

Cuadernos de Eutaxia — 15
CIRO ROBERTO BUSTOS
Ciro Roberto Bustos, «el pelado», luego de su detención en Bolivia, detrás del francés Regis Debray.
Ciro Roberto Bustos Marco, nació en San Rafael, Mendoza, Argentina y falleció en Malmö, Suecia, el 1 de enero de 2017. Según dicen estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Cuyo. Su ideología marxista lo llevó a Cuba en 1961, fue atraído por la revolución cubana que acababa de tomar el poder. En la isla hizo amistad con Alberto Granado, amigo y compañero de viaje del Che por América en motocicleta.
Fue Alberto Granado quien lo puso en contacto con el Che Guevara, quien pensaba establecer un foco guerrillero en Salta (Argentina), en 1962, para poder tomar el poder en Argentina. Ciro Bustos de esta manera se enroló en la organización marxista «Ejército Guerrillero del Pueblo» (EGP) que bajo las órdenes de Jorge Ricardo Masetti se asentó en 1963, en una zona fronteriza con Bolivia, en la provincia de Salta, siendo el encargado de establecer una red de apoyo en distintas provincias.
No nos vamos a ocupar de esto, ya que tienen en esta misma página el artículo sobre el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP). Luego del desastroso fracaso con el EGP, Ciro Bustos logró evadir a las fuerzas de seguridad y huyó a Uruguay, país donde vivió en la clandestinidad, aunque sin perder contacto con Ernesto Guevara ni con los presos del EGP, a los que prestaba ayuda.
La guerrilla de Ñancahuazú
El Che Guevara, pese al fracaso, se empeñó en formar un nuevo movimiento guerrillero que se estableció en Ñancahuazú (Bolivia) y que es conocido como Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN), también llamada Guerrilla de Ñancahuazú. El grupo se asentó en la zona sur de Santa Cruz de la Sierra, bastante alejado, a mediados de 1966, y ese año el Che tomó el mando con el objetivo de tomar el poder en Bolivia, al menos eso se creía entonces.
En ese momento Bolivia estaba gobernado por el General René Barrientos Ortuño, quien había derrocado por medio de un golpe de Estado militar al presidente Víctor Paz Estenssoro, pero luego sería elegido democráticamente. René Barrientos era muy popular, sobre todo entre los campesinos.
En 1966 el Che Guevara solicitó la colaboración de Ciro Bustos, este viajó y se reunió en La Paz (Bolivia) con el francés Régis Debray, periodista y escritor de ideología marxista, y juntos viajaron a Ñancahuazú, donde el Che Guevara le encomendó al pelado Ciro Bustos que estableciera una red de apoyo en Argentina y que reclutara personas afines a la ideología marxista.
El 20 de abril de 1967, Ciro Bustos, Régis Debray y el periodista chileno-inglés George Andrew Roth, fueron detenidos por una patrulla del ejército boliviano en la ciudad de Muyupampa, donde fueron sometidos a interrogatorio y torturas con la asistencia de miembros de la CIA. Desde hacía meses Ciro Bustos, había estado actuando como enlace logístico y de inteligencia entre los grupos guerrilleros que operaban en la zona comandados por el Che Guevara.
La detención de estas personas se realizó después de que se hubieran producido algunos enfrentamientos directos entre el Ejército y los guerrilleros, entre el 23 de marzo y el 10 de abril. Además, ya se habían producido algunas deserciones de guerrilleros. El pelado Bustos recuerda que el Che les ordenó dejar el contingente guerrillero para realizar tareas logísticas.
«El propio Che anotó en su diario que cuando nos dio la orden a mí no me pareció bien. Aunque la acaté», comenta Ciro Bustos. Seis meses después de la detención de Debray, Roth y Bustos, el resto del contingente guerrillero que aún resistía en la sierra de la provincia de Santa Cruz fue neutralizado.
La mayor parte de los guerrilleros murieron en los combates con los militares bolivianos. Otros, como el Che Guevara, fueron capturados con vida y fusilados. No se tardó mucho en establecer una relación entre la detención de Ciro Bustos y sus compañeros y el posterior aniquilamiento del resto de los guerrilleros. Para muchos, Ciro Bustos se convertiría en el Judas que delató al Che Guevara. Ciro Bustos asumió en los interrogatorios una falsa identidad como Carlos Alberto Frutos.
Ciro Bustos esperaba que sus enlaces clandestinos en Argentina se enterasen de su detención y tomasen las medidas de seguridad oportunas para evitar su localización antes de que las autoridades argentinas descubriesen su verdadera identidad tras estudiar sus huellas dactilares que les habían enviado los bolivianos. Según Ciro Bustos, el Ejército boliviano y la CIA conocían ya la presencia del Che en Bolivia, así como también que operaba, bajo el nombre de «Ramón», en compañía de un grupo de guerrilleros cubanos, peruanos y bolivianos.
Ciro Bustos, asumiendo que el gobierno boliviano sabía de la presencia del Che Guevara en Bolivia, al dibujar el retrato, según Bustos, creaba una coartada perfecta para dibujar retratos falsos de otros guerrilleros. Además, el propio Che, antes de despedirse, le había dicho: «Si ves que ya conocen mi presencia aquí, dispáralo de una vez y trata de hacer mucho ruido. Así podré volver a usar mi boina».
Ciro Bustos insiste en que los dibujos —que muchos usaron para señalarle como traidor— no fueron más que «un artificio para acompañar una falsa confesión y cubrir la seguridad de militantes reales en Argentina, y no sirvieron nada más que para eso. Nadie fue ni siquiera molestado allí».
El pelado Ciro Bustos fue acusado de proporcionar al ejército boliviano y a la CIA informaciones valiosas que les posibilitaron localizar y liquidar a las fuerzas del Che Guevara. Fue una campaña bien orquestada y Ciro Bustos fue el chivo expiatorio, Bustos siempre negó tal acusación y guardó silencio por muchos años y cargando con la culpa. Algunos periodistas como el mexicano Jorge Castañeda Gutman, luego canciller, más conocido por la «enchilada completa» sobre cuestiones migratorias, y el francés Pierre Kalfon, acusaron falsamente a Ciro Bustos de haber hablado demasiado y entregar información que derivó en la caída de Guevara.
Ciro Bustos siempre sostuvo que ni él ni Régis Debray fueron sometidos a tortura porque no era necesario ya que cuando fueron capturados el ejército boliviano conocía perfectamente la existencia del grupo guerrillero (ELN), y de la ubicación de sus campamentos y que al frente del mismo se hallaba el Che Guevara: «No tenía ninguna importancia lo que Debray y yo dijéramos ni en qué momento; ellos ya lo sabían».
Esta versión fue corroborada por los militares bolivianos que intervinieron en los hechos, y afirman que no les hacía falta que los detenidos les confirmaran que el comandante «Ramón» era el Che porque ya lo sabían. El documental «Sacrificio. ¿Quién traicionó al Che Guevara?» producido en Suecia en el año 2001, va en esa misma dirección con entrevistas al general retirado, el boliviano Gary Prado Salmón (autor material del apresamiento del Che) y al exagente de la CIA Félix Rodríguez.
Estas personas afirmaron que no precisaban la información que pudieran haber aportado Ciro Bustos y Régis Debray durante su cautiverio, y que tampoco necesitaron de los famosos dibujos del Che, realizados por Ciro Bustos durante su interrogatorio, para confirmar, que era el propio Che Guevara quien encabezaba el movimiento guerrillero. Pero ese retrato del Che, fue el comienzo de una pesadilla para Ciro Bustos.
Sirvió para que fuera acusado de traidor y se mantuviera esa acusación durante más de 25 años, reproducida en artículos de prensa y en biografías de corte académicos sobre el Che Guevara. Dijo Ciro Bustos, «En realidad, mi imagen de traidor nunca ha sido formulada expresamente». «Ha ido creciendo como van creciendo las cosas en la prensa. Hecha de retazos, de afirmaciones parciales y silencios, conscientes e inconscientes».
«Tras ser liberados, viajamos a Chile. Allí seríamos recibidos por las autoridades chilenas. Pocos meses antes, Allende se había hecho con la presidencia. Fue en esos días cuando comencé a darme cuenta de que mi nombre se había asociado ya a esa nebulosa de rumores e insinuaciones. Apenas recién liberado de la cárcel, comenzaba esa otra condena que caería sobre mi persona, acusado de haber traicionado al Che».
En el 2001, se estrenaría un documental sobre su vida realizado por un par de jóvenes suecos, como ya lo mencionamos antes, titulado, Sacrificio: ¿Quién traicionó al Che Guevara? Los realizadores suecos se acercaron a Régis Debray para preguntarle por su versión de los hechos. Al fin y al cabo, Régis Debray también fue interrogado por los bolivianos y por la CIA, y estuvo en la misma posición que Ciro Bustos para llegar a ser considerado un traidor. En sus memorias, Ciro Bustos critica a Régis Debray por su comportamiento en la cárcel.
«Se comportó como un niño mimado. Uno de sus progenitores, no recuerdo si su padre o su madre, tenía una buena relación con Charles De Gaulle, y Debray contó en todo momento con el apoyo de la embajada francesa en Bolivia. También recibió apoyo de muchos intelectuales europeos y latinoamericanos de la época. Incluso le hicieron llegar sus libros. Su relación conmigo y con el otro guerrillero detenido fue pésima. Pero quiero dejar claro que no le acuso de haber delatado al Che. Ni él ni yo dijimos a los interrogadores nada que no supieran. De hecho, ninguno de los dos sabíamos, por ejemplo, dónde estaban situados los principales campamentos base de la guerrilla», comenta Bustos.
Sin embargo, hay otras opiniones que dirigen su acusación contra el francés Régis Debray, de quien afirman que estaba tan aterrado durante los interrogatorios que no era necesario torturarlo para que contase todo lo que sabía. El 31 de agosto de 1996, en un viaje a Buenos Aires, Aleida Guevara, la primera hija de Ernesto Che Guevara, hace recaer en el periodista francés Régis Debray toda la culpa sobre la captura del líder guerrillero, llegando a afirmar en 1996 queː «Todo indica que, al caer preso, Debray habló más de la cuenta».
Cuando dos periodistas suecos entrevistaron a Ciro Bustos en Suecia, estos dedujeron que el delator no había sido Ciro Bustos sino Régis Debray. Muchos piensan que en los últimos años Régis Debray pasó de ser un progresista revolucionario a un místico reaccionario. El escritor argentino Tomás Eloy Martínez, publicó en aquel momento, una nota en defensa de Ciro Bustos. Sin embargo, quien salió en defensa de Régis Debray fue «benigno», cuyo nombre real es Daniel Alarcón Ramírez y que acompañó al Che Guevara durante 10 años, desde la Sierra Maestra hasta su muerte en Bolivia.
El cubano Benigno vivía como refugiado político en París, Francia, desde que decidió abandonar el gobierno de Fidel Castro, después de haber trabajado para él durante años. Desde entonces, Benigno se dedicó a escribir sus memorias, desde el tiempo en que era un campesino de Sierra Maestra a coronel del gobierno cubano y al exilio en París. Él fue uno de los tres combatientes, junto a Pombo y Urbano, que logró escapar el fuerte cerco del ejército boliviano, después de muerto el Che, en la Quebrada del Yuro.
Daniel Alarcón Ramírez, «Benigno», sostiene que el Che Guevara fue abandonado a su suerte por el gobierno cubano y delatado por Ciro Bustos, estando preso. En París, Benigno denunció que «Fidel acordó con la Unión Soviética y el Partido Comunista boliviano enviar al Che a morir a la selva de Bolivia. La desaparición del Che fue un alivio para muchos». Está en su libro «Memorias de un soldado cubano».
Ernesto Che Guevara había llegado a Bolivia el 4 de noviembre de 1967. Poco después se encontró con Mario Monje, entonces secretario del Partido Comunista boliviano (PC), que quería ejercer la dirección político-militar, algo que el Che no aceptaría. A fines de 1966 llegó al campamento Tania, una argentina-alemana que había estado en la República Democrática Alemana y permanecía en Bolivia desde hacía dos años por instrucciones del Che Guevara.
Según Benigno, Tania llevó a Régis Debray y a Ciro Roberto Bustos con el Che, un enlace que más tarde se convertiría en delator al caer preso. Las cuevas a las que se refiere Benigno en su texto eran los escondites que usaban los guerrilleros. Benigno desafió a Ciro Bustos para encontrarse a debatir personalmente detalles precisos sobre aquellos hechos que terminaron con la vida del Che. Obviamente que Ciro Bustos no aceptó.
Dos años más tarde, el mismo Benigno iba a ser protagonista de una de esas escenas dignas de un circo, ya exiliado en Francia, Benigno viajó a Miami para encontrarse con Félix Rodríguez, un agente de la CIA de origen cubano que estuvo persiguiendo al Che Guevara. Ambos posaron en una foto para promover la paz entre cubanos. Enemigos de antaño, reconciliados por la vejez y los intereses políticos del momento.
En una entrevista concedida a la CNN en octubre de 2013, Félix Rodríguez afirmó que las posiciones ideológicas del Che y Fidel Castro se habían radicalizado hasta el punto de convertirse en incompatibles. Mientras Fidel Castro y su régimen eran claramente prosoviéticos, Ernesto Che Guevara era partidario de seguir el modelo marxista chino, algo que al régimen cubano no podía tolerar dada su gran dependencia de la Unión Soviética. Rodríguez insinúa a lo largo de la entrevista que Fidel Castro o su régimen tuvieron una participación destacada y crucial en el trágico final de la aventura boliviana del Che Guevara.
Es la misma tesis que mantengo hace décadas sobre el fin del Che Guevara. Félix Rodríguez, según su versión, fue a darle las malas noticias al Che: «Entré a la habitación. Me paré enfrente y le dije: “Comandante lo siento. Yo he tratado”. Se puso blanco como un papel; sin embargo, se recompuso y me dijo: “es mejor así. Yo nunca debí caer preso vivo”».
Sobre el final de la vida del Che Guevara, Félix Rodríguez describe cómo estaba el líder guerrillero al momento de su captura y quién estuvo detrás de su muerte. «Él estaba moralmente destruido (…) Tenemos que estar conscientes de que a él lo mandó a eliminar (Fidel) Castro. El “Che” Guevara era pro-chino y era una cosa que Cuba no podía permitir porque dependía cien por cien de la Unión Soviética».
Esta hipótesis la desarrolla Rodríguez en función de los acontecimientos previos a la llegada del Che a Bolivia. En primera instancia —explica el ex agente— Guevara fue marginado luego de tener una pelea física con el embajador soviético en una recepción en la embajada cubana en El Cairo. Según Félix Rodríguez, varios factores indican que la presencia del Che en Bolivia estuvo llena de obstáculos deliberados.
El transmisor que le mandan estaba roto, adicionalmente, el líder del partido comunista boliviano —que había estado dos meses antes en Cuba— le retiró todo el apoyo al movimiento guerrillero del Che, y, finalmente, retiraron al oficial de inteligencia cubano que viajó a Bolivia para darle apoyo «con el pretexto de que se le había vencido la visa», a pesar de que después se supo que «tenía la ciudadanía boliviana».
Félix Rodríguez concluye: «O sea, realmente lo mandaron para eliminarlo», Félix Rodríguez no comentó en ese entonces las confidencias que le había hecho en 1989 al periodista estadounidense John Weisman, publicadas luego en el libro «Shadow Warrior». Allí, el ex agente de la CIA afirma que luego de la captura de Debray –20 de abril de 1967– el intelectual francés, interrogado por la CIA, dijo lo esencial: «Fue el testimonio de Debray lo que convenció a la CIA de concentrar sus esfuerzos en la captura del revolucionario».
En 1996, el periodista John Lee Anderson escribió una de las biografías de referencia «Che Guevara, A Revolutionary Life» en la cual también desarrolla el argumento de que fueron las palabras de Régis Debray las que sellaron el destino del Che. Uno de los bolivianos que participó en la captura de los guerrilleros, sonriendo, dice:
«A Debray no teníamos necesidad de torturarlo para que hablara. Tenía tanto miedo que cuando le soplábamos los ojos se ponía a llorar. Pero lo que él pudo decir no cambia la historia, no nos servía de mucho. Nosotros ya sabíamos por dónde andaba el Che cuando capturamos a Ciro Bustos y a Régis Debray. La CIA nos había dado un respaldo decisivo».
Los bolivianos aseguran que no les hacía falta ni que Ciro Bustos, ni que Régis Debray les confirmara que el comandante Ramón era el Che. El general Gary Prado Salmón, el hombre que el 9 de octubre de 1967 capturó al Che en La Higuera, contó al diario izquierdista Página/12 de Argentina, las condiciones del arresto, la lástima que le daba tener al Che Guevara cercado desde hacía algunas semanas, observándolo como palomas prisioneras hasta cerrar para siempre el diario de esa aventura.
«Esos últimos días son totalmente surrealistas. Sabían que el ejército se les estaba viniendo encima, nos habían visto, sabían que mi compañía tenía 160 hombres. ¿Y qué hicieron? En vez de dispersarse y decir, bueno, hasta otro día camaradas, dejamos los fusiles, nos compramos un pantalón y una camisa, nos sacamos la barba y sálvese quien pueda, no, siguieron marchando ¿rumbo a qué? ¿Al sacrificio? Había combatientes muy buenos, de mucha experiencia, pero totalmente desubicados dada la realidad del país. Estaban perdidos en una zona donde las características son difíciles, ahí en pie de monte, al comienzo del Chaco, donde no hay ni mucho que comer y donde la gente es muy especial».
El general Gary Prado Salmón narró la forma en que el grupo del Che se dividió en dos –en uno de ellos estaba Debray– y cómo esa división los llevó a la pérdida. Cuando los militares les detuvieron en Camiri, ciudad petrolera del este de Bolivia, temieron inicialmente por sus vidas. Régis Debray ya era un escritor muy conocido que tenía contactos dentro de la elite política francesa, muy pronto obtuvo el apoyo del general De Gaulle, entonces presidente de Francia. Ciro Bustos, en cambio, era un argentino desconocido.
Finalmente fueron juzgados y condenados a 30 años de cárcel, cuatro años después salieron en libertad, ya que fueron amnistiados en 1970 por el presidente Juan José Torres, un militar izquierdista. Ciro Bustos y Régis Debray al ser liberados en Camiri, Bolivia, por Juan José Torres, el general conocido popularmente como «jota, jota», fueron asilados en Chile del marxista Allende.
Años después se supo que fue gracias a una negociación secreta con Francia cuyos compromisos nunca fueron cumplidos por París. En ese entonces los diplomáticos bolivianos destacados en Francia se enteraron de que Debray había sido puesto en libertad leyendo el diario Le Figaro. Sólo al día siguiente les llegó de La Paz un telegrama con la confirmación y el anuncio de que llegaría un agregado militar en misión especial, el general León Kolle Cueto, hermano del ex primer secretario del Partido Comunista de Bolivia.
En los años en que Régis Debray estuvo preso en Bolivia el personal diplomático boliviano era la oveja negra de los círculos diplomáticos, así lo describen: «No nos invitaban ni a un cóctel de beneficencia», recuerda uno de ellos. El general Kolle Cueto fue acreditado debidamente en la cancillería francesa y pidió cita con el ministro de Defensa, Michel Debré. Este jamás lo recibió. Kolle Cueto había sido enviado a París a cobrar la recompensa pactada en la negociación destinada a abrir las puertas de la cárcel a Régis Debray.
El acuerdo era amplio. Francia se había comprometido a entregar lanchas fluviales para la Fuerza Naval boliviana, el equipamiento completo para un batallón de ingenieros, entrenamiento a pilotos de la Fuerza Aérea y un hospital militar. Nunca hubo ni lanchas, ni hospital, ni equipos de ningún tipo. Kolle Cueto refirió el problema de la cita con el ministro a la cancillería francesa y obtuvo una cita con el canciller Maurice Schumann. El canciller lo recibió y cuando el general le reveló el acuerdo, Schumann le dijo: «Es imposible. Francia no negocia esas cosas».
El general León Kolle Cueto se quedó sin el tributo que su país había negociado en medio de circunstancias políticas nacionales muy especiales. Bolivia, en ese entonces estaba gobernada por el general Juan José Torres, un militar del ala izquierda de las fuerzas armadas que había llegado al poder mediante un golpe de Estado y luego fue derrocado por otro golpe lanzado por el general Hugo Banzer Suárez.
Uno de los hombres que estuvo presente en la negociación del acuerdo con los franceses, y que desempeñó un papel preponderante en la posterior liberación de Régis Debray, el ex vicecanciller Fernando Laredo, no recuerda los hechos: «Los franceses no cumplieron, pero eso fue culpa nuestra. Nosotros manejábamos el asunto de la liberación de Debray, pero como el gobierno de Torres no controlaba todo en algún lado se nos fue de la mano. Había otros grupos que también negociaban con los franceses. Francia no nos engañó. Había mucha confusión y demasiados negociadores. Eso fue lo que pasó».
El ex vicecanciller boliviano Fernando Laredo dijo que la liberación, con o sin acuerdo, fue una decisión política del general Torres. «Sabíamos que si nosotros no lo sacábamos otros militares lo iban a liquidar. Para ellos, Debray era un apoyo sustancial de las guerrillas de América latina, lo que no era cierto. Era una cuestión de principio».
La decisión de sacar a Régis Debray de la cárcel la tomó el presidente Juan José Torres en persona. Pero no fue simple. Ciertos sectores castrenses no querían soltar al francés Debray. Para conseguirlo se tuvo que montar una operación al mando del mayor Rubén Sánchez, comandante de los Colorados de Bolivia, el regimiento que es la escolta presidencial, Sánchez era un militar de izquierda y miembro del MNR, por eso lo eligió el presidente izquierdista Torres.
El mayor Rubén Sánchez fue con un comando a Camiri, donde Régis Debray estaba detenido en una división del ejército desde la cual se dirigían las operaciones contra la guerrilla del Che. Sánchez tomó el edificio y liberó a Debray. «El avión ya estaba listo para llevárselo. Cuando el comando entró en Camiri, Debray pensó que venían a matarlo», cuenta Laredo. El avión partió rumbo a Chile. Francia no entregó jamás las piezas del intercambio. Régis Debray nunca pagó sus deudas, sino que se convirtió en el niño mimado de las izquierdas internacionales.
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El enviado de la revista argentina «SEMANA», Miguel Luis Bonasso, guerrillero marxista de Montoneros, luego diputado con el kirchnerismo, junto al fotógrafo Carlos Dulitzky, lo entrevistaron en Chile y obtuvo la siguiente revelación:
«Estuvimos en Chile. No hablamos con Régis Debray porque se mantuvo totalmente alejado de la prensa local y mundial. Pero sí vivimos con Ciro Roberto Bustos los momentos de su encuentro con su familia. Estuvimos varias horas con ellos. Asistimos sin pensarlo a la vida cotidiana del célebre guerrillero que fuera lugarteniente de Ernesto Guevara. Se produjo mientras almorzábamos, un suceso totalmente insólito que nos tocaba muy de cerca. Bustos habló y habló explicando los entretelones de los interrogatorios a que fuera sometido. Se explayó largamente sobre los motivos por los que realizó los célebres dibujos en los que se veía al Che y a otros guerrilleros. […]
Cuando llegamos a Santiago los liberados estaban en Iquique, una población del norte de Chile adonde habían sido llevados desde Bolivia. Allí solamente estaba el corresponsal de France Press y un enviado del Canal 7 de Santiago. Allí hubo unas pocas fotos y algunas declaraciones sueltas. Naturalmente el avión bajó en El Bosque, un aeródromo militar, y consecuentemente no hubo ni una foto de la llegada de Debray y Bustos a Santiago de Chile.
Lo grave de la operación despiste empezó con la reclusión de Regís Debray en una ignota casa de Santiago solamente conocida por un selectísimo grupo de personas. La respuesta gubernamental no se hizo esperar, pero llegó a través de un comunicado del propio Regis Debray. Tomó la forma de una carta al ministro del Interior, José Tohá, en la que Regis agradecía al gobierno «por haber accedido a mi solicitud de residir en Santiago con la mayor discreción posible. He preferido evitar todo movimiento excesivo en torno a mi situación, para descansar y estudiar».
Pensaba si Bustos querría hablar conmigo o no, cuando lo descubrí en el hall del hotel. En ese momento lo estaba reporteando el Canal 7, único medio de prensa del mundo que lo había ubicado hasta ese momento. […]
…Incluso quiero agradecer a los que hicieron el «rescate», porque nuestra liberación fue un verdadero rescate, ya que corríamos peligro de ser asesinados. A los que superando obstáculos y haciéndose eco de las organizaciones obreras y estudiantiles, nos liberaron y nos mandaron para acá.
—¿O sea el grupo Torres?
—Sí, claro.
En realidad, Bustos había sido depositado allí sin más trámites a su llegada con Debray a la capital chilena.
—¿Te vas a quedar en Santiago? —le pregunté.
—Por ahora no tengo otra alternativa. Después veremos. Pero te diré que me place estar en Chile. En Iquique fue emocionante la actitud de la gente. Todos se acercaban para decirnos lo contentos que estaban por nuestra liberación. Todos; mirá, tanto el alcalde y el intendente, un empleado de la telefónica y toda la gente del pueblo que se acercó solidaria. […]
—¿Cómo se encadenaron las cosas para que llegaras a desembocar en la guerrilla boliviana? Bustos pasó entonces revista a sus años como agitador, a su experiencia cubana, a su primer encuentro con el Che allá por 1961, a su participación en la guerrilla salteña hasta…
—Hasta que un día el Che me ordenó ir a Ñancahuazú a unirme a su guerrilla boliviana. Y digo me ordenó porque él era mi jefe. […]
La charla sobre Guevara fue extensa y Ciro reveló:
—Están equivocados los que creen que su objetivo era Bolivia, su objetivo era la Argentina. Es más: en una entrevista secreta a la cual me convocó especialmente me reveló que el objetivo estratégico era la toma del poder político en la Argentina. […]
Y ahí llegamos al punto álgido de la charla. Después de varios rodeos le pregunté:
—¿Vos leíste lo que dice de vos Oriana Fallaci en el reportaje a la mujer de Regis Debray?
El negó con la cabeza.
—Lo publicó en la Argentina nuestra revista. ¿Querés verlo. Tengo aquí el ejemplar.
Asintió y yo saqué la revista que llevaba en mi portafolios con esa finalidad. Le marqué el párrafo donde dice: «El único que habló fue Ciro Bustos que, atemorizado por la amenaza de muerte contra su mujer y sus hijos, el 23 de abril dibujó el retrato de doce guerrilleros entre los que se encontraba el Che».
Cuando terminó de leerlo levantó la vista y me dijo:
—Es totalmente falso lo que dice Oriana Fallaci ahí. De cabo a rabo y debe haberse inspirado en el libro que escribieron dos bolivianos con materiales suministrados por la CIA. Mirá si querés que te cuente prestá mucha atención porque explicar esto es muy importante para mí. Después de casi tres meses de estar detenido e incomunicado yo aparecí, ante los ojos de los demás, como un simple engañado. Un inocente que estaba totalmente desinteresado de la guerrilla. Que era complemente falso. Ahora bien, es cierto que debí asumir ese papel ingrato y falso que lastimaba a mi orgullo por dos razones esenciales: primero, para preservar a todos mis contactos en la acción clandestina de mi país.
Y también para poder romper la incomunicación y lograr enviar un mensaje que era fundamental para la suerte de la guerrilla. Cuando advierto que me interroga un funcionario de la CIA y no un policía boliviano decido ganar tiempo a toda costa. Recuerdo lo aprendido durante mi preparación: que ellos tienen medios sutiles cuando quieren arrancar las cosas. Métodos que a veces no son la tortura física. Que pueden estar en una inocente taza de café o en una inyección que no se puede evitar. Así, trato de convencerlos a toda costa que yo no tengo ninguna importancia en ese proceso, que no comparto las ideas de los guerrilleros; trato de que piensen que no hay necesidad de utilizar esos medios sutiles conmigo.
—¿De qué manera?
—Bueno, desde el 22 de abril hasta mediados de mayo trato de que crean que soy el dueño auténtico del pasaporte que llevaba. Juré que vine a Bolivia invitado como periodista para participar en una reunión de izquierda que iba a hacerse en La Paz. Que luego esa reunión se hizo en un campamento guerrillero de Ñancahuazú. Juro que yo protesté por eso pero que una vez allí, pese a mi protesta la cosas se desencadenaron de tal manera que aparecí implicado.
Dije, claro, que desconocía la estructura de esa organización porque había entrado y salido de noche. Que no había visto al Che. Qué no había visto cubanos. Que el jefe era uno llamado Inti (cosa que el Che me había dicho que debía decir llegado el momento), que había oído hablar de un tal Ramón, que los guerrilleros serían 80 o 100 (o sea un dato falso) y de varios seudónimos de guerra, que para eso son seudónimos precisamente.
—¿Y esa historia fue creída?
—Me aferré a ella y hasta llegué a reclamar con ingenuidad un abogado argentino. Siempre en el afán de ganar tiempo y lograr que me levantaran la incomunicación. Es por eso que termino haciendo los dibujos que tantas críticas me han valido.
—¿Cómo ocurre eso, concretamente?
—A mediados de mayo la CIA, el ministerio de Gobierno y la II Sección del Ejército demuestran que yo no soy el que dice el pasaporte, que Ramón es el Che Guevara. Que hay en la guerrilla 17 cubanos. E infinidad de detalles más, reveladores de todo lo que saben, como la destitución de Marcos y otros que figuran en el diario de Braulio que encontraron en el campamento.
Además, no te olvides que se había producido la involuntaria confesión del «Loro» Vázquez, el guerrillero que estaba herido y al que Eduardo González de la CIA le montó toda una «mise en scene» para que creyera que un periodista enviado por Castro quería saber noticias del Che. Noticias que le dio a ese falso periodista. Además, a mí me hicieron escuchar la cinta en donde Debray, ante la evidencia de lo del «Loro», también admitía que había venido a hacerle un reportaje al Che y que lo había conseguido.
Así que la presencia del Che ya era innegable. Así pues, les digo «Empecemos de nuevo». Doy entonces mi nombre verdadero, mi verdadera dirección. Reconozco que mi verdadera profesión no es periodista, sino pintor…
—Y ¿cómo justificás tu presencia en la guerrilla?
—Bueno, ahí cambió la cosa. Pero sigo negando mi vinculación con la guerrilla. Por eso invento un personaje ficticio: Isaac Rutman. Él me ha dado el pasaporte, él me invitó a viajar a Bolivia para, participar en una reunión de izquierda y hasta me dio el dinero para viajar. Él me puso en vinculación con la mujer enviada por la guerrilla para invitar gente. Y yo al venir he sido engañado y me he encontrado con que la reunión no es en La Paz sino en el interior y finalmente me encuentro llevado al seno de un grupo armado.
Digo que Rutman me ha elegido porque creyó que yo había estado vinculado con la experiencia guerrillera en Argentina de los años 63 y 64, pero «aclaro» que mi única relación verdadera era con un comité de solidaridad y finanzas para defensa de los presos políticos. Claro que todo esto no lo digo de entrada, sino que me lo voy haciendo «arrancar» de a poco.
—¿Y esta nueva versión es creída?
—Hay dudas, claro. Me llevan a la granja «Rinconcito» donde también me interroga un funcionario argentino de Coordinación Federal. Él me dice que en el país hay solamente dos Isaac Rutman y que ninguno es el hombre que yo digo. Yo me planto en mi nueva versión y de ahí no me arrancan. Por su parte Gabriel García, de la CIA (que había venido en reemplazo de González), insiste en Andrés, otro personaje imaginario que habíamos creado con Régis Debray para cubrir sus pasos en La Paz anteriores a la guerrilla.
Ambos investigadores dudan del nuevo «paquete» y dudan de mi profesión de pintor y es ahí donde me piden que lo demuestre dibujando al Che. Al comienzo me niego (siguiendo la comedia) pero en mi fuero íntimo veo que es una excelente oportunidad para llegar a convencerlos de la existencia real de Andrés y Rutman como enlaces claves. También veo que no debo apresurarme con esto; que debo esperar que ellos me exijan estos dibujos y seguir ganándome su confianza. Dibujo pues al Che cuya presencia en Bolivia ya era conocida y él mismo me había autorizado a revelarla si me daban evidencias y dibujo a otros guerrilleros que me consta han sido vistos por oficiales y soldados que la guerrilla ha tomado prisioneros. Esa gente está identificada y por unos dibujos con parecido más aparente que real no van a capturarlos. Además, no tienen nada que ver con los combatientes cubanos cuyas fichas la CIA presentó incluidos los que estaban con el Che, que figuraban afeitados, con pelo corto, con su peso normal y su traje. La identificación vino luego en agosto cuando encontraron las cuevas repletas de documentos de identificación y miles de fotografías. Como yo había supuesto estos dibujos los alentaron a tratar de obtener los rostros de Andrés e Isaac Rutman. Respecto del físico de Andrés ya nos habíamos puesto de acuerdo con Debray; en cuanto a Rutman le imaginé los rasgos de un viejo amigo que no veía hace muchísimos años. Un muchacho judío que trabajaba como marinero… […]
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Ciro Bustos cuenta que en 1958 escuchó un programa radiofónico que cambiaría su vida. El periodista argentino Jorge Masetti había conseguido reunirse en Sierra Maestra con guerrilleros que estaban luchando contra el régimen del dictador cubano Fulgencio Batista. Ciro Bustos quería viajar a Cuba, los preparativos le llevaron bastantes meses. Bustos no militaba en el Partido Comunista argentino. Sin embargo, intentó conseguir una carta de recomendación del Partido a través del padre de un compañero de escuela. No se la dieron.
Según Ciro Bustos, entonces el Partido no veía con buenos ojos la lucha armada que estaban llevando a cabo los insurgentes cubanos. Los consideraban una especie de aventureros exaltados. Su desembarco en la isla no se produciría hasta 1961, con menos de doscientos dólares en el bolsillo y sin contactos. Bustos fue enviado a Holguín para hacerse cargo de un taller de cerámica. «A mí, sin una cualificación concreta, me emplearon como una especie de Mandrake, alguien que podía resolver cosas. Me plantearon construir un horno de cerámica. Yo me propuse construir uno y lo logré tras varios intentos».
Los fines de semana viajaba desde Holguín hasta Santiago para impartir en la Universidad unos cursos de apreciación del arte, una especie de seminarios en los que repasaba la Historia del Arte. A la salida de una de aquellas clases le estaba esperando Granados, el amigo argentino del Che. Fue a través de Granados que Bustos entraría en contacto con el Che. El resto de la historia la conocemos.
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Ciro Bustos vivió en Chile la experiencia de la Unidad Popular del gobierno de Salvador Allende, hasta el golpe de 1973. De regreso en la Argentina, continuó viviendo de forma clandestina en la provincia de Mendoza, Ciro Bustos fue amenazado de muerte por la Triple A, en tiempos del peronismo y, con la llegada del gobierno militar, en 1976 solicitó y le fue concedido el asilo político en Suecia.
Unos años antes, tras el golpe militar en Chile, el gobierno sueco había concedido asilo político a muchos chilenos. A través de una vieja amistad consiguió hacer llegar a las autoridades suecas aquella carta enviada por la Triple A, junto con su solicitud para obtener asilo político en el país nórdico. «Fue increíble, a las 24 horas ya me habían autorizado la visa familiar» comentó Bustos.
«Algunos de mis amigos habían pasado a la clandestinidad», dice Bustos. «También nosotros —mi mujer, mis dos hijas y yo— lo intentamos. Cambiamos varias veces de casa y procuramos pasar inadvertidos, pero resultaba imposible. Mi nombre era demasiado conocido por las fuerzas de seguridad». Los cambios de casa —varios domicilios en la extensa provincia argentina— no evitaron que sufrieran hasta tres allanamientos nocturnos llevados a cabo por la policía.
Bustos recuerda lo aparatosos que eran aquellos allanamientos: el registro de la casa, los gritos, la incertidumbre de no saber si le detendrían. En varias ocasiones, pidió a las organizaciones de izquierdas en las que militaban sus amigos que le concedieran una casa segura, pero había demasiada gente que necesitaba esconderse y no tuvo suerte. Además, él no era un militante, sólo un compañero de viaje.
Es decir, «compañero de viaje» era equivalente a «idiotas útiles», pero el pelado Bustos no era un compañero de viaje, era un guerrillero marxista, de inocente nada, todo lo que le tocó vivir fue su responsabilidad y los argentinos de bien no le deben nada a Ciro Bustos, ni a sus delirios izquierdistas. A millones de personas que trabajaban honestamente y no pretendían arrastrar al país al marxismo internacional, es decir, al fracaso, no les sucedió nada, salvo mínimas excepciones. Los padres de mis amigos trabajaban sin ningún problema, salvo está las bombas que colocaban tipos como Ciro Bustos.
Pero todavía quedaba pendiente el tema de la salida del país:
«Las autoridades consulares suecas me propusieron celebrar una entrevista en la embajada sueca en Buenos Aires situada, si no recuerdo mal, entre las calles Corrientes y Florida. Yo me negué a que se celebrara en la embajada porque los servicios de seguridad argentinos la tenían fuertemente vigilada. Se terminó celebrando en el apartamento de un periodista sueco. Tras la llegada de la carta, nosotros habíamos tenido que abandonar San Rafael, en Mendoza, mi provincia natal, y nos habíamos instalado en un apartamento de Buenos Aires que nos prestó una amiga. En un primer momento, los suecos nos ofrecieron la posibilidad de salir toda la familia al mismo tiempo, pero me negué. Existían muchas probabilidades de que tuviera problemas en la frontera y mi familia se vería implicada si me detenían con ellos. Así que decidí salir del país solo y por carretera. Fue un viaje terrible, 55 horas de autobús hasta Río de Janeiro. Recuerdo que atravesé la frontera con Brasil de noche, lo que me ayudó mucho. A esas horas, los milicos no se molestaron demasiado en comprobar los documentos de los viajeros. Tuve suerte, mis credenciales eran bastante precarias. Viajaba con un papel firmado por el consulado sueco, un simple papel con un sello. Mi documento de identidad argentino ya estaba vencido y, por razones obvias, no podía renovarlo. Unos días más tarde volé desde Río de Janeiro hasta Estocolmo».
Ciro Bustos, falleció a los 84 años a raíz de un ataque cardiaco.
17 de enero de 2024.