

Cuadernos de Eutaxia— 44
JUAN DOMINGO PERÓN Y LOS MONTONEROS
EL 1° DE MAYO Y LOS IMBERBES
Juan Domingo Perón, estaba totalmente cautivado por las ideas de Benito Mussolini, eso no era ningun un secreto. En aquellos momentos en el panorama internacional, la izquierda estaba dividida en dos grupos básicamente, por un lado, estaba la izquierda nacional que encabezaban el nacionalsocialismo de Hitler en Alemania, y el fascismo italiano de Benito Mussolini. Y la izquierda marxista internacionalista del imperio soviético. El mito de que Benito Mussolini o Adolf Hitler eran de derecha fue instalado por la izquierda.
Es por ello que Perón hablaba de la izquierda o del socialismo nacional, demás esta decir que Perón era estatista, es decir era de izquierdas y fascista. Esa ensoñación con la izquierda le duraría unos años después de su exilio, en principio, el hecho de nombrar a un marxista como delegado personal, William Cooke, y otros coqueteos con la izquierda internacionalista crearía muchas dudas. También por cuestiones pragmáticas, Perón necesitaba del apoyo de la izquierda internacionalista, por su capacidad operativa y porque habían logrado popularidad entre los jóvenes, cautivados por la revolución cubana.
El líder del Justicialismo, había intentado volver en vano en 1964, cuando su avión fue detenido en Brasil. El miércoles 2 de diciembre de 1964 un avión de Iberia que provenía de España aterrizaba en el aeropuerto internacional «El Galeão», en Río de Janeiro, Brasil. El mito del «avión negro» que devolvería a Perón a la Argentina estaba por concretarse. En el inicio de 1964, Perón había agitado la posibilidad de su retorno a la Argentina, se trataba de una necesidad política para poder mantenerse en el centro de la escena política que el año anterior le había sido esquiva.
En las elecciones de 1963, el radical Arturo Illia había conseguido solamente el 25% de los votos, el voto en blanco sacó menos, un 19%. A diferencia de lo ocurrido en 1957, que en la elección de constituyentes el voto en blanco fue elevado. En las elecciones de 1963 Perón se encuentra por primera vez con una dura derrota. Illia sacó más votos que el voto en blanco, si bien Juan Perón tenía a su favor todas las excusas, pero los números decían una sola cosa. Si Juan Perón quería seguir siendo la figura prominente en la política argentina debía volver.
Juan Perón había entendido que estaba perdiendo protagonismo dentro de su propio movimiento, algo que sus partidarios no quieren decir. En 1964 hubo dos hechos políticos que lo dejan en una posición marginal, la primera era la reforma del Estatuto de los Partidos Políticos, que había establecido que ningún partido podía llevar un nombre propio, por lo tanto, no podía haber un «Partido Peronista», y lo segundo fue el plan de lucha de la Confederación General del Trabajo (CGT), organización que nucleaba a todos los gremios o sindicatos en el país. Para el cual Juan Domingo Perón ni siquiera había sido consultado.
En 1964, durante las negociaciones que hubo entre el peronismo y el radicalismo en el gobierno fueron por el plan de lucha y por el estatuto de los partidos políticos, pero Juan Perón no participó directamente en ninguno de los dos. De hecho, se hicieron prácticamente sin consultarlo. El Plan de Lucha de la CGT fue algo que prescindió totalmente de Perón en su concepción y en su planificación, y no existió tampoco una mención al retorno de Perón en el Plan de Lucha de la CGT.
El plan de lucha también había llevado al primer plano a un dirigente sindical muy poco conocido hasta entonces, Augusto Timoteo Vandor, «El Lobo», líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) un dirigente que por entonces empezaba a planificar el liderazgo de un peronismo sin Perón. Por tanto, Juan Perón ve que el control se le escapa de las manos y era necesario el retorno al país. Esa idea del retorno que había armado Perón a principio de año había quedado olvidada por el plan de lucha. Y los Montoneros era una buena basa.
El general Juan Perón negoció con Montoneros, luego de que en febrero de 1971, el loquito Rodolfo Galimberti, le entregó una carta a Juan Perón de parte de Montoneros, a continuación damos a conocer el contenido de la carta al general Perón y su respuesta, ustedes podrán sacar sus propias conclusiones, ese era el verdadero Perón, un tipo nefasto que no le importaba negociar con nadie a condición de lograr su retorno político al poder, pero todo tiene su precio y lo sucedido después será consecuencia de estos despropósitos de Perón.
CARTA DE LOS MONTONEROS A PERÓN
Perón Vuelve.
Argentina, 9 de febrero de 1971.
Al Gral. J. D. Perón:
Como hemos hecho en oportunidades anteriores, aprovechamos la comunicación que con usted tienen los compañeros del Movimiento, para hacerle llegar nuestras inquietudes con respecto al proceso revolucionarlo del pueblo argentino. Es nuestra intención y deseo poder comunicamos personalmente con usted y lo haremos tan pronto como nos sea posible. Hasta tanto, nos vemos obligados a recurrir a la colaboración de los compañeros, a quienes estamos profundamente agradecidos.
Deseamos hacerle conocer algunas consideraciones nuestras sobre hechos claves que determinan los pasos a dar por el Movimiento, tanto en el futuro inmediato, es decir tácticamente, como en el futuro a largo plazo, es decir dentro de la concepción estratégica.
1.- En primer lugar, creemos necesario explicar las serias y coherentes razones que nos movieron a detener, juzgar y ejecutar a Pedro Eugenio Aramburu. Es innecesario explayarse sobre los cargos históricos que pesaban sobre él: traición a la Patria y a su Pueblo. Esto sólo bastaba para ejecutar una sentencia que el pueblo ya había dictaminado. Pero además había otras razones que hacían necesaria esta ejecución.
La razón fundamental era el rol de válvula de escape que este señor pretendía jugar como carta de recambio del sistema. Sabemos en qué iba a terminar esta jugarreta, porque ya hemos presenciado jugarretas similares desde 1955 para acá. Los gorilas se piensan que se puede engañar al pueblo con sucesivas expectativas que al final se ven frustradas; pero se equivocan pues no se puede engañar a un pueblo educado en una doctrina que le es propia; no nos engañan a nosotros.
Por eso es que cuando ellos se preparan a fingir un cambio en el sistema porque la dictadura torpe y descarada ya no la aguanta nadie, nosotros, como en el ajedrez, les comemos la pieza clave para arruinarles la maniobra y obligarles a jugar improvisadamente. Los resultados han sido claros. El sistema no puede fingir demasiado cuando es tocado en su fibra intima. Así, Levingston, que pretende devolver a la función presidencial una imagen popular (absolutamente nula en su sucesor) se desnuda en el bombo oficial por el sepelio de Aramburu.
Al pueblo le queda claro que el sistema es siempre el mismo cualquiera sea la fachada que presente. Porque con salarios congelados o con aumentos controlados el salario real es cada vez menor y el capital internacional cada vez mayor. Por todo esto qué a diario cosechamos, en el apoyo popular creciente, los frutos de este ajusticiamiento histórico.
Nos preocupan algunas versiones que hemos recogido, según las cuales nosotros con este hecho estropeamos sus planes políticos inmediatos. Demás esta decir que no está en nuestro propósito entorpecer la conducción de conjunto que usted realiza para la mejor marcha del Movimiento en su totalidad. Desgraciadamente, además, nuestros actos apuntan a señalar la única estrategia que consideramos correcta, sin tener, en general, vinculación táctica con otros sectores del Movimiento. Creemos que, no sólo para nosotros, sino para el Movimiento entero, es necesaria su palabra esclarecedora acerca de esta hipotética contradicción entre sus planes y nuestro accionar.
2.- Otro hecho de singular importancia es la ejecución de Alonso. Este hecho fue protagonizado por un comando denominado “Montonero Maza”. Este comando utiliza el nombre de nuestra organización y el apellido de nuestro primer compañero muerto en combate; no obstante, no pertenece a nuestra organización e ignoramos quienes lo componen. Lo cierto es que el pueblo nos adjudicó la autoría del hecho jubilosamente. El pueblo peronista vio entonces en nosotros a los ejecutores de aquellos de que “si los dirigentes no se ponen a la cabeza, adelante con la cabeza de los dirigentes”.
Si bien nosotros creemos que nuestra tarea fundamental no consiste en cortarle la cabeza a los burócratas traidores, porque la dinámica que nosotros mismos imponemos a la guerra les obligará a sumarse o a quedar marginados de la historia, sabemos también que es tarea nuestra en la medida que ellos mismo lo hagan necesario. Es por eso que ante el hecho consumado y vista la satisfacción popular respecto de él, consideramos necesario convalidarlo con el silencio, aceptando la autoría que el pueblo nos atribuía.
Como bien dice usted General, medimos el acierto o desacierto de una conducción por los resultados que produce. Y aquí los resultados son claros. Fábrica que llegamos para tomar contacto con los compañeros, fábrica en la que nos pide más cabezas de traidores. No pensamos cortar cabeza porque sí, pero hoy el que piensa transfuguear lo piensa dos veces, y el pueblo confía más en nosotros que en ellos. Hemos observado General, que usted no ha hecho condenas públicas respecto de la ejecución de Alonso, lo cual significa de algún modo convalidar la acción, pero también sobre este hecho han circulado versiones que indicarían que nuevamente un hecho nuestro o convalidado por nosotros se opone a sus planes tácticos inmediatos. Conociendo las razones que nos han hecho proceder de esta manera desearíamos que usted nos diera su opinión al respecto.
3.- Otro punto sobre el que queremos hacerle llegar nuestra consideración es sobre el papel y las posibilidades del ejército. A diario podemos observar en el mundo entero hechos que nos certifican que esta es la hora de los pueblos. Así vemos en nuestra Latinoamérica gobiernos populares surgidos de revoluciones populares protagonizadas por los ejércitos regulares de esas naciones hermanas, sin lugar a dudas, el caso que más ha concitado es el peruano. Y así se ha creado, aparentemente, como opción de la hora del pueblo argentino, una revolución a la peruana, es decir un golpe militar, nacional-populista que con manos férreas llevará adelante la revolución que la hora actual reclama. Ahora bien, nosotros pensamos que esto no es posible en la Argentina por la sencilla razón de que ya se ha dado y es precisamente la revolución justicialista con sus diez años de gobierno nacional y popular. Y la historia no se repite.
Esto que hoy se da en Perú, lo ha hecho usted en nuestro país hace 25 años. Y es justamente por esa diferencia de 25 años que el nuestro, es el pueblo de mayor política de Sudamérica. Pero creemos que no sólo por eso es imposible, porque sabemos que el ejército de hoy no es el mismo de hace 25 años. Hoy el ejército argentino, sus oficiales, están vendidos y subordinados a los dólares yanquis, y no son más que el sostén armado de la oligarquía aliada del imperialismo. No obstante, algunos compañeros del Movimiento confían esperanzados en que “algún sector” del ejército tome el poder y, haciéndose acompañar por el pueblo, salve al país.
Nosotros pensamos que dicho “sector” no existe. Que lo único que puede ofrecer este ejército es su sector desarrollista, y los argentinos ya hemos sufrido en carne propia los efectos de esta política, que en última instancia consiste en cambiar algo para que no cambie nada. Lo que sí existen son expresiones individuales, sobre todo a nivel de oficialidad joven, y el compañero Licastro es un exponente de ello. Pero estas expresiones tienen dos limitaciones: en primer lugar, y fundamentalmente, son individuales; en segundo lugar, por su escasa jerarquía carecen de peso suficiente.
Además, si bien se puede circunstancialmente confundir al pueblo, sabemos que no se lo puede engañar, y nuestro pueblo que conoce su doctrina y lucha por una patria libre, justa y soberana, sabe que no puede pedirle peras al olmo. Por eso es que no puede llamarse a engaño con este ejército al que ha visto sumarse a la contrarrevolución del 55, al que ha visto fusilar a los generales del pueblo, el que lo ha reprimido tanto en sus movilizaciones como en el Cordobazo, el que le anuló legítimos triunfos electorales, y el que lo frustró definitivamente con la llamada “Revolución Argentina”.
4.- Otra aparente opción para la hora del pueblo argentino es la salida electoral. Esta perspectiva se ve alimentada por el triunfo de Salvador Allende en Chile. La salida electoral hay que analizarla desde dos puntos de vista: por un lado, el del régimen; por el otro, el del pueblo. El sistema ha cometido la torpeza de desenmascararse comprometiendo a su ejército en la farsa llamada “revolución argentina”, y que a esta altura del partido ha demostrado su fracaso rotundamente. En más de 4 años de gobierno lo único que ha conseguido es empobrecer al trabajador y descapitalizar el país, dando carta libre al capital internacional que, en general, no trabaja por amor al arte. Pero fue como escupir al Cielo, porque arruinaron a todo el mundo y políticamente no crearon nada nuevo, y entonces lo que consiguieron fue al pueblo, hartarlo.
Así es que el sistema busca entonces abrir una válvula de escape, engañar al pueblo entregando a algunos tránsfugas al estilo de Luco. Como no es suficiente porque además el peronismo ha engendrado organizaciones armadas y temen que esta se transforme en el movimiento armado peronista, buscan desesperadamente la salida electoral que sirva a la vez de válvula de escape para sacarse de encima esta pelota de fuego que les quema entre las manos y con la que ya no saben qué hacer.
Ahora bien, los más lúcidos se dan cuenta que de todos modos la única manera de frenar al pueblo es producir un mínimo desarrollo. Ello exige hacer retroceder al capital internacional a ajustarse el cinturón para poder ahorrar divisas, sin lo cual es imposible la fuerza que da el consenso político popular. De ahí la maniobra para tratar de crear el partido de la revolución argentina incorporando al peronismo en ella.
Logrado esto, entonces sí elecciones. Claro que de todos modos sabemos que esto ya no es posible. SINTETIZANDO: la salida electoral es para el régimen la única posible de que les permita durar algún tiempo más sin que el pueblo estalle definitivamente.
Veamos que le ofrece al pueblo la perspectiva electoral. Ya sabemos por la cuantiosa experiencia acumulada que no nos ofrece nada: es decir, mientras el enemigo siga manteniendo en sus manos los resortes fundamentales de la economía y el poder de las armas, a nosotros no nos significa ninguna garantía ganar una elección; porque no hay duda de que la ganamos, pero tampoco hay dudas de que no van a tolerar un gobierno justicialista, porque justicialismo es Socialismo Nacional, y este al capital no le agrada pues va en contra de sus intereses.
Precisamente es que no podemos considerar en nuestra estrategia la toma del poder por el camino de las armas; porque inexorablemente la conseguiremos, pero irremediablemente la perderemos, y entonces estaremos siempre en la misma; o sea que considerar las elecciones como camino estratégico para la toma del poder es inoperante y por lo tanto incorrecto.
Sin embargo, nuestra experiencia también nos indica que este continuo juego de elecciones fraudulentas seguidas de golpes gorilas sólo tiene un perjudicado: el sistema, porque lo desgasta. De este modo acosarlo para que de elecciones en las que inexorablemente tendrá que proscribir, anular o dar un cuartelazo, es en definitiva acorralarlo continuamente hasta dejarle sin margen de maniobra. Esto es tácticamente correcto y lo es también estratégicamente en el sentido de que a la larga termina por destruir la esfera política del poder del sistema. Lo incorrecto es creer que esta maniobra es un fin en sí misma, o sea que las elecciones sean el camino apto para el retorno del justicialismo al poder.
Dentro de estas consideraciones vemos nosotros como tácticamente acertado el último pacto firmado por el justicialismo, llamado, precisamente “La Hora del Pueblo”, porque no solo le quita, al enemigo el caudal de votos peronistas, sino también los radicales. Ahora bien, para llevar adelante este paso táctico, el compañero Paladino plantea como opciones estratégicamente equivalentes el camino electoral y el camino revolucionarlo por la vía armada. Esto como hemos visto, es en sí incorrecto. Lo que en realidad parece suceder, es que se utiliza la opción revolucionaria armada, es decir, nosotros como factor de presión para reforzar el golpe táctico, o sea las elecciones.
Esto puede que sea tácticamente útil, aunque abrigamos algunas dudas. Sobre lo que no abrigamos dudas es sobre la necesidad de mantenernos como opción estratégica, y por lo tanto la absoluta imposibilidad de subordinar nuestro accionar a una opción táctica. En síntesis, no interferiremos al ala política del movimiento en tanto la “Hora del Pueblo” es una maniobra útil y por lo tanto tácticamente acertada, pero nos mantendremos en la actividad señalando la vía armada como único método estratégicamente correcto para la toma del poder, y creemos que sería conveniente, en consecuencia, que los distintos frentes del movimiento no interfirieran la presentación de la vía armada como una opción estratégica.
5.- Bien, hemos visto la eficacia de nuestro método de lucha para golpear al régimen con la ejecución de Aramburu, el descreimiento popular sobre el sindicalismo como herramienta capaz de conducir un proceso revolucionario, la imposibilidad de que el ejército pueda generar un proceso de liberación nacional, y la influencia del camino electoral para tomar el poder. En fin, hemos querido expresarle en estas consideraciones, dichas aquí, un poco a vuelo de pájaro, lo que en realidad constituye nuestra teoría, es decir, un análisis tempo-espacial de la realidad argentina hecho a la luz de la doctrina justicialista.
Tenemos clara una doctrina y clara una teoría de la cual extraemos como conclusión una estrategia también clara: el único camino posible para que el pueblo tome el poder para instaurar el socialismo nacional, es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada, que tiene como eje fundamental y motor al peronismo. El método a seguir es la guerra de guerrillas urbana y rural. Esto no es un capricho es una necesidad: a carencia de potencia recurrimos a la movilidad; en fin, no es nada nuevo, pero no por ello deja de ser eficaz.
Lo cierto es que no somos un tiro al aire. No somos ni tantos ni tan pocos, pero no estamos para hacer mucho ruido y ofrecer pocas nueces. La concepción es clara y la decisión total, como lo prueban nuestros compañeros muertos en combate y los muertos de la trinchera de enfrente. Es para nosotros de fundamental importancia conocer su opinión acerca de estas consideraciones. Usted ordenará si su respuesta se debe hacer pública o si es de carácter confidencial y secreto. Tenemos entendido que el compañero portador de la presente se va a entrevistar con usted en más de una oportunidad. Naturalmente, tenemos en él la máxima confianza y pensamos que él mismo puede ser el canal para hacernos llegar su carta.
General sus muchachos peronistas, saben que esta es la hora del pueblo argentino. Sabemos que, sobre nosotros, su juventud peronista, recae el peso de la responsabilidad y que no tenemos derecho a recostarnos en nadie. No lo defraudaremos.
PERÓN O MUERTE.
VIVA LA PATRIA.
CARTA A MONTONEROS. (20-02-1971). Madrid, 20 de febrero de 1971.
A los compañeros Montoneros.
Mis queridos compañeros:
Por mano y amabilidad del compañero Don…, he recibido vuestras cosas y él les podrá comentar de viva voz mis pensamientos al recuerdo y saludo que retribuyo con mi mayor afecto. He conversado largamente con este compañero sobre todas nuestras cosas y él los podrá comentar de viva voz mis pensamientos al respecto. Sin embargo, trataré de contestar en ésta algunas inquietudes puntualizadas en la mencionada carta, lo que haré en el mismo orden de comunicación de ustedes.
Comienzo por manifestar mi total acuerdo con la mayoría de los conceptos que esa comunicación contiene como cuestión de fondo.
1. Estoy completamente de acuerdo y encomio todo lo actuado. Nada puede ser más falso que la afirmación que con ello… [en referencia al asesinato de Aramburu]… ustedes estropearon mis planes tácticos porque nada puede haber en la conducción peronista que pudiera ser interferido por una acción deseada por todos los peronistas. Me hago un deber en manifestarles que, si ha sido dicho, no puede haber sido sino con mala intención. El compañero les hará conocer mi apreciación de situación y resolución para el año 1971 y por ella podrán quedar perfectamente en claro sobre la acción futura.
2. Otro tanto sobre el asunto que este apartado menciona en su carta: es totalmente falso que haya perturbado plan táctico alguno.
3. Como podrán observar en la apreciación de la situación, todo el asunto referente al ejército o más bien dicho a los jefes y oficiales porque yo tampoco creo que la institución pueda hacer nada en nuestro provecho, desde que está en manos de una camarilla que la domina. Sin embargo, no por eso debemos descartar en forma absoluta una intervención de sectores que puedan sernos afectos que inteligentemente utilizados, puedan llegar a ser decisivos. Aún en el caso de que descartemos esto, quedaría la posibilidad y el intento de descomponer su cohesión contando con algunos grupos de oficiales o jefes proclives a actuar en este sentido.
La Institución, actuando como dictadura militar, es fuerte pero extraordinariamente frágil desde que actúa fuera de su función específica. Perdido el prestigio nacional que le da sustento, y debilitada su disciplina que es lo que mantiene la Institución, su debilidad es muy grande: basta recordar lo que sucedió el 17 de octubre de 1945. Se trataba también de un gobierno militar y su situación no era peor que la que soporta la actual dictadura, pero había cundido un cierto grado de descomposición en el ejército. Cuando el pueblo salió a la calle dispuesto a quemar Buenos Aires, todo el poder de ese gobierno se vino abajo y bastó sólo la amenaza para que cayera corno un castillo de naipes. Es que, como antes digo, la dictadura puede ser muy fuerte pero su peligro real está en su fragilidad congénita.
Coincido con ustedes en que no debemos confiar todo a lo que pueda hacer el ejército, ni aún en los grupos que nos puedan ser afectos, pero tampoco creo prudente que debamos afrontar las oportunidades propicias que se nos puedan presentar para la captación o el intento de descomposición de los elementos de las instituciones armadas que se pongan a nuestro alcance. Dispongo de informaciones, que me hacen pensar en ambas posibilidades si se trabaja eficientemente y, puedo informarles, que este trabajo se ha comenzado a realizar, no sólo en la oficialidad sino también en la jerarquía de los jefes. Todo depende también de cómo se desarrollan las cosas en el país, especialmente en la lucha que el Pueblo desarrolla contra la dictadura que deberá irse intensificando hasta llegar a la integralidad de los medios. Mi experiencia de viejo militar me permite decirles a ustedes sin temor a equivocarme que, en el ejército actual, la mayoría de los suboficiales son nuestros. En la oficialidad, hay un 20 por ciento favorable y un 20 por ciento desfavorables, el resto es indiferente (60 por ciento).
El 60 por ciento restante, que es indiferente, que se escuda como legalista, pero su legalidad consiste en servir al que gana. Si nosotros no estamos en las de ganar los tendremos en contra, pero tan pronto tengamos una posibilidad, podremos contar con ellos que, aunque son como la bosta de las palomas sirve de rellano y hasta a veces pueden servir para más. Es dentro de este panorama que nosotros debemos considerar las posibilidades. Por otra parte ¿qué podemos perder por mantener el empeño?
4. Sobre la opción electoral yo tampoco creo. Hemos visto ya demasiado para creer en semejante patraña. Por eso comparto totalmente sus afirmaciones anotadas en la comunicación que comento.
Sin embargo, como en la lucha integral en que debemos empeñarnos, no se puede despreciar la oportunidad de forzar también este factor a fin de hostigar permanentemente desde las organizaciones de superficie que, frente a la opinión pública tienen también su importancia y concurren también a la lucha en actividades nada despreciables, especialmente en la situación que vive la República. Esta lucha también concurre a la “guerra revolucionaria” para que, como digo en la apreciación, cada uno pelee en la forma que es capaz de hacerlo. Si ustedes leen la apreciación, resolución y consideraciones, podrán percatarse que, en el fondo, estamos totalmente de acuerdo, como no podría ser de otra manera.
Por eso nuestro movimiento tiene una estructura orgánica que corresponde de una manera general a esas necesidades: una organización de superficie que a través del partido peronista masculino y femenino, como de la rama sindical realiza la lucha también de superficie, mediante las acciones que es posible realizar. En ello es preciso realizar un plan de provocación, otro de intimidación, otro de boicot y finalmente otro de sabotaje. En estos planes intervienen todos los elementos de las organizaciones de superficie, como los grupos activistas empeñados en la “guerra revolucionaria”.
Como les explicará el compañero, mientras las organizaciones de superficie obedecen a una conducción centralizada, con las necesarias autonomías en las Delegaciones Provinciales, las organizaciones que se encargan de la “guerra revolucionaria” tienen absoluta independencia en su conducción y coordinada nada más que por los objetivos. Es natural que todo puede salir mejor si existe por lo menos una coordinación en beneficio de una unidad de acción que toda lucha necesita.
Sería largo poder explicar en una comunicación todo el aspecto de la conducción, por eso he confiado a los compañeros que me visitan la tarea de informarles a ustedes de viva voz, mis pensamientos al respecto. Creo que si se interpreta cabalmente la necesidad orgánica-funcional de nuestro Movimiento en la lucha en que estamos empeñados, no habrá dificultades; para que, en un futuro cercano, se llegue a un entendimiento completo que será muy provechoso en la continuidad del esfuerzo revolucionario. No se trata da hacer una conducción centralizada en todo el complejo orgánico de la lucha porque eso no es posible, dadas las condiciones de la lucha misma, pero sí que se alcance por un modo u otro la indispensable coordinación de los esfuerzos, porque los esfuerzos divergentes, aún con la mejor intención, no pueden ser sino factores de debilidad en la lucha de conjunto.
5. Totalmente de acuerdo en cuanto afirman sobre la guerra revolucionaria. Es el concepto cabal de tal actividad beligerante. Organizarse para ello y lanzar las operaciones para “pegar cuando duele y donde duele” es la regla. Donde la fuerza represiva esté; nada, donde no esté esa fuerza, todo. Pegar y desaparecer es la regla porque lo que se busca no es una decisión sino un desgaste progresivo de la fuerza enemiga. En este caso la descomposición de las fuerzas de que pueda disponer la dictadura por todos los medios, a veces por la intimidación que es arma poderosa en nuestro caso, otras por la infiltración y el trabajo de captación, otras por la actuación directa según los casos, pero, por sobre todas las cosas, han da comprender que los que realizan la guerra revolucionaria que en esa “guerra” todo es lícito si la finalidad es conveniente.
Como ustedes dicen con gran propiedad, cuando no se dispone de la potencia y en cambio se puede echar mano a la movilidad, la guerra de guerrillas es lo que se impone en la ciudad o en el campo. Pero, en este caso es necesario comprender que se hace una lucha de desgaste como preparación para buscar la decisión tan pronto como el enemigo se haya debilitado lo suficiente. Por eso la Guerra de Guerrillas no es un fin en sí misma sino solamente un medio y hay que pensar también en preparar el dispositivo general que aun no interviniendo en la lucha de guerrillas, debe ser factor de decisión en el momento y en lugar en que tal decisión deba producirse.
Ni es nueva la “Guerra revolucionaria” y menos aún las “Guerras de Guerrillas”. Pienso que tal vez la guerra de guerrillas ha sido la primitiva forma de guerra, tan empleada en la afamada “guerra de los escitas” y de Darío Segundo. Por eso sus reglas son demasiado conocidas como sus formas. Sin embargo, es en sus operaciones donde la iniciativa y la vivacidad juegan el papel más preponderante. Por eso también en esa forma de operar, no se podrá mantener una conducción centralizada, aunque siempre ha de realizarse, para que sean efectivas con una finalidad objetivas. De ello se infiere que, los Montoneros, en su importantísima función guerrera, han de tener comandos muy responsables y en lo posible operar lo más coordinadamente posible con las finalidades de conjunto y las otras fuerzas que en el mismo o distinto campo realizan otra forma de acción, también revolucionaria. Finalmente, compañeros, les ruego que hagan llegar a los compañeros mis más afectuosos saludos y acepten mis mejores deseos. También les ruego me hagan presente y trasmitan mis saludos a todos los compañeros que están presos o perseguidos por la dictadura y les lleven la persuasión que tal situación no ha de durar mucho. Un gran abrazo.
Juan D. Perón
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Además de adjuntar estas cartas, nos vamos a referir al enfrentamiento de Perón con los Montoneros el 1 de mayo, durante la celebración de la fiesta del Trabajo. El lunes 19 de noviembre de 1973 ya se había publicado el primer número del diario «Noticias», una nueva publicación de Montoneros. «El Descamisado» estaba dirigida a los militantes, y con Noticias, Montoneros buscaba llegar día a día, a un público mucho más amplio. Dirigida por Miguel Bonasso. El poeta armado Paco Urondo fue el primer secretario de Redacción y comisario político en el diario Noticias.
Entre los directivos del diario, además de Bonasso, figuraban cinco intelectuales destacados: Juan Gelman, jefe de Redacción, Rodolfo Walsh, a cargo de la sección Policiales, Horacio Verbitsky, jefe de Política, Paco Urondo, fue secretario de Redacción, lugar reservado para el comisario político de Montoneros, hasta que fue reemplazado por Norberto Habegger. Tenía una tirada promedio de 100.000 ejemplares, llegando a 180.000 ejemplares en los días posteriores a la muerte de Perón. Noticias entró en crisis el 1 de mayo de 1974, a raíz del abandono de la Plaza de Mayo, cuando Perón trató a la Tendencia de «imberbes» y «estúpidos».
Luego de la muerte de Perón, el 1 de julio de 1974, el diario fue clausurado el 27 de agosto de 1974 por decisión de Isabel Perón, ya en el ejercicio de la presidencia, quien fundamentó el cierre sosteniendo que desarrollaba «una intensa campaña de exaltación de las actividades delictivas en el campo de la subversión».
Al finalizar 1973 el contexto internacional había cambiado radicalmente, sobre todo en el sur del continente. En Uruguay tomó el poder un gobierno militar ante la guerrilla marxista tupamara. El golpe militar de Pinochet a Salvador Allende en Chile, clausuro la «vía democrática y pacífica al socialismo». Los demás países limítrofes con Argentina —Brasil, Bolivia y Paraguay—, ya estaban gobernados por regímenes militares apoyados por Estados Unidos, como parte de la dialéctica de imperios entre el comunismo y el capitalismo.
En octubre de 1973, no bien asumió, Perón envió al Congreso Nacional un proyecto de reforma del Código Penal, que ampliaba la definición de «asociación ilícita» con el fin de incluir como delito la pertenencia a una organización guerrillera que actuara en democracia. Tres meses después, el 19 de enero de 1974, un grupo de guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) intentó ocupar el regimiento que el Ejército argentino tenía en Azul, en el centro de la provincia de Buenos Aires.
En el ataque mueren el jefe del Regimiento, Camilo Arturo Gay, su esposa y un soldado, y secuestran al teniente coronel Jorge Igarzabal, que aparecería muerto meses después. En junio del mismo año el grupo Peronismo de Base-17 de Octubre se integró a las filas de Montoneros. Un grupo de diputados peronistas izquierdistas que estaban ligados a Montoneros y la JP, se oponían al proyecto de ley, ya que podrían ser aplicados en el futuro a Montoneros y a otras organizaciones de la Tendencia. Esto sería la primera confrontación abierta de Perón con Montoneros.
El 22 de enero de 1974, dos días después del ataque guerrillero, Perón convocó a los «diputados de la JP» a su despacho en Olivos, y sin avisarles, los recibió acompañado de las más altas autoridades del país y transmitió la reunión en vivo y en directo por televisión, en cadena nacional, para todo el país. Perón permitió que los diputados expresaran sus quejas y luego les respondió en forma cruda y directa, que la actitud que estaban mostrando era inadmisible, que obstaculizaba la posibilidad de que el gobierno constitucional respondiera a los asesinatos políticos y los ataques guerrilleros que estaban realizando las organizaciones armadas pertenecientes a la Cuarta Internacional, concluyendo con la advertencia de que, si no acataban la decisión mayoritaria del bloque debían irse («si la mayoría dispone, hay que aceptar o irse. El que no está contento… se va.»).
El 24 de enero de 1974, ocho diputados ligados a Montoneros renunciaron a sus bancas, Armando Croatto, Santiago Diaz Ortiz, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Carlos Kunkel, Diego Muniz Barreto, Roberto Vidaña y Rodolfo Vittar. El 25 de enero el Congreso aprobó la reforma del Código Penal y ese mismo día el Consejo Superior Peronista expulsó a los ocho diputados renunciantes.
Montoneros respondió con impotencia y desorientación ante el curso desfavorable que tomó la serie sucesiva de hechos. El izquierdista Dardo Cabo, desde la editorial de «El Descamisado», le preguntaba a Perón cómo debían actuar para cumplir con su pedido de «defenderlo»: «…los diputados fueron a hablar con el General como el Conductor del Movimiento Peronista, y se encontraron con un acto de Estado, televisado y una puesta en escena a todo trapo. Y luego, estos mismos diputados renuncian para no tener que desobedecer a Perón y Martiarena los expulsa y el engolado Camus lee el comunicado. Y el General manda a defenderlo y todo el mundo se quedó en su casa, salvo los matones que salieron a volar Unidades Básicas apoyados por los servicios de informaciones. ¿Qué milonga es esta que la ultra izquierda asalta en Azul y la ultraderecha entonces como respuesta viene a volar los locales de la J.P.?… Por eso General, ¿de quién y cómo lo defendemos?… ¿Cómo General?».
Dos semanas después, el 7 de febrero, las organizaciones juveniles de Montoneros (JP, JUP, JTP y UES) decidieron no asistir a la reunión Consejo Superior de la Juventud Peronista (JP), quedando así excluidas de la estructura del movimiento. En esa ocasión Perón les habló extensamente a los jóvenes que representaban a unas 47 agrupaciones juveniles, dedicando el discurso casi totalmente a hablar de la Tendencia Revolucionaria, a la que mencionó textualmente, «Todos esos que hablan de la tendencia revolucionaria, ¿qué es lo que quieren hacer con la tendencia revolucionaria?».
En su discurso Perón reconoció el heroísmo de la juventud en la lucha contra el gobierno militar, pero sostuvo que la «lucha cruenta» había terminado y que había que «desmovilizar» a las organizaciones armadas: «A la juventud, en fin, la queremos toda y a todos. Sabemos el mérito que tienen en el trabajo y en la lucha que han realizado. No, eso no lo niega nadie ni lo puede negar. Eso ya está en la historia. Hay héroes y hay mártires, que es lo que se suele necesitar en esta clase de lucha. Pero eso ha sido en la lucha cruenta, que ya ha pasado. ¿Por qué nos vamos a estar matando entre nosotros? ¿Para seguir diciendo que somos valientes? Esto es una cosa que no es difícil de comprender».
Perón sostuvo que la Tendencia Revolucionaria no era verdaderamente justicialista, sino una operación de «infiltración política» que se aprovechaba de los «idiotas útiles», y que debían ser excluidos del justicialismo, aun cuando fueran mayoría: «Por eso, muchachos, antes de terminar esta charla de hoy, les pido que para la próxima reunión piensen —y así tratamos el asunto del horizonte directivo que es lo que nos interesa, porque es el verdadero problema que existe en este momento—, en quién es quién. Eso es lo que necesitamos saber, pensando que más vale un buen hombre al frente de cinco que uno malo al frente de cinco mil. Yo me quedo con el que está con cinco y no con el que tiene cinco mil».
1° de mayo de 1974: Los estúpidos imberbes de Plaza de Mayo.
El momento de mayor confrontación entre, Perón y los Montoneros, al menos en público, se produjo el 1 de mayo de 1974, durante la movilización a Plaza de Mayo por el festejo del Dia del Trabajo. La organización Montoneros había reclutado gente en todo el país, puso a disposición de la gente trenes y autobuses para dirigirse a la Capital Federal, totalmente gratis, incluyendo la comida y la bebida. Se puede decir que un 60% de los que viajaron a Buenos Aires, lo hicieron para conocer la ciudad, para hacer un trámite, ver a familiares, etc.
Montoneros, se ubicó en el noroeste de la plaza donde desplegaron toda su gente y la publicidad, era obvio, que el número de militantes era inferior en comparación con la exhibida seis meses antes. El presidente Juan Perón había pedido que se realizara una «Fiesta del Trabajo y la Unidad Nacional», y también había pedido que se llevaran solo banderas argentinas y de los sindicatos. El diario partidario de la izquierdista Tendencia, Noticias, mostró como los militantes utilizaron aerosoles y grandes letras en tela que fueron cosidas a las banderas para formar la palabra «Montoneros».
El grupo Montoneros concurrió al acto con el fin de presionar a Perón y manifestar su posición frente al rumbo político que había tomado el gobierno de Perón y a lo que ellos llamaban «gorilas», es decir, antiperonistas en el gobierno nacional. Las columnas montoneras gritaban consignas que estaban ensayadas en ese sentido y no se detuvieron cuando comenzó el discurso. La alocución de Perón fue muy breve, solo 17 minutos, y se centró en la trayectoria y la importancia del movimiento obrero y los sindicatos, como «columna vertebral» del Movimiento Peronista, pero fue permanentemente interrumpido por las consignas de los Montoneros, al grito de:
«¡Qué pasa, ¡qué pasa, ¡qué pasa, general, que está lleno de gorilas el gobierno popular!», «¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!», «¡Rucci traidor, saludos a Vandor!».
Ante estos canticos, el general Perón respondió varias veces, desaprobando la postura de Montoneros, y utilizando dos adjetivos calificativos: «estúpidos» e «imberbes». En medio de la tensión provocada por la confrontación, mientras trataba de encausar el acto, dijo Perón: «Compañeros: …», pero era interrumpido por el cantico del sector Montoneros: «¡Qué pasa, ¡qué pasa, ¡qué pasa, general, que está lleno de gorilas el gobierno popular!».
Continúa Perón: «Hace hoy veinte años que, en este mismo balcón, y con un día luminoso como este, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían tiempos difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan…».
El sector sindical enemigo de Montoneros, cantaba: «¡Perón, Evita, la patria peronista!». Juan Perón: «Decía que a través de estos veinte años las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años. (…) Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho…».
Montoneros responde: «¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar!». Los sindicalistas responden: «¡Ni yanquis ni marxistas, peronistas!». Ante el clima de confrontación, los Montoneros reconocen que ya no hay marcha atrás y varias columnas izquierdistas de Montoneros y de la Juventud Peronista comienzan a retirarse.
Dice Juan Perón: «Repito, compañeros, que será para la reconstrucción del país y en esa tarea está empeñado el gobierno a fondo, que será también para la liberación, liberación no solamente del colonialismo que viene azotando a la república a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan de adentro… y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan de afuera, sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero…».
Mientras se retiran de Plaza de Mayo, canta el sector Montoneros: «¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!», dejando la Plaza semivacía. También lo tratarían a Perón de cornudo. Luego del bochornoso acto, el presidente Juan Perón mantuvo un diálogo público con los representantes de los partidos políticos, que habían quedado impresionados por el enfrentamiento, y afirmó que a la juventud «no le viene mal un buen lavado de cabeza». Pero no se trataba de una cuestión capilar, se acababa de producir un hecho que seguiría provocando muertes y desangrando al país, al punto que, la sociedad argentina comenzó a pedir por el retorno de los militares.
Ese mismo día, previo al acto en la Plaza de Mayo, durante el discurso inaugural de las sesiones del Congreso, Perón había afirmado: «No ignoramos que la violencia nos llega también desde fuera de nuestras fronteras […]. Superaremos la subversión: aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras fuerzas, y los derrotaremos dentro de la Constitución y de la Ley. Ninguna victoria, que no sea también política, es válida en este frente».
Dos semanas después, los marxistas Montoneros dieron a conocer en conferencia de prensa un extenso análisis «sobre las consecuencias políticas del acto del 1 de mayo», donde hicieron públicas sus críticas al gobierno, enfocándose en los integrantes del gabinete, el Pacto Social entre los sindicatos y los empresarios, y la dirigencia sindical que ellos llamaban «vandorista»:
«…llegamos a la plaza y allí demostramos cual era el sentimiento del conjunto del pueblo: preguntarle a Perón qué es lo que sucede, que el pueblo no entiende cómo los traidores de ayer son los héroes de la patria ahora y los gorilas de ayer son los fervientes peronistas que hoy debemos acatar. Nosotros fuimos al acto… a expresar en esa asamblea lo que la gran mayoría del pueblo siente. Entendemos que la respuesta que Perón le dio al pueblo reunido en la plaza fue errónea… El mayor error es que el 1o de Mayo, donde el General tiene la posibilidad de dar respuesta directa a las críticas del pueblo que recaen sobre algunos funcionarios y a la dirección de la política gubernamental, lo hace insultando, no solo a los presentes, sino a todos aquellos peronistas que sin haber ido a la plaza sentían lo mismo que los miles que allí los estaban representando preguntándole al líder qué pasaba… No fuimos a buscar un insulto, que naturalmente solo puede ser catalogado como un error. Esperamos la rectificación de este error y también —lo que es más importante— de la marcha del proceso, porque para eso somos peronistas y para eso votamos por la liberación y contra la dependencia». Solicitada de Montoneros del 15/05/1974.
La ruptura no oficial entre Perón y los Montoneros aquel día en la Plaza de Mayo, calificadas con certeza como «expulsión» o «retiro», será un hecho lamentable para la historia del país. Dos meses después, Juan Perón moriría y la violencia política escalaría de manera geométrica, y se potenciaría la implementación del terrorismo de Estado a través de la Triple A, que surge desde los despachos del general Perón. Muy pronto Montoneros pasaría a la clandestinidad y a la lucha armada. Pasando a apoyar la lucha armada del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), mientras sectores militares alentados por grupos civiles se movilizaban en búsqueda de otra salida.
1 de mayo de 2025.