Serie Roja – 5
EL ASALTO AL PODER
El asalto al Palacio de Invierno en Petrogrado
Mientras Kerenski buscaba un automóvil que lo sacase de la ciudad —las estaciones se encontraban ya en manos del Sóviet de Petrogrado y los coches del Palacio habían sido saboteados— Lenin redactaba la proclamación que deponía al Gobierno de Kerenski y que sería difundida inmediatamente por la ciudad:
¡A los Ciudadanos de Rusia!
El Gobierno provisional ha sido depuesto. El poder estatal ha pasado a manos del órgano del Sóviet de Obreros y Soldados de Petrogrado, el Comité Militar Revolucionario, que dirige al proletariado y a la guarnición de Petrogrado.
La causa por la que el pueblo ha luchado —la oferta inmediata de una paz democrática, la abolición de la propiedad de la tierra por los terratenientes, el control obrero de la industria y la creación de un Gobierno de los sóviets— ha quedado asegurada.
¡Viva la revolución de los trabajadores, soldados y campesinos!
Comité Militar Revolucionario del Sóviet de Obreros y Soldados de Petrogrado
25 de octubre de 1917, 10:00 de la mañana.
Uno de los miembros del comité central del Partido Social-Revolucionario, hacía un llamamiento a las unidades supuestamente afines para defender al Gobierno de Kerenski, pero fracasaron. La influencia del partido entre las tropas era muy poca y no lo suficiente para garantizar el apoyo de las unidades al Gobierno. Las bases del partido en la capital, trabajadores y soldados principalmente, no estaban dispuestos a alzarse en defensa del Gobierno de coalición con los partidos burgueses.
Durante el día, las fuerzas del CMR tomaron los últimos edificios relevantes aún controlados por el Gobierno: la prisión de Krestý tuvo que liberar a los seis presos que tenía por agitación y el Palacio Mariinski, sede del Preparlamento, quedó rodeado y este sería disuelto después de protestar formalmente, no se detuvo a ninguno de sus miembros, las oficinas oficiales cerraron, así como los colegios.
Por la tarde, en una reunión del Sóviet de Petrogrado, Trotski anunció la caída del Gobierno y las medidas adoptadas para asegurar el poder en la capital. Poco después y por primera vez desde las Jornadas de Julio, Lenin apareció ante el Sóviet de Petrogrado y recibió una gran ovación; el Sóviet aprobó el traspaso del poder, a pesar de que el Palacio de Invierno todavía no había caído.
Esa misma mañana se había formado un comité de tres miembros para encargarse del asedio, que Vladímir Lenin seguía deseando que terminase antes de la apertura del Congreso de los Sóviets. Y es a ella a la que queremos dedicar este capítulo. El «Asalto al Palacio de Invierno», fue uno de los eventos clave de la Revolución de Octubre.
En la noche del 25 al 26 de octubre, los bolcheviques derriban al Gobierno Provisional y toman el poder. Sin encontrar mucha resistencia. Muy poca gente sabe que, desde octubre de 1915, el Palacio de Invierno ya no era la ciudadela de la monarquía. La familia imperial se había mudado a Tsárskoye Selo (al sur de Petrogrado, nombre con el que se había rebautizado San Petersburgo).
El Palacio de Invierno se había transformado en hospital militar reservado a los soldados heridos en el curso de la I Guerra Mundial. Todas las salas de recepción y ceremoniales, con excepción del Salón del Trono, habían sido transformados en inmensos dormitorios para albergar a cada uno a doscientos pacientes. Añadamos a ello los heridos alojados en la hilera de salones que daban al Nevá.
El Gobierno Provisional se había instalado en el Palacio de Invierno a finales de marzo de 1917 (algunas semanas después del derrocamiento del zar) por iniciativa de Kerenski, uno de los líderes de la revolución (1881-1970). El Palacio de Invierno había pasado a ser la sede del Gobierno Provisional, cuyas reuniones se celebraban en el Salón Malaquita. Se encontraban allí importantes efectivos de los ministerios, salones para acoger a los visitantes y registrar peticiones.
Se sabe con certeza que los miembros del Gobierno Provisional durmieron en el Palacio de Invierno las últimas dos noches que precedieron a su arresto. La última noche, la de la Revolución, Kerenski ya no se encontraba entre ellos, puesto que había partido hacia Gatchina (otro palacio imperial situado cerca de Petrogrado) el 25 de octubre por la mañana.
Los encargados de defender el Palacio fueron los junkers, los cadetes de las academias militares, el Batallón de Mujeres, y algunos voluntarios que siguieron fieles al poder en ejercicio. No se sabe exactamente cuántos podía haber alrededor y en el interior del Palacio, es posible que entre quinientas y setecientas personas.
Se supo luego, que muchos de ellos se alejaban regularmente por razones prácticas. El gobierno provisional era tan impotente que no estaba ni siquiera en condiciones de alimentar a sus defensores. En el momento más decisivo, la noche del 25 de octubre, el batallón de mujeres se había marchado a lavarse y a comer. No había defensa pensada ni organizada en el Palacio.
Mucho se ha especulado acerca de si el Gobierno Provisional no esperaba que atacasen el edificio. Eso no es posible, recuerden que el Congreso Extraordinario de los Sóviets, presionado por un pequeño grupo de radicales dirigidos por Lenin y Trotsky, había ordenado dimitir al gobierno provisional legítimo. Obviamente, que este último ignoró el ultimátum. Entrada la noche del 25 de octubre, se hizo evidente que los bolcheviques iban a pasar a la acción. Sin embargo, los ministros que estaban reunidos en el Palacio de Invierno mantuvieron una actitud pasiva, sentados en el lugar donde se realizaban las reuniones, miembros del gobierno esperaban la llegada de las tropas del frente.
Estos grupos esperaban que se diera la desconfianza y la desmoralización de los destacamentos retirados por el Comité Militar Revolucionario, con la esperanza de que «tal ejército se dispersaría y se rendiría al primer tiro en blanco». Además, el gobierno no hizo nada para proteger su último bastión, no suministraron municiones ni alimentos. Dedicados durante el día a la protección de la residencia del gobierno, los junkers ni siquiera pudieron almorzar.
Las famosas imágenes de Octubre, de Eisenstein, que muestra un alud humano que se precipita por el arco de triunfo del Estado Mayor de la plaza de Palacio, en dirección a la entrada principal del Palacio de Invierno, es pura ficción. Las imágenes de las águilas bicéfalas de las puertas de Palacio, ya no estaban para octubre de 1917, todos los símbolos de la Rusia imperial, incluyendo los monogramas de la fachada, ya habían sido retirados por orden de Kerenski durante la proclamación de la república, el 14 de septiembre de 1917.
No hubo asalto, el Palacio de Invierno fue invadido gradualmente por los grupos bolcheviques. El asedio fue llevado a cabo por los Guardias Rojos bajo el mando del Comité Militar Revolucionario, en la noche del 25 al 26 de octubre de 1917, sede del Gobierno Provisional, ubicada en el Palacio de Invierno en Petrogrado. Por tanto, el Gobierno Provisional fue depuesto y arrestado, y el poder fue transferido al Congreso de los Sóviets de Todas la Rusias.
El asalto se llevó a cabo sin una violencia significativa, pero siempre bajo la amenaza del uso de la fuerza de las armas. No se atrevieron a asaltar el Palacio de Invierno, ya que ni los trabajadores ni la guarnición de Petrogrado en su conjunto tomaron parte en el levantamiento, pero las «decenas de miles» de la «Guardia Roja» presentes en el papel, supuestamente había 10,000 Guardias Rojos solo en el distrito de Výborg, en realidad no salieron con el VRK.
La enorme fábrica Putílov, que supuestamente contaba con 1,500 Guardias Rojos organizados, solo puso un destacamento de 80 personas para participar en el levantamiento. En la primera mitad del día, los cadetes de choque del batallón de mujeres, un destacamento de cosacos con ametralladoras, una batería de la Escuela de Artillería Mijáilovski, una escuela de alféreces de ingeniería y también varios voluntarios se unieron a los guardias junkers de las escuelas Peterhof y Oranienbaum.
En la primera mitad del día, los miembros del gobierno, posiblemente, no presintieron lo trágico de su situación, alguna fuerza militar se reunió cerca del Palacio de Invierno, quizás suficiente para resistir hasta la llegada de las tropas del frente. Para la tarde del 25 de octubre, las filas de los defensores del Palacio de Invierno se habían reducido considerablemente, se iban hambrientos, engañados y desanimados.
Los pocos cosacos que estaban en Zimny también se fueron, avergonzados por el hecho de que toda la infantería del gobierno resultó ser «mujeres con armas». Por la tarde, la artillería también abandonó la residencia del gobierno. Partieron por orden de su jefe, el cadete de la Escuela de Artillería Mijáilovski, aunque una pequeña parte de ellos desobedeció la orden y se quedó.
La artillería fue sustraída por engaño con la ayuda del comisario político de la escuela. También se fueron algunos de los junkers de la escuela Oranienbaum. Los carros blindados del Gobierno Provisional se vieron obligados a abandonar también la Plaza del Palacio de Invierno por falta de combustible. Por la noche del 25 de octubre, los disparos que hasta entonces eran muy esporádicos comenzaron a ser mucho más frecuentes.
Los guardias respondían con tiros al aire cada vez que los Guardias Rojos se acercaban al palacio en mayores cantidades de efectivos, y al principio esto fue suficiente. A las 18:30, tropas de la infantería ciclista de la Fortaleza de Pedro y Pablo llegaron hasta el cuartel de los sitiados con un ultimátum de Vladimir Antónov-Ovséyenko sobre la rendición del Gobierno Provisional y el desarme de todos sus defensores. En caso de no aceptar, los Guardias Rojos, advirtieron que dispararían desde los buques de guerra estacionados en el rio Nevá y desde los cañones de la Fortaleza de Pedro y Pablo.
El gobierno decidió no negociar con el Comité Militar Revolucionario. Pero, luego de tomar conciencia de lo crítico de su situación, los ministros decidieron acudir a la Duma de la ciudad en busca de apoyo moral y comenzaron a buscar algún tipo de ayuda física a través del teléfono. Alguien incluso fue a la Duma y recorrió sus fracciones con las palabras de que se avecinaba un desenlace trágico, que era necesario salir en defensa del gobierno y llamar también a la población.
Pero no hubo ninguna ayuda. El único intento real de ayudar al Gobierno Provisional fue realizado por Borís Sávinkov. Este escritor y revolucionario polaco-ruso, nacido en Járkov en 1879, dirigente del Partido Socialista Revolucionario, fue el responsable de los asesinatos más espectaculares de funcionarios imperiales en 1904 y 1905, acontecimientos que relató en su novela: El caballo amarillo.
Fue viceministro de Guerra del Gobierno Provisional, estuvo involucrado en el fallido golpe de Kornílov. Sávinkov, estaba relacionado con el general Mijaíl Alekséyev, se encontró con el ex comandante en la noche del 25 al 26 de octubre. Se discutió la posibilidad de reunir al menos una pequeña fuerza armada para luchar contra los bolcheviques. Según Sávinkov, el general habría esbozado un plan para las próximas operaciones militares que, sin embargo, no tuvieron tiempo de llevarse a cabo.
Finalmente, en Zimny se realizaron preparativos de la autodefensa, para aguantar hasta la llegada de las tropas del frente, previstas su llegada por la mañana. Todas las fuerzas fueron atraídas directamente al palacio. El general Bagratuni se negó a asumir las funciones de comandante y abandonó el Palacio de Invierno, para ser luego arrestado por marineros y sobrevivió gracias a un accidente.
El teniente coronel Ananin, jefe de la escuela de alféreces de ingeniería, se convirtió en el jefe de defensa, que estaba destinado a convertirse en la columna vertebral o principal fuerza organizada del gobierno sitiado. Las funciones de los defensores se distribuyen en caso de asalto, se emplazaron las ametralladoras abandonadas por los cosacos que habían dejado el edificio.
Alrededor de las 20:00, el Palacio de Invierno ya puesto en condiciones de combate en previsión de un ataque, pero uno de uno de los líderes del asedio, el Comisario del Comité Militar Revolucionario, Grigori Chudnovski, junto con Kiselev, fueron arrestados de inmediato por orden de Palchinski, pero luego, a pedido de los Junkers, quienes garantizaron la inmunidad de Chudnovski con su «palabra de honor», fueron liberados. Otro grupo de junkers que no querían pelear más se fue con ellos.
A las 21:00, el Gobierno Provisional se dirigió al país con un radiotelegrama:
«El Sóviet de Petrogrado declaró depuesto al Gobierno Provisional y exigió la transferencia del poder bajo la amenaza de bombardear el Palacio de Invierno con los cañones de la Fortaleza de Pedro y Pablo, y el crucero Aurora, parados en el Nevá. El gobierno sólo puede ceder el poder a la Asamblea Constituyente, por lo que decidió no rendirse y entregarse bajo la protección del pueblo y del ejército, sobre lo cual se envió un telegrama al Cuartel General. El cuartel general respondió sobre el envío de un destacamento. Que el pueblo y el país respondan al demente intento de los bolcheviques de levantar un levantamiento en la retaguardia del ejército en lucha.»
Los bolcheviques decidieron asaltar el Palacio de Invierno solo después de la llegada de varios miles de marineros de la Flota Báltica de Helsingfors y Kronstadters, que ya habían combatido en las Jornadas de Julio, y el 25 de octubre en Petrogrado, acudieron en su ayuda desde Kronstadt. A pesar de que Lenin exigió la retirada de toda la flota, creyendo que la revolución en Petrogrado estaba en mayor peligro que en el Mar Báltico, los propios marineros, en violación de los requisitos de Lenin, no querían exponer el frente exterior a los alemanes.
Las fuerzas custodiaban el Palacio de Invierno, en el momento del asalto consistían en aproximadamente 137 mujeres de choque del 1er Batallón de la Muerte de Mujeres de Petrogrado (2.ª compañía), dos o tres compañías de junkers y 40 inválidos del St. capitán en prótesis. Por la noche, solo el Palacio de Invierno permanecía en manos del Gobierno Provisional, que estaba custodiado por un pequeño destacamento de Junkers y una pequeña parte del 1er batallón de la muerte de mujeres de Petrogrado.
La parte principal del batallón de mujeres fue enviada de regreso al lugar de despliegue en Levashovo, en las afueras de la ciudad. Algunas fuentes sostienen datos inexactos sobre la muerte del batallón de mujeres en batalla, como informó el periódico Vyatskaya Milsi, el batallón «cayó en batalla con una banda de bolcheviques, defendiendo el Palacio de Invierno». El jefe de la defensa del Palacio de Invierno fue Piótr Palchinski, diputado de Kishkin. Otra figura clave fue otro diputado de Kishkin, Piótr Rutenberg.
Primer ataque al Palacio de Invierno.
Simultáneamente al llamamiento del gobierno a Rusia, a las 21:00, después de un disparo como señal en blanco desde la Fortaleza de Pedro y Pablo, los Guardias Rojos comenzaron a atacar al Palacio de Invierno a las 21:40, por orden del Comisario A.V. Belyshev, comandante E. Ognevse, disparó un tiro de fogueo desde el arma lateral del crucero Aurora (según varias fuentes, sirvió como señal para el inicio del asalto al Palacio de Invierno).
El famoso cañonazo del crucero «Aurora» de la propaganda soviética, se produjo de veras, pero fue un solo disparo de fogueo, con el cañón nº 1. El 27 de octubre la tripulación del Aurora (dominada, desde luego, por la propaganda bolchevique) hizo una declaración en la prensa dirigida a los habitantes de Petrogrado. Aseguraba que los rumores según los cuales se había disparado fuego real sobre el Palacio de Invierno desde el crucero no eran más que mentiras y provocaciones. Afirmaba que el disparo de fogueo no tenía otro propósito que convocar a todos los navíos sobre el Nevá «a estar vigilantes y en estado de alerta».
Esa noche, se lanzaron obuses sobre el Palacio de Invierno desde la Fortaleza de Pedro y Pablo, cuya guarnición estaba del lado de los bolcheviques. Esos disparos cayeron sobre todo en las salas de hospital que daban al río. Hubo varias decenas de muertos. Las primeras víctimas. La guarnición de la Fortaleza sabia de la existencia del hospital, los diarios habían escrito mucho sobre el hospital durante su periodo de actividad. La guarnición disparaba sobre Palacio sin preocuparse por los soldados heridos que se encontraban allí.
Según el testimonio de las enfermeras y de los soldados supervivientes, se apoderó del hospital un pánico monstruoso, nadie sabía quién disparaba o por qué ni cuánto tiempo podía durar aquello. Los que podían todavía moverse se echaban al suelo. El cañoneo comenzó en torno a medianoche y duró cerca de una hora y media. El primer ataque fue un bombardeo con rifles, ametralladoras, con la participación de vehículos blindados, y que fue acompañado del fuego de respuesta de los defensores del palacio, y duró aproximadamente una hora.
Luego del ataque, Palchinski, anotó en su cuaderno que hay suficientes fuerzas para la defensa, pero la ausencia del personal de mando es trágica: solo 5 oficiales estaban presentes entre los defensores del Gobierno Provisional (que eran un total de 12). Inmediatamente, el comité ejecutivo del sindicato de correos y telégrafos envió un mensaje:
«El primer ataque al Palacio de Invierno fue a las 22:00 horas. Rechazado.» Al mismo tiempo, el Gobierno llamó la atención: «La situación se reconoce como favorable… El palacio está siendo bombardeado, pero sólo con fuego de fusilería sin ningún resultado. Se descubre que el enemigo es débil.»
Las palabras del mismo Antónov-Ovséyenko describía aproximadamente la misma situación: Multitudes desordenadas de marineros, soldados y Guardias Rojos ahora avanzan hacia las puertas del palacio, pero luego retroceden.
El primer ataque de los bolcheviques de 21:00 a 22:00 resultó en la rendición de las mujeres de choque del batallón de mujeres que, según fuentes soviéticas, supuestamente «no pudieron resistir el fuego». En realidad, la rendición fue consecuencia de una salida fallida de mujeres de choque para «liberar al general Alekséyev», que el coronel Ananin, jefe de defensa del Palacio de Invierno, no pudo detener. Las mujeres corrieron hacia el arco del edificio del Estado Mayor y cayeron en manos de una tropa de la Guardia Roja.
En un principio, una de las chicas pidió una salida, aparentemente por alguna razón pensando que Alekséyev estaba allí. Las filas de los defensores se redujeron por completo. Al final, las tropas bolcheviques entraron en el edificio por las puertas traseras del palacio, que nadie vigilaba ni defendía.
Simultáneamente con el inicio del asalto al Palacio de Invierno por parte de los Guardias Rojos, se llevó a cabo una reunión de la Duma de la ciudad de Petrogrado, que decidió apoyar al gobierno revolucionario sitiado en el Palacio de Invierno e intentó marchar al Palacio de Invierno para ayudar a los ministros del Gobierno Provisional.
Segundo ataque al Palacio de Invierno.
A las 23:00, los bolcheviques comenzaron a bombardear el Palacio de Invierno con los cañones de la Fortaleza de Pedro y Pablo, lanzando 35 proyectiles, de los cuales solo 2 dañaron ligeramente la cornisa del Palacio de Invierno. El papel decisivo en la toma del Palacio de Invierno lo desempeñó la 106 División de Infantería bajo el mando de Mijaíl Svechnikov, que llegó a Petrogrado el día del asalto, unas horas antes que las unidades cosacas del general Dujonin, adecuadas desde el cuartel general, y enviadas a Petrogrado por orden de Kerenski.
Después de que los defensores rechazaran los tres primeros ataques, Svechnikov dirigió un destacamento de granaderos (entre 440 y 450 soldados de la 106 División de Infantería, que llegó con él desde Finlandia) para el cuarto asalto. El ataque tuvo lugar desde el lado del terraplén de Nevá y fue exitoso. Para los atacantes, el Palacio de Invierno no era un obstáculo serio, ya que solo estaba defendido desde el lado de la fachada y, al mismo tiempo, los defensores olvidaron cerrar las puertas traseras desde el lado del Nevá, a través del cual comenzaron a penetrar fácilmente.
Luego de la 01:00, un pequeño grupo armado dirigido por Vladimir Antónov-Ovséyenko penetró en el edificio por la única entrada desprotegida, que llevaba a las habitaciones de la emperatriz. Por qué no había nadie vigilando esos accesos es imposible decirlo hoy en día, es probable que simplemente fuera a causa de un olvido, puesto que esa ala estaba vacía desde hacía algún tiempo. Según fuentes, debía albergar una de las compañías del Batallón de Mujeres, pero en la noche del 25 de octubre casi todas habían abandonado su puesto.
También se suponía que los junkers debían montar guardia en la Sala de Malaquita, pero no había nadie. Con seguridad, nadie estaba durmiendo, con los disparos desde la Fortaleza de Pedro y Pablo, es poco probable que quien estuviera durmiendo hubiera podido seguir así. Supongo que la irrupción del grupo armado de Antónov-Ovséyenko sorprendió a todo el mundo. Había otros junkers apostados en un cuarto al otro lado de la sala. Pero no hay ningún testimonio que indique que intentaran involucrarse.
Es posible que los miembros del Gobierno Provisional pidieran a los junkers que no opusieran resistencia para evitar un baño de sangre, ya que Antónov-Ovséyenko había prometido respetarles la vida. Antónov-Ovséyenko y sus camaradas se extraviaron en el primer piso y en la sucesión de habitaciones. Sobre las 02:00, acabaron en la Sala de Malaquita siguiendo el rumor de las voces que les llegaban. Y así es que se encontraron delante de la puerta del pequeño comedor donde estaban reunidos los miembros del Gobierno Provisional.
Este olvido accidental de los defensores del Palacio de Invierno fue posteriormente utilizado en la ideología bolchevique y presentado falsamente en la propaganda: «los habitantes de los sótanos del palacio en su odio de clase hacia los explotadores» abrieron entradas «secretas» a los bolcheviques, a través de las cuales los atacantes penetraron y comenzaron a hacer propaganda a los defensores del palacio… Estos no eran exploradores al azar, sino, por supuesto, enviados especiales del Comité Militar Revolucionario.
Los ministros del Gobierno Provisional fueron arrestados por Antónov-Ovséyenko, representante del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, a las 02:10, del 26 de octubre de 1917, quienes fueron conducidos a bordo de dos vehículos hasta la Fortaleza de Pedro y Pablo.
Según una anécdota, los ministros del Gobierno Provisional tomaron la decisión razonable de rendirse, más tarde uno de los ministros le habría dicho a Antónov-Ovséyenko: «No nos hemos rendido y sólo nos hemos sometido a la fuerza, y no olvides que tu causa penal aún no ha sido coronada con éxito final». En el momento del arresto no hubo violencia, pero cuando se abrieron las puertas que daban al Neva, la muchedumbre irrumpió en el Palacio de Invierno, y ahí es donde surge la violencia.
Los bolcheviques se dedicaron a arrancar los vendajes y apósitos de los pacientes que guardaban cama. Pero los alojados en el hospital que podían moverse les opusieron una resistencia feroz. Según los recuerdos de los testigos, no se libraron los primeros inoportunos que hicieron irrupción en las salas del hospital: los lanzaron escaleras abajo, y los soldados heridos se defendieron a golpe de muletas, de sillas y taburetes, pero también tirando los recipientes en los que hacían sus necesidades.
Mas allá de lo que se dice, el Palacio de Invierno, no sufrió pillaje. En algunas partes se llevaron los pomos de las puertas, se cortaron las cortinas y se dañó el mobiliario, y hubo desde luego algunos robos sin importancia. En algunos casos la decoración fue objeto de vandalismo. La gente la emprendió sobre todo contra los retratos de Alejandro III y Nicolás II, que fueron atravesados a bayonetazos. El retrato de Nicolás II forma hoy parte de las colecciones del Museo de Historia Política ruso, el de Alejandro III sigue estando en el Hermitage.
El Palacio de Invierno había sufrido ya mucho entre febrero y octubre de 1917, época en la que se entraba por allí con suma facilidad. El edificio albergaba instituciones gubernamentales que recibían a un público muy diverso. Los junkers también habían causado algunos desperfectos al utilizar el mobiliario para hacer tiro al blanco. Al final, el Palacio de Invierno tuvo mejor suerte que el de Versalles durante la Revolución Francesa, más bien salió bien librado de los acontecimientos de 1917.
A decir verdad, el Palacio de Invierno estuvo bajo control de una multitud de curiosos durante un día. Los bolcheviques se hicieron rápidamente del control del edificio para convertirlo en museo nacional. Primero desplazaron a los soldados heridos a otros sitios de la ciudad. Durante las 24 horas que las muchedumbres tuvieron el control del palacio, se encargaron de vaciar las bodegas. La mayor parte de las reservas de vino tinto se volcaron en el canal de Invierno.
Esa anécdota contradecía a otra leyenda que decía que el agua del canal se habría vuelto roja por la sangre derramada durante la insurrección. El agua del canal estaba bastante roja debido a esos buenos vinos tintos. También podemos decir que no hubo casos de ultraje generalizado contra los junkers y las mujeres. Las enfermeras del hospital no fueron molestadas y a los junkers se los desarmó y fueron enviados de regreso a sus casas.
Como sucede en todo periodo revolucionario, en esos días, las ejecuciones sumarias y la justicia revolucionaria se puso al día en las calles de Petrogrado. Las bandas de delincuentes merodeaban por toda la ciudad, y en ese periodo ni los bolcheviques pudieron controlar a las bandas. Era común ver saquear los bancos y las tiendas, y se introducían en cualquier casa para robar y matar a sus ocupantes.
Uno de los ideólogos del asianismo, el poeta Aleksander Blok (1880-1921) escribió en la época: «Encerraos en vuestros pisos, va a haber allí pillaje / Abrid de par en par vuestras bodegas, que se atiborren los mendigos». Se puede afirmar con certeza que al principio no se notaba el cambio de poder en Petrogrado. Los bolcheviques, inmediatamente después de la Revolución de Octubre, declararon que garantizaban el poder interino únicamente hasta las elecciones para la Asamblea Constituyente.
Nadie, salvo la elite revolucionaria, se podía imaginar que el régimen bolchevique se mantendría en Rusia hasta 1991. Cinco días después del asalto, una comisión especial de la Duma de Petrogrado examinó la destrucción del Palacio de Invierno y descubrió que, en términos de objetos de arte valiosos, el palacio había sufrido pérdidas, aunque escasas. Recordando a Atila y los hunos, los lugares por donde pasaron los saqueadores, la comisión encontró pruebas de verdadero vandalismo.
Los retratos estaban con los ojos perforados, los asientos de cuero de las sillas estaban cortados, cajas de roble con valiosas porcelanas perforadas con bayonetas y valiosos íconos, libros, miniaturas, etc., corrieron la misma suerte, y se encontraban desparramados por los suelos del palacio. La comisión calculó los daños causados al Palacio de Invierno por robo y vandalismo en unos 50.000 rublos de la época. Algunos de los artículos fueron devueltos más tarde, se encontraron en poder de revendedores, en bazares y en manos de extranjeros que salían de Rusia.
También hay que agregar, que fue saqueado el apartamento del director del Hermitage, Dimitri Tolstói. En cuanto a los vinos, al principio, los saqueadores no lograron ingresar en la bodega, que tenían valor por varios millones de rublos de oro, tampoco tuvieron éxito todos los intentos de tapiarla. El contenido de las bodegas comenzó a ser destruidos con disparos de fusil.
Los soldados que custodiaban el palacio, temiendo que los bolcheviques destruyeran todo el vino, lo incautaron nuevamente y organizaron un verdadero saqueo en las bodegas. Trotski recordó: «El vino fluía por los canales hasta el Nevá, empapando la nieve, los borrachos bebían directamente de las zanjas». Para detener el saqueo descontrolado de vino, el Comité Militar Revolucionario se vio obligado a prometer dar alcohol a los representantes de las unidades militares diariamente a razón de dos botellas por soldado por día.
Sin embargo, a pesar de estos desmanes, la imagen de Petrogrado no era la de una ciudad en la que la batalla estuviera presente en sus calles, testimonios fiables dicen que ni los teatros se habían cerrado. Lo que permanecía luego de la Revolución de Octubre fue la miseria, una situación que llevaba meses, hambre, las largas colas que se hacían en la madrugada para adquirir el pan al día siguiente. Había escasez de todo tipo de productos y mucho frío. Hubo quienes ni se enteraron de lo que realmente había pasado.
Tiempo después se supo que entre la habitación 36 del Palacio de Smolny, donde se habían instalado los bolcheviques y las paredes del Palacio de Invierno de la antigua San Petersburgo, se fraguó el asalto que posteriormente sería distorsionado por la propaganda bolchevique, y podemos decir que murieron más extras durante el rodaje de la escena de la película «Octubre» (Eisenstein, 1928) que la recreaba, que en el asalto verdadero. El arte de fabricar noticias falsas y la manipulación de la verdad, el fake news, no fue un inventó de Twitter o X.
Nihil sub sole, eso fueron, Los diez días que estremecieron el mundo, según el título de la crónica del periodista estadounidense izquierdista, John Reed, no se dirimieron entre barricadas como en la Comuna de París de 1871, fueron palaciegos, como un último broche zarista para la representación final del drama ruso. Podemos decir que los motivos que sirvieron para derrocar al zar Nicolas II en febrero, el hambre y descontento por la guerra, seguían presentes.
Ni los bolcheviques, ni el gobierno provisional de Kerenski, ignoraban esta situación, todas las personas medianamente razonables estaban al tanto de que algo ocurriría en lo inmediato. Ya en el verano hubo un conato de rebelión bolchevique e inmediatamente sucedió el fallido golpe del general Kornilov, un acto desgraciado, que dejaría además a Kerenski sin el apoyo del ejército. Pero entre la Revolución de Febrero y la de Octubre hubo una enorme diferencia.
La espontánea manifestación del día de la mujer en Febrero condujo a la caída de los zares, en cambio, los bolcheviques lo prepararon con detalle, pero el golpe de Estado que derrocaría el gobierno democrático de Rusia, fue hecho a la vista de todo el mundo. En Smolny, donde las aristócratas rusas habían aprendido ballet, los bolcheviques discutían en los últimos días de octubre otro tipo de baile.
Kamenev y Zinóviev, que eran parte del ballet, defendían que había esperar al Congreso de los Soviets antes de pasar a la acción, en cambio Lenin, que se escondía en la ciudad desde su regreso de Finlandia en primavera justo a tiempo para el golpe, presionó para que se hiciera sin la consulta de los soviets o consejos populares. A los pocos días, Lenin, ya calificaba en la prensa de traidores a Kamenev y Zinóviev.
De todos los soviets, el más importante era, obviamente, el de Petrogrado y su figura central Leon Trotski, que maniobró hábilmente para hacerse con el control de la situación en la semana previa al golpe. Tal y como explica el historiador Richard Pipes en «La Revolución Rusa» (Debate, 2016) los bolcheviques habían renunciado a las manifestaciones armadas masivas y a las escaramuzas callejeras que ya se habían utilizado por Lenin en abril y julio, porque se habían revelado difícil de manejar, además de provocar una reacción negativa.
En cambio, se instauró el Comité Militar Revolucionario (CMR), que pronto se hizo con el control militar de la ciudad, desde dentro. La guerra con Alemania era también un clavo ardiente, cuando Kerenski amenazó con trasladar la guarnición militar de Petrogrado al frente de guerra a finales de octubre, la mayor parte de los soldados se negaron a obedecer las órdenes del Estado Mayor general y manifestaron su lealtad al Comité Militar Revolucionario.
Tanto es así, que el 3 de noviembre el CMR se proclamó a sí mismo como la autoridad que regía la guarnición, sin lugar a dudas, este fue el primer y definitivo acto de insurrección. A partir de ese momento, el gobierno estaba en manos de los golpistas, disfrazados de comité revolucionario (CMR). Con Lenin ya en el palacio de Smolny, la primera semana de noviembre los bolcheviques controlaban además de la guarnición de Petrogrado, las fortalezas de San Pedro y San Pablo y con ella el cañón que dominaba el Palacio de Invierno. En definitiva, el día 6 la ciudad entera estaba bajo control de los bolcheviques sin disparar ni un solo tiro.
Paradójicamente, la patria del socialismo, la Unión Soviética, también caería sin disparar un tiro, ironías de la historia. En la noche del día 6, caerían las estaciones ferroviarias, las oficinas de correos, las centrales telefónicas, bancos y puentes sin resistencia ni disparos. El caso del Estado Mayor del Ejército fue si acaso el más sorprendente: «Entraron y se sentaron, y quienes estaban sentados se levantaron y se fueron» según relata Richard Pipes. No hubo cambio de asiento, solo de traseros.
Un corresponsal español, Garrido, explicaba así a Madrid: «A primera hora de la mañana corrió el rumor que durante la noche los maximalistas se habían apoderado sin lucha de casi todas las administraciones de Estado en Petrogrado, como bancos, teléfonos, fortaleza de San Pablo etc. En este momento se coloca debajo de los balcones de esta embajada un batallón de automóviles blindados como en orden de combate que se dice son maximalistas que vienen a sitiar el gobierno que está encerrado en el Palacio de Invierno».
Alexander Kerenski se largó del Palacio de Invierno la mañana del 7 quejándose de que en vez de tropas de refuerzo solo recibiera montañas de inútiles telegramas: «La noche del 24 al 25 de octubre fue tensa de expectación. Aguardábamos impacientes la llegada de refuerzos procedentes de la línea de fuego. Las llamé en tiempo oportuno para que arribasen a la capital en la mañana del 25. Pero en lugar de tropas, todo cuanto recibíamos eran montañas de telegramas y continuas llamadas telefónicas informando que las líneas férreas eran sometidas a un sabotaje sistemático». Citado de «Memorias», Alejandro Kerenski (Caralt, 1967).
De las 35 descargas de cañón sobre el palacio, sólo le alcanzaron dos, produciendo daños menores. Las bajas totales, una vez terminado el asalto fueron de cinco muertos y varios heridos. Kerenski se había enterado de la caída del Palacio de Invierno mientras preparaba su vuelta para retomar el control:
«Aquella noche a bordo del tren camino de Petrogrado, nos enteramos de que la noche anterior, los bolcheviques se habían apoderado del Palacio de Invierno y detenido al Gobierno provisional en bloque (…) Al final llegamos a un paraje boscoso. Los frenos del automóvil chirriaron y el artefacto paró bruscamente. -Salga, Alejandro Fiódorovich- dijo el oficial. El marinero que me acompañaba, llamado Vania, me siguió. Estábamos perdidos en la nada; sólo se veían árboles a nuestro alrededor. Me preguntaba a dónde iríamos a parar.»
Alexandr Kerenski no volvería nunca a Petrogrado. El golpe había triunfado y a los rusos sólo les aguardaba la guerra civil, la masacre, las purgas y el terror. Se tendría que esperar el fin de la guerra civil para que los bolcheviques pudieran imponer el socialismo en Rusia, y con ella también la semilla de su propia destrucción. Puesto a disputar en la vida política real con su enemigo ideológico, el capitalismo, demostraría la inutilidad de su economía y las ideas en que se asentaba. La Unión Soviética no llegaría a la centuria como imperio, se derrumbaría sin disparar un tiro. De nada le sirvieron la cárcel, el destierro, los gulags, la fuerza puramente etológica, los muros y los crímenes.
9 de noviembre de 2023.