¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS?
LAS CAMPANAS DOBLAN POR LOS NUESTROS
Homenaje a un soldado voluntario estadounidense muerto en Ucrania. Plaza Maidán
«Por quién doblan las campanas», en inglés, For Whom the Bell Tolls, es una novela publicada en 1940. Su autor fue el escritor, periodista, alcohólico e izquierdista, Ernest Hemingway, quien participó en la Guerra Civil española como corresponsal de guerra. En realidad, estuvo de agitador de las tropas izquierdistas de República española. No fue un observador independiente, y tergiversó los acontecimientos.
El título de la novela procede de la Meditación XVII de Devotions Upon Emergent Occasions, que, burdamente, podríamos traducir como «Rezos para situaciones de emergencia», obra perteneciente al poeta metafísico John Donne, nacido en Londres, Reino Unido, y que data de 1624:
«Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa. Si el mar se lleva un terrón, toda Europa queda disminuida, tanto como si fuera un promontorio, o la casa señorial de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti».
La acción de la novela de Ernest Hemingway se desarrolla a finales de mayo de 1937, durante la preparación de la Ofensiva de Segovia. La ofensiva de Segovia es una operación militar que el Ejército republicano, es decir, el izquierdista, realizó entre el 30 de mayo y el 4 de junio de 1937, en el Frente del Centro. El primer ministro de gobierno Juan Negrín decidió emplear el naciente Ejército Popular de la República para evitar la caída de la zona norte republicana, y distraer de otros frentes a las tropas nacionales del generalísimo Francisco franco
Entre las fuerzas republicanas en la zona se encontraba la 29° Brigada de la 2° División del I Cuerpo de Ejército, mandada por el coronel Moriones. El mando de las operaciones recayó en el general Walter, con participación de las Brigadas Internacionales, de estas brigadas nos ocupamos en un artículo titulado: El batallón Lincoln. La memoria izquierdista., del 21 de julio de 2016, en esta misma revista.
En el avance también participaron la 35° División y la 69° Brigada mixta, la 34° división, al mando de José María Galán, y as u vez compuesta por las brigadas mixtas 21° y 3°. Todas estas unidades se situaron en todos los sectores de la línea del Guadarrama, desde La Granja al Alto del León. Se contaba con un poderoso apoyo aéreo de un centenar de aparatos, así como apoyo artillero y de dos compañías de tanques (una de reserva). La participación aérea fue destacada por parte del bando republicano, aunque destacó la intervención del piloto Joaquín García-Morato por parte de la Aviación Nacional.
El grueso de las tropas sublevadas se encontraba acantonado en Cabeza Grande y lo formaba la 1ª Brigada de la 75° División mandada por el general Varela, con cuartel general en Ávila. Durante el combate fueron reforzados por el 5º Tabor de Regulares de Melilla.
A las 6 de la mañana del domingo 30 de mayo de 1937, tras un bombardeo de aviación, comenzó el ataque republicano hacia Cabeza Grande y la Cruz de la Gallega, con enorme lentitud. El miércoles 2, los republicanos hicieron un último esfuerzo para que la ofensiva tuviera éxito. El general Miaja ordenó al teniente coronel Galán que tomara el mando y lanzara un nuevo asalto contra Cabeza Grande y Matabueyes. Entre las 14:30 y las 23 horas los republicanos lanzaron ataques con infantería, carros y artillería, pero fueron rechazados.
Al día siguiente la ofensiva dio sus últimos coletazos y el día 4 ya no hubo apenas actividad, retirándose las fuerzas republicanas a sus posiciones primitivas. Las fuerzas rebeldes tampoco intentaron explotar la victoria para ampliar la zona bajo su control.
La deficiente actuación de las nuevas fuerzas del Ejército Popular de la República demostraba que no estaban a la altura de las fuerzas nacionales. En el caso de la Brigada Internacional, fue un desastre militar, pura propaganda marxista, y algunos mandos tampoco estuvieron a la altura de las circunstancias. La aviación republicana no estuvo a la altura y el dominio de la aviación nacionalista fue clave y el control absoluto del aire por los nacionales se dio a partir del 1 de junio.
La batalla sirvió de base al escritor estadounidense Ernest Hemingway para escribir su novela «Por quién doblan las campanas». De modo general, el trágico destino de la causa republicana sirve de telón de fondo a lo largo de toda la novela. Robert Jordan, por ejemplo, hace constar que sigue a los comunistas debido a su disciplina en una alusión implícita a las divergencias y luchas intestinas dentro de las distintas facciones izquierdistas del bando republicano.
La escena descrita en el décimo capítulo en el que Pilar narra el asesinato de varios «fascistas» de su pueblo está basada en hechos acaecidos en Ronda, Málaga, en 1936. Aunque años más tarde Hemingway declaró haberla inventado.
En la interpretación que hace el propagandista comunista Ernest Hemingway, el hombre forma parte de un «ser colectivo» constituido por todos los hombres, y cuando algo de la existencia desaparece es una parte que se desmorona del «ser único» que conforma la humanidad, la unión de todos los seres, que emana la existencia como una rúbrica social.
Esa pseudo filosofía enunciada tanto por John Donne como por Ernest Hemingway, es totalmente basura, el hombre es un ser individual y no parte de una metafísica idea de humanidad. El hombre no es un ser colectivo, es individual, es partes extra partes. Y a mí me conmueve la muerte de un familiar, de un amigo, de alguien conocido, pero no la de uno que está muriendo en estos momentos en Asia, en el África, o en esta misma ciudad, hay que estar muy ideologizado para creer semejante estupidez progre.
Homenaje en la plaza Maidán, por un soldado estadounidense muerto.
La muerte es uno de los temas principales de la novela, lo mismo que el suicidio que aparece como una alternativa al sufrimiento Muchos de los personajes, incluido Robert Jordan, prefieren la muerte a la captura y están dispuestos a suicidarse, ser abatidos o matar para evitarlo. Pese a todo, espera evitar el suicidio parcialmente debido a que su padre, a quien él ve como a un cobarde, se suicidó. Robert Jordan comprende el suicidio, pero no lo aprueba, y piensa que «hay que hallarse terriblemente replegado sobre uno mismo para hacer una cosa como esa».
Ernest Hemingway 21 años después cometería suicidio. El padre de Hemingway también se había suicidado y se trata de un tema recurrente en sus obras. A finales de la década de 1990 salió a la luz la autobiografía Memorias de un saboteador de Iliá Stárinov. Este militar ruso participó, además de en todas las contiendas bélicas de la URSS de la primera mitad del siglo XX, en la Guerra Civil de España. Fue el instructor de los saboteadores republicanos y partícipe de muchas de sus acciones.
En su libro Stárinov cuenta que varias veces el propio Hemingway los acompañó a la retaguardia y que el prototipo de Robert Jordan fue Alex, un judío americano de las Brigadas Internacionales que formaba parte de su grupo de saboteadores. Los que conocieron a Iliá Stárinov dicen que Hemingway tomó sus cualidades militares para su personaje. Ernest Hemingway como persona fue un verdadero canalla.
El 2 de julio de 1961, en su casa en Ketchum, Idaho, Ernest Hemingway, uno de los más influyentes escritores estadounidenses del siglo XX, se quitó la vida de un escopetazo. Muy enfermo y deprimido, un año antes había regresado de Cuba. En su casa de San Francisco de Paula el escritor había pasado la mayor parte de su tiempo durante más de 20 años.
La vida de Hemingway fue una puesta en escena montada por él mismo. Vanidoso, fanfarrón y narcisista, hizo un guion que dirigió con tan minuciosa exactitud que llegó a creérselo. Creó su mito y vivió apegado a él hasta su muerte. Fiel a su propio código ético, vivió todas las vidas de sus personajes, que eran en muchos casos sus alter egos, sus posibles yo. Aventurero, individualista, pendenciero, mal hablado, machista y con un complejo de inferioridad que disfrazaba con juergas, borracheras, palabrotas y mujeres, la imagen del señor de bronce de la literatura norteamericana no está muy bien parada en estos tiempos de exagerada y puritana corrección política.
A Hemingway le gustaba matar, así lo confesó en vísperas del safari africano de 1933, y nadie le creyó, pensaron que hablaba de animales salvajes. Pero no era así. En abril de 1936, en un artículo de la revista Esquire, aseguró que «ninguna cacería es comparable con la cacería del hombre». En su libro ¿Qué le ocurrió a la calavera de Schiller? Todo lo que usted no sabía sobre literatura, el escritor Rainer Schmitz recoge cartas de Hemingway en las que se jacta de haber dado muerte personalmente a 122 prisioneros de guerra alemanes en Rambouillet, cerca de París.
En ese entonces, Ernst Hemingway era oficial del regimiento 22 de la Cuarta División de Infantería estadounidense. Los prisioneros, todos desarmados, fueron muertos cuando intentaban fugarse y varios en el transcurso de interrogatorios. En las cartas, Hemingway se regodea en los detalles. Otra hazaña del desquiciado Hemingway sucedió en Francia, Hemingway cuenta en las cartas sobre la muerte de un joven prisionero alemán que trataba de escapar en una bicicleta.
Hemingway no vaciló en disparar su M1 contra el prófugo. La bala, de calibre 30, le destrozó el hígado. «Tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick», refiere. Es decir, 16 años. No era mi intención hablar sobre Hemingway, pero fue inevitable. El término «campanera», doblar las campanas significa, sobre todo, «tocar a muerto». En honor y recuerdo de alguien que falleció. Aunque las campanas también pueden doblar en señal de alegría y regocijo, el lenguaje popular lo asocia más a muerte y a luto.
Esto, sobre todo por la novela de Hemingway, «¿Por quién doblan las campanas?». Todos, según creo, y me refiero a nuestras generaciones, hemos escuchado la música de un campanario. Y según entendidos, el movimiento de esas campanas recibe dos nombres de acuerdo con lo que anuncian. Cuando se hace el llamado a misa o suenan en señal de fiesta o regocijo, se utiliza el verbo repicar.
Pero cuando las campanas anuncian un funeral o una tragedia, se utiliza el verbo doblar, el cual quiere decir «tocar a muerto». Por eso la novela de Hemingway, tiene ese tono funerario. Luego de recorrer las zonas de combate en Ucrania me dirigí a la capital Kyiv para regresar a Varsovia, Polonia y de allí a Estados Unidos. Esos días lo aproveché para recorrer la ciudad. El hotel donde me estaba alojando estaba a menos de 40 metros de la plaza de la Independencia, mas conocida como Maidán.
Al ascender por las escalinatas vi a un grupo de gente realizando una ceremonia con un ataúd presente, me acerqué con todo respeto. Me enteré que el muerto había sido un soldado voluntario estadounidense, no quisieron darme mas información. Uno de los organizadores me preguntó si era periodista, ante la respuesta afirmativa, me preguntó el nombre de la agencia de noticias para la que trabajaba, y me dijó que no querían que los medios se enteraran y que se trataba de una cuestión privada.
No puse ninguna objeción al pedido y participé de la ceremonia con el respeto debido, durante el desarrollo del homenaje, los amigos de su vida diaria en los Estados Unidos, lo llamaron Thomas y otros, Tom. Alabo su voluntad de pelear por un país agredido por el autócrata Vladimir Putin, y lo hizo hasta perder la vida.
En memoria del camarada
Dichoso aquel que muere sobre un campo de guerra,
pero siempre que sea campo de guerra justa;
dichoso aquel que muere por diez palmos de tierra
donde pone sus plantas alguna causa augusta.
Dichoso aquel que muere por su casa y su tierra,
siempre sin haber hecho dolo ni fuerza injusta;
dichoso aquel que compra su tálamo de tierra,
que compra con su sangre la cama eterna adusta.
Dichoso aquel que muere por la Cosa Solemne,
aunque sea pequeña como un grano de anís;
dichoso aquel que muere para que quede indemne
la vida de un niñito, la gloria de un país;
Dichoso aquel que muere por algo que es perenne,
sea el Santo Sepulcro, Dulcinea o Beatriz…
O por un sol en campo de doble cielo y lis.
Así escribió en el siglo pasado el padre Leonardo Castellani, bajo el seudónimo de Jerónimo del Rey.
Cuando califiqué el poema de John Donne una verdadera estupidez lo hice porque creo que a uno le duele políticamente, la muerte de un camarada, de alguien que lucha por nuestros valores, por el próximo o el prójimo a nuestros valores. Quienes son cristianos y quienes no lo son, habrán leído alguna vez en la Biblia sobre lo que se entiende o quien es mi prójimo. La palabra «prójimo» proviene del adjetivo «próximo», cuando la letra «X» representaba el sonido que actualmente se representa en castellano o español con la «J».
En la evolución de la prosodia y la ortografía castellana en el siglo XVI y XVII, el sustantivo pasó a escribirse con «J» y el adjetivo conservó la «X» con la nueva pronunciación [ks]. Curiosidades lingüísticas. «Prójimo», por lo tanto, designa a la persona que está cerca de uno, la que está próxima. Prójimo es, en primer lugar, el que convive con uno en la misma casa, la persona que tiene con uno cercanía de parentesco, de sangre.
Mi prójimo es el que está cerca porque es mi pariente o mi compatriota. En el significado usual de «prójimo», la cercanía está establecida por factores como los vínculos familiares o de comunidad de origen o de religión o ideología. Por eso, el precepto contenido en el libro del Levítico del Antiguo Testamento, «amarás a tu prójimo como a ti mismo», se entendió como un mandamiento que fomentaba la solidaridad familiar y comunal.
El amor y el favor se debían a los próximos, a los cercanos por lazos de sangre o de religión o de nacionalidad. Y esta manera de entender el precepto se ajusta al sentimiento humano. Primero debo atender a los míos, luego, y si acaso, a los demás. Mientras más extraña me sea la persona, menos obligación tengo hacia ella. Según dicen, Jesús, introdujo una transformación radical, y lo hizo a través de una parábola muy particular.
Se cuenta que en cierta ocasión en que Jesús dialogaba con un letrado judío acerca del mandamiento del amor al prójimo, el letrado le pidió a Jesús que le identificara quién sería su prójimo, el del letrado. Jesús, entonces, le contó el cuento de un hombre que había sido asaltado en el camino por bandoleros y abandonado allí mismo medio muerto. Como el camino era transitado, inevitablemente otros caminantes se tropezaron con el herido.
Los dos primeros vieron al herido, pero pasaron de largo. El tercero se acercó al herido, le curó las llagas y lo dejó a resguardo en una posada y hasta le pagó el hospedaje. Para dramatizar más el cuento, Jesús describe a los dos primeros como funcionarios del templo, un sacerdote y un levita. Hombres, por lo tanto, respetables a los ojos del pueblo por el aura de santidad que los rodea, y de quienes uno esperaría conducta ejemplar. Y describe al tercero como un samaritano, es decir, un personaje tenido como impuro, ciudadano de segunda, de quien no se puede esperar ningún buen ejemplo.
Dos de las muchas mujeres que murieron por su patria.
Al concluir su historia, Jesús le plantea la siguiente pregunta al letrado. «¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los asaltantes? —El que le tuvo compasión», respondió el letrado. La pregunta y su respuesta son una bomba semántica que dinamita el significado usual de la palabra «prójimo», pues obliga a entender el término desde nuevos criterios. «Prójimo» no es aquel que está cercano a mi persona por razones de parentesco, nacionalidad o religión.
«Prójimo» es aquel a quien yo me acerco, me aproximo, en su necesidad. La proximidad no está previamente establecida por criterios externos a la relación. La proximidad es una cualidad dinámica que yo como sujeto establezco al acercarme al otro, al margen de consideraciones de parentesco, nacionalidad o religión. Por eso el precepto de «amar al prójimo», es para los cristianos un mandamiento generador de nuevas relaciones, constructor de puentes y superador de prejuicios.
En el terreno político, en lo que nos ocupa aquí en este caso, hay que decir que la vida política va sufriendo cambios y redefiniendo las relaciones entre Estados. En este sentido debemos preguntarnos quienes son nuestros prójimos. En la politica internacional y específicamente, la dialéctica de imperios, que es el verdadero motor de la historia, va condicionando, configurando y reacomodando la politica de los demás países.
Estamos viviendo el enfrentamiento entre dos bloques, ya no se trata de bloques con ideologías económico-políticos enfrentados. Es algo más que eso, se trata de lo anunciado por Ortega y Gasset en el siglo pasado, el enfrentamiento inevitable entre Oriente y Occidente, no se trata de continentes, la cuestión no es geopolítica, no se trata de lo GEO, se trata de valores. El Occidente no está determinado por posiciones geográficas, ni por etnias, ni lenguas. Tenemos el caso de Corea del Norte y Corea del Sur, o de Japón, de Filipinas, de Ucrania, que quieren adherir a un mundo libre, sin partidos o autócratas que nos digan que hacer o que pensar.
Entre los miles de banderas en recordación de los caídos, que se colocaron en la plaza de la Independencia o popularmente Maidán. Vemos la que recuerda al médico estadounidense Pete Reed, quien fue abatido por un misil ruso el 2 de febrero de 2023, en medio de la invasión rusa, hecho que fue calificado como un «asesinato deliberado». Los colegas de Reed, quienes trabajaban en territorio ruso con Global Outreach Doctors, denunciaron que el grupo de médicos internacionales fue atacado deliberadamente, y los especialistas apuntaron a un misil antitanque guiado por láser.
El momento del impacto fue captado en video. En apenas un segundo se ve cómo el artefacto impactó contra la furgoneta en la que Reed se encontraba junto a una mujer ucraniana en Bakhmut, una ciudad en el este de Ucrania habitualmente blanco del asalto ruso en esos meses. Pete Reed había sido ex combatiente en Irak, luego de esa experiencia creó una organización para ayudar a los heridos en las guerras. Erko Laidinen, médico voluntario estonio, cuya cámara grabó el misil y la explosión, indicó que su equipo llegó al área en donde se encontraba el médico Pete Reed para tratar a una mujer herida. Segundos después ocurrió la tragedia.
«Fueron los peores dos segundos de mi vida», recordó Laidinen mientras describía el momento después de la explosión. «Nos esperaron. Sabían que íbamos a venir, que estábamos respondiendo», añadió. «Fue una trampa». El médico pensó que el ataque había acabado con todas las vidas en el lugar, sin embargo, poco después escuchó los gritos de sus colegas. «La trayectoria baja y plana» del misil «y el hecho de que fue lo suficientemente lento como para ser capturado en video» hace pensar que se trataba de un misil guiado antitanque, explicó Steve Ganyard, coronel retirado.
Los países que siguen creyendo en el socialismo, el comunismo o cualquier tipo de estatismo, no se han enterado que esa ideología ya fue enviada al trastero de la historia por ser ineficiente y una perfecta inutilidad en el mundo actual en marcha. Y que se alinean a dos imperios, China, el mayor enemigo de Occidente y a Rusia, que la invasión a Ucrania, y la incapacidad militar rusa ante un pequeño país sin armas suficientes y hombres para el combate, ha sido puesto en jaque y ha hecho de Rusia un imperio en declinación y subordinado a China.
¿Quién es mi prójimo? Mi prójimo es aquel que muere en defensa de un país invadido miserablemente por la barbarie orientalista rusa. Y ese prójimo puede ser Thomas o Tom, o los voluntarios de Belarús que, desafiando a su presidente lacayo de Putin, dieron su vida en los campos de Ucrania, a los hombres y mujeres, que cada día mueren por una causa justa.
El sentido restringido actual de Patria no basta, se debe extender a los que comparten nuestros valores. Y las campanas doblan por los nuestros.
24 de julio de 2024.