La Revista Eutaxia pertenece a un grupo de personas que comparten la misma filosofía política, y se interesan por el análisis y la discusión política, sus miembros se encuentran radicados en distintos estados de los Estados Unidos, con sede en Chicago.

No tenemos interés por los espacios académicos, no en el sentido clásico de la tradición filosófica griega, sino en el sentido institucional, universitario. Demás está decir, que estas instituciones responden a centros o grupos de poder, a ideologías o a intereses con los que no comulgamos. Entendemos que la vida política se da en otros ámbitos, se da en la calle, entre la gente y no en ámbitos ajenos a la realidad cotidiana.

Sin negar nuestra pertenencia hispana, no por ello estamos ligados culturalmente con la comunidad hispana en general, por el solo hecho de ser hispanos, ya que entendemos empíricamente que no todos los hispanos contribuyen al análisis objetivo y al desarrollo de la política. Los inmigrantes hispanos que están asentados por muchos años y los que siguen llegando al país, en su gran mayoría, tienen una conformación ideológica que rechazamos y lo peor, es que pretenden reducir la política teórica y práctica a ideologías del pasado, ideologías perimidas y que están aparcadas en el desván de la Historia.

Desde hace muchos años nos encontramos comunicados, ya sea por medio de reuniones, comunicaciones, compartiendo artículos, como una manera de mantener un contacto permanente. A esas necesidades se debe el deseo de contar con un medio digital que sirva de referencia como un espacio de contacto.

Tampoco pertenecemos a ningún partido político, ni somos de derecha o de las izquierdas políticas. Tenemos en claro la distinción entre lo que es la filosofía política y la política práctica, es decir, la política del día a día o realpolitik. En cuanto a la filosofía política no somos de izquierda ni de derecha, de la misma manera que no lo fueron Platón o Aristóteles, en tanto y en cuanto, se mantenga la tradición filosófica académica, ya que esta está pensada a otra escala.

En lo que respecta a la política práctica, en lo personal, nunca milité en grupos o partidos de izquierdas ni en partidos de derecha. Que muchos de los amigos o integrantes de Eutaxia lo hayan hecho eso no quita ni agrega nada. En su ensayo político «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo», el revolucionario Lenin atacaba la estrategia de una parte de los comunistas, miembros de la Tercera Internacional, acusándolos de radicalizarse y convertirse en una enfermedad infantil.

Por cierto, Lenin nunca se consideró de izquierda, ya que, según su entender, este rótulo no era otra cosa que una categoría burguesa. Para el revolucionario Lenin, las coordenadas fundamentales de la dialéctica histórica de su tiempo eran las del imperialismo contra el bolchevismo. No con esto estoy tratando de sostener que Lenin tenía razón, ni mucho menos, los resultados están a la vista. Sin olvidar también que Lenin con su prédica contra el imperialismo lo que logró fue bastardear la idea de imperio, que sería rescatada y revalorizada posteriormente por el profesor Gustavo Bueno Martínez.

Ser de izquierda o de derecha son categorías que en la actualidad no tienen ningún sentido, salvo, para hacer distinciones didácticas en el proceso del estudio del pasado político. Las izquierdas definidas de las que nos hablaba Gustavo Bueno, que surgieron durante la Asamblea Revolucionaria de 1789, tiene que ver con la oposición entre el Antiguo Régimen (trono y altar) y el Nuevo Régimen, y que ha llegado a su fin con el maoísmo o comunismo asiático, la sexta generación de izquierdas.

Lo que realmente existe en estos momentos es la séptima generación de izquierdas, una nueva izquierda cultural, cuyo padre es Herbert Marcuse. Una izquierda que carece de vocación imperial y por lo mismo lleva su fin en sí misma. La lucha por el poder político mundial pasa por otro lado, desde nuestra perspectiva histórica, la permanente dialéctica de imperios no pasa por capitalismo o anticapitalismo, ya que los imperios existentes en la actualidad son todos capitalistas, salvo está, para algunos idealistas y revisionistas enmascarados de materialistas políticos.

Estamos ante un nuevo enfrentamiento imperial, muy distinto a los anteriores, la invasión rusa a Ucrania y la alianza de Xi Jinping con Vladimir Putin, nos está dando la razón de que estamos en un enfrentamiento dialéctico entre Oriente y Occidente, no se trata de bloques continentales. Quienes hablan de bloques continentales no terminan de explicar o, mejor dicho, nunca intentaron explicar que entienden por esto, si se trata de un bloque geográfico, cultural, económico o la clásica división del mundo en cinco continentes.

Lo único claro es que no existe ningún bloque continental homogéneo en ninguno de esos sentidos mencionados, salvo en el último sentido y los demás solo existen en la mente de quien lo formula. El continente asiático está completamente fracturado en lo político, China y la India que son del mismo continente están enfrentados empezando por lo militar, lo mismo podemos decir de las dos Coreas, Filipinas, Vietnam, Taiwan, Japón, etc. Un ejemplo concreto de lo que decimos es el cerco de Estados Unidos a China en el Indo-Pacífico.

Un cerco llevado a cabo por países asiáticos y de Oceanía, por tanto, no se trata de categorías geográficas, es decir, geopolíticas, denominación en este caso muy bien aplicado, ya que la geopolítica no es otra cosa que la influencia de la geografía en la política. El escritor español José Ortega y Gasset, lo describiría premonitoriamente en 1923 en su «Revista de Occidente»:

«Tal vez andando el tiempo, se diga con verdad que la realidad histórica más profunda de nuestros días, en parangón con la cual todo el resto es solo anécdota, consiste en la iniciación de un gigantesco enfrentamiento entre Occidente y Oriente.»

No me voy a detener en los logros y la contribución de la civilización Occidental al mundo, ni en materia tecnológica, científica, económica, política (la Polis surgió en Grecia), ya que necesitaríamos escribir todo un ensayo. Pero para responder que es Occidente, voy a recurrir a Juan José Sebreli.

«Oriente y Occidente son conceptos históricos y no geográficos. Por Occidente entendemos una civilización, resultado de la confluencia de variadas tradiciones, la griega, la romana, la germánica, pero también tradiciones orientales como la hebrea, la musulmana y, a través de Grecia, la egipcia antigua. En los orígenes de la civilización occidental los límites con Oriente eran muy imprecisos. La cultura griega que nunca se difundió por toda Europa, tenía en cambio, una profunda influencia en Asia Menor. En el imperio Romano representaba un papel más importante el Asia menor; Egipto y África septentrional que la propia Europa. Para Montesquieu y Voltaire, Turquía era Oriente, en tanto que Asia Menor y el mundo antiguo eran Occidente. Estas combinaciones impiden cualquier tipo de interpretación etnocentrista del occidentalismo. Occidente se identificó tardíamente con Europa y, a partir del siglo XVI, se extendió a América, aunque supuesta y, en muchos casos, en conflicto con supervivencias de las civilizaciones precolombinas que tenían rasgos asiáticos antes de ser occidentalizadas por la conquista. Oriente, por su parte, abarcaba civilizaciones como la china, la hindú, la persa, la turca, la egipcia, la de los países árabes, la semita, la de África del Norte, la de África negra. Occidente no es, pues, solamente un lugar en el espacio ni un periodo en el tiempo con las limitaciones que esto implicaría, sino una concepción del mundo que, aunque haya tenido un origen contingente, aspira a ser válida para todos los lugares y todos los tiempos».

«Por eso es inevitable que todos aquellos que en Occidente hoy se oponen a la modernidad y pretenden volver a alguna forma de tradicionalismo, busquen con frecuencia apoyo filosófico en Oriente. El irracionalismo del pensamiento oriental fascinó en todos los tiempos a los irracionales del pensamiento occidental».

El asedio a la modernidad.

A pesar de que Japón está ubicado geográficamente en el Oriente, sin embargo, Japón pertenece a la civilización Occidental. En 1868, fue el fin del shogunato Tokugawa, que había gobernado Japón durante más de 250 años, y la restauración del poder imperial. Así empezó la era Meiji, durante la cual un país aislado y feudal entró de lleno en el mundo moderno en el curso de unas pocas décadas. En esta misma revista hay un artículo al respecto, titulado: «En defensa de Occidente».

******

La Ciencia Política no es estrictamente una ciencia, es más bien una disciplina política como dice Gustavo Bueno, pero aceptando esa denominación con reparos, dirá:

«tampoco las «ciencias políticas» pueden ofrecer un entretejimiento sistemático de naturaleza estrictamente científica, es decir, una construcción que no sea meramente ideológica y que, desde luego, no se reduzca a simple «revestimiento teológico» del fanatismo. Y si las ciencias políticas no pueden ofrecernos una estructuración científica semejante es porque ella rebasa sus propias posibilidades racionales; las ciencias políticas no alcanzan un nivel de cientificidad comparable al de la Geometría o al de la Química; su cientificidad es mucho más precaria, y no por negligencia de sus cultivadores, sino por la naturaleza de su campo. En definitiva, la concatenación sistemática de las categorías políticas no puede llevarse a cabo en el recinto de un campo categorialmente cerrado; tal sistematización obliga a tomar conceptos de otros muchos campos -la biología, la lógica formal y material, la ontología o la historia-, es decir, a abandonar la estricta inmanencia que es propia de la forma de todas las ciencias genuinas y, por consiguiente, la empuja, si quiere mantener esa disciplina racional, a asumir la forma de la construcción filosófica.»

Nuestro análisis de la política está asentado en un sistema filosófico, es decir, lo que hacemos o tratamos de hacer, lo emprendemos desde un sistema filosófico. No vamos a desarrollar la idea de sistema filosófico cosa que lo hacemos en otro lado, pero si podemos decir que Gustavo Bueno, ha construido un nuevo sistema de la razón, a la altura de nuestro tiempo, y que es capaz de codificar los nuevos componentes de la realidad de nuestro presente, es decir, que puede codificar la Física cuántica, las Geometrías no Euclidianas, la Biología evolucionista o, las implicaciones políticas que supone el Estado Islámico, el desarrollo económico de China, el resurgimiento militar de Rusia, las reservas energéticas del planeta, las consecuencias religiosas o culturales que producen los movimientos migratorios.

Gustavo Bueno ha levantado todo un cuerpo de doctrina, que dio a conocer como «materialismo filosófico» (no confundir con materialismo histórico) que sólo se puede medir, desde que Platón oficializó esta disciplina, con muy pocos sistemas filosóficos que existieron en la historia, como el platonismo, aristotelismo, tomismo, cartesianismo, kantismo, fenomenología, positivismo, neopositivismo, idealismo, vitalismo, empirismo, o el marxismo.

Todos los sistemas anteriores fueron elaborados o completados por muchos filósofos, en cambio el Materialismo Filosófico es una obra titánica de Gustavo Bueno Martínez y posiblemente sea aumentada o puesta al día por sus discípulos. Un sistema escrito íntegramente en español, y que nos dice que una filosofía sin sistema no es una filosofía. Un sistema filosófico firme, coherente, de una arquitectónica conceptual ejemplar, capaz de corregir los desenfoques que llevan a confusiones y mistificaciones sobre la Historia del pensamiento filosófico y científico.

Sus herramientas fueron, las Matemáticas y la Filosofía, por eso nos recordaba el letrero que Platón tenía fijado en la entrada de su Academia en Atenas: «Que nadie entre aquí sin saber Geometría». Poseedor de un rigor implacable pero irreverente, cuya crítica podía poner en ridículo a Descartes a Kant, o al mismo Marx.

Un sistema como sólo hay acaso una docena en la Historia del pensamiento filosófico. El materialismo filosófico de Gustavo Bueno, constituye un arsenal crítico disparado contra las banalidades y supersticiones de una patética postmodernidad. Una maquinaria filosófica de pensamiento en marcha al servicio de la inteligencia, del estudio, de la crítica sin concesiones que se mide a la escala de la Historia, tal es su alcance.

Este sistema es muy eficaz para proyectar ese análisis sobre el presente y sobre cualquier ámbito de la realidad en la que estamos inmersos, desde las ciencias o la religión, el deporte o la telebasura. Toda teoría política debe tener una clara correspondencia con la praxis política, si es buena la teoría el resultado de la concreción política será igualmente bueno.

Porque para analizar o elaborar una teoría política es necesario tener una filosofía política, tener acceso a un sistema filosófico. Porque es necesario tener o conocer una ontología para saber lo que es real o no, una gnoseología para saber que es científico o ideología. Una antropología, ya que hay que saber o entender lo que es una teoría sobre lo que son las instituciones.

Hay que tener una teoría del Estado, para empezar, para no confundir como hacen muchos Estado con Gobierno. Hay que tener una filosofía jurídica para saber que función cumple el derecho en el Estado o en el Imperio, si cumple una función eutaxica o no. Para entender lo que es la Historia es imprescindible tener una filosofía de la historia, y una filosofía de la religión para entender la acción del eje angular en las sociedades políticas.

Toda sociedad, que es histórica en tanto que sociedad política, se configura en su recorrido con arreglo a una triple determinación, que, como symploké, deviene una realidad material, objetiva. Las determinaciones son las del núcleo, el cuerpo y el curso de la sociedad política.

Gustavo Bueno llama poder (poder político) a la capacidad de una parte o partes de una totalidad histórico social para influir o causar en las demás partes la ejecución de las operaciones precisas para orientarse según sus planes y programas (cuya concatenación en el tiempo es lo que Gustavo Bueno llama ortograma); por otro lado, introduce el concepto aristotélico de eutaxia, definiéndola como el orden y duración de la unidad global que pueda resultar de esa convergencia de las partes que la conforman.

Así, Gustavo Bueno, define la primera determinación de la sociedad política, a saber, la del núcleo de una sociedad política, entendiéndola como el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas. Desde este punto de vista, la relevancia histórica de una sociedad política no se encuentra tanto en el esplendor logrado, o el grado de felicidad alcanzada por sus ciudadanos, cuanto en la capacidad que esta sociedad tiene de mantener el orden y la duración de sus estructuras políticas en el tiempo, en tanto que ésta sociedad se encuentra en una dialéctica que la enfrenta necesariamente a otras sociedades políticas.

Por tanto, Gustavo Bueno Martínez, define al Estado como poder más eutaxia, y aquel poder que no está orientado a la eutaxia del Estado no es poder político, es poder de otro tipo, ya que hay muchas especies de poder. ¿Y que es la eutaxia? la eutaxia o buen gobierno es un criterio objetivo para determinar la justicia o injusticia de un régimen político, más allá de cualquier contexto ético, moral o religioso, por encima del grado de degeneración y corrupción que pueda implicar.

Un régimen político se puede decir que es eutáxico en tanto que es capaz de durar históricamente, tomando como criterio las centurias, la medida de duración sería un siglo, en el sentido de la historia del Imperio Romano. Si un régimen considerado dura en el tiempo, es porque ha recibido el consentimiento, ya sea tácito o expreso, de quienes pertenecían a él, como lo dice Gustavo Bueno, en Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas».

Por ejemplo, el imperio soviético no ha llegado a la centuria y el estadounidense ya lo ha superado con creces. El fin de la política es la Eutaxia, y lo preferimos al metafísico término de Bien Común. El gobierno no trata del bien y del mal. Por tanto, Eutaxia debe ser entendida en su contexto formalmente político, y no en otro contexto, y «buen orden» dice en el contexto político, buen ordenamiento, en donde «bueno» significa capaz (en potencia o virtud) para mantenerse en el curso del tiempo.

En este sentido, la eutaxia encuentra su mejor medida, si se trata como magnitud, en la duración. La duración es el criterio objetivo más neutro posible del grado de eutaxia de una sociedad política. Una sociedad política que se mantiene más tiempo que otra que le sea comparable (en nivel de desarrollo, volumen, etc.) es más eutáxica. Gustavo Bueno piensa que la duración de una constitución eutáxica parece que ha de desbordar la escala del presente individual (medido en años), es decir, parece que habrá de darse en una escala histórica, con presente, pretérito y futuro.

Eutaxia en sentido político, es una generalización, seguida de una determinación, del uso que hace de este término (Política VI, 6,1321 a) Aristóteles, cuando dice: «La salvación de la oligarquía es la eutaxia». La generalización es la siguiente: mientras que Aristóteles habla de eutaxia en función de la oligarquía, en la definición que propone Gustavo Bueno, oligarquía queda sólo reducida a la condición de una parte del todo social.

La determinación es la siguiente: mientras que Aristóteles no excluye de manera explícita la posibilidad de que no sólo una parte del todo (como la oligarquía) sino también la propia totalidad pueda constituir una buena forma de Estado, o de gobierno, en la definición generalizada se pretende excluir toda posibilidad distinta de la «partidista» en la organización del todo, es decir, descarta la posibilidad de un «poder neutral» por encima del todo.

El término «Eutaxia», que Gustavo Bueno ha tomado del griego, y lo hace cuando no encuentra un término que recoja fielmente el contenido de los conceptos que él quiere exponer. Ante todo, no se debe entender la eutaxia dentro de un contexto ético, moral o religioso («buen orden» como orden social, santo, justo, etc., según los criterios). La duración es un criterio, una medida, pero no es la esencia de la eutaxia.

Gustavo Bueno afirma que una sociedad eutáxica durará más que una distáxica en términos generales; pero no será más eutáxica por durar más, sino que durará más porque es, en general, más eutáxica. Y la eutaxia o buen gobierno es un criterio objetivo para determinar la justicia o injusticia de un régimen político, más allá de cualquier contexto ético, moral o religioso, por encima del grado de corrupción o degeneración que pueda implicar.

Cabe pensar en un sistema político dotado de un alto grado de eutaxia, pero que es fundamentalmente injusto desde el punto de vista moral, si es que los súbditos se han identificado con el régimen, ya sea porque se les ha administrado algún «opio del pueblo» o por otros motivos.

La eutaxia es una relación circular, propiamente como un conjunto de relaciones entre el sistema proléptico (planes y programas) vigente en una sociedad política en un momento dado, y el proceso efectivo real según el cual tal sociedad se desenvuelve. Eutaxia dice disciplina, sometimiento de las actividades psicológicas a una norma no arbitraria. Aquí es donde comprobamos la gran fecundidad de los fundamentos científicos de Gustavo Bueno.

Por ello afirma que el fundamento objetivo de la eutaxia política es precisamente la norma, desplegada en planes y programas, que el todo social impone objetivamente a la parte que detenta el poder político. Cuando hay armonía entre individuos, grupos y organización, el resultado es eutáxico. Cuando no hay armonía, nos encontramos ante una conducta distáxica. Y el núcleo de la sociedad política es el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas.

El decurso histórico de las sociedades, que se inscriben en la Historia Universal en tanto que se configuran como políticas a través de la categoría del Estado, es la resultante en symploké de tres determinaciones, a saber, el núcleo de la sociedad política como ejercicio del poder orientado a la eutaxia del Estado; un cuerpo conformado por una capa basal, una conjuntiva y una cortical; y un curso histórico desfasado en tres momentos: el proto-estatal, el estatal, y el post-estatal o Imperial.

Esta tercera fase es lo que se ajustaría propiamente a una fase Imperial. Gustavo Bueno sostiene la tesis de que toda sociedad, en el momento en que se configura como política al adoptar la forma de Estado, instaura en su estructura una dialéctica tal que la llevará a desarrollar una dinámica interna que la obliga a desbordar sus propios límites estatales, que al mismo tiempo y como resultante, la conducirá en esa dirección al enfrentamiento con otros estados, todos ellos operando histórica y políticamente en función de su propia eutaxia.

Por tanto, la Historia Universal sólo puede entenderse dentro de la figura histórico política de Imperio. La historia, así, se nos ofrece como la concatenación de más o menos, diez o doce imperios universales entre medias de los cuales la civilización se fue configurando. La Historia de la Unión Soviética o de la China comunista no es la de su lucha de clases, sino la de sus relaciones con otras sociedades de signo distinto, en dialéctica permanente.

La tarea política, y por lo mismo filosófica e histórica, desde el materialismo filosófico político, es el reconocimiento de una dialéctica de Estados imperiales, concretos, no acabados o terminados, o supuestos imperios basados en ideas aureolares que solo existen en la mente de quienes la persiguen. Este despliegue dialéctico objetivo pude ir enmascarado de distintos conceptos ideológicos, nematológicos.

Por tanto, si creemos que el motor de la historia es la dialéctica de imperios, nuestro análisis va enfocado a los imperios realmente existentes que tienen la capacidad potencial de enfrentarse a escala imperial con otros Estados imperiales. Para poder interpretar nuestro presente en marcha, es necesario identificar esos imperios, entonces, podremos ver que estamos efectivamente ante el despliegue objetivo de imperios quizá más descomunal que en la historia se haya observado.

La filosofía política del materialismo llega hasta aquí, al menos para nosotros y aquí nos detenemos. Todo lo demás, corre por cuenta de quienes elaboran en su mente imperios inexistentes, pura especulación y que se confunden con la realidad. Sobra decir que no somos idealistas.

Una de las tareas emprendidas por los integrantes de Eutaxia fue recuperar artículos de años anteriores. Solo pudimos conseguir un 30% de los mismos, cuya importancia radica en su fecha de publicación, escritas en determinadas circunstancias y en contextos políticos distintos, ya que la vida política no es estática sino en constante evolución.

El tiempo certificará o no, lo expuesto entonces, por lo mismo lo ponemos a vuestra disposición. Recibiremos artículos para su publicación en este espacio siempre que estén en comunión con la línea de la Revista. Por último, también nos dedicamos a dar cursos de formación política, cursos totalmente gratuitos. Estos cursos son presenciales. Para cualquier consulta o información se pueden dirigir a la sección de contactos.

Finalmente queremos agradecer a los amigos, Alejandro Soler, Juan Enrique Díaz, Víctor Pérez, Enrique García Fuentes, Rogelio Martínez faz, Jorge Luis Mota y honrar la memoria de Guillermo Pérez Paredes.

Ricardo Veisaga
Chicago. Estados Unidos

QUIENES SOMOS

Revista Eutaxia
La Revista Eutaxia pertenece a un grupo de personas que comparten la misma filosofía política, y se interesan por el análisis y la discusión política, sus miembros se encuentran radicados en distintos estados de los Estados Unidos, con sede en Chicago.
No tenemos interés por los espacios académicos, no en el sentido clásico de la tradición filosófica griega, sino en el sentido institucional, universitario. Demás está decir, que estas instituciones responden a centros o grupos de poder, a ideologías o a intereses con los que no comulgamos. Entendemos que la vida política se da en otros ámbitos, se da en la calle, entre la gente y no en ámbitos ajenos a la realidad cotidiana.

Sin negar nuestra pertenencia hispana, no por ello estamos ligados culturalmente con la comunidad hispana en general, por el solo hecho de ser hispanos, ya que entendemos empíricamente que no todos los hispanos contribuyen al análisis objetivo y al desarrollo de la política. Los inmigrantes hispanos que están asentados por muchos años y los que siguen llegando al país, en su gran mayoría, tienen una conformación ideológica que rechazamos y lo peor, es que pretenden reducir la política teórica y práctica a ideologías del pasado, ideologías perimidas y que están aparcadas en el desván de la Historia.

Desde hace muchos años nos encontramos comunicados, ya sea por medio de reuniones, comunicaciones, compartiendo artículos, como una manera de mantener un contacto permanente. A esas necesidades se debe el deseo de contar con un medio digital que sirva de referencia como un espacio de contacto. Tampoco pertenecemos a ningún partido político, ni somos de derecha o de las izquierdas políticas.

Tenemos en claro la distinción entre lo que es la filosofía política y la política práctica, es decir, la política del día a día o realpolitik. En cuanto a la filosofía política no somos de izquierda ni de derecha, de la misma manera que no lo fueron Platón o Aristóteles, en tanto y en cuanto, se mantenga la tradición filosófica académica, ya que esta está pensada a otra escala.

En lo que respecta a la política práctica, en lo personal, nunca milité en grupos o partidos de izquierdas ni en partidos de derecha. Que muchos de los amigos o integrantes de Eutaxia lo hayan hecho eso no quita ni agrega nada. En su ensayo político «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo», el revolucionario Lenin atacaba la estrategia de una parte de los comunistas, miembros de la Tercera Internacional, acusándolos de radicalizarse y convertirse en una enfermedad infantil.

Por cierto, Lenin nunca se consideró de izquierda, ya que, según su entender, este rótulo no era otra cosa que una categoría burguesa. Para el revolucionario Lenin, las coordenadas fundamentales de la dialéctica histórica de su tiempo eran las del imperialismo contra el bolchevismo. No con esto estoy tratando de sostener que Lenin tenía razón, ni mucho menos, los resultados están a la vista. Sin olvidar también que Lenin con su prédica contra el imperialismo lo que logró fue bastardear la idea de imperio, que sería rescatada y revalorizada posteriormente por el profesor Gustavo Bueno Martínez.

Ser de izquierda o de derecha son categorías que en la actualidad no tienen ningún sentido, salvo, para hacer distinciones didácticas en el proceso del estudio del pasado político. Las izquierdas definidas de las que nos hablaba Gustavo Bueno, que surgieron durante la Asamblea Revolucionaria de 1789, tiene que ver con la oposición entre el Antiguo Régimen (trono y altar) y el Nuevo Régimen, y que ha llegado a su fin con el maoísmo o comunismo asiático, la sexta generación de izquierdas.

Lo que realmente existe en estos momentos es la séptima generación de izquierdas, una nueva izquierda cultural, cuyo padre es Herbert Marcuse. Una izquierda que carece de vocación imperial y por lo mismo lleva su fin en sí misma. La lucha por el poder político mundial pasa por otro lado, desde nuestra perspectiva histórica, la permanente dialéctica de imperios no pasa por capitalismo o anticapitalismo, ya que los imperios existentes en la actualidad son todos capitalistas, salvo está, para algunos idealistas y revisionistas enmascarados de materialistas políticos.

Estamos ante un nuevo enfrentamiento imperial, muy distinto a los anteriores, la invasión rusa a Ucrania y la alianza de Xi Jinping con Vladimir Putin, nos está dando la razón de que estamos en un enfrentamiento dialéctico entre Oriente y Occidente, no se trata de bloques continentales. Quienes hablan de bloques continentales no terminan de explicar o, mejor dicho, nunca intentaron explicar que entienden por esto, si se trata de un bloque geográfico, cultural, económico o la clásica división del mundo en  cinco continentes.

Lo único claro es que no existe ningún bloque continental homogéneo en ninguno de esos sentidos mencionados, salvo en el último sentido y los demás solo existen en la mente de quien lo formula. El continente asiático está completamente fracturado en lo político, China y la India que son del mismo continente están enfrentados empezando por lo militar, lo mismo podemos decir de las dos Coreas, Filipinas, Vietnam, Taiwan, Japón, etc. Un ejemplo concreto de lo que decimos es el cerco de Estados Unidos a China en el Indo-Pacífico.

Un cerco llevado a cabo por países asiáticos y de Oceanía, por tanto, no se trata de categorías geográficas, es decir, geopolíticas, denominación en este caso muy bien aplicado, ya que la geopolítica no es otra cosa que la influencia de la geografía en la política. El escritor español José Ortega y Gasset, lo describiría premonitoriamente en 1923 en su «Revista de Occidente»:

«Tal vez andando el tiempo, se diga con verdad que la realidad histórica más profunda de nuestros días, en parangón con la cual todo el resto es solo anécdota, consiste en la iniciación de un gigantesco enfrentamiento entre Occidente y Oriente.»

No me voy a detener en los logros y la contribución de la civilización Occidental al mundo, ni en materia tecnológica, científica, económica, política (la Polis surgió en Grecia), ya que necesitaríamos escribir todo un ensayo. Pero para responder que es Occidente, voy a recurrir a Juan José Sebreli.

«Oriente y Occidente son conceptos históricos y no geográficos. Por Occidente entendemos una civilización, resultado de la confluencia de variadas tradiciones, la griega, la romana, la germánica, pero también tradiciones orientales como la hebrea, la musulmana y, a través de Grecia, la egipcia antigua. En los orígenes de la civilización occidental los límites con Oriente eran muy imprecisos. La cultura griega que nunca se difundió por toda Europa, tenía en cambio, una profunda influencia en Asia Menor. En el imperio Romano representaba un papel más importante el Asia menor; Egipto y África septentrional que la propia Europa. Para Montesquieu y Voltaire, Turquía era Oriente, en tanto que Asia Menor y el mundo antiguo eran Occidente. Estas combinaciones impiden cualquier tipo de interpretación etnocentrista del occidentalismo. Occidente se identificó tardíamente con Europa y, a partir del siglo XVI, se extendió a América, aunque supuesta y, en muchos casos, en conflicto con supervivencias de las civilizaciones precolombinas que tenían rasgos asiáticos antes de ser occidentalizadas por la conquista. Oriente, por su parte, abarcaba civilizaciones como la china, la hindú, la persa, la turca, la egipcia, la de los países árabes, la semita, la de África del Norte, la de África negra. Occidente no es, pues, solamente un lugar en el espacio ni un periodo en el tiempo con las limitaciones que esto implicaría, sino una concepción del mundo que, aunque haya tenido un origen contingente, aspira a ser válida para todos los lugares y todos los tiempos».

«Por eso es inevitable que todos aquellos que en Occidente hoy se oponen a la modernidad y pretenden volver a alguna forma de tradicionalismo, busquen con frecuencia apoyo filosófico en Oriente. El irracionalismo del pensamiento oriental fascinó en todos los tiempos a los irracionales del pensamiento occidental».

El asedio a la modernidad.
A pesar de que Japón está ubicado geográficamente en el Oriente, sin embargo, Japón pertenece a la civilización Occidental. En 1868, fue el fin del shogunato Tokugawa, que había gobernado Japón durante más de 250 años, y la restauración del poder imperial. Así empezó la era Meiji, durante la cual un país aislado y feudal entró de lleno en el mundo moderno en el curso de unas pocas décadas. En esta misma revista hay un artículo al respecto, titulado: «En defensa de Occidente».

La Ciencia Política no es estrictamente una ciencia, es más bien una disciplina política como dice Gustavo Bueno, pero aceptando esa denominación con reparos, dirá:

«tampoco las «ciencias políticas» pueden ofrecer un entretejimiento sistemático de naturaleza estrictamente científica, es decir, una construcción que no sea meramente ideológica y que, desde luego, no se reduzca a simple «revestimiento teológico» del fanatismo. Y si las ciencias políticas no pueden ofrecernos una estructuración científica semejante es porque ella rebasa sus propias posibilidades racionales; las ciencias políticas no alcanzan un nivel de cientificidad comparable al de la Geometría o al de la Química; su cientificidad es mucho más precaria, y no por negligencia de sus cultivadores, sino por la naturaleza de su campo. En definitiva, la concatenación sistemática de las categorías políticas no puede llevarse a cabo en el recinto de un campo categorialmente cerrado; tal sistematización obliga a tomar conceptos de otros muchos campos -la biología, la lógica formal y material, la ontología o la historia-, es decir, a abandonar la estricta inmanencia que es propia de la forma de todas las ciencias genuinas y, por consiguiente, la empuja, si quiere mantener esa disciplina racional, a asumir la forma de la construcción filosófica.»

Lo que realmente existe en estos momentos es la séptima generación de izquierdas, una nueva izquierda cultural, cuyo padre es Herbert Marcuse. Una izquierda que carece de vocación imperial y por lo mismo lleva su fin en sí misma. La lucha por el poder político mundial pasa por otro lado, desde nuestra perspectiva histórica, la permanente dialéctica de imperios no pasa por capitalismo o anticapitalismo, ya que los imperios existentes en la actualidad son todos capitalistas, salvo está, para algunos idealistas y revisionistas enmascarados de materialistas políticos.

Estamos ante un nuevo enfrentamiento imperial, muy distinto a los anteriores, la invasión rusa a Ucrania y la alianza de Xi Jinping con Vladimir Putin, nos está dando la razón de que estamos en un enfrentamiento dialéctico entre Oriente y Occidente, no se trata de bloques continentales. Quienes hablan de bloques continentales no terminan de explicar o, mejor dicho, nunca intentaron explicar que entienden por esto, si se trata de un bloque geográfico, cultural, económico o la clásica división del mundo en  cinco continentes.

Tenemos en claro la distinción entre lo que es la filosofía política y la política práctica, es decir, la política del día a día o realpolitik. En cuanto a la filosofía política no somos de izquierda ni de derecha, de la misma manera que no lo fueron Platón o Aristóteles, en tanto y en cuanto, se mantenga la tradición filosófica académica, ya que esta está pensada a otra escala.

Nuestro análisis de la política está asentado en un sistema filosófico, es decir, lo que hacemos o tratamos de hacer, lo emprendemos desde un sistema filosófico. No vamos a desarrollar la idea de sistema filosófico cosa que lo hacemos en otro lado, pero si podemos decir que Gustavo Bueno, ha construido un nuevo sistema de la razón, a la altura de nuestro tiempo, y que es capaz de codificar los nuevos componentes de la realidad de nuestro presente, es decir, que puede codificar la Física cuántica, las Geometrías no Euclidianas, la Biología evolucionista o, las implicaciones políticas que supone el Estado Islámico, el desarrollo económico de China, el resurgimiento militar de Rusia, las reservas energéticas del planeta, las consecuencias religiosas o culturales que producen los movimientos migratorios.

Gustavo Bueno ha levantado todo un cuerpo de doctrina, que dio a conocer como «materialismo filosófico» (no confundir con materialismo histórico) que sólo se puede medir, desde que Platón oficializó esta disciplina, con muy pocos sistemas filosóficos que existieron en la historia, como el platonismo, aristotelismo, tomismo, cartesianismo, kantismo, fenomenología, positivismo, neopositivismo, idealismo, vitalismo, empirismo, o el marxismo.

Todos los sistemas anteriores fueron elaborados o completados por muchos filósofos, en cambio el Materialismo Filosófico es una obra titánica de Gustavo Bueno Martínez y posiblemente sea aumentada o puesta al día por sus discípulos. Un sistema escrito íntegramente en español, y que nos dice que una filosofía sin sistema no es una filosofía. Un sistema filosófico firme, coherente, de una arquitectónica conceptual ejemplar, capaz de corregir los desenfoques que llevan a confusiones y mistificaciones sobre la Historia del pensamiento filosófico y científico.

Sus herramientas fueron, las Matemáticas y la Filosofía, por eso nos recordaba el letrero que Platón tenía fijado en la entrada de su Academia en Atenas: «Que nadie entre aquí sin saber Geometría». Poseedor de un rigor implacable pero irreverente, cuya crítica podía poner en ridículo a Descartes a Kant, o al mismo Marx.

Un sistema como sólo hay acaso una docena en la Historia del pensamiento filosófico. El materialismo filosófico de Gustavo Bueno, constituye un arsenal crítico disparado contra las banalidades y supersticiones de una patética postmodernidad. Una maquinaria filosófica de pensamiento en marcha al servicio de la inteligencia, del estudio, de la crítica sin concesiones que se mide a la escala de la Historia, tal es su alcance.

Este sistema es muy eficaz para proyectar ese análisis sobre el presente y sobre cualquier ámbito de la realidad en la que estamos inmersos, desde las ciencias o la religión, el deporte o la telebasura. Toda teoría política debe tener una clara correspondencia con la praxis política, si es buena la teoría el resultado de la concreción política será igualmente bueno.

Porque para analizar o elaborar una teoría política es necesario tener una filosofía política, tener acceso a un sistema filosófico. Porque es necesario tener o conocer una ontología para saber lo que es real o no, una gnoseología para saber que es científico o ideología. Una antropología, ya que hay que saber o entender lo que es una teoría sobre lo que son las instituciones.

Hay que tener una teoría del Estado, para empezar, para no confundir como hacen muchos Estado con Gobierno. Hay que tener una filosofía jurídica para saber que función cumple el derecho en el Estado o en el Imperio, si cumple una función eutaxica o no. Para entender lo que es la Historia es imprescindible tener una filosofía de la historia, y una filosofía de la religión para entender la acción del eje angular en las sociedades políticas.

Toda sociedad, que es histórica en tanto que sociedad política, se configura en su recorrido con arreglo a una triple determinación, que, como symploké, deviene una realidad material, objetiva. Las determinaciones son las del núcleo, el cuerpo y el curso de la sociedad política.

Gustavo Bueno llama poder (poder político) a la capacidad de una parte o partes de una totalidad histórico social para influir o causar en las demás partes la ejecución de las operaciones precisas para orientarse según sus planes y programas (cuya concatenación en el tiempo es lo que Gustavo Bueno llama ortograma); por otro lado, introduce el concepto aristotélico de eutaxia, definiéndola como el orden y duración de la unidad global que pueda resultar de esa convergencia de las partes que la conforman.

Así, Gustavo Bueno, define la primera determinación de la sociedad política, a saber, la del núcleo de una sociedad política, entendiéndola como el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas. Desde este punto de vista, la relevancia histórica de una sociedad política no se encuentra tanto en el esplendor logrado, o el grado de felicidad alcanzada por sus ciudadanos, cuanto en la capacidad que esta sociedad tiene de mantener el orden y la duración de sus estructuras políticas en el tiempo, en tanto que ésta sociedad se encuentra en una dialéctica que la enfrenta necesariamente a otras sociedades políticas.

Por tanto, Gustavo Bueno Martínez, define al Estado como poder más eutaxia, y aquel poder que no está orientado a la eutaxia del Estado no es poder político, es poder de otro tipo, ya que hay muchas especies de poder. ¿Y que es la eutaxia? la eutaxia o buen gobierno es un criterio objetivo para determinar la justicia o injusticia de un régimen político, más allá de cualquier contexto ético, moral o religioso, por encima del grado de degeneración y corrupción que pueda implicar.

Un régimen político se puede decir que es eutáxico en tanto que es capaz de durar históricamente, tomando como criterio las centurias, la medida de duración sería un siglo, en el sentido de la historia del Imperio Romano. Si un régimen considerado dura en el tiempo, es porque ha recibido el consentimiento, ya sea tácito o expreso, de quienes pertenecían a él, como lo dice Gustavo Bueno, en Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas».

Por ejemplo, el imperio soviético no ha llegado a la centuria y el estadounidense ya lo ha superado con creces. El fin de la política es la Eutaxia, y lo preferimos al metafísico término de Bien Común. El gobierno no trata del bien y del mal. Por tanto, Eutaxia debe ser entendida en su contexto formalmente político, y no en otro contexto, y «buen orden» dice en el contexto político, buen ordenamiento, en donde «bueno» significa capaz (en potencia o virtud) para mantenerse en el curso del tiempo.

En este sentido, la eutaxia encuentra su mejor medida, si se trata como magnitud, en la duración. La duración es el criterio objetivo más neutro posible del grado de eutaxia de una sociedad política. Una sociedad política que se mantiene más tiempo que otra que le sea comparable (en nivel de desarrollo, volumen, etc.) es más eutáxica. Gustavo Bueno piensa que la duración de una constitución eutáxica parece que ha de desbordar la escala del presente individual (medido en años), es decir, parece que habrá de darse en una escala histórica, con presente, pretérito y futuro.

Eutaxia en sentido político, es una generalización, seguida de una determinación, del uso que hace de este término (Política VI, 6,1321 a) Aristóteles, cuando dice: «La salvación de la oligarquía es la eutaxia». La generalización es la siguiente: mientras que Aristóteles habla de eutaxia en función de la oligarquía, en la definición que propone Gustavo Bueno, oligarquía queda sólo reducida a la condición de una parte del todo social.

La determinación es la siguiente: mientras que Aristóteles no excluye de manera explícita la posibilidad de que no sólo una parte del todo (como la oligarquía) sino también la propia totalidad pueda constituir una buena forma de Estado, o de gobierno, en la definición generalizada se pretende excluir toda posibilidad distinta de la «partidista» en la organización del todo, es decir, descarta la posibilidad de un «poder neutral» por encima del todo.

El término «Eutaxia», que Gustavo Bueno ha tomado del griego, y lo hace cuando no encuentra un término que recoja fielmente el contenido de los conceptos que él quiere exponer. Ante todo, no se debe entender la eutaxia dentro de un contexto ético, moral o religioso («buen orden» como orden social, santo, justo, etc., según los criterios). La duración es un criterio, una medida, pero no es la esencia de la eutaxia.

Gustavo Bueno afirma que una sociedad eutáxica durará más que una distáxica en términos generales; pero no será más eutáxica por durar más, sino que durará más porque es, en general, más eutáxica. Y la eutaxia o buen gobierno es un criterio objetivo para determinar la justicia o injusticia de un régimen político, más allá de cualquier contexto ético, moral o religioso, por encima del grado de corrupción o degeneración que pueda implicar.

Cabe pensar en un sistema político dotado de un alto grado de eutaxia, pero que es fundamentalmente injusto desde el punto de vista moral, si es que los súbditos se han identificado con el régimen, ya sea porque se les ha administrado algún «opio del pueblo» o por otros motivos.

La eutaxia es una relación circular, propiamente como un conjunto de relaciones entre el sistema proléptico (planes y programas) vigente en una sociedad política en un momento dado, y el proceso efectivo real según el cual tal sociedad se desenvuelve. Eutaxia dice disciplina, sometimiento de las actividades psicológicas a una norma no arbitraria. Aquí es donde comprobamos la gran fecundidad de los fundamentos científicos de Gustavo Bueno.

Por ello afirma que el fundamento objetivo de la eutaxia política es precisamente la norma, desplegada en planes y programas, que el todo social impone objetivamente a la parte que detenta el poder político. Cuando hay armonía entre individuos, grupos y organización, el resultado es eutáxico. Cuando no hay armonía, nos encontramos ante una conducta distáxica. Y el núcleo de la sociedad política es el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas.

El decurso histórico de las sociedades, que se inscriben en la Historia Universal en tanto que se configuran como políticas a través de la categoría del Estado, es la resultante en symploké de tres determinaciones, a saber, el  núcleo de la sociedad política como ejercicio del poder orientado a la eutaxia del Estado; un cuerpo conformado por una capa basal, una conjuntiva y una cortical; y un curso histórico desfasado en tres momentos: el proto-estatal, el estatal, y el post-estatal o Imperial.

Esta tercera fase es lo que se ajustaría propiamente a una fase Imperial. Gustavo Bueno sostiene la tesis de que toda sociedad, en el momento en que se configura como política al adoptar la forma de Estado, instaura en su estructura una dialéctica tal que la llevará a desarrollar una dinámica interna que la obliga a desbordar sus propios límites estatales, que al mismo tiempo y como resultante, la conducirá en esa dirección al enfrentamiento con otros estados, todos ellos operando histórica y políticamente en función de su propia eutaxia.

Por tanto, la Historia Universal sólo puede entenderse dentro de la figura histórico política de Imperio. La historia, así, se nos ofrece  como la concatenación de más o menos, diez o doce imperios universales entre medias de los cuales la civilización se fue configurando. La Historia de la Unión Soviética o de la China comunista no es la de su lucha de clases, sino la de sus relaciones con otras sociedades de signo distinto, en dialéctica permanente.

La tarea política, y por lo mismo filosófica e histórica, desde el materialismo filosófico político, es el reconocimiento de una dialéctica de Estados imperiales, concretos, no acabados o terminados, o supuestos imperios basados en ideas aureolares que solo existen en la mente de quienes la persiguen. Este despliegue dialéctico objetivo pude ir enmascarado de distintos conceptos ideológicos, nematológicos.

Por tanto, si creemos que el motor de la historia es la dialéctica de imperios, nuestro análisis va enfocado a los imperios realmente existentes que tienen la capacidad potencial de enfrentarse a escala imperial con otros Estados imperiales. Para poder interpretar nuestro presente en marcha, es necesario identificar esos imperios, entonces, podremos ver que estamos efectivamente ante el despliegue objetivo de imperios quizá más descomunal que en la historia se haya observado.

La filosofía política del materialismo llega hasta aquí, al menos para nosotros y aquí nos detenemos. Todo lo demás, corre por cuenta de quienes elaboran en su mente imperios inexistentes, pura especulación y que se confunden con la realidad. Sobra decir que no somos idealistas.

Una de las tareas emprendidas por los integrantes de Eutaxia fue recuperar artículos de años anteriores. Solo pudimos conseguir un 30% de los mismos, cuya importancia radica en su fecha de publicación, escritas en determinadas circunstancias y en contextos políticos distintos, ya que la vida política no es estática sino en constante evolución.

El tiempo certificará o no, lo expuesto entonces, por lo mismo lo ponemos a vuestra disposición. Recibiremos artículos para su publicación en este espacio siempre que estén en comunión con la línea de la Revista. Por último, también nos dedicamos a dar cursos de formación política, cursos totalmente gratuitos. Estos cursos son presenciales. Para cualquier consulta o información se pueden dirigir a la sección de contactos.

Finalmente queremos agradecer a los amigos, Alejandro Soler, Juan Enrique Díaz, Víctor Pérez, Enrique García Fuentes, Rogelio Martínez faz, Jorge Luis Mota y honrar la memoria de Guillermo Pérez Paredes.

Ricardo Veisaga
Chicago / Estados Unidos