EUROPA EN EL LABERINTO GERMÁNICO
EL MINOTAURO Y EL IV REICH
Ricardo Veisaga
El nombre de una zona del globo nos remite, según la mitología griega, a la hermosa Europa, una joven fenicia hija del rey Agenor. Sabemos que su extrema belleza atrajo la mirada lasciva de Zeus quien, estaba dispuesto a hacer suya a la mujer que le gustaba sin medir las consecuencias.
Fue así como ideó un secuestro para poseer a Europa sin tener que violarla, Zeus observó que Europa pasaba las horas divirtiéndose con las reses que eran propiedad de su padre. Cierto día decidió metamorfosearse en un hermoso toro blanco con pequeños cuernos de marfil, para llevar a cabo su plan.
Fue así como la joven Europa quedó encandilada con la belleza del animal, y acercándose a él comenzó a acariciarlo. Luego, le colocó unas guirnaldas y montó sobre su cuerpo. Zeus, aprovechando la gran ocasión, se dirigió hacia las aguas y nadó hasta la tierra más cercana del mundo griego.
Al llegar a Creta, Zeus recuperó su forma y Europa quedó obnubilada ante su raptor, accediendo a intimar con el dios. De esta unión, nacerán tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis. Fue de esta forma como Europa se convirtió en la primera reina de la isla de Creta y, a su muerte, su primogénito Minos adquirió su lugar, coronándose rey de la isla.
Quizás, por esas cosas del destino, Minos afrontaría luego una atroz situación con el toro blanco con el que Zeus se mimetizó, ya que años más tarde, su esposa Pasifae sintió una atracción zoofilíca por el toro y mantuvo relaciones sexuales con él, y de cuya unión nació el inefable Minotauro.
Poco después de que Trump partiera rumbo hacia Washington, al día siguiente de la cumbre del G7 en Taormina (Italia). La canciller federal Ángela Merkel, durante un acto celebrado el domingo junto con Horst Seehofer, líder de su partido hermanado, la Unión Cristiano Social (CSU), en Münich, que reunió a unas 2.500 personas.
En un ambiente que era festivo y corría la cerveza en jarras, Merkel pronunció este párrafo en un tono lleno de enfado.
«Los tiempos en los que podíamos confiar en los demás se han terminado. Eso lo he vivido los últimos días. Por eso digo: nosotros los europeos tenemos que tomar nuestro futuro en nuestras propias manos. Naturalmente que esto se hace manteniendo una relación de amistad con Estados Unidos de América y el Reino Unido y como buenos vecinos, siempre que sea posible, con otros países, incluida Rusia. Pero debemos saber que debemos luchar solos por nuestro futuro, por nuestro destino como europeos».
A esta reacción, al quitarse la máscara de la corrección política a la que está acostumbrada, algunos periodistas europeos, lo calificaron como una «bomba de alto tonelaje con la que prácticamente certificaba la muerte en vida de las relaciones transatlánticas».
Esta calificación no es gratuita ni apresurada. La alemana pudo comprobar en los días previos a la cumbre de Sicilia, el giro copernicano que había dado la Casa Blanca. Para Alemania es un grave problema y no tiene sentido ocultarlo, especialmente en vísperas de elecciones legislativas y cuando está en juego su cuarto mandato.
Las grietas en torno a la OTAN, calificado por Donald Trump como obsoleto, con toda razón, amenazan con tirar abajo todo el edificio. A ello sumado la salida del Reino Unido de la Unión Europea, constituye una mescla explosiva para los gobiernos comunitarios, que de no solucionarse van camino a un final que la Unión Soviética no logró en cuatro décadas de Guerra Fría.
El siguiente en refunfuñar fue su rival Martin Schulz, candidato a la Cancillería por el Partido Socialista Alemán (SPD), dijo que: «Trump es un destructor de todos los valores europeos» (sin especificar cuáles son esos valores europeos), y que el inquilino de la Casa Blanca está minando la cooperación pacífica de las naciones basada en el respeto y la tolerancia, «Hay que enfrentarse a alguien con esa ideología de rearme».
El presidente Donald Trump, al que se opone todo el estamento globalista mundial, ha desatado la caja de los truenos o para decirlo en figuras mitológicas, ha abierto la caja de Pandora entre los jerarcas de la Unión Europea. Trump se refirió en un tweet «Mantenemos un déficit comercial MASIVO con Alemania, y además pagan BASTANTE MENOS de lo que deben en Defensa y a la OTAN. Muy malo para Estados Unidos. Eso va a cambiar».
¿Y que es Europa frente a Estados Unidos? Luego de la salida de United Kingdom, Turquía militarmente es el más poderoso en la OTAN, y frente a Estados Unidos, unos enanos incapaces de incidir en términos de lucha por el poder mundial (geopolíticos, lo llaman muchos).
Los europeos siguen necesitando de la ayuda estadounidense, pero la desfachatez que tienen se debe a que sienten que tienen sólidos aliados (no en el mundo), sino en el estado profundo, esa quinta columna de poder en Estados Unidos. Quienes saben interpretar los gestos políticos, Trump, a diferencia de sus predecesores que en su primer viaje al exterior lo hacían a países vecinos.
Donald Trump hizo lo contrario, viajó buscando reubicar el eje con aliados más confiables, es decir, el sunita por el chiíta. Y de paso lograr enormes resultados económicos para su país y, advirtiendo a sus aliados de que se acabó la fiesta en la financiación de la OTAN, donde los Estados Unidos, pagan 190.000 millones de dólares anuales más de lo que les toca.
En su reunión en Arabia Saudita, con todos los emires del Golfo Pérsico, consiguió el mayor contrato de venta de armas de la historia de Estados Unidos, 100.000 millones de dólares, y excelentes acuerdos comerciales por valor de 240.000 millones de dólares.
Siguiendo la misma dirección con los tratados comerciales, escandalosamente desequilibrados a favor una parte, es decir Alemania, cuyo superávit comercial alcanza los 278.000 millones de euros gracias a la manipulación del tipo de cambio, infravalorado un 20 % respecto a lo que hubiera ocurrido de mantener su propia moneda.
Donald Trump ha iniciado una nueva época de relaciones internacionales conciliadoras en el Oriente Medio y duro con la Unión Europea. En Arabia Saudita fue claro con la cooperación al terrorismo, justamente en estos días varios países del Golfo, incluido Egipto, rompieron relaciones con Qatar por ese motivo.
Los europeos prefirieren hablar del cambio climático, del alza de la temperatura del globo, supuestamente por causas humanas, y no sobre cómo contribuir a acabar con el terrorismo y el Estado Islámico (IS). Porque estos viven instalados en la fantasía de que el uso de la fuerza es siempre malo y que con la diplomacia y el diálogo se resuelven todos los problemas.
Cosa que no es asi y para certificarlo están a la vista esas cadenas de atentados jihadistas. La gente a la que no le importa la historia reciente, desconoce que en realidad la OTAN bajo el liderazgo y el sustento estadounidense, sirvió para que los europeos pudieran desarrollar la Unión Europea y acrecentar hasta el absurdo el estado del bienestar.
El Plan Marshall, oficialmente (European Recovery Program), fue una iniciativa de Estados Unidos para ayudar a Europa Occidental durante cuatro años desde abril de 1948, en la que dieron ayudas económicas por valor de unos 13.000 millones de dólares de la época, para reconstruir aquellos países que estaban devastados tras la Segunda Guerra Mundial.
Los objetivos eran reconstruir las zonas destruidas por la guerra, eliminar barreras al comercio, modernizar la industria europea y hacer próspero de nuevo al continente. Objetivos destinados a evitar la propagación del comunismo que tenía una creciente influencia en la Europa de posguerra.
El rapto de Europa, de Fernando Botero.
Pero antes del Plan Marshall los Estados Unidos ya habían empezado a enviar ayuda para la recuperación europea. Durante el periodo 1945-47, se calcula que unos 9.000 millones de dólares llegaron al Viejo Continente de manera indirecta, mediante acuerdos derivados del Programa de Préstamo y Arriendo, o la construcción de infraestructuras por parte de los soldados estadounidenses.
¿Por qué razón Estados Unidos tiene que seguir subvencionando a Europa, con el dinero de los contribuyentes? Si ellos eligieron vivir bien y subcontratan (es un decir) por dos euros su seguridad, ignorando las amenazas reales y desarmándose física y moralmente para dedicarse al disfrute del placer. No tengo nada en contra, pero que se paguen su protección. Ahora, el aguafiestas de Trump les dice que se acabó el recreo, que terminó la estudiantina y que la fiesta tiene fin.
Muchos gobernantes europeos están apostando que a Donald Trump lo rajen o lo maten, antes de tener que pagar ese famoso 2 % para su defensa (no la defensa estadounidense) que pocos cumplen. Muchos de esos líderes se callan y miran para otro lado (como buenos canallitas), pero doña Ángela reaccionó llevada por la cerveza o lo que fuera de manera peligrosa.
Resulta que ahora se acuerdan de asumir su propio destino, ahora como potencia económica mundial pero que no quieren pagar el 2 %. Si Europa de verdad quiere construir una defensa «asumiendo su propio destino», ese 2 % del PIB es totalmente insuficiente, como resultado tendrían unas fuerzas armadas peor equipadas y mal preparadas, pero eso es problema de ellos.
Donald Trump fue recibido en Bruselas en el edificio faraónico que construyó la OTAN, por la modesta suma de 1.120 millones de euros, similar a las dos gigantescas torres inclinadas de 65 pisos del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort, una minucia, 1.300 millones de euros, y que a su lado la Reserva Federal en Washington es de indigentes.
Pero eso no es lo grave, lo grave es para los de la corrección política, lo que le dijo Donald Trump a Tillerson: «¡Hay que ver cómo se han lo han montado estos tíos con nuestro dinero!» Y tiene razón, pagan más del 70 % del presupuesto de la OTAN, que asciende a 650.000 millones de dólares, la mayor parte destinada a proteger Europa de Rusia, cuyo presupuesto de defensa es de 67.000 millones de dólares.
Lo peor de todo es la financiación, Estados Unidos aporta 450.000 millones. Si cada miembro, hipotéticamente, aportara lo que está estipulado, el 2 % del PIB frente al 1,28 % de media, Estados Unidos sólo tendría que aportar el 40 % o 260.000 millones. Donald Trump lo que está exigiendo es lo justo, es que el resto de los países con Alemania a la cabeza, cuyo gasto es menos de la media, aporte 190.000 millones de dólares.
Además, exigiendo que la lucha contra el Estado Islámico (IS) sea la prioridad de la OTAN. Luego del atentado en Manchester, no tuvieron forma de negarse a ello, pero el Secretario General de la OTAN, Stoltenberg, declaró que en ningún caso se implicarán en combates terrestres directos.
¿Y, entonces cómo piensan derrotar al Estado Islámico? ¿Qué tiene en la mollera este acomodadito de la Merkel? Y el polaco Donald Tusk considerado un traidor en Polonia (lacayo de la Merkel) nos dice que «los valores y principios son lo esencial, los intereses deben dejarse a un lado», es decir, que hablar de dinero o de quién paga la cuenta, es poco diplomático, eso es cosa de bellacos como Trump.
Europa fue construida sobre la base de un equilibrio de poderes nacionales. Un triángulo político entre Francia y Alemania, y un poco a la distancia el Reino Unido. Algunos analistas sostienen que institucionalmente, ese equilibrio se rompió con Maastricht y la constitución europea, y estratégicamente con la salida de Reino Unido de la Unión Europea tras el Brexit.
La idea insinuada por Ángela Merkel coloca a Alemania como dominante en Europa, de hecho, la regionalización y la europeización sólo le otorgarían más poder. La Comisión Europea (es decir, Alemania), está presionando a sus socios para «fortalecer su arquitectura con más y nuevas competencias».
También la creación de un Tesoro único y un Fondo Monetario Europeo, así como la emisión de un instrumento financiero similar a los eurobonos, todo ello a largo plazo. «Necesitamos más poder en materia fiscal y presupuestaria», dice el texto de la Comisión de Bruselas.
Adolf Hitler intentó unificar Europa bajo su mando, la reconstrucción europea y la formación de la Unión Europea fue gestada bajo el signo estadounidense, pero nunca fue un secreto que el dominio de Europa estaba reservado para el eje franco- alemán, más alemán que franco, a pesar de su nuevo discípulo Macrón.
Tal como parece ahora pretenden instaurar el IV Reich. Bruselas permanece ajena a los peligros de Europa y unos pocos países se han posicionado a favor de recuperar las competencias básicas. Eso quiere Hungría, donde Vicktor Orbán ya rechazó el sistema de cuotas migratorias impuesto por la canciller alemana Ángela Merkel, también los checos estos días. Polonia, igualmente anunció que no aceptará más refugiados.
Europa va hacia una islamización, los nuevos migrantes van a terminar de enviar a la ruina el ya insostenible sistema de pensiones, la islamización no va salvarlos sino a dominarlos. Han empeorado la seguridad en el continente con los ataques jihadistas y asaltos masivos a mujeres, realizados por emigrantes y refugiados musulmanes. Y eso gracias al buenismo suicida de la Merkel y de otros dirigentes europeos.
La otra amenaza para Europa es la progresiva finlandización, cuyos países son dependientes del gas ruso. Y en este terreno se tendrán que ver con un político experto, un verdadero animal político, y sin posibilidad de enfrentarse a su poder deberán aceptar las imposiciones de Vladimir Putin. El único que puede enfrentarse a Rusia es Estados Unidos y sin la protección de este país, son un bocado muy fácil.
Los Estados Unidos, como todos los imperios que hubo en el mundo o tienen pretensiones de serlo, tienen y tendrán muchos enemigos. En el mundo político la relación amigo-enemigo es una constante. Esos estados enemigos pueden ser clasificados por su extrema peligrosidad, por la manipulación de su armamento nuclear, como Corea del Norte.
También existen Estados tramposos que producen unos desequilibrios económicos globales, debido a sus apetencias, planes o programas particulares. En esa larga lista existen prioridades y con la llegada de Donald Trump al poder de la potencia estadounidense, dos son los enemigos China y Alemania, además de Rusia.
Donald Trump respecto a los déficits comerciales desleales, fue duro y directo: «Germany is bad, very bad on trade», dijo textualmente. Una queja que es irrefutable, Estados Unidos critica que tanto Alemania como China, actúan con las cartas marcadas al manipular deliberadamente el tipo de cambio de sus monedas.
Logrando forzar depreciaciones que, tras abaratar sus productos frente a los que fijan el precio en dólares, provocan una forma de competencia desleal para la industria de Estados Unidos. Cada vez que el euro cae o el yuan, la industria estadounidense rueda por los suelos.
El equipo económico de Donald Trump sostiene que Alemania al igual que China, están jugando sucio con la moneda, lo que se traduce en quebrantos inmediatos para las exportaciones estadounidenses a esos dos grandes mercados. Es un hecho inobjetable que los chinos y alemanes están manipulando el valor de su moneda, y en el caso alemán del marco, al que ahora llamamos Euro.
Es irrefutable, es algo cierto, sobre todo tras el escandaloso superávit comercial que presenta Alemania, ahora mismo el más alto del mundo, nada menos que un 9 % de su PIB, que esconde la distorsión a la baja del precio del euro por parte del Banco Central Europeo.
Los tipos de interés próximos a cero y las compras masivas de títulos de renta fija, tanto públicos como privados, por parte de Draghi, conllevan como corolario inevitable que el capital golondrina huya de Europa. Invertir euros dentro de la Unión Europea para ganar un 0 % no es negocio.
El déficit comercial de Estados Unidos con Alemania es de 70.000 millones de euros, lo que el presidente Trump con razón considera inaceptable: «En EE.UU hay Mercedes, BMW y Porsches por todas partes, en Alemania no se ve un coche norteamericano, si no se soluciona, voy a ponerles una tasa del 35 %». Trump dixit. Y la Merkel y la banda de Bruselas, pusieron los gritos en el cielo.
En la reciente cumbre del G-7 en Taormina, en lo que se refiere a comercio internacional, se produjo una declaración conjunta que establece que el comercio debe ser: «libre, justo y mutuamente beneficioso», un acuerdo que fue obra del italiano Paolo Gentiloni que pidió «mantener los mercados abiertos y luchar contra el proteccionismo», pero reconociendo que «el comercio libre no siempre ha funcionado para beneficiar a todos».
Verdad de Perogrullo, que los adoradores del liberalismo ocultan con mala leche y, que por el maldito de Trump, además de «patán maleducado» fuera introducido en el G-7. Hace unos meses un amigo me envió unas noticias que hablaban de un inminente acuerdo entre Alemania y Japón.
¿Y qué podía responder? Nada, uno sabe el proteccionismo que se practica en la materia aunque renieguen de ella. Japón le pedía a Alemania eliminar los aranceles sobre los vehículos y componentes japoneses. Europa por su lado le exigía que abriera las licitaciones de las obras públicas a empresas europeas, y que se rebajen las tarifas sobre los productos agrícolas, justamente en un país donde la protección del arroz es más sagrada que el propio Emperador.
Pero el mayor perjudicado no es Estados Unidos, lo es España. Cuando el euro se puso en circulación el 1 de enero de 2002, en ese momento el superávit comercial de Alemania era el 2,8 % del PIB, a día de hoy es del 8,7 %, equivalente a 278.000 millones de euros, superando al de China en 230.000 millones.
Esto debido a un tipo de cambio enormemente favorable para la industria y la economía alemana y, desastrosa para las economías del sur de Europa, en especial para España. La industria española representaba en 1975 el 36 % del PIB, hoy es el 15 %, la responsabilidad se debe a los gobiernos españoles, pero Alemania tiene su parte.
El superávit comercial de Alemania con España en 2015, fue de 8.937 millones de euros, como la economía norteamericana es 15 veces la española, ello significa que el déficit comercial fue de un 73,5 % mayor. Merkel tiene ahora mismo el superávit comercial más grande del mundo, un 9 % de su PIB. Y eso supone una carga sobre los países del sur de la Zona Euro, que se ven obligados a bajar sus salarios para tratar de ser competitivos, a eso se debe la llamada reforma laboral.
El asesor económico de Trump, Peter Navarro, sostiene que Alemania simplemente explota a sus socios. Que el IV Reich alemán explote a sus socios dentro de la Unión Europea es algo que a los Estados Unidos le resbala, pero que ese mismo mercantilismo velado se practique con los Estados Unidos es algo que no se debe permitir.
En 2015, el euro perdió un 12 % de su valor frente al dólar norteamericano, eso afecta, y mucho. Algunos analistas amigos que se dedican a pensar en vez de insultar, dicen que el problema para Trump es que Merkel hace trampas, pero el problema para Merkel es que está obligada a hacer trampas para que no quiebren los países del sur de Europa.
Sin los tipos de interés negativos y las compras de deuda del BCE, tanto España como Italia se habrían declarado ya en suspensión de pagos frente a su principal acreedor internacional, la propia Alemania. ¿No existe otro remedio? Trump lo sabe y por eso está descargando munición pesada para presionar a Alemania y a la Unión Europea subsidiariamente.
En este sentido podemos imaginar que Donald Trump dice, vamos a mirar para otro lado cuando juegan con su moneda, pero…siempre que se reequilibre la balanza comercial entre Estados Unidos y Europa, no importa las vías ya sea en gasto militar o en otra especie.
¿Chantaje, llámele como quiera? Es política económica o economía política, es la continuación de la guerra por otros medios, es decir lo que ha sucedido siempre, algo incomprensible para el progre bombayense Fareed Zakaria, que se acaba de caer del caballo camino a Damasco y dice: «La doctrina Trump y el regreso a la política exterior hobbesiana».
La vida de los hombres y de los Estados es hobbesiana, muchos creen que la vida es como la pintan los testigos de jehová al final de los tiempos. Estados Unidos, que es reglamentista, dispone de una ley aprobada por el Congreso que fija cuatro condiciones muy precisas para establecer cuando otro país está practicando el gamberrismo económico, es decir, determinar de modo objetivo si se contravienen los principios del libre comercio.
Uno, debe tratarse de un socio comercial de importancia para Estados Unidos, con un volumen de intercambios superior a 55.000 millones de dólares. Dos, ese país debe mantener un superávit comercial frente a Estados Unidos superior a los 20.000 millones de dólares. Tres, debe tratarse de un país con un saldo positivo en su balanza por cuenta corriente superior al 3 % del PIB. Y cuatro, el país en cuestión debe intervenir de modo permanente y unilateral en los mercados de divisas para así mantener subvalorada de forma artificial su divisa.
¿A que no saben? Alemania cumple con las cuatro. Los alemanes pretenden agarrase en este último punto, dicen que el euro no depende de ellos sino del Banco Central Europeo, un órgano ajeno a su soberanía y presidido actualmente por un italiano. Pero el euro es la moneda comunitaria (donde mandan los alemanes), y los tipos de interés próximos a cero del BCE y sus compras de deuda simultáneas, deprecian el euro.
Y el euro depreciado castiga a la industria norteamericana. Pero Alemania tiene que tolerar esos tipos próximos a cero que dan oxígeno a España, Francia e Italia porque la alternativa, los estímulos fiscales le saldría muchísimo más cara. Cuanto haga Alemania para evitar que se desintegre la Eurozona afectará a las exportaciones de Estados Unidos hacia la Unión Europea.
Por eso el conflicto con Donald Trump está delante de sus narices, sólo estamos viendo el principio, de hecho, estos días luego de la resaca, Ángela Merkel dijo que está dispuesta a renegociar acuerdos comerciales con Estados Unidos, el miedo no es sonso.
En cuanto a Rusia en la cuestión de Ucrania, la intervención de Obama, de la OTAN, de la Hillary, el globalista George Soros y la Angelita Merkel han convertido en un caos al pobre país, sembrando la destrucción, la división. Porque hay que decir la verdad, quienes movieron las bandas de pistoleros fueron ellos, como lo reconoció el globalista George Soros.
El objetivo final era apoderarse de las bases rusas en Crimea. Ignorando, como lo hizo Merkel, que existe una nueva realidad histórica y cultural de la parte oriental de Ucrania. Porque olvidan que los soviéticos repoblaron la península de Crimea y la Ucrania Occidental y actualmente el 80 % son rusos, luego de expulsar malamente a los nativos, entre ellos a los tártaros.
Ucrania no sólo está sumida en la corrupción, en el desgobierno, sino que han perdido la guerra en las regiones prorrusas de Donetsk y Lugantz, los más industrializados de Ucrania y el ruso en esa región es la lengua dominante. Al recorrer esa región se puede constatar esa realidad. ¿Acaso creían que Vladimir Putin iba a entregar las bases en Crimea?
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y Alemania fueron aliados estratégicos, desde septiembre de 2008. La caída de Lehman Brothers puso en marcha el derrumbe del orden económico del hemisferio occidental. Los dos países se fueron mostrando cada vez más como enemigos, si bien es cierto, bajo el reino de la corrección política.
No se debe olvidar episodios como el espionaje a la Merkel o el apoyo de Estados Unidos a la Grecia de Syriza frente a Berlín y Bruselas, durante el mandato de Barack Obama. Trump lo único que hace es sumar un poco más a lo que ya estaba sucediendo. Pero las razones profundas hay que buscarlas en 1971, cuando Richard Nixon desmanteló el sistema internacional de tipos de cambio fijos creado en Bretton Woods.
Estados Unidos, en ese entonces, había dejado de ser un país con superávits comerciales para pasar a incurrir en un déficit crónico, que le obligó a devaluar su moneda rompiendo las reglas del patrón de cambios oro. El propósito del sistema de tipos fijos y represión financiera que acababa de ser desmantelado por Nixon, era para impedir los déficits comerciales persistentes entre países.
Para evitar que esos déficits estructurales llevaran a la acumulación de deudas impagables entre naciones y, en consecuencia, a un colapso de la demanda internacional, lo que se presuponía la causa subyacente de las crisis económicas. Aquel final de Bretton Woods daría lugar a un nuevo orden, el que a su vez se derrumbó en 2008. ¿Cómo lograr que los flujos globales del comercio se mantuvieran en funcionamiento?
Los Estados Unidos pasarían a constituirse en un enorme consumidor en última instancia cuya población absorbería los excedentes de las mercancías producidas por Europa, China y Japón. Esas importaciones netas de Estados Unidos, por pura lógica contable, tenían que coincidir con las exportaciones netas de sus proveedores, básicamente Alemania, China y Japón.
Sin la salvadora demanda norteamericana, las economías de esos países estarían liquidados. ¿Y cómo Estados Unidos podía financiar todas esas importaciones sin problema pese a su persistente déficit comercial? Como dice José Domínguez:
«Pues por una razón simple: porque los enormes beneficios de sus proveedores alemanes, chinos y japoneses (entre otros) volvían corriendo a América a través de Wall Street. ¿Y qué hacía Wall Street con aquel flujo interminable de dinero alemán, chino y japonés (entre otros)?»
Básicamente, dos cosas. La primera, prestar una gran parte a los consumidores estadounidenses para que pudieran seguir comprando todos los excedentes de las factorías del resto del mundo industrial. La segunda, prestar otra gran parte al Gobierno de Estados Unidos para que pudiera seguir manteniendo un déficit público sideral sin necesidad de subir los impuestos a sus ciudadanos.
Grosso modo, así funcionó el mundo desde agosto de 1971 hasta septiembre de 2008. Y pudo seguir funcionando durante décadas si a Wall Street no se le hubiese ido la mano con las hipotecas basura. Aunque Wall Street no lo hubiera arruinado en 2008 con sus excesos, aquel extraño mecanismo global de reciclaje de excedentes llevaba asociado un coste para Estados Unidos, su principal beneficiario.
Sus dos enormes déficits financiados con dinero extranjero, para Estados Unidos, el público y el comercial, provocaban que el dólar se revaluase constantemente en los mercados, lo que se traducía en un castigo permanente para sus empresas exportadoras. Y eso resultaba en una permanente destrucción de puestos de trabajo industriales en los Estados Unidos. Y eso es lo que se ha propuesto acabar Donald Trump.
Qué bien luce, Ángela Merkel, el uniforme soviético.
El objetivo estratégico con Alemania y Europa en general, es lograr que su balanza comercial alcance el equilibrio. Y más allá de Donald Trump, le guste o no, que es lo de menos, Estados Unidos ya no puede seguir sosteniendo sus dos déficits crónicos por más tiempo.
De ahí que, para empezar, se propuso acabar con ese eufemismo llamado «austeridad» alemana, una máscara para seguir creciendo a expensas de sus socios comerciales los Estados Unidos y la eurozona. Todo indica que pretende lograrlo de dos maneras, por un lado a través de la presión para forzar a Europa, incrementando el gasto en armamento norteamericano o lo que fuese, para el reequilibrio de la balanza comercial.
O, mediante un programa económico que necesariamente provocará un incremento de la inflación hasta niveles calculados en torno al 5 % durante unos cuantos años. Para un país endeudado en su propia moneda (Estados Unidos), la inflación es un regalo caído del cielo, en la medida en que ofrece una vía disimulada para no pagar las deudas.
Repatriar fábricas usando mano de obra local, mucho más cara que la asiática, además de bajar los impuestos, al tiempo que se aumenta el gasto público, inevitablemente llevará a la inflación. Pero cuanta más inflación haya en Estados Unidos, más se encogerá su deuda internacional en términos reales.
Dicen los analistas económicos: cuanta más inflación sea capaz de generar Trump, menos van a cobrar los alemanes por sus bonos del tesoro estadounidense y sus préstamos a largo plazo a empresas americanas. Esto es, en síntesis, los términos de la batalla que están librando alemanes y estadounidenses.
Si la economía mundial (a pesar de todo) funcionó sin colapsos desde 1971 hasta 2008 solo gracias al déficit comercial norteamericano. La pregunta es si logrará mantenerse en pie la economía yanqui, cuando ese déficit haya desaparecido por efecto de estas políticas. Pero esa es otra historia.
Tsipras en Grecia había metido a Europa en uno de los lugares más terroríficos de la mitología griega. El futuro de Europa (y el Euro) estuvo jugándose en su remoto pasado, en Grecia. A la Comunidad Europea, a la Troika, a sus políticos, a sus funcionarios, contables y burócratas no les importa ni entienden la mitología griega, ni los dioses del Olimpo.
A ellos les importa la pasta monumental que Grecia debía a Europa, tan cierto como que Europa le debe su nombre a la otra Grecia, no a la actual. Zeus, que era un calenturiento (como dijimos al principio), se enamoró de una princesa fenicia y se la llevó montada en su lomo hasta la isla de Creta, y la instaló como a una reina a la princesa Europa.
Pero, justamente en Creta se encuentra un lugar terrorífico llamado el Laberinto del Minotauro. La versión más extendida dice que Minos (concebido con Europa), hijo de Zeus, pidió apoyo al dios Poseidón para que su gente lo aclamara como un temprano rey, ya que su padre Asterión (hijo de Téctamo) era el antiguo rey ya difunto de Creta.
Poseidón lo escuchó e hizo salir de los mares un hermoso toro blanco, al cual Minos prometió sacrificar en su nombre. Sin embargo, al quedar Minos maravillado por las cualidades del hermoso toro blanco, lo ocultó entre su rebaño y sacrificó a otro toro, esperando que el dios del océano no se diera cuenta del engaño.
Al saber esto Poseidón, se llenó de ira, y para vengarse, inspiró en Pasífae el deseo de unirse al Toro de Creta sintiendo por él una pasión insensata la cual llevó a su embarazo. Para consumar esa unión zoofílica con el toro, Pasífae requirió la ayuda del artesano Dédalo, que construyó una vaca de madera recubierta con piel de vaca auténtica para que ella se metiera.
El toro se acostó con ella, creyendo que era una vaca de verdad. De esta unión nació el Minotauro, llamado Asterión. El Minotauro sólo comía carne humana, era antropófago y conforme crecía se volvía más salvaje. Cuando la criatura se hizo incontrolable, pedía a cada rato su ración humana.
Dédalo construyó el laberinto de Creta, una estructura gigantesca compuesta por incontables pasillos que iban en distintas direcciones, que se entrecruzaban entre sí, de los cuales sólo uno conducía al centro de la estructura, donde el Minotauro fue abandonado. Teseo que se había enamorado de Ariadna la convenció de que él podía vencerlo.
Ariadna, viendo la valentía del joven, se dispuso a ayudarlo, e ideó un plan que ayudaría a Teseo a encontrar la salida del laberinto en caso de que derrotara a la bestia (Minotauro). Ese plan fue solicitado por Ariadna a Dédalo, quien se las había ingeniado para construir el laberinto de tal manera que la única salida fuera usar un ovillo de hilo, el cual Ariadna le entregó para que, una vez que hubiera ingresado en el laberinto, atara un cabo del ovillo a la entrada.
Así, a medida que penetrara en el laberinto el hilo recordaría el camino y, una vez que hubiera matado al Minotauro, lo enrollaría y encontraría la salida. El Minotauro europeo (Alemania) se dispone a darse un festín con los hijos de Europa tal como Saturno devoró a sus propios vástagos.
Hoy, a Europa le sobra Merkel y le falta Ariadna, que sabía cómo salir del laberinto de Creta. Ángela Merkel, conocerá mucho de mitología germánica pero no griega, ni sabe cómo hizo Ariadna para que Teseo, el héroe ateniense, entrase en el laberinto, acabase con el Minotauro y saliese incólume.
Además, como soy un hombre de poca o nula fe, dudo que lo consiga. Pero debería darles el beneficio de la duda y confiar en la asombrosa capacidad que tienen los germanos, figuras estelares en la Primer Guerra Mundial y estrellas absolutas en la Segunda Guerra Mundial, inventores del Holocausto (esto deberían recordar a la hora de ofenderse).
A decir verdad, no la veo en forma física para una agotadora contienda a la Canciller Merkel, cuando veo El rapto de Europa de Botero, no puedo evitar ver a doña Ángela sobre el toro. ¡Maldito paso del tiempo! Que bien se la veía a la joven Merkel en aquellas épocas de la Alemania Oriental comunista, en ese bello y proletario uniforme, pero la vida ni la fiesta es interminable, como rezaba el título de aquella famosa película.
Pero se lo tuvo que recordar Trump ¡Que digo, el patán de Trump! desde la Casa Blanca, que es el lugar donde el dios Zeus en 1945, se llevó lo poco que quedaba de esa Europa para que vean que los dioses también cambian de morada. Veremos que nos depara el mundo político luego de la cumbre del G-20 en julio, donde estarán Rusia y China.
8 de junio de 2017.