LA MUERTE DEL MULÁ OMAR
EL TALIBÁN TUERTO
Ricardo Veisaga
El hombre que hacía gala de su amistad con Osama Ben Laden y que le dio protección en Afganistán, el mulá Mohamed Omar, nacido en 1960 en Kandahar, territorio controlado por la poderosa tribu pastún, fue declarado muerto. La noticia se conoció el martes a primera hora y después confirmada por el presidente afgano Ashraf Gani.
«El Gobierno de la República Islámica de Afganistán, basándose en información creíble, confirma que el líder de los talibanes, el mulá Omar, murió en abril de 2013 en Paquistán».
Los servicios de inteligencia afganos, indicaron que el líder del movimiento talibán falleció en un hospital de Karachi, en Paquistán. El gobierno de Estados Unidos, a través del portavoz Eric Schultz, afirmó que «las informaciones sobre su muerte son creíbles». Aunque aclaró que todavía no pueden confirmar la muerte de Omar, Schultz señaló que con este hecho los talibanes, que controlan importantes zonas al sur del país, «pueden aceptar la invitación del gobierno afgano para unirse al proceso de paz, o pueden elegir continuar luchando contra los afganos y desestabilizar su propio país».
Afganistán es un país devastado, con una profunda pobreza y un aumento de la producción de opio para producir heroína en la nación de las tribus. ¿Pero quién era ese hombre rodeado de misterio, del que apenas se conocían unas fotos difusas en blanco y negro? Existen sólo tres fotos de Mohamed Omar. La primera foto, una imagen de la BBC TV en la que aparece en uno de sus discursos ante sus seguidores en 1996 (foto coloreada).
La televisión muestra al líder talibán de lejos y no se aprecia bien su rostro. La imagen corresponde a las vísperas del asalto a Kabul, en 1996, cuando Omar intervino ante sus tropas enarbolando y agitando las reliquias del profeta Mahoma que ordenó sacar de la Gran Mezquita de Kandahar.
La segunda fotografía fue publicada por Libertad Digital el 16 de septiembre, y se trata de la única que muestra un primer plano a color y con cierta calidad del líder religioso. La imagen fue capturada en la red, pero la página de Internet donde estaba publicada fue descolgada misteriosamente días después, como muchas relacionadas con Afganistán, por lo que la redacción del diario no pudo verificar ni la procedencia de la imagen ni el nombre de su autor. Ni la propia web donde aparecía publicada precisaba la fuente de la foto. Sin embargo, se trata de la mejor instantánea que se ha publicado.
Aunque se desconoce la fecha, la imagen parece reciente y muestra a un mulá más gordo que en las otras dos imágenes. La nitidez es mala y no se aprecia su rasgo físico característico (es tuerto del ojo derecho). La tercera se dio a conocer días atrás. La agencia Cover difundió una foto que corresponde al mulá Omar. La imagen fue captada hace dos años por un fotógrafo afgano que se dedicaba a hacer fotos de carné. En ella figura el nombre de Omar en letras árabes.
El fotógrafo, cuyo nombre no puede darse a conocer, hizo llegar la foto a un colega norteamericano. La instantánea, de baja calidad, muestra por primera vez y con cierta claridad la falta del ojo derecho del líder afgano.
¿Quién fue el mulá Omar, el hombre del cual se tejieron historias, hazañas y mitos, y que, en apenas unos meses, desde la sureña ciudad de Kandahar inició una marcha silenciosa al principio, pero temeraria después, hasta llegar a Kabul y proclamar que Afganistán tenía un nuevo gobierno? Hasta el 11 de septiembre de 2001, el mullah Omar era un líder musulmán que Washington apenas veía con desconfianza. Los servicios prestados por los talibanes para la liberación de su pueblo y de la causa estadounidense habían sido muy buenos.
Sobre el lugar de nacimiento no hay datos confiables, no hay una fecha exacta ni un lugar, algunos biógrafos señalan Kandahar en 1961, otros, en Uruzgan en 1962 y otros, a finales de los años 50 cerca de Quetta, en Paquistán. Su padre fue un agricultor de la zona y poco se conoce sobre su madre. Nunca fue un líder tribal y tampoco destacó con las letras, pero forjó su leyenda en plena invasión soviética. Existen muy pocos datos sobre su vida privada, pero sí se sabe de su fanatismo, su brutalidad y la influencia de la que goza entre sus adeptos.
Al mulá Omar se le conoce como el «hombre sin rostro» y «la sombra del islam», para resaltar la poca información e imágenes suyas, pese a que desde 1996 es el máximo dirigente del régimen afgano. Perdió un ojo luchando contra los soviéticos y llevó una vida austera en Kandahar, feudo de los talibanes y último reducto que mantienen sus tropas.
Su relación con Osama Ben Laden, va más allá de la comunión religiosa, Omar cultivó unas excelentes relaciones con el terrorista más buscado del mundo, con el que compartía la caza por las estepas y mantiene parentescos familiares. Su cuarta esposa es hija del mulá, que a su vez también está casado con una hija del terrorista saudí, aunque se desconoce qué número representa este matrimonio.
Mulá, mullah o mollah (del persa mollā y éste del árabe mawlà, «señor»), así se denomina en algunas comunidades musulmanas, a la persona versada en el Corán, los hadices y la jurisprudencia islámica o fiqh. En este sentido, es un término análogo al de ulema, más extendido entre los musulmanes suníes. En sentido más general, y dentro del islam suní, puede referirse a cualquier persona más versada en asuntos religiosos que el resto de los miembros de su comunidad.
El uso de la palabra mulá (honorífico o equivalente a ulema), es frecuente sobre todo en Asia central. Entre los musulmanes chiíes un mulá es un miembro del llamado clero chií, cuyos líderes son los ayatolás. Un mulá chií suele llevar una capa (عبا `abā) y un turbante, negro si el mulá es jerife (descendiente de Mahoma) y blanco si no lo es. Los mulás ejercen el poder en Irán, y en Afganistán bajo el régimen talibán.
En Irán, el término es aplicado a sacerdotes chiitas, pero en Afganistán y Paquistán, donde el pueblo es mayoritariamente suní, el título es ostentado por imanes, ambos musulmanes. Sacerdotes islámicos en Rusia y, en las repúblicas islámicas que formaron parte de la Unión Soviética, tales como Tayikistán, son también llamados mulás, tanto si son chiíes como sunitas.
Sus primeros pasos dentro del fanatismo islámico, lo obtuvo en las escuelas coránicas (madrasas) de la ciudad de Queta, en Paquistán, aunque algunas fuentes señalan que es analfabeto y sólo sabe poner su firma. A principios de los 80, Mohamed Omar entró en la guerrilla que luchaba contra el gobierno marxista de Kabul y las tropas soviéticas desplegadas en el país.
Fue uno de los lugartenientes del famoso «Señor de la guerra» Mohamed Nabi Mohamadi, comandante del ala militar del partido islamista «Harakat-i inkilab-i islami». En el conflicto bélico, el líder espiritual fue herido en combate y perdió un ojo, Una esquirla de un obús se le incrustó en el ojo derecho y según relatan sus hombres el mismo se lo sacó con un cuchillo. Rasgo que caracteriza y alimenta la leyenda de Omar hasta la fecha.
En un principio, Mohamed Omar, se sumó a la lucha contra el gobierno del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), respaldado por la Unión Soviética. Cuando en 1978 las tropas rusas ingresaron a la nación afgana para sostener a un gobierno que tambaleaba, las fuerzas más anticomunistas comenzaron a agruparse con el solo objetivo de tumbar a ese gobierno.
Con la salida del Ejército soviético de Afganistán en 1992, el control del país quedó en manos de varios líderes tribales y mercenarios. Aunque Afganistán se sumía en el desgobierno y la capital Kabul era dirigida por varios comandantes. Estados Unidos, inyectando dinero a través de Paquistán, logró el objetivo y los denominados muyahidines tenían el poder.
La invasión de la Unión Soviética, constituye una etapa previa al surgimiento del movimiento Talibán. Esto se debe a que la mayoría de sus miembros formaron parte de la resistencia contra los rusos. Los muyahidines afganos, apoyados por Estados Unidos, se convirtieron en las tropas de choque antisoviéticas. De este conflicto afgano-ruso, surgirá una segunda generación de muyahidines que se denominarán a sí mismos, Talibán: «estudiosos del islam».
Temerosos de compartir su frontera con un grupo de Estados islámicos y con la ambición de extender su imperio, la Unión Soviética invadió Afganistán en Navidad de 1979. El resultado fue un conflicto bélico que duró 9 años e involucró a más de 100.000 hombres. Moscú pudo controlar Kabul y las principales ciudades, pero nunca logró eliminar a las guerrillas que, apoyadas por Occidente, mantuvieron el control del 80 % del territorio afgano.
El «Partido Demócrata del Pueblo» (comunista) derrocó al republicano en 1978. El presidente Mohamed Daoud Kha y su familia fueron asesinados junto con centenares de partidarios. Nur Tarahi, líder del partido comunista se hizo cargo del poder. El ascenso del partido comunista aumentó la influencia de la Unión Soviética sobre Afganistán. Pero la URSS cometió un grave error: ver a los afganos como un pueblo de identidad única. Los afganos siempre fueron gente autónoma y poco dispuesta a aceptar un manejo centralizado. Afganistán es una nación tribal con un complejo mapa étnico.
Hay grandes matices que dividen étnica y lingüísticamente a los Pashtún, Hazara, Tajikos, Uzbekos, etc., que conforman los 23 millones de afganos. Los rusos actuaron sin comprender la situación política a la que se enfrentaban. De esta manera, se acentuaron las fricciones dentro del partido comunista, inspiradas por ambiciones personales y diferencias ideológicas, En este clima de luchas y tensiones internas, el 27 de diciembre de 1979, los soviéticos asaltaron el palacio del presidente Amin, lo asesinaron, y nombraron a Kamal en su lugar.
En los años siguientes, Afganistán no conoció momentos de paz. En lugar de extender su poder, la Unión Soviética se involucró en una incontrolable guerra de guerrillas. Negociar con la resistencia fue imposible. La guerrilla desde las montañas, llegó a controlar el 80% del país. Hasta 1986, Estados Unidos, enemigo ruso en el contexto de la Guerra Fría, permaneció expectante ante el conflicto ruso- afgano. Desde entonces, la más poderosa oposición al régimen soviético, fue armada por los estadounidenses vía Paquistán y con el apoyo de Arabia Saudita.
Las luchas entre las diferentes facciones rebeldes y contra los soviéticos, provocaron 3 millones de refugiados. Tras varios intentos de parar la guerra, en 1988 se firmó en Ginebra, Suiza, un acuerdo de no injerencia y no intervención, y Mijaíl Gorbachov retiró el Ejército Rojo de Afganistán. Afganistán fue para la Unión Soviética lo que Vietnam para Estados Unidos. Gran parte del colapso del régimen soviético se debe a la derrota en territorio afgano. La lucha contra los rusos fue una yihad dirigida por jefes de clanes y ulemas, y no una yihad ideológica dirigida por islamistas.
La comunidad internacional, las superpotencias, los estados de la región y las Naciones Unidas, no pudieron detener el conflicto que estaba destruyendo Afganistán. Hubo varios intentos, que pueden dividirse en dos fases: a) Firma de los acuerdos de Ginebra en 1988 que garantizaban el retiro de las tropas soviéticas del territorio afgano. Pero estos acuerdos no preveían un gobierno provisional ni otra medida para llegar a un acuerdo político. El texto disponía el cese de toda ayuda a la resistencia, pero Estados Unidos reivindicó el derecho a seguir proporcionando su ayuda. También la Unión Soviética reclamó el derecho de seguir ayudando al régimen que había instaurado. El objetivo de Estados Unidos era obtener más ventaja sobre la URSS.
b) 1989-1992: período de guerra por el poder entre muyahidines, apoyados por Estados Unidos y Paquistán, y el régimen respaldado por los soviéticos de Mohamed Nayibulá. Por pedido de la ONU, Estados Unidos y la URSS acordaron poner fin al envío de ayuda. Pero la desintegración de la URSS, precipitó el hundimiento del régimen interno de Nayibulá.
Una nueva guerra civil comienza en Afganistán entre facciones de los antiguos muyahidín. Estos conflictos se debieron a la entrada de ayuda extranjera y no a la dividida estructura política dentro de Afganistán. El estado basado en la ayuda, creció sin integrar una sociedad nacional. La fragmentación se reafirmó en una serie de conflictos étnicos y tribales. El núcleo del Estado, el ejército, se deshizo en motines faccionales de carácter étnico.
Sin la presencia de los rusos, el país se sumergió en una guerra civil entre más de 20 tribus. En 1992, las fuerzas del comandante Ahmed Shah Massud llegan a controlar Kabul. Los partidos de la resistencia se reparten provincias y regiones donde se afirma la autonomía, cada uno organiza su propio territorio. El Afganistán de posguerra se desgarra. La guerra civil estuvo determinada, en gran medida, porque Kabul cayó en manos de las fuerzas tayikas al mando de Rabbaní y su jefe militar Massud, y de las fuerzas uzbekos, que atacaron desde el norte, al mando del general Dostum.
Fue un golpe devastador, por primera vez en tres siglos, los pashtunes perdieron el control de la capital. A fines de 1994, Afganistán se hallaba en estado de desintegración, el país dividido en feudos regionales por señores de la guerra, quienes lucharon y se cambiaron de bando una y otra vez, en una serie de alianzas, traiciones y muertes. Estos señores dominaban el sur de Afganistán y Kandahar. Eran ex muyahidín y bandidos que saqueaban a la población.
Durante 1994, cuando los principales señores de la guerra y jefes militares se disputaban sangrientamente el poder, Omar se puso al frente de los talibanes (guerrilla de estudiantes de escuelas coránicas donde él mismo inició su trágica formación) para hacer frente al gobierno del presidente Burhanudin Rabbani. Al frente de su ejército de fanáticos logró entrar en Kabul en 1996 y hacerse con la mayor parte del territorio afgano, desalojando del poder a la Alianza del Norte, cuyo mandato fomentó las luchas entre los distintos señores de la guerra.
El 3 de abril de 1996 fue nombrado, por 1.000 predicadores, «emir de los fieles» y jefe del nuevo Estado denominado como «Emirato Islámico de Afganistán». El título de «Príncipe de los creyentes» lo convirtió automáticamente en el dirigente indiscutido de la Yihad y en Emir de Afganistán, equiparándose de alguna manera con el profeta Mahoma.
Su confirmación como cabeza de la guerra santa talibán tuvo lugar en abril de 1996, cuando apareció en la Gran Mezquita de Kandahar ante una multitud envuelto en el manto de Mahoma que sus muyahidines habían sacado ex profeso del santuario que lo custodiaba. El gesto le valió el aplauso de la gran mayoría de los mulás. Hacia 1995, el gobierno anterior enfrentaba serios problemas internos: el desarme de la población trajo la corrupción de los oficiales y la arbitrariedad hacia los civiles.
Los talibanes estaban bien informados de esos problemas. Además, la conquista de Kandahar y luego de Herat significó el comienzo del fin del gobierno de Rabbani. Para intentar frenar la incontrolable guerrilla, el presidente acordó un plan de paz que debía aprobarse por todos los líderes guerrilleros. Sin embargo, el surgimiento del grupo Talibán impidió el fin de la guerra civil. Desde 1994 los talibanes serían el elemento aglutinador que polarizaría de nuevo la contienda en dos bandos: ellos contra la Alianza del Norte.
En 1996, los talibanes toman Kabul, la victoria fue total. Ninguna fuerza afgana había llevado jamás una serie de operaciones tan rápida y compleja en una zona tan amplia. El movimiento Talibán es una mezcla de tradición y renovación. Tradición en la manera de imponerse como representante del orden moral, apoyándose en la organización tribal y en clanes del sur pashtun y en las redes de poder existentes.
Renovación, porque utiliza las aspiraciones populares para consolidar su poder. El grupo talibán tiene un doble origen. Uno, interno que data de los años posteriores al retiro de las tropas soviéticas. Otro, externo: Paquistán. Los talibanes provienen de la etnia Pashtún del sur de Afganistán. La palabra Talibán significa estudiante, su origen es de la raíz árabe talaba (estudiar), y del sustantivo talib (estudiante). El plural de ésta en árabe, es Talibán.
Al escoger ese nombre se estaban distanciando de la política partidista del muyahidín e indicando que eran un movimiento para purificar la sociedad. Los talibanes, a pesar que ser producto de la yihad y ex muyahidín, se desilusionaron por la división en facciones. Se creían los purificadores de una guerra de guerrillas descontrolada, un sistema social erróneo y un estilo de vida islámico que corría peligro debido a la corrupción y el exceso.
Los principales lugares para la formación del talibán eran las madrasas: escuelas coránicas surgidas a lo largo de la frontera, dirigidas por mullah afganos o por los partidos fundamentalistas islámicos de Paquistán. En las madrasas se estudiaba el Corán, los dichos del profeta Mahoma y los aspectos básicos de la ley islámica. Los alumnos no tenían ninguna preparación en matemáticas, ciencias, historia o geografía.
Muchos jóvenes no conocían la historia del país por el que luchaban, pertenecían a una generación que nunca había visto a su país en paz. Eran los «huérfanos de la guerra», los desarraigados y turbulentos, los económicamente débiles. Admiraban la guerra porque era la única ocupación a la que podían adaptarse. Su creencia en el islam mesiánico y puritano, era su único apoyo y les daba sentido a sus vidas.
Integrar el movimiento talibán ofrecía a los jóvenes una causa religiosa por la que luchar y una forma de vida que adoptar. En los primeros meses del movimiento, las victorias del talibán, crearon una mitología de invencibilidad que sólo pueden conseguir los «soldados de Dios». Cada victoria reforzaba la verdad percibida de su misión: la de que Dios estaba de su parte y que su interpretación del islam era la única viable. Este movimiento nació en los campos de refugiados afganos de Paquistán y su líder espiritual era el mulá Mohamed Omar. Es la persona que dirige la jerarquía religiosa del país.
Los propósitos del grupo talibán eran: restaurar la paz, desarmar a la población, reforzar la ley de la sharia y defender la integridad del carácter islámico de Afganistán. Al principio, no exigieron el poder para ellos, insistían en que estaban restaurando la ley y el orden y que entregarían el poder a un gobierno formado por «buenos musulmanes». Sin embargo, luego de la toma de Kabul, su postura cambió por completo y se volvieron sumamente centralistas, dictatoriales e inaccesibles. A medida que el mulá Omar se volvía más poderoso, se negaba a salir de Kandahar para ver y entender el resto del país y conocer el pueblo sobre el que mandaba.
El vértice del cuerpo decisorio del gobierno talibán era la shura suprema radicada en Kandahar. En ella dominaban los antiguos amigos y colegas de Omar: jefes militares, jefes tribales y ulemas. Constituía un coto cerrado que no representaba los intereses de toda la nación. Otras dos shuras dependían de Kandahar. La primera era el gabinete de ministros radicados en Kabul, la segunda el consejo militar. Las shuras locales completan el cuadro administrativo del gobierno talibán. En ellas no intervenía ningún ciudadano local importante.
Los talibanes rompieron con la tradición de que los gobernadores y funcionarios provinciales procedían de la élite local y reflejaban la composición étnica local de la población. Los talibanes efectuaron una purga en la burocracia de Kabul, sustituyendo por pashtunes, la mayoría sin experiencia gubernamental, a todos los burócratas tayikos, uzbekos y hazaras. Como resultado de la pérdida de personal experto, los ministerios dejaron de funcionar.
La estructura militar es envuelta en un gran secreto. El Jefe de las Fuerzas Armadas era el mulá Omar, pero no está claro cuál es su posición y que papel representa. Por debajo hay un Jefe Supremo de Estado Mayor y luego jefes del Estado Mayor del ejército y la fuerza aérea. No existe ninguna estructura militar clara, con una jerarquía de oficiales y jefes.
Aparte del reclutamiento general impuesto por los talibanes, los responsables de reclutar nuevos soldados son los jefes individuales de zonas pashtunes, de pagarles y ocuparse de sus necesidades mientras prestan servicio. La principal fuerza regional detrás del fenómeno talibán es Paquistán, en especial su servicio de inteligencia (ISI). Los talibanes fueron la única fuerza posible para alcanzar los objetivos estratégicos de su país: repatriar a los millones de refugiados afganos, acceder a los mercados de Asia Central, establecer una ruta segura desde Turkmenistán vía el Mar de Arabia para exportar gas y petróleo, aumentar la posesión regional frente al eterno rival indio.
Arabia Saudita se considera a sí misma líder del mundo islámico. Pero cuando la URSS invadió Afganistán, los saudíes sintieron amenazadas la estabilidad de la región, su monarquía, las riquezas del Golfo Pérsico y el futuro del islam. Millones de petrodólares fueron enviados a la resistencia afgana. Tras la retirada de las tropas soviéticas, Arabia Saudita dejó de sentirse amenazada territorialmente, pero necesitaba contrarrestar la revolución islámica Chiíta en Irán, de esta manera, apoyó la instalación de un gobierno amistoso en Afganistán por medios violentos.
Arabia Saudita tenía toda la intención de descartar a Irán de la explotación de hidrocarburos de Asia Central. Irán comparte fuertes lazos históricos y culturales con Afganistán, donde el persa es uno de los idiomas más hablados. Pero, debido a que es el único país musulmán oficialmente Chiíta, apoya en todo el mundo las causas que profesan esta rama del islam, seguida en Afganistán por solo el 20% de la población.
Existen muchas opiniones sobre Omar, muchos expertos consideran que el mulá es una criatura del ISI, el servicio secreto paquistaní, y no le consideran un político en sí. Realmente no es un político como se entiende en Occidente, se trata más de un líder espiritual que apela (como tantos otros) a los sentimientos más básicos de la población para mantener el poder sobre «sus fieles» que, sumisos, acatan órdenes que nunca cuestionan porque «así han sido educados» en las escuelas coránicas paquistaníes.
Omar empezó a regir entonces los destinos de la nación pastún a golpe de decretos que seguían una interpretación fundamentalista del Corán. Calificado de visionario por sus colaboradores, fue el inspirador de un régimen de terror y desprecio a los derechos humanos que comenzó a instaurar en Kandahar, desde donde emitía los dictados que un puñado de fieles intermediarios se encargaba de difundir, ya que rara vez aparecía en público: ejecuciones, vestimenta del burka en las mujeres, prohibición de la música…
Las mujeres afganas, antes de los talibanes.
Mientras el movimiento talibán, se basaba en una estricta versión de la Sharia, la ley islámica, y se mantenía en el poder en Afganistán, su trato a las mujeres y el papel de éstas en su sociedad cobró importancia internacional. Su intención era crear ambientes seguros, donde la castidad y dignidad de las mujeres fueran por fin sacrosantas tal y como recogen las creencias pastunes sobre la vida en purdah (práctica para ocultar la vida femenina en público). La mujer es obligada a vestir burka en público, ya que, según un portavoz talibán la cara de una mujer es una fuente de corrupción para hombres que no estén relacionados con ella.
No les está permitido tener un trabajo ni ser educadas más allá de los ocho años de edad, pudiendo hasta ese momento estudiar únicamente el Corán. No se les permitía ser tratadas por médicos masculinos a no ser que estén acompañadas por un hombre que haga de tutor, debiendo someterse a la flagelación pública o la ejecución en caso de violar las leyes.
Las bodas con niñas menores de 16 años se toleraban y promovían. Amnistía Internacional calcula que el 80% de las bodas afganas se realizaban por la fuerza. Desde los ocho años, a las mujeres no se les permitía tener contacto directo con hombres más allá de los parientes consanguíneos, marido o familia política. Las mujeres no podían aparecer por la calle sin un pariente consanguíneo o sin llevar Burka, ni llevar zapatos de tacón ya que los hombres no deben escuchar los pasos de una mujer. Tampoco hablar en voz alta en público igual que un extraño no debe oír la voz de una mujer no familiar.
Las ventanas de plantas bajas y primeros pisos debían estar cubiertas para evitar que las mujeres sean visibles desde el exterior. Fotografiar o filmar a mujeres, o hacer aparecer mujeres en los periódicos, libros, poster o impresos está multado, incluso en el interior de las casas. Las mujeres no tienen permitido aparecer en los balcones de las viviendas, se modificaron los nombres de lugares que llevaban la palabra mujer. Como ejemplo, el Jardín de la Mujer fue llamado Jardín de la primavera. No estaba permitida la presencia de mujeres en radio, televisión o actos públicos de ningún tipo.
Mujeres afganas en la universidad, antes de la llegada de los talibanes al poder.
Su régimen, ya de por si aislado del mundo por la brutalidad de su ideología, quedó más cercado por su insistencia en no entregar a Osama ben Laden ni a ninguno de los líderes de Al Qaeda escondidos en el país, culpables de los atentados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania (1998), además de autores de la masacre del 11-S en New York y Washington, en 2001.
El 7 de octubre de 2001, tropas de Estados Unidos invadieron el país con la ayuda de los guerrilleros de la Alianza del Norte. Dicen que para la mística de los talibanes existen algunas imágenes icónicas, por ejemplo, los estadounidenses de Charlie Wilson entrenando a sus muyahidines en los 80. La toma de Kabul en 1994 a los soviéticos y la destrucción de los budas de Bamiyán en 2001.
Hay otra imagen, quizá la más importante, la huida del mulá Omar en un ciclomotor desde las calles de la bombardeada Kandahar hacia la frontera con Paquistán. Ese fue el último día en el que testigos externos a su movimiento le vieron con vida. El 6 de diciembre de 2009 la ciudad estaba bajo asedio de varios señores de la guerra, como el futuro presidente Hamid Karzai o del emir Gul Agna, viejos enemigos del talibán. Además, desde el llamado camp Rhino, 1.300 marines y fuerzas especiales de Estados Unidos se preparaban para asaltar el último bastión talibán. Las negociaciones para la rendición habían fracasado.
Según Hamid Ahmed, un testigo afgano, el mulá Omar, que nunca se llevó especialmente bien con Ben Laden, reunió a los últimos muyahidines que aún no habían huido de Kandahar, entre los que se encontraban algunos de sus más fieles colaboradores salidos de su madrasa. Olvidando las antiguas órdenes de luchar hasta la muerte, llegando a la inmolación, el legendario talibán tuerto daba la decisión a cada uno de sus milicianos el quedarse en la ciudad o huir. «Os libro de vuestro vínculo conmigo». Ante aquella situación desesperada, el mulá subió allí mismo a un ciclomotor, conducido por otro talibán, y escapó delante de todos sus hombres. Minutos después, un testigo lo vio salir de la ciudad.
Según diversos testimonios, el día 10 de septiembre, en la víspera de los trágicos atentados contra Estados Unidos, Omar decidió evacuar a su familia de Kandahar, él lo haría el día 12 acompañado de una pequeña escolta y de sus cuatro vacas en dirección desconocida. La mayoría escaparon para seguir luchando en las montañas de Tora Bora, como Osama ben Laden.
Era el 6 de diciembre de 2001, su última aparición pública. A partir de aquel momento, y ya con una recompensa por su cabeza de 10 millones de dólares, su rastro se pierde en el laberinto montañoso de Tora Bora, el mismo lugar en el que desapareció Osama Ben Laden para reaparecer en aquella casa-fortaleza de Abbottabad.
A Omar, los servicios de inteligencia de Estados Unidos lo situaron en varios lugares en todos estos años, pero citan la ciudad paquistaní de Karachi como su morada más probable, desde la que seguía mandando instrucciones a sus hombres. La única comunicación externa firmada con su nombre data de hace unos meses. Si ahora confirman su muerte en 2013, esa comunicación sólo pudo hacerla o alguno de sus colaboradores o un fantasma.
Mujeres afganas usando el burka, durante el régimen afgano talibán.
El «mulá tuerto» nunca se reunía con la prensa, ni concedía entrevistas directas. Sólo por radio, y en muy pocas ocasiones. Sin embargo, los que le conocen dicen que es un líder carismático que consigue mantener un alto espíritu combativo de sus tropas. Para eso utiliza el fanatismo religioso de sus soldados. Un hombre carismático al que no le gusta jactarse de sus victorias, y no aprecia las ceremonias ni la gente ceremoniosa.
Un muyahidín de pocas palabras, pero con sentido del humor, sencillo y que vive sin posesiones ni grandes lujos. Así es el mulá Omar según los propios talibanes. O al menos así lo describen en la biografía recién publicada en su página oficial, Voice of Jihad (la voz del yihadismo). El texto de 5.000 palabras salió a la luz el sábado 4 de abril, exactamente 19 años después de que fuera nombrado Amir ul-Mumineen, «el líder de los creyentes».
La biografía insiste en que casi dos décadas después sigue siendo el responsable del control diario de las actividades del Talibán. Según expertos, la publicación tendría el objetivo de acallar los rumores de su posible muerte, ya que hace tiempo que no se le ve en público. Aunque se dice que está escondido en Paquistán.
Asimismo, serviría de advertencia para el autodenominado grupo Estado Islámico. Y es que la autoproclamación como califa de su jefe, Abu Bakar al Baghdadi, contradice el liderazgo del mulá Omar para con los musulmanes, un liderazgo que trasciende las fronteras nacionales. El Estado Islámico (IS) trató activamente de reclutar combatientes en Afganistán entre los talibanes desafectos del mulá.
Por el tono, el texto se asemeja a una hagiografía, a una historia de la vida de un santo. Inicia con el relato de la infancia del protagonista. De acuerdo a la biografía, quien con los años se convertiría en el mulá Omar, estudió bajo la supervisión de sus tíos, eruditos religiosos, después de que su padre muriera cuando él tenía 5 años. A los 20 se unió a los muyahidines, los combatientes islámicos, poco después de la invasión soviética de 1980. Y en tres años se convirtió en comandante. En ese tiempo lo hirieron cuatro veces, incluida la ocasión en la que perdió su ojo derecho. El texto también menciona que por aquel entonces su arma favorita era el RPG-7. Además, no sólo era su arma predilecta, sino que era especialmente diestro con ella. Así lo muestra el relato de un colega, el mulá Barader, la única referencia a una fuente incluida en la biografía. En el relato cuenta cómo el mulá Omar usó el lanzacohetes para destrozar un tanque soviético.
Este es, por otro lado, el capítulo más intrigante de la biografía. Y es que Barader fue liberado de su cautiverio en Pakistán en 2013 porque los negociadores estadounidenses y afganos creyeron que eso podría dar pie a las conversaciones de paz. Así que el hecho de que el relato esté incluido en la biografía podría sugerir que el servicio de inteligencia paquistaní tuvo algo que ver con su producción, o al menos que sabía que se estaba escribiendo.
El relato de la formación del Talibán coincide con el que se conoce hasta ahora. De acuerdo a éste, los responsables fueron Omar y un grupo de ex comandantes muyahidines indignados por el desorden y la violencia que siguió a la caída en 1992 del gobierno de Najibullah, respaldado por los soviéticos. En una reunión en 1994, cuando tomaron la decisión de levantarse contra los señores de la guerra, el que sería el mulá Omar se erigió como “el líder natural”, la biografía incluye muchos detalles sobre las batallas que le llevaron a hacerse con el control de gran parte de Afganistán y que culminaron en 1997. De acuerdo al texto, éstas terminaron con un Estado “basado en las reglas y principios puros de la sharia o ley islámica, y después de un largo intervalo el mundo volvió a ser testigo de un modelo práctico del gobierno islámico”.
En esas líneas, sin embargo, no hay referencias a al Qaeda. En lugar del 11 de septiembre de 2011, el texto dice que Estados Unidos atacó a Afganistán porque “el mundo no podía tolerar el sistema basado en la sharia”. Y el único momento en el que se menciona el mundo más allá de Afganistán es cuando se refiere al apoyo del mulá Omar a los palestinos en su lucha por recuperar Jerusalén. Esta imagen confirma la caracterización del Talibán como una organización islámica conservadora y nacionalista afgana con una estrecha visión del mundo.
En cuanto a la personalidad, el Talibán describe a su líder como un hombre “carismático” con un “especial sentido del humor”. Pero reconoce que no hay nada fuera de lo normal. Como uno de los pocos occidentales que alguna vez lo pudo ver con sus propios ojos (fue en 1996), puedo confirmar que no destaca de entre el resto de los talibanes. Pero la biografía señala esta característica como una virtud, clamando, entre otras cosas, que nunca poseyó una casa ni una cuenta bancaria, ni en el país ni en el extranjero. “Adoptó un estilo de vida sencillo en todos los aspectos. Viste de forma sencilla, come comida sencilla, habla de cosas sencillas y tiende de forma natural a la franqueza y a la informalidad”. Lo que no sorprende es que “en la mayoría de sus reuniones suele hablar de la yihad”.
La traducción al inglés del texto contiene algunos coloquialismos curiosos, con lo que podría concluirse que su público objetivo es el afgano. Puede que no haya otro motivo para su publicación que el recordar a los afganos que sigue siendo un hombre con poder. En esa línea, reivindica que “la superpotencia de Estados Unidos y sus fuerzas aliadas están al borde de la destrucción y la derrota”. Además, no hay mención alguna a una posible reconciliación con el gobierno.
«Cada año difunde un comunicado a final del mes de ayuno del Ramadán, y otro coincidiendo con la fiesta del cordero», justifica Alex Strick van Linschoten, investigador establecido en Kandahar durante años. ¿Pero qué garantía hay que esos comunicados los ha escrito él? «Los talibanes lo creen e influyen en ellos que, a la postre, es lo importante», responde Van Linschoten. El mulá sólo ha concedido dos entrevistas radiofónicas en su vida.
La última, a la cadena británica BBC el 15 de noviembre de 2001, faltando pocos días para el colapso del régimen talibán. En una conversación por teléfono satélite, vaticinaba «la destrucción de América». «Con la ayuda de Dios, será posible. Recuerde, ésta es mi predicción», advertía al periodista con voz amenazante. La entrevista se puede encontrar en YouTube.
Tanto misterio rodeaba al mulá mientras estuvo en el poder, que mucha gente en Afganistán empezó a dudar de su existencia. Había rumores de que bajo la figura del supuesto líder religioso se escondía en realidad el tirano comunista Hafizullah Amin, presidente de Afganistán en 1979 y cuya muerte nunca se confirmó. Nadie vio el cadáver. Otros comentaban que tal vez sería uno de los hijos del antiguo rey afgano Zahir Shah, exiliado en Italia. Linschoten asegura que el mulá existe y opina que está escondido en Paquistán, donde también se ocultó Osama ben Laden.
«El mulá Omar no tenía miedo a nada. Ésa era su mayor virtud, era valiente. Pero no era en absoluto una persona lista», explica, el mulá Malang, instructor militar de Omar en el uso de nuevas armas, y que a veces algunos medios de comunicación lo han confundido con él. Malang conoció a Omar cuando era joven y aún tenía los dos ojos. «No sabía explicarse bien, y era un negado con la artillería pesada. Sólo sabía utilizar el kalashnikov y otras armas ligeras», añade Malang, que no entiende cómo Omar se erigió dirigente de los talibanes, y aún menos cómo se atrevió a proclamarse emir. Muchos opinan lo mismo. Era «un palurdo», aseguran.
Omar casi no estudió. Huérfano de padre, su tío se casó con su madre y se hizo cargo de la familia. El tío era mulá y Omar siguió sus pasos. Le ayudaba en la mezquita. Cuando las tropas soviéticas invadieron Afganistán, su tío lo envió a Paquistán para que estudiara en una madrasa. Allí aprendió el Corán de memoria. Ésa fue toda su formación y el único viaje que hizo al extranjero. Por contra dice el mulá Abdul Salam Rockety, «Era un sabio», quien fue uno de los mandos militares del régimen talibán. La última vez que lo vio a Omar fue en Kandahar en una reunión, cuando el régimen talibán se tambaleaba y sus correligionarios discutían quién podría tomar el poder en Afganistán.
«Se levantó a media reunión y se fue, en silencio y sin hacer ruido. Ni nos dimos cuenta», relata el dirigente militar que, eso sí, se muestra convencido de que «los talibanes volverán al poder en Afganistán» y el mulá Omar reaparecerá. Según dice, es sólo cuestión de tiempo. «Lucharé hasta el último aliento que me quede, hasta la última gota de sangre».
Los grandilocuentes desafíos del mulá Omar a los Estados Unidos se quedaron en nada. Después de repetir durante semanas que la retirada talibán de la mitad norte del país era sólo «un movimiento táctico», y que los norteamericanos encontrarían la horma de su zapato en Kandahar, Omar sorprendió a propios y extraños con negociaciones para que se respete su vida «a cambio de renunciar al terrorismo».
El mulá Akhtar Mansour, el nuevo líder talibán.
Los que lo conocen bien habrán encontrado esto impropio de su carácter. El mulá Omar, que había sobrevivido a un intento de asesinato en 1999, dicho incidente se cree que se cobró la vida de una de sus cuatro mujeres. Y que además perdiera un hijo de 10 años en uno de los bombardeos antes de la caída del régimen talibán, en octubre de 2001. Según un portavoz de los servicios de inteligencia afganos, el mulá Omar llevaba muerto más de dos años. Fuentes cercanas al consejo dirigente del talibán le dijeron a la BBC que Mansour será el sucesor del mulá Mohamed Omar. El anuncio surge un día después que el gobierno afgano reconociera que el mulá Omar había muerto hace dos años.
La información fue confirmada por el talibán en Afganistán. Se indicó que después de días de intensos debates, el mulá Mansour, quien era el segundo al mando del movimiento, fue nombrado nuevo líder. Según el corresponsal de la BBC en Kabul, Waheed Massoud, es probable que la decisión divida al movimiento, ya que varios comandantes importantes se oponían a ésta. Entre otros nombres que se barajaban como posibles sucesores estaban el más alto comandante militar del movimiento, el mulá Qaum Zair, el jefe de la oficina política en Qatar, Taib Agha, y el mulá Habibullah, miembro del consejo dirigente.
Mansour será el segundo líder del Talibán desde que el mulá Omar, fundó el movimiento islamista ultraconservador en 1990. En una de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Afganistán en 2011, se indica que Akhtar Mohammad Mansour Shah Mohammed, fue ministro de Aviación Civil y Transporte del Talibán cuando el movimiento tomó control de Kandahar en 1994. Agrega que Akhtar Mohammad Mansour era «un miembro prominente del liderazgo talibán».
«Fue repatriado a Afganistán en septiembre de 2006 después de ser detenido en Paquistán. Está involucrado en narcotráfico y hasta mayo de 2007, estuvo activo en las provincias de Khost, Paktia y Paktika en Afganistán. También fue ‘gobernador’ talibán de Kandahar hasta mayo de 2007». El informe agrega que Mansour fue subjefe de la suprema cúpula del Talibán (shura) hasta mediados de 2009.
Es miembro del consejo dirigente del movimiento y fue asignado al puesto de Jefe de Asuntos Militares del Talibán antes de ser nombrado subjefe de Mohammed Omar en marzo de 2010. «Mansour fue directamente responsable de las actividades del Talibán en cuatro provincias del sur de Afganistán».
Los informes indican que Sirajuddin Haqqani ocupará el segundo lugar en el mando del movimiento. Se piensa que algunos hubieran preferido como sucesor al hijo del mulá Omar, y acusan a círculos dentro del Talibán cercanos a Paquistán de imponer al mulá Mansour como nuevo líder. El gobierno afgano informó que el líder murió hace dos años en un hospital de Karachi, pero Paquistán siempre ha negado que estuviera en el país.
Mientras tanto, Paquistán asegura que las conversaciones de paz que se iban a llevar a cabo entre el gobierno afgano y el Talibán han sido postergadas. Mientras tanto las divisiones de Afganistán son múltiples: étnicas, sectarias, rurales y urbanas, incultas y cultas, los que tienen armas y los que fueron desarmados. La economía es un agujero negro que está succionando a sus vecinos con el comercio ilícito y el contrabando de drogas y armas.
2 de agosto de 2015.