Capítulo: 6
Simón Bolívar según Karl Marx.
Karl Marx derriba el mito de Simón Bolívar.
La persona de Simón Bolívar se ha convertido desde hace más de dos siglos, en un mito y en una obligada referencia para cualquier pretensión revolucionaria en tierras hispanoamericanas. La figura de Bolívar destinada al bronce, inmaculada, fue fruto de esa necesidad de fabricar mitos para intentar reafirmar una identidad inexistente, héroes, escudos, banderas, himnos y toda una suerte de parafernalia destinada al consumo nacionalista.
Sin embargo, la figura histórica de Simón Bolívar, odiada por sus hechos concretos como traición, crímenes y felonías, asesinato, masacres, despotismo, abuso de clase burguesa esclavista, fueron hábilmente ocultados por el interés de las clases gobernantes que siguen alimentando con mitos a sus pueblos.
Pero esta parte oculta de Bolívar, fue sacada a la luz por algunos hombres probos, historiadores y escritores honestos. Pero nunca había sido tratada por una figura de conocimiento o relevancia mundial, mal o bien, como fue Karl Marx. Entre diciembre de 1857 y enero de 1858, el alemán Karl Marx escribió un duro escrito contra Simón Bolívar bajo el título: «Bolívar y Ponte, Simón», que fue publicado en el tomo III de «The New American Cyclopaedia».
El artículo respondía a un encargo de Charles Dana, director del «New York Daily Tribune», quien le pidió, lo mismo que a Friedrich Engels, que colaborara con él en una investigación sobre biografías e historia política que pensaba reunir en un volumen enciclopédico.
En el título hay una inexactitud, sin mayor importancia, pues, Marx le agrega a Bolívar, el segundo apellido de su padre. Lo correcto es: «Bolívar y Palacios, Simón», ya que la madre de Bolívar se llamaba María de la Concepción Palacios y Blanco. Pero lo que sí importa es que muy pocos ensayos históricos fueron mantenidos tan en secreto, o descalificados como la brevísima biografía de Simón Bolívar escrita por Karl Marx.
Me atrevo a pensar que el motivo se debió a que, Karl Marx, haciendo uso de su característica mordacidad se despachó a gusto sobre el llamado Libertador. Tuvieron que pasar casi ocho décadas para que pudieran ser incluidos en la edición en ruso de las obras de Karl Marx y Friedrich Engels en 1934. Es desde allí que lo tomó el argentino Aníbal Ponce, para publicarlo en el primer número de su revista Dialéctica, en marzo de 1936.
******
Aníbal Norberto Ponce, argentino (1898-1938), fue educador, ensayista y político. Escribió varios números de «Educación y lucha de clases» en 1934, en esos años empezó su militancia en el Partido Comunista Argentino y en calidad de militante visitó la Unión Soviética. Ponce tuvo una activa militancia política en el marxismo y fue exonerado de sus cargos por la falta de título habilitante. Luego se exiliaría en México, donde se dedicó a dictar cursos en diversas universidades. Se unió a la «Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de México» (LEAR). A los 40 años murió a consecuencias de un accidente de tránsito que le provocaron heridas internas.
******
En España se reeditó este extraño y filoso escrito de Karl Marx sobre Bolívar, en formato de libro y con un prólogo, esta vez de otro argentino, del intelectual marxista, José Aricó. Es interesante que esta pequeña y crítica obra de Karl Marx, ya que en hispanoamerica se pone a Bolívar como un arquetipo revolucionario. Precisamente por aquellos que gustan de acumular todo el poder y que gobiernan de manera dictatorial, recurriendo a discursos populistas y a la lucha contra el imperialismo.
Uno de los mayores errores cometidos por las clases gobernantes de las nuevas naciones que surgieron luego de la fragmentación del imperio español, fue la necesidad de diferenciarse de los españoles peninsulares, y un enorme odio que los llevaría a ser antiespañoles y a inventarse o defender teorías indigenistas. Esa postura ya fue denunciada por el escritor venezolano, Carlos Rangel:
«para los hispanoamericanos acceder a la vida independiente significó una profunda crisis moral, intelectual y espiritual, un rechazo de sí mismos, tal como los había forjado España, y un referirse, para definir una nueva identidad, por una parte, a un pasado mítico, precolombino, buensalvajista; y por otra parte a ideas y prácticas políticas completamente exóticas y que no estaban ni remotamente preparados para manejar».
Para ejemplos, basta una muestra, Hugo Chávez, quien calificó de genocidio el descubrimiento de América por España, presumía de ser el mejor soldado y el continuador de la obra de Simón Bolívar. Hugo Chávez fue el fundador y padre del socialismo del siglo XXI. Por lo visto, nunca se enteró que el fundador del socialismo, Karl Marx, detestaba a su paisano el libertador venezolano.
El contenido del escrito en la que describió al general venezolano Simón Bolívar, fallecido en 1830, como cobarde, tirano, resentido, mezquino y mentiroso, es tan feroz que el editor le pidió que citase sus fuentes. En una carta de Karl Marx a Friedrich Engels fechada el 14 de febrero de 1858, Marx escribe que Charles Dana le había reprochado que el artículo:
«Dana le ha cogido miedo al artículo sobre Bolívar porque (dice) que está escrito en un estilo prejuiciado (“a partisan style”), y me exige mis fuentes. Claro que se las podría suministrar, aunque encuentro que es una petición extraña. En cuanto al ‘estilo prejuiciado’, debo admitir que fui un poco vehemente. Pero es que es demasiado absurdo ver a este Soulouque, a este canalla cobarde, miserable y ordinario, puesto por las nubes como si fuera Napoleón».
******
El Soulouque, al que menciona Karl Marx, fue un ex esclavo que se proclamó Emperador de Haití. Faustino I de Haití, nació en Petit-Goave en 1782 y murió en 1873. Fue presidente vitalicio entre 1847 y 1849, y como emperador desde 1849 hasta 1859. Participó en las guerras civiles de finales del siglo XVIII y en los levantamientos contra los franceses.
El presidente Philippe Guerrier lo ascendió a brigadier general y el presidente Jean-Baptiste Riché al grado de teniente general. En 1845 fue nombrado comandante de la Guardia Nacional. A la muerte de Riché, en 1847, los senadores Ardouin y Dupuy lo propusieron para la presidencia, el argumento esgrimido para su designación fue que no sabía leer ni escribir y por tanto alguien especial para ser manipulado.
Durante su mandato favoreció a los negros en detrimento de los mulatos, se produjo una conspiración de mulatos que fue reprimida duramente y se llevaron a cabo medidas confiscatorias, proscripciones y ejecuciones. Los soldados negros llevaron a cabo una matanza general Port-au-Prince, y solo se detuvieron cuando el cónsul de Francia, Charles Reybaud, amenazó con un desembarco de tropas francesas.
Soulouque el presidente vitalicio de Haití, en marzo de 1849 intentó invadir la República Dominicana con ejército de 4.000 soldados, fue derrotado en la Batalla de Las Carreras por el general Pedro Santana. En 1849, el Senado proclamó el Imperio de Haití, y al general Soulouque como emperador con el nombre de Faustino I.
Soulouque no se privaba de nada, se rodeó de una lujosa corte y se inventó una nueva nobleza haitiana, fundó órdenes civiles y militares y emitió una constitución de carácter autoritario. Ese mismo año se casó con Adélina Léveque, y tuvieron una hija, la princesa Oliva. En 1855 invadió nuevamente la República Dominicana, y fue derrotado nuevamente por Santana en la batalla de Santomé.
Un año después fue derrotado una vez más en la Batalla de Sabana Larga, mientras tanto Haití ingresaba en nuevas crisis económicas y nuevas insurrecciones que fueron reprimidas con dureza. En diciembre de 1858, el general Fabre Geffrard, encabezó una revuelta y logró penetrar en la capital el 15 de enero de 1859. Las tropas de Faustino I se negaron a combatir y el emperador se tuvo que refugiar en el consulado de Francia.
Soulouque, abandonó Haití a bordo del buque británico Melbourne, rumbo a Jamaica, además de su familia se llevó un gran botín consistente en dinero y piedras preciosas. Sus propiedades y demás bienes en Haití fueron confiscados por el nuevo gobierno. En marzo de 1867 se permitió su retorno al país, falleciendo en 1873 a los noventa años, tuvo una larga vida el dictador, y que en vida gobernó de manera despótica y cruel.
******
Veamos algunos párrafos que Marx le dedica a Bolívar:
«A Bolívar se le tributó entonces [julio de 1813] una entrada apoteósica [en Caracas]. De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce damiselas vestidas de blanco y ataviadas con los colores nacionales, elegidas todas ellas entre las mejores familias caraqueñas, [iba] Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la mano».
«Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto de 1814, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, esa misma noche, para dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó de inmediato en el Bianchi, junto con Mariño y otros oficiales. (…) Allí, a fin de cohonestar su huida, publicaron una memoria de justificación, henchida de frases altisonantes».
«Cuando los cazadores de Morales dispersaron la vanguardia de Bolívar, éste, según un testigo ocular, perdió “toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se introdujo en un bote y subió a bordo del Diana, dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio”.»
«La intención real de Bolívar era unificar toda América del Sur en una república federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras daba así amplio vuelo a sus sueños de ligar medio mundo a su nombre, el poder efectivo se le escurría rápidamente de las manos».
«Una intentona de asesinarlo en su propio dormitorio en Bogotá, de la cual se salvó sólo porque saltó de un balcón en plena noche y permaneció agazapado bajo un puente, le permitió ejercer durante algún tiempo una especie de terror militar».
«Ducoudray-Holstein nos ha dejado de Bolívar el siguiente retrato: “Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios y maldiciones contra cuantos le rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano, es un jinete consumado y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita”.»
Este tipo de palabras usadas contra un gobernante, Karl Marx, sólo las empleó al referirse a Luis Napoleón Bonaparte cuando éste pasó de presidente de la república a emperador de Francia. Sabemos que Marx, entre otras cosas, se felicitó de la conquista de la mitad de México por los Estados Unidos en la guerra de 1846-1848.
En una nueva carta a Engels, del 2 de diciembre de 1854, escribió: «Los españoles están completamente degenerados. Pero, con todo, un español degenerado, para un mexicano, constituye un ideal». Contenido de la carta de Marx que los izquierdistas mexicanos ocultaron o fingieron ignorar.
El texto de Karl Marx que consta de unos 37.000 espacios, constituye una descripción aguda, descarnada, dentro de los límites de un trabajo para un diccionario enciclopédico. Lo que se debe señalar sobre el escrito de Marx es que sorprende, la impiadosa virulencia de la prosa del autor, cuyo tono se mantiene a lo largo de todo el trabajo. En la breve obra sobre Bolívar, Marx repasa las miserias de un personaje tan temido como odiado en su tiempo.
En ella Karl Marx describe la lucha de clases que se daba entre los terratenientes esclavistas mantuanos, en Venezuela y en Colombia. Hay que hacer notar que, en esa región del norte de Sudamérica, las desigualdades entre las clases y su brutal sometimiento, con excepción de Haití, no se dio en ningún lugar pre-independentista en la América hispana.
En la última mitad del siglo XVIII, la limitada liberalización del monopolio español que significó la reforma de los Borbones, le permitió a Venezuela tener contacto con el mercado mundial. La libertad económica creciente desarrolló de manera vertiginosa la producción de cacao. A partir de 1760, Venezuela se convirtió en el mayor exportador de cacao y con los precios internacionales en aumento. También la del tabaco y el algodón, aunque en menor escala.
Este nuevo movimiento económico provocó un enorme cambio social que modificó aún más las relaciones sociales. Los terratenientes adquirieron mayores cantidades de tierras y títulos de nobleza (el padre de Bolívar pretendía el marquesado de San Luis), los comerciantes desplegaron sus actividades por todo el territorio. Este cambio socioeconómico acentuó mucho más las diferencias ya existentes, con el estrato social más bajo (esclavos, libertos, zambos, mulatos) se hicieron más notables que nunca.
Durante el último cuarto del siglo XVIII, la Corona había autorizado el ingreso de esclavos negros y se amplió la libertad de comercio, lo que empoderó aún más a la clase criolla aristocrática, latifundista y esclavista. Estos eran poseedores de grandes extensiones territoriales por ser encomenderos, y sus tierras adquirieron valor por el mercado exterior creciente y la posesión de esclavos para explotarlas.
Esta casta social oligárquica era conocida como los mantuanos, el porqué de esta designación está explicada en el capítulo anterior, dedica íntegramente a Bolívar. Hacia fines del siglo XVII, los mantuanos eran los dueños de la mayor fuente de riqueza de la provincia y los que manejaban la vida política de Caracas por su posición social, pero no controlaban el Cabildo absolutamente.
Ya antes del episodio de independencia en 1811, los mantuanos de Caracas se habían propuesto la independencia de la provincia, especialmente cuando se entablaba la guerra entre España y Gran Bretaña (1779) es entonces que los gobernantes Borbones ante la necesidad de recursos implantaron una dura política de exacción de los virreinatos de América.
Considerando la precariedad y la poca fiabilidad de los datos, se puede decir que hacia el 1800, se calcula que la población de Venezuela, siguiendo el libro «La rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña por América Latina (1808/1830)», de Fred Rippy:
«puede aproximarse a un millón de personas, entre las que más de las tres cuartas partes son indios, negros, zambos, mestizos y mulatos, llegando a 200.000 los criollos descendientes de españoles, a poco más de 10.000 estos últimos. En cuanto a los esclavos, su número se calcula en 60.000. la mayor parte de ellos dedicada a trabajar la tierra por cuenta de sus amos».
La oligarquía criolla se verá afectada profundamente con la Revolución Francesa. Ya que la Revolución Francesa provocó efectos sobre Haití, donde la esclavitud es abolida en 1793, y este hecho pone a la oligarquía criolla en un estado difícil. En 1796 se va a producir la rebelión negra de Coro, llevada a cabo por negros y pardos libres y fue reprimida ferozmente, constituyendo este episodio un efecto directo de la rebelión en Haití y de las ideas de la Revolución francesa.
Los funcionarios políticos en Venezuela procedían de medios liberales, por lo que la situación política social de la oligarquía se torna comprometida. Los funcionarios son cuestionados duramente por la clase mantuana y son acusados de darles protección a mulatos, pardos y «toda gente vil», como consta en un memorial al rey de 1796, en «Columbus Memorial Library, Unión Panamericana, 1933».
En este mismo sentido, los mantuanos van a atacar fuertemente a la Corona que, debido a la difícil situación económica, van a permitir que un pardo, es decir, al nacido o descendiente entre un blanco y un negro, pueda comprar a un precio importante su «limpieza de sangre» y pueda acceder a privilegios de hidalguía.
Pero sucedería otro hecho más importante en 1797, y que pasará a la historia como «La conspiración de Gual y España», en la que la oligarquía criolla mantuana va a hacer causa común con el rey para someter y liquidar la conspiración, que tiene como protagonistas principales a comerciantes y profesionales de Caracas, con el fin de lograr la independencia y con ideas liberales.
******
Con el nombre de La conspiración de Gual y España, es así como se conoce en la historia de Venezuela al primer movimiento independentista que tenía por fin separar a Venezuela del resto del Imperio español. En la actualidad en Bolivia, se enseña en los centros educativos que el «primer grito de libertad» se dio en ese país, lo cual no es verdad, primer error y tampoco se llamaba entonces Bolivia, segundo error.
La conspiración se inició en La Guaira, antigua Capitanía General de Venezuela. La misma fue descubierta el 13 de julio de 1797 y culminó el 8 de mayo de 1799. A este movimiento se puede considerar como uno de los antecedentes más cercanos a lo que sucedería el 19 de abril de 1810. Manuel Gual era capitán de infantería y José María España, teniente de justicia en Macuto, Venezuela.
Los objetivos de la conspiración era la emancipación política del Imperio español, la adopción de un sistema republicano, la libertad de comercio y la abolición de la esclavitud. Esta conspiración tenía antecedentes inmediatos en España, donde el profesor Juan Bautista Picornell, se reunía junto a otros conspiradores en las logias «Libertad» y «España» en la Ballesteros en Madrid.
Luego de descubrir la «Conspiración de San Blas» en Madrid en 1796, el alcalde de Casa y Corte, Conde de Pinar detuvo a los autores que fueron condenados a la horca. El abogado Don Francisco Pérez de Lerma, salvó de la pena de muerte a Picornell, José Lax, y Manuel Cortés Campomanes y otros. La pena de muerte les fue conmutada por encierro perpetuo en los castillos de América, de Puerto Cabello, Portobello y Panamá, por orden del Rey Carlos IV, del 17 de agosto de 1796.
Los conspiradores fueron encerrados en bóvedas en La Guaira, poco tiempo después Picornell y sus compañeros tomaron contacto con Gual y España, en la que reforzaron sus ideas revolucionarias. Este movimiento buscaba para la América hispana gobiernos republicanos, y la igualdad de sus habitantes sin distinción social y de raza. En la conspiración participaron personas de todas las clases sociales exceptuando a los mantuanos, a la clase social a la que pertenecía Bolívar.
La conspiración fue delatada ante el capitán general Pedro Carbonell, quien ordenó la detención de los implicados. Fueron detenidos 49 criollos y 21 españoles. José España y Manuel Gual huyeron a la colonia inglesa de Trinidad, los prófugos recorrieron Curazao, Guadalupe, Martinica, San Bartolomé, Saint Thomas, Saint Croix y Trinidad. Por la cabeza de ambos pusieron precio.
En 1799, José María España, regresó en secreto a Venezuela siendo apresado en La Guaira y enviado a Caracas, donde la Real Audiencia lo condenó a la pena de muerte. Manuel Gual permaneció en Trinidad y desde allí mantuvo comunicación con Francisco de Miranda, que en ese momento se encontraba en Londres, Gual murió en San José de Oruña, Trinidad, el 25 de octubre de 1800.
******
Es este centro, el lugar de la reacción política que será protagonista de la conspiración de abril de 1810, que va a dar lugar a la primera junta que desconoció a la Corona y al Congreso amañado que acordaría la independencia en julio de 1811. El cambio de gobierno provocó levantamientos en su contra, el más importante de ellos se dará en Valencia, sofocado con el saldo de 800 muertos, enarbolando la bandera del viejo orden y contra la «Guerra a muerte» provocada por la oligarquía criolla como signo de impotencia frente a su creciente aislamiento social.
Quien aprovechará todo este descontento será Domingo de Monteverde que, a dos años de gobierno mantuano desembarcó, en 1812, en Venezuela con un puñado de hombres y que con el correr de los días se convirtió en ejército por la incorporación de todas las capas oprimidas de la población y derrotó a las fuerzas de la oligarquía criolla dirigidas por Francisco de Miranda y Simón Bolívar.
Para el pueblo, el gobierno de los mantuanos era el gobierno de sus enemigos más declarados y Monteverde, además, había autorizado el saqueo que legalizaba la ocupación y el ataque a las propiedades de la oligarquía criolla. En noviembre de 1812, derrotados y perseguidos los mantuanos, se jura en Venezuela la nueva constitución de España, la constitución liberal de 1812, producto de la revolución desencadenada en 1808 ante la invasión de los ejércitos napoleónicos.
La Constitución de 1812, fue emblemática en España por sus reformas sociales y políticas, tenía como uno de sus grandes objetivos, tal como lo apreció Karl Marx, «conservar el dominio de las colonias españolas, introduciendo en la nueva legislación un sistema de representación unificada… Constituía casi el principio más importante de la Constitución mencionada, el de no abandonar ninguna de las colonias pertenecientes a España, y los revolucionarios de hoy (1854) comparten la misma opinión», en «Marx y Engels: Obras Escogidas».
La guerra en Venezuela provoca una gran movilización de las capas oprimidas, en la que participan artesanos, comerciantes, esclavos negros e indígenas, este ejército va derrotando en forma sucesiva a los ejércitos independentistas organizados por los mantuanos, pero no puede evolucionar por la crisis de su dirección. José Boves, el gran caudillo que va a relevar a Domingo de Monteverde como cabeza de la rebelión de los «llaneros», es un comerciante ambulante.
Lamentablemente esta rebelión se agota en el saqueo a la oligarquía criolla, y de paso, sin motivo a los propietarios españoles, todo esto llevará a su agotamiento y lo peor, un Fernando VII, repuesto en España que acabará con toda expresión liberal en la península y el envío de un ejército profesional dirigido por Morillo a todas luces un «extranjero» y sin arraigo en el país.
******
Karl Marx describe al venezolano Simón Bolívar como «cobarde, brutal y miserable». De las ínfulas monárquicas y su papel político y militar, concretamente de su etapa de gobierno como dictador dice de Bolívar:
«Bolívar, la cabeza descubierta y agitando un bastoncillo en la mano, fue llevado desde la entrada de la ciudad (Caracas) hasta su residencia (…) Formó una (…) guardia de corps y se rodeó de la pompa propia de una corte. Pero (Bolívar), como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar, en la cual los asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para reorganizarlas».
También lo describe como un «aristócrata», o refiriéndose al apodo que usaban para mofarse de él, el «Napoleón de las retiradas». Desde el inicio de su escrito Karl Marx busca desmitificarlo, presentándolo como un vengativo y traidor.
«Piar, el conquistador de Guayana, quien ya una vez antes había amenazado (a Bolívar) con hacerlo juzgar por una corte marcial por desertor, no perdía oportunidad de burlarse de este ‘Napoleón de las retiradas’. De allí que Bolívar concibiera un plan para liquidar a Piar…».
Marx alude al modo en que Simón Bolívar, el autor de la orden de exterminio del enemigo fue la misma persona que un año antes, en julio de 1812, traiciona, toma prisionero y entrega a Francisco de Miranda, el iniciador de las luchas por la independencia en el virreinato de Nueva Granada, al jefe de los realistas, el general Domingo de Monteverde.
Francisco de Miranda fue ingresado en prisión y luego sería enviado a Cádiz, España, lugar donde moriría, en primer lugar, por ser un sedicioso y segundo, lo peor, por hacer sombra y molestar el narcisismo de Simón Bolívar. Pero favor con favor se paga, Simón Bolívar recibió a cambio de esta traición su pasaporte a la libertad, con la siguiente indicación de Domingo de Monteverde: «Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al Rey de España», esto sucedió luego de la derrota de 1812.
Karl Marx indica el desarrollo de cada una de las campañas militares, señalando sus límites y el importantísimo papel del grupo de oficiales del ejército libertador, como Manuel Piar, Mariño, Rivas, Brión, Páez, Sucre y de la Legión Inglesa. Estos oficiales van a jugar un papel fundamental en los momentos más desgraciados de la rebelión.
Ejemplo de esto es lo sucedido en Angostura, en 1818, cuando las deserciones se producían una tras otra, es entonces que: «Bolívar encontró a Santander, nativo de Nueva Granada, quien le pidió elementos para hacer una incursión en ese territorio, cuya población estaba lista para un levantamiento general».
******
Se conoce con el nombre de las legiones británicas, a las unidades militares que participaron de la tercera república de Venezuela y de la extinta Gran Colombia, y que combatieron en las guerras independentistas, constituidas por veteranos de guerra, un tercio con experiencia militar comprobable, mercenarios y aventureros, que además de la paga, se beneficiaban del saqueo, la usurpación y colonización.
Desde el año 1817, y en los cinco años siguientes, el número de contrataciones y enganches en los puertos de Inglaterra exceden los seis mil hombres. Desde las 53 naves que formaron sus expediciones se afirma que combatieron unos cinco mil trescientos soldados. Muchos de ellos eran veteranos de Gran Bretaña, también irlandeses y algunos veteranos alemanes.
La mayoría de ellos habían participado de las guerras napoleónicas o de la guerra británico-estadounidense de 1812. Las Legiones Británicas estuvieron compuestas por la 1ª Legión Británica, la 2ª Legión Británica y la Legión Irlandesa. Formaron los batallones de infantería Albión, Carabobo y Rifles, regimientos de caballería como los Húsares, aunque sus miembros también combatieron en otras unidades.
Las unidades de voluntarios extranjeros usaron sus propias enseñas, como la Unión Jack (la clásica bandera del Reino Unido), y la Legión irlandesa una bandera verde con el clarsach, símbolo de Irlanda. Las legiones participaron en importantes batallas y fueron muy valorados por Bolívar, quien dijo de ellos en la batalla de Boyacá, que: «Esos soldados liberadores son los hombres que merecen estos laureles», y luego de la batalla de Carabobo los describió como «Los Salvadores de mi Nación».
Karl Marx no tendrá piedad con los rasgos autoritarios y la tendencia bonapartista de Bolívar. Estas tendencias a la dictadura personal, fue advertida por Marx, en el primer pronunciamiento político importante de Simón Bolívar que fue el manifiesto de Cartagena de 1812. En ese manifiesto plantea la necesidad de un gobierno «fuerte» y profundamente centralizado. Esto estaría fundamentado, según él:
«nuestros compatriotas aún no son capaces de ejercer sus derechos legales. El gobierno debe probar que es fuerte y despiadado sin hacer caso de la ley o de la constitución hasta tanto sea establecida la paz».
En su Carta desde Jamaica, de 1815, volverá Simón Bolívar a insistir sobre la imposibilidad de otorgar derechos al pueblo:
«Mientras nuestros conciudadanos no adquieran las aptitudes y virtudes que distinguen a nuestros hermanos del norte, un sistema democrático radical, lejos de beneficiarnos, traerá la ruina sobre nosotros. No poseemos, lamentablemente, esas características».
Simón Bolívar va a concebir un senado hereditario, compuesto por las familias criollas de las clases más altas, junto a la cámara baja elegida por votación calificada (según los bienes que se poseyesen). En 1816, antes de la reanudación de la guerra, con el fin de «unificar en su persona el poder civil y militar» contrariando el deseo de otros líderes independentistas, que querían confiar el poder a una asamblea representativa.
Destaca el papel del Congreso Nacional de 1819 como factor de creación de un nuevo ejército, contrastando el llamado de una institución representativa contra los métodos dictatoriales de Simón Bolívar. En el Congreso de Angostura, en 1819, Bolívar ataca la «democracia absoluta» y repudiará el Congreso de Cúcuta, en 1821, culpándola de haber adoptado una constitución de corte demasiado liberal.
Bolívar sostiene que el pueblo está en el ejército (sería un pequeño pueblo) y que el resto deberían ser ciudadanos «pasivos», desautorizando a quienes pretendían una república como la del norte. Karl Marx sostiene que al final de la guerra de la independencia, Bolívar:
«por medio de su guardia de corps colombiana, manejó los votos del Congreso de Lima que, el 10 de febrero de 1823, le transfirió la dictadura, mientras se aseguraba la reelección como presidente de Colombia con un nuevo intento de renuncia. Su posición se había fortalecido con el reconocimiento del nuevo Estado de parte de Inglaterra y con la conquista del Alto Perú por Sucre, país, en el que Bolívar dio rienda suelta a su propensión al poder arbitrario, instituyendo el ‘Código Boliviano’ (en realidad la Constitución de Bolívar), imitación del ‘Código Napoleón’. Su plan era trasplantar ese Código al Perú y de allí a Colombia, manteniendo en sujeción a los dos primeros países por medio de las tropas colombianas y a Colombia por medio de la Legión Extranjera y de los soldados peruanos».
Karl Marx cuando detalla la convocatoria al Congreso de Panamá de 1827, dice que tuvo «por objeto aparente establecer un nuevo código democrático internacional», pero en realidad «pretendía, que América del Sur entera se constituyera como una república federal, a la que (Bolívar) gobernaría como dictador».
Karl Marx no podía saber los motivos de muchas repúblicas que se negaron a participar de dicho congreso como fueron los casos de Chile, o de Paraguay que no quería tratos con Bolívar y que emprendía un desarrollo capitalista autónomo. Ni de Brasil, y las Provincias Unidas del Río de la Plata, mucho después llamada Argentina y de Uruguay, por recelo a la ambición de Simón Bolívar, situaciones que expliqué en el capítulo anterior.
Cuando Karl Marx escribe sobre la América hispana, ya sea en este ensayo sobre Bolívar o sobre Ayacucho en colaboración con Engels, para la misma Enciclopedia, en el que describe esta batalla como el triunfo de los revolucionarios por el que liquidan «definitivamente» el imperio español. O en otros escritos para el The New York Tribune, ya sea contra la intervención francesa en México o sus aportes sobre Cuba, Haití y América Central.
Lo hace desde el punto de vista de la defensa de los procesos de independencia nacional, entendiendo que las cuestiones nacionales no resueltas van a poner trabas al desarrollo de las fuerzas productivas y a la democracia. Karl Marx entiende que la cuestión nacional reposa en el desarrollo de las fuerzas productivas sobre la base histórica de la nación, el desarrollo de la clase obrera y su lucha de clases.
No se puede esperar otra cosa de Marx, por tanto, las tendencias monárquicas o la dictadura civil son inaceptables para Marx, ya que es un signo evidente de la incapacidad y la limitación insalvable de las élites políticas y militares que llevaron adelante las guerras de la independencia, y que se encontraron con grupos que planteaban una transformación social y política de corte republicana.
Los que se oponen al texto de Marx sobre Bolívar no ven que Karl Marx denuncia al español de Venezuela por su cortedad mental en la lucha independentista, pero no pone en duda la legitimidad de la lucha. Lo que critica es el bonapartismo o la tendencia a la dictadura civil de Simón Bolívar, no per se, sino por ser un instrumento que debilitaba la lucha política por la independencia.
Por ello destaca el «nuevo entusiasmo del pueblo» por la independencia que revierte en «insatisfacción» a causa de la dictadura de Bolívar, lo que permite que se rearme la ofensiva española. Marx destaca la libertad de los negros esclavos como uno de los motivos para empoderar las fuerzas insurgentes. Pero no deja de reconocer que eso se debe al presidente de Haití y no a Bolívar.
El trotskista argentino Milcíades Peña, en su libro «El paraíso terrateniente» discrepa totalmente con Marx, y dice:
«en realidad, es absurdo condenar los proyectos monárquicos de un San Martín o un Bolívar a la luz de la abstracta razón democrática universal… La monarquía fue, desde luego, reaccionaria cuando la burguesía maduró lo suficiente y tuvo fuerzas como para guiar a la nación a la conquista de la república democrática. Pero en una etapa anterior del desarrollo histórico la monarquía absoluta fue un importante paso hacia delante en la constitución de una nación moderna, superando el aislamiento medieval de feudos y ciudades. América Latina, al salir de la colonia, se hallaba precisamente en ese estado de disgregación. De haber prosperado los proyectos monárquicos. se hubiese logrado formar en América Latina varios Estados poderosos».
******
Milcíades Pena, perteneció al Grupo Obrero Marxista (GOM), organización trotskista liderada por Nahuel Moreno, un año después tomaría el nombre de Partido Obrero Revolucionario (POR), del cual fue miembro del Comité Central. Peña mantuvo una postura crítica frente al peronismo, calificando a Juan Domingo Perón como bonapartista, de acuerdo a la categoría definida por Trotsky. «Treinta y tres por ciento de aumento en la participación de los asalariados en el ingreso nacional. A eso se redujo toda la «revolución peronista», escribió en Historia del Pueblo Argentino.
Milcíades Peña se suicidó el 29 de noviembre de 1965, a la edad de 32 años. En su niñez vivió muchas experiencias traumáticas y también intentos de suicidio en su adolescencia. Muchos motivos se alegaron sobre su suicidio, su frustración por el fracaso de la izquierda argentina, con cuyos dirigentes mantuvo discusiones muy acaloradas, la desilusión de la clase trabajadora por su pasividad y su incapacidad para organizarse como clase revolucionaria, o motivos de orden económico que le impedía mantener a su familia.
******
Las objeciones de Milcíades Peña no se asientan en argumentos sólidos, en Brasil hubo realmente una monarquía, pero no fue capaz de dar el paso hacia una nación moderna. Por un lado, la figura del emperador como cabeza política centralista y fuerte, impidió que el Brasil portugués se fragmentará, es más, su vocación imperialista hizo incrementar su capa basal, su territorio, a nivel regional. Incluso cuando no hubo emperador.
Pero también la monarquía portuguesa y sus sucesores, no evitaron el atraso, la unión no se tradujo en un crecimiento y una mayor independencia económica y política. Por el contrario, Brasil, se convirtió en el país más dependiente de Gran Bretaña que los demás países de la América española.
Esa unión, por el contrario, va impedir la evolución de centros dinámicos como la planteada por la revolución de los farrapos (harapientos) en Río Grande Do Sul en 1835, que va a plantear la federación con las provincias del Plata o la Confederación del Ecuador en el norte.
En el Brasil unido bajo la monarquía, las clases dominantes, las que tenían el poder real, cuestionaron la esclavitud, la distribución de la renta nacional y el régimen político, pero no el latifundio, base de la economía nacional, de la cual todas esas mismas clases sacaron provecho, y el esclavismo no desapareció hasta bien entrado el siglo XIX.
En esa época no había planes ni programas serios para la formación de los «Estados poderosos» en la América hispana. Lo único que existió realmente fueron «Las Instrucciones del año XIII», que llevaron los diputados de la Provincia Oriental a la Asamblea Nacional General Constituyente de 1813 de las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
Ese año la Junta de Buenos Aires había decidido convocar a todos los pueblos de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, para que enviaran representantes a la asamblea, en la que se iba a definir el nuevo tipo de gobierno (tipo de gobierno que ya lo tenían decidido de antemano).
En «Las Instrucciones del año XIII», se defendían las ideas de independencia, república y federalismo. También contenía el propósito de «conservar la igualdad, libertad y seguridad», y que el gobierno federal se situase fuera de Buenos Aires, liberar el comercio entre provincias, determinar el derecho a poseer armas y declarar puertos libres a Maldonado y Colonia.
El documento definía también los límites de la Provincia Oriental, o banda oriental (hoy Uruguay). Este documento era opuesto al proyecto unitarista liderado por Carlos María de Alvear (hermanastro de José de San Martín), lo que provocó el rechazo de los diputados orientales, que no pudieron incorporarse a la Asamblea.
Muchísimo tiempo después, se hallaría otro plan, llamado «Plan de Operaciones de Mariano Moreno», que consistía en ser el método de las operaciones que el nuevo gobierno Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, debía poner en práctica hasta consolidar la independencia. Este documento fue hallado en el Archivo General de Indias, entre los años 1886 y 1887, y fue atribuido falsamente a Mariano Moreno.
El documento consta de un exordio y nueve artículos, y contiene instrucciones de política exterior e interior, medidas militares, económicas y métodos para alcanzar objetivos tácticos y estratégicos. Fue demostrado posteriormente la falsedad de tal documento. En verdad, la clase política de Buenos Aires, una mescla de advenedizos, comerciantes y contrabandistas, carecían de un serio programa de gobierno.
No olvidemos que cuando Marx analiza a países como Inglaterra, Francia y Alemania, en sus inicios y en el desarrollo de la industrialización, cuya dirección está a cargo de lo que él llama clases explotadoras, que están cumpliendo un determinado papel histórico, acomete con dureza contra esas formas opresivas de los gobiernos capitalistas de la revolución industrial.
Denuncia al bonapartismo, que, según su ideología, es la forma política bajo la cual la burguesía francesa ahoga la revolución y ejerce una limitada función modernizante después del Termidor. La «reacción» de termidor o «Convención Termidoriana» son nombres que se aplica al periodo de la Revolución francesa que se inicia el 28 de julio de 1794, tras la caída de Robespierre, y termina el 26 de octubre de 1795, fecha en la que la Constitución del Año III establece el Directorio.
El nombre de «termidor» procede de uno de los meses de verano según el «calendario republicano» y hace referencia al «9 de termidor» del año II (27 de julio de 1794), fecha que coincide con la caída de Robespierre que puso fin al período de la República Francesa dominada por los jacobinos, dando paso al dominio de los republicanos conservadores, llamados termidorianos.
Aplicado al caso de la América española, esas tendencias al bonapartismo no es el efecto de un Termidor que intenta cerrar una experiencia revolucionaria (burguesa) de características históricas y consolidar al mismo tiempo el surgimiento de un nuevo régimen social. Nos encontramos en este caso con un Termidor sin revolución burguesa, un retroceso para el proceso revolucionario.
Lo que no perdonan ciertos grupos, en especial los intelectuales de izquierda, son las críticas de Marx a Bolívar, hecho por la acumulación y concentración del poder en su persona, algo que no es bueno en ningún lugar, pero mucho más en países con tantas desigualades e injusticias como hispanoamerica. Eso era lo que más le indignaba, no tanto sus pobres virtudes morales, sus ambiciones, su arrogancia, o su perfil psicológico, sino la obsesiva decisión de concentrar todo el poder en su persona.
Uno de esos intelectuales, el izquierdista argentino, José Aricó, quien le dedicó un libro para tratar de impugnar el texto de Marx, dice Aricó: «la identificación de Bolívar como una forma burda de dictador bonapartista» es un «prejuicio político» que «pudo operar como un reactivador en su pensamiento de ciertos aromas ideológicos que, como aquella idea hegeliana de los ‘pueblos sin historia’ constituyeron dimensiones nunca extirpadas de su mirada del mundo».
José Aricó calificó el escrito de Karl Marx sobre Simón Bolívar como un «panfleto desmedidamente negativo». Dice intentando defender y rescatar cierto nacionalismo: «la forma bonapartista y autoritaria del proyecto bolivariano no expresaba simplemente, como se creyó, las características personales de un individuo, sino la debilidad de un grupo social avanzado que en un contexto internacional y continental contrarrevolucionario sólo pudo proyectar la construcción de una gran nación moderna a partir de la presencia de un estado fuerte».
Karl Marx da ejemplos de cómo Bolívar trató de imponer repetidamente reformas legales, un Código de inspiración napoleónica y constitucionales, desde la Convención de Ocaña, con el único objeto de expandir su autoridad, o para «otorgar nuevos poderes al ejecutivo» para quedar investido, de facto, con «poderes dictatoriales».
Es una obviedad en el caso de Bolívar, esa actitud que Marx critica, es esa decisión de crear una Constitución aristocrática y a su medida, una Constitución que establecía el poder permanente y vitalicio del presidente, o la de suprimir las asambleas y las elecciones populares. La de mantener la propiedad latifundista, la de despojar a los indígenas de sus tierras, de prohibir las enseñanzas de las doctrinas radicales de Bentham, reemplazándolas por cursos de religión católica.
No faltaron quienes tildaron a Marx de europeísta, etnocentrista o desinformado de las realidades hispanoamericanas, cuando no, de haber consultado fuentes sesgadas contra Simón Bolívar. Sin embargo, José Aricó, tuvo que reconocer lo contrario: «Marx redactó su diatriba no siguiendo el juicio de sus contemporáneos sino contrariándolo».
Quienes quedaron heridos por las críticas de Marx a Bolívar, dicen que Marx utilizó obras de combatientes europeos en la guerra de independencia, como la del franco-alemán Ducoudray Holstein, «Memoirs of Simón Bolívar», del coronel británico Gustavus Mathias Hippisley, «Journey to the Orinoco» y las «Memorias» del general William Miller, publicadas por su hijo John Miller el año 1828 en Londres.
Sostienen que Marx se hizo eco de las observaciones de Ducoudray Holstein y retrata a Bolívar como cobarde y traidor, manipulador político, cruel y rapaz, inconstante y con ínfulas monárquicas. Marx había leído de todo, favorables y desfavorables a Bolívar, pero no era necesario esas lecturas para ver lo obvio.
La concepción ideológica de Bolívar, la conducta despótica, su clase social oligárquica, que algo de esto sabía Marx, eran algo que no podía aguantar el alemán. Lo que resulta absolutamente reprochable es que hoy, sobre todo los izquierdistas, no quieren ver o tratan de ocultar la conducta autoritaria de lideres como lo fueron Fidel Castro y Hugo Chávez, felizmente fallecidos, o Daniel Ortega, Maduro y otros izquierdistas que siguen en línea.
******
Gran Bretaña que en ese entonces era la mayor potencia mundial, y que es quien tiene mayor injerencia en el proceso independentista, gracias a la invitación (en lo económico y político) y a la imprudencia política de los llamados libertadores de América. Gran Bretaña desarrolla un papel acorde con sus intereses, intereses que son la base de los conflictos internacionales. Ni clase social ni nada.
Sin embargo, como toda potencia mundial, va a actuar con prudencia y si bien es cierto que está a favor de la fragmentación del imperio español en América, eso no significa que esté de acuerdo a todo lo que pretendan hacer políticamente los lideres independentistas, cuando estos mismos tienen dependencia en lo económico y en lo militar de los británicos. Eso lo dejaron claro, al igual que los Estados Unidos, en el Congreso Anfictiónico organizado por Bolívar.
Las pretensiones bolivarianas de continuar con su lucha independentista sobre Cuba y Puerto Rico, fueron paradas en seco y de manera tajante. Las potencias mundiales permiten o no, y determinan hasta donde pueden actuar los países que no son potencias, cosa básica en la política internacional, sobre todo si estos son peones de los planes imperiales.
Mas allá del pacto existente entre España y el Reino Unido frente a la invasión de la península Ibérica por Napoleón, había un lógico recelo sobre el accionar de los rebeldes. Fred Rippy, lo dice en su libro: «Después de 1808, los estadistas británicos vieron con malos ojos los movimientos de rebelión en la América hispana».
La política exterior británica entre 1822 a 1826, tanto con Castlereagh y George Canning, considera como lo dijo el mismo Canning, que «la conservación de la monarquía en cualquier porción de la América del Sur tendería a evitar el impacto de ese inevitable divorcio por el cual el Nuevo Mundo está a punto de ser dividido del Viejo», señalado por Charles Webster, en: «Gran Bretaña y la independencia de América Latina».
A esto se debe sumar la neutralidad de Estados Unidos destinada a mantener una coexistencia con España y la «Santa Alianza».
******
La Santa Alianza fue un tratado celebrado el 26 septiembre de 1815, entre Francisco I de Austria, Alejandro I de Rusia y Federico Guillermo III de Prusia, firmada en París luego de la batalla de Waterloo, la abdicación de Napoleón y la ocupación de París por tropas de la «Séptima Coalición».
Aunque los firmantes de la alianza adujeron razones religiosas, como la defensa del cristianismo y de la «indivisible trinidad», de allí el nombre de «santa» a la alianza. Pero en realidad lo que buscaban era contener la expansión de las ideas liberales y restaurar la etapa previa a la Revolución francesa.
Los tres reyes se comprometieron a intervenir militarmente donde fuera necesario para aplastar toda revolución que cuestionara la legitimidad monárquica y los principios del absolutismo. En 1815 se firmó un acuerdo con Gran Bretaña, conformando una cuádruple alianza. El Reino Unido se unió a Rusia, Austria y Prusia para defender el equilibrio de poderes acordado en el Congreso de Viena.
En 1818, Francia también se sumó a la Santa Alianza, dando lugar a la quíntuple alianza. En sucesivos congresos se acordó coordinar la intervención militar de los aliados en los territorios donde el orden absolutista estuviera en peligro. La Santa Alianza integrada por tres de los Estados más poderosos de Europa, se desintegró en 1825 luego de la muerte de Alejandro I y el apoyo dado a los revolucionarios griegos por su sucesor, el zar Nicolás I.
En 1821 tuvo lugar el Congreso de Verona, donde se acordó la invasión de España por la Francia de Luis XVIII, pese a la oposición de Gran Bretaña. El objetivo de esta intervención militar, conocida como la expedición de «Los Cien Mil Hijos de San Luis», fue poner fin al trienio liberal (1820-23) y reponer la monarquía absolutista del rey Fernando VII.
Gran Bretaña manifestó su postura contraria a las intervenciones en Italia y en España, argumentando en que sus intereses comerciales no habían sido afectados por las revoluciones liberales, y también, que la movilización de sus tropas debía ser autorizada por el Parlamento ya que a diferencia de sus aliados Gran Bretaña era una monarquía parlamentaria.
Esta misma posición fue adoptada cuando rechazó cooperar con la Santa Alianza cuando autorizó una intervención para restablecer el dominio de los Borbones en la América española. Gran Bretaña mantenía un comercio muy activo y ventajoso con los nuevos países en América, y por otro lado estos le debían créditos otorgados de manera leonina para la guerra. Una carta muy efectiva para mantener su dominio y evitar la vuelta del monopolio comercial.
******
Simón Bolívar logra, en 1816, luego de sufrir sucesivas derrotas, conformar una fuerza expedicionaria con el auxilio de Alejandro Petión, entonces presidente del Haití del Sur. En este regreso, proclamó el fin de la «guerra a muerte» y decretó la libertad de los esclavos, ya que esta fue una condición necesaria solicitada por Petión, para la incorporación de soldados al ejército libertador.
En Venezuela, la clase oligárquica había sido duramente golpeada por la guerra social, por tanto, a Bolívar no le queda más salida que apoyarse en el ejército como instrumento político. Bolívar teme desatar una guerra de clases como la sucedida en Venezuela entre los años 1812 y 1816, a la que llamará «guerra de colores», un eufemismo para disfrazar el verdadero motivo.
Lo que no se puede negar es que Bolívar fue un mantuano, un miembro de la oligarquía criolla, terrateniente, dueño de esclavos y déspota tropical y con excesivas ínfulas de aristócrata pese a su origen mestizo, hecho que lo atormentaría toda su vida y que lo llevaría a acumular un fuerte resentimiento y odio contra la aristocracia blanca de origen peninsular.
Esta burguesía criolla, junto a Simón Bolívar, no los liberó de nada, muy por el contrario, lo que lograron fue que los mismos indígenas, negros, blancos pobres y mestizos continuaran siendo explotados por la misma burguesía que ya les explotaba durante el imperio español. Si Bolívar y compañía rompieron sus vínculos con España no fue para liberar a los más desfavorecidos, sino para explotarlos en su beneficio sin que interfirieran las lejanas e ineficientes clases dirigentes peninsulares.
Los psicólogos o psiquiatras habrían hecho su agosto con la personalidad patológica de Bolívar y sus actos racistas y genocidas. No se puede ocultar y tampoco hace falta explicar el «Decreto de Guerra a Muerte», estos hablan por sí solas. Su distinción racista entre españoles peninsulares y españoles americanos, lo llevará a escribir:
«Nosotros somos enviados a destruir a los españoles», y «Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente a los hijos de América».
El mestizo acomplejado que era Simón Bolívar le impedía soportar la presencia de aquellos cuya presencia le recordaba sus orígenes «contaminados», que habrían impedido que su familia accediera a un título de nobleza. El dinero no lo compraba todo. Estas cuestiones alimentarían su sed de venganza, durante la llamada «Campaña Admirable», por donde pasó el ejército de Bolívar «todos los europeos y canarios casi sin excepción fueron fusilados».
Luego de que concluyera la Campana Admirable, en febrero de 1814, Juan Bautista Arismendi, siguiendo órdenes de Bolívar, fusiló a 886 prisioneros españoles en Caracas. Para aumentar su número tuvo que añadir los enfermos del hospital de La Guaira, entre 500 a 1.000 personas, entre los días 13 al 16 de febrero. Simón Bolívar conforme con su proeza escribió los detalles de la matanza al Congreso de Nueva Granada.
Como era de esperar, el bando realista no se hizo esperar y tomaron represalias contra determinados dirigentes rebeldes. ¿Por qué lo hizo Simón Bolívar? Por simples instintos criminales o porque estaba «quemado las naves» para no dar marcha atrás, eso no lo sabremos, pero eso poco importa, en todo caso, se podría decir que fueron las dos cosas.
A Bolívar se acusa de llevar a cabo hechos controvertidos como fue el fusilamiento de sus brillantes generales mestizos Carlos Manuel Piar y José Padilla López, la proclamación de la «guerra a muerte» una política consciente que obedece frente a la amenaza de una guerra de clases. Como respuesta a esta última situación va a plantear la lucha por la independencia en oposición a la guerra de «colores», a la guerra social, con el gobierno fuerte y vitalicio.
El día 2 de octubre de 1828 fue fusilado en Bogotá el general de división José Padilla López, ex combatiente en la batalla de Trafalgar y dos veces senador de la república. Bolívar lo había llamado: «el ciudadano más importante de Colombia» y representa mejor que nadie a las figuras militares que se distinguieron en los campos de batalla, negros, indios, mestizos, zambos y mulatos, y que fueron marginados o eliminados por la misma república que habían ayudado a conseguir.
Pese a todos los testimonios en su favor que lo exculpaban de haber sido parte en la llamada «Conspiración Septembrina», José Padilla fue ejecutado tan solo siete días después de ocurridos los hechos. Durante su interrogatorio declaró tener 44 años y ser natural de Riohacha. José Padilla no fue fusilado por participar en ese torpe complot ya que estaba detenido cuando ocurrió la misma, ni por santanderista, ya que había sido por mucho tiempo el amigo más cercano de Simón Bolívar en el litoral neogranadino.
Fue fusilado por el temor, verdadero o no, de que pudiera encabezar un movimiento social igualitario y antiesclavista de los pardos, similar al que se había iniciado antes con éxito, en la isla de Santo Domingo conocido hoy como la revolución haitiana. Con la muerte de Padilla se alejó, como muchos sostienen, la posibilidad de la pardocracia en Colombia.
Es extraño que las cabezas visibles de tal conspiración, como Pedro Carujo, se le conmutara la pena de muerte por destierro, y Luis Vargas Tejada ni siquiera fue procesado. Se puede afirmar que la lucha independentista en Colombia y Venezuela se logró con la brillante actuación de José Padilla en la batalla naval de Maracaibo en julio de 1823.
José Padilla fue determinante en la liberación de Riohacha, Sabanilla, Ciénaga, Santa Marta y Cartagena. Padilla no existe en los textos escolares, mucho menos su rostro figura en los billetes de la república, ni en la galería de los héroes de la nación. Los celos y el miedo de Bolívar (y su color) fue motivo de su fusilamiento. Días antes de su fusilamiento Bolívar escribió a su compatriota Pedro Briceño Méndez confesándole su remordimiento por esta sentencia arbitraria:
«ya estoy arrepentido de la muerte de Piar y de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa. Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejaran lo de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino con ese infame blanco (Santander) que no tenía los servicios de aquellos servidores de la patria. Esto me desespera de modo que no sé qué hacerme».
El general Carlos Manuel Piar, héroe de las batallas del Juncal y San Félix, nació en Curazao en 1774, y desde los diez años se vinculó a Venezuela. En 1812 bajo las órdenes de Francisco de Miranda participó como alférez de Navío en las acciones de Puerto Cabello y en Sorondo, Guayana. Con el grado de coronel se une en 1813 al grupo de Chacachacare comandado por Mariño, que inicia operaciones por Güiria para libertar el Oriente del país.
Carlos Piar mantuvo durante el periodo de emancipación, una relación tumultuosa tanto con Bolívar como con Mariño, José Félix Ribas y José Francisco Bermúdez, entre otros. El 27 de septiembre de 1817 es detenido cerca de Aragua de Barcelona.
El proceso contra Carlos Piar comienza, tras alegarse su insubordinación, con oficio del 3 de octubre de aquel año, donde Simón Bolívar, solicita a Carlos Soublette, jefe del Estado Mayor, que proceda «hasta poner la causa en estado de ser juzgada por el Consejo de Guerra». Simón Bolívar le adjunta trece documentos que sustentan la acusación.
La insubordinación en esos tiempos era considerada como todo lo contrario del valor personal. A los generales de entonces les costaba mucho subordinarse a alguien a quien se consideraba su igual. La jefatura suprema de Simón Bolívar estaba entonces cuestionada y le llevaría muchos años para lograr reconocimiento.
El tribunal dictó sentencia de fusilamiento con degradación. Simón Bolívar como jefe Supremo de la República, poseía la facultad de conmutar la pena por exilio, presidio u otra pena. Pero decidió mantener la orden de fusilamiento, pero sin degradar al prócer de San Félix. Es posible que Simón Bolívar, que estaba enfrentado a las actitudes personalistas de Mariño, Bermúdez y Páez, entre otros, quiso mostrarse duro e inflexible.
Karl Marx nos quiere decir que el fusilamiento del general pardo Carlos Piar uno de los jefes patriotas de mayor prestigio, en 1817, era la crónica de una muerte anunciada, desde el mismo momento que:
«la conquista de Guayana por éste había cambiado por completo, a favor de los patriotas, la situación, pues ese sólo territorio suministraba más recursos que todas las otras provincias de Venezuela juntas».
Como luego la condena a muerte del también pardo general José Padilla en 1828.
«cuya culpabilidad (en una tentativa de asesinato) no se probó en modo alguno pero que, como era hombre de color, no podía hacer una seria resistencia».
El 16 de octubre de 1817 murió fusilado Carlos Manuel Piar, para Bolívar, once años después, en su confesión a Perú de la Croix, dijo: «la muerte del general Piar fue, de necesidad política y salvadora del país, porque sin ella iba a empezar la guerra de los hombres de color contra los blancos», Diario de Bucaramanga. He aquí la verdadera razón de un atroz asesinato para evitar una supuesta guerra racial.
Y en otra parte dirá a Perú de la Lacroix:
«…La ejecución del general Piar aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país, me permitió proyectar y efectuar la expedición a la Nueva Granada y crear después la República de Colombia: Nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte, más merecida».
Diario de Bucaramanga.
Lo cierto es que, Simón Bolívar jamás formó parte del sector democrático y liberal que participó en el proceso independentista y sus medidas sociales fueron realizadas por las necesidades de la guerra y mayoritariamente de carácter regresivo. Las clases gobernantes de Venezuela, Colombia y Bolivia no hicieron caso de la liberación de los esclavos y Simón Bolívar dejó hacer.
En Venezuela los esclavos no lograron la libertad hasta 1854, como dice John Lynch: «cuando los terratenientes advirtieron que estos eran trabajadores costosos y poco eficientes y que era posible obtener una mano de obra más barata», lo mismo ocurriría en Colombia y Perú.
Los indios fueron otro de los grupos étnicos más castigado por la «independencia bolivariana», aunque en apariencia se beneficiaban con la eximición de los trabajos forzados y de los tributos, desde el momento que el tributo era pagado con los excedentes de la producción y la prueba de que la tierra era suya.
La política de dividir las tierras comunales entre propietarios individuales, en teoría para beneficiar a los indios, destruyó el fondo de tierras comunitarias y terminó beneficiando a los terratenientes más poderosos. Cuando Simón Bolívar abolió todo símbolo de nobleza, los incas que hasta entonces mantenían sus privilegios cayeron en la pobreza y el olvido.
Simón Bolívar alcanzó la independencia como jefe de un ejército de pardos, negros y antiguos esclavos, cada uno con expectativas para la posguerra que nunca se cumplieron. Simón Bolívar trató de salir de todas las contradicciones que ahora le pasaban factura con el fin de la guerra contra España, utilizando la lógica de sus principios le llevó a concluir que cuando mayor era la desigualdad social, mayor era la necesidad de igualdad legal, es decir nada.
Karl Marx el padre del socialismo dice que Bolívar, es cobarde y traidor. En 1814, en junio, tras una breve resistencia en la batalla de La Puerta Bolívar huyó a Caracas. Luego de la rendición de Caracas Bolívar evacuó a La Guaira y se retiró hacia Barcelona. Tras la derrota frente a Boves en Aragüita, el 8 de agosto, Bolívar abandonó furtivamente a sus tropas, y se embarcó de inmediato en el «Bianchi» junto con Mariño y otros oficiales.
No presentó dificultades el cumplimiento del cometido (ordenado por el Congreso en Tunja), puesto que Bogotá, la capital de la provincia desafecta (Cundinamarca), carecía de fortificaciones. Aunque la ciudad había capitulado, Bolívar permitió a sus soldados que durante 48 horas la saquearan.
1816. No lejos de Ocumare, (Bolívar) se topó con Morales y perdió «toda presencia de ánimo y sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó a rienda suelta hacia Ocumare, atravesó el pueblo a toda carrera, llegó a la bahía cercana, saltó del caballo, se introdujo en un bote y subió a bordo del «Diana», dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a la pequeña isla de Bonaire y dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio»
1817. El 9 de enero Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada que le tendieran los españoles, y el dictador (Bolívar) huyó a Barcelona. Bolívar abandonó la posición (la Casa de la Misericordia en Barcelona) en la noche del 5 de abril.
1818. Dejó la dirección de la guerra en manos de Páez y se retiró a Angostura. A una defección seguía la otra.
Ese acto (el apresamiento de Miranda), para cuya justificación se recurrió al pretexto de que Miranda había traicionado a su país con la capitulación de La Victoria, valió a Simón Bolívar el especial favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le solicitó su pasaporte, el jefe español declaró:
«Debe satisfacerse el pedido del coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de España con la entrega de Miranda».
Karl Marx había afirmado que Bolívar era un mito de la fantasía popular:
«La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar».
El texto de Marx sobre Bolívar, transcurridos más de dos siglos, nos sigue probando la fuerza del mito, pero a pesar de ello, dice Hal Draper en «Carlos Marx y Simón Bolívar»: «De todas las referencias enciclopédicas del período mencionado, solamente la de Marx está de acuerdo con la verdad histórica».
El resto de la historia de Simón Bolívar es un resumen de la descomposición política del armado de naciones concebido por el libertador, su pérdida de poder y su muerte, como está narrado en el capítulo anterior.
Pero regresemos a los editores rusos, que había mencionado al inicio de este capítulo, que no explicaron los motivos del ocultamiento del texto hasta ese momento. Para la segunda edición en ruso de las obras de Marx y Engels, en 1959, se incluyó una violenta crítica de las posiciones sostenidas por Karl Marx sobre Bolívar, era obvio que el artículo estaba expresando una orientación distinta a la determinada por el Kremlin para hispanoamerica.
En esta crítica se sostenía que la posición de Karl Marx sobre la trayectoria y la personalidad de Simón Bolívar era unilateral, una posición que los editores juzgaban como inevitable, ya que Marx había utilizado como fuentes a determinados autores «cuya parcialidad era entonces poco conocida», motivo por el cual habría llevado a Karl Marx a tener un juicio erróneo sobre «esa ambición de poder personal» que le adjudica al líder de la independencia. (Marx y Engels: Obras, Volumen 4, 1961).
En el momento de escribir Marx sobre Bolívar, se encontraba viviendo en Londres, y pudo acceder y utilizar las enciclopedias más completas y actualizadas de la época. Y las opiniones que otorgaban estas fuentes eran favorables a Bolívar, según Hal Draper en «Carlos Marx y Simón Bolívar».
En las «Memorias del General Miller», cuya primera edición en inglés se publicó en Londres en 1828, William Miller ofrece una información variadísima que no se circunscribe al hecho militar y político. Su testimonio es muy útil para el sociólogo, historiador, etnólogo, economista, geógrafo, etc. Miller vuelca en ella una amplia visión de cómo se desarrollan los hechos de los cuales fue un testigo excepcional.
William Miller nació en Wingham, Inglaterra, en 1795. Fue soldado desde muy joven, cuando apenas había cumplido 15 años. Veterano de numerosas campañas en Europa (estuvo en Waterloo) luchó en América del Norte contra los independentistas, luego estadounidenses. A mediados de 1817, llega al Río de la Plata, iniciando su recorrido sudamericano al servicio de la causa independentista en contra de España.
William Miller llega al Rio de la Plata en 1820, siendo segundo jefe del Octavo Regimiento de Infantería y con el grado de teniente coronel, en compañía del militar español José Francisco de San Martín. En 1821 es ascendido a coronel del Ejército del Perú, a general en 1823 y con ese grado combatirá al mando de la caballería en las batallas decisivas de Junín y Ayacucho.
Miller participó en las campañas de Chile y Perú, sirviendo a las órdenes de San Martín y Bolívar, dejando de ambos una veraz información. Las Memorias fueron escritas por su hermano John, en base a los datos aportados por William y por José de San Martín, en respuesta a sus consultas.
Por lo tanto, es una fuente de información fidedigna y, además, es favorable a Simón Bolívar. No se puede decir que la apreciación de Marx sobre Bolívar sea el resultado de una información errónea, sesgada o «unilateral», sino el producto de una caracterización política meditada en contra de lo que le inducían sus propias fuentes y que Marx, a posteriori, jamás cuestionó.
Los comisarios camaradas escribas de la historia oficial del Kremlin de entonces, asumieron distintas actitudes frente al texto, por un lado, la reivindicación de Simón Bolívar, algo que ya vimos con Aníbal Ponce en 1936. Para Ponce, es: «terrateniente, hacendado, propietario de minas y de esclavos, Bolívar no sólo interpretó los intereses de su clase, sino que los defendió contra la pequeña burguesía liberal y las todavía inconscientes masas populares».
No aceptando las pretensiones de otorgar al pensamiento y a la acción del venezolano «un sentido emancipador antiimperialista», en «Comentarios Marginales» de Aníbal Ponce, en Simón Bolívar, por Carlos Marx, Ediciones La Otra Campana, Buenos Aires, 1987. La otra postura se da de acuerdo a la estrategia que tiene el estalinismo con los movimientos nacionalistas burgueses de hispanoamerica.
En 1959, dicen que «tuvo éxito en integrar a esta lucha (de la independencia) los elementos patrióticos de los criollos terratenientes… la burguesía y la masa del pueblo, incluidos los indios y los negros». Marx y Engels: Obras, Volumen 4. Otro de los detractores de Marx será Jorge Abelardo Ramos, el colorado.
Abelardo Ramos además de político, fue historiador, padre de la corriente histórica y política perteneciente a la llamada izquierda nacional, al Frente de Izquierda Popular (FIP). El recorrido ideológico de Jorge Abelardo Ramos va desde el trotskismo hasta culminar en el peronismo, cuyo rostro en ese momento histórico asumía el peronismo neoliberal de Carlos Menem, desempeñándose como embajador en México, fin del trotskismo.
La opinión del colorado Ramos sobre el escrito de Marx sobre Bolívar, dicho por el mismo Ramos, el ensayo es «un trabajo dictado por la necesidad de sobrevivir» y en el cual «(los) infortunados juicios de Marx sobre Bolívar estaban sin duda influidos por la tradición antiespañola prevaleciente en Inglaterra, donde vivía Marx, y por el común desprecio europeo hacia el Nuevo Mundo». Bolivarismo y marxismo, Jorge Abelardo Ramos, A. Peña Lillo editor, 1969.
Cuando Marx escribe los textos sobre Bolívar, en ese mismo momento escribe sobre la revolución desencadenada en España (1854), a la que presta una atención especial, ya que en ese momento «no hay otra cosa en Europa, ni siquiera en Turquía, ni la guerra en Rusia que ofrezca al observador reflexivo un interés tan profundo como España en el presente momento». Guerra de Crimea: entre Rusia y la coalición de Francia, Turquía, Inglaterra y Cerdeña (1853/58).
En la preparación de estos escritos Karl Marx, va a llegar a entender los procesos abiertos en la España de 1808 luego de la invasión de las tropas napoleónicas. Marx supo distinguir entre la reacción religiosa y nacional del levantamiento, y una tendencia profunda por las reformas políticas y sociales por parte de las Juntas, y el resultado final que fue la Constitución de Cádiz.
Cuando estudia la revolución en la América española, supo identificar e interpretar a cada una de sus secuencias, digamos que Marx, no hablaba superficialmente sobre el tema, ni con visión europeísta. Karl Marx no estaba escribiendo un tema inédito y sólo para sobrevivir (colorado Ramos, dixit).
Los izquierdistas seguirán afirmando que la visión de Marx es más ideológica que historiográfica, sobre todo en alguien «entrenado» en el análisis científico seguirán insistiendo con las fuentes que usa Marx, aunque se haya demostrado tal falsedad. Lo más insoportable es leer que Karl Marx no supo interpretar lo «latinoamericano». ¿Y qué es lo latinoamericano?
Seguirán citando a José Aricó: «Marx se rehusó a conceder espesor histórico, alguna determinación real, a los Estados-naciones latinoamericanos y al conjunto de los procesos ideológicos, culturales, políticos y militares que los generaban». José Aricó, «Marx y la América Latina». Ergo, por tanto, la actitud de Marx no fue científica. La versión de Aricó y la de quienes sostienen eso, no es científica, es ciencia ficción. «¡Estados-naciones latinoamericanos!». ¡Vaya usted a saber!
La reivindicación de Bolívar que hacen los izquierdistas (de las izquierdas definidas) por una parte sirve para encubrir la esencia de la guerra de la independencia, cuyo motivo real fue mantener la dominación de una clase social oligárquica criolla, sin la intervención de la metrópoli, la España peninsular.
También sirve para ocultar o encubrir el fracaso crónico de las naciones luego de su independencia del imperio. La caída o implosión de la Unión Soviética la patria del socialismo realmente existente, ha llevado a sus acólitos a sobrevivir con cualquier cosa, a defender a los caudillos pequeño burgueses de hispanoamerica, como Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez, Maduro, Ortega y compañía.
Recordar el Bolívar de Marx es el espejo del bonapartismo plebiscitario de Chávez. El mito Simón Bolívar es utilizado para justificar las nuevas dominaciones existente en esta parte del mundo. Criticar a cualquiera de estos libertadores, padres de la Patria o pseudohéroes es traición a la Patria, es un crimen de lesa humanidad. El Napoleón de las Américas y el otro Santo de la Espada, están por encima de cualquier juicio histórico, poner en duda cualquiera de sus actos pasa a ser un sacrilegio.
Finalmente. El texto de Karl Marx sobre Simón Bolívar va a formar parte de ediciones sucesivas de «La revolución española» hasta el año 1974. Año en que la Editorial Progreso de Moscú, tan subrepticiamente como lo había incluido en su momento, dejó de publicarlo.