

JULIEN FREUND: LA ESENCIA DE LO POLÍTICO
Todes las personas que quieran entender lo que es la política y lo político, deben leer necesariamente y estudiar a Julien Freund. El politólogo francés es uno de los grandes pensadores políticos del siglo XX. Y a su vez, es uno de los grandes olvidados del mundo de la política y esto constituye un hecho muy difícil de entender. Muchas posibilidades se han barajado al respecto. Es cierto que su obra no fue traducido a muchos idiomas y eso influye mucho en su conocimiento. Pero, según mi opinión, lo que actuó en su contra se debe a que su razonamiento filosófico político no encajaba con el pensamiento en boga.
Julien Freund, era un escritor político a contracorriente, sus ideas molestaban y chocaban, y el hecho de sostener públicamente que no hay política sin enemigo «pas de politique sans ennemi» tenía su precio. Para un intelectual que piensa y escribe de esta manera no existe la impunidad. Julien Freund fue uno de esos escritores que forman parte de lo que Pitirim Alexandrovitch Sorokin llamaba la «comunidad de subversivos», de los maquiavelistas o realistas políticos.
«Freund quiere decir amigo en alemán», decía al presentarse a principios de curso, lo que constituía toda una declaración de principios de parte de un pensador del enemigo, y de esta manera comenzaba sus clases de sociología en la Universidad de Estrasburgo. «Teórico del enemigo, soy consciente», escribe Julien Freund en su breve autobiografía, «de que he suscitado la enemistad de los profesionales de la fraternidad solo por haber elaborado esta teoría».
Sus investigaciones suelen estar asociadas con dos pensadores, con Max Weber, a quien conoció a través de las obras de Raymond Aron empezando por su «Sociologie Allemande Contemporaine», para luego ser un conocedor profundo e intérprete de sus obras y como un buen traductor. Al nazi Carl Schmitt llegó por la lectura de «Der Begriff des Politischen». Paul Ricoeur lo había acercado a las obras y a la vida de Carl Schmitt, Julien Freund estaba enterado de los cargos que pesaban sobre Carl Schmitt por su afiliación al nacionalsocialismo y su protagonismo entre mayo de 1933 y 1936.
Pese a todas esas prevenciones Julien Freund logró acercase personalmente a Carl Schmitt, si bien es cierto que asumió argumentos teóricos de sus obras, en especial su polémica concepción de la diferenciación amigo-enemigo, no puede decirse que fuera su discípulo, su pensamiento fue mucho más allá, no solo por incorporar la lucha como un nuevo concepto configurante de la realidad, sino porque en «La esencia de lo político» elabora un nuevo planteo teórico que es superador del radical criterio distintivo de lo político planteado por Carl Schmitt.
Julien Freund es un autor conocido en Italia y España. En este último país su opera prima La esencia de lo político, de casi mil páginas, fue traducida y publicada por la Editora Nacional en 1969. En Francia, existieron obstáculos ideológicos. En Alemania sus ensayos aparecieron en lengua alemana por primera vez. Julien Freund era bilingüe, además de su lengua natal hablaba y escribía en alemán, también tradujo en Francia a Max Weber, Georg Simmel y a Carl Schmitt.
Julien Freund, nació en un pueblo de la Lorena (Henridorff) en 1921, hijo de un peón ferroviario, joven socialista y résistant durante la Segunda Guerra Mundial, como no podía ser de otra manera por herencia de clase. Participa en atentados contra Pierre Laval y el ministro de salud pública Raymond Grasset. Estuvo preso por dos años (1942-1944), se escapa del campo de prisioneros y se une a una partida de la terrorista organización, los Franc Tireurs et Partisans Français (ftpf) comunista por ideología, que operaba en la región fronteriza con Italia.
Acabada la guerra, ocupa puestos intermedios en distintos departamentos dentro de los cuadros de los Mouvements Unis de la Résistance (MUR) o la Union Socialiste et Démocratique de la Résistance (USDR). Freund, sufre lo que dirá más tarde, una doble ilusión, cree en la transformación de la sustancia de la política y en la construcción de una sociedad única, mejor que todas las anteriores. «Estaba convencido, como la mayoría de resistentes, que íbamos a ser capaces de inaugurar una política absolutamente inocente y construir una sociedad que definitivamente superaría la historia pasada. Nos creíamos revolucionarios y l’homme révolté de Albert Camus era nuestro modelo».
Luego se alejará asqueado de su vida de guerrillero y su experiencia en la baja política, «el drama de la confección de las listas electorales», que hiere su sensibilidad y su entendimiento. Sufre decepciones por lo utópico de esas proposiciones y proyectos fuera del tiempo, pero no responsabiliza a nadie, él se culpa a sí mismo por su «concepción ingenua» de la actividad política. Abandona sus cargos políticos y comienza una carrera docente que lo lleva a una cátedra de sociología. Freund se dedica a pensar sin dar lugar al idealismo, a la política del deber ser. Piensa sobre la esencia y la significación de lo político.
En Julien Freund, existe la conciencia del desastre y considera que en la política es necesario siempre asumir lo peor, actitud que nos permite precisamente impedir que eso se produzca, no solo como una actitud psicológica sino de prevención. Sobre el futuro decía Julien Freund que nos tenía preparada una gran tribulación: «l’avenir, c’est le massacre!», y había que prepararse ante las posibles dificultades o amenazas políticas no con espíritu derrotista o fatalista, sino afilando la inteligencia política para enfrentar el acontecer.
Julien Freund, tiene pocas ilusiones sobre las posibilidades de detener la caída de Europa, no cree que haya políticos clarividentes como Charles De Gaulle. Le preocupa el repliegue territorial, acelerado por la descolonización, el desequilibrio en la ratio de la población autóctona y la población inmigrante, el desplome de la natalidad europea entre los nacionales y los pueblos que a ella ingresan. La resistencia a la integración en la cultura europea de las poblaciones ajenas, y la crisis de la institución familiar como signos inequívocos de la decadencia, una declinación histórica pero que no es necesariamente irreversible.
«En política hay que anticipar no lo mejor, sino lo peor, para que eso peor no suceda», decía Freund. Este es el precepto político fundamental. En el libro «La aventura de lo político», un libro dialogado, Julien Freund evoca ante el padre Blanchet su encuentro con Günter Maschke en Speyer en 1986. En ella dice Freund «Sus palabras me chocaron y consolaron», su amigo Maschke le revela su conversión al realismo político luego de su jornada en la Cuba castrista (1968-1969), de donde es expulsado por su amistad con el solyenitzin cubano, el escritor homosexual Herberto Padilla.
El famoso caso Padilla, que aceleró la ruptura de muchos intelectuales con el régimen criminal castrista, Mario Vargas Llosa, entre otros, con ese régimen estalinista tropical, que encarceló a Padilla por supuestas «actividades contrarrevolucionarias». El ex miembro del grupo comunista Subversive Aktion le confiesa: «Luchábamos contra un enemigo, pero no sabíamos quién era. Lo veo claro cuando leo a Carl Schmitt». «Una experiencia como esa, nos transforma y le da gravedad a las palabras» dice Julien Freund.
La experiencia pasa a ser para el politólogo Julien Freund muy importante, «La experiencia, es una sabiduría que se adquiere con el tiempo y la acumulación reflexiva de conocimientos». La experiencia humana está hecha de momentos felices y desgraciados, por los que transita sin solución de continuidad el ser de accidentes que es el hombre, por tanto, no hay nada nuevo que invite a la desesperanza. Muy por el contrario, sostiene una esperanza apasionada: «La desesperanza arrastra al hombre», en cambio, «quien sabe esperar nunca estará desamparado».
La esperanza en Julien Freund, no viene solo de la experiencia en el tiempo sino de su creencia religiosa, Julien Freund era un creyente, él mismo lo confiesa: «Tengo conciencia de que soy un ser profundamente religioso». Al contrario de Julien Freund, no soy creyente y la palabra esperanza no ocupa un lugar en mi vida: «El que espera desespera», yo no espero nada. Hago cada día, lo que empecé el mismo momento en que elegí mi propia libertad, es decir, mi trayectoria global que concluirá el último día, y, por tanto, cada acto realizado con ese fin es parte de esa libertad como lo concebían los estoicos, como conciencia de la necesidad.
La experiencia per se, no es un conocimiento indeterminado o espontáneo, no es un puro saber. La experiencia necesita ser meditada, para ello es preciso tiempo y silencio: «Una concentración persistente en el tiempo, en la durée», según Julien Freund. Para la meditación es necesario el distanciamiento, «la fuerza del espíritu que vela para poner orden en las cosas y en las ideas y se aparta de los propios impulsos». No es fácil posicionarse para ir en contra de la corriente, hay que meditar objetivamente la esencia de las cosas, y no aceptar los a priori porque sí.
Julien Freund también toma distancia de esos otros engaños, lo sindical y la vida universitaria. Harto del ataque de sus colegas se jubila anticipadamente a los 58 años y se retira a Villé, en el corazón de los Vosgos. Dice Freund: «No podía perder más el tiempo con las chifladuras de los autodenominados progresistas y demócratas de mi universidad». También toma distancia de la Iglesia Católica, una Iglesia progre, ecumenista, izquierdista, la del Vaticano II, preocupada por «unirse al marxismo» y predicar la paz mundial y los derechos humanos.
Según Freund, hay dos maneras de entender la sociabilidad, como una condición natural, que es cómo la ve la tradición aristotélica, o como una condición adquirida, como un mal menor, un mal que es menor a la violencia del «todos contra todos», que es la situación del egoísmo esencial del ser humano, que es la postura del liberalismo clásico. De estas dos grandes tradiciones, la aristotélica y la liberal, una se caracteriza por entender que en el mismo «en-sí» de cada ser humano hay una tendencia a salir de sí mismo, un «desde-sí» hacia otro, una respectividad, y la otra más bien por la representación de que el yo se cierra en sí mismo, constituyéndose como una pulsión centrípeta que le lleva a ser, no otro para los demás, sino más bien un Homo homini lupus para sus semejantes.
¿Qué es la política, cuáles son sus medios y su fin? Estas son las preguntas que utiliza para responder en toda su obra escrita. Julien Freund, luego de muchos años de estudiar a políticos realistas como Aristóteles, a la sociología alemana de Max Weber y a Georg Simmel, Guglielmo Ferrero, Roberto Michels, Vilfredo Pareto y a Nicolás Maquiavelo, surge L’essence du politique, su obra más importante. En esta obra ya encontramos el desarrollo de las categorías centrales de su pensamiento, su ontología de lo político especialmente y su teoría de las esencias.
Lo político es una esencia configuradora de la naturaleza humana, con el mismo rango ontológico que lo económico, lo estético, lo ético, lo científico y lo religioso. La política pertenece al hacer, ya que se trata de una actividad histórica y cambiante. Mientras que lo político permanece, la política pasa. Lo político es lo inmutable, lo que no cambia, pero la política es lo mudable y cambiante. Es como estar ante Parménides y Heráclito. No se trata de que el hombre sea por naturaleza un animal social o político, sino que tiene que serlo, ya que no hay alternativa a la política.
En 1949 se graduará en filosofía y prepara su tesis doctoral titulada: La esencia de lo político, El primer director de tesis de Julien Freund había sido Jean Hippolyte, profesor en la Sorbona, quien había aceptado patrocinar la tesis doctoral, Jean Hippolyte, era un especialista en la obra de Hegel y de Karl Marx, era un hombre de izquierda que creía en la marcha inexorable de la Historia hacia el progreso y convencido de que al final del recorrido, la Humanidad se reconciliaría con sí misma ya que desaparecerían la enemistad y la guerra. En otras palabras, creía en la posibilidad de un mundo sin política. Pasando el tiempo Julien Freund le envía las primeras páginas. Pero ahí es cuando Julien Freund tiene un desencuentro con el historiador de la filosofía Jean Hippolyte, y en este desencuentro está esencialmente la cuestión del enemigo.
El desacuerdo de Jean Hippolyte es total y su reacción es terminante, no acepta una concepción polémica de la política y muchos menos la preponderancia que en ella se le atribuye al enemigo. Jean Hippolyte, le dijo al joven Julien Freund: «Yo soy socialista y pacifista. Yo no puedo dirigir en la Sorbona una tesis en la cual se declara ‘No hay política donde no haya un enemigo’». Cuando Freund le explicó que no podía cambiar el nervio central de su tesis, que era el fruto no solamente de su reflexión sino de sus propias vivencias, Jean Hippolyte le respondió: «Entonces le hace falta buscar otro director de tesis».
Jean Hippolyte, el estudioso de Hegel, socialista y pacifista, se excusa con el argumento de que, como hombre de la Ilustración y de la idea de progreso, no podía patrocinar una obra cuyo autor afirmaba que «no existe política mas que cuando hay un enemigo», y le recomienda buscar un nuevo director. Julien Freund decidió escribirle a Raymond Aron, que hacía poco había sido designado profesor en la Sorbona. Raymond Aron le contesta que su tesis le parece «muy importante» y que acepta dirigirla, será Raymond Aron quien se haga cargo de ella.
A las 14:00 horas del 26 de junio de 1965, ante una sala colmada en la Sorbona, el director de tesis abre formalmente la defensa doctoral con las siguientes palabras: «Yo quisiera saludar [al candidato]… que va a defender esta tesis que yo considero genial, pero quisiera igualmente subrayar el hecho de que es un miembro de la Resistencia. Que un miembro de la Resistencia haya podido hacer una tesis semejante, es extraordinario. Es por eso que les pido que se pongan de pie». El director en cuestión era Raymond Aron, el candidato era Julien Freund. La tesis se titulaba: La esencia de lo político.
Julien Freund defendió su tesis en la Sorbona ante un jurado compuesto por Paul Ricoeur, Jean Hippolyte, Raymond Polin, Pierre Pinza, Pierre Grappin, además de Raymond Aron. Ricoeur lo declaró brillante, pero la conversación entre Hippolyte y Julien Freund les retrata perfectamente a ambos, un Jean Hippolyte abatido dijo:
«Si usted realmente tiene razón señor Freund, y la categoría amigo-enemigo determina la política, no me queda más que cultivar mi jardín», a lo que Julien Freund respondió: «Señor Hippolyte, como todos los pacifistas, usted piensa que debe ser usted quien puede designar al enemigo. Sin embargo, es el enemigo quien se le designa a usted. Y si él quiere que usted sea su enemigo, lo será. De nada servirán sus bellas protestas de amistad. Ni siquiera le permitirá cultivar su jardín». Hippolyte dirá: «En consecuencia tan solo me quedaría el suicidio».
Jean Hippolyte representa el abandono de lo político, la falta de responsabilidades, de voluntad y la clásica fuga a cualquier lado muy propio de los intelectuales ante una realidad que los abruma, que no pueden entender, que creen erróneamente reñida con la ética o con la moral. Este tipo de irresponsabilidad política nos lleva a un Jacques Maritain, con su amariconada concepción de la política y lo político, quien creía que a largo plazo nuestro enemigo sería descubierto al poner la otra mejilla, sin necesidad de recurrir a la violencia política.
Julien Freund en el comienzo de su defensa de tesis, dice: «El trabajo que tengo el honor de someter a su aprobación nace de una decepción superada. Una decepción de la que no hago responsables a los demás, sino tan solo a mi propia capacidad de ilusión. Mi decepción se alimenta de mis experiencias de la resistencia, es decir, las del tiempo de la ocupación y la liberación, pero también de las vividas en la modesta actividad política y sindical en la que me he ocupado algunos años». También le dedica un texto a Carl Schmitt y Lev Chestov. Julien Freund ha leído a autores como Heráclito, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Bodino, Max Weber, Simmel, Pareto, Schmitt, Alain y «otros de menos importancia que me servían para abrir otros caminos: los monarcómacos, Naudé, Dahlmann, Michels, Treitschke, Ferrero».
Julien Freund insiste en la necesidad de distinguir entre la política y la moral. En primer lugar, porque para Freund la política responde a una necesidad de la sociedad, en tanto que la moral es, una necesidad privada del ser interior, tal vez siguiendo a lo que Aristóteles distinguía entre virtud moral y la cívica, el buen hombre y el buen ciudadano. Gustavo Bueno Martínez, con mejor criterio distingue entre ética y moral, que no son sinónimos sino distintas, y la política.
El hombre moralmente bueno, para Julien Freund, no es necesariamente competente políticamente y esto porque la política no se hace con buenas intenciones morales, sino teniendo en cuenta cuando se trata de una elección que puede ser políticamente errónea o desafortunada. Podemos agregar, como Cosme de Médici, que los reinos no se gobiernan con padrenuestros. La ley moral no es un equivalente a la prudencia política, es decir, a lo que Max Weber llamó, la «paradoja de las consecuencias», el camino al infierno está adoquinada de buenas intenciones. La política no es ética ni es moral, tiene su propia esencia, sus propias categorías.
La política tiene su propia esencia y cuyo fin es lo que muchos denominan, diría yo metafísicamente, el Bien Común, una denominación con olor a sacristía, a la que Thomas Hobbes llamó el «bien de la gente». ¿Y cuál sería ese bien de la gente? ¿Existe algo común a todas las personas? Si hacemos una encuesta entre cien sujetos sus opiniones serán totalmente distintas. Metafísica aparte, Eutaxia es lo que correctamente llamó Gustavo Bueno Martínez, el buen gobierno, el buen orden del Estado, la que permanece en el tiempo.
Julien Freund dirá en 1987: «No hay una moral política, en la política hay poco de lo político, pero no hay una política moral». El buen gobierno, su eutaxia es fundamental, como dijo Julien Freund, en 1967 en ¿Qué es la política?: «Una comunidad política que ya no es un país para sus miembros, acaba cayendo tarde o temprano bajo el control de otra unidad política». Freund con esto está reivindicando a Nicolás Maquiavelo quien cargaba con, y aun en nuestros días, la imagen de un ser inmoral y repugnante. Si Maquiavelo hubiera sido maquiavélico, y no maquiaveliano, él no hubiese escrito El Príncipe, sino un anti-Príncipe.
Dice Freund: «Ser maquiaveliano […] no es inmoral, siempre que sea tratando de determinar la mayor perspicacia posible en la naturaleza de la relación entre la moral y la política». Freund le toma prestado a Maquiavelo el método sociológico que no solo se ocupa de la historia de los hechos, sino también el de las ideas, también insiste en lo importante de la voluntad política y el conflicto como elemento esencial de la libertad. Finalmente, Freund puede decir que la política: «Es la actividad social que tiene como objetivo garantizar la fuerza, por lo general basada en la ley, la seguridad exterior y la armonía interna de una unidad política particular, garantizando el orden en medio de las luchas que nacen de la diversidad y la divergencia de opiniones e intereses».
Julien Freund sostiene que el hombre es por naturaleza un ser político y social. El Estado político no se deriva de un estado anterior, al contrario de lo que piensan los teóricos del contrato social, ya que nunca hubo un «estado de naturaleza» pre-político o pre-social, la política no es el resultado de un acuerdo. La política siempre está cambiando, pero lo político sigue siendo lo mismo. Julien Freund dice: «Hay revoluciones políticas, pero no hay revolución en lo político».
En la filosofía política de Julien Freund cumple un papel esencial la noción del enemigo: «Imaginar un mundo político sin enemigo y sin guerra, es lo mismo que representarse una moral sin la presencia del mal, una estética desprovista de todo concepto de fealdad o, incluso, rechazar el valor epistemológico del error». En La esencia de lo político está plasmada por todos lados estas afirmaciones que van a llevar a muchos al escándalo, es igual que hablar de la Guerra para que muchos te retiren la palabra.
En un mundo libre de enemigos y saturado de un humanitarismo pacifista donde se proclama la conveniencia de abolir la hostilidad en todas sus formas y dar la bienvenida al enemigo, ¿vaya a saber por qué? en donde no solo se proscribe al enemigo, sino que se rechaza admitir siquiera la posibilidad de que exista. Esta ausencia de enemigos a dado como resultado la actual Europa y gran parte del mundo en una verdadera porquería, en medio de la tragedia y una profunda crisis de identidad, en donde la idea de patria no existe como resultado de ignorar la del enemigo.
Según Julien Freund, no importa cuál sea nuestra ideología política, que es fruto de nuestra propia decisión, pero si queremos pensar o actuar políticamente, hay que ser conscientes de un aspecto fundamental y es de que la realidad política tiene su propia «esencia», que es independiente de nuestra propia decisión. No importa si estamos cerca de la izquierda, o de la derecha, de la democracia o de la monarquía, del Imperio soviético o chino, por tanto, previo a desplegar nuestros ideales políticos debemos conocer la esencia de lo político.
Por tanto, el deber del verdadero politólogo, es ser fiel a la «estricta fenomenología», es decir, a describir el fenómeno que se presenta delante y «quitar el velo sobre la esencia de lo político». Como toda actividad, la política tiene sus presupuestos, es decir, condiciones constituyentes que hacen que esto sea lo que es, y no otra cosa. Lo político tiene tres presupuestos, que Julien Freund cree susceptibles de una articulación muy distinta según las circunstancias históricas. La fortuna, la virtù del político o el genio de un pueblo:
La dialéctica mando-obediencia (commandement-obéissance), la dialéctica público-privado (privé-public) y la dialéctica amigo-enemigo (ami-ennemi). También tiene lo político un medio propio, que no es el derecho, sino la fuerza (force), y una finalidad específica, el bien común (bien commun), determinado por la seguridad exterior y la concordia interior. Es decir, Freund identifica tres: la relación mando y obediencia, la relación entre lo público y lo privado, y la relación de amigo y enemigo.
El primer presupuesto que es la relación de mando y obediencia, Julien Freund la explica de la siguiente manera: «Si hiciera falta tener razón o alcanzar la unanimidad de opiniones antes de actuar, no solamente se deterioraría el orden, sino que lo político jamás alcanzaría algunas de sus metas. En estas condiciones, no hay otra solución que esta: hace falta que la decisión del mando pase por razón, es decir que conduzca a los gobernados a considerar sus decisiones como necesarias, lo que se llama tener autoridad».
Aunque resulte desagradable, pero la realidad dice que no podemos satisfacer las «necesidades, aspiraciones, ambiciones, proyectos e iniciativas» de todos, sino que tenemos «la necesidad de regular por prioridad los problemas más urgentes antes que los otros, lo cual implica subordinación de los intereses y por lo tanto jerarquía». En otras palabras, «la coordinación es obra de una voluntad que decide la regla coordinadora […]. Se lo quiera o no, incluso en democracia, el ciudadano soporta la voluntad del mando».
El presupuesto del mando y la obediencia se mantiene a pesar de que se pueden constatar que existieron, existen y existirán verdaderas revueltas políticas. Pero como dice Julien Freund, «la revuelta propiamente política» es siempre provisoria, ya que debe acabar «con la desaparición de lo que ella considera como abusos, injusticias, anacronismos y privilegios, contrariamente a la revuelta nihilista que se afirma como protesta permanente». Por tanto, no puede haber excusa para que «no exista desobediencia alguna que pueda liberarnos definitivamente de lo político».
El segundo presupuesto de la esencia de lo político es la «relación de lo privado y de lo público», lo que nos permite identificar el contenido de lo político. De este modo Julien Freund se aleja de la concepción inclusiva de lo político de Carl Schmitt, para quien cualquier ámbito podía politizarse. Según Julien Freund, la «relación social propiamente política es aquella de lo público y, desde este punto de vista, las otras relaciones sociales son llamadas privadas».
Para Freund, la cuestión Pública es «la actividad social que tiene como meta proteger a los miembros de una colectividad independiente en tanto que ellos forman esta colectividad y que tienen, como tales, un bien común a salvaguardar que es la razón de ser de esta colectividad». Privada, en cambio, es la relación social «que concierne al individuo y las relaciones inter-individuales». Es la autonomía personal la que decide si vamos a adherir a cierto grupo. Julien Freund es totalmente consciente de que no debemos identificar «privado» e «individual»: «Lo que designa el término, no es […] la relación estricta del individuo con sí mismo, sino el conjunto de relaciones en el seno de las cuales él no es sino un individuo entre otros».
Con esta distinción, Freund, nos aleja de una concepción fascista, totalitaria de la política presente en Carl Schmitt. La distinción público-privado no solamente cumple tareas descriptivas, sino también un papel normativo: «Lo político es solamente dueño de todo lo que es público. Asimismo, sin el presupuesto de la distinción de lo privado y de lo público y la limitación que constituye lo privado, el hombre sería el prisionero eterno de lo político». Julien Freund para ilustrar este punto recurre al ejemplo del jacobinismo: «La política jacobina, tendencia que en el fondo es inmanente al pensamiento político francés, busca integrar al individuo y todas las instituciones en el Estado, es decir, identificar toda la sociedad y el Estado. Desde este punto de vista, Hitler ha sido el jacobino de Alemania».
Por tanto, gracias a lo privado es que evitamos «una politización integral de toda la sociedad». Julien Freund, está lejos de creer que lo público es siempre preferible a lo privado. Por el contrario, Freund sostiene que, por ejemplo, los «grupos de presión» pertenecen a la esfera de lo privado, pero no por eso deben prevalecer sobre lo público. Este segundo presupuesto, es según mi entender, lo que ha llevado a muchos neo nazis o neo fascistas a no mencionar a Julien Freund y sí, a Carl Schmitt.
El tercer presupuesto de la esencia de lo político consiste en la distinción amigo-enemigo, distinción que Julien Freund le atribuye a Carl Schmitt y la compara con el cogito de Descartes y el a priori de Kant. Al igual que Schmitt, Freund cree que la teoría política no solamente trata sobre la política o la enemistad, sino que ella misma es política. Julien Freund no se propone recomendar o justificar la enemistad, sino «comprender por qué y cómo lo político no puede prescindir del enemigo».
El episodio que hemos narrado en este artículo, que tuvo lugar durante su defensa de la tesis doctoral ilustra claramente este punto de Julien Freund. Si bien Jean Hippolyte se había negado, a dirigir su tesis, luego aceptó ser jurado de la tesis junto a Paul Ricoeur, Raymond Polin y el germanista Pierre Grappin, Julien Freund lejos de inquietarse por ello se reafirma en su doctrina: el enemigo ha de estar presente. Durante la defensa, Jean Hippolyte volvió otra vez a la carga: «Queda la categoría de amigo-enemigo, definiendo la política. Si usted tuviera verdaderamente razón, no me queda otra que cultivar mi jardín».
Julien Freund asocia, la distinción amigo-enemigo con el particularismo político. Lo político «particulariza» no solamente porque divide, sino que además no tiene sentido hablar de una comunidad política universal, absolutamente omni-inclusiva. Toda comunidad política incluye por exclusión, y no importa si se trata de ideas o de personas. La exclusión puede ser moderada, como sucede con el principio de ciudadanía, de tal forma que quienes son ciudadanos de un Estado (o de varios) quedan excluidos de los demás e incluidos en otros Estados.
Pero la exclusión puede llegar a ser extrema, lo cual ocurre durante el ejercicio de la violencia política. Freund decía cuando hablaba de «la mayor parte de los análisis contemporáneos», que «no tienen otra meta que justificar o disculpar las filosofías que las justifican: ellas condenan entonces una especie de violencia, la de su enemigo ideológico, y consideran ‘saludable’ otra, la que se ejerce en nombre de su propia ideología». «Cuando el marxismo usa como pretexto la existencia de la violencia en los regímenes liberales para excusar la suya, hace trampa. Lo queramos o no, el liberalismo es una de las raras doctrinas que ha intentado limitar la violencia».
La revolución, al igual que el Estado, cuenta con sus propios idólatras, sin embargo, a pesar de que «se presenta como la liberación del hombre y la libertad del espíritu», la revolución, dice Julien Freund, «muy rápidamente […] se da un estilo semi-reaccionario y dogmático por la desconfianza que ella manifiesta respecto a la crítica, el juicio libre y la opinión adversa. Ella se funda sobre la razón educadora del género humano, enemiga de los prejuicios, del fanatismo, pero al mismo tiempo ella hace apelación durante el curso de su desarrollo a las fuerzas más oscuras y más irracionales del hombre, sin retroceder ante el crimen y las atrocidades».
Así como Julien Freund dice que antes de pretender cambiar la realidad, primero debemos conocerla, esto también va para esos intelectuales que caen en el idealismo al pretender interpretar una sociedad al cual no conocen, ese camino nos lleva al utopismo mas absurdo. Es ilustradora al respecto un pasaje de Maquiavelo en una carta a Guicciardini, que a Julien Freund le gustaba citar: «Este sería el verdadero modo de ir al Paraíso: aprender la vía al Infierno para huir de ella».
Julien Freund había leído a Maquiavelo antes de la guerra, pero después de su propia experiencia, llega a comprender su grandeza. Es entonces cuando se acerca a su pensamiento sin otras ideas a priori que las de Maquiavelo y descubre que «tiene siempre razón retrospectivamente». La política es «una actividad de certezas mínimas» que decepciona siempre a quien tiene aspiraciones máximas. La lectura de Maquiavelo lo conmueve y dice: «me entusiasma, me arrebata. Pensaba: He ahí un hombre que tiene el valor de decir qué pasa en la política. La política como es en realidad y no como algunos se la imaginan».
El «universo» político es más bien un «pluriverso» político en el cual unas unidades políticas luchan contra otras en un bellum omnium contra omnes, una guerra de todos contra todos, porque todo Estado implica oposición a otros Estados, una frontera, una capa cortical que lo separa y delimita con respecto a las restantes unidades políticas. «Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unidades políticas».
De ahí que, mientras haya sobre la Tierra un Estado, habrá también otros, y no puede haber un «Estado mundial» que abarque toda la Tierra y a toda la humanidad. El mundo político es un pluriverso, no un universo. Está en el principio y fundamento del Estado la decisión. El soberano es el que decide, lo político se define como una decisión constitutiva y polémica. La humanidad no existe políticamente hablando, sólo existen las diversas unidades políticas en perpetuo conflicto y enemistad o amistad a nivel de política internacional entendida ésta como política de poder. Las sociedades políticas viven en una biocenosis, decía Gustavo Bueno Martínez.
La humanidad, decía Gustavo Bueno Martínez, como tal no puede hacer una guerra. Carece de enemigo, al igual que la humanidad no puede ser solidaria consigo misma, salvo si los extraterrestres existieran y hubiera que hacerles frente. Julien Freund, en su libro «La esencia de lo político», su análisis parte de los presupuestos de lo político. «Se puede definir lo presupuesto de la siguiente manera: es la condición propia, constitutiva y universal de una esencia». Como lo político es una esencia, esto significa que «lo político permanece en todos los aspectos idéntico a sí mismo».
El hombre, mientras piense y viva políticamente, debe tener en cuenta al enemigo y su existencia real y efectiva. «Una cosa es cierta: el ser humano que, en las condiciones históricas que conocemos desde siempre, piensa políticamente, no puede comportarse como si el enemigo no existiera; en la medida en que las teorías humanitarias son también teorías políticas, siempre tienen un enemigo (de clase u otro) que se proponen vencer antes de instaurar el nuevo orden prometido, ya que lo presentan inevitablemente como el obstáculo principal para el advenimiento del nuevo estado que preconizan», La esencia de lo político, pág. 557.
«Por consiguiente, el enemigo político no es forzosamente un ser éticamente malo, como tampoco se le puede confundir con el competidor económico.», «En la finalidad de lo político, la amistad parece, pues, tener la prioridad; de manera que la noción de enemistad recibe su pleno significado porque constituye el obstáculo para la realidad deseada del fin de lo político» (pág. 564).
La amistad, según Aristóteles es una virtud política. Es bueno que haya concordia en la sociedad política para que la eutaxia política tenga lugar. «Entendida de esta manera, la amistad es el cemento de la unidad política de una colectividad considerada desde el interior, es decir, desde el punto de vista del comercio recíproco entre los miembros», dice Freund. Otra forma de amistad es la paz. Esta palabra es muy importante para el pensamiento progresista actual, que en su fase superior se convierte en pensamiento Alicia (en el país de las maravillas), según Bueno Martínez.
Sin embargo, la paz es algo trivial, ya lo decían los antiguos: el intervalo o tregua entre dos guerras. «Como concepto político, la paz no designa un estado definitivo de la humanidad, sino que consiste en el intervalo más o menos largo que separa los combates con empleo de medios violentos», Julien Freund. Otra forma de amistad es la alianza entre unidades políticas. Esta es la base de las relaciones internacionales, puesto que «las relaciones internacionales se basan más en intercambios amistosos o pseudo-amistosos que en bases propiamente jurídicas», Freund.
No hay derecho internacional considerado como derecho efectivo. No hay un sistema jurídico internacional. Los Estados se hallan en estado de naturaleza. Y por esta misma razón precisamente, no hay alianzas perpetuas ni paz perpetua, lo único permanente son los intereses de los Estados.
La amistad política entre unidades políticas, autónomas, es inseparable de la enemistad política, de la enemistad actual o virtual. Debe existir siempre un enemigo político, la enemistad es inherente a lo político, si no hubiera enemistad, la política se desvanecería. Además, lo político es siempre particularista. Por eso las teorías e instituciones con vocación universalista están en contra de la política o de lo político (como la Iglesia católica). «Así que, en la medida en que el clero y los intelectuales pretenden ser servidores de lo universal, no pueden sino ser hostiles a la política o bien manifestar hacia ella irritación o desdén», Freund, pág. 602.
Si el enemigo nos odia, nos elige, entonces por lo mismo ya hay enemistad, dice Julien Freund: «Nadie es lo bastante crédulo para imaginar que un país no tendrá enemigos porque no quiera tenerlos. Esto no depende de él. Tampoco es ocioso indicar que lo que ocurre con la negación del enemigo es lo mismo que ocurre con la negación de la política (como el candidato a un puesto político, que declara que no se ocupará nunca de política): a menudo es una excelente astucia y hasta un arma eficaz en la lucha política. ¿Qué puede hacer un país con pretensión pacifista, que se convierte a pesar suyo en el enemigo de otra unidad política, sino tomar las medidas indispensables para proteger su seguridad, concertar alianzas y armarse, o bien arreglarse para capitular en las mejores condiciones?» págs. 608-609, La esencia de lo político.
Si el soberano Vladimir Putin, considera a los Estados Unidos y a la OTAN, como una amenaza para su seguridad (o para decirlo políticamente), para su eutaxia, es legítimo y es propio de la esencia de lo político, y por eso invade Ucrania. Barack Obama, fue incapaz de entender esto, eso no encaja dentro de sus coordenadas progres. Recuerdo las declaraciones del ministro de relaciones exteriores de Argentina en los 80, del entonces izquierdista presidente Raúl Alfonsín, Dante Caputo (ex guerrillero), que, para sorpresa y alabanza de la plebe, como siempre ignorante de lo político y de muchas cosas más, declaró que la Argentina basaba su política exterior, en la aceptación de la no hipótesis de conflicto.
Es decir, estaba firmando el certificado de defunción de la unidad política llamada Argentina. La enemistad política está ligada esencialmente a la existencia de Estados. Los que la niegan confirman la dicho por Julien Freund. «Así como el pacifista descubre inmediatamente el enemigo en el que no admite su concepto de la paz, también las ideologías de la sociedad sin enemigo (por ejemplo, el marxismo) maldicen la guerra, pero preconizan la revolución y exigen que los hombres se maten entre sí para, de este modo, situar a la guerra fuera de la ley».
No se trata aquí de un enemigo personal, subjetivo, psicológico, individual. Se trata del enemigo concreto y existencial, de alguien que, con su existencia, pone en peligro mi existencia política, la del Estado del que se trate. Que ya está distinguido por Platón en la «República» V, XVI, 470. O en la distinción existente en latín entre inimicus y hostis, entre enemigo privado y enemigo público. El verdadero enemigo es el enemigo público, el hostis, no el inimicus. Gustavo Bueno, hizo la distinción entre sociedades naturales o prepolíticas y sociedades políticas.
En las sociedades naturales se produce la convergencia social. Ahí la enemistad no deja de ser algo personal, individual y está gobernada mediante un férreo control social. En las sociedades políticas aparecen el enemigo político, y aparece entonces la dialéctica amigo-enemigo en torno a la eutaxia política. Es un error considerar al enemigo, exclusivamente desde un punto de vista. «Primeramente, hay que evitar una equivocación, la de ver al enemigo tan sólo bajo su aspecto militar», Freund. Antes que ser un concepto jurídico y militar, «el enemigo pertenece a la esencia misma de lo político».
La ideología del Estado de derecho pretende elevar la existencia social y política a existencia jurídica reductible a categorías jurídicas. En una sociedad política así no hay enemigos ni amigos, sino culpables y jueces. «Una sociedad sin enemigo, que quisiera hacer reinar la paz por la justicia, es decir, por el derecho y la moral, se transformaría en un reino de jueces y culpables». La esencia de lo político, pág. 637. Este es el clásico error de los abogados metidos en política desde su razonamiento leguleyo, que pretenden judicializar lo político, o los jueces actuales en Estados Unidos con la política de Donald Trump.
Toda sociedad política debe eliminar la enemistad interna y preocuparse de los enemigos externos, muy común en los Estados modernos. «La unidad política de una colectividad tiene, en efecto, como base la supresión de los enemigos interiores y la oposición atenta hacia los enemigos exteriores». El enemigo interno es tan peligroso para la sociedad política como el externo. «El enemigo interno puede amenazar la existencia política de una colectividad del mismo modo que el enemigo exterior» (pág. 643). La relación dialéctica propia de la pareja amigo-enemigo es la lucha, por eso la guerra es inevitable.
Se puede evitar una guerra, dijo Donoso Cortés, pero no la Guerra. Obama creía que terminada la Guerra Fría ideológica (pero no para Cuba, Corea del Norte, Venezuela y los bolivarianos), ya no habría Guerra. La política es relaciones de poder, de fuerza. «La política es inevitablemente una lucha, por el hecho de que los hombres buscan constantemente modificar la relación de fuerzas, a veces por decisión discrecional de un gobierno, más a menudo bajo la presión de las necesidades, teniendo en cuenta la evolución de las civilizaciones, los progresos técnicos, militares o económicos», La esencia de lo político, pág. 691.
De ahí la crítica de Julien Freund a los marxistas y a otros revolucionarios que mezclaban lucha de clases, revolución y pacifismo. Tales sujetos incurrían en una flagrante contradicción. «No se puede ser revolucionario y al mismo tiempo hostil a la lucha, a la guerra. No hay un socialismo, un anarquismo, un capitalismo que puedan vanagloriarse de haber dominado definitivamente los conflictos» (pág. 692). Los marxistas se jactaban de ser pacifistas, pero preconizaban la guerra. El marxismo fue una filosofía de la violencia. Una filosofía de la guerra civil entre clases y del pacifismo internacional siempre, claro está, que beneficiara al Partido Comunista.
No hay paz perpetua, porque «Quiérase o no, el reinado de la paz es una preparación para la guerra» (pág. 693). «Si vis pacem, para bellum», decía Vegecio, si quieres la paz prepárate para la guerra, para mantener la paz hay que ser fuerte. «La impotencia nunca inspira confianza: es inseguridad» (pág. 693).
Las guerras se hacen para conseguir la paz, toda paz es la paz producida por una victoria. La guerra «aspira, es cierto, a la victoria, pero también a la seguridad y la paz: toda guerra prepara la paz y tiende necesariamente a ella». La esencia de lo político, pág. 699. La paz y la guerra son las dos caras de la política y de la lucha, inherente a lo político. Mientras exista lo político, habrá guerras y paces. Las guerras continuarán matando o causando bajas propias y enemigas y la paz seguirá siendo una pausa más o menos prolongada, o inestable entre dos guerras y una lucha no violenta entre amigos y enemigos.
Clausewitz concibe a la guerra como la «última ratio» de la agrupación entre amigos y enemigos. La política sería el cerebro de la guerra, la guerra no posee sustantividad propia ni ninguna lógica propia o autónoma. Su lógica es política y le viene dictada por la distinción entre el amigo y el enemigo. Si un pueblo o una nación política no quieren la guerra, por temor a su existencia política, será otra Nación la que lo proteja contra el enemigo, estableciendo así un protectorado político sobre él.
Así que no se puede destruir la política, esto es, la distinción entre el amigo y el enemigo. Si arrojas las armas, otros las recogerán y no por ello la enemistad desaparece. Es un error del progresismo creer que los enemigos los elijo únicamente yo y que, siendo buenos, pacíficos, no queriendo la enemistad, pidiéndole perdón a todo el mundo, eo ipso no voy a tener enemigos. «El error está en creer que yo no tengo enemigos si no quiero tenerlos. En realidad, es el enemigo el que me elige, y si él quiere que yo sea su enemigo, yo lo soy a pesar de mis propuestas de conciliación y de mis demostraciones de benevolencia. En este caso, no me queda más que aceptar batirme o someterme a la voluntad del enemigo».
La paz es algo excepcional en la sociedad política y en la historia, investiguen con algo de seriedad lo que digo. La conflictividad en cambio es algo consustancial a la sociedad política. De ello resulta que la paz es un factor militar más, y por lo mismo la paz no es realmente la antinomia de la guerra. La guerra prosigue durante la paz, como por ejemplo «La Guerra Fría». La política, dicen, es la continuación de la guerra al igual que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
Para Gustavo Bueno Martínez, la Guerra, no es una continuación, sino que directamente es política. La enemistad pervive en la paz y se mantiene latente cuando cesan las hostilidades. El marxismo, fue una filosofía de la guerra, de la violencia, del conflicto social interno a las sociedades políticas, de manera permanente. Y aunque decían que su meta ideal era la paz del Fin de la Historia. Sin embargo, reconocieron y ejercitaron la distinción entre amigo y enemigo. La antítesis entre burguesía y proletariado. La sociedad necesita de lo político para existir. «Por sí misma, la sociedad no tiene unidad: está unificada porque es política», La esencia de lo político, pág. 38.
¿Se podía esperar algo de Obama? políticamente hablando no esperaba nada, menos de alguien que sostenía tesis anarquistas como esa huevada de un «mundo sin fronteras». Y que pasó gran parte de su mandato recorriendo foros internacionales bajándose los pantalones, para que al final de la misma, el zar Vladimir Putin, le de unas muestras de lo que es el realismo político y nos declare su enemigo.
Propio de alguien que cree como un autista o un solipsista, que sus deseos se pueden plasmar en la realidad, como si él sólo existiera. El hombre no vive solo, y el mundo político realmente existente, está repartido en Estados. Estados que viven dentro de la lógica dialéctica entre Estados y que por lo mismo para mantener su eutaxia deben hacer una distinción entre amigos y enemigos (políticos), y como no estamos solos en el mundo, si uno no elige otro te elige. Leer a Julien Freund es necesario para entender la política y lo político.
Ricardo Veisaga.
13 de mayo de 2025.