Serie Roja — 9
LA CAÍDA DEL IMPERIO SOVIÉTICO
El objetivo de la denominada Serie Roja de esta página: revistaeutaxia.com, fue explicar, desde nuestro punto de vista, como sucedió la caída o implosión, como prefieren llamarlo muchos, del imperio soviético. Para llegar a este punto era necesario explicar cómo surge la Unión Soviética y cómo y por qué sucede su caída. El propósito de la serie también estaba centrado en tirar abajo ciertos mitos en torno a Rusia y sus imperios, en plural.
En primer lugar, decíamos que, durante el siglo XX, tuvo lugar la caída del imperio zarista, pero no fue ejecutada por los bolcheviques, sino por el llamado Gobierno provisional, cuya cabeza visible fue Aleksandr Kerenski. También dijimos que Nicolás II no fue el último zar de Rusia, ya que se vio obligado por las circunstancias a abdicar en favor de su hijo, Alexis, pero al ser menor de edad, iba a nombrar a su hermano Miguel Alexandrovich, regente. Pero al saber que su hijo sufría de hemofilia hizo directamente zar a su hermano Miguel.
Miguel también sería ejecutado, no junto a la familia real, sino que fue secuestrado de su casa y conducido a un lugar desconocido, en cuyo lugar habría sido ejecutado y nunca se encontró su cuerpo. Algunos intelectuales cripto marxistas calificaran la ejecución del zar y su familia, como un acto de prudencia política, calificar así a un crimen innecesario da vergüenza ajena. Este comentario nos lleva a la noción de «Revolución» que estos mismos intelectuales dan por válido, a conditio sine qua non, que sea violenta, cuanto más, mejor, y que haya derramamiento de sangre y se destruyan ciertas instituciones.
En el artículo: La revolución bolchevique de Octubre, hemos sido más amplios sobre esta cuestión. Como conclusión al respecto, diremos que, una Revolución Política, no depende de la mayor o menor cantidad de sangre derramada, sino de los cambios que se producen en sus respectivas capas, la capa cortical, conjuntiva y basal, el resto es metafísica.
Eso del derramamiento de sangre es una simple y torpe justificación, en virtud de la ideología que aún conservan, para tapar la verdadera causa que se debe, según mi interpretación a lo siguiente, las ideologías de izquierda para tratar de imponerse y mantenerse en cualquier lugar del mundo, tuvieron que recurrir a la violencia, no solo política sino a la puramente animal o etológica, sin la cual no hubiese sido posible esos gobiernos.
La Revolución de Febrero de 1917 se llevó a cabo sin derramar sangre, teniendo en cuenta que estaba cayendo nada más y nada menos que el Imperio zarista, un cambio conjuntivo radical. Y lo mismo sucedió con el golpe de Estado protagonizado por los bolcheviques, y que luego de la Guerra Civil impusieron una verdadera Revolución a sangre y fuego, pero antes de la Guerra Civil no fue violenta. En esta misma Serie Roja, hemos descripto como sucedió el asalto al Palacio de Invierno de Petrogrado, hubo más muertos en las películas filmadas sobre la misma, que en el asalto realmente existente.
Por tanto, en el siglo XX, se producirá la caída del imperio zarista, la Revolución de Febrero, la Revolución de Octubre y su posterior caída, y una nueva Revolución llevada a cabo, en gran medida por Boris Yeltsin, que fue verdaderamente incruenta (hecho que no advierten los intelectuales cripto marxistas) y que años después daría lugar al Imperio ruso actual de Vladimir Putin.
¿Pero cuáles fueron las razones históricas que llevaron a su fin? Porque como creemos no hay una sola causa, ya que las causas o, mejor dicho, razones, en lo histórico-político no hay una sola, a diferencia de las físicas (aunque mal entendidas). Luego del fin de la patria del socialismo real, ha corrido mucha agua bajo el puente. Lo que nos permite analizar el tema con mayor objetividad.
Desde entonces los principales protagonistas de los últimos meses del imperio soviético, han escrito sus memorias, y me estoy refiriendo a George H. W. Bush, Mijaíl Gorbachov, Boris Yeltsin, el ucraniano Leonid Kravchuk, el bielorruso, Stanislav Shushkiévich, los archivos del Consejo de Seguridad y numerosos reportajes a otros personajes del momento que nos ayudaron a entender mejor.
También el aporte de la obra de numerosos historiadores, la desclasificación de miles de documentos, los artículos del momento, que, gracias a internet, nos permite evaluar, comparar, sin ser testigos presenciales, y por supuesto, con la ayuda de la filosofía política que cada uno asume como válida y el sentido común. Lo que hace inconcebible sostener que la Unión Soviética haya caído de puro hartazgo, que su fin se deba a su éxito. O que haya sido obra de la acción de la iglesia católica, El Vaticano, las estupideces que hay que leer o escuchar.
Dicen los conspiracionistas que se trató de una traición o del trabajo de la CIA, como si la CIA hubiese sido ajeno o estuviese por encima de su ex director y entonces presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush. O, simplemente culpando y calificando a Mijaíl Gorbachov como un traidor, cuando en realidad fue una de las dos personas que trataron de salvar a la URSS hasta el final, el otro fue George H. W. Bush. Tratar de torcer lo inevitable no era posible, la misma glasnost y la perestroika, no fueron otra cosa que el certificado de defunción del imperio Soviético.
Mas adelante veremos como Estados Unidos ayudaba económicamente a la URSS y veremos a Mijaíl Gorbachov suplicando ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI), así que hartazgo, nada. No había dinero ni para pagar las nóminas de los funcionarios del Estado, por tanto, sostener que el retiro de las tropas de Afganistán fueron actos de traición y cobardía es no entender absolutamente nada.
Y, aunque muchos nostálgicos del marxismo y los mencionados cripto marxistas no lo crean, George H. W. Bush, hasta el último momento se opuso a la disolución de la Unión Soviética, pues temía el ingreso en una especie de Yugoslavia en anarquía, en armas, en una anarquía donde el armamento nuclear pudiera quedar en manos de algunos sátrapas de la región del Cáucaso. Esta política le hizo perder a George H. W. Bush su base de votantes de origen ucraniano y de otros países de Europa del Oeste, en Estados Unidos, que querían su independencia.
Queremos rescatar algunos temas importantes para su explicación, que no significa que sea la verdad, por un lado, la idea de Imperio y su relación con las naciones que integraban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su composición multiétnica y su estructura seudo federal, la desintegración territorial propia de los imperios no homogéneos, como Yugoslavia. La URSS era un rejunte de naciones que desde la capital Moscú controlaban apelando a la fuerza militar, la represión que fue una constante del periodo soviético.
La Federación Rusa era la más extensa, pero había catorce repúblicas más, los ciento cincuenta millones de rusos significaban el 51% de la población de la URSS, y el segundo grupo más numeroso era el ucraniano con algo más de cincuenta millones de personas, casi un 20%. Para 1990 la mayoría de las repúblicas soviéticas ya tenían su propio presidente, ministros de Asuntos Exteriores y sus propios parlamentos elegidos de manera más o menos democrática. Lo cual explicaba muy bien que la Unión Soviética no se reducía a Rusia.
Algunos historiadores trazaron una analogía con la disolución de otros imperios de la historiografía del siglo XX, como el austrohúngaro, el otomano, el británico, el francés y el portugués. Es muy difícil para un imperio compaginar con el sistema democrático, tema ya aludido por Gustavo Bueno, al referirse al imperio estadounidense. Estos se llevan a las patadas, y de ese enfrentamiento en la Unión Soviética se llegó al derrumbe. A partir de las reformas democráticas de Gorbachov de 1989, los lideres elegidos en Rusia eran libres para seguir soportando la carga del imperio y de otras repúblicas, o no, y optaron por lo segundo.
Los historiadores o analistas políticos, en su gran mayoría, sostienen que fue la derrota de la Unión Soviética en la carrera armamentista, los movimientos democratizadores, el fracaso económico, y el desencanto con el ideal comunista los que llevaron a su fin a la Unión Soviética, cosa que es cierto. Pero esas son una de las muchas razones, pero lo determinante fue la desintegración territorial. Cuestión que no entendieron en su momento y muchos no lo entienden en la actualidad, pero claro, es más fácil para uno con el diario del lunes.
Los primeros en iniciar esa carrera desintegrativa fueron los países bálticos y los del oeste de Ucrania, las naciones que habían sido incorporadas por la fuerza por la Unión Soviética, en virtud del infame pacto entre los nazis alemanes con Stalin, el pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, que dio inició a la Segunda Guerra Mundial y al reparto territorial, una situación vergonzosa que los marxistas o izquierdistas en general tratan de ocultar, cuando no de tergiversar.
Los siguientes en seguir el camino fueron sus pares rusos y del este de Ucrania, que entonces formaban parte de Unión Soviética desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Georgia, Armenia y los países bálticos reivindicaron sus respectivas independencias. Mientras que, en las restantes repúblicas, las viejas clases dirigentes querían seguir aferrados al poder, pero Mijaíl Gorbachov les retiró su apoyo, condicionando su continuidad política a la celebración de elecciones libres (si se puede llamar así en esos tiempos), y estos empezaron a buscar pactos con las fuerzas democráticas.
Ese fue el motivo por el que la Unión Soviética terminó en quince repúblicas. El fin de la URSS, dejando de lado que muchos entendíamos desde su mismo inicio que estaban encaminados a su fracaso, ya sea por estar asentados en cuanto a su nematología en supuestos falsos o metafísicos, que ya lo explicamos en el artículo sobre la Revolución bolchevique, o en la ineficacia tecnológica de su economía en la realidad concreta puesta a competir con el capitalismo. En los últimos cinco o seis meses, desde julio a diciembre de 1991, se van a producir algunos hechos que serán fundamentales para su implosión.
A finales de julio, unos días después del viaje que realizara George H. W. Bush a Moscú para firmar el histórico tratado de reducción de armamento nuclear, el presidente soviético Mijaíl Gorbachov acordó un acuerdo con Boris Yeltsin para reformar el sistema, ese pacto desencadenaría el golpe de agosto (ver «El canto del cisne» de agosto de 2016, revistaeutaxia.com). La renuncia de Gorbachov a finales de diciembre de 1991, fue el hundimiento definitivo de la URSS.
Es este el periodo clave, entre el golpe de agosto y la dimisión de Gorbachov, y no como muchos creen que fue la liquidación del Partido Comunista (PCUS). Para el mes de agosto el Partido ya no era suficiente para mantener la unidad del imperio, ni siquiera el propio Partido podía asegurar su permanencia. Luego del golpe fallido de agosto la URSS quedó herido de muerte, pero pudo mantenerse al menos respirando por cuatro meses más. Entre el otoño y el invierno ruso se decidió el futuro de las repúblicas soviéticas y el de los arsenales nucleares.
El derrumbe de la ex potencia mundial fue pacífico, desmintiendo a los intelectuales cripto marxistas, en especial en cuatro repúblicas tan importantes que mantenían en su territorio armamento nuclear, como Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán. El futuro de la URSS se decidió en las altas esferas y en el despliegue de dirigentes políticos del este y del oeste, que se enzarzaron en un combate diplomático y también en lo físico. Los más importantes, sin embargo, fueron las decisiones que se tomaron tanto en Washington y en Moscú, y al igual que en Kiev y Almaty, entonces conocida como Almá Atá, y las capitales de algunas repúblicas que muy pronto alcanzarían su independencia.
No se ha ponderado lo suficiente el papel que tuvo la relación entre las dos repúblicas más extensas, como Rusia y Ucrania, la decisión de ambas de no convivir en un mismo Estado lo que supuso el fin de la URSS. Los lideres Yeltsin y Kravchuk que no habían logrado un acuerdo con la propuesta de Gorbachov sobre el modelo propuesto por el jefe de la URSS, se reunirían el 8 de diciembre, en un pabellón de caza en el bosque de Belavezha, Bielorrusia. El dirigente ruso y el ucraniano decidieron acabar con la Unión Soviética y crear una Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Los dirigentes bielorrusos y los presidentes de las repúblicas centroasiáticas no se imaginaban una Unión sin Rusia, por tanto, decidieron incorporarse a la CEI, y el papel de George H. W. Bush fue crucial para evitar que la disgregación del imperio soviético acabara en enfrentamientos militares y en la dispersión del armamento nuclear. El papel del presidente George H. W. Bush fue en ese sentido, al respaldar a su par soviético e insistir en la seguridad de los arsenales nucleares, lo que prolongó la vida de la URSS.
Muchos se preguntarán porque Bush asumió la defensa de la Unión Soviética cuando ambas potencias estaban prácticamente enredadas en una guerra sin cuartel durante la Guerra Fría. Pero la política del día a día, la realpolitik dictaba otra cosa. George Bush o la Casa Blanca trataba de salvar a Gorbachov, porque entonces era su principal socio en el mundo político, y para lograr ese objetivo estaba dispuesto a que continuara el Partido Comunista y la Unión Soviética.
En ese momento no se trataba de ganar la Guerra Fría, que en la práctica ya se había logrado, sino en evitar una guerra civil de proporciones inimaginable. La actitud entonces de George H. W. Bush con su homólogo Mijaíl Gorbachov, y al insistir en la seguridad de los arsenales nucleares, alargó la vida de la URSS y que la implosión fuera lo menos traumática posible. En tanto Boris Yeltsin, un líder tosco y bastante díscolo y poco confiable para Occidente, tuvo la valentía de acallar casi en solitario el canto del cisne, el golpe fallido de agosto. No siguió el ejemplo de Milosevich empeñándose en salvar un imperio que agonizaba.
El líder ucraniano Leonid Kravchuk se empeñó en lograr la independencia de su país (Ucrania), con lo que estaba liquidando la supervivencia de la Unión Soviética. A Mijaíl Gorbachov le tocó la peor parte, terminó por perder su poder real, su prestigio y su Estado o imperio, la Unión Soviética. Gorbachov con sus reformas y con la honestidad para reconocer el fin del totalitarismo y de una economía inservible, dio lugar a reformas necesarias para que Rusia se insertara en el mundo, y por lo mismo su figura ya no tenía cabida en la nueva Rusia.
Millones de personas en el mundo que esperaban ver en la televisión la navidad de 1991, no podían creer lo que estaban viendo, la CNN estuvo retrasmitiendo en directo el discurso del último presidente soviético Gorbachov, que anunciaba su dimisión y decía que la Unión Soviética dejaba de existir. La Plaza Roja con el mausoleo de Lenin incluido, era testigo de cómo se arriaba la bandera roja que hasta entonces ondeaba en el palacio del senado y en el kremlin, una bandera que era el símbolo total del comunismo internacional.
Luego que la CNN y otras cadenas de televisión dieran a conocer el discurso de Mijaíl Gorbachov, todos se preguntaban qué había pasado. La noche del 25 de diciembre, el presidente de los Estados Unidos tuvo que explicar, oficialmente, a los ciudadanos estadounidenses que era o que significaba lo que habían visto y escuchado. La dimisión de Gorbachov y el retiro de la bandera soviética del Kremlin, no era otra cosa que la victoria estadounidense, lo que suponía el fin de la Guerra Fría.
Una guerra que el imperio de las barras y las estrellas había librado por más de cuatro décadas. Bush felicitaba a sus compatriotas mencionando la palabra victoria en tres frases consecutivas. En el discurso a la Unión, unas semanas después, habló del derrumbe de la URSS, que había sucedido en un año de «cambios casi bíblicos» y dijo que Estados Unidos había «ganado la Guerra Fría por la gracia de Dios» y que ahora estábamos ante un nuevo orden mundial.
Se trataba de un mundo unipolar como lo sería desde 1991, ya no era bipolar pues la Guerra Fría había concluido con la derrota de la Unión Soviética. George Bush, dijo a los miembros del senado y de la cámara de representantes que el mundo «dividido hasta ahora en dos bloques, ya no reconoce más que una única potencia hegemónica: Estados Unidos de América».
Por más de cuatro décadas los Estados Unidos y la Unión Soviética se habían enfrentado en un conflicto global que no terminó en un desastre nuclear de pura suerte. Las generaciones contemporáneas a 1950 se habían acostumbrado a realizar simulacros ante una posible guerra nuclear. Cientos de miles de estadounidenses habían luchado y decenas de miles habían muerto en dos guerras, la de Corea y la de Vietnam, en un intento por contener al comunismo que avanzaba por todas las latitudes. Ya no se trataba de ocupar la Isla mundial para dominar el mundo, tesis de los farsantes geopolíticos, sino de rodearla y contenerla, y fue todo un éxito.
Internamente se daba caza a todo lo que colaboraba con el enemigo marxista, no fue en vano la lucha de Joseph McCarthy contra Hollywood, que estaba plagado de gente del partido comunista. No fue ajeno a esto la muerte real de Marilyn Monroe, la tontuela rubia platinada que se acostaba con los hermanos Kennedy y luego con sus amantes de Hollywood que pertenecían al Partido Comunista, su muerte era una cuestión de Estado. Estados Unidos y sus aliados habían librado una guerra que parecía interminable, en todos los continentes.
Gobiernos democráticos, dictaduras militares, que poco importaba, lo irónico de todo eso es que un imperio armado hasta los dientes, se tuvo que desmembrar en menos repúblicas, sin disparar un solo tiro. Lo cierto es que ya no había dinero ni para la paga de los soldados. Lo que sonaba extraño es que el presidente Bush, rápidamente proclamaba la victoria, cuando su principal aliado Mijaíl Gorbachov, que lo fue tanto para Reagan como para él, anunciaba su renuncia al cargo.
La renuncia de Mijaíl Gorbachov era el fin simbólico de la Unión Soviética, que ya se había disuelto formalmente el 21 de diciembre, pero como lo había dicho el propio George H. W. Bush, el objetivo de la Guerra Fría no había sido la desintegración del Estado soviético, las mismas palabras del presidente que dirigió al país el 25 de diciembre de 1991, así como también en el discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 1992, contradecía sus declaraciones anteriores.
El presidente Bush había dicho que no se enfrentaría a Gorbachov, sino que alcanzaría un acuerdo con él. Eso había sucedido en ocasión de la cumbre de Malta de 1989, y la última, en el comunicado emitido por el gobierno unas horas previas del discurso de Navidad: «El presidente Gorbachov ha trabajado con el presidente Reagan, conmigo y otros dirigentes aliados, actuando con audacia y decisión para poner fin a las tensiones de la Guerra Fría, y contribuyendo así a reconstruir una Europa libre y unida». (Statement on the resignation of Mikhail Gorbachev as president of the Soviet Union).
El discurso de Navidad indicaba que todo había cambiado con su antiguo socio Mijaíl Gorbachov, ¡Muerto el rey, viva el rey! Lo mismo acerca de la influencia limitada del régimen estadounidense en lo que sucedía en la Unión Soviética. Lo que contradecía lo que George H. W. Bush y su consejero de Seguridad Nacional, el general Brent Scowcroft, habían insistido sobre la influencia limitada.
Sin embargo, estudios y documentos posteriores develados, indican que nunca el presidente George Bush y sus consejeros deseaban el fin de la Unión Soviética, pues les preocupaba la sucesión del nuevo presidente ruso Boris Yeltsin, y sobre todo el armamento nuclear. En los artículos sucesivos de esta Serie Roja vamos a detallar estos últimos meses de la Unión Soviética.
15 de enero de 2024.