Que es la geopolítica
¿Dialéctica de imperios o geopolítica?
Ricardo Veisaga
Artículo publicado en la revista Metábasis
El señor José Ramón Bravo García, escribió en la revista de filosofía, Eikasia, lo siguiente:
«En cuanto al concepto de geopolítica, lo emplearemos especialmente para referirnos a aquella acción programática de un Estado que busca un amplio alcance internacional de sus intereses nacional-civilizatorios, aunque conviene recordar que geopolítica designa una subdisciplina derivada o subsidiaria de otras, como la política o la geografía. Algunos autores incluso impugnan la validez de la geopolítica como categoría analítica.»
Y a pie de página continúa: «Esta es la posición, por ejemplo, de Ricardo Veisaga (2020, p 14), quien además sostiene que los intereses políticos basados en la cercanía geográfica no son (necesariamente) la base de una unión política, postura esta última con la que coincidimos.»
En primer lugar, en el artículo de referencia o mi postura personal sobre la geopolítica no es negarla, simplemente ubicarla en su justo lugar, al fin y al cabo, no se trata más que de un prefijo, y «no hay que dar más por un prefijo lo que el prefijo vale», parafraseando a ese viejo dicho popular tantas veces empleada, «no hay que dar más por el pito lo que el pito vale».
En estos días, sobre todo a partir de la invasión rusa a Ucrania, en todos los medios de comunicación, periódicos, radio, televisión, redes sociales, etc., se habla todo el tiempo de geopolítica. ¿Y que es la geopolítica? Creo que debemos empezar por su génesis y el posterior desarrollo.
La geopolítica es una disciplina reciente, podríamos afirmar que surge en el siglo XX, ya que el término se aplicó por primera vez en los inicios, aunque hay antecedentes en el final del siglo XIX. Pero habría que esperar hasta la década del 30 cuando cobró importancia de la mano del militar alemán Karl Haushofer. A partir de sus teorías se popularizaron tanto el término como la disciplina, tanto es así, que el propio Adolph Hitler tomó parte de su teoría para desarrollar la ideología nacionalsocialista.
Esto hizo que, luego de la derrota de los nazis, se dejara de utilizar el término «geopolítica» por esos vínculos negativos. Algunas décadas después, a partir de los 70 y 80, luego que nuevos sucesos políticos taparan o desviaran la atención, para que tenga un resurgimiento. Los cultores de la geopolítica para despegarse y distinguirse de los nazis, para poder desarrollar la nueva disciplina, llamaron a la antigua disciplina «geopolitik».
La reconsideración de la geopolítica, proscrita y casi palabra prohibida después de la II Guerra Mundial por la perversión geográfica que representó la escuela alemana de Geopolitik (Karl Haushofer), por la colaboración que brindó a la política exterior expansionista y agresiva del III Reich. Luego de ese largo periodo oscuro se avivó un interés creciente no sólo en el mundo occidental, sino que, en otras regiones del mundo, por el análisis de la realidad internacional desde la geopolítica.
Algunos hablan de un renacimiento de la geopolítica como disciplina científica que agrega otra forma de ver el mundo político como campo de investigación. Quienes hablan de la geopolítica como disciplina científica, primero, deberían explicar que entienden por ciencia, mejor dicho, por las ciencias, ya que la ciencia en singular no existe, existen muchas ciencias y muy diversas.
Para conocer el estatuto científico del campo político según el materialismo filosófico no cabe otro camino que partir de la Teoría del Cierre Categorial, para poder comprender en primer lugar qué es la ciencia, conocer el criterio de cientificidad que de ella se desprende y, saber qué papel ocupaban las ciencias humanas en esta concepción.
Las ciencias no tienen objeto sino campo. El concepto de campo está destinado a eliminar la idea de objeto como parte definitoria de la ciencia, debido a su falta de estructura gnoseológica. En cambio, el campo designa a un conjunto de elementos enclasados relacionados de tal forma que puedan realizarse operaciones entre ellos, así como componer términos.
En Gustavo Bueno, su tesis acerca de la cientificidad de la Ciencia Política es explícita desde el primer momento, desde el inicio de su «Primer ensayo sobre las categorías de las ‘ciencias políticas’.»: la ciencia política –o las «ciencias políticas», como dice con razón, no ha alcanzado ni puede alcanzar la estructura propia de las ciencias positivas, puesto que en su desarrollo interno es incapaz de establecer el sistema de operaciones cerrado que se conoce por cierre categorial.
«[…] no puede aspirar a alcanzar los resultados, incluso sistemáticos, que las ciencias más vigorosas han logrado obtener en sus respectivos campos categoriales –por ejemplo, el «sistema periódico de los elementos químicos». Esto se debe, principalmente, a que la concatenación sistemática de las categorías políticas no puede llevarse a cabo en el recinto de un campo categorialmente cerrado; tal sistematización obliga a tomar conceptos de muchos otros campos –la etología, la biología, la lógica formal y material, la ontología o la historia–, es decir, a abandonar la estricta inmanencia que es propia de la forma de todas las ciencias genuinas y, por consiguiente, le empuja, si quiere mantener esa disciplina racional, a asumir la forma de construcción filosófica.»
Este artículo no pretende adentrarse en la cientificidad o no de la geopolítica. Pero voy a citar, nuevamente, al filósofo José Manuel Rodríguez Pardo, que se refiere a esta cuestión en el artículo titulado: «El materialismo filosófico como análisis de la Geopolítica de nuestro presente.» Publicado en Studia Iberica et Americana.
«La geopolítica no constituye por sí misma ningún tipo de verdad indiscutible, puesto que existen otros elementos importantes a la hora de juzgar el desarrollo y destino nada manifiestos de las naciones a lo largo de la Historia. Es más, no sería aventurado señalar que la Geopolítica constituye una simple aplicación del idealismo absoluto de Hegel a la cuestión geográfica (el desarrollo del espíritu a través de las trabas que impone la Naturaleza, la Geografía).»
Las trabas geográficas en el pasado han pesado enormemente, pero ya no estamos en la época de Alejandro o de Ptolomeo, ni en la época de Napoleón. El desarrollo de las ciencias y de las tecnologías ha superado muchas veces los condicionamientos o las trabas geográficas. Cada nueva guerra trae inevitablemente el desarrollo de nuevas tecnologías, que tienen una gran importancia para las sociedades en tiempos de paz, tecnologías que al servicio de la guerra hace innecesaria la ocupación de ningún corazón de la tierra.
Dinero y tecnología (además de voluntad política) despliegan flotas por distintos mares del mundo para acercarse a donde sean requeridas en caso de conflictos. Existen misiles intercontinentales para hacer daño sin necesidad de poner pie en territorio enemigo, aviones, drones, etc. A pesar de esa realidad se siguen recitando como letanías los versículos de Halford John Mackinder:
«Quien domine Europa oriental, gobernará el corazón continental. Quien domine el corazón continental, gobernará la Isla Mundial, y quien domine la Isla Mundial, gobernará el mundo.»
La teoría de Mackinder no constituye ni el origen ni la trama de ninguna categoría científica, como dice Rodríguez Pardo, sino que es una construcción ad hoc propia de la época eduardiana. No hace falta gobernar ningún corazón continental, basta con ahogar económicamente de manera efectiva a otro Estado. Así lo ha demostrado George Kennan con su teoría de la contención, dando vuelta a la teoría de Mackinder.
La ocupación militar de un territorio constituye un gasto enorme en lo económico y en vidas humanas que se debe evitar, léase Afganistán para los soviéticos y norteamericanos, lo mismo se puede decir de Irak. Nadie domina completamente el mundo, lo que hay son imperios que pueden direccionar o dominar parte del mundo y ponerlos como parte de sus planes y programas.
Para alcanzar esa posición no solo basta la voluntad o el deseo, es necesario contar con un desarrollo real, científico, tecnológico, económico y militar. Seguir creyendo que la geopolítica sigue siendo la piedra filosofal para entender y analizar y desarrollar la política internacional, es un error, los que creen eso están en la misma postura de aquellos que se plantaron a la espera del enemigo en la línea Maginot, con su táctica de trincheras, mientras la Blitzkrieg los pasaba por arriba.
Resurgimiento de la geopolítica
El término geopolítica ya tuvo su reaparición en la vida pública en los años 70, pero sobre todo en los 80, cuando un gran número de historiadores, politólogos, geógrafos, militares, estudiosos de las relaciones internacionales sostuvieron o afirmaban que la «geopolítica» aportaba un enfoque científico muy original.
Hay que reconocer que el nuevo advenimiento de la llamada geopolítica se debe en gran medida a la existencia de revistas de política que han mantenido el interés por la geopolítica a través del tiempo. Para poner algunos ejemplos, se puede citar el éxito editorial del «Atlas stratégique. Géopolitique des rapports de forces dans le monde.», de Gerard Chaliand y Jean Pierre Rageau, con cuatro ediciones en diez años y varias traducciones, nos revela el interés del público.
El enorme predicamento que tienen las revistas especializadas en geopolítica como la británica «Political Geography» (1982-1992), «Political Geography Quarterly», dirigida por Peter J. Taylor, uno de los geógrafos políticos con gran predicamento. La revista francesa «Hérodote», en la que un grupo de geógrafos y otros científicos sociales, encabezado por Yves Lacoste, en 1976, se unieron para dar una visión amplia de la realidad geopolítica con una concepción nueva y global de los problemas y situaciones geopolíticas.
La revista italiana «Limes», dirigida por dos conocidos especialistas, el italiano Luca Caracciolo y el francés Michel Korinman. Y los artículos de análisis geopolíticos que aparecían y aparecen en los periódicos más importantes del mundo. En Estados Unidos hay muchas revistas que siguen publicando de manera permanente artículos de corte geopolítico.
A propósito de Yves Lacoste y su preocupación por la geopolítica, a sus numerosos libros vino a sumarse, en colaboración con más de cincuenta especialistas de diversas disciplinas, un Diccionario. Un diccionario que explica tanto las situaciones como ideas geopolíticas, su tratamiento temático es muy completo. No solamente abarca las relaciones interestatales, ya sea a escala planetaria, ya sea la de los grandes conjuntos geopolíticos, esto es, la geopolítica del sistema político cerrado del que hablara Halford John Mackinder (1904).
También abarca las características, los conflictos y los problemas propios de los Estados desde el punto de vista de las rivalidades, de todo tipo, entre los distintos poderes que coexisten en el seno de un mismo Estado. Es decir, como dijo Lacoste: «la geopolítica externa y la geopolítica interna».
Existe un consenso general en considerar a la «geopolítica» como una disciplina que estudia y analiza el impacto que tiene sobre las sociedades políticas, la geografía. También, «geopolítica» se entiende aun en la actualidad como sinónimo de «geografía política»: la disciplina que estudia cómo se dispone del espacio y qué impacto tiene este desde un punto de vista político, es decir, de un Estado.
Para decir de otro modo, abarca el estudio de las fronteras (capa cortical) y los recursos naturales (capa basal) para las relaciones exteriores de un Estado. En este sentido, los geopolíticos, buscaron vincularse con los gobiernos, como asesores, para influir en la toma de decisiones y la elaboración de estrategias políticas.
Pero continúan apareciendo otras significaciones de la geopolítica, algunos creen que esta disciplina es la visión a través de la cual un Estado ve el mundo, y el impacto que pueden generar sus acciones y estrategias. También la geopolítica haría referencia a las teorías que se elaboran para entender el mundo, entrelazando la geografía con la política. Por ejemplo, la teoría del Heartland, de Halford Mackinder, que divide el mundo en zonas, siendo el área pivote o Heartland la que se debe controlar para dominar el mundo.
Quien se dedique a investigar el intrusismo, o el grosero desplazamiento de la geopolítica sobre otras disciplinas, que trata de absorber a la Política misma, se encontrará con la geopolítica de la estratosfera, del agua, del aire, de la psicología, y llegando a niveles de delirio como la geopolítica del buceo.
No niego la existencia de la geopolítica (error de José Ramón Bravo García), lo que denuncio es esta perversión de tratar de absorber todo. Lo que me lleva recordar lo que Gustavo Bueno Martínez contaba sobre el premio nobel de Fisiología y Medicina, Severo Ochoa, quien sostenía que «todo es química», algo que parece que los seguidores de Bueno olvidan. Hace años, leí en el periódico El Confidencial, un artículo firmado por el periodista Carlos Sánchez, cuyo título decía: «La geopolítica del 5G se estrena con Huawei: la guerra del siglo XXI».
Al empezar el desarrollo de su columna, el periodista expresa lo siguiente: «No es una guerra comercial, es tecnológica. La ‘operación Huawei’ esconde la lucha por el control de las cadenas globales de valor a través de la tecnología de última generación.» ¿Entonces, es tecnopolítica o geopolítica? Confundir la tecnología con lo geográfico nos indica que algo no anda bien. Aplicar el rótulo geopolítico a cualquier hecho político es un abuso nematológico.
Ciertas disciplinas en su afán de buscar un lugar bajo el sol invaden campos de otras disciplinas, y en este caso como si todo estuviera conectado y dependiente de lo geográfico. La geopolítica en una explicación superficial desde las coordenadas del materialismo filosófico (no confundir con el materialismo histórico), sería una disciplina técnico-tecnológica y política encargada del análisis, elaboración de planes y programas, desde el punto de vista geográfico.
Siguiendo la página Filosofia.org., nos vamos a encontrar lo siguiente:
Geopolítica
“Teoría” seudocientífica y reaccionaria que trata de justificar la política exterior imperialista invocando factores geográficos. La geopolítica pretende que la situación geográfica de las potencias imperialistas exige la extensión de las fronteras y la conquista del “espacio vital” a expensas de otros países. En su base se halla la tesis profundamente anticientífica de la influencia determinante del medio geográfico (ver) sobre el desarrollo de la sociedad. El marxismo enseña que el medio geográfico no puede ser la causa principal del desarrollo social. Es claro pues, que la política exterior de un estado, que cambia radicalmente tal como lo prueba la historia, conjuntamente con los cambios de régimen económico y social, no puede ser en absoluto consecuencia de las modificaciones muy lentas que sufren las condiciones geográficas. La geopolítica es fruto del capitalismo monopolista con sus tendencias a realizar el máximo de beneficios.
El término “geopolítica” fue dado a conocer por el teórico pangermánico sueco Kjellen durante la primera guerra mundial. Pero las tentativas de demostrar el determinismo geográfico de la política de expansión y de agresión, se habían manifestado ya en los albores del imperialismo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, en los Estados Unidos, en Alemania y en Inglaterra. Esas “ideas” eran propagadas en Alemania por Ratzel, fundador de la geografía política burguesa, en Inglaterra por el geógrafo reaccionario Mackinder y en los Estados Unidos por el belicista Mahan. Del mismo modo que la teoría racista con la que se relaciona estrechamente la geopolítica constituía una de las piedras angulares de la “ideología” de los bandidos hitlerianos que soñaban con el dominio mundial. La variante japonesa de esta teoría es la famosa doctrina de las “esferas de prosperidad mutua” que reivindica la conquista de toda Asia por los militaristas japoneses. Después de la quiebra de la “ideología” hitleriana, la geopolítica se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de la ideología de los imperialistas contemporáneos.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:219
Geopolítica
Teoría que pretende justificar con referencias a los datos de la geografía económica y política, distintas formas de expansión imperialista. Desde el punto teórico, constituye una de las variedades modernas del fetichismo burgués. Las propiedades específicas que el espacio geográfico adquiere tan sólo en calidad de elemento de la política económica se presentan como propiedades de la misma Tierra. La geopolítica surge antes de la Primera Guerra Mundial: el geógrafo alemán Friedrich Ratzel, que veía los Estados como organismos que luchan por el “espacio vital”; los defensores de la expansión imperialista como Halford Mackinder (Inglaterra) y el almirante Alfred Mahan (Estados Unidos). El término de “geopolítica” fue introducido por el sueco Rudolf Kjellén, dedicado al estudio de la teoría del Estado. En su obra El Estado como forma de vida presentó como legítima la concepción imperialista del espacio geográfico fundándose para ello en el malthusianismo y en el darwinismo social. En los años de 1923-27, el círculo constituido en torno a la revista Geopolítica proclama la geopolítica como ciencia especial, distinta de la geografía política en el sentido corriente de la palabra. Los dirigentes de dicho círculo, Karl Haushofer y E. Obst pusieron sin rodeos la geopolítica al servicio de la ideología nazi. Después de la segunda guerra mundial, la geopolítica sigue desarrollándose en los Estados Unidos (Nicholas Spykman y otros), en el Canadá (Greenwood) y, sobre todo, en la República Federal de Alemania (K. Schmitt, Hans Grimm, A. Hettner, Adolf Grabowsky y otros). En la actualidad, la geopolítica ve como su tarea central la de fundamentar la necesidad de las uniones y bloques imperialistas interestatales, la de demostrar que están geográficamente condicionadas las contradicciones entre el Oriente comunista y el Occidente burgués (tipos “continental” y “marítimo” de civilización). Al lado de los anteriores argumentos malthusianistas, la geopolítica esgrime hoy ampliamente argumentos de la psicología de la cultura, así como de la historia comparada de esta última. En las concepciones geopolíticas contemporáneas desempeña un gran papel el denominado “enfoque global de la geografía política” como regla que refleja las pretensiones del imperialismo a la hegemonía mundial.
Diccionario filosófico · 1965:203
Geopolítica
(gr. ge: Tierra, y politike): concepción burguesa que trata de justificar las diversas formas de expansión imperialista con alegaciones desvirtuadas a los datos de la geografía económica y política. Desde el punto de vista teórico, es una de las variedades modernas del fetichismo burgués. Se hacen pasar por propiedades de la Tierra misma las propiedades específicas que el espacio geográfico adquiere tan sólo en virtud de ser elemento de la política económica. La geopolítica surge en vísperas de la primera guerra mundial; el geógrafo alemán F. Ratzel enfocaba los Estados como organismos en lucha por el “espacio vital”; defendían la expansión imperialista H. Mackinder (Inglaterra) y el almirante A. Mahan (EE. UU.). El concepto mismo de Geopolítica lo empleó por primera vez el jurista sueco R. Kjellén. En su obra El Estado como forma de vida trataba de fundamentar la legitimidad del enfoque imperialista del espacio geográfico con los argumentos del malthusianismo y el social-darwinismo. En 1923-27, un círculo agrupado en torno a la revista alemana Geopolítica, proclama la geopolítica como ciencia específica, diferente de la geografía política común. Los dirigentes de este círculo –K. Haushofer y E. Obst– pusieron abiertamente la geopolítica al servicio de la ideología nazi. Después de la segunda guerra mundial se sigue elaborando la geopolítica en EE. UU. y Canadá (C. Schmitt, H. Grimm, A. Hettner, A. Grabowski y otros). Hoy, la geopolítica ve su tarea central en fundamentar la necesidad de las agrupaciones y bloques imperialistas interestatales y en demostrar el condicionamiento geográfico de la contraposición entre Este y Oeste (tipos “continental” y “marítimo” de civilización). Además de los anteriores argumentos malthusianos, la geopolítica utiliza ampliamente hoy los razonamientos de la psicología cultural y la historia comparativa de la cultura. En las concepciones geopolíticas modernas desempeña un gran papel el denominado “enfoque global de la geografía política” que, por lo común, refleja las pretensiones del imperialismo a la dominación mundial.
Diccionario de filosofía · 1984:195-196
Alfred W. McCoy, un hombre de la vieja izquierda, al menos hasta hace un tiempo era colaborador habitual de TomDispatch, ocupaba la cátedra Harrington de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison. Era el editor de Endless Empire: Spain’s Retreat, Europe’s Eclipse, America’s Decline y el autor de Policing America’s Empire: The United States, the Philippines, and the Rise of the Surveillance State, entre otras obras.
Todos sus artículos apuntan en la misma dirección, es un clásico hablar de la decadencia o fin de los Estados Unidos, estas profecías McCoyianas tienen tanta credibilidad como las profecías de los Testigos de Jehová. Veamos lo que dice sobre la geopolítica.
“Incluso para los más grandes imperios la geografía es a menudo destino. Sin embargo, esto no se lo enseñarán en Washington. Las elites políticas, de seguridad nacional y de política exterior estadounidenses siguen ignorando los fundamentos de la geopolítica que han conformado el destino de los imperios mundiales en los últimos 500 años. En consecuencia, no han entendido el sentido y la importancia de los rápidos cambios globales que se han producido en Eurasia y que están socavando la ambiciosa estrategia de Washington para dominar el mundo de las últimas siete décadas.”
“A quienes señalan la emergente economía de Beijing y proclaman este “el siglo chino”, Nye les ofreció un listado de inconvenientes: la renta per cápita de China “tardará décadas (si es que lo logra) en alcanzar” la de Estados Unidos; de manera miope, ha “enfocado sus políticas principalmente en su región”; no ha “desarrollado ninguna capacidad significativa para la proyección de la fuerza global”. Sobre todo, declaró Nye, China sufre “desventajas geopolíticas en el equilibrio de poder dentro de Asia, si se compara con Estados Unidos”. O dicho de otro modo (y en esto Nye es representativo de todo un mundo de pensamiento en Washington): con más aliados, barcos, combatientes, misiles, dinero, patentes y películas taquilleras que ninguna otra potencia, Washington gana definitivamente.”
“Con unos consagrados visionarios en Washington tan sorprendentemente obtusos en cuestiones de geopolítica, quizá haya llegado el momento de volver a los principios básicos. Eso significa regresar al texto fundacional de la geopolítica moderna, el cual sigue siendo una guía indispensable pese a haber sido publicado en una oscura revista de geografía británica hace más de un siglo.”
Sir Halford inventa la geopolítica. En una fría tarde londinense de enero de 1904, Sir Halford Mackinder, el director de la London School of Economics, “cautivó” a las personas reunidas en el auditorio de la Real Sociedad Geográfica (Londres) en [el número 1 de] Savile Row, mientras pronunciaba una conferencia con el atrevido título “The Geographical Pivot of History” [“El pivote geográfico de la historia”]. Esta conferencia evidenció, a decir del presidente de la institución, “una brillantez descriptiva […] rara vez igualada en esta sala”. Mackinder sostuvo que el futuro del poder mundial no radicaba, como imaginaba la mayoría de los británicos, en controlar las vías marítimas mundiales sino una vasta masa de tierra que él denominó “Euro-Asia”. Apartando la atención de Estados Unidos para colocar a Asia Central en el epicentro del globo, e inclinando a continuación el eje de la Tierra un poquito más hacia el norte de lo que lo hace la proyección de Mercator, Mackinder redibujó y, por lo tanto, reconceptualizó la cartografía mundial.
“Mackinder no solo expresó una visión del mundo que influiría en la política exterior británica durante varias décadas, sino que en aquel momento acababa de crear la ciencia moderna de la “geopolítica”: el estudio de cómo la geografía, bajo determinadas circunstancias, puede conformar el destino de pueblos, naciones e imperios enteros.” A. McCoy
Alfred McCoy, dice que Halford Mackinder, «acababa de crear la ciencia moderna de la geopolítica», allá él. En el ámbito de la gnoseología, un principio sería la multiplicidad irreductible de las ciencias (la idea de una teoría del Todo es tan metafísica como la del acto puro) y un teorema sería el origen técnico de las ciencias, las ciencias no provienen de «la pregunta por el ser de las cosas», sino de técnicas subordinadas a fines mucho más prosaicos, por ejemplo, la geometría proviene de la agrimensura.
Algunas ciencias, como la economía o la sociología, y ni que hablar de la geopolítica, en el mejor de los casos, si fuera una disciplina científica, tienen todavía hoy un carácter puramente práctico y cabe la duda razonable de si alguna vez dejarán de hacerlo en la medida en que versan sobre las operaciones de sujetos tradicionalmente definidos por su voluntad y conciencia.
En la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno esto se recoge en la distinción entre metodologías α-operatorias, propias de aquellas ciencias que producen teoremas mediante la cancelación y segregación de las operaciones del sujeto, y las metodologías β-operatorias, que como mucho producen silogismos prácticos en la medida en que no cancelan ni segregan las operaciones del sujeto.
El marxismo es un determinismo histórico, eso explica esa creencia que tiene Alfred McCoy, un determinismo que no tiene absolutamente nada de científico, y que lo pone a la par de los militantes coránicos del Estado Islámico. McCoy, plantado junto a H. Mackinder pretende hacer válida su tesis. Mackinder escribió y analizó sobre la geopolítica en un tiempo distinto, un tiempo para Mackinder lleno de admiración por la creciente Rusia, con una capacidad cognoscitiva distinta, científica y tecnológica.
McCoy ignora olímpicamente que en los tiempos actuales existen otro tipo de guerras que van más allá de lo terrestre, como la utilización de satélites espaciales y de drones que sirven para anular ataques misilisticos nunca antes imaginados, como para seguir aferrados a una burda concepción determinista. Un ejemplo es la «ciberpolítica» que provoca daños iguales o superiores a un bombardeo clásico.
Desde hace un tiempo estuve siguiendo con mucha atención artículos relacionados con la geografía, a raíz del libro publicado de Horacio Capel: «Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea». El Profesor Marcelino Suárez Ardura dice acerca de este libro.
“Acaso sea posible encontrar un precedente de esta interpretación de la evolución de la Geografía en términos dicotómicos en el análisis que Manuel de Terán llevó a cabo en 1957 sobre la controversia entre el determinismo y el posibilismo. Manuel de Terán repasaba la polémica entre los defensores del determinismo y los defensores del posibilismo y, aunque suponía que era una batalla zanjada a favor del posibilismo, no dejaba de reconocer que el «viejo determinismo» no había muerto, pues aún perduraban –decía– determinados «resabios deterministas». En cierta manera, estaba reconociendo la existencia de pulsaciones del determinismo físico en un contexto, al parecer, de pax posibilista; lo que era suficiente para justificar el repaso de los principales argumentos en liza. Terán planteaba su trabajo, así, a la escala de lo que, desde la teoría del cierre categorial, denominamos el eje pragmático de una ciencia.
El artículo de Manuel de Terán presenta la polémica entre deterministas y antideterministas como un debate en el seno de la Geografía humana, pero con numerosos precedentes pregeográficos, a saber: por el lado del determinismo cabría mencionar a Heródoto, Hipócrates, Platón, Aristóteles, Estrabón, Eratóstenes, Ptolomeo, Tucídides, Polibio, Plutarco, Lucrecio, Bodín, Montesquieu, Taine, Buckle y Herder; por el lado del posibilismo, a Buffon y Kant.
Para Terán, el determinismo geográfico, como forma específica del determinismo «supone que la libertad del hombre se halla condicionada y dirigida, en grado de mayor o menor necesidad y coacción, por los factores del medio físico; que estos factores ejercen un influjo directo sobre la constitución física y moral del hombre individual y social; que toda la actividad humana y el resultado de esa actividad acusa la impronta de estos mismos factores; que todos los hechos de la Geografía humana (distribución y movimiento de población, formas de poblamiento rural y urbano, modos de vida, estilos de organización regional del espacio y del paisaje humanizado) pueden ser explicados en virtud de la eficacia de los factores naturales; que en Geografía humana rige una regularidad causal, una relación necesaria de causas naturales y efectos humanos.»
Este tipo de determinismo, en rigor, habría sido ajeno al campo de la Geografía humana. Pero en el siglo XIX, la polémica se habría hecho más sistemática como consecuencia de la influencia de distintas corrientes filosóficas y científicas (positivismo, materialismo, darwinismo, lamarckismo, ecología). Para Terán, los padres de la Geografía (Ratzel y Vidal de la Blache) habrían mantenido posiciones intermedias (menos rígidas de lo que, posteriormente, habrían entendido algunos discípulos –respectivamente, Semple y Le Lannou, por citar dos ejemplos–).
Frente al determinismo geográfico, Terán contradistingue al posibilismo: «el posibilismo renuncia al riguroso encadenamiento causal, que aquél supone anudado entre los factores físicos y los fenómenos humanos; el medio físico no es una constante absoluta, fiel a la repetición inmutable de unos mismos dictados; no existe predestinación geográfica ni predicción, no existen comarcas o formas del paisaje natural destinadas a producir o albergar unas mismas formas de humanidad; el medio físico no es una causa necesaria, sino contingente; no tiene un valor absoluto, sino relativo, es sólo pura posibilidad o posibilidades, cuya actualización depende esencialmente del hombre, de su libertad para elegir entre una y otra posibilidad, de acuerdo con las características de su temperamento y mentalidad, circunstancia histórico–cultural en que su vida se mueve, disponibilidades técnicas e instrumentales, repertorio de ideas, creencias y fines que integran el armazón de su cultura.»
Desde nuestra perspectiva, sin negar un papel central a los dialogismos, como partes del eje pragmático, en el seno de las ciencias, suponemos que se hace necesario introducir los componentes sintácticos y semánticos sin los cuales la polémica (los dialogismos) carecería de sentido. Concediendo ex hypóthesi que la Geografía humana sea una ciencia (una ciencia humana), la dialéctica entre el determinismo y el posibilismo debería entenderse como un proceso interno al campo de la geografía, dado en el momento de las operaciones. El determinismo habría que verlo, entonces, como el proceso operatorio según el cual se tendería a eliminar las operaciones del sujeto gnoseológico (el geógrafo) regresando a contextos gnoseológicos anteriores –independientes de las operaciones humanas–, físicos (geomorfológicos), meteorológicos, edafológicos o bioquímicos (alimentación).
El posibilismo, con su insistencia en la libertad de elección humana, reconoce la necesaria recurrencia de las operaciones como factores explicativos inmanentes al campo de la Geografía humana. Consecuentemente, desde la perspectiva de la teoría del cierre categorial, cabría dudar de la adecuación de la interpretación ofrecida por el mismo Manuel de Terán en el sentido de ver al posibilismo como un antideterminismo; más ajustado parecería interpretar el debate como la oposición entre dos determinismos contradistintos. Así mismo, ni siquiera el probabilismo podría ser entendido como un término medio entre el determinismo y el posibilismo, pues también cabría interpretarlo como una suerte de determinismo en un contexto genérico de eliminación de operaciones.
«Concepción lisológica de la geografía». Marcelino Suárez Ardura.
La ciberpolítica
La «ciberpolítica», ciber es un prefijo que precede al término política, es empleado para analizar el uso de Internet en la actividad política. También abarca todas las formas del software social, lo que incluye periodismo, búsqueda de fondos, uso de blogs, construcción de organizaciones. La ciberpolítica es la acción o las actividades que realizan los sujetos cibernéticos en el ciberespacio.
No es la negación de la política, pero sí una manera distinta de intervenir en la política. En esta forma no existen las reuniones de comités de partidos, son las redes sociales en donde se hacen y deshacen las agendas políticas, y se implementan acciones que afectan a la vida de los Estados.
Mientras Putin vive en las guerras del pasado, y desconoce la presencia de actores no estatales, como Jack Sweeney. Un joven estudiante de 19 años de la Universidad de Florida Central, que con un ordenador y acceso a internet creó una cuenta de Twitter – @RUOligarchJets, o Jets del Oligarca Ruso, que rastrea los jets privados de los multimillonarios rusos cercanos a Putin.
La cuenta de Sweeney consiguió 53.000 seguidores en sólo unos días, y en unas semanas superó el medio millón de seguidores, un solo individuo puede poner en jaque a los compinches amigos de Putin. Pero no es solo Jack Sweeney el que realiza este tipo de servicios. Un breve video en línea que muestra a soldados rusos disparando contra civiles o a un centro de energía nuclear, y que después sea publicado ese video en su cuenta de Facebook.
Luego los empleados de una fábrica se lo reenvían a sus jefes, al dueño de la empresa, o entre en slack, para expresarle que tomen una postura o se quedaran sin empleados y sin clientes, esto es tan efectivo como mandar misiles.
Desde hace más de seis décadas se vino desarrollando un programa militar, el más ambicioso desde la era nuclear. Expertos del Pentágono y la CIA estuvieron trabajando en desarrollar armas informáticas para la ciberguerra, para desmantelar las defensas enemigas, convertir en un caos las comunicaciones o enviar información falsa a los ordenadores enemigos.
Desde entonces, científicos e ingenieros, trabajan en el diseño de virus informáticos y programas de acceso a las comunicaciones enemigas. Estos cibersoldados pueden desarticular baterías antiaéreas minutos antes de un ataque, dejar sin comunicación a poblaciones enteras de cualquier lugar del mundo. Los efectos sobre instrumentos de precisión pueden ser tan letales como las armas químicas.
Pero para esto es necesario que el enemigo posea sistemas de comunicaciones para infiltrarse, en el caso de Afganistán, al ser un país con escasa desarrollo tecnológico, los hackers no pudieron ser útiles para luchar contra los talibanes. La primera acción concreta de los Estados Unidos en el ciberespacio fue en 1999, contra el entonces presidente yugoslavo Slobodan Milosevic. Los expertos militares penetraron en las redes de computación de Serbia durante el bombardeo de la OTAN en Kosovo.
Las primeras ciberarmas fueron utilizadas durante la guerra del Golfo. Se especula que uno de los escenarios de ensayo, pero sin ser contendiente, fue el conflicto nuclear entra la India y Pakistán. Las primeras armas electrónicas empezaron con los inofensivos correos electrónicos enviados desde los Estados Unidos a los ordenadores del más alto nivel de Irak.
Estos emails buscaban colapsar las redes de datos, otras contenían propagandas contra Sadam Husein y llegaban al corazón del régimen. El asalto militar convencional fue acompañado del asalto informático. George W. Bush en julio de 2002, en un documento firmado por él, sentaba las bases para el uso de la informática en los próximos conflictos de los Estados Unidos. La Directiva establecía qué tipo de ataques informáticos se podían realizar, quién los autoriza y contra qué objetivos.
La ciberguerra busca acabar la capacidad de comunicaciones y el control de mando del enemigo, atacando objetivos militares o civiles, el uso de un determinado virus puede paralizar y averiar sistemas militares. El daño puede ir desde el simple robo de información al control directo sobre ordenadores claves.
Además de los virus, otra arma fue la llamada bomba lógica, que se activa luego de transcurrido un tiempo tras su instalación. Un ejemplo de esta arma es la fecha de caducidad de las demostraciones gratuitas de programas, que llevan dentro un comando que las bloquea, por ejemplo, a los 30 días. Esta bomba lógica puede también ser activada a distancia.
En el inicio del desarrollo de las armas cibernéticas, se hablaba del ejemplo ficticio de la impresora manchuria: un equipo electrónico cualquiera (como una impresora) vendido a un país extranjero con un comando de autodestrucción en su interior. Una vez instalado y funcionando, bastaba con que el fabricante enviara una orden para que se active ese comando. Para cualquier ciberataque es necesario la conexión, una vez que alguien se conecta a Internet a través de una línea telefónica comienza a ser un blanco potencial.
Los Estados de cierta importancia tienen sus centros cibernéticos, de ciberguerra, de defensa y ataque, enfrentando a los hackers de otros Estados. Pero lo novedoso, y que la guerra en Ucrania ha puesto de manifiesto, es la toma de partido que hicieron los hackers nucleados en torno a Anonymous, en contra de Rusia. Estos penetraron en el Banco Central ruso vaciando toda su información. Carecen de un jefe, la jefatura es temporal, lo que dura un objetivo y luego la emprenden con otro.
El anarquismo es la ideología dominante entre los hackers, no actúan en un solo Estado, y no responden a las órdenes de ningún presidente. Usan instrumentos, medios, y herramientas digitales para influir en los valores, preferencias y afinidades asociadas con la esfera política.
Los jerarcas rusos, no tuvieron en cuenta el poder de los actores no estatales. Como sucede en Rusia y en el oriente en general, con excepciones como Japón, que se occidentalizó forzosamente durante la dinastía Meiji. En ese mundo no existe la capa conjuntiva ascendente, (mal llamada sociedad civil). No tienen existencia porque tradicionalmente fueron reprimidos por la fuerza. En Rusia como en China, los medios de comunicación, asociaciones, think tanks o multinacionales suelen estar bajo el control estatal.
Grandes empresas como Inditex, BP o Airbus deciden, de manera unilateral y sin ser presionadas por sus gobiernos, salir de Rusia donde ven peligrar su negocio y su reputación, y no quieren estar ligados a regímenes autoritarios. La guerra de Ucrania no solo se juega en el campo de batalla, ni puede explicarse en un tablero con un mapa extendido, lleno de tanques, soldados, barcos y aviones, a la antigua. ¿Que nos puede decir de esto la geopolítica, o lo geo? Nada, a menos que crean que todo está conectado con todo y sigan en el abuso interdisciplinar.
La narcopolítica
La «narcopolítica», hace referencia a la implicación de algunos estamentos del Estado, ya sea en la producción, distribución o comercialización de estupefacientes. Esta denominación, narcopolítica, es una importante herramienta para analizar el contubernio de la política (los políticos), y el mundo de las drogas.
Una óptica importante, siempre y cuando no se caiga en el abuso que se hacen con otros rótulos, como sucede con el uso de la denominación «geopolítica», con la que tratan de menoscabar o minimizar la política, como si la política fuese un simple apéndice de la geografía. Pero un «narco-Estado» es diferente, puesto que se trata de un Estado que pone al servicio de la producción y el tráfico de estupefacientes a las tres capas del poder político. La capa conjuntiva, la cortical y la basal, y muy pocas veces sucedió en la historia.
Por ejemplo, el 17 de julio de 1980, estalló un golpe militar en la ciudad de Trinidad, departamento del Beni (Bolivia), encabezado por el general Luis García Meza, y el coronel Arce Gómez, con la apoyatura logística de Klaus Altmann (a la postre se sabría que su nombre verdadero era Klaus Barbie, un criminal de guerra nazi) que luego sería extraditado y moriría en prisión, y el inestimable apoyo económico de Roberto Suárez Gómez, dando lugar a un verdadero «narco-estado».
La demopolítica
El factor demopolítico es importante para analizar el crecimiento demográfico y su influencia en la política estatal y global. La demopolítica es una disciplina tan válida como cualquier otra, en este caso, para analizar el impacto demográfico en un Estado o en el resto del mundo.
Cuando las economías avanzan en su proceso de modernización disfrutan del llamado «dividendo demográfico». El proceso de urbanización se alimenta del flujo migratorio campo-ciudad, los migrantes acceden a mejor educación y mejores condiciones sanitarias, se reducen la cantidad de embarazos y cae la mortalidad infantil, eleva la participación de la mujer en el campo laboral, se alarga la esperanza de vida y la proporción de la edad de trabajar (15-64 años) sobre el total de la población.
Se incrementa el consumo, el ahorro, la inversión, el factor demográfico es un impulso para el crecimiento. A medida que avanzan las economías, llega un momento en que se reduce el dividendo hasta anularlo o convertirlo en una suerte de «impuesto demográfico», es cuando la demografía empieza a ser una carga sobre el crecimiento y la estabilidad social, esto es lo que está ocurriendo en la China actual.
El problema es que hacer con más de 1,350 millones de chinos, que durante el maoísmo comían cuando podían, una vez al día con suerte, pero en la actual china capitalista comen dos o más veces al día. En plena pandemia y ante la falta de alimentos, Xi Jinping ordenó a todos los chinos a comer una vez al día, y los reprimió por mal acostumbrarse a comer más.
Aunque el régimen disfrutó del crecimiento económico, pasó por alto un gran problema, un problema «demopolítico». El factor demográfico que puede beneficiar en algunos momentos y en otros perjudicar. Mao Tse-Tung se jactaba de disponer de cien millones de soldados para enviar al frente de guerra. Pero en la actualidad china tiene una población superior a los 1,350 millones de personas, una gran población y un mercado global que es demasiado pequeño.
La mano de obra china representa el 26% de la población activa mundial. Aunque China ocupara todo el mercado mundial y todos los países industrializados dejaran de exportar, el auge de las exportaciones no se mantendría indefinidamente.
Metapolítica
En el caso de la metapolítica, sus cultores, van más allá de la política al punto de negarla o darla por muerta. El profesor Gustavo Bueno, nos advertía que cuando se habla de Metapolítica se está aludiendo constantemente a la filosofía y el concepto de interdisciplinar, es un concepto positivista.
Lo que no se entiende es que Platón hace Metapolítica desde el principio, en el sentido ontológico, además. No solo porque discute sobre la política y compara distintas doctrinas como la democracia, la aristocracia, etc. Sino que por sobre todo él quiere hacer una nueva sociedad y la Republica es un proyecto metapolítico real para él.
Aristóteles no lo hace, porque sabe que ya todo está hecho. Aristóteles hace filosofía política y Platón Metapolítica. En el fondo la metapolítica es un modo de eludir la filosofía. Todas las ciencias antropológicas van en contra de la filosofía. La interdisciplinaridad supone una perspectiva que no puede ser una disciplina, porque entonces sería reducción de todas a una y entonces eso es filosofía. Ven a la metapolítica como una materia que tiene muchas disciplinas, muchas aristas.
«En consecuencia, tratar de definir a la metapolítica por la filosofía («aunque en una rama todavía inexplorada») resultaba ser algo así como tratar de definir lo oscuro por lo más oscuro. Porque la filosofía, sin adjetivos (tales como filosofía estoica, filosofía idealista, filosofía materialista, filosofía escéptica), es un término lisológico cuya determinación morfológica debe proceder de fuentes distintas a la que pueda representar una analogía de proporcionalidad como la de referencia.
El asunto se agrava cuando quienes están conscientes de la diversidad y heterogeneidad categorial de los contenidos de la «disciplina que se busca» puedan estar involucrados en el término Metapolítica. Se cita, entre tales disciplinas, a la Filosofía (Buela: la metapolítica es una «ciencia multidisciplinaria donde convergen literatura, filosofía, historia, geopolítica, sociología, economía, politología y demás, que va más allá de la política, que la trasciende en el sentido que busca las últimas razones que explican su actuar»). Ahora bien: esta enumeración puede servir, sin duda, para describir los contenidos de una «disciplina académica transversal», de un seminario universitario (a la manera como de describe el tema de un seminario o de un curso rotulado «Ciencias del Mar» citando a la Oceanografía, a la Química, a la Física, a la Zoología, a la Geografía, a la Economía política, &c.).
Pero el concepto de «pluridisciplinariedad» no se reduce a una enumeración empírica de disciplinas que convergen en un «proyecto de investigación», o, dicho en la fórmula de Reichenbach, en «contextos de descubrimiento»; una enumeración empírica de disciplinas es una enumeración confusa que deja en la penumbra la cuestión de los «puntos de intersección» de las diferentes disciplinas cooperantes.
Pero la determinación de ese punto de intersección está en función de una teoría gnoseológica de la ciencia, que suponemos de naturaleza filosófica (es decir, metacientífica). Y esto impide incluir a la filosofía como una «ciencia más» al lado de las otras citadas en la enumeración.
Concluimos: la definición de la metapolítica por la interdisciplinariedad sólo puede tener un alcance tentativo, pragmático administrativo, en contextos de descubrimiento, y no un alcance cuya importancia, en la exploración de los posibles contenidos de la filosofía primera de la política, no queremos subestimar. Lo único que afirmamos es que no tiene un alcance gnoseológico que autorice hablar (en contextos de justificación) de la metapolítica como si fuera una disciplina científica definida morfológicamente, o una realidad también morfológicamente determinada.»
Y más adelante dice Bueno.
«9. Concluimos: el rótulo metapolítica, lejos de contribuir a la definición no sólo de una nueva disciplina (incluso de constituirla) sino también redefinir con mayor profundidad, desde sus fundamentos, a la misma política, se nos manifiesta como un rótulo cuyo papel redefinicional sólo puede ejercitarse cuando presuponemos dada ya una definición de la política, a la manera como la reformulación de la metafísica respecto de la física aristotélica, sólo puede llevarse a cabo presuponiendo una definición estricta de la Física.
Y esto es tanto como denunciar la contradicción, o el círculo vicioso del proyecto de redefinir una disciplina (la política) a partir de un rótulo, metapolítica, que debe presuponer ya dada la definición. Una contradicción (o un círculo vicioso) que cabe también denunciar en el rótulo peripatético «metafísica», en cuando filosofía primera, que se ocupa del Primer Motor eterno del Mundo, en tanto que ahora la Metafísica antecede a la Física que, como filosofía segunda, se ocupa de los movimientos particulares del Mundo, según el antes y el después, impulsados por el Primer Motor eterno.»
«La contradicción implicada en el círculo se desvanece distinguiendo los dos planos consabidos: el plano ontológico de las causas (ordo essendi) y el plano gnoseológico de las razones (ordo cognoscendi). La Metafísica (como Teología) antecede a la Física en el plano ontológico de las causas («el movimiento cósmico es eterno porque el Primer Motor es eterno»), pero la Física antecede a la Metafísica en el plano gnoseológico de las razones («el Primer Motor es eterno por la razón de que aquello que está moviendo es también eterno»).
Diríamos, según esto: la metapolítica antecede a la política en el plano ontológico (porque la política estricta no puede moverse al margen de las causas metapolíticas que impulsan y alientan a la sociedad política); pero la política antecede a la metapolítica en el plano gnoseológico, porque la metapolítica sólo puede definirse desde una concepción precisa de la política.
La paradoja encerrada en el rótulo «metapolítica» podría, en definitiva, formularse de este modo: el rótulo metapolítica, que pretende indicar el ámbito de una nueva disciplina (la «ciencia que se busca», no necesariamente filosófica), sólo alcanza su sentido cuando ya se ha definido la política.»
«No puede esperarse, según esto, que la Metapolítica garantice una profundización, incluso una redefinición de la Política, más allá de la «política de superficie», como tampoco hay que esperar que la Metafísica cósmica garantice una profundización (incluso una redefinición) de la Física, tal que la propia Física no pudiera establecer. El campo de la política, como el campo de la física, si es un campo definido (un campo categorial cerrado), ha de ser definido desde él mismo, lo que no excluye que su alcance se precise desde otros campos externos o colindantes.»
«Lo que sí nos parece seguro es esto: que el proyecto metapolítico, en sí mismo, es confuso y oscuro, por no decir caótico, y, por tanto, vacío. Porque tal proyecto tanto nos conduce a una fundamentación teocrática de la política, como a una fundamentación etológica, o económica, o antropológica. Pero, sobre todo, también nos conduce a la negación absoluta de la política en el «estado final de la Humanidad» (un estado que tal como la dibujan Bakunin, o Marx o Zerzan, habría que considerar metapolítico).»
Gustavo Bueno: En torno al rótulo «Metapolítica».
César Cansino, nació en 1963 en la Ciudad de México, estudió filosofía y política en la UNAM. Fue columnista de La Jornada, Reforma y El Universal. En 1996 fundó en México dos importantes proyectos culturales: el Centro de Estudios de Política Comparada, A.C. y la revista bimestral Metapolítica. Publicó más de 25 libros, fue Profesor del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).
César Cansino se disputa con el argentino Alberto Buela la paternidad de la metapolítica en el continente. Según Mónica Cruz: La idea de Metapolítica nace en México, en 1997, de un grupo de amigos interesados en la discusión de diversos temas relacionados con la teoría política, la filosofía, la cultura y la historia. Fernando Barrientos del Monte hace una dura crítica sobre Cansino.
«Cansino concluye que la ciencia política, para revitalizarse, necesita ir más allá de la multidisciplinariedad (acción de aportar a una disciplina los saberes de otras), y de la interdisciplinariedad (trasladar los métodos de una disciplina a otra), y adoptar la transdisciplinariedad, que es un nivel superior de complementariedad con las otras disciplinas de las ciencias sociales, porque permite la interacción de discursos en términos de lógicas científicas y entre la diversidad de lenguajes y escrituras. Por ello, la ciencia política no sólo debe acercarse de nuevo a la filosofía política, sino también aprovechar el potencial de la literatura para entender lo político».
El mismo Fernando Barrientos del Monte, en «Los desvaríos de un ex-politólogo: César Cansino y La ‘muerte’ de la Ciencia Política», dice:
«Cansino trata de hacer una ‘historia interna de la Ciencia política’, con un conjunto de supuestos que él llama Metapolítica (?), una perspectiva que no tienen ningún respaldo filosófico serio a sus espaldas (sobre todo si tomamos en cuenta que tiene como seis definiciones diferentes). Cansino no dice nada nuevo, el argumento ‘al que llega’ es que la Ciencia política se ha alejado de la Filosofía y la Teoría y en la búsqueda de cientificidad se ha perdido en el dato duro. ¿Menciona el autor estudios de este tipo? No ¿Profundiza y critica agudamente obras que tengan este defecto? No. Solo las menciona de repaso. E incluso aquí merece decir que al autor le falta ponerse al día en materia bibliográfica. […] Si Cansino ha decretado la muerte de la ciencia política, entonces habría que llamarlo ex-politólogo, pues no se puede ser predicador de una iglesia que ya no existe».
Geopolítica
La teoría del «Lebensraum», (espacio vital) abarca las políticas y prácticas de colonización que proliferaron en Alemania desde 1890 hasta la de 1940. El término se popularizó alrededor de 1901. Fue el objetivo político del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), como central del Programa de Septiembre de expansión territorial.
Cuando Hitler llega al poder, el Lebensraum se convierte en el principio ideológico del nazismo y fue la justificación de la expansión territorial alemana en Europa Central y Europa del Este. El Plan General del Este nazi estaba basada en ella. Alemania necesitaba de un Lebensraum para su supervivencia y la población originaria de Centroeuropa y Europa del Este, debía ser retirada mediante deportaciones masivas a Siberia, el exterminio o la esclavitud.
Esa población incluía a polacos, ucranianos, rusos, checos y otras naciones eslavas pero que no eran consideradas arias. El gobierno nazi animó a repoblar estas tierras con colonos alemanes en el nombre del Lebensraum durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler pensaba dominar el mundo con el poder del Lebensraum, sobre todo si era llevado a cabo por una raza superior.
La Alemania nazi también apoyó a las otras naciones del Eje (Tokio, Roma, Berlín) a tener sus propias versiones del Lebensraum, incluido el «spazio vitale» (espacio vital) de la Italia fascista y el «hakkō ichiu» del Imperio de Japón.
El término Lebensraum fue usado por el biólogo alemán Oscar Peschel en su análisis de «El origen de las especies» de Charles Darwin (1859). En 1897 el geógrafo y etnógrafo Friedrich Ratzel, acuñó el término Lebensraum (espacio vital), en su libro «Geografía política», al describir la geografía física como un factor que influye en las actividades humanas en el desarrollo de una sociedad. En 1901 Ratzel se explayó sobre esta tesis en su ensayo titulado «Lebensraum».
Durante la Primera Guerra Mundial, el bloqueo británico comercial a Alemania causó escasez de alimentos en Alemania y los recursos de las colonias africanas de Alemania no pudieron ayudar, esto provocó un aumento del apoyo durante la guerra a un Lebensraum que podría expandir Alemania al este hacia Rusia para lograr el control de los recursos y acabar con la escasez.
En el periodo de entreguerras (1919-1939) los nacionalistas alemanes adoptaron el término Lebensraum para sus políticas por establecer un gobierno imperial colonial alemán como el británico y el francés, y la expansión territorial de los Estados Unidos en el siglo XIX con la doctrina del Destino Manifiesto de 1845. Friedrich Ratzel dijo que el desarrollo de las personas en una sociedad estaba influenciado sobre todo por la situación geográfica (hábitat) y que la sociedad que se adaptase con éxito a un territorio geográfico podría natural y lógicamente expandir las fronteras de su nación a otro territorio.
Además, para resolver el problema de la sobrepoblación, Ratzel sostuvo que el Imperio alemán (1871-1918) requirió colonias en Ultramar a las que los alemanes excedentes pudieran emigrar. Entonces, el concepto metafórico de Friedrich Ratzel de que la sociedad era un organismo (que crecía y se encogía en relación lógica con su Lebensraum «hábitat») demostró ser especialmente influyente en el politólogo y político conservador sueco Johan Rudolf Kjellén (1864–1922) que interpretó esa metáfora biológica como una ley natural geopolítica.
En la monografía política «Schweden: eine Politische monograpie» (1917), Johan Rudolf Kjellén acuñó los términos geopolítica (las condiciones y problemas de un Estado que surge de su territorio geográfico), ecopolítica (los factores económicos que afectan al poder del Estado) y la demopolítica (los problemas sociales que surgen de la composición racial del Estado) para explicar las particularidades políticas que deben considerarse para la administración exitosa y el gobierno de un Estado.
Además, él ejercía una influencia intelectual en los políticos del Imperio alemán, especialmente con El estado como una forma de vida (1916), un libro anterior de ciencias políticas leído por la sociedad alemana de entonces, para la cual el concepto de geopolítica adquirió una definición diferente de la original, de tipo humano y geográfico.
La interpretación geopolítica de Kjellén del concepto del Lebensraum fue adoptada, expandida y adaptada en la política de Alemania por propagandistas del imperialismo como el general militarista Friedrich von Bernhardi (1849–1930) y el geógrafo político y defensor de la geopolítica Karl Ernst Haushofer (1869–1946).
En el libro «Alemania y la próxima guerra» (1911), el general Friedrich von Bernhardi desarrolló el concepto del Lebensraum de Friedrich Ratzel como una lucha racial por el espacio vital; identificó explícitamente a Europa del Este como la fuente de un nuevo hábitat nacional para el pueblo alemán; y dijo que la próxima guerra sería expresamente por adquirir el Lebensraum, para el cumplimiento de la «necesidad biológica» de proteger la supremacía racial alemana.
En la política nacional de la Alemania de Weimar, el uso del concepto geopolítico del Lebensraum se identificó con el geógrafo Karl Ernst Haushofer y su Instituto de Geopolítica, en Münich, en especial por la interpretación nacionalista para vengar la derrota militar en la Primera Guerra Mundial (1914–1918), y revertir lo establecido por el Tratado de Versalles (1919), que redujo a Alemania geográfica, económica y militarmente.
Uno de sus alumnos, Rudolf Hess, transmitió la idea al líder del pequeño partido en el que militaba, Adolf Hitler, quien la recogió y amplió en un libro que el propio Hess le ayudó a redactar mientras ambos estaban en la cárcel en el año 1924. Adolf Hitler dijo que la política nacional socialista (nazi) de la «inevitable expansión» podría ser un remedio a la sobrepoblación, proveer de recursos naturales y elevar el orgullo nacional alemán.
En su libro «Mi Lucha» (1925), Hitler estableció su concepción del Lebensraum como la base filosófica para el Gran Reich Alemán, que estaría destinado a colonizar Europa del Este (sobre todo Ucrania, en la Unión Soviética) y de ese modo resolver el problema de la sobrepoblación, y que los estados europeos debían aceptar esta demanda geopolítica alemana.
El uso nazi del término Lebensraum era explícitamente racial, y se justificaba por el derecho místico de la superioridad racial de los pueblos germánicos para cumplir su destino cultural a expensas de los pueblos racialmente inferiores, como los eslavos de Polonia, Rusia, Ucrania y otras naciones no germánicas de Europa del Este.
Basándose en la interpretación geopolítica del término de Friedrich Ratzel de geografía humana, el régimen nazi (1933-1945) estableció el Lebensraum como la razón nacional de la política exterior que empezó la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939. En un esfuerzo para llevar a cabo el Gran Reich Alemán a expensas de las sociedades de Europa del Este.
Hitler rechazó la restauración de las fronteras anteriores a la Primera Guerra Mundial por considerarlas una medida inadecuada para la supuesta sobrepoblación nacional. Desde este punto de vista, opinaba que las fronteras nacionales eran siempre inacabada y momentánea, y que su rediseño debía continuar hasta conseguir los objetivos políticos de Alemania.
Las ideologías que se encontraban en las raíces de lo establecido por Hitler sobre el modelo del Lebensraum se encontraban en el imperialismo británico del siglo XIX y principios del XX, así como en la política estadounidense del «Destino Manifiesto». Hitler sentía una gran admiración por los Estados Unidos, por la limpieza étnica de los pueblos indígenas que tuvo lugar durante la expansión territorial hacia el oeste.
Hitler creía, que ser una superpotencia como los Estados Unidos o el Reino Unido, Alemania debía de expandir su presencia geopolítica y actuar solo en el interés de los alemanes. También opinaba que Alemania y las naciones europeas dependían demasiado de las políticas comerciales británicas y que la expansión alemana ayudaría a equilibrar el campo de juego industrial y económico entre los alemanes y los británicos.
La ideología de la expansión territorial, en su sentido original del término Lebensraum (hábitat biológico), como lo definió el etnógrafo y geógrafo Friedrich Ratzel, no es racista, pero el nacionalsocialismo lo llevó a esos extremos.
La influencia de las escuelas militares alemanas fue muy grande en algunos países de Iberoamérica, como es el caso de Chile. El general Augusto Pinochet Ugarte, se especializó en geografía militar y geopolítica. Fue miembro de la Sociedad Geográfica de Chile y miembro honorario de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía.
Fue autor de unos ocho libros, entre ellos: «Geografía militar» (1957), «Geopolítica» (1968), «Ensayo de un estudio preliminar de una geopolítica de Chile» (1965). Pinochet, siguiendo criterios geopolíticos de Rudolf Kjellén, que consideraba el Estado como un organismo viviente, acuñó términos como «Estado ameba».
En la década de los 60, surgió una corriente geopolítica llamada «geopolítica crítica». Esta corriente seguía a Michel Foucault. Este filósofo consideraba la geopolítica como un factor de reconstrucción y de transformación global, en especial para los que carecían de poder. La geopolítica era considerada como un discurso que se atenía a la relación entre conocimiento de poder y relaciones sociales y políticas.
Le daba importancia al discurso y a los planes de acción y transformación de los gobernantes e intelectuales. Para él, la dominación elitista estaría siempre presente y debía ser reemplazada con una contraélite política e intelectual.
Podríamos seguir nombrando distintas disciplinas que estudian el Estado, como la tecnopolítica, la teopolítica, y también podemos añadir la vigente «etnopolítica» que enarbola Putin, y le da una enorme importancia a los rusofanos al punto de ser la excusa (entre otras) para invadir Ucrania.
Para decirlo en lenguaje filosófico tomista, el Estado vendría a ser el objeto material, mientras que cada una de las disciplinas que analizan al Estado, incluida la geopolítica, serían el objeto formal, o el punto de vista propio de cada una de estas disciplinas. Por tanto, todas son válidas y están al servicio de la política.
Los Estados no se enfrentan por cuestiones geográficas, se enfrentan por intereses que son muchos más que los geográficos. Hay que terminar con esa patraña omnipotente y omnisciente de la geopolítica, y darle el lugar que le corresponde. La eutaxia de un Estado, el buen gobierno, la duración y la permanencia en el tiempo, y el despliegue, la dialéctica entre ellos, no puede ser encerrada como si fuera un concepto, en una categoría determinada como la geopolítica.
Si partimos del significante «política», en su significado ordinario o vulgar, cuando nos referimos al adjetivo «político» nos referimos a todo lo que tiene que ver con la tecnología o la práctica cotidiana, el día a día, del gobierno y de sus agentes (elecciones parlamentarias, ministros, consejeros, diputados, planes y programas, partidos políticos, etc.).
Pero si anteponemos al término «política» el prefijo «geo» estamos significando, en primer lugar, algo negativo (que la geopolítica no es propiamente la política ordinaria), pero no negativo en sentido absoluto. Con la expresión «geopolítica» nos referimos, ante todo, a aquello que, no siendo política, en sentido ordinario, está sin embargo antes que la política.
Se considera a la geopolítica como una disciplina o como una ciencia, que se ocupa de la interpretación de los envolventes geográficos que tiene que ver con el desarrollo de la política. Cuando algunos de estos ideólogos de la geopolítica se refieren a ella, hablan simultáneamente de dos cosas distintas, la primera lo que llamamos perspectiva gnoseológica y segundo la perspectiva ontológica.
La gnoseológica es la de las ciencias en la política, del conocimiento de la política. Y la ontológica es la acción política. Como dijo Gustavo Bueno; «aquello que dijo Marx en las famosas Tesis de Feuerbach, en las que establece la tan célebre como gratuita tesis según la cual “los filósofos hasta ahora han pretendido conocer el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo”. Transformarlo sería una acción ontológica y conocer el mundo sería gnoseológico.»
Se ha vuelto una pésima e incorrecta costumbre, en el últimas medio siglo, llamar a cualquier asunto político que tenga que ver con los Estados, «geopolítica». Durante la pandemia del COVID-19, leí con asombro un anuncio en el «Diario Perfil» de Buenos Aires, lo siguiente: «Curso en el Diario Perfil -Geopolítica de la pandemia- con el periodista José Natanson. Periodista y politólogo. Director de Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur», es decir, ideológicamente un periodista socialista.
Es común oír a los expertos en política o al hombre ajeno a esos saberes, que el estudio de la política internacional no puede hacerse sin el saber de la geopolítica. Debo confesar, que por razones prácticas antiguamente lo he usado algunas veces, pero no es correcto. Los periodistas y en especial los políticos, hablan o mencionan la palabra mágica «geopolítica» como si todos entendieran de lo que hablan.
En realidad, pocos entienden de que se trata, empezando por quienes la mencionan, justamente lo mencionan para no dar explicación alguna, ya que carecen de una respuesta. Y al preguntar o responder están en la misma situación que San Agustín, quien dijo: «¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.»
Pero ¿Qué es la geopolítica? Según Peter J. Taylor, la geopolítica es el estudio de la distribución geográfica del poder en diferentes países del mundo, y las rivalidades entre las diferentes potencias, económicas, políticas y militares. La crítica a la llamada geopolítica es el uso reduccionista de la geografía, presentada como clave para comprender la Historia universal, y se la entiende como algo pragmático, como un arma política o «Un arma para la guerra» según Yves Lacoste.
Tomando esto de Yves Lacoste, si la geografía es un arma para la guerra, y la filosofía nos dice que la Guerra es Política, por tanto, es un arma política. Y la política no está subordinada a lo geográfico, el carro no va delante del caballo. Un breve dato al margen, el padre de Yves Lacoste era geólogo.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la geopolítica se encontraba devaluada, sobre todo durante la Guerra Fría, pero la geografía o parageografía de los estados mayores, como diría el francés Yves Lacoste, seguía ejerciéndola con todas sus consecuencias. En el periodo de la Guerra Fría (1945-1991) la geopolítica como estrategia de Estados Unidos y la Unión Soviética permaneció activa.
Mejor dicho, aquello que se creía «geopolítico» seguía activo, porque la Política Internacional nunca se detiene. Lo que existía y aún existe es una confusión y una apropiación. Estos planteamientos llamados geopolíticos, siguen siendo deudores de una concepción del Estado, entendida a partir del dualismo sustancializado entre la dicotomía base y superestructura, donde el Estado es visto como un simple «marco» institucional dependiente de otros procesos.
¿Geopolítica o dialéctica de Estados?
El marxista reformista, Santiago Armesilla, en una entrevista en YouTube (no recuerdo exactamente la cita) dijo al hablar sobre política internacional: «geopolítica para algunos y dialéctica de Estados para los seguidores del Materialismo Filosófico». No coincido totalmente con esta afirmación, pero podría acordar según la calificación actual de los que hablan de geopolítica como la política internacional de los Estados, o incluso interna a los Estados (Yves Lacoste).
La dialéctica de Estados y clases, es importante en la filosofía política de Gustavo Bueno, pero creo que no debemos conformarnos con repetir esto como si fuese una eterna letanía. Es necesario hacer una lectura para ir interpretando de acuerdo a nuestro presente en marcha. ¿dialéctica de clases? No la niego, pero su importancia es insignificante.
Eso hay que dejarlo para Santiago Armesilla y otros marxistas reformistas, unos verdaderos idealistas, que siguen soñando con el retorno del marxismo. Pueden escribir 10 tomos sobre las clases sociales pero la clase social no determina el curso de la historia. En tiempos de Rosa Luxemburgo quedó en claro el valor de la clase, justamente, en medio de una dialéctica de imperios. No tiene sentido perder el tiempo argumentado sobre algo que es un anacronismo en estos tiempos.
¿Dialéctica de Estados? Sí, todos los Estados están en una permanente dialéctica, pero no es suficiente. La Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935), que tuvo una enorme repercusión en esa región sudamericana, ni la Guerra del Pacífico entre Chile, Perú y Bolivia (1879-1883), no alteraron el rumbo de la historia. Lo que reorganiza y reconfigura el mundo y que constituye el verdadero motor de la historia es la dialéctica de Imperios.
Sin la idea de Imperio no se puede entender la historia, sobre todo, de los imperios universales, como el imperio español, el primer imperio realmente universal, ni el macedonio de Alejandro ni el romano tuvieron ese alcance. Luego vendrían otros imperios como el soviético, o el estadounidense que ya ha superado la centuria como Imperio y mantiene su flota en distintos mares del mundo, y fue el primero en poner un hombre en la luna y continúa aventurándose más allá.
Ucrania es un pretexto, ni desnazificación ni ampliación de la OTAN, ampliación que se viene dando desde la caída de la URSS, ni la cercanía de misiles. Polonia y otros países ponen a Rusia a tiro de misiles. La invasión rusa a Ucrania, es simplemente una política imperialista de Putin que intenta eliminar la soberanía ucraniana y sumarla al imperio ruso. Pero Ucrania no es un imperio, Ucrania es un doloroso pretexto, el objetivo es el imperio estadounidense, en alianza con los chinos.
Putin lo que busca es un lugar en el mundo, aumentar su fuerza, todo dentro del marco de la dialéctica de imperios, sin la cual no se puede explicar el avance de la historia. A partir de la Primera Guerra Mundial, en un lapso de tiempo entre dos y tres décadas, incluyendo a la Guerra Fría, se vuelven a producir guerras de esa magnitud, guerras imperiales.
Muchas son las alternativas para explicar las relaciones de las sociedades políticas entre sí, desde los Estados realmente existentes. La caída de la Unión Soviética no explica ni falsifica la Historia Universal. Sólo demuestra la inutilidad del materialismo histórico, del comunismo, una vez constatada su modo de producción. Tampoco desde la ideología oficial de la globalización que defiende un mundo donde las fronteras deben desaparecer, y se defiende la interconexión de todo con todo, por medio de artefactos, como los medios de comunicación.
Es desde la dialéctica de Imperios y no desde una simple dialéctica de Estados. Un Estado es anterior al Imperio, todo Estado es un imperio en potencia, pero no todos los Estados llegan a ser imperios, solo unos pocos. No hay necesidad de abusar de rótulos que pretenden absorber la política en la geografía.
Cuando Donald Trump, le plantó cara al imperio depredador chino, o a la globalización económica. A una globalización apátrida que pretende borrar las fronteras nacionales y restarle su soberanía. No lo hizo por ningún imperativo geográfico. Lo que se toma en consideración son las condiciones políticas, socioculturales y económicas tan dispares entre imperios, y entender la relación amigo-enemigo entre Estados.
Personalmente, estas insistencias en imponer ciertos rótulos, no lo considero meros errores, descuidos, corrimientos o deslizamientos sobre otras disciplinas, no es algo extraordinario, sino que es un abuso constante. Y lo más lamentable es que, intelectuales muy doctos en lo suyo, cuando de hablan de política, cualquier hecho de un Estado hacia otro, lo llaman geopolítica de manera inconsciente.
Estados Unidos es el tercer Estado más extenso y poblado de la tierra, es también un Imperio marítimo como lo fueron Roma, Portugal, España o Inglaterra, si fuera cierto que Estados Unidos quiere controlar el área pivote (una teoría política como otras, que ha sido siempre discutible), resultaría curioso, no lo necesita.
Por cierto, la hegemonía imperial mundial (con sus limitaciones) ha sido siempre ejercida por imperios marítimos (los citados como el romano, español, británico o estadounidense) más que los Imperios continentales (Alemania, Rusia o China), no quiero decir que nunca lo puedan lograr, nada está determinado para siempre.
Tampoco digo que Estados Unidos no use su poder para debilitar el poder imperial ruso o chino, pero sería un error tratar de dominar el Área Pivote, un área que les sobrepasa por motivos circulares, radiales y angulares. Ciertamente ese debilitamiento ya lo lograron dos veces de manera temporal, pero no fue aprovechada, primero durante la Guerra Civil rusa que siguió a la revolución de Octubre de 1917, y setenta años después con la caída de la Unión Soviética.
Geopolítica, es un término que surge en el mundo anglosajón y se constituye como una disciplina, que parecía que había encontrado la clave para comprender las agrupaciones supraestatales. Recientemente, otro tipo de conflictos supranacionales es el de las «Civilizaciones» de Samuel Huntington, donde el ideal es el equilibrio entre estas unidades diferentes. La guerra para Huntington es un conflicto entre civilizaciones.
Mas allá de Friedrich List o Friedrich Ratzel, el fundador de la geopolítica es el geógrafo Sir Halford J. Mackinder. En 1904, publicó un artículo «The Geographical Pivot of History», que luego cobraría forma de libro en 1919, publicado bajo el título «Democratic Ideals and Reality». El centro de la Historia Universal para Mackinder, está situado en la región del Asia Central, el corazón del continente euroasiático, llamado también «Continente isla» o «Isla mundial», similar a la ecúmene de Ptolomeo.
Hans Morgenthau, en su obra «Política entre Naciones: la lucha por el poder y la paz» (1948), encontró que, en la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, que el mundo es el resultado de fuerzas inherentes a la naturaleza humana: el miedo (phobos), el interés personal (kerdos) y el honor (doxa). Morgenthau no tiene en cuenta que el sujeto de la Historia, no es el individuo sino el Estado o el Imperio.
En los Estados Unidos antes de aplicarse las ideas de Mackinder, previamente pasó por el filtro del estadounidense Nicholas J. Spykman, quien en su obra «The Geography of Peace», rectifica a Mackinder. Spykman dice, quien tiene el poder no es quien controla la Gran Isla Mundial, la ecúmene, sino el que es capaz de rodearla. Spykman postula su teoría del «anillo continental» (Rindland) y la clave de la Historia Universal son las áreas marginales de Eurasia.
Spykman modifica las letanías de Mackinder, y dice: «Who controls the Rindland rules Eurasia; who rules Eurasia controls the destinies of the World». Esa idea la tomará George Kennan para implementar su estrategia política de la «Contención», sobre la Unión Soviética en la Guerra Fría, que tuvo éxito en el largo plazo.
El almirante Alfred Thayer Mahan, Weiger y Spykman, pertenecientes a la escuela estadounidense, consideran como punto de partida la expansión territorial por vía de la economía de mercado, para obtener el orden universal en compensación a sus sacrificios, sin pasar por alto la fuerza militar que sirve como soporte de garantía y seguridad ante las inversiones del estado norteamericano.
Alfred Thayer Mahan sostiene que la fuerza del poder económico norteamericano se encontraba en la bolsa de valores, el poder marítimo y la política exterior, y que la nación que pretenda conquistar el mundo deberá ser rica. Mahan pretende estudiar seis factores que influyen en el poder marítimo: la posición física, la conformación geográfica, la extensión del territorio, el tamaño de la población, el carácter nacional y el tipo de gobierno.
El geógrafo Halford Mackinder afirmaba que el que domine el corazón central dominará, la isla mundial y así el mundo, además decía que los ciudadanos de un imperio de alcance mundial deberán ser capaces de visualizar las condiciones geográficas y pensar imperialmente, por lo tanto, hacia ese fin debería dirigirse la enseñanza. Nicholas Spykman propone la teoría del Rindland (borde centro orilla) quien domine el Rindland dominará Eurasia y así el mundo.
En realidad, no se trata de quien domine el centro o la orilla, en estos días se está jugando políticamente el dominio de Rusia y China, sobre los Estados Unidos y Europa, o viceversa. Si eso se logra eliminando al oponente dominando el norte, el sur, el este, el oeste, o el centro, poco importa.
La geopolítica, como disciplina, según algunos autores, puede subsumirse en la geografía. Ya que en los orígenes de la geopolítica los principales protagonistas fueron geógrafos. La obra publicada en 1896 por Friedrich Ratzel, se titulaba de «Politische Geographie» (Geografía Política), y eran geógrafos tanto Mackinder, como el propio Karl Ernst Haushofer. El mexicano Leonardo Martín Echevarría, en su libro «Geografía humana» (1948) define a la Geopolítica como «una contemplación parcial y viciosa de la Geografía humana, tergiversada por los geógrafos alemanes».
El brasileño Milton de Almeida Santos (1926-2001), es el geógrafo brasileño más influyente en la Geografía humana desde mediados del pasado siglo. Pero su fama, ha desbordado los límites de las categorías geográficas. En sus principios su obra estuvo centrada en cuestiones de urbanismo en el contexto de desarrollo y subdesarrollo, como en los llamados temas de la «epistemología de la Geografía».
Pero desde finales del siglo pasado, se centró en una teoría del espacio geográfico vinculada a la globalización: «De la totalidad al lugar» (1996), «Metamorfosis del espacio habitado» (1988), «La naturaleza del espacio» (1996), en el 2000 «Por otra globalización: del pensamiento único a la conciencia universal». La globalización, es para Milton de Almeida Santos el tema de la geografía: la idea antigua de ecúmene habría completado su realización en la globalización capitalista.
Marcelino Suárez Ardura, autor de «La filosofía de la geografía», sobre la teoría de la globalización de Milton de Almeida Santos desde los presupuestos del materialismo filosófico, dice:
«La teoría de la Escuela de Filosofía de Oviedo es que una globalización global no es posible; por eso, al estudiar minuciosamente las obras y el pensamiento de Milton, puedo afirmar que la globalización económica que él plantea y el concepto de ‘globalitarismo’ que utiliza, son inconsistentes desde una perspectiva lógico-material”. La línea de pensamiento del filósofo brasileño es “marxista con fenomenología, como la de Jean-Paul Sartre o Maurice Merleau-Ponty”.
Así, su idea de globalización es realmente una “perspectiva antiglobalitaria”, un pensamiento que recogen muchos de los movimientos antiglobalización, los marxistas modernos o los nuevos movimientos sociales que ponen en manos del Estado el poder globalizador y que confían en un cambio que se promueve desde abajo. “Todo en Milton gira en torno a un motor, la lucha de clases”.»
«Pero es justo ese «punto utópico y falto de ideas claras», el que el propio Gustavo Bueno, sentado en las primeras filas durante la conferencia del profesor Marcelino Suárez Ardura, tildó de «peligro» durante el turno de preguntas. «Si los partidos que pueden llegar a gobernar en España cogieran estas ideas como base, sería tremendamente catastrófico», afirmó Bueno.» La Nueva España.
Los geopolíticos actuales
La geopolítica clásica, si se puede decir, al término de la Segunda Guerra Mundial, corrió la suerte de los nazis, pero con su resurgimiento lo que tenemos es una perversión mayor. Tenemos una geopolítica que lo envuelve todo, que se apropia de otras disciplinas. Si accedemos a YouTube, en ese sitio podemos encontrar cientos de videos, con personajes que hablan y «analizan» la situación política de cualquier país, desde lo que llaman la geopolítica.
Existe en castellano o español, el llamado «Radar Geopolítico» en la red. Uno de esos personajes es Alfredo Jalife, mexicano de origen árabe, que esconde (o intenta esconder) su antisemitismo disfrazándolo de antisionismo. Por curiosidad me puse a ver uno de esas disertaciones geopolíticas.
Según Alfredo Jalife, lo importante es tener un método, el suyo sería el análisis multidimensional dialéctico (¿cómo se comerá eso?) pero también hay que ver los cronogramas, porque, según él, no es lo mismo la sincronía que la diacronía. Todo es dinámico, nada es estático. Lo único que le faltaba era citar a Heráclito (panta rei).
Pero sigamos con su análisis geopolítico. Sostiene que la globalización ya estaba muerta el 11 de septiembre. ¿Y eso es el resultado de un análisis geopolítico? El antisemita dice que la globalización es una ideología de dominación y que no es igual al de la Ruta de la seda de los chinos. Aquí, Jalife, ya nos descubre su total ignorancia, desconoce los planes y programas del imperialismo chino.
Dice Jalife, la Unión Soviética tenía una globalización (pero no dice de que tipo y que perseguía), pero su error fue salir de Afganistán. Jalife, no fue un error fue una necesidad, salieron corriendo, a la Unión Soviética ya no le alcanzaba el dinero para solventar dicha aventura, el imperio se caía a pedazos. También mete en la globalización al thatcherismo y al reaganismo, esto es muy típico de él y de los geopolíticos, mesclan todo.
En realidad, según Jalife, la globalización, había empezado con la Ruta de la Seda de hace miles de años. Para Jalife el Consenso de Washington fue una risa, porque allí no había tal consenso, allí te obligaban y que eso forma parte de la globalización. Jalife, nos resultó armonista y buenudo. Según su análisis geopolítico, la globalización entra en caída cuando empiezan a subir los costes, el 11 de septiembre, cuando suceden los atentados «entre comillas» de la Torres Gemelas, ya que sostiene que fue una explosión controlada.
Alfredo Jalife es conspiracionista, la regla más básica, más elemental, dice que todo conspiracionista es necesariamente antisemita, que Jalife sea conspiranoico además de antisemita no es novedad, es una confirmación de la regla. Según él, el primer choque fue a la globalización «financierista» y no económica, que, según él, ya que lo bienes y servicios engloba todo. Y las finanzas están superando las cantidades reales del PIB.
Sostiene que ahora Estados Unidos está imprimiendo dólares con las manos en la cintura. Jalife nos cuenta que China maneja la globalización económica pero no la globalización financiera, parece que se pasó algunas estaciones entre ellas a Hong Kong. También nos descubre que The Economist es un vocero de la globalización, y que la globalización en el 2000 comenzó a estar tocada y no por la guerra comercial.
Alguien debería comentarle sobre un tal Donald Trump y su Make America Great Again, y su enfrentamiento a la globalización. El grave problema de Jalife es, que habla de la globalización, y no dice que entiende por ella. Siguiendo con su disertación geopolítica, dice que si Osama Bin Laden no hubiera existido habría que haberlo inventado. ¿Pero… si el derrumbe de la Torres Gemelas fue una explosión controlada, ¿no?
Siguiendo con la película que nos cuenta el geopolítico Jalife, Dick Cheney invade Afganistán para quedarse con el petróleo ¿? Luego fracasó lo de Irak y como consecuencia viene lo de Lehmann Brothers. Eso ya lo había olfateado, dice Alfredo Jalife, (ya sabemos que es un perro, no hace falta que lo diga Jalife). Lo que mejor maneja Jalife es la teoría del materialismo monista, donde todo está relacionado con todo. Eso lo heredó del marxismo y de su maestro Hosbawn, quien ya había profetizado que habría más Estado y que regresaría el marxismo.
Entre otras cosas hay que hacer notar, que a Jalife le gusta saltar de un tema a otro, de un lugar a otro, ¡total, si todo está conectado con todo! Dice que la OTAN es un invento para meter cuña entre Rusia y Berlín. Cuando Jalife habla de Rusia, en realidad está hablando de la Unión Soviética, por eso él escribía en Mundo Sputnik, un periódico pro-soviético no pro-ruso.
Demás está decir que no sabe que es la OTAN, ni cuando surgió y que fin tenía. También nos habla de Mackinder y lo asocia al pensamiento «geopolítico» ruso, y sostiene que el polaco Brzezinski, es un discípulo de Mackinder y que lo siguió al pie de la letra. Alfredo Jalife, el geopolítico, se declara humanista, y dice que es el mejor modelo para llevar a la humanidad al Bien Común. ¿Qué tipo de Humanismo?
Porque hay para todos los gustos, el existencialismo sartriano se decía humanista. Lo mismo el comunismo, había un humanismo cristiano ¿será un humanismo antisemita? pero antes debería definir que entiende por Humanismo, una idea tan metafísica como esa cosa llamada «Bien Común». Por algo, como él dice, en la UNAM le enseñaron a ser universales.
Como buen humanista se declara pro ONG. ¡Obvio, para eso es humanista! ¿no? Pero, siempre hay un, pero…, resulta que Jalife se cayó del caballo rumbo a Damasco, y dice que las ONGs están financiadas por Soros. Pero si Soros es un humanista globalizador, su padre se inventó el «esperanto» una lengua que debía imponerse a toda la humanidad.
Ustedes se estarán preguntando ¿y eso es geopolítica? Sí, total todo está conectado con todo, mejor dicho, con la geografía. Todo es geografía. A esa ensalada sólo hay que ponerle el rótulo «geopolítica» y ya está.
Con el coronel de Reserva, el español, Pedro Baños Bajo, sucede lo mismo. Como todo militar es amante de la geopolítica, los militares lo traen en su ADN, les encanta esa palabrita. Sino vean cuantos militares escriben artículos sobre geopolítica. Baños estuvo destinado en la División de Asuntos Estratégicos y Seguridad, de la Secretaría General de Política de Defensa, como jefe del Área de Análisis Geopolítico y en 2012 pasó a situación de reserva, y ahora trabaja como analista y como conferenciante autónomo.
En 2017 publicó el libro «Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial». Baños denunció la «hipocresía» de la política internacional en la que considera que «no hay buenos ni malos» y que cada país «busca sus intereses». ¿Y eso es hipócrita? Henry John Temple, 3.er vizconde de Palmerston, también conocido como Lord Palmerston, resume su pragmatismo en la siguiente frase, dicho antes que Disraeli, cronológicamente es anterior:
«No tenemos [Inglaterra] aliados eternos, y no tenemos [Inglaterra] enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos.»
Para llegar a esa conclusión no hace falta la geopolítica. Baños era el candidato del socialista Pedro Sánchez, para la Dirección de Seguridad Nacional de España. Pero su nombramiento fue bloqueado. Según Pedro Baños, sus enemigos se movilizaron y cometieron un asesinato social. Dice el geopolítico:
«Alguien debió de pensar que yo era un peligro. ¿A quién le preocupa al auge de Rusia? A los atlantistas y a los fanáticos de la OTAN. En 1991, había 16 países miembros de la OTAN. Hoy 30. ¿Quién rodea a quién? A la OTAN le viene bien porque es una manera de reinventarse. Y luego está el ámbito Soros. Al igual que Trump, Putin o Bolsonaro quieren crear un nuevo orden neoconservador, él defiende un mundo hiperprogresista. Ambos mundos se juntaron para atacarme.»
Pedro Baños debería saber que Rusia sea importante les preocupa a las potencias en pugna, a menos que crea (según su análisis geopolítico) en el armonismo. Baños se cree que es alguien muy importante. El periodista le pregunta ¿Se siente cómodo defendiendo la Rusia de Putin? Es que eso es mentira, responde. Yo lo que digo es que a Europa le vendría bien un acercamiento financiero y económico con Rusia.
El periodista Nacho Torreblanca, aseguró que su nombramiento iba a causar «una profunda preocupación en la Unión Europea y en la OTAN y poner en cuestión la política exterior del gobierno». El gobierno nombró en su lugar a Miguel Ángel Ballesteros, general de Brigada del Ejército de Tierra.
Pedro Baños Bajo, asegura que fue objeto de «una operación de inteligencia» -en referencia al MI6-. Algunos medios, señalaron al PP y a Ciudadanos como principales actores del derribo por las supuestas posturas prorrusas de Baños. Pero hasta donde se pudo confirmar, la presión principal surgió desde dentro del PSOE. Fue Javier Solana, varias veces ministro, secretario de la OTAN (1995-1999) y jefe de la diplomacia europea (1999-2009), quien frenó el nombramiento de Baños.
En el 2019, la editorial Penguin Random House retiró la traducción inglesa de su primer libro ante las acusaciones de antisemitismo realizadas por el escritor Jeremy Duns. El antisemitismo es un tema muy común compartido por los cultores de la geopolítica. Baños dice, que en esta campaña de desprestigio se les ocurre que mi libro es antisemita por tener un pulpo en la portada y porque cito una vez a Goebbels. Consiguieron prohibirlo. Llama mucho la atención que un país que presume de democracia y de libertad de expresión esté prohibiendo libros en el siglo XXI.
¡Claro, Baños, ¡vía libre al antisemitismo! Otra acusación del que fue objeto el coronel fue por su insinuación de que Israel estuvo implicado de algún modo en la muerte de Kennedy. Eso fue otra estupidez, dice Baños. Yo dije: «Otra de las teorías que hay es que a Israel le interesaba un cambio de presidente. Kennedy se había negado a que Estados Unidos le ayudara a construir la bomba atómica». Y, curiosamente, muere Kennedy, entra Johnson y casi al día siguiente Israel tiene la bomba atómica. Va a haber un momento que no se va a poder hablar de nada. Pero bueno, a mí la lucha me provoca.
Baños opina basado en chimes, total eso es geopolítica, reproducir chismes, citar datos, ninguno geográfico, total que importa. Eso no es una teoría, es un chisme político, en esto se puede ver la seriedad del geopolítico. ¿De dónde saca que una bomba atómica se fabrica de un día para otro? Un académico que no deseaba ser nombrado, para no meterse en polémicas, dijo que «Los libros de Pedro Baños parecen una sucesión de artículos de la Wikipedia», lo cual es totalmente acertado.
Se lo acusa de construir narrativas a partir de datos descontextualizados. Sostienen que su truco consiste en decir obviedades -como que los poderosos controlan a la población- y, al ir a lo concreto y no disponer de información, abrazar las teorías de la conspiración. Pedro Baños dice que su tarea es desentrañar «la conspiración, la geopolítica y los hilos que mueven el mundo» para el gran público.
Ante la pregunta del periodista Carlos Barragán, del periódico El Confidencial, a que se refiere cuando afirma en su primer libro que no cree en las teorías de la conspiración, sino en «realidades de la conspiración». Baños dice:
«Te pongo un ejemplo. ¿No hay conspiraciones en la máquina del café de una empresa? ¿Tú no murmuras de este, el otro…? Es una constante humana. Llamémosle conspiración, intrigas, tramas… Esto ha existido durante toda la historia de la humanidad. Trasládalo al ámbito geopolítico. La intención del que lleva a cabo estas «realidades de la conspiración» es hacerte creer que no existen. Y criticar, ¡destruir! al que dice que existe la conspiración. Para eso tiene el poder. ¿Existen las teorías de la conspiración? ¡Todos los días! Hay muchas fuerzas luchando en esas conspiraciones. Todo lo que pongo en mis libros lo puedo respaldar con datos, mientras que los que me atacan no pueden decir lo mismo.»
La conspiración no es lo mismo que el conspiracionismo, los Estados y las agencias de un Estado realizan conspiraciones políticas, pero el conspiracionismo responde a aquellas personas que no pueden entender la complejidad de la Política y de la Historia, entonces recurren a esos chismes como Baños.
P. Desde la academia han criticado la figura de Pedro Baños. Me han dicho que usted no es riguroso. ¿Qué tiene que decir?
R. Jamás he pretendido hacer una tesis doctoral. Si quieres trasladar un conocimiento tan árido como la geopolítica no puedes hacer algo académico. Alguno va diciendo por ahí que yo he desprestigiado la geopolítica. ¡Todo lo contrario! Yo he democratizado y popularizado la geopolítica. En cierto modo, yo he sido quien la ha puesto de moda.
P. ¿Pero usted cree que la geopolítica la deben entender hasta nuestras abuelas?
R. ¡Claro! ¿Por qué no?
Tiene razón Baños, a las abuelitas les gustan mucho los cuentos, sobre todo de conspiraciones.
P. Usted asegura que hay periodistas en Europa financiados por los servicios de inteligencia. En el libro no presenta datos, ¿no?
R. Cuando escriba mi siguiente libro te lo daré con nombres y apellidos…
P. Pero hasta que eso suceda, tan solo son especulaciones.
R. El que fue cocinero antes que fraile bien sabe lo que pasa en la cocina. Algunos de los artículos más brillantes que han recibido los mejores premios han sido proporcionados por servicios de inteligencia. Solo hay que leer los documentos desclasificados por la CIA sobre la operación Mockingbird. El programa que vamos a sacar de ‘fake news’ puede levantar muchas ampollas, pero todo es cierto. Alguien está detrás de esa manipulación mediática. Y no eres tú. Yo también tengo a una hija periodista que trabaja en la televisión alemana. Tú eres el último mariachi. Si a ti te viene un servicio de inteligencia y te dice: “A partir de ahora tú vas a trabajar para mí. Te voy a dar tales exclusivas que vas a ganar el Pulitzer”. A lo mejor tú no, pero hay otros que dirán “¿por qué no?”.
P. En sus afirmaciones siempre planea cierta élite económica que mueve los hilos del mundo. ¿A quién se refiere? Usted mismo ha dicho que hay algo por encima del club Bilderberg. En una entrevista le preguntaron por los Iluminatis y no negó su existencia.
R. No, pero es lo mismo. Me hace gracia. Es como si tú me preguntas por los Iluminati. Dije que ni los conocía, ni los había estudiado ni tenía mayor interés. ¿Por responder una pregunta de los Iluminati creo en los Iluminati?
P. Entonces, ¿quién domina el mundo, señor Baños?
R. Poderes económicos. El valor de capitalización de JP Morgan es mayor que el de todos los bancos del continente europeo, dejando al margen a Reino Unido. ¿Cómo no van a tener poder? El dinero compra bienes, servicios y voluntades. Algún día publicaré un libro contando todo. Será un bombazo y causará trastornos diplomáticos.
P. ¿Y no puede poner nombres y apellidos a esos poderes?
R. Pero si ya te lo he dicho antes. Mundos que están luchando entre ellos: neoconservadores contra ultraprogresistas y cada uno trata de influirte a ti. Tú has hablado de la masonería, pero también están las iglesias. Cada uno trata de imponer su filosofía de vida. Nosotros somos los títeres de los demás.
P. Me da la sensación de que usted se encuentra en una especie de cruzada. Escribe: “Estamos sometidos a enormes presiones mediáticas, a corrientes de pensamiento que generan verdaderos códigos de silencio casi imposibles de romper”.
P. Ha insistido en tener información confidencial sobre varios asuntos. ¿Ni siquiera le va a regalar un adelanto al lector tras esta larga conversación?
R. Cuando veo las noticias, pienso ¿pero este periodista dormirá tranquilo o será tan inocente que no saben que está jugando con él? Imagino que habrá que vivir de algo. Hacen una campaña sistemática contra Rusia con afirmaciones que… si es que como yo conozco todos los temas… no, lo siento, no puedo hablar.
En mi artículo sobre China, «El sueño chino. De Sun Yat-sen a Xi Jinping», publicado en esta revista, relato lo sucedido a Jack Ma, el super billonario chino. Baños, cree que el poder económico está sobre el poder político. En uno de esos videos del geopolítico Pedro Baños, habla del Geopoder, dice que se emplean todo tipo de instrumentos para ejercer la geopolítica, el fin es someter a los demás.
El sueño de Baños es que su primer libro sea eterno, que pueda ser válido en 50 o 100 años. Habla en un lenguaje psicologista, se refiere a los siete capitales de la geopolítica. En ella hay estrategias o geoestratégicas (eso es lo más importante, no olvidar el «geo»), inmutables o eternas. Dice Pedro Baños, la economía lo rige todo (¡otra que Marx!), los movimientos migratorios, la demografía. El primer principio de la geopolítica es la economía, es inmutable.
El coronel en reserva, cree que los países (Estados) surgen con la Paz de Westfalia. Nos dice que China está ganando, pero Estados Unidos va a dar batalla, pero los que ganaron son los grandes inversores. Mete en la bolsa la crisis del 2008, adopta la tesis conspiracionista e ignora la ideología de la globalización económica.
Pedro Baños Bajo, publicó: «Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial». (2017) Editorial Ariel. «El dominio mundial: Elementos del poder y claves geopolíticas». (2018) Editorial Ariel. «El dominio mental: La geopolítica de la mente». (2020). Editorial Ariel. En cualquier momento Baños escribirá La geopolítica de los sueños, o La geopolítica onírica, total, si todo es geografía, geopolítica o geopoder.
Otro tanto sucede con Ignacio Ramonet, el socialista de Le Monde Diplomatique. Lo único que se ofrece como geopolítica en sus conferencias, son datos económicos, sobre armamento, PIB, la Bolsa de comercio, las inversiones, y un largo etc. Más de lo mismo, eso es la geopolítica, de geografía nada, sólo datos políticos.
En un meticuloso recorrido por la red, vamos a encontrar los sitios donde se cultiva la geopolítica, curiosamente, en ellos también se cultiva la metapolítica. Son sitios, en su gran mayoría, tanto por los nombres de los articulistas y los títulos, muy afines a ideas neofascistas o neonazis. Bajo la apariencia de análisis geopolítico se intentan difundir las ideas y los autores vinculados a teorías prorrusas como el eurasianismo, el neofascismo y el conspiracionismo.
La invasión rusa a Ucrania nos presenta nuevos aspectos en torno a la guerra, si bien es cierto que las guerras se siguen definiendo en el campo de combate, también aparecen nuevos campos de combate no tradicionales. Además de la guerra económica y las inéditas sanciones de una envergadura nunca antes vista, se suma el repudio de Estados que tradicionalmente se definían como neutrales.
Vladimir Putin quería en Ucrania y en lo que considera su zona de influencia, una zona libre de armas (enemigas) nada de OTAN, nada de la presencia estadounidense, pero paradójicamente lo que ha conseguido con su invasión es todo lo contrario. Si se puede decir, Occidente está avanzando con más armas, la OTAN sigue avanzando y está más viva que nunca, una OTAN que estaba tocando a su fin.
Putin exige que Ucrania renuncie a ser miembro de la OTAN, no solo eso, pretende que la OTAN retroceda hasta 1997, a una situación previa cuando la Alianza comenzó a aceptar en su seno a repúblicas ex soviéticas y aliadas soviéticas. En estos momentos, no es posible que Ucrania ingrese en la OTAN, el mismo presidente ucraniano lo reconoció, pero la invasión rusa ha provocado que la OTAN, de facto, esté en Ucrania.
Antes de lanzar la invasión a Ucrania, Putin dijo, que no podía tolerar el esfuerzo occidental para convertir a Ucrania en un miembro de facto de la OTAN. El interés que tenía Ucrania en occidentalizarse y salir fuera de la órbita de Rusia se debía a fuerzas externas como la presión de Estados Unidos.
Putin ha logrado exactamente lo contrario, países que antes no contemplaban su ingreso a la OTAN han cambiado de parecer, como Finlandia y Suecia. También ha logrado que haya más Estados Unidos en Europa. Mientras más se alargue la defensa de Ucrania contra Rusia, más ventajas del armamento y el entrenamiento que recibe de Occidente obtendrá, justamente la transformación que Putin rechazaba.
A la ayuda militar y económica que está recibiendo Ucrania, una nueva lista de armas siguen llegando. Nuevos aviones teledirigidos estadounidenses, la artillería más moderna de Estados Unidos y Canadá. Armas antitanques de Noruega, vehículos blindados y misiles de Gran Bretaña, misiles antiaéreos Stinger de Estados Unidos, Dinamarca y otros países, que sería largo de enumerar.
Si Ucrania puede mantener el creciente arsenal de armas occidentales, eso podría producir un efecto transformador en el país que, lo mismo que en otras ex repúblicas soviéticas, que se surtían de armas y equipos de la Unión Soviética. Todo el armamento que se está proporcionando a Ucrania, está mermando las reservas occidentales y deben reponerse.
A esos efectos, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, convocó una reunión el 26 de abril, en la base aérea alemana de Ramstein, el objetivo de la reunión es mantener el suministro de armas en marcha, ahora y a largo plazo, de la reunión participaron ministros de defensa y altos jefes militares de unos 40 países.
La marginación de los ciudadanos rusos y bielorrusos, de todas las competencias deportivas a nivel mundial, congresos, eventos culturales, artísticos, etc. La aparición en escena de individuos y de organizaciones no estatales, marca un antes y un después. Europa que se encontraba sin rumbo a encontrado un motivo de unión, y su suerte seguirá ligada a Estados Unidos.
La globalización económica neoliberal, se enfrenta a nuevo golpe de dimensiones colosales, deberá enfrentar un nuevo panorama político mundial, un mundo dividido por una nueva Guerra Fría. El mundo occidental enfrentado al mundo oriental, por una nueva ideología, por concepciones políticas bien enfrentadas, ya se están estrenando frases como democracia vs autoritarismo.
No se trata de bloques continentales, geográficos, hay muchos países orientales que están enfrentados a Rusia y a China. La perspectiva geopolítica clásica poco tiene para decir ante este nuevo escenario. La actual geopolítica, esa que se apropia del análisis político y lo presenta como geopolítico, puede continuar con la apropiación indebida o, en un gesto de honestidad reconocer su limitación.
27 de abril de 2022.
Estados Unidos.
Bibliografía:
-Gustavo Bueno Martínez. Primer ensayo sobre las categorías de las ‘ciencias políticas’. Biblioteca Riojana, nº 1. Cultural Rioja, Logroño 1991 (abril)
-Gustavo Bueno Martínez. Dialéctica de clases y dialéctica de Estados. El Basilisco, 2ª época, nº 30, 2001, páginas 83-90
-Gustavo Bueno Martínez. En torno al rótulo “Metapolítica”. El Catoblepas. Número 128. Octubre 2012.
-Pedro Baños Bajo. Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial. Editorial Boket
-Pedro Baños Bajo. El dominio mundial. Elementos del poder y claves geopolíticas. Editorial Ariel. 2018.
-Pedro Baños Bajo. El dominio mental: la geopolítica de la mente. Editorial Ariel.
-José Ramon Bravo García. Lengua vehicular y geopolítica: la posición de España. Eikasia, revista de filosofía. 01/11/2020.
-Friedrich von Bernhardi. Alemania la próxima Guerra. Editorial Gustavo Gili- 1916.
-Marcelino Suárez Ardura. Filosofía de la geografía. Crítica de la geografía humana. Pentalfa, Oviedo 2019.
-Marcelino Suárez Ardura. Concepción lisológica de la geografía. El Catoblepas. Número 162. Agosto de 2015.
-Marcelino Suárez Ardura. Geografía y globalización: la idea de globalización en Milton Santos. Escuela de filosofía de Oviedo (1 de febrero de 2016). YouTube.
-Milton de Almeida Santos. De la totalidad al lugar. Oikos Tau, S. A. Ediciones.
-Milton de Almeida Santos. Por otra globalización: del pensamiento único a la conciencia universal. (Colección Agenda Iberoamericana)- 1 de agosto 2006. Editor: Convenio Andrés Bello.
-Nicholas Spykman. The geography of peace. Editorial Archon Books. (1969).
-Halford John Mackinder. Democratic ideals and reality/geographical pivot of history. Publisher: Origami Books.
-Hans Morgenthau. Politics among nations. Edition: Brief (1992).
-José Manuel Rodríguez Pardo. El materialismo filosófico como análisis de la geopolítica de nuestro presente. Studia Iberica et Americana.
-Ricardo Veisaga. El sueño chino. De Sun Yat-sen a Xi Jinping. Revista Metábasis. 11