Cuadernos de Eutaxia — 1
LA GUERRILLA MARXISTA EN IBEROAMÉRICA
La revolución rusa y la revolución cubana marxista leninista
Hace un tiempo, junto a los amigos del medio digital: revistaeutaxia.com, nos comprometimos a escribir una serie de artículos, similar a la «Serie Roja», pero en este caso sobre las guerrillas marxistas leninistas y algunas pocas maoístas, que actuaron en iberoamérica en el contexto de la Guerra Fría.
En gran parte del mundo, en especial en iberoamérica, y para nosotros en Argentina, se produjeron convulsiones políticas de gran magnitud que se iniciaron en la segunda mitad del siglo XX, y que aún, esos coletazos ideológicos en nombre de la nueva izquierda cultural actual, izquierda que evolucionó, tomando el lugar o en reemplazo de las viejas izquierdas definidas, y que, con su nefasta ideología, continúan marcando las políticas de casi todos los países en el continente.
Desde mi adolescencia hasta ahora, he leído y escuchado muchas opiniones sobre este sangriento periodo en nuestro continente, y los análisis o las exposiciones realizadas, casi todos, adolecen de un gran error, básico, que consiste en pretender analizar esta cuestión dejando de lado la Guerra fría, la dialéctica de imperios. Esa postura analítica significa desconocer cómo funciona el mundo político y como se construye la Historia. Por tanto, es no entender nada, y por lo mismo totalmente falsa cuando se intenta construir un mapamundi desde un punto de vista interesada, ideológica, eso es como mirar tuerto.
Ex absurdo sequitur quodlibet, partiendo de un absurdo o error inicial, se puede seguir cualquier cosa. Según el relato de las llamadas izquierdas y de la progresía (parientes cercanos), parece ser que cierta madrugada imposibilitados de conciliar el sueño, los militares argentinos y de otros países de iberoamérica, se levantaron y dieron órdenes para salir a secuestrar, torturar y matar a unos jóvenes y otros no tan jóvenes, eso sí, todos ellos inocentes y gloriosos idealistas, que solo pretendían cambiar el mundo.
Esa banal versión nos quiere o pretende tomarnos por retrasados mentales o idiotas. Sin embargo ese cuento o relato hizo una larga carrera y aún tiene mucho éxito entre los desprevenidos o los idiotas o tontos útiles de siempre. Esos militantes o grupos de iluminados se creían que eran la gran partera de una sociedad sin clases, de hombres y mujeres liberados de la oligarquía burguesa criolla y del imperialismo estadounidense, que, según estos iluminados, eran el origen de todo mal.
Estaban tan cegados por una ideología, la marxista, tan violenta, ante la que todas las demás eran ideologías angélicas, las bombas, los atentados, los secuestros, las emboscadas, los asesinatos, era parte de la sanación de la sociedad y, por tanto, legítima y una necesidad histórica, tan necesaria como el materialismo marxista. Ese supuesto tipo de combatiente sacrificado y virtuoso, en la Argentina, llegó al poder político con el peronismo kirchnerista, y se negaron a aceptar que aquellos que tomaron el camino del marxismo no eran puros ni virtuosos.
No peleaban por los derechos de los demás, ni siquiera por el régimen democrático, lo que querían era acabar con el Estado burgués para inaugurar una sociedad sin clases, instaurar la dictadura del proletariado, paso previo a la eliminación del Estado, fase final del socialismo, un verdadero paraíso en la tierra.
En Argentina, hubo hechos o sucesos que fueron preparando el terreno, como, por ejemplo, el Cordobazo, una parodia del Mayo francés del 68, que tuvo consecuencias en una sociedad cuyos jóvenes se unían en masa a grupos políticos de izquierda, y en el peronismo se imponía el ala más combativa. La insurrección del 29 de mayo de 1969, organizado por trabajadores (trabajadores que en sus líneas directivas actuaban claramente desde una ideología concreta, la marxista), con la ayuda de los estudiantes que fue la avanzada del socialismo.
Córdoba, entonces, era una especie de La Meca, La Habana o el Moscú de la época, a la que peregrinaban los grupos dirigenciales de todas las izquierdas. Para no ser menos, la jefatura de Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), se fueron a vivir a esa ciudad por un buen tiempo. Estos dos grupos aparecerían en la escena nacional al año siguiente, en 1970, los primeros, de infeliz memoria, los Montoneros, secuestrando al militar retirado y ex presidente argentino, Pedro Eugenio Aramburu.
La Iglesia Católica no fue ajena a esta lucha, por un lado, estaban los curas y obispos marxistas, que llevaron a la violencia y a la muerte a muchísimas personas en iberoamérica, amparados en su predicamento y en su autoridad. El otro grupo o sector, digamos, oficial, se acomodó del lado de los militares. Una iglesia que, intentando acomodarse al mundo, se fueron alejando de la ortodoxia y que con el Concilio Vaticano I y II, emprendieron en el seno de la iglesia, la contra-contra reforma.
Cierta vez, un amigo me contó como su sobrino, miembro activo de los grupos de catequesis, fue manipulado por unos curas villeros, y con la excusa de evangelizar a los habitantes de las villas de emergencia, lo usaron para divulgar la ideología marxista, y hoy está muerto. Los miembros del PRT-ERP no surgieron de los círculos católicos, sino del marxismo y tenían como papa al Che Guevara y del partido Radical que estaba lleno de marxistas.
Córdoba fue el bastión del PRT-ERP, eran muy fuertes en las fábricas, y además el ERP contaba con una unidad de combate la compañía «Decididos de Córdoba», cuya jefatura era ejercida por el «pelado» Enrique Gorriaran Merlo. El 20 de agosto de 1975, en compañía de más de 200 combatientes, Gorriaran Merlo, encabezó un ataque simultaneo contra cuatro dependencias policiales, la Jefatura, el Comando Radioeléctrico, el Departamento de Informaciones, y la Guardia de Infantería.
En 1975, Córdoba fue el lugar donde se produjo la mayor cantidad de secuestros del país. El Cónsul de Estados Unidos, John Patrick Egan, entonces con 62 años, fue secuestrado el 26 de febrero de 1975 por un comando de Montoneros, luego aparecería su cuerpo sin vida. Juan Domingo Perón había jurado como presidente, por tercera vez, el 12 de octubre de 1973 y el día 17 de octubre del mismo año, en un acto público, Mario Firmenich y Roberto Quieto, anunciaron su fusión, es decir, la alianza entre Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
El acto contó con la adhesión del gobernador de Córdoba, el peronista izquierdista Ricardo Obregón Cano. Obregón Cano, como su vice gobernador, Atilio López, eran aliados de los Montoneros. Los Montoneros para Juan Domingo Perón, ya no era la otrora «juventud maravillosa», y fue el mismo Perón quien alentó (planificó) la rebelión del jefe de policía de Córdoba, el teniente coronel, retirado, Antonio Navarro, y se produjo el «navarrazo».
Este episodio consistió en la detención del gobernador y del vice gobernador, lo que produjo un vacío legal, que aprovechó Perón para alentar el envío al Congreso de un proyecto de ley, para intervenir el Poder Ejecutivo provincial, proyecto que fue aprobado en una semana. No nos ocuparemos de estos hechos puntuales por ahora, sino que lo iremos desarrollando a lo largo de la serie.
Podemos decir, que el acontecimiento más importante en la historia de la Argentina moderna, luego de la Guerra de Malvinas, fue la guerra revolucionaria que se dio en pleno apogeo de la Guerra Fría que caracterizó al mundo bipolar nacido luego de la Segunda Guerra Mundial. Una lucha armada continental organizada después del triunfo de la revolución cubana, alcanzado en enero de 1959, con el lamentable y desgraciado beneplácito del Departamento de Estado, de los Estados Unidos.
Sin el triunfo de la revolución cubana, no hubiese sido posible o hubiesen tenido otra dimensión histórica las guerrillas en iberoamérica. Estas mismas guerrillas, que formaron parte del proyecto marxista leninista, identificadas con Cuba y la Unión Soviética, fueron derrotados militarmente, pero fueron parte del proceso desplegado por el imperio de la URSS en los países de iberoamérica.
En esa periferia del mundo se enfrentaron los dos imperios Estados Unidos y la Unión Soviética, pero no directamente. Las dos potencias mundiales se enfrentaron en una lucha ideológica, mientras tanto China, con una versión propia e intransigente del marxismo, también participaba en la lucha por el poder mundial, obviamente que su influencia en iberoamérica y el mundo fue menor.
Este proceso del desplazamiento de las guerrillas en iberoamérica, a pesar de tratarse de distintos países, fue casi similar, tanto en las consignas y en las contradicciones simultáneas o posteriores. También el componente indígena fue explotado en lugares donde era importante y fue absorbido en ese proceso, como México, Colombia o Perú. Ese caso, también se dio en Argentina, a menor escala con la mitológica teoría expansiva del Frente Revolucionario Indoamericano Popular.
El (FRIP), que fue la primera, y a su vez, rápidamente liquidada, una organización que había sido creada en 1961, por los hermanastros de Mario Roberto Santucho, al que otorgaron la jefatura. La ideología también fue común a todos los escenarios y careció de fisuras significativas, en este caso se puede hablar de acomodamiento y matices respecto a los distintos países y ámbitos geográficos donde se produjo la lucha armada, una lucha armada, que estaba justificada desde una doctrina que afirmaba que era necesaria e imprescindible, para la conquista del poder.
El recurso a la lucha armada jamás fue abandonado. Eso fue evidente en Chile, que pese a la llegada al poder en elecciones legitimas con el marxista Salvador Allende, en ese entonces el oficialista Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) aceleró con violencia el proceso de socialización de la Unidad Popular y apuró el fracaso de la «experiencia» desarrollada en el país trasandino.
El caso del Partido Comunista, es materia aparte, en Argentina sucedió lo mismo que sucedió con ellas en otros países. Las dirigencias partidarias, por mandato de la casa matriz, el partido comunista de Moscú, se opusieron formalmente a las guerrillas, ya que consideraban que inexorablemente serían derrotados, como finalmente sucedió. La Unión Soviética consideraba que la irrupción de las guerrillas frenaría o demorarían en exceso la victoria mundial del comunismo sobre el capitalismo.
Los distintos partidos comunistas del mundo, acataron estas órdenes cumpliendo con el deseo de la Unión Soviética de no participar en una guerra revolucionaria, que comprometía su capacidad diplomática y comercial. Es el caso concreto de lo sucedido con la Junta militar que gobernaba Argentina, explicado largamente en un artículo-entrevista de Alejandro Soler, titulado: «Conversaciones en Indiana». Entonces, los soviéticos, necesitaban de cereales y alimentos, ya que no podían auto abastecerse, entre otros motivos, debido a las fallas o a la incapacidad de su sistema colectivista, y eran compradores crónicos.
Pero también, sucedió que los distintos partidos comunistas, precisamente por esa política adoptada por la Unión Soviética, sufrieron grandes sangrías, disidencias, movimientos separatistas y nuevas organizaciones, ya sean de superficie, legales o subterráneas, que necesitaban para encausar a los militantes más entusiastas.
Este periodo de la dialéctica imperial subsidiaria, no fue fácil de ser explicada por sus propios actores, en virtud de motivos personales e ideológicos. Esta problemática tuvo mucha actualidad en distintos periodos post guerrilla, así tenemos el caso del «poeta armado» Juan Gelman, muerto no hace mucho, y la total deshonestidad de los periodistas (salvo excepciones), y de los gratuitamente llamados «intelectuales», es decir, los simpatizantes o militantes de las diversas generaciones de izquierda definida, y que ocultaron vergonzosamente la militancia guerrillera de Gelman que juntamente con la represión militar fueron parte de la historia Argentina.
Pero… ¿Qué podemos esperar de sus camaradas o la cofradía de intelectuales zurdos o progres, si el mismo Juan Gelman, lo ocultó? Y en vez de reconocer su participación como oficial Montonero, cobardemente nos arrojó el cadáver de sus hijos y de su nuera encima, como argumento de autoridad moral. Yo no soy integrante de la derecha (esa que detesta el papa Francisco) y mucho menos del izquierdismo, esa enfermedad infantil del comunismo, como decía Lenin, quien no admitía distinción entre izquierda y derecha, salvo como criterio burgués.
Esos maravillosos e idealistas jóvenes, y no tan jóvenes, que abrazaron la doctrina del marxismo, fueron derrotados militarmente, en casi su totalidad, pero regresaron políticamente triunfantes en algunos países como Argentina, no gracias a la lucha de esos imberbes (como llamó Juan Perón, a los Montoneros), o de las guerrillas que se encontraban a inicios de los ochenta, prácticamente desarticulados, derrotados, acabados. Ni por la lucha de los sindicatos de trabajadores.
Tampoco por los partidos políticos, que estaban ilegalizados y borrados del mapa, y que muchos de sus hombres prestaban servicios en embajadas o en funciones políticas, o ejercían el cargo de intendentes en muchos municipios del país durante la «dictadura militar», ni por el cuarto poder, cómplices del golpe de Estado, o la sociedad que aplaudió el golpe militar.
Regresaron por que una mujer con suficientes ovarios, llamada Margaret Thatcher, logró derrotar a los militares en la Guerra de las Malvinas, algo que todos los antes nombrados, juntos no pudieron lograrlo. Y sin olvidar, el significativo fin de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que no se enfrentaron entre sí en forma directa, sino a través de los llamados movimientos populares y los países gobernados por militares.
No es mi propósito desarrollar una historia exhaustiva y minuciosa de la génesis de los grupos armados, pero sí breves referencias para que el lector pueda entender, para ir avanzando hasta llegar al gobierno de los Kirchner y los «treinta mil desaparecidos», ese mito vergonzoso y canalla, que muestra la talla moral de esta gente. Mi país, Argentina, nunca en su historia había sufrido un ataque directo, de grupos armados imbuidos en ideologías con la intención de la toma del poder político.
Es cierto, y hay que recordar que hubo casos anteriores, durante la consolidación del país, durante la denominada Generación del Ochenta, se legislaron leyes represivas como la «Ley de residencia» en 1902 y la «Ley de defensa social», de 1910, a fin de controlar la expansión del socialismo y del anarquismo, producto de las masivas inmigraciones europeas que ponían en peligro la paz social y la integridad territorial.
La caída del gobierno de Perón, mediante un golpe militar en 1955, fue esencial para entender los sucesos posteriores, un militar que descollaba o al menos eso se cree, por su capacidad política (yo afirmo lo contrario), pero que, como militar nunca había entrado en combate y cuando llegó el momento de la verdad, para desazón de muchos, prefirió abordar una cañonera paraguaya y marcharse al exilio. Según él, para evitar el derramamiento de sangre entre connacionales (yo no lo creo), no fue prudencia política, fue pura cobardía, Perón no era hombre de agallas.
Tampoco, se menciona que los grupos de obreros seguidores de Juan Perón, una vez desplazado su líder del poder por los militares, se volcaron decididamente a su opuesto, a los enemigos de los militares, los izquierdistas, esa era la inevitable consecuencia. Más aun cuando Juan Domingo Perón desde el exilio coqueteaba con los marxistas. Los obreros y militantes leales a Juan Perón se organizaron en lo que se conoce como La Resistencia Peronista.
Luego del golpe militar, con el general Aramburu en el poder se agudiza la represión contra el peronismo, al contrario del general Lonardi, que había llegado al poder luego de derrocar a Perón, con el lema de: «Ni vencedores, ni vencidos», un lema muy poco realista para ese momento histórico, Lonardi, obviamente, sería desplazado del poder y con esto la suerte de los peronistas estaba echada.
Se producen todo tipo de prohibiciones, se lo proscribe electoralmente. Respecto a esto último ¿Qué otra cosa quedaba? En unas nuevas elecciones el peronismo hubiese vuelto a triunfar en virtud de su número, de más está decir que ser mayoría no es criterio de verdad. Entonces es cuando aparece una resistencia con tres sectores de desarrollo, las fábricas, los barrios y los militares peronistas. El 22 de febrero de 1956 estalla un polvorín militar en el Gran Buenos Aires y una serie de atentados que se le atribuyen a la Resistencia Peronista.
Desde el exilio Perón mantiene una intensa correspondencia privada y envía «directivas secretas» a los responsables de la Resistencia, nombra al izquierdista John William Cooke su delegado personal para coordinar la Resistencia, este nombramiento de Juan Perón responde a esa etapa en que tenía en sus planes la vertiente izquierdista. Los grupos juveniles se van organizando de manera progresiva y confluyen en la llamada Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista, conformada entre otros por Gustavo Rearte, Héctor Spina, Felipe Vallese, se comienza a publicar periódicos ligados a ese sector.
La resistencia se realizó por muchas vías, utilizando el sabotaje, la colocación de explosivos, paros sindicales, ataques con bombas molotov, atentados, se realizaron tomas de fábricas como el frigorífico Lisandro de la Torre por una semana, encabezada por el sindicalista Sebastián Borro, y el alzamiento cívico-militar del general retirado Juan José Valle y la asonada del general Miguel Iñiguez. Valle creía ingenuamente que los peronistas se sumarian espontáneamente a la asonada. El general Juan José Valle y numerosos seguidores fueron detenidos y fusilados.
John William Cooke, nació en La Plata, su padre Juan Isaac Cooke fue diputado de la Unión Cívica Radical, y Canciller argentino durante el gobierno del general Edelmiro J. Farrell, en ese entonces William ejerció de secretario de su padre. John William fue nacionalista en sus comienzos, cercano al grupo FORJA, un nacionalismo con claras inclinaciones a la izquierda. Luego W. Cooke, se definiría como marxista leninista y guevarista, y su accionar terrorista se desplegó durante el gobierno militar de la Revolución Libertadora y en los gobiernos democráticos de Arturo Frondizi y del doctor Illia.
Fue elegido diputado por el partido peronista para el período 1946-1952, fue el primer diputado que planteó por primera vez la lucha armada, organizador de grupos paramilitares terroristas de la izquierda peronista. Para propiciar el retorno de Perón al poder, organizó una estructura terrorista que entre 1955 y 1957 hizo estallar 7.000 artefactos explosivos. Tras el derrocamiento de Perón y estando preso Cooke, Perón le envió una carta fechada el 2 de noviembre en Caracas, y en ella dice:
«En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías. En caso de fallecimiento, delego en el doctor don John William Cooke el mandato del movimiento.»
¿Tienen algo que decir los peronistas sobre el contenido de esta carta? ¿No? bien gracias.
John W. Cooke, consideraba que el peronismo debía transformarse en un movimiento revolucionario, y con estrategias insurreccionales para lograr la toma del poder. Criticó duramente lo que calificaba como la burocracia sindical (es decir, a los dirigentes sindicales que no eran izquierdistas). A partir del viaje a Cuba, sostuvo la necesidad de profundizar el foquismo. Decía W. Cook: «Caerán las estructuras de la depredación imperialista y las estructuras del despojo de este capitalismo que está llegando al término de su ignominioso reinado».
Es decir, la misma cantinela que repitieron millones de personas, incluso sin formación marxista, y como ya sabemos, con el diario del lunes, lo único que cayó fue la Unión Soviética, la patria del socialismo realmente existente. El gordo John W. Cooke, creía que él era el intérprete de los obreros peronistas, en una reunión entre el dirigente sindical René Salamanca (comunista), y John W. Cooke, se sucedió el siguiente diálogo según Juan Pablo Feinmann, otro izquierdista:
—Mira, Gordo, el problema es éste: los obreros son peronistas, pero el peronismo no es obrero. Cooke responde: —Si el peronismo fuera obrero como los obreros son peronistas, la revolución la haríamos mañana mismo.
—Y sí, claro —dice Salamanca— Tenemos que conducir a la clase obrera al encuentro con su propia ideología. Que no es el peronismo.
—Estás equivocado –dice Cooke-. Eso es hacer vanguardismo ideológico, Salamanca. Recordá el brillante consejo de Lenin: hay que partir del estado de conciencia de las masas. ¿Está claro ¿no? La identidad política de los obreros argentinos es el peronismo. No estar ahí, es estar afuera, es quedarse afuera.
Salamanca, muy firme, dice: —Bueno, compañero. Entonces nosotros estamos afuera. Afuera del peronismo y sobre todo afuera de la conducción de Perón.
Cooke, irónico, sonríe. Tiene algo sorpresivo para decirle a Salamanca. Antes, lo agrede un poco. Siempre con estima, con respeto, pero no deja de decirle lo que le duele de los tipos como René Salamanca, de la izquierda obrera Argentina. A los cordobeses combativos.
—No hay caso entre ustedes y Perón, ¿eh? Cómo les jode, che. «Bonapartista». «Nacionalista burgués». A veces «fascista». Pero todo lo que le dicen, también «populista» y algo más que seguramente olvido, son distintas formas de decir lo mismo, Salamanca. Que Perón no representa los verdaderos intereses de la clase obrera. Que la clase obrera argentina tiene un líder y una ideología burgueses. Bueno, mirá, escúchame bien. Dijo Cooke —Yo me cago en Perón.
Salamanca responde: —Nosotros también nos cagamos en Perón. Parece que estamos más de acuerdo de lo que creíamos. —No –dice Cooke-, no estamos de acuerdo. Porque ustedes se cagan en Perón de una manera y yo y los peronistas como yo, de otra. (…) cagarnos en Perón es creer y saber que el peronismo es más que Perón. Que Perón es el líder de los trabajadores argentinos, pero que nosotros, los militantes de la izquierda peronista, tenemos que hacer del peronismo un movimiento revolucionario. De extrema izquierda. Y tenemos que hacerlo le guste o no a Perón. Porque si lo hacemos, compañero, a Perón le va a gustar. Porque Perón es un estratega y un estratega trabaja con la realidad. Una realidad que, más allá de sus convicciones que son muy difíciles de conocer, Perón va a tener que aceptar. Porque Perón, Salamanca, ya no se pertenece. Quiero decir: lo que no le pertenece es el sentido político último que tiene en nuestra historia. Porque Perón va a tener que aceptar lo que realmente es, lo que el pueblo hizo de él: el líder de la revolución nacional y social en la Argentina. Esa es, entonces, compañero, en suma, mi manera de cagarme en Perón...
Estos iluminados querían usar a Perón y Perón los usó y se cagó en ellos, pero todos ellos juntos se encargaron de cagar el país. John William Cooke dijo aquella frase «El peronismo es el hecho maldito del país burgués», pero el peronismo no solo fue el hecho maldito del país burgués, sino un cáncer que hizo metástasis, y que estuvo en el origen de casi todas las guerrillas y las desgracias del país.
En el año 1959 surge el «Ejército de Liberación Nacional Uturuncos», que estaba influenciado por John W. Cooke, quien un año antes había sido desplazado como delegado por el propio Perón. Decir «Ejército», es mucho decir, con decir «la Armada Brancaleone» sobra, los uturuncos eran peronistas radicalizados que terminaron en las izquierdas, según mi tesis, de manera inevitable y unos marxistas guevaristas.
Este grupo guerrillero que aparece en un punto alejado de las grandes ciudades que influenciaban en la vida política del país. La guerrilla de los Uturuncos, es posible que para ciertos historiadores no sea otra cosa que un antecedente lejano de los grupos armadas que hubo en el país a principios de los setenta. Se sabe de ella muy poco, tampoco dio para mucho. La aparición de nuevas formaciones guerrilleras opacará su historia, tampoco fueron importantes, solo un pie de página en la desgraciada historia del país, salvo para los izquierdistas.
Desde 1959, los Uturuncos y otras proto-guerrillas tanto urbanas como rurales, se dio o tuvieron discusiones internas, es decir, entre militantes peronistas y marxistas, sobre la oportunidad de armar focos guerrilleros ya sea en el campo o en la ciudad, guerrillas rurales o urbanas, that is the question. El ejemplo de la guerrilla cubana tuvo un peso enorme, y los focos rurales se impusieron, se impuso la parodia, la imitación de lo serio (u original) sin serlo.
La expansión de las guerrillas en iberoamérica se vio fue favorecida, al seguir el ejemplo y el apoyo de la revolución cubana, de la figura del Che Guevara, y de la Guerra de Vietnam. Cada grupo guerrillero se dio en un contexto particular, y muchos de ellos surgen luego de una larga militancia política (es el caso de los Uturuncos, en el peronismo) para sentar las bases sociales de ayuda a los grupos guerrilleros.
Entre 1959 y 1977, hubo más de 17 organizaciones en Argentina, estos grupos se proponían la lucha armada y la movilización popular. El periódico El Combatiente tiraba 20.000 ejemplares, publicada entre 1968 y 1983, era de tirada semanal. Era clandestina, pero entre junio y septiembre de 1973, se vendía en la vía pública, entre 1976 y 1983, se editaba en el exterior y respondía a la línea política del PRT-El Combatiente. El primer número fue del 6 de mayo de 1968.
Desde la década de los cincuenta, vamos a ver las volteretas del izquierdismo argentino, tiempos en que «Nahuel Moreno», en realidad su nombre legal era Hugo Miguel Bressano, nacido en una familia de clase alta, de padre contador público, empresario y sus tíos eran dirigentes políticos de la Union Cívica Radical, un partido nefasto, de donde surgieron en gran parte, los dirigentes del ERP. En 1948, con 110 militantes, el GOM tomó el nombre de Partido Obrero Revolucionario (POR), y realizó su primer congreso.
En ese mismo año, Moreno, iniciaría su vínculo orgánico con la IV Internacional, y fue observador de su II Congreso Mundial. En 1953, Nahuel Moreno rompe con la IV Internacional y se une al Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CI-CI), donde sería el principal dirigente del Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo (SLATO), que en 1956 tendría secciones en Argentina, Chile y Perú, en 1964, las organizaciones vinculadas a la SLATO abandonan el CI-CI para integrarse en el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional.
Muchas siglas, muchos nombres, pero siempre fueron uno cuantos «gatos locos». En la época en que era miembro del CI-CI, asistió al Congreso de 1958, celebrado en Leeds, Gran Bretaña. Para su segundo Congreso, el POR vio reducida su cantidad de militantes a 85 personas y, posteriormente, una fracción interna se pasaría al llamado posadismo.
Ante esta situación, Nahuel Moreno dio un giro de 180 grados: planteó que su posición para con el peronismo había sido «una desviación sectaria y nacional-trotskista». Así, en 1953, el POR pasó a desarrollar un «entrismo» en el peronismo, ingresando al PSRN (Partido Socialista de la Revolución Nacional), organización perteneciente al movimiento peronista.
Durante esta experiencia, la organización de Nahuel Moreno cambiaría su nombre; primero a MAO (Movimiento de Agrupaciones Obreras) y luego a Palabra Obrera (publicando el periódico homónimo). El grupo de Nahuel Moreno controlaría inicialmente la Federación Bonaerense del PSRN, fundamentalmente debido al desarrollo previo del POR en Avellaneda y Florencio Varela. La decisión de desarrollar una política entrista en el peronismo fue objeto de polémicas.
Nahuel Moreno argumentaba que su posición iba de la mano de la necesidad de formar un «partido centrista de izquierda legal» y hacía una analogía con el entrismo en los Partidos Socialistas recomendado por Trotski a sus seguidores en la década de 1930. Moreno llamó a enfrentar el golpe de 1955. Luego vino la experiencia en el movimiento obrero en la Resistencia, con el peronismo proscripto.
Quienes critican esta posición suelen recordar que tanto el periódico como los estatutos de Palabra Obrera, se reconocían «Bajo la disciplina del General Perón y del Comando Superior Peronista». Esto fue tomado como argumento para diferenciar esta experiencia de la táctica recomendada por Trotski hacia los Partidos Socialistas. Los críticos más severos de Moreno afirman que éste no habría realizado un entrismo, sino una «disolución» dentro del peronismo.
Como si esto no bastara, sus críticos, suelen referir el hecho de que, en 1958, ante el llamado de Juan Perón a votar a Arturo Frondizi (candidato presidencial de la UCR Intransigente), Palabra Obrera llamó a «acatar la orden». Tras la experiencia de «entrismo» en el movimiento peronista de más de una década, el grupo de Hugo Bressano (Nahuel Moreno) no obtuvo resultados satisfactorios. A finales de la década de 1950, se producía la Revolución cubana.
En abril de 1958, en plena Guerra de Liberación en Cuba, Bressano (Moreno) defendió al dictador pro estadounidense Fulgencio Batista contra Fidel Castro (en esto le doy la razón) a quien calificaba de gorila. Moreno calificó a la Revolución cubana de «Revolución Gorila», comparándola con el golpe militar de 1955 en Argentina. Cinco años más tarde Nahuel Moreno se rectificó. Se declaró «castrista» y consideró a Fidel Castro «junto con Lenin y a Trotski, uno de los más grandes genios revolucionarios de este siglo».
Nahuel Moreno proponía una profunda revisión del trotskismo y el marxismo en general, al plantear que el proletariado no debía ser necesariamente la vanguardia de la revolución socialista. Esta nueva orientación política le permitió una confluencia con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular), organización dirigida por el santiagueño Mario Roberto Santucho. De la fusión del FRIP y Palabra Obrera surgiría, el 25 de mayo de 1965, el Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Mas tarde habría discrepancias entre Nahuel Moreno y Roberto Santucho, en cuanto al accionar militar. Entre finales de 1967 y principios de 1968 culminó la escisión, que llevaría a la conformación de dos líneas: la de Roberto Santucho, llamada «PRT-El Combatiente», y la de Nahuel Moreno, llamada «PRT-La Verdad». Este es uno de los muchos ejemplos de las volteretas de los dirigentes izquierdistas.
Los grupos armados comenzaron a ser activos desde fines de los cincuenta, surgen debido a problemas internos, pero su formación social y política inevitablemente los llevará hacia las izquierdas, sus documentos, sus arengas, sus discursos, su lenguaje, así lo muestran. Y como ya dijimos la revolución cubana triunfante facilitará las cosas. Pero ni una ni la otra, será posible, sin la dialéctica de imperios como hacedora de la Historia. La Cuba castrista-marxista-leninista, no hubiese sido posible sin la Revolución de Octubre de 1917, y luego la creación de la Unión Soviética, patria del socialismo realmente existente. Como tampoco hubiese sido posible el comunismo chino, el maoísmo.
Negar la identidad foránea de estos grupos y sus causas no ayuda para nada, los Estados no son una mónada incomunicable y no viven aislados y ajenos al mundo. Un mundo que está repartido en Estados, es decir, es un mundo político. Los militares que ejercían el gobierno, por su formación, era obvio, que combatirían el marxismo, en una guerra que era global, mal que les pese a los intelectuales izquierdistas.
La dialéctica de imperios es mundial y los demás países sufren las consecuencias de esa dialéctica, del enfrentamiento, sin negar que puedan existir otras dialécticas, pero de menor alcance. Así que los militares que combatieron las guerrillas marxistas, tomaron partida por un bando y, al final, estuvieron del lado correcto de la historia, pues, estuvieron del lado de los vencedores.
Porque la Historia la escriben los vencedores, los perdedores la manipulan, la tergiversan. El mismo Ernesto Sábato, ex comunista, con su teoría de los dos demonios, estaba delimitando con claridad los bandos en pugna, guerrilleros con ideologías extranjeras (el marxismo lo era), sus insignias, su trapo rojo añadido a la bandera nacional.
Y los militares con todo el poder del Estado. Así que cualquier análisis sin tener en cuenta ese gran detalle, la dialéctica de imperios, mirará tuerto. Iberoamérica en ese periodo de la Guerra Fría, será parte del terreno donde se desenvolverá la dialéctica imperial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, y cualquier grupo de un lado u otro, lo hará secundariamente.
Y con los Uturuncos arrancaremos el siguiente artículo de la serie.
5 de noviembre de 2023.