LA GUERRA CONTINUADA
Ricardo Veisaga
El ataque coordinado contra Siria entre Estados Unidos, Francia y Reino Unido, fue extremadamente cuidadoso, tanto en la elección de los objetivos como en la hora utilizada para minimizar el número de víctimas. Se lanzaron unos 105 misiles de crucero desde distintos vehículos militares, participando en la operación aparatos aéreos, incluidos cazabombarderos del tipo B-1, que partieron desde Estados Unidos dieciocho horas antes, y al menos un buque de guerra estacionado en el Mar Rojo armado con misiles Tomahawks.
Francia también realizó disparos desde una de sus fragatas en el Mediterráneo. El operativo no duró más de 70 minutos, los británicos emplearon misiles «Sombra de la Tormenta», de una tonelada y con capacidad para destruir búnkeres. Cuatro cazas Tornado Gr4 de la Fuerza Aérea Británica los lanzaron contra una de las instalaciones atacadas, en la provincia central de Homs. Se sumaron también cazas Rafale de Francia.
El General Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, dijo que los objetivos del ataque fueron tres. El primer objetivo fue un centro de investigación científica a las afueras de Damasco, involucrado en la producción de armas químicas. El segundo, fue un almacén de armas químicas al oeste de Homs. El tercer objetivo, un puesto de mando implicado en la cadena de producción y lanzamiento de armamento químico.
Como era de esperar, de fuentes militares sirias y el intento tan tradicional en la política de comunicación del Kremlin, de mostrar que las vetustas baterías antiaéreas que poseen las Fuerzas Armadas Sirias, entregadas por la Unión Soviética durante la Guerra Fría, habrían impedido que la mayoría de sus misiles llegaran a sus objetivos, 71 de los 105 misiles lanzados por los atacantes.
De acuerdo con el medio Al Masdar, próximo a Damasco, el ejército sirio dijo que «sólo diez de más de cien misiles que lanzaron golpearon sus objetivos», sin provocar apenas daños. Quienes, como en mi caso, seguimos por varias horas los acontecimientos en tiempo real, vimos numerosos vídeos en las que se podían apreciar las estelas en medio de la noche seguidas de estruendos.
Con el correr de las horas, el intento ruso-sirio quedó desmentido por los vídeos e imágenes mostradas por las fuerzas aliadas donde se puede ver la tremenda efectividad del ataque. Pero más allá de destruir la capacidad química del régimen sirio, se ha disminuido seriamente la capacidad operativa de la fuerza aérea, lo que obligará a las fuerzas armadas rusas una intervención de mayor magnitud para terminar el conflicto.
El presidente Donald Trump explicó que el bombardeo forma parte de una campaña cuyo objetivo es «establecer una disuasión fuerte contra la producción, distribución y uso de armas químicas». Esta campaña, dijo, la integran instrumentos militares, económicos y diplomáticos. Los ataques seguirán hasta que el uso de armas químicas por parte del régimen finalice.
De acuerdo a esta afirmación se puede entender que Trump y los aliados van permitir el ataque con armas convencionales. La mención de la diplomacia nos sugiere, de acuerdo a rumores, que Estados Unidos, estaría aprovechando el ataque para forzar la salida de Al-Assad, exigencia de la Casa Blanca.
La embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Nikki Haley, aseguró que el contingente militar norteamericano no abandonará Siria hasta que se cumplan sus objetivos. Haley señaló los tres objetivos básicos para Estados Unidos en Siria: asegurarse que las armas químicas no se usen de ninguna manera que ponga en riesgo los intereses de Estados Unidos, que el Estado Islámico sea derrotado y hacerse con una posición ventajosa a hora de controlar la influencia iraní en la región.
«Nuestro objetivo es que las tropas estadounidenses regresen a casa, pero no vamos a irnos hasta que sepamos que hemos logrado nuestra misión», aseguró Haley. También señaló que Estados Unidos anunciará sanciones adicionales contra empresas rusas que estén «relacionadas con el arsenal químico» del Gobierno sirio.
Las sanciones, irán destinadas contra compañías rusas que trabajen con equipos relacionados con el desarrollo y el uso de armas químicas por parte del Ejército sirio, según la embajadora. Haley avisó al gobierno sirio de que el Ejército estadounidense está «preparado para disparar» de nuevo como vuelva a emplear armas químicas.
El director del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, el teniente general Kenneth McKenzie, recalcó que aún pueden existir «partes residuales» del programa químico del «régimen» de Al-Assad, por lo que no se puede garantizar que no se produzcan nuevos ataques ilegales en el futuro. «Obviamente la infraestructura química es mayor que lo que hemos destruido», concedió McKenzie, quien en todo caso describió la ofensiva como «precisa, sobrecogedora y efectiva».
El militar se mostró satisfecho con el hecho de que todos los proyectiles alcanzaran su objetivo, y que el mensaje enviado al presidente sirio, supone una «poderosa muestra de unidad» de la alianza que conforman tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Las mayores expectativas estaban puestas en la reacción de la potencia nuclear Rusia, aliado crucial de Siria junto a Irán. Que por boca de Putin había amenazado con eliminar todos los misiles dirigidos a Siria, para decepción de muchos Rusia se mantuvo al margen poniendo en duda su credibilidad.
La actitud de Putin fue muy prudente, Rusia no está en condiciones de sostener una guerra contra medio mundo, el capítulo Siria y Crimea supone un gasto económico que tiene un enorme costo para Rusia. Para un país que tiene el PIB similar a Italia y sufriendo sanciones económicas no es posible mantener una guerra a gran escala, eso lo sabe Putin, pero no puede dejar de amenazar y de tener presencia militar.
Rusia había llamado a «una sesión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU» para condenar los ataques militares en Siria, pero el Consejo rechazó la resolución con ocho votos en contra, tres a favor y cuatro abstenciones. Siria es un país que está exhausto y arrasado, días antes de ordenar el ataque, el presidente de Estados Unidos anunció su intención de retirar a sus 2.000 militares presentes en Siria, un despliegue que comenzó a finales de 2015 en el marco de la operación internacional contra Daesh.
Trump reconoció que el objetivo de combatir al Estado Islámico (más allá de la prensa, que ocultó sistemáticamente el éxito militar de las tropas estadounidenses) había sido cumplido, luego de que la administración Obama no lo hiciera.
Pero las potencias que respaldan a Siria (Rusia e Irán) olían a victoria. Pero Bashar Al-Assad tenía aún más prisa que Vladimir Putin y el ayatolá Jamenei por terminar a cualquier precio. En el año 2013, las fuerzas de Al-Assad lanzaron cohetes con gas sarín contra varios suburbios de Damasco controlados por los rebeldes y mataron a centenares de civiles.
Barack Obama amagó, pero no actuó, para después acatar la puesta en escena de Damasco y de sus aliados rusos sobre una supuesta destrucción de los arsenales y la ratificación de la Convención de Armas Químicas (CWC). El 5 de abril de 2017, después de otro ataque con armas químicas contra la población civil, el presidente Trump llevó a cabo un golpe muy preciso contra una base aérea siria. La velocidad de respuesta de Trump contrastó vivamente con la paralitica respuesta militar de toda la Administración Obama.
Un año más tarde, y sobrevalorado por sus victorias en el campo militar, Bashar Al-Assad olvidó la lección y atacó de nuevo con armas químicas en la ciudad de Duma, donde se calcula que residen entre 80.000 y 150.000 personas. El ataque aéreo del pasado 6 de abril con barriles de gas cloro perseguía terminar, por la tremenda, con el último foco de resistencia en la región de Guta oriental, durante años un bastión rebelde que amenazaba con asfixiar la capital siria, corazón del régimen.
Esta última recurrencia al uso de armas químicas (calificadas por todos los convenios internacionales como crímenes contra la Humanidad), se orquestó a comienzos de este año.
En febrero, los sirios lanzaron un brutal asalto contra Guta oriental, ocasionando la muerte de 1.700 civiles. Las tropas del régimen partieron a la resistencia en tres, el mayor de ellos con Duma como capital. A finales de marzo, los rebeldes de los dos más pequeños firmaron una tregua con Damasco, y pactaron huir hacia otras bases rebeldes en el norte.
Solo quedó Duma, en manos de los irredentos milicianos islamistas de «Jaysh al islam». El 7 de abril, las tropas de Al-Assad lanzaron dos ataques aéreos con bombas, que, según las pruebas analizadas por Estados Unidos y Francia, contenían altas dosis de gas cloro.
El número de muertos, una semana después, oscila en torno a los 50, y el de afectados por los gases en los hospitales instalados en la zona rebelde, a los que pudieron acceder organismos internacionales y la inteligencia occidental, supera los 500. Las víctimas aparecían reunidas en espacios pequeños, como en busca de refugio frente a las bombas de cloro que mataron en muchos casos de forma inmediata.
Los pacientes sufren los síntomas clásicos de la exposición a un agente químico: insuficiencia respiratoria, cianosis central (labios y piel azulada), saliva espumosa, olor a cloro. Basta un solo uso de gas cloro (menos potente que el sarín, pero igualmente letal) para que la CWC catalogue la acción como «genocidio» y lo someta a la jurisdicción universal. No sólo la ética, también la ley internacional es inapelable.
Cualquier intervención bélica con armas químicas es una agresión contra todo el género humano y exige respuesta inmediata. Desde hace muchos años el régimen sirio se encuentra a mitad de caballo entre Moscú y Teherán, de manera que este uso de armas químicas se dio con la aprobación expresa de Rusia e Irán, y de ahí que Estados Unidos haya debido actuar para detener esta sangría de bravuconadas rusas. La línea roja del uso de armas químicas fijada por Barack Obama había sido traspasada, y no haber actuado hubiera significado una rendición en toda regla.
La acción militar está plenamente justificada desde el punto de vista de la legalidad internacional, frente a los que amenazan, los que se saltan a la torera las normas básicas de relaciones entre estados, a los que hacen del terrorismo y la amenaza el pilar de su acción exterior, a los que son capaces de usar armas químicas contra personas indefensas, se debe actuar sin miedo y no se debe permitir actitudes obamistas hamletianas.
Permitir la agresión permanente es peor que la guerra y no se puede seguir soportando las bravatas de Putin a costa de tantas víctimas inocentes, Estados Unidos ya no tiene de comandante en jefe a un debilucho como Obama. La estrategia de Putin y de Al-Assad de negar la realidad no es una novedad, negar el ataque químico en Guta es como negar la bomba atómica de Hiroshima después de ver el hongo nuclear.
Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, uno de los últimos aliados de Rusia, y que, para lograrlo, Vladimir Putin, tuvo que tragarse el derribo del avión ruso por ese país, el turco afirmó ante la prensa en Estambul (ocultado por los medios Occidentales) que le envió al presidente ruso, Vladímir Putin, los vídeos en donde se muestra la utilización de armas químicas en Duma y Guta Oriental.
«Los acontecimientos en Duma y Guta Oriental eran los pasos de tragedia y desastre. Tenía las grabaciones de video. Las he entregado al representante especial de Putin. Hemos hablado de este asunto con el representante especial. Hemos tratado detalladamente con el presidente de EEUU, Señor Donald Trump, estos asuntos. Le he expresado a él que es importante la actitud de la coalición ante el proceso del uso de armas químicas, y que nuestra actitud está determinada. Tenemos una actitud dura sobre las armas químicas». Recep Erdogan.
El gobierno turco insiste en que Al-Assad, debe irse. El portavoz de exteriores turco Hami Aksoy, no dudó en señalar al régimen sirio como el principal responsable del reciente ataque con armas químicas en el que murieron cerca de ochenta civiles y cientos más resultaron con secuelas, deberían ser castigados para evitar que este tipo de ataques se repitan.
El propio ministro de exteriores turco Mevlüt Çavuşoğlu insistió en la posición de Ankara de que Bashar Al-Assad debería dejar el poder «inmediatamente» para permitir una solución política a la larga guerra civil en Siria, al que acusó de ser responsable de la muerte de «casi un millón de personas» desde el estallido del conflicto hace siete años.
Çavuşoğlu hizo hincapié al respecto en que la reciente propuesta para investigar el ataque con armas químicas en Duma había sido rechazada en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con el veto de Rusia, el principal aliado del régimen sirio. El presidente Erdogan anunciaba que, tras haber hablado con el presidente estadounidense Donald Trump, trataría también en las próximas horas la situación en Siria con su homólogo ruso Vladimir Putin:
«He hablado con el señor Trump la pasada noche. Trataré (con Putin) cómo podemos poner fin juntos a estas masacres con armas químicas».
La guerra en Siria que lleva más de siete años, empezó como un conflicto civil entre sirios y pronto se transformó en un choque entre potencias y otro de lucha religiosa donde se dirime parcelas del poder mundial. La guerra tiene una dimensión global, la que enfrenta a Washington y Moscú, pero otra regional y religiosa entre los gigantes suní, Arabia Saudí, y chií, Irán, con Israel como gran aliado de los saudíes para frenar la expansión de la república islámica.
Mientras las muertes se cuentan por centenares de miles y los refugiados externos e internos por millones. La Siria de hoy es, trazando una analogía, como la España de la Guerra Civil, el campo de batalla donde se dirimen las contiendas mundiales, y la imposición de un tipo de régimen de gobierno.
No creo que sea posible una acción militar rusa fuera de las fronteras de Siria, eso supondría una escalada que acabaría como dijo Trump, con una lluvia de cohetes nucleares sobre Rusia, lo que constituiría una hecatombe que pondría en peligro a la especie humana. Putin, que es un político de raza, sabe que las guerras, más allá de la retórica, no son justas o injustas sino prudentes o estúpidas.
Rusia, mejor dicho, Putin, debe elegir entre el mundo libre o sus impresentables y oscuros acompañantes. No está de más recordarle a Putin que Occidente no le teme, que en Estados Unidos ya no gobierna Carter ni Obama, pues, de eso se trata, de plantar la cara.
La historia es una larga e interminable lucha (declarada o no) entre Estados. Rusia va a acelerar su ayuda militar al régimen sirio, porque no tiene más opciones, sólo le queda que Al-Assad conserve el poder en Siria. Cualquier otra opción será una derrota en toda regla y el principio del fin. Seguirá usando la aviación, pero cada vez con más limitaciones porque Turquía ya está en el país como lo está Estados Unidos.
Israel ya ha intervenido con algunas acciones de castigo y los kurdos dominan una gran parte del territorio. El tiempo se le agota tanto a Vladimir Putin como Al-Assad y Donald Trump ya enseñó sus cartas y el de las dos mayores potencias militares de Europa, con capacidad nuclear, Francia y Reino Unido como aliados.
El Secretario General de Naciones Unidas, dijo que había retornado la guerra fría, pero resulta que esta guerra ya no es tan fría.
Los efectivos estadounidenses están a tiro de fusil de los efectivos rusos e iraníes desplegados en Siria, también hay menos comunicación entre Washington y Moscú y la disputa ya no se resume a dos contendientes, sino también a otros poderes regionales emergentes, como Irán.
Irán se está recuperando de su condición de paria mundial, mientras agonizaba el régimen teocrático, gracias a la despreciable ayudita de Obama. El secretario de Defensa, James Mattis, y sus generales fueron presionados para que utilizasen los ataques como una oportunidad para golpear Irán. El riesgo es que Trump termine metiéndose, en una escalada que introduzca más a Estados Unidos en la guerra de lo que pretende su Administración.
A pesar de que el Califato ha caído y el plan militar norteamericano fue cumplido, la misión puede mutar en «una competición de potencias», como sostuvo el general Joseph Votel, jefe del mando central militar, destinada a derribar las ambiciones de Irán en Siria. Cosa que se hubiese logrado si Barack Obama no le hubiese levantado las sanciones. La ubicación de Estados Unidos en el noreste del país es en Al Tabqa, próxima a la ciudad de Raqqa (antigua capital del Califato), desde donde apoya a su aliado táctico en Siria, las milicias kurdas de las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias). Y las bases militares del Pentágono tienen presencia en toda la franja nororiental de la frontera con Turquía.
Los aliados de Siria lanzaron el 7 de febrero operaciones en el norte de Siria para retomar el territorio con presencia y mando de los soldados estadounidenses. Fue un intento de tomar la planta de gas Conoco, en la rica región de Deir ez Zor. El contraataque estadounidense por bombardeos dejó al menos cien combatientes muertos, entre ellos mercenarios rusos.
Fue el enfrentamiento más grave entre Washington y Moscú desde la Guerra Fría. Rusia es junto a Irán el gran apoyo militar del gobierno sirio, pero es además un aliado con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ha bloqueado en doce ocasiones resoluciones que pudieran penalizar de alguna forma a Bashar Al-Assad.
Entró de lleno en la guerra en septiembre de 2015, cuando el Ejército sirio perdía terreno ante los grupos opositores y Daesh. Gracias al apoyo aéreo ruso y el despliegue de asesores y tropas sobre el terreno el ejército sirio avanzó logrando importantes victorias como en Alepo, Deir Ezzor o Guta. Los rusos tienen dos bases en Siria (una de ellas en Tartús, la única salida que tienen al Mediterráneo) y le advirtieron a Trump que responderán en caso de que ataque.
La república islámica de Irán tiene un acuerdo con Siria de «defensa mutua» en caso de agresión externa y se posesionó al lado de Al-Assad desde el primer día. Los iraníes necesitan un gobierno aliado en Siria para mantener el llamado «eje de la resistencia» entre Teherán, Damasco y Beirut, frente a Israel. Rusia se encargó de la cobertura aérea, Irán está sobre el terreno y formó un ejército de milicias chiíes para apoyar al ejército.
El papel de grupos como el Hezbolláh libanés es clave para el avance de las fuerzas sirias. Irán cuenta con efectivos de la Fuerza Quds, brazo exterior de la Guardia Revolucionaria, y la posibilidad del establecimiento de bases en Siria es la mayor preocupación para Israel.
Al-Assad y Erdogan mantuvieron excelentes relaciones hasta 2011, el inicio de la revolución enfrentó a ambos líderes y el turco apostó por el cambio de régimen apoyando al Ejército Sirio Libre (ESL) y abriendo su frontera para la llegada de yihadistas de todo el mundo que acabaron en las filas de grupos como Daesh. Siete años después, el plan cambió para Ankara que se vieron obligadas a lanzar dos operaciones militares para evitar el establecimiento de un Kurdistán fuerte y unido en el norte de Siria.
Turquía colabora con Rusia e Irán, los dos grandes aliados de Al-Assad, en el proceso de paz de Astaná que había alcanzado mayor relevancia que el impulsado por Naciones Unidas en Ginebra.
Hoy por hoy, el proceso de Astaná se ha vuelto incierto. El líder del «Frente Fatah Al Sham», Mohamed Al-Julani, en el año 2016 rompió cualquier nexo con «entidades externas», el Frente, anteriormente conocido como Frente Al-Nusra, sigue siendo considerado la franquicia local de Al-Qaida (AQ). Su base es la provincia de Idlib, al norte del país y fronteriza con Turquía.
El «Ejército del Islam» es otro de los grandes grupos yihadistas y su feudo estaba en Guta, en el cinturón rural de Damasco. Hace unas semanas se rindió y pactó con el régimen su evacuación al norte de Alepo, a una zona de influencia turca. Este grupo fue la gran apuesta de Arabia Saudita para derrocar a Al-Assad, pero fracasó.
En tanto Daesh perdió lo que fue su califato, pero sigue presente en el campo de refugiados palestino del Yarmouk, al sur de Damasco, y en una zona fronteriza con Israel. Su papel en Siria es menor y residual. La lucha contra el Daesh ha llegado a su fase final, el Senado estadounidense está cuestionando la permanencia de los soldados en Siria.
Pero ahora se presenta otra situación, como ya lo había dicho el ex Secretario de Estado Tillerson: «La retirada de tropas ofrecería la oportunidad a Irán de reforzar su situación en Siria», pues, Siria: «como un país inestable, y que comparte frontera con Israel, Siria es una oportunidad que Irán piensa explotar».
Pero si se analiza la situación de Irán en Siria, su posición es muy vulnerable y Estados Unidos podría atacarlas con la intervención de Israel. De hecho, hace dos semanas Israel atacó una base iraní en Siria provocando gravísimos daños, Israel no lo admitió ni lo negó, pero sus aviones atravesaron el espacio aéreo sirio, burlando a los vigías rusos.
Una estrategia más ofensiva contra Irán en Siria, disminuiría las capacidades de Rusia, que depende de los iraníes, y consecuentemente, contrarrestaría las de Al-Assad. Combatir a uno de los sostenedores del régimen sirio tendría un efecto cascada en sus aliados. Obama se centró en una estrategia antiterrorista que sólo favoreció la posición de Irán.
Es interesante saber, que tras el ataque químico sobre Douma en 2013, Obama había amenazado con acciones militares a Damasco si cruzaba la línea roja de usar armas químicas contra la población. Pero los oficiales iraníes amenazaron con detener las conversaciones sobre el acuerdo nuclear, también sabemos en qué consistió la «Operación Cassandra» y como Obama permitió cualquier cosa a los iranies, para alcanzar un acuerdo que se volvió contra Occidente y ahora hay que tratar de revertir.
Los medios del establishment no informan que se produjeron varios intentos de atacar a Estados Unidos de manera directa en Siria. Y de manera indirecta los adversarios de Estados Unidos iniciaron campañas de asesinatos contra figuras sirias, como el reciente atentado contra Omar Alloush, el colíder del Consejo Civil de Raqqa, una figura considerada clave para el plan político que Estados Unidos está construyendo en el área.
Ante un potencial ataque conjunto de Siria, Rusia e Irán en la región de Deir ez Zor, Estados Unidos, según expertos militares puede con sus rivales. Su capacidad militar no se limita a las 2.000 soldados que están sobre el terreno, sino que incluye el acceso a la fuerza aérea, artillería y toda una cantidad de activos militares situados en la región y que tendrían un efecto devastador.
Las «Unidades de Protección Popular» (YPG), las milicias kurdas crecieron hasta convertirse en el principal aliado de Estados Unidos en la lucha contra el grupo yihadista Daesh. Las YPG son el brazo sirio del «Partido de los Trabajadores del Kurdistán» (PKK), lo que ha provocado la intervención militar de Turquía, que ha arrebatado a los kurdos el cantón de Afrín.
Su papel fue clave en la toma de Raqqa en octubre, capital de Daesh en Siria. Mantienen una relación de no agresión con el ejército de Siria y sus milicias aliadas, que en el caso de Afrín incluso enviaron hombres de refuerzo para intentar frenar la invasión turca. Están desplegados en el noroeste del país y en su zona de influencia se encuentran los 2.000 soldados que tiene Estados Unidos desplegados.
Además de detener las ambiciones de Irán, y frenar las rutas de abastecimiento de las milicias iraníes entre Irak y Siria, la presencia de efectivos responde al plan económico de Estados Unidos, para controlar el campo petrolífero de mayor extensión, al Omar, que el bando kurdo-estadounidense arrebató a Daesh en octubre del año pasado.
Un área que producía unos 35.000 barriles diarios cuando estaba bajo el control del grupo terrorista. Los planes del Pentágono están asentados en las tierras más ricas del territorio sirio. El objetivo es evitar que el régimen sirio tenga acceso a estos recursos y también es la clave para estabilizar el área de control.
Estados Unidos sabe por experiencia tras el fracaso posterior a la invasión de Irak, que es necesario que el territorio sea económicamente viable para que la zona de influencia se pueda desarrollar, ya que la presencia norteamericana no incluye planes de «Nation building» en Siria. Las tropas estadounidenses están enseñando a los socios locales a trabajar en la producción de petróleo y gas, y a saber comerciar ese crudo con Jordania, Turquía o el Kurdistán iraquí.
El gobierno de Donald Trump basa su proyecto post-Al-Assad en crear un enclave económicamente viable en el noreste de Siria, a través de un proyecto político con las FDS. La alianza con las Fuerzas de Defensa Siria, es un elemento crucial en la nueva estrategia de Defensa Nacional de Estados Unidos para 2018.
Un plan que persigue reducir las amenazas exteriores, competir con otras potencias en el escenario sirio y obtener beneficios económicos: «que contribuyan a estabilizar los precios del mercado global de la energía y asegurar las rutas comerciales», como cita el propio informe del Departamento de Defensa.
Como se podía esperar Estados Unidos estrenó en el ataque a Siria un nuevo misil llamado invisible, Washington afirma que engañó a Rusia y a Siria haciéndoles creer que el ataque sería desde el Mediterráneo, como hace un año Estados Unidos había lanzado misiles Tomahawks sobre Siria, esta vez 66.
JASSM-ER, el misil invisible.
Pero también un nuevo producto fabricado por una de las mayores empresas de armamento del mundo, Lockheed Martin, el misil JASSM-ER. Bajo estas siglas se oculta el Misil de Distancia Aire-Tierra Conjunto – Rango Extendido. Es decir, un artefacto de cuatro metros y medio que se lanza desde aviones, lleva media tonelada de explosivos, y tiene un alcance de más de 1.000 kilómetros, que es de donde viene lo de «Rango Extendido».
Es una distancia más que suficiente como para que la plataforma, el avión que lanza el misil no corra peligro de ser alcanzado por la defensa antiaérea, que es a lo que se debe la palabra «Distancia» (‘Stand off’, en inglés) del nombre del misil. Su firma de radar muy pequeña, es un misil «furtivo» difícil de detectar.
Igual que el Tomahawk, el JASSM se guía por satélite, ya que los GPS no fueron inventados para que no nos perdiéramos en el coche, sino para que los misiles acertaran mejor, su origen es militar. En su último tramo es guiado por infrarrojos y, por un programa que hace que el misil sea capaz de «reconocer» por dónde está dirigiéndose y, de ser necesario, corregir el rumbo, lo que les da a estos sistemas de armas una enorme precisión.
Pero no todo es perfecto, cuando se «equivoca» un misil de este tipo lo hace a lo grande. Durante el bombardeo de Serbia y Montenegro, en 1999, un Tomahawk cayó por error en Hungría. En la invasión de Irak, en 2003, varios se estrellaron en Arabia Saudita e Irán.
Lockheed-Martin fabrica los JASSM en Troy (un nombre que traducido quiere decir Troya), Troy es un pueblo de 20.000 habitantes de Alabama. Lockheed-Martin ha entregado más de 2.000 a las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en un programa con un presupuesto de 4.600 millones de dólares (3.700 millones de euros). Los 19 JASSM-ER fueron lanzados por dos bombarderos B-1, que desde 2014, fueron utilizados en la guerra contra el Estado Islámico, pese a que lo que tenían en mente sus diseñadores era un Armagedón nuclear en la Unión Soviética, y no una campaña contra unos fanáticos islámicos en Oriente Próximo.
En su misión del sábado en Siria, los B-1, que despegaron de Qatar, fueron escoltados por aviones de guerra electrónica EA-6 de la Marina, confundiendo a las defensas antiaéreas sirias y rusas. El hecho de que Estados Unidos de tantos detalles indica que la operación contra Siria finalizó. Estados Unidos lanzó 66 Tomahawk, cuyo coste oscila entre 700.000 y 1,87 millones de dólares cada uno.
Ése es el misil favorito de Estados Unidos. Fue creado al igual que el B-1 para atacar a la URSS en una hipotética guerra atómica que por suerte no se produjo, el Tomahawk (que era el nombre de las hachas de guerra de los indígenas algonquinos del Noreste de Estados Unidos) fue empleado casi exclusivamente en Oriente Próximo y en particular en Irak.
Desde 1991, Estados Unidos lanzó a objetivos militares de ese país alrededor de 1.200 de estos misiles, primero, para echarlos de Kuwait, y después para liberarlo de Husein. Estados Unidos ha disparado unos 1.700 misiles de este tipo desde 1991, el 88% de ellos en Oriente Próximo (incluyendo Yemen y Somalia), y el resto en la antigua Yugoslavia en 1994 y 1999. Al costo del Tomahawk hay que añadir la de los 19 JASSSM-ER (1,4 millones de dólares la unidad). Francia usó 9 SCALP EG (850.000 euros la pieza), y 3 de su versión naval, el MdCN (2,5 millones cada uno).
Gran Bretaña usó 8 Storm Shadow, que son en realidad el mismo misil que el de los franceses, sólo que con otro nombre. La factura total: entre 73 y 143 millones de euros. Washington también dijo que difundió que el destructor Winston Churchill había entrado en el Mediterráneo para confundir a los rusos, ya que en el Este del Mediterráneo estaba otro destructor, el William Cook.
Estados Unidos generó la impresión de que el ataque a Siria iba a proceder desde ese mar. No fue así. Apenas seis misiles llegaron desde el Mediterráneo, lanzados por el submarino nuclear John Warner. El peso de la acción corrió a cargo del crucero Monterrey, que lanzó 30 misiles desde el Mar Rojo, con el apoyo del destructor Laboon, que disparó otros 7.
En un movimiento por sorpresa, el Pentágono dispuso que 23 Tomahawk fueran lanzados desde el Golfo Pérsico por el destructor Higgings, y entraran en Siria desde el Oeste, sobrevolando Arabia Saudí, Kuwait, Irak o Jordania, o sea, una dirección similar fue la que siguieron los JASSM-ER que hoy le dan una alegría a los inversores y accionistas de Lockheed-Martin.
El vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, advirtió el sábado pasado en Lima que su Gobierno está «preparado» para volver a atacar Siria si es necesario y sobre la posibilidad de represalias de Siria, Rusia o Irán, sentenció: «Estados Unidos está preparado para responder, para defender nuestras fuerzas». Dijo que el régimen Al-Assad tendrá «un precio que pagar» si usa de nuevo armas químicas. Pence dijo que la misión que Trump ordenó a las Fuerzas Armadas estadounidenses «fue completamente cumplida», y aseguró que, según el Pentágono, no se ha reportado ninguna «víctima civil» en Siria.
«Nuestro mensaje a Rusia es que están en el lado incorrecto de la historia», quien envió un mensaje similar durante su discurso en la VIII Cumbre de las Américas. «Las mentiras rusas se desploman frente a la verdad», en referencia a la negación del Gobierno ruso de que hubiera un ataque químico en Siria.
Tres días después de desplegarse a Damasco, el equipo de inspectores enviado por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) seguía esta semana sin poder acceder a Duma, a pocos kilómetros de la capital siria, donde el día 7 se denunció un ataque letal con gas tóxico.
El régimen sirio y sus aliados militares rusos, que controlan ese antiguo enclave rebelde desalojado por la oposición en Guta Oriental, alegaron razones de seguridad tras el bombardeo occidental de represalia contra centros de armamento sirios para retrasar el acceso de los investigadores internacionales.
En Moscú, responsables diplomáticos citados por la agencia Interfax, achacaron a la ONU la responsabilidad del retraso por no haber comunicado «la aprobación de la visita de los expertos de la OPAQ». Un portavoz de Naciones Unidas replicó desde New York que los inspectores tenían todos los papeles en regla. El Gobierno sirio les concedió el visado en Bruselas el pasado miércoles.
20 de abril de 2018.