CONVERSACIONES EN INDIANA
Alejandro Soler
Alejandro Soler. —A finales de los setenta y comienzos de los ochenta, América del sur, para los medios periodísticos se ha había vuelto muy atractiva. Mi padre que ejercía la profesión de periodista se había convertido en un viajero permanente a esa región de Sudamérica. Los movimientos guerrilleros que asolaron la región estaban en un franco declive, ya habían perdido fuerza en el plano militar y, por si fuera poco, se produjo la guerra de las Malvinas. Es en ese contexto donde aparece Ricardo Veisaga B., y se convierte en una figura familiar. Yo, aún no había nacido, algunas décadas después también lo sería para mí.
Ricardo Veisaga. —Me parece muy adecuado situar a una persona o una determinada situación concreta dentro de un contexto histórico-político. A veces los datos biográficos o biológicos, en sentido positivo, no dicen mucho. La cuestión del contexto es sumamente importante en la vida política, es algo que hago notar siempre en conversaciones con personas interesadas en estos temas, es algo esencial para poder situar las cosas en un determinado tiempo y espacio.
A.S. —Un error muy extendido no solo en la vida política sino también en los centros de estudio, en los que se ocupan del análisis político o el periodismo político.
R.V. —De acuerdo, todos esos hechos no se dan en el vacío, se producen dentro de un determinado contexto histórico-político, y esos contextos se producen en dos planos distintos, tanto en la externa como en la interna, pero en la que una determina necesariamente a la otra. En concreto, la política mundial en la segunda mitad del siglo XX, va a girar en torno a la dialéctica de dos imperios vencedores en la Segunda Guerra Mundial. Es decir, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.
A.S. —Enfrentamiento que se da de manera permanente en la historia.
R.V. —La idea de Imperio es una figura rescatada por Gustavo Bueno, una idea bastardeada por Lenin y que sería repetida por sus seguidores hasta nuestro siglo. Sin la idea de Imperio no sería posible explicar la historia, ya que la historia empieza con la política, antes de la política lo que había era antropología. Y mucho más desde la aparición de los imperios universales como España, el imperio Romano no tenía alcance universal. El Romano como otros imperios se encontraban circunscriptos a determinadas áreas geográficas, al mundo conocido de entonces.
A.S. —Una idea de imperio, pero como motor de la historia, a la que vuelve de manera recurrente en sus escritos.
R.V. —Es necesaria esa insistencia para tener una discusión mínimamente honesta, si no se tiene una teoría al respecto no se puede discutir seriamente. Todos los grandes Estados, la clase política que la dirige, tienen una teoría y en virtud de ella se mueven. Lo que sucede en la vida política actual es que no hay ideas, no hay filosofía política, entonces los políticos creen que la historia se desplaza o se despliega a la manera hegeliana o porque sí, y lo único que nos resta por hacer es ser simples espectadores de un mundo en armonía, y en lo posible ser políticamente correctos.
Los marxistas creyeron que el motor de la historia era la lucha de clases, de más está decir que el tiempo ha puesto esa teoría en su lugar, la realidad se ha encargado de mostrar su inutilidad y como toda cosa inservible termina en el trastero de la historia. Al menos tenían una teoría. Hay muchos que no quieren aceptar que el marxismo es «perro muerto», y lo peor es que se da en personas que dicen comulgar del mismo sistema filosófico del que abrevo. Que todavía existan personas que sigan creyendo en su viabilidad no significa que vaya a suceder, lo único que muestra es la terquedad y la estupidez humana.
Para Hitler era una cuestión racial, la raza aria, otros creen que en las relaciones internacionales lo que importa es la teoría del equilibrio de poder, o el equilibrio de las potencias. Estos piensan que se puede mantener el statu quo, manteniendo un equilibrio de poder e intentan prevenir el aumento de poder de alguno de los superestados. Los seguidores de esta teoría suelen citar como ejemplo las relaciones establecidas entre las polis griegas del siglo V a.C. que conocemos a través de Tucídides en La historia de la guerra del Peloponeso, o lo sucedido entre las potencias europeas entre el siglo XVII al XX, y citan al Tratado de Westfalia, Tratado de Utrecht, Congreso de Viena, Sistema Metternich, Sistema Bismarck, Tratado de Versalles.
A.S. —Pero todos esos tratados o acuerdos terminaron en nuevos conflictos.
R.V. —Exacto, y lo peor de todo, es que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, el equilibrio de poder, en la teoría política se le otorga el pomposo nombre de realismo. En realidad, esto es idealismo puro, los sostenedores de esta teoría creen que cada Estado tiene como objetivo acumular la mayor cantidad de poder, y que si todos actúan de la misma manera se lograría un equilibrio de poder. ¿Y quién será el encargado de medir o controlar ese crecimiento?
Ni siquiera los romanos creían en un equilibrio, y en cuanto al mando hablaban del primus inter pares, para no ofender a alguno de ellos. Es obvio, que el primus estaba sobre los pares. En la actualidad siguen existiendo seguidores como Hans J. Morgenthau, uno de los más famosos es Henry Kissinger, un teórico demasiado sobrevalorado. Si esta teoría fuera la correcta, entonces estaríamos ante otra forma del fin de la Historia. Ya que estos proponen un empate in aeternum en la vida política internacional.
Sin embargo, lo que vemos es que los superestados siguen aumentando su poder, actualizando y mejorando su armamento, hecho todo en el mayor secreto posible para imponer un nuevo orden mundial a su medida. La invasión de Rusia a Ucrania es una muestra de cómo avanza la historia. China que ya tiene subordinado a Rusia, no busca un equilibrio de poder, quiere imponer su poder.
A.S. —Eso es justamente lo que sucede en esos años en el continente americano y específicamente en Argentina.
R.V. —Es una consecuencia de la dialéctica de imperios, concretamente entre Estados Unidos y la Unión Soviética, China en menor medida, en este sentido es un actor secundario. Entre estos dos imperios se da una guerra en gran escala, tanto en lo económico, científico, tecnológico, deportivo, cultural, militar, aunque no se produjo una guerra entre ellos, sino que se emplearon a otros países para extender su poderío político, proxy war. La carrera armamentista se fue desarrollando a gran escala llegando hasta el espacio exterior, y el desarrollo de la ciencia y la tecnología produjeron revoluciones tecnologías que afectaron la vida de las sociedades para siempre.
A.S. —Tanto los gobiernos militares como los grupos guerrilleros tienen relación directa o son una consecuencia de esa dialéctica.
R.V.—Esa situación es algo compleja. La aparición de los gobiernos militares y su acceso al poder político pueden tener distintos orígenes. Los militares estuvieron presentes, en el caso argentino, desde siempre. Nos podemos remontar a tiempos del virreinato y posteriormente cuando aún no existía un Estado llamado «Argentina». Es decir, que ya lo encontramos en esos antecedentes previos al Estado argentino. La gente cree que luego de la independencia existe Argentina, esa confusión respecto a «Argentina» la alimentan los historiadores y la repiten en las escuelas.
A.S. — ¿Y eso a que se debe?
R.V. — A la mala fe y a la ignorancia, para empezar. El verdadero padre del Estado argentino es un militar, Julio Argentino Roca. Hasta antes de Roca no había, estrictamente hablando, un Estado, ni en su capa cortical, basal o conjuntiva. Es decir, su capa cortical no era la que consiguió Roca, era mucho más pequeña, la Patagonia no tenía un dueño efectivo.
A.S. —Me interesa saber algo sobre esa cuestión.
R.V. —Brevemente, Argentina proviene del latín argentum, que significa «Plata» y hace referencia al descubrimiento de minas de ese metal en América por los españoles en 1530, y también servirá para que se llame así al Rio de la Plata. El cartógrafo portugués Lopo Homen, en 1554, en un documento se refiere a la región como Terra Argentea. En 1602, Martín del Barco Centenera usa el nombre Argentina en un libro. Pero esto no va más allá de lo poético o literario, no tiene validez política o jurídica, las tierras del sur del continente pertenecían al imperio español, primero como virreinato del Perú y más tarde como virreinato del Rio de la Plata.
En la segunda década del siglo XIX, en el periodo independentista, se llamará: Provincias Unidas del Rio de la Plata, era mucho más pequeño en territorio, y las nuevas denominaciones que fueron apareciendo posteriormente, igual. La llamada Confederación Argentina, era la actual provincia de Buenos aires, la estancia de Rosas y algunos lugares del territorio. Así que hablar de Argentina es un abuso. Su capa basal era pequeñísima, por ello es necesario erradicar a los nativos que no se querían someter a las leyes y que no querían reconocer al gobierno, y como todos sabemos, la soberanía no se discute ni se comparte, el soberano es uno solo. La incorporación de semejante capa basal y su explotación fue el principio de la riqueza argentina. Y su capa conjuntiva era incipiente y casi inexistente, había Constitución, pero nadie la cumplía, puro formalismo.
A.S. — La irrupción del estamento militar se dará desde la tercera década del siglo XX.
R.V. — Sí, pero los motivos serán siempre distintos, la corrupción, la anarquía provocada por los inmigrantes europeos, obviamente que no todos, pero entre los cuales llegaban anarquistas de viejo cuño que llegaban por estar perseguidos, tanto en España, Italia y otros países europeos. Esos anarquistas eran de: ni Dios ni Estado. Pero la gente no entiende que es el anarquismo, da pena escuchar a las personas glorificar a grupos que querían acabar con el incipiente Estado argentino, el anarquismo no tiene patria. Mas adelante, los militares se justificarán ante la presencia de ideologías no se si más o menos virulentas, pero seguro más extendidas que pretendían imponerse por las armas.
A.S. — Estamos hablando ya de corrientes ideológicas de izquierdas.
R.V. — Si, en este caso de la cuarta y quinta generación de izquierdas (socialdemócratas y comunistas), según el estudio de las izquierdas definidas de Gustavo Bueno, pero también el anarquismo es una de ellas, la tercera generación de izquierdas, pero en sentido negativo, quería acabar con los estados, es decir, con la política. El triunfo del marxismo leninismo en Cuba fue determinante para su expansión en todo iberoamérica. Mi país no fue ajeno a eso, muy por el contrario, aunque por distintas razones. La figura del Che Guevara, la existencia de una masa obrera muy politizada con su líder ausente. Un líder, Juan Domingo Perón, que en el exilio coqueteaba con los cubanos, alababa a Mao Tse-Tung, le daba alas a los Montoneros, a lo que él llamó «juventud maravillosa», que secuestraba y mataba, etc.
A.S. — Imagino que durante el auge guerrillero izquierdista eras adolescente.
R.V. — Adolescente, pero muy consciente de ese periodo histórico, tuve amigos y conocidos que militaron en uno u otro bando. Las movilizaciones tenían un gran atractivo para personas de nuestra edad, y debo decir que muchas personas que terminaron siendo víctimas, se iniciaron por participar en actividades que consideraron un juego divertido. Pero la gente de izquierda, al menos para mí, en ese entonces era impresentable, muchos de ellos jamás habían trabajado, no generaban confianza y no les favorecía la estética. No fui ajeno a esos avatares, todos los días estábamos pendientes de las noticias, secuestros, muertes, ataques a comisarias, enfrentamientos armados entre grupos sindicales, la dialéctica de «los puños y las pistolas» se había desatado entre las izquierdas y la derecha peronista.
A.S. — ¿Algún hecho que lo haya afectado a usted o a su familia?
R.V. — Uno de mis hermanos estaba prestando el servicio militar en el momento del golpe de Estado militar y posteriormente fue movilizado a la provincia de Tucumán, lugar donde se había asentado la guerrilla rural. Los guerrilleros marxistas querían conquistar la provincia y declarar «zona liberada». El gobierno militar había puesto en marcha el «Operativo Independencia». Un día se apersonó por casa un mensajero militar y nos comunicaron que debía viajar un familiar a la zona del operativo, no daban mayor información, pero se trataba de mi hermano conscripto.
En ese momento estaba disponible y tuve que viajar al lugar munido de una carta otorgada por la comandancia militar. Me dirigí a la zona de operaciones y estuve deambulando, hasta que me detuvo una patrulla militar. Les ensené la carta y expliqué el motivo, horas después de muchos interrogatorios, me dijeron que mi hermano se encontraba en el Hospital Militar de San Miguel de Tucumán, la capital de la provincia. Tuve que regresar a la capital. Mientras estaba tratando de ubicar al regimiento donde prestaba servicio mi hermano, la gente me decía que tuviera cuidado, que podría ser blanco de los militares o de los guerrilleros.
A.S. — En una conversación con mi padre, para mi sorpresa, me dijo que cuando se produjo el levantamiento militar no hubo reacción de la población al golpe de Estado.
R.V. — No podía haber, salvo para grupos minoritarios interesados, ya que la sociedad lo esperaba, los medios de comunicación lo anunciaban, mejor dicho, lo esperaban, necesitaban y querían orden en el país. Las revistas más importantes ponían en la portada la imagen de un militar y se preguntaban por el nombre. Hay que ir a ver los archivos del momento para enterarse de esa realidad. El periodista de origen británico Robert Cox, director del «Buenos Aires Herald», periódico en inglés, dijo: «Todo 1975 se vivió como una tragedia griega, que desembocó en el golpe. Era algo muy impresionante: una tormenta de violencia con matanzas, secuestros, bombas. Era obvio que eso no podía durar mucho tiempo». Como dije antes, la Argentina no fue ajena a esa dialéctica de imperios, un grupo intentaba por medio de las armas llevar al país a ser parte de la esfera del marxismo internacional. Es decir, al fracaso, a estar con los perdedores de la historia. Otros, que se oponían al marxismo, y no todos, querían quedar supeditados a los Estados Unidos.
A.S. — Me gustaría que ampliaras más ese punto.
R.V. — La Argentina como Estado, en el siglo XIX, fue tradicionalmente europeo. En la mayor época de esplendor económico (en 1895 y 1896, fue el país más rico del mundo), observó la situación internacional y vio como estaba la dialéctica imperial, y tomó partida por Gran Bretaña, por los ingleses, como comúnmente se dice. Los militares argentinos viajaban a recibir instrucción militar a Prusia, las armas se compraban de ese lugar. Pero, no solo fue Argentina, los chilenos aun llevan el uniforme, el casco, desfilan con el «paso del ganso» y las marchas, digamos que siguen la tradición militar prusiana. Ni hablar, de la época de Perón, sus seguidores cantaban «ni yankis ni marxistas, peronistas», aunque en realidad ese «ni» era mentiroso.
Los gobiernos militares posteriores a Perón, también eran «antiyanquis», y en el caso del general Alejandro Agustín Lanusse, era socialdemócrata y las empresas energéticas del país se los había entregado a los rusos y a los yugoslavos. Perón solía decir que la política era como un caballo, se sube por izquierda y se baja por derecha. El general Alejandro A. Lanusse, que era del arma de caballería, subía al caballo por izquierda y ahí se mantenía. El general Jorge Rafel Videla, jefe del golpe militar de 1976, un católico de misa diaria, no era pro estadounidense, es más, mantuvo un enfrentamiento con el gobierno de Estados Unidos, sobre todo en la época de Jimmy Carter, un demócrata, es decir, un hombre de la izquierda estadounidense.
A.S. — Un gobierno que con su política exterior permitió el avance del marxismo.
R.V. — Esa época fue nefasta, por su política «progre» de Derechos Humanos, le dio la espalda a Reza Pahlevi en Persia y ahí lo tenemos a los ayatolas. Para el gobierno fue negativa por la política de «Derechos Humanos», por las visitas e inspecciones que hacía esta organización. En un viaje de funcionarios estadounidenses cuya misión era investigar las detenciones en la Argentina, el gobierno militar aceleró algunas ejecuciones de personajes que no podían dejar en libertad ante la presión estadounidense. Durante el llamado: Proceso de Reorganización Nacional, la embajada de la Unión Soviética siguió funcionando con toda normalidad. Los embajadores nombrados por el gobierno militar argentino en los países satélites de la Unión Soviética, pertenecían a los distintos partidos socialistas de Argentina.
El gobierno militar no estuvo alineado ni política, económica e ideológicamente, con los dictados internacionales de los Estados Unidos. La llamada dictadura militar se propuso terminar con la lucha revolucionaria dentro de sus fronteras, y colaboró con la represión de la insurgencia en todo el Cono Sur y propuso una política económica «anti-populista» que, al menos en el discurso, coincidía con la que promovían los organismos multilaterales de crédito. Argentina, era un bastión de la lucha anticomunista y un promotor de las ideas liberales en medio de la Guerra Fría.
A.S. — Pero eso no cambió la convicción antimarxista del gobierno militar.
R.V. — De ninguna manera, pero ese antimarxismo no impidió que la Argentina estrechara vínculos económicos y políticos con quien sería identificado como el enemigo del mundo occidental. La Unión Soviética, era y siguió siendo durante la dictadura, el principal comprador de los granos producidos en la Argentina. La Cámara de Comercio Argentino-Soviética retomaría sus reuniones durante ese periodo con el propósito de incrementar el intercambio comercial, científico y técnico entre ambos países. A fines de 1976, la Unión Soviética colaboró en la activación de la industria pesquera, con la instalación de una fábrica de harina de pescado y brindando asesoramiento para la construcción de un puerto pesquero en la Patagonia. Se firmó, un importante acuerdo que habilitaba la pesca e industrialización del krill. El Atlántico Sur se llenó de pesqueros de la URSS y de otros países del bloque soviético.
La realización de obras hidroeléctricas, como Salto Grande, contaron con participación soviética. También realizaron estudios relacionados con el Complejo Hidroeléctrico del Paraná Medio, para la construcción de una represa, y el suministro de turbinas para otras centrales hidroeléctricas. En 1977, el «Convenio de Suministro de Maquinaria y equipos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a la Argentina» habilitaba a la Argentina la compra de maquinaria y equipos.
En 1978, en pleno gobierno militar, volvió a regir el «Convenio de cooperación científico-tecnológica», que promovía reuniones y conferencias, y también el intercambio de científicos y técnicos. En materia nuclear, la Unión Soviética prestó colaboración, proveyendo toneladas de agua pesada para la central nuclear Atucha I.
A.S. — ¿Y la relación con Estados Unidos?
R.V. — Hasta 1977, existía una buena relación con los Estados Unidos. El cambio se produjo con la asunción de James Carter, en 1977. La administración demócrata condenó las «violaciones» a los derechos humanos e impulsó sanciones. En febrero de 1977, anunció la reducción de la ayuda militar a la Argentina. La Junta Militar lo consideró una intromisión indebida en los asuntos internos y rechazó toda la ayuda crediticia estadounidense.
Durante la Séptima Asamblea General de la OEA, en junio de 1977, Carter impulsó una condena a la política represiva del gobierno argentino. Los Estados Unidos de Carter señalaba que eran los gobiernos los únicos responsables de las violaciones a los derechos humanos. El delegado argentino, Juan Carlos Arliz, denunció esta tesis como una «concepción liberal obsoleta». Por el contrario, sostuvo que la OEA debía ocuparse de las violaciones a los derechos humanos cometidas «por individuos o grupos terroristas», y que esta debía cooperar «con los gobiernos que enfrentan al terrorismo».
En octubre de 1978 el Congreso estadounidense decidió poner en vigencia la enmienda Humphrey-Kennedy, que suspendía toda ayuda militar a la Argentina bajo la forma de créditos, donaciones, garantías de préstamos, ventas y licencias para exportación. El dictamen negativo de la CIDH, en 1980, empeoró la situación. El gobierno de Videla se vio obligado a responder con un extenso documento que acusaba al informe de no guardar «los requisitos de ecuanimidad y objetividad que deberían ser indispensables en un documento de tanta importancia».
A.S. — En diciembre de 1979 la Unión Soviética invadió Afganistán.
R.V. — Y hubo repercusiones, en enero de 1980, la administración Carter anunció una serie de sanciones para los soviéticos. Entre ellas, decidió impulsar el embargo comercial de los 17 millones de toneladas de cereales demandadas por las autoridades rusas. El gobierno de Carter convocó a los grandes productores mundiales de granos, Argentina, Australia, Canadá y la Comunidad Económica Europea a Washington, para poner en marcha el boicot contra la URSS. El gobierno argentino resolvió no participación en el boicot. El gobierno argentino condenaba la invasión militar soviética. Pero respecto del embargo, sostenía la negativa del gobierno a «participar en decisiones o actitudes punitorias que se hayan adoptado sin nuestra intervención previa y que surjan de centros de decisión ajenos al país».
A.S. — ¿Esa actitud del general Videla no tuvo oposición en los grupos militares argentinos?
R.V. — No, había grupos dentro de la Junta militar que se oponían a Videla, los llamados «duros», que eran también los más anticomunistas, y que más de una vez habían cuestionado abiertamente las decisiones del presidente, pero esta vez respaldaron la posición oficial. Consideraron que era un gesto de política exterior independiente, y, por otro lado, una revancha a la administración demócrata que había cuestionado la forma en que el régimen militar había enfrentado el problema de la «subversión marxista».
A.S. — Una actitud pragmática, por otro lado.
R.V. — Tan pragmática como lo fue para la dirigencia soviética, los cereales argentinos valían más que las vidas de miles de militantes de izquierda que estaban siendo torturados y eliminados. La Argentina no se limitó solo a rechazar el boicot cerealero, sino que firmó un acuerdo con la URSS por cinco años, comprometiéndose a vender un mínimo de cuatro millones de toneladas anuales de maíz y sorgo, y medio millón de toneladas de soja. A ello se sumó la firma del Protocolo sobre Colaboración Pesquera, donde se comprometía a suministrar cien mil toneladas anuales de carne a los soviéticos. Para 1981, las exportaciones de granos a ese mercado representaban un 41,8% del total. Si durante 1979 las exportaciones a la URSS fueron de 425,3 millones de dólares, para 1982 alcanzaban los 3.102 millones. El superávit comercial con la URSS alcanzó ese año los 2.985 millones de dólares.
A.S. — Son datos irrefutables.
R.V. — Tengo una anécdota al respecto, muy temprano de mañana, solíamos sintonizar en onda corta Radio Moscú en castellano, lo curioso de esta radio era que cuando se refería al general Jorge Videla, el trato era de «excelentísimo señor presidente», en cambio, cuando se referían al general Augusto Pinochet, presidente de Chile, lo más suave era «criminal».
A.S. — La Unión Soviética, en los organismos internacionales, siguió apoyando al gobierno militar argentino.
R.V. — En la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la Unión Soviética impidió de manera sistemática la inclusión de la Argentina como país investigado. Recién en 1980 se aprobó un procedimiento para el país, a pesar de que ese año y el siguiente, la Unión Soviética también votó en contra. Recién en 1982 la Unión Soviética realizó la primera crítica abierta a la Junta Militar. Eso sucedió con la asunción como nuevo presidente del general Leopoldo Fortunato Galtieri, un general pro estadounidense. No lo fue Videla y el general Roberto Viola, sucesor de Videla, era considerado como pro-ruso, era el más izquierdista de la Junta militar. A Viola, para sacárselo de encima, un buen día le detectaron un problema en el corazón y le tenían preparado de urgencia la sala de operaciones o, renunciaba, y optó por lo último. Era obvio, que la Unión Soviética tenía que reaccionar ante un general del bando enemigo como Galtieri.
A.S. — Más allá de esos datos objetivos, se suele escuchar, en especial a los militantes de las izquierdas que la Argentina era una colonia de Estados Unidos.
R.V. — También, en otro orden de cosas, los ignorantes llaman a las posesiones de la Corona española en América, colonias. Primero, nunca hubo colonias en la América española, en su capa conjuntiva, lo que hubo fue virreinatos. Y entre uno y otro hay insalvables diferencias. En cuanto a la relación entre Argentina, país soberano y los Estados Unidos, calificarla de colonial, eso es simple ignorancia, el gobierno militar argentino no solo mantuvo sus relaciones comerciales y políticas con la Unión Soviética a pesar del enfrentamiento de esta con los Estados Unidos, sino que desoyó cada una de las advertencias en relación a las violaciones a los derechos humanos, al punto de renunciar, durante cinco años, a pedir asistencia al FMI. Tampoco se sumó al boicot a las Olimpiadas de Moscú. También un hubo un pacto con los soviéticos, respectos a los militantes del Partido Comunista argentino, que seguían los lineamientos de Moscú, no serían perseguidos, y se cumplió. Se que hubo algunos casos, pero si hubo algún desaparecido del Partido Comunista Argentino, fue porque no siguió las ordenes de Moscú y fue por la libre.
A.S. — Tengo entendido que Galtieri era bien recibido en Estados Unidos.
R.V. — El general Leopoldo Fortunato Galtieri, fue el más cercano a la política estadounidense, tenía una relación de larga data con los Estados Unidos, había egresado del Colegio Militar de la Nación como oficial del arma de Ingenieros, y también cursó en la Escuela de las Américas. En 1979 había asumido como comandante en jefe del Ejército Argentino, sucediendo, al luego presidente general Roberto Eduardo Viola. En agosto de 1981, Galtieri realizó una gira por Washington y la Costa Oeste de Estados Unidos. En ese viaje se reunió con importantes funcionarios estadounidenses, ayudado por el agregado militar argentino en Estados Unidos.
A.S. — ¿Ese viaje respondía a algún plan específico?
R.V. — Creo que estaba preparando el terreno para un golpe palaciego contra el entonces jefe de la Junta militar, general Eduardo Viola, el país estaba en medio de una crisis económica y financiera, había un descontento generalizado y en las internas militares no era bien visto, veían a Viola sesgado hacia la izquierda. Pero hablar de izquierda en esos contextos es para la risa.
A.S. — No sería el único viaje de Galtieri a Estados Unidos.
R.V. — Meses después, en noviembre de 1981, Galtieri viajó nuevamente, primero estuvo en la XIV Conferencia de Ejércitos Americanos celebrada en el histórico Fort Lesley J. McNair, del distrito militar de Washington. En ese viaje se reunió con importantes miembros del gobierno de Ronald Reagan. Según el propio Galtieri, años después dijo que se sentía el «niño mimado» de Estados Unidos. Fue muy comentado las palabras del politólogo Richard Vincent Allen, consejero de seguridad nacional de Ronald Reagan, que le brindó al general Galtieri al finalizar una cena: «me parece un hombre de una personalidad majestuosa». En los medios estadounidenses se hablaba del Patton argentino.
El 5 de noviembre se reunió con el vicepresidente George H. W. Bush. El Departamento de Estado le agradeció las gestiones y su influencia en Bolivia, al convencer al general Lucio Añez y al coronel Faustino Rico Toro, para que no produjeran un golpe militar contra el militar Celso Torrelio Villa, que ejercía de presidente de facto entre 1981 y 1982.
A.S. — ¿El general Galtieri protagonizó el golpe contra el general Roberto Viola?
R.V. — Galtieri fue miembro de la Junta Militar de 1979 a 1982. El 10 de noviembre de 1981, el comandante en jefe Galtieri se reunió con sus pares de la Armada, el almirante Jorge Isaac Anaya, y el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Omar Domingo Graffigna, y decidieron el adelantamiento de la asunción del brigadier Basilio Lami Doso. En ese tiempo, Galtieri, se deshizo de tres generales de división: José Rogelio Villareal, Antonio Domingo Bussi y Reinaldo Benito Bignone.
A.S. — Anteriormente comentó sobre el retiro de Roberto Viola.
R.V. — Fue tal cual lo relaté, pero se disfrazó como que el presidente Viola le pasó el mando al ministro del Interior, Horacio Liendo, por supuestas razones de salud. En diciembre, Galtieri se entrevistó con el presidente Roberto Viola, en la quinta presidencial, para negociar el proceso de remoción. Según fuentes muy confiables, en ese momento Galtieri había pactado con el almirante Anaya el apoyo de la Junta Militar, si Galtieri apoyaba la invasión a las islas Malvinas. En la segunda semana de diciembre el almirante Anaya emitió un ultimátum al general Roberto Viola, solicitándole la renuncia en nombre de la Junta Militar presidida por él, Galtieri y Graffigna.
A.S. — El general Galtieri asumió el mismo mes de diciembre.
R.V. — Si no me equivoco fue el 22 de diciembre, negándose a vivir en la Quinta presidencial de Olivos, se hizo fotografiar firmando su declaración de bienes ante escribano público nacional, y ante el auditor general de las Fuerzas Armadas. Su gabinete lo integraron entre otros, Nicanor Costa Méndez, como ministro de Relaciones Exteriores. Este ministro sería muy conocido a raíz de la guerra de Malvinas. En el Ministerio del Interior, el general Alfredo Saint-Jean, padre de mi amigo Daniel Saint-Jean, con trayectoria en la Justicia y ahora abogado particular. El ministro de Economía fue Roberto Alemann, muy resistido por tomar medidas muy ortodoxas.
A.S. — De diciembre al mes de abril, mes de la invasión a Malvinas, hay poco tiempo.
R.V. — Pudo tomar muy pocas medidas, el presidente Galtieri ordenó a los militares activos o retirados, a abandonar sus cargos en las empresas del Estado, siendo reemplazados por civiles. Pero los problemas económicos venían de arrastre, el mal endémico argentino, había descontento popular, y eso se canalizaba, entre otros medios, por la Junta multipartidaria y las organizaciones sindicales. A finales de marzo las organizaciones políticas y sindicales organizaron una gran movilización bajo el lema: «Paz, Pan y Trabajo», y sufrieron una dura represión, con el saldo de un muerto y decenas de heridos.
A.S. — Entonces ese argumento de que la invasión a Malvinas se produce para tapar los problemas sociales ¿es cierto o mentira?
R.V. — La invasión y recuperación de las Islas Malvinas y archipiélagos del Atlántico Sur, eso estaba ya pactado con el almirante Isaac Anaya. También, aquella mentira que fue repetido millones de veces, que Galtieri había tomado la decisión de invadir las islas, luego de una ingesta de whisky, Galtieri no era un bebedor. Pero es parte de los mitos y la propaganda política.
A.S. — En que cambia el gobierno de Galtieri y la anterior Junta Militar.
R.V. — Galtieri, es antimarxista como todos los anteriores, pero busca una relación próxima con el imperio estadounidense. Estados Unidos, es decir, el gobierno de Jimmy Carter, con su política neo izquierdista (muy progre), no olvidemos que pertenecía al Partido Demócrata, al partido de la izquierda estadounidense, había dejado lugares en el continente que fueron aprovechados por los distintos grupos o partidos marxistas leninistas durante la Guerra Fría.
A.S. — Esa colaboración militar antimarxista, se había iniciado mucho antes que Galtieri fuera presidente.
R.V. — Desde 1979, el gobierno militar argentino se comprometió a trabajar y a aportar la experiencia que habían adquirido en Argentina, en Centroamérica, para capacitar a las fuerzas militares y a grupos paramilitares de la contrainsurgencia en Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. No hay que olvidar que, durante el gobierno izquierdista progre de Jimmy Carter, a la CIA le estaba prohibido realizar operaciones encubiertas. Esa es su función, el FBI realiza tareas en el interior de Estados Unidos y la CIA, en el exterior.
El nombre, según dicen, era Operativo Centroamérica, basados en la experiencia adquirida de la Operación Condor, contra el mismo enemigo, el marxismo leninismo. La operación del Ejército argentino en alianza con las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, dicen, que se llamó Operación Charly. En 1979, en Nicaragua se produjo el triunfo del Frente Sandinista, en ese entonces, Viola aun presidente, expuso ante la XIII Conferencia de Ejércitos Americanos realizada en Bogotá, un plan para hacer extensivo la represión del marxismo leninismo en Iberoamérica.
Dicho sea de paso, un colaborador del Frente Sandinista fue el ex alcalde de New York, Bill de Blasio, cuyo nombre real es Warren Wilhem Jr., ferviente admirador de los sandinistas, viajó en 1988 a Nicaragua, para trabajar de voluntario y también recolectaba dinero en Estados Unidos para los sandinistas. En un artículo publicado en revistaeutaxia.com, del 1 de enero de 2015, lleva por título: Crimen Racial. Bill De Blasio y el sueño socialista.
Es en este sentido que el general Galtieri quien, contemporáneamente con el triunfo de Ronald Reagan sobre Carter en Estados Unidos, se comprometería a trabajar en la lucha contra el marxismo en Centroamérica. Como dije antes, en diciembre del año 1981, el presidente Roberto Viola, fue desplazado por Galtieri, cuestionado por su política de buenas relaciones con la Unión Soviética. En ese sentido, unos días antes de asumir la presidencia, en un breve discurso realizado en Miami, Leopoldo Galtieri sostuvo que Argentina sería un aliado incondicional de Estados Unidos en su lucha mundial contra el comunismo.
A.S. — En una investigación realizada, se dice que el presidente Ronald Reagan, había firmado la autorización oficial NSDD-17, del 16 de noviembre de 1981, hasta entonces los militares argentinos habrían actuado de manera extraoficial, digamos que, clandestina. A partir de esa fecha lo hicieron a cara descubierta.
R.V. — Es exacta esa información, y a principios de 1982, Estados Unidos y Argentina tuvieron en mente la creación de un ejército iberoamericano para combatir el marxismo. Los periódicos de Argentina informaban en abril de 1981, que ambos países estudiaban la creación de un sistema periódico de consultas debido a la ofensiva marxista en el continente. Eso fue largamente hablado entre el entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas argentinas, Galtieri, y el jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense, general Edward C. Meyer. Leopoldo Galtieri también visitó Washington en el mes de mayo para estrechar vínculos militares.
A.S. — Pero todo terminó a raíz de la Guerra de Malvinas.
R.V. — El desembarco en Malvinas con el objetivo de recuperar las islas, fue realizada el día 2 de abril de 1982, por medio del Operativo Rosario. Con el transcurso del conflicto, Argentina, en búsqueda de ayuda internacional a su causa no tuvo más remedio que acercarse a países enemigos ideológicos como Cuba, Libia y otros de la esfera soviética. Muchos países se solidarizaron diplomáticamente, pero otros regalaron material bélico, es el caso de Libia, con Muhamad Gadafi en el poder.
A.S. — El caso de Libia es poco conocida.
R.V. — Mucho se habla o se habló de la ayuda militar de Perú, es cierto que enviaron aviones MIG soviéticos, un lote se estacionó en la base militar de Villa Reynolds (San Luis), donde fueron pintados con los colores e insignias argentinas, pero nunca entraron en combate. En el caso libio, hay un personaje muy importante en este tema, Horacio Calderón, hijo de un marino de alta graduación, politólogo, experto en asuntos árabes y amigo personal de Gadafi. Esto lo conozco de primera mano, tuve amistad con Calderón.
Se organizaron viajes camuflados a Trípoli para buscar armamento para la guerra, entre otros, viajó un sacerdote dominico muy conocido en la época, Aníbal Fosbery. El viaje estaba integrado por militares y civiles, el gobierno libio envió 4 o 5 aviones Boing cargado de armamentos bélico, como misiles, más de un centenar, morteros, ametralladoras, minas antitanques, miles de minas antipersonales, bombas iluminantes, etc.
En reconocimiento a la ayuda de Libia, posteriormente, el gobierno argentino le mandó un caballo de regalo, el encargado de llevarlo fue el general Cristino Nicolaides. Ese caballo fue ubicado en una especie de granja, yo personalmente lo pude ver en Trípoli.
A.S. — Es en ese contexto que obtienes realidad, al menos para mi padre. Tiempo después mi padre me comentó que todos los periodistas buscaban entrevistar a Galtieri, esa era la misión encomendada por los periódicos europeos o agencias de noticias en ese entonces, quien se encontraba detenido en Campo de Mayo.
R.V. — Campo de Mayo, era una especie de complejo militar, en ese lugar se encontraban muchas Escuelas y unidades militares, como la Escuela de Suboficiales «Sargento Cabral», lugar donde estaba recluido el ex presidente Galtieri.
A.S. — La anécdota es la siguiente, un colega de mi padre, un periodista, un día le dijo que él podría presentarle a la persona que lo podría llevar hasta Galtieri. Concertaron un encuentro en el café de un hotel muy conocido de Buenos Aires, y puntualmente llegó, para sorpresa de mi padre, una persona muy joven, y pensó que se trataba de una broma de mal gusto.
R.V. — Creo que se trataba de Jorge Sánchez Parra, periodista de Casa de Gobierno o, Héctor Martín Renedo, periodista, corresponsal de guerra, que cubrió la campaña del Che Guevara en Bolivia, ambos grandes amigos. Recuerdo la cara de sorpresa de tu padre. Al terminar la reunión, pude hacer una evaluación y consideré que merecía que le hiciera la gestión para llevarlo a una entrevista con el general Leopoldo Galtieri.
A.S. — A partir de ese momento surgió una amistad con mi padre, diría yo, hasta su muerte. Se que mi padre te enviaba otros colegas, que previamente pasaban un filtro. Digamos que tenías la llave para llegar a Galtieri. ¿Eso te afectaba de alguna manera?
R.V. — Bueno, digamos, que era una llave, pero no la única para llegar al general, mentiría si dijera que era el único. En esos años recibía llamadas o visitas de periodistas, políticos, sindicalistas y otros personajes, que querían verlo en su lugar de detención. Cuando alguien era confiable, llamaba a la Escuela de Suboficiales y le comentaba al general los pedidos, o cuando lo visitaba le mostraba la larga lista, algunos eran admitidos y otros descartados. Normalmente, los días de visita eran los sábados, ya que los domingos eran exclusivos para su familia.
A.S. — Imagino que habrás recopilado mucha información, teniendo en cuenta de que se trataba de la persona que ordenó la invasión a Malvinas, un hecho histórico para el país.
R.V. — Su lugar de detención era muy humilde, digamos que austero, pero nada ajeno para un hombre con formación militar. Una cama propia de un soldado, literalmente, una pequeña mesa con algunas sillas, bastante maltratadas por el uso, un viejo sillón, etc. A través del tiempo, le realicé preguntas muy puntuales, conversaciones que quedan conservadas con la debida reserva. También fui testigo de conversaciones con ciertos personajes, escuché muchas anécdotas. Tuve la alegría de gestionar el encuentro con muchos amigos ex soldados combatientes en la Guerra de Malvinas. Fue muy gratificante para ambos, los veteranos se animaron a hacer algunas preguntas, y que más que preguntas eran cuestionamientos.
A.S. — En el plano personal que le dejó esa especial situación.
R.V. — En primer lugar, avanzar en el conocimiento de los hombres del poder, es importante conocer a las personas no solo psicológicamente sino también políticamente, y entender que los individuos no son el sujeto de la historia, eso lo entendería tiempo después mucho mejor, de manera intelectual, a través del profesor Gustavo Bueno Martínez. Esos individuos que son el instrumento de los hechos históricos, solo responden a una situación concreta en el tiempo y muchos actúan de manera correcta o incorrecta. Son personas puestas en una determinada situación, no son de otro mundo, son demasiado humanos. La reivindicación de la soberanía de las islas, siempre fue histórico para los ciudadanos argentinos. Los mismos grupos sociales que semanas atrás habían sido apaleados durante las protestas en las cercanías de la Casa de Gobierno, salieron a festejar la recuperación.
A.S. — A toro pasado, como popularmente se dice, que le deja todo eso al día de hoy.
R.V. — O con el diario del lunes, también se dice. No voy a juzgar el gesto de reivindicación de la soberanía, lo que puedo juzgar como estudioso de la política es si la Guerra fue un acto prudente o imprudente. Como decía el maestro Gustavo Bueno, las guerras no son justas o injustas, las guerras son prudentes o imprudentes, por no decir estúpidas. Pero quiero dejar en claro, que desde que ese territorio al sur del continente (Argentina), que se constituye como un verdadero Estado, con todas sus capas funcionando, tanto la conjuntiva, cortical o basal, y no esos otros territorios que tenían otros nombres, otros símbolos y sus capas como Estado no funcionaban para nada o eran inexistentes. El hecho de Malvinas fue el más trascendental, el primer y último gesto de dignidad nacional, dudo que pueda haber otro semejante en mi patria.
A.S. — Acabas de mencionar temas de mucha importancia que quedaran para otras entrevistas. ¿Hay algún reproche a la actitud de la última Junta Militar?
R.V. — Desde el punto de vista político, puedo hacer algunas observaciones. La guerra contra el marxismo leninismo, digo de manera tajante de esta manera, porque no fue la dictadura contra la democracia, como muchos estúpidamente dicen, o que se trataba de jóvenes idealistas que fueron masacrados por defender sus ideales. En todo caso los marxistas trataban de imponer la dictadura del proletariado. Hubo una guerra por los ideales de unos y de otros. Es lamentable que lo diga gente mayor, da vergüenza ajena, que en mi país sigan diciendo que unos eran los buenos y los otros los malos. Se enojan cuando se habla de la teoría de los dos demonios. Yo también me enojo, pero porque no hace falta calificar de manera metafísica a un conflicto armado entre grupos. La guerra siempre es entre dos bandos.
Ahora me voy a explayar en este punto. A esta altura de mi vida, no me gusta perder el tiempo discutiendo de cuestiones políticas con individuos que no tienen una mínima teoría acerca del motor de la Historia o de cómo se construye la Historia. Los comunistas creían, erróneamente, que el motor de la historia era la lucha de clases, el tiempo se encargó de ubicarlos en el lugar que se merecen, ellos son los perdedores de la historia, pero al menos tenían una teoría, lo mismo los nazis, los progres, etc. El motor de la historia es la «Dialéctica de Imperios», no es una teoría de mi invención, pero la asumo plenamente y es cosa probada. Bueno, los peronistas cuando cantaban: «Ni yankis ni marxistas, peronistas» estaban negando la dialéctica de imperios, pero hablar de filosofía política y peronismo, es hablar de peras y manzanas.
Durante gran parte del siglo XX el mundo vivió la dialéctica entre los dos grandes imperios, los Estados Unidos y la Unión Soviética, y el resto del mundo se unió a esa dialéctica. Por un lado, teníamos, dicho a brocha gorda, a los movimientos o grupos guerrilleros que eran peones del marxismo internacional. Que me expliquen como podría, un campesino pobre e ignorante de Centroamérica comprar un fusil y mantener su existencia económica, si no era con la ayuda de la izquierda internacional, canalizada a través de Cuba y otros medios para iberoamérica. Y por otro, estaban los militares que eran por formación, en su mayoría, antimarxistas. Había una lucha ideológica llevada a las armas. Es reprochable que gobiernos militares no hayan usado la ley para castigar a los subversivos que nos querían llevar al fracaso, porque ese fue el destino de las izquierdas realmente existentes, un total fracaso, que queden zurdos, marxistas, izquierdistas, no es que el marxismo tenga vigencia o que esa idea fuera factible, lo único que prueba es la estupidez humana y la persistencia en el error.
Hoy el marxismo como ideología es «perro muerto». China tuvo que alejarse del fracaso marxista de Mao y la Rusia de Putin no es marxista, todo lo contrario, ambos son capitalismos duros, dictatoriales, y durante la invasión a Ucrania, Putin se despachó contra los padres de la Unión Soviética, con lo cual ya no hay marcha atrás. En un encuentro en Buenos Aires, el general Buasso, comentó en su momento, que el general Videla le había ofrecido ser el jefe de la Policía, Buasso le puso una condición, que todo lo haría conforme a la ley, que realizaría juicios y llegado el caso pediría la pena de muerte, sumariada y pública. Días después, la respuesta fue negativa, el argumento consistía en que no se podían fusilar a los subversivos ya que nos llamarían fascistas en el exterior. Vaya tonto, entonces lo hicieron por izquierda y así les fue.
La decisión de aliarse con los Estados Unidos, era una decisión política, había dos imperios. Claro, que los izquierdistas querían que nos aliásemos al Pacto de Varsovia, a la dictadura del proletariado. Los de la Generación del 80, también analizaron la situación mundial en su tiempo y descubrieron que el imperio aún vigente era Gran Bretaña y se aliaron con ellos, pese a todo, para 1895/1896, Argentina fue el país más rico del mundo, no digo que fuera un imperio.
En plena Guerra Fría, la Unión Soviética aun existía, estaban en plena dialéctica y Gran Bretaña, era parte importante de la OTAN, era lógico que Estados Unidos, saliera en su auxilio. Durante el conflicto Reagan y sus enviados trataron de dar una solución a la situación creada entre países Occidentales. Pero no fue posible, Galtieri, comentó que desde la Casa de Gobierno le iba a proponer a la multitud reunida en la Plaza de Mayo, hoy Plaza Roja, una salida negociada. Al salir al balcón y ver a la multitud triunfalista, intransigente, tuvo miedo, no se atrevió a decir otra cosa que la guerra continuaba.
Leopoldo Galtieri, durante el conflicto por Malvinas, le advirtió al gobierno estadounidense que su ayuda a los británicos, daba por terminada su cooperación en Centroamérica con Estados Unidos. Pero en realidad no fue así, los militares argentinos permanecieron en Honduras hasta los primeros meses de 1984, cuando el presidente argentino, el socialdemócrata Raúl Alfonsín estaba ejerciendo como presidente más de un año, y la CIA ya no los necesitaba.
A.S. — Todo hombre es hijo de su tiempo, y a algunos hombres se nos exige que demos un testimonio de la misma.
R.V. — Es cierto, y el mayor porcentaje de las personas ni se enteran del tiempo que les toca en suerte vivir. A esta altura de mi vida y conforme a lo acordado al poner en marcha esta página: revistaeutaxia.com, adquirí el compromiso de publicar una serie de artículos desde mi propia cosmovisión. Todo ese periodo, el siglo XX, es complejo y muy mal entendido, por ignorancia o por intereses ideológicos. También el siglo XXI es sorprendente, estamos presenciando una lucha imperial a escala global, la traslatio imperii, pero ya no es Estados Unidos y sus aliados, sino el enfrentamiento retardado entre Occidente y Oriente. No se trata de cuestiones geopolíticas, no se trata de posiciones geográficas, sino de valores. Japón que es un país oriental sin embargo pertenece a la cultura Occidental, Ucrania, un país eslavo que quiere escapar de la prepotencia y de la barbarie Oriental.
A propósito, estoy escribiendo una serie de artículos que llevan el nombre de «Serie Roja» y tiene que ver con la caída del zarismo, el imperio soviético y su posterior implosión y el nuevo imperio ruso. También, acerca de la subversión marxista en el continente, pero en especial en Argentina, una consecuencia directa de la dialéctica de imperios, del peronismo y de los militares, que se irá publicando en esta página.
Julio de 2023.
Dyer, Indiana.