LYNDON H. LAROUCHE Jr.
EL ARMONISMO HUMANISTA POLITICO
Ricardo Veisaga
Durante la guerra de Las Malvinas (1982) en pleno enfrentamiento bélico con el Reino Unido, llegaba una noticia desde Estados Unidos, un político estadounidense estaba organizando actos públicos a favor de la Argentina en Washington. Ese personaje era Lyndon H. LaRouche Jr., tiempo después, durante el gobierno del socialdemócrata Raúl Alfonsín, arribó a Buenos Aires y le presentó su solidaridad al mandatario frente a Gran Bretaña y le aconsejó no pagar al FMI.
Esto último era música celestial para los izquierdistas de siempre y ganó enormes simpatías sobre todo entre los sectores peronistas. Recuerdo, con gracia, como los agentes del servicio de inteligencia creían que Lyndon LaRouche era un coronel estadounidense. En algunos de sus encuentros públicos pude estar presente y escuchar sus ideas. De esa manera fui conociendo su trayectoria y los contactos que había establecido en el país. La lista era enorme, incluyendo, entre otros, a Juan Gabriel Labaké, ex diputado peronista y apoderado de la ex presidenta Isabel Martínez de Perón.
Hace unos días recibí un correo con la noticia de su muerte, una vida por cierto bastante longeva. Los periódicos estadounidenses y de otros países del mundo, dicen más o menos lo mismo. Tampoco han dejado de citar una de las calificaciones realizadas por la Fundación Heritage, como «uno de los más extraños cultos de la historia de Estados Unidos», sin mencionar que eso fue dicho en la década de los ochenta.
Para muchos puede parecer extraño o «excéntrico» que alguien, en este caso Lyndon LaRouche, haya sido marxista y luego «ultra derechista», quienes así lo creen no conocen nada al respecto de los cambios políticos, hay miles de ejemplos. Juan Perón solía decir que la politica era como el caballo, se sube por izquierda y se baja por derecha, él podía dar cuenta de ello. Pero ese dicho es una verdad a medias, muchos suben al caballo o a la política, por el otro lado o pasan su vida en un solo lado.
Lyndon LaRouche Jr., perteneció a una familia cuáquera de New England, eran de los cuáqueros de antes, fervientes anticomunistas, más de la clase de cuáqueros de Richard Nixon y no de los actuales con tendencias izquierdistas. ¿Ven que todo cambia? Pero de a poco se fue inclinando hacia la izquierda, muy joven se unió al Partido Socialista de los Trabajadores Trotskistas, a fines de la década de 1940. Y su cursus honorum lo fue desarrollando en peleas callejeras contra los miembros del Partido Comunista a fines de la década de 1960.
LaRouche, también se dedicó a leer sobre cibernética e informática, sostenía que los trotskistas no estaban pensando en las próximas transformaciones que se sucederían en el mundo, y fundó una empresa de consultoría de gestión. Tuvo enfrentamientos con una línea dura del trotskismo disidente encabezada por Tim Wohlforth, cuyo grupo se convertiría más tarde en el prolix y el Partido Socialista de la Igualdad.
LaRouche se lanzó por su cuenta a mediados de los sesenta, abriendo una tienda en Greenwich Village como un intelectual marxista inconformista. LaRouche reclutó estudiantes recién graduados del Partido Laborista Progresista Estalinista, llamando al grupo Comité Nacional de Comités Laborales (NCLC). Según informes de la izquierda, en 1973, Lyndon LaRouche habría lanzado una «Operación de limpieza», esencialmente contra el resto de la izquierda, pero en especial centrado en el Partido Comunista al que acusó de ser una fuente del FBI.
LaRouche diría en una entrevista, que se acercó a la ideología marxista durante su permanencia en la India, al ver el abuso del imperio depredador inglés. Luego de los enfrentamientos con las izquierdas realizó un giro ideológico. En 1976, el grupo de LaRouche abandonó a Lenin y Trotsky y los reemplazó por Benjamin Franklin y Alexander Hamilton. Fue acusado de producir, en ese periodo, informes de inteligencia sobre actividades de la extrema izquierda para el FBI.
En este periodo comenzaron a aparecer en su horizonte teorías de conspiración antisemitas, ocupando el primer lugar la aristocrática corona británica y el grupo de los Rothschild. LaRouche se dedicó al estudio de la filosofía con cierto talento y fue incluyendo en su bagaje intelectual a Platón, Leibniz y fundamentalmente a Schiller. Pero su visión filosófica se fue construyendo de manera maniquea, a través de una visión conspirativa de la historia de la filosofía.
Para él, la conspiración mundial se inició en la filosofía griega académica, según sus entendederas, Platón, defendía valores humanistas de rectitud moral, Aristóteles, en cambio, al negar la teoría platónica de las formas, incitó el relativismo y la corrupción. Si LaRouche había leído a Platón y Aristóteles, realmente no los había entendido, para acabarla incluye en su ensalada filosófica a Plotino y Nicolás de Cusa, cosa que produce urticarias.
Fervoroso admirador de San Agustín (seguro que por lo plotiniano) y enemigo de Santo Tomás de Aquino. Según su curioso entendimiento, los británicos, con su forma utilitarista de pensar las cosas (Bentham y Mills) abrazaron la filosofía de Aristóteles, y con su imperio se encargaron de difundir por el mundo la degradación del pensamiento, exportando hedonismo y perdición. Bertrand Russell y H.G. Wells, ambos británicos, son parte de esa conspiración filosófica británica, según él, para dominar el mundo.
LaRouche dijo que B. Russell era el «hombre más malvado del siglo XX», y que su filosofía contiene una serie de formalismos matemáticos que una persona común no puede seguir, y a juicio de LaRouche, eso es un plan para mantener a las masas alejadas de la filosofía, de forma tal que no se ilustren. H.G. Wells, según Lyndon LaRouche, propuso el establecimiento de una tecnocracia para que una selecta élite de científicos dominara el mundo.
Es cierto que Russell, alejado de su función científica y metido en política, que no es su terreno, y en el papel de pacifista, no obra como un malvado ejecutor de la conspiración mundial británica sino como un idiota. Como miles de personas que se prestaron estúpidamente a los planes de la Unión Soviética. La Corona británica es un clásico para la conspiranoia, y LaRouche no podía ser una excepción, acusa a la reina Isabel II de conspirar para dominar el mundo, y establecer el Nuevo Orden Mundial.
Para lograr su objetivo, Isabel II se vale del narcotráfico. Su libro «Narcotráfico S.A La nueva guerra del opio», fue un verdadero clásico, alguna vez le preguntaron sobre los carteles de la droga, Lyndon respondió: «El único cartel que conozco es el de la corona británica». Es innegable que, durante el siglo XIX, los británicos amasaron fortunas con el opio. El opio se cultivaba en la India, parte entonces del imperio británico, y se comercializaba en China.
Las autoridades chinas, preocupadas por el gran problema que significaba la adicción, trataron de prohibir el opio en su país y los británicos respondieron con dos guerras victoriosas contra China, es decir, se lo impusieron a cañonazos. Según el esquema de LaRouche, la reina Isabel II, no se convierte en narcotraficante para enriquecerse, al estilo de Pablo Escobar, sino para adormecer a las masas, para que nadie se le oponga en su dominación del mundo.
Todos aquellos que consumen las teorías conspirativas, deberían saber, que lo único que adormece las mentes son estas teorías de ficción que no permiten razonar y anulan la politica. En el mundo hay miles de carteles y pequeños grupos de narcotráfico, sólo necesitan contactos, un poco de dinero, mucho valor y decisión para armar su propio chiringuito, un ejemplo es el Chapo Guzmán, y para ello no necesitan de la corona británica.
El pobre Chapo, con seguridad no sabe dónde queda Inglaterra y si es lo mismo el Reino Unido que Gran Bretaña. En la cosmovisión larouchiana, el mundo está dividido en tres tipos de personas, los oligarcas, que tratan de conquistar el mundo, los humanistas que tratan de impedirlo y denuncian conspiraciones (LaRouche y miles de delirantes más), y los subhumanos, los borregos que se dejan arrastrar.
Las drogas son un instrumento del cual se valen los oligarcas para adormecer a los subhumanos, según Lyndon LaRouche. Demás está decir, que todos los productos culturales del rock & pop, que alientan a los subhumanos a consumir drogas, y aniquilan la reflexión crítica, fueron encargados a los servicios de inteligencia por la reina Isabel.
Con todo el respeto que merece un difunto, señor Lyndon LaRouche, en el mundo solo hay dos tipos de personas, los que mandan y los que obedecen. Lo demás sale sobrando. Y los que mandan son pocos, por lógica, no puede haber más caciques que indios. Así fue siempre y seguirá siendo ¿Qué no vio como le fue a los que buscaban la igualdad?
No sabía que los indígenas que consumen peyote en las sierras, también son manipulados por la corona británica. Se puede acusar a la corona británica de muchas cosas, pero no de controlar el tráfico de drogas del mundo. Sostener eso es una idiotez (con perdón del difunto) no hay ninguna evidencia de ello.
Para dar un ejemplo, en México hay muchos carteles y están todos enfrentados. El poder del narcotráfico está infiltrado en el poder político, pero eso no quiere decir que el Estado sea de ellos. Los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, estuvieron y están metidas en el narcotráfico, y dicen que quienes la consumen son los burgueses de los países imperialistas, entre ellos gran Bretaña.
Esto es lo mismo que esa teoría que dice que el gobierno estadounidense distribuye deliberadamente drogas en los barrios de las ciudades de Estados Unidos, para mantener a los negros adormecidos y que no se rebelen contra el sistema. Dejemos de lado la estupidez, para regresar a su lado menos paranoico. Lyndon LaRouche se calificaba como un economista y pronosticador de largo plazo, producto de sus descubrimientos de oposición a Norbert Wiener y de John von Neumann, devotos de Bertrand Russell, que pretendían degradar los procesos económicos reales a soluciones de sistemas de desigualdades lineales simultáneas.
Según LaRouche, introdujo explícitamente nociones axiomáticamente alinéales de cognición humana individual a la ciencia de la economía física fundada por la obra correspondiente 1671–1716 de Gottfried Leibniz. En la búsqueda subsecuente de una norma métrica para este estudio del papel funcional de la cognición, LaRouche adoptó el punto de vista de Leibniz, Gauss y Riemann, según lo expresa la disertación de habilitación de Bernhard Riemann de 1852.
Por eso, la aplicación de conceptos riemannianos a sus propios descubrimientos se conoce como el método LaRouche-Riemann. Otra de las actividades de LaRouche como economista, fue su adhesión a lo que había llamado «un nuevo orden económico mundial justo» en la urgencia de asegurarle a las naciones del Tercer Mundo, su pleno derecho a la soberanía nacional perfecta y al acceso al mejoramiento de sus sistemas educativos y economías, aprovechando las ciencias y la técnica más adelantada.
Fiel a su teoría conspirativa, LaRouche, decía que continuaba la pelea contra la política del Imperio Británico y su Mancomunidad que tuvo, por los mismos motivos, el entonces presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt con el primer ministro de la Gran Bretaña de la época de la guerra, Winston Churchill. Por los mismos motivos se opuso a los moldes político-económicos de los presidentes Truman, Eisenhower, Nixon, Carter, Reagan y Bush.
También manifestó su oposición a las directrices de Henry A. Kissinger, y de Robert Bartley del Wall Street Journal, y de los doctrinarios neomaltusianos en general. Estuvo alineado con la tradición de lo que se conoció como «sistema americano de economía política».
Tradición patriótica antibritánica representada por Benjamín Franklin y adversarios de los dogmas del apologista de la Compañía de las Indias Orientales británica Adam Smith. Como el secretario de Hacienda de los Estados Unidos Alexander Hamilton, Mathew y Henry Carey, de Filadelfia, Friedrich List y el presidente Abraham Lincoln.
LaRouche siempre apoyó la clase de medidas «dirigistas» propias de esa tradición del sistema americano, y la importancia que le da dicha tradición al fomento de la inversión en el progreso científico y técnico, así como al desarrollo de la infraestructura económica básica, en contra del «libre cambio» y dogmas semejantes de la escuela de Haileybury y la escuela positivista.
Desde sus estudios de 1948–1952, LaRouche siempre ha situado la base política profunda de la oposición entre los dos campos modernos de la política económica en la lucha de las fuerzas, que encuentran su interés propio en la economía nacional, como los granjeros, los empresarios industriales y los trabajadores, en contra de esos intereses financieros oligárquicos que saquean a la economía nacional por medio de mecanismos de usura financieros y análogos.
Históricamente lo ha localizado en la Revolución Estadounidense y la Constitución Federal de los Estados Unidos, en el hecho de que, aunque las ideas de la Revolución fueron producto de la tradición europea del Renacimiento del siglo XV. Estados Unidos estaba distanciado estratégicamente de la Europa dominada por la aristocracia terrateniente y la oligarquía financiera feudal, ejemplificadas en la alianza Castlereagh-Metternich en el Congreso de Viena.
A esto atribuye LaRouche, que se debe el conflicto político con los sectores oligárquicos financieros y sus lacayos, tanto en los Estados Unidos como en otros países. Estos enemigos en Estados Unidos, son una combinación de familias oligarcas ligadas, en el pasado, a los traficantes de opio de Nueva Inglaterra, banqueros de Manhattan de la tradición de Aarón Burr, Martin van Buren, August Belmont y J. P. Morgan, y aquéllos que se aferran a la tradición esclavista sureña.
En 1986, el gobierno federal inició una serie de casos contra su organización que finalmente llevó a la prisión a LaRouche y varios de sus asociados. El caso, fue dirigido por nada menos que por un fiscal federal llamado Robert Mueller, giró en torno a varios tipos de fraude, desde transacciones con tarjetas de crédito sin licencia hasta la solicitud de préstamos a sus seguidores.
LaRouche, por supuesto, vio la marca de la conspiración en su procesamiento, alegando que todos, desde la KGB hasta Oliver North, estaban detrás de su encarcelamiento. En prisión compartió celda con el famoso predicador televisivo, el evangelista estafador Jim Bakker, tiempo después dijo que estaba impresionado por el conocimiento de la Biblia que tenía LaRouche. También dijo Bakker que «Decir que Lyndon era un poco paranoico sería como decir que el Titanic tenía una pequeña filtración».
LaRouche fue liberado en libertad condicional en 1994, muchas personalidades mundiales religiosas y políticas habían solicitado su libertad, entre ellos el Papa y ex presidentes como el argentino Arturo Frondizi. Durante los siguientes años se mantuvo bastante tranquilo. No obstante, se opuso a las audiencias de destitución de Clinton, ya que creía se trataba de un complot de la comunidad de inteligencia británica. Después del 9-11 volvió a la carga con las teorías conspirativas, no culpó al gobierno de los Estados Unidos, sino a una «conspiración saudí-británica».
Desde 1976, LaRouche hizo campaña muchas veces por el cargo de presidente de los Estados Unidos. En cada una de ellas puso el acento en la inevitabilidad práctica de un descenso prolongado en la crisis financiera y monetaria sistémica mundial, a menos que se adoptara cierto género específico de cambios de política económica, financiera, monetaria y social.
En 1988, el tema de la campaña fue la caída inminente del sistema soviético y la posible reunificación de Alemania a corto plazo, que empezaría en Europa oriental ya en el año 1989. En 1992, el tema fue la avalancha financiero-monetaria que amenazaba con producir un descarrilamiento financiero y monetario general en algún momento de la misma década.
En cada campaña proponía lo mismo, una reforma fundamental de los sistemas económico, financiero y monetario del planeta, con el acento en: a) el retorno a los mejores rasgos del sistema de Bretton Woods de los cincuentas; b) el reemplazo general del sistema de banca central con el tipo de banca nacional que el secretario de Hacienda de los Estados Unidos Alexander Hamilton le atribuyó a las implicaciones de la Constitución Federal de los Estados Unidos. c) un nuevo orden económico mundial justo, en tanto nueva clase de asociación entre Estados nacionales soberanos.
d) Preferencia por el desarrollo en gran escala de la infraestructura económica básica, la producción suficiente de abastos y el fomento del aumento de la productividad per cápita por medio de la inversión en el progreso científico y técnico. En las campañas de 1976–1984 propuso medidas de cooperación científica y técnica entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, para alcanzar propósitos comunes de la humanidad.
Entre estas propuestas se incluye la versión original de 1979, la «Iniciativa de Defensa Estratégica» (IDE), para este fin, en la década anterior lo había llevado a crear una asociación científica, la «Fusion Energy Foundation», que es el iniciador del programa que el presidente Ronald Reagan anunciaría el 23 de marzo de 1983 y que vino a conocerse popularmente como Guerra de las galaxias, es decir, la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE).
Este programa tecnológico-militar fue el que terminó por hundir a la Unión Soviética. LaRouche decía que «es mejor un láser en el aire que un misil soviético en el culo». Era muy importante, informativa y elogiable la «Revista Fusion», de Ciencia-técnica-economía-poética.
En la campaña de 1988, la IDE fue sustituida con un programa de «alimentos por la paz», basado en la previsión de que Europa oriental y la URSS sufrirían una crisis económica en cascada a partir de 1989. Para el 2000, la campaña se dirigió a fomentar la pronta creación de un Nuevo Bretton Woods, con eje en la cooperación entre los presidentes de los Estados Unidos y China.
En las campañas posteriores se propuso que el presidente de los Estados Unidos realice ese objetivo, para lograr una estabilidad financiera y monetaria mundial, que se instaure a tiempo de impedir que el proceso actual de desintegración financiera, monetaria y económica hunda al planeta.
En una conversación con el amigo Sergio Cerón, periodista de análisis de política internacional, me comentó en esos años, que en un viaje a Estados Unidos había estado reunido con gente ligada a la Iniciativa de Defensa Estratégica «Star Wars», y que varios científicos del programa eran partidarios de LaRouche.
No hay que olvidar que Lyndon LaRouche fue quien les dio un ultimátum a los soviéticos, y una de las pocas voces que advirtió sobre la caída del muro de Berlín. Cuando Reagan llegó al poder en 1980, LaRouche vio una oportunidad para que se llevara a cabo sus ideas, fue un entusiasta de la derecha republicana. En este sentido emprendió una campaña contra Henry Kissinger, que sostenía una postura relativamente suave hacia la Unión Soviética, sumado a su origen judío, fue el blanco perfecto.
El gobierno de Reagan no intervino y le restó importancia, era entonces innegable el contacto que existía entre los hombres del grupo LaRouche y figuras de la Administración. El «Executive International Review», publicación del grupo obtuvo entrevistas en 1981 con el entonces Secretario de Agricultura John Block, el Subsecretario de Defensa Richard DeLauer, el Subsecretario de Comercio Lionel Olmer, el Subsecretario de Hacienda Norman Ture, el Fiscal General Adjunto Lowell Jensen y el presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente, el Dr. Murray Weidenbaum, el Senador Orrin Hatch (R.-Utah), amigo del Presidente, y el Senador John Tower (R.-Tex.), Presidente del Comité de Servicios Armados del Senado. Los funcionarios del Pentágono hablaban en los mítines del grupo LaRouche, y los altos cargos del grupo eran invitados frecuentes del Consejo de Seguridad Nacional.
LaRouche rechaza las nociones empiristas, cartesianas y positivistas tanto de la «ciencia objetiva» como de la separación entre la ciencia y el arte. Considera que la ciencia y el arte son intrínsecamente subjetivos, y no objetivos, o sea, la generación subjetiva de principios científicos objetivamente comprobables, de nuevas ideas engendradas como soluciones de metáforas.
Subraya que los procesos de los que brota el descubrimiento de principios físicos son de naturaleza idéntica a aquéllos de los que brota la composición de metáforas en las grandes composiciones en las formas clásicas de poesía, música, tragedia y artes plásticas. LaRouche adquirió este punto de vista cuando rechazó el dogma romántico de Emmanuel Kant en la estética.
Colaboró con su esposa, Helga Zepp LaRouche, en la fundación del Club de la Vida y el Instituto Schiller, en los ochentas. En este sentido el grupo LaRouche, le dio fundamental importancia a la música clásica y a la formación de orquestas sinfónicas, sus conciertos en asociación con el Vaticano han sido numerosos. Cuando visité hace unas décadas atrás, en Chicago, el centro del grupo LaRouche me encontré con un ensayo de la orquesta compuesto por adolescentes y jóvenes.
«La revista Benengeli, Revista de arte, ciencia y buen gobierno», fue una exquisita elaboración que debido a controversias internas dejó de publicarse. En un artículo publicado: «La revolución musical de Mozart de 1782-1786. Instituto Schiller», dijo: «En contra de la costumbre difundida e ignorante, la palabra “clásico”, empleada en su sentido epistemológico más estricto, se refiere a todas las obras de arte que concuerden con los principios estéticos de Platón».
Lyndon H. LaRouche trabajaba hasta antes de su muerte con algunos de sus colaboradores en la formulación de mejores métodos de enseñanza, basados, entre otros, en modelos pedagógicos derivados de la obra científica de la cultura clásica griega, Leonardo da Vinci, Johannes Kepler, Gottfried Leibniz, Carl Gauss y Bernhard Riemann.
El principio que subyace en esta tarea es que el educando debe conocer, en vez de meramente aprender la materia, reproduciendo el acto original del descubrimiento de un principio de tal manera que reexperimente los procesos mentales empleados por el descubridor original de ese principio. Esa es la definición de LaRouche del método humanista clásico de educación.
A mediados de la década de los ochenta, LaRouche había establecido una presencia internacional formidable, con numerosos partidarios en Alemania Occidental e Italia. Su presencia en conferencias en Asia y países europeos lo volvían más conocido que en su país. De hecho, Lyndon LaRouche tuvo más seguidores fuera de Estados Unidos.
Describía la propaganda sobre el cambio climático como «un fraude científico», en esto coincido plenamente, cuando se pretende achacar al hombre como el autor del cambio climático. Ignorando que en el mundo siempre existieron cambios climáticos y de una magnitud que es una risa culpar a los hombres de su existencia. Nunca dejó de atribuir al FMI como «involucrado en asesinatos en masa».
En el año 1996, ese estallido de una crisis sistémica financiero-monetaria mundial general era inminente. Las premisas ofrecidas para esta perspectiva fueron siempre las mismas, la posibilidad a largo plazo de una crisis de desintegración, prevista en las circunstancias del rompimiento de 1971 de los acuerdos de Bretton Woods. LaRouche era también conocido por hacer varias predicciones (a veces acertadas, a veces fallidas, pero siempre extrañas), utilizadas posteriormente como evidencia de su supuesta credibilidad.
En particular, cuando lanzó su séptima campaña presidencial en 1999, advirtió que la economía mundial estaba basada en una burbuja especulativa y se acercaba al colapso. También había sobrevalorado a las economías BRICS como nuevos salvadores de la humanidad, pero en particular hacia Rusia y China.
LaRouche, su esposa Helga y su grupo, han dedicado su tiempo a promover la Iniciativa China Belt and Road, «La ruta de la seda», calificando la red que salvaría a la humanidad de las tinieblas. Este caso es una muestra de la peligrosidad de un apologista del enemigo, eso es obrar como quinta columna.
Como dijo Gustavo Bueno, «hay que definirse», y en una lucha por el poder mundial entre Rusia, China y Estados Unidos, no tengo ninguna duda de que lado estoy. Hacer propaganda por el enemigo con las mejores intenciones, es ignorar o confundir la caridad, con la lucha por el poder mundial. Y entre Roma y Cartago no hay neutralidad, ni entre Atenas y Esparta.
Salió muchas veces en defensa de Donald Trump, algo que suscribiría cualquier hombre sensato en política. Entrando en la novena década de su existencia y recluido en su suntuosa finca, rodeado de vallas y vigilancia, en Leesburg (Virginia), se limitaba a charlas informales a través de YouTube. El problema de Lyndon LaRouche, es muy común entre personas con una gran pasión por las cosas que hacen, pero se lanzan a la acción careciendo de una formación sólida.
Es un tremendo error mesclar el humanismo con la politica, o pretender que la ética o la moral manden sobre la política. Confundir la historia política con la teología política, darle primacía a la persona por sobre el Estado. Creer que el individuo es el sujeto de la historia y no el Estado, es creer que los individuos al margen del Estado pueden dominar el mundo.
Como digo muchas veces, para hablar de politica hay que hablar del Estado, sino hablamos del Estado entonces ¿de qué vamos a hablar? De conspiraciones, de planes ocultos al margen del Estado. La dialéctica de Estados o imperios suplantada por la dialéctica de espías y conspiradores. De estos personajes está repleta la política, hay millones de tipos que ignoran lo más elemental.
No solo carecen de una filosofía política, sino que es una utopía pensar que tengan apoyo en un sistema filosófico que les permita dar una respuesta sistemática, coherente y racional, sobre cuestiones como la antropología, la bioética, la ética, la moral, la filosofía de la historia, la política, la religión, la estética, la gnoseología y la ontología.
Es mucho más fácil culpar a la reina de Inglaterra, a los banqueros de siempre y con eso creer que se tiene la clave del mundo. Total, todo tiene que ver con todo, todo está conectado con todo. La próxima vez que vaya al doctor, le pediré que primero consulte como cerró el día anterior la bolsa de New York, ya que todo tiene que ver con todo.
13 de enero de 2019.