LA POBREZA EN ESTADOS UNIDOS
VICIOS Y VAGANCIA
Ricardo Veisaga
¿What if you were homeless? ¿Qué pasaría si usted fuera homeless (sin casa)?
Con seguridad no estaría tirado en la calle, probablemente hubiese tenido el valor de hacer algo bueno en mi vida, como pegarme un tiro en la sien. Hace algunos años leí un comentario de un forista, en la que sostenía que toda una familia había muerto de hambre en Estados Unidos. En sendas intervenciones le pedí que me dijera el Estado y el año.
Me ignoró olímpicamente, y seguía derramando ideología izquierdosa, pero no me contestó. El forista intervenía desde España, es posible que nunca viviera en este país, y todo lo que decía lo repetía por «boca de ganso». Idiotas como la persona del relato hay por millones y seguirán existiendo. Pero hay otros que lucran con la pobreza, como Laurence Chandy (Brookings Intitution). Que publicó recientemente un artículo para alegría de los antiestadounidenses, con el título de: ¿How poor are America’s poorest? U. S. $ 2 a day poverty in a global context.
Entre otras cosas dice el investigador (?) Chandy, cerca de 10 millones de personas subsisten en Estados Unidos con menos de dos dólares al día y viven al margen de la economía monetaria. Laurence Chandy explicó que, cuando se toman en cuenta los ingresos, unos diez millones de ciudadanos subsisten «prácticamente sin dinero» gracias a los beneficios sociales, como los vales de comida o las comidas gratis que se reparten en las escuelas públicas y también en las instituciones de beneficencia.
Las personas que viven excluidas de la economía del dinero son las más vulnerables a los imprevistos, como la enfermedad o la muerte de un familiar, dice Chandy, que acaba de publicar un estudio acerca del segmento de la población más pobre en el país, afirmando que «se conoce muy poco de la población que subsiste por debajo del umbral de la pobreza», sobreviven en la sombra de los estudios académicos.
Sin embargo, «la pobreza en el país es un problema latente», con cerca de 46 millones de personas que viven bajo del umbral de la pobreza, establecido en 16 dólares diarios, y unos 20 millones que subsisten con menos de 8 dólares al día. Y Chandy continúa, «EEUU no se distingue por su generosidad». La particularidad de los pobres en el país, agregó, es que «son capaces de subsistir casi sin ingresos gracias a los beneficios y servicios sociales».
Según el experto, «el foco de la atención de la política se centra en medidas destinadas a la clase media», lo que contribuye a popularizar la percepción de que la pobreza es marginal y temporal, y, además, «cualquiera que se lo proponga puede alcanzar el éxito». Lo cierto es que la movilidad social en Estados Unidos se ha mantenido «bastante baja» en los últimos 50 años, lo que contrasta con el idealizado «Sueño Americano».
Chandy señaló la necesidad de destinar más recursos para estudiar la pobreza extrema en Estados Unidos y la población más rica en los países en desarrollo, de la cual «apenas se estudia». Con la finalidad de poner en marcha políticas públicas para aliviar la situación de los ciudadanos más desfavorecidos, el primer paso es conocer su situación, y «entender cómo son capaces de subsistir con menos de dos dólares al día».
Después de tanto menear la perdiz, Laurence Chandy, va a lo que quiere, es decir, dinero para expertos como él para estudiar la pobreza. Y para mostrar la gravedad del problema, dice el experto, que una comparación en cuanto al volumen de personas que viven en extrema pobreza en el mundo, con menos de 2 dólares al año, situaría a EE.UU. -según Chandy- por detrás de la población urbana en Argentina, China, Jordania, Rusia o Tailandia. ¡Mierda, que mal que estamos por acá!
Traducción: Chandy quiere más recursos (dinero) para seguir con el negocio de la pobreza, es falso que las clases medias sean favorecidas con políticas públicas. Y Chandy no lo puede entender, porque parte de falacias. Ex absurdus sequitur quodlibet.
Se suele creer que Estados Unidos es un país ultraconservador en donde el Estado del Bienestar brilla por su ausencia. Lo cual es enteramente falso. La Seguridad Social americana consume más del 20 % del presupuesto federal; buena parte de los niños son escolarizados en colegios públicos y la Universidad a menudo está subsidiada; la sanidad privada, aunque más extendida que en Europa, se encuentra regulada e intervenida.
Masivos programas públicos (Medicaid y Medicare) cubren a las familias de menores recursos y a la gente mayor, asimismo, las Food Stamps o el programa Aid to Families with Dependent Children asisten a las familias más pobres. El gasto social en Estados Unidos (que incluye ayudas públicas para los pobres, ancianos, incapacitados, y desempleados, además de asistencia sanitaria). Datos de la OCDE, este indicador en Estados Unidos fue del 16,2 % en 2007 frente al 19,2 % del promedio de países desarrollados.
The Land of the Free se ha convertido en a nation of takers, denuncia, y documenta Nicholas Eberstadt en un libro que se titula precisamente así y que deja por los suelos el tópico de que Estados Unidos es el ogro neoliberal estatófobo por antonomasia, que se come sin pelar a los niños, los viejos y demás gente de mal vivir productivo. El Estado estadounidense de hoy sería difícilmente reconocible incluso para Franklin Delano Roosevelt, y mucho menos para Abraham Lincoln o para Thomas Jefferson.
Se ha transformado el Estado, y la sociedad, que ya no parece empeñada en poner límites al poder y en la búsqueda privada de la felicidad sino en pedir prebendas, garantías, protecciones, derechos de esos que consisten en despojar al prójimo, que nos convierte en paganos (una de sus acepciones) según la Real Academia Española: Pagano: «persona que paga, generalmente por abuso, las cuentas o las culpas ajenas».
En 2010, los subsidios y subvenciones representaron el 18 % del ingreso personal del estadounidense medio. En 1960, las transferencias públicas a los individuos totalizaron 24.000 millones de dólares, unas cien veces menos que en 2010: los 2, 2 billones de este último año superaron el PIB de Italia, la octava economía del mundo, para el 2014.
En los últimos veinte años, los subsidios y subvenciones han crecido dos veces más que la renta per cápita. Uno de cada dos estadounidenses vive en un hogar en el que se percibe al menos un subsidio o subvención, cuando a principios de los años 80 no lo hacía ni el 30 % de la población. La mayoría de los votantes vive en hogares subsidiados.
El 98 % de los hogares con ancianos y el 45 % de los hogares con menores de 18 años reciben ayudas públicas ya sea de uno o de otro tipo. Y Medicaid (atención sanitaria a gente con pocos recursos) y Medicare (atención sanitaria a ancianos y discapacitados), programas que no existían en los años 60, se comieron 900.000 millones de dólares en 2010.
Por cierto, Medicare tiene obligaciones sin financiar para los próximos 75 años por valor de 27 billones de dólares, aunque algunos elevan la cifra hasta los 37 billones. Por cierto, en 2012 el PIB de Estados Unidos fue de apenas 15 billones de dólares. De la moral del trabajo se ha pasado a la moral del vivir de arriba. En 2009, el número de familias que recibieron ayudas para aliviar la pobreza triplicó el porcentaje oficial de familias en situación de pobreza.
En 1960, unos 455.000 trabajadores recibieron pagos federales por incapacidad. La cifra se multiplicó por dieciocho, hasta los 8,2 millones, en 2010. En 2011 no dejó de crecer: unos 8,6 millones. En 1960 había 150 trabajadores –en activo o buscando trabajo– por cada incapacitado. En 2010, 18… Y bajando. En 2011 había más estadounidenses recibiendo subsidios por incapacidad que trabajando en la construcción, el transporte o el almacenaje, y casi tantos como trabajadores en el sector manufacturero.
En diciembre de 2010, por cada 100 trabajadores industriales había 73 individuos cobrando del Old-Age, Survivors and Disability Insurance (Oasdi). Entre 1996 y 2011 Estados Unidos generó –fuera del sector agrícola– 8,8 millones de empleos privados… y 4,1 millones de perceptores de subsidios por incapacidad.
En diciembre de 2011, de los 8,6 millones de beneficiarios del Oasdi, 1,5 millones (15 %) padecían «alteraciones del ánimo» y otros 2,5 millones (29 %), dolencias relacionadas con «el sistema músculo esquelético y el tejido conectivo [ligamentos y tendones]». Todo esto, en un país que no ha vivido guerras (dejando de lado Septiembre 11), en su territorio desde hace siglo y medio y que disfruta de una calidad de vida excepcional, en un país donde la esperanza de vida al nacer ha crecido 9 años entre 1960 y 2009 y donde el porcentaje de fallecimientos entre los individuos con entre 18 y 65 años ha caído del 26 al 15 en el mismo periodo.
El gasto social privado (caridad y filantropía) realizado voluntariamente en Estados Unidos es sustancialmente más elevado que en otros países. Los ciudadanos de Estados Unidos dedican un 10,2 % del PIB a estas partidas, seguido de Canadá, según la OCDE, con el 5,3 %, España apenas el 0,5 %. Según analizaba el historiador económico Price Fishback en el popular blog Freakonomics.
La cuestión de qué país gasta más en asistencia social, si los países nórdicos o Estados Unidos, no es tan obvia como pudiera parecer a primera vista. Los indicadores señalan cómo el sistema escandinavo es mucho más generoso que el estadounidense. Pero un análisis más detallado, atendiendo las notables diferencias en los sistemas fiscales o midiendo el gasto en términos per cápita -no sobre el PIB-, revela que las diferencias no son notables. Asimismo, señala que ambos sistemas de bienestar tienen un enfoque distinto, y las comparaciones simples pueden llevar a engaño.
Mientras que el estadounidense presenta un enfoque de «red de protección social» para aquéllos que sufren condiciones menos ventajosas, el nórdico es de carácter más «universal». Así, «atendiendo a estas diferencias de estilo», la medida apropiada es el gasto per cápita en asistencia social, tanto pública como privada. Según este indicador, Estados Unidos lidera esta partida con 7.800 dólares, seguidos de Suecia (6.700), Dinamarca (5.800) y Finlandia (4.900).
«El resultado sorprendente es que las cantidades gastadas por persona no son en realidad tan diferentes», concluye Fishback. La otra falacia es suponer a priori que los programas redistribucionistas aseguran una reducción de la pobreza sustancial y sostenida en el tiempo. Sin embargo, este tipo de programas suelen tener un efecto perverso sobre los incentivos al trabajo de los pobres.
Si el Gobierno garantiza programas de ayuda social para las personas que no alcanzan un determinado nivel de ingresos, existe un fuerte incentivo a no trabajar. En la historia de Estados Unidos, en particular, en las medidas implementadas por el presidente Lyndon Johnson a mediados de los 60, en lo que se conoce como la Guerra contra la Pobreza. Como señala el economista Lowell Gallaway, a medida que el volumen de fondos destinados a gasto social aumentó tras 1966 la tasa de pobreza comenzó a desacelerar su reducción, luego se paró, y más tarde empezó a incrementarse.
El otro punto que suele pasar desapercibido tiene que ver con la medición de la tasa de pobreza. Es decir, el umbral de renta por debajo del cual las personas son consideradas pobres. Como se suele decir en inglés, the devil is in the details (el diablo está en los detalles), lo cual es totalmente aplicable a la interpretación de datos y estadísticas.
El número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza en 2010 es el más alto en los 52 años de historia de este tipo de estimaciones en Estados Unidos. Pero este dato tiene truco. Por un lado, la línea de pobreza aumenta conforme crece la renta media, con lo que un pobre en el año 2000 podría seguir siéndolo, aunque su renta hubiera aumentado considerablemente -al mismo ritmo que el de la renta media-. Así, la pobreza se mide como un concepto relativo y, por ello, hay que tener cuidado con las interpretaciones.
La Oficina del Censo estadounidense tiene 48 líneas de pobreza distintas que se aplican dependiendo del tamaño de la familia o el número de hijos menores de 18 años. Toda familia que reciba ingresos por debajo de esa línea será considerada «pobre». Pero, como es obvio, una familia pobre (en términos oficiales) en 2010 puede vivir realmente mucho mejor de lo que vivía una familia igualmente pobre en 1960 -estos ingresos están ajustados a términos reales, descontando la inflación-.
Hay otro elemento que distorsiona el concepto de pobreza en Estados Unidos, y es el hecho de que al medir los ingresos de las familias no se incluyen las prestaciones sociales no monetarias, como los cupones para alimentos, la vivienda pública o el programa gubernamental de asistencia sanitaria para los pobres (Medicaid).
Si tales ayudas (ingresos) se tuvieran en cuenta la tasa oficial de pobreza bajaría sensiblemente. En la definición oficial «no se cuentan aquéllos que viven en condiciones de pobreza después de haber sido ayudados; sólo se contabilizan los pobres antes de haber sido ayudados».
Por último, dado que el concepto de pobreza se mide en términos relativos, un pobre en Estados Unidos tiene poco que ver con un pobre en un país menos rico como, por ejemplo, España. Así, tal y como sostenía José Carlos Rodríguez, «un mileurista español entraría en la categoría de pobre en Estados Unidos».
¿Dónde ponen los burócratas de los Estados Unidos los límites que separan a una familia pobre de otra que no lo es? La oficina del censo fija unos ingresos por debajo de los cuales se entra en la categoría de pobres, y que varían en función del número de personas que viven en el hogar. Por ejemplo, para una familia con dos padres y dos hijos están fijados en 23.624 dólares al año (18.226 euros).
Pero estos ingresos no dan la medida del nivel de vida medio de las familias consideradas pobres en los Estados Unidos. El motivo es doble. Por un lado, Lo que cuenta no es el nivel de ingresos, sino lo que puedes adquirir con él, y por tanto hay que tener en cuenta los precios. Y los precios de muchos bienes son allí relativamente bajos, dado que tienen una economía muy productiva. El segundo motivo es que las familias pobres tienen otros ingresos no contabilizados por la oficina del censo.
De este modo, según los datos de la oficina del censo, recogidos en un informe de la Heritage Foundation elaborado por Robert Rector, «las familias pobres gastan 2,40 dólares por cada dólar de ingreso reconocido». Todos los programas de la llamada lucha contra la pobreza suponen un gasto por beneficiario del entorno de 9.000 dólares anuales.
Para una familia de cuatro miembros, es un gasto de 36.000 dólares anuales. Se ha gastado el triple en la «guerra contra la pobreza», lanzada por Lyndon Johnson en 1964, que en todas las guerras que han lanzado los Estados Unidos desde la Declaración de Independencia. Si no se puede apreciar cuál es el nivel de vida de los «pobres» en los Estados Unidos por el lado de los ingresos, habrá que ir a su consumo de bienes y servicios.
Esto es lo que ha hecho Robert Rector, que reúne los datos de numerosos informes. Viendo estos datos, cabe preguntarse cuántos españoles tienen un nivel de vida superior al de los pobres en los Estados Unidos.
El 42 % de los pobres son dueños de su propia casa. La casa media de los pobres tiene tres habitaciones, un baño y medio, un garaje y un porche, o un patio. El 49,5 por ciento vive en chalets, separados o adosados, y el 40 % en apartamentos. El 9,5 % vive en caravanas o en viviendas móviles. Sólo el 7 % de las viviendas de los pobres estadounidenses tienen una ocupación «excesiva», lo que ahí quiere decir que hay más de una persona por habitación.
En más de dos de cada tres casas de pobres hay dos habitaciones o más por persona. El tamaño medio de las casas de los pobres allí es mayor que los metros cuadrados que tienen las casas para un ciudadano medio europeo (no sólo los pobres). En la gran mayoría de los casos, sus viviendas están en buenas condiciones. Sólo uno de cada 70 pobres ha estado sin vivienda (homeless) en algún momento de su vida.
La alimentación está más que cubierta. El 96 % de los padres dice que sus hijos no han pasado hambre en ningún momento por causa de que les falte dinero para alimentarles. «El consumo medio de proteínas, vitaminas y minerales es virtualmente el mismo en los niños de familias pobres que en los de las familias de clase media, y en la mayoría de los casos está por encima de los niveles recomendados».
También se da la circunstancia de que «la mayoría de los niños pobres, de hecho, están sobrealimentados, y crecen hasta ser una pulgada más altos y 10 libras más pesados que los soldados que desembarcaron en Normandía en la Segunda Guerra Mundial». La enfermedad social más grave en Estados Unidos, no es la desnutrición, es la obesidad, son mayores los porcentajes entre la población hispana y afroamericana.
Casa y comida, no faltan. Pero ¿Y otros bienes convenientes o divertidos? Casi tres de cada cuatro tienen un coche o una furgoneta, y el 31 % tiene dos o más. El 90 % tiene aire acondicionado, y el 92 % un microondas. El 43 % tiene acceso a internet. Casi dos de cada tres tienen televisión por cable, y al menos un reproductor de DVD (uno de cada dos tiene dos reproductores, o más). Uno de cada dos tiene ordenador, y uno de cada siete, dos o más.
Más de la mitad tiene un videojuego, como una PlayStation o una Xbox. El 40 % tiene una televisión de pantalla amplia, de plasma o de LCD. Todo el material imprescindible para la cocina, no sufren hambre, pueden acceder a asistencia médica cuando es necesario. Las familias «pobres» de Estados Unidos pueden adquirir bienes que en otros países tan sólo están al alcance de la clase media.
Estados Unidos ha sido la «tierra de las oportunidades». El llamado sueño americano ha sido una realidad para millones de personas desde la fundación del país, y una de las manifestaciones más palpables del dinamismo de su economía. La filosofía americana del esfuerzo, la responsabilidad individual, el ahorro, la toma de riesgos y el espíritu empresarial, unido a un ambiente institucional favorable a la libre empresa y con un gobierno limitado, han hecho a los Estados Unidos el país más próspero del mundo.
El sueño americano significó que personas humildes, cuyos ascendientes habían trabajado el campo por siglos para lograr niveles de vida modestos, pudieron amasar grandes fortunas gracias a su sacrificio, espíritu empresarial, y a unos incentivos que premiaban a aquellos que asumían riesgos para satisfacer las demandas de la población.
Para dar un ejemplo, el caso de los inmigrantes irlandeses, llegados en masa en la década de 1840 a Estados Unidos. Se asentaron en las grandes ciudades de la costa Este como Boston o New York, donde en un principio formaron focos de pobreza. Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo pudieron abrirse un futuro esperanzador gracias a las amplias oportunidades económicas que les ofrecía el Nuevo Mundo. Uno de estos inmigrantes irlandeses pobres fue Patrick Kennedy, cuyo apellido se convertiría más tarde en el de la dinastía política estadounidense más importante del siglo XX.
Las características que compartían quienes tenían éxito y amasaban grandes patrimonios empezando desde la pobreza eran, en un primer momento, el trabajo duro -en ocasiones en condiciones pésimas- y una alta propensión a ahorrar. Cuando habían llegado a acumular un modesto capital, lo invertían en pequeños negocios.
Podían fracasar la primera vez, la segunda y más, pero aprendían de los errores y lo volvían a intentar hasta que daban en el clavo y obtenían grandes beneficios que les servían para expandir sus negocios. La financiación de los proyectos provenía principalmente de los fondos propios, y la deuda empresarial era minúscula. Muchos han sido los analistas que han apuntado la tendencia de largo plazo -desde mitad del siglo XX, pero especialmente de los años 80- hacia una creciente dependencia en el crédito y la deuda de los agentes económicos estadounidenses.
La otra cara de la misma moneda es la notable caída que ha sufrido la tasa de ahorro en el conjunto de la economía estadounidense. La tasa de ahorro personal bruta promedió el 7 % del PIB durante las décadas de los 60, 70 y 80. Esto cambió en los 90, cuando la tasa se redujo al 4,5 % del PIB, y aún cayó más en la última década, cuando la tasa de ahorro personal alcanzó el mínimo del 1,1 % en 2005, en pleno auge de la burbuja inmobiliaria y crediticia.
La responsabilidad de esta tendencia es del Gobierno, cuyo ahorro ha sido negativo durante la mayor parte de los años de las tres últimas décadas debido al déficit público. En cambio, la tasa de ahorro empresarial bruta ha permanecido más o menos estable.
Desde hace unos años estamos observando un movimiento organizado por los sindicatos, ubicando como blanco a las corporaciones de «comida rápida», en especial a McDonald’s. Tratando de sindicalizar a sus empleados y en busca del aumento del salario mínimo, obviamente que es usado por los demócratas con fines electorales.
Estoy totalmente en contra del salario mínimo, en el Estado de Illinois está fijado en $ 8, 25, pero de hecho ese salario no pagan las empresas, sólo a cierto tipo de empleados de agencias de empleo, que proveen trabajadores a las empresas, masivamente y poco calificados, y que carecen de documentación adecuada para trabajar de manera legal en Estados Unidos (inmigrantes ilegales).
La fijación del salario mínimo destruye empleo, y es evidente para el que quiera entenderlo. El salario se fija, en el mercado, en función del valor de la aportación del trabajador. En Estados Unidos, cada Estado tiene un salario mínimo diferente y a nivel Federal también. Para dar un ejemplo, tomemos el caso de España y el resto de la Unión Europea.
En comparación con otros países europeos (dividido en 12 pagos, mensual), el salario mínimo (SM) en 2013 en España asciende a 753 euros al mes, inferior al de Luxemburgo (1.874,19), Bélgica (1.501,82), Irlanda (1.461,85), Países Bajos (1.456,2), Reino Unido (1.264,25), Francia (1.430,20) o Eslovenia (783,66), aunque superior al de Malta (697,42), Grecia (683,76), Portugal (565,83) o la mayoría de países del Este.
Los defensores del salario mínimo dicen que favorece a los trabajadores menos cualificados, ya que les garantiza determinados ingresos, afirman que la rebaja o eliminación del SM condenaría a sueldos de miseria a millones de trabajadores, pero es falso. El salario no lo determina el Gobierno por ley, sino que depende de la productividad. El salario mínimo en España, ronda los 14.000 euros al año, poco menos de 1.200 euros al mes, casi el doble que el SM, una vez sumados todos los costes laborales que debe sufragar la empresa.
El salario mínimo es fijado arbitrariamente por el Estado, por lo que su eliminación no afectaría a los actuales trabajadores, cuyo salario es igual o superior a éste y ha sido establecido por el mercado. Es decir, el que hoy cobra 2.000 euros no va a cobrar 500 porque se elimine el SMI, ya que su sueldo ha sido fijado por la oferta y la demanda. La eliminación del salario mínimo favorecería a los que están sin trabajo o parados con menos capacitación, cuya productividad es inferior a dicho umbral, ya que facilitaría su contratación.
Países sin salario mínimo.
Un total de diez países del Viejo Continente carecen de SM y, además de contar con un salario medio mucho más alto que el español, gozan de una tasa de paro muy inferior: en Suiza, el sueldo medio ronda los 4.500 euros al mes, mientras que el paro apenas ronda el 3,2 %; en Noruega, 3.644 euros al mes y 3,7 % de paro; Dinamarca, 3.572 euros y tasa de paro de 7 %; Finlandia: 2.459 euros, 8,2 %; Alemania: 2.421 al mes y 5,4 % de desempleo; Suecia: 2.382 euros y 8,4 %; Austria: 2.056 euros y 4,9 %; Islandia, 2.000 euros al mes y 5,6 %; Italia, 1.898 euros y 12 %; y Chipre, con 1.657 euros al mes y un paro del 15,6 %.
En España, el salario medio es de 1.615 euros brutos al mes y el paro supera el 27 %. (Datos previos a la debacle española). Es decir, en los países sin salario mínimo, los trabajadores cobran un 65 % más de media que los españoles (1.045 euros extra al mes), y registran una tasa media de paro de apenas el 7,4 % (un 73 % inferior a la española). En Suiza a principios de este año se realizó una consulta propiciada por progres, que quería imponer un salario mínimo (los zurdos siempre lo quieren arruinar todo), la propuesta fue derrotada rotundamente.
Más demagogia acerca de los pobres o de los homeless. Los homeless son gente en cuyos orígenes se encuentra las drogas, el alcohol, la vagancia, la prostitución, etc., un camino que lleva inevitablemente a esa situación en la que viven. Muchos de ellos tienen problemas mentales como resultado de ese tipo de vida.
Vivo en Chicago por muchos años y conozco a quienes se dedican a pedir monedas y no trabajan, además soy uno de esos paganos que soporta semana tras semana descuentos en mi cheque, destinado a esos zánganos que no se les da la gana trabajar. En este país hay 11 millones de indocumentados, eso significa que viven y deben pagar una renta, se deben vestir, mantener su familia, y enviar dinero a sus familiares, etc.
Con grandes problemas, sin poder recibir cierta ayuda del Estado por su condición ilegal, muchos no hablan inglés, y la falta de documentos legales les impide tener mejores trabajos y con el permanente miedo a la deportación. Conozco a miles de ellos, sin embargo, la población afroamericana en grandes proporciones no trabaja, viven del Estado, de los paganos como uno.
Se las ingenian para acceder a tarjetas o cupones de alimentos, medicamentos, tarjetas para el transporte, que luego la venden por la mitad de su precio, suelen permanecer en el interior de los supermercados ofreciendo pagar al cliente con su tarjeta a cambio de dinero. Las mujeres pertenecientes a esa minoría, suelen ofrecer servicios sexuales por unos pocos dólares, los jóvenes duermen de día y salen de noche a vender drogas o agenciarse de cosas ajenas.
Pero, el no trabajar, también se hizo extensivo a gran parte de población puertorriqueña (poco afectos al trabajo). Lo alarmante es que esa costumbre (cultural), se va ampliando a la población mexicana poseedoras de documentos legales o hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos. Basta ver los carros llenos de alimentos en los supermercados pagados con la Link Card (tarjetas para alimentos, otorgados por el gobierno).
Francisco bendice una escultura de Timothy Schmalz, “Jesus the homeless”, instalada cerca de la Radio Vaticana. Demagogia como siempre.
De los depósitos de comida del gobierno pueden llevar alimentos sin necesidad de comprobar su estatus legal, es común observar a gente que cargan alimentos en vehículos del año o bastantes nuevos. Con Barack Obama a llegado a niveles récord la asistencia social a gente que no trabaja (son votantes demócratas), el fraude es monstruoso y el gobierno se niega a transferir el servicio de control a grupos privados. Pura demagogia al nivel de los países de iberoamérica. ¿Pobres? No, son vagos.
Ted Williams, era locutor de radio que, por problemas de adicciones al alcohol y las drogas, quedó en la calle. En un cartel contaba que su voz era un don de Dios, que era un locutor de radio que estaba pasando por tiempos difíciles, y que agradecía cualquier ayuda. En enero de 2011 alguien lo subió a YouTube donde Ted Williams decía algunas cosas con su voz particular. El video se hizo viral alcanzando las casi 20.000.000 de reproducciones sólo en su versión original.
En el medio tuvo dos recaídas, entró en rehabilitación, y hoy, un año y medio después, no sólo que está recuperado, tiene una buena casa, y está comprometido con su novia, sino que además trabaja con Entertainment Tonight, es la voz de los anuncios de Kraft Macaroni & Cheese, y su caso ganó un Oro en la categoría Titanium del Festival de Cannes Lions 2012.
Ted Williams, un homeless recuperado
Sigue grabando publicidades, noticieros y videojuegos, responde entrevistas de diversos medios del mundo, y participa con su voz en algunos programas de entretenimientos y de noticias con buen rating de Estados Unidos. En mayo de 2012 publicó su libro: «A Golden voice: How faith, hard work and humility brought me from the streets to salvation».
Hace años que suelo pasar por la intersección de las calles Roosevelt y Cícero, en el límite difuso entre Chicago y Cícero, por las noches. Y junto a un amigo José Ruiz solíamos ver a un grupo familiar de homeless, ellos son blancos, el patriarca lleva barbas muy descuidadas (como un Profeta), en general sucios, y se mueven de manera peligrosa entre los vehículos pidiendo ayuda monetaria.
También suelen participar un hijo y una hija (entre 30 y 35 años de edad), con evidentes signos de adicción al alcohol, las drogas y abusos sexuales. José me contó que él lleva décadas pasando por esa esquina y que antes, el jefe era otro anciano, padre del que yo creía el jefe del clan. Es decir que eran parte de una cultura que llevaba tres generaciones, con ese estilo de vida, muchas veces se mostraban con signos de haber recibido una golpiza.
El homeless está definitivamente «mal de la cabeza», nadie en su sano juicio puede llevar una vida semejante. Entiendo que puede existir gente, de hecho, existen, que viven en la pobreza, por circunstancias extraordinarias, pasajeras y momentáneas.
Cerca de las licorerías ubicadas en los barrios hispanos, por las noches suelen merodear muchos hispanos y afroamericanos, pidiendo dinero y algunas veces, exigiendo dinero de manera violenta, según ellos para la comida. Mi negativa siempre ha sido muy enérgica y algunas veces me vi enredado en alguna pelea recurriendo a las manos.
Normalmente les pregunto a estas personas, que, si no sienten vergüenza de llegar a este país para vivir borrachos, degradándose (olvidándose de su familia), y de sí mismos. Mi recomendación es que si no quieren cambiar de vida y les queda un poco de dignidad que se suiciden.
Dejando de lado a los Homeless–borrachos. Yo no voy a hacer el elogio de la pobreza, no lo haría nunca, para eso ya está mi compatriota el Papa Francisco. La teología de la Iglesia en declive ha pasado de la Teología de la Liberación (marxista) sin abandonarla del todo a la descafeinada Teología de los Pobres y de la pobreza.
Pareciera que estos funcionarios de la Iglesia, se olvidaron de San Pablo, mejor dicho, de sus palabras «el que no trabaja no tiene derecho a su pan». Cualquier persona que haya vivido o viva en los Estados Unidos y conozca la problemática de los pobres, no puede decir de manera gratuita e ignorante, la pobreza que hay en este país y culpar de ello al capitalismo, como lo hacen los pobres youtuberos.
26 de septiembre de 2014.