Política exterior neo-otomano
El retorno del imperio
Ricardo Veisaga
Mustafá Kemal Atatürk y el sultán Recep Tayyip Erdogan
Ortogramas prolépticos.
«[Cuando hablamos de] un “ortograma proléptico”, hablamos de una teleología inmanente (no metafísica), resultante de la sucesiva “entrega”, de unas generaciones a otras, de un “ortograma” que los grupos dirigentes (la intelligentsia áulica) fueron transmitiendo a sus sucesores. Esta es teleología inmanente, vinculada a la causalidad histórica, en lo que la historia tiene de proceso operatorio que, estando sin duda determinado por factores que actúan “por encima de la voluntad de los hombres” (para decirlo con palabras de Marx), sin embargo, solo pueden actuar causalmente a través de los planes y programas de unos grupos humanos, en conflicto siempre con los planes y programas de otros grupos diferentes, aunque mutuamente codeterminados.
Ahora bien, ningún proyecto político, con sus planes y programas, puede ser atribuido a algún sujeto o grupos de sujetos que no tenga en ellos, de algún modo, en su ejercicio, una representación [emic] práctico-proléptica. Solo que las pruebas emic que podemos encontrar en crónicas, medallas, documentos, reliquias… habrán de ser interpretadas siempre desde las ideas etic que tomemos como referencia.»
Diccionario Filosófico. España como sociedad política.
El ortograma otomano, se elabora durante el reinado de Mahmud II (1808-1839), y consistía en unir a todas las comunidades bajo el pensamiento otomano, sin importar la nacionalidad o la religión. Pero esa idea de crear la Nación Otomana fracasó por el carácter plurinacional del Estado. Es entonces cuando cobra fuerza la idea de una unidad panislámica, conformada por las diversas comunidades musulmanas que vivían dentro del Estado Otomano.
Esa unidad política panislamista ya tenía antecedentes, en el último periodo de Abdulaziz (1861-1876) ya se hablaba de ella, y se intentó poner en práctica en el periodo de Abdul Hamid II (1876-1909). A finales del siglo XX sucedió la independencia de las nacionalidades cristianas en los Balcanes y eso termina con la idea del otomanismo. La separación de Macedonia y Albania, del imperio Otomano, de mayoría musulmana, las revueltas de los árabes contra el imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, demostró la inviabilidad de las políticas panislamistas.
La idea de erigir un Estado-nación teniendo como referencia la «turquicidad» tuvo lugar durante el imperio Otomano, que se derrumbó al final de la Primera Guerra Mundial. Ziya Gökalp, referente ideológico del turquismo sostiene en su libro: «Turquificación, islamización, modernización», que no ve como mera coincidencia que la idea de una nación en el imperio Otomano viera vida en los Balcanes, luego en los árabes y en los turcos.
Puesto que, los fundadores del imperio Otomano eran turcos y querían mantener vivo el Estado. Este concepto de nación turca fue tomado como la filosofía de la República turca fundada en 1923. Así lo sostuvo Mustafá Kemal Atatürk, el fundador de la República de Turquía, en su libro de Información Civil de enseñanza en las escuelas: «El pueblo de Turquía que fundó la República de Turquía se llama la nación turca».
El Kemalismo
De las ruinas del imperio Otomano surge la República de Turquía, este estado tiene un ortograma distinto, y consiste en organizar Turquía siguiendo el modelo occidental de estado-nación, es decir, de un Estado, republicano, secular y de una sola nación. En total contraposición a la organización imperial, plurinacional y totalmente islámica, que fue lo característico del imperio Otomano.
El Kemalismo es, para la nueva clase gobernante del estado turco, el único modelo válido y el que debe seguir Turquía para lograr su eutaxia, el occidental y Europa en particular. Este nuevo ortograma cumple un rol determinante en su política exterior, durante gran parte del siglo XX. Los cambios de esta ideología, se debe a la llegada al poder del «Partido de la Justicia y el Desarrollo», en 2002.
Esta ideología pro-occidental y modernizadora que se formula en el Kemalismo, tiene antecedentes en siglos anteriores. En la segunda mitad del siglo XVII, empieza la decadencia del imperio Otomano, y continuará profundizándose en el siguiente. El poder del imperio frente a las monarquías europeas se irá reduciendo, tanto en lo económico como en lo militar.
Los gobernantes otomanos reconociendo la inferioridad militar del imperio, enviaron funcionarios a Europa para entender esta superioridad militar. Comprendieron que la ventaja europea estaba en la aplicación de la tecnología y de las ciencias en el campo militar. Los otomanos, para salir de ese atraso, decidieron crear academias con el fin de formar militares, médicos, ingenieros, según los planes formativos occidentales.
En el siglo XIX, decidieron profundizar las reformas, a esta iniciativa se las llamó «tanzimat», trataron de modernizar la estructura económica y administrativa del imperio, siguiendo el código legal francés. El significado de «tanzimat» en turco es «regulación y organización», y viene a definir el período entre 1839 y 1876 en el que en el seno del Imperio Otomano se ejecutó una política de renovación a todos los niveles, en un intento de modernizar el Imperio Otomano ante la presión de las potencias occidentales.
Para finales del siglo, pese a las reformas, vieron que no fueron suficientes para evitar el ocaso del imperio. Lo que si produjeron las reformas fue, una clase burocrática formada en valores occidentales. Estas nuevas elites burocráticas se organizaron en diversos grupos buscando la profundización del proceso de occidentalización y modernización del imperio.
Uno de estos grupos, clave para la formación de la ideología kemalista, fueron los llamados «Jóvenes turcos» que protagonizaron la revolución de 1908 contra el sultán Abdul Hamid II, y controlaron el imperio hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Es cierto, que previamente hubo otro grupo modernizador, los «Jóvenes otomanos», pero a diferencia de estos, los «Jóvenes turcos» se negaron rotundamente a conciliar los valores occidentales con las tradiciones islámicas del imperio Otomano.
Mustafá Kemal Atatürk, después de la guerra, adoptó una postura similar a los Jóvenes turcos, y sostuvo que Turquía necesitaba una transformación radical para llevar al país, a lo que ellos entendían como «la civilización contemporánea», es decir, europea. Por tanto, la República de Turquía fue un proceso de occidentalización llevado a cabo desde las clases gobernantes, en una actitud claramente enfrentada al islam y a la cultura árabe.
En el control del Estado turco, el Kemalismo tiene el rol principal, desde la fundación de la República en 1923 hasta el último cuarto del siglo XX. A partir de este momento se produce un retorno gradual de elementos islamistas al campo político que van erosionando la política kemalista, sobre todo en su política exterior.
Muchos estudiosos sobre la cuestión turca y su occidentalización, sostienen que el kemalismo es producto de una búsqueda de identidad en los años de la Guerra de Independencia, entre 1917 y 1923. Eso se puede comprobar en el discurso de Kemal el día de la fundación de la República:
«Nuestro objetivo ahora es fortalecer los lazos que nos unen a otras naciones. Puede haber una gran cantidad de países en el mundo, pero solo hay una civilización, y si una nación ha de lograr el progreso, debe ser parte de esta civilización. El Imperio Otomano comenzó a declinar el día en que, orgullosa de sus éxitos contra Occidente, cortó los lazos que la unían a las naciones Europeas. Nosotros no repetiremos este error». Citado por Yücel Bozdağlıoğlu
A pesar de la decisión secularizadora del kemalismo, no se pudo lograr la conversión de toda la sociedad turca. La conversión de Santa Sofía de mezquita en museo fue una medida adoptada en vista a ese fin. Turquía se dividió en dos sectores, una occidental, que abarcaba las grandes urbes y asociada a la clase gobernante. La otra, islámica, rural y ligada a la población de menores recursos. En las últimas décadas del siglo pasado, el poder fue oscilando entre estos dos grupos.
Mustafá Kemal Atatürk, el padre de Turquía, pretendió crear un Estado-nación moderno y para ello era necesario reconvertir las instituciones del imperio Otomano. El secularismo y la occidentalización fueron los principios básicos para consolidar el nuevo régimen post-otomano. Reemplazaron el alfabeto latino por el arábigo, legislaciones modernas sobre la igualdad de derechos de la mujer, se aplicaron los códigos mercantiles y civiles de Francia y Suiza.
Se adoptó el calendario occidental, la vestimenta, prohibió la llamada a la oración en árabe, cambios en las costumbres, etc. Para lograr pasar de un imperio decadente a una nación moderna y occidental, se estableció un nuevo régimen autoritario, con rasgos y simbología nacionalista, pero de corte occidental. Kemal Atatürk, vio en la religión, desde el principio, un impedimento para la modernización del país.
Por tanto, impuso restricciones a la práctica del islam, para ello se estableció el Ministerio de Asuntos Religiosos, que constituyó el inicio para la secularización y que finalizó con la separación de la mezquita (la religión) y el Estado.
Turquía tenía la necesidad de solidificar los lazos con Europa, y luego con Estados Unidos, para tener un lugar en el mundo occidental. La política internacional de Turquía desde 1946, se centró en Occidente. Esta comenzó con la Doctrina Truman y el Plan Marshall, se unieron a las alianzas y pactos de seguridad de Occidente, la OTAN en 1952, la Organización del Tratado Central (entonces Organización del Tratado de Medio Oriente), envió 4500 soldados a la Guerra de Corea.
Turquía, tuvo que vivir algunas crisis, como la crisis de los misiles de Júpiter, la crisis de la Carta de Johnson, la crisis de Chipre de 1963-64 y 1974. La República de Chipre, recientemente independizada, tuvo que sufrir conflictos étnicos violentos entre su población turca y griega. Turquía quiso intervenir en el conflicto, pero Estados Unidos se lo impidió. La intervención turca hubiese provocado una guerra entre Grecia y Turquía, ambos miembros de la OTAN.
La crisis de Chipre de 1974 y la invasión de Irak, no cambió su política exterior, centrada en la OTAN. Las tensiones de Turquía con Estados Unidos y la OTAN, en el siglo XXI, han hecho que se cuestione la alianza occidental. Los defensores del alineamiento con Occidente y la pertenencia a la OTAN, sostienen que es parte de la identidad del país.
Suleyman Demirel, entonces primer ministro, señaló en 1968, que la alianza era una «manifestación de la identidad y el destino» de los países democráticos. En la década de los 60 y comienzos de los 70, la participación de Turquía en la OTAN tenía el consenso unánime de toda la clase política.
Los detractores de la ideología kemalista, sostienen que la pertenencia a la OTAN ponía a Turquía en riesgo de ser introducida en un conflicto, como enfrentarse a la Unión Soviética, y que ese alineamiento perjudicó sus relaciones con los países del Tercer Mundo, y en especial con el mundo árabe. La política exterior con el mundo árabe había sido abandonada desde la época de Kemal Atatürk. Turquía fue vocero de Occidente en la Conferencia de Bandung de 1955.
La conferencia de Bandung (Indonesia) fue una reunión de Estados asiáticos y africanos. Fue organizada por líderes independentistas: Gamal Abdel Nasser, de Egipto, Jawaharlal Nehru, de India, y Sukarno, jefe de Estado de Indonesia. Se celebró entre el 18 de abril y el 24 de abril de 1955, con el fin de lograr una cooperación económica y cultural afroasiática, en oposición, básicamente a los Estados Unidos, y su inclusión dentro del área de influencia soviética.
Turquía se alineó en contra del Tercer Mundo en los foros internacionales, por ejemplo, se opuso a la posición de Egipto durante la crisis del Canal de Suez y votó en contra de la independencia de Argelia en 1958. En 1974, la segunda crisis de Chipre, Turquía intervino militarmente en la isla, lo que llevó a que Estados Unidos impusiera un embargo de armamentos sobre el país.
A partir de ese momento, Turquía procedió a diversificar su política exterior para reducir su dependencia en los Estados Unidos. La relación con Europa, y los intentos de Turquía de participar en el proceso de integración a la Unión Europea, fue el segundo punto más importante de la política exterior turca. Desde los 50, demostró sus intenciones de ser parte de ese proyecto, y en 1963 se convirtió en miembro asociado de la Unión Europea después de la firma del Acuerdo de Ankara.
Esta asociación con la Unión Europea fue criticada por los efectos negativos en lo económico, en especial por la firma de la unión aduanera en 1970. El gobierno respondió que la apertura económica era parte del proceso de occidentalización y el alineamiento político con Europa y los Estados Unidos. En la década de los 80, el ingreso de Turquía como miembro a la Unión Europea pleno se paralizó. Una de las causas fue el golpe de Estado de 1980.
En 1981, Grecia ingresó en la Unión Europea, este hecho produjo preocupación en las dirigencias políticas turcas, pensaban que Europa no aceptaba la identidad europea de Turquía. Sin embargo, los europeos criticaban el golpe de estado. El régimen militar fue forzado a llamar elecciones en 1983.
El gobierno de Turgut Özal introdujo rápidamente un nuevo plan de apertura económica para agilizar el proceso de entrada a la Unión Europea. En 1987, Turquía aplicó para ser miembro permanente. A finales de la Guerra Fría, la relación entre Turquía y la Unión Europea vuelve a tener problemas. Cuestiones de tipo cultural dificultan el ingreso de Turquía en la Unión Europea. También el derrumbe del imperio soviético, rebaja considerablemente la importancia estratégica de Turquía.
En el plano interno, se estaba iniciando una rehabilitación del islam. En este contexto el gobierno de Turgut Özal, empezó a romper con el kemalismo, en especial con su política exterior. Priorizó las relaciones de interdependencia económica con sus vecinos del Medio Oriente y de Asia Central. Justamente esta política exterior fue lo que llevó a que sea denominada como «neo-Otomana», y que también es usado y con mayor razón con Recep Tayyip Erdogan.
El presidente Turgut Özal, si bien no descartaba el pensamiento kemalista, reivindicó la historia otomana y el carácter islámico de Turquía. En la última década del siglo XX el pensamiento kemalista entra en crisis y facilita el ascenso del islam político. Se hizo visible esa dualidad entre la Turquía europea y secular y la Turquía islámica, que se oponía al proyecto kemalista.
Esta dualidad se hizo concreta en 1996, en ese momento se conformó un gobierno de coalición entre el «Partido del Bienestar» (Refah Partisi), islamista, ganador de las elecciones de 1995 y el «Partido del Camino Verdadero» (Doğru Yol Partisi), secular. El nuevo presidente Necmettin Erkaban, del Partido del Bienestar, implementó una política exterior orientada básicamente al mundo árabe, haciendo oídos sordos a las protestas de sus compañeros de coalición.
La mayor obra del presidente Necmettin Erkaban fue la creación de Developing-8, una organización internacional que promovía la cooperación entre los 8 principales países islámicos en vías de desarrollo, Bangladesh, Egipto, Nigeria, Indonesia, Irán, Malasia, Paquistán y Turquía. El gobierno de Erkaban fue muy breve.
En 1997, el ejército turco, históricamente el principal guardián de los principios kemalistas, obligó a Necmettin Erkaban a presentar la renuncia luego de una larga campaña legal y política contra su gobierno. El ejército sostuvo que Necmettin Erkaban había atentado contra el carácter secular de la república.
Recep Tayyip Erdogan
A mediados del 2020, el gobierno de Turquía presidido por Recep Tayyip Erdogan fue objeto de críticas por numerosas figuras occidentales, por reconvertir la Basílica de Santa Sofía en una mezquita. Esta basílica fue construida en el siglo VI por el emperador Justiniano I y funcionó como una iglesia cristiana hasta la conquista de Constantinopla por parte del Imperio Otomano, en 1453, cuando el sultán Mehmet II ordenó su conversión a una mezquita.
Cinco siglos después, tras la caída del Imperio Otomano y la fundación de la República de Turquía, Kemal Atatürk trasformó la mezquita en un museo, lo que siguió siendo hasta la decisión de Erdogan. Lo sucedido con la Basílica de Santa Sofía ilustra una de las grandes tensiones que atraviesa la historia de Turquía durante el siglo XX. La nueva orientación política turca, más allá de los intentos de Erkaban, realmente comienza con la llegada al poder del partido AKP de Recep Erdogan en 2002.
El «Partido de la Justicia y del Desarrollo» (AKP), creada en 2001, siempre negó ser un partido islamista, pero muchos de sus miembros, incluyendo a Erdogan, fueron parte del «Partido del Desarrollo» o muy cercanos a Necmettin Erkaban. Mas allá de las desmentidas, el partido apoyó la influencia otomana en la política social, creando conflictos con los antecedentes seculares y republicanas de la Turquía moderna.
Hubo quienes sostuvieron, que si bien es cierto el AKP fue un partido de origen islamista, era consciente del destino buscado por sus predecesores. La primera parte de su gobierno entre 2002 y 2009, se caracterizó por una política exterior apegada a la tradición pro-occidental y un discurso relativamente moderado. En este periodo se redobló esfuerzos por integrarse a la Unión Europea y su compromiso con la OTAN.
Lo cierto es, que el esfuerzo de Turquía estaba centrado en la recuperación económica, mientras tanto el partido gobernante, de manera silenciosa y eficaz, llevó a cabo una campaña para reducir o directamente eliminar las influencias kemalistas en el Estado, y preparar el terreno para una política exterior islámica explicita.
Lo mismo que hizo China, para salir de la miseria económica lograda por Mao Tse-Tung, utilizando la globalización económica y la ideología neoliberal, para que luego Xi Jinping mostrara los colmillos. Igualmente se puede decir de la Rusia de Putin. Mientras tanto, el AKP utilizaba eslóganes como «Osmanli Torunu» (descendiente de los otomanos) para llamar a sus correligionarios en las campañas electorales y lo mismo a Recep Tayyip Erdogan, luego elegido presidente en 2014.
El otomanismo ha sido claro en su oposición a los defensores del laicismo, además sirvió de base para cambiar el sistema parlamentario por un sistema presidencialista, favoreciendo el liderazgo fuerte y centralizado muy parecido al del imperio Otomano. Es por ello que la oposición política acusaba a Erdogan de actuar como un «sultán otomano».
Desde los años 2010 y 2011, para la política exterior turca, Medio Oriente ocupó un rol protagónico. Entre 2002 y 2018, el comercio entre Turquía y los países con mayoría musulmana, pasó de 8.5 mil millones de dólares a 69 mil millones de la misma moneda. Coincidente con esta política su relación con la Unión Europea y Estados Unidos se volvió conflictiva.
El presidente Recep Tayyip Erdogan, se convirtió entre 2011 y 2013, en un gran defensor de la «Primavera árabe», su política exterior centró sus esfuerzos en tales eventos. La «Primavera árabe», favorecía claramente a grupos islámicos, como sucedió en Egipto con los «hermanos musulmanes». La fuerte influencia islámica entre la clase dirigencial del gobernante AKP, explica el apoyo a la misma.
El fracaso de la Primavera Árabe, dejó a Turquía casi aislada en la región, salvo Qatar, que se encontraba en la misma situación. En el frente interno, la ideología radical «nacionalista islámica», acompañaba a un gobierno cada vez más autoritario, sobre todo después del fallido intento de golpe militar en 2016, logrando implantar el neo-otomanismo sobre el proyecto secular de Kemal Atatürk.
El neo-otomanismo
El neo-otomanismo, es una ideología política imperialista turca, que promueve no solo un compromiso político de Turquía, sino el liderazgo dentro de las regiones anteriormente bajo dominio del Imperio Otomano, que abarcaba Turquía y un inmenso territorio, cuya capital estaba en Turquía.
En tiempos recientes, el término está asociado a la política intervencionista y expansiva de la política exterior de Recep Tayyip Erdogan, en Chipre, Grecia, Irak, Siria, Libia, Nagorno-Karabaj, y otros lugares del Asia Central. En el siglo XXI, el término neo-otomano significa una tendencia en la política turca, donde resurgen las tradiciones y la cultura otomanas de la mano del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), partido en el poder desde 2002.
La primera vez que se usó el término fue en un artículo de Chatham House de David Barchard en 1985, en ella Barchard sugirió que una «opción neo-otomana» podría ser una posible vía para el desarrollo futuro de Turquía. También se sugiere que pudo haber sido utilizado por los griegos en algún momento luego de la invasión turca a Chipre en 1074.
En Turquía se suele atribuir a Cengiz Çandar, la autoría del término neo-otomanismo, además, periodista y asesor de Turgut Özal. Cengiz Çandar fue uno de los primeros defensores de una política exterior basada en ese concepto. No es de extrañar que Çandar y Graham Fuller acabaran escribiendo juntos un artículo en 2001, titulado «Gran geopolítica para una nueva Turquía», lleno de referencias y alabanzas al Imperio Otomano y subrayaban que Turquía debía aprovechar esta grandeza imperial.
Graham Fuller, de la Rand Corporation, dijo en 1992, que el neo-otomanismo, era «un interés renovado por los antiguos territorios y pueblos del Imperio, que incluía a los musulmanes que formaban parte de ese Imperio», que surgió debido a la desaparición de las condiciones de la Guerra Fría y que ayudó a los turcos «a verse de nuevo en el centro de un mundo que resurge a su alrededor por todos los lados, en lugar de en la cola de un mundo europeo».
El Imperio Otomano era una potencia mundial influyente y en su apogeo, controlaba los Balcanes y la mayor parte del Oriente Medio actual. El término «neo-otomanismo» se puso de moda por primera vez a principios de la década de 1990 y luego en los inicios del siglo XXI. Primero, luego del fin de la Guerra Fría, y se adjudicó a las iniciativas del presidente Turgut Özal en los Balcanes y Asia Central.
El gobierno de Turgut Özal fue el primer paso hacia el neo-otomanismo. La política neo-otomana buscaba un mayor compromiso en estas regiones, esta política mejoró las relaciones con sus vecinos, en especial con Irak, Irán y Siria. La relación con Israel, alguna vez aliado de Turquía, se agravó después de la Guerra de Gaza de 2008-2009, y el ataque de la flotilla de Gaza de 2010.
Segundo, tras la llegada al poder del AKP en 2002, la retórica del neo-otomanismo volvió a ponerse de moda. En particular, debido a Ahmet Davutoğlu, académico y ministro de Asuntos Exteriores, quien fue considerado como el arquitecto de la segunda ola neo-otomana. Ahmet Davutoğlu, fue ministro de Relaciones Exteriores de Turquía de 2009 a 2014 y el encargado de diseñar la nueva política exterior.
Desde el mundo Occidental, se ha interpretado el neo-otomanismo como el regreso de Turquía a Oriente Medio. Davutoğlu, rechazó en muchas ocasiones la etiqueta «neo-otomanismo» para describir la nueva política exterior de su país. Davutoğlu estructuró su política exterior sobre el principio de «cero problemas con los vecinos» y en oposición al neo-otomanismo (al menos en la retórica), ya que temía que pudiera ser «percibido como expansionista».
Ahmet Davutoğlu, en su libro «Strategic Depht» (Profundidad estratégica), no menciona a los panislamistas y al neo-otomanismo, sin embargo, afirma sus fundamentos. Según Davutoğlu, el pasado histórico influye en la mentalidad estratégica de un país. En el momento de resolver los problemas regionales de la República de Turquía debe establecer la herencia histórica y la identidad del Imperio Otomano.
Pero esa identidad histórica del Imperio Otomano choca con la República de Turquía, en las tesis panislamistas y neo-otomanas de Davutoğlu subyace el expansionismo. Y ese expansionismo constituye una trampa, puesto que Turquía será interpretado como un objetivo de Occidente, es decir, un enemigo. Muchos vieron en Davutoğlu una reedición del panislamismo de Abdul Hamid II.
Davutoğlu, veía a Rusia como un rival, considera la idea de unificación con países como Azerbaiyán, Kazajstán, Turkmenistán y Uzbekistán como un elemento de equilibrio contra Rusia. Creía que la relación de Rusia con Irán, su dominio en el Cáucaso, era peligroso y por tanto Turquía debería ser un obstáculo para el resurgimiento de los soviéticos. Turquía debía dominar su territorio interior -Oriente Medio, los Balcanes y el Cáucaso- y crear así un nuevo Lebensraum (utiliza las palabras turcas «hayat alani», que es traducción directa del alemán Lebensraum, o «espacio vital»).
Davutoğlu comenzó a hacer realidad su visión panislamista a partir de 2002, tras ser nombrado como asesor de política exterior del gobernante «Partido de la Justicia y el Desarrollo» (AKP), cargo que ocupó hasta que fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en 2009. Especialmente, los responsables políticos, Turgut Özal como Erdogan nunca utilizaron oficialmente el término neo-otomanismo.
Desencantados por no conseguir el ingreso a la comunidad europea, y la falta de un liderazgo regional, y las mismas carencias entre los musulmanes sunníes, sumado a la decadencia de Egipto, encuentran en Turquía la búsqueda de protagonismo. El acercamiento a Irán, el diálogo y apoyo al Hamas Palestino y la constante provocación a Israel, provoca desconfianza justificada en Occidente.
Davutoğlu sostenía que Turquía, en lugar de acomodarse en las «periferias» de Europa, Oriente Próximo y Asia, estaba obligada a adquirir una posición «central» como nexo de esos espacios geopolíticos y a ejercer una influencia determinante en los acontecimientos regionales. «Turquía es un país equidistante con todos los centros de civilización que han ejercido una influencia profunda y han modelado la historia humana», a saber, Egipto, Mesopotamia, Grecia, el Mediterráneo Oriental –inclusive la península de Anatolia- y Persia.
En 2002, tras la victoria del AKP, el nuevo primer ministro, Abdullah Gül, quien sustituía al líder del partido y ex alcalde de Estambul, Recep Erdogan, con problemas judiciales, designó a Davutoğlu, como su asesor principal. Davutoğlu hablaba a la perfección los idiomas inglés, alemán y árabe.
Recep Tayyip Erdogan, en 1997, recito una poesía de Ziya Gökalp, «La plegaria del soldado», por la que fue condenado a varios meses de inhabilitación. En el poema recitado por Erdogan los dos primeros versos originales fueron modificados, para promocionar el islam.
Los minaretes son bayonetas, las cúpulas cascos
Las mezquitas nuestros cuarteles, los creyentes soldados
En el 2009, Davutoğlu, ejerciendo de ministro de exteriores, realizó una extensa gira internacional. Hasta antes que finalizara el año, estuvo en todas las capitales donde había intereses del gobierno turco, como la Unión Europea, los Balcanes (incluidas Croacia, Serbia y Bosnia-Herzegovina), el Mediterráneo Oriental, el Cáucaso, Oriente Medio y Asia.
Fue muy claro en sostener que la política exterior turca iba a promover la «máxima cooperación» con países de su interés. Su referencia fue constante a Chipre, Irak, los Balcanes, Siria, Palestina y el resto de Oriente Próximo, el norte de África, el Cáucaso Sur, Irán, Afganistán y Paquistán, territorios que en su mayoría formaron parte del Imperio Otomano y de mayoría musulmana.
Mientras tanto el rótulo «neo-otomano» se venía usando por periodistas y analistas políticos, por los partidos de oposición, el Popular Republicano (CHP, socialdemócrata y secular) y formaciones menores de la izquierda. Para los críticos de Erdogan y su círculo de poder, existían fuertes indicios de que el AKP, que estaba luchando a favor del uso del pañuelo femenino en las universidades, mantenía una «agenda oculta» para islamizar el Estado y la sociedad, para liquidar las herencias republicanas surgidas en la Revolución kemalista de 1919-1923.
En noviembre de 2009 el diario «Yeni Safak», cercano al Gobierno, publicó que en una reunión del AKP el ministro asumió expresamente la denominación que le otorgaban: «Tenemos una herencia de los otomanos. Nos llaman neo-otomanos. Y sí, somos neo-otomanos». En esta reunión partidista, Davutoğlu se habría dedicado a ridiculizar al entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, opositor al ingreso pleno de Turquía en la Unión Europea.
En diciembre, entrevistado por el diario «Sabah», explicó que el Gobierno no hacía suyo el neo-otomanismo, concepto que era usado en su contra «por malentendidos o con mala fe». Le parecía inaceptable que se arguyera que Turquía, ambicionara un nuevo orden imperial, y pretendiera establecer su «hegemonía» en las áreas del pasado regidas por la «Sublime Puerta». Si algo buscaba Turquía para la región era un «orden», entendido como «paz permanente»; en tal caso, sí cabía tomar como referencia la «Pax Otomana».
¿Qué es la Sublime Puerta? En 1453, Constantinopla, la capital del imperio bizantino cae en manos de las tropas otomanas del sultán Mehmet II, el Conquistador, y caen los últimos restos del imperio romano de Oriente en la ciudad que Constantino el Grande quiso elevar en el siglo IV a la misma categoría que Roma. Constantinopla, ubicada entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara, era entonces el puente por el que Europa y Asia quedan unidas, la que comunica la civilización cristiana occidental con la casa de Osmán, es decir, el territorio de la dinastía osmanlí que doscientos años antes había fundado el imperio Otomano.
La antigua Bizancio sería llamada también, la Reina de las Ciudades y la Encrucijada del Mundo, ya que el comercio y la cultura de los continentes conocidos hasta entonces atravesaban sus calles. Constantinopla ya no existía para el cristianismo occidental y el nuevo nombre aún no era bien recibida en Europa, de modo que quedó acuñada la expresión «Sublime Puerta» para referirse a la administración osmanlí.
El nombre alude a la puerta que daba entrada al palacio de Topkapi, mandado construir en Estambul por Mehmet II para que se convirtiera en el centro administrativo del imperio, función que desarrolló entre 1465 y 1853.
Con el fallido intento de golpe de Estado militar del 15 de julio de 2016, Turquía se posiciona en contra de Estados Unidos y Occidente. Erdogan aprovecha para liquidar en el Ejército, el reducto kemalista y de los valores republicanos, toda resistencia a su política neo-otomana. Dando lugar a la política neo-otomana de purga, hombres que pudieran ser competencia como Ahmet Davutoğlu y Abdullah Gül, fueron alejados del poder. En Occidente, Recep Erdogan fue tildado, con total razón, como un líder autocrático, y en algunas revistas aparecía en portada junto a Putin, Xi Jinping, Orban, Duterte.
Recep Tayyip Erdogan, el aliado de Putin en la OTAN
Desde que Recep Erdogan fue electo alcalde de Estambul, fue enemigo de Occidente y promotor del regreso a una política imperial, basada en el imperio Otomano. Estuvo inoculando un odio hacia Occidente en la sociedad turca, pero particularmente en un antiamericanismo. Aprovechando la superioridad numérica de los islámicos, su gran mayoría proveniente de las zonas rurales y más atrasadas de Turquía.
Su tarea de adoctrinamiento ha sido eficaz buscando islamizar, gradualmente, una sociedad secular. La pregunta que deberían hacerse los lideres occidentales es, qué sentido tiene que Turquía sea integrante de la OTAN, si actúa como un enemigo.
Recep Erdogan, en 2013, al ser nombrado «socio de diálogo», por la Organización de Cooperación de Shanghái –China, Rusia, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán–. Turquía proclamó compartir «el mismo destino» que los miembros de esa organización creada en 2001 como bloque de seguridad regional. Ya en 2016, dejó en claro que no necesitaba unirse a la Unión Europea a toda costa, y que podría integrarse a un bloque integrado por China, Rusia y los países de Asia Central.
Desde 2002, Erdogan estuvo avivando el sentimiento antioccidental, sobre todo antiamericano. Luego de la invasión rusa a Ucrania, según la encuestadora German Marshall Fund of the US (GMFUS), el 84% de los turcos quieren que su país haga las veces de mediador o permanezca neutral, cifra diez veces superior a la de quienes desean que Turquía sólo apoye a Ucrania. En otras palabras: el 84% de los turcos no apoyan a Ucrania en el conflicto.
Según MetroPoll, en una encuesta de marzo, solo el 49,3% de los turcos cree que su país debería ser miembro de la Unión Europea. A principios del siglo XXI ese porcentaje era del 80%. Según la misma encuesta, el 48% de los turcos cree que Estados Unidos y la OTAN son responsables de la situación en Ucrania. Y los turcos creen que Rusia es su tercer socio más importante.
De acuerdo a GMUF, casi 6 de cada 10 turcos 58,3% ven en Estados Unidos la mayor amenaza para su país, frente a un 31% que dijo lo mismo de Rusia y un 29% de Israel. Erdogan mientras continúa coqueteando con sus socios de Occidente, Israel incluido, el 15 de abril, al inaugurar una madraza (escuela coránica) se refirió a «estos días en que la cultura y el estilo de vida occidentales han invadido el mundo entero».
El 25 de febrero Turquía se abstuvo de votar la suspensión de la pertenencia de Rusia a la mayoría de los órganos del Consejo de Europa por su invasión militar a Ucrania. «Durante la votación celebrada en Estrasburgo, Turquía decidió abstenerse», dijo el canciller Cavusoglu. «No queremos romper el diálogo con Rusia».
En un artículo publicado en el The Wall Street Journal, Paul Kolbe sugirió que «Turquía debería mandar a Ucrania el sistema de defensa ruso S-400». No obstante, Ankara rechazó la idea de enviar los misiles S-400 a Ucrania para ayudar a Kiev a resistir la ofensiva rusa. En 2019, Turquía en claro desafío a la OTAN compró el sistema misilístico ruso de defensa S-400. Tras la compra se produjeron sanciones por parte de Estados Unidos a la producción de aviones de combate F35.
Mientras que los gobiernos occidentales impusieron sanciones a Román Abrámovich y a otros oligarcas rusos para aislar a Putin, un segundo superyate perteneciente a Abrámovich está atracado en un resort turco. Numerosos oligarcas rusos están invirtiendo en Turquía. El 26 de marzo Cavusoglu declaró: «Los oligarcas rusos son bienvenidos en Turquía». El mensaje fue captado.
El 16 abril el Clío, un superyate propiedad del magnate ruso Oleg Deripaska, arribó al puerto de Gocek. Deripaska, fundador del gigante ruso del aluminio Rusal, ha sido sancionado por Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido. Turquía anunció la creación de una aerolínea, Southwind, para llevar turistas rusos a los resorts y centros de recreo turcos. Ambos países han convenido en que Rusia seguirá utilizando el espacio aéreo turco como si jamás hubiera invadido Ucrania.
Quienes niegan que esté en marcha una política neo-otomana, según esa lógica, Turquía debería estar enfrentado a Irán y Rusia en la región. Porque según los neo-otomanos, Rusia e Irán eran quienes debían disputar el poder a Turquía en la región. Se olvidan que Turquía derribó un avión ruso en Siria y luego arreglaron las cosas.
A Rusia no le conviene un enemigo como Turquía, que además es miembro de la OTAN, también Turquía apoya con armamento en la guerra de Libia al gobierno reconocido por la ONU, su aporte de drones fue clave para torcer el rumbo de la guerra. El mariscal Jalifa Belqasim Haftar es un aliado de Rusia, por tanto, enemigo de Turquía. Es decir que Turquía actúa en contra de los intereses de Putin en Libia.
El gobierno turco no reconoce la soberanía rusa sobre Crimea, porque el neo-otomano Recep Tayyip Erdogan, considera a esa región como parte del Imperio Otomano. Los descendientes de los tártaros expulsados de la región de Crimea por los soviéticos, siguen participando de la comunidad turcoide patrocinada por Erdogan.
El intento de Turquía de desempeñar un papel político neo-otomano en Eurasia significa un conflicto de intereses en la región con el trío Rusia-Irán-China, que tendrán que dilucidar en algún momento. Menos mal para Occidente que los turcos no fueron aceptados en Europa, se pueden imaginar a los turcos moviéndose por Europa como ciudadanos, transportando su islamismo y sus mezquitas.
Los descendientes de turcos en Alemania, se dicen ser turcos y no alemanes, aunque no rechazan la documentación alemana que los hace ciudadanos europeos. En estos meses vemos como Turquía bloquea el ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN. El problema no son los turcos, sino los lideres Occidentales que no expulsan a Turquía de la OTAN.
Recep Tayyip Erdogan, aunque sea turco, es un verdadero presente griego. «Un presente griego» es una frase que se aplica para calificar un regalo que lleva en sí perjuicios y preocupaciones para el obsequiado o hasta su misma destrucción o muerte.
Se dice que después de diez años de asedio ante los muros de Troya, sin conseguir tomarla, se le ocurrió a Odiseo una estratagema para lograrlo. Concertó una tregua y ofreció a los troyanos un enorme caballo de madera que dijo ser un voto hecho a los dioses.
Para ingresarlo en la ciudad fue preciso derribar una parte de la muralla, pues las grandes dimensiones del caballo hacían imposible introducirlo por las puertas. En su vientre encerraba el verdadero regalo, los elementos para la destrucción de la ciudad, en efecto, allí había hecho esconder Odiseo a varios guerreros, escogidos entre los más valientes.
Al llegar la noche, salieron de su encierro y, abriendo las puertas de la ciudad, dieron entrada a los griegos que también irrumpieron por el boquete hecho en la muralla para entrar el célebre caballo.
Bibliografía
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