CONVERSACIONES EN INDIANA (2)
Alejandro Soler
Segunda parte.
Alejandro Soler — ¿Por qué filosofía?
Ricardo Veisaga B. — ¿Y porque no? En primer lugar, debemos decir que, en un sentido amplio, todos somos filósofos y todo por el simple hecho de pensar. Antonio Gramsci dijo: «Todos los hombres son “filósofos”». En un sentido más estricto ahí cambia la cosa, ya no todos los hombres son filósofos. Si consideramos a la filosofía desde una opción meramente económica, esta es una profesión que no te dará de comer. Por otro lado, hay muchas y diferentes razones para estudiar filosofía. Gustavo Bueno, contó muchas veces como llegó al estudio de la filosofía. En sus tiempos de estudiante, una vez escuchó a un profesor decir lo siguiente: «Toda excepción tiene una regla», al revés de lo que popularmente se dice. Entonces, comenzó a preguntar donde se estudia eso y alguien le respondió: eso es filosofía.
El venerable Platón, se dedicaba a la política práctica, pero por las acciones violentas de la oligarquía de 30 hombres que gobernaba entonces y que debido a sus métodos crueles pronto se ganarían el nombre de los Treinta Tiranos, tomó distancia de esta. Este gobierno surgió al final de la guerra del Peloponeso y era un gobierno títere pro espartano. Platón se negó a ser parte de ese gobierno entre los cuales había dos parientes suyos, Critias y Carmides. En el 399 a.C, la democracia condenó a la muerte a su maestro Sócrates. Platón se alejó de la política y empezó su carrera de 50 años como filósofo, lo cual fue una bendición para la posteridad. Años después volvió a la política cuando le ofrecieron enseñar y asesorar a Dionisio II de Siracusa, quien entonces era el monarca más poderoso de Europa. Ese experimento fue un fracaso y retornará a la enseñanza. A temprana edad escuchaba y leí muchas veces la palabra filosofía, y los diccionarios a los que tenía acceso no me daban una mayor explicación. Recuerdo que le pregunté a un profesor y me respondió que la filosofía estudiaba la esencia de las cosas. ¿Y que era la esencia? Esa respuesta para el nivel intelectual que tenía en esa edad, fue peor. En mi caso particular, diría que mi llegada a los estudios filosóficos fue una parte esencial de los estudios que realizaba en ese momento.
A.S. — ¿Y a la política?
R.V. — Curiosamente, mi paso por la política fue previo a la filosofía. También en mi adolescencia solía oír con frecuencia que se hablara de la política y los políticos. Cierto día, uno de estos señores (políticos) me pidió que le comprara cigarrillos de un negocio cercano y debido a ese favor me permitían compartir sus discusiones. En esas reuniones no solo se hablaba de la política práctica, del día a día, sino también de filosofía política, no dicho de esta manera. Digamos que tuve la suerte de transitar esa escuela desde temprana edad.
A.S. — ¿Esas reuniones se hacían en locales políticos, centros de estudio?
R.V. — No, en el clásico Café o en los bares. En Argentina, el Café era y aun es una verdadera institución, son lugares no solo para degustar un café sino también para socializar, lo que lleva a discusiones de todo tipo. La letra de un tango «Cafetín de Buenos Aires» dice refiriéndose al Café: «Yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel de no pensar más en mi», futbol y política, y otras cosas podría agregar. En cuanto a esos políticos, muchos de ellos, tenían una formación clásica, conocían de filosofía política, leían a los autores clásicos, sabían de historia, conocían las maniobras y las cosas turbias de la vida política.
A.S. — De alguna manera eran y ejercían de maestros.
R.V. — De los mejores, pero no presumían y no tenían el ánimo de ejercer de maestros, en las conversaciones y en las anécdotas te daban consejos como al pasar, te iban educando en la política práctica. En aquellas discusiones ya se hablaba de los hechos no previstos, de sucesos políticos no esperados, y don Carlos Pereira, me solía explicar sobre los «imponderables», así lo llamaban. En este siglo se puso de moda hablar de los «cisnes negros» como si hubiesen descubierto América. Nihil sub sole (nada nuevo bajo el sol), diríamos en latín. En esta página hay un artículo al respecto, «El año de los cisnes negros», del 12 de diciembre de 2016.
Uno de ellos me solía repetir con insistencia, para que me quedara grabada, que en política era muy importante «conocer a la gente», si no se sabía conocer a la gente no se podía hacer política, al menos no buena política y muchas cosas más. En años posteriores a esas enseñanzas pude constatar cuánta razón tenían.
A.S. — ¿Podría explicar sobre ese punto?
R.V. — Este conocimiento particular en el mundo político, es muy similar al de otras profesiones u oficios. Por ejemplo, para saber si hay materia prima en un jugador de futbol (si le da el «cuero» o no, como popularmente se dice), no es necesario hacerlo entrenar y observarlo un día entero o una semana. Basta ver como corre en el campo de juego, como se ubica, que hace cuando le dan un pase. Es muy revelador ver como para o detiene el balón o la pelota de futbol, y que hace luego con ella, si se desprende como si se tratara de una braza ardiendo o sale jugando con la pelota al pie y la mirada al frente. Entonces, de manera similar, conocer a la persona que se mueve en el ámbito político es clave. Es fundamental, como se expresa, hasta donde miente o si se lo está inventando. Recuerdo que a veces, previo a una reunión, nos pedían que hiciéramos la tarea de filtrar a algún invitado. Todo esto expresado en un lenguaje propio de esos espacios, como: «le ponen los radares encima», «le sacan una radiografía», decían. A veces bastaba un gesto, un dedo dirigido a un ojo o un simple cabeceo, dirigiéndose hacia una determinada persona.
A.S. — Con que grado de certeza cumplían con el encargo.
R.V. — Un 80 o 90%, de tanta práctica éramos unos expertos. Cuando la persona indicada llegaba, importaba observar los primeros pasos, ver a donde dirigía la mirada, como ingresaba al lugar y las conversaciones previas, algunas preguntas dirigidas recubiertas de cierta inocencia, y así ya teníamos una «autopsia» del sujeto. Existe una gran cantidad de gestos reveladores de las personas. Y con unas breves frases dichas al oído lo poníamos al tanto de nuestra impresión al interesado. Recuerdo que George W. Bush, luego de su primer encuentro con Vladimir Putin en el 2001, dijo que lo había mirado a los ojos y lo había encontrado «digno de confianza». Definitivamente, George Bush, no tenía el don de conocer a la gente, pero que nos puede dar alguien que llegó donde llegó, por portación de apellido.
Condoleezza Rice, entonces secretaria de Estado, y que estuvo presente en muchos encuentros con Putin, recuerda otros detalles: «siempre estuvo obsesionado con los 25 millones de rusos “atrapados” fuera de la madre Rusia por la desintegración de la Unión Soviética. Lo planteó una y otra vez. Para él, el fin del imperio soviético fue la mayor catástrofe del siglo XX».
A.S. — El conocimiento de las personas para el soberano es clave para formar un «entorno» provechoso, para rodearse de los mejores, para armar un buen gabinete de gobierno. En el pasado ¿había una mejor formación política para ejercer el mando?
R.V. — Durante las monarquías, el heredero al trono, el delfín, recibía una formación adecuada para el ejercicio del poder político. Había buenos y malos tutores o formadores. En la actualidad también se podría formar adecuadamente al futuro soberano o a la clase política, pero la política ha perdido su rumbo, ya no importa la eutaxia del Estado o no están enterados, viven dentro de una supuesta armonía, en un idealismo barato. En esas épocas de adolescente ya nos hablaban de Luis XIII, de Luis XIV, del cardenal Richelieu, del cardenal Mazarino. Se hablaba de Maquiavelo, de Napoleón, Bismarck, Hernán Cortéz, etc.
Por ejemplo, en el caso de Luis XIV, durante siete u ocho años recibió las enseñanzas de un sabio estadista como lo fue Mazarino en materia de gobierno, justo en un momento de la vida de una persona en la que se siembran las simientes del saber. Luis XIV fue un afortunado al recoger las experiencias, por herencia, de dos dotados de sabiduría política como lo fueron Richelieu y Mazarino. Mazarino tenía a su lado al joven Luis, en los consejos, escuchando cuanto se decía de ellos y mirando como realizaban sus labores los mejores políticos del reino. Sumado a esto Mazarino, le añadía muchas advertencias en privado. Mazarino decía: «No tengáis primer ministro», es decir, en otras palabras: «Haced que los políticos sean servidores, nunca amos». Lo que un hombre tenga que hacer, solo lo podrá hacer por sí mismo. El rey (presidente) solo podrá delegar partes determinadas de su tarea, pero la tarea en conjunto debe estar siempre bajo un solo mando, decía Hilaire Belloc.
A.S. — Esos años de la monarquía bajo los luises fueron los años dorados de Francia ¿no?
R.V. — Sin ningún lugar a dudas, con Richelieu se creó el Estado nacional moderno, cambió la faz entera de la Europa de su tiempo. La cuestión de los «entornos», es sumamente importante, hay otro artículo al respecto en esta página del 30 de noviembre de 2016, titulada: «Los pasillos del poder», recomiendo leer. Siempre se usa como excusa la muletilla para exculpar a un determinado político, usando la frase de «la culpa no es de Perón sino de los que lo rodean», en este caso, como si Perón no los hubiese elegido. Para esas cosas hay que «tener ojo crítico», es lo que vemos en el cardenal Richelieu, la decisión fulminante, la apreciación del detalle, la selección de los subordinados, la visión precisa del terreno según sus cartas, planes o programas, lo que en la guerra los franceses de la época llamaban «el golpe de vista». Ese tipo de animal político no existe en la actualidad, el Putin post Yeltsin prometía, pero terminó siendo en los hechos, uno más, cometió todo tipo de errores políticos y sigue siendo un político a la vieja usanza, un geopolítico. Es decir, que le otorga más importancia a la geográfico que a otros aspectos o herramientas subsidiarias de la política, que son tanto o más importantes que lo geo, en los hechos ha demostrado que no entiende nuestro presente político en marcha.
A.S. — Muchos gobernantes han fracasado por no elegir correctamente su entorno.
R.V. — Es verdad, y siguiendo el ejemplo de un grande como Luis XIV (para no hablar en el vacío). Por ejemplo, en el caso de Sébastien Le Preste, conocido como Vauban, que, en la historia de las guerras de fortificaciones de entonces, fue el creador de lo que posteriormente en los ejércitos modernos se llamaran «ingenieros» militares, fue un ingeniero zapador (sin ser ingeniero) de las fortificaciones, en la misma medida como lo fue Napoleón para la artillería. Mazarino había escuchado su nombre y sus hazanas. Luis lo aceptó inmediatamente siguiendo esa rara intuición que tenía para la elección de las personas. De él se decía: «Lo que Vauban defiende, resiste», «Lo que Vauban sitia, cae». Hay que decir que en Luis XIV no solo se trataba de la elección de los hombres, sino del trabajo a la par, Luis XIV y Vauban fueron en la defensa lo que Colbert y Luis fueron en las finanzas y en la marina, y Le Tellier, pero en especial lo que Louvois y Luis fueron en la creación y organización de los ejércitos, y lo que Lionne y Luis fueron en la política extranjera o exterior.
A.S. — La incapacidad para ejercer el mando, seguramente responde a muchos factores.
R.V. — Sin ninguna duda, pero, ante todo, no todos los días surgen verdaderos animales políticos dignos de ese nombre. Lo que sobran son los animales metidos en política. Con razón dijo Hilaire Belloc, de Armand-Jean du Plessis, Cardenal de Richelieu: «Tal es, pues, Richelieu, en cuya complejidad de aptitudes y limitaciones hay la misma unidad que en la mayoría de los hombres y, para la finalidad predominante de su vida, un genio político de la más profunda trascendencia y como sólo produce un país una o dos veces en el transcurso de su historia». La ambición indebida de los políticos (no toda ambición es mala), hay una cita de Belloc al respecto que se lo pasaré completo, ya que no lo podría repetir fielmente.
Nota: el agregado de la cita es posterior a la entrevista.
«Los hombres ambiciosos, con la debilidad, y por consiguiente la pasión, del poder efectivo, se ven obligados a maniobrar y atacar de continuo en el mundo que los rodea. Pudiendo obrar muy rara vez como agentes, casi siempre se ven obligados a hacerlos como rivales, y a menudo como enemigos mortales, contra los personajes que se oponen o atraviesan en su camino. Los hombres de ambición más módica, que tienen la debilidad, y por consiguiente la pasión, de la publicidad, las condecoraciones, los puestos bien rentados (con los correspondientes ocasiones de peculado) y, más que la realidad del poder, su fachada o simulacro, se ven también obligados a la intriga y el disimulo, a rivalizar con sus semejantes en astucia y mala fe, pero todo ello de un modo demasiado mezquino para merecer el nombre de maniobra y ataque, ya que en estas menudas batallas que son las suyas tienen que tratar como colegas a todos sus adversarios políticos. Por otra parte, cuidan ante todo de no crearse enemigos y practican a conciencia la gramática parda. Entre el primer tipo y el segundo hay toda la diferencia que media entre el sollo y la anguila, o entre el soldado y el histrión. Hoy día, nuestra sociedad pulula en ejemplares del segundo género; verbigracia: los parlamentarios. En cambio, hace tanto tiempo que hemos perdido contacto con los del primero -César, Napoleón, Bismarck, Wallenstein, – que nos cuesta trabajo comprender su modo de acción. En realidad, lo hemos olvidado, pues hace más de un siglo en los países comerciales, y algo menos en los otros, que el poder efectivo sobre la comunidad ha ido estando cada vez más en manos de los potentados de la producción y el cambio, para acabar, como ocurre ahora, en manos de los monopolizadores de las materias primas, los artículos de primera necesidad, los transportes, y en general las finanzas.»
A.S. — Se podría decir, que su acercamiento a las Ciencias Políticas no fue de cero, no llegaba a explorar un territorio virgen.
R.V. — No, traía la ventaja del conocimiento adquirido en mi adolescencia y el estudio de la filosofía, pero, por, sobre todo, llegaba con una gran curiosidad por saber cómo y que, se enseñaba en una facultad de Ciencias Políticas.
A.S. — Y qué respuesta hubo a esas expectativas.
R.V. — Una decepción total, no se enseñaba filosofía política, y esa era mi ventaja por los estudios anteriores de filosofía, se les daba más importancia a las estadísticas, a hablar de la democracia como si fuese el fin de la política y no como un régimen más en la historia de la política. No me aportó nada mejor de lo que ya traía entre política teórica y práctica. Y el feliz descubrimiento de que la política no se aprende en las facultades, se aprende en «las calles», en el ágora, en la plaza pública. Tuve como profesor de política internacional a un ex Canciller o ministro de Relaciones Exteriores, Luis María de Pablo Pardo, y esperaba algo más de él y nada. Como sucede en muchas carreras de las llamadas ciencias sociales, no es posible leer o profundizar en los autores que se van citando en las clases, no alcanzaría el tiempo. La profundización en esos autores los que lo hacen a posteriori son muy pocos, la mayoría acuciados por ganar dinero o conseguir trabajo no lo hacen, y ahí tenemos el resultado. Así que salí decepcionado.
A.S. — Y su retorno a ambas disciplinas ¿a qué respondió?
R.V. — Como dije anteriormente, a propósito de los Cafés. Junto a un amigo, Rubén Bussot, y otros tantos amigos, teníamos la costumbre de pasar algunas horas en el Café, y llevábamos todos los diarios del día (7 u 8) para leer y comparar como encaraban las mismas noticias los distintos periódicos, según su propia óptica o ideología. A propósito, Rubén Bussot era un gran historiador, y no porque lo haya estudiado académicamente (tal vez por eso mismo), lo suyo era la contabilidad, los números. A Buenos Aires, en ese entonces, estamos hablando de la década de los noventa del siglo pasado, llegaban muchas revistas y periódicos de otros lugares del mundo. Por ejemplo, el diario socialista El País de Madrid, se imprimía vía satélite y a las cinco de la mañana ya estaba en los quioscos de diarios, lo mismo La Repubblica de Milano (en su idioma original), Argentina es un país con muchos descendientes de italianos. En uno de esos diarios me encontré con una breve entrevista a un filósofo español, apenas un pequeño recuadro, y lo que decía me pareció genial. Recorté esa parte del periódico y lo guardé. Ese filósofo era Gustavo Bueno Martínez.
A.S. — Y entonces tomó contacto con su obra.
R.V. — No, para nada, en esa época el internet no era lo que es ahora, conseguir un libro de Europa nos llevaba dos meses como mínimo. Pasaría algunos años para que pudiera conocer sus escritos. Pero a partir de ese hecho fortuito hubo un retorno a la filosofía y a la política, a estudiar literalmente de nuevo. La importancia del sistema filosófico de Gustavo Bueno, es que nos da respuesta o nos encamina a muchas cuestiones filosóficas, desde la ontología hasta la filosofía política, pasando por la filosofía de la religión, de la historia, la estética, la gnoseología, la ética, la moral, la antropología y un largo etcétera. Y todos en correspondencia, si no se tiene un sistema no se puede ser filósofo. Y en cuanto a lo personal, me dedico a la política, al análisis, a la enseñanza gratuita, a escribir artículos.
A.S. — Pero, no solo artículos políticos, eso me consta.
R.V. — Si, fui articulista de un periódico dedicado al boxeo, quizás la única en español en el medio oeste estadounidense, o en todo el país. También de literatura, religión, filosofía, historia, crítica de cine, deportes, sobre música, etc.
A.S. — Como se define políticamente.
R.V. — Ni de izquierdas ni de derecha política, entendidas estas según la tesis de Gustavo Bueno, expuesta en sus libros: El mito de la Izquierda. Las izquierdas y la derecha. Y en El mito de la derecha, libros que aconsejo leer. Pero esas excelentes distinciones corresponden a concepciones ideológicas del siglo pasado, las izquierdas definidas se quedaron en el tiempo. Hay una nueva realidad ideológica filosófica-política, y existe una nueva generación de izquierdas, la izquierda cultural, que rompe con los planteos de la cuarta, quinta y sexta generación de izquierdas. Es decir, con la socialdemócrata, el comunismo y el maoísmo.
Esta nueva izquierda sigue siendo de género plotiniano, no porfiriano, expresión que usa Gustavo Bueno, para designar a los conceptos universales que se dividen en especies tales que no son propiamente independientes las unas de las otras, ya que median un orden entre ellas, y que incluso ese orden es de naturaleza genética. «La raza de las heráclidas forma un género, no porque tengan un carácter común, sino por proceder de un solo tronco», decía Plotino. De esta nueva izquierda ya me ocupé en el 2022, lo encontraran bajo el título: «La actualidad de las izquierdas políticas y la derecha», publicada en la revista Metábasis y en esta misma página.
A.S. — ¿Y la derecha, también rompe con su pasado?
R.V. — La derecha actual, no tiene nada que ver con la defensa del «trono y el altar», aunque muchos intelectuales descolgados sigan tratando de explicar o corresponder esta derecha actual con la del pasado, y sigan tratando de encajar con distintos tipos de derecha, como la «derecha socialista» u otros tipos de derecha, lo único que encaja es que se quedaron en el tiempo. La derecha actual más que una respuesta política estrictamente es una respuesta y una actitud cultural. Los distintos grupos que conforman este espectro han salido a dar batalla a la «izquierda cultural» con mucho éxito.
A.S. — Esa expresión «quedarse en el tiempo» tiene poco uso en la actualidad.
R.V. — Se usaba mucho en el siglo pasado, pero describe muy bien ese tipo de situaciones. «Se quedaron (o se quedó) en los setenta», se decía de alguien o de un grupo de personas que pretendían explicar la política del presente con fórmulas o argumentos propios de esa década, es decir, referido a los izquierdistas.
A.S. — La derecha actual, que no quiero llamar «nueva derecha» para no confundir con la derecha francesa de Alain de Benoist, ha salido a dar la cara fuertemente en este siglo, en cambio la llamada izquierda cultural se fue gestando en el siglo pasado.
R.V. — Exacto, izquierda que llamo de séptima generación, que es de género plotiniano y cuyo padre es Herbert Marcuse, y comienza a gestarse desde el mismo momento del desencanto con el marxismo tradicional, ante su fracaso total, el del «proletario» como sujeto revolucionario. Es la Escuela de Frankfurt, que encontró tierra fértil en los Estados Unidos. La guerra de Vietnam para Herbert Marcuse es un hecho importante para la elaboración de su nueva izquierda, así que estamos hablando de hace mucho tiempo. Todo eso está explicado en ese artículo. Obviamente, que no será reconocido por aquellos (sobre todo los marxistas) que creen que el marxismo puede regresar en «gloria y majestad». Por eso algunos allegados al Materialismo Filosófico, salieron a buscar en hispanoamerica esa séptima generación. Creyeron encontrarlo en el chavismo, en el llamado posteriormente «Socialismo del siglo XXI» y otros regímenes afines. No quieren aceptar que el marxismo o comunismo, como ideología política es «perro muerto».
A.S. — Muchos argumentaran que siguen existiendo grupos o partidos políticos marxistas.
R.V. — También siguen existiendo jacobinos, que sigan existiendo marxistas, grupos o partidos, revistas, etc., no prueba nada o, mejor dicho, lo único que prueba es la necedad y la estupidez humana, además, cuya existencia es meramente testimonial y el único camino que les queda es ser chupados o usados por la nueva izquierda cultural para llegar al poder. Eso es lo que sucedió con partidos como PODEMOS en España o el partido Demócrata en Estados Unidos, el peronismo en Argentina, y podemos seguir con todos los partidos de raíz izquierdista.
A.S. — ¿Que origen tiene esa nueva izquierda cultural?
R.V. — Básicamente, se valen de una materia prima que Gustavo Bueno llamaba con acierto, las izquierdas indefinidas. Pero, desde el mismo momento en que esas izquierdas se deciden a tomar «el cielo por asalto», es decir, el gobierno de un Estado, ipso facto, ya están políticamente definidas sobre el tipo de Estado que quieren. Por eso resulta tan absurdo que algunos intelectuales traten de encajar al partido PODEMOS en las «izquierdas definidas», no hay forma, no hay caso, y fracasan en el diagnóstico, no dan pie con bola.
A.S. — Cuando habla de «algunos intelectuales» concretamente a quienes, o a que se refiere.
R.V. — Bien, existen muchas acepciones de intelectual, yo enumeré unas cinco o seis, Gustavo Bueno diría «los impostores de siempre», pero también es aplicable a todos aquellos filósofos, antropólogos, historiadores, escritores, sociólogos, científicos, etc., que en el siglo pasado participaban directamente o simpatizaban con cualquiera de las generaciones de las izquierdas definidas. En la actualidad, correlativamente, existen intelectuales que adhieren o simpatizan con la actual izquierda cultural. Hicieron un simple corrimiento. Pero también existe la figura del intelectual, ese profesional, que domina una disciplina u oficio, y que cree que, por lo mismo, está autorizado a intervenir con autoridad, concretamente, en la política.
El problema de estos intelectuales es que carecen de calle, como popularmente se dice. Recuerdo, que, en aquellos tiempos, para dar un ejemplo, se hacía una distinción entre dos tipos de militares, los que tenían calle y los que no. Los primeros eran los policías que provenían mayoritariamente de familias pobres y a lo sumo de clase media. Vivian en barrios donde convivían con delincuentes y hasta arrastraban parientes de dudosa moralidad, pero conocían el barrio, su gente y sabían lo que realmente sucedía. En cambio, los militares eran de clase media o alta, y vivían en otros lugares, concurrían a los círculos militares y se casaban o socializaban con personas de su misma clase social. Con los intelectuales pasa lo mismo, viven en una esfera de cristal, ignoran lo que pasa en la calle, en la polis, y se manejan con esquemas teóricos preestablecidos, que valen para su oficio o saber pero no para la política y creen que la realidad se debe adaptar a sus ideas. Manejan teorías que no van con la realidad, es como tener un sombrero de una medida y las cabezas deben adaptarse a ella, porque el sombrero está hecho. Y es todo lo contrario. El filósofo Luis Carlos Martín Jiménez, discípulo de Gustavo Bueno, ha sido certero en su apreciación y ha sido muy claro en esto y lo ha manifestado en muchas disertaciones.
A.S. — ¿Tan alejados de la realidad que no vieron que existía una nueva generación de izquierdas?
R.V. — Como dije antes, esperaban una nueva generación que le diera batalla al capitalismo y les salió un hijo bastardo que ponen el acento en el género, la raza, lo sexual, el homo, el trans, el capitalismo woke, las minorías, el indigenismo, el ecologismo, etc. Y otros intelectuales, que sueñan con la implantación de un marxismo reformado. Digamos que se da un doble error entre ciertos intelectuales, tanto por izquierda como por derecha. Y lo peor es que se auto denominan materialistas filosóficos o materialistas políticos, y en realidad son simples idealistas que están alejados de la realidad política del actual presente en marcha. Se niegan a ver la realidad y fabrican esquemas que solo existen en su mente, llegando incluso a contradecir lo que sostenía Gustavo Bueno.
A.S. — Dice que por «izquierda y por derecha».
R.V. — Es un decir, por izquierda tenemos a Santiago Armesilla Conde, un marxista reformista, que pretende casar a Gustavo Bueno Martínez, su vuelta al revés de Marx, con el marxismo, y que sigue filosofando o parloteando de la plusvalía cuando ni a los chinos le importa. Un idealista total, pretende repetir la historia. En el 18 de brumario de Luis Bonaparte, obra escrita por Karl Marx, en ella Marx intenta exponer como el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 en París, realizado por Luis Bonaparte, fue propiciado por la lucha de clases y las condiciones materiales que cada una de las clases sociales defendía, más allá de si fue así o no, lo que importa es la referencia.
El texto comienza con la famosa frase de Marx «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa» (que es un cumplido a la frase original formulada por Hegel), parodiando el golpe dado por Luis Napoleón Bonaparte como una imitación inferior del verdadero 18 de brumario: el golpe dado el 9 de noviembre de 1799 (18 de brumario del año VIII, según el calendario republicano) por Napoleón Bonaparte, culminando la fase revolucionaria del ascenso de la burguesía al poder e iniciando el imperialismo expansionista francés en Europa.
Cada imperio con su consecuente nematología y tecnología, tiene una oportunidad en la vida y no es posible retroceder la historia y volver atrás. El marxismo ya tuvo su presentación en sociedad, su momento para hablar y se acabó. Santiago Armesilla, a veces me desconcierta, no sé si calificarlo de ingenuo o de mala leche. Él fue el primero en salir a buscar la séptima generación de izquierdas y aun cree que es posible. Ahora hace su revolución en YouTube. Durante la época de la pandemia, encontrándose en Argentina, en un video, otro rojillo camarada suyo, estéticamente barbado, le preguntó si China era marxista, dudó un poco y Armesilla, respondió que sí.
A.S. — Una pregunta al hilo ¿China o Rusia son comunistas?
R.V. — En entrevistas, en artículos periodísticos, en libros o en arengas políticas, se designa a China como comunista (a veces también a Rusia), lo cual es un error. Javier Milei, un emergente político argentino, economista, suele llamar comunista a China. Milei es un técnico, es un buen economista y carece de filosofía política, por eso confunde Estado con Gobierno. El que roba es el gobierno (de turno) no el Estado, un gobierno no es permanente y puede ser cambiado en 4 o 6 años por otro, incluso de signo contrario. El Estado no pasa, permanecerá mientras exista la política, sin Estado no hay política. A mi parecer, calificar a China o Rusia como comunista, el error consiste, por un lado, simplemente porque se quedaron en el tiempo y no pudieron visualizar la evolución de las izquierdas. Y por otro, en confundir la violencia etológica y política de China o de Rusia, con el comunismo.
Se puede decir en este sentido, que la violencia etológica y política, no es monopolio de los gobiernos comunistas, es cierto que tienen en común la violencia, pero eso es una tradición de los pueblos orientales, cosa que no existe en los pueblos o Estados occidentalizados de Oriente. Por ello hay una ausencia total en esos pueblos, de lo que llamamos en el Materialismo Filosófico, la capa conjuntiva ascendente. Eso sucede en China y también en Rusia, en este último, viven en un permanente dilema existencial de no saber si son o pertenecen a Oriente u Occidente. ¿Pero en que se caracteriza el marxismo, cuál es su esencia? El motor de la historia, lo que mueve y construye la historia para ellos es la «lucha de clases», partidarios de la revolución violenta, en esto discrepaban con los socialdemócratas. En la propiedad estatal de los medios de producción, en la eliminación de la propiedad privada, en contra de lo que llamaban la plusvalía, en la instauración de la dictadura del proletariado, como paso previo para llegar al socialismo y, la eliminación del Estado. En esto coincidían con los anarquistas, aunque no en los medios.
A.S. — En la China actual y en Rusia esto no existe.
R.V. — Y si no existe, no es, verdad de Perogrullo. En un artículo de mi autoría publicado en la revista Metábasis y en esta página en 2022, y que lleva por título: El sueño chino. De Sun Yat-sen a Xi Jinping. Hago un recorrido por el ortograma chino, ortograma que no es el fruto de la acción de un solo gobierno, y el único agujero negro en ese ortograma es el comunismo asiático o maoísmo, sexta generación de izquierdas. Desde Sun Yat-sen, considerado por muchos como el padre de la patria, saltando a Mao, hasta nuestros días, siempre soñaron con abrirse al mundo, con la llegada de capitales, de conocimiento, de tecnologías, etc. Luego de la barbarie de Mao Tse-Tung, de la revolución cultural, del salto adelante (al vacío), del atraso, de las hambrunas, empezaron las reformas, y regresaron al sueño chino.
A.S. — A pesar de ello siguen hablando de socialismo.
R.V. — Tienen que seguir la narrativa oficial china, propio de los Estados que quieren inventarse una supuesta originalidad o romper con un pasado, sin la cual no serían lo que son. Eso mismo sucedió con las naciones que surgieron con la fragmentación del imperio español, viven en base a una mentira original, como el signo de Caín. En la nematología china se sigue idolatrando a Mao, es decir, a la miseria, la barbarie, el atraso. Algo parecido como en iberoamérica y otros lugares del mundo, se sigue idolatrando al Che Guevara, un fracasado total y a una ideología que ha llevado a los pueblos que la sufren, al fracaso y a la miseria.
No voy a hablar sobre «el golpe de timón», o el anhelado ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, una institución emblemática y propia de la globalización neoliberal. Deberían recordar a Xi Jinping, en su histórica visita al encuentro de Davos, en donde defendió y exculpó de todos los males a la globalización económica. Xi Jinping convertido en el último defensor de la globalización neoliberal. Aprovechó todo lo que ofrecía el neoliberalismo, en cuyos planes estaba contemplado en ser la fábrica del mundo.
Entonces llamar a China comunista es un grave error, es no enterarse de nada. Lo mismo sucede con asignarle a Antonio Gramsci la autoría o el fundamento intelectual a las nuevas izquierdas culturales y no a Herbert Marcuse. La existencia de un partido llamado comunista, el PCCh, no dice nada, es solo un instrumento de control férreo sobre los ciudadanos. Un país donde existe más billonarios en el mundo, superando a Estados Unidos y la India juntos, no puede ser comunista. En donde la propiedad privada (a su manera) es aceptada, en donde minuto a minuto se acumula o produce plusvalía, ¿se puede llamar comunista? Que lo llame Armesilla, para seguir engañando a los cabezas de termo.
A.S. — Lo mismo se puede decir de Rusia.
R.V. — La implosión de la Unión Soviética se debe a un sistema que estaba agotado, agonizando, y que no casaba con la realidad, y necesitaba imperiosamente una nueva revolución política (no cruenta). Los intelectuales no entienden que, en la vida concreta, lo básico y primordial es «comer» y el socialismo real era incapaz de lograrlo. La lucha, la competencia, entre dos sistemas económicos puso de relieve su inutilidad. No cayó la URSS por hartazgo, ¡vaya tontería! Cayó por ineficacia, no abandonaron Afganistán por culpa de unos traidores, se fueron porque no tenían un rublo para mantener las tropas, no solo en Afganistán, sino en la propia Unión Soviética.
Desclasificados numerosos documentos y el trabajo de historiadores e investigadores serios, dicen otra cosa. Ya no se puede seguir repitiendo tamañas tonterías. En la llamada «Serie Roja» en la que estoy escribiendo sobre los tres imperios surgidos en el siglo XX en Rusia, en la correspondiente a la URSS voy a mostrar la real situación de la URSS, sin dinero para poder pagar los sueldos gubernamentales, suplicando dinero a Estados Unidos, al FMI, sí al Fondo Monetario Internacional. Así que llamar a la Rusia actual comunista es estar bien despistado. Putin puede pecar de muchas cosas, pero no de tonto. Es más, durante la invasión a Ucrania, Putin puso en tela de juicio a los jerarcas marxistas leninista, con lo cual ya no hay vuelta atrás. Rusia como China son capitalistas a su manera, capitalismos autoritarios, y en el caso de China, depredador y brutal, usurero, a …lo chino.
A.S. — Luego de la muerte de Gustavo Bueno, ¿Cómo evalúa la continuidad del sistema?
R.V. — No me considero con autoridad para hacer tal juicio, pero tampoco me voy a escapar por la tangente. En primer lugar, la tarea intelectual de Gustavo Bueno ha sido titánica, los sistemas filosóficos que hubo en el mundo fueron muy pocos, basta los dedos de las manos para contarlos, y la mayoría de ellos no fue fruto de una sola persona. El sistema de Gustavo Bueno, sí. Pero la obra de Gustavo Bueno, por suerte, escapó del control que sutilmente han tratado de lograr, con su defensor fidei, su defensor de la fe, su bulldog, su guardián, su Ratzinger, incluido.
Los loables trabajos de José Manuel Rodríguez Pardo y la revista Metábasis y otros tantos, por distintas latitudes. Muchos de ellos sin conexión con la Fundación que lleva su nombre. Siguen su propio derrotero por distintas razones. La Escuela de Oviedo ha dado muchos discípulos notables, que continúan la obra de Gustavo Bueno. También de quienes discrepan con ciertas cuestiones de la línea oficial. O por aquellos que no quieren seguir ciertos lineamientos u orientaciones, en cuestiones como la política, que es nuestro caso.
A.S. — Como parte integrante del grupo de seguidores del Materialismo Filosófico, a caballo entre Estados Unidos y España, y ahora miembro de la revista Eutaxia, no necesito entrar en detalles, pero los lectores ajenos, sí, y para evitar malas interpretaciones. ¿Podría ser más explicativo?
R.V. — Mi relación personal con Gustavo Bueno Sánchez, hijo de don Gustavo, ha sido buena y no tengo nada que objetar, también creo que ha hecho una enorme labor al frente de la Fundación, quienes lo objetan sabrán el porqué. En cuanto a la filosofía política del Materialismo Filosófico, lo tomo para dar los cursos de formación política. Pero hasta cierto punto y ahí nos paramos. No entramos en las especulaciones, ni hacemos política con ideas aureolares. Una idea aureolar, es aquella que, aunque pide su realización en un futuro virtual, es una petición de principios porque se da por supuesto que ese proceso cíclico, o lineal si se quiere, de progreso global, es una idea de la que se tienen la fe de que se va a cumplir, de su cumplimiento en el futuro, de manera irreversible o necesaria. Por tanto, es una idea que está en marcha, en devenir y que solo es cuestión de tiempo, como la parusía de Cristo o el comunismo final.
No me parece bien, que ciertos intelectuales que siguen ideologías políticas del fracaso, traten de llevar agua para su molino. Entiendo que, en todo grupo humano, hay muchos personajes, o al menos había, que siguen siendo políticamente marxistas leninistas, aun cuando intelectualicen la caída del socialismo real, pero eso no es más que una postura. Cada vez que aparece un libro donde se critique los crímenes del comunismo, surge la brigada roja a defender lo indefendible. Salen a pedir constancia de los números, de los datos, todo hecho con un supuesto rigor intelectual, lo cual no es cierto. Lo que pasa es que sangran por la herida. El comunismo realmente existente, la única forma de mantenerse en el tiempo fue a través de la violencia etológica, pura, animal, cercos, cárcel, levantado muros, gulags, etc.
Estos defensores nunca criticaron las barbaridades del comunismo, ahí no hay leyenda rosa como dicen, dan vergüenza ajena. Con tipos así no tengo nada que ver. Es como le dije en mi último correo al señor Bueno Sánchez, repitiendo lo que le dijo el amigo, Carlos Semprún Maura, al trotskista Mandel. Cuya cita lo pueden tomar del artículo publicado en esta revista, en 2014, de un breve homenaje de mi parte a don Carlos Semprún, donde está publicado su testimonio de: «Por qué deje de ser de izquierdas».
Alejandro, usted sabe quiénes fueron los Maura en España, sobre todo Jorge, hermano de Carlos, que fue el ministro estrella de Felipe Gonzalez. Jorge Semprún en la Segunda Guerra Mundial, este célebre izquierdista había actuado de «Kapo» en un campo de concentración nazi, el socialista de Jorge colaborando con los nazis, esos fueron los proceres de la resistencia izquierdista. Obviamente que Carlos denunció a su hermano como tal.
«Resumiendo: la tesis central de Trotski y de sus discípulos consistía en afirmar que lo que ocurría en la URSS, su degeneración, exigía una “revolución política” … y sólo eso, porque la base del sistema seguía siendo socialista. O sea, que la propiedad privada y las leyes del mercado seguían abolidas. Con lo cual fácil es imaginar que, para las diferentes secciones y escisiones de la IV Internacional, un cambio en la dirección del PCUS (a condición de que reconociera los méritos de Trotski) bastaría para que la URSS se convirtiera en lo que proclamaba su propaganda: la Patria de los Trabajadores. Porque sobre los demás dogmas, o sea la “dictadura del proletariado”, la justificación del Terror (véase Su moral y la nuestra de Trotski) y demás, mantenían los mismos principios, incluso de forma aún más sectaria.
Me fui distanciando. Pero fueron los propios trotskistas los que me alejaron definitivamente del trotskismo. Podría contar mis anécdotas, pero me limitaré a referir el caso de Ernesto Mandel, líder indiscutible de una de las corrientes troskas. Cada vez que nos veíamos, y nos vimos a menudo durante un periodo, me preguntaba cuándo iban a estallar las insurrecciones campesinas en Andalucía. La primera vez me sorprendí mucho, pero pensé que tal vez tenía informaciones que yo desconocía.
Después, cuando repetía y repetía la misma pregunta y yo le contestaba que no se divisaba la menor insurrección campesina en Andalucía, su réplica consistía siempre en decir que no podía ser, que tenía que producirse necesariamente, puesto que Trotski, por los años treinta, lo había afirmado en un escrito. Yo, desde luego, vivía un delirio –o ilusión– revolucionario, pero me di cuenta de que Mandel y los suyos vivían totalmente inmersos en el pasado, totalmente fuera de la realidad; un delirio infinitamente más delirante que el mío. Y claro, no se trataba únicamente de las insurrecciones andaluzas.
Como se habían hecho la ilusión de que AC ingresaría en la IV Internacional, y algunos lo estuvimos pensando –yo escribí en su prensa, y otros, como Ubierna, se adhirieron a nivel personal–, cuando después de dudarlo decidimos no hacerlo, lógicamente se enfurecieron. Recuerdo mi ruptura personal con Mandel, que me había citado para un cara a cara en un café del bulevar San Miguel, para una explicación a fondo. Después de una farragosa discusión, me espetó: “Pese a todo, lo esencial es que los comunistas y nosotros estamos detrás de la misma barricada anticapitalista”. Y yo dije: “Pues yo estoy en la barricada de enfrente”. ¡La que se armó!
¿Qué significaba para mí la “barricada de enfrente”? Había llegado a la conclusión de que, pese a sus defectos, las democracias parlamentarias eran preferibles a cualquier dictadura, de izquierda como de derecha. En realidad, había llegado un poquitín más lejos, pues consideraba que el peor sistema político existente, una vez destruido el nazismo en la guerra, era el comunista, el que padecían en la URSS, China, Vietnam, etc. Por lo tanto, para mí los partidos comunistas, prosoviéticos o prochinos, eran enemigos políticos. Eso me planteó los habituales problemas en el seno del FLP, donde la mayoría consideraba que estábamos en la misma barricada antifranquista, pero también, de otra forma, en AC.
Aunque la lucha contra el franquismo concentraba nuestras actividades, la guerra de Vietnam estaba en el centro de nuestras preocupaciones. Después de haber sido, como tantos, antiyanqui, había llegado a la conclusión de que en realidad se estaban enfrentando dos imperialismos, el soviético y el norteamericano.»
A.S. — Ahora, que está en la barricada de enfrente de ciertos intelectuales, que piensa.
R.V. — Non me ne frega. Yo, siempre desde adolescente estuve en la misma barricada. Los izquierdistas surgen siempre del mismo tronco, son cachorros de la misma perra, hijos de la frustración y el resentimiento social. Lo que importa es la obra de Gustavo Bueno y no sus herederos, seguidores u opositores. Que nos ignoren, que nos hagan un vacío, me da lo mismo. Al menos nosotros estamos definidos. Como insistentemente repetía Gustavo Bueno, hay que definirse, lo decía, siguiendo a Tierno Galván. ¿Que son políticamente, marxistas, antimarxistas, pro chinos? Hasta no hace muchos años en el Catoblepas en todas las publicaciones había una sección dedicada: «A la República Popular China». ¿Es China un imperio depredador? ¿Y la Rusia de Putin qué?
A.S. — «Y usted como se define?
R.V. — Soy un hombre libre. No soy de izquierdas ni de derechas, aunque estoy muy cercano a la actual derecha cultural. ¿América para los americanos? Nací y vivo en el continente americano, no nací en Rusia, ni en China, ni en Europa. Durante la Guerra Fría no fui comunista ni maoísta, desde temprana edad estuve convencido del fracaso político de las izquierdas, y ahora con el diario del lunes, sé que estuve acertado. Por otro lado, no tengo vocación de perdedor para ser de izquierda, no me gusta el fracaso, y digan lo que digan, esas izquierdas estuvieron en el lado equivocado de la historia, pertenecen al bando de los perdedores. Y eso no tiene arreglo.
Soy el resultado de la grandiosa obra del imperio español, soy hispanista, de una hispanidad clausurada en el tiempo, terminada, quiero ser terminante en esta cuestión. Pretender regresar a una hispanidad perdida en el tiempo es otra farsa. Primero, porque no hay tal imperio español y la iglesia católica actual es parte de la nueva izquierda, con el papa Francisco, a la cabeza, y es enemiga de los valores de aquella hispanidad.
Tampoco me subo al caballo de una iberofonía con pretensiones claramente políticas, apelar a la lengua como instrumento político, es pura necedad. De ahí las suposiciones gratuitas respecto al español actual en Estados Unidos, una falacia total, hablan u opinan sin saber absolutamente nada. Hay otro artículo en esta revista del 2021, con el nombre de: «El español en los Estados Unidos». Y no necesito de supuestos hispanistas que se presentan como defensores de la hispanidad, pero cínicamente idolatran a «Traidores a su patria», es decir a España, como San Martín, Bolívar, en suma, todos los llamados libertadores.
Hay que pedirles a los hispanistas, que sean honestos y que definan que entienden por «traición». Estoy en contra de una supuesta hispanidad política, que ha sido el sueño eterno de los izquierdistas, no por los valores de la hispanidad, sino para llevar agua para su molino, eso es lo que hace Armesilla Conde, de eso se trata su revolución marxista reformista Youtubera, captar a los «cabeza de termo». De eso trata la «Patria Grande» de Francisco, o del mentor de Armesilla, el sanmartiniano, peronista, Marcelo Gullo, cuyas teorías políticas no son otra cosa que pataleos peronistas tercermundistas, que no tienen nada que ver con la dialéctica de imperios. Los rojillos, los rosadillos y otras variaciones del rojo, en iberoamérica se pasaron su vida hablando de la Patria Grande (socialista).
Obviamente, que los peronistas son negadores de la teoría de Gustavo Bueno, ya que estos cantaban a coro: «Ni yankis, ni marxistas, peronistas». En la segunda mitad del siglo pasado, la dialéctica de imperios era entre yankis y marxistas, los perucas al negarlos, estaban negando la historia misma. Como estoy convencido en la teoría de Gustavo Bueno, sobre el motor de la historia, no puedo aceptar una supuesta hispanidad política, que no existe por ningún lado. No hay tal imperio y, por tanto, no hay tal dialéctica, a menos que sean fantasmales.
Eso es hacerle el juego al papa Francisco, un peronista de izquierda. Algunos integrantes de la Fundación salieron en su momento a buscar alianzas con grupos peronistas neofascistas, con ideólogos del llamado socialismo nacional de hispanoamerica, con personajes que dan vergüenza ajena, o ingenuamente a redescubrir el peronismo. A estos últimos, Juan Perón (el padre de la criatura) les diría lo mismo que les dijo a los guerrilleros marxistas Montoneros, que intentaron someterlo a un examen de marxismo. «Muchachos, cuando ustedes van, yo ya estoy de vuelta». O, «ustedes son más peronistas que Perón». Esto es un ejemplo concreto del delirio de los intelectuales metidos en política, no tienen calle.
Durante la Guerra Fría, no fui marxista ni maoísta, por tanto, no quería que América fuera para los soviéticos o los chinos. En la actualidad, tampoco quiero que América sea para el autócrata Putin y los orientalistas rusos, ni para el imperio depredador chino ¿América para los americanos? obviamente que sí. Al menos yo estoy definido, y esta es mi barricada.
A.S. — Lo último, ya que me produjo risa eso de los «cabeza de termo».
R.V. — Es un dicho muy común, y hace referencia a ese implemento metálico, cilíndrico, que se usa para almacenar agua caliente y poder utilizarla, sobre todo para cebar mates, esa infusión tan tradicional de Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil. Es decir, son duros de cabeza como el metal cilíndrico y huecos por dentro. Cabezones y kantianos.
Julio de 2023.
Dyer, Indiana.