PANAMÁ: MADE IN USA
El conocimiento de la política y lo político puede llegar a ser algo complejo, no lo será solo para aquellos que tienen respuestas sencillas, justamente porque no entienden nada de la política, en especial de la política internacional. Luego de las declaraciones del electo presidente Donald Trump sobre el Canal de Panamá, no hizo falta dedicar mucho tiempo a la lectura de los distintos medios de que se ocuparon del caso.
Voy a citar algunos pocos ejemplos para indicar a que me refiero. El exadministrador del Canal de Panamá (2012-2019) Jorge Luis Quijano señaló que «no existe cláusula que permita a Estados Unidos recuperar legalmente el Canal» luego del reclamo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, respecto a la administración y a las tarifas por el tránsito de buques a través de la vía acuática. Luego en una entrevista posterior, Quijano, dijo que: «hay algunas tarifas que no son peaje y no van a audiencia pública, que van únicamente a la junta directiva y al Gabinete, punto. No hay consulta pública».
Además, indicó «no deja de tener algo de validez o sustancia el tema de los cargos por el tránsito en el Canal de Panamá», argumentando que el servicio de remolcadores y de locomotoras que se ofrecen a los buques en tránsito, son un ejemplo de aquellos servicios conexos que no establecen tarifa mediante consulta pública. Desde el gobierno panameño dicen que, por décadas, Estados Unidos tuvo la administración exclusiva del Canal de Panamá debido al rol mayoritario que tuvo en su construcción. Sin embargo, con la firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, Washington cedió la soberanía permanente del canal a Panamá, en lo que los panameños llaman un hito para la historia del país.
Lo que no terminan de entender es que no se trata de los «cargos por el tránsito» o de la legalidad, se trata de algo que tiene que ver con la lucha entre imperios, ante la cual no sirven de nada los tratados o la física cuántica.
«El que empezó el romance con China fue Varela cuando permitió que un barco chino pasara durante la inauguración del Canal ampliado, rompió relaciones con Taiwán, reconoció a China y hasta trató de meter su embajada en Amador. La cereza del pastel fue el cuarto puente sobre el Canal, construido por chinos».
Fue el ex ministro Jimmy Papadimitriu, quien entendió mejor la cosa y cuyo mensaje fue claro, y me atrevería a decir que fue uno de los pocos panameños que dio con el quid de la cuestión. Según Papadimitriu, los comentarios de Donald Trump no tienen relación directa con las tarifas que cobra la vía interoceánica, sino que esconden un mensaje claro: «O rompemos relaciones con China o se toman el Canal».
Esta es la cuestión, diríamos en modo shakespeariano, Papadimitriu recordó que el canal de Panama es considerado un asunto de seguridad nacional por parte de Estados Unidos y que no permitirán que ninguna nación comprometa ese control. En palabras prudentes y realistas, Papadimitriu criticó las decisiones de la administración de Juan Carlos Varela, que, en su opinión, permitió una mayor influencia de China en el Canal.
El ex ministro de la presidencia de Panamá, Jimmy Papadimitriu, advirtió que las decisiones diplomáticas deben tomarse con cautela para evitar tensiones innecesarias: «Aprendan a jugar con la cadena y no con el mono», dejando claro que la política exterior requiere de habilidad estratégica. Donald Trump, que en estos momentos previos a su toma de posesión se encuentra dando más palos y nada de zanahoria, en su publicación Truth Social, calificó de «exorbitantes» las tarifas que Panamá cobra por el uso del Canal, especialmente considerando la generosidad histórica de los Estados Unidos con Panamá.
«Las tarifas que cobra Panamá son ridículas, especialmente sabiendo la extraordinaria generosidad que ha sido otorgada a Panamá por Estados Unidos. Esta completa ‘estafa’ a nuestro país cesará de inmediato», expresó Trump, destacando que Estados Unidos es el principal usuario de la vía interoceánica, con más del 70% del tráfico hacia y desde los puertos estadounidenses.
Donald Trump, también cargó contra el expresidente Jimmy Carter, quien fue clave en la entrega del Canal a Panamá. Trump recordó que, durante su administración, Carter «tontamente regaló» el Canal a Panamá «por un dólar» y expresó que, «Si no se respetan los principios, tanto morales como legales, de este magnánimo gesto de donación, exigiremos que se nos devuelva el Canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos. Estados Unidos podría exigir la “devolución” del Canal».
La portavoz de la Cancillería china Mao Ning declaró el lunes 23 de diciembre en una rueda de prensa, que el Canal de Panamá «es una gran creación del pueblo panameño» y que «siempre respetará» la soberanía de Panamá sobre él, en referencia a la amenaza del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de que podría exigir la devolución de la infraestructura al país norteamericano. Mao Ning dijo que su país «siempre ha respetado la justa lucha del pueblo panameño por la soberanía» sobre la vía de transporte. Mao recordó que «se produjeron grandes manifestaciones a gran escala en China ya en los años 60 para mostrar un fuerte apoyo al pueblo de Panamá».
Es comprensible las palabras la portavoz, ya que el interés de China y su poder a nivel internacional se verá afectada con el gobierno de Trump, pero cometió un error al decir que el canal «es una creación del pueblo panameño». Mas adelante nos vamos a referir a eso. Para entender la evolución de la política internacional, para saber cuál es el motor de la historia, que es lo que construye la historia, es lo más importante para entender y hablar de la misma. Diría que esa es la cuestión principal e ignorar esa ley de hierro es un grave error.
Para Karl Marx el eje central de su pensamiento fue la clase social, pero lo que él llamaba clase social en realidad no era clase social. Aparte de algunas observaciones adicionales añadidas por Engels, la breve discusión de Marx del concepto de clase social es el capítulo final de El Capital, vol. III (Parte VI, capítulo 52) y es, de hecho, incompleta. Los tres volúmenes de El Capital terminan con las famosas palabras: «Aquí se interrumpe el manuscrito», añadidas por Engels.
El hecho de que este capítulo nunca haya sido terminado para los marxistas es como una tragedia. Muchos de ellos dicen que «si sólo Karl Marx hubiera completado esta sección –y Engels podría haber presionado para ello– al menos sabríamos exactamente cuáles eran las opiniones de Marx sobre la clase social y no habría necesidad de debatir el asunto más lejos».
Lo que Marx dice es lo siguiente: «Los propietarios de mera fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los terratenientes, cuyas respectivas fuentes de ingreso son el salario, la ganancia y la renta de la tierra, esto es, asalariados, capitalistas y terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna, que se funda en el modo capitalista de producción». No define que es la clase social y habla de varias clases, también habló de una sociedad sin clases.
En realidad, Marx se refiere a las castas como en la India o en el imperio Inca, habla de la inmovilidad, pero eso no es una clase social y la clase comercial ya había destruido esa supuesta clase social. La burguesía había creado clases sociales donde la aptitud, la fortuna y el mérito influían enormemente. Y cuando hablaba de una sociedad sin clases, en realidad, de lo que debería haber hablado es de una sociedad sin estamentos, sin castas, cuya existencia venía determinado por la cuna. Una sociedad sin clases es una sociedad sin posibilidades de movimientos sociales, sin ascensos o descensos.
Empíricamente el marxismo no ha creado sociedades sin clase, sino nomenklaturas como en la Unión Soviética o en Cuba, una dictadura sobre el proletariado. En realidad, las clases sociales de Marx fueron un mito, por eso no hubo proletariado internacional. El concepto marxista de clase social es una categoría a-histórica, como algo que está fijo para todos los tiempos e inmutable de una situación social a otra.
Los tiempos cambian, en el siglo XX y en lo que va del siglo XXI, ya no son iguales las condiciones sociales como sucedía durante la Revolución Industrial de principios del siglo XIX, tampoco la época de la Gran Depresión de Estados Unidos de los treinta del siglo XX. Las clases medias, tanto en Estados Unidos y en la Europa occidental, tuvieron un nivel de vida superior a las clases privilegiadas de los siglos pasados. No solo en lo económico sino en lo que respecta a los derechos civiles e individuales.
En los últimos dos siglos tanto los socialistas como comunistas sostenían que el conflicto entre los hombres se centraba en la lucha de clases, ese era el motor de la historia. El gran problema se presenta cuando la «lucha de clases» queda obsoleta, y nadie compra esa idea, mejor dicho, solo algunos tontos útiles. En una sociedad en que una gran proporción son económicamente clase media, y los que no lo son, luchan para elevar su nivel de vida, ya no hay sitio para la idea del proletariado.
George Sorel, renegaba y atacaba al sindicalismo, porque consideraba que estos luchaban por mejorar el salario en vez de realizar una revolución, por ese motivo los consideraba innecesarios e inútiles. Los marxistas tradicionales sostenían que el fracaso del proletariado consistía en que no entendían que su explotación por los capitalistas, se debía a su propia «falsa conciencia», en la que habían sido adoctrinados. Los obreros creían debido a esa falsa conciencia de que eran libres en el capitalismo, y solo eran esclavos de un salario, no entendían que eran víctimas del sistema social, de la propiedad privada de los medios de producción.
¿Quiénes serán aquellos que nos liberen de las injusticias del capitalismo? ¿Los que ocupen el lugar de los explotados y marginados? El proletariado que no existía, no podía ser el sujeto revolucionario, tampoco lo creía Herbert Marcuse y suplanta al proletario por el burgués descontento, inconforme. Por tanto, vemos que se pasa de la lucha de clases a la lucha de la raza, a la lucha de los sexos. Se afirma entonces que el racismo está presente de manera permanente en la sociedad, que la gente de color estaba sometida a los privilegiados por su blancura. Lo mismo sucedía con el género y la orientación sexual, abiertas a todo abuso físico y psicológico, y que la homofobia estaba al acecho como una fiera a la vuelta de la esquina en toda sociedad.
Con Gustavo Bueno Martínez decimos que el motor del mundo es la dialéctica de Estados o Imperios, y dejamos aparcados la dialéctica de clases para el marxista Santiago Armesilla Conde. Esa ideología marxista fue el motor de la historia en gran parte del siglo XX y enfrentada al capitalismo de libre mercado, cuyo desenlace fue en favor del imperio estadounidense. En estos momentos, como la dialéctica entre imperios nunca se detiene, estamos insertos en un bloque Occidental, que no es geopolítico, enfrentado al eje Oriental, cuyas cabezas son Rusia y China.
Entonces, cualquier manifestación de orden político internacional está íntimamente unido a ese enfrentamiento. Sobre todo, en un presidente, que tiene muy claro esa dialéctica, aunque técnicamente no la denomine así. Por eso no es gratuito que hable del Canal de Panamá, de Canadá y de Groenlandia, y el desarrollo de la historia que es como es y no como querríamos que fuera, no se queda a la espera del juicio ético o moral de algunos ofendidos por las palabras de Donald Trump. No hace falta ser muy avispados para darse cuenta lo que pasó con la invasión de Rusia a Ucrania, pasándose el derecho o los tratados internacional por donde ya sabemos.
China no se está expandiendo militarmente, pero lo hace comercialmente, y como toda economía es política, pero no al revés, es la continuación de la guerra por otros medios. Las advertencias en ese sentido a Canadá, más bien a Justin Trudeau, y Trump agitando otra vez el palo, sugirió que Canadá se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos y se refirió al primer ministro canadiense Justin Trudeau, en un acto de honestidad brutal, como «gobernador» del «Gran Estado de Canadá».
Al anunciar el nombramiento de su embajador en Dinamarca, Trump escribió: «Por motivos de Seguridad Nacional y Libertad en todo el Mundo, Estados Unidos considera que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta». Los deseos de Trump, que no son nuevos, ya han surtido efectos. El Gobierno danés anunció un importante plan para reforzar la capacidad defensiva de Groenlandia pocas horas después de que Donald Trump, reiterara públicamente su deseo de comprar el país ártico, en el que solo viven 56.000 personas.
El miedo no es sonso, sin dar detalles concretos, el ministro danés de Defensa, Troels Lund Poulsen, declaró al medio danés Jyllands-Posten que Copenhague invertirá una cantidad de «dos dígitos» de miles de millones de coronas danesas para mejorar las defensas del país. El gasto en Defensa podría ascender a entre 1.340 y 13.270 millones de euros. Quienes se asombren de lo que dice Trump sobre Groenlandia, jamás se enteró, ni sabe, de lo que es la ruta polar de la seda china.
En cuanto a los países mencionados por Trump, Canadá, Groenlandia y Panamá, no es una salida espontanea, sino que es parte de planes, tampoco lo de Trump fue una novedad, lo novedoso es en la forma que lo expresó, ya se había hablado durante su gestión anterior, y también que su anuncio fuera tomado como si ya hubiese asumido el cargo de presidente. De cualquier manera, esto es MAGA en estado puro, son definiciones que están dirigidas a esa idea de grandeza de Estados Unidos, Make America Great Again.
En el caso de Panamá el motivo se debe a China, ahí está lo dicho por el ex ministro Jimmy Papadimitriu, ya que Estados Unidos es el principal usuario y desea confrontar la presencia china en el hemisferio, debido a su participación en la administración de la vía fluvial. Aunque los panameños lo quieran negar, el hecho de romper relaciones con Taiwan, de ofrecérseles una oficina diplomática y oficinas en la zona del Canal a los chinos, es indudable el coqueteo con China, y ese coqueteo es intolerable para el imperio estadounidense.
Conocido ya el nombre del cubanoamericano de Florida que será su nuevo embajador, las cosas no pueden volver atrás, Estados Unidos quiere un acuerdo que le otorgue condiciones especiales y para ello esgrime como amenaza, para empezar, el uso de los aranceles como punta de lanza de su política exterior. Y dada la importancia del Canal no es solo para el comercio sino también para los movimientos de su Marina de Guerra, y el Canal define las condiciones más favorables que otros, para confrontar a China.
El objetivo de las palabras de Donald Trump va destinado no solo a negociar mejor las tarifas portuarias para los barcos estadounidenses, el medio Global Times que pertenece al Partido Comunista Chino, dice considerando que más de la mitad del tráfico marítimo del Canal de Panamá es hacia o desde puertos estadounidenses, que evita el larguísimo viaje a través del Cabo de Hornos. Trump buscaría presionar al gobierno de Panamá en su relación con China. Trump el año pasado en la entrevista que le hiciera Tucker Carlson en X (ex Twitter), aseveró algo para lo cual todavía no hay pruebas, que China «controla» y «administra» el Canal de Panamá.
Sobre Groenlandia la primera oferta de integración con la isla más grande del mundo, proviene del ex presidente Truman en los inicios de la guerra fría, entonces existía una base durante la segunda guerra mundial. Desde entonces, existía la oferta tanto de la compra como su incorporación a Estados Unidos en una especie de autonomía, aunque, su ubicación cultural histórica era y es Escandinavia, Dinamarca.
Ya hubo una oferta pública pero no formal a Dinamarca en el gobierno anterior de Trump, y entonces se cometió el mismo error de ahora, de no tomarlo en serio, lo mismo ocurrió con la respuesta de quien fuera primera ministra del país escandinavo como también de las autoridades electas, como nación constituyente del Reino de Dinamarca, aunque hubo muestras de insatisfacción por parte de los isleños. Lo que se debe tener en cuenta no son las formas sino el contenido. Groenlandia en cuanto a lo geográfico es parte de América del Norte, situándose en la zona nororiental entre el Atlántico y el océano Glacial Ártico.
Su importancia viene por sobre todo desde lo político-militar, ya que Estados Unidos lo considera una puerta de acceso al Ártico, donde Rusia y China, sobre todo China fueron construyendo con paciencia una nueva ruta comercial para trasladar productos hacia y desde Europa, la Ruta Polar de la Seda, mencionada anteriormente. Una ruta promisoria para las grandes compañías navieras antes de la invasión a Ucrania, una invasión que sirvió para abrir los ojos al igual que el Covid-19 de China lo fue para el mundo. Mi opinión es que la Ruta de la Seda es un proyecto en vías de extinción por diversos motivos.
Rusia buscó utilizar a su favor el cambio climático, al emerger territorios previamente sumergidos, donde estuvo poniendo su bandera. Pero todo cambió no solo con la invasión, sino también con la politica de sanciones como castigo a Moscú. La actual alianza con China, donde Rusia está subordinado, surge el rol de China como inversionista, tanto para el proyecto del Ártico como en recursos e inmigrantes en Siberia, que es importante para la política exterior china.
Aunque no sea evidente, el uso de los aranceles como instrumento no económico para lograr objetivos y modelar comportamientos, si es muy claro en el caso de Canadá, donde Trump quiere, de paso, ajustar cuentas con el primer ministro, el progre Justin Trudeau, con quien tuvo publicas discrepancias en el gobierno anterior y ahora, dada la debilidad de Trudeau, que quizás este próximo a dejar el cargo o llamar a unas elecciones anticipadas.
Tanto con Canadá como con México, los anuncios de Donald Trump sobre los casos de inmigración ilegal y de drogas, a través de las fronteras en común, donde en el caso de Canadá, se agrega el deseo de Estados Unidos de tener políticas más parecidas en lo que a petróleo y gas se refiere. Dejando a Trudeau de lado, el verdadero interés de Trump, como jefe de Estado, son las provincias productoras de petróleo, molestas con su primer ministro y con los Estados Unidos de Joe Biden, por la cancelación vía orden ejecutiva del oleoducto Keystone XL, ya avanzado por Donald Trump. El blanco sería la provincia de Alberta, vecina de Montana, Estados Unidos, que es de mucha importancia en hidrocarburos y en industria petroquímica.
Más allá de estos países, muestra que esta vez Donald Trump está mucho mejor preparado y organizado, y que la resistencia está centrada en su personalidad, en una política que ya fracasó para detener su ascenso político. Y muestra a un Donald Trump que ha seleccionado bien a sus colaboradores, asesores, pero haciendo hincapié en la lealtad, para que no le suceda como pasó con generales en retiro o como lo que pasó con el ex Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton.
Estados Unidos, bajo el gobierno de Trump, debe realizar un nuevo realineamiento político, y es notable como ha aumentado el número de seguidores en favor de Trump en el plano internacional y con gran impacto en muchos países, y eso seguirá en tanto y en cuanto siga siendo, efectivamente, una potencia o un imperio mundial. Trump no creó un movimiento, sino que se encontró uno que se estaba gestando a nivel mundial, y que estaba esperando su mascaron de proa.
Si bien es cierto, que el movimiento no fue una creación de Trump si lo fue tomar el control de aquel, transformarse en su líder de gran parte del país que quería un cambio, pero no uno cualquiera sino algo profundo, para combatir al estado profundo, y lo logró con un triunfo personal, lograr un regreso a la Casa Blanca, probablemente inédito en toda la historia de Estados Unidos. Las ideas en torno a los países antes mencionados, obedecen a una política meditada y razonada desde su grupo que lo acompaña, de sus asesores, no de la llamada comunidad de inteligencia ni del Estado Profundo que él quiere destruir.
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Realmente me conmueve los arrebatos de dignidad que tienen los panameños, cuando su origen, como en todo iberoamérica es fruto de la traición. En el siglo pasado, durante mi permanencia en Panamá, conocí a muchas personas entre ellos a un profesor de historia, quien no tenía ningún empacho en reconocer su origen espurio y contrabandista como Estado. Así que eso de «de que el Canal es una creación del pueblo panameño» que dice la portavoz china, sale sobrando. Ni hablar del Canal, cuando la creación del Estado de Panamá es made in usa.
La privilegiada ubicación geográfica de Panamá dada la cercanía entre ambos océanos Atlántico y Pacífico, fue determinante para su historia y, la de Colombia. Solo existía Colombia hasta principios del siglo XX, cuando el territorio panameño empezó a ser codiciado. Entonces muchos pensaban en construir un canal en ese lugar, una obra de ingeniería que cambiaría el tráfico de mercancías a nivel mundial.
En el siglo XIX y tras la independencia de España se creó la Gran Colombia. Un país que incluía parte de lo que hoy son Ecuador, Venezuela, Panamá y Colombia. En 1830, Venezuela y Ecuador se separaron de la Gran Colombia y el país pasó a llamarse Nueva Granada y, después, Colombia. Entre 1850 y 1880, Colombia fue un país federal, con libertad de culto y una organización política y administrativa que se basaba en la diversidad cultural y económica de su territorio, que incluía a Panamá.
Muchos presidentes de Colombia procedían de Panamá, para finales del siglo XIX llegó al poder un partido de signo conservador que impuso un modelo de Estado centralizado, con un vínculo cercano a la Iglesia Católica. Ese periodo fue llamado la Regeneración y en 1886 dio paso a una Constitución que fue muy cuestionada. Según sus detractores, esto debilitó el poder de los nueve Estados Soberanos que componían el país, que pasaron a ser entidades político-administrativas dependientes del gobierno central en Bogotá, la capital.
Una de esas nueve entidades era el istmo de Panamá, ese accidente geográfico ubicado entre los océanos Atlántico y Pacífico, que no estaba alineada con el partido conservador. Esta tensión política se fue extendiendo por toda Colombia, y que hizo de antesala a una guerra civil que permitiría más tarde la injerencia internacional. Los partidos políticos tradicionales, liberal y conservador, se enfrentaron muchas veces, pero el más importante fue la guerra que ocurrió entre 1899 y 1902 y que se conoce como la «Guerra de los Mil Días».
Panamá tenía una población mayoritariamente liberal, y para finales del siglo XIX ya había un enorme cansancio con el centralismo conservador de la Constitución de 1886. Los conservadores ganaron la guerra. El fin de la guerra con la victoria oficial de los conservadores y con el asesinato judicial del general liberal Victoriano Lorenzo, quien era un indígena panameño, solo aumentó el descontento en las mayorías liberales. Murió un 3% de la población en la guerra, la infraestructura y la industria quedaron destruidas, se disparó la inflación y la deuda externa, y miles de personas dejaron las ciudades.
Por tanto, cualquier intento de secesión tenía muchas posibilidades de éxito. La idea de un cruce interoceánico ya venía de tiempos del virreinato. A finales del siglo XIX ya existían los ferrocarriles, pero en ese momento la revolución industrial estaba en auge y las grandes potencias capitalistas como Reino Unido, Francia y Estados Unidos, empezaron a presionar para conectar los océanos. En 1880, el gobierno colombiano otorgó la concesión para la construcción del canal al ingeniero francés, Ferdinand de Lesseps, que venía precedido de la fama de construir el Canal de Suez en Egipto.
El proyecto de Ferdinand de Lesseps, implicaba situaciones muy diferentes a las de Suez: el terreno panameño era rocoso y selvático, lo cual dificultaba la construcción ya que hacía falta más maquinaria y dinamita, y el riesgo de enfermedades tropicales como la malaria y la fiebre amarilla que provocó la muerte de miles de trabajadores, había muchos esclavos africanos y chinos, sometidos a la humedad del lugar y las lluvias permanentes. También hubo errores técnicos.
Lesseps concibió la idea de ejecutar un canal sin esclusas, lo cual reducía los costos, pero después se descubrió que la diferencia de nivel entre los océanos Atlántico y Pacífico sería salvable solamente con grandes esclusas, que no estaban previstas en el plan original. La falta de dinero, y el «escándalo del Canal de Panamá» o «caso Lesseps», llevaron al proyecto francés a la quiebra. El escándalo Panamá salpicó a muchos políticos e industriales franceses durante la Tercera República Francesa y arruinó a decenas de miles de ahorradores.
Hubo dificultades financieras en la Compañía Universal del Canal de Panamá, una sociedad creada por Ferdinand de Lesseps para reunir los fondos necesarios y llevar a cabo el proyecto. Cuando la obra se reveló más onerosa de lo previsto, Lesseps debió emitir una suscripción pública. Algunos políticos como Clemenceau, permitieron que Lesseps lanzara al mercado una lotería para financiar la construcción del canal, y le dieron grandes préstamos con garantía del Estado, lo que comprometía a políticos franceses. Una parte de esos fondos fue usada por el financista Jacques de Reinach para sobornar a los periodistas y obtener ilegalmente el apoyo de políticos.
En el juicio inicial, el ministro de Desarrollo de la ciudad, Bethaut, fue el único parlamentario condenado a prisión. Su sentencia fue de cinco años, pero solo cumplió tres. Luego de la liquidación judicial de la compañía, el barón de Reinach encargado de las finanzas de la compañía del canal, se suicidó. Se cree que quemó documentos que involucraban a políticos y socios en la corrupción. Muchos políticos fueron acusados de corrupción, otros acusados escaparon a Inglaterra. En total, se perdieron cerca de mil millones de francos, en lo que ha sido considerado el mayor escándalo de corrupción del siglo XIX. El 7 de diciembre de 1894, Lesseps falleció.
Es ahí cuando se unen el interés de Estados Unidos en esa ruta marítima con la dificultad del Estado colombiano de tener control sobre su territorio. Más aún cuando una de sus regiones, la panameña, estaba separada del centro administrativo por un inmenso e intransitable complejo selvático llamado el Tapón del Darién. Al presidente estadounidense William McKinley le habían presentado dos opciones, una por Nicaragua y la otra por Panamá y al mismo tiempo en que sufría la presión de la Armada y sectores expansionistas.
Para zanjar el problema, McKinley nombró una comisión de expertos, la Isthmian Canal Comission, para ver que ruta era mas factible. El dictamen de los técnicos, fechado el 16 de diciembre de 1901, era favorable al de Nicaragua. La Panama Canal Company, que había ofertado los derechos y las obras al gobierno estadounidense en 190 millones de dólares, tuvo la ayuda de un influyente abogado, William Nelson Cromwell y del senador Marcus Alonso Hanna, poderoso jefe republicano y portavoz de los capitanes de la industria. En esos días entró en escena un ingeniero eléctrico francés, colaborador de Ferdinand de Lesseps en Suez y Panamá, amigo de Cromwell y Hanna, Philippe Bunau Varilla.
Philippe Bunau Varilla, se presentó como emisario del movimiento separatista panameño integrado capitalistas navieros que deseaban la independencia de Panamá de Colombia, para facilitar la construcción del Canal. En septiembre de 1901, McKinley fue asesinado y asumió la presidencia Theodore Roosevelt, que entonces tenía 43 años, un político de carácter fuerte, autoritario, violento, dominante y en algunos casos, intolerante, racista y militarista, patriota.
El Congreso de Estados Unidos entregó una resolución sobre la ruta Panamá, y el 28 de junio de 1902 aprobó la Ley Spooner que autorizaba al presidente para comprar los derechos y las obras ya ejecutadas a la Panama Company por 40 millones de dólares, en el caso de que Colombia ratificara la cesión de una faja de tierra en el istmo de Panamá en un tiempo razonable, si el gobierno de Colombia se negaba la cesión, el presidente quedaba autorizado a negociar con el consorcio que poseía los derechos otorgados por Nicaragua.
El Secretario de Estado, John Hay, entró en negociaciones con Tomás Herrán, ministro colombiano en Washington, y el 3 de enero se firmó la Convención Hay-Herrán, en la que se estipulaba que Colombia arrendaría por cien años una faja de tierra de 10 millas de ancho, para finalizar las obras iniciadas por Lesseps. Estados Unidos pagaría 10 millones de dólares al contado y una renta anual de 250.000 dólares después de 9 años.
El Senado estadounidense ratificó de inmediato la Convención, pero el Senado colombiano se negó a ratificarlo, argumentaron que la Panama Canal Company no podía vender sin la autorización correspondiente. Y, que, además, que los montos especificados en el tratado eran insuficientes y que el gobierno de Marroquín no había defendido los intereses nacionales. Roosevelt reacciono con violencia y en la declaración expreso:
«El gobierno de Bogotá debería comprender lo mucho que está estropeando las cosas y comprometiendo su porvenir… No creo que se pueda permitir al lote de obstruccionistas de Bogotá cerrar permanentemente una de las rutas futuras de la civilización». Entonces comenzó a movilizarse Bunau Varilla apoyado por el Dr. Manuel Amador Guerrero, el abogado Cromwell y el senador Hanna, quienes visitaron a personalidades del gobierno federal y los reunieron en New York, con la venia de Roosevelt, a las que asistieron empresarios panameños, agentes de la Panama Canal Company, funcionarios del departamento de Estado y oficiales navales.
Se supo que Philippe Bunau varilla fue recibido en la Casa Blanca por Roosevelt unas dos veces. En las juntas se acordó apoyar y promover una revuelta revolucionaria en ciernes o a punto de iniciarse, y a proclamar la independencia de Panamá de Colombia, es decir, crear un nuevo país, Panamá. ¿Y el sentimiento nacionalista donde estaba? Cual es la identidad panameña, los caudillos del movimiento, es decir, los traidores a su patria, según los historiadores no eran mas de 30 o 40 familias de un alto nivel económico en una población de unos 200.000 habitantes.
Los únicos antecedentes históricos independentistas que se pueden citar, si es que se pueden citar como tales, está el movimiento de 1819 sin resultado positivo. La declaración de la independencia de España del 18 de noviembre de 1821 que terminó con la anexión a Colombia, la aventura del general Espinar y la declaración de la independencia de Colombia del 26 de septiembre de 1830, que logró mantenerse por dos meses, la declaración de autonomía de julio de 1831, realizada por la Junta presidida por Juan Eligio Ulzuru, que fracasó, el movimiento separatista de 1840-1841 liderado por Tomas Herrera y Mariano Arosamena, la creación del estado soberano de Panamá de 1855 que estableció una administración semiautónoma de Colombia, la rebelión de Pedro Prestan en 1885 y la llamada «Guerra de los mil días» que terminó en 1902.
En 1903, por la decisión de Estados Unidos y la voluntad del presidente Theodore Roosevelt, motivadas por el rechazo de Colombia a la Convención sobre el canal ístmico, Panamá lograría su supuesta independencia.
Ante el descontento panameño, Estados Unidos encontraba una oportunidad para construir el Canal sin injerencia de Colombia. Panamá hizo caso omiso al rechazo del tratado y, en alianza con Estados Unidos que dijo que intervendría si había represalia militar de Colombia, declaró su Independencia el 3 de noviembre de 1903. Ese día, ocho acorazados estadounidenses se encontraban estacionados en los océanos Atlántico y Pacífico bajo las ordenes del vicealmirante Coghlan y el almirante Glass.
El informe de general colombiano Rafael Reyes, escribe que «no pudo pisar Panamá y preocupado escribió al presidente aconsejándole mucha prudencia, para evitar así que 40 barcos de guerra norteamericanos se tomaran, además de Panamá, las ciudades de Medellín y Cali». El 3 de noviembre estalló la revuelta en Ciudad de Panamá, se dice que la guarnición militar colombiana fue sobornada y que los oficiales y soldados recibieron una buena compensación económica. Se realizó la destitución de las autoridades colombianas, se formó una Junta de Gobierno que proclamó la independencia y la república, en medio de algunos incidentes aislados.
Al día siguiente, el general Esteban Huertas, jefe de la Junta Provisional de Gobierno, pronunció un discurso frente a los soldados en la Ciudad de Panamá, y resumió todo lo sucedido en lo siguiente: «El mundo está asombrado de nuestro heroísmo. El presidente Roosevelt ha guardado su palabra». El Dr. Manuel Amador Guerrero, en un acto en la ciudad de Colon, arengó a las tropas diciendo: «El mundo está sorprendido de nuestro heroísmo. Ayer éramos esclavos de Colombia, hoy somos libres. El presidente Roosevelt ha hecho bien. ¡Larga vida a la República de Panamá! ¡Larga vida al presidente Roosevelt!».
Podrían haber agregado, ahora somos esclavos de Estados Unidos. ¡Larga vida! Roosevelt había guardado su palabra, el día 2 de noviembre, Roosevelt ordenó a la Armada y a la Infantería de Marina desembarcar las fuerzas y apoderarse del ferrocarril, y mantener libre y de forma ininterrumpido el tráfico a través del istmo de acuerdo con el tratado firmado con Colombia de 1846. Esto impidió al gobierno colombiano movilizar tropas desde Colón y otros lugares hacia la Capital, centro de la revuelta. La presencia del U.S Nashville, en aguas de la bahía de Colón.
El gobierno de José Manuel Marroquín, no pudo realizar ninguna acción para sofocar la insurrección en Panamá por el bloqueo impuesto por Estados Unidos. El 6 de noviembre de 1903, tres días después de la insurrección, el presidente Roosevelt dio su reconocimiento a la independencia de Panamá, y al gobierno de la Junta presidida por el general Esteban Huertas, y el 13 de noviembre recibió a Philippe Bunau Varilla, como ministro de la República de Panamá acreditado ante su gobierno.
Así que hablar de dignidad y otras bobadas al uso, salen sobrando, mientras más se conozca la historia del Canal, menos digna, heroica y honrosa resulta la independencia de Panamá. También es muy importante en la política el conocimiento y la distinción del amigo-enemigo político. Como bien lo dijo Julen Freund, y Donald Trump, nuevamente, sabe distinguir quien es el enemigo político de los Estados Unidos. Hasta ahora, había un vacío de control e influencia en el hemisferio.
Se dejó impunemente a China, Irán y Rusia avanzar a sus anchas por América con el apoyo y la complicidad de gobiernos ávidos del dinero o las promesas chinas. Los aranceles también deberían ser aplicados a los peruanos por el puerto construido por los chinos y que es el mas grande de iberoamérica. Estos gobiernos de países que ayudan y colaboran con el enemigo deben de ser borrados de cualquier beneficio de Estados Unidos.
Hasta ahora, se pasaron varias décadas de comercio estadounidense financiando el crecimiento de China y su huella estratégica en las Américas y esto debe terminar. El nuevo presidente Trump, más allá de lo que dicen sus detractores, rechaza la violencia y las guerras, es por eso es que desea sacar a Estados Unidos de las guerras y no crear nuevas, pero eso no significa que cuando sea necesario recurra a ellas, porque la guerra no es la continuación de la política por otros medios, es directamente, política.
Durante mucho tiempo distintos países han abusado de la estupidez de muchos presidentes estadounidenses. Eso mismo sucedió con Arabia Saudita, luego del acuerdo entre Franklin Roosevelt y el rey Ibn Saud, que establecían las bases de amistad entre sus países. La relación que duró por más de siete décadas que se fundaron en necesidades comunes. Petróleo y seguridad, el petróleo saudí cubriendo gran parte de las necesidades energéticas de Estados Unidos y la seguridad militar que Washington le proporcionaba a Arabia Saudita.
Desde la firma del Pacto de Quincy en 1945, se garantizó el suministro energético a Estados Unidos, también se vio reflejada luego de la década de los setenta con los saudíes como aliado estratégico para Washington en Oriente Medio, una región de gran importancia para la política exterior estadounidense. Pero, los saudíes en diferentes oportunidades adoptaron una postura contraria a los Estados Unidos, se puede citar como ejemplo, la Crisis del Petróleo de 1973, la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la Segunda Guerra del Golfo Pérsico, entre otras. Pero eso no ha impidió que las relaciones bilaterales continuaran.
Los Estados Unidos, pese a las críticas contra el fundamentalismo islámico saudí y su apoyo a los extremistas, violaciones de los derechos humanos, entre otros, mantuvo su privilegiada condición de aliado fiable. Donald Trump realizó su primer viaje como presidente a ese país. En ese quid pro quo, los saudíes recibieron ayuda militar y seguridad. Pero esa relación se vio afectada a través del tiempo por el surgimiento de los terroristas de Daesh y la Coalición en su contra, el acercamiento entre Irán y Occidente y el acuerdo sobre su programa nuclear, un grave error del gobierno de Obama, hacia el este de Asia.
El presidente Trump intentó minimizar las tensiones recientes en su relación bilateral, pero no pudo impedir que Arabia Saudita perjudicara con su guerra de precios del petróleo que inició en parte, para voltear la industria estadounidense del esquisto bituminoso, por el que Estados Unidos pasó a ser el mayor productor de petróleo del mundo, y por tanto de dependencia cero. Sin embargo, el príncipe Mohammed bin Salman, fue directamente contra esa industria.
No sólo se trata del daño económico que produjeron al sector del petróleo de esquisto, sino que Estados Unidos considera que los saudíes traicionaron la larga relación entre los dos países. Según filtraciones de agencias del gobierno de Trump de entonces, muchos miembros de alto rango en el círculo de asesores más cercanos de Donald Trump querían que los saudíes pagaran por sus acciones, en todos los sentidos. En un artículo cuyo link dejo a continuación, fue tratado el caso en extenso: https://revistaeutaxia.com/la-traicion-saudi/ Así que el gobierno panameño no debe olvidar que la falta de palabra y la traición se paga muy caro, menos dignidad y soberanía, o China o Estados Unidos, no se puede servir a dos amos.
No es por nada que Trump hay reaccionado ante quienes están intentando disminuir la importancia del dólar, objetivo fundamental de la alianza entre Rusia y China, y de la cual Lula es hoy un vocero, a quien Trump amenazó con subirle fuertemente los aranceles, si seguía intentado que el BRIC operara en ese sentido. Y la razón es fácil de entender, ya que el rol del dólar como la moneda de ahorro y reserva del mundo, es hoy por hoy, quizás el mayor factor individual de poder de Estados Unidos no solo a nivel internacional, sino también interno, ya que Estados Unidos sigue sin pagar como otros países, todas las consecuencias de su masivo déficit público.
Por eso se entiende el porqué de la fuerza con que está impulsando el instrumento de los aranceles, ya que estima que ayudan mejor a MAGA, al crecimiento y a la restauración del poder de Estados Unidos como potencia imperial, incluso en casos que no son reducibles a una solución simple, como ocurre con las fronteras. A Donald Trump le resbala si es querido o no. Parece seguir la máxima del genial florentino Maquiavelo, que el Principe (el gobernante) debe ser más respetado que amado.
3 de enero de 2025.