

Cuadernos de Eutaxia — 14
FRENTE REVOLUCIONARIO INDOAMERICANO POPULAR
FRANCISCO RENÉ SANTUCHO
Francisco René Santucho, nació el 9 de agosto de 1925 en Santiago del Estero, Argentina, y desapareció el 1 de abril de 1975 en Tucumán, Argentina. Sus padres fueron Francisco del Rosario Santucho y su madre manuela del Carmen Juárez, su esposa Gilda Roldan y sus hijos, René, Elmina y Francisco Santucho. Sus hermanos Mario Roberto, Julio y Amílcar. El primero de sus hijos, René, nació con problemas neurológicos que le provocaron una discapacidad, falleció a los tres años. El último, Francisco, no llegó a ser conocido por su padre, que fue secuestrado poco antes de su nacimiento.
Nos ocupamos de Francisco R. Santucho no tanto por su desarrollo personal en la lucha armada entablada por el marxismo en Argentina, sino más bien como un organizador político y un teórico izquierdista que buscaba conformar una síntesis entre el izquierdismo marxista, el federalismo y un indigenismo radical. En esto sería un adelantado, aunque no el único, una cuestión que no tuvo en cuenta la Teología de la Liberación y que recién se pondría de moda con la actual izquierda cultural.
La Teología del Pueblo hace del indigenismo su bandera y el papa Francisco se ha encargado de popularizarlo. Francisco René, «el negro», es reconocido por pertenecer a una familia casi diezmada por su participación en los movimientos guerrilleros que intentaron someter al país al marxismo internacional. Labor que hicieron, supongo, con libertad y en plena conciencia de sus actos, por tanto, sabían lo que les podría suceder, tomaron ese camino que tenía implícito esos riesgos.
El negro Santucho será relegado de la historiografía por la figura de su hermano Roberto «Robi» que alcanzaría notoriedad como jefe del «Ejército Revolucionario del Pueblo» (ERP). Francisco René nace en Santiago del Estero, pero pronto se radicaría en Buenos Aires, Argentina, donde inicia su educación secundaria. Este cambio de una pequeña ciudad del interior del país a la capital del país, le produce un choque cultural y social. Sus hermanos mayores terminaran sus estudios en Buenos Aires, pero Francisco René a los 15 años regresa a Santiago del Estero.
Es en ese lugar donde puede comparar la diferencia innegable entre la vida social, cultural, económico y político de Buenos Aires y una tranquila ciudad periférica. Lugar donde se sentía ajeno. Su padre Francisco Rosario, había nacido a fines del siglo XIX en una familia de obreros analfabetos de Colonia Pacará, en la frontera con la provincia de Tucumán. Dejando la casa familiar se había marchado a estudiar y pudo recibirse de procurador, a pesar de la opinión en contra de sus familiares.
Francisco Rosario abrió un estudio jurídico, se relacionó con el creciente partido radical y fue diputado provincial. Francisco Rosario quería que todos sus hijos tuvieran la posibilidad de estudiar y ser profesionales, y se abocó a ello. El problema sería Francisco René, casi todos los hijos de Francisco Rosario se graduaron, los mayores, Amílcar y Raúl, se recibieron de abogados, igual que Manuela, la menor de las mujeres. Blanca se recibió de escribana y Roberto «Robi», el futuro líder de la guerrilla guevarista en Argentina, de contador.
Julio, el menor de los varones, estudió para sacerdote, pero terminó de teólogo. Omar, Chicho y Carlos, peritos mercantiles y trabajaron en empresas ajenas o en las propias. Francisco René, no terminó los estudios secundarios. «Lo que me enseñan en la escuela ya lo sé», repetía. En realidad, no le gustaba el estudio formal, hacía caso omiso de sus profesores no estudiaba lo que le pedían.
Leía en su casa, por su cuenta, era un autodidacta, se alejaba de la familia y leía sobre historia que no le recomendaban en la escuela, leía los libros de sus hermanos mayores, entre otros como Shakespeare y Mariátegui. De este último se contagiaría sobre indigenismo. Su padre había tomado la decisión de enviarlo a un internado católico, el colegio San José. En ella permanecía de la mañana a la noche. Donde debía practicar la confesión todos los días.
Francisco René no estaba dispuesto a soportar esas exigencias y empezó a fugarse en secreto. En el San José pensaban que se escapaba a la casa y en la casa pensaban que estaba en el San José. Dicen sus biógrafos que deambulaba por el Parque Aguirre. Se pasaba horas entre los enormes eucaliptus y disfrutaba jugando con fuego, era un pirómano precoz, armaba montículos con las grandes hojas de los árboles y las encendía.
Pienso que su atractivo con el fuego formaba parte de su lado autodestructivo. En una de esas escapadas, se sacó los zapatos, pisó las hojas ardiendo y se quemó las plantas de sus pies, marcas que llevaría durante su vida. Llegó el fin del tercer año del secundario y no aprobó las materias suficientes para poder pasar de curso. Sus hermanos cosechaban éxitos y él fracasaba. Las discusiones con su padre cada vez aumentaban. Francisco René sufría en silencio y pronto llegaría la tragedia.
Su alejamiento de los demás y su soledad era parte de su ser antisocial, estaba a un paso de «El infierno son los otros», de Jean-Paul Sartre. No solo le molestaba la mirada de los demás sino también lo que le reflejaba el espejo. Para evitar a su familia pasaba las tardes en la casa de su tío Julio, un hermano de su madre.
En esa casa descubrió algo que lo aliviaría de su triste existencia, una tarde de 1942, «el negro» se paró frente al espejo de su tío, en la mano derecha tenía el revólver del tío Julio. Se lo llevó al pecho y disparó. No murió, pero llevaría una nueva marca sumada a las plantas de los pies quemados. Pero esta era más grave, su cuerpo ocultaba estas dos cicatrices que solo conocían sus más allegados.
Debajo del saco y la camisa, guardaba en el pecho una ennegrecida huella de la herida de bala. Sin caer en el psicologismo, sin embargo, estos hechos sirven para explicar su vida o personalidad posterior. En todo hombre de izquierdas, en un 99% siempre hay odio y resentimiento del pasado. Quienes se ocupan de Francisco René, sus mismos panegíricos, tratan de explicarlo así:
«Su pasado vital, siempre dirigido por las demandas del padre. Y su largo pasado histórico, que él conocía y en la escuela le negaban, parecía no importarle a nadie. Atrapado en ese presente oscuro se miraba al espejo y veía a un indio de rasgos afilados con ropa de burgués. La piel marrón y el pelo negro duro. Los ojos pequeños, estirados hacia atrás y hacia arriba, en una mirada casi asiática. Observaba en su reflejo adolescente a alguien que no encajaba. Y cuando intentaba mirar el futuro, no veía nada». Dirá de él el sociólogo Lautaro Rivara.
«¿Por qué cuando sus hermanos y hermanas miraban hacia Buenos Aires y Europa, él miraba a los indios? Ese pasado aborigen que tanto le preocupaba fue el que lo ayudó a imaginarse el noroeste argentino no como la periferia aletargada del país agro exportador, sino como el corazón geográfico de un proyecto de liberación andino y latinoamericano. Ese proyecto, que primero fue cultural y después fue político, que después se le fue de las manos y le costó la vida. De los diez hermanos, ocho eran varones y Francisco era el cuarto. Justo a él, sin razón aparente, le tocó cargar con el difícil peso del nombre del padre».
Raúl Santucho es uno de los cinco hermanos de Francisco René que sobrevivieron a la represión de los setenta. Fue juez civil, camarista, y convencional constituyente nacional, durante la Intervención Federal de la provincia en el 2004, integró el Superior Tribunal de Justicia. Raúl recordó alguna vez sobre el intento de suicidio de su hermano:
«El Negro tomó esa decisión. En la imagen del espejo veía que le devolvía el corazón a la derecha. Se tiró al otro lado. El corazón le daba a la derecha. Entonces no fue fatal el intento. Cuando me enteré vine urgente. A apoyarlo. Cuando llegué de Buenos Aires todavía estaba internado en el sanatorio. Yo me acerqué a la cama. No éramos cariñosos entre nosotros. Y él era muy reservado. Me acuerdo que me acerqué y le di un beso en la frente. Debe haber sido la única vez. Fuimos poco expresivos. Pero nos queríamos y nos respetábamos muchísimo. Él estaba muy presionado por mi padre. Que después de eso comprendió que no podía doblegar el carácter del Negro. Él no era que no estudiaba. Leía mucho. Leía por su cuenta. Pero se ocupaba de otro tipo de cosas. Y era duro. No se dejaba convencer. Y mi padre se dio cuenta. No lo presionó más. Lo dejó ser libre. Por eso creo que después con Robi no tuvo ningún enfrentamiento, con todo lo que Robi eligió hacer, mi padre no le reprochó nada. El Negro se recuperó y al poco tiempo se fue de la casa. Quería independizarse. No contaba con la ayuda del padre. Él se excluía solo».
Francisco René el hermano indianista del guerrillero Robi, fue el más rebelde de los Santucho. El que pensaba en el norte argentino como el lugar de la emancipación andina y latinoamericana. Deja los estudios y comienza a leer lo que sea de su interés, algo propio de su juventud autodidacta. Vive en un contexto donde el peronismo gobierna por dos periodos. Esa es su etapa donde adopta un nacionalismo y su pensamiento es radicalmente contrario al comunismo, pero todo nacionalismo en tiempos de la Guerra Fría, inevitablemente termina en las izquierdas.
«El escritor Witold Gombrowicz -en las ya famosas impresiones sobre su paso por Santiago- recuerda que uno de sus hermanos, abogado, tuvo que ir a sacarlo de la policía debido a un ataque con bombas molotov que, junto a otros militantes 40 nacionalistas, habían perpetrado contra la sede del Partido Comunista Argentino. (Julio Carreras, 2003).
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Entre 1945 y 1951 Francisco René se dedicó a viajar por la región. Estuvo realizando diversos trabajos para vivir, en «trabajos humildes» diría la familia, y que más podía hacer si no había estudiado. En Fernández fue agricultor y capataz de obras viales, y luego fue empleado en el hospital de Las Termas, de donde lo echaron por repartir folletos de la Liga por los Derechos del Hombre. Después se alejó más de la capital santiagueña y recorrió los obrajes de Weisburd y Monte Quemado, en el norte boscoso de la provincia.
Luego de unos años, el negro René Santucho regresó a vivir a la ciudad de Santiago del Estero. Se dedicó a la venta de libros, y a partir de 1951 se estableció en la antigua casa de los Taboada, donde habían vivido los caudillos que gobernaron la provincia en el siglo XIX. En una de las habitaciones que daba a la calle Buenos Aires 146, en pleno centro de la ciudad, Santucho bautizó a su librería con un nombre de su Sangri-la indoamericano: Aymara. Uno se pregunta y por qué no, quichua, dialecto que se habla en Santiago del Estero.
En ese lugar también organiza el Grupo Seisepse, que se dedicará a organizar grupos de estudio con una marcada tendencia hacia la política. Para atender el negocio contrató como su secretaria a Gilda Roldán, una joven de 18 años que acababa de terminar el secundario. De a poco, la librería empezó a recibir clientes eventuales, pero también a la feligresía izquierdista que comenzaron a frecuentar el lugar, poetas, escritores y pintores.
Entre los 50 y 60 pasaron los pintores comunistas Bernardo Ponce Ruiz y Alfredo Gogna. El anarquista Aldo Secco, un ex empleado de Obras Sanitarias, que pasaba sus días atendiendo una carnicería y leyendo los libros que le compraba a Santucho. El poeta Juan Carlos Martínez, Leopoldo Allub, Eduardo Archetti y Carlos Zurita, que empezaban sus estudios de sociología y vivían un poco en Santiago y otro tanto en Buenos Aires. Frecuentaba el grupo Luis Rizo Patrón, un maestro al que apodaban Petaca y había sido compañero de escuela de Robi. Él y Chicho eran los dos hermanos que mantenían contacto más fluido con el Negro.
Algunos de aquellos visitantes asiduos habían formado en 1956 el grupo Dimensión, nombre que le pusieron a la librería cuando se mudó a la Galería Tabycast en el año 1957, y que también le dieron el nombre a la revista que empezaron a publicar ese año. Escribían ensayos sobre cultura y poesías afrancesadas, reseñaban libros y organizaban proyecciones de películas y conferencias.
El Grupo Dimensión, contaba con una conformación ideológica heterogénea, y se realizaban exposiciones de pintura, mesas redondas, presentación de libros, invitaba a desarrollar charlas y conferencias a autores como el Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, Juan José Hernández Arregui, Bernardo Canal Feijóo, Orestes Di Lullo y Witold Gombrowicz.
Miguel Ángel Asturias, siempre fue un hombre de izquierdas, pero al final de su vida fue atacado por la izquierda más recalcitrante. Hernández Arregui fue un peronista de izquierdas, famoso por su seudo ontología sobre el ser nacional, una burrada total. Bernardo Canal Feijóo, sufrió una fuerte impresión por la Revolución bolchevique de 1917 y la Reforma Universitaria Argentina. Feijóo y Orestes Di Lullo, nacieron en Santiago del Estero, Gombrowicz era polaco y había quedado varado en la Argentina ante la invasión rusa a Polonia.
Carlos Zurita dirá posteriormente de su encuentro con Francisco René:
«Me llevaba varios años el Negro. Diecisiete años. Yo acababa de terminar el secundario y tenía preocupación por la literatura. Iba a la librería cuando recién se mudó al Pasaje Tabycast, en el año 57. Ya atendía la Gilda. Una de las primeras charlas que tuve con él fue en la esquina de Tucumán y Libertad. El Tokyo Café. Había dos mesas de billar. Charlamos y al poco tiempo me publicó un poema mío en Dimensión. Era alguien de un espíritu muy abierto. Yo no tenía ideas políticas muy claras. Después me metí a la izquierda nacional. El primer tipo que escuché hablar de Haya de la Torre fue al Negro. Él invitaba gente a Santiago. Lo trajo a Carlos Astrada, un filósofo muy importante que había escrito El Marxismo y las escatologías. También lo trajo un invierno a Gombrowicz. Hacíamos caminatas para hablar de filosofía. Una vez me dice “Carlos, me compré un Packard negro”. Era un auto como de la mafia. Enorme. Tenía un vidrio que separaba los asientos de adelante y los de atrás. Con eso recorría. El primer viaje que hice al interior de Santiago del Estero fue por la ruta 34 hasta Lugones para probar ese auto. Después ya me quedé en Buenos Aires y empecé a venir menos. Pero cada vez que venía iba a Dimensión a verlo al Negro. Con el tiempo se empezó a armar la fuerza política. Algo que no había. Ellos fisionómicamente eran otra cosa. Uno lo veía al negro y veía a un peruano».
Francisco René, entre sus conocidos era considerado la cabeza del grupo que era continuadora del extinto movimiento de «La Brasa», entre sus integrantes estaban Bernardo Canal Feijóo, Orestes Di Lullo, Mariano Paz, Alberto Alba, Carlos Manuel Fernández Loza, Ciro Orieta, Juan Carlos Martínez, Julio Carreras (padre), Carlos V. Zurita, Alfredo Gogna, Bernardo Ponce y Fany Olivera Paz. Llegarán a publicar seis números de la revista Dimensión, entre 1956 y 1962, algunos opúsculos, en especial sobre los aborígenes de Santiago del Estero.
En el primer número de la revista Dimensión, René, considera a este medio de difusión como: «vital para toda comunidad medianamente desarrollada» y que es «la expresión de un regionalismo que no encuentra definición a través del escenario nacional». Esta revista sería un medio de reflexión crítica de la cultura, según ellos, que parte de la consideración de particularidades geográficas, ambientales, etnográficas propias e históricas.
En los distintos números de la revista Dimensión, hay trabajos de análisis literario, antropológico, cinematográfico y político. En ella se va perfilando la temática marxista como en el trabajo: «Lo Andino y lo Amazónico en la infraestructura Argentina», en ella trata de recuperar una composición precolonial (pre-virreinal, corrijo, en la América española no hubo colonias) de los pueblos originarios, principalmente del Norte y Noroeste argentino.
Considera al quichua y la prosapia guaraní como los aglutinadores de la unidad general de los diversos pueblos desplegados en el extenso territorio regional. Le otorga una importancia exagerada a la cultura andina y lo quichua, como una cultura evolucionada en comparación con las del resto del país. Según el artículo, lo quichua extendía la unidad de estas comunidades hasta el mismo Perú. Y que a consecuencia del «imperialismo colonial» apenas habría quedado algunos resabios de la grandeza de aquella unidad.
Esas consideraciones de Francisco René es una muestra de su fragilidad intelectual. En el pensamiento de Francisco René estará la tensión Buenos Aires, la capital del país y el interior, hay una dialéctica entre el centro y la periferia. En realidad, es la lucha de clases esta vez a nivel de ciudades, a los izquierdistas una vez que se les prende la lampara continúan con cualquier delirio. Hay que estar chalado para creer que reivindicar lo aborigen es logar la vitalidad nacional.
Santucho reafirma un despertar de la consciencia americana, esto habla a las claras de su poca capacidad intelectual, la consciencia es individual, lo mismo que la memoria, no es algo colectivo. Pero no se puede esperar mucho de un autodidacta. Lo lamentable en Francisco René es la ponderación de lo salvaje y lo bárbaro frente a lo civilizado. El papel que le brinda al indigenismo es esencial, la urdimbre cultural autóctono (si es que existe ese apeiron, eso indeterminado) debe tomar relevancia en la praxis política, también debe hacerlo en la reflexión sobre la teoría.
Lo menos puede lo más, lo inferior por sobre lo superior, hay que escuchar o leer tonterías. En «El indigenismo en la Historia Argentina», Francisco Santucho reafirma la relevancia de las tendencias indigenistas en los anhelos emancipadores, situando a Tupac Amaru como prototipo, quien había iniciado una serie de revueltas con profundos ecos en toda la región.
Según Santucho: «Los argumentos teóricos de la independencia, tenían que venir necesariamente influidos de indigenismo, que así tendrían la fuerza poderosa del derecho y una reivindicación moral», René santucho «El indigenismo en la historia argentina». René como fue un burro y no iba a la escuela, obviamente no se enteró que los indígenas en Iberoamérica, mayoritariamente, pelearon a favor de la Corona española. (leer, Los indígenas realistas, y Los conquistadores tlaxcaltecas en esta misma página, año 2023).
Se equivoca cuando dice que la chispa indigenista en el movimiento emancipatorio se encontraba en Simón Bolívar o el propio San Martín. Simón Bolívar era un oligarca mantuano y despreciaba a los indígenas y mestizos y a los españoles peninsulares, a él no le importaba la independencia de América, le importaba tener todo el poder económico-político que querían los oligarcas mantuanos. En San martín estaba ese indigenismo, eso lo hago notar en el artículo: «José de San Martín el santo de la espada», revistaeutaxia.com, 2023, o en esta misma página.
Cuando el traidor José de San Martín le habla al otro traidor, Simón Bolívar, sobre las monarquías indígenas, Simón Bolívar lo manda a volar. Bolívar quería ser el Napoleón de las Américas y no le importaba en absoluto una supuesta «realeza en ojotas», como diría Mitre. Cuando los defensores de Francisco René dicen que «Aunque en su juventud había acogido los ideales nacionalistas y anticomunistas; más tarde, influenciado por sus hermanos Amílcar Santucho y Mario Roberto Santucho, se inclinó hacia la izquierda».
Me gustaría saber qué entienden por nacionalistas, ya que el nacionalismo casi siempre, en el fondo, son de izquierda, léase el nazismo o el fascismo, ambos estatistas, ambos de izquierda. Francisco René siempre fue de izquierda, aun atacando locales del partido comunista. Su indigenismo así lo certifica, pero hay que aclarar, un indigenismo de la séptima generación de izquierdas, que aún no había aparecido de manera generalizada.
El de la Teología del Pueblo, no en el de la Teología de la Liberación que era un producto de la quinta generación de izquierdas, del marxismo o comunismo, que tenía pretensiones científicas y alejado de tribus que bailaban bajo la luna, aunque ya había menciones concretas en el izquierdista Enrique Dussel.
Fundación del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP)
Junto a Oscar Asdrúbal, «Petaca» Rizo Patrón, Hugo Ducca y otros, fundó el Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular, un partido político que se declaraba como de tercera posición, es decir, en un sentido estrictamente político, una izquierda disfrazada, y también como de un «Nacionalismo Latinoamericano», es decir, un círculo cuadrado, como si «Latinoamérica» fuese un país. Además, utilizar el término «Latinoamérica» muestra un verdadero colonialismo mental.
Latinoamérica, más allá de que el término fue mencionado por otros antes que los franceses, a ellos se debe su mención y difusión con el afán de disputarle al imperio estadounidense, luego de su invasión a México y los llamados «antiimperialistas» del continente lo compraron. Si hablamos respeto a la lengua castellana o española, corresponde hispanoamérica y se incluimos a la península Iberica, a Portugal, es Iberoamérica no Latinoamérica, que es cosa francesa. Pero, despleguemos un manto de piedad, no podemos pedirle mucho a alguien que no fue a la escuela.
René Santucho había recorrido diferentes obrajes de la provincia, y siguió de cerca la creación de la Federación Obrera Santiagueña de la Industria Forestal. Pero los 4500 trabajadores afiliados en 1950 no alcanzaban para mejorar las condiciones de vida de los obreros e indígenas, en esos parajes había empezado a entender el dialecto quichua. Luego de abrir su librería en la capital santiagueña, regresa a los obrajes con fin proselitista, pero lo hacía con la excusa de vender libros.
Viajaba acompañado de su hermano Chicho, que tenía una fábrica de sellos de goma y vendía también lo suyo. No faltaría mucho para que entendiera que no alcanzaba con escribir ni con ayudar a un sindicato de obreros. Hacía falta explorar otros medios. El Frente Revolucionario Indoamericanista Popular (FRIP) se formó en la primavera de 1961. Francisco Santucho preparó el folleto que los presentaba en sociedad. Escrito en castellano y en quichua, llamaba a la unión de campesinos, obreros, estudiantes e intelectuales.
Cuando en 1961 se funda el Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular (FRIP). La organización adquiere un carácter «antiimperialista» primero y luego «marxista», por adscripción a los postulados del APRA-Alianza Popular Revolucionaria Americana-Rebelde (1959), que posteriormente se convertirá en «Movimiento de Izquierda Revolucionaria» (MIR).
El folleto se repartió en el campo y en la ciudad. En el primer párrafo del boletín explicaban su objetivo: «Destruir el sistema de explotación y opresión económica imperante en el país, y especialmente en su región más castigada, que es el noroeste». Digamos que su primera etapa era en modo anarquista. Francisco René entonces tenía 36 años y su hermano Roberto, Robi, tenía 25 años y hacía de armador político, estudiaba economía en Tucumán y lideraba el MIECE, un movimiento estudiantil que fue el núcleo del FRIP en esa provincia.
Petaca Rizo Patrón, que se había ido a vivir a Metán (Salta), hizo lo propio. Chicho Santucho era el anfitrión. Carlos Zurita dice que Sellogom, su negocio ubicado en la calle Libertad 650, oficiaba de lugar de encuentro. Estaba en pleno centro de la ciuda de Santiago y allí se reunían a planear su revolución. En 1962, tras el golpe que derrocó a Arturo Frondizi, Francisco fue detenido por primera vez. A los pocos meses salió en libertad, cuando el presidente Guido decretó la amnistía para los presos políticos.
Con el regreso de la democracia, mientras Arturo Illia intentaba gobernar, en el norte argentino el FRIP diagramaba su propia construcción política, alejado de los partidos tradicionales y fantaseando una revolución india y obrera. En 1964 organizaron su primer congreso en Tucumán. Tras ese encuentro, entre Robi y el Negro escribieron y publicaron las diez tesis que proponían la revolución argentina desde el noroeste del país. Se plagiaron la revolución cubana pero pensado desde una perspectiva nacional, desde lo telúrico, entre lanzas y flechas.
No querían depender de las izquierdas europeas, los Santucho concebían al país como una nación colonial, y el camino de la liberación del imperialismo internacional no estaba en manos de la burguesía nacional ni en la burocracia sindical centralizada en Buenos Aires. Como la explotación de la madera estaba en decadencia y a la baja en la demanda internacional de las materias primas del monte santiagueño, volvieron los ojos al «proletariado azucarero» de Tucumán.
Con la conducción intelectual del FRIP y con la fuerza de la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera, se proponían conquistar la conciencia del campesinado y el proletariado urbano. Pero para eso, necesitaban tener proyección nacional. En 1964 empezaron a viajar al odiado Buenos Aires. Roberto Santucho inició conversaciones con Nahuel Moreno, el representante de la izquierda trotskista que desde la organización «Palabra Obrera» soñaba con infiltrarse en el peronismo y ganar desde adentro la batalla ideológica.
Pero Francisco René no estaba de acuerdo con esa línea y tenía en mente otros planes, junto con Carlos Zurita fueron al encuentro de Jorge Abelardo Ramos, «el colorado» que en 1961 había fundado el Partido Socialista de Izquierda Nacional, y por entonces escribía su «Historia de la Nación Latinoamericana». El colorado Ramos fundador del Frente de Izquierda Nacional (FIP) terminaría sus días como embajador en México del gobierno liberal de Carlos Menem ¡no te digo yo!
René y Zurita se embarcaron en el tren Estrella del Norte, que recorría Tucumán a la Capital Federal en poco menos de 24 horas. El colorado Ramusky los recibió un domingo en su casa de la coqueta zona de Martínez (obvio, como todo izquierdista que se precie no puede vivir en un barrio obrero), junto a un grupo de compañeros de su partido. Primero charlaron entre todos. Después Ramos y Francisco hablaron en privado, y luego los santiagueños regresaron a casa.
No hubo acuerdo con «Ramusky», es probable que su hermano menor Roberto, que ya era un político más astuto, lo primerió y eligió la alianza con «Palabra Obrera», que había propuesto él. El 25 de mayo de 1965, las corrientes del FRIP y Palabra Obrera fundaron en Buenos Aires el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Al final tanto ponderar al interior en contra de Buenos Aires, pero Roberto es en la capital federal donde empezaría ganar más protagonismo y Francisco René sería lentamente eclipsado por Robi.
Francisco René se reencontró con Zurita ese año, que se encontraba estudiando sociología en Buenos Aires y había vuelto a Santiago por vacaciones. René le daría la noticia a su amigo: «Me voy a casar» – ¿Qué? ¿Con quién? –(los amigos del barrio dirían «contra quien»)- «Con la Gilda». Zurita hizo como si nada: – Ah. Es una buena chica la Roldán. El tardío amor con quien había sido su empleada por casi quince años le cambió la vida. Pero también, cuando se la terminaron súbitamente nueve años más tarde, fue ese amor el que permitió que el legado de Francisco René Santucho sobreviviera.
Gilda Roldan a los 81 años hizo una confesión sobre el negro:
«El me llevaba diez años y me trató toda la vida de usted. Incluso ya estando casados. Y yo lo mismo a él. Entre nosotros se cumplió ese dicho que la secretaria se casa con el patrón. Yo lo admiraba. A mí no me gustaba la historia y él me preguntaba por qué. Y nos pasábamos largas horas hablando en el desayuno en la librería y era como estar en una clase. Yo había salido del secundario y caló muy hondo en mí su inteligencia. Lo admiraba. Admiraba a este señor y prestaba mucha atención porque yo no quería ser una egresada del secundario y quedarme con eso.
Tuvimos tres hijos. El primero murió a los trece años, de una enfermedad neurológica. Después está mi hija Elmina, que es abogada, y Francisco que no terminó la carrera universitaria, pero es un chico muy inteligente y muy lector. Creo que va a ser igual que el padre, un autodidacta. Él está ahora abocado a la nueva Dimensión, con la actividad cultural. Yo tengo 61 años de librera y creo que he cumplido de alguna manera el legado que me dejó Francisco René. Pero obviamente yo siempre dije que quedé huérfana intelectualmente.
Lo peor que me hizo Francisco René fue un día que él estaba escribiendo un trabajo sobre investigación de la historia. Me llama y me dice “Venga”. Y yo no me desmayé porque debo tener un corazón fuerte. “Quiero que usted lea a ver qué le parece”. Me dio aquí una cosa en el pecho. Era un texto sobre la gente del campo. Estaba haciendo un escrito. Desarrollaba el tema del campesino, metido en la historia de Santiago. Entonces opiné. Y al margen del escrito él acota con lapicera lo que yo le dije. Muy bueno”. Para mí era un halago. Él me enseñó mucho. Sí, cuando lo secuestraron he quedado huérfana».
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Luego del ascenso al poder del general Juan Carlos Onganía en 1966 el grupo Dimensión había empezado a disgregarse. La revista llevaba ya varios años sin publicar ningún número. Algunos, como Robi y Rizo Patrón se metieron de lleno en la construcción del PRT. Otros tuvieron que exiliarse, Leopoldo Allub se mudó a Estados Unidos y Eduardo Archetti a Noruega. El primero se dedicó a estudiar los autoritarismos y el otro las masculinidades y el deporte.
Cerrada la carrera de Sociología en la UBA, Carlos Zurita terminó trabajando en el puerto de Buenos Aires. Los pintores y poetas tuvieron que bajar el perfil, el miedo no era zonzo. Francisco René, se encerró a escribir en su casa. Estaba afiliado al (PRT), pero había pasado deliberadamente a un segundo plano. El internacionalismo de su hermano Roberto se impuso sobre el indoamericanismo de Francisco. Él se dedicó a seguir indagando sobre el pasado aborigen de los santiagueños.
Durante los últimos meses del gobierno de Onganía lo metieron preso cuando iba a sacar un boleto a la terminal de ómnibus para viajar a Tucumán. Por esos meses el PRT, bajo el liderazgo de Robi, comenzaba a formar el «Ejército Revolucionario del Pueblo» (ERP), y la policía lo tenía marcado a Francisco René. No importaba que él estuviera entonces al margen.
Permaneció a disposición del Poder Ejecutivo sin causa ni proceso, y fue trasladado a la cárcel de Caseros (Buenos Aires). Cuando llevaba ocho meses preso, su hermana Manuela, que vivía en Merlo (Buenos Aires) y tenía vínculos con las autoridades y el foro de abogados bonaerense, lo ayudó a pensar una estrategia para salir. A algunos presos con buena conducta les ofrecían la libertad si aceptaban irse de Argentina y radicarse en algún país que no fuera limítrofe.
Francisco René tenía amigos en Perú y Bolivia. Los había hecho años atrás, mandando ejemplares por correo de la revista Dimensión a intelectuales marxistas de los países andinos para compartir sus preocupaciones por la cuestión indígena. Allí fue que encontró refugio. En 1971 salió en libertad, se había anunciado oficialmente que se radicaría en Perú. Allí lo esperaba Efraín Morote Best, un antropólogo peruano que era lector de Dimensión. También lo esperaba su mujer Gilda, que había viajado y lo acompañó durante toda su estadía en ese país.
Vivieron brevemente en Perú, Francisco quería ir a Bolivia, y Gilda no aguantaba estar lejos de su hijo pequeño, que estaba enfermo y había quedado en Santiago del Estero. Francisco comenzó a desplazarse por la región andina y el norte argentino. Escribió y viajó con un pasaporte falso. Su rastro se pierde por momentos hasta que lo secuestraron. En Bolivia llegó al encuentro de Germán Monroy Block, un anciano que treinta años antes había sido diputado nacional y fundador del «Movimiento Nacional Revolucionario» (MNR) en ese país.
German Monroy Block, rengueaba notoriamente por un balazo que había recibido en la rodilla al combatir en la guerra del Chaco en los años treinta, en la guerra entre Bolivia y Paraguay, y estaba casado con una santiagueña, con la hija del legendario folclorista Andrés Chazarreta. Ese año que pasó en Bolivia, Francisco fue a cursos de quechua o quichua y francés en la universidad. Un año más tarde, Monroy Block, que había sido embajador boliviano en Chile, lo ayudó a pasar al país que entonces gobernaba el marxista Salvador Allende.
En 1974 el negro reapareció por Tucumán. Vivía escondido en una pensión en la calle Congreso al 1300, en un barrio alejado y de poco tránsito al sur de la ciudad. Durante sus años fuera del país se había endurecido la lucha armada. Francisco René supo de muy lejos sobre la detención y la fuga de Roberto de la prisión de Trelew. Y se había perdido el efímero gobierno peronista izquierdista de Cámpora. Su esposa Gilda viajó a verlo en secreto a la pensión tucumana unas cuantas veces.
Francisco René estaba trabajando en algo, pero que no compartía con su esposa de qué se trataba. Gilda desde Santiago del Estero le mandaba dinero de los libros que vendía en Dimensión para que pagara sus gastos. En marzo de 1975 le perdió el rastro para siempre. Estaba embarazada de su tercer hijo, que nació cuatro meses después, y fue llamado como él. Francisco no conoció a su padre, pero tiene el mismo aspecto que su padre.
Francisco, hijo, recuerda una visita reveladora, que recibió hace muchos años:
«En 2004, en la época de la Intervención Federal, viene a verme un hombre a la librería. Tenía unos sesenta y pico. Era Luis Mattini, que después de que asesinan a todo el buró político del ERP había quedado como su líder principal. Me cuenta que antes del golpe Robi lo manda a Chile, con la misión de encontrar a un tal Gutiérrez y darle un mensaje. Cuando llega y se encuentra con Gutiérrez, recién ahí cae que había ido a buscar a mi papá, que estaba viviendo con ese nombre falso.
Robi quería que mi padre volviera a la Argentina, para encargarse de la prensa de la organización. Quería que escribiera. Estaba próxima a instalarse la Compañía del Monte en Tucumán y se venía un momento fundamental para ellos. Por eso viene y se instala en esa pensión. Mientras se ocupaba de la prensa de la organización, se dedica también a estudiar la cuestión histórica y la lengua quichua. Mi mamá le sacaba los datos del Archivo de la Provincia que él pedía y se los mandaba.
Después nos enteramos que lo desaparecieron el primero de abril de 1975. Le habían dado la dirección para una cita: Alberdi 670. Lo que no sabemos es si llegó al lugar y estaba cantado, o no alcanzó a llegar y en el trayecto lo secuestran».
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La desaparición-secuestro de Francisco René fue el primero de una seguidilla familiar fatal. Cuatro meses después, en octubre del 75, lo mataron a Chicho. El trece de julio del 76, ya bajo el gobierno militar del general Jorge Rafael Videla, secuestraron a Manuela Santucho, la menor de las mujeres. Un testigo declaró años más tarde que la vio con vida en un centro clandestino de detención de Floresta (Buenos Aires), y que después nadie más la volvió a ver.
El 19 de julio del mismo año mataron a Robi en una emboscada en Villa Martelli. Una semana antes, el cuerpo de Petaca Rizo Patrón había aparecido en la plaza de Metán con seis agujeros de bala en la cabeza. En Santiago del Estero, Gilda no se movió de la librería. Los militares entraron a allanar su casa, la casa de sus padres y el local de Dimensión. «Se llevaron 123 libros», cuenta Gilda Roldán.
«En esa época estaba el juez federal Grand, que era mi cliente también. Me atendió muy bien. Pero no me devolvieron los libros. Los que vinieron a secuestrar el material, porque supuestamente había material prohibido en la librería, se llevaron “Max y los fagocitos blancos”, de Henry Miller, “El despertar de las madres”, que era un libro que enseñaba a ser madre, y después me llevaron otro libro que era “El reposo del Guerrero” que era una novela de la Rochefort. Por ahí ni sabían lo que andaban buscando. Mandaban gente que no tenía ningún grado de cultura».
Francisco René, a pesar de sus desacuerdos con su hermano Roberto, en cuanto al enfoque de la vía armada como única posibilidad para la liberación popular, le fue fiel consecuentemente. Se integró total y activamente al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), lo que le valió ser detenido en 1970 y alojado en la cárcel de Caseros, en Buenos Aires. Salió del país con opción, rumbo a Lima, Perú, en 1971. Hizo un viaje a Chile, durante la presidencia de Salvador Allende.
Luego sería llamado nuevamente por Roberto, de no ser así, el negro, sobrenombre que también le «robó» su hermano Roberto, aun hubiese continuado con vida. No es culpa de los militares, no hay que hacerse las víctimas. Hubo una guerra, una guerra revolucionaria como decían y de llegar al poder, como sucedió en todos los lugares donde llegaron al control político hubiesen hecho una matazón.
Hubiesen implantado la Justicia popular y hubiesen empobrecido el país como sucedió en todo lugar que gobernaron. Y no hubiese habido freno para el resentimiento de clase.
21 de enero de 2024.