ROBERT JAMES “Bobby” FISCHER
La implosión descontrolada
Ricardo Veisaga
Hace unos años una amiga me invitó a conocer el lugar donde estuvo el Michael Reese Hospital, muy cerca del South Side y del Lake Shore Drive, que corre bordeando el lago Michigan. En realidad, su interés radicaba en ubicar el lugar donde había nacido Robert James Fischer (Bobby).
Ese antiguo hospital que en el siglo pasado había prestado grandes servicios a la comunidad, y que ostenta el título de haber dado a luz al más famoso de sus hijos. Fue demolido en el 2009 un año después de la muerte de Bobby, el medio utilizado fue una explosión controlada, una metáfora de la vida de Bobby la cual fue una larga implosión descontrolada.
Robert James Fischer, nació el 9 de marzo de 1943 en Chicago, Illinois. Su madre Regina Wender lo registró con el apellido de su entonces esposo legal Hans Gerhardt Fischer, también conocido como Gerardo Liebscher, un biofísico alemán. Aun no se había hecho efectivo su divorcio. Regina nació en Suiza en el seno de una familia de ascendencia judía, con raíces en Polonia y en Rusia.
Con sus padres emigró a Estados Unidos y de niña vivió en St. Louis (Missouri). Se graduó de maestra, y después viajó a Alemania para visitar a su hermano. Allí conoció a Hermann Joseph Muller, quien persuadió a Regina a trasladarse a Moscú para estudiar medicina. Hermann Joseph Muller, fue un biólogo y genetista norteamericano, que en 1946 recibió el Premio Nobel de medicina.
Muller trabajó como genetista desde 1933 hasta 1937 en el Instituto de Genética de Moscú, donde formó un grupo de investigación. Luego de caer en desgracia en la Unión Soviética, su ideología marxista lo llevó a España uniéndose al bando republicano, en plena guerra civil española.
Regina se matriculó en IM Sechénov Primera Universidad Médica Estatal de Moscú, donde conoció y se casó con Hans Gerhardt Fischer en noviembre de 1933. En 1938, tuvieron una hija, Joan. El auge del antisemitismo bajo el gobierno de Stalin llevó a Regina a trasladarse con Joan a París (Francia), donde trabajó como profesora de inglés.
La inminente invasión nazi a Francia los llevó a los Estados Unidos en 1939. Hans Gerhardt intentó seguirlas, pero su ciudadanía alemana y su militancia comunista le impidieron entrar a Estados Unidos. Regina y Hans Gerhardt ya se habían separado en Moscú, aunque no se divorciaron oficialmente hasta 1945.
Al momento de nacer Bobby, Regina era una homeless, una «sin hogar», participa en actividades políticas y cría a sus hijos como madre soltera, recorriendo distintos lugares del país. En 1945, Regina, con sus hijos Joan y Bobby, se traslada a un minúsculo pueblo a 55 kilómetros al suroeste de Phoenix (Arizona), allí existía una Escuela Elemental al costado de la sierra de la Estrella, donde se desempeñó como maestra.
El pueblo era conocido como Mobile, en esos tiempos sólo había 10 habitantes, ellos, sus vecinos y una docena de muchachos que acudían de los ranchos próximos.
En 1949, se mudaron a New York (Manhattan). Luego al barrio judío de Brooklyn, cerca de la intersección de las calles Union y Franklin, muy próximo al Eastern Pkwy, para mudarse luego a un «pequeño, básico, pero habitable», «apartamento Q», en el número 560 de Lincoln Place, a pocos metros de la casa del antiguo niño prodigio Samuel Resewsky.
Por entonces, Resewsky, era campeón de ajedrez de Estados Unidos. En ese lugar Bobby se sentía más solitario que en el desierto de Arizona. En Brooklyn Regina trabajó como maestra. Estudio enfermería y luego de graduarse trabajó como enfermera en el Prospect Hospital. El biógrafo Frank Brady describe así el traslado de la familia de Manhattan a Brooklyn en 1950:
«En el otoño de 1950, Regina mudó a la familia fuera de Manhattan, al otro lado del puente de Brooklyn, donde alquiló un apartamento barato cerca de la intersección de las calles Unión y Franklin. Era sólo temporal: Ella estaba tratando de mudarse a un barrio mejor. Despojada de su título de médico en Rusia a causa de la guerra, ella se propuso estudiar un título de enfermería. Tan pronto como se inscribió en el Prospect Heights School de Enfermería, la peripatética familia Fischer, los ciudadanos de la nada, se trasladaron una vez más -su décima mudanza en seis años- a un apartamento de 52$ al mes de dos habitaciones en 560, Lincoln Place en Brooklyn».
Su padre.
En 1959 Bobby tenía 16 años, y fue invitado a un torneo en Chile. «Llegó acompañado de su mamá» dijo Eugenio Larraín, ex campeón chileno de ajedrez, quien ofició de guía. Alojado en el Hotel El Conquistador, casi no salía de su habitación.
«Nos jugábamos cerca de 20 partidas diarias dentro de su pieza, puras pichangas. Y obviamente nunca gané. Me costaba un mundo sacarlo y una de las pocas veces que lo logré, lo llevé al zoológico. No mostró ningún interés por nada. Sólo hablaba de ajedrez, vivía para eso. Viajaba con un baúl enorme lleno con libros de la materia y los estudiaba siempre. No conversaba casi nada. No le interesó recorrer Santiago ni conocer otros lugares de Chile. Sólo quería jugar y jugar ajedrez».
«Otra vez fue con un auto de la embajada a ver a su padre jurídico que vivía en Chile. Fuimos cerca de la Gran Avenida y estuvo una media hora con él en una casa. A la salida no habló del tema, no volvió a tocarlo durante toda su estadía».
Según cuenta Larraín, Fischer ordenó trasladar a su madre a una distancia no menor de 500 km. De la ciudad de Santiago. Fue llevada a Concepción. El periodista norteamericano Rene Chun, autor del reportaje «El patético final de Bobby Fischer» publicado en 2002 en The Atlantic Montly, cuyo artículo Bobby calificó como «mentiras judías». Sostiene que Hans Gerhard Fischer, vivió y murió en Santiago.
El biofísico Fischer se estableció en Chile cuando no pudo entrar a los Estados Unidos. Según Chun, le otorgaron la ciudadanía chilena porque salvó la vida de un funcionario nacional de alto nivel. De acuerdo al FBI, en plena Segunda Guerra Mundial colaboró con la Unión Soviética identificando a los nazis que entraban y salían de Chile.
Gerhard Fischer vendía artículos eléctricos como fachada, luego fue fotógrafo, y se habría casado con una intérprete sueca, y tuvieron varios hijos. Miembros de la familia radicados en Santiago, según Chun, le revelaron que murió a comienzos de la década de los ’90.
En el 2002, se hizo público una investigación periodística de Peter Nicholas y Clea Benson de The Philadelphia Inquirer. Informando que, en la década de 1950, el FBI investigó a Regina y a su círculo por supuestas simpatías comunistas, así como su vida anterior en Moscú.
Estos archivos identifican a Paul Felix Nemenyi, un físico judío húngaro, como el padre biológico de Bobby Fischer, ya que Hans Gerhardt Fischer nunca entró en los Estados Unidos. Regina y Paul Nemenyi admitieron sus aventuras durante 1942, Nemenyi efectuó pagos mensuales de manutención para los niños a Regina, y por la escolarización de Bobby hasta su muerte en 1952.
Nemenyi denunció ante los trabajadores sociales, la forma en que Regina estaba criando a Bobby, y al menos en una ocasión, rompió en llanto. Más tarde, Bobby diría a la ajedrecista húngara Zita Rajcsanyi que Paul Nemenyi en ocasiones se presentaba en el apartamento de la familia de Brooklyn y lo llevaba a pasear. Un tiempo después de la muerte de Paul Nemenyi en 1952, Regina Fischer escribió una carta al primer hijo de Paul Nemenyi, Peter, interesada sobre el testamento:
«Bobby ha estado enfermo 2 días con fiebre y dolor de garganta y, por supuesto, un médico o algún medicamento estaba fuera de nuestro alcance. No creo que Paul hubiera querido dejar a Bobby de esta manera y le ruego que con más urgencia que me haga saber si Paul dejó algo para Bobby».
Regina le dijo a un trabajador social que la última vez que había visto a Hans Gerhardt Fischer fue en 1939, cuatro años antes del nacimiento de Bobby. En otra ocasión, le dijo a la misma trabajadora social que había viajado a México para ver a Hans Gerhardt en junio de 1942, y que Bobby fue concebido en ese lugar.
El cuñado de Bobby, Russell Targ, casado con su media hermana Joan, dijo que Regina ocultó el hecho de que Nemenyi era el padre de Bobby para evitar el estigma del nacimiento fuera del matrimonio. Regina conoció a Nemenyi cuando estaba estudiando en Colorado y Nemenyi enseñaba allí, aunque lo hacían en escuelas diferentes.
En 1943, cuando Bobby nació, Paul era la pareja de Regina Fischer, así consta en los papeles del FBI. Según testimonios, Joan, alguna vez dijo: «Bobby y yo tenemos padres distintos». Cuando Nemenyi murió en el 52 (Bobby tenía nueve años), el niño preguntó por su prolongada ausencia, su madre, supuestamente, le informó: «¿No lo sabías? Él era tu padre».
Paul Félix Nemenyi, húngaro judío, fue un ingeniero físico refugiado que trabajó en el desarrollo de la bomba atómica en el Proyecto Manhattan en la Universidad de Chicago. Simpatizante comunista, dejaba atónitos a sus interlocutores por su prodigiosa inteligencia. Nemenyi había ganado la medalla nacional de matemáticas siendo un adolescente en Hungría, tenía al parecer una memoria fotográfica y destacaba especialmente en pruebas de medición de razonamiento espacial, curiosamente una de las cualidades básicas para un buen jugador de ajedrez.
Bobby Fischer y su padre biológico, Paul Félix Nemenyi.
La investigación que pesaba sobre Regina, en plena Guerra Fría, estaba justificado por sus antecedentes, era sospechosa de ser una espía de los soviéticos. Vigilaban a la mujer porque era una entusiasta activista de izquierdas, «Leían su correo. La confrontaban en la calle». «La acosaban. Entrevistaban a sus vecinos».
El FBI no sólo temía que colaborara con la KGB, también sospechó de un viaje de Bobby a Moscú en 1958 para jugar ajedrez. En 1968, a los 55 años, Regina se había recibido de médico en Alemania del Este. Desde los años cuarenta el FBI acumuló 750 páginas sobre Regina, y por falta de evidencias, cerró su archivo en los setenta, concluyendo que no era espía, la mayor prueba fue la victoria de Bobby sobre los soviéticos.
El periodista argentino Ezequiel Fernández Moores, tergiversa la verdad:
El FBI espía a Bobby Fischer al menos desde los 12 años. Desde que frecuenta la librería Four Continents, en el Greenwich Village, que tiene publicaciones en ruso. Al FBI, que busca posibles simpatizantes comunistas o agentes soviéticos, no le importa que el niño, en realidad, se fascine con el mensuario Shakhmatny Bulletin, que ofrece los mejores artículos teóricos sobre el ajedrez ruso. Su madre, Regina Wender, cubre con cuero las tapas de los libros de ajedrez ruso para que su hijo lea tranquilo en el subte. Casi lo tortura implorándole que, si el FBI llega a casa y él está solo, responda “no tengo nada que decir”. Regina, de simpatía comunista, es espiada desde mucho antes. El teléfono de la casa está intervenido. Son años de macartismo. Así escuchan que el niño, ya de 15 años y campeón nacional de ajedrez, viajará a Rusia. El FBI avisa a su contacto en Moscú.
El hecho de que una sociedad política tenga agencias para proteger su seguridad nacional, es algo normal, sobre todo en la época de la Guerra Fría, en la que dos potencias se disputaban el predominio mundial. El argentino Fernández Moores, quien no desaprovecha ocasión para desprestigiar a EE.UU. lo llama «macartismo». En su amada Unión Soviética, no se investigaba a un sospechoso, directamente era eliminado. Moores, toma las declaraciones de un Bobby, anciano y desquiciado.
En marzo de 1949, con seis años de edad, Bobby, y su hermana Joan, aprendieron a jugar al ajedrez con las instrucciones de un juego comprado en una tienda de dulces. Cuando la familia veraneaba en Patchogue, Long Island ese verano. Bobby encontró un libro de viejas partidas, y lo estudió intensamente. Cuando Regina retornaba por las noches de su trabajo, le preocupaba que su hijo se pasara el día jugando al ajedrez. Para buscarle amigos publicó un anuncio en el periódico Brooklyn Eagle. «A Bobby tan sólo le interesa el ajedrez»
El periódico transmitió su consulta a Hermann Helms, el decano de American Chess, quien le dijo que el Maestro Max Pavey daría una exhibición de simultáneas el 17 de enero 1951. Fischer jugó en la simultánea, aguantó 15 minutos, asombrando a una multitud de curiosos, finalmente perdió con el maestro de ajedrez.
Uno de los presentes era el presidente del Brooklyn Chess Club, Carmine Nigro, quien quedó tan impresionado con el juego de Bobby que le introdujo en el club, y comenzó a enseñarle. En el verano de 1955, Fischer, entonces con 12 años, se unió al Club de Ajedrez de Manhattan. La relación de Fischer con Nigro duró hasta 1956, cuando Nigro se alejó.
Carmine Nigro le presentó al futuro gran maestro William James Lombardy, y a partir de septiembre de 1954, comenzó a entrenar a Fischer en privado. «Pasamos horas en nuestras sesiones, simplemente jugando partidas de más calidad», diría Lombardy.
Sobre la base de un juego de 1956, en que Lombardy jugó contra Pavilias Vaitonis (en la que se acordó una oferta de tablas después de sólo 13 movimientos), le dijo a Bobby: «No aceptes ofertas de tablas. Para un jugador ambicioso y talentoso, aceptar unas tablas es la muerte de un resultado superior. Los rivales temen a un oponente inflexible y así cometen más errores. Compórtate como te aconsejo y no copies mi timidez». Lombardy (ex sacerdote católico), fue segundo de Bobby en Reykjavik, analizando las jugadas y ayudando a Fischer en el match.
En la primavera de 1956, dos muchachos se dirigieron al sur de Manhattan, cerca de la 5ª Avenida, disimulada a la mirada de la gente había una entrada de semisótano, allí estaba el Marshall Chess Club, entonces uno de los clubes más importantes de ajedrez. A pocas cuadras del Marshall Chess estaba el Washington Square, donde se reunían los ajedrecistas para jugar unas partidas al aire libre.
Bobby solía pasar muy seguido y jugar en la plaza. Estos dos escolares, caminaban por el corazón del ajedrez neoyorquino. De pronto, Bobby, según recuerda Ron Gross, su acompañante y amigo de la infancia, parece tener una revelación sobre su futuro. Su juego había mejorado notablemente en los últimos meses, pero…ahora su mirada va más allá. Aún no ha cumplido los 14 años, pero entiende que está destinado para la grandeza.
«Bobby y yo nos hicimos amigos. Solíamos vagabundear juntos por la ciudad. A veces íbamos al club Marshall para jugar un torneo de partidas rápidas, cosas por el estilo. Un día nos dirigíamos juntos a Manhattan porque ambos participábamos en un pequeño torneo temático sobre la apertura Ruy López. De repente, Bobby dijo:
— ¿Sabes qué? Puedo ganar a todos esos tipos.
Yo creí que hablaba de la gente del torneo en que estábamos participando y pensé que lo que estaba diciendo era una perogrullada. No era un torneo muy fuerte y de hecho ambos habíamos ganado todas nuestras partidas hasta el momento. Pero él no se refería a eso. Él se refería a que podía vencer a ‘cualquiera’ en los Estados Unidos. Y a finales de ese mismo año, eso es precisamente lo que hizo».
Es cierto que el pequeño Fischer estaba sólo interesado por el ajedrez, y que otros deportes le parecían insignificantes, pero también participaba en otros deportes como todos los niños. En Brooklyn, vivía cerca del estadio de béisbol y al parecer acudía a ver algunos partidos. Quienes lo conocieron dicen que le atraía el rock & roll, y el jazz, en su adultez nadaba, jugaba al tenis, a los bolos, pinball, etc. pero el tablero era su pasión, y jugaba contra sí mismo una y otra vez sin cansarse.
Bobby quería viajar a Moscú, Regina le escribió al líder soviético Nikita Kruschev, solicitándole una invitación para participar en el Festival Mundial de la Juventud y Estudiantes. La respuesta, llegó demasiado tarde para que fuese. Regina no tenía el dinero para pagar el pasaje aéreo, pero al año siguiente Fischer fue invitado al programa de concursos «Tengo un secreto», y gracias a los esfuerzos de Regina, los productores del programa organizaron dos pasajes ida y vuelta a Rusia.
En 1959, Bobby se destacaba por vestir con muy mal gusto, se presentaba a los eventos nacionales e internacionales vistiendo «suéteres y pantalones de pana». Un director del Club de Ajedrez de Manhattan, le había prohibido el acceso por no «vestir adecuadamente». Asesorado sobre su vestuario por Pal Benko, comenzó a comprar trajes en todo el mundo, hechos a mano y a medida. Asi le confesó a la periodista Ralph Ginzburg que tenía 17 trajes a medida, y que todas sus camisas y los zapatos eran hechos a mano.
Cuando llegó a cuarto grado, Bobby, había pasado por seis escuelas. En 1952, Regina le consiguió a su hijo una beca, en el Brooklyn Community Woodward, por su talento en el ajedrez y su «astronómicamente alto coeficiente intelectual». Más tarde asistiría al Erasmus Hall High School, al mismo tiempo que Barbra Streisand y Neil Diamond. En 1959, el consejo de estudiantes le otorgó una medalla de oro por sus logros de ajedrez. Ese mismo año al cumplir 16, Fischer abandonó la escuela secundaria, edad en que legalmente podía abandonarla, «no se aprende nada en la escuela», le diría a Ralph Ginzburg.
Fischer nunca aceptó sus raíces judías. En la edición de enero 1962 de Harper, Bobby fue citado diciendo, «He leído un libro últimamente por Nietzsche y él dice que la religión es sólo para calmar los sentidos de las personas. Estoy de acuerdo». En 1960, se unió a la Iglesia Mundial de Dios (Worldwide church of God). En 1970 Fischer contribuyó con una cantidad significativa de dinero para la Iglesia. En 1972 un periodista afirmó que «Fischer es casi tan serio sobre la religión como con el ajedrez», y el campeón acredita su fe con lo que mejora su ajedrez.
Herbert W. Armstrong, el fundador de la Iglesia, cayó en desgracia cuando sus profecías no se cumplían. Un informe de 1972 de la revista Time, dice que Herbert Armstrong afirmó que su hijo, Garner Ted estaba «en los lazos de Satanás», se especuló que Herbert estaba aludiendo a problemas con los juegos de azar y el adulterio con las universitarias de la Universidad del Embajador.
La hija de Herbert Armstrong, Dorothy Matson le confesó a su hermano Ted, que su padre Herbert W. había abusado de ella por diez años. Fischer abandonó la iglesia en 1977, «acusándola de ser satánica», y atacando sus métodos y liderazgo.
Buenos Aires.
La eliminatoria por el título mundial, se realizó en Buenos Aires, su rival era el soviético de origen armenio Tigran Petrosían. Fischer ya había estado en el país, en esa misma ciudad y en Mar del Plata. En esos años Argentina era una plaza de cierta importancia para el ajedrez. Los analistas dirán sobre él:
«Bobby demostró una fluidez mental y un poder de concentración que ofrece pocos parangones en la historia del ajedrez. Si bien su estilo de juego y su personalidad frente al tablero se asemejan a los del cubano José Raúl Capablanca, fuera de él no existen semejanzas entre uno y otro. Capablanca era un hombre mundano, un play-boy casi; el norteamericano es huraño y poco afecto al diálogo, inclusive entre los miembros de su equipo. Muy pocos recuerdan haberlo visto sonreír; al cabo de la octava partida, por primera vez saludó al público, que lo ovacionó, con un movimiento de cabeza. Al cabo de la novena -y última- quiso hacer lo mismo, pero fue desbordado por el entusiasmo del público y salió corriendo.»
El locutor Antonio Carrizo, ya fallecido, estuvo de manera permanente con Bobby, y dio detalles sobre su vida:
«Fischer no solo rehusó los reportajes, sino que se excusó, toda vez que pudo, de asistir a reuniones en su honor.», En la visita a la casa de Miguel Najdorf (ajedrecista), por primera y única vez, Bobby posó para los fotógrafos. «Esquizoide típico, prefirió mudarse de un hotel (el Presidente) a otro (el Claridge) para no correr el riesgo de toparse con los soviéticos, alojados en el primero. No se permitió otra gratificación, aparte de la de arrasar a Petrosian, que la de comer: el menú de Fischer consta, habitualmente, de por lo menos dos bifes, dos huevos fritos y dos bananas con crema.» […]
«Bobby es un genio que vive del y para el ajedrez. No mira fijo las jugadas; mueve nada más que los ojos. Y es como si estuviera leyendo el diario. Camina muy rápido, a zancadas. No fuma ni bebe café. Tampoco alcohol, aunque lo he visto beber un trago de cerveza. Y tiene razón. No le hacen bien, lo debilitan. Es muy celoso de su intimidad, respetuoso de los demás… En fin, ¿gustos?: podría decirte que se sabe de memoria las canciones de Favio, las de Sabú y Sandro. Pero lo que no sabe es que una computadora estableció en 36 años la edad ideal para jugar, al ajedrez: Bobby está ocho años por debajo de ese tope; Petrosian, seis por encima. Curiosamente, 36 años es la edad de Boris Spassky.»
Fischer con su hermana Joan y su sobrina Elizabeth, en 1962.
Se volvía loco con la ropa y con el dinero. Un día le preguntó a Najdorf cuántos trajes tenía. Miguel le dijo veinticinco. Al tiempo, Bobby se cruzó con él en Varsovia, y le dijo: ¡Te gané! ¡Ahora tengo treinta trajes!
«Siempre lo vi como el típico héroe norteamericano, ese joven muchacho del tractor del que hablaba Pablo Neruda. No sé en qué momento empezó a desbarrancarse hacia su final. Pero ya en sus días de Buenos Aires odiaba a los comunistas, a los judíos, al gobierno norteamericano, y abrazó una extraña secta cristiana. Cuando ganó el campeonato del mundo, el presidente Nixon le mandó un telegrama de felicitación. Su único comentario fue: ¡Ahora se acuerdan de mí!, y me preguntó si podía vender ese telegrama. Le dije que esperara a que muriera Nixon, porque entonces valdría más. Respuesta: No vale por Nixon. Vale porque me lo mandó a mí. Comía mucho, le gustaban las pizzas de la calle Corrientes, y mientras comía analizaba partidas en su tablerito de bolsillo, de cuero. Como te digo: un niño para todo, inmaduro para la vida, para el sexo, para la ropa.» […]
«Era tan guerrero, tan combativo, que quiso modificar el ajedrez. Pero no cambiar sus reglas, como muchos creen. Quiso hacerlo más feroz, más mortal. Decía que era aburrido, porque después de la jugada quince o veinte los grandes maestros ya sabían cómo seguía todo, y muchas veces aceptaban tablas, empate. El detestaba eso, propuso sortear la apertura. Algo así como empezar un partido de fútbol en el segundo tiempo, después de que todos ya se cagaron a patadas. Creía (y yo también), que el ajedrez es más violento que el box. Porque en el box podés simular, hacer trampas, pero en el ajedrez, jamás. Volvía locos a los rivales con su carisma. Los hipnotizaba. Movía los ojos mirando el tablero con la velocidad de una computadora. Había nacido con la seguridad del destino manifiesto: un concepto político de la edad de oro de los Estados Unidos. Pero muy pronto se dio cuenta de que su país lo había convertido en una fuerza de choque contra la Unión Soviética, en una pieza de ajedrez de la Guerra Fría. De algo estoy seguro: cuando le ganó a Spassky, abrió el primer boquete, de un cañonazo, contra el Muro de Berlín. Porque un ruso campeón significaba que el régimen comunista era el mejor del mundo, y Bobby hizo pedazos ese fetiche.»
En 1968, Bobby se había retirado por tres años a la costa oeste, para escribir un libro sobre ajedrez. Al reaparecer súbitamente declaró su intención de disputar el título mundial. Luego de vencer a tres de los mejores jugadores del mundo desafío a Boris Spassky. Fischer quería acabar con el mito de la invencibilidad de la escuela de la Unión Soviética, dirigida por el Comité de Educación Física y Deportes, matriz de todos los subcampeones y campeones mundiales desde 1948. En medio de la Guerra Fría entre la URSS y EE.UU, la partida trascendió a nivel político.
El campeonato se celebró en Reikiavik, capital de Islandia. Fischer se negó a aparecer por Islandia hasta que no se aumentara los premios. El financiero Jim Slater donó otros 125.000 dólares, y el fondo subió hasta una cifra sin precedentes de $250.000 (1.393.283,49 en 2015), finalmente accedió a jugar. El match tuvo lugar entre julio y septiembre de 1972. El propio Henry Kissinger, secretario de Estado, le suplicaría que fuera por el honor de su patria. «Este es el peor jugador del mundo llamando al mejor jugador del mundo», anunció al descolgar el teléfono Kissinger. Una vez en Islandia, se quejó de absolutamente cada detalle, incluso de las vistas de la habitación del hotel.
En la previa y durante el partido, priorizó su preparación física, algo novedoso para los jugadores de ajedrez de alto nivel. Jugaba al tenis y nadaba por largas horas en la piscina del hotel. Saemi Palsson, el policía islandés que fue guardaespaldas de Fischer en el partido de 1972, fue como un hermano mayor para él, jugaban al tenis, bowling, nadaban, luego de consagrarse campeón, Bobby lo llevó para los festejos a Estados Unidos.
En su último y definitivo regreso a Islandia, estuvieron distanciados. Bobby con su paranoia veía a Saemi como un agente de la CIA. El triunfo sobre Spassky, fue el comienzo del fin. Fischer no quiso defender su título frente a la joven estrella rusa Anatoly Karpov, también perdió una demanda con el productor Chester Fox (2 millones de dólares), por negarse a que se grabasen imágenes del encuentro de Islandia.
Fischer reapareció muchos años después, en 1981, en Pasadena (California), involucrado en un incidente con la policía. El ajedrecista se negó a mostrar su identidad cuando un policía se lo pidió al encontrarle cierto parecido con un atracador que estaba siendo buscado y tenía pedido de captura. Las autoridades le detuvieron por 48 horas.
Afirmó haber sido maltratado y humillado, dando origen al celebrado texto «Fui torturado en Pasadena», firmado por Robert James. El reporte policial decía que Fischer estaba muy desmejorado físicamente, y que dedicaba su tiempo a pegar carteles antisemitas en los coches. Su antisemitismo era público y violento, años después su guardaespaldas durante el segundo match con Spassky, Stankovic, dijo que siempre acompañaba la palabra judío de un insulto.
Cuenta Stankovic, que soportó los caprichos y manías del genio 24 horas al día, su obsesión por los cortes de pelo y trajes perfectos. Bobby le habría confesado que desde joven oía voces que le impedían dormir. ¿De quiénes? «De los malditos judíos». Los comunistas tampoco le parecían mejores, sobre su padre se negó a hablar y a su madre llegó a llamarla «zorra» por teléfono.
Los periodistas sólo eran unos seres deshonestos que querían desconcentrarlo. Además de obsesivo, Bobby era una persona extremadamente paranoica, que pensaba que la CIA o el Mossad le querían asesinar. También exigió que revisaran la sala de descanso de la que según él abusaba su «amigo» Boris.
Temía que recibiera ayudas ilícitas de los rusos, que según él amañaban «todas» las partidas (el tiempo le daría la razón con algunas). Fischer le contó también que la CIA estuvo a punto de reclutarlo de joven y se quejó de que no ayudara tanto como el KGB a los rusos.
Cinco millones de dólares (3,65 para el ganador) fue el motivo que lo obligó a regresar a la competencia. A Bobby le costó muchísimo cobrar el dinero. El organizador, Jezdimir Vasiljevic, amigo del entonces presidente serbio Slobodan Milosevic y presidente del Banco Jugoskandic, sería detenido en 2009 por estafar 130 millones de dólares en un esquema Ponzi.
A Fischer le pagó mucho tiempo después de lo prometido, cuando el americano ya estaba instalado en Hungría, desesperado y sin saber qué hacer, aparte de visitar a las famosas hermanas Polgar. Estados Unidos le prohibió a Fischer jugar en ese país, a causa de las restricciones en el comercio impuestas a la República Federal de Yugoslavia por su intervención en la reciente guerra de Bosnia.
Bobby convocó a los medios para escupir frente a las cámaras la orden enviada por Estados Unidos, diciendo «esta es mi respuesta». Las autoridades estadounidenses dictaron una orden de captura, lo que le pudo costar unos diez años de cárcel.
Fischer llegó a planear un duelo con la menor de las Polgar, después de descartar a Kasparov y Karpov por «criminales». Stankovic opina que su soñado duelo con la mejor jugadora de la historia no fructificó porque el americano temía perder, pese a que se puso sobre la mesa una bolsa de premios fabulosa. Al parecer, Bobby también metió la pata con algún comentario antisemita en casa de los Polgar, que eran judíos.
El caso de las hermanas Polgar, es digno de un artículo aparte. Judit Polgar (1976) es la mejor ajedrecista de todos los tiempos y la única en figurar entre los diez mejores del mundo en la lista masculina. En su día, fue la más joven en conseguir el título, a los 15 años, superando a Bobby Fischer.
Susan Polgar (1969), la mayor de las tres hermanas, vive en los Estados Unidos, donde escribe el mejor blog de ajedrez del mundo (Cheesdailynews.com). Aprendió a jugar a los cuatro años, y se ganó el derecho a participar en el ciclo masculino por el campeonato del mundo y la federación húngara se lo impidió. Aquello obligó a la FIDE a cambiar sus normas, ya que no habían previsto algo así.
Sofía Polgar (1974) es la única que no sigue vinculada al ajedrez, aunque tiene los títulos de Maestro Internacional y Gran Maestra femenina. A los 14 años ganó el torneo de Roma frente a varios grandes maestros con una increíble puntuación de 8,5 puntos sobre 9 posibles, cuando nadie la conocía.
Fischer, negacionista del Holocausto, soñaba con un golpe militar en su país, la destrucción de sinagogas y la ejecución de cientos de miles de judíos. El 12 de septiembre de 2001, luego del atentado a las Torres Gemelas, Bobby llamó a la emisora filipina Radio Bombo para dar su opinión sobre lo ocurrido: «Son grandes noticias», se pudo escuchar al otro lado de la línea. «Ya era hora de que alguien le diera una patada en el culo a Estados Unidos. Aplaudo esta acción, quiero ver cómo América desaparece del mapa».
Llevaba dos años realizando intervenciones en estaciones de radio de Filipinas y publicando esas grabaciones en una página (http: //home. att.ne.jp/moon/fischer/) en la que pedía a las emisoras de todo el mundo que le permitan contar su verdad. El mundo era una mafia de agentes comunistas y judíos, que le perseguían para envenenarle, y su fortuna robada en una conspiración de agentes de la CIA, Bin Laden era un héroe y Hitler no fue suficientemente lejos en su represión de las «ratas judías».
Para escuchar estas y otras teorías, figuraba su email: [email protected] ([email protected]), creada desde Japón.
De 2000 a 2002, Fischer vivió en Baguio (Filipinas), en el mismo complejo que el gran maestro filipino y amigo cercano Eugenio Torre. Torre le presentó a Fischer una mujer de 22 años de edad, de nombre Marilyn Young. El 21 de mayo 2001, Marilyn dio a luz a una hija llamada Jinky Young.
Su madre afirmó que Jinky era la hija de Fischer, citando como evidencia los certificados de nacimiento, de bautismo, fotografías, y un registro del 4 de diciembre de 2007 de una transferencia bancaria por Fischer a Jinky, y el ADN de Jinky a través de sus muestras de sangre. El 17 de agosto de 2010, se informó de que una prueba de ADN reveló que Jinky Young no era la hija de Bobby Fischer.
En julio de 2004, fue detenido en el aeropuerto de Narita, en Tokio (Japón), por utilizar un pasaporte no válido (Estados Unidos lo había anulado). Con un aspecto de vagabundo, permaneció detenido ocho meses. El periodista John Bosnitch, creó el «Comité de Liberar a Bobby Fischer». Robert Fischer había solicitado la ciudadanía alemana con el argumento de que su padre era alemán.
Fischer declaró que quería renunciar a su ciudadanía estadounidense, y apeló al secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, sin ningún efecto. El ministro de Justicia de Japón rechazó la solicitud de asilo y ordenó su deportación. Fischer escribió al gobierno de Islandia en enero de 2005, solicitando la ciudadanía islandesa. Comprendiendo la difícil situación de Fischer, pero reacios a concederle todos los beneficios de la ciudadanía, las autoridades le concedieron un pasaporte de extranjero.
Cuando esto resultó insuficiente para el requerimiento de las autoridades japonesas, el Althing (Parlamento islandés) le concedió la ciudadanía plena por razones humanitarias, y en reconocimiento de su match de 1972, que había «puesto Islandia en el mapa».
En Reykjavik, Fischer vivió una vida solitaria, evitando a las personas. Se mudó a un apartamento en el mismo edificio que su amigo y portavoz, Gardar Sverrisson. La esposa, Kristín Thorarinsdottir, era enfermera, posteriormente atendió a Fischer como enfermo terminal. Bobby desarrolló amistad con Magnus Skúlason, un jugador de ajedrez, psiquiatra y que más tarde recordó largas discusiones con Fischer sobre una amplia variedad de temas. En 2005, algunas pertenencias fueron subastadas por eBay, Bobby dijo que tenían un valor de varios millones de dólares.
Su esposa Miyoko Watai viajó desde Japón para pasar las Navidades con él en 2007. Volvió a Japón el 10 de enero, justamente antes del fallecimiento de Fischer. Miyoko, prácticamente tuvo que coger el siguiente vuelo para acudir al funeral (y asegurarse la herencia). El 17 de enero de 2008, Fischer murió de insuficiencia renal degenerativa en el Hospital Landspitali (Hospital Nacional de la Universidad de Islandia). Tenía una obstrucción en las vías urinarias, pero se negó a una cirugía o a medicamentos. Desconfiaba de los médicos. Magnús Skúlason informó sobre las últimas palabras de Fischer como «Nada es tan curativo como el toque humano».
El 21 de enero, fue enterrado en el pequeño cementerio de la iglesia cristiana Laugardaelir, fuera de la ciudad de Selfoss, a 60 km al sureste de Reikiavik, después de un funeral católico presidido por el P. Jakob Rolland de la diócesis de Reikiavik. De acuerdo a los deseos de Bobby, sólo Miyoko Watai, Gardar Sverrisson, y la familia de Gardar estuvieron presentes.
La herencia de Bobby Fischer, fue estimada en 140 millones de coronas islandesas (aproximadamente 2 millones de dólares). Rápidamente se convirtió en el objeto de una batalla legal. Con Miyoko Watai en última instancia, heredando lo que quedaba de la herencia después de las reclamaciones del gobierno.
Los cuatro contendientes sobre el tablero fueron su esposa japonesa Miyoko Watai, su supuesta hija filipina Jinky, su madre Marilyn Young, sus dos sobrinos Alexander y Nicholas Targ y su padre Russell Targ (su hermana había muerto), y el gobierno de los Estados Unidos (reclamando impuestos no pagados). Bobby no fue un niño prodigio, fue un adolescente prodigio, cuando murió tenía 64 años de edad, como las 64 casillas del tablero de ajedrez.
Dicen que padeció el mal de Asperger, dijeron que estaba paranoico, que no concebía su vida fuera del tablero, las piezas que movía ya no eran blancas eran todas negras. Digan lo que digan. Él se construyó y destruyó a sí mismo. Como dijo Jorge Luis Borges en el bello poema Ajedrez. «No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino».
I
En su grave rincón, los jugadores rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores las formas: torre homérica, ligero caballo, armada reina, rey postrero, oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido, cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?
20 de marzo de 2016.