¿LA TRAICIÓN SAUDÍ?
Ricardo Veisaga
En 1945, con la Segunda Guerra Mundial a punto de finalizar, el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, solicitó una reunión con el rey Abdulaziz Ibn Abdul Rahman Al Saud, al reconocer la importancia estratégica de Arabia Saudita para el futuro de la región y para la economía global.
Franklin Roosevelt estaba de regreso a Estado Unidos tras la Conferencia de Yalta, donde él, el primer ministro Winston Churchill y el soviético José Stalin, se reunieron para hablar sobre el futuro de Europa después de la guerra. El crucero pesado USS Quincy había transportado a Franklin Delano Roosevelt a través del Atlántico y luego lo regresaría a América.
El rey Ibn Saud aceptó con entusiasmo la reunión con Roosevelt. El encuentro tuvo lugar en el Gran Lago Amargo del Canal de Suez, Egipto, a bordo del USS Quincy, El Quincy estaba rodeado de otros cruceros y destructores, que estaban cubiertos con una capa sobre los aviones de combate. Los submarinos y aviones alemanes aun eran entonces una amenaza.
Fue el primer viaje del rey fuera de la Península Arábiga, aparte de una breve visita a Basora en Irak y su primera vez en viajar por mar desde que asumiera el trono en 1932. Ibn Saud, había llegado de Jidda en un destructor estadounidense, el USS Murphy, viajó acompañado de 48 asesores, guardaespaldas, cocineros, esclavos, sirvientes y además de un astrólogo.
Lo que no le agradó al rey fue dejar a sus esposas en Jidda luego de que le dijeran que no se podía asegurar su privacidad en el espacio apretado de un destructor, tuvo que aceptar a regañadientes.
Cuando los líderes se encontraron sintieron una afinidad instantánea, según dijo el coronel William Eddy, que oficiaba de intérprete. El rey Ibn Saud comentó que él y Roosevelt tenían ambos la misma edad, que «de corazón eran agricultores» y que padecían dificultades físicas, Roosevelt estaba confinado a una silla de ruedas mientras que el rey de 70 años caminaba con dificultad, necesitaba un bastón.
Roosevelt padecía hipertensión arterial y solo le quedaban meses de vida, Roosevelt le regaló al rey Ibn Saud una de sus sillas de ruedas, de la que posteriormente el rey dijo que se trataba de su «posesión más preciada». La reunión duró más de cuatro horas, en ella se trataron varios temas, entre ellos la ayuda militar y agrícola de Estados Unidos a Arabia Saudita
Tras establecer una relación personal y acordar que Estados Unidos y Arabia Saudita deberían seguir siendo aliados en el mundo de la posguerra, se estableció el marco para las futuras relaciones entre ambos países. Roosevelt y el rey Ibn Saud establecieron las bases de amistad entre sus países. Este sería el último viaje del presidente Roosevelt al extranjero, dos meses después fallecería.
La relación que se ha extendido por más de siete décadas no se fundamenta en los principios y los valores comunes, sino en las necesidades comunes. Petróleo y seguridad, el petróleo saudí cubriendo gran parte de las necesidades energéticas de Estados Unidos y la seguridad que Washington le proporcionaría a Arabia Saudita.
Esta relación con el tiempo se fue ampliando a diferentes campos como el económico, el militar y político. Una cooperación entre una potencia regional y una potencia de primer orden mundial. Estados Unidos desempeñó un rol fundamental en las ecuaciones militares y políticas del país árabe.
En cambio los saudíes en diferentes oportunidades han adoptado una postura contraria a los norteamericanos, en un esfuerzo para mostrarse como un Estado independiente de los Estados Unidos. Se puede citar como ejemplo, la Crisis del Petróleo de 1973, la fundación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la Segunda Guerra del Golfo Pérsico, entre otras. Pero eso no ha impedido que las relaciones bilaterales continuaran.
Desde la firma del Pacto de Quincy en 1945, se garantizó el suministro energético a Estados Unidos, también se vio reflejada luego de la década de los setenta con los saudíes como aliado estratégico para Washington en Oriente Medio, una región de gran importancia para la política exterior estadounidense.
Los Estados Unidos en esa relación compleja, pese a las críticas contra el fundamentalismo islámico saudí y su apoyo a los extremistas, violaciones de los derechos humanos, entre otros, mantuvo su privilegiada condición de aliado fiable. Donald Trump el primer viaje como presidente lo hizo a ese país.
Estados Unidos se garantizó la obtención de entre 1 y 2 millones de barriles de petróleo saudí al día (no gratis), y pudo promover su estrategia en Oriente Medio, con la influencia de Arabia Saudí en el mundo árabe, en especial en el Consejo de la Cooperación del Golfo Pérsico, lo que le permitió mantenerse en la zona.
En ese quid pro quo, los saudíes recibieron ayuda militar y seguridad. Pero esa relación se ha visto afectada a través del tiempo por el surgimiento de los terroristas de Daesh y la Coalición en su contra, el acercamiento entre Irán y Occidente y el acuerdo sobre su programa nuclear, un grave error del gobierno de Obama, hacia el este de Asia.
En 2013, Arabia Saudita se comprometió a correr con los gastos de la guerra contra Bashar Al-Assad en Siria, Obama rechazó la propuesta. El príncipe Bandar bin Sultán bin Abdul Aziz Al Saud, jefe de la Inteligencia saudí, dijo que la postura de Estados Unidos acerca de los acontecimientos en la región de Oriente Medio, como el caso de Siria e Irán, podría llevar a la revisión de los lazos entre ambos.
El acuerdo nuclear entre Irán y el Grupo 5+1 (Reino Unido, Rusia, Francia, EE.UU., más Alemania, se interpretó como una nueva fase de la interacción entre el país iraní y el mundo. Ese acuerdo fue nefasto no sólo para Estados Unidos sino para el resto de la región y les allanó el camino a los ayatolas en la obtención de armamento nuclear, un país enemigo de los saudíes.
No se debe olvidar la caída del precio del crudo y la reducción de la dependencia de Estados Unidos al petróleo del Golfo Pérsico. Gracias a la industria norteamericana del esquisto bituminoso, Estados Unidos pasó a ser el mayor productor de petróleo del mundo, y por tanto de dependencia cero. Sin embargo el principe Mohammed bin Salman, fue directamente contra esa industria.
El presidente Trump ha intentado minimizar las tensiones recientes en sus tratos bilaterales, pero ahora está considerando todas las opciones disponibles para hacer que Arabia Saudita pague por la guerra de precios del petróleo que inició. El colapso que siguió hizo un daño significativo a la industria petrolera y según lo aseguran figuras de alto nivel cercanas a la Administración Presidencial con las que habló Oil Price la semana pasada.
La principal referencia del petróleo de Estados Unidos, West Texas Intermediate (WTI), cayó en territorio de precios negativos. Para aquellos que desconocen cierto lenguaje del mundo petrolero, el petróleo WTI (West Texas Intermediate) y que algunos agentes bursátiles lo llaman a veces Texas Light Sweet.
Se trata de una clase de petróleo bruto que los economistas utilizan como valor estándar para determinar el precio del petróleo bruto como materia prima en los mercados de intercambio, en el marco de contratos a largo plazo. Esta cotización se realiza en el New York Mercantile Exchange, que es la bolsa principal de las materias primas mundiales.
Se cuentan a través del mundo tres grandes tipos de petróleo bruto que sirven de referencia al precio del petróleo en función de su zona de producción. Para el petróleo europeo, el Brent del mar del Norte es el que sirve de referencia, mientras que para los países de la OPEP, el bruto de Dubái es el que se privilegia para determinar los precios.
No sólo se trata del daño económico que le produjeron al sector del petróleo de esquisto, sino que los Estados Unidos considera que los saudíes han traicionado la larga relación entre los dos países. Según filtraciones de agencias del gobierno, muchos miembros de alto rango en el círculo de asesores más cercanos de Trump quieren que los saudíes paguen por sus acciones, en todos los sentidos.
El trato que se hizo en 1945 fue que los Estados Unidos recibirían todos los suministros de petróleo que necesitaran mientras Arabia Saudita tuviera petróleo, a cambio Estados Unidos garantizaría la seguridad de la Casa Saud en el poder. Ese acuerdo ha sufrido leves cambios desde el aumento de la industria estadounidense del esquisto bituminoso y el intento saudí de destruirla de 2014 a 2016.
Estados Unidos espera que Arabia Saudita no sólo suministre todo el petróleo que necesite durante todo el tiempo que pueda, sino que permita que la industria del esquisto bituminoso siga funcionando y creciendo. Y no importa si los saudíes pierden frente a los productores del esquisto al mantener los precios del petróleo, ya que ese es el precio que los saudíes deben pagar por la protección política, económica y militar.
Trump fue muy claro al decir que los saudíes no comprenden el enorme beneficio que Estados Unidos está haciendo a la familia gobernante. «Él [el rey saudí Salman] no duraría en el poder durante dos semanas sin el respaldo del ejército de Estados Unidos». Trump tiene razón, ya que sin la protección de Estados Unidos, tanto Israel, Qatar, como Irán y partidarios, terminarían muy rápido con el gobierno de la Casa Saud.
Digamos que antes de llegar al rompimiento del acuerdo hay otras opciones como medidas preventivas y prácticas. Cuando recién se había iniciado la guerra del precio del petróleo, Trump dijo: «haré lo que tenga que hacer… para proteger… a decenas de miles de trabajadores de la energía y a nuestras grandes empresas», y también sostuvo que imponer aranceles a las exportaciones de petróleo de Arabia Saudita a Estados Unidos eran «ciertamente una herramienta en la caja de herramientas».
Imponer aranceles a los saudíes es más importante que hacerlo con los rusos. Estados Unidos importan alrededor del 95% más de petróleo de Arabia Saudita que de Rusia, y sancionar el petróleo ruso tiene poco efecto en el exceso de suministro de los Estados Unidos que está sobrecargando sus ya estiradas instalaciones de almacenamiento.
Rusia está en mejores condiciones económicas que Arabia Saudita para manejar cualquier choque en sus flujos de ingresos relacionados con el petróleo, vean la comparación, con un precio de petróleo de 40 dólares por barril de Brent en lugar de los 84 dólares por barril de Arabia Saudita.
Arabia Saudita proporciona actualmente una de las pocas fuentes en gran escala de crudo agrio (incluido el punto de referencia Arab Heavy) de que disponen los Estados Unidos, que es esencial para su producción de diesel, y para la cual la WTI es menos adecuada.
El sistema de refinerías de la costa del Golfo de los Estados Unidos está orientado a utilizar crudo más agrio, habiendo invertido fuertemente en sistemas de coquización y otras infraestructuras para manejar mejor los crudos más pesados del Oriente Medio en las últimas décadas.
Con las elecciones presidenciales a la vista, lo último que querría Trump es aumentar los precios del Diesel o la escasez, lo que empeoraría aún más la economía afectada por el virus chino. Por tanto es lógico que Trump utilice la amenaza de aranceles sobre Arabia Saudita. Algo, que aunque a muchos les pese, ha sido efectiva con China, México y Canadá.
Días después del acuerdo entre Rusia y la OPEP los medios informaban que se desplazaban con rumbo al Golfo de México, una expedición de superpetroleros pertenecientes a Arabia Saudita. La reducción de la extracción de petróleo no solucionaba el problema de la falta de almacenamiento. Se espera que alrededor de 44 millones de barriles de crudo saudí lleguen a Estados Unidos en las próximas cuatro semanas, para ser entregados en el saturado punto de entrega de Cushing.
El senador Kevin Cramer, republicano, de Dakota del Norte, asesor de Trump en temas de energía, le ha pedido a la Casa Blanca que tome medidas para detener la descarga de los grandes transportadores de crudo. Varios senadores y congresistas han amenazado con votar para retener la ayuda militar a Arabia Saudita. Trump, respecto a la detención de estas importaciones, sólo dijo que «lo mirará». Más que mirar hay que tomar medidas.
En ambas cámaras legislativas existe un creciente malestar hacia los saudíes, se habla de una reiteración enérgica, pero privada, de amenaza del proyecto de ley llamada «Ley de prohibición de los cárteles de producción y exportación de petróleo» (NOPEC) directa al Rey Salman, puenteando al príncipe heredero Mohammed bin Salman.
La presión para que Trump firme finalmente el proyecto de ley de la NOPEC ha ido creciendo desde el momento en que los saudíes iniciaron la última guerra de precios del petróleo. El proyecto de ley de la NOPEC haría ilegal poner un tope artificial a la producción de petróleo (y gas) o fijar los precios, como hacen la OPEP, la OPEP+ y Arabia Saudita.
El proyecto de ley también eliminaría inmediatamente la inmunidad soberana que existe actualmente en los tribunales de los Estados Unidos para la OPEP como grupo y para todos y cada uno de sus Estados miembros individuales. Esto colocaría a Arabia Saudita expuesta a ser demandada por la legislación antimonopolio vigente en este país, siendo su responsabilidad total sus inversiones estimadas en 1 billón de dólares sólo en los Estados Unidos.
Estados Unidos tendría entonces el derecho legal de congelar todas las cuentas bancarias saudíes en el país, incautar sus activos y detener todo uso de dólares estadounidenses por parte de los saudíes en cualquier parte del mundo. El petróleo está denominado en dólares estadounidenses.
También Estados Unidos podría ir tras Saudí Aramco y sus activos y fondos, en virtud de ser un vehículo de producción y comercio de propiedad mayoritariamente estatal, y podría ordenar a Saudí Aramco que se dividiera en empresas constitutivas más pequeñas que no violen las normas de competencia en los sectores del petróleo, el gas y la petroquímica o que influyan en el precio del petróleo.
El proyecto de ley estuvo muy cerca de ser aprobado cuando en febrero del año pasado, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes aprobó la Ley NOPEC, que allanó el camino para una votación sobre el proyecto de ley ante el pleno de la Cámara de Representantes. El mismo día, los demócratas Patrick Leahy y Amy Klobuchar y probablemente dos republicanos, Mike Lee y Chuck Grassley, habían presentado el proyecto de ley NOPEC al Senado.
¿Por qué se detuvo el proyecto? Porque los saudíes hicieron lo que se les pidió, es decir, producir más para mantener los precios del petróleo por debajo de los 70 dólares por barril de Brent, entonces Trump intervino con su veto. La opción sigue disponible para un cambio relativamente rápido al convertirlo en ley.
Arabia Saudita no tenía la intención de que los productores de petróleo de Estados Unidos sufrieran, dijo el ministro de Energía del reino, el príncipe Abdulaziz bin Salman, en una entrevista telefónica con un grupo selecto de periodistas publicada por Energy Intelligence.
«Dejé claro que no estaba en nuestro radar ni en nuestra intención de crear ningún tipo de daño a su industria. Mi creencia es que una vez que este mercado se estabilice, y dada la naturaleza del petróleo de esquisto y la industria del esquisto, que serán capaces de recuperarse a medida que el mercado se recupere, a medida que la economía mundial se recupere. Así que no tengo la menor duda de que en el futuro resurgirán de sus cenizas y prosperarán».
En plena guerra por los precios, los líderes de los productores de la OPEP y no OPEP, Arabia Saudita y Rusia, intercambiaron acusaciones sobre quién es el culpable del colapso del acuerdo anterior. Vladimir Putin, dijo que la guerra de precios del petróleo de Arabia Saudita y su disposición a ofrecer grandes descuentos por su petróleo fue diseñada para llevar a la bancarrota al esquisto estadounidense.
El ministro saudí de Asuntos Exteriores, el príncipe Faisal bin Farhan Al Saud, en una declaración a principios de abril, respondió a eso acusando a Rusia de romper la coalición de la OPEP+. Las palabras que los medios de comunicación atribuyen a Putin están «totalmente desprovistas de verdad».
Los Estados Unidos le pidieron a Arabia Saudita que asegure al mercado y que no lo inunde de petróleo. Pero los saudíes hicieron oídos sordos, a partir del 1 de abril se dedicaron a inundar el mercado. Rusia también siguió el mismo camino pero en menor medida, con esa política los saudíes pusieron en peligro el programa de independencia energética y la seguridad nacional de Estados Unidos.
Sería injusto adjudicar el desastre económico al que se enfrentan los países del mundo sólo a la guerra del petróleo, es imposible ignorar los efectos de la pandemia. Pero ambos factores contribuyeron a la caída de las economías. El Producto Interno Bruto (PIB) es proporcional al consumo de petróleo, porque el petróleo es la economía.
Cada aspecto de la producción y el uso de los bienes y servicios requieren la quema de energía fósil. Caben casi 4,5 años de trabajo humano en un barril de petróleo. Ninguna otra fuente de energía se acerca a ese nivel de densidad energética.
Todos aquellos que creen que el mundo puede funcionar igual con fuentes de menor densidad de energía como la eólica y la solar, deberían repasar o consultar los libros de física. No se puede encajar 4,5 años de trabajo de la luz solar o el viento en el espacio de 5,6 pies cúbicos de un barril de petróleo.
La única opción para muchos productores de petróleo norteamericano es cerrar los pozos, y eso significa que no hay ingresos. La mayoría de ellos tiene una deuda considerable, por tanto, lo que sigue es la bancarrota. Es cierto también que la economía norteamericana no depende exclusivamente de la venta de petróleo, como Rusia, Irán, Irak, Venezuela y los países del Golfo.
El juego para el petróleo se ha terminado, hay que poner la atención para salvar la economía. Considero también que es momento de no dejar de pasar los juegos y las traiciones, es necesario aplicar un escarmiento.
28 de abril de 2020.