

Cuaderno de Eutaxia — 13
GUERRILLA DEL EJÉRCITO LIBERTADOR (GEL)
La «Guerrilla del Ejército Libertador» fue un grupo armado argentino formado en 1959, pero ignorado por muchos, su historia es poco conocida, sin embargo, fue el referente para otros grupos en el futuro, sus acciones armadas se centraron en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. En su haber se suman más de 30 operaciones de tipo militar entre 1969 y 1971, de carácter financiero o logístico. El grupo tuvo una efímera existencia, pero muchos de sus militantes fueron a engrosar otras organizaciones guerrilleras.
La Guerrilla del Ejército Libertador es quizás, como ocurre con otros grupos, un «eslabón perdido» entre la primera etapa de la guerrilla en Argentina, que se inicia en 1959 (caída de Perón), y el surgimiento de organizaciones político-militares un poco más duraderas, proceso que se va a generalizar a partir de 1970. La línea política del GEL estará asociada fuertemente a la coyuntura, ya que dependía de los años de incertidumbre que van de la presidencia de Arturo Frondizi al comienzo de la caída de la llamada «Revolución Argentina».
En ese contexto, donde la proscripción del peronismo permitía la aparición de nuevas corrientes políticas, parecía que era posible, o al menos estos pensaban, unir a varios militantes haciendo la vista gorda de sus identidades e historias políticas previas. En esos intentos de conformar un gran frente integrado por núcleos de militantes procedentes de diversas extracciones políticas, la experiencia del GEL, constituye un jalón en la estructuración de nuevos modos de acción revolucionaria.
No obstante, la apertura manifiesta del GEL, cuando la crisis del régimen militar comenzó a agravarse, la situación política volvió a dividir aguas entre la izquierda marxista y el izquierdismo peronista fascista. Es entonces que parece cumplirse la afirmación de Jorge Pérez, cuando sostenía:
«Además, una de las cuestiones que tenemos que reflexionar es por qué las organizaciones en la Argentina se extinguen para siempre. El ERP, Montoneros, Poder Obrero, etc., desaparecieron. Con la llegada de esta democracia formal, aparecieron otras expresiones populares no armadas, como el Movimiento al Socialismo (MAS) o el Partido Intransigente (PI), y también desaparecieron. Digamos que, en la Argentina, un reflejo de la inmadurez es que las organizaciones sólo duran una etapa. Si cambia la etapa abruptamente, chau, desaparece la organización».
La GEL quería crear una base social y esperaba en que se diera una unidad contra el gobierno por medio de la lucha armada. Entre 1969 y 1971, se conocen que hubo intentos de establecer debates y tratar de establecer una unidad de acción con otras organizaciones como el Dele-Dele, el llamado Grupo La Plata (Torres Molina) y las Fuerzas Armadas de Liberación.
El GEL surge en 1968 de la fusión de diferentes grupos, como el marxista Movimiento de Izquierda Revolucionaria Argentina (MIRA), el nombrado peronista Dele-Dele y la guevarista Brigada Masetti, proveniente de la frustrada experiencia del Ejército guerrillero del Pueblo (EGP) en la provincia de Salta.
El grupo sufría una crisis interna, y al entrar en los 70’s comenzó a fragmentarse y algunas facciones quisieron salir de la clandestinidad, sosteniendo lo siguiente: «Durante el período de discusión interna, la Dirección no pierde ninguna de las atribuciones que le son propias para conducir la marcha orgánica, política y militar de la Organización. Actualmente y hasta tanto la discusión política se resuelva, sigue en pie la línea política trazada por el GEL en su documento político».
En el GEL no había disciplina, el enfrentamiento era permanente entre los militantes más veteranos con los más novatos y con ideas más radicales, la ruptura de la cadena de mandos era evidente. Se discutían temas como el machismo, las relaciones entre miembros del grupo e igualdad de oportunidades. Es en este contexto donde trataremos de ubicar a la «Guerrilla del Ejército Libertador» (GEL).
Un comunicado decía:
«Todos estos errores que pueden llegar a tener consecuencias gravísimas para nuestro funcionamiento de no ser superados en forma inmediata debemos asumirlos desde ya y encarar nuestro trabajo con absoluta responsabilidad revolucionaria. El relajamiento de los mecanismos internos nos involucra a todos. Es mayor la responsabilidad que cabe a los compañeros que desempeñan los niveles directivos (es decir, los compañeros de dirección y los responsables de célula)».
La Columna La Plata: de la crisis del MIRA a «Los Ramones»
El origen de la «Columna La Plata», nombre que utilizamos sólo para identificar a un grupo innominado como tantos otros que pululaban en la militancia revolucionaria, se remonta a una época en que sus futuros integrantes participaban del «Movimiento de Izquierda Revolucionario Argentino» (MIRA), organización que a su vez había surgido luego de uno de los constantes desprendimientos que sufrió el MIR-Praxis de Silvio Frondizi.
La nueva organización surgía, según sus inspiradores, como una contrapropuesta al teoricismo de la organización madre y su falta de estrategias concretas para el presente, además, conservará parte de la sigla impuesta por Frondizi, pero le agregará una clara identificación con el proceso nacional, un inequívoco síntoma de ciertas diferencias surgidas en el seno del MIR-Praxis. Por entonces, corrían los primeros años de la década del sesenta, el MIRA se había estructurado como una organización de vanguardia estrechamente relacionada con la antigua fracción sindical de «Palabra Obrera», la que pasaría a formar parte de la organización.
MIRA sumará entre sus principales dirigentes a militantes provenientes de distintas tradiciones políticas, entre los que se destacaban Ramón Torres Molina, Horacio Casco, Domingo Arrans y Jorge Michelón que se acercará la MIRA en 1964 desde el colectivo Reagrupar. Se definían por el socialismo, defendían la revolución cubana, pretendían construir el partido revolucionario en conjunto con la izquierda y el peronismo radicalizado. Desarrollaron un intenso trabajo en los barrios y fábricas de la zona Sur, buscando la formación de «una tendencia sindical que desarrolle una tendencia proletaria en los sindicatos». Declaración del Comité Ejecutivo del MIRA, 25 de abril de 1964.
Los del MIRA se dedicaban a publicar documentos y boletines internos de contenido nacional e internacional. En 1964 editaran como MIRA-Reagrupar el folleto: «Por un Frente Revolucionario Antiimperialista» y que como subtítulo llevaba el problema que se les planteaba a todos los grupos guerrilleros de los sesenta, «La izquierda revolucionaria y la vuelta de Perón». El MIRA-Reagrupar no quiere resignar a la construcción del Partido para la revolución, pero señalará una particularidad que las van a alejan de otras organizaciones de vanguardia y la acercaba a ciertas tesis guevaristas:
«si la Revolución comienza sin el Partido, la construcción del Partido debe darse dentro de la Revolución y no fuera de ella …Así se hizo la Revolución en Cuba y en Argelia, así se hace en el Congo, fundiendo en una sola tarea la construcción del Partido con la realización de la Revolución».
También sostienen una posición característica del guevarismo frente a los grupos peronistas «que pretenden ser revolucionarias», y «…marchamos contra ellas mientras con sus hechos respondan consciente o inconscientemente a los enemigos de la clase obrera, y marchamos con ellas mientras con sus hechos los combatan, cualquiera sea –también en este caso– el grado de conciencia con que encaren ese combate».
Muy pronto el sector más influenciado por la Revolución cubana, impulsará la creación de un comité especial para estudiar la cuestión militar. Del Comité Militar del MIRA participarán, entre otros, Ramon Torres Molina, Carlos Flaskamp y Alberto Frutos, conocido en la militancia como el «ingeniero Sanguineti», quienes se abocaron a estudiar la posibilidad de desarrollar la lucha armada en el país.
Hacia 1965, la crisis estallará en el II Congreso del MIRA, donde el Comité militar presentará su postura, que será rechazada por el resto del grupo. Tras la disolución del MIRA algunos militantes emigraron hacia el Partido del Trabajo (PT), que era una fracción del «Partido Socialista Argentino de Vanguardia» (PSAV), de tendencia maoísta, y otros quedarán en solitario fuera de las estructuras. Los miembros del Comité también se separaron, pero volverán a reunirse en el GEL.
En ese entonces, adoptaron la identidad peronista y se sumaran a la «Federación Universitaria de la Revolución Nacional» (FURN) en la ciudad de La Plata, agrupación que contaba entre ellos a la «Tana» Galetti. En lo inmediato se esforzarán por tener una adecuada estructura logística, dedicándose especialmente a la acumulación de militantes, dinero y armas. En cuanto a la estrategia militar propiamente dicha, no abandonarán la perspectiva de un foco rural –de hecho, viajarán a Resistencia, capital de la provincia del Chaco ante la posibilidad de armar algún frente en la zona.
Pero el establecimiento de una guerrilla en el campo aún era considerado por ellos como un proyecto a futuro. Ramón Torres Molina precisaba su concepción sobre la lucha guerrillera y señalaba entonces:
«La teoría del foco guerrillero es una concepción política y estratégica que no tiene nada que ver con una determinada zona geográfica de operaciones. Considerada desde el punto de vista político es la respuesta a la evolución de las luchas populares de América Latina donde las condiciones para la lucha armada se crearon sin la existencia de vanguardias organizadas, estableciéndose un desnivel entre esas condiciones políticas y los núcleos revolucionarios que hubieran podido transformarse en vanguardias armadas a partir de un desarrollo político. El foco guerrillero resuelve ese desnivel al aplicar como método de lucha el único que resulta efectivo de acuerdo a las condiciones políticas de la mayor parte de los países de América Latina. La guerrilla, por lo tanto, de acuerdo a la concepción foquista, no es la expresión de un partido revolucionario que ya existe; es el brazo armado del pueblo para la toma del poder que se apoya en las luchas políticas anteriores de los movimientos nacionalistas de liberación. Desde el punto de vista estratégico, la concepción Foquista se fija como objetivo la conquista del poder mediante la derrota militar del enemigo, destacando la importancia de las guerrillas rurales en la tarea deformación del ejército revolucionario».
En marzo de 1967 les llegaría la invitación de Marcelo Verd y Tania, la posterior guerrillera de la columna del Che, los contactaron para invitarlos a sumarse al Che Guevara en Bolivia. Cuatro militantes viajaron a Cuba para recibir entrenamiento, entre ellos Ramón Torres Molina y Samuel «Sammy» Slutzky, quien más tarde participaría de la experiencia fallida de las FAP en Taco Ralo.
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Marcelo Aburneo Verd, alcanzaría notoriedad cuando el 2 de julio de 1971, junto a su pareja Sara Eugenia Palacios, fueron desaparecidos durante la denominada Revolución Argentina, del presidente militar Alejandro Agustín Lanusse. Se habían casado en 1962, viajaron a Francia con una beca junto a sus dos hijas, en Francia tomaron contacto con los protagonistas del Mayo francés. En 1969 regresan al país y se unen a la guerrilla marxista leninista, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y participan en acciones guerrilleras, en lo político y en lo militar.
Ambos participaron en el copamiento de la ciudad de Garín el 30 de julio de 1970, donde las FAR mataron a un policía. A finales de 1970, se separan de las FAR y se radican en San Juan. En noviembre de 1970, la pareja es secuestrada por ocho hombres, presumiblemente militares y policías de civil, que llamaron a la puerta de su casa en Arenales al 900 del barrio Villa del Carril, a las 9 de la mañana del 2 de julio de 1971, desde entonces nadie volvió a tener noticias del matrimonio.
El Ejército los acusaba de participar en el robo de armas de un camión militar, en Pilar, provincia de Buenos Aires, hecho dirigido por el guerrillero Juan Pablo Maestre en el que murió al teniente Mario César Asúa y quedó parapléjico el soldado Hugo Alberto Vaca. Se cree que Verd resistió la tortura el tiempo suficiente para que sus camaradas se pusieran a salvo. En todo caso, su declaración hizo posible que el 7 de julio se intentara el secuestro, en Buenos Aires, de su compañero guerrillero Roberto Quieto. La operación se produjo en medio de la resistencia del negro Quieto y su esposa, que alertaron a un auto policial, que interceptó a los secuestradores: estos se identificaron como policías y no tuvieron más remedio que convertir en legal la detención del militante.
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La muerte del Che y el fracaso en Bolivia desarmará todos los planes y los cuatro deberán regresar al país. El adiestramiento se realizaba en algunas islas del Paraná, siendo el instructor el propio Torres Molina, y con la participación de Carlos Caride, quien se había incorporado al grupo. Posteriormente, tras la formación de las FAP en abril de 1968, Caride se vincularía a esa organización. La instrucción incluía armado y desarmado de armas. En enero de 1968 en Entre Ríos, realizarán un campamento de entrenamiento, con una docena de combatientes.
Tras el contacto con el núcleo de militantes que formarían las FAP, en marzo de 1968 el grupo de platenses que respondían a Ramón Torres Molina, conocidos por algunos como «Los Ramones», realizaron un total de 16 operaciones hasta abril del año siguiente, cuando Ramón Torres Molina será detenido. Unos comandos que tenían en Córdoba participaron en una operación guerrillera, el asalto a un canal de televisión ubicado en el centro de la ciudad.
Las FAP no fueron el único grupo contactado, desde la época de MIRA tenían relación con militantes identificados como el grupo de Cristóbal, ligados a la fallida experiencia del EGP de Masetti, quienes más adelante se constituirán como la Brigada Masetti. También tendrán relaciones con el Frente Argentino de Liberación (FAL) de Juan Carlos Cibelli, el ciego. En su mayor momento llegaron a sumar a unos treinta militantes en La Plata y ocho y diez en Buenos Aires, no firmaban las operaciones solo en una oportunidad, cuando asaltaron al policía de custodia en la embajada de Siria y escribieron el nombre de «Comando Felipe Varela».
Es probable que esta línea «histórica» acordara con otros militantes del grupo de «Cristóbal», quien a su vez tuviera relaciones con Rodolfo Puiggrós y con Juan Carlos Esteban, ambos exponentes de la izquierda nacional. Estas relaciones explicarían, finalmente, que, en actuaciones posteriores, ya como Brigada Masetti, firmaran «Comando Juana Azurduy». No llevaron adelante ninguna militancia en frentes de masas, circunscribiéndose exclusivamente a la práctica militar.
A Resistencia, Chaco, viajarán Carlos Flaskamp y «Sammy» para entrevistarse con un grupo de estudiantes entre los que habría dos personas con intenciones de integrarse a un frente rural, pero finalmente no se concretó más que una promesa de colaboración futura. En cambio, con el MRO del Uruguay –una organización de filiación castrista que aún no se había lanzado a la acción– los contactos prosperaron. En1968 viajarán Oscar Doglio, el «Gordo», y Torres Molina, quienes participarán con aquella organización en diversas operaciones, algunas de ellas de carácter financiero.
En cuanto a su desarrollo, el grupo se mantuvo activo en la ciudad de La Plata, la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, con contactos en Rosario, Córdoba, Resistencia y en el Uruguay, con el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) de Ariel Collazo y los Tupamaros. En Córdoba el grupo contaba con la presencia de Héctor Diaz y Henry Lerner, este último había participado con el EGP y había estado preso en la cárcel.
La relación con los Tupamaros de Uruguay se establecerá a través de José Silva y fue coronada con la llegada del tupamaro «Gringo» López, para militar en la ciudad de La Plata. Además, se estableció un sistema de transporte clandestino por las islas del Río Uruguay, entre Paysandú y Concepción del Uruguay. La represión no tardará en llegarles también a ellos. Mario Rossi Garretano, secretario Político del MRO y ex combatiente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales (FARO) señala:
«La inexperiencia en acciones comandos, más allá de la infraestructura que se disponía, nos obliga a buscar contactos que ya existían con organizaciones guerrilleras argentinas y se decide coordinar con quienes posteriormente conforman las Fuerzas Armadas de Liberación efectuando acciones expropiatorias en común en nuestro país, donde la represión estaba en pañales con respecto a la represión argentina. En los meses de setiembre y octubre de 1968 se realizan tomas de garajes para la recuperación de autos para varias expropiaciones bancarias (11 de setiembre la sucursal de la Unión de Bancos del Uruguay y el 3 de octubre la sucursal Arroyo Seco del Banco Comercial). Todas las acciones comandadas por Ramón Horacio Torres Molina, abogado guevarista, miembro de la dirección de las FAL que vino acompañado de otro militante ‘Oscar’ [Doglio] y con participación en las acciones de dirigentes y militantes del MRO».
La detención de Ramón Torres Molina, en abril de 1969, marcará una alerta de mucha importancia, desde entonces, gran parte del grupo pasará a la mayor clandestinidad.
La frustrada unificación con las FAL
Un sector rupturista del Partido Comunista Revolucionario (PCR), dirigidos por «Tato» Aguirre, establecerá contacto con la FAL originaria y con la columna La Plata. Los miembros de La Plata seguirán girando en torno al antiperonismo de la FAL originaria y además temían que la fusión con dos grupos de izquierda los desequilibraría en esa dirección impidiendo acercarse a los grupos peronistas. Sin embargo, el proceso de fusión continuó desde la dirección de la columna La Plata y del grupo de Cristóbal con quienes operaban en forma conjunta.
Pronto quedará conformada una dirección colegiada entre los representantes de aquellos, el FAL originario y el sector devenido del PCR. Como hasta entonces el único grupo con nombre eran las FAL, se adoptó la sigla con una pequeña variación y la nueva organización pasará a llamarse Fuerzas Argentinas de Liberación, en lugar de Fuerzas Armadas de Liberación, con esto se daba a la FAL una clara orientación nacional. La nueva dirección reunirá a dos miembros de cada sector. La cuestión del peronismo quedara sin resolverse por el momento.
La columna La Plata sostenía sus análisis sobre el peronismo como un factor de desarrollo de la conciencia política de las masas, y el sector de «Tato» Aguirre con una posición exactamente contraria. Las diferencias no tardarán en estallar, de hecho, la columna La Plata, más allá de lo que habían acordado sus dirigentes, decidirá no aceptarla fusión. El «Informe y Propuesta a los militantes», firmado por «Pablo» (Carlos Flaskamp) el 13 de agosto de 1970, señalaba las diferencias y los motivos por los que el sector platense resignará la fusión.
El informe decía: «A medida que llevamos a la práctica la fusión con FAL, ella se vino revelando como un obstáculo para nuestro trabajo revolucionario, en lugar de facilitarlo. Para constituir una única organización con los compañeros de FAL, frente a los cuales estamos en minoría, nos vemos obligados a renunciar a posiciones políticas que son las nuestras, pero que esos compañeros no comparten. A la vez, nos tenemos que hacer cargo de problemas y dificultades que son propios del desarrollo ideológico de FAL y no del nuestro, y que entonces nos obligan a empeñarnos en una lucha ideológica interna para tratar de superarlos».
El informe planteaba una diferencia sustancial: la columna La Plata partía de asumir las experiencias históricas de lucha del pueblo argentino, dimensionando en primer término las del peronismo que, en su evaluación, también debían ser superadas. Las FAL, en cambio, basaban su construcción en los enunciados universales del marxismo-leninismo, para luego aplicarlas a la realidad nacional.
«En esa aplicación, el peronismo era observado como una experiencia negativa, incluyendo hasta la negación de la existencia de una corriente revolucionaria surgida de su seno, mucho después de haber comenzado a operar las FAP y a varios años de transcurrida la experiencia heroica de la ‘Resistencia’, que dejó un saldo de militantes muertos y encarcelados en gran cantidad por su sacrificada lucha contra el régimen».
Un plenario del sector puso en evidencia diferencias con el grupo de «Cristóbal», que sí apoyaban la fusión. La cuestión quedará saldada con una divisoria de aguas categórica: el grupo de «Cristóbal» se unirá a las FAL y comenzarán a operar como Brigada Masetti. La columna La Plata, junto a un pequeño núcleo de militantes de Buenos Aires, en cambio, se separará definitivamente. Para la columna La Plata se abrirá una nueva instancia con una organización ya desaparecida: el Dele-Dele.
El Dele-Dele
El «Dele-Dele» era un grupo conocido dentro del peronismo que escasamente había sobrevivido a la debacle posterior de 1955. Entre sus filas había militantes como Ricardo Gil Soria, quien había desarrollado su acción en la ciudad de La Plata. El curioso nombre del grupo tenía su origen en una anécdota que tuvo a Perón como protagonista. Según parece, durante su segundo mandato, Perón había ayudado a un piloto a estacionar en el hangar a un avión, agitando sus manos hacia él mientras gritaba «dele, dele». Parece que la anécdota derivó en una conclusión definitiva: Perón era capaz de conducir a buen recaudo lo que se le ocurriera, y «Dele-Dele» quedó como un símbolo de dicha capacidad.
La estupidez de los peronistas no tiene límites. Continuemos con la historia. Con los años, unos jóvenes tomaron prestada la anécdota y el nombre sólo para identificarse con aquella conclusión. A mediados de los años sesenta el grupito estaba integrado por militantes provenientes de distintas tradiciones políticas, entre ellos algunos de la izquierda, pero sus dirigentes principales eran dos peronistas confesos de dilatada actuación en la Resistencia y en la conformación de la Juventud Peronista en La Plata: Haroldo Logiurato y Diego Miranda.
El primero, dirigente de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), había sido secretario político de la Juventud Peronista (JP) platense, el segundo, por su parte, uno de los fundadores de la misma agrupación. Ambos, a su vez, estuvieron en la cárcel durante la aplicación del Plan Conintes, y sumaban a su historial sendas fugas que les habían otorgado cierta mística entre sus compañeros.
Diego Miranda y Logiurato desarrollaron sus actividades especialmente en La Plata, constituyendo un grupo de casi exclusiva dimensión local. No obstante, se habían ligado a John W. Cooke, relación que más allá de las coincidencias e identificaciones, también sumó ciertas diferencias políticas, sobre todo en lo concerniente a poner de pie una organización capaz de llevar adelante lo que el «Bebe» Cooke no dejaba de promover desde lo teórico.
Hacia fines de la década de 1960, el pequeño grupo de Logiurato y Miranda hizo suya la propuesta de lucha armada, aunque renunciando momentáneamente a una identificación abierta con el peronismo y con el socialismo. Por el contrario, sostenían una amplitud de miras, con la intención de sumar la mayor cantidad de voluntades bajo una propuesta radical de rebelión armada. Por otra parte, apunta Flaskamp:
«Ellos no estaban de acuerdo en ese momento de anunciar la definición peronista porque temían que por esa vía podíamos quedar atrapados en los manejos tácticos de Perón. Tenían mucha experiencia y sabían que Perón jugaba a veces una carta y a veces otra. También pensaban que era muy difícil de mantener la independencia política peronista si uno se asume como peronista. Ellos habían asumido el peronismo, en especial la Resistencia y su historia, pero señalaban que lo primordial era actuar contra la dictadura. Por eso eran contrarios al etiquetamiento de los que se planteaban la liberación nacional y social. También estaban por el socialismo».
El grupo atesoraba una importante experiencia originada en la Resistencia Peronista, y en la nueva etapa las nuevas actuaciones no pasaban de la recuperación de armas de puño. De hecho, según confesó Logiurato a Flaskamp, la primera acción que realizaron fue asaltar un hotel alojamiento con dos armas: «El armamento de que disponían era una diminuta pistola 22 de dos tiros y un enorme revólver calibre 44 sin balas, ya que la munición para esa arma era inconseguible en el país. El plan operativo consistía en amenazar con el trabuco para la reducción y, en caso de producirse dificultades, emplear la pistolita para hacer fuego cubriendo la retirada. La operación se consumó exitosamente, sin que fuera necesario recurrir a los disparos».
Por lo menos hasta mediados de 1968, el Dele-Dele aún participaba con asiduidad en los repetidos intentos por consolidar un frente de agrupaciones de la izquierda peronista. En agosto de ese año se realizó el plenario del Peronismo Revolucionario, que contaba entre sus filas a dirigentes como Bernardo Alberte, Gustavo Rearte y Alicia Eguren (pareja de Cooke), entre otros. Es significativo recordar esta reunión, no sólo por la presencia de Haroldo Logiurato, Ricardo Gil Soria y Tomás Saraví como representantes del Dele-Dele, sino por la posición que sostuvieron.
Mientras Rearte se preocupaba de señalar en el documento de convocatoria que «Debe rechazarse toda ilusión idealista de contar con las masas como acto reflejo por la sola presencia de un grupo armado», en las sesiones del plenario Logiurato sostuvo que debían considerarse un «Peronismo en guerra». El término desató un debate que se saldó con la creación de un sello algo más genérico, la Tendencia Revolucionaria del Peronismo. Quizás como una manera de subrayar la vocación por la lucha armada como principal pivote de la revolución social, el Dele-Dele se apartó del peronismo revolucionario y comenzó a ligarse con grupos proto-guerrilleros sin detenerse a estudiar su origen político o sus convicciones ideológicas.
El frente Grupo La Plata y Dele-Dele
Hacia 1970, la columna La Plata estrechará relaciones con el Dele-Dele. Por entonces, señala Carlos Flaskamp: «Ellos habían girado hacia una posición política muy similar a la nuestra, que era la de promover la lucha armada sin una definición peronista ni socialista clara, sino tratando de abarcar a todos. Al principio nos limitábamos a reuniones con dos de ellos y dos de nosotros y estudiábamos lo que uno y otros proponíamos. Y fuimos avanzando. Eran más o menos como nosotros, unos 30 militantes organizados en una estructura celular. Nosotros con ellos charlamos bastante» […] «cuando tuvimos problemas con el FAL le estuvimos contando, y si bien ellos se alejaban un poco de nosotros por esa relación, siguieron planteando la idea de unidad y trabajar juntos. Cuando les informamos que la relación con la FAL había terminado, se embalaron y acercaron y poco después empezamos a hablar de ir unificando a todos los grupos armados, empezando con los que estábamos más cerca. Pero también pensábamos en la FAL y en las FAP, entre otros grupos».
El contacto entre ambos grupos pudo ser obra de Ferre o de la «Tana» Galetti. De a poco las reuniones se multiplicarían, participando de ellas Galetti, Flaskamp y Rolo Diez, por la columna La Plata, y Logiurato y Miranda por el Dele-Dele:
«En las conversaciones fuimos unificando criterios de cómo actuar, como organizarnos y a la vez elaborando algunos conceptos políticos-estratégicos básicos sobre el país, las relaciones de clase, etc. Escribíamos poco, pero escribíamos. Había un documento de Miranda analizando al país dividiéndole en regiones y analizando las clases populares en las distintas provincias como contribución de definir el campo popular en el que nos teníamos que mover. Partíamos por lo menos de una posición teórica muy precaria, porque nosotros nos habíamos constituido en grupo armado sobre la base de una ruptura radical con la vieja izquierda que discutía interminablemente sobre la burguesía, las clases, el imperialismo, la polémica chino-soviética, y cuando nosotros tomamos los fierros no queríamos saber más nada de eso. Estábamos hartos, les teníamos fobia a esas discusiones y queríamos pasar a la acción. Era una actitud primitiva con una guía teórica bastante endeble. Había mucho por elaborar. Hay que tener en cuenta que un año antes había sucedido el Cordobazo y el país se estaba politizando aceleradamente. Políticamente todo se hizo más rico y complejo y nosotros nos lanzamos a estudiar el país, en conocerlo, adquirir conocimientos. Y cuando nos pusimos en contacto con la gente del ex Dele-Dele empezamos ese trabajo con ellos, que estaban en una situación parecida. Con William Cooke habían aprendido a darle importancia a la teoría. Estábamos abriéndonos en conjunto a conocer al país y elaborar una teoría revolucionaria. Así se hicieron algunos documentos y borradores».
Según Flaskamp, el nombre Guerrilla del Ejército Libertador (GEL) posiblemente haya sido propuesto por Logiurato: «Seguramente el nombre fue propuesto como integrantes de algo más amplio, por eso Ejército Libertador. Nosotros, como ellos, también estábamos de acuerdo con no darle identidad peronista, a pesar de que el debate con el FAL nos había vuelto más peronistas que antes. Sin embargo, evaluamos que aún no era momento de definirnos como peronistas, cosa que sí se va a plantear más adelante, cuando se constituya el GEL».
Un miembro del GEL dirá:
«Pensamos que nuestro movimiento debe identificarse sobre todo como una organización que lucha por la liberación nacional y social. Creemos, en esta etapa, quede esta manera marcamos profundamente la dirección de nuestra lucha, a la vez que no nos parcializamos sectariamente. No es por oportunismo que no pensamos conveniente declararnos desde ahora como socialistas, sino porque toda definición ideológica que exprese una tendencia política que ha sido usufructuada por muchos grupos y partidos tradicionales, desvirtúa el sentido que para nosotros tiene el socialismo. No nos preocupa la aparente confusión que esto pueda causar en un principio. Queremos firmemente que al socialismo se lo identifique, en un futuro, con a nuestra trayectoria y a nuestra forma de actuar y pensar. Queremos que cuando se hable de socialismo se piense en nosotros y no en otra cosa. Queremos mostrar nuestra vocación revolucionaria y nuestra voluntad de poner fin a la explotación del hombre por el hombre, nuestra comprensión de la realidad nacional y nuestra solidaridad con las luchas de los pueblos de Latinoamérica y del tercer mundo. Creemos que la figura del comandante Che Guevara ejemplifica en muy alto grado estas convicciones. Creemos en la necesidad de recoger también el nombre de muchos otros combatientes por la liberación nacional y social, sin ningún tipo de discriminación política respecto a sus militancias. Estimamos que tanto el peronismo, como las corrientes de izquierda y cristianas revolucionarias, tienen en sus mártires y en muchos de sus militantes, verdaderos exponentes de nuestras convicciones. Por todo ello, porque sobre todo confiamos en la meridiana claridad de nuestras acciones para identificarnos, es que no hacemos depender nuestra identificación política de la receptividad inmediata que pueda generar».
La constitución del GEL
Después de la unificación de ambos grupos, empezarán a realizar acciones firmadas en la ciudad de La Plata, y de esta manera la sigla comenzó a ser conocida. Se planteó incluso la toma de un pueblo ubicado a la vera de la ruta Buenos Aires-La Plata, cerca de Montes de Oca y Villa Elisa, donde aguardaban irrumpir en un banco y una comisaría. La operación, muy similar a la toma de Garín por las FAR, finalmente no se hará, siendo suplantada por otra de carácter financiero: el asalto a la Cooperativa de Crédito de San Martín.
El GEL mantendrá una conducción colegiada con representantes de los dos grupos iniciales: Logiurato y Miranda, por el Dele-Dele, y Carlos Flaskamp y Liliana Galetti, por la Columna La Plata. En el recuerdo de Rolo Diez, luego será incorporado él y un hermano de Logiurato, por lo menos «en reuniones consideradas importantes». Rolo Diez señala: «Cabe aquí un comentario sobre el militarismo del GEL, que consiste en decir que a mí me pusieron en la dirección poco tiempo después de incorporarme y por el exclusivo mérito de haber respondido bien en un par de acciones militares».
En su desarrollo posterior, el GEL llegará a sumar alrededor de 60 militantes. Según Flaskamp, el GEL se mantuvo en la más absoluta clandestinidad: «Era necesario desconfiar de todo y de todos, también de la gente del pueblo».
Por lo que el trabajo de la nueva organización consistió básicamente en un proceso de acumulación de experiencia y logística, sin que existiera en su seno concepciones estratégicas sobre las diversas alternativas de alcanzar el poder. De hecho, señala Flaskamp en el mismo sentido: «De qué manera a través de un desenvolvimiento en este estadio se llegaría a pasar a la constitución de una alternativa popular, era una incógnita que se dejaba para resolver en el futuro, suponiéndose que la extensión de la lucha armada crearía las condiciones para darle una respuesta».
Durante 1970 y 1971 el GEL realizará múltiples operaciones, más de 30, el grupo crecía, pero dos cuestiones darán por tierra el desarrollo. Uno de ellos fue la acusación a la conducción de incompetencia. En un plenario se resolvió separar de la conducción a los mandos cuestionados. Uno de los sectores pedirá asumir la identidad peronista y los otros, no. Carlos Flaskamp se encargará de redactar un documento apoyando la definición, pero no lo concluiría ya que sería detenido por la policía.
Por el momento fue incorporado otro miembro pro peronista a la dirección, quedando el tema de la definición a la espera. Un lamentable accidente ocurrido en la casa de unos militantes derivaría en una cacería de los miembros de la GEL por parte de la policía platense. El 8 de noviembre de 1971, la manipulación de un arma de puño de parte de Raúl Argemi delante de su esposa Ana María Aguilar, terminó con la muerte de ella. La posterior legada de la policía y la huida a tiros de Argemi, más los materiales hallados en la vivienda, condujeron a las Fuerzas de Seguridad a una investigación que daría buenos resultados:
Entre el 8 y el 14 de noviembre serán apresados Logiurato, Diez, Clodomiro Elizalde Leal y Carlos Antonio Trovato, los dos últimos también miembros del GEL. Un quinto detenido sería Aníbal Bellingieri, originariamente del Dele-Dele.
Según fuentes policiales, el GEL habría realizado entre octubre de 1969 y noviembre de 1971 varias operaciones armadas, sobre todo asaltos. Buena parte de las acciones fueron firmadas con la sigla GEL, seguida del nombre de diferentes comandos: «Felipe Vallese», «Néstor Martins», «Marcelo Verd» y «H. R. Díaz». En un informe policial dirán: «Todos los integrantes de la célula usaban nombres de batalla, pero durante los ‘operativos’ se numeraban y se aludían por números. Había un orden jerárquico respetado. Los combatientes eran los que ocupaban los cargos principales y se denominaban A1, A2…, por ejemplo, para determinar el grado de mando».
En la documentación secuestrada a la organización, señala varias fichas de seguimiento de posibles blancos, con relevamientos continuos sobre el lugar, lo que les daba una gran efectividad de desenvolvimiento. De hecho, se cita el asalto a un local de Correos y oficinas de ENTEL: «Allí, en una acción tipo comando que duró apenas tres minutos coparon todas las dependencias y se alzaron con un botín de 800 mil pesos, entre dinero en efectivo y estampillas».
En el material incautado, se encontraron muchos croquis y planos de posibles blancos, muy bien señalado las dependencias y el movimiento del personal, con preferencias en Bancos, cooperativas y dependencias policiales. También habían realizado relevamientos de locales de derecha y sus militantes, como Alianza, La Mazorca, Legión Nacionalista Revolucionaria, el Grupo Condor, etc. La policía no encontró elementos lo suficiente para desarrollar una prensa.
En cuanto a los servicios médicos, apenas encontraron equipos de primeros auxilios, medicamentos y poco instrumental quirúrgico, ya que como señaló Carlos Flaskamp: «Nuestro equipo de Sanidad se ‘completaba’ con una lista de médicos» y que contaban «a quienes pensábamos que se podía recurrir en caso de emergencia; ya que no teníamos médicos propios. Los médicos que estaban en esa lista ignoraban que contábamos con ellos. Estaban en la lista porque algún compañero que los conocía pensaba que eventualmente cooperarían».
Las detenciones en la organización, derivadas del caso Argemi, no fueron las únicas. Durante el asalto a la Cooperativa Sarmiento, el 17 de marzo de 1971, se produjo un tiroteo y «Oscar» Doglio intentó huir herido, pero fue atrapado tras la denuncia del taxista que lo trasladó. Bajo apremios, Doglio, confesará la dirección de una casa operativa que no estaba activada, pero, sin embargo, Flaskamp, que no había participado en el operativo había decidido concurrir a la casa para trabajar en un escrito, ya que en ella había una máquina de escribir, quedando detenido.
Al día siguiente, otro miembro del grupo Cacho Falomir, acudiría a la casa, siguiendo la misma suerte que Carlos Flaskamp, los medios dirían «Confirman prisión preventiva a cuatro extremistas platenses», causando gran repercusión. Esta situación llevará al GEL a una crisis interna y a una represión desatada contra el grupo, de la que no sobrevivirá, Rolo Diez, la calificará como «proceso de desintegración». «La Columna 1 se había pasado completa a las FAR en el proceso de lo que fue la peronización en la época. Tres compañeros de otra célula se habían ido a las FAL. Argemi, Elizalde y yo acabábamos de irnos al PRT».
Loa militantes afines al foquismo, pronto se sumarán al Peronismo de Base. Torres Molina, desde la prisión, enviará una carta instando a sus viejos compañeros de la Columna La Plata a asumir el peronismo. Rolo Diez sintetizará la situación a modo de balance:
«En los papeles, la apertura del GEL era la línea: lo mejor de la izquierda y lo mejor del peronismo. ¿Qué otra cosa? En la práctica no tuvo chance. A medida que se aproximaba el ‘73, el retorno de Perón ocupó el centro de la política nacional. Montoneros ganó hegemonía entre las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP), impuso en ellas su pensamiento y peronismo-antiperonismo volvió a ser, coyuntural pero arrolladoramente, la contradicción principal en la escena nacional. Los estudiantes se peronizaron y la Juventud Peronista (JP) fue la fuerza con mayor capacidad de movilización en el país. El ‘73 ofreció a los revolucionarios la posibilidad de ser oficialistas. Y aunque se trataba de agua seca y fuegos artificiales, para muchos no era una ocasión que pudiera desperdiciarse».
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Los acontecimientos se precipitaban, en octubre de 1967 el Che Guevara había sido liquidado en una escuelita de La Higuera, Bolivia, y en la Argentina, la dictadura parecía crear las condiciones propicias para iniciar la lucha armada, debido a la disolución de los partidos políticos y a una fuerte represión en la calle, las fábricas y las universidades. Entre 1968 y 1969 aparecieron varios grupos guerrilleros urbanos que comenzaron a realizar una innumerable cantidad de operaciones sin firma: las FAR estuvieron detrás de la explosión simultánea de trece supermercados Minimax (operación que otros grupos también acreditan de haber participado), y las FAL, que habían iniciado sus acciones en 1962, se hicieron notar con el espectacular copamiento de un vivac del Ejército en Campo de Mayo.
¿Qué ocurría con los otros grupos? Por su origen guevarista, la Brigada Masetti creía que primero venía el establecimiento de un foco insurreccional, y luego podía surgir la teoría como balance de la praxis revolucionaria. En el caso del ex Dele-Dele, su actuación en la resistencia peronista había resultado un veloz y efectivo pasaje al acto, y su punto de partida en la tradición política nacional-popular los obligaba a desconfiar de las síntesis políticas demasiado abstractas o intelectuales. La «primacía de la técnica», y el elogio de la práctica concreta en oposición a la teoría abstracta, sin embargo, no fueron ajenos a la influencia de los escritos del Che Guevara y Regis Debray sobre la guerra de guerrillas, de Mao Tse-Tung sobre la nueva democracia en China o al alegato político de la insurgencia cubana en La historia me absolverá, de Fidel Castro.
A pesar del vuelco a lo organizativo, existe una buena cantidad de documentos internos para la discusión que aparecen como un gran rompecabezas, mostrando la unidad y diversidad de las posiciones políticas, las estrategias y las recurrentes crisis que terminaron con la disolución del GEL. Para comprender la naturaleza de los debates políticos del GEL hay que asumir su carácter premeditadamente plural. De hecho, el GEL produjo una serie de documentos que parten de lenguajes diferentes y a menudo llegan a balances confrontados, según sea el grupo o la coyuntura a la cual se están refiriendo.
Para ofrecer un par de ejemplos, podemos tomar en primer lugar los «Aportes metodológicos para un proceso de homogeneización», documento sin fecha firmado por la Regional Nordeste. En esta circular se interpela a los militantes para incrementar su formación marxista, se señalan las bondades y límites del centralismo democrático y se enuncian problemáticas filosóficas, aunque se toma una distancia crítica respecto de la llamada «izquierda tradicional».
Se trata de una lectura marxista de la política y la ciencia en clave «fundamentalista», es decir, una interpretación literal de los textos canónicos de Marx en directa oposición a la exégesis oficial de la izquierda institucional. A pesar de no formar un partido de vanguardia, este grupo se considera como un exponente auténtico del marxismo leninismo. Un tono muy diferente adopta los «Puntos de partida», un documento sin fecha ni firma que establece una enumeración breve de veintinueve definiciones políticas en un lenguaje casi coloquial, para caracterizar contradicciones, frentes, aliados, actores y experiencias.
Si leemos con detenimiento las referencias es fácil darse cuenta de la identidad política y la fecha aproximada en que se produce el documento. Por un lado, se menciona a la política de Marcelo Levingston, por lo tanto, el documento debe haber sido escrito en un momento que va entre junio de 1970 y marzo de 1971. Por el otro, en uno de los puntos se asume una explícita autocrítica del peronismo revolucionario, reivindicando la herencia de John William Cooke y tomando distancia del Movimiento Revolucionario Peronista. Consideramos probable entonces que la redacción de este documento haya sido obra de Haroldo Santos Logiurato o de Diego Miranda, los principales referentes del ex Dele-Dele con un pasado en la Juventud Peronista de La Plata, de origen obrero y con una autodidacta formación política. A pesar de estas marcadas diferencias, en lo que todos estaban de acuerdo era en el socialismo como fin, la lucha armada como método y la burguesía imperialista como enemigo común. Ahora bien ¿Cuáles fueron los signos distintivos en la identidad política del GEL, y que debates se dieron cuando entraron en crisis?
El foquismo amplio
La teoría del foco había sido articulada en su dimensión más técnica y prescriptiva por Ernesto Guevara en su obra «La guerra de guerrillas». Al mismo tiempo, recibía una fuerte legitimación al ser fundamentada con el análisis de diversos casos nacionales por el filósofo francés Regis Debray, que publicó trabajos como «El castrismo: la larga marcha de América Latina» y «Revolución en la revolución». El manual del Che se basaba en la experiencia singular de la guerrilla cubana, y desde sus primeras páginas establecía los principios del foquismo:
«Consideramos que tres aportaciones fundamentales hicieron la Revolución cubana a la mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas: 1) Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército. 2) No siempre hay que esperar a que seden todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas, 3) En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo».
En relación a estos puntos, es evidente que el GEL se adhirió con fervor al primero y al segundo, omitiendo el tercero por el fracaso de las primeras tentativas para establecer un foco en Argentina, pero también con la desarticulación de guerrillas rurales en varios países latinoamericanos. La derrota del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) en Salta, pero en especial la dispersión de la guerrilla del Che tras los enfrentamientos en la quebrada del Yuro disuadieron a muchos militantes de exponerse en zonas escasamente pobladas.
Se señalan una serie de factores que impidieron el desarrollo de la guerrilla rural, poniendo el acento en la necesidad de establecer sólidas redes clandestinas urbanas, pero también apoyando la elaboración de una «teoría de la guerra revolucionaria». Se trataba de nacionalizar la guerrilla analizando la formación social en la que esta se desenvuelve, proceso de signo parecido a la constitución de las FAR. Esta iniciativa trajo como consecuencia una valoración positiva del papel del peronismo como «indicador de clase», el «peronismo proletario» liberado de sus elementos burgueses y oportunistas era un efectivo termómetro de las luchas sociales en la Argentina, aunque se asumía con reservas desde una respetuosa exterioridad. Este fue el punto de partida para que la transición al foquismo urbano se convierta en una novedosa teoría del «foquismo amplio», capaz de amalgamar, como dice Rolo Diez, «lo mejor de la izquierda marxista con lo mejor de la izquierda peronista».
Así se pudo afirmar una línea política vaga, pero sin lugar a dudas con una inédita vocación «de apertura», relativamente efectiva para convocar a exiliados de diferentes tendencias políticas en la dura coyuntura de finales de los sesenta. Otros elementos le daban coherencia al foquismo amplio. Un documento con fecha del 13 de agosto de 1970 firmado por «Pablo» (seudónimo de Carlos Flaskamp) es el «Informe y propuesta a los militantes», un documento autocrítico que es un antecedente inmediato de la formación del GEL.
La columna La Plata había rechazado en bloque la fusión con las FAL, y de esta manera el documento realiza un balance de aquella experiencia que sirve para iluminar la identidad política del grupo en su línea de apertura: «Nuestra organización se formó sobre la base de las necesidades surgidas directamente de la experiencia vivida por nuestro pueblo, sin ninguna atadura a esquemas ideológicos. Partimos de la necesidad de la acción armada como medio de desarrollar las luchas obreras y populares en una dirección revolucionaria, sabiendo que es esta práctica la que crea las condiciones apropiadas para la definición ideológica del movimiento revolucionario, y no al revés».
La moral revolucionaria
La militancia del GEL, como ocurría con otras organizaciones armadas, era un microcosmos que poseía sus propias reglas, un lugar donde la división entre lo público y lo privado no regía por ser considerada una desviación burguesa. De hecho, ya en un documento interno de la dirección de GEL fechado el 25 de septiembre de 1970, se sostenía que «Nuestra militancia no es una tarea que se incorpora a nuestras vidas: es nuestra obligación fundamental».
El sistema de valores y de convivencia en el GEL era deudor en gran parte de la doctrina del hombre nuevo, delineada por Ernesto Guevara a partir de su escrito «El socialismo y el hombre en Cuba». «En la actitud de nuestros combatientes se vislumbra al hombre del futuro (…) Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasiona-do una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos, a las causas más sagradas y hacerlo único, indivisible. No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita. Los dirigentes de la Revolución tienen hijos que, en sus primeros balbuceos, no aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio general de su vida para llevarla Revolución a su destino; el marco de los amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de Revolución. No hay vida fuera de ella».
En la moral revolucionaria del Che Guevara, los grandes sentimientos de amor por la humanidad no se contradicen con la sentencia de que el odio es un factor esencial de la lucha, «que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar».
Es irónico que en las apologías del Che se predica el aforismo sobre el amor a la humanidad, mientras los detractores recuerdan solamente la frase que convierte al guerrillero en una «fría máquina de matar». En realidad, esa parte distorsionada de la ideología del Che era una dialéctica del amor y del odio, en el marco de una moral dividida por el antagonismo entre amigos y enemigos. Un tema que refleja a la perfección el papel que le daba el GEL al factor moral por encima de las cuestiones técnicas o militares, es el acento colocado sobre la voluntad revolucionaria.
En el Mensaje de la Dirección fechado el 11de febrero de 1971, se realiza un balance para «ayudarnos a todos a conocer realmente a nuestra Organización», con la explícita mención de las críticas surgidas por la operación que se firmó como GEL sin consultar a las bases. La conducción afirma que la Guerrilla del Ejército Libertador «ha terminado su período de gestación. Hoy es un niño que reclama su derecho al crecimiento».
La dirección acusó el impacto por la crítica de la Columna 1 a su incompetencia, ya que se había creado una falsa expectativa en torno a la capacidad operativa de la organización. Sin embargo, al mismo tiempo se defiende colocando en la base de la calidad organizativa a la moral revolucionaria, fundamento de toda guerrilla que se precie como tal. Al mismo tiempo, la voluntad no era equivalente a libre albedrío, no podía librarse a la espontaneidad de sólo estaremos perdidos y sólo habremos fracasado si alguna vez llegamos a admitir que hemos perdido la voluntad revolucionaria.
Como buenos guevaristas, los militantes del GEL se preparaban para ser los ascetas de la Revolución, citando profusamente a Guevara en varios documentos para anudar con la doctrina de hombre nuevo la disparidad de sus orígenes. Es notorio que, en los archivos de la policía, incluso las fuerzas de seguridad dejaron huellas escritas de su sorpresa ante la férrea disciplina del GEL, valorando la audacia y la precisión de sus operaciones. Sin embargo, dentro de la organización pronto se ventilaron problemas más domésticos que ponían en cuestión a la moral oficial.
Por ejemplo, el problema de la nominación inconsulta no fue el único conflicto mencionado por el «Informe a las bases». Uno de los últimos considerandos para exigir la renuncia de la conducción que más llama la atención es el punto 3, donde aparecen detalles de la vida íntima de los militantes:
«3) FALTA DE ETICA REVOLUCIONARIA en el comportamiento de un compañero y una compañera de dirección con las siguientes implicancias: a) Este compañero de dirección deja sola a la compañera de vida y de la organización durante varias noches enteras sin aviso con perjuicio de la tranquilidad de la casa orgánica y su seguridad; y b) Dichos compañeros de dirección han faltado a la moral revolucionaria comportándose en forma burguesa, y el engañando a su 1ra. Compañera hasta último momento y el resto de la columna los militantes: por el contrario, la voluntad debe educarse y hasta el menor movimiento debe someterse a la crítica de la organización».
Al constituirse la militancia revolucionaria en una obligación fundamental y de carácter total, la ruptura de la monogamia militante se acerca peligrosamente a la traición, catalogada como una «desviación burguesa». A los pocos días, la Columna 1 redactó un documento denominado «Dialéctica de la moral sexual». Se trata de un texto donde se comprueba el esfuerzo de la Columna 1 por dominar todos los ámbitos vitales posibles a través del marxismo, de manera análoga a lo postulado en la Dialéctica de la naturaleza de Federico Engels. Esta breve circular de dos páginas publicada en febrero de 1971 y redactada a causa del escándalo ocurrido entre miembros del GEL, antecede en más de un año a «Moral y proletarización», un artículo redactado por el militante del PRT-ERP Luis Ortolani mientras se hallaba encarcelado en Rawson.
La «Dialéctica de la moral sexual» fue recibida con varias críticas por el resto de las columnas, pero puede ser leído como un compendio extremo de los valores esgrimidos por el GEL. En primer lugar, se parte de afirmar la vigencia de la teoría marxista para analizar todo tipo de relaciones, inclusive las carnales, puesto que «El problema de las relaciones sexuales entre nuestros compañeros y compañeras debe ser resuelto según la guía que nos proporciona la teoría marxista de las contradicciones».
A diferencia de «Moral y proletarización», el artículo del GEL no tenía la complejidad teórica de aquel, donde se partía de un análisis refinado de la hegemonía en Gramsci y de la mercancía en Marx, para comprender al individualismo como esencia de la sociedad burguesa. Por el contrario, aquí parece bastar con las frases del Che (como la extraída más arriba de «El socialismo y el hombre en Cuba»), con el importante agregado de un análisis de la subjetividad militante, que estaría compuesta por elementos biológicos, ilusorios y conscientes o reflexivos.
Lo interesante en esta parte es advertir como se lee el triángulo amoroso surgido en la conducción a partir de estos factores: «El elemento biológico o natural se pone de manifiesto en la tendencia que puede nacer entre nuestros compañeros lo cual es aparentemente lógico puesto que es del orden de la naturaleza. El elemento ilusorio puede hacer creer a un temperamento apasionado que no debe oponerse a la tendencia natural sin riesgo de sufrir un trauma fisiológico que lo haga sentirse mermado en su machismo. La ilusión fisiológica del machismo puede obnubilar la mente en un momento dado y motivar un traspié de consecuencias difícilmente reparables. Por fin, el elemento reflexivo actúa para hacer entrar en razón a la tendencia natural y a la imaginación. Estaríamos frente a un típico caso de contradicción de la naturaleza que, como toda contradicción, cae bajo el método dialéctico que logrará su superación».
«Un compañero, unido a una compañera en su vida, tiene la obligación revolucionaria de frenar cualquier otra atracción sexual sin la ‘contracción de un solo músculo’; tendrá que tomar esa dolorosa decisión no en perjuicio de su compañera de vida sino contra él mismo, puesto que el sacrificio es inevitable para uno de los dos. Obrar de otra manera en un caso concreto como este sería caer en el ventajismo y oportunismo más característicamente burgués puesto que el adulterio no es un delito para la resaca burguesa, y las concubinas son un lujo de la gran burguesía. Se nos hace difícil imaginar a un grupo de revolucionarios birlándose mutuamente a las compañeras o compañeros como en el más refinado mundillo de Hollywood, o, sin ir más lejos, como sucede en nuestra misma sociedad burguesa que nos rodea y que queremos transformar revolucionariamente».
El peronismo y la crisis del GEL
Como vimos, el lanzamiento público del GEL se realizó a comienzos de 1971, cuando ya se habían presentado en sociedad las principales organizaciones político-militares como el PRT-ERP, Montoneros, las FAR, las FAP y las FAL. El desgaste del gobierno de Juan Carlos Onganía se había producido gracias a la escalada de protestas sociales que culminó con el Cordobazo en 1969, pero el golpe de gracia se lo dio el secuestro y posterior asesinato del expresidente de facto Pedro Eugenio Aramburu.
El acontecimiento fue celebrado en buena parte de las filas peronistas, pero en varios grupos iba a ser vista con suspicacia, o sería fuente de numerosas discusiones. Un buen testimonio del proceso interno que estaban atravesando varios grupos que después confluirían en el GEL lo aporta nuevamente Carlos Flaskamp. El contacto directo con dirigentes de las FAL le mostraba el comienzo de una división que a partir de ese momento no haría más que ensancharse:
«En la conducción unificada de FAL hubo unanimidad en considerar positiva la aparición de un grupo como Montoneros, que contribuía desde el peronismo al desarrollo de la lucha armada. Con respecto a la operación misma, en cambio, las opiniones estuvieron divididas. Solamente Cristóbal y yo aprobamos la acción sin reservas. En algunas líneas de argumentación encontramos cierto acompañamiento por parte de Tito, que representaba junto con Tato al grupo proveniente del PCR. Pero tanto Tato como los dos miembros del antiguo FAL, sin entrar a discutir si Aramburu había merecido o no la ejecución, consideraron que la acción era claramente negativa, porque tendía a restablecer la antinomia ‘peronismo-antiperonismo’, cuando las líneas del enfrentamiento actual debían ser otras. Estábamos empeñados en la construcción de una alternativa revolucionaria sobre eje de la lucha contra la dictadura, eje que resultaba trastocado y oscurecido por la irrupción espectacular del peronismo liquidando a uno de sus viejos enemigos».
Es posible que el debate originado tras el pedido de remoción de la dirección por parte de la Columna 1, y el sucesivo «plenario de los encapuchados» para zanjar la cuestión, haya actuado como un potente disolvente, erosionando aquella frágil superficie de unidad que se mantenía gracias al foquismo amplio. Hay que tener en cuenta que, tras la muerte del Che Guevara en Bolivia, y especialmente después del Cordobazo, el mismo concepto del «foquismo» como estrategia para llevar adelante la lucha armada, pero también como indicio de una identidad política, sufrió una serie de fuertes críticas dentro y fuera de la familia de las izquierdas.
Amén de que ya el Partido Comunista (PC) había publicado tempranamente varias diatribas para consumo interno, una vez que la clase obrera volvió a mostrar su potencial como sujeto de la protesta social el término «foquista» comenzó a servir para estigmatizar a cualquier militante político de la vieja o nueva izquierda que concibiera una práctica alejada de las masas. De aquel giro parece que el GEL acusó su impacto tardíamente, pero el advenimiento del peronismo como alternativa posible al régimen militar fue el detonante de una crisis interna de la cual no habría retorno.
En otra circular del 2 de marzo de 1971, parecen advertirse ya los gérmenes de la futura discordia. A pesar de que su tono parece menos incendiario que el «Informe a las bases», el «Documento de la Columna Tres, de tres responsables, ante la situación actual» pone en tela de juicio la propia identidad política de la organización: «La situación que se inicia con los documentos emitidos por la Columna 1 y que se prolonga hasta hoy, pensamos que se plantea en estos momentos en términos de una crisis total de las definiciones políticas y criterios de funcionamiento de la Organización, dos aspectos vinculados entre sí».
Los autores del documento declaran perimida la etapa en la cual se consideraba que el peronismo y la izquierda habían caducado como identidades políticas. Lo que esta-ban constatando en el rápido devenir de la vida cotidiana, era que el campo de los activistas contra la dictadura se iba polarizando alrededor de los Montoneros, que alzaban la bandera peronista, y del PRT-ERP, que reivindicaba su pertenencia a la izquierda marxista. Admitido este razonamiento, todo el andamiaje ideológico del foquismo amplio comenzaba a crujir.
A partir de este análisis se puede razonar que detrás de la supuesta apertura del foquismo amplio para organizar frentes con militantes cristianos, marxistas y peronistas, se encontraba la vocación construir una vanguardia capaz de absorber movimientos históricos de la envergadura del peronismo y de la izquierda. Signo de que el debate estaba sacando a la luz un revival de las antiguas identidades políticas de los militantes del GEL fue que a las dos semanas de producido el documento del 2 de marzo aparece otro fechado en La Plata, y que directamente porta el título de «El peronismo y su proyección revolucionaria».
Aquí el frente ya no depende de la construcción de la organización, sino que se retorna a las concepciones más clásicas que sostienen la vigencia del peronismo como frente de liberación nacional. Signo de cómo afectaba el cambio de coyuntura a los debates políticos del GEL, es la aparición de referencias a las posibilidades de una «salida pseudo-democrática» al gobierno de Levingston, que ya entraba en su recta final. El resultado fue la diáspora de los militantes, ya que la mayoría se alistó en organizaciones marxistas como el PRT-ERP, mientras que otros militaron en las filas de la guerrilla peronista, como las FAP o las FAR. Finalmente, el foquismo amplio se agotó, y el peronismo fue el detonador de la crisis interna del GEL.
El fin del GEL no se debió de los efectos de la represión que lo castigó dura y rápidamente. Si bien constituyó un elemento de peso, sin duda fue su crisis política la que aceleró la decadencia de su propuesta y, por lo tanto, de la organización misma. De hecho, en los siguientes años no volverán a repetirse proyectos de articulación de fuerzas heterogéneas, y los que se dieron, tuvieron como característica central una clara uniformidad de grupos, tradiciones, estrategias y contenidos ideológicos.
Un ejemplo lo constituirá la fusión de los Descamisados, los Comandos Populares de Liberación y las FAR, en una misma organización: Montoneros. No resulta extraño, entonces, que los militantes del desaparecido GEL, una vez fracasado el proyecto del foquismo amplio, terminarán dispersándose en organizaciones político-militares mayores, que ofrecían una identidad política sin fisuras y una creciente capacidad operativa. A pesar de sus límites, o considerando su fracaso organizacional y político, la experiencia del GEL constituyó un hito en el desarrollo de la lucha armada en la Argentina y los nuevos planteos que su accionar volcará en los años setenta.
Lo que no quieren entender es que el fracaso de los grupos guerrilleros se debe, en primer lugar, a la dialéctica de imperios, esta vez protagonizada por la Unión Soviética y Estados Unidos, el fracaso del socialismo real será el fracaso de todos los grupos guerrilleros existentes. Con foquismo o sin foquismo, con peronistas e izquierdistas, que en el fondo son los mismo, fueron reprimidos por fuerzas policiales como simples delincuentes, y cuando entró a accionar las Fuerzas Armadas, fue el acabose.
9 de enero de 2024