EL FIN DE LA FRANCÁFRICA
¿COMIENZO DE LA RUSSIÁFRICA?
Ricardo Veisaga
Todo imperio deja huellas en su marcha imperial, Francia al retirarse de África dejó como herencia la «Francáfrica» (Françafrique, en francés), es decir, es un término peyorativo que significa la relación de dominación neocolonial que Francia mantuvo con sus excolonias francesas africanas, especialmente las del África subsahariana a través de mecanismos económicos, culturales y políticos.
Los franceses empezaron a establecerse en África durante el siglo XVII con enclaves comerciales a lo largo de la costa. Pero la gran expansión se inició a finales del siglo XIX, tras la Conferencia de Berlín, cuando las potencias europeas se repartieron el continente. Francia, junto al Reino Unido, construyó un imperio colonial que abarcaba territorios desde Madagascar a Yibuti, Argelia o la mayor parte del África Occidental, una zona estratégica y muy rica en recursos.
El imperio colonial francés comenzó su declive después de la Segunda Guerra Mundial. Francia estaba muy golpeada, y en el África surgían líderes independentistas que pedían el fin del dominio europeo. Para 1962, los franceses habían perdido casi todos sus territorios africanos. Debemos recordar que, de los 54 países africanos actuales, diecinueve fueron colonias francesas. A pesar de esta nueva situación, la relación con sus antiguas colonias nunca llegó a desaparecer. Francia no quería perder su influencia en el África, pretendía mantener una proyección global y temía que Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética lograran influencia y control.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos tuvo que apoyar la estrategia francesa para evitar que África cayera en la órbita soviética. En este sentido, el entonces presidente Charles De Gaulle trazó una hoja de ruta para la independencia de las colonias, pero con la condición que mantuviera la influencia francesa.
Francia otorgó la independencia para estos nuevos Estados, pero exigieron que se firmaran acuerdos que garantizaran una estrecha relación. El encargado de realizar estos acuerdos de relación y dependencia fue Jacques Foccart, secretario general para asuntos africanos y Malgache. Este empresario y político fue considerado el padre de la Francáfrica. Francia antes de ceder el control, se aseguró de mantener su influencia en el continente.
Estos acuerdos le permitieron a Francia mantener el acceso a los recursos naturales que necesitaba, a tener presencia militar en los nuevos países y, sobre todo, influencia en asuntos económicos. Si bien es cierto que el antiguo modelo colonial evolucionó a uno neocolonial, este se enmarcó en los límites constitucionales de los nuevos Estados africanos y del derecho internacional, pero se seguía manteniendo una relación de control desde la metrópolis.
Uno de los ejemplos de esta nueva relación neocolonial fue el «franco CFA», la moneda que aún se usa en catorce países africanos. Esta moneda se impuso desde Francia al final del periodo colonial y se mantuvo ligado al franco francés y luego al euro. Se ha dicho que fue una forma de evitar las devaluaciones de las monedas africanas, el franco CFA ha funcionado como una herramienta de control sobre sus excolonias. El 50% de las reservas de estos países tiene que ser depositada en el Tesoro Francés y el encargado de imprimir la divisa es el Banque de France, el banco central francés.
En las últimas décadas se realizaron varios intentos de crear una nueva divisa para los países miembros de la CEDEAO, la llamada eco. El proyecto fue presentado por primera vez en 2019 y todavía sigue en espera. Macron dio el visto bueno a este proyecto tras asegurarse de que Francia continuaría siendo el principal respaldo económico de esta nueva divisa, que mantendrá su paridad fija con el euro.
El control monetario es un arma efectiva para mantener a otro Estado bajo su dependencia. De esa manera el que controla evita que el país dependiente pueda manipular la divisa en su beneficio, eso busca China con su moneda. No permite que realice devaluaciones competitivas para que sus exportaciones sean más baratas en una etapa de incipiente industrialización. Sin este mecanismo, junto a otras razones, los países del África Occidental fueron relegados a ser solo exportadores de materias primas e hidrocarburos, mientras importaban productos manufacturados de la metrópolis.
Las antiguas colonias absorbían un 5% de las exportaciones francesas, a la vez que compañías galas en el continente africano extraían las materias primas que se enviaban a Europa. Hay que decir que casi 300.000 franceses viven repartidos por los diversos territorios francófonos. Los metales de la República Centroafricana; el petróleo en Gabón, algodón y oro de Mali y el uranio nigerino, son algunos de los beneficios que Francia obtiene por la presencia de sus empresas en África.
La empresa francesa Areva extrae en Níger entre un tercio y un 40% del uranio que utilizan las centrales nucleares francesas para producir dos tercios de la electricidad que consume el país. Una desestabilización en Níger significa un grave problema para el suministro eléctrico en Francia. Níger es fundamental para sus centrales nucleares, alrededor del 30% del uranio necesario para sus plantas procede de las minas del norte de Níger.
Sin embargo, pese a la labor de las empresas francesas, la inestabilidad política, los golpes militares y la insurgencia yihadista han logrado que su presencia disminuya notablemente. A pesar de ello, la población sigue creyendo que Francia no les reporta beneficios concretos. Cuatro de los Estados miembro del G-5 Sahel, Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger, se encuentran entre los 10 países más pobres del mundo, basado en su PBI per cápita y en su índice de desarrollo humano (IDH)
Francia ha dejado de ser el principal socio comercial para el África Occidental. A principios de siglo, era el principal exportador para países como Níger, Burkina Faso y Malí, en la actualidad China y otras monarquías del golfo Pérsico como Emiratos Árabes Unidos, ya han suplido holgadamente a Francia en este mercado.
Otra herramienta de relación neocolonial se dio en el ámbito de la seguridad, Francia se aseguró de mantener una presencia militar en el Sahel, una región crucial para el continente africano. Francia actúa como gendarme en la región, participa en las misiones de mantenimiento de la paz, brega por la estabilidad de los gobiernos locales o luchando contra el yihadismo. Por ejemplo, la «operación Serval» en Malí entre 2013 y 2014, y la «operación Barkhane» realizada en 2022.
En el siglo XXI, las múltiples situaciones amenazantes tanto para los países africanos del Sahel y en el golfo de Guinea para los intereses franceses en la zona se ha ampliado. Los problemas de Francia en las antiguas colonias en el siglo XX se limitaban a un golpe de Estado o a la presencia de grupos rebeldes refugiándose en alguna ex colonia. En este siglo los desafíos son novedosos y transnacionales.
Hoy las ex colonias son más democráticas que en el siglo pasado, pero son muy inestables, las estructuras estatales son muy débiles, agravada con la presencia de factores transnacionales como la expansión del yihadismo en el Sahel. Sumado la piratería en el golfo de Guinea, los grandes flujos migratorios, el tráfico de drogas y de armas, con una región del Magreb debilitada, una zona geográfica y política entre el Mediterráneo y la región subsahariana.
Uno de los primeros conflictos fue en Chad, en 1986, durante la guerra de los Toyota, en el que el ejército francés desplegó tropas para defender al gobierno del Chad, frente a la invasión de las tropas libias. La victoria fue para el Chad, pero Francia estableció una base en la capital, N’Djamena, un lugar clave para controlar el conflicto en Sudán, la inestabilidad en la República Centroafricana y la propia estabilidad de Chad, cuyo presidente, Idriss Déby, fue apuntalado por París desde 1990, en especial durante la guerra civil chadiana entre 2005 y 2010.
Otro de los lugares fue Djibouti, durante la guerra civil en ese país entre 1999 y 2001. La presencia francesa para terminar el conflicto fue clave, pero también para afianzar su posición geoestratégica en el Cuerno de África, la península arábiga y el crucial estrecho de Bab el-Mandeb, uno de los cuellos de botella vitales en el comercio global y el transporte de hidrocarburos. En este lugar Francia tiene destacado de manera permanente 1500 soldados.
La acción francesa se trasladó luego al golfo de Guinea, Costa de Marfil, la antigua joya subsahariana de Francia, se vio envuelta en una guerra civil entre 2002 y 2007, en la que las tropas francesas, ya estacionadas en el país previamente, hicieron las veces de «pacificadores» por mandato de la ONU. Sin embargo, en 2011, el país marfileño regresaría al camino de la violencia tras la negativa del entonces presidente Laurent Gbabo a aceptar la derrota electoral, abandonar el puesto y ceder al vencedor en los comicios, Alassane Ouattara.
Durante la llamada «Primavera árabe», Francia estuvo observando cómo unas revoluciones aparentes democráticas se apoderaban y debilitaban los únicos estados mínimamente estables en África, facilitando la extensión de una hoguera desde Oriente Medio hasta el Sahel.
Pese a los intentos de Francia por mantener una relación cercana con sus excolonias, crece el rechazo a la antigua metrópolis en la región. En los distintos países que sufrieron golpes de Estado, han denunciado la influencia francesa y rompen relaciones con Francia. Así fue en Malí en 2021, en Burkina Faso en 2022, en Níger en 2023. El golpe de Estado militar que alejó del poder al presidente Ali Bongo en Gabón, el segundo en un mes que se produce en África, se suma a numerosos derrocamientos de ese tipo en el continente desde comienzos de siglo.
En las dos últimas décadas se produjeron los principales golpes de Estado:
República Centroafricana: El 16 de marzo de 2003 el general François Bozizé se proclamó presidente tras un golpe en ausencia del país del entonces presidente, Ange-Félix Patassé. Este último ya se enfrentó a una intentona en mayo de 2001, que se saldó con al menos siete muertos.
Guinea-Bisáu: Un golpe militar destituyó al presidente Kumba Ialá el 14 de septiembre de 2003. Henrique Rosa fue nombrado presidente interino. Ialá había sufrido dos intentonas anteriores, en diciembre de 2001 y mayo de 2002. El 12 de abril de 2012 otro golpe, poco antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, provocó la detención del presidente interino, Raimundo Pereira, y del exprimer ministro Carlos Gomes Júnior. Los militares justificaron su intervención por la existencia de un acuerdo secreto entre Guinea-Bisáu y Angola que ponía en riesgo la soberanía del país.
Mauritania: El 3 de agosto de 2005 el presidente Muauia Uld Sidi Ahmed Talla fue derrocado cuando se hallaba en el extranjero. Taya ya había sufrido otra intentona militar fallida en junio de 2003, que se saldó con 15 muertos. De nuevo el 6 agosto de 2008, un grupo de militares tomó el poder y arrestó al presidente, Sidi Mohamed Uld Cheij Abdallahi, y al primer ministro, Yahya Uld Ahmed. El 14 de agosto la Junta Militar nombró primer ministro a Mulay Uld Mohammed.
Madagascar: El 17 marzo de 2009, el líder opositor Andry Rajoelina, apoyado por un sector golpista del Ejército, se autoproclamó presidente de la «Autoridad Suprema de la Transición». El 17 de marzo de 2010, se produjo un nuevo golpe de Estado militar contra el presidente, Marc Ravalomanana. La Junta militar renunció a ocupar el poder y se lo entregó al líder opositor, Andry Rajoelina.
Níger: El 18 de febrero de 2010 fue depuesto el presidente Mamadou Tandja, después de que un grupo de militares asaltara el palacio presidencial. El coronel golpista Salou Djibo fue nombrado jefe de Estado. Otro nuevo golpe tuvo lugar el 26 de julio de 2023 cuando Mohamed Bazoum fue destituido y arrestado por una junta militar golpista encabezada por el general de brigada Abdourahamane Tiani, quien se autoproclamó presidente el 28 de ese mes.
Mali: El 22 de marzo de 2012 el presidente Amadou Toumane Touré, que se encontraba de viaje en Burkina Faso, fue derrocado mediante un golpe de Estado encabezado por un grupo de militares que le reprocharon su mala gestión de la crisis en el norte de Mali, escenario de una rebelión armada llevada a cabo por separatistas tuareg. El 18 de agosto de 2020, un grupo militar depuso al presidente Ibrahim Boubacar Keita y creó el Consejo Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP), el mismo órgano que el 24 de mayo de 2021 derrocó al presidente transitorio, Bah Ndaw, y a su primer ministro, Moctar Ouané.
Guinea-Conakri: El 5 de septiembre de 2021, los militares derrocaron al presidente de Guinea-Conakri, Alpha Condé, en un golpe de Estado.
Sudán: El 25 octubre 2021, los militares sudaneses disolvieron el Gobierno del primer ministro, Abdalá Hamdok, quien mediante sus colaboradores rechazó lo que consideró un golpe de Estado.
Burkina Faso: El 23 de enero de 2022, un grupo de militares tomaron el poder y depusieron al presidente Roch Kaboré; de nuevo el 30 de septiembre de ese año tuvo lugar un segundo golpe que destituyó al presidente interino, Paul Henri Sandaogo. Asumió el poder de forma interina el capitán Ibrahim Traore.
Gabón: El 30 de agosto de 2023, un grupo de militares perpetra un golpe de Estado, el mismo día que la comisión electoral anunciaba la victoria del presidente, Ali Bongo, con el 64,27% de los votos, en las elecciones presidenciales celebradas el último sábado de agosto. Ali Bongo, heredero de una dinastía que gobierna el país desde 1967, tras unas controvertidas elecciones. La destitución del presidente gabonés, que se cree que se encuentra actualmente bajo arresto domiciliario, fue encabezada por su primo, el general Brice Oligui Nguema.
Otros presidentes de la región, por temor a ser los siguientes, tomaron precauciones. En Camerún, Paul Biya, que permanece en el cargo desde hace cuatro décadas y a sus 90 años es el presidente de más edad del mundo, anunció una repentina reorganización de la cúpula militar de su país. Lo mismo hizo Ruanda, que es gobernada por Paul Kagame desde el 2000.
El presidente de Nigeria, Bola Ahmed Tinubu, que es considerado uno de los pocos que respeta el sistema democrático y que preside la CEDEAO, el principal organismo regional de África Occidental, dijo: «Con lo de Gabón se confirma mi temor de que esto se convierta en una sucesión de imitadores, militares que se crean que pueden gobernar sus países mejor que los civiles y que aparezcan con el sello de ser antifranceses. Esperemos que esto se detenga aquí».
Si bien es cierto, que hay muchas diferencias entre los países involucrados en los diversos golpes de Estado -Mali, Chad, Guinea, Sudán, Burkina Faso, Níger, Gabón-, pero comparten el denominador común del sentimiento antifrancés que impulsa el rechazo del statu quo político sea cual fuese. Así ocurrió en Burkina Faso y Mali, donde las fuerzas de paz francesas se vieron obligadas a retirarse después de que las juntas dejaran claro que su presencia no era deseada. Y en Níger, durante mucho tiempo la pieza central de los esfuerzos antiterroristas de Francia en el Sahel, la zona del sur del desierto del Sahara, estalló la retórica antifrancesa.
Hace seis meses, durante un viaje que incluyó una parada en Gabón, el presidente francés Macron declaró que «los días de la Françafrique han terminado de verdad», una referencia implícita a la larga historia de Francia dando prioridad a sus intereses comerciales y respaldando regímenes dictatoriales en sus antiguas colonias. En esa misma gira, Emmanuel Macron también marcó un cambio sustancial en la estrategia de seguridad.
El presidente Macron ordenó a las fuerzas francesas desplegadas en la región operar en conjunto con las fuerzas locales y no en forma individual. «Hemos llegado al final de un ciclo de la historia francesa en el que las cuestiones militares tenían preeminencia en África», dijo en la capital gabonesa, Libreville, otra expresión de su deseo de cambiar la atmósfera en las relaciones con los Estados africanos.
El periódico francés Le Monde en su editorial de la semana pasada dijo: «El golpe de Estado en Gabón debilitó aún más la posición de Francia en sus antiguos feudos africanos, aunque la situación sea diferente en este país centroafricano, gobernado durante más de cinco décadas por la familia Bongo». Michael Shurkin, del Atlantic Council, lo resumió así: «Los lazos con Francia se han convertido en un beso de la muerte para los gobiernos africanos».
La británica The Economist decía: «Los estrechos vínculos de Francia con las élites locales tras la independencia, y su voluntad en el pasado de actuar como gendarme regional para apuntalar a los líderes, vincularon su suerte a la de ellos». Por esa razón, añadía, «los fracasos de los gobernantes impopulares de hoy en día, a la hora de reducir la pobreza o frenar la violencia, se achacan fácilmente a su proximidad a Francia».
Los golpes militares no son el único problema para los Estados de la región más pauperizada del mundo: sus propias disputas internas por el poder político y las luchas entre los distintos grupos y caudillos militares crean un clima de inestabilidad constante. La inestabilidad ahuyenta la inversión extranjera, sobre todo la occidental, lo que será negativo para sus economías y un duro golpe para el desempleo.
La pérdida de influencia de Francia en la región es aprovechada por imperios rivales como Rusia, que están sacando partido de estos golpes de Estado para ganar terreno en la región. En algunas de estas naciones, durante las manifestaciones de apoyo a los golpes militares se vieron flamear banderas de Rusia y China que aparecen como los «liberadores». Es posible que parte de esta actividad económica sea suplida por actores como China o Rusia, pero no en su totalidad.
Cuando el coronel Assimi Goïta se hizo con el poder en Mali en 2021 con un golpe de Estado, sus seguidores ondeaban banderas rusas. Un año después, el capitán Ibrahim Traoré siguió el mismo camino en Burkina Faso, sus seguidores también ondeaban banderas rusas. La enseña rusa, blanca, azul y roja está muy presente en República Centroafricana, y se ha visto en protestas en Chad o en Costa de Marfil.
Rusia ha puesto sus ojos en África y ha encontrado un terreno abonado para sus mercenarios allá donde Francia, la antigua potencia colonial, cae en picada. El Grupo Wagner, del finado Yevgeny Prigozhin, entró con fuerza en Mali y en República Centroafricana, está presente en Burkina Faso y se sabe que en el pasado ha llevado a cabo algún tipo de actividad en países como Mozambique o Madagascar.
Las redes del grupo Wagner van más allá del África francófona. Desde Libia, en el norte, a Sudáfrica, en el sur, las actividades de Wagner fueron en aumento en los últimos años, aprovechando la inestabilidad política y en ocasiones provocándolas. Por medio del grupo Wagner, Rusia llega con un paquete de todo en uno: ofrece servicios de seguridad, consultoría política, campañas de medios y de desinformación y venta de armas.
El grupo Wagner obtiene influencia política y una puerta de entrada a la explotación de los ricos recursos naturales de estos países africanos. Según la inteligencia estadounidense, Rusia busca crear una confederación de Estados antioccidentales en África. El ministro ruso de Exterior Sergei Lavrov, al ser consultado por periodistas, tras una gira por distintos países africanos, dijo: «a pesar de la orgía antirrusa orquestada por Washington, Londres y Bruselas, estamos reforzando las relaciones de buena vecindad, en el sentido más amplio de este concepto, con la mayoría internacional».
Vecinos como Ghana dan por hecho, sin embargo, que las botas de Wagner ya pisan suelos burkinabés. Los mercenarios de Wagner podrían estar extendiéndose también a Chad, según denunciaron diversas fuentes africanas, europeas y estadounidenses. El Chad ocupa una posición estratégica en el centro del Sahel, con fronteras porosas, relativamente abiertas con la República Centroafricana, Libia y Sudán, donde sus mercenarios están activos.
El grupo Wagner habría proporcionado material y apoyo operativo a los rebeldes locales que están buscando desestabilizar y derrocar al gobierno interino de Mahamat Idriss Déby Itno. También están presentes en República Centroafricana, donde Francia retiró sus tropas en 2017 después de años de intervención al no conseguir ayudar a Bangui a hacer progresos significativos en cuanto a estabilidad, seguridad y desarrollo económico.
Desde entonces, el Grupo Wagner ha ayudado a consolidar al gobierno de Faustin-Archange Touadera y a frenar el avance de los grupos rebeldes que iniciaron en 2013 una guerra civil. El ex grupo de Prigozhin es el representante más importante de Rusia en República Centroafricana, otorga seguridad al gobierno, facilita la influencia política y diplomática rusa y logrando acceso a lucrativos recursos mineros.
En Sudán, actualmente sumergido en encarnizados combates entre las fuerzas de dos generales rivales, el entonces presidente Omar al Bashir firmó en 2017 una serie de acuerdos con Rusia. Entre ellos estaba la construcción de una base naval en Port Sudan, en el mar Rojo, así como concesiones de explotación de minas de oro con la empresa sura M Invest que, según Estados Unidos, es una empresa pantalla del Grupo Wagner.
Según el material de inteligencia estadounidense al que tuvo acceso el medio The Washington Post, el Grupo Wagner también negocia con el gobierno de Eritrea para proporcionar capacitación y equipos, y con el de Zimbabue para ofrecer su apoyo en operaciones de información. También realizan las campanas de desinformación, llevadas a cabo en las «granjas de trolls» como la Internet Research Agency (agencia de investigación en internet), que fundó Yevgueni Prigozhin, y que han estado muy presentes en las redes sociales de África, especialmente en los países francófonos.
Desde Mali en el oeste hasta Sudán en el este, toda una franja de África ahora está gobernada por militares. Y, en muchos de esos países, el Grupo Wagner tiene una presencia significativa. Níger, donde el ejército dio un golpe de Estado el pasado miércoles, era una de las pocas democracias que quedaban en el cinturón del Sahel, que se extiende a lo ancho de todo el continente. También, Níger, es uno de los pocos países en esta región semidesértica en la que el grupo mercenario ruso no estaba presente.
El presidente de Níger, Mohamed Bazoum, un aliado occidental clave en la lucha contra las milicias islamistas, se mostró desafiante después de que los soldados anunciaran un golpe el miércoles. Sin embargo, ahora que el ejército ha tomado el poder, preocupan las posibles implicaciones que el golpe de Estado pueda tener para esta conflictiva región e, incluso, a nivel global. Bazoum se encuentra detenido por su propia guardia, el jefe del ejército ha respaldado el gobierno militar y el general Abdourahmane Tchiani, que lideró el golpe esta semana, se ha declarado a sí mismo nuevo jefe del Estado en Níger.
En un discurso televisado, Tchiani, que desde 2011 estaba a cargo de la guardia presidencial, ha declarado que la corrupción, los problemas económicos y la falta de seguridad han sido los detonantes del motín militar. La principal organización política regional, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao/Ecowas por sus siglas en francés e inglés), ha emitido un ultimátum en el que amenaza a Níger con una intervención militar si el poder político no es repuesto en favor de Mohamed Bazoum.
Según comentarios que se filtraron desde el propio gobierno francés, la Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) le habría avisado al presidente Macron de la inminencia del del golpe de Estado en Níger, y le pidió a Macron que movilizase sus fuerzas especiales en el palacio presidencial. Dicen que Macron se negó, ya que temía que este movimiento fuese tomado por la población nigeriana como un acto de carácter neocolonial.
Periodistas franceses creen que es posible que esta información haya sido filtrada por la propia DGSE al diario Le Figaro, en represalia a la reprimenda que Macron lanzó a su servicio de inteligencia por no haber previsto el golpe de Estado. El gobierno francés se limitó a evacuar a la población francesa de Níger. Ahora se especula si Francia estaría dispuesto a apoyar o no, de manera directa o indirecta, una intervención militar de la Cedeao contra la junta militar golpista.
Seis mil kilómetros separan las dos orillas de África con el Atlántico y el Índico. Es la parte más ancha del continente, la faja del Sahel, que ahora mismo es un territorio en el que puede dirimirse no sólo gran parte del futuro de África sino también de Europa. El Sahel se ha convertido en un cinturón golpista, todos los países que conforman ese cinturón han sufrido golpes de Estado que han alterado el débil status quo que surgió luego de la descolonización.
La franja del Sahel es también un cruce de caminos complejo, donde las fronteras son incapaces de contener la inmensidad del desierto, donde se producen cientos de miles de odiseas, de tragedias que produce la inmigración, la pérdida de vidas humanas por alcanzar Europa, sometidos a los designios de los traficantes de seres que les pintan a Europa como un paraíso.
Luego de la salida obligada de las tropas francesas y de Estados Unidos de la región, hizo que se fortalecieran los grupos islamistas insurgentes como las filiales del ISIS y Al Qaeda, así como el poderoso Boko Haram de Nigeria. Dominan buena parte de las zonas desérticas de Sahel y las rutas de los migrantes que quieren llegar a las costas del Mediterráneo a través de Libia para cruzar a Europa. Las fuerzas armadas de Mali y Burkina Faso no tienen control sobre vastas áreas de sus territorios y dependen de fuerzas paramilitares de autodefensa regionales.
El Ejército de Chad, que, si bien es considerado como uno de los más fuertes del continente, no consigue detener los ataques de Boko Haram y de su grupo afines como la Provincia de Estado Islámico de África Occidental. El entonces presidente del país, Idriss Déby, un general retirado, murió en 2021 en el campo de batalla cuando los rebeldes intentaron derrocar a su gobierno. En Burkina Faso, el golpe sobrevino como reacción a una matanza de 49 policías militares y cuatro civiles en el norte del país, luego de que no pudieran repeler el ataque rebelde por falta de equipamiento.
En Francia, la clase política ya se pregunta si ante esta situación tan compleja vale la pena continuar con una política tan cercana a sus ex colonias africanas. Ya no es el actor económico dominante en la región. En Gabón, por ejemplo, China le ha suplantado como mayor socio comercial y opera en un campo donde también juegan Estados Unidos, Rusia, China y Turquía, entre otras potencias.
Michael Shurkin del Atlantic Council escribió en una columna que publicó en el medio Político: «Retirarse de África disminuiría, en cierta medida, la estatura global de Francia, pero la realidad es que Francia -al igual que Gran Bretaña- tiene muchos puntos fuertes y, francamente, otras prioridades que reflejan mejor sus intereses». Una posición que es compartida por muchos en los pasillos del poder de París.
Un grupo de legisladores de centro-derecha en el Parlamento francés escribió una carta a Emmanuel Macron en agosto, instándole a reconsiderar el papel de Francia en África. «Hoy, la Françafrique de ayer es sustituida por la Russafrique militar, por la Chinafrique económica o por la Americafrique diplomática», decían, lamentando cómo «África, un continente amigo, ya no parece entender a Francia, y cada vez impugna más su papel y su presencia».
No es descabellado pensar, que tal vez, los militares golpistas africanos, estén realizando sin querer un trabajo en favor de sus ex amos coloniales. Y los golpes de Estado escudados en el sentimiento antifrancés terminen favoreciendo a los intereses actuales de la potencia europea, aunque muestre por ahora, al presidente Macron debilitado.
Hace muy poco, escuché que calificaban al Sahel como un laboratorio del nuevo orden mundial, el nuevo escenario de la Guerra Fría. El nuevo orden mundial se está gestando en Ucrania, el Sahel, esta región semidesértica que se extiende desde el océano Atlántico hasta el cuerno de África, no es el único laboratorio donde se está gestando el nuevo orden mundial, también lo es Asia e Iberoamérica. Desde hace mucho tiempo que estoy repitiendo que la Guerra Fría ya empezó, aunque no de manera oficial.
Ciertamente, que esta región es una de las más inestables de África, devastada por distintos grupos armados yihadistas, secesionistas y grupos criminales. Sometida casi de manera permanente a malos gobiernos, a la corrupción y golpes de Estado. Sin embargo, los africanos se levantan contra los rezagos del colonialismo europeo, en este caso, el francés, y provocando una debilidad política a Emmanuel Macron, pero se entregan a poderes emergentes en la región.
Más de 327 millones de personas hablan francés en el mundo. Cerca de la mitad, unos 167 millones de personas, vive distribuida por todo el continente africano, en especial en los países de África Occidental y el Sahel. Mali, que es uno de los países más grandes de la francofonía africana, aprobó en su nueva constitución de junio de este año la eliminación del francés como lengua oficial, destinándola a un nuevo estatus de «lengua para el trabajo».
En la reciente cumbre Rusia-África en San Petersburgo, los líderes de Burkina Faso y Mali declararon su apoyo al presidente Vladimir Putin y a la invasión de Ucrania. Por lo visto, estas alianzas globales solo beneficiaran, como en el pasado, a la élite política y no a los ciudadanos de a pie. Cortar el vínculo con Francia no será una solución para lograr la estabilidad política.
Mientras no se eduque al futuro soberano africano (o la cuestión civilizatoria, como dijo Macron en estos días y casi lo matan) en las próximas décadas nuevas generaciones de lideres militares africanos estarán en la tarea de legitimar nuevos golpes militares, para liberar a sus países de la desgraciada influencia rusa o de la acción depredadora del imperio chino.
La moneda y la lengua son compañeras de viaje de los imperios, a veces queda de ese pasado imperial, la lengua. Pero a Francia, por lo visto, no le quieren dejar ni la lengua.
3 de septiembre de 2023.