermanas, pero da datos, que a su juicio son de más importancia. «En primer lugar, una triple coincidencia de un valor estratégico inmenso que tenemos con todas las organizaciones hermanas. Con ellas compartimos el enemigo principal, que no es solamente el ejército, las fuerzas armadas, sino aquellas clases que necesitan explotar para satisfacer sus intereses. Compartimos también el método, este método de lucha armada que se expresa en combates ciertos y no meramente en combates proyectados, y compartimos el objetivo final, la construcción de una sociedad sin explotación y la construcción de un hombre nuevo. Esa triple coincidencia establece inmediatamente vínculos de fraternidad revolucionarla de gran profundidad que se expresan en vínculos prácticos más o menos intensos, según se den o no las condiciones para que esto se realice en el marco de una lucha clandestina, y donde uno debe estar permanentemente alerta». […]
P —¿Cuál es esa posición política?
R — Esa posición política consiste en la convicción de que lo que se trata es de poner en marcha una guerra del pueblo. De construir para ello un ejército del pueblo que obtenga para el pueblo el poder y que con el pueblo en el poder asuma la tarea de la construcción de una sociedad distinta. Una sociedad sin explotación, una sociedad con igualdad absoluta de posibilidades para todos, una sociedad donde los derechos y las igualdades no estén en la Constitución sino en la vida.
P —¿Esa sociedad sería una sociedad socialista? / R —Sin duda.
P —¿El socialismo diseñado por Marx y Lenin?
R —Un socialismo que sería mucho más difícil saber cómo construir sin el aporte de Marx y Lenin, pero que no se construye con el mero aporte de Marx y Lenin, sino con el nuestro, con el de la experiencia de nuestro pueblo, con el aprendizaje que hacemos en la guerra y con la enseñanza de otros pueblos que completarán la lucha por su liberación o que están completándola. […]
P —¿Cómo se integraría, digamos, la ideología peronista con estos aportes que ha hecho el marxismo-leninismo, aportes que por lo que usted me dice, serían aprovechados para la construcción del socialismo?
R —Quisiera decirle que el concepto de ideología ha llevado y lleva a numerosos equívocos. Sin necesidad de hacer consideraciones académicas, le propongo que al hablar de ideología nos refiramos fundamentalmente a la conciencia que los hombres van logrando de su propia situación. […]
«De modo que a su pregunta respondo diciéndole que esa integración no es un difícil experimento, sino es la apropiación por parte del pueblo en lucha, de todas las formas de conocimiento, de todas las herramientas, de todos los instrumentos de interpretación de una realidad que le sirva para orientar su camino hacia la liberación. Si esas formas de conocimiento, y es el caso del marxismo, si esas teorías han pretendido ser apropiadas por grupos políticos que no han sabido estar a la altura de las responsabilidades que hubieran debido asumir, y, por lo tanto, han terminado cargando al marxismo con sus miserias y debilidades, no corresponde a nuestro pueblo mantener una actitud limitada y prejuiciosa. En ese sentido a los militantes revolucionarios que pugnan por construir una vanguardia eficaz, les corresponde desentrañar todo lo que hay de útil en la ciencia de la sociedad, que es el marxismo, y ponerla al servicio de nuestra lucha de liberación».
Ciencia de la sociedad, dice el fundamentalista pueblerino, esa categoría «pueblo» está metida hasta en la sopa. Entre sus primeros jefes y fundadores hay que mencionar a Carlos Enrique Eduardo Olmedo, referente ideológico de la organización, que nació en Asunción del Paraguay, el 5 de enero de 1944, y murió el 3 de noviembre de 1971, en lo que sus seguidores llaman «El combate de Ferreyra», barrio industrial de Ferreyra en la ciudad de Córdoba. Estuvo casado y se separó en los 70.
Su padre era un reconocido médico paraguayo, exiliado, según algunos autores, que conoció a su madre, enfermera del Hospital Churruca de Buenos Aires cuando realizaba cursos de perfeccionamiento en Argentina. El matrimonio se instaló en Asunción, donde nacen tres hijos, de los cuales Carlos era el mayor, y el padre falleció siendo muy chicos. Vivieron en Mendoza hasta 1954 en que se trasladaron a Buenos Aires, donde estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires, mientras paralelamente ejercía de preceptor, empleo que conservó después de graduarse en 1962.
Mientras estudiaba los últimos años del secundario en el Nacional Buenos Aires comenzó su participación política en la Federación Juvenil Comunista (FJC). Luego continuó la carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires (UBA) para complacer el pedido de su madre, a los dos años dejaría medicina para estudiar filosofía en la Facultad de Sociales, es allí donde milita en su Centro de Estudiantes.
Sus biógrafos dicen que se graduó en la Universidad de La Sorbona, París. Trabajó como directivo en la Fundación Gillette, y curiosamente, participó en uno de los famosos programas televisivos, en calidad de invitado, en un clásico del mediodía porteño los almuerzos de la famosa actriz y conductora, Mirtha Legrand. Toda una institución de la televisión argentina. Esa reunión gastronómica sería considerada por sus camaradas de clases como una muestra de la degradación de la sociedad burguesa.
En 1966 dictó un curso de historia del arte a un grupo que incluía a su primera esposa Isabel Goldemberg, su hermano Carlos Goldemberg y Mercedes Depino, futuros militantes de las FAR, y el mismo año publicó una crítica de libros en la revista «La Rosa Blindada». Comenzó a trabajar con su suegro el psiquiatra Mauricio Goldemberg en el Policlínico de Lanús y tomó contacto con líderes de las villas de emergencias de la vecindad para acercar el servicio de salud mental a la comunidad.
Se alejó del Partido Comunista junto con sectores juveniles que, por la influencia de la Revolución china, la Revolución cubana y la resistencia vietnamita, que habían sido atraídos a la idea de la lucha armada como estrategia revolucionaria y en marzo de 1966 el psiquiatra Antonio Caparrós le propone integrar junto a su núcleo de Filosofía –en el que estaba el negro Roberto Quieto un grupo de apoyo desde Buenos Aires al Che Guevara que ya estaba instalado con la guerrilla en Bolivia.
Carlos Olmedo y Roberto Quieto comenzaron a orientar al grupo «Ejército de Liberación Nacional» (ELN), al que llamaban Elena) en la que participó Marcos Osatinski y su esposa Sara Solarz. En su lectura política se encontraban obras de Marx, Sartre, Regis Debray, y el manual de combate «Rebelión en tierra santa» del líder sionista Menahem Begin.
Comenzó a participar en el peronismo siendo fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), viajaría a Cuba donde recibió instrucción militar y su práctica política se orientó a la unidad de las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP). De regreso a Argentina comienza a formar el equipo para la misión propuesta, entre ellos se encuentra Isabel Goldemberg, Pilar Calveiro, Juan Pablo Maestre y su hermano Osvaldo Olmedo, con quien tiene una relación conflictiva que lleva a una ruptura temporaria motivada por disputas de poder.
Cuando el Che fue muerto en Bolivia en 1967, el ELENA se replantea sus objetivos y evalúa emprender la lucha armada en Argentina. Varios de los militantes del ELENA integran los grupos que luego harían aparición con el nombre de Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Olmedo quiere un acercamiento con el peronismo ya que entiende que el Che Guevara no había logrado atraer a las clases populares de Bolivia.
A mediados de 1968 el grupo se integra con otro orientado por Arturo Lewinger mientras aumenta su vinculación con las FAR y con los Tupamaros de Uruguay, por intermedio del dirigente Raúl Sendic. Olmedo diseñó y dirigió el ataque simultáneo en Buenos Aires el 26 de junio de 1969, a trece supermercados «Minimax», cuya propiedad se atribuía a Nelson Rockefeller, quien se hallaba de visita en esa ciudad, si bien la autoría solo fue reconocida por las FAR luego de su aparición pública el 30 de julio de 1970.
El 26 de junio de 1969 las FAR incendian trece supermercados Minimax en Buenos Aires, en repudio a la visita de Nelson Rockefeller, esa operación no fue firmada por la organización, aunque sí reconocida poco tiempo después. Regresemos brevemente al guerrillero Carlos Olmedo de las FAR entrevistado.
P —Perdón, antes del Cordobazo ¿ustedes no habían hecho ninguna operación?
R —Antes del Cordobazo habíamos hecho pequeñas operaciones de carácter expropiatorio, pero de mínima importancia militar. Después del Cordobazo, la realidad nos da cita de un modo singular. Usted recordará que poco después del Cordobazo, Nixon comete la imprudencia de enviar como su embajador al gran patrón del capital monopolista norteamericano en nuestras tierras: el señor Rockefeller. Nosotros constituíamos por entonces una pequeña alianza de grupos que se habían coordinado en la Argentina a los efectos de vincularse y apoyar la experiencia del Inti Peredo que, como usted recuerda, retomó las banderas del Che, desgraciadamente sufriendo también una derrota militar. […]
Como le digo, constituíamos parte de un conjunto de pequeños grupos articulados, coordinados, dentro de los cuales la discusión acerca del problema nacional se venía dando con un signo bastante positivo. Y el Cordobazo termina por nacionalizarnos, constituye un peldaño de nacionalización de enorme valor para nosotros. Con este conjunto de pequeños grupos del que formábamos parte, decidimos asumir la respuesta de nuestro pueblo a la presencia de Rockefeller y procedimos a incendiar una cadena de supermercados de su capital. No recuerdo el número ahora, creo trece o catorce. Fue una hermosa experiencia donde pudimos aprovechar los conocimientos atesorados en la otra etapa y que constituye un golpe político, como usted se habrá enterado, muy importante. Tanto que nos hizo meditar seriamente sobre la responsabilidad de grupos armados que lograran una producción político-militar capaz de crear expectativas que nosotros no estábamos en condiciones de satisfacer.
P —¿Es la primera vez que ustedes se hacen cargo políticamente de esta operación, que hasta hoy entiendo era anónima? R — Sí.
P —¿Por qué no firmaron el operativo Minimax?
R —Creo que en lo que le dije antes está la explicación. Nosotros sentíamos que, de algún modo, habíamos expresado una necesidad popular procediendo a la destrucción de esos supermercados, pero al mismo tiempo comprendíamos que no estábamos en condiciones de responder a la expectativa de continuidad que esa operación había hecho crecer en vastos sectores populares. En alguna medida, creo que, reconstruyendo nuestra situación en aquel entonces, esa fue la razón fundamental. Hubiéramos podido firma la operación y consagrar de esa manera la existencia de una organización, pero no hubiéramos podido mantener ese nivel de combate con la precariedad organizativa que teníamos entonces.
P —¿Pero una operación de esa magnitud no supone una organización de cierto nivel?
R —Teníamos fundamentalmente audacia y una gran disposición a la lucha y una buena capacidad técnica o una aceptable capacidad técnica, y encontramos el punto débil del enemigo. El móvil de los supermercados es atraer con la exposición directa de la mercancía; entonces nosotros nos dejamos atraer también, pero colocamos entre esas mercaderías otras que no daban pesos, sino fuego; de modo que nos colamos entre la feroz vigilancia policial que había en Buenos Aires por esos días, como buenos compradores de supermercados. Eso no bastaba para garantizar potencia militar y de alguna manera a eso me refiero cuando hablo de precariedad organizativa. No teníamos recursos, infraestructura y cantidad de personal, posibilidad de reponer personal, etc. como la que hoy tenemos. Esa es quizás la explicación de que no hayamos asumido por entonces y hasta ahora esa operación. Por otra parte, no es esa una operación de FAR, sino una operación de los ancestros de FAR.
El 30 de julio de 1970, a las 13:00 horas, un comando de las FAR copó la ciudad de Garín, ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires. Roberto Quieto participó en la planificación y ejecución del copamiento junto a Olmedo y Osatinski, que permitió a la organización sustraer armas y dinero. La operación «Gabriela» incluyó el asalto a la sucursal del Banco provincia de Buenos Aires y el copamiento de la oficina de ENTEL, la empresa estatal de telecomunicaciones, la estación de ferrocarril y el destacamento de policía donde robaron armas.
El operativo duró en total unos 50 minutos, participaron alrededor de 50 guerrilleros, 36 guerrilleros (12 mujeres y 24 hombres) según algunas versiones, que se replegaron en cinco camionetas y tres autos previamente robados para esa acción. Durante el asalto asesinaron a un policía. En el copamiento de Garín, estuvo entre los guerrilleros de las FAR, Juan Gelman, el poeta armado. Leamos lo que dice el entrevistado:
P —¿Qué otros hechos produjeron como proto-FAR? Creo que la primera cosa firmada es Garín, ¿no es cierto? R —Así es.
P —Entre Garín y Minimax, ¿hubo otras operaciones?
R —Efectivamente, hubo un conjunto de operaciones, fundamentalmente expropiaciones de bancos. Puedo referirme a una de ellas por exitosa y por provechosa económicamente: el banco de Don Torcuato, en abril del ’70. Entre ambas hubo otras.
P —Son diez meses casi.
R —Efectivamente, tiempo que dedicamos fundamentalmente a construir la organización, es decir, a invertir esos recursos que tomamos, en equipos, en técnica militar y en técnica organizativa. Capacitar nuevos compañeros, encontrar un diseño organizativo adecuado para la clandestinidad y, al mismo tiempo, para la realización de la democracia del centralismo a un tiempo. En fin, dimos los pasos que seguramente toda organización revolucionarla recorre para encontrar la eficacia de su condición político-militar. Don Torcuato es una operación que nos deja una lección importante aparte de otros provechos. Y es la de una repercusión enorme. A esta altura (y esto es algo que no se debe sólo a nuestro accionar, sino al de otras organizaciones que operan simultáneamente) se percibe claramente cuando se trata de una organización revolucionarla. […]
En alguna medida, la visión que la población recibe de la operación, incluso de los medios de comunicación controlados por el enemigo, va en esa dirección. Nos convence de que, en capacidad operativa, y en crecimiento, en consolidación, ha llegado el momento de asumir una identidad política. Es cuando comenzamos a preparar el operativo Garín, que finalmente se lleva a cabo en una circunstancia sumamente oportuna. Usted recuerda que la operación es el 30 de julio de 1970. Poco antes había sido desplazado Onganía y reemplazado por Levingston; se habían producido los hechos de la ejecución de Aramburu, y se había dado el hecho ya, del copamiento de La Calera. La relativa distensión que había creado la maniobra del enemigo al enterrar un muerto con Onganía y la ausencia de operaciones durante el mes de julio, permitían cacarear al enemigo una paz social súbitamente recuperada. La operación Garín en ese sentido es un rotundo mentís a esa ilusión, y el haberla realizado en esa coyuntura especifica agrega saldo político a una operación que por otros motives militares y políticos generales, entendemos que fue un aporte valioso al año 1970.
P —Entonces, si usted quiere, hablemos de Garín.
R —Sobre Garín cabe decir que es la demostración palpable de que aplicando una concepción táctica que detecte los puntos débiles del enemigo y aplicando esa condición fantasmal del guerrillero que reclamaba el Che, todo es posible, si además hay disciplina, capacidad técnica y disposición revolucionarla. Garín es todo lo que se dice que fue, pero fundamentalmente para nosotros la demostración de una posibilidad al alcance de todas nuestras organizaciones armadas. Y muchos Garín sobrevendrán en esta guerra. Pienso que lo demás sería abundar en detalles que por otra parte son ya conocidos por todos. […]
P —¿Y se asustó la gente?
R —En cierto modo sí. Ya que de Garín hablamos, quiero decirle que para nosotros fue una satisfacción inmensa más vengar, para usar un verbo que se ha hecho legítimo a esta altura, vengar a nuestros compañeros montoneros; también vengar a nuestros hermanos tupamaros.
P — ¿Por lo de Pando? ¿Quiere decir que fue también una demostración de que aquellas semi victorias de los guerrilleros tupamaros y montoneros respondieron a contingencias de la operación y no a que fuera una empresa irrealizable?
R —Efectivamente.
P —¿Hubo algún patetismo forjado alrededor de la muerte del suboficial de policía que custodiaba el banco de Garín?
R —Este es un punto de gran importancia. Nosotros decimos allí que no son los combatientes del pueblo los que han elegido la violencia y no es nuestra culpa tener que matar para ser libres. Referimos allí que nuestro pueblo no olvida algunos de los centenares de episodios de violencia reaccionaria: para no citar nada más que dos o tres, las matanzas atroces de Plaza de Mayo en junio de 1955, los fusilamientos absurdos de Valle y sus compañeros, la muerte de Vallese y tantos otros mártires, y por fin otra violencia menos cruda, menos visible, pero permanente, la de la explotación, la alienación que sufre nuestra gente. Esa ya es una forma de violencia enmascarada por la costumbre, mejor dicho, por una costumbre que quieren imponernos, pero que nuestro pueblo no acepta. Sulling se resistió absurdamente y nos vimos obligados a disparar sobre él. Esto se ha repetido decenas de veces en combates nuestros y de otras organizaciones armadas. Y toda vez que esto ha ocurrido, el enemigo se ha escandalizado, nos ha llamado asesinos, cobardes, etc. Pensamos que una vez más es preciso insistir, no hablando ya para el enemigo, sino para los asalariados que se juegan la vida por intereses que no son los de ellos. Para ellos repetimos que ni FAR ni ninguna otra organización revolucionarla tiene interés en liquidarlos. Es el sistema al que hay que liquidar y no a sus representantes más empobrecidos y más golpeados. Pero deben comprender que, en el momento del combate, hay que elegir entre ellos y nosotros y la causa que nosotros representamos es superior; para eso nos elegimos a nosotros. Tienen que entender además que vamos al combate con una superioridad táctica abrumadora, que tenemos capacitación técnica similar o superior a la de ellos y que tenemos la iniciativa, conocemos el terreno a la perfección y no nos pagan. No peleamos por dinero, ni por bienes materiales inmediatos, y eso trae también una superioridad moral abrumadora. Teniendo todo esto presente, lo más sensato que puede hacer es ir eligiendo el campo en el que van a dar sus combates.
En lo inmediato no les pedimos más que el respeto a nuestras órdenes. Ese ya es un primer grado de conciencia, que desarrollado los va a llevar a elegir su trinchera, su campo de lucha, que no es el de las clases dominantes, el de los dueños de los bancos que protegen, o el de los capitalistas a los que brindan custodia. Pienso que este es quizás el problema más importante que hemos ido viendo durante este periodo. La necesidad de eliminar hombres, que, desde el punto de vista de su ubicación en el proceso productivo, son también clase trabajadora. Pero, como también decíamos en Garín, es el precio inevitable de la rebeldía liberadora y vamos a seguir pagándola.
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Idiotas como Olmedo creían que su determinismo histórico los hacía detentadores de una «superioridad moral», ellos creían que estaban del lado de la Historia, por suerte para Olmedo que fue muerto y no haya estado vivo cuando se desplomó el socialismo realmente existente, la URSS. Hoy, ni Rusia ni China creen en esas supersticiones, al contrario, China se hizo rico económicamente gracias al capitalismo. Cuando un policía se resiste cumpliendo su deber es un «absurdo» pero no sus muertitos, los falsos 30.000 desaparecidos son dogma de fe, pero eso les sirve para vivir del Estado, tipos como estos dan asco.
A partir de Garín y durante los años siguientes, fueron autores de numerosos y resonantes atentados y secuestros extorsivos a empresarios y personalidades, algunos ejecutados conjuntamente con otras organizaciones armadas de izquierda como el «Ejército Revolucionario del Pueblo». El grupo asaltó un banco del Ejército en la ciudad de Córdoba, robando al menos $15.000.00 el 29 de diciembre de 1970. Así mismo el grupo asaltó una serie de bancos en enero de 1971, sin dejar ningún miembro del grupo arrestado.
P — Con respecto al encuentro de Córdoba, donde ustedes tuvieron una baja y cuatro detenidos, ¿quiere relatar algo más, precisar?
R —Mire, en toda derrota hay lecciones. Nosotros las hemos extraído, y no es el momento para brindárselas al enemigo, porque desgraciadamente a el llegarían a través de su reportaje. Me refiero a algunas lecciones tácticas y organizativas que hemos extraído de esa operación, y que se encarnarán en aciertos y en más experiencia en el futuro.
P —Me gustaría, si es posible, aclarar algunos puntos de ese hecho, que la prensa describió un poco confusamente.
R —La prensa ha jugado en este caso el triste papel de repetidora pasiva y mansa de los partes policiales. Esas partes policiales son de una torpeza y de una indignidad que, si no resulta increíble, es porque se trata justamente de la policía. Hay una historia, la de la liquidación del custodio del banco, que ya directamente es risible. Cuando nosotros conseguimos dominar a un enemigo, lo último que queremos hacer -como lo explicaba recién- es eliminarlo. Y allí se nos adjudica la muerte por la espalda de un individuo atado. Aquí nuevamente la explicación es sencilla. Ellos nos imaginan a su imagen y semejanza, y porque ellos son capaces de hacer eso, nos lo adjudican a nosotros.
P —¿Cómo fue la cosa con el policía?
R —Simplemente se resistió, incluso se intentó dominarlo tomándolo de los brazos. Era más fuerte que uno de los compañeros y fue preciso disparar sobre él. Eso fue todo, historia mil veces repetida que esperemos que cambie.
P —¿Es cierto que dejaron abandonada a la compañera moribunda dentro de uno de los vehículos en el cual huía la gente?
R —La compañera estaba gravemente herida -quizás ya muerta, nunca podremos saberlo-; no se la dejó abandonada, sino que el cerco policial y el curso desfavorable del combate obligó a un repliegue de los compañeros y los separó del cuerpo de ella, que no hubieran podido llevarse consigo sin entregarse, lisa y llanamente. Y nuestros combatientes no se entregan. Pelearon hasta la última munición y quiero que sepa que la dirección en que se desplazó la camioneta estaba determinada por la existencia en esa zona de un puesto sanitario a cuya búsqueda iba nuestra camioneta. Con eso podrá adivinar usted que lejos estaba de los compañeros la idea de abandonar a la compañera herida.
P —¿Es decir que ella fue cargada al vehículo herida?
R —La compañera fue herida en combate sobre el vehículo.
P —¿Y de allí la llevaban a otro lugar y murió? ¿Cuántos combates hubo? Le pregunto esto porque en ese sentido fue bastante imprecisa la información.
R —Fue un largo combate; de ese largo combate puede retenerse como episodios aleccionadores para el enemigo y ejemplificadores de la eficacia del método guerrillero, dos emboscadas tendidas a vehículos represivos que terminaron con la destrucción total de los vehículos y la neutralización de su personal.
P —¿Las bajas policiales fueron dos, siempre según la información periodística?
R —Así es. Nosotros no reprobamos a los policías que dispararon sobre nuestros compañeros y la muerte de nuestra compañera Liliana Gelín, que murió peleando por sus ideales. Por lo tanto, tampoco puede reprochársenos la muerte de esos policías que fueron eliminados en combate. Ese tipo de alternativa está inscripta en la lógica misma de la guerra. Los muertos que no perdonamos y que sabremos vengar, son los muertos sobre la mesa de torturas, son los ajusticiados por la espalda, que también abundan en nuestras filas y en la de otras organizaciones hermanas. En la nuestra no se habían dado muertes. Podrían haberse dado, pero si se han dado torturas feroces.
P —¿Los cuatro detenidos después de la operación de Córdoba?
R —Efectivamente.
P —Yo quisiera preguntar algo en ese sentido. Usted hablaba de las torturas, y al parecer por las denuncias que hicieron los abogados que defendían a sus compañeros en Córdoba, las cosas deben haber sido así. Incluso por la manera en que han reaccionado policías y funcionarios, hace sospechar esto. De ser cierto las torturas aplicadas a estos muchachos, habrían tenido una magnitud bastante importante. Ustedes, como respuesta a eso, cuando tengan algún prisionero de ellos, ¿piensan utilizar los mismos métodos de tortura que ellos aplicarían u otros, alguna forma de tortura, para obtener de ellos la información que puede resultar valiosa para ustedes?
R —Ninguna conducta, por eficaz que sea en el corto plazo, puede ser utilizada por una organización revolucionarla, si no es eficaz en el largo plan y como en el largo plazo la eficacia pasa -come le decía recién- por nuestra abrumadora superioridad moral, por la superioridad de la concepción del hombre y de la sociedad que tenemos jamás utilizaríamos la tortura para obtener información o cualquier otro beneficio inmediato. Esto es algo totalmente ajeno y vedado a nuestra moral revolucionarla.
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El 1 de abril de 1971 el grupo atacó una subcomisaria ubicada en Villa Elvira, en la provincia de Buenos Aires, donde hurtaron 4 pistolas Browning Hi-Power, calibre 9 mm., una escopeta calibre 16, un revólver calibre 22, municiones, uniformes, correajes y otros elementos útiles para su campaña. El 29 de abril de 1971 una treintena de integrantes de las FAR al mando de Juan Pablo Maestre roban en las cercanías de Pilar las armas que transportaba un camión militar y en el transcurso del hecho matan al teniente Mario César Asúa y dejan parapléjico al soldado conscripto Hugo Alberto Vacca.
El 2 de julio de ese año, en la provincia de San Juan, fueron secuestrados los exintegrantes de las FAR, Marcelo Verd y su esposa Sara Palacios, quienes hacia fines de 1970 se habían separado de las FAR y se radicaron en San Juan, según el parecer de los militantes debido a que Verd rechazaba su nueva orientación que, a diferencia de la del ELN, privilegiaba la lucha nacional y se acercaba progresivamente al peronismo. Los mismos, que permanecen desaparecidos, bajo tortura, dan el paradero de Quieto (que fortuitamente logra ‘legalizar’ su detención cuando se intenta secuestrarlo unos días después).
El 13 de julio de 1971 cuando los militantes Juan Pablo Maestre y su esposa Mirta Misetich –que estaban en la clandestinidad- salían de la casa de los padres de Mirta en Buenos Aires fueron interceptados por un grupo armado. Maestre recibió dos balazos al intentar huir y Mirta logró pedir socorro antes de que fueran introducidos en el coche. Al día siguiente apareció en un zanjón el cadáver de Maestre en tanto Mirta continúa desaparecida.
El 1 de julio de 1972 el grupo asesinó en una emboscada con fusiles FN FAL y subfusiles PAM al General Juan Carlos Sánchez durante una operación en conjunto con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), esto en la ciudad de Rosario. En el atentado murió también Elcira Cucco de Araya, que atendía un quiosco de diarios y revistas en la esquina de Alvear y Córdoba. El grupo con este ataque anunció un aumento de sus operaciones donde proyectaban una rebelión popular, (en caso de perder en las urnas) llegando a una guerra civil que la describen como «la segunda independencia», proyecto que nunca se concretó. El grupo también fue muy optimista con las elecciones de marzo de 1973, describiéndolo como el «triunfo del pueblo», pero aun así exigían la liberación, mediante la amnistía y el indulto, de todos los combatientes y presos políticos, disolución del ejército, mejores condiciones para los trabajadores y obreros, «recuperación de todos los resortes básicos de la economía nacional, actualmente en manos de los monopolios, desde un punto de vista peronista» y defender al país de la amenaza antiimperialista.
El 22 de enero de 1973 fueron asesinados por las FAR Julián Moreno, dirigente gremial de la UOM y su chofer, esto sucedió en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Una hora antes, Moreno había salido de su casa en Avellaneda para ir al trabajo. Según testigos, desde las 07:00 un automóvil Fiat 1600 estaba estacionado esperando con tres hombres y una mujer. Al acercarse el auto de Moreno, a unos 100 metros de distancia, los terroristas bajaron de su auto y se subieron a una camioneta.
Los guerrilleros siguieron al auto del sindicalista y lo embistieron. La mujer bajó de su camioneta, se acercó rápidamente a Moreno y Deheza y los acribilló. Un compañero disparaba con un revólver desde el auto. Rápidamente los atacantes escaparon. Contra las FAR comenzó a aplicarse la metodología de desaparición de personas, el asesinato extrajudicial de guerrilleros, incluyendo la «zona liberada», metodología que habría de ser utilizada a partir del golpe de Estado de 1976.
Digamos que las FAR se volvieron muy cercanos al «Peronismo Revolucionario» y «Montoneros». Ya desde principios de 1972, y sobre todo en los meses previos y posteriores a los hechos conocidos como la «Masacre de Trelew», estas dos organizaciones armadas debatían su unificación. A pesar de tener diferencias ideológicas con otros grupos, supieron pulir asperezas, llegando a colaborar con otros grupos de tendencia marxista, incluso homenajear a militantes asesinados.
Además, se pronuncian ante otros guerrilleros víctimas de la represión tales como Juan Pablo Maestre y Enrique Grynberg. El 12 de octubre de 1973, Montoneros y FAR anuncian su fusión definitiva, actuando en adelante bajo el nombre unificador de la primera. Los principales dirigentes de FAR tales como Marcos Osatinski (Lucio), Roberto Quieto (Negro), Julio Roqué (Lino, Mateo o Martín), entre otros, pasaron a ocupar cargos de mando en Montoneros, obteniendo un poco de experiencia de estos militantes.
Según testimonios, Olmedo unía a su capacidad intelectual la de organizador, que lo convirtió en un orientador de peso dentro del grupo. Recorrió el país viviendo en casas de compañeros para ampliar la organización al tiempo que publicaba notas en revistas como «Militancia» o «Cristianismo y Revolución» que constituían una referencia política-ideológica incluso para militantes en otros grupos armados.
Carlos Enrique Olmedo, alias «Germán», «José» ó «El Rubio», fue muerto por la policía el 3 de noviembre de 1971 cuando participaba en el intento de secuestro de un ejecutivo de una empresa FIAT. En la refriega cayeron también Raúl Juan Peressini, Agustín Luis Villagra y Juan Carlos Baffi en lo que se llamó «Combate de Ferreyra» o «Combate de Fiat» por personal de la provincia de Córdoba.
En 1973 las FAR publican un comunicado relatando los hechos, no esperen otra cosa que un panegírico de los marxistas de las FAR:
«El operativo planeado reunía las condiciones de imaginación y oportunidad necesarias: la dictadura militar había puesto en marcha la ocupación del complejo industrial Fiat, rodeando las plantas Materfer y Concord el 26 de octubre, había quitado la personería a Sitram-Sitrac y desencadenado persecuciones y allanamientos, todo por orden del Gral. Alcides López Aufranc. La Fiat, por su parte, dentro de ese contexto represivo tratando de liquidar la organización sindical, había despedido 246 trabajadores, los más aguerridos: cuerpo de delegados y activistas. Surge de ese modo el planeamiento de la operación: detener a un alto funcionario de la Fiat y reclamar, a cambio de su libertad, la devolución de la personería sindical, la reincorporación de los despedidos y el cese de la ocupación militar. El retraso imprevisto del ejecutivo de la empresa al lugar donde se hallaban los compañeros, torna insegura la operación, que lo mismo se mantiene. Un empleado de la estación de servicio Esso avisa a la policía de la presencia que considera sospechosa, y a partir de esta delación, las fuerzas represoras surgen, produciendo la muerte de los combatientes».
El paraguayo Carlos Enrique Eduardo Olmedo, durante la entrevista, hace algunas definiciones políticas de interés:
«Yo le diría que si el marxismo no es nuestra identidad política es porque el marxismo no es una bandera política universal. Nosotros somos revolucionarios y como tales, nos sentimos con derecho a expropiar todas las formas de conocimiento, todos los instrumentos útiles para la construcción de la sociedad nueva. El marxismo, el leninismo, son interpretaciones de la realidad de un enorme rigor científico. En ese sentido, para nosotros es un instrumento teórico. Además, Marx, Lenin, Mao, Guevara, han pensado en una sociedad nueva y han hecho aportes sustantivos a los modos de construcción de esa sociedad nueva. En ese sentido, el marxismo leninismo puede entenderse globalmente como una concepción del hombre; como tal la sentimos nuestra, pero le repito: el marxismo ha pretendido ser convertido por algunos grupos en bandera política universal y ha sido contrapuesto absurdamente a la experiencia política de pueblos enteros. Lo único que se ha logrado con eso es ser infiel con los pueblos que hacían esa experiencia y ser infieles con el marxismo. Para nosotros no hay contradicción alguna; el marxismo es una ciencia y con la ciencia lo único que uno puede hacer es seguir desarrollándola. Cuando Marx decía que no era marxista, estaba invitándonos justamente a que dejáramos de lado fidelidades de tipo dogmática y asumiéramos el compromiso de pensar, crear, de investigar, de llegar a poder explicar y predecir el curso de los acontecimientos. Resumo mi respuesta diciéndole, coma lo hizo el Che algún día, en ciencia social, nosotros somos marxistas, así como en física podríamos definirnos como einstenianos.
Bueno, ya vimos el rigor científico del marxismo y del leninismo, todavía algunos cabezas de termo (como Olmedo), siguen esperando el cumplimiento de la profecía científica e inexorable de la caída del capitalismo. El capitalismo caerá, pro no será por las inexorables leyes del determinismo histórico, esos ya están muertos hace tiempo, y más que einstenianos, estos fueron unos simples chamánicos.
Definición del peronismo
P —¿Y cómo valoran al justicialismo?
R —Nosotros pensamos que la doctrina justicialista es la expresión elaborada de una etapa de la experiencia de nuestro pueblo en la que, junto con la afirmación de las tres banderas fundamentales -la justicia social, la independencia económica y la soberanía política (banderas permanentes y perdurables por las cuales combatimos y que hoy sólo pueden lograrse mediante la construcción del socialismo en la Argentina) se expresa y se concibe la posibilidad de una integración de los intereses de diversas clases y diversos sectores. Si lo que se pretende al hablar de doctrina justicialista, es fijar la historia, detener su curso y hacerle creer hoy a nuestro pueblo que es posible el capitalismo sin explotación, o que los intereses de los dominados y los dominantes pueden conciliarse, nosotros decimos que eso no es justicialismo, que la doctrina justicialista ya no interpreta las necesidades del pueblo peronista. Nos parece más correcto decir que eso no es justicialismo, porque nuestro pueblo sabe perfectamente que la doctrina tiene que ser tan viva como la propia realidad y debe adecuarse a las etapas, a los ciclos, a los peldaños de la lucha por la liberación.
No al entrismo trotskista
P —Se podría ver en sus actitudes, dirían algunos, algo así coma cierto entrismo trotskista. Si no es así ¿en qué se diferencian de ellos…?
R —En primer lugar, y para terminar con una contienda ideológica que solo sirve al enemigo, quiero decirle que prefiero hablar del “entrismo” y no del “entrismo de los trotskistas”, porque también el trotskismo es una expresión ideológica y política demasiado vasta y polifacética como para que uno pueda caracterizar con justicia y verdad, a todos sus sectores de un solo saque, si no genéricamente. El “entrismo” -y en alguna manera el vocablo es gráfico- es en definitiva una maniobra, una especie de emboscada que se le tiende al pueblo. Se le dice que se está de acuerdo con él, pero no se le dice lo que en realidad se piensa hacer con él. Vana ilusión, porque generalmente nada se hace con el pueblo, si el pueblo no lo comprende y no lo quiere. Por otra parte, el “entrismo” se caracteriza en algunos casos, por un culto despreciable a todo aquello que el pueblo justamente está superando, a todo aquello que es menos viviente, menos valioso en el pueblo y que si el pueblo no lo ha podido dejar de lado todavía, es porque no cuenta quizás con instituciones, las formas organizativas, los métodos de lucha y las expresiones doctrinarias que le permitirían hacerlo con plena independencia. De ese modo caracterizamos nosotros el “entrismo”. No recuerdo el resto de su pregunta.
P —¿Cómo se diferencia esa actitud de la de ustedes?
R —En primer lugar, nosotros no estamos fuera del pueblo, esperando emboscados, sino que pertenecemos a él. En segundo lugar, nuestra fuerza, la de las FAR, o la de cualquier otra organización peronista, es la fuerza de su pueblo o no es ninguna. Por lo tanto, todo con el pueblo, nada sin él; todo con su comprensión, nada sin ella. Con respecto a las limitaciones de nuestro pueblo -que son las nuestras- el mejor modo, el único modo de superarlas, es tenerlas claras, es no escamotearlas y no practicar una forma de fidelidad que lo único que consigue es detener la historia y pretender que somos más de lo que somos o hemos recorrido más tramos de los que hemos recorrido. Nuestras limitaciones, las de nuestro pueblo, son fundamentalmente las que resultan de no haber podido construir todavía con toda plenitud y con toda eficacia, las formas organizativas y las expresiones doctrinarias que consigan, que garanticen la puesta en marcha de una guerra de liberación protagonizada por nuestro pueblo. Esas limitaciones de tipo político-militar, pueden acompañarse, sobre todo manejadas por el enemigo, de ilusiones o de formas de conciliación que, más que sentidas por nuestro pueblo, le son adjudicadas a este, sin que este pueda quitársela de encima con prontitud y claridad. Pero como revolucionarios sabemos qué hacer con ellas, lo primero, insisto, es tenerlas a la vista, tenerlas claras. Esa es quizás la manera más simple de diferenciamos del “entrismo”.
Seguro Olmedo, ustedes son el pueblo, pero el pueblo maravilloso no estaba con ustedes. Vox populi, vox dei. Cuando tenía alrededor de 20 años, escuchaba esas cancioncitas de los izquierdistas y cantaban algo así: «Para el Pueblo lo que es del pueblo…» Parece que para el «pueblo» esa entidad divina populista lo que le correspondía era los gobiernos peronistas que hundieron al país, haciendo prisionero al pueblo de un clientelismo humillante, en medio de inflaciones galopantes.
El general Perón
P —Quisiera saber qué opinan del general Perón. Una personalidad tan controvertida como la suya; aparentemente llena de contradicciones, de actitudes contrapuestas.
R —Algo que nos ha ayudado mucho a valorar a Perón, además del examen crítico (y fiel por crítico) de su experiencia, de su conducta, ha sido el propio balance que el general Perón hace de la misma. Hace poco nos recordaba a los jóvenes (que es como él nos llama) la responsabilidad de no delegar nuestra responsabilidad y asumir que estamos en una lucha que supera el lapso y el alcance de su propia vida, de su mera presencia física. En otras oportunidades, cada vez que fue preciso, estableció claramente que él es un intérprete de la suerte de nuestro pueblo y en alguna manera de las líneas históricas que recorrió y puede recorrer.
P —Perdón, ¿esto ocurrió en entrevistas personales?
R —En entrevistas personales y en las entrevistas que a otros compañeros concedió. Le aseguro que las entrevistas personales a las que me refiere no se realizaban con nosotros como miembros de las FAR sine simplemente como argentinos.
P —¿Qué lo iban a visitar?
R —Así es. En alguna medida se podría resumir la situación de Perón como la de un líder al que le ha sido vedada la posibilidad de dirigir a su pueblo en el escenario mismo de la lucha. Vedada por limitaciones objetivas externas y por limitaciones propias que el asume con mucha lucidez. Pero yendo a la valoración que merece como hombre, como político, nosotros pensamos que los aciertos o los errores de Perón expresan de una manera muy fiel, los aciertos y las limitaciones de la experiencia peronista hasta hoy. Él se ha equivocado, ha hecho un examen agudo de sus errores, fundamentalmente de aquel que permitió el zarpazo gorila. Ha aprendido de ellos, ha sabido reorientar su pensamiento doctrinario y ha sabido, además, en situaciones difíciles, cuando no éramos capaces de pasar a la resistencia, del repudio, del rechazo a la ofensiva clara, francamente estratégica, ha sabido en todas esas condiciones articular el conjunto de las fuerzas y del Movimiento Peronista y obstruir el camino del enemigo. Ha sabido, come le gusta decir, “jaquear al enemigo”. Cien veces se le ha reprochado el no elegir, en otros casos se le ha reprochado el no desechar, el no descartar sectores a los que el pueblo califica coma traidores o vendidos. Nosotros pensamos que elegir y desechar son dos actitudes inseparables: para poder desechar hay que poder elegir y hay que tener que elegir. Durante mucho tiempo, dentro del campo del pueblo, las movilizaciones masivas, las diversas formas de lucha y de respuesta no constituyeron una alternativa visible, perdurable con desarrollo continuo y progresivo que permitieran esa elección histórica y ese descarte histórico. Nosotros plenamente conscientes de la responsabilidad que eso significa, del desagravio que eso supone, asumimos con los hermanos de las otras organizaciones peronistas, la tarea de diseñar otra alternativa. Por cierto, lo hacemos también junto con todos los otros hermanos de las organizaciones revolucionarias, con los que alguna vez coincidiremos acerca del valor revolucionario de la experiencia peronista. Juncos crearemos las condiciones y las posibilidades de esa elección histórica, que entendemos, Perón también sabrá hacer si la vida lo acompaña para continuar asistiendo, interpretando y comprendiendo este proceso que vive su pueblo. Esa es la valoración que nosotros hacemos del general, y al hacerla nos desentendemos claramente de los análisis sicologistas, de las exigencias improcedentes y de los errores ideológicos que tan a menudo se cometen cuando se analiza su figura.
El que nunca entendió nada fue el guerrillero paraguayo Olmedo, tampoco los demás izquierdistas, Perón, jugando de Maquiavelo o queriendo vanamente imitarlo, recibía a todo el mundo, mejor si eran estos pequeños revolucionarios. Estos les servía de carne de cañón para debilitar a los gobiernos militares y regresar al poder. Pero el árbol pretendía orinar al perro, la cosa es al revés, cuando los muchachos se desbocaron al general, no le quedó otra que regresar al país, para hacer una limpieza de los zurdos que el Tío Cámpora los había metido en el gobierno, regreso por orden del maligno imperialismo estadounidense, y en cuanto pudo le mando su apoyo al general Augusto Pinochet Ugarte, jefe de la Junta militar chilena.
Así es la vida muchachos, la utopía no se puede realizar en la realidad, mucho pueblo, mucha revolución, la liberación, el imperialismo y cientos de frases huecas, no quieren entender que fueron los perdedores de la historia, así lo entendimos muchos en su momento, y cualquiera que no sea cabeza de termo, puede entender ahora con el diario del lunes.
4 de diciembre de 2023.