Cuadernos de Eutaxia — 8
TACO RALO
FUERZAS ARMADAS PERONISTAS (FAP)
Distintas insignias usadas por las Fuerzas Armadas Peronistas «FAP»
Algunos meses antes de que sucediera el conflicto social llamado Tucumanazo, en septiembre de 1968, el grupo denominaba Comando Montonero «17 de Octubre», de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), fundado en abril de ese año, hizo su primera aparición en el campamento bautizado «El Plumerillo», de clara reminiscencia al levantado por José de San Martín en Mendoza (San Martín era un militar español, traidor a su patria). El grupo guerrillero lo erigió en un paraje llamado La Caña, a 120 kilómetros de Taco Ralo, en el sudeste de Tucumán.
«Taco Ralo se tiene que colocar dentro de la experiencia de la vanguardia latinoamericana. El ejemplo de la Revolución Cubana repercutió dentro de las filas del peronismo, impulsando a su vanguardia a concretar las normas de la guerrilla rural», según una declaración hecha por las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) en una entrevista publicada en la revista «Cristianismo y Revolución» en septiembre de 1970. Los guerrilleros de Taco Ralo reconocían como líder al General Juan Domingo Perón, y buscaban, como todas las facciones peronistas en aquella época, el regreso del exilio del ex presidente. Pero querían un Perón que materializara sus deseos ideológicos marxistas.
De acuerdo a un comunicado publicado por las FAP en noviembre de 1968, luego de la experiencia de Taco Ralo, el objetivo de ese acto era «iniciar la guerra revolucionaria como forma de señalarle al pueblo el auténtico camino hacia su propia liberación, porque como lo dijera nuestro Conductor: ‘Al pueblo sólo lo salvará el pueblo’, y como forma de disputarle al régimen el poder político en el único lenguaje que él entiende: el de la fuerza».
Taco Ralo fue la última experiencia organizada de la guerrilla peronista de instalar un foco rural en Tucumán, las siguientes serían netamente guevaristas. Aunque, a decir verdad, eso de guerrilla peronista, es como mínimo tramposo, eran peronistas-marxistas. El circo duró apenas catorce días. Los miembros de las flamantes FAP cayeron en manos de la policía, denunciados por los campesinos a quienes estaba destinada su tarea revolucionaria. Quienes se oponen a la calificación extendida de una «guerrilla marxista» en la Argentina, FAP, (como FAL y Montoneros) dicen que se originó en grupos de derecha, católicos y de militancia peronista.
También Martín Lutero era católico, monje agustino ¿y eso qué? Ser bautizados no es equiparable a católico, hay que ser coherentes con su fe y no andar a los tiros y proclamando la lucha de clases. Y, una vez más, el peronismo sin su líder, iba a terminar inevitablemente en la izquierda, más aún cuando su líder en el exilio estaba coqueteando con las izquierdas. Todo el lenguaje y las acciones de los peronistas eran izquierdistas.
El intento en Taco Ralo fracasó apenas unos días luego de iniciado, como relata el mismo comunicado «una falla en las debidas medidas de seguridad, al regresar de una marcha iniciada a las 4 horas, del 19 de septiembre, siendo aproximadamente las 5.30 horas, y encontrándonos completamente desarmados, fuimos sorprendidos y apresados sin poder oponer la más mínima resistencia, por una fuerza de cien hombres al mando del jefe de Investigaciones de la Policía de Tucumán que creía encontrarse en presencia de un grupo de contrabandistas».
Esto es lo que más les duele, ellos que querían enfrentarse al Imperialismo, primero los Uturuncos son detenidos y considerados como delincuentes comunes por la Policía, luego el imprudente fusilador de Ricardo Masetti es aniquilado por la Gendarmería Nacional, un cuerpo dedicado a combatir el contrabando fronterizo, y los de la FAP detenidos nuevamente por la Policía en Taco Ralo.
Luego de ser aprendidos, quedaron detenidos Juan Bertelli, 43 años, de Lamadrid, Tucumán; Leonardo Slutzky, 32, médico de Buenos Aires; Carlos Olivera, 29, de Buenos Aires; el turco Envar El Kadri, 29, de Buenos Aires; José Luis Rojas, 27, de Tucumán, Amanda Peralta, 28 profesora de Literatura, Hernán Aredes, 31, empleado del Ministerio de Obras Públicas de Tucumán; Néstor Herdinsky, 24, estudiante, de Buenos Aires, y David José Ramos, 24, plomero, de la ciudad de La Plata, junto a Hugo Petenatti, Orlando Zelli, Juan Lucero y Benicio Ulfino Pérez.
Los izquierdistas dirán que luego de ser detenidos, fueron sometidos a «torturas, apremios y vejaciones» y pasaron, 28 días incomunicados. Luego el régimen de ese entonces intentaría hacerlos pasar por «castro-comunistas», acusándolos falsamente de haber cometido una serie de delitos comunes, esto es lo que dice el militante ©eldiario24.com, según estos, deberían haber sido instalados en un salón VIP y enviados a Disney como premio.
En 1966 asumió el poder en Argentina el general Juan Carlos Onganía con la promesa de quedarse veinte años en el poder. Pensaba ver morir a Perón en el exilio y, con él, al peronismo, pero como dice el dicho popular «yerba mala nunca muere», me refiero al peronismo. Los integrantes de ese comando estaban vinculados a la «Resistencia Peronista» y creyeron que había llegado el momento de alzarse en armas para golpear al régimen y lograr el retorno de juan Perón. Pero una cosa es levantarse en armas y otra ser atrapados sin disparar un miserable tiro.
Las Fuerzas Armadas Peronistas fueron un antecedente de lo que después sería Montoneros. Hoy «el pozo de los guerrilleros», como lo nombran los pobladores de la zona, ubicado a unos 20 kilómetros del pueblo Taco Ralo en Tucumán, solo se conserva una pequeña porción de monte rodeado de lotes de soja. Años después Cacho, el turco El Kadri se preguntará:
«¿Cuál era el deber de los jóvenes frente a una dictadura que amenazaba quedarse veinte años? En los años 60 y 70, los de la muerte del Che, los del exilio de Perón, la proscripción de las masas populares y del Mayo Francés, Taco Ralo era ideológicamente de los peronistas ortodoxos de ‘Perón o muerte’. No hubo marxistas ni cosa que se les parezca. Continuaba la línea dura de Amado Olmos, Gustavo Rearte, Nell, Gazzera y Di Pascuale, venía de los comandos de resistencia que operaron con Iñiguez».
La sola mención al Che, al Mayo Francés, reafirma mi tesis de que estos eran socialistas al estilo comunista y una mescla con el socialismo nacional fascista peronista al estilo Mussolini. Lo que es en esencia el peronismo. Un comunicado emitido un mes después desde la cárcel decía: «Pertenecemos a la nueva generación peronista nacida a la lucha en medio de las bombas asesinas del 16 de junio de 1955 en Plaza de Mayo y los fusilamientos del 9 de junio de 1956 del general Valle y sus valientes compañeros. Nuestra juventud se lanzó a la lucha por la reconquista de la “Felicidad del Pueblo y la Grandeza de nuestra Nación”».
La preparación del picnic de Taco Ralo tuvo como antesala la «expropiación» de dos bancos y el asalto a un puesto de guardia de Campo de Mayo. El dinero se usaba para comprar armas y equipamiento y sostener algunos militantes clandestinos. Dice el ladrón de Verdinelli: «Por nuestras manos pasó mucho dinero. Pero la plata era sagrada y se usaba exclusivamente para los fines de la organización». Fue lógico que estos delincuentes fueran atrapados por la policía.
Los militantes de las FAP dicen que resolvieron mantener una pata urbana y otra rural que sería el destacamento de Taco Ralo. Convocaron a fogueados militantes peronistas de distintas provincias, porque cuando se iniciaran las acciones, la idea era darse a conocer con nombre y apellido. El jefe político era Envar El Kadri y el jefe militar, Néstor Raúl Verdinelli, seguían: José Luis Rojas (Tucumán); Juan Luis Lucero (Rosario); Hernán Ceferino Laredo (Corrientes); Benicio Ulpiano Pérez (Corrientes); Edgardo Olivera (Santa Cruz); David José Ramos (Buenos Aires); Hugo Ernesto Petinatti (Entre Ríos); Samuel Leonardo Slutzky (Buenos Aires); Arturo Ferré Gadea (Capital Federal); y Orlando Rubén Tomás (Santa Fe).
La única mujer, Amanda Beatriz Peralta, ostenta el triste mérito de haber sido la primera mujer guerrillera de la Argentina. Con el propósito de aclimatarse y practicar en el terreno el grupo simuló comprar un pequeño campo a un compañero, Juan «Pipi» Bertelli. Lo mismo que había hecho el Che en Bolivia, en todo imitaban al Che, el fracaso incluido. Luego pensaban moverse hasta los cerros del Cochuna a unos 70 kilómetros para iniciar las acciones.
Según cuenta el vecino Jorge Sotelo Ledesma, que según dicen hasta hace muy poco seguía viviendo a unos mil metros del campamento, la denuncia fue realizada contra Bertelli, por otro vecino, un tal Scaglione, que tenía un pleito de tierras con Bertelli y le fue con el cuento al comisario. La policía dirá que fueron unos geólogos los que dieron la alerta y el grupo, que fue un avión que los observó desde el aire.
«Cuando nos descubren, nos tiramos al suelo. Era noche todavía, y el bosque era de arbustos bajos. Yo saco el 38, y lo amartillo para disparar. Veo un cana (policía en la jerga popular de Argentina) a dos o tres metros. Apunto –imposible errar–, aprieto el gatillo… solo un clic sin nada… una ramita se interpuso entre el martillo y la bala. Al escuchar el clic, el cana se me vino encima y me cagó a culatazos con su fusil. Mi arma era una Parabellum 9 mm, pero ese día la cambié por un 38 largo. Si hubiera tenido la pistola, habría matado a ese policía… pero sin duda nos hubieran masacrado. Eran algo así como cien canas». Este relato, inédito, pertenece al jefe militar Verdinelli, quien lo recordaría desde Gotemburgo, Suecia.
Según Raúl Verdinelli: «La detención fue sorpresiva y los canas se quedaron de boca abierta, ya que se esperaban detener un grupo de contrabandistas. Les llevó un par de horas darse cuenta de qué se trataba. Allí se planteó una discusión entre los tres oficiales al mando, dos planteaban simular un intento de fuga y matarnos a todos. Mientras discutían, los que estábamos más cerca escuchábamos el debate sobre nuestro destino. Y justo cuando la decisión se volcó a matarnos, llegó un camión cargado de periodistas y nos salvó la vida».
«Nos llevaron a la jefatura en Tucumán, donde comenzaron los interrogatorios. Unos días después nos trasladaron en avión a Buenos Aires. Nuestra sorpresa fue que a lo largo del recorrido e incluso en el aeropuerto, había grupos de gente que nos vivaban como peronistas. En medio de la depresión que teníamos por nuestro fracaso miserable (no pudimos tirar un tiro ni abrir el frente pensado) esto nos sonó a gloria. ¡¡¡No todo estaba perdido!!!».
«En Coordinación Federal, ya decidieron darnos con la ‘picana’. Es lo más infernal que puedas imaginar. Allí reconocimos los asaltos… lo que no ayudó mucho, ya que lo que querían eran nombres y direcciones. Ninguno habló. Uno de nuestros orgullos fue que no entregamos a nadie».
«En una de las comisarías, una noche los canas nos prometen darnos una paliza ‘que recordaríamos si salíamos con vida’. Justo habían hecho una redada de prostitutas…todo esto en celdas con rejas. Serían como veinte o treinta prostitutas en la celda grande, que comenzaron a armar quilombo cuando los canas se dirigían a nuestra celda. Gritos, amenazas de encender los colchones, esas cosas… terminó en negociación: las prostitutas se dejaban coger si no nos pegaban… los canas eligieron coger. Desde entonces, tengo el máximo respeto por las prostitutas. Poca gente tiene la dignidad que esas ‘putas’ mostraron en esa noche».
Estimados lectores, lamento vuestra decepción si esperaban leer el relato de acciones valientes como cabe a todo guerrillero, pero no, acá los únicos que tuvieron los ovarios bien puestos fueron las prostitutas. Los presos de Taco Ralo recuperaron la libertad recién el 25 de mayo de 1973, cuando asumió a la presidencia Héctor J. Cámpora, lugar prestado por Juan Perón, el «Tío», llamado por los izquierdistas como él, limpió la cárcel de delincuentes.
Al salir de la cárcel se enfrascaron en la discusión de continuar o no con la lucha armada. Según Raúl Verdinelli: «Planteamos que, habiendo un gobierno elegido democráticamente, no hay lugar para la lucha armada. Que la lucha armada es el último camino, cuando todo lo demás está cerrado. Eso originó una división, plasmada en lo que fue las FAP 17 de Octubre, que optó por el desarme y el vuelco a la lucha política». Es decir, como dicen en el juego de cartas, «se fueron al mazo».
Los medios afines al izquierdismo dijeron: «El viernes pasado, a la madrugada, en un avión piloteado por un yerno de Onganía —el capitán Juan Carlos Casagna—, llegaban a Buenos Aires siete de los catorce guerrilleros sorprendidos en Taco Ralo, Tucumán (ver Nº 300); serán procesados por el Juez Federal de San Martín, Manuel Wesler. Por la noche, el Ministro del Interior catalogaría a los integrantes de la banda como “castrocomunistas, aunque se dicen peronistas”.
Cuarenta y ocho horas antes, Bernardo Alberte, un ex delegado de Juan Perón, había reunido a los periodistas en una oficina de Lavalle y Talcahuano, en la Capital, para formular una declaración distinta: “Se ha cargado sobre ellos [los guerrilleros] la acusación de comunistas y trotskistas, con lo cual se ha querido confundir a la opinión. Los compañeros apresados son peronistas, y muchos de ellos exhiben una militancia sacrificada”, precisó Alberte.
Esa contradicción no es la única, ni la más leve, en las andanzas del grupo, al que el propio Borda conectó con un brote cordobés de seis militantes de la Organización Nacionalista Argentina (que, según La Razón, “son en realidad antiguerrilleros que se preparaban con ese propósito”), vinculado a su vez con otro, de ocho, en Río Gallegos (entre ellos, Jorge Cepernic, ex candidato a Gobernador por el justicialismo).
Es que el empeño de Guillermo Borda por aventar la filiación peronista de los irregulares de Taco Ralo, y el de Alberte por sacarla a relucir, como un desafío, suena extraño. Tan extraño como el hecho de que ambos hayan omitido mencionar lo que los guerrilleros confesaron sin tapujos: que son delincuentes comunes. Asaltaron dos Bancos, uno en Llavallol, donde mataron a un policía, episodio del que participó la maestra Amanda Peralta de Diéguez y Envar Cacho El Kadri, un ex preso Conintes, caudillo del impalpable Movimiento de la Juventud Peronista, con Dardo Manuel Cabo, líder de la Operación Cóndor que intentó ocupar las Malvinas (1966).
Quizá la legión de abogados defensores que se movilizó la semana pasada (Luis Cerruti Costa, asesor de la FOTIA; Julio Rodríguez Anido y Conrado Ortigosa, de la CGT; Ricardo Rojo, autor de ‘Mi amigo el Che’, como colaborador espontáneo) consiga sacar algo en limpio. Fuentes de la SIDE, sondeadas por Primera Plana, señalaron que dos meses atrás esa Secretaría detectaba los planes de la banda guerrillera en Tucumán; un coronel tomó a su cargo las operaciones, con metas acaso fantasiosas, como la captura del boliviano Guido ‘Inti’ Peredo, uno de los pocos sobrevivientes del grupo Guevara.
Cuando la Policía tucumana se enteró, por denuncias de un funcionario de Hidráulica, la sede se preocupó por frenar todo para poder consumar el operativo sin interferencias; había que esperar que los apéndices mostraran el resto, del juego, pero entretanto el Jefe de la Policía, mayor Ramón E. Herrera, molesto porque no se lo dejaba actuar, renunció; hubo que convencerlo de que se trataba de una combinación táctica.
Uno de los supuestos atribuía las apariciones de guerrilleros a un Plan conectado con el Comando del peronismo (Paladino) con vista a tomar pequeñas poblaciones del interior, alejadas de refuerzos policiales o militares, y sembrar el pánico, el 17 de octubre; otros focos debían surgir en Mendoza y Corrientes. […]
Por fin, la espesa historia tiene recovecos aún más insondables: el lunes 23, en Londres, un negro sudafricano, Edward George Wilson (37 años), confesó que había falsificado 3 millones de dólares para financiar “la subversión en la Argentina”. Al cabo de la semana, una unidad de boinas verdes —las duras fuerzas de choque del Pentágono— aterrizaba en Tucumán. Un vocero de la Embajada norteamericana sostuvo que la presencia del contingente de Fuerzas Especiales fue concertada tiempo atrás, antes de que se develase el misterio de Taco Ralo. ¿Quién podía creerle? PRIMERA PLANA 1º de octubre de 1968.
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En el texto titulado Los hijos de Perón, Cacho El Kadri expresó: «Los hijos de Perón fuimos duros y tiernos, serios y jodones, dialoguistas y ‘apretadores’, enamoradizos y olvidadizos, cantores y gritones, apresurados y retardatarios, pobres y pobrísimos. Nosotros, pobres de solemnidad, pobres vinimos al Movimiento, pobres lo servimos aun cuando millones pasaron por nuestras manos, y pobres seguiremos hasta el día en que nos vayamos a jugar con el Viejo arriba en alguna nube. Pobre ejemplo les dejamos a quienes, por ser los ‘nietos de Perón’, tendrían que saber que la política no es un medio para enriquecerse ni servirse, para trepar y trepar. Los hijos de Perón seguimos creyendo que es realista pedir lo imposible; o que podemos alcanzar las estrellas, aunque estén muy altas; o que ‘se puede y se debe’ vivir como hermanos…». Cuantas cursilerías juntas.
Amanda Peralta, la «negra» como la llamaban, fue una de las fundadoras de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y la única mujer presente en Taco Ralo y se exilió en 1976, luego del golpe militar a Suecia, lugar donde falleció el 2 de enero a los 69 años en Gotemburgo. Amanda Peralta renunció expresamente a la lucha armada luego de que el izquierdista Héctor Cámpora asumiera la Presidencia en 1973. Amanda Beatriz Peralta había nacido en Bolívar, provincia de Buenos Aires, el 22 de noviembre de 1939, en una familia de prósperos productores rurales.
Desde joven estuvo vinculada a la Resistencia Peronista, y en los años 60 a la agrupación «Acción Revolucionaria Peronista» del ex delegado de Perón, el marxista John William Cooke. Peralta fue condenada a prisión, pero el 26 de junio de 1971 se fugó espectacularmente junto a otras tres presas de la cárcel Buen Pastor, en San Telmo. Su compañero Verdinelli salió en libertad dos años más tarde con la amnistía dictada por Cámpora en 1973.
Ambos decidieron abandonar la lucha armada para crear una agrupación de masas, el «Peronismo de Base», hasta que, acosados por las amenazas de la Triple A y los grupos paraestatales, en 1975 abandonaron definitivamente la militancia. Años después se separaría de Verdinelli, con quien tuvo dos hijos. En 1985 en una entrevista con Juan José Salinas de la revista izquierdista El Porteño.
—Las FAP difieren bastante de otras organizaciones armadas de nuestro país. ¿A qué se debe?
—Fue la organización que le dio continuidad a la resistencia peronista. En ella privaba mucho lo voluntario, lo no militar. También las relaciones directas con la base y los sindicatos. Quizás todo eso se debiera a que la mayoría éramos viejos militantes políticos que habíamos hecho nuestra experiencia en las unidades básicas o en la JP (juventud peronista). No teníamos una mistificación respecto de lo que era el peronismo. Ellos leían los libros de Perón y tomaban sus palabras como dogma
—A lo largo de todos estos años, ¿te replanteaste tu vida política?
—Claro. Tengo la sensación de que estuve en el peronismo haciendo siempre la contra, siempre peleando. Desde que llegaron las instrucciones de Perón de votarlo a Frondizi, en 1957, nunca estuvimos de acuerdo con nada. Siempre estábamos en la vereda de enfrente.
—¿Ustedes pasaron a la acción guerrillera porque no había otra opción?
—No había otra opción, eso es cierto. No había opciones políticas de otro tipo, menos aún legales.
—¿Y bajo la presidencia de Arturo Illia?
—Illia se aparecía como un gorila más que ganaba las elecciones gracias a la proscripción del peronismo. Hoy vemos que esa visión fue un error. Nos equivocamos y le hicimos el juego a los militares. ¡Yo participé en la preparación del foco guerrillero durante el gobierno de Illia, en 1964¡
—¿Qué los impulsó a tomar el camino del foco?
—Estábamos en pleno foquismo, con las anteojeras puestas. Muy influidos por la Revolución Cubana. El foco era la respuesta mágica, maravillosa y perfecta para los problemas del país. Fue nuestra etapa de mayor sectarismo. El hecho de que el gobierno de Illia fuera democrático se consideraba un estorbo para desarrollar el foco guerrillero. Y esa estrategia destruyó la unidad que existía entre la Juventud Peronista y los sindicatos. Para mí, esa fue una de las grandes tragedias del foco. Hasta entonces, la unidad que había era tremenda: los sindicatos no podían hacer ningún tipo de agitación sin la JP. Hoy siento que nuestra ida al monte como una consecuencia de la derrota obrera.
—¿Qué sucedió en 1973?
—Había toda una idealización de la lucha armada. Pero el grupo de los veteranos de la FAP, en el 73, planteamos abiertamente que la tarea era política, que había que organizar a las bases y que la estrategia del ERP y Montoneros era errónea. También hicimos una crítica al alto grado de violencia que usaban esas organizaciones. Hoy tenemos que ver eso también autocríticamente: antes del 73, cuando nosotros operábamos como grupo armado, no se daban esos niveles de violencia porque la represión tenía otras características. Si hubiéramos actuado en la etapa del salvajismo, creo que hubiéramos entrado en la misma dinámica.
—¿Después de todos estos años ¿cuál es tu reflexión?
—En general, en todos los procesos guerrilleros prima la visión voluntarista de acortar los plazos. Digamos que es la versión de izquierda de lo que el golpe es para la derecha. Yo no creo que se pueda negar la existencia de procesos violentos. Incluso, en gran cantidad de casos, la violencia es un arma de las masas. Pero hoy diferencio esa problemática de la concepción de guerra, así como diferencio entre lucha de clases y guerra de clases.
Hay una visión acrítica de los procesos de guerra. Se hace una asimilación de lo ineludible con lo legítimo. No podemos plantearnos erradicar la guerra a través de fomentar las guerras. En 1973 esta confusión era muy grande porque allí la violencia no era necesaria. Sucede que la concepción foquista se formó con dos componentes: el nacionalista –con todos sus valores patrióticos, los héroes, el sacrificio– y la concepción marxista de la lucha de clases como el motor de la historia. Eso dio un cóctel explosivo. Tendíamos a ver la violencia como heroísmo y como valor proletario y socialista. Ahí estaba la idea: cuantos más milicos limpiemos, más cerca estaremos del socialismo. El problema es cuando descubrís que no podés hacer una guerra sin militarizarte, sin volverte un militar.
Fijate que para nosotros el concepto de lo militar, tan odioso para cualquier viejo anarquista o socialista, llegó a perder el carácter negativo. Hacer política era militar. Lo militar era lo más sagrado de las organizaciones foquistas. Después llegaron los grados, los ascensos, las formaciones militares. Lo más triste es que todo esto se vivía como valores socialistas. Ese militarismo pasó a deformar el pensamiento político. ¿Hay algo peor para el desarrollo de una discusión política seria, honesta, profunda, que la subordinación militar? Yo creo que hoy debemos poner todo eso patas para arriba. No dar nada por sabido, ir al fondo, e incorporar críticamente la teoría. Eso significaría poder aprender de nuestras experiencias.
Partes del reportaje a Amanda Peralta por Facundo Cersósimo para el libro «Envar El Kadri. Historias del Peronismo Revolucionario».
—¿En qué lugares militaste y durante qué años?
—Yo milité en La Plata, empecé en 1955, a los 15-16 años. Más tarde, en 1965, me trasladé a Buenos Aires, al sur del Gran Buenos Aires: Avellaneda, el Dock, etc. Y Tucumán en el 67-68, […].
—¿Cómo va surgiendo la idea de Taco Ralo? ¿Cuáles son las discusiones previas?
[…] ya hacía tiempo que andaba con la idea de organizar un foco rural. Lo había intentado anteriormente con el grupo del Vasco Bengoechea en el cual participamos algunos de JP La Plata y también de JP Córdoba. Eso fracasó con la explosión de la calle Posadas y después caí presa. Al salir, entré en contacto con ARP siempre con la idea de armar un foco rural en Tucumán. En el ‘67 salimos Néstor Verdinelli y yo de ARP, justamente porque no concretaban el foco rural. Lo hacían en teoría, pero no tenían una práctica real para prepararlo. Ahí tomamos contacto con otros que pensaban como nosotros: David Ramos, Eduardo Moreno […]. Se va haciendo una cadena y entre los contactos que aparecen un día nos encontramos con Cacho y Carlitos Caride. Nuestra “teoría” era que el único modo de iniciar un foco es iniciándolo. […] dando los pasos concretos necesarios para subir al monte: conseguir dinero, armas, equipos y combatientes a través de empezar a operar, aunque fuésemos dos o tres locos sueltos. Resulta que de golpe descubrimos que éramos unos cuantos los que pensábamos lo mismo. […]. Nos juntábamos en una casa que Néstor Verdinelli, David Ramos y yo teníamos en Temperley. […] Ahí va madurando lo que llamamos la teoría de las dos patas, que consiste en ver el foco rural y el foco urbano como igualmente necesarios. La gente medio elegía si quería irse al monte o ser urbano. Néstor, Cacho, David y yo estábamos anotados desde el vamos para el monte. […] El grupo rural se llamaría Destacamento Montonero y el urbano Destacamento Descamisado. Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) se eligió como nombre de la organización porque considerábamos importante marcar desde el vamos el carácter peronista de esa lucha e impedir maniobras macartistas de los milicos, con su discurso de combatir el comunismo, etc. Por eso era importante que gente bien conocida y representativa del peronismo, como Cacho y otros, estuvieran en el monte. […] La idea era que después del primer enfrentamiento en el monte el grupo urbano operaría y haría pública una declaración con la firma de todos los que estábamos en el monte.
—¿Cómo transcurrió la vida en esos días del monte tucumano?
[…] Nos dedicábamos a hacer ciertos cursos, practicar, caminar, charlar, cavar trincheras, etc. Nada demasiado espectacular por lo que recuerdo. Vivíamos en una carpa grande, hacía mucho calor de día y mucho frío de noche. […]
—Luego de 1973 y la amnistía de Cámpora ¿te integras al PB 17 (peronismo de base)?
—No, no me integro al PB-17. Te voy a explicar algo previo: mientras los compañeros estaban en la cárcel hasta mayo del ‘73, yo estaba afuera desde la fuga y participé en las FAP. Estaba a cargo de la organización en zona sur y en parte en Capital. Me chupo los debates con lo que después sería la FAP nacional, con otros compañeros organizamos la resistencia contra el sectarismo que reinaba, reclamábamos una definición ante las elecciones que se venían, queríamos que se diera el apoyo a la candidatura de Cámpora y por eso éramos acusados de movimientistas. Esta lucha culminó a fines del ‘72 o principios del ‘73 cuando rompemos con la FAP nacional y formamos las FAP 17. Cuando los compañeros salen con la amnistía se integran con nosotros, naturalmente. Al mismo tiempo algunos de nosotros pensábamos que era hora de disolver las organizaciones armadas e integrarse en la lucha política. […]
—El 1º de enero de 1975 Cacho parte al exilio, ¿tenés contacto con él durante esos años? ¿Dónde lo ves?
—La última vez que lo encuentro en Buenos Aires antes de que se fuera al Líbano fue en el ‘74, para presentarle a mi hija Cecilia que nació a los 9 meses de la amnistía del ‘73. Después del golpe, en septiembre del ‘76 nosotros nos vamos a Brasil donde estuvimos un año. En agosto del ‘77 venimos a parar a Suecia. Recién ahí podemos retomar contacto. Cacho estaba ya en París después del paso por Madrid y su casi expulsión a Argentina. Después de eso nos vemos varias veces, en París y en Suecia. […]
—Luego de 1984, cuando Envar regresa a la Argentina ¿Se ven? ¿Comparten proyectos?
—[…] en Buenos Aires fuimos juntos a hablar a la facultad de ciencias sociales, […]. Hablamos de John W. Cooke con los estudiantes. También viajamos juntos a La Plata a un homenaje a un cumpa de Taco Ralo desaparecido, el tordo Slutzky. Y alguna vez nos fuimos con Nacho y él a Pergamino a visitar a Ramón Torres Molina. […]”.
«Cumpa» es terminología propia de los izquierdistas para referirse a un camarada.
Carlos Caride, otro de los integrantes, nació en la ciudad de Buenos Aires, y falleció el 28 de mayo de 1976, en un enfrentamiento con la policía cuando intentaba apoderarse de armas. Fue uno de los fundadores de la organización guerrillera Fuerzas Armadas Peronistas y luego militó en la agrupación Montoneros. Trabajó como mensajero en el Correo a los 15 años y hacia fines de 1957 se incorpora al Comando Centro, que se reunía en la esquina de Corrientes y Esmeralda y realizaban acciones, primero con panfletos y manifestaciones relámpago y luego con atentados con bombas caseras.
Carlos Caride tuvo relación con otros que en ese momento eran del movimiento de Resistencia Peronista como Jorge Rulli, Envar El Kadri, Héctor Spina y Gustavo Rearte y con sindicalistas como Julio Troxler, Di Pascuale, Sebastián Borro y Andrés Framini. Se integró a la Juventud Peronista y después de la elección de Arturo Frondizi como presidente, continuó con las acciones de resistencia, cuando se forma la Mesa Directiva de la Juventud Peronista a fines de 1961, es nombrado responsable de seguridad.
Por esa época el grupo mantiene relación con otras agrupaciones que habían elegido la vía de la lucha armada como los Uturuncos, también con el general Miguel Ángel Iñiguez, un ex militar peronista que preparó un golpe de Estado para el mes de noviembre de 1960, que fracasó antes de estallar, y que terminó años después en las fuerzas de choque de la derecha del peronismo.
El 9 de junio de 1962 se realizó un acto en el bar de la Facultad de Derecho como homenaje al intento de golpe de Estado del mismo día de 1956. Cuando un estudiante estaba hablando parado sobre una mesa, otro lo interrumpió e increpó «por qué no se hace también un homenaje a los hermanos Cardoso». Ricardo Polidoro, un militante del grupo Tacuara y Carlos Caride, en ese momento comenzaron a disparar, sin que del sumario administrativo ni del juicio penal posteriores surgiera que hubiera existido un enfrentamiento entre dos bandos.
Uno de los disparos alcanzó y mató a la estudiante de asistente social Norma Beatriz Melena que no participaba del acto y sólo pasaba en las cercanías. La sentencia de primera instancia, confirmada por la Cámara de Apelaciones condenó por «homicidio y lesiones en riña» e «intimidación pública» a Polidoro a cuatro años de cárcel y a Carlos Caride a seis años.
Al salir de prisión Carlos Caride pasa a ser uno de los fundadores de la organización guerrillera «Fuerzas Armadas Peronistas», que pretendía combinar la guerrilla rural influenciada por el caso cubano y la urbana, de inspiración tupamara. En abril de 1969 cuando se encontraba en su departamento con otros dos militantes, su compañera Aída Filippini y Miguel Zavala Rodríguez resisten un allanamiento, en el enfrentamiento matan al oficial de policía Jorge Mattos y fueron detenidos.
Caride participó como delegado de las (FAP) en los preparativos dentro del Peronismo de Base y presenció desde el palco el enfrentamiento entre fracciones, en el regreso de Perón a la Argentina, que luego se conoció como Masacre de Ezeiza. Después que el 27 de agosto de 1973 las FAP asesinaron al dirigente sindical de los obreros de la construcción Marcelino Mansilla, el sector encabezado por El Kadri y Caride se separó de la organización y fundan FAP-17 de octubre y con críticas a la vía de la lucha armada apoyan decididamente la candidatura de Perón a la presidencia en las elecciones recién convocadas por el despido de Cámpora.
El 27 de septiembre de 1973 a las 8.15 horas, cuando Mansilla sacaba su automóvil Ford Fairlaine modelo 72, del garaje de su chalet de San Lorenzo 1739 del barrio de «Los Troncos», le cerró el paso otro vehículo y fue asesinado a balazos. Según el historiador Juan Ladeuix:
«Esta acción puso a las FAP en una tensión irreconciliable a nivel nacional. El sector “movimientista” decidió lanzar las FAP-17 de Octubre. En el plano local el asesinato de Mansilla dejó para las FAP un saldo negativo. El mismo sería condenado por un amplio espectro político que se expresó en un Paro decretado por la CGT local. Por otro lado, si bien el bloque municipal del FreJuLi (peronista) no asumió un posicionamiento de repudio, las autoridades municipales condenaron el atentado. En resumidas cuentas, el caso Mansilla reportó para las FAP marplatense un fuerte cuestionamiento político. De hecho, y a raíz del crecimiento Montonero, algunas de las agrupaciones sindicales que tenían un alto grado de pertenencia al MBP pasaron a formar parte, desde su constitución en la ciudad el 14 de septiembre, de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Sin embargo, aunque la acción no fue desarrollada por Montoneros, en las páginas de El Descamisado se justificó ampliamente el asesinato de Mansilla».
En marzo de 1974 el comisario Luis Margaride detuvo a Caride, acusándolo de participar con El Kadri y Troxler en un complot para matar a Perón, a los tres meses fue liberado. Meses después Caride rompió con las FAP-17 de octubre y se unió a Montoneros. En el acto del 1° de mayo de 1974 condujo una de las columnas de Montoneros que se retiró de la Plaza de Mayo en desacuerdo con las expresiones que tuvo el presidente Perón en su discurso. Su última aparición pública fue en el entierro de Troxler, muerto el 20 de septiembre de 1974 por la Triple A.
El 28 de mayo de 1976 mientras participaba de un intento de robo de armas fue muerto por la policía en el intercambio de disparos, ocasión en que Roberto Carri que lo acompañaba fue gravemente herido. Su cuerpo fue llevado por sus compañeros y enterrado en un jardín.
Otro de los integrantes del grupo fue Envar El Kadri, fue fundador de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y pasó cinco años en prisión al ser capturado en 1968 en Taco Ralo. Me voy a referir a Envar El Kadri en su relación con Perón, hay que decir que El Kadri ha sido y es considerado una leyenda y ha sido sobrevalorado por la izquierda en general. Yo no lo considero así, creo que políticamente era limitado y estaba segado por la idealización de Perón y del peronismo, nunca se enteró de lo que realmente pasaba. Si hoy estaría vivo, seguramente estaría luchando en una milicia de Hezbolláh.
En esos años en la Argentina se conocía con el nombre de «Tendencia» o «peronismo revolucionario» a una corriente del peronismo nucleada en torno a las organizaciones guerrilleras FAR, FAP, Montoneros y la Juventud Peronista, estas se fueron conformando progresivamente entre los 60 y 70, a inicios de 1972, estuvo integrada por organizaciones que asumían una actitud combativa y revolucionaria, en la que el peronismo era concebido como una forma de socialismo cristiano, adaptado a la situación de Argentina.
El propio general Perón la definía como «socialismo nacional», una prueba más de mi afirmación de que el peronismo era y es una organización de izquierdas, el nazismo como el fascismo también lo fueron. La Tendencia fue apoyada y promovida por Perón, durante la etapa final de su exilio, ya que tenían más capacidad para combatir al gobierno militar autodenominada Revolución Argentina (1955-1973) y la primera etapa del tercer peronismo, cuando el izquierdista Héctor J. Cámpora fue elegido presidente de la Nación el 11 de marzo de 1973.
La tendencia había lanzado una disparatada teoría conocida como «Teoría del cerco», es decir, que Perón estaba siendo cercado por su mujer Isabel Martínez y por José López Rega, el brujo, y que no permitían que hubiese un trato directo con los jóvenes. Esta cuestión de los círculos o entornos al poder, fue tratado en esta revista bajo el título de «Los pasillos del poder» del 30 de noviembre de 2016.
Perón que tenía muchos problemas con las agrupaciones juveniles con clara orientación izquierdista, los convoca en su casa de Gaspar Campos. El Kadri creía que la reunión era para un grupo reducido, al llegar tuvo una sorpresa. En la reunión estaba el jefe Montonero Mario Firmenich, el «gallego» Alejandro Álvarez, jefe de Guardia de Hierro, los amigos del luego papa Francisco, que estaba enfrentado con la Tendencia. También estaba Alberto Brito Lima, jefe del Comando de Organización (CdeO), un grupo armado de la derecha peronista. Perón los invitó a que hablaran brevemente y que él después diría lo suyo.
Cuando El Kadri se dirigió a Perón le dijo: «Buenos días, mi general. Soy Envar El Kadri», Perón le respondió: «Ah, ¿Cómo le va? A usted sí que lo trataron mal». Cinco años atrás El Kadri al ser detenido fue maltratado por la policía, algo normal y lógico. Envar dijo que hablaba en nombre de las FAP-17, con esto quería decir cuál era su postura ante la lucha. Pero como Perón era un tipo ladino, respondió: «Ah, sí, son cuestiones de nombre, de sellos, de grupos. Eso es puro grupo…», Juan Perón ya los había relojeado.
En el siglo pasado, cuando la tecnología no estaba a disposición de la sociedad como ahora y no se había inventado la actual que tenemos, los organismos del Estado, las instituciones, empresas, clubes, partidos políticos y un largo etcétera, en sus documentos, cartas o papelería interna, le agregaban un sello hecho con una goma especial que contenía el título o lo concerniente a su actividad, incluso la firma. Luego de embadurnarlo en tinta se aplicaba al papel, eso era un «sello de goma».
Los políticos para mandarse la parte, tenían muchos sellos, de supuestos grupos u organizaciones, tratando de impresionar a sus rivales, a veces tenían más sellos que personas, como estos grupos, como se puede ver como algunos guerrilleros estuvieron con los Uturuncos y luego con otros, o con el grupo de Masetti y luego en otro. Juan Perón, tras referirse a los sellos, dijo que la Juventud Peronista tenía que organizarse: «Las próximas autoridades serán elegidas por las bases, no por los dedos. Eso no cuadra en esta época. Podría ser posible en la lucha porque no se podían hacer elecciones mientras se estaba peleando, pero ahora ya sí. Ahora hay que ir creando la institución, que da el orden y da la permanencia».
Creo que en ese momento los utopistas se dieron cuenta, o se cayeron de la cama, que el «cerco» no existía y que López Rega respondía a lo que él quería. Envar El Kadri no se fue contento. El gobierno socialista de Chile estaba al borde del abismo, y Perón dijo:
«Los otros días me encontré con unos muchachos que me dijeron ‘hay que hacer esto, hay que hacer lo otro’. Y yo les dije ‘si ustedes quieren hacer igual que hace Allende en Chile, miren como le va a Allende en Chile’. Hay que andar con calma. No se puede jugar con eso, porque la reacción interna, y apoyada desde afuera, es sumamente poderosa. Los ingredientes de una revolución siempre son dos: sangre y tiempo. Si se emplea mucha sangre, se ahorra tiempo; si se emplea mucho tiempo, se ahorra sangre. Eso es lo único que podemos decir. Pero siempre es una lucha. Que yo sepa, hemos quedado en gastar tiempo, y no sangre inútilmente».
Estos idealistas eran muy limitados para entender la política y como se mueve el mundo, ellos creían que la política interna era lo único que existía, pero nunca se enteraron de que el motor de la historia es la dialéctica entre Imperios. Y en este caso se trataba del enfrentamiento entre la URSS y Estados Unidos. En la primera semana de junio de 1973 antes de su regreso a la Argentina, Perón fue a la clínica del doctor Antonio Puigvert en Barcelona, «para que lo revise y para despedirse». El general le dijo a Puigvert: «No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y a infiltrado a los comunistas por todas partes».
Esto pensaba Perón de Cámpora, la verdad no solo esto, sin embargo, los peronistas actuales tienen o tuvieron una agrupación de ladrones y delincuentes llamados «la Cámpora». Cuando Perón regresaba a la Argentina, en pleno vuelo hacia Buenos Aires, Nélida Iris «Cuca» Feola de Demarco se animó a preguntarle a Perón como se sentía volviendo al país con el apoyo del pueblo. Perón le dijo: «No se crea todo lo que se dice, de que el pueblo me trae. El que quiere que vuelva es Estados Unidos para terminar con el comunismo en América Latina. No vuelvo a encabezar un golpe militar, voy a ser Presidente de la Nación electo por el pueblo».
El lunes 24 de septiembre de 1973, mientras la población aun festejaba la victoria electoral que había consagrado a Perón como presidente, «el presidente electo» movió una ficha de su tablero internacional. Los destinatarios chilenos fueron los primeros, los Estados Unidos al día siguiente. Tras un viaje secreto de un «Enviado Especial» a Santiago de Chile para dar su apoyo «material y el respaldo argentino a la Junta Militar», mientras los izquierdistas en Argentina cantaban, (esto lo oí de adolescente) «Hermanos chilenos no bajen la bandera, que FAR y Montoneros cruzaran la cordillera», pero Pinochet les había bajado algo más que las banderas y Perón, en virtud de esa dialéctica de imperios, apoyaba a Pinochet.
Así consta en el Acta Secreta N 8 del 24 de septiembre de 1973, a las 10:45 horas, durante una reunión secreta de la Junta de comandantes que gobernaba Chile tras el derrocamiento del presidente de la Unidad Popular, Salvador Allende Gossens. La Junta chilena estaba integrada por el general Augusto Pinochet Ugarte, el almirante José Toribio Merino, el brigadier Gustavo Leigh y el comandante César Mendoza.
Juan Domingo Perón sostenía que el Chile de Salvador Allende era una suerte de «santuario» del terrorismo argentino. Esta postura se vio reflejada en muchos medios internacionales, según Il Giornalle D’Italia, de septiembre de 1973, Perón destacó que la caída de Salvador Allende había cerrado «la única válvula de escape para la guerrilla argentina» y aseguró estar menos preocupado por el problema «de lo que la mayoría de los argentinos creen».
Hacia mediados de 1974, el 1° de julio Perón había muerto y quienes quedaron al frente del gobierno fueron la vicepresidenta (María Estela Martínez) y el superministro López Rega. Las FAP-17 de Octubre habían quedado reducidas a su mínima expresión: eran un grupo de unos 100 militantes que contaban con algunos locales y un par de mimeógrafos, pero no encontraban su lugar en el Movimiento. En realidad, las FAP como todos los grupos guerrilleros no tenían lugar y estaban fuera de la Historia.
Muchos años después, en 1996, en una entrevista con el diario La Capital de Rosario, El Kadri diría al respecto: «ni Perón merecía la gritería de Plaza de Mayo, ni los miles de compañeros que habían luchado por su retorno merecían el tratamiento que recibieron». En una asamblea, se decidió la disolución de las FAP-17 elaborando un documento que decía:
“(…) Este pueblo que supo luchar 18 años por su retorno y que va encontrando en su práctica concreta el camino para liberarse de la explotación capitalista y de la dominación imperialista. Este pueblo que no tiene nada que ver con sus seudorepresentantes que desde posiciones vanguardistas pretenden adjudicarse su representación, ni con los dueños de las estructuras del Movimiento, que solo poseen los sellos y las siglas pero que no son capaces de cumplir con el rol que Perón les confió de organizar y movilizar al pueblo en defensa de sus propios intereses (…).
Fueron lecciones para todos; para los que pretenden enfrentarlo y aparatearlo, imponiéndole políticas propias surgidas del ombliguismo y del oportunismo, tanto para los que pretendemos organizar las bases y nos pasamos hablando de ello todo el tiempo, mientras las bases se movilizan solas sin esperar nuestros “esclarecedores” aportes ni nuestros “brillantes” análisis de coyunturas.
La muerte de Perón no se llora con lágrimas de cocodrilo, ni con actitudes oportunistas de vestir un luto que no se siente, como no se sintió el cariño ni la lealtad por el Líder mientras vivía. La muerte de Perón es un compromiso que debe llevarnos a hacer lo que nos enseñó: cada peronista, en todo momento y en cada lugar, debe hacer más de lo preciso por la Liberación de la Patria y de su Pueblo.
Así trataremos de proceder nosotros, actuando como peronista para, desde las bases, desarrollar la lucha por la Liberación Nacional y Social al ritmo que las masas determinen, colaborando sin vanguardismos ni ideologismo en la construcción de su propia organización.
Solo el pueblo salvará al pueblo. ¡Caiga quien caiga, cueste lo que cueste… Venceremos!
¡Viva la Libertad carajo! ¡Viva la Libertad carajo! ¡Viva la Libertad carajo!
¡Perdón, me equivoqué! esto último es de Javier Milei que derrotó en elecciones este año a los peronistas izquierdistas.
15 de diciembre de 2023.