Jules Steverlynck
Realidad y no utopía
Ricardo Veisaga
Jules Steverlynck y su esposa
Fue el alemán Friedrich Engels quien acuñó el término de «socialismo utópico» en su obra «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880, sección de una obra anterior, el «Anti-Dühring» de 1878) para referirse a los primeros socialistas, por oposición al «socialismo científico» creado por él y por Karl Marx.
De esta manera quería dejar en claro que las propuestas de aquellos eran enunciados puramente idealistas, imposibles de realizar, es decir, utópicas, ya que no se basaban en el análisis «científico» de la sociedad capitalista y no tenían en cuenta la lucha de clases. Tanto Marx como Engels rechazaban la pérdida de tiempo fantaseando con la creación de falansterios o ciudades imaginarias.
Estas fantasías se intentaron materializar en las comunas o comunidades llamadas falansterios, que tendrían lugar durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, y se trataba de intentos de crear comunidades basadas en la propiedad colectiva, en la colaboración y la organización del trabajo, y en la vida social.
Se inspiraban en el socialismo naciente y también en el anarquismo. Tomaban como referencia obras escritas donde se determinaba los principios de la organización de los falansterios. A veces el fundador de un falansterio era el propio autor del libro de referencia. Los Estados Unidos fue la tierra prometida por la facilidad otorgada para adquirir tierras, la tolerancia y los antecedentes de diferentes grupos religiosos como los cuáqueros, los menonitas, etc., que habían creado comunidades autónomas.
La palabra «utopía» fue acuñada en 1516 por Tomás Moro para designar el nombre de una isla desconocida y lejana, en la cual se realizaría la mejor de las repúblicas. En esta isla no habría lugar para la propiedad privada, algo fundamental en las nuevas comunidades utópicas.
Los principales utopistas fueron Henri de Saint-Simón, Charles Fourier, Robert Owen y Étienne Cabet. Lenin, sostenía que los utopistas «no sabían explicar la esencia de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar aquella fuerza social capaz de convertirse en la creadora de la nueva sociedad».
Los socialistas utópicos rechazaban la lucha de clases y creían que las personas de todas las clases podían adoptar voluntariamente su plan social, si se presentaba de manera convincente sin necesidad de una revolución social. El socialismo utópico parte de una perspectiva de progreso y confianza en el hombre y en la tecnología.
Los socialistas posteriores y los críticos del socialismo utópico, consideraron que ese socialismo no se basaba en las condiciones materiales reales de la sociedad existente y, en otros casos, lo consideraban como algo reaccionario. Las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron o se fueron integrando al movimiento socialista hegemonizado desde la «Asociación Internacional de Trabajadores» (1864-1876) por las ideas de Marx y Bakunin.
Las huellas del socialismo utópico quedaron en mayor o menor medida, en el cooperativismo, la socialdemocracia, el capitalismo de Estado, el movimiento hippie, las ecoaldeas, el socialismo cristiano, el ecologismo, el feminismo. Charles Fourier desde 1820 propuso la creación de establecimientos agrario-industriales para unas 1600 personas, que vivirían en edificios diseñados para tal fin.
Demás esta decir, que todos los falansterios que se desarrollaron terminaron en un total fracaso, tanto por problemas internos y por circunstancias externas, y una errónea concepción filosófica del hombre. El movimiento hippie que nació en 1966 en San Francisco, Estados Unidos, fue el último resurgimiento del socialismo utópico. Para el hippie, se trata de huir de la sociedad capitalista para construir una sociedad distinta libertaria y comunitaria basada en la igualdad, la fraternidad y la libertad.
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En el siglo XX, el empresario belga Jules Steverlynck, creó la «Algodonera Flandria» y puso en práctica la Doctrina Social de la Iglesia, inspirado en la Encíclica «Rerum Novarum». No fue otra utopía sino una realidad concreta. Atentaron contra su continuidad y permanencia en el tiempo, la aparición de partidos intervencionistas, populistas y la desastrosa política económica llevada a cabo por distintos gobiernos, sin excepción alguna.
Jules Steverlynck
Jules Steverlynck, nació en Cortrique, Bélgica, el 4 de octubre de 1895, y falleció en Villa Flandria, Luján, Argentina, el 28 de noviembre de 1975. En Argentina, Jules, fue conocido como Julio, este empresario de origen belga fundó en 1926 la empresa textil Algodonera Flandria.
La firma «Etablissements Steverlynck» había sido fundada en Bélgica en 1880 por Adolf Steverlynck, padre de Jules. Se trataba de una empresa familiar, en la que en los años veinte la dirección estaba en manos de la tercera generación, constituida por cuatro hermanos, Jules, Charles, Adolphe y Boudoin Steverlynck, que lo habían heredado a la muerte de su padre, en 1912.
A principios de la década de 1920, la empresa exportaba telas hacia la Argentina desde sus fábricas en Bélgica. En 1923 el entonces gobierno argentino decidió dar inicio a la llamada industrialización sustitutiva, con altos aranceles para los tejidos importados. Según la legislación aduanera de 1923, se establecía el incremento de los aranceles para los tejidos importados, pero al mismo tiempo, ofrecía amplias facilidades para la importación de maquinarias.
Mas allá de la legislación proteccionista, la economía argentina había experimentado un fuerte crecimiento en la década de 1920, una vez superado los efectos de la crisis de la Primera Guerra Mundial. Dentro de este contexto, la instalación de la planta Algodonera Flandria, es parte de un proceso de radicación de empresas extranjeras en el sector manufacturero, atraídas por las condiciones que ofrecía entonces el mercado argentino.
Ante este panorama, la empresa belga decide abrir una filial en el país. La familia Steverlynck eligió a uno de los suyos, Jules, para que se ocupara de la filial argentina. En el año 1924 Julio Steverlynck junto con su socio argentino Braceras y Cía., fundan en Valentín Alsina, localidad de la provincia de Buenos Aires, la empresa «Algodonera Sudamericana Flandria S.A.» Hasta entonces la empresa exportaba hilos y tejidos al mercado argentino a través de un representante, el mencionado Braceras y Cía.
Los propietarios de Braceras y Cía., eran de origen catalán, y se dedicaban a la exportación y fabricación de tejidos con sucursales en Montevideo, París, Manchester y Barcelona. Al establecer la firma en Argentina, los Steverlynck con los Braceras, estos últimos participaban con un tercio del capital. A mediados de la década de 1930 los Braceras se retiraron de la sociedad, quedando en manos de los Steverlynck la totalidad de la empresa.
El capital de la empresa pertenecía mayoritariamente al grupo empresarial belga, los «Etablissements Steverlynck» propietario de varias textiles en la zona de Courtrai, dedicadas a la producción de hilados y tejidos. La empresa tenía representación en Egipto, Estados Unidos, Cuba y la Argentina. En Bélgica las exportaciones estaban a cargo del «Comtpoir Steverlynck», firma perteneciente al grupo.
La Sociedad Anónima Algodonera Sudamericana Flandria fue constituida con la finalidad de fabricar hilados y tejidos en general, y llevar a cabo operaciones de comercialización (consignaciones y compra-venta). En 1928 Julio Steverlynck decide trasladar la fábrica al pequeño pueblo rural de José María Jáuregui.
Luego de establecerse inicialmente en un área urbana, Valentín Alsina, al sur de la ciudad de Buenos Aires, en una zona industrial. Por decisión de sus dueños se reubicó en un medio rural. La planta en Valentín Alsina había sido alquilada a la familia Giardino cuyos propietarios era de origen italiano, en ese lugar funcionó por 4 años.
En 1927 comenzaron con la construcción de la nueva planta en tierras cercanas a la estación Jauregui del Ferrocarril Oeste, muy cerca de la ciudad de Luján y a unos setenta kilómetros al oeste de Buenos Aires. En Jáuregui funcionaba un molino harinero desde la mitad del siglo XIX hasta principios del siglo XX, luego una empresa textil Strasser y Keggi, dedicada a la hilandería de lana. Steverlynck había comprado el molino ubicado a orillas del rio Luján.
Algodonera Flandria compró 28 hectáreas y una parte se dedicó a la construcción de la fábrica y el resto a viviendas para los trabajadores. La decisión de mudar la planta de Valentín Alsina a Jauregui, fue de Jules Steverlynck, debido a su experiencia previa en Bélgica, luego de ver el resultado desastroso como consecuencia del desarrollo industrial y que empeoraban las relaciones obreros-empresarios.
Hasta fines del siglo XIX la empresa de los Steverlynck en Bélgica, había priorizado el trabajo a domicilio, el padre de Jules, recorría en un coche a caballo las casas de los obreros, en la que funcionaban los telares, para supervisar su trabajo. En el momento de radicarse en la Argentina, la empresa contaba con cinco fábricas en Bélgica, pero no estaban ubicadas en zonas urbanas sino establecidas en la zona de Vichte, una zona retiraba que contaba con menos habitantes que Jáuregui.
La empresa se expandió rápidamente, en 1938 se añade una tintorería y en 1939 una hilandería de algodón. En 1941, Steverlynck funda Lineras Bonaerenses SA, una empresa dedicada a los tejidos de lino y en 1947 funda «Fabril Lineras SA», una hilandería textil que fabricaba tejidos de fibra mezcladas con fibra sintética. La Algodonera Flandria realizaba todos los procesos inherentes a este tipo de industria, y sus empresas lineras fueron pioneras en la explotación industrial de este producto.
Don Julio había planeado este proyecto con ideas que venían de su familia, que se dedicaba al lino en Bélgica. Varias cosechas debieron pasar hasta que en 1941 Linera Fabril comenzara a producir industrialmente el lino. Era una producción integral única en el país, es decir, el proceso comenzaba con la plantación del lino y culminaba con el producto terminado. Esto llevó a don Julio a construir canales de riego, puentes, una represa y una cantidad de obras en el lugar.
Se puede decir, que el modelo que funcionaba en Bélgica fue trasladado a una zona rural de Argentina. La existencia del viejo molino sobre el rio Luján fue importante para edificar la planta, ya que se podía aprovechar la fuerza hidráulica y el agua necesaria para los procesos de la elaboración de las telas y la humedad necesaria para el procesamiento del algodón.
La formación de los pueblos y el reclutamiento del personal
Uno de los mayores problemas que tuvieron fue la mano de obra, era difícil contar con trabajadores estables y especializados. En ese entonces los obreros combinaban su trabajo en la industria con trabajos rurales, o con las cosechas periódicas en localidades vecinas. Uno de los objetivos de Steverlynck fue que en las inmediaciones de la fábrica se fuera radicando una población estable, de la capacitación laboral se haría cargo la empresa.
Para promover la radicación de los obreros en Jáuregui la empresa ofrecía facilidades para la obtención de la vivienda. En una primera etapa se construyeron casas para los trabajadores en los terrenos adyacentes de la planta, que eran propiedad de la empresa, y que sirvieron para albergar a los primeros obreros que se trasladaron desde Valentín Alsina.
Esto fue una medida transitoria tendiente a cubrir las necesidades básicas de la fábrica en Jáuregui. Lo que buscaba Julio Steverlynck era que los obreros tuvieran la posibilidad de ser propietarios de las viviendas, para ello la Algodonera ofrecía créditos en condiciones muy favorables, en plazos de hasta veinte años y sin interés. Por tanto, en la empresa los obreros trabajaban entre treinta y cuarenta años, y se jubilaban o retiraban en la misma, con lo cual, el grado de compromiso por la fábrica era destacable.
La fábrica de Jáuregui se empezó a construir en 1927, y comenzó a funcionar a principios de 1929 con pocos telares, los primeros trabajadores provenían desde la vieja fábrica de Valentín Alsina, y se alojaron en 12 viviendas que la empresa edificó en terrenos de la fábrica. A mediados de 1929 la empresa compró los terrenos para destinarlos a viviendas de los obreros. En 1929, el obrero José Penadez termina la construcción de la primera casa con ayuda de la fábrica. Cientos de viviendas le seguirían.
Los obreros de Valentín Alsina conformaron el primer grupo como «personal de arraigo», al radicarse como propietarios, a estos obreros más tarde se los llamaría «la vieja guardia». Este grupo de obreros se encargaría de la formación de los nuevos trabajadores que llegarían de las zonas rurales en los años siguientes. También algunos extranjeros, tres italianos y un belga.
La radicación de mano de obra era muy importante para la empresa, sobre todo cuando empezaba a producirse tejidos de lino y requería mano de obra especializada. En los primeros años, era el propio Julio Steverlynck quien enseñaba a tejer a los obreros y su esposa a armar los paquetes con las telas. A partir de 1930 la fábrica fue recibiendo una gran cantidad de trabajadores, que se fueron estableciendo en los pueblos que habían surgido por la empresa.
Junto con la expansión de la actividad industrial, Steverlynck fundó dos pueblos en las adyacencias de las fábricas: Villa Flandria Sur (1931), que se ubicó en las cercanías de la vieja estación Jáuregui, al norte del poblado original (en el auge de la Algodonera Flandria se cambió el nombre de Jáuregui por el de Villa Flandria) y Villa Flandria Norte (1934), más conocida como Pueblo Nuevo, que se fue poblando a partir de 1936.
Los trabajadores en la empresa pasaron de 215 en 1930 a 718 en 1940. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial se mantuvo estable, pero en 1950 se elevó a 1.089, hasta llegar en 1960 a 1.800. En 1950 casi la mitad de los trabajadores del partido de Luján trabajaban en Algodonera Flandria. El número total de habitantes de los pueblos de ese entonces es indicativo de la misma.
Jules Steverlynck pretendía que los pueblos no tuvieran los rasgos de las ciudades industriales, buscaba que los trabajadores no vivieran de manera similar a como vivían los obreros de las ciudades industriales inglesas. La empresa designaba cuales serían las áreas para edificios públicos y para plazas, y los que serían loteados para viviendas de los obreros.
El nombre de las calles de los nuevos pueblos era elegido por Steverlynck, y eran simbólicos. La avenida principal de Villa Flandria Sur se llamó avenida Flandes; las otras Lineros, Hilanderos, Tejedores, España, Italia, Calle del Colegio y avenida San Martín. En 1930 se levanta el edificio de la futura parroquia San Luis Gonzaga, y el Colegio San Luis Gonzaga. En Villa Flandria se construyó la Iglesia (los planos fueron copiados de una iglesia románica francesa).
El pueblo no tenía parroquia y los pobladores debían asistir a los servicios religiosos a Luján. En 1934 fue inaugurada una capilla en Villa Flandria Norte, la enseñanza religiosa para las comuniones se impartía en la casa de Steverlynck, en la estancia «Santa Elena», a cargo de su esposa María Alicia Gonnet y Teresa D’Ariste de Estrugamou, otra belga que vivía en el pueblo. Fue declarada parroquia en 1936, la parroquia fue saqueada en 1955 por las hordas peronistas.
El colegio privado quedó en manos de los Hermanos maristas y contribuyeron al arreglo y mejoramiento de las escuelas públicas. En 1934 se erigió la primera Biblioteca. Ese mismo año consiguió un médico estable y años después se construyó una clínica. En 1944 se inauguró el Registro Civil y la delegación de Policía. En 1947 se inaugura la sala de primeros auxilios, que luego, en 1966, sería la clínica y maternidad San José Obrero, que aún sigue funcionando.
La empresa propició una Cooperativa de consumo que se inauguró en 1932, pero esta no ejercía el monopolio, ya que simultáneamente se fueron abriendo comercios minoristas independientes. En 1943 se inauguró una Sociedad de Fomento. El poder ingresar a trabajar en la empresa era el sueño de muchos obreros, además de los salarios altos, la posibilidad de adquirir su propia vivienda.
Entre 1930 y 1960 se otorgaron 600 préstamos a los obreros de la fábrica. La empresa textil Algodonera Flandria se destacó por haber sido la primera empresa en Argentina en introducir avances en el área de la seguridad social otorgando a sus empleados vacaciones pagas, aguinaldo y premios por producción, que se otorgaban entonces en pocos lugares de Europa.
La concentración de trabajadores en los pueblos que nacieron en torno a la empresa, hacía que también estuviera en manos de ésta la organización del tiempo libre. Las dimensiones del terreno de la vivienda de los obreros estaban calculadas para que en ellas pudiera cultivarse productos de huerta y árboles frutales. Por un lado, se creaban hábitos de las sociedades campesinas y también aprovechar para proveer a las familias de algunos alimentos para el consumo.
Desde la empresa en Jauregui se fueron organizando algunas actividades recreativas. La primera fue el futbol, para el cual, a principios de 1929 se organizó el Club Flandria, que en 1941 se transformó en Club Social y Deportivo. Algodonera Flandria se hizo cargo de la construcción del estadio y el complejo deportivo llamado «Carlos V». Medio siglo después de la muerte de Julio Steverlynck, su figura sigue siendo fundamental para la identidad de Jáuregui y también del Club Flandria.
El nombre Flandria es una referencia a la región en la que Steverlynck nació, ya que Flandria significa Flandes en latín. Su estadio lleva el nombre del emperador Carlos V y es quizás uno o uno de los pocos llamados así en el futbol mundial. El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, nació en Flandes entonces parte del Imperio. El color amarillo y el negro son los colores de la bandera flamenca. Flandes y Valonia, son las dos regiones belgas.
El club Flandria actualmente compite en la Primera B nacional. De este club surgieron algunas figuras que jugaron en los clubes más grandes del futbol argentino. Sergio Rubén García, guardameta, debutó en la primera de Flandria a los 16 años, fue convocado para la selección argentina, y se consagró campeón mundial juvenil, en 1979, en Japón. Fue compañero en esa selección de figuras como Juan Simón, Gabriel Humberto Calderón, Ramón Ángel Díaz y Diego Armando Maradona.
En el año 1934, aparece el primer ejemplar de la revista «El Telar» y su línea editorial expresa: Dios, Patria, Hogar, Paz y Trabajo. Nace junto a esta publicación la asociación «Rinconcito de la Tierra», donde se enseñaba a la gente sobre plantación de árboles y paisajismo.
En 1937 se funda el Club ciclista «El Pedal» (1937), con bicicletas traídas de Europa por Julio Steverlynck. En 1939 el Club Náutico «El Timón», de este club surgieron destacados deportistas del remo y la natación. El club tenía, entre otras cosas, una pileta olímpica climatizada aprovechando la caldera de la Linera Fabril. En 1939 se creó una sociedad colombófila.
En 1946 se funda el Círculo de Obreros Católicos, por cada nuevo socio que se sumaba al Círculo, don Julio pagaba al establecimiento dos cuotas. En 1951 nació el grupo Scout «San Luis Gonzaga», este cuerpo Scout # 81 estaba asociado a la USCA (Unión de Scouts Católicos Argentinos). Sus 33 componentes iniciales fueron los alumnos de tercer grado de la Escuela San Luis Gonzaga, con el agregado de niños mayores de los grados cuarto a sexto.
También fue obra de Julio Steverlynck el Cementerio del pueblo, que recibió su aprobación legal en 1960. En el Colegio Inmaculada Concepción se enseñaba oficios que luego servirían para poder trabajar en la fábrica. Los dos mejores promedios eran premiados para estudiar en la Universidad Obrera Nacional, devenida luego en la Universidad Tecnológica Nacional.
Otras instituciones creadas por la empresa fueron la Sociedad Tradicional «Rinconcito de la tierra» y el «Círculo Criollo Martín Fierro», en 1945. El Círculo fue creado a petición de algunos obreros gauchos que trabajaban en la fábrica, la iniciativa surgió en 1944 con motivo de una peregrinación de gauchos de «El Rodeo de Palomar» (partido de San Martín). El Círculo organiza la peregrinación anual de los gauchos a la virgen de Luján.
La empresa se empeñó en fomentar el cultivo de las tradiciones y las fiestas patrias. Se celebraban las fiestas católicas y las fiestas patrias, y alguna fiesta relevante para Bélgica como el fin de la Segunda Guerra Mundial, en esa ocasión la empresa cerró las puertas diez días y se le dio vacaciones pagas al personal.
En el edificio de la fábrica se destinó un salón, llamado «Rerum Novarum», para la presentación de obras de teatro (había un conjunto teatral conformado por los mismos trabajadores de la empresa) y la proyección de películas. Con obreros de la Algodonera nació la banda musical «Rerum Novarum» que se mantiene en la actualidad. Steverlynck compraba todos los instrumentos y facilitaba las instalaciones para los ensayos de los obreros, luego que cumplieran sus tareas en la fábrica.
Durante las fiestas la banda recorría el pueblo siguiendo una tradición del pueblo natal de Steverlynck, y el 1 de enero de cada año se dirigía a la casa que habitaba la familia Steverlynck, desde donde partía, seguida por los Steverlynck y todos aquellos que se iban sumando en el camino, para recorrer las calles de los pueblos.
La ideología
La experiencia de Julio Steverlynck en la Algodonera Flandria, o su ideología, que algunos calificaron como paternalista, solo puede comprenderse en el marco de los principios del catolicismo social, como un intento de hacer posible los principios expuestos en las encíclicas papales de la denominada «Doctrina Social de la Iglesia» (DSI), cuya carta de presentación fue la encíclica «Rerum Novarum», que es la primera encíclica de corte social del Papa León XIII, y que constituye el inicio y la voz de la Iglesia respecto al mundo del trabajo, De las cosas nuevas, su traducción al castellano.
El 16 de mayo de 1891, León XIII promulgaba la Rerum Novarum, una encíclica que abordaba por primera vez la cuestión obrera. De las cosas nuevas, se refiere obviamente, a la cuestión obrera y a la perspectiva que propone el magisterio para afrontarla. Pero la novedad también concierne a la comunicación eclesial.
En el epígrafe 1 de la encíclica, el Papa León XIII, analiza la situación socioeconómica:
«Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamiento de la contienda».
El Papa León XIII deja claro que el concepto de propiedad privada se enmarca plenamente en el Evangelio, perspectiva corroborada por el magisterio con carácter permanente. De ahí que considere al socialismo como una teoría encaminada a la abolición de la propiedad privada. Percibe que esa ideología fomenta el odio contra los propietarios al proponer, como solución a la pobreza, la abolición de la propiedad privada.
Esta ideología tendría dos consecuencias nefastas, además del perjuicio del obrero: anularía los derechos legítimos de los propietarios y trastornaría el papel del Estado, a quien Rerum Novarum asigna una tarea de intervención (subsidiaria) en caso de graves dificultades para preservar los derechos de las personas, pero no solo enfocadas en su faceta individual, sino como miembros de la familia, pilar básico de la sociedad.
También de los deberes. Más concretamente, la encíclica indica al trabajador sus derechos, entre ellos, el derecho a la asociación y poder disfrutar de un «salario justo», siendo enumerado este último entre los deberes de los empresarios. Es decir que la acción de Julio Steverlynck, motorizadas por sus ideas sociales, estaba orientada por el catolicismo social como se presentaba desde finales del siglo XIX.
Este proyecto reviste una gran originalidad por su alcance extra económico, que tiene que ver con la empresa y la población rural circundante. Las relaciones sociales dentro de la empresa y su lógica proyección al ámbito comunitario. La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) se presentaba como una alternativa frente al socialismo y al liberalismo, en defensa del obrero en torno a la justicia social y el respeto a la propiedad privada.
Los pensadores sociales y activistas católicos que se oponían a la lucha de clases y a la abolición de la propiedad privada, buscaban: «unir a los ricos con los proletarios, llamando a ambas clases al cumplimiento de sus deberes respectivos y, ante todo, a los deberes de justicia» (Rerum Novarum).
Consideraban a la propiedad privada como un derecho natural, pero buscaban atemperar los efectos más perniciosos de la industrialización y del laissez-faire a través de la legislación social, del acceso a la propiedad por parte de los trabajadores y del respeto del derecho de asociación.
Las ideas sociales de Jules Steverlynck no fueron expuestas de manera teórica, sino que fueron aplicadas en la realidad concreta, prueba de ello lo dan el testimonio de sus trabajadores y colaboradores de la empresa en Flandria. En el patio de ingreso a la fábrica hizo levantar un monumento a las encíclicas sociales «Rerum Novarum» y «Quadragesimo Anno». Estas enseñanzas servían también para inculcar en el trabajador y su familia principios morales y religiosos.
Las ideas que tenía Julio Steverlynck las tomaba de los reformadores y pensadores sociales que, desde la mitad del siglo XIX, habían contribuido a conformar en los países europeos el desarrollo del movimiento católico social. El catolicismo social tenía un peso importante en la Bélgica de esa época y competía eficazmente con el socialismo en los círculos obreros.
También dejó una marca muy fuerte en las clases empresariales, que estaban identificados con las ideas sociales de León Beckart, empresario flamenco creador de la «Asociación de Empresarios Católicos» (ACVW), a la cual pertenecía Alois Steverlynck, padre de Julio. León Beckart, fue asesor del Papa Pío XI para la redacción de la Encíclica «Quadragesimo Anno», encarnaba la posición de muchos empresarios flamencos católicos, en contraposición a los empresarios liberales de Bruselas.
Las ideas de Steverlynck tenía puntos de conexión con las del economista Charles Perín, profesor de economía política en la universidad de Lovaina y autor «De la richesse dans les sociétés chrétiennes», y principal teórico de la «escuela belga» del catolicismo social.
Charles Perín proponía un régimen de trabajo más humano como medio para resolver la cuestión social, pero contaba para ello con la iniciativa privada y, sobre todo, en la responsabilidad de los patrones cristianos, pero era enemigo de la intervención del Estado en el campo del trabajo. Para Charles Perín, esto era lo más importante para solucionar el progreso de la moralidad y del espíritu cristiano en los obreros y en los patrones.
Muchos católicos belgas manifestaban su desconfianza frente al poder del Estado, ligándola con la defensa de sus derechos religiosos como minoría, esta actitud llevó a que, a diferencia con los alemanes social cristianos, mostraran recelo frente a la legislación obrera.
En su formación Julio Steverlynck recibió una marcada influencia del canónigo Cardjin, uno de los impulsores del catolicismo social belga y fundador de la Juventud Obrera Católica. El padre Cardjin estuvo en la Argentina en 1946 y visitó las instalaciones de la Algodonera Flandria y los pueblos adyacentes. La revista «El Telar», en el número 169 de julio de 1946, publicada con el auspicio de la empresa a partir de 1934, lo llamó «el apóstol de los obreros».
El tipo de relación entre obreros y patrones que proponía Steverlynck fue calificada como ideología empresarial tradicional de tipo paternalista. En primer lugar, la preferencia por el ámbito rural, característico de diversas experiencias, desde la fábrica modelo de Owen en New Lanark, a las fábricas textiles de New Hampshire o a los establecimientos de Lanerossi en Schio y de Marzotto en Valdagno, en el norte de Italia.
En la base de esta elección estaba la convicción compartida de que el ámbito urbano era fuertemente insalubre, y que atentaba contra la colaboración entre las clases y corrompía los hábitos de los trabajadores. El reformador inglés Ebenezer Howard, en la «Ciudad-Jardín» su proyecto elaborado en 1902, proponía una alternativa «en la que pueden conjugarse en perfecta combinación todas las ventajas de una vida ciudadana decisivamente dinámica y activa con la belleza y el deleite del campo».
Al establecerse en una zona rural la Algodonera Flandria, podía permanecer ajeno a las tensiones y la agitación de nuevas ideologías que formaban parte del proceso de industrialización de las áreas urbanas. Se trataba de reproducir las condiciones de una sociedad patriarcal, fuertemente ligada a la tierra y donde prevalecieran las relaciones sociales tradicionales.
Pero se trataba también de concretar una reforma social que mejorara la calidad de vida de los trabajadores e inculcara en ellos valores morales y religiosos. En ocasión del décimo aniversario de la fábrica en Jáuregui, durante el festejo un trabajador de la empresa, pronunció un discurso en nombre del personal y dijo lo siguiente:
«Los dos importantes factores, Capital y Trabajo, que en la mayoría del mundo son motivo de discordia, venganza y malestar social (bien por la ambición de unos o mala comprensión de otros) es en este hermoso pueblo motivo de bienestar, armonía y felicidad, gracias a Dios, a la buena voluntad para el trabajo de sus obreros y a la gran moralidad de sus patrones, al repartir justamente lo que cada uno merece».
Discurso del Sr. Eugenio Ballado, 27 de noviembre de 1938, en «El Telar», el año IV, número 50, 11 de diciembre de 1938.
Otro elemento característico del pensamiento de Julio Steverlynck fue la visión de los deberes y derechos de patrones y obreros, que reproduce las teorías tradicionales acerca de las obligaciones de los ricos hacia los pobres, y que rechaza las teorías elaboradas desde fines del siglo XVIII que negaban las responsabilidades de las clases superiores y enfatizaban la doctrina del laissez faire.
La política social se materializaba de diversas formas. La empresa pagó, por lo menos hasta la década de los cuarenta, un salario más alto que otras empresas, y aun en los momentos más críticos evitó los despidos del personal, reduciendo en cambio los turnos de trabajo.
La empresa instauró tempranamente el horario de ocho horas, y reconoció una serie de derechos sociales antes de que hubiera una legislación sobre ellos, como el salario familiar (desde 1938), el premio por nacimiento de los hijos (1939), una asignación mensual a los trabajadores que cumplían con el servicio militar (1939) y la licencia de ocho días pagos por casamiento (1939).
A ello se agregaban los créditos para la vivienda y el terreno, que daban a los trabajadores la posibilidad de convertirse en propietarios de sus casas. La empresa se hacía cargo de ofrecer los servicios básicos concernientes a la educación, la salud y la recreación. La esposa de Julio Steverlynck, María Alicia Gonnet llevaba a cabo una fuerte acción filantrópica.
María Alicia falleció en 1966 cuando a bordo de su auto sufrió un accidente ferroviario, este hecho causó un gran impacto en el pueblo. Ella mantenía una permanente relación con las familias de los obreros, haciéndose cargo de resolver situaciones difíciles, concurría semanalmente a la fábrica para averiguar si había familias necesitadas de ayuda, visitaba a los enfermos, se ocupaba de conseguir los remedios.
En un primer momento también se hacía cargo de la educación de las niñas, hasta que se estableció una escuela de artes y oficios. La idea del deber del empresario hacia sus trabajadores, en Julio Steverlynck, se apoyaba en su fe religiosa. Los Steverlynck era una familia profundamente católica, en sus tradiciones y costumbres. El matrimonio Steverlynck tuvo 16 hijos:
«en su casa se rezaba antes y después de las comidas, estuvieran de visita quienes fueran; jamás salía de casa sin pedir la bendición de la mujer y dar la misma a ella; y de noche todos se reunían en el living, después de la comida, para hacer la oración». El Telar, número 425.
La familia tenía una capilla en su casa y un sacerdote a cargo. En el momento de mayor conflicto de la Iglesia con el peronismo recibieron en su casa la imagen de la virgen de Luján (patrona de la Argentina) para custodiarla, tiempo en que los peronistas se dedicaban a saquear y quemar iglesias. El primer edificio construido en Villa Flandria fue una iglesia en 1930.
La empresa ejercía una fuerte presión para que los trabajadores concurrieran a misa los domingos. Si no lo hacían don Julio y su esposa se encargaban de aconsejarlos para que así lo hicieran. El otro medio empleado como control social era la familia. La empresa para Steverlynck era como una gran familia, tutelada por él y su esposa.
También buscaban identificarse con la comunidad. El monumento a las encíclicas está adornado por dos bajorrelieves, en uno de ellos se representa a un tejedor y en el otro a una hilandera, las figuras representadas en uno y otro son don Julio y su esposa María Alicia.
Julio Steverlynck pasaba la mayor parte del tiempo en la fábrica o recorriendo los pueblos. Su vestimenta se asemejaba a los obreros, no usaba corbata y usaba casi siempre gorra, muchas veces fue confundido por un obrero. Trataba de inculcar en los trabajadores de la fábrica el hábito por el ahorro: «los que no saben guardar son pobres, aunque trabajen». El Telar, año IV, número 50.
Alentaba la disciplina de trabajo y el uso de la bicicleta:
«se importaron bicicletas de Bélgica, lo que le permitía [a los obreros] ahorrar en locomoción (cuando la hubo, muchos años después de instalada la fábrica), y poder salir más tarde de sus casas para ir al trabajo».
Manuscrito de Marie Jeanne Steverlynck, mayo de 1991, sin título.
Para recibir los créditos para la compra del terreno y la construcción de las viviendas, había que cumplir ciertos requisitos, uno de los miembros de la familia debía tener cierta antigüedad en el trabajo, o que varios miembros de la familia trabajaran en la empresa. El comportamiento debía ser intachable.
Steverlynck en cierta ocasión despidió del trabajo a dos personas que festejaron la invasión alemana a Bélgica. En otra ocasión cuando un obrero había impulsado la creación de un sindicato al margen de la empresa, como una alternativa a los Círculos Católicos de Obreros.
Fue política permanente de la empresa el realzar los valores familiares. Además del salario familiar (que se otorgaba solo a las parejas que estaban casadas), la empresa se hacía cargo de entregar a cada pareja que contraía matrimonio un ajuar completo para la casa. La empresa privilegiaba la contratación de varios miembros de una misma familia, era parte de su estrategia de la integración de los trabajadores en la empresa.
Siguiendo los pasos de la «Rerum Novarum», que según León XIII, la difusión de la propiedad privada debía tener dos funciones complementarias, por una parte, una distribución más equitativa de la riqueza; y por otra, contribuir a fortalecer a la institución familiar, «verdadera sociedad y más antigua que cualquier otra» (Rerum Novarum).
La empresa privilegiaba el reclutamiento del personal en base a recomendaciones. En esas condiciones se contrataron entre 1925 y 1940 el 85 % del personal, la familia cumplía un rol protagónico ya que eran recomendados por familiares. El código de conducta era establecido por los operarios y no por los directivos, y estaba ligado a la red de familiares y paisanos que se encontraban unidos por esos lazos y por eso los recomendaban.
En la escuela de aprendices el nuevo operario trababa relación con su maestro o instructor, quien además de enseñarle el oficio le indicaba la forma en cómo debía relacionarse con los jefes. En Villa Flandria los obreros, capataces y los jefes compartían los mismos clubs y sus hijos compartían las mismas escuelas. Los directivos vivían en barrios construidos en las adyacencias de la fábrica.
Hasta la década de los 40 las relaciones sociales en Algodonera Flandria fueron de mucha cooperación. En esos mismos años los conflictos fueron aislados y localizados, la aparición en escena nacional del peronismo y el avance de la sindicalización a raja tabla, modificaron las relaciones que se habían dado entre la empresa y los trabajadores. A esto debe sumarse los problemas económicos ocasionado por la guerra, que afectó a las empresas y el deterioro que ocasionaba la inflación.
La visión de Julio Steverlynck contemplaba que todo lo que podían ofrecer a los empleados surgía como iniciativa propia y no de decisiones políticas externas o de la presión de los obreros. La participación de los obreros en la sindicalización de Flandria no fue inmediata, a mediados de 1940 hubo una propuesta de crear un sindicato, pero fracasó por falta de apoyo de los obreros.
El promotor de esta idea era un trabajador poco comprometido con la firma, era el único de su familia que trabajaba en la algodonera, fue despedido y estableció un almacén en Villa Flandria. En 1945 la «Asociación Obrera Textil» (AOT) organizó una huelga de 15 días en los establecimientos de la Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires para promover la aprobación de un convenio colectivo que establecía aumentos salariales y mejoras en las condiciones laborales.
El nuevo convenio colectivo empezó a regir en julio de 1945, no alcanzó a los trabajadores de Algodonera Flandria ya que se mantuvieron al margen del conflicto. En 1946 se organizó en Algodonera Flandria y en Linera Bonaerense (otra empresa de Steverlynck) un sindicato dependiente de la (AOT) que reclamó a través de un petitorio la aplicación del convenio, lo que originó un conflicto que duró casi dos meses.
Los trabajadores asumieron una actitud moderada hacia la empresa, lo que les valió la crítica de los grupos socialistas locales. En noviembre de 1946 un periódico de la ciudad de Luján publicó una carta anónima, firmada por «un obrero de Jáuregui», en los que llamaba a los trabajadores de la algodonera como «unos pobres tontos manejados por señores que tienen intención de vivir a costa de ellos».
En la carta también los acusaban de ser unos campesinos ignorantes, que solo sabían trabajar en los campos y «tirar las tetas a las vacas», que no conocían los baños antes de entrar a la empresa, y que se dejaban encandilar por la posibilidad de tener la casa propia, la quinta y el baño. «La Verdad» año III, número 144, 2 de noviembre de 1946.
Un nuevo conflicto se produjo a comienzos de febrero de 1947, a raíz de una huelga declarada para celebrar el triunfo del peronismo en las elecciones presidenciales, Steverlynck despidió a dos activistas sindicales. Luego de un mes de gestiones sin éxito para reincorporar de los activistas, los trabajadores iniciaron un paro que se prolongó por 35 días, lo que estaba en juego era la solidaridad con el despedido y no por cuestiones salariales.
El gobernador de la provincia de Buenos Aires realizó gestiones que resultaron un fracaso. El 14 de abril se declaró un paro nacional, exigiendo al gobierno peronista que expulsara del país a Julio Steverlynck. Por las gestiones de un sacerdote católico amigo del presidente Perón y de Eva Duarte, Julio Steverlynck, accedió a reunirse con Eva Perón, pero no llegaron a ningún acuerdo, debido a la exigencia de Eva que se pagara a los trabajadores todos los días de huelga.
Según versiones, en dicha reunión, Eva Duarte de Perón, le habría dicho a Julio Steverlynck: «Don Julio, hay una sola cosa que el General (Perón) y yo no podemos perdonarle. Y es que usted hizo peronismo antes que Perón». Steverlynck no actuaba por populismo ni por demagogia, ni ideologías fascistoides o socialistoides como el peronismo.
Finalmente se logró un acuerdo a través de gestiones del ministro de economía, Miguel Miranda, que conocía personalmente a Steverlynck. De los 35 días de paro la empresa pagaría 9 días y los obreros se comprometían a regresar pacíficamente al trabajo. La segunda huelga importante fue en 1952, a raíz de la muerte de Eva Perón. Se exigía que «todos los días debían acatarse quince minutos de silencio, parando las máquinas».
Tres obreros se negaron a seguir las directivas del sindicato, y éste organizó una huelga para que fueran despedidos. El paro duró nueve días, los tres obreros rebeldes dejaron de asistir al trabajo, pero Steverlynck decidió seguir pagando sus salarios, y se reincorporaron a la fábrica tras la caída del peronismo.
En el conflicto con el peronismo jugaban elementos políticos e ideológicos. El peronismo y Steverlynck tenían concepciones distintas sobre la acción social, el peronismo estaba asentado en una visión de corte fascista, de más está decir, que Perón basó su reforma laboral en la «Carta del Lavoro» de Mussolini. Era muy típico del peronismo el amedrentamiento, la prepotencia, el abuso de poder, el controlar todos los espacios de la sociedad, el culto a la personalidad, todo bien fascista.
La política social del peronismo modificó sustancialmente la incidencia del costo del trabajo, al entrar en vigencia el nuevo convenio salarial a comienzos de 1949, el «costo-salario» por unidad producida se incrementó en cinco y siete veces con respecto al correspondiente al periodo 1939-1940, época en la cual en la empresa se pagaba los salarios más altos. Las nuevas circunstancias políticas, ideológicas y sociales torpedearon la permanencia en el tiempo del proyecto de Steverlynck.
Ni Julio Steverlynck ni los trabajadores se movían solo en función de una racionalidad económica. Si bien es cierto que Steverlynck miraba a Villa Flandria como un negocio, pero también lo miraba como una oportunidad para darle a los trabajadores una mejor vida y trasmitirle valores, seguro de la superioridad de esos valores y de la necesidad de que los patrones lo inculcaran en sus obreros.
Esa fue la motivación de León XIII al presentar su encíclica «Rerum Novarum», para presentar una propuesta distinta a las posiciones cargadas de odios y resentimientos de grupos ideológicos, con su lucha de clases y la destrucción de la relación del obrero con el empresario. Como lo fue el peronismo, en la Argentina. Los conflictos tuvieron lugar cuando el proceso de sindicalización modificó totalmente las relaciones entre empresarios y trabajadores.
La visión de Julio Steverlynck estaba marcada por el catolicismo social de principios del siglo XX, todo un desafío de conciliar las políticas económicas con los principios religiosos, el trabajo cotidiano de la fábrica con la dignidad del hombre, una forma de buscar un orden moral en vista del industrialismo vigente y creciente.
En el caso de la Algodonera Flandria el proceso de industrialización no significó la ruptura de los lazos sociales o familiares. Muy por el contrario, la familia fue muy importante y funcional en el mundo del trabajo, como en el caso del reclutamiento de mano de obra y en la cooperación entre los obreros y la empresa.
El proyecto de Julio Steverlynck tampoco fue una utopía social cristiana, sino una realidad concreta basada en la Doctrina Social de la Iglesia, tal vez con algunos rasgos propios o peculiares de un cristianismo belga un poco ascético, por influencias del puritanismo.
El 5 de noviembre de 1965, Julio Steverlynck fue anfitrión del rey Balduino de Bélgica y de su esposa la reina Fabiola Mora y Aragón, y del presidente argentino Arturo Umberto Illia, y del gobernador de la Provincia de Buenos Aires Anselmo Marini, a quienes recibió en el pueblo de Jáuregui.
Julio Steverlynck murió en 1975. Sus restos mortales descansan en Villa Flandria, en el cementerio local, una de sus tantas obras y donaciones. De acuerdo a sus deseos personales su cuerpo fue cubierto con la túnica de los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, prendida en el pecho la Cruz de Guerra, y su féretro con tierra argentina y flamenca, que había traído especialmente en el último viaje que realizara a su país natal.
Bibliografía
Marx & Engels’ collected Works. Lawrence & Wishart Ltd. London International Publisher Co. Inc. New York.
Rerum Novarum. Carta encíclica del Papa León XIII. Ed. Iberica M.
Quadragesimo Anno. Pio XI. Editorial Apostolado de la Prensa S. A. 1967.
Club Social Y Deportivo Flandria. Sitio oficial de los canarios. clubflandria.com.ar
P.D: Muchos trabajadores que llegaban del interior del país, trabajaban temporalmente en la Algodonera Flandria, uno de esas personas fue Leopoldo Dante Tevez, conocido popularmente en su carrera de cantante como Leo Dan.
10 de febrero de 2019.