¡NO DISPAREN, SOY EL CHE! VALGO MÁS VIVO QUE MUERTO
Crónica de un final anunciado
Ricardo Veisaga
Ernesto Guevara, el Che, cuando se entregó al ejército boliviano antes de ser hecho prisionero, levantando su arma gritó: «No disparen, soy el Che, valgo más vivo que muerto.», estaba ligeramente herido de bala en una pierna. Su pistola de 9 milímetros tenía el cargador completo. Muchos se preguntaron a lo largo de estos años ¿Por qué cayó prisionero y no peleó hasta la penúltima bala?
Digo penúltima, ya que, en tren de aportar relatos, hace muchos años circulaba otra hecha en su breve cautiverio por su camarada Simeón Cuba Sanabria, cuyo nombre de guerra era «Willy». El sindicalista y guerrillero boliviano habría comentado que antes de entregarse, el Che, habría dicho que la última bala sería para suicidarse. Pero el guerrillero heroico, ante la increpante mirada de Willy enojado le habría dicho: ¡Se acabó, todo está terminado, hay que entregarse!
Creen que el Che pensaba que no lo iban a matar, que sería juzgado como lo hicieron con el delator francés Régis Debray y el argentino, el pelado Ciro Bustos. Que sus ruegos bastarían ¿Por qué, acaso lo conmovían a él? El ex preso político Pierre San Martín, fue testigo presencial del asesinato a sangre fría de un niño entre 12 y 14 años de edad llevado a cabo por el Che Guevara en la fortaleza de la Cabaña en 1959, así lo relató:
«…el crujiente sonido de la puerta de hierro se abrió, al mismo tiempo que lanzaban a una persona más al ya aglomerado calabozo…. ¿Y tú que hiciste?, preguntamos casi al unísono. Con la cara ensangrentada y amoratada nos miró fijamente, respondiendo: por defender a mi padre para que no lo mataran, no pude evitarlo, lo asesinaron los muy hijos de perra. Cerca del paredón donde se fusilaba, con las manos en la cintura, caminaba de un lado al otro el Che Guevara. Dio la orden de traer al muchacho primero, y lo mandó a arrodillarse delante del paredón… El muchacho desobedeció la orden, con una valentía sin nombre le respondió al infame personaje: «si me has de matar tendrás que hacerlo como se mata a los hombres, de pie, y no como a los cobardes, de rodillas.» Caminando por detrás del muchacho, le respondió el Che: con que sos un pibe valiente…Desenfundando su pistola le dio un tiro en la nuca que casi le cercenó el cuello.»
El Che Guevara en Bolivia, suplicaba por su vida, el muy cobarde no supo morir como un hombre. Que se podía esperar después de ese ruego, que constituye toda una declaración de principios, y título de este artículo.
En 1967, el 8 de Octubre, cae herido y es apresado el Che, en la Quebrada del Yuro, cerca del pueblo La Higuera, en Bolivia. Marcelo Fernández-Zayas, tuvo la oportunidad de hablar con testigos, allegados y participantes directos de la detención y muerte del Che. Entre ellos con el funcionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Félix I. Rodríguez Mendigutía, quien fue el último en conversar largamente con el Che.
Mucho se ha fantaseado con la presencia de soldados estadounidenses en Bolivia. Pero eso es parte del mito. El día 8 de Octubre de 1967, en Vallegrande, sede de la jefatura de la Octava División del Ejército boliviano bajo las órdenes del Coronel Joaquín Zenteno Anaya. En el lugar se encontraba, instalando equipos de radio en los aviones, el Capitán Félix Ramos Medina, cuyo verdadero nombre es Félix Rodríguez Mendigutía.
Cubano americano, veterano de la (CIA), experto en contra insurgencia y asesor del ejército boliviano. «Le comunican al capitán Félix Ramos, que le fue enviado un mensaje en código por radio que decía: «Papá está cansado». Mensaje que significaba: «Che Guevara apresado y herido». Al teniente coronel Andrés Zelich, se le ordena que se traslade en helicóptero a La Higuera, donde tienen prisionero al Che, para que lo interrogue y examine los documentos apresados.
Félix Rodríguez se comunica con sus superiores de la CIA, da pormenores de lo sucedido y pide confirmación de la órden que era: apresar al Che vivo para trasladarlo, posiblemente, a una base de Panamá. La CIA responde que haga todo lo posible por salvarle la vida. Estados Unidos, sabía que el Che vivo, derrotado y prisionero, sería un golpe devastador para La Habana y Moscú.
Un Che vivo era una carta de gran valor, un Che muerto, todo lo contrario, se convertiría en leyenda y mártir. Sin embargo, los militares bolivianos no pensaban como lo hacían en Washington. En la mañana del nueve de octubre, un helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, llevando como pasajeros al coronel Joaquín Zenteno Anaya y al capitán Félix Ramos Medina, despegó de Vallegrande rumbo a La Higuera.
Media hora después, 07:30 a.m., el helicóptero llega a su destino. Todavía se escuchaban en la lejanía los sonidos de fusiles y morteros. Andrés Zelich, luego de un minucioso registro del cuerpo y pertenencias del prisionero y otros combatientes muertos, había capturado buena cantidad de documentos. El Che se encontraba prisionero en una pequeña escuela del lugar.
En el mismo lugar estaban los cuerpos sin vida de otros guerrilleros caídos en combate: Antonio, cubano, cuyo verdadero nombre era Orlando Pantoja, Arturo, cubano, nombre verdadero era René Martínez Tamayo. En otra habitación se encontraba herido el guerrillero boliviano Willy, nombre verdadero Simeón Cuba Saravia. El coronel Zenteno y el capitán Ramos vieron en un extremo de la habitación al Che Guevara. Este mostraba un cuerpo delgado, cabellera larga y sin brillo y en general un aspecto físico muy deteriorado.
Sus ropas estaban sucias y harapientas, sus pies estaban envueltos en pedazos de trapos sucios y cueros, amarrados con cordeles, al carecer de botas o zapatos. Estaba atado de pies y manos. Estas últimas amarradas en la espalda. El coronel Zenteno intentó varias veces hablar con el Che. Pero, este no respondió a sus preguntas. Ante la inutilidad del esfuerzo, Zenteno y Ramos abandonaron el lugar.
Marcelo Fernández-Zayas dice: El capitán Ramos (Félix Rodríguez) me dijo:
«Comencé a fotografiar todos los documentos ocupados, con máquinas fotográficas Pentax y Minox. Después, establecí contacto radial con mi puesto de mando en la CIA. Estaba en esta tarea, cuando se acercó un soldado boliviano que me comunicó, que el cuartel de Vallegrande quería hablar con el oficial de más alta graduación que se encontrara en el lugar. El coronel Zenteno había partido a un puesto de avanzada, donde aún se combatían a los guerrilleros del Che. El ejército boliviano me había dado rango de capitán durante las operaciones. Me identifiqué con el oficial que llamaba y este dio las órdenes a seguir: 500 y 600. Pedí que repitiera las órdenes, claramente escuché las cifras 500 y 600. El número 500 significaba el Che; el 600 ordenaba su muerte».
Poco antes de las 11:00 a.m. regresó el coronel Zenteno. Le expliqué el mensaje recibido de Vallegrande y las instrucciones que yo tenía de Washington que eran mantener al Che vivo. El coronel Zenteno reconoció el dilema en que me encontraba y me dijo:
«Yo no puedo desobedecer las órdenes de mi presidente. Son las 11 de la mañana, tengo que irme a Vallegrande, el helicóptero vendrá varias veces para trasladar heridos, municiones y comida. A las 2:00 p.m., será el último vuelo de regreso. Tú me entregarás el cadáver del Che, bajo palabra de honor».
Desde Washington, trataron de convencer a La Paz (capital de Bolivia) para que no ejecutaran al Che. La respuesta de La Paz fue que la prensa mundial ya conocía la noticia de que el Che había muerto en combate. Félix Rodríguez dice al respecto:
«estaba pensando acerca de la situación, cuando escuché disparos dentro de la escuela donde se encontraba el Che con el otro prisionero Willy». «Entré en la habitación donde se encontraba el Che, quien me miró desde el suelo. Me dirigí al otro cuarto y vi a un soldado, arma humeante en las manos, que temeroso me dijo: Mi capitán, trató de escapar. Willy, expiró en mi presencia. Era imposible escapar de aquel lugar, todo estaba custodiado. El soldado boliviano estaba cumpliendo las órdenes de sus superiores: no tomar prisioneros».
«Por la mente me pasó una escena similar. En Bahía de Cochinos, seis años atrás, el combatiente de la brigada invasora Néstor Pino, había sido apresado por fuerzas castristas y golpeado salvajemente, cuando se identificó como el comandante de un batallón de una compañía de paracaidistas. La paliza cesó por un momento y desde el suelo vio unas botas junto a su rostro, era el Che. Este, le dijo fríamente: los vamos a matar a todos. Milagrosamente, Pino sobrevivió. Paradójicamente, en una situación similar, pero al reverso se encontraba Guevara».
Félix Rodríguez dice: «Me dirigí al Che y le dije, quiero hablar con usted. El Che, me respondió: “A mí nadie me interroga”. Yo no he venido a interrogarlo, solamente para hablar. Nuestros ideales son diferentes -le dije-, pero lo admiro. Usted era ministro en Cuba y está aquí porque cree en sus ideales. Solamente quiero hablar con usted». «El Che pidió que lo sentara y ordené a un soldado que lo desatara y lo acomodamos en un banco de madera. Obtuve tabaco para su pipa y comenzamos hablar. Si durante la conversación derivamos a un aspecto técnico o táctico, él me decía: usted sabe que no puedo responder a eso. Y cambiábamos el tema.
Hablamos sobre el por qué habían escogido Bolivia y que los africanos no eran buenos soldados. Me preguntó mi nombre y le respondí: Félix. Me dijo que yo debía ser puertorriqueño o cubano. Y que por mis conocimientos debía trabajar para la inteligencia americana. Contesté que estaba acertado, era cubano y trabajaba para el servicio de inteligencia estadounidense».
Le digo a Félix I. Rodríguez. –dice Fernández-Zayas- Hace poco, el general retirado Jaime Niño de Guzmán, declaró a la prensa que, en una conversación con Guevara, cuando era prisionero, este le había dicho que Fidel lo había traicionado en su aventura de Bolivia. ¿Qué puede decir usted al respecto?
«Me sorprendió su declaración. Niño de Guzmán, mientras el Che estuvo en La Higuera, nunca estuvo a solas con él. El único contacto que ellos tuvieron fue cuando tomamos fotografías con el Che. Niño de Guzmán, era un mayor, piloto de helicópteros, su trabajo básicamente era transporte de personas y equipos. En aquella ocasión, al medio día, vino a La Higuera trayendo una máquina fotográfica del mayor Arnaldo Saucedo quien quería una foto de Guevara en vida. El presidente René Barrientos había dado orden, de que fuera de los que estaba en la operación, nadie visitara el lugar.
Tomé la cámara que me ofreció Niño de Guzmán y deliberadamente cambié la velocidad y apertura para que la foto no saliera. Cambiamos máquinas fotográficas y le di a Niño de Guzmán mi Pentax y me tomó una foto con el Che. Advierto que Guevara dio su consentimiento para estas fotografías».
«Un detalle muy significativo en esta historia es el de una mujer, la maestra de escuela del pueblo, Julia Cortés, que tenía un radio portátil y se acercó a mí y me preguntó. ¿Capitán a qué hora van a matar al prisionero, la radio anuncia que ya está muerto? Me di cuenta que ya era imposible evitar su muerte».
Félix I. Rodríguez, en una entrevista con el escritor Jacobo Machover le contó lo siguiente: «Después él me dijo (el Che) que ellos fusilaban en Cuba a todos los agentes extranjeros que invadían el país. Entonces le dije: Comandante, es irónico que usted me lo diga, porque usted es extranjero y ha invadido Bolivia.»
Fernández-Zayas le pregunta a Félix. ¿Mencionó el Che que Fidel lo había traicionado? «No, en ningún momento mencionó tal cosa. En honor a la verdad, debo decir que nunca mencionó a Fidel negativamente. El Che se mostró más bien evasivo cuando el nombre de Fidel salió en la conversación. Indudablemente, el Che sabía que La Habana no lo había apoyado en sus intentos en Bolivia, pero nunca criticó a Fidel específicamente».
«Estábamos hablando de la economía de Cuba cuando tuvimos que interrumpir la conversación por los disparos que se escucharon en la habitación contigua. Después oímos un cuerpo caer, Aniceto había sido ejecutado. Este último era un guerrillero que había sido traído herido en la cara, una hora atrás a la casa escuela. El Che mantuvo silencio, su rostro mostraba tristeza y movió la cabeza de un lado al otro».
«Miré al Che en la cara y le dije: Comandante he hecho todo en mi poder, pero las órdenes vienen del Alto Mando Boliviano… Su cara estaba blanca como un papel. «Es mejor así Félix, nunca me deberían haber apresado vivo». ¿Tiene algún mensaje para la familia? Me respondió, dile a Fidel que pronto verá una revolución triunfante en América. Me lució percibir un tono mezcla de amargura e ironía en el mensaje. Dile a mi esposa que vuelva a casarse y trate de ser feliz. Nos abrazamos emocionados. Mi odio al Che había desaparecido. Había llegado el momento de la verdad y supo enfrentar la muerte con valentía».
«Salí de la habitación y miré el reloj: una de la tarde. Caminé hacia donde se encontraban el teniente Pérez y el sargento Mario Terán, que tenía la cara brillante como si hubiera estado bebiendo. El sargento Terán pidió prestada una carabina automática M-2, al teniente Pérez. Le dije a Terán, no le tires a la cara, haciendo seña con la mano del cuello hacia abajo. Terán, caminó rumbo a la escuela y yo encaminé mis pasos a una pequeña colina. Comenzaba a escribir unas notas cuando oí los disparos. Miré el reloj y era la 13:10 de la tarde. El Che había sido ejecutado.»
Intencionadamente, se ha meneado la supuesta «maldición» del Che, sobre sus ejecutores. ¿Serán las irreversibles leyes del materialismo histórico? No hay tal maldición, fueron fanáticos en busca de venganza. Al capitán Félix I. Rodríguez intentaron matarlo varias veces. El Coronel Joaquín Centeno Anaya, murió víctima de un atentado en París en 1975, ordenado por La Habana. El presidente Barrientos Ortuño murió en misterioso accidente de helicóptero, «accidente» en la que estuvo bien involucrado el futuro presidente, el general Ovando Candia.
El mayor Quintanilla, asesor del Ministro del Interior en aquellos tiempos, murió en otro atentado cuando era Cónsul General de Bolivia en Hamburgo, Alemania. El atentado fue perpetrado por una seguidora del Che, la alemana-boliviana Monika Ertl, años después sería ubicada y ejecutada. El sargento Mario Terán vive en Bolivia, y es abuelo.
¿Por qué fracasó el Che en Bolivia?
Por lo mismo que en todas las cosas que hizo en su vida. Siempre tocó de oído, ya sea en el Banco, o ejerciendo como ministro de industrias. Y que, en nombre de la diversificación, redujo el área cultivada y la mano de obra utilizada en otras actividades, la falta de materias primas para las nuevas industrias, y la planificación centralizada. Entre 1961 al 1991, Cuba sobrevivió por el subsidio soviético.
En Argelia en 1965, cuando le preguntaron por el fracaso económico respondió: «Tenemos un país para experimentar; nos equivocamos, pero seguiremos experimentando, hasta que aprendamos». El resultado del aprendizaje fue el fracaso económico más grande de iberoamérica. En una alocución por la TV el 26 de junio 1961, entonces Ministro de Industrias dijo:
«Los trabajadores cubanos tienen que irse acostumbrando a vivir en un régimen de colectivismo y de ninguna manera pueden ir a la huelga.»
Eso fue su mayor éxito. Como militar fue un perfecto inútil, así consta en la campaña de Cuba o, en su fracaso político-militar en el Congo o en Bolivia. Sus intentos de instalar focos guerrilleros en América Latina, es otra muestra. La invasión de Panamá en abril de 1959 fue un fracaso. La invasión a Nicaragua, bajo la dirección de Joaquín Chamorro, terminó con su captura.
Lo mismo sucedió en Santo Domingo, con más de 200 muertos. Igual en Haití que concluyó con la derrota de los invasores. En 1960 oficiales del ejército de Guatemala se alzaron en armas. Aviones de la fuerza aérea cubana aprovisionaron a los sublevados, también terminó en fracaso. La intervención cubana en Venezuela, fracasa cuando el ejército, sorprende un desembarco oriundo de Cuba en la península de Paraguaná.
La operación guerrillera en Argentina con foco en la provincia de Salta, con el periodista Jorge Ricardo Masetti al frente. Fue una tragedia, respecto a esto hace unos años escribí un artículo. Como verdugo fue exitoso, a tres meses de la revolución hubo 568 ejecuciones por fusilamiento. La periodista del The New York Times, Hart Phillips, admite unos «400 en los dos primeros meses».
El periodista Tetlon del London Daily Telegraph escribe lo siguiente, «en ocasiones funcionaban cuatro tribunales simultáneamente, sin abogados ni testigos de descargos, llegando a juzgarse, contemplando la pena capital, hasta 80 personas en juicios colectivos». El padre Iñaki de Aspiazu, un vasco católico, simpatizante de la revolución, habló de 700 víctimas.
Luis Ortega escribe en su libro «Yo soy el Che» que envió a 1.897 hombres al fusilamiento. En su libro «Che Guevara: una Biografía», Daniel James escribe que el Che admitió haber ordenado «varios miles» de ejecuciones durante los primeros años del régimen castrista. Félix Rodríguez, le contó a Mario Vargas Llosa que tras su captura le recriminó las «más o menos 2.000» ejecuciones de las que fue responsable a lo largo de su vida. «Me dijo que eran todos agentes de la CIA y no discutió la cifra.»
Los seguidores del Che, recurren a la palabra «traición» para tapar las carencias como militar y político del «chancho» (cerdo, puerco) Ernesto Guevara. Ese apodo le fue asignado cuando era joven debido a su higiene personal. Guevara en su diario boliviano, escribe: «Se me olvidaba recalcar un hecho; hoy, después de algo más de seis meses, me bañé. Constituye un récord que ya varios están alcanzando.» Sus camaradas cubanos, por su falta de aseo personal, lo apodaron «bola de churre».
Una de estas personas calumniadas por el Che fue Mario Monje Molina, entonces jefe del Partido Comunista Boliviano, luego residente en Rusia, ya fallecido. Mario Monje, diría:
«Guevara me pidió incorporarme a la lucha en calidad de Jefe Político, aunque aclarándome que él, como Jefe Militar, sería la autoridad máxima. Respondí que mi incorporación dependía de tres condiciones:
- La realización de una conferencia de partidos comunistas y obreros del continente, para coordinar una acción común contra la ofensiva del imperialismo yanqui.
- La formación de un frente político amplio en el país, en el cual intervengan todas las fuerzas populares y antiimperialistas, incluido el Partido Comunista de Bolivia, el mismo que debería organizar un comando único revolucionario, y
- El plan revolucionario para Bolivia debía estar en correspondencia con la experiencia y conciencia de las masas y no asentarse exclusivamente en el esquema guerrillero.»
Continua Mario Monje Molina:
«Un quinto aspecto planteado en la discusión fue el relativo a la Jefatura. Y ello no fue casual. La subordinación del jefe político al jefe militar supone una concepción diferente a la de la subordinación del jefe militar al jefe político. El problema de la revolución es fundamentalmente político, aunque en su solución intervengan factores de carácter militar. En ningún caso la política puede subordinarse al criterio militar de modo fundamental y permanente. Ligado al problema político está el problema de Partido y ligado al problema militar está el problema del Ejército. Al referirnos al papel del Partido y del ejército revolucionario, teníamos en cuenta la situación en que en ese momento se encontraban ambas fuerzas —el Partido y las guerrillas— la necesidad de transformarlas para colocarlas a la altura de la situación planteada.»
«El 31 de diciembre de 1966 el Che Guevara expuso su plan sobre Bolivia y, durante la reunión en que lo hizo, conoció el criterio diferente del Partido Comunista. No hubo compromiso con él ni antes ni después del 31 de diciembre para coadyuvarle en la lucha guerrillera que pensaba encabezar en el país. Conocidos los planteamientos del Che, ¿debía y podía el Partido Comunista de Bolivia renunciar a su línea y aceptar como suyos esos planteamientos? No se debe descartar que podía hacerlo si los consideraba justos y adecuados a la realidad. Pero, en todo caso, quiero dejar perfectamente aclarado que en la conversación llevada a efecto en Ñancahuazú, expuse mi criterio puramente personal y así se lo hice saber al Che Guevara.»
Mario Monje Molina y el Che en Ñancahuazú (Bolivia).
En otra entrevista Monje entró en más detalles.
R. – El Che no tenía donde regresar (luego del Congo). Fidel le invitó venir a Cuba y los dos estaban buscando algún lugar para la expedición. ¿Podría ser Venezuela? Pero los guerrilleros ya estaban disparando sus últimos tiros. El movimiento en Guatemala era muy débil, lo mismo que el peruano. Estaba pensando en Brasil y Argentina. Brizola quería participar en todo esto. Cuando el Che se enteró que yo no quería apoyar el plan de la guerrilla, se fue a Bolivia para tomarme a mí y al PCB por sorpresa y obligarnos a entrar a la acción. Estaba seguro de que yo quería ser líder y pensaba usarlo. Fidel (tras nuestra plática en Cuba) le envió el telegrama: «Monje va a Bolivia con la cabeza llena de fantasías».
P. – ¿Fue su último encuentro con el Che?
R. – Sí, este encuentro fue descrito en el Diario de Bolivia.
Tomé el pasaporte extranjero (por si la cita fuera en la frontera), una pistola y salí. Estuve operando de manera legal, entonces mi viaje no era oculto. A todos los dirigentes de las locales del PCB por el camino explicaba la dirección de mi viaje para que supieran dónde buscarme por si acaso. En Camiri le dije al militante del partido para que vigilara a dónde me llevaba el coche, para que se comunicara a La Paz si no regresaba en 48 horas. Cuando ya estuve en la Casa de Calamina (construida con láminas de zinc) vino Inti, y sólo entonces apareció el Che. Habíamos cambiado un par de frases generales. Inti me advirtió: «Su plática será histórica. Él apuntará cualquier palabra en su libreta».
Como a la diez fui a hablar con el Che. Él empezó la conversación: «Desde hace mucho quería hablar contigo. Pero antes debo decir ciertas palabras. Discúlpanos, Mario: te hemos engañado. Yo había pedido a Fidel que hablara contigo. No tiene la culpa. La responsabilidad es mía, él te planteó lo que yo quería, pero ambos teníamos el criterio de no comunicarte ningún plan nuestro. El Papi, el cubano con quien habías hablado acá, es militar y no podía violar la orden recibida.»
Luego reflexioné mucho sobre todo lo que me dijo el Che. ¿Qué tenía que ver con el internacionalismo proletario y con el marxismo? Coco me declaró: «Ramón (el Che) no está cuestionando tu posición como líder del PCB. Sólo quiere ser dirigente militar». Luego, cuando ya hablaba con el Che, entendí su plan. Y comprendí de manera perfecta que sería incapaz de dirigir personalmente a la gente fiel al Che. El Che me propuso quedarme con ellos y encabezar la revolución, yo, por mi parte, exigí más información. Él me habló de la Revolución en América Latina, de preparar la gente en Bolivia.
Afirmaba que el ejército boliviano era débil, que podían entrenarse allí los equipos que iban a hacer la revolución en el Perú, en la Argentina. Y el Partido Comunista nuestro podría ayudar en este sentido. Yo le comenté: «el ejército puede ser débil, pero va a aprender. Uds. podrán darles golpes iniciales, pero ellos les darán golpes después». Me dijo: «Eres un cobarde». Yo le dije: «¿tú eres suicida?».
«Tú debes ser el líder de la revolución en Bolivia, -decía el Che- yo sólo seré el dirigente militar. Tu proyecto del levantamiento urbano es lo mismo que acechar por las nubes, mientras yo dispongo del plan de actividades concretas. Tú sólo estás perdiendo oportunidades y tiempo». Así inició la discusión: «Ahora bien, imaginemos que soy el líder de la revolución y tú solo te ocupas de cosas militares. Pero desde que empieza el combate, el comandante militar se convierte en un líder, mientras el líder político sólo se limita a ser consejero al modo del presidente cubano Dorticos, en la presencia de Castro. Entonces, ¿quién seré? Efectivamente, ¡tú serías el mayor dirigente! Voy a retirarme de la dirigencia del PCB para ocuparme de toda esa cosa. Todo debe ser bajo el control del partido».
Habíamos hablado durante cuatro horas. Le dije finalmente: «No puedo estar de acuerdo con tu actitud. Te voy a decir francamente: debo ser el líder número uno. ¡Y punto! Te guste o no te guste». El Che, a su vez, me dio de entender que no cedería en cuanto al mando militar. Le advertí que iba a transmitir todo a la dirección del partido y que sería el partido el que diera su última palabra.
Los cubanos no sacaron conclusiones correctas de lo ocurrido en Cuba. En la isla habían tenido una lucha en contra de la típica dictadura latinoamericana, era la lucha democrática y patriótica. No hablaban sobre el socialismo, porque no pensaban en el socialismo. América Latina e incluso los Estados Unidos eran solidarios con ellos, la reacción de la prensa y la televisión lo revelaba claramente. A fin de cuentas, toda la historia acabó con el triunfo castrista. Sin embargo, el foco guerrillero del Che era socialista y era muy obvio. Pero el socialismo requiere otras condiciones y otros modos de luchar. El Che no tenía ni un chance para ganar.
Le dije al Che: «Antes de intentar levantar a la gente, mira el color de sus manos. Solamente seguirán a alguien de los suyos. Si fuera contigo y les contara sobre transformaciones mágicas, me escucharían, porque soy como ellos, está bien, casi como ellos. Pero si viniera un indígena de su pueblo y me dijera «¡Mientes!», ellos le creerán a él. Cuando hablaba con los militantes bolivianos sentí que estaban bajo presión muy fuerte. Les dije: «Están actuando en contra de la línea del partido y de acuerdo con la línea de los cubanos. Pero si quieren, quédense. No habrá ninguna medida represiva, pero a nombre del partido no actúan. Es mi obligación comunicar todo a la dirigencia del partido».
Méndez, levantó la mano y vi que quería decir que estaba con el partido. Le dije: «Cállate, que ellos hablen». Los demás se expresaron por la guerrilla. Entonces dije: «Méndez, eres la única persona entre ellos que conoce el bosque. Debes quedarte para ayudarles. Pero toma en cuenta que es casi seguro que morirás». Me contestó: «Esta bien, me quedo. Si lo dice Usted, si lo quiere el Partido, me quedo». En la mañana del 1 de enero Inti me preguntó: «¿Cuál es tu decisión final?». «Mi opinión no ha cambiado. No permitiré reclutar a la gente de dentro del Partido».
Me acerqué otra vez al Che: «Me voy». Che: «¿Te vas como amigo o como enemigo?». «Depende de ti». – «Mario, quédate con nosotros». – «No quiero morir con tu grupo». – «Podrías ir a Cuba con tu familia». – «No, mi familia se queda conmigo, en Bolivia». «¿Estás seguro que todo estará mal con nosotros y que nos van a matar?». – «¡Sí, estoy convencido! Lo único que te puedo recomendar como amigo es que te vayas, porque acá te matarán. No voy a ser un obstáculo en tu camino y me voy a alejar de la dirección del PCB. Como amigo, te deseo los mayores éxitos. Si triunfaras, puedes encontrarme y fusilar. Entonces diré: ‘¡Muera el marxismo-leninismo! ¡Viva el guevarismo o fidelismo!’ Pero ahora te digo que te vayas». Ellos comenzaron a discutir si me dejarían ir o no. Pero el Che dijo firmemente que me había garantizado la seguridad personal.
Durante todo el día, mientras esperaba el carro, todavía estaba yo reflexionando. Pero luego fui y lo conté todo al Partido. Inicialmente no me creían, pero conté todo, sin decir los nombres. Que ellos, los guerrilleros, hablen por sí mismos.
P. – ¿El Che perdió porque escogió mal el momento y el país? ¿O tenía que ver con su teoría?
R. – Yo creo que toda su teoría era errónea, aunque vimos ejemplos brillantes de gente revolucionaria y honesta como Camilo Torres y Carlos Marighela. El canto final de la guerrilla lo hemos escuchado en el Perú cuando fue encarcelado el dirigente de «Sendero Luminoso», Guzmán.
P. – ¿Hoy día, no se arrepiente de su rechazo a ayudar a Che Guevara?
R. – En el libro escrito por el periodista e historiador ruso Alexeev, El condotiero humilde. El fenómeno de Che Guevara, se afirma que rechacé la guerrilla por ser nacionalista. Pero no estoy de acuerdo, no tenía que ver ni con nacionalismo, ni con patriotismo. Era y soy hombre de hechos concretos. Y el plan guevarista estaba destinado a ser derrotado desde el inicio.
Guevara en su diario sobre su experiencia guerrillera en el Congo, entre abril y diciembre de 1965, comienza con esta observación: «Esta es la historia de un fracaso» El Che, jefe blanco de la expedición compuesta por dos batallones de soldados negros cubanos (alrededor de 200), descubrió que el color no garantiza la mezcla de cubanos con los africanos. El régimen cubano posteriormente reconoció como un error que todos los soldados enviados fueran negros. Los negros cubanos eran extranjeros, que se consideraban superiores y trataban con gestos de desprecio a los congoleses, que resentían dicho trato.
El iluso del Che creía que estos africanos entendían marxismo. Tuvo que aceptar que los trabajadores industriales estaban satisfechos, no eran revolucionarios, los campesinos no sufrían por tierra, las tropas no creyeron que estarían luchando contra los americanos. El apego a prácticas animistas, la falta de liderazgo, la incompetencia, y la desorganización hicieron el resto. Y los objetivos de los africanos eran muy diferentes a la suyos.
Ese mismo desconocimiento del terreno le hizo fracasar en Bolivia, aunque el Che no parecía ser de la misma opinión a juzgar por las conversaciones con el entonces capitán boliviano Gary Prado Salmón:
«Salió de África decepcionado porque no pudo hacer nada. Cuando estuvo prisionero conmigo, yo se lo pregunté: «¿Cómo le fue en África?». Y él me contestó: «No, allá están colgados de los árboles todavía. Fueron problemas tribales de África, no ideológicos». Tras el Congo, escribió en su diario de 1965. «No hubo un solo rasgo de grandeza en esa retirada».
Guevara fue a Bolivia, pero fracasó una vez más, esta vez, la última. El Che fue incapaz de esbozar un cuadro de situación mínimamente realista. El Che escribe en su Diario:
«la base campesina sigue sin desarrollarse; aunque parece que, mediante el terror planificado, lograremos la neutralidad de los más, el apoyo vendrá después. No se ha producido una sola incorporación… la movilización campesina es inexistente, salvo en las tareas de información que molestan…el Ejército está mostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos ayuda en nada y se convierten en delatores… Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto».
Cuando cae prisionero, Gary Prado Salmón, aprovechó para hacerle algunas preguntas, en una conversación tranquila y con alusiones a Fidel:
–Prado Salmón: «¿Qué ha venido a hacer a Bolivia?, ¿no supo usted que habíamos tenido ya una revolución acá y ya hicimos la reforma agraria?».
–Che: «Sí, lo supe. Ya había venido yo aquí… estuve en Bolivia en el 53. Pero había mucho que hacer».
–Prado Salmón: «Claro, pero déjenos hacer a nosotros. Una cosa que no nos gusta es que nos vengan a decir de afuera lo que tenemos que hacer».
–Che: «Sí, tal vez nos equivocamos».
–Prado Salmón: «Bueno, pero, ¿quién tomó la decisión de venir a Bolivia? ¿Usted?».
–Che: «No. No fui yo… otros niveles».
–Prado Salmón: «Pero, ¿qué otros niveles? ¿Fidel?
–Che: «Otros niveles…», respondió sin querer precisar más.
Sobre los campesinos bolivianos, anota en su diario el 19 de junio de 1967: «a los habitantes hay que cazarlos para poder hablar con ellos pues son como animalitos.» El 26 de septiembre anota en su diario, «derrota», en referencia a «la nefasta emboscada de La Higuera».
El escritor y supuesto ex comunista, Ernesto Sábato, irónicamente se refirió al campesino Honorato Rojas, quien dio el soplo al ejército, que su nombre Honorato derivaba de honor. Con seguridad, Rojas era un hombre de honor, fiel y leal con su patria, no le debía ninguna fidelidad a un barbudo cubano.
El único que no tiene honor es Evo Morales que celebró oficialmente el 40 aniversario de la muerte del Che, celebración repudiada por más del 50% de los bolivianos, opuestos al elogio de una invasión de extranjeros que mataron a 55 soldados bolivianos y varios civiles. Gary Prado Salmón, quien dirigió la columna militar que capturó al Che, dijo que: «El homenaje debería ser hecho a los soldados que derrotaron a ese invasor.»
Tan ignorante político fue el Che, que no tuvo en cuenta que el general Barrientos Ortuño, era popular, salvo entre los mineros, cuyo ADN de los mineros pase lo que pase, es de izquierdas. La madre del general Barrientos era una «chichera» (vendedora de chicha, bebida de maíz fermentada) y vestía pollera como las cholas.
Barrientos había implementado una reforma agraria, hablaba quechua y fue uno de los pocos presidentes que recorrió todo el país. Para los campesinos ingresar en el ejército era un honor y un factor civilizador. De hecho, las familias campesinas tenían un hijo o un primo en el ejército.
Marcos Bravo, dirigente del movimiento clandestino del «26 de Julio», en su libro «La Otra Cara Del Che», relata que un soldado del gobierno de 17 años, capturado e interrogado por el Che, le respondió:
«¡No he matado a nadie, comandante! Acabo de llegar aquí. Soy hijo único, mi madre es una viuda y me incorporé al ejército por el salario, para enviárselo a ella todos los meses…. ¡No me mate! ¡No me mate! ¿Por qué? Respondió el Che. El joven soldado fue atado delante de la fosa recientemente cavada y fusilado.»
Su ex novia María del Carmen Ferreira «Chichina», le dijo a La Voz del Interior (diario de Córdoba, Argentina), resumiendo el fracaso del Che con estas palabras lapidarias, digna de su obituario:
«Pobre Ernesto, no tuvo éxito en nada: ni como médico, ni como fotógrafo, ni como economista, ni como propagador de la revolución.»
¿Fue asesinado o ajusticiado el Che? Es una falta de respeto a la inteligencia hablar de «asesinato», el «chancho» era el jefe de un ejército invasor, con ropa, insignias y armamento militar. Mantenerlo prisionero o ejecutarlo es una decisión soberana del comandante en Jefe y Presidente de Bolivia, nación invadida por un batallón extranjero que incluía ciudadanos bolivianos traidores a su patria.
En La Cabaña, lugar donde él decidía sobre la vida y la muerte de las personas, el Che solía mandar a los reos al paredón de fusilamiento escribiendo esta nota, «dale aspirina». Pero a todo chancho (o cerdo) le llega su San Martín.
Fue atrapado por el ejército más pobre de Sudamérica, cuyos soldaditos se desplazaban en camiones Mercedes Benz alemanes, sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, y portaban fusiles recién comprados a Argentina (ex país del Che), y que realizaban su mantenimiento engrasándolo con grasa de cerdo, como me lo contó mi amigo Héctor Renedo, corresponsal de guerra argentino, que participó en la campaña.
En Bolivia le dieron a beber de su propia medicina. Al «Chancho» le dieron «aspirina».
20 de octubre de 2016.