LOS PAPELES INFAMES
LOS PARAISOS FISCALES
Ricardo Veisaga
Imagen de la ciudad de Panamá.
Dijo Pedro Almodóvar «Mi ignorancia no es excusa y asumo, con mi hermano Agustín, toda la responsabilidad que hay o pueda surgir por estar en esos papeles infames». Estas fueron las palabras del cineasta español después de más de una semana de llamativo silencio. Don Pedro Almodóvar, los papeles no son infames el infame es usted.
Como todo zurdo y progre, aprovechando su fama se la pasó predicando como un proletario y dando clases de moral. Ahora dice que no sabía. ¿Y cuando firmó los papeles tampoco sabía de qué se trataba? Yo no confundo la moral con la política y no voy a empezar ahora. Su dinero lo puede meter en un paraíso fiscal o donde le quepa, pero hay que ser un canalla para pedir subsidios al Estado para filmar películas y tener el dinero en Panamá.
Alguien dijo que los dos mayores paraísos fiscales del mundo son la «isla» de Manhattan y la otra Inglaterra. Se puede decir Manhattan jocosamente, pero todos sabemos a qué se refieren. La creencia popular piensa que el origen de los paraísos fiscales está asociado inevitablemente a idílicas islas con hermosas playas, verdes palmeras y frutas exóticas, pero no hay nada de eso.
La historia real va por otro lado, esos territorios fiscales, turbios financieramente, no es el producto de una decisión soberana de esos estados independientes. Con excepción de Suiza y algún otro que confirman la regla, son la excepción. Son territorios sometidos a un régimen colonial, dependientes en todo del control directo de grandes Estados industriales, especialmente de los sajones.
Las islas Caimán, es la quinta potencia bancaria del planeta y el jefe de Estado, no es un morenazo que viste camisas manga corta, decorada con paisajes caribeños y llamativas bermudas. El jefe de Estado es Isabel II, y el responsable de nombrar y remover a los miembros del gobierno de las islas se llama David Cameron. La moneda oficial de este paraíso del dinero turbio es el dólar caimanés, que lleva impreso la imagen de su majestad británica. Y el himno nacional es el llamado God Save the Queen.
Caimán no es la excepción que hace la regla, sino la norma, ya sea Gibraltar, Jersey, las islas Turcas y Caicos, las Islas Vírgenes británicas o Bermudas, incluso como me dijo un amigo, las Islas Malvinas o Falkland. Lo tragicómico de todo esto es que estas dos potencias, usan estas repúblicas bananeras para realizar ciertas prácticas que podrían generar un escándalo o una supuesta «repulsa» en la opinión pública.
Sólo basta la exuberancia bancaria de la «City», para entender el papel de los restos del viejo Imperio para captar los capitales errantes del mundo hacia Londres. Circula una anécdota que lo dice todo, y que tiene como parte al entonces recién electo presidente Barack Obama, que usando su característica y banal ironía se refirió al tema de las Islas Caimán.
Refiriéndose al Ungland House, el edificio ubicado en Georgetown, capital de las Caimán lugar donde tiene su sede legal doce mil corporaciones empresariales. Obama dijo: «O bien es el edificio más grande del mundo, o bien es la mayor estafa al fisco de la que se tenga noticia». Un funcionario de las Caimán le replicó, ante el silencio de Obama, que haría mejor dirigir la mirada al interior de su propio país, en concreto al Estado de Delaware.
Concretamente, en el 1209 North Orange St. de Wilmington. Una pequeña edificación de dos pisos con jardín, que alberga las sedes de… 217.000 empresas. Entre miles de otras, las de Ford, General Motors, Coca-Cola, Kentucky Fried Chicken y Hewlett-Packard. Barack Obama no volvió a hablar del tema. En Delaware, al igual que en Nevada o Wyoming, rige una legislación financiera calcada de la vigente en las islas Caimán.
Recientemente la revista Bloomberg, puso su mira, en los paraísos fiscales estadounidenses. A pesar que el gobierno de Estados Unidos ha elevado su queja sobre los paraísos fiscales, y que en estos días dijera que abrirían una investigación sobre los «papeles de Panamá», pero según expertos, señalan a Estados Unidos como el país que acoge en su seno a quienes escapan de los impuestos altos.
Y Bloomberg ya no está hablando de Delaware, sino de Reno (Nevada), una localidad ubicada al Norte de Las Vegas que «se está convirtiendo en la nueva Suiza» y «se está consolidando como un ‘paraíso fiscal’ puntero en atraer capitales que llegan del resto del mundo». Expertos legales como Peter A. Cotorceanu señalan que «resulta irónico que el gobierno de Estados Unidos condene tan duramente a los bancos de países como Suiza. Al fin y al cabo, no hay jurisdicción más opaca que Reno, en el Estado de Nevada».
La casa Rothschild ha reconocido públicamente: «A efectos prácticos, Estados Unidos se ha convertido en el mayor paraíso fiscal de todo el mundo». Consultoras especializadas en ingeniería fiscal, como Trident Trust ha llegado al extremo de cerrar su operativa en Suiza o las Islas Caimán para canalizar buena parte de sus trabajos desde suelo estadounidense, lo mismo que la casa Rothschild sostiene Cisa Trust.
También las informaciones apuntan a Sioux Falls (Dakota del Sur), que estaría ganando terreno en esta particular batalla. La revista Forbes, dice que la fortaleza de estos paraísos fiscales estadounidenses no está tan ligada a su sistema tributario como al nivel de secretismo que brindan a sus clientes. Y según el Índice de Secreto Financiero, que publica la organización Tax Justice Network.
Estados Unidos ya está al nivel de Suiza, Hong Kong, Singapur o las Islas Caimán en lo tocante al grado de «opacidad» de las cuentas que operan a través de estas jurisdicciones. Causa sorpresa que Alemania ocupe el puesto octavo del ranking, dos escalones por detrás de Luxemburgo. La lista de los top 10 lo integran Suiza, Hong Kong, USA, Singapur, Caimán, Luxemburgo, Líbano, Alemania, Bahréin y Dubái/UAE.
Muchas personas se pueden preguntar sobre el motivo que lleva a individuos que no se dedican a comerciar con productos típicos de un país, como por ejemplo Panamá, y que viven en lugares tan distintos como Madrid, Oslo, Roma, Chicago, San Pablo, etc., tengan la necesidad de constituir una sociedad anónima en el registro mercantil de Panamá o de cualquier otro paraíso fiscal del mundo. Dejando de lado la explicación de corte delictivo, la respuesta nos lleva en el tiempo a la guerra de Vietnam.
La guerra de Vietnam puso al gobierno estadounidense ante la imposibilidad de equilibrio en las finanzas de Washington. Estados Unidos para asumir el coste del conflicto se encontró en la terrible disyuntiva de aceptar el colapso económico o transformarse en un paraíso fiscal. Los déficits crónicos a que dio lugar Vietnam, abocaron a Estados Unidos a un dilema crítico.
Las grandes empresas necesitaban a toda costa financiarse con la emisión de bonos. Pero, en caso de colocarlos en el interior de Estados Unidos, tendrían que competir con la deuda del propio Estado, lo que elevaría los intereses por las nubes. La salida viable era comercializarlos en Europa. Pero existía un pequeño problema tributario. Cualquier bono americano estaba sometido a una retención fiscal del 30 % sobre su rentabilidad.
En cambio, cualquier activo similar comprado en el paraíso fiscal llamado City de Londres estaba sometido al 0 % de impuestos, todo merced, a la gran comedia de la soberanía ficticia de sus antiguas colonias en el Pacífico. La disyuntiva para un inversor europeo era sencilla: o pagar un 30 % por un bono americano o no pagar nada por otro exactamente igual, pero inglés.
John Kennedy tenía un problema, necesitaba seguir manteniendo aquel tributo del 30 % para costear la guerra, pero también necesitaba que las corporaciones americanas consiguiesen financiarse en el extranjero. Para conseguir este objetivo Estados Unidos debía actuar como cualquier república bananera, y Kennedy lo consintió. La fórmula técnica se la conoció como el «sándwich holandés».
Las multinacionales estadounidenses abrían una sucursal ficticia en las Antillas Holandesas, y emitían sus bonos desde allí. A su vez, un flamante tratado comercial internacional entre Estados Unidos y el Gobierno de las Antillas garantizaba que las matrices repatriasen todos los beneficios sin pagar ni un céntimo al fisco de Estados Unidos. Y así se continúa haciendo. Esto es todo muy legal.
Nadie se extrañe, que, según la Auditoría General de Estados Unidos, el 83 % de las mayores empresas del país dispongan a estas horas de filiales en paraísos fiscales. Los llamados precios de transferencia, son la otra parte del juego. Por ejemplo, una empresa matriz con sede en Sidney, compra un yate por un valor de 2 millones de dólares a su filial de Panamá.
La costosísima compra del yate, provocará que la matriz en Sidney no logre beneficios contables ese año fiscal. Por tanto, no pagara nada por impuesto de sociedades o como lo denominen a la Hacienda en Australia, y lo mismo para la filial panameña. En un informe de la Auditoría Nacional de Gran Bretaña emitido en 2007, dice que un tercio de las mayores empresas del país no habrían pagado nada en concepto de impuestos durante el año anterior, 2006.
En la década de los 50, las grandes corporaciones estadounidenses pagaban aproximadamente dos quintas partes de los impuestos que se cobraban en Estados Unidos. Hoy, esa proporción se ha reducido a apenas una quinta parte. La presión fiscal, por lo demás, es la misma: lo que falta lo pagan los demás. La historia nos informa que, durante el Antiguo Régimen, la aristocracia y el clero (el Trono y el Altar) estaban exentos de pagar tributo alguno.
De manera abusiva vivieron contentos y tranquilos hasta que, en el siglo XVIII, les arruinó la fiesta un tal Robespierre. No creo que los altos impuestos o la voracidad fiscal sea la culpable. Estoy seguro que si los impuestos fuesen de 1 o 2 % en cada país. Y en los paraísos fiscales un 0 % de impuestos, seguirían facturando en estos. Eso se llama «afán de lucro», y aunque no lo acepte el papa Francisco, es parte de la vida de los hombres. Aun cuando los capitales se generen en los primeros.
La historia empezó hace más de un año, cuando un diario alemán «Süddeustche Zeitung» recibió un email sin firma, en la que ofrecían 11 millones y medio de documentos. En estos documentos se describían los movimientos de cientos de miles de compañías «offshore», totalmente legales, pero opacas, que permanecían en una de las oficinas de abogados que se dedican a estos asuntos, desde hace 40 años en Panamá.
El periódico se puso al habla con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación para abordar la tarea. Se trataba de 400 profesionales radicados en 80 países. En esa enorme cantidad de documentos es probable que aparezcan las pruebas o indicios del lavado de dinero, que proceden del narcotráfico, de la corrupción y la connivencia entre políticos y empresarios, de la venta ilegal de armas y de otros chanchullos prohibidos por las leyes nacionales e internacionales.
Una de las primeras preguntas fue, quien o quienes habían filtrado los documentos. Desde Panamá en todo momento se quiso dejar en claro que no hubo «filtración», que fue hackeado, que fue un robo. Bien, ladrón que roba a ladrón… muchos expertos en seguridad dicen que no fue tarea de un hacker solitario, sino que se trata de la labor de alguna poderosa agencia de inteligencia.
La Institución Brookings, publicó un análisis de Clifford Gaddy, quien sostiene que el autor es Vladimir Putin y los servicios secretos rusos. La revelación de los nombres de supuestos testaferros y asociados a Putin, no afecta a su análisis según Gaddy, puesto que eso ya se sabía, pero el más perjudicado fue David Cameron.
El conocido banquero norteamericano Bradley Birkenfeld, quien fue el mayor soplón (whistleblower) financiero de la historia. Birkenfeld fue quien reveló los números de cuenta de muchos norteamericanos que ocultaban sus capitales en Suiza, cobrando por sus servicios más de 100 millones de dólares en comisiones al sistema fiscal norteamericano (IRS), aunque él mismo pasó un par de años tras la reja. El soplón sostiene que el autor es la CIA.
Hace muchos años que se está librando una ciberguerra. Y tanto el gobierno estadounidense ya sea por medio de sus agencias como la CIA, la NSA, el FBI, la DEA. como otros gobiernos circulan por los laberintos cibernéticos, en busca de pistas que le permitan abortar planes terroristas contra sus intereses, el comercio, el narcotráfico, o la proliferación de armas nucleares, pero también la corrupción, el lavado de dinero, el robo de secretos militares e industriales.
Imagino que, en esa tarea, la presencia de empresas offshore se interpone en su camino, empresas sumamente turbias y simplemente se los quieren sacar de encima, sin importar que haya empresas americanas o que esto salpique a Delaware, Nevada o Dakota del Sur.
Los efectos de este escándalo ya se han cobrado sus primeras víctimas, muchos «inocentes» y otros no, que se ven involucrados por aparecer en las listas, por aquello de la condena a priori de la «opinión pública». Los políticos, empresarios y figuras notables del mundo artístico y deportivo se la pensarán dos veces antes de abrir una cuenta. Lo mismo para los terroristas, y los narcos.
El modesto edificio Arango Orillac, alberga la sede del famoso bufete Mossack- Fonseca. Arquitectónicamente es decepcionante, en contraste con la verdosa torre helicoidal F&F con la reluciente fachada acristalada. Pero a decir de los que «saben», es allí donde se cocina el pescado. Uno de sus socios el alemán Jürgen Mossack está borrado del mapa, sobre todo desde que la prensa sacara a ventilar su pasado familiar Nazi, Ramón Fonseca se vio forzado a «poner la cara».
Fonseca, formado en la London School of Economics, se inició en los arcanos del corporativismo en Suiza, primigenia capital histórica de las (triquiñuelas) bancarias, mientras trabajaba para la ONU, donde dice que empezó con la idea de cambiar el mundo. Quien hubiese pensado que este influyente político y premiado novelista de éxito, acabaría teniendo que dar tantas explicaciones en una región donde dinero e impunidad son dos palabras que van de la mano.
Con sus 63 años, y 40 en los «negocios», quien, cargando un brillante cabello entrecano peinado hacia atrás, portando lentes sin montura y acompañado de dos jóvenes asesores se encaró a la prensa para imponer sus argumentos. «Panamá no es el único país del mundo que hace eso», lo dice en tono muy serio y continúa: «Economías abiertas muy exitosas como la nuestra atraen mucha envidia».
Agrega, antes de lanzarse a explicar el tremendo agravio comparativo que está sufriendo la nación hispanoamericana frente a otras jurisdicciones con similares o mejores condiciones para hacer negocios opacos (que lindo eufemismo esto de «opacos») desde Delaware, Nevada y Wyoming en Estados Unidos hasta Andorra, Liechtenstein o Mónaco en Europa. «A esto yo lo llamo cacería de brujas».
Y yo mejor lo llamaría «chivo expiatorio» en un mundo perfectamente hipócrita. Su defensa se centró en el derecho a la privacidad, la defensa de la libre empresa, y la queja contra el periodismo sensacionalista. Legal, legítimo… ¿Ético? ¿Justo, injusto? A las personas nos gusta repetir este tipo de palabritas, la anterior de moda era «subprime», ahora «offshore», pero tiene su lado bueno. La gente aprende, es pedagógico, aunque, a decir verdad, la «gente» común y corriente jamás podrá abrir una cuenta, eso está reservado para cierta clase económica.
¿Realmente importa lo legal? En la década de los 90, en Argentina, cada semana quebraba un Banco, una financiera o una compañía de seguros. La quiebra no era lo ilegal, pero lo «ilegal» que tenía olor a mierda, era la del grupo de socios que registraban un Banco, una Financiera o una empresa de seguros, porque lo hacían con el fin de quebrar. Valiéndose de las ventajas de un gobierno estatista y corrupto y de paso joder al pobre cliente.
Según los expertos, que en estos días se multiplicaron, esta industria mueve en torno a 7,5 billones de dólares al año y esquiva impuestos en todo el mundo por valor de 200.000 millones de dólares. Lo que nos muestra claramente que Panamá no tiene el monopolio, que no «corta el queso», es uno más. ¿Pero es legal? Sí, lo es. Pero ¿es ético? Esa pregunta es incorrecta, el escándalo no hace a una persona, no es individual, es grupal, es colectivo, no es un problema ético, es un problema moral. Pero ¿es moral? Por supuesto, se corresponde perfectamente a la moral del mercader, a la moral de los fenicios. ¿Y usted que esperaba?
Norman Díaz, consultor jurídico del Colegio de abogados de Panamá, dice: «Eso dependerá de tu ideología y de cómo veas el mundo. Pero la realidad es que el mercado de firmas ‘offshore’ es muy competitivo y muchas otras jurisdicciones se dedican a esto y transan más volumen (de empresas) que nosotros», y continúa el bueno de Norman. «Sin embargo, los periodistas le pusisteis ‘papeles de Panamá’. No ‘offshore papers’ o ‘los papeles Mossack-Fonseca’. Eso es muy injusto».
Qué le vamos a hacer Norman. ¡Injusticia, injusticia literaria! Sólo quiero agregar, que en Panamá existen el doble de abogados per cápita que en España. ¿Y eso es justo o injusto? A mí me da mala espina. Sobre todo, por la cantidad de «cuervos», así lo llaman en mi país, a los abogados.
En mi estadía en Panamá, conocí y cultivé la amistad de un profesor de historia. Y a este buen hombre no le molestaba en absoluto la mala fama de Panamá. Mala fama que está grabado en el imaginario colectivo desde hace generaciones, diría desde su nacimiento, un nacimiento contra natura. Esa fama es como la marca de «Caín», original. Tierra exótica «visitada» por piratas como Henry Morgan y Drake, quienes dejaron sus huellas como testimonio de sus correrías.
John Silver contó que su loro aprendió a gritar «¡doblones!» en Panamá, según narró Robert Louis Stevenson, cuyo célebre tesoro bien podría estar enterrado en cualquier isla de estas latitudes. En una suerte de «eterno retorno» nietzscheano, los piratas financieros del mundo desembarcaron en Panamá, convirtiéndola en una nueva Isla Tortuga para banqueros, abogados, políticos, deportistas, estrellas de la música, el cine y narcotraficantes.
Mossack-Fonseca es un despacho de abogados creado en 1986, entre Ramón Fonseca y el alemán Jürgen Mossack quienes unificaron sus dos bufetes bajo un mismo nombre. A día de hoy, tiene presencia en todos los continentes -con sedes europeas en Londres, Luxemburgo, Suiza, Malta y Gibraltar- y está especializado en derecho comercial y creación de estructuras internacionales. Es el segundo bufete de Panamá por incorporación de sociedades en el registro mercantil local y una de las cinco mayores firmas del mundo en creación de compañías «offshore».
Se llama «offshore» a cualquier sociedad creada según las leyes de un Estado extranjero y cuya actividad se realiza fuera de la jurisdicción en la que está registrada. Por esta razón, el término se utiliza para denominar aquellas compañías creadas en un paraíso fiscal, donde no llevan a cabo ninguna actividad, sino que aprovechan las ventajas fiscales y de secretismo de la jurisdicción. «Paraíso fiscal» es una mala traducción del inglés ‘Tax Haven’, literalmente ‘refugio fiscal’. Pero el concepto es el mismo.
Estas sociedades se pueden utilizar para acumular patrimonio, pero a menudo tienen otros fines, como comprar acciones, bienes o desviar beneficios personales o de una empresa. Además, se utilizan también para abrir cuentas bancarias en otros países -básicamente en Suiza, pero también en otros con secreto bancario como Andorra o Mónaco- a nombre de estas sociedades y que los beneficiarios últimos puedan ocultar su identidad para eludir así el pago de impuestos.
Las nuevas leyes anti blanqueo obligaban a los bancos de estos países a informar de los titulares de cuentas a nombre de una persona pero no si estaban a nombre de una sociedad, con lo que bastaba con crear una sociedad en Panamá, para mantener oculta su identidad. De ahí la denominación de «sociedades pantalla», puesto que su único fin era ocultar el verdadero dueño del patrimonio y no tenían ninguna actividad mercantil real.
El Puente de las Américas sobre el canal de Panamá.
Los documentos filtrados abarcan casi 40 años de trabajo de la firma panameña. Incluyen correos electrónicos, cuentas bancarias, bases de datos, pasaportes, registros de clientes del despacho, y revelan información oculta de 214.488 sociedades «offshore» conectadas con más de 200 países. La mitad de las sociedades que aparecen en los documentos internos de Mossack-Fonseca fueron registradas en Islas Vírgenes Británicas, jurisdicción considerada un paraíso.
Se trata de 113.648 compañías. En Panamá se registraron, dos de cada diez sociedades. Muchas de esas compañías utilizan «testaferros» (literalmente, ‘cabeza de hierro’ en italiano), hombres que se utilizan para que no aparezca el nombre del verdadero dueño de la sociedad. Mossack-Fonseca proveía este servicio, por lo que es bastante frecuente que un testaferro coincida en varias sociedades sin que este hecho implique, por sí sólo, que haya alguna conexión entre ellas.
El gran atractivo de las sociedades panameñas ha sido la posibilidad de tener acciones al portador, títulos cuya simple posesión física acredita la participación en una sociedad y hace extremadamente complejo rastrear los verdaderos dueños para las Haciendas nacionales. Es decir, aquellos que tenían cuentas en Suiza o Andorra podían crear una de estas sociedades en las que ni siquiera figuraba su nombre, sino que bastaba con tener en su poder las acciones físicas. En 2015 el Gobierno de Panamá tuvo que regular este tipo de acciones, entre otras medidas, para adaptar las leyes locales a las normas internacionales contra el blanqueo de dinero
Hay estadounidenses en «Los papeles de Panamá», al menos 211 dueños de sociedades cuya dirección física se encuentra en Estados Unidos. Entre ellos, se destacan varios donantes de Hillary Clinton, y uno de los mayores «contractors» del ejército americano, que subcontrata soldados para el ejército de Estados Unidos.
Son pocos para un país económicamente enorme, y eso se explica que, por estados como Delaware, Nevada, Wyoming, South Dakota, que hace innecesario salir de casa. No es cierto que George Soros esté financiando al equipo de investigación. Sí es cierto que la Open Society Foundation es uno de los principales donantes del Center for Public Integrity, organización que financia el ICIJ. La Open Society, encabezada por Soros, financia también decenas de otros proyectos, detallados en su página web.
En lo que se refiere al Center for Public Integrity, todas sus declaraciones de impuestos anuales están disponibles en su página web. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación es una organización non-profit (sin fines de lucro), por lo que vive de grandes y pequeñas donaciones. Muy común en Estados Unidos en el mercado de medios de comunicación.
El ICIJ publica en su página web todas sus fuentes de financiación, entre ellas no está el Gobierno de Estados Unidos. El origen del rumor podría estar en los financiadores de uno de los medios que colaboran con el ICIJ. El Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) sí recibió subvenciones de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID). El OCCRP detalla esta y otras formas de financiación en su página web.
No es ilegal tener una sociedad en un paraíso fiscal, pero siempre y cuando el beneficiario declare la sociedad a las autoridades fiscales del país en el que reside. La publicación de los papeles de Panamá tiene enorme importancia, porque se puede conocer por primera vez en detalle el funcionamiento del mundo «offshore».
«Los Papeles de Panamá» permiten, caso por caso, arrojar luz sobre cómo ricos contribuyentes, bancos y firmas de abogados han realizado operaciones al borde de la legalidad con la ayuda de Mossack-Fonseca. La firma ha mantenido el secretismo de sus clientes incluso descubriendo que pertenecían a organizaciones criminales, traficantes de droga, políticos corruptos o evasores fiscales.
Un periodista europeo de investigación, amigo personal, e integrante del equipo «The International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ). Me comentó que estuvo trabajando desde los inicios en estos papeles, y según él, el periodismo a partir de los Panama Papers, ya no será lo mismo. Ni para las finanzas internacionales, que ya han puesto las barbas en remojo, ni la forma de entender el periodismo. Mi amigo es de aquellos que creen que se debe a sus lectores y servir a la sociedad. Bien por él.
En el mundo de los medios informativos en el que sobran los intereses y las dependencias económicas, en el que el trabajo periodístico es silenciado desde los propios medios. Y el periodismo de investigación es sospechosamente calificado como «caro y poco rentable», en medio de tanta podredumbre y gracias a la tecnología que acorta distancias, y la enorme cantidad de información que fluye con rapidez, la cooperación entre los medios y periodistas independientes hace posible pensar en un periodismo del futuro.
«Long live journalistic cooperation». (Larga vida a la cooperación periodística). Es la frase que más ha circulado estos días en los casi un centenar de medios y alrededor de 400 periodistas que han participado de la investigación, sin ninguna filtración. En tiempos en que los lectores han perdido la confianza en los medios, donde se vive lo fútil y efímero, donde reina la ley de los 140 caracteres, los virales, los videos enternecedores de animalitos, el clic fácil, el «me gusta» de Facebook.
En tiempos en que el Twitter es la herramienta de los llamados periodistas (y la muerte de la inteligencia), y se desprecia el periodismo de investigación y el gremio vive una crisis de identidad. Analizar la actualidad con visión crítica, sin someterse a las censuras de los poderosos, es la clave del éxito y la pasión del periodismo.
Panamá opera un sistema fiscal con principio de territorialidad, en el que residentes y no residentes tributan sólo sobre ingresos obtenidos en Panamá. Los ingresos que no se generan o no se derivan de Panamá, no están sujetos a tributación. Impuesto cero de sociedades para todo no residente y, encima, en secreto. En secreto hasta que estalla el escándalo. De acuerdo al Registro Mercantil de Panamá, la única tributación que consta de Delantera Financiera, es el pago que realizó entre 1981 y 2013, 6.250 balboas.
No aparece lo pagado previamente desde 1974, pero agregada la baja tasa anual de esos años, no superior a los 100 balboas, la empresa de la hermana del Rey emérito, Juan Carlos, ha tributado en 40 años unos 7.000 balboas en Panamá, 6.100 euros al cambio. Una media de 150 euros al año, lo cual, en efecto, es una cifra de risa para ejecutivos de un bufete de la dimensión y peso de Gómez-Acebo & Pombo. En los documentos no hay cuentas anuales ni el volumen de ingresos que llegó a mover esta sociedad durante tantas décadas.
Christie George Peters y Kathyn B. Delis se acercaron al notario el 20 de mayo de 1969 a montar Delantera Financiera. El objeto social era amplísimo: «En general, cualquier actividad comercial y/o industrial (…) e inversiones y fondos de inversión en cualquier parte del mundo».
En esa ocasión la «offshore» era para Alexander Papamarkou, un millonario griego dueño de un fondo de inversión para grandes fortunas. Pilar de Borbón aseguró en su tardío comunicado del pasado miércoles que Papamarkou era amigo personal de su esposo y que le cedió la propiedad de Delantera Financiera en 1974.
La Infanta doña Pilar de Borbón y su hermano el Rey Juan Carlos.
Alecko no sólo era amigo de Luis Gómez-Acebo, también del Rey Juan Carlos, porque concedió al griego la Orden de Isabel la Católica. Una distinción que se concede en España para «premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la Comunidad Internacional».
¿Qué hizo Papamarkou? Servir a la Corona, tal vez por aquello que dijo el rey Luis XIV «El Estado soy yo». Lo mismo pensaría el Borbón. Doña Pilar de Borbón, dice que ella y su esposo asumieron Delantera Financiera, porque Gómez-Acebo había sufrido un intento de secuestro de ETA y quería desarrollar «actividades profesionales alejadas de España».
Es cierto que la banda terrorista ha sido una tragedia, pero para irse fuera no hace falta ir a un país con tributación cero que todavía hoy el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, califica de «último gran bastión» de la opacidad. Un miembro del Gobierno del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, admite que empresas españolas presionaron para que Panamá, fuera retirada de la lista de paraísos fiscales e increíblemente así se hizo, en 2011.
En ese año, la familia de Pilar de Borbón no sólo mantenía la sociedad, sino que uno de los hijos, Bruno Alejandro Gómez-Acebo y Borbón, administrador de empresas inmobiliarias en España y socio de una Sicav, se implicara desde 2006 en la gestión. Impresiona también ver en el Registro de Panamá cómo Bruno, García Calleja y Francisco Peña -nuevo jefe de Gómez-Acebo & Pombo en Lisboa tras larga carrera en Madrid- se reunían el 2 de junio de 2014 a las 12.00 horas para disolver la empresa panameña.
Apenas 90 minutitos después de que Rajoy anunciara la abdicación del Rey. Su hermana asegura que cualquier vinculación de ambos hechos es «sencillamente errónea», pero sucede como con los mini impuestos de Panamá, que cuesta creerlo. Que integrantes de la Corona Real española recurran a Panamá, muestra el nivel de infamia y la moral que aqueja a las sociedades en general.
Si tanto preocupa y escandaliza a los gobiernos la existencia de paraísos fiscales, ¿Por qué no las acorralan con medidas tan severas como las aplicadas a Rusia? No estoy pidiendo que se prohíba el recurrir a paraísos fiscales, pero al menos se debería prohibir por ley, la participación en cargos políticos electivos o ser funcionarios del Estado a aquellos que recurren a estos paraísos. El sentido común nos dice que una persona que no confía en su país, no debe tampoco pretender participar en la vida política del país.
Doña Pilar de Borbón, si tanto temían a ETA ¿Por qué no se fueron a vivir lejos de España? El pobre ciudadano de a pie no puede evadir pagar sus impuestos, para él no es posible recurrir a los paraísos fiscales. El otro sí, «hecha la ley hecha la trampa». ¿Por qué tantas sociedades offshore en Panamá? Por las mismas o peores razones que la mayor cantidad de barcos que navegan por el mundo llevan bandera panameña o liberiana.
23 de abril de 2016.