LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS
Ricardo Veisaga
Un comercio judío, destrozado en la “noche de los cristales rotos”
El 9 de noviembre de 2013, se cumplieron 75 años de una de las más horrendas y trágicas noches ocurridas en los últimos siglos, y en particular en Alemania. Es la llamada «La Noche de los cristales rotos» o Kristallnacht, en aleman, y que fue un movimiento perfectamente organizado e ideado por Adolph Hitler y Paul Joseph Goebbels. Goebbels, político alemán, ministro de propaganda de la Alemania nacionalsocialista, amigo íntimo de Hitler y figura clave del régimen Hitleriano.
La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 se recuerda como sucedieron una serie de asaltos y ataques combinados en Alemania y Austria, llevados a cabo contra ciudadanos judíos y negocios de propiedad judía, incluida la quema de Sinagogas, por las Tropas de Asalto de las SA y militantes de ideologia nazi, apoyadas por parte de la población civil.
La llamada Kristallnacht fue un progromo deseado por los nazis, que se lanzaron a la calle en una reacción supuestamente espontánea contra el suceso de París. Las calles de Berlín se cubrieron de una alfombra de vidrios rotos que chispeaban bajo la luz de las antorchas, y las sinagogas de varias ciudades ardieron con el fuego purificador de los intolerantes. Los comercios de judíos fueron destrozados y las veredas quedaron cubiertas de vidrios y de los despojos de la destrucción.
El «mártir», como ya llamaban los alemanes a Ernst vom Rath, había sido vengado. Europa consentía a Hitler sus atrocidades, muy pronto lo pagaría. Aquella cruenta jornada del 9 al 10 de noviembre de 1938, cuya escalada de brutalidad se extendió hasta el día siguiente, para entender mejor qué es lo que sucedió hay que remontarse un par de días antes, o incluso algunos meses previos.
A finales de agosto las autoridades alemanas endurecieron los requisitos de permanencia en el país para los judíos polacos, lo que provocó la deportación de miles de ellos hacia Polonia. Entre ellos se encontraba parte de la familia del joven Herschel Grynszpan, sus padres eran oriundos de Polonia, pero habían emigrado hacia Alemania, donde él había vivido la mayor parte de su vida.
En esos momentos Herschel Grynszspan, quien residía en París con sus tíos, según la historia oficial, que no es la correcta como veremos mas adelante. Grynszspan, resuelto a protestar contra estas deportaciones masivas del gobierno nazi decidió atentar el día 7 de noviembre de 1938, contra el diplomático alemán Ernst vom Rath, en la embajada alemana en París.
Herschel Grynszspan de 17 anos de edad entró en la embajada alemana en París y mató a tiros al tercer secretario, al joven Legationsrat Ernst vom Rath. Tras dispararle cinco veces, Ernst vom Rath murió dos días más tarde en el hospital, lo que provocó una ola de indignación antisemita en el pueblo alemán. Pero esta indignación no fue para nada casual. El atentado fue la chispa perfecta que necesitaba el regimen nazi para levantar al pueblo contra los judíos.
Wolfgang Benz, explica en su libro: El Tercer Reich, 101 preguntas fundamentales, «esta fue la excusa que se le presentó a Goebbels para un discurso provocador [en el encuentro tradicional de los ‘viejos luchadores’, una reunión conmemorativa del golpe de estado fallido de Hitler en 1923] destinado a excitar la cólera espontánea del pueblo contra los judíos».
Según datos oficiales del gobierno alemán (lo cual es altamente cuestionable) en el pogromo murieron 91 judíos aquella noche, se quemaron 191 sinagogas, 7.000 comercios fueron saqueados y 26.000 judíos fueron arrestados y trasladados a los campos de concentración de Dachau, Buchenwald, Mauthausen y Sachsenhausen.
Para poder liberar a estos familiares, como explica Wolfgang Benz en el mismo libro, los parientes debían ofrecer una posibilidad de emigración o la transferencia de sus bienes familiares. Y todo ello con la complacencia de la policía. Después del 9 de noviembre de 1938 cuando ocurrió la famosa Kristallnacht, la persecución de la población judía en la Alemania gobernada por los nazis tuvo un antes y un despues.
Las consecuencias fueron absolutamente devastadoras y pasaron a la historia como uno de los días más negros y salvajes de la persecución en masa contra el pueblo judío. Como apunta Ramón Espanyol Vall en: Breve historia del Holocausto, «esta fatídica noche, con el apoyo de la SS, la instigación pública de la propaganda que dirigia Goebbels y el silencio cómplice de la policía, se organizó una rebelión popular que se convirtió en la más sangrienta persecución de los judíos en tiempos de paz».
Por si fuera poco se obligó a los judíos a pagar la rehabilitación de las fachadas de sus comercios y contribuir económicamente a reparar todos los daños que se hubieran producido aquella noche. Tres días después se hizo un balance de este pogromo y se decretaron nuevas medidas antisemitas. A medio plazo «La noche de los cristales rotos» consiguió el objetivo del gobierno nazi y forzó la emigración judía. Lo que inicialmente empezó como una discriminación violenta hacia los judíos desembocó en la deportación y el exterminio de miles de personas.
La mayor sinagoga de Berlín, incendiada “La noche de los cristales rotos”.
El ministro de propaganda nazi Paul Joseph Goebbels fue quien ordenó las primeras agresiones contra sinagogas y edificios de la comunidad judía en algunos distritos. La noticia de la muerte del diplomático alemán en París a manos de un joven de origen judío se utilizó como excusa en la prensa para hacer pasar los ataques por una reacción espontánea popular.
Los ataques fueron perpetrados mayormente por los las divisiones de asalto bajo el comando de líderes regionales del partido Nacionalsocialista. Las SS y la Gestapo también participaron. Sin embargo, como explica el historiador Alan Steinweis, en varias localidades alemanas, nóminas enteras de empleados de empresas y de comercios, junto a las juventudes hitlerianas, y niños en edad escolar animados por sus propios maestros arremetieron contra las sinagogas y las tiendas de judíos.
En la ciudad de Saarbrücken, por ejemplo, se sacó a los judíos de sus hogares en medio de la noche y se los llevó a la casa de rezos donde fueron obligados a bailar mientras eran rociados con mangueras de agua. Este tipo de atrocidades se multiplicaron por todos los territorios del Tercer Reich.
Los nazis le dieron ese nombre por los vidrios rotos de los comercios y sinagogas que cubrían las calles después de los devastadores ataques. No conforme con esto, los judíos fueron obligados a limpiar y reparar todo lo dañado, y se les prohibió cobrar el seguro por los daños sufridos. Y el mismo gobierno se encargó de confiscar los pagos de las compañias de seguro en su favor.
El 12 de noviembre se sancionó el decreto de «Eliminación de los judíos de la vida económica» y se les impuso una multa colectiva por el asesinato de Vom Rath. Tambien el régimen nazi impuso una multa de mil millones de marcos alemanes, a la comunidad judía de Alemania. La primera norma antijudía fue la «ley del restablecimiento del funcionario de carrera», que prohibía a los judíos trabajar en la administracion pública.
El Tercer Reich presentó el crimen antisemita como una reacción espontanea del pueblo alemán, en represalia por el asesinato en París de un diplomático alemán a manos de un joven refugiado judío. La ideologia Nazi sostenía que los judíos eran una raza inferior cuyos rasgos principales era la pereza, la avidez por el dinero y el placer. Y la misión de la raza aria, consistía en exterminar al pueblo judío acusado de corromper a la nación alemana.
Y las «leyes de Nuremberg« de 1935, hizo de los judíos ciudadanos de segunda, entre otras cosas, prohibía la unión de alemanes y judíos ya sea por relacion sexual o matrimonio, tambien se prohibía a los judíos ejercer su profesión o tener un negocio dentro del territorio alemán. En los meses posteriores se completaron las expropiaciones y la transferencia de sus propiedades y los judíos fueron quedando en una situación cada vez más vulnerable.
La chispa que encendió al antisemitismo alemán, fue una versión, como lo dijimos antes, que se divulgó por medio de los noticiosos radiofónicos durante la mañana, y que recorrió todas las tabernas y comercios de Berlín durante ese día. Ese rumor decía que un joven refugiado judío, había matado al diplomático alemán Ernst vom Rath, miembro del partido Nazi, en represalia por la deportación de su familia a Polonia.
Todo eso, fue orquestado por el régimen nazi que impulsó a muchos alemanes a lanzarse a las calles a incendiar sinagogas, destrozar negocios judíos, vandalizar los cementerios de la colectividad, hospitales, escuelas y hogares de judíos. El único delito fue el de ser judíos, esa noche fue el inicio que siete años después culminaría en el Holocausto, con seis millones de muertos.
Esta versión fue aceptada por muchos, incluido entre ellos a muchos judíos. Pero el historiador y periodista Armin Fuhrer, acaba de publicar un libro con motivo de la Kristallnacht (la noche de los cristales rotos), cuya tesis central dice que la vida del diplomático Ernst vom Rath pudo ser salvada en París, y que fue el mismo Hitler el que propició su muerte y fue la excusa que necesitaba para enardecer a las masas contra los judíos.
«Está probado con testimonios tomados pocas horas después que Herschel Grynszspan, quien tenía 17 años, entró el 9 de noviembre de 1938 en la embajada alemana en París y pidió hablar con un funcionario y que durante ese encuentro Rath recibió cinco disparos», confirma Fuhrer. «Pero hay varios documentos que prueban que el estado del diplomático mejoró durante las primeras horas tras el atentado», justifica.
Adolph Hitler inmediatamente envió a su médico personal Karl Brandt para que se ocupase del diplomático. Brandt llevaba órdenes secretas que consistía en acelerar la muerte de Ernst vom Rath para que pareciera un mártir. «Sólo cuando él se hizo cargo del paciente la situación empezó a agravarse a pasos acelerados hasta que se produjo su muerte», añade Fuhrer, «por lo que todo apunta a que se dejó morir o empujó a la muerte a Rath por órdenes superiores».
Armin Fuhrer se refiere a dos documentos, y esos son dos telegramas del ministro de Exteriores de Adolph Hitler, Joachim von Ribbentropp. El primer telegrama no llegó a enviarse, e iba dirigido al diplomático herido y en ella se lamentaba del suceso y le deseaba pronta recuperación, y además expresaba su alegría de que las heridas no fueran graves. El otro, iba dirigido a los padres de vom Rath, escrito en otro tono y hablaba de la necesidad de tener entereza ante la tragedia.
«Entre los dos telegramas pasaron unas horas cruciales en las que la noticia del atentado había llegado a Alemania y estaba empezando a calentar los ánimos. Posiblemente la reacción no hubiera sido la misma de haber resultado Rath solamente herido, y su muerte proporcionaba el elemento que faltaba para desencadenar la persecución masiva a los judíos». Armin Fuhrer.
Armin Fuhrer recuerda que: «A lo largo de 1938, dentro del partido nazi había malestar puesto que muchos consideraban que la política contra los judíos no era lo suficientemente drástica», y «El atentado proporcionó una oportunidad para invocar un mártir e impulsar un progromo contra los judíos, escenificado como si fuera una reacción popular espontánea». «¡Los judíos tienen que ser y serán eliminados! Esta es nuestra creencia sagrada», sostenía el jefe del nacionalsocialista Frente de los Trabajadores Alemanes, Robert Ley.
Herschel Grynszspan, fue detenido por la policía francesa, tras la ocupación de Francia por los nazis, fue entregado a Alemania donde se lo mantuvo preso en Moabit, cárcel berlinesa, después en el campo de concentración de Sachsenhausen, y luego se pierde todo rastro de Herschel.
En el campo de concentración, lugar de su detención, Herschel tuvo un tratamiento privilegiado, por lo que muchos sospecharon por un buen tiempo que Grynszspan hubiese sido un agente de los nazis, pero en realidad fue por el plan de Hitler y Goebbels, para que luego de la guerra fuese sometido a un juicio, después de un proceso mediático para justificar las acciones contra los judíos.
En realidad, este proceso, se comenzó a planificar de manera paralela a la conferencia de Wansee y a la «solución final» para los judíos, y nunca llegó a celebrarse el juicio «porque Grynszspan, en uno de los últimos interrogatorios a los que fue sometido, aseguró que el atentado no había tenido motivos políticos sino sentimentales y que él había tenido una relación homosexual con Ernst von Rath», dice Fuhrer. Veamos la otra historia.
La semana había comenzado tranquila. En París el 7 de noviembre de 1938 era un normal lunes de otoño. Poco antes de las 09:30 horas, esa mañana, un hombre jóven caminaba por la Rue de Lille en proximidades de la orilla del Sena. Su meta era el edificio con el Nº 78: el Palais Beauharnais, la embajada alemana en Francia. Pero Herschel Grynszspan de Hanover y 17 años, no iba a la misión diplomática por una visita normal. En el bolsillo del abrigo ocultaba un revólver cargado, que acababa de comprar una hora antes. Debido a que el responsable de atención al público aún no había llegado, Grynszpan fue conducido a la oficina del Secretario de la Legación, Ernst vom Rath. Lo que ocurrió en los siguientes segundos, nunca pudo ser entendido claramente. Una cosa es cierta: el joven estuvo en la habitación no más de medio minuto. En ese tiempo disparó desde unos dos metros cinco veces sobre vom Rath, erró tres veces, pero acertó dos veces, hiriéndolo gravemente. Eran las 09:35 horas.
El médico personal de Hitler Karl Brandt, fue enviado inmediatamente a París con un colega. Observó que el homosexual activo Ernst vom Rath sufría de una severa tuberculosis de estómago e intestinal. Esta enfermedad podía ser tratada con los medicamentos de aquella época, aún un mal herido por arma de fuego, pero no se hizo. Tan pronto como Karl Brandt había realizado el diagnóstico, llamó a Hitler. Lo que los dos discutieron, no se conoce. Pero un poco más tarde Ernst vom Rath, que comenzó a recuperarse de las heridas de bala, empeoró de nuevo y murió al día siguiente.
Herschel Grynszpan era un psicópata, incapaz de terminar los estudios secundarios, quien durante años estuvo yendo de París a Bruselas y de Bruselas a París, viajaba de una a otra ciudad por las sucesivas órdenes de expulsión. El abogado que le defendió ante el tribunal de París tratando de evitar su extradicion, explicó una confusa historia de relaciones homosexuales, y los alemanes, que más tarde lograron su extradición, jamás le sometieron a juicio.
Corren rumores de que Herschel Grynszspan sobrevivió a la guerra, lo cual no deja de constituir una confirmación de la «paradoja de Auschwitz», es decir, de que los judíos culpables de actos criminales no eran sacrificados. Ernst vom Rath fue una víctima adecuada, ya que había sido espiado por la Gestapo debido sus actitudes homosexuales, y por su manifiesta simpatía hacia los judíos.
Según simpatizantes neonazis, sostienen que la historia de su homosexualidad probablemente fue fabricada por la propia Gestapo. Es posible que Grynszspan, según los neonazis, hubiera actuado como involuntario instrumento de los agentes de la Gestapo en París, quienes quizá quisieron matar dos pájaros de un tiro, es decir, crear un pretexto para los pogromos de Alemania y desembarazarse de un adversario del régimen nazi.
Los pronazis sostienen, que no se percataron de que no podían conseguir las dos cosas al mismo tiempo, es decir, que no podían difamar a Renst vom Rath como homosexual que sostenía ilícitas relaciones con adolescentes judíos, y hacerle, al mismo tiempo, una víctima de «la judería mundial».
Herschel Grynszspan cometió un crimen pasional y esto desencadenó la noche de los cristales rotos. Pero ¿qué fue de él? Herschel fue detenido y conducido a la cárcel de Fresnes cerca de París, más tarde cuando los nazis ocuparon París se lo llevaron a Alemania, donde Adolph Hitler quería dar un gran ejemplo de cómo tratar a los judíos.
La historia de Herschel Grynszspan, un judío polaco de nacionalidad alemana y su relación amorosa con un funcionario de la embajada alemana en París, llamado Ernst vom Rath y su posterior asesinato a manos de Grynszspan. En la novela se puede encontrar esta historia, y qué paso con Herschel Grynszspan después de los hechos.
«Transcurridos varios días, Herschel aún no tenía noticias de Ernst. Ni siquiera le había llamado. Fue a verle a la embajada. El alemán lo llevó a una terraza cercana.
-Por Dios Herschel, me comprometes. No sabes cómo están las cosas… soy miembro del partido.
-Ya, si saben que te acuestas con un judío, se acabó tu carrera política.
-Así es, no quiero… no puedo verte más, Herschel. Olvídame.
El joven polaco se marchó. Todo su mundo se había venido abajo. No sabía si le dolía más la situación de su familia o la actitud cobarde de Ernst. Ya en casa de sus tíos, escribió una carta para sus padres:
«Queridos padres, no puedo hacer otra cosa. Que Dios me perdone. Mi corazón sangra cuando oigo hablar de la tragedia de 17.000 judíos. Debo protestar para que el mundo entero me escuche… Perdónenme. Herschel».
A la mañana siguiente salió de casa antes de las nueve, compró un revólver y munición por algo más de doscientos francos y se dirigió a la embajada alemana. Ernst vom Rath le recibió visiblemente furioso.
-Ya te dije que no quería verte más.
Herschel sacó el revólver de su gabardina.
-Solamente eres un sucio boche – dijo y disparó cinco tiros, tres de ellos dieron en el abdomen del alemán; la cristalera que quedaba a su espalda saltó hecha pedazos.
Herschel se quedó allí plantado, sin soltar el arma y viendo cómo Ernst se retorcía de dolor. Así le encontró la policía. No opuso ninguna resistencia cuando le arrestaron. Inmediatamente fue enviado a la cárcel juvenil de Fresnes, cercana a París. Una ambulancia trasladó al diplomático alemán al hospital…»
En otra parte relata:
«Herschel Grynszspan sintió el tremendo estallido de una bomba inglesa alcanzar una ala del edificio de la cárcel de Magdeburgo. Se sentó en el suelo y comenzó a temblar como cuando sus guardianes venían a buscarle para someterle a tortura. Hacía ya meses que esto no sucedía, sus celadores tenían otras cosas más importantes que hacer. Pensó que se habrían olvidado de él y tal vez tuviese razón; su pecado de amor, que le había conducido al asesinato, ni siquiera era ya recordado por los nazis; bastante tenían con organizar la defensa de su territorio ante el avance de los rusos por el este y el de los norteamericanos, ingleses y franceses por el oeste. Conocía los penúltimos sucesos del frente por otros compañeros de cautiverio y por algunas conversaciones de sus guardianes, las cosas no le iban demasiado bien al Reich de los mil años. Habían tratado de juzgarle en diversas ocasiones, de hecho el mismísimo Goebbels le prometió a Hitler un proceso y un castigo que escarmentara a los judíos. Sin embargo, el peligro de que el joven hablara de las relaciones íntimas con su víctima, hizo que se aplazara continuamente su presencia ante un tribunal especial y, a estas alturas, el caso Grynszpan había sido relegado al baúl de los recuerdos».
Ante el magistrado Landau se presentó el primer testigo «ambiental» del fiscal Hausner y no causaba la impresión de haberse presentado voluntariamente. Era un hombre viejo, tocado con el tradicional bonete judío, pequeño, muy frágil, con escaso cabello blanco y barba, que mantenía el cuerpo muy erguido.
En cierto aspecto su nombre era «famoso», y se comprendía que el fiscal hubiera deseado comenzar el «cuadro general» con la declaración de este testigo. Este hombre era Zindel Grynszspan, padre de Herschel Grynszspan, quien, el 7 de noviembre de 1938, a la edad de diecisiete años, cometio un asesinato que fue la excusa para provocar los pogromos de Alemania y Austria, la llamada Kristallnacht del 9 de noviembre, que en verdad fue el preludio de la Solución Final.
Los motivos que impulsaron a Grynszspan jamás han sido aclarados (oficialmente), pese a que Herschel lo dijo, y su hermano, a quien el fiscal también interrogó, se mostró muy renuente a hablar del asunto. El tribunal dio por sentado que fue un acto de venganza por la expulsión de unos diecisiete mil judíos polacos, entre ellos la familia del propio Grynszpan, del territorio alemán, en el curso de los últimos días de octubre de 1938, pero todos sabían que tal explicación no se ajustaba a la realidad de lo sucedido.
Placa situada en una sinagoga de Berlín en la que se puede leer: Esta sinagoga tiene 100 años y fue incendiada el 9 de noviembre de 1938 por los nazis en la Kristallnacht (“Noche de los cristales rotos”). Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), fue destruida en 1943 por los bombardeos. La fachada de esta casa de Dios permanecerá siempre como recuerdo. NUNCA OLVIDES. La comunidad judía de la Gran Berlín. La dirección. Septiembre de 1966.
Son muchos quienes sostienen que La noche de los cristales rotos, fue el inicio del Holocausto. Buena parte de las investigaciones académicas sobre el Holocausto estuvo puesto en un principio sobre el aniquilamiento sistemático de los judíos en el Tercer Reich. Pero, con el paso del tiempo, las investigaciones se han extendido mas, y lo ubican en el mismo ascenso de Adolph Hitler al poder.
10 de noviembre de 2013.