

Serie Roja —25
ESTADOS DEL ASIA CENTRAL Y EL FIN DE LA URSS
Nursultán Nazarbáyev, el líder de Kazajistán y el ruso Boris Yeltsin.
El 17 de diciembre, Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin se reunieron para acordar los detalles de la transición de la Unión Soviética a la (CEI) Comunidad de Estados Independientes, en dicha reunión se acordó concluir el proceso antes de que finalice el año, y que todas las instituciones de la URSS quedarían bajo la autoridad de Rusia y las demás se disolverían. Gorbachov era consciente que la URSS estaba liquidada y que el 78% de los ciudadanos de la Federación Rusa querían la Comunidad.
Gorbachov tenía sus esperanzas puestas en la cumbre de Almaty y continuar en el poder y en los jefes de gobierno de las repúblicas del Asia Central lograrían hacer de la Comunidad una entidad mucho más centralizada. Sin embargo, la mayoría de estos dirigentes como Nursultán Nazarbáyev de Kazajistán o Islom Karimov, de Uzbekistán no estaban de acuerdo con la creación de la Comunidad eslava, pero tampoco querían ganarse la ira de Rusia.
James Baker el secretario de Estado estadounidense en su viaje a Almaty, se reunió previamente con el presidente de Kirguistán, Askar Akáyev, quien creía en la democracia y el libre mercado. El presidente de Kirguistán le dijo a Baker que él estaba a favor de la incorporación de su país a la Comunidad, ya que la ayuda rusa era fundamental para combatir el fundamentalismo islámico y el poder creciente de su vecino, China. Dicho esto, en la década de los 90 del siglo pasado.
También sostuvo que no tenía intención de adquirir armas nucleares, y que tampoco necesitaba un gran ejército, que le bastaba con unos miles y que su país cumpliría con los cinco principios formulados por Baker para las repúblicas post-soviéticas, y sumarse de buen grado al nuevo orden mundial concebido por la diplomacia estadounidense. En Kazajistán gobernaba Nazarbáyev de 50 años y era la única república no eslava que poseía armamento nuclear en su territorio y con mucha influencia sobre la política soviética, y tenía muchos deseos de entablar relaciones diplomáticas y económicas con Occidente.
Nazarbáyev había sido el último presidente en declarar la independencia de su país, lo hizo luego de la Cumbre de Bialowieza. Luego de regresar del Kremlin, Nazarbáyev sabía que para formar parte de la Comunidad o de cualquier otra organización regional, Kazajistán debía de tener los atributos formales de país independiente. El 10 de diciembre de 1991, el parlamento de Almaty rebautizó la República Socialista Soviética de Kazajistán como República de Kazajistán. El día 16, el parlamento proclamó la independencia.
Los gobiernos centroasiáticos estaban dispuestos a integrarse a la Comunidad con la única condición que se los considerara miembros fundadores, el tratado debía firmarse de nuevo. Nazarbáyev también pidió que las cuatro repúblicas con armamento nuclear suscribieran un acuerdo por separado sobre el control armamentístico. Baker dijo más tarde: «Volví a mi habitación a las tres de la mañana pensando que la entrevista de tres horas con Nazarbáyev había sido lo más positivo del viaje hasta ese momento».
Lo más importante para los dirigentes de los países centroasiáticos no era el armento nuclear, ya que afectaba a una sola república, Kazajistán, o el fundamentalismo islámico, lo más importante era Rusia. Estas repúblicas, tradicionalmente, mantenían una relación con Rusia de sumisión y dependencia, y deseaban poner fin a la primera, pero respecto a la segunda, por el momento no podían permitirse. Un anno antes, la elite kazaja estaba dispuesta a recuperar el poder que habían logrado en la era de Breznev y aumentarla, frente a un Gorbachov muy debilitado.
Pero la cuestión de la soberanía era un tema muy delicado en las diferentes repúblicas, y Kazajistán en especial era el más afectado, si bien es cierto la república era de etnia kazajos, el segundo grupo más numerosos eran los rusos, unos seis millones, el tercero, los ucranianos, cerca de un millón, muy cercano a los rusos étnicamente y lingüísticamente. Los kazajos fueron el grupo que más creció durante la década de los 80, pero los eslavos seguían siendo mayoría. Era el grupo privilegiado y hacían alarde ello. Nazarbáyev le confió a Baker en su visita a Almaty: «Si viajara usted por mi país vería a niños rusos pegando a niños kazajos. Eso lo sufrí yo. No es fácil vivir con los rusos».
La situación de Kazajistán fue consecuencia de la política económica soviética. A principios de 1930, la composición demográfica se vio alterada por la política agrícola, y por la campana de colectivización forzosa, más de un millón de kazajos, la cuarta parte de la población, murió a consecuencia de la hambruna de 10930-1933. En la década de 1950 llegaron centenares de miles de eslavos al país para colonizar las «Tierras Vírgenes», una campaña de Nikita Jruschov y con la ayuda apreciable de Leonid Breznev, se trataba de cultivar las tierras del norte y aliviar la carestía alimenticia de la URSS.
La situación alimentaria no se resolvió, pero si se modificó gravemente la demografía. Nazarbáyev al llegar al poder tuvo que lidiar con el sentimiento agraviado de los nacionalistas kazajos y el separatismo de los eslavos, lo mismo que en este siglo se vive en Ucrania. Nazarbáyev no apoyó abiertamente a ningún grupo y pudo conciliar los intereses de los grupos y afianzar su autoridad. También se ganó el respeto de Boris Yeltsin, Gorbachov, Kravchuk y Shushkiévich.
Nazarbáyev no podía declarar la independencia en contra de una mayoría eslava, creada artificialmente por la URSS, política normal del imperio soviético, tampoco podía dejar a seis millones y medio de kazajos en medio de doscientos millones de eslavos, en una reunión pactada en Bialowieza. Esta nueva entidad política socavaría la autoridad de Kazajistán y la identidad nacional y cultural kazaja. El mismo Nazarbáyev comentaría después que aun estando presente en Bialowieza, el no habría firmado el acuerdo.
Nazarbáyev viajó el 12 de diciembre a Asjabad, capital de Turkmenistán, para reunirse con los dirigentes de las repúblicas centroasiáticas. El anfitrión de la cumbre era el presidente Saparmyrat Nyyazov, donde se discutiría la respuesta a la creación de la Comunidad eslava. El presidente de Turkmenistán quería crear una comunidad centroasiática, pero Nursultán Nazarbáyev estaba en contra de esa idea, quería unirse a la comunidad eslava.
«Nos reunimos en el despacho de Nyyazov y discutimos la situación hasta las tres de la mañana: ¿debíamos oponernos a la disolución de la Unión, reconociendo a Gorbachov como presidente? Pero una Unión sin Rusia parecía impensable. ¿Debíamos crear una confederación centroasiática, como proponía Nyyazov? Pero compartíamos una misma una economía, un ejército y una moneda (con Rusia), y en Kazajistán había 1500 cabezas nucleares […] ¿Cómo íbamos a enfrentarnos con Rusia?», diría más tarde Nazarbáyev.
La posición de Islom Karimov, presidente de Uzbekistán, sería decisiva. Uzbekistán con casi veinte millones de habitantes era la república más poblada de Asia central y la tercera de la URSS. Y 14 millones de uzbecos era el grupo étnico más numeroso seguido de lejos por los rusos, 1.700.000. el régimen uzbeco había tenido malas relaciones con Rusia en los últimos años del régimen soviético. La investigación del «caso del algodón», pronto pasaría a conocerse como el «caso uzbeco», que comenzó en la época de Yuri Andropov y el gobierno de Gorbachov.
La trama de corrupción descubierta por el equipo de inspectores de Moscú era enorme. Al secretario primero del Partido Comunista de Uzbekistán se lo acusó de recibir un 1.200.000 de rublos en soborno de parte de 14 personas. En algunos casos el dinero se había entregado en la sala de San Jorge del Gran Palacio del Kremlin durante las sesiones del Soviet Supremo. La trama había sido creada por Sharaf Rashidov, secretario primario del Comité Central de Uzbekistán.
En 1970, el incremento del objetivo de producción de algodón exigido por Moscú y la buena cosecha de ese año llevaron a Rashidov a prometer en público a Breznev, que Uzbekistán produciría seis millones de toneladas al año en lo sucesivo. Lo cierto es que, no podía producir más de dos tercios de esa cantidad, y en un mal año apenas llegarían a los tres millones. La carrera política de Rashidov y su equipo estaba en riesgo. Rashidov ordenó destinar todo el suelo agrícola disponible al cultivo de algodón y obligó a todos los habitantes, incluyendo a niños y adolescentes, sin importar su ocupación habitual.
Este tipo de medidas era una constante en la Unión Soviética tratando de demostrar lo indemostrable, que la economía estatista y dirigista era la correcta y sin embargo la historia demostró que era un fracaso. El resultado fue que no llegaron jamás a los seis millones de toneladas. Al igual que las potencias europeas y sus colonias de ultramar, los soviéticos querían obtener el llamado «oro blanco» que se producía en Uzbekistán, pero las principales fábricas se encontraban en Rusia. Por tanto, Uzbekistán exportaba la materia prima e importaba textiles con un grave perjuicio para su economía.
Las autoridades locales repitieron el típico fraude colonial, el soborno. Si Uzbekistán producía dos o tres millones de toneladas de algodón menos ese año, solo bastaba con falsear las cifras. De esta enorme estafa participaron miles de personas en distintos niveles, y los fondos destinados a la producción de algodón se redistribuyeron en Uzbekistán en forma de sobornos, y el dinero fue a parar a las fábricas textiles y funcionarios del Partido y de la administración en Rusia, que recibían los cargamentos de algodón que nunca llegaban, haciendo la vista gorda.
Se puede decir que, antes de los nuevos oligarcas de la era post-soviética, en Uzbekistán se adelantaron y surgieron los primero nuevos ricos de la URSS. Andropov primero y luego Gorbachov ordenaron las detenciones. Miles de personas fueron detenidas y muchos creyeron ver en el proceso judicial como un ataque contra la república, para estos, los dirigentes uzbecos solo eran culpables de tratar de cumplir con los deseos de la metrópoli. Este tipo de casos fue posible por el intento de la URSS de ser el imperio triunfante, se falseaban los números para los ojos del mundo exterior.
En el camino, con el diario del lunes y los datos obtenidos, sabemos que tales logros no eran tales, y casos como el programa Sputnik fue una gloria momentánea para terminar en su disolución, mientras tanto, pedían y suplicaban ayuda estadounidense para paliar la hambruna, su súplica para recibir ayuda del FMI, cometieron errores graves como invadir Afganistán, cuando ya no había dinero ni para la paga de los soldados. En septiembre del año siguiente se convocó a un congreso del Partido Comunista de Uzbekistán, rebautizado Partido Popular Democrático, en la que se aprobó exculpar a los jerarcas comunistas, que: «han trabajado con honradez y por el bien de la patria y pueden mirar a los ojos a sus conciudadanos».
Después del fallido golpe de Estado de agosto se apresuró a eliminar los últimos vestigios del comunismo en Uzbekistán, se derribaron monumentos de los lideres comunistas, se rebautizaron calles y plazas que llevaban sus nombres. Por otro lado, declaró que Uzbekistán no estaba preparada para la democracia, y reprimió toda naciente oposición, y declaró que se estaba guiando en lo político y económico con el ejemplo de la vecina China. En la reunión de Asjabad del 12 de diciembre, fue coincidente con Nazarbáyev de rechazar la creación de lo que los medios soviéticos llamaban la «Liga musulmana».
El presidente de Kirguistán necesitaba la ayuda rusa y de otros países eslavos para combatir el fundamentalismo islámico y el amenazante poder de China, pero lo más urgente, las fábricas textiles rusas que procesaban el algodón uzbeco y con ello la economía uzbeca se derrumbaría en cuestión de semanas. Luego de la reunión Askar Akáyev dijo a los periodistas que no era cierto que los musulmanes serían considerados ciudadanos de segunda en una Comunidad dominada por eslavos. «La única manera de evitar que [las repúblicas musulmanas] se vean relegadas a un papel subalterno es hacer de Asia Central una región altamente desarrollada, con sus propias industrias de transformación», dijo Akáyev.
Los dirigentes centroasiáticos reunidos en Asjabad, acordaron unirse a la Comunidad y dijeron: «Tras discutir el asunto, los gobernantes de las cinco repúblicas hemos consensuado la siguiente declaración: “saludamos la decisión de los lideres de las repúblicas de Bielorrusia, Rusia y Ucrania de establecer una comunidad de Estados Independientes […] Nuestra adhesión al acuerdo está supeditada principalmente a que todas las repúblicas [centroasiáticas] ingresen en la CEI como miembros fundadores, es decir, exactamente con los mismos derechos que las demás».
En la víspera del encuentro en Almaty se supo que estaba de camino el presidente de Azerbaiyán, Ayaz Mutallibov, cuyo país estaba en guerra con Armenia por Nagorno Karabaj. El único dirigente que tenía una postura tomada era Mijaíl Gorbachov, y era el único que no había sido invitado. Ante el hecho de la ratificación del acuerdo de Bialowieza por parte del parlamento ruso y de la declaración de Asjabad por los gobiernos centroasiáticos, se tuvo que resignar a la idea de la Comunidad.
El día 17 de diciembre, el día que Baker abandonaba Moscú, y Gorbachov y Yeltsin se reunieron para discutir el traslado de poder, Gorbachov declaró ante la prensa que su postura coincidía en un 80% con la de su homólogo ruso, el 20% restante se comunicó al día siguiente, cuando publicó en una carta abierta, en la que decía que la Comunidad se convertiría en sujeto de derecho internacional y tuviese relaciones diplomáticas con otros países, pero también defendía la existencia de un mando militar único y un órgano que velara por el cumplimiento de los compromisos internacionales de la URSS y representara a esta en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Mijaíl Gorbachov, también proponía crear instituciones que coordinara las políticas económica, cultural y educativa de la Comunidad. Y finalmente sugería prescindir de la frase: «Estados Independientes», bautizándola como «Comunidad de Estados Europeos y Asiáticos». Mucho se ha especulado en que Mijaíl Gorbachov con esta declaración pretendiera obtener una función importante en la Comunidad para poder sobrevivir políticamente, en sus memorias no lo dice. Al día siguiente de esta declaración, la prensa rusa publicó la traducción de una entrevista concedida por Yeltsin al diario italiano La Repubblica y que no era favorable para Gorbachov.
A la pregunta «¿desempeñará Gorbachov algún papel en la Comunidad?», Boris Yeltsin respondió de manera tajante: «No. Le trataremos con el respeto que merece, pero hemos decidido concluir la fase de transición en nuestro país a finales de diciembre, así que [Gorbachov] debería haber tomado una decisión para entonces». Ese mismo día, el gabinete discutió cual sería el nuevo escudo nacional de Rusia, y decidieron recuperar el símbolo del águila bicéfala. Burbulis explicó a los periodistas que optaron por el águila porque les parecía menos amenazante y no querían ahuyentar a sus posibles socios.
En una encuesta realizada en tres capitales eslavas, en la ciudad de Kyiv la mitad de los ciudadanos estaba a favor del acuerdo de Bialowieza, en Moscú el porcentaje favorable ascendía al 84% y en Minsk al 74%. Luego que los estados centroasiáticos propusieron desechar, el ucraniano Kravchuk dejó claro que tenía prisa por acudir a Almaty. Kravchuk sabía que no valia la pena crear una Comunidad sin Ucrania. El presidente de Bielorrusia Shushkievich, tenía mucho interés en estar en la cumbre.
Poco después de firmar el acuerdo de Bialowieza había emitido un documento en la que decía que la Comunidad no tenía por qué ser un club exclusivamente eslavo y daba la bienvenida a otras repúblicas, incluyendo a las centroasiáticas. Pero los bielorrusos o querían ampliar la Comunidad a cualquier precio, y proponían excluir a las repúblicas que estuviesen en conflictos violentos, y, por tanto, dejarían afuera a Moldavia, que intentaba frenar el movimiento independentista de Transnistria, poblada por eslavos y que continúa hasta ahora.
Azerbaiyán, que entonces luchaba por retener la región mayoritariamente armenia de Nagorno Karabaj, Armenia que estaba en guerra con Azerbaiyán, y también Georgia, donde la oposición prorrusa enfrentaba a las fuerzas del gobierno, y otras regiones como Abjasia y Osetia del Norte, que querían la autodeterminación. Siendo lógicos con ese criterio, también tendría que desecharse a Rusia ya que estaba en conflicto con Chechenia.
Cuando faltaban pocos días para la Cumbre, Transnistria y Nagorno Karabaj solicitaron su ingreso a la Comunidad, Moldavia y Armenia aun no lo habían hecho. Rusia reconoció la independencia de Moldavia y Armenia y las fronteras que estas tenían desde la era soviética. La rebelión de los territorios autónomos fue alentada permanentemente por Gorbachov en 1990-1991, su apogeo llegó en los últimos días del imperio soviético. En la cumbre de Bialowieza los presidentes de Rusia, Ucrania Y Bielorrusia habían declarado su apoyo a las legítimas autoridades de las repúblicas, y a pedido de Boris Yeltsin realizaron un comunicado conjunto respaldando a las autoridades moldavos y la política de represión que estaban llevando a cabo en Transnistria del separatismo eslavo.
El 9 de diciembre las fuerzas de Moldavia se enfrentaron en la ciudad fronteriza de Bender con las milicias de Transnistria, que contaron con la ayuda del 14° Ejército soviético bajo la autoridad de Gorbachov. En los días siguientes se produjeron choques en la ciudad de Dubasari, en Transnistria. El 18 de diciembre, el presidente de Azerbaiyán, Ayaz Mutallibov, tomó el mando de todas las unidades militares estacionadas en el territorio de Azerbaiyán.
El día 19 de diciembre, los armenios de Nagorno Karabaj tomaron un comité de autodefensa que controlaría las milicias de la región y el presidente de Armenia, Levon Ter-Petrosián, dictó un decreto para reforzar los lazos entre las autoridades regionales armenias y las unidades soviéticas. Los azerís veían en el ejército soviético un enemigo potencial. El conflicto por el momento estaba limitado al Cáucaso y a la Region eslavo-latina de la frontera este de Moldavia, al siguiente año se extendería a Tayikistán.
En Almaty se reunieron para negociar los lideres de todas las repúblicas, algo que no había sucedido en las cumbres anteriores sobre el nuevo tratado de la Unión fallida de Gorbachov. El ministro de Gorbachov, el mariscal Yevgueni Sháposhnikov ejercía el único cargo de la Comunidad creada en ese momento, como comandante en jefe de las fuerzas armadas. Boris Yeltsin se lo había ofrecido tras el acuerdo de Bialowieza. Pero el ejército se estaba desplomando rápidamente.
Los presidentes de las repúblicas norcaucásicas de Azerbaiyán, Armenia y Georgia querían quedarse con el control de las tropas soviéticas en dichos territorios, también los separatistas de Transnistria y Nagorno Karabaj. El 6 de diciembre el ministro de Defensa de Ucrania, Kostiantyn Morozov, había prestado juramento de lealtad a Ucrania. Los asistentes a la cumbre en Almaty se centraron en dos cuestiones, la disolución de la Unión Soviética y la creación de una comunidad formada por once repúblicas en lugar de tres.
Los jefes de los estados post-soviéticas tardaron solo tres horas en acordar los principios de la nueva asociación. A las tres de la tarde se entregó a los mecanógrafos el borrador final del acuerdo y que sería firmado tres horas después en un acto oficial. Los lideres centroasiáticos en que todos los Estados, incluidos Rusia, Ucrania y Bielorrusia, suscribieran la nueva declaración de la Comunidad, para que todos los presentes en Almaty fueran fundadores. Los presidentes acordaron crear dos órganos coordinadores, el consejo de presidentes y el de primeros ministros, y abolir todos los ministerios e instituciones soviéticas que aún quedaban, esto era una cuestión de revancha de Yeltsin sobre Gorbachov.
Todos aceptaron que Rusia se declarara la sucesora legal de la Unión Soviética, obteniendo así un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En julio de 1992 se trasladarían a Rusia todas las armas nucleares de Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán para ser desmantelados. En la reunión se trataron cuestiones en la que todos estaban de acuerdo, en las que no acordaban se dejaron para otras reuniones. La siguiente fue fijada para el 30 de diciembre en Minsk, capital de Bielorrusia y de la Comunidad.
A Ucrania lo satisficieron con la liquidación ipso facto de la Unión Soviética como sujeto de derecho internacional y que facilitaba el reconocimiento de la independencia de Ucrania por parte de Estados Unidos y otros países Occidentales que aun se encontraban en la duda, y lo más importante, pese la insistencia de Gorbachov, la Cumbre de Almaty no estableció instituciones supraestatales ni ciudadanía común. También se prescindió del Consejo de Defensa de la Comunidad, que había sido creada en Bialowieza, que había sido creado para nombrar al mariscal Yevgueni Sháposhnikov, ex profeso, para alejarlo de Gorbachov.
El presidente de Ucrania, recordaría luego con mucha satisfacción como en la rueda de prensa posterior a la cumbre, Nursultán Nazarbáyev, «se puso de pie para anunciar en tono calmado que habíamos llegado a un acuerdo: la Unión Soviética ya no existía, la Comunidad de Estados Independientes era una realidad, y ahora nos correspondía establecer nuevas relaciones [entre las repúblicas]».
James Baker, que en ese momento sobrevolaba el océano Atlántico rumbo a Washington, recibió una llamada lejana de Almaty, Nursultán Nazarbáyev quería informarle el resultado de la Cumbre. «La reunión ha terminado. Han participado once repúblicas», le dijo y agregó que las repúblicas centroasiáticas se habían incorporaron a la Comunidad, y que Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán habían acordado mantener el control conjunto sobre los arsenales nucleares. Las armas tácticas se trasladarían en breve a Rusia para ser desarmadas.
James Baker se mostró muy satisfecho y le dijo: «le agradezco mucho su llamada y que me haya informado con tanto detalle. El acuerdo coincide con lo que usted y yo les planteamos a los dirigentes de las repúblicas», Nazarbáyev agradeció y reconoció que no fue fácil convencer a los demás. «Ha hecho un trabajo extraordinario» respondió Baker, y el prometió al antiguo jerarca comunista que Estados Unidos lo antes posible reconocería la independencia de Kazajistán.
El diario moscovita Izvestia decía lo siguiente «Con el tiempo comprobaremos el verdadero alcance del acuerdo firmado en Almaty». «Ayer fue la masacre de Almaty. Un hecho sin duda decisivo, comparable al 25 de octubre de 1917, y con resultados igualmente inciertos», anotaba en su diario el ayudante de Mijaíl Gorbachov, Anatoli Cherniaev. Cherniaev se refería a la toma de San Petersburgo por los bolcheviques, acontecimiento que había cambiado la historia mundial. Anatoli Cherniaev y su jefe Mijaíl Gorbachov, estaban ingresando en la última etapa de sus vidas políticas y de forma muy dramática.
La Unión Soviética había muerto, su certificado de defunción se expidió oficialmente en Almaty, Kazajistán. Quedaba el retiro personal de su último jefe, Mijaíl Gorbachov, habría que esperar para eso a las navidades. Su implosión se debe, básicamente, a las contradicciones internas del imperio, la fuerza de las naciones que estaban integradas por la fuerza en la URSS y la derrota real frente al capitalismo. Los complots y otras yerbas, se lo dejamos a los conspiranoicos. Aquí hablamos de cuestiones políticas, lo demás es para aquellos que no son capaces de entender la política y la historia, y por eso son conspiranoicos.
14 de febrero de 2025.