TRUMP Y EUROPA
LA RELACIÓN POLÍTICA AMIGO-ENEMIGO
Ricardo Veisaga
En una entrevista con la cadena CBS dada a conocer el 15 de julio, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, calificó de «enemigo» a la Unión Europea, asegurando que las políticas comerciales que impulsa la UE perjudican a su país. Además, lanzó duras críticas contra Alemania, acusando a Berlín de haber sacado la «bandera blanca» en su relación con Moscú.
En su breve paso por Escocia, Trump, dijo: «Bueno, creo que tenemos muchos enemigos. Creo que la Unión Europea es un enemigo, lo que nos hacen en comercio. Sí, uno no pensaría eso de la UE, pero son enemigos». Para luego aclarar que «eso no significa que sean malos» y sumó a Rusia y China a su lista de enemigos.
Luego agregó: «Rusia es enemigo en ciertos aspectos. China es un enemigo en términos económicos, por cierto, que lo son. Pero eso no quiere decir que sean malos. No significa nada, en realidad. Significa que son competitivos». Trump aseguró que tiene «un gran problema con Alemania», y reiteró sus críticas a la construcción de un gasoducto entre Rusia y la principal potencia de la zona euro.
«Se supone que estás peleando por alguien y ese alguien le da millones de dólares a aquel contra el que estás peleando… Hay mucha rabia por el hecho de que Alemania le paga a Rusia millones y millones de dólares», dijo. Agregó que también cree que eso es malo para los alemanes. «¿Qué, están ondeando la bandera blanca?», se preguntó.
Existe una corriente política-filosófico en Occidente que sostiene que lo más importante a considerar en el análisis y conocimiento de lo política es la cuestión del poder político, y que lo fundamental no es el deber ser de la política sino el ser de la política. Lo que es y no lo que debería ser, desde una perspectiva objetiva y realista. No considera la política desde la ética o la moral (son esencias distintas), sino desde la política misma tal y como es, su intención no es moralista.
Esta filosofía-política es el realismo político, como contrapuesta al idealismo político. Una gran cantidad de célebres teóricos de la política y de la teoría del Estado, conforman el pelotón de esta tradición intelectual: Aristóteles, Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Spinoza, Hegel, Donoso Cortés, Clausewitz, Carl Schmitt, Max Weber, Raymond Aron, Gustavo Bueno y Julien Freund entre otros.
Esta corriente y estos nombres, son denostados por el progresismo, el humanismo y el pensamiento Alicia. Todo individuo que sueña con el debería ser, y que se considera un humanista y anti maquiavélico, que está en contra de la razón de Estado, tomará posición en contra de la teoría política realista y a pensar y a obrar contra ellos.
A decir verdad, en nuestros tiempos no es bien visto ser un realista político, una muestra de ello es la reacción ante las afirmaciones de Donald Trump sobre los «enemigos políticos». Sin embargo, a pesar de las reacciones armonistas, irenistas e histéricas, se debe considerar de manera realista las cosas políticas mal que les pese a estos. Todo hombre que vive en una sociedad política, piensa políticamente y no puede obviar la existencia del enemigo, de la enemistad y por tanto del conflicto, de la violencia y de la guerra.
El realismo es la mejor y la única forma seria de abordar las relaciones políticas internacionales. André Gide decía que con buenos sentimientos sólo se hace mala literatura, podemos decir que con buenos sentimientos no podemos entender la política internacional concebida como política de poder. Los deseos piadosos no sirven para nada. Ni amar ni odiar, sólo hace falta comprender lo que hay.
Con buenos sentimientos pacifistas, progresistas, sólo se hace mala política y no se entiende en absoluto nada de lo que pasa a nuestro alrededor, ni como se hizo y se seguirá construyendo la Historia. Ni optimismo ni pesimismo, que son meras cuestiones psicológicas que no tienen nada que ver con lo político. El realismo resulta ser así la posición materialista para entender la historia y las relaciones internacionales.
La política internacional es política de poder. «La política internacional ha sido reconocida, siempre y por todos, como lo que es: política de poder; salvo en nuestra época, por algunos juristas ebrios de conceptos, o por algunos idealistas que confundían sus sueños con la realidad», C. Schmitt. El idealismo político tiene dos vertientes, una la anarquista, que simple y sencillamente quiere destruir el Estado o cualquier otra institución, sueña con un mundo sin fronteras, sin policías, sin Estados, es la negación de la política.
La otra son los progres, la enfermedad infantil del izquierdismo, ambas tienen una concepción bondadosa y positiva de la naturaleza humana (el hombre es bueno y la sociedad lo hace malo). Su arquetipo será el buen salvaje de Rousseau. Creen en la colaboración y no aceptan la lucha, lo que no impide que hayan recurrido a la violencia para imponer su ideario. Consideran que la paz es un fin en sí mismo y que la guerra es algo maligno.
La visión realista, tiene una visión estatista de las relaciones internacionales (es decir, que considera al Estado como sujeto de la Historia, no al estatismo socialista). Las relaciones internacionales son relaciones entre Estados (no entre un Estado y una ONG). Tiene una concepción antropológica pesimista, sostiene que no hay armonía, sino más bien competencia, lucha y antagonismo entre Estados.
Dentro de esta concepción, las relaciones internacionales son entendidas como política de poder. Hans Morgenthau sostenía que «la política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los objetivos últimos de la política internacional, el poder es siempre el objetivo inmediato».
Julien Freund (1921-1991) es un autor desconocido en las facultades de Ciencias Políticas (por ello no aprenden lo que es la política), digno de toda consideración para exponer el contenido del realismo político, por la profundidad, la seriedad y el rigor de sus análisis de la esencia de lo político. Destacado seguidor de Raymond Aron (1905-1983).
Julien Freund, se aproxima al fenómeno político por medio de la utilización del método fenomenológico, considerando que lo político es una esencia cuya descripción rigurosa es posible. Su opus maius, «La esencia de lo político» (1965) es una obra maestra de la filosofía política que no ha sido considerada ni tenida en cuenta por la ciencia política contemporánea, que está contaminada de progresismo y de buenismo.
Julen Freund asume la afirmación de Aristóteles de que el hombre es un animal político. «De aquí se colige claramente que la ciudad es una de las cosas más naturales, y que el hombre, por su naturaleza, es animal político o civil, y que el que no vive en la ciudad, esto es, errante y sin ley, o es mal hombre o es más que hombre». Dice al respecto que:
«Está en la naturaleza del hombre vivir en sociedad y organizarla políticamente. Importa, pues, dar pleno significado a la frase de Aristóteles: El hombre es un ser político, naturalmente hecho para vivir en sociedad».
A mi juicio, Julen Freund, falla en no saber o poder distinguir entre sociedades prepolíticas o naturales y sociedades políticas. Es evidente que hubo históricamente sociedades humanas naturales, es decir, sociedades en las que la convergencia de los individuos de la sociedad se produce, y que el hombre es un animal social, pero no necesariamente político.
Freund sostiene, sin embargo, erróneamente, que hay una esencia humana y que esta esencia es política. El hombre es pues un animal sociable político. «Sabemos que el hombre no ha vivido siempre en el seno de un Estado, entendiendo este último como una estructura que sólo corresponde a la moderna racionalización. Sin embargo, no se podría decir que la humanidad pre-estatal era apolítica, pues en aquellos tiempos los hombres vivían en medio de tribus o de familias que detentaban los atributos políticos en forma que variaba según las tribus».
Dejando de lado esta cuestión, Freund, dice que la sociedad necesita de lo político para existir. «Por sí misma, la sociedad no tiene unidad: está unificada porque es política», y existen tres presupuestos de la esencia de lo político:
–la relación del mando y de la obediencia,
–la relación de lo privado y de lo público.
–la relación de amigo y enemigo.
Julien Freund toma la distinción realizada por Carl Schmitt, que a su vez lo recoge del primer teórico del realismo político en España, Baltasar Álamos de Barrientos (1556-1644), el primero en formular la distinción entre amigo/enemigo, «Todos los príncipes extranjeros divido en tres especies, teniendo respeto a Vuestra Majestad y a sus reinos: en enemigos públicos o secretos, en amigos y en neutros».
Esta distinción sería retomada en el siglo XX por Carl Schmitt. «En la finalidad de lo político, la amistad parece, pues, tener la prioridad; de manera que la noción de enemistad recibe su pleno significado porque constituye el obstáculo para la realidad deseada del fin de lo político».
La amistad, como dijo el filósofo Aristóteles es una virtud política. Es bueno que haya concordia en la sociedad política para que la eutaxia política tenga lugar. «Entendida de esta manera, la amistad es el cemento de la unidad política de una colectividad considerada desde el interior, es decir, desde el punto de vista del comercio recíproco entre los miembros». Pero, además del análisis de la amistad política, es necesario analizar la enemistad política. La amistad política entre unidades estatales o políticas autónomas e independientes es inseparable de la enemistad política, de la enemistad actual o virtual.
Tiene que haber siempre un enemigo político. La enemistad es inherente a lo político. Si no hubiera enemistad, la política se desvanecería. Además, lo político es siempre particularista. Un mundo sin enemistad política sería un mundo sin política. Tan pronto como desapareciera la enemistad, la política se desvanecería. Por eso las instituciones y teorías con vocación universalista están en contra de la política o de lo político.
«Así que, en la medida en que el clero y los intelectuales pretenden ser servidores de lo universal, no pueden sino ser hostiles a la política o bien manifestar hacia ella irritación o desdén». Julen Freund
La paz es siempre algo excepcional en la sociedad política y en la historia, la conflictividad en cambio es algo consustancial a la sociedad política, los Estados se hallan en estado de naturaleza. Por cierto, que por esta razón precisamente, no hay alianzas perpetuas ni paz perpetua. Entonces, la reacción de los representantes europeos y los medios progres, ante lo expresado por Donald Trump, es una reacción ignorante de lo político.
«Nadie es lo bastante crédulo para imaginar que un país no tendrá enemigos porque no quiera tenerlos. Esto no depende de él. Tampoco es ocioso indicar que lo que ocurre con la negación del enemigo es lo mismo que ocurre con la negación de la política (como el candidato a un puesto político, que declara que no se ocupará nunca de política): a menudo es una excelente astucia y hasta un arma eficaz en la lucha política. ¿Qué puede hacer un país con pretensión pacifista, que se convierte a pesar suyo en el enemigo de otra unidad política, sino tomar las medidas indispensables para proteger su seguridad, concertar alianzas y armarse, o bien arreglarse para capitular en las mejores condiciones?». Julen Freund
Sabemos quién es el soberano cuando tiene lugar una situación excepcional. En tal situación es el Soberano el que tiene que decidir y el que decide. En el Estado democrático de derecho, en sus constituciones, siempre se elude decir quién manda, quién ostenta el mando, quién decide. Se pasa de puntillas sobre lo político: el mando y la obediencia.
Sea cual sea el cuidado y el empeño empleado por las constituciones para ocultar el carácter individual y decisionista del mando y del poder político, éste permanece latente bajo el amontonamiento de las instituciones y del articulado constitucional y vuelve a surgir con toda nitidez en los casos extremos, pues forma parte de la misma naturaleza del mando el ejercitar la decisión en última instancia.
Sólo en una situación excepcional surge con toda claridad el soberano. El soberano (con sus asesores) es también el que debe distinguir entre el amigo y el enemigo y el que sabe identificar quién es el enemigo. Estas decisiones políticas específicas tales como la determinación de la amistad y de la enemistad dentro de la propia existencia política, sólo pueden nacer del soberano, y ello tanto desde el Estado con respecto a los enemigos interiores, como en el seno del Estado frente a los demás sujetos de la comunidad internacional en tanto y cuanto se agrupan como amigos o como enemigos.
El mundo político es un pluriverso, algo que repetimos siempre, no un universo político, sino más bien un pluriverso político en el cual unas unidades políticas luchan contra otras en un bellum omnium contra omnes porque todo Estado implica oposición a otros Estados, una frontera, una capa cortical que lo separa y delimita con respecto a las restantes unidades políticas.
Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unidades políticas. De ahí que, mientras haya sobre la Tierra un Estado, habrá también otros, y porque no puede haber un «Estado mundial» que abarque toda la Tierra y a toda la humanidad.
La humanidad no existe políticamente hablando. Sólo existen las diversas unidades políticas en perpetuo conflicto y enemistad o amistad, al nivel de la política internacional entendida ésta como política de poder. La humanidad como tal no puede hacer una guerra. Carece de enemigo, al igual que la humanidad no puede ser solidaria consigo misma, salvo si los marcianos existieran y hubiera que hacerles frente.
Desde una perspectiva política realista lo que no se puede negar razonablemente es que los pueblos se agrupan como amigos y enemigos, y que esta oposición sigue estando en vigor, y está dada como posibilidad real, para todo un pueblo que exista políticamente. Al definir al amigo como una unidad de hombres situada frente a otra análoga, en lucha por la existencia, el concepto de unidad no se define con criterio sustancial, sino formal; es la oposición en sí, no la causa de esa oposición.
Es decir, el amigo es una unidad política frente a otra: el enemigo, que se le define desde aquél. La dualidad amigo y enemigo no es previa y fundante del concepto de la política, sino, a lo más, consecuencia de la actividad política. No se trata de un enemigo personal, subjetivo, psicológico, individual. Se trata más bien del enemigo concreto y existencial, de alguien que, con su existencia, por el simple hecho de existir pone en peligro mi existencia política, la del Estado del que se trate.
Se trata, del enemigo público. Esto tiene que ver con la distinción platónica presente en la «República» V, XVI, 470 entre έχθρός y πολέμος, o con la distinción existente en latín entre «inimicus y hostis», entre enemigo privado y enemigo público. El verdadero enemigo es el enemigo público, el hostis, no el inimicus.
Gustavo Bueno distingue entre sociedades naturales o prepolíticas y sociedades políticas. Dice que en las sociedades naturales se produce la convergencia social. Ahí la enemistad no deja de ser algo personal, individual y está gobernada mediante un férreo control social. En las sociedades políticas aparecen el enemigo político, las divergencias de clase, sociales y aparece entonces ahí la dialéctica amigo/enemigo en torno a la eutaxia política.
Es necesaria entonces la existencia de aparatos de Estado por encima de la sociedad civil para encauzar y dominar los antagonismos en el seno de la unidad política y para prevenir, abordar y afrontar lo inevitable: la enemistad con otras unidades políticas. La política es un arte práctico y consiste en dirigir de forma conveniente las inclinaciones para mantener los amigos y cambiar las hostilidades, cualquiera que sea la condición de quien provengan.
Dice Carl Schmitt que: «Todo enfrentamiento religioso, moral, económico, étnico o de otro tipo se transforma en un enfrentamiento político si es lo bastante fuerte como para reagrupar efectivamente a los hombres en amigos y enemigos». Cualquier conflicto, humano, cuanto más intenso sea, más político será:
«La oposición o el antagonismo constituye la más intensa y extrema de todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximará tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, la distinción entre amigo y enemigo».
El ejemplo del marxismo localizando e identificando siempre a sus enemigos de clase e ideológicos nos sirve para ilustrar esto que estamos diciendo y es una señal de la verdad de lo que venimos diciendo. El marxismo reconoce y ejercita la distinción dicotómica entre amigo y enemigo. Se trata en este caso de la antítesis entre burguesía y proletariado.
Podríamos decir entonces que es una grandiosa agrupación de contrarios. Mientras que la amistad requiere del consenso o del acuerdo de las dos partes, la enemistad, justamente, no requiere del acuerdo mutuo. El disenso siempre es más fácil, simple y básico. Es un error del progresismo creer que los enemigos los elijo yo únicamente y que siendo buenos o bien intencionados o pacíficos o no queriendo la enemistad eo ipso no voy a tener enemigos.
«El error está en creer que yo no tengo enemigos si no quiero tenerlos. En realidad, es el enemigo el que me elige, y si él quiere que yo sea su enemigo, yo lo soy a pesar de mis propuestas de conciliación y de mis demostraciones de benevolencia. En este caso, no me queda más que aceptar batirme o someterme a la voluntad del enemigo».
Esto nos indica la superioridad y la potencia del paradigma realista en las ciencias políticas. La enemistad política está ligada esencialmente a la existencia de Estados. Es un error el considerar al enemigo solamente desde una perspectiva militar. Primeramente, hay que evitar una equivocación, la de ver al enemigo tan sólo bajo su aspecto militar.
Antes que ser un concepto jurídico y militar, el enemigo pertenece a la esencia misma de lo político. Por ello, es el Soberano, el político el que debe designar al enemigo. El Estado tiene como característico, una rígida distinción entre lo exterior y lo interior. El Estado es una unidad territorial delimitada por fronteras.
Como decía Max Weber, el Estado tiene el legítimo monopolio de la violencia física. El enemigo interior es eliminado, «en el interior de su esfera, el Estado se adueña de todo el poder político y se opone a las formas de poder que tienen origen privado, de orden feudal o confesional; el Estado se levantó sobre la ruina del enemigo interior y por oposición al poder indirecto del papa». C. Schmitt.
A este respecto, «Lo que merece atraer la atención es que, en virtud de su racionalidad y de su soberanía, el Estado no puede admitir otras leyes que las que él mismo hace, que son siempre valederas únicamente en el interior de las fronteras de la unidad política en cuestión».
El Estado es el resultado de la racionalización política. La racionalización estatal hay que entenderla como orden unificador, esto es, como centralización. Por tanto, la centralización es conceptualmente inherente al Estado. Como el Estado, según Max Weber, se atribuye el monopolio legítimo de la violencia física, se atribuye igualmente el monopolio de la justicia. Siendo las cosas así, el Estado no debe tolerar un enemigo interior: sólo puede haber enemigos exteriores.
Todo Estado implica así la existencia de otros Estados que se oponen a él. La conflictividad es esencial a la existencia de la sociedad. La humanidad no existe, sólo existen bandas, grupos, partidos, Estados y mientras la humanidad siga sin existir, subsistirá una diferencia esencial entre la política interior y la política exterior.
En el interior de un Estado el poder político ostenta el monopolio legítimo de la violencia. En la escena internacional hay una pluralidad de centros de poder político. Los Estados siempre se han comportado de la misma manera. Siguen en la actualidad comportándose como se han comportado a lo largo de la Historia. El tribunal de la historia es el verdadero tribunal de justicia entre las naciones. Aquí decide la fuerza de las naciones en su enfrentamiento.
Como dice Freund, la guerra es un juicio por medio de la fuerza. Lo que cuenta es el resultado. La victoria concede la impunidad al vencedor. Por ello, en las guerras los Estados se juegan mucho, su supervivencia como tales Estados incluso. En las guerras los Estados afirman su independencia y en las guerras se manifiestan los imperios con sus debilidades o sus grandezas. La configuración territorial de los Estados debe mucho a las guerras y por tanto a las batallas.
Trump tiene entre ceja y ceja a Alemania, lo mismo pienso desde hace mucho tiempo, la Alemania actual es el Cuarto Reich que tiene cautiva al resto de Europa. En el primer día de cumbre en Bruselas, le dijo Trump al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, mientras las cámaras le grababan. «Alemania, en lo que a mí respecta, es cautiva de Rusia porque está recibiendo gran parte de su energía de Rusia», «Tenemos que hablar sobre los miles y miles de millones de dólares que se le están pagando al país del que se supone que debemos protegerlo», declaró.
La razón de esta reprimenda es un oleoducto de 800 millas de largo planeado bajo el mar Báltico. El gobierno alemán prosigue con su proyecto Nord Stream 2 durante años, a pesar de las críticas de los Estados Unidos y algunas naciones de la Europa del Este. Se espera que en las próximas décadas los recursos de gas propios de Europa, que representaron más de un tercio de sus suministros en 2016, de manera gradual vayan desapareciendo.
Gran Bretaña, Noruega y los Países Bajos son los mayores productores de Europa occidental y septentrional, que dependen principalmente de los campos de gas natural en el Mar del Norte. Estados Unidos espera obtener acceso a un mercado rentable con una demanda creciente. Naciones como Polonia y Ucrania también temen que Rusia pueda estar diversificando sus rutas de gas en Europa para poder explotar su red por razones políticas.
En junio de 2014, en medio de las consecuencias de la anexión rusa de Crimea, meses antes, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania durante semanas en lo que Kiev dijo que era un intento de chantajear a Ucrania. La presión sobre Rusia ayudó a resolver finalmente el conflicto, ya que a los poderosos Estados miembros de Europa occidental les preocupaba que la interrupción de la oferta pudiera tener repercusiones en todo el continente.
Desde que comenzara el conflicto en Ucrania tanto la Unión Europea como Estados Unidos han emprendido un sistema de sanciones para castigar a la economía rusa por las nuevas aspiraciones políticas de Moscú. Sin embargo, el sector del gas ruso se mantiene fuera de las sanciones de Europa. El Nord Stream 2 es el segundo gaseoducto ruso en el mar Báltico, el primer gaseoducto, de la empresa energética rusa Gazprom, lleva gas natural desde Viborg (oeste ruso) hasta Greifswald (norte alemán).
La canciller, Angela Merkel, no ha mostrado ninguna disposición para detener el controvertido proyecto del oleoducto, pero a veces ha indicado al menos cierto escepticismo, reconociendo que el proyecto no era totalmente económico, sin negar su dimensión política. Se espera que el Nord Stream 2 esté operativo a finales de 2019 o principios de 2020. Sin embargo, las degradadas relaciones entre Rusia y la Unión Europea y, hasta cierto punto Estados Unidos, son un factor que podría complicar a Alemania el abrir la llave de paso de ese gaseoducto.
Pero hasta ahora, el único impacto que Nord Stream 2 ha tenido, fue el de abrir una brecha entre Alemania y algunas naciones occidentales. En respuesta a los dichos de Donald Trump de que Alemania es cautiva de Rusia, Merkel, que creció en el este de Alemania (fue miembro de las juventudes militares de la Alemania comunista), ha advertido al presidente que podría estar en una mejor posición para juzgar la dependencia de su país.
«Me he criado en una parte de Alemania controlada por la Unión Soviética, y estoy muy feliz hoy de que estamos unidos en la libertad». Angela Merkel. Bla, bla, bla, bla.
Otto von Bismarck, el canciller de hierro, jamás se fue por las ramas en política exterior. Al ser preguntado en una ocasión sobre como diseñaba su política exterior, dijo que primero lanzaba los granaderos y después, una vez acabada la batalla, enviaba a sus diplomáticos. Bismarck fue el de la unificación alemana, que rompió el statu quo europeo vigente desde 1815. Cuando dejó la Cancillería dejó un orden europeo estable pero que no tardó en estallar. Este Bismarck también dijo: «Los Balcanes no merecen la vida de un sólo granadero de Pomerania».
En 2010, lo mismo dijo el entonces secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, lo que pensaban los europeos sobre Afganistán. Robert Gates se mostraba impaciente por la «desmilitarización» de Europa, y el insuficiente compromiso militar europeo que afectaba entonces a la misión aliada en Afganistán. Entonces Estados Unidos gastaba el 4% del producto bruto interno; Francia y el Reino Unido, el 2%, y España, el 1,2%.
¿Esos porcentajes reflejaban el producto de unos dirigentes o respondían a una visión del mundo? Cualesquiera sean las causas, Europa en general y el Cuarto Reich alemán, en particular, quieren tener su defensa asegurada por Estados Unidos, todo por un euro, como en las tiendas del Dólar Store. El euro pesimismo recorre el continente.
Europa tiene por el Oeste a Estados Unidos, que la empequeñece política y militarmente. Por el Extremo Oriente, la despiadada competencia china agrava su economía, incapaz de ponerle frenos por ideología. Por el Este, tiene el dilema de qué hacer con Rusia, que dispone de la llave del gas; y por el Sur, los inmigrantes africanos islamizados han encrespado a una Europa que ve amenazada seriamente su identidad Occidental.
Una Europa que quiere cambiar el mundo (los comunistas también lo querían) con su modelo social y multilateralista, multiculturista, que está siendo puesta en jaque por los mismos ciudadanos europeos. Es una risa ver a Europa (léase, Alemania) que, al contrario de Bismarck, tenga que enviar a sus diplomáticos a las zonas de conflicto porque no pueden lanzar un ejército.
Europa debería saber y también todos aquellos que dicen dedicarse a la Política, que, en política internacional, en la dialéctica de imperios, no hay aliados permanentes, lo que existe son intereses permanentes. Los alemanes dicen que son nuestros aliados y se enojan por el encuentro de Trump con Putin, pero no sólo le compran gas a Rusia, sino que están construyendo el gasoducto.
Si somos aliados como dicen, un aliado debería comprar a otros aliados y de paso ahogar un poco más a Rusia. ¿Quieren los europeos, es decir, los alemanes, gastar más en defensa con lo cual podrían enviar el ejército y después, una vez acabada la batalla, a los diplomáticos?
¿Podrán volver a la Europa que dejó Bismarck abandonada a su suerte? A mí me caen «gordo» estos alemanes que se creen la luz del mundo, y que no hace mucho cuando Roma era un imperio, estas tribus germanas andaban por las ramas, eran los bárbaros que se acercaban para conchabarse en las tropas imperiales.
Yo no espero nada de estos aprovechados, Trump debería desmantelar la OTAN, una OTAN sin Estados Unidos, no pasarían de ser una fuerza meramente policiaca, debería sacar ya, los 30.000 efectivos de Alemania. Que se puede esperar de quienes fueron uno de los mayores responsables de la Primera Guerra Mundial y absolutamente responsables de la Segunda.
¿Alemania es un enemigo? Obviamente que sí, eso lo debería saber cualquiera que se dedique a la política, pero más importante es que lo sepa el presidente de Estados Unidos. Estoy seguro que Donald Trump no leyó a todos los autores nombrados como realistas políticos. Pero comulga con esos pensamientos.
Un enemigo político, no lo es por razones éticas, morales o estéticas. «Eso no significa que sean malos», dijo acertadamente Trump. «Significa que son competitivos» y esto ya los hace enemigos políticos. El mundo es así, a quienes no les guste o les repugne, se pueden bajar del barco. Esto debería llamar la atención de aquellos que se ríen de Donald Trump y lo subestiman.
Me pasé gran parte de mi vida tratando de estudiar y ahondar en cuestiones políticas y filosóficas, y en virtud de lo mismo, tengo la honestidad de abrir la boca y acordar con Donald Trump. En nuestro mundo, el único realmente existente, los Superestados o Imperios, Rusia, China y Estados Unidos, quienes lo gobiernan son realistas, no idealistas.
19 de julio de 2018.