Cuadernos de Eutaxia — 21
EL EJÉRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO
OBJETIVO Y ORGANIZACIÓN
El fin declarado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era lograr implantar el socialismo y establecer un Estado socialista en la Argentina, y extender sus ideas al resto de iberoamérica. Con ese objetivo continental el ERP formó una organización denominada «Junta de Coordinación Revolucionaria» y que estaba conformada por el «Movimiento de Liberación Nacional» los Tupamaros, de Uruguay, el «Movimiento de Izquierda Revolucionaria» (MIR) de Chile, y el «Ejército de Liberación Nacional» (ELN) de Bolivia.
Cuando el ERP se convierte en un ejército guerrillero, a partir de 1973, adquiere una organización fuertemente jerárquica y piramidal. Cada zona debía formar un pelotón, cada regional importante debía formar una compañía y las regionales como Gran Buenos Aires y Tucumán debían contar cada una con un batallón. El (PRT) Partido Revolucionario de los Trabajadores, dividía al país en dos zonas operativas.
Una urbana y otra rural, Buenos Aires ocupaba el centro de la zona urbana, mientras que Tucumán lo era de la zona rural. Para el esquema del ERP la unidad más pequeña era la «escuadra», que estaba integrada entre ocho y doce guerrilleros, su jefe tenía el grado de Sargento. Tres escuadras formaban un pelotón, que estaba compuesto de unos veinte o treinta integrantes, y su jefe era un Teniente.
Tres pelotones formaban una compañía, es decir, noventa combatientes, y que podrían llegar a cien incluyendo a los militantes de logística. La compañía estaba al mando de un Capitán y un Estado Mayor. Mientras que tres compañías formaban un batallón, que contenían entre unos doscientos cincuenta y trescientos integrantes, el jefe era un Comandante con su Estado Mayor.
De acuerdo a este esquema el ERP formó la Compañía de Monte, llamado «Ramón Rosa Jiménez» en Tucumán, y las Compañías urbanas «Decididos de Córdoba», «Combate de San Lorenzo» con asiento en Paraná, «Héroes de Trelew», «José Luis Castrogiovanni» y «Guillermo Pérez», estas tres constituían el Batallón urbano José de San Martín, de Buenos Aires. Este Batallón recibió su bautismo de fuego en el asalto criminal al cuartel militar de Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires, y en donde fueron derrotados.
Las acciones guerrilleras en los primeros años se limitaron a operativos denominados «desarmes», es decir, arrebatarles las armas a los policías y militares, o asaltos sorpresas contra comisarías, robos de armerías, casas de venta de pelucas, en general todas con el objeto de obtener armamento y otros suministros para la guerrilla. Esto sucedió entre los años 1970 y 1972. Para obtener fondos para la lucha armada, el PRT-ERP realizó asaltos a bancos y posteriormente a cuarteles militares.
También realizaron secuestros extorsivos de empresarios de grandes empresas, muchos de los cuales terminaron con el asesinato de los secuestrados. Entre 1970 y 1974, se calcula que hubo unas trescientas víctimas. En su edición del 21 de noviembre de 1973, The Journal of Comerce, de Estados Unidos, afirmó. «Buenos Aires se ha convertido en la capital mundial del secuestro». Desde enero a noviembre de ese año, se había producido en la capital argentina unos 160 secuestros que le habían reportado a las bandas guerrilleras unos 450 millones de dólares, en concepto de rescate.
Durante dos años (1973-1975) los empresarios extranjeros estuvieron en la mira de la subversión por las grandes cantidades de dinero que obtenían de ellos. Norman Lee, distribuidor de Coca Cola en Ranelagh (Buenos Aires) fue liberado el 31 de febrero de 1973 tras varias semanas de cautiverio y pago de un rescate cuyo monto no se dio nunca a conocer. Frank Víctor Brimicombe, director de la compañía British American Tobacco, pasó cautivo hasta su liberación, el 13 de abril de 1973.
El banquero Agnew Lockwood estuvo casi dos meses secuestrado, entre el 6 de junio al 30 de julio de 1973. Curiosamente, a fines de julio de 1975 volvió nuevamente a ser secuestrado. Fue rescatado por la policía después de un tiroteo, el 30 de agosto. El empresario David Wilke, de la firma Amoco, fue secuestrado el 23 de octubre de 1973, y liberado el 12 de noviembre del mismo año. Enrique Nyborg Henderson, funcionario del Banco de Londres y Sudamérica, secuestrado el 18 de noviembre de 1973, fue liberado recién el 18 de febrero de 1974.
El 23 de noviembre de 1973, el ejecutivo estadounidense John Albert Swint, gerente general de Ford Motor Argentina y sus tres escoltas, fueron emboscados y asesinados por quince terroristas del ERP y del FAR, cuando iban camino a su trabajo, en la ciudad industrial de Córdoba. Los asesinos usaron dos autos y dos camiones para bloquear la marcha del rodado en que se desplazaban, y dispararon desde los autos y desde una colina ubicada al lado de la carretera.
A Víctor Samuelson, de la compañía estadounidense Esso Oil Company, el Ejército Revolucionario del Pueblo lo secuestró el 6 de diciembre de 1973 y lo liberó recién el 29 de abril de 1974, tras pago de un rescate de catorce millones de dólares. Los del ERP no tenían ni patria ni familia, el empresario alemán Enrique Mendelsohn, fue entregado por su propio hijo, integrante del ERP. Lo tuvieron en una «cárcel del pueblo» hasta su liberación previo pago de un cuantioso rescate. A principios de 1969, Roberto Santucho, dirigió el primer comando que asaltó el Banco Provincia de Belén de Escobar llevándose unos 213 mil dólares de la época.
El 29 de enero de 1972, los Comandos Luis Pujals y Segundo Gómez del ERP realizaron el mayor robo a una entidad financiera, el Banco Nacional de Desarrollo, más conocido como (BANADE) en apariencia parecía inexpugnable. El Banco era un edificio grande y sólido, con una de las bóvedas más modernas del país. Por si eso fuera poco, estaba ubicado a menos de dos cuadras de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), y de la Casa Rosada sede del gobierno y otros ministerios. Una zona vigilada como ninguna otra.
Del Banco Nacional de Desarrollo, se llevaron del banco 450.000.000 (10.000.000 de dólares) y provocaron una enorme conmoción. Entre la noche del 29 al 30 de enero, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había logrado reducir a los serenos, al personal de seguridad y al casero del banco, habían entrado en la bóveda utilizando sopletes. Oscar «el Gordo» Serrano y Ángel «el Turco» Abus simpatizaban con el accionar de las organizaciones guerrilleras, pero no pertenecían a ninguna de ellas. Los dos trabajaban en el Banco Nacional de Desarrollo.
El Gordo era sereno y el Turco ascensorista, ambos habían descubierto una forma de llegar a la caja, ubicada en el subsuelo y que parecía inexpugnable, era un detalle que ellos conocían por llevar años trabajando en el Banco. El subsuelo tenía paredes con barras aceradas, imposibles de romper. Pero ellos, hacía un tiempo, sobre una de las paredes habían hecho un agujero que se podía convertir en la llave que abriera la caja donde se guardaba el dinero.
El agujero tenía 1 metro por 60 centímetros y lo habían hecho para instalar un extractor de aire que estaba conectado a una chimenea, porque el calor era tal que los empleados de seguridad de la caja no podían soportarlo. Los dos empleados tomaron contacto con el ERP explicando que era posible sacar el dinero sin ser descubiertos. El plan consistía en introducir un grupo armado con sopletes en el banco durante toda una noche –y ellos tenían una idea de cómo hacerlo– y así violar la bóveda.
Primero los dos empleados, a mediados de 1971, habían ofrecido el plan a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). La respuesta de las FAR fue cortante: —Ustedes están locos, eso es imposible— les dijo su contacto. Luego hablaron con un integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). —Vamos a estudiarlo— les contestó. De inmediato el ERP formó un grupo para estudiar el plan y, evaluar si era factible organizar el plan y ejecutarla.
El jefe del comando era un guerrillero experimentado, Osvaldo De Benedetti, «el Tordo» secundado por Jorge Bellomo. La persona clave para la primera fase fue el arquitecto José Miguel Pais, que debía evaluar si era posible llegar a la bóveda y entrar en ella. Raymundo Gleyzer, un cineasta y miembro del ERP, les facilitó una cámara Minox que usaba negativos muy pequeños con la cual Abus y Serrano debían sacar suficiente cantidad de fotos para confirmar que, una vez adentro del banco, el grupo comando podían cortar las rejas de hierro y pasar por ese hueco para usar un soplete de oxiacetileno, abrir la caja y cargar los millones en bolsas de arpillera.
Las fotos obtenidas le indicaron a Miguel Pais creer que el plan era posible. José Miguel Pais había nacido el 27 de junio de 1937 en la ciudad de Santa Fe. De acuerdo a su legajo de personal N°1904, por resolución N°2159 del 3 de setiembre de 1963 había sido designado como Ayudante Alumno con carácter ad-honorem para el Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de La Plata. Militante del ERP-22, fue posteriormente secuestrado el 16 de agosto de 1976 en Capital Federal.
Pais fue visto por guerrilleros sobrevivientes en el CCD División Cuatrerismo (Brigada Güemes). Estuvo también en Superintendencia Federal. Continúa desaparecido. Su caso se encuentra en juzgamiento en el juicio oral conocido como «Puente 12» que actualmente se lleva a cabo en Capital Federal. José Miguel Pais sabía en lo que se metía y quienes rechazamos el marxismo, nos conforta saber que ya no está.
La caja del banco era marca Bach y había un modelo nuevo muy sofisticado que era imposible abrir con soplete. Abus y Serrano tuvieron que investigar para saber si la caja del banco era de ese tipo. Pero se trataba de un modelo anterior, los jefes decidieron que era tiempo de iniciar el operativo. Las herramientas necesarias debían ingresar en una camioneta similar a las usadas por el BANADE, y por el garaje a las 22:00 horas del sábado 29 de enero de 1972.
Primero había que reducir al personal de guardia. Una vez adentro, cuatro sopleteros debían llegar hasta la caja donde estaba el dinero. La hora máxima para el operativo eran las 05:00 horas, ya que a las 06:00 entraba el nuevo turno de la guardia, y también los guerrilleros pretendían vaciar las cajas de seguridad.
Cuatro miembros del comando debían permanecer con los guardias y relevar todos los movimientos que pudieran suceder en ese tiempo. El casero del Banco, quien, junto a su mujer y su hija, solía ir al cine los sábados, este casero, además, sufría problemas cardíacos, por tanto, Jorge Bellomo, que era médico, debía estar muy pendiente de esa situación, según la versión de los guerrilleros. Para reducir al personal de seguridad, se valieron de la amistad que había hecho «el Turco» Abus, aunque él no trabajaba en esa área y menos durante la noche.
Abus les dijo que había «ganado la quiniela y que invitaba una cena», según el relato de uno de los integrantes del comando. El delivery de las pizzas sería realizado por un grupo del ERP, además de la comida llevarían una pistola para reducir a los guardias. «El único que podía oponer resistencia era el jefe de Seguridad, pero la sorpresa fue tal que ninguno atinó a hacer algo», contaría el erpiano.
El ERP necesitaba sopleteros con experiencia como para participar de una acción de tal envergadura pero que, básicamente, supieran manejar un soplete particular. Raúl Argemí, luego escritor y periodista, entonces integrante del ERP, recuerda que Jorge Bellomo les dijo a fines de diciembre de 1971. «—¿Vos sabés manejar un soplete? — le preguntó. Argemí, que había hecho el secundario en el Industrial, respondió con naturalidad: —Sí, claro que sé. —Vamos a expropiar un banco. Entonces vamos mañana mismo a una reunión donde estarán el resto de los compañeros que participan del operativo –le dijo entonces Bellomo.
Raúl Argemí (1946), argentino y militante del ERP y de Montoneros. Fue encarcelado por el asesinato del juez Jorge Vicente Quiroga el 28 de abril de 1974, del que fue uno de sus autores materiales como militante del ERP, y junto con Marino Amador Fernández, fue condenado a 25 años de prisión. Nacido en La Plata, se dedicó a las artes escénicas como autor y director teatral. A comienzos de los años 70 participó en varios grupos militantes de izquierda como el ERP, Montoneros, FAL, FAP, y otras agrupaciones criminales de izquierda.
Durante el gobierno militar argentino fue encarcelado, y tras el regreso de gobiernos democráticos recuperó la libertad. Es entonces cuando ejerce el periodismo, fue jefe de Cultura y director de Claves, en la ciudad de Buenos Aires y colaborador en la Edición Cono Sur del socialista Le Monde Diplomatique. Luego de recibir una suma de dinero de parte del Estado Nacional argentino, en manos de gobiernos de izquierda, en concepto de indemnización por la aplicación de la Ley Reparatoria N° 24.043, en el 2000 se traslada a España.
Es decir, son indemnizados por no lograr tomar el poder para el marxismo, espero que el gobierno de Javier Milei, cuando tenga la suficiente mayoría parlamentaria, elimine todas esas regalías a quienes quisieron incluir al país a la órbita del fracaso mundial, como fue el marxismo, hoy perdedores de la Historia. A Raúl Argemí, lo llevaron al día siguiente «tabicado», es decir, con los ojos vendados a una casa. Sobre una mesa habían desplegado un soplete de oxiacetileno.
El sábado 29 a la noche, el arquitecto Miguel Pais pasó a buscar a Raúl Argemí y a los otros tres sopleteros por la zona de Palermo. Subieron en la parte trasera, cubierta por una lona, donde también estaban las herramientas. Luego de reducir la guardia Miguel Pais ingresó con el vehículo por el garaje del banco. Bajaron las herramientas y se dirigieron al lugar señalado por «el Gordo» y «el Turco». Para que no se accionaran las alarmas habían cortado la luz. Miguel Pais por ese motivo había llevado un par de faroles «sol de noche» y un bidón de kerosene, sin lo cual no hubiera sido posible.
A las 05:00 horas terminaron con el robo, en el lugar se encontraron con un montón de bolsas llegadas de las sucursales, con monedas y billetes chicos. Muchos de los billetes que estaban en la caja estaban recién impresos. No podían cargar con todo y el tiempo no era suficiente como para entrar en las cajas de seguridad. A las 05:30 horas, la camioneta manejada por «el Tordo» De Benedetti (se suele llamar «Tordo» despectivamente a los abogados en Argentina), salió cargada con las herramientas.
El botín se marchó en un auto Peugeot que estaba en el garaje del banco. Una vez que salieron los dos vehículos con cinco de los integrantes del comando, Bellomo, Abus y Serrano, permanecieron unos minutos para evitar que los de seguridad dieran aviso. El plan era que Serrano, Abus y los empleados del banco y miembros del ERP que fueron parte del robo, salieran del banco y se fueran en el taxi de Serrano, pero el automóvil Siam Di Tella, estacionado a unos metros del BANADE, no arrancó.
Los ladrones erpianos se tuvieron que ir caminando por las calles desiertas, en ese momento, del microcentro porteño. Las fotos de los dos empleados del banco salieron en los diarios al día siguiente. De la noche a la mañana se habían convertido en dos de los guerrilleros más buscados de la Argentina, el ERP había tomado la precaución de que las esposas del Gordo y el Turco salieran del país unos días antes, mientras que a ellos los tuvieron «guardados», como se dice en la jerga delincuencial, en una casa segura durante un mes.
Estos usando documentos falsos y maquillaje salieron sin inconvenientes del país y se instalaron en Cuba. «El Tordo» De Benedetti, jefe del comando que asaltó el banco, fue detenido a fines de 1974 en la ciudad de Tucumán y liquidado de un tiro en la cabeza. El médico Jorge Bellomo también fue detenido y desaparecido. Jorge Bellomo junto a Fernández Palmeiro, ambos formaban parte de la Regional Buenos Aires, y luego provocarían una fractura en el ERP-22 de Agosto.
La misma no solo estaba originada en la negativa a votar al peronismo, sino en sus críticas al autoritarismo de la dirección guerrillera, que utilizaba a sus cuadros militantes como «peones de tareas, nunca como constructores parciales de un edificio común», según la evaluación del Comité́ Militar de Capital. Si Jorge Bellomo expresaba la línea ideológica del ERP-22, la línea de acción la condujo Fernández Palmeiro. Entendía que la propia creación del grupo y su decisión de votar al peronismo ameritaba una comunicación masiva. Serrano se quedó a vivir en Cuba, donde fue profesor de Arte. En cambio, Abus volvió a la Argentina con la recuperación de la democracia y con su mujer se dedicaron a la militancia social.
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El 18 de septiembre de 1970, el ERP asaltó una comisaría de la ciudad de Rosario y mataron al sargento Félix Ocampo y del cabo 1° Eugenio Leiva. El 15 de marzo de 1971, durante el segundo Cordobazo o Viborazo, la bandera del ERP fue izada en lo alto de la Plaza Vélez Sarsfield en la ciudad de Córdoba, colmada de columnas obreras. El 17 de abril de 1971 fueron muertos en un enfrentamiento con la policía cordobesa Polti, Lezcano y Taborda, estos fueron los primeros miembros del ERP en morir en combates armados. Desde entonces el PRT tuvo un notable crecimiento, sumando contingentes de jóvenes de grandes centros fabriles.
Esto es lo que hacían estos criminales revolucionarios que querían cambiar el mundo y eliminar las clases sociales. El 17 de marzo de 1972 guerrilleros del ERP irrumpieron en la casa del comandante principal de la Gendarmería Nacional Pedro Agarotti, asesinándolo a balazos. El 10 de abril de 1972 miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) asesinaron al empresario de ciudadanía italiana Oberdan Guillermo Sallustro, a quien tenían secuestrado y en cautiverio.
El 10 de abril de 1972, el director del Grupo FIAT de la Argentina, Oberdan Sallustro, apareció muerto en una casa de Villa Lugano. Su cuerpo tenía tres disparos, uno en la cabeza y dos en el pecho. El desenlace se produjo cuando cuatro policías que rastrillaban el barrio llamaron a la puerta del domicilio de Castañares 5413 y fueron rechazados a tiros. Por veinte minutos la cuadra quedó paralizado por la balacera.
Desde la casa los guerrilleros les gritaron a los policías que tenían a Oberdan Sallustro y que, si no se iban, lo matarían. Se produjo una tregua de hecho, un momento de silencio que fue quebrado por el sonido de tres tiros, y en forma inmediata, huyeron tres hombres por el fondo de la casa. Cuando la policía irrumpió al lugar, encontraron a una mujer joven, que estaba sola y quieta en el living, desarmada.
Oberdan Sallustro era hijo de padres italianos, nacido en Paraguay, pero vivió en Turín desde pequeño. Formó parte de la resistencia antifascista que combatió al Duce, Benito Mussolini, y después de la guerra se doctoró en Jurisprudencia e inició su carrera como directivo en el Grupo FIAT. En la década del ‘60, cuando la empresa tenía momentos de conflictividad con los trabajadores, fue enviado a la Argentina para potenciar la producción de automóviles.
La decisión de su secuestro surgió en un momento en que, por detenciones, caídas y crisis partidaria de la organización guerrillera PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) que operaba con una autonomía de hecho, y con «direcciones paralelas» que decidían sus acciones militares al margen de los organismos del partido. En el último trimestre de 1971 el Comité Militar de Buenos Aires estaba a cargo de Osvaldo Sigfrido De Benedetti, alias «el Tordo».
De Benedetti puso en marcha dos planes operativos. Uno de ellos el robo a la sede del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE), que ya relatamos y el secuestro de Oberdan Sallustro. La operación la dirigió el propio Osvaldo Sigfredo De Benedetti. Sallustro el funcionario de FIAT vivía en una casa de la calle Casares, en Martínez, zona norte del Gran Buenos Aires. Por las mañanas, su chofer y guardaespaldas José Fuentes, lo conducía a las oficinas de la empresa en el centro porteño.
La información de que el funcionario viajaría a Italia en forma inminente aceleró los tiempos. De Benedetti decidió ejecutar el plan, cuando la «cárcel del pueblo» que alojaría a Oberdan Sallustro aún no se había terminado de construir. Estacionaron un auto sobre la calle Casares para dar la alerta por medio de un walkie-talkie cuando Sallustro saliera de su casa, y entonces una camioneta le cerraría el paso cuando atravesara la esquina de la calle Pasteur. La camioneta estaba lista, había sido robada y readaptada pocos días antes, lo mismo que el auto que daría el aviso.
El 21 de marzo de 1972, la camioneta encerró al Fiat 1500 de Sallustro, quien fue sacado a golpes por un grupo de hombres. Su chofer, José Fuentes, fue neutralizado con un tiro en el hombro. La familia avisó ese mismo día que el empresario tenía una afección cardiaca y que requería atención permanente. Pidió a los secuestradores que le suministraran los medicamentos con los que se trataba.
Por la tarde, en el baño de un bar porteño, fue hallado un comunicado del PRT-ERP que informaba que Oberdan Sallustro estaba a disposición de la «justicia popular» para responder sobre «prácticas monopolistas», por despidos de obreros de la FIAT y encarcelamiento de obreros y dirigentes sindicales. Aurelio Peccei, presidente del Grupo FIAT y amigo personal de Oberdan Sallustro, viajó a la Argentina para negociar su liberación.
Un día después, procedente de Italia, aterrizó en Buenos Aires, el presidente del Grupo FIAT, para intervenir en las negociaciones. Las exigencias del PRT-ERP para su liberación se conocieron dos días después del secuestro. Y se debían cumplir en cuarenta y ocho horas, so pena de fusilamiento.
Cinco de los siete puntos no eran de resolución difícil para la empresa, estaban a su alcance. Pero dos de ellos sólo podían ser resueltos por el gobierno militar, entonces a cargo del general Alejandro Agustín Lanusse. Solicitaban la libertad de trabajadores y dirigentes gremiales detenidos por el conflicto con la empresa FIAT y la liberación de medio centenar de prisioneros del PRT-ERP. El ERP, en caso afirmativo, propuso trasladarlos a Argelia u otro país amigo a convenir.
El presidente de FIAT quería que el gobierno agotara todas las instancias para que Oberdan Sallustro apareciera sano y salvo, ese reclamo también lo expresaron el presidente de Italia, Giovanni Leone, y el papa Paulo VI y lo hizo saber en su sermón del domingo en Plaza San Pedro. Lanusse salió al cruce y dijo que el gobierno no se involucraría en tratos con el PRT-ERP, no lo harían ellos y tampoco permitirían que lo hiciera la FIAT o algún tercero.
El ERP luego de realizar el secuestro trasladó a Sallustro a la calle Reconquista 180, una casa ubicada en Villa Ballester, Buenos Aires. Fue ubicado en un camastro en el sótano. Allí le tomaron una foto que mostraron como prueba de vida, ubicado delante de una sábana blanca con la leyenda: «ERP. A vencer o morir». Sallustro vestía una camisa blanca. La casa había sido alquilada por dos militantes PRT-ERP y firmaron el contrato con nombres legales.
El joven, de alrededor de 25 años, entraba y salía del domicilio, casi siempre en los mismos horarios, a bordo de una furgoneta Citroën blanca. La mujer, con pocos meses de embarazo, barría la vereda y realizaba compras en el almacén en distintos horarios. En ese lugar, Oberdan Sallustro, permaneció nueve días. Según dicen, les relataba a sus captores anécdotas sobre la resistencia antifascista en las brigadas de Giustizia e Libertà, en Italia.
Fue entonces cuando les pidió a sus captores que quería escribir nota a su familia, le facilitaron un papel y le dijeron que se la harían llegar. Fue una carta corta, escrita en italiano con la lapicera que llevaba al momento del secuestro, y efectivamente llegó a manos de su familia esa misma noche. Estaba dirigida a «Ida e hijos, nietos, hermanos y amigos de FIAT y toda la organización». En ella decía:
«Estoy bien. Los recuerdo a todos. Me tratan con deferencia. Abrazo a todos y bendigo a todos los hijos presentes y lejanos. A todos ustedes un fortísimo abrazo recordándoles, para su serenidad, que siempre he actuado en orden con mi conciencia. Afectuosamente, Oberdan Sallustro».
El encargado de negociar el secuestro fue Mario Roberto Santucho, que se encontraba preso en la cárcel de Villa Devoto con el presidente del Grupo FIAT, Aurelio Peccei. La pericia caligráfica certificó que la carta correspondía al directivo, y su tinta permitió corroborar que había sido escrita hacía pocas horas.
En base a estos datos, se abandonó la pista de la ciudad de Córdoba y la búsqueda se centró en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Cerca de cuatro mil hombres del Ejército y fuerzas de seguridad inspeccionaron viviendas, playones ferroviarios, depósitos, fábricas. Se instalaron retenes de control en rutas, avenidas y calles. La búsqueda más fina y metódica avanzó sobre los contratos de alquiler de casas que en los últimos tres meses habían sido firmados por parejas jóvenes y con garantías compradas.
Aurelio Peccei, decidió negociar por cuenta propia y mantener un diálogo directo con Mario Roberto Santucho, jefe del PRT-ERP, detenido en la cárcel de Villa Devoto. Se reunieron a solas los últimos días de marzo de 1972. Aurelio Peccei le explicó al jefe guerrillero las dificultades que tenía para lograr las libertades de los presos que exigía, obreros, sindicalistas y guerrilleros, y sobre el abogado izquierdista Alfredo Curutchet, detenido sin proceso judicial. Ese obstáculo era insalvable. Lanusse no aceptaba ninguna negociación con la guerrilla.
Roberto Santucho dejó la puerta abierta a una futura negociación y envió a averiguar cómo estaba la seguridad de Oberdan Sallustro. De Benedetti respondió que estaba garantizada. El general Lanusse, ordenó el traslado de Roberto Santucho, Alfredo Curutchet y unos veinte guerrilleros desde la cárcel de Villa Devoto a la cárcel de Rawson, Chubut. Aurelio Peccei partió en forma imprevista a Italia. Dejó un mensaje para el PRT-ERP. «Yo también fui guerrillero en Italia, pero siempre estuve dispuesto a respetar la vida humana».
Un ingenuo mensaje para quienes no respetaban las vidas humanas, en esas horas, la investigación se acercó a Oberdan Sallustro. Una redada llevó a otra. Y en menos de dos días, la policía detuvo a veintiocho personas. Uno de los detenidos fue Carlos Tomás Ponce de León. Cincuenta años después, Ponce de León le diría un periodista:
«Yo era un combatiente. Trabajaba en una fábrica mezcladora de caucho y laminadora de acero, Castells Hermanos, en el bajo Flores. Alquilaba en Ramos Mejía, en la calle Bolívar. Era tornero. Me incorporé al partido en el ‘68. Estaba en la Regional Buenos Aires y me mandaron a una célula con un seminarista, (José Luis) Da Silva Parreira, desde el 68 operaba con él. Era maestro de escuela. En la célula estaba su esposa Mirta Adriana Mitidiero, que era profesora de inglés de ejecutivos de Ford; estaba la hermana de Da Silva Parreira, Elena María, y su marido, el Gordo (Ángel) Averame, que era muy pobre, la mamá lavaba la ropa del convento y el papá levantaba la basura de la calle, era municipal. El Gordo trabajaba en la fábrica de zapatillas Derga. Yo lo había conocido a Sallustro. Trabajé en FIAT de Palomar. El jefe de personal, que había sido secretario privado de Sallustro, me invitó a comer al mediodía en la fábrica, y la segunda vez, cuando fui a la prueba de suficiencia, justo estaba de visita Sallustro. Ésa fue una de las ventajas que yo tenía sobre el resto del comando. Le conocía la cara, su altura. Para hacer la bolsa donde se lo embolsó, había que saber la altura. Era alto como yo, un metro ochenta y cinco. Eso fue en el ‘67. Cuando entré en la célula, la operación estaba planificada desde el Comité́ Militar. Mi tarea era sacarlo del auto. El objetivo era secuestrarlo por 48 horas y pedir cinco puntos: un millón de dólares para el PRT, un millón de dólares para reparto, reincorporación de los obreros de la FIAT, la liberación de los detenidos de Sitrac-Sitram (de la corriente sindical clasista) y la salida de la Gendarmería de la fábrica (en Córdoba). No había más.
Casi todo el chequeo lo hice con la compañera Mirta Adriana Mitidiero, la esposa de Da Silva Parreira. Íbamos casi todas las mañanas. Era algo relativamente fácil. Iba vestido de cana (policía). Después, todos los testigos dijeron que yo era policía. En la zona había muchas empresas de seguridad. Canas por todos lados, algunos de civil. La casa de Sallustro estaba en un cuarto de manzana. El auto salía de adentro de la casa, no lo venían a buscar. Salían en el rango de las diez y las doce del mediodía. Para hacer el chequeo pedí́ el cambio en el trabajo, empecé a trabajar a la tarde. Y después volví a trabajar a la mañana, de seis a tres. El chequeo duró quince días. La operación se apuró porque alguien bajó el dato de que tenía una reunión en Italia. Sallustro era el tercero de la FIAT mundial. Venían Agnelli, Peccei y Sallustro. Y no sabíamos si volvía o no.
Se hizo el diseño, una camioneta Dodge, en la que íbamos a estar todos los que participábamos en la operación, le iba a cerrar el paso. Había uno que la estacionaba, y se iba como a hacer algo y no volvía más, y uno de los que estaba detrás en la caja pasaba adelante. Y también había un Fiat 1500, creo que con uno solo, vestido con un gorro de chofer, como esperando a alguien, en la vereda de enfrente de la casa. El Fiat 1500 tenía que avisar que salía Sallustro y cerrarlo desde atrás para que no retrocediera. La única duda que teníamos era si el chofer era guardaespaldas. No ensayamos el operativo. Cuando el auto de Sallustro pasó, la camioneta le cerró el paso, el auto se paró. No hubo choque. Bajamos todos. La Petisa y el Vasco fueron por un lado del auto, y el Gordo y yo fuimos por el otro. Había gente, vecinos regando.
Yo fui a cara descubierta y con traje. Nunca operaba como un mendigo. Siempre operaba de traje. Me confundían con un cana, alto, morocho. Lo cacé a Sallustro del cuello; estaba del lado del conductor. El guardaespaldas se ve que manoteó la guantera y le metieron el chumbazo. Y yo lo saco a Sallustro del auto, le meto un trompazo porque no quería salir, se tiró para atrás. Quedó nocaut, lo levantamos inmediatamente, lo tiramos dentro de la camioneta, lo metimos en la bolsa, cerramos la bolsa y chau. Era una bolsa de símil cuero. Con una tijera que habíamos llevado le corté la zona de arriba para que pudiera respirar.
Le dije que éramos de Ejército Revolucionario del Pueblo, que no gritara porque teníamos orden de matarlo. Y se quedó tranquilo. Lo llevamos por Pasteur, cruzamos las vías hasta debajo de un puente, y ahí, otro error, la pelotita de ping-pong (para provocar el incendio) no entraba en la boca del tanque de la camioneta. Yo había llevado dos bidones de nafta. Hicimos el trasbordo, lo metieron a Sallustro en una Citroneta, totalmente acondicionada para que no se sintiera ruido, y lo llevaron Da Silva Parreira y su compañera a la casa de la calle Reconquista. En el plan original íbamos a tener a Sallustro entre 24 y 48 horas, y lo tuvimos casi diez días. ¿Por qué? Porque lo que había dicho el comité militar de que había una «cárcel del pueblo» era mentira. Y también falló el desagote del armamento. Yo me llevé la 45 a mi casa.
El primer día después de secuestro, cuando entré a trabajar, Antonio, que abría siempre la puerta, me dijo: «¿Dónde está Sallustro?». «Ah, sí, lo tengo en mi casa…». No sé si me tenía marcado o me lo dijo porque había faltado, pero lo de Sallustro fue un quilombo espantoso en los medios. Cuando me entero que Sallustro no fue fusilado a las 48 horas, lo planteo en la primera reunión de célula: «Si dijimos que el plazo era de 48 horas, hay que cumplirlo. Si te equivocaste, te jodés. Pero hay que cumplirlo. Si no, es falta de seriedad». Y sucede lo que llamo el «impresionismo pequeño-burgués». La dirección no sabía quién era Sallustro. Cuando vieron la enorme repercusión que tuvo, le agregaron los cincuenta presos del Partido para canjearlo por Sallustro. Se impresionaron ante el tipo. Los cincuenta presos eran para canjearlos por el secuestro del general Sánchez (en Rosario). El plan por Sallustro era el de esos cinco puntos, y por Sánchez, cincuenta compañeros libres.
Al sábado siguiente —yo los sábados trabajaba hasta el mediodía— fui a la estación Caseros, y ahí me dieron otra cita en la estación Malaver o Chilavert, no sé, una de las dos. Y me pasó a buscar Da Silva Parreira con la Citroneta blanca, no miré nada, y entramos en la casa. Yo ya venía envenenado porque todavía lo teníamos a Sallustro. Parreira estaba esperando la orden para trasladarlo. El secuestro fue un martes, y esto era un sábado. Y Parreira empezó a hablarme bien de Sallustro, que era macanudo, con una preparación bárbara, y eso a mí me envenenó más todavía. En la casa estaba la esposa, que estaba embarazada. Sallustro era nuestro trabajo, lo custodiábamos todos. En la semana lo cuidaba el Gordo Averame, me imagino. Yo tenía que hacer la guardia el fin de semana, que eran los días que podía.
Cuando ellos consideraron que bajara, bajé. Me puse la capucha y le hablé como un obrero. Llevé un diario La Razón del día antes del secuestro, que decía que un obrero de la FIAT, desocupado, que lo habían despedido, se suicidó cuando se supo que su hija se había prostituido para mantener a la familia. Saqué el diario y le dije: «Explíqueme esto». A los compañeros, él podía justificarles las barbaridades que hacía. La mayoría eran estudiantes y quedaban fascinados. A mí no. «Yo conozco la gente de tu calaña, la conozco. Si pueden permitir que los obreros se mueran de hambre, puedo creer cualquier cosa de ustedes. No me vengas con lo de partisano (resistencia civil clandestina), porque también lo conozco. Puede ser que haya sido verdad. Pero la FIAT era una de las más grandes fábricas de armas del mundo, no es una pyme, así que no me jodas. Yo entiendo que a los compañeros estudiantes podés darles vuelta porque no tienen odio. Yo sí tengo odio. Por eso quiero que me expliques esto —y le doy el diario a Sallustro—, que me expliques por qué los obreros fueron despedidos, por qué la Gendarmería está adentro. Dame una explicación». El tipo, callado. Y después jugamos al chinchón, le pregunté qué música le gustaba. Y le gustaba (Jorge) Cafrune, pedía la Zamba para don Rosendo. Fui, le busqué el Winco, le traje el disco. El tipo estaba muy entero mientras estuve. La hermana de Parreira, que era enfermera, le ponía unos parches en los riñones y se los cambiaba. Ese sábado, Sallustro me pidió si podía escribirle una cartita a la familia, le dije que sí, por norma se dejaba, y sacó la lapicera, la miré, se la manoteé y fui arriba: «¿Cómo mierda le dejan escribir con tinta? Denme un lápiz…», y le llevé el lápiz. Los compañeros le habían dejado escribir los dos primeros mensajes y estaban revisando Buenos Aires por eso. La tinta les permitió saber que estábamos en la zona. Y el sótano no podía resistir ningún rastrillaje. Estaba muy visible. En una pieza después de la cocina, ahí estaba el sótano.
La Policía Federal tiene un laboratorio muy buen puesto, son cosas que no hay que subestimar. El problema fue la tinta. Sallustro tenía una tinta muy similar al sistema de las Rotring. Eran las primeras de ese tipo. Yo no sabía de los mensajes hasta ese momento, pero me había llamado la atención que los primeros días no me había parado nadie y después me pararon tres veces, una vez la policía y dos el Ejército, siempre cuando cruzaba el puente de Liniers para tomar el colectivo en provincia. Me revisaron el bolso marinero, donde llevaba el plato, el cuchillo y el tenedor. Me preguntaron dónde trabajaba, «José Martí, 1853», que hacía, «tornero», donde vivía «Ramos Mejía». Cuando lo saqué del auto a Sallustro le saqué el saco, y el Gordo lo tiró dentro de la camioneta, y quedó en camisa de manga corta. Y recuperó la lapicera cuando le entregaron el saco. Es el problema de no tener entrenamiento. No se puede dejar nada librado al azar.
El domingo me fui y le dije a Parreira que, si se hacía el traslado de Sallustro, quemara todo, el colchón, el Winco, y que avisara que yo necesitaba hacer el desagote, sacar la 45 de mi casa. El jueves siguiente —esto lo supe después— le dieron la orden de que entregara la camioneta con Sallustro en tal lugar. Y el viernes o sábado… sé que era 31 de marzo, me dieron la cita, agarré la pistola, fui a la estación de Caseros y fuimos a una casa operativa en Villa Bosch. Estaba el Gordo Averame con su mujer. Me puse a desarmar la pistola, y aprovecharon que había quedado la puerta del pasillo abierta y entraron cuatro tipos de Coordinación Federal. Tapé la pistola con un diario, pero quedó el cargador de la 45 destapado. Para mí, llegaron de casualidad. Yo le había dicho al Gordo Averame: «Salgan a hacer compras, hablen con el almacenero, háganse conocer», porque eran como «marcianos». Sospecharon. Pero no sé si la casa estaba cantada, porque si era así nos hubieran boleteado. Y los canas hicieron un procedimiento legal, llamaron a testigos.
Nos llevaron a los tres a Coordinación (en la calle Moreno, Capital Federal). Me llevaron al segundo piso, a la tortura. Siete horas habrán sido. Yo decía quién era, donde trabajaba y vivía. Tenía mi «minuto» armado. (El «minuto» son los datos, de apariencia legal y comprobable, que debía dar un guerrillero al momento de ser detenido por fuerzas de seguridad). Mi casa estaba limpia, no vivía en una casa operativa. Estaban mi mujer, el perro y una cotorra, eran todo lo que tenía. Vino un supuesto médico, me preguntó qué me pasó, no le contesté, y vino un tipo que dijo que era comisario; me dijo, vos sos fulano de tal —dijo mi seudónimo— y sacaste a Sallustro del auto. Sabía todo.
Después supe de dónde lo supieron. Ahí saltó la casa de la calle Reconquista. Cayó la Citroneta con mis huellas digitales, el Winco con mis huellas digitales… no sólo las mías. La cama donde había estado Sallustro, encontraron pelos suyos. Todas las cosas que había pedido que se quemaran. La planificación de la operación, estaba en papel de estraza, así de grande. Todo en la casa. Así se produjo la caída. Cayeron treinta y dos compañeros, doce casas operativas, parte de las postas sanitarias, diez compañeras clandestinas en Parque Lezama, que las habían sacado de Rosario por la operación del general Sánchez que estaba por hacerse. Después vino el juez [Jaime] Smart a Coordinación Federal para interrogarme, y yo seguí negando todo.
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Este fue el testimonio dado al autor de este artículo por Carlos Ponce de León, quien permaneció detenido por el secuestro de Sallustro desde el 31 de marzo de 1972 al 25 de mayo de 1973. El izquierdista presidente peronista Héctor J. Cámpora dejaría salir en libertad a todos los zurdos, así le fue a Cámpora, el general Perón que ya había arreglado con Estados Unidos, lo mandó a su casa.
El listillo del relato (Ponce de León), deja en claro sobre los jóvenes militantes del ERP, eran estudiantes, o como diría Juan Perón, cuando se peleó públicamente con los izquierdistas, «imberbes», no eran igual a ellos, llegaron a estas organizaciones marxistas por entusiasmo juvenil, por idiotas útiles. Pero el listillo del relato, llegó a las izquierdas por algo recurrente, el resentimiento, el odio. Como si Sallustro hubiese sido el responsable de que él fuera un obrero.
Culpa a Sallustro de que una chica se hubiese prostituido y por ello su padre se suicidó, es el mismo argumento del ex presidente bolivariano Rafael Correa, cuando exculpa a su padre que fue detenido en Estados Unidos por transportar drogas, haciendo de «mula». ¿Qué dijo Correa cuando se supo? Que su padre había sido víctima del sistema ¿Y uno le preguntaría al zurdo Correa, porque su padre no trabajó como si lo hizo su madre, vendiendo comida?
Además, Carlos Ponce de León debió preguntar si todas las hijas de los despedidos trabajaron de prostitutas. Seguro que no. Y él que se enojaba o se mostraba enojado por las atenciones que recibía Sallustro, su enemigo de clase ¿Por qué le puso en la Winco, Zamba para don Rosendo?
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El N° 3 de la automotriz FIAT a nivel mundial apareció muerto en una casa de Villa Lugano, tras un tiroteo entre guerrilleros y la policía. En las negociaciones participó Roberto Santucho: al respecto, la Justicia ordenó indemnizar a las hijas del guerrillero marxista, y comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) por la detención y muerte de su padre, solo faltó que lo condecoraran.
Los diarios conmovieron con la noticia a la Argentina en los 70. El domingo 2 de abril, La Opinión títuló: «Las fuerzas de seguridad tendrían una importante pista en el caso Sallustro». Un día después, el lunes 3 de abril, la Policía Federal afirmó que había veintiocho detenidos relacionados con el secuestro y del PRT-ERP. Pocas horas antes que el Ejército irrumpiera en Reconquista 180 y detuviera a Mirta Mitidiero de Da Silva Parreira y a su esposo, José Luis Da Silva Parreira, Oberdan Sallustro había sido trasladado en la Citroneta, sin rumbo definido.
Los secuestradores se movieron durante varias horas en busca de un refugio, esto mostraba claramente la falla en la infraestructura de su cautiverio. Esto fue peor cuando la Citroneta que trasladaba al directivo de FIAT pinchó una goma, y circularon en llanta hasta una gomería. Después, Sallustro fue alojado en una casa de Villa del Parque, la «cárcel del pueblo» original, no estaba todavía terminada. Colocaron a Sallustro dentro de una carpa y llamaron a un médico del ERP para controlar su salud.
El 9 de abril, el médico cayó en otra redada masiva, Oberdan Sallustro fue otra vez trasladado, el recorrido fue incierto. Oberdan Sallustro terminó en el cuarto de una casa de Villa Lugano, en Castañares 5413, donde vivía un estudiante de arquitectura del PRT-ERP, Mario Klachko, con su esposa Guiomar Schmidt, profesora brasileña de historia y militante de la «Liga Comunista Revolucionaria». Se habían conocido en unas vacaciones en Camboriú, Brasil.
En esos momentos ya no había negociación posible, y si lo mataban podrían sentar un precedente para nuevos secuestros, pero no obtendrían nada, ni reincorporación de obreros, ni dinero, ni entrega de armas en Uruguay, como lo había propuesto la FIAT. A partir de entonces, el PRT-ERP no difundió más comunicados, FIAT redujo su protagonismo en declaraciones públicas y también se redujo el rastrillaje.
El caso Oberdan Sallustro entró en una semana de parálisis, que se rompió el domingo 9 de abril, cuando la policía allanó la casa de Martiniano Leguizamón, 4441, en el barrio de Mataderos. Allí detuvo al jefe de la operación, Osvaldo De Benedetti junto a nueve colaboradores. No es creíble que la caída de esa casa condujera a la de Oberdan Sallustro, al mediodía siguiente. Sólo dos hombres de civil —como luego reportaron los vecinos— bajaran de un patrullero para identificar la vivienda de Castañares 5413, en Villa Lugano. Luego de que se desplegará un operativo policial en toda la zona.
Desde adentro de la casa comunicaron que, no se iban a entregar, y que matarían a Oberdan Sallustro, y lo mataron de tres tiros, y Mario Klachko y otros dos guerrilleros saltaron por los fondos y escaparon por el otro lado de la manzana, como si la propia policía hubiese dejado la retaguardia abierta, y le hubiese tendido un puente de plata al enemigo para escapar de un área cercada. Cuando la policía entró en la casa, Guiomar Schmidt estaba sola en el living y se entregó sin resistencia.
En un cuarto estaba Sallustro, muerto de tres disparos. Ese día, el funcionario de FIAT dejó de ser un problema para el gobierno militar. El caso había sido esclarecido, y ya no habría más presión internacional. En la ropa, Sallustro tenía una carta para Peccei en la que se anticipaba una despedida. Decía: «A descargo de su conciencia, sepa que estoy muy sereno yo también porque finalmente conoceré la verdad de Giorgio —un hijo de Sallustro fallecido de forma trágica— y de Dios». Y saludaba a todos, en particular a Fuentes, su chofer.
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Aaron Beilinson, un ingeniero civil de 53 años, nacido en Asia, en Bakú (Azerbaiyán), que controlaba la empresa constructora Bubis Althabe y Beilinson, la pavimentadora Babic S.A y la firma de Supermercados Camet Total. Había participado de grandes obras públicas como la construcción de más de 1.500 km de caminos en la Argentina y los proyectos hidroeléctricos Futaleufú, Arroyito, Los Reyunos, El Tigre y Yaciretá.
Luego de once días secuestrado y en estado de shock, Aaron decidió, junto a su esposa Berta Szbar, dejar la ciudad que había adoptado a los 18 años, donde se había recibido de Ingeniero Civil y acumulado junto a socios-amigos una buena fortuna, para mudarse a Capital Federal. Fue liberado a dos cuadras de su casa, Aaron, dijo que los primeros tres días los pasó en un sótano donde sólo entraba su colchón, el cual debía doblar para sentarse. Dio las medidas exactas del lugar, porque -expresó- trabajaba con esos colchones.
Luego, estuvo en una carpa de lona, montada en una habitación de la casa donde se le permitió escuchar Radio Colonia y leer los diarios. El 3 de junio de 1973, Aaron Beilinson, parado frente a los periodistas en la empresa Babic SA, ubicada entre las calles 69 y 3, del Barrio «El mondongo» de La Plata, dijo: «A principios de año un grupo significativo de compañeros es llevado a romper con la actual dirección del PRT. Desde entonces se construyó en fracción, actuando con autonomía y adoptando en la actividad armada la sigla Fracción Roja del ERP».
De esta manera, el empresario, cumplía con uno de los puntos del acuerdo que había negociado para su liberación, el otro era el pago de 3 millones de dólares. Los criminales guerrilleros marxistas indicaban en un comunicado que el secuestro no era una agresión personal contra Beilinson, sino contra su clase: la burguesía. La clase a la que pertenecían los del ERP era la clase de resentidos sociales, clase a la que pertenecen todos los izquierdistas del mundo. Su hijo Skay Beilinson es un conocido guitarrista del icónico grupo: «Patricio Rey y Los Redonditos de Ricota», abanderado por el Indio Solari, hijo de hippies izquierdistas este último, Skay y el Indio están alejados desde hace tiempo.
14 de marzo de 2024.