CUADERNOS DE EUTAXIA — 3
JORGE RICARDO MASETTI
EJÉRCITO GUERRILLERO DEL PUEBLO (EGP)
El Che Guevara y Jorge Ricardo Masetti– La bandera del EGP
En el mes de mayo de 1963, un grupo de personas partieron desde Buenos Aires, capital federal argentina, más de 1.400 kilometros, en direccion al norte del país para poner en marcha una guerrilla rural. Este grupo de personas estaría al mando de Jorge Ricardo Masetti, auto nombrado «Comandante Segundo». El grupo que llegó a la provincia de Salta, estaba integrado por ex miembros de la Federación Juvenil Comunista y militantes izquierdistas independientes.
Estos guerrilleros novatos actuaban convencidos de que estaban dadas todas las condiciones para lanzar la guerrilla rural. Mejor dicho, el Che Guevara, Jorge Ricardo Masetti y otros, estaban convencidos que era el momento, y eso es lo que asumieron estos voluntariosos y entusiastas pero poco inteligentes militantes. Este intento de implantar una guerrilla rural, era parte de una estrategia concebida a largo plazo por la plana mayor de la Revolución Cubana.
Este plan había sido aprobado en una reunión en La Habana en la que estuvieron el Che Guevara, el general Manuel Piñero, Alberto Castellano, el capitán José María Martínez Tamayo, y el general Abelardo Colomé Ibarra, luego Ministro del Interior. Tambien estuvieron presentes los argentinos Federico Méndez y Jorge Masetti, entre otros, y decidieron que había llegado el momento de preparar el terreno para el inicio de la guerrilla en Sudamérica, decisión que tres años después llevaría al Che Guevara al desastre de Bolivia.
Según el libro Secretos de generales del periodista cubano Luis Báez, libro en el que 41 oficiales superiores de las fuerzas armadas cubanas narran sus misiones en el exterior, en países de América y de África. A Colomé Ibarra, junto a Hermes Peña y Tamayo, les tocó preparar el terreno para la misión en Argentina.
Según los protagonistas, la falta de experiencia y el aislamiento político en la que se desarrolló este primer intento de insurrección armada, llevó al general Julio Alzogaray, jefe de la Gendarmería, y al mayor Héctor Báez, jefe de la Agrupación Salta de esa fuerza, al éxito de la «Operación Santa Rosa» como se denominó al operativo que enfrentó al «Ejercito Guerrillero del Pueblo» (EGP).
En uno de los pocos combates librados por el EGP, si se puede llamar combates, a pequeñas escaramuzas similares a cualquier enfrentamiento con ladrones urbanos, en ella fue abatido Hermes Peña y otros cuatro guerrilleros, y detuvieron a 14 de ellos, entre otros a Héctor Jouvé, Federico Méndez y Henry Lerner. Ironicamente, once años después en el «Operativo Independencia», a cargo del general Antonio Domingo Bussi, se fusiló en los montes de Tucumán a un hijo guerrillero del general Julio Alzogaray que era integrante de un destacamento de Montoneros, la Compañía del Monte «Ramón Rosa Jiménez» del PRT-ERP.
Héctor Jouvé y Federico Méndez fueron condenados a cadena perpetua, el resto de los detenidos cumplieron condenas menores y nunca se pudo dar con los restos de Jorge Masetti. Con la revolucion cubana triunfante, llevados por la euforia, el Che Guevara y Jorge Ricardo Masetti, acordaron abrir un frente de lucha armada en el norte de Argentina a fin de extender la revolución continentalmente.
¿Cuál era el contexto político en Argentina en ese momento? Mientras los guerrilleros estaban en el monte salteño, jugando a los boy scout, un año antes, las elecciones presidenciales habían consagrado a Arturo Illía como Presidente de la Nación. Hay que decir, que el peronismo estaba proscripto, y de acuerdo a la ley de hierro del peronismo (nosotros o la anarquía), el movimiento obrero lanzó una ola de movilizaciones y protestas que terminó gestando una oposicion para generar el caos y la desestabilizacion.
Destituido Arturo Frondizi en 1963 asume José Maria Guido quien presionado por las fuerzas armadas, proscribió al peronismo, decretó la intervencion de las provincias y disolvió el Congreso. Anuló la Ley de Asociaciones Profesionales, limitando la capacidad de acción de los sindicatos. En este contexto de ajuste económico y la restricción política del peronismo, la vía armada aparece como una opción válida y la forma de resistencia y disputa del poder.
El Che Guevara había conocido en Sierra Maestra a Jorge Masetti quien viaja a Cuba para conocer a los rebeldes y entrevistar por radio «El Mundo» a Fidel Castro y a Ernesto Guevara. Jorge Masetti, quien luego de entrevistar a Fidel Castro, dijo: «que no era comunista», lo mismo que repetiría Fidel Castro en los Estados Unidos sobre el Che Guevara y la revolucion cubana. Ricardo Masetti, quién ya venía inclinado a la izquierda, quedó impresionado por el proceso revolucionario y asume un compromiso con la causa marxista cubana. Masetti, construye un vínculo de amistad con Guevara.
Una vez que triunfa la revolución en Cuba, regresa a la isla en enero de 1959 junto a su mujer y sus hijos, invitado por el Che Guevara. Masetti participa de la «Operación Verdad». Funda y organiza la agencia de noticias «Prensa Latina» (PL), con el puesto de director, el objetivo era tener un organo de propaganda propio. Para 1960, Prensa Latina cuenta con 26 corresponsalias en distintos paises. «Somos objetivos pero no imparciales, porque no se puede permanecer imparcial entre el bien y el mal…» decía Jorge Ricardo Masetti.
La revolución cubana se habia puesto de moda y colaboraban con la agencia una cantidad de intelectuales izqierdistas de la época, como el marxista Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Waldo Frank, Wright Mills, Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Juan Carlos Onetti, entre otros. Como era lógico la reacción no se haría esperar y los distintos gobiernos irán clausurando las corresponsalías. En Argentina mediante un decreto presidencial, el presidente Frondizi, clausura (PL) porque: «atentaba contra el prestigio y la paz de la nación» (decreto 15124-1960).
A mediados de 1960, Ricardo Masetti, protagonizará una revolución, pero esta vez de «braguetas» y dejará a su esposa para juntarse con su secretaria Concepción (Conchita) Dumois con quien tendrá una hija de nombre Laura. A comienzos de 1961 producto de luchas internas renuncia a la dirección de Prensa Latina. Dentro del seno de Prensa Latina se dio la lucha entre antiguos socialistas y los guevaristas, Masetti renuncia junto a sus colaboradores quedando Prensa Latina en manos del Partido Socialista Popular (PSP).
Fidel Castro, no era tonto y no renunciaría al tutelaje soviético, y del cual los comunistas cubanos del PSP eran su aval y garantía. En esto Fidel Castro era pragmático, sin la Unión Soviética, Cuba estaría liquidada, así que Jorge Masetti se queda sin apoyo, pero durante la invasión a Playa Girón, a pedido de Fidel Castro, Masetti regresa momentáneamente a la dirección de la agencia. Posteriormente participa de los interrogatorios a los contrarrevolucionarios.
Jorge Ricardo Masetti, nació el 31 de mayo de 1929, en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Sus padres fueron José Reinaldo y María Esclavitud Blanco y sus hermanos Reinaldo, mayor que él, y Edgardo el menor de los tres. Sus abuelos paternos fueron inmigrantes italianos, su padre José Reinaldo Masetti, fue inspector de bromatología gracias a los contactos políticos de su abuelo.
Su madre María Esclavitud Blanco, hija de inmigrantes gallegos, era ama de casa y ultracatólica. Al terminar el servicio militar, a los 21 años, se casa con Clelia Dora Jury el 31 de julio de 1952 con quien tiene dos hijos Graciela y Jorge. Sus biografos dicen que su primer vinculo con la política es a través del nacionalismo con marcado acento antiimperialista, es así que ingresa a la «Alianza Libertadora Nacionalista» (ALN), en el año 1945, que tenía entre sus miembros a Guillermo Patricio Kelly, un provocador antisemita, famoso por su consigna de: «Haga patria, mate un judío».
Su ingreso a la (ALN) se debe a los cursos de corte revisionista y rosista, en los que participaba y que influyeron en Masetti, luego del éxodo de la ALN, militará en la Unión de Estudiantes Secundarios, muy cercanos a la ALN. Luego de su alejamiento sentirá un profundo rechazo hacia ellos. La ALN apoyaba la política neutral ante la Segunda Guerra Mundial del presidente general Pedro Pablo Ramírez, cuando Ramírez le declara la guerra al Eje, muchos aliancistas romperán con ella.
En esa agrupación también militaba Rodolfo Walsh, Masetti, abandona la Alianza, cuando ésta toma un carácter pro estadounidense. Masetti fue influenciado por pensadores nacionalistas como Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, defensores de los recursos energéticos nacionales. Esas influencias provocaran un fuerte desprecio al colonialismo inglés y al imperialismo estadounidenses, sus comentarios en radio Excélsior le costarían el despido.
Muchos de esos pensadores nacionalistas que sentían un odio irracional por Estados Unidos, inevitablemente terminaran en la izquierda. En 1947 Masetti trabaja en tareas menores en el diario Tribuna, al siguiente año colabora en el diario La Época, y luego en Noticias Gráficas, Democracia y El Mundo. Entre 1953 y 1954 dirige un diario en Tandil. En ese último año dirigirá también la Revista de la Asociación de Docentes Argentinos por seis meses. Trabaja en Radio Excelsior y en la Organización Latina de Noticias.
Adhirió al peronismo, pero pronto se opondría radicalmente a Juan Perón, a quien calificaba de «un ultra cobarde» y «un gran traidor al país». Masetti, odiaba a Juan Perón por las relaciones que había entablado con el presidente de Estados Unidos, Eisenhower, y la «entrega» del petróleo nacional a la Standar Oil de california. Su izquierdismo lo llevó a Masetti a simpatizar con las bases peronistas, con Eva y John William Cooke, desconfiaba de todos los dirigentes y aborrecía el culto oficial a Perón.
Años antes había trabajado en revistas como Cabildo, una revista nacionalista, que hoy calificarían de ultraderecha, y también en Tribuna. Pocos meses antes del golpe militar de 1955, dirige los ocho números de la revista Cara y Ceca, que es su primer emprendimiento independiente. El semanario Cara y Ceca, que dirige en 1955 junto a Alejandro Doria era de política nacional e internacional, orientada hacia la doctrina social de la Iglesia y anti comunista, deporte, humor gráfico, etc.
La quema de las iglesias por el peronismo ocasionó la ruptura entre ambos, Ricardo Masetti reaccionó como militante católico. Pero luego de su viaje a Cuba su fe se acaba. Esto muestra la inestabilidad intelectual y política de Masetti. Luego de ser apartado por Fidel Castro de Prensa Latina, él manejaba todo. Se compromete con el despliegue de la lucha armada en Argentina. En ese año el Che Guevara inicia tratativas con revolucionarios peruanos para abrir un frente guerrillero en Perú, que apoye el levantamiento campesino organizado por el dirigente trotskista Hugo Blanco, que había sindicalizado a 300.000 campesinos en la región de Cuzco.
El plan de iniciar la lucha armada en Argentina es idea del Che Guevara, y que tiene el objetivo de extender la revolución a todo el continente a través de un movimiento armado que abarque Perú, Bolivia y Argentina, este último sería el centro de operaciones. Apoyados por Fidel Castro, el Che y Masetti retornan de Argelia para preparar la operación junto al Comandante Manuel «Barbarroja» Piñeiro Losada.
En Cuba el núcleo del Ejercito Guerrillero del Pueblo (EGP) recibe instrucción militar de oficiales de experiencia guerrillera y luego completan su preparación militar en Argelia donde sé enfrentaban a la ocupación francesa. Finalmente reciben la orden del Che de partir en grupos separados a la frontera argentina-boliviana. En mayo de 1963 el primer grupo del EGP se encuentra en la frontera, está compuesto por Ricardo Masetti, el «Comandante Segundo» (el Che sería el primero), Hermes Peña, capitán y escolta personal del Che, Federico Méndez, armamentos e instrucción militar, Ciro Bustos, en claves secretas y criptología y Leonardo Werthein, médico.
En Bolivia reciben el apoyo logístico de algunos miembros de la Federación Juvenil Comunista boliviana, algunos de los cuales integrarán después la guerrilla del Che en Bolivia. Según el diario de guerra del capitán Hermes, «El 21 de junio de 1963 prestamos juramento como miembros del EGP y entramos al país…». Una vez en el monte se dedican a recorrer el territorio con el objetivo de probar sus condiciones físicas y la operabilidad de sus equipos. Son los mismos errores cometidos por el Che Guevara en Bolivia, caminatas desgastantes sin sentido.
Luego que fuera electo Arturo Illia como presidente en Argentina, se producirá un debate en el interior del grupo guerrillero y se llega a barajar la posibilidad de detener la operación, pero resuelven continuar y el 9 de julio, realizan la primera proclama «La Carta de los Rebeldes» publicada en el periódico «Compañeros» dirigido por Mario Valotta. En ese mismo mes se instala en Bolivia José «Papi» Tamayo, Capitán del Ejército cubano, que junto a militantes de Federación Juvenil Comunista boliviana prepara una red de apoyo fronterizo.
A este grupo grupo se unirá el chofer del Che, Alberto Castellanos, en tanto que Ciro Bustos se traslada a la ciudad de Córdoba donde establece una red de reclutamiento y enlaces. En los primeros meses de 1964 el EGP estará integrado por unos 30 guerrilleros, como dijimos antes, un gran número viene de la ruptura con el Partido Comunista argentino. Se organizan centros de reclutamientos en Córdoba y Buenos Aires, una red de apoyo en la frontera, otro grupo de apoyo en la ciudad de Salta y la comunicación con el Che Guevara.
El primer objetivo militar era tomar el poblado de Yuto (Jujuy), para el mes de febrero realizan las últimas incorporaciones, al campamento llegan dos agentes infiltrados de la Policía Federal, que ya se habían infiltrado en las células del Partido Comunista que disentían con la línea del partido y simpatizaban con la Revolución cubana, y en la provincia de Buenos Aires son incorporados a través de la red de reclutamientos que tenía el EGP.
Gendarmería Nacional, se entera por los habitantes del lugar, que en la zona se encuentran algunas personas extrañas, vistiendo uniforme verde y armados, de inmediato, Gendarmeria, inicia tareas de inteligencia. En mayo de 1964 cae el primer campamento ubicado en una pequeña localidad, Santa Rosa (Salta), a partir de allí se establece un cerco por lo que la guerrilla sin alimentos y sin posibilidades de recibir apoyo se dispersa en la selva.
En una emboscada de gendarmería caen Hermes Peña y Jorge Guille, allí muere el gendarme Romero. Perseguidos por las fuerzas de seguridad y con las condiciones físicas deterioradas, aislados y sin alimentos, algunos van a morir de hambre en la selva. Posteriormente serán capturados los sobrevivientes del núcleo guerrillero, los guerrilleros Jorge Ricardo Masetti, «Comandante Segundo» y Oscár Atilio Altamira, no aparecieron mas, ni sus pertrechos, ni sus cuerpos, se los tragó la tierra.
El 26 de agosto de 1964 los ministros Juan Carlos Palmero (Interior), Leopoldo Suárez (Defensa) y Ángel Zavala Ortiz (Relaciones Exteriores), comparecieron en sesión secreta ante la Cámara de Diputados de la Nación Argentina. Apuntaron directamente contra Cuba y acusaron a Fidel Castro de pretender exportar su revolución al resto de América Latina.
«Se ha organizado un verdadero aparato para transportar a ciertos elementos a Cuba –advirtió Palmero-, donde son adoctrinados, donde hacen su ejercitación y su práctica en guerra de guerrillas, donde se los adoctrina y capacita ideológicamente para atentar contra la estabilidad democrática de los pueblos».
El ministro vinculó al EGP con una serie de episodios previos y posteriores a su caída: la detención en Icho Cruz, en las sierras de Córdoba, de un grupo de estudiantes que se entrenaban en el «campamento Camilo Cienfuegos» a las órdenes de Juan Enrique Salem, el secuestro de armas y explosivos en La Quiaca (Jujuy) que estaban en poder de Luis Stamponi, y la explosión, el 21 de junio de ese año, de un departamento de la calle Posadas en la ciudad de Buenos Aires donde murieron el «Vasco» Ángel Bengoechea y varios miembros de su grupo político.
El ministro de Defensa precisó que Gendarmería había iniciado sus operaciones sobre pistas más o menos serias el 28 de febrero de 1964, a través del destacamento número 20 de Orán, con asiento en San Ramón de la Nueva Orán, y produjo las primeras detenciones el 4 de marzo. Al momento de brindar su informe a los diputados, dijo, había 18 guerrilleros capturados en el monte y 26 colaboradores externos detenidos en distintas ciudades del país, principalmente en Salta y Córdoba.
Durante su exposición, Suárez dio oficialmente por muerto a Jorge Masetti: «Se supone que aquellos que han entrado en una inmediata persecución por parte de Gendarmería Nacional, seguramente por la conformación del terreno o por tener que haber afrontado dificultades para atravesar los límites territoriales, posiblemente hayan muerto. Entre ellos, el capitán Segundo (sic), que era quien estaba a cargo de este sector de guerrilleros de Salta.
El comandante José San Julián, ex director del Museo de Gendarmería, recuerda que el 14 de agosto se organizó una patrulla con elementos de ascensión que llegó hasta las alturas de la Sierra Morada, por encima de los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Treparon por el cajón del río Las Piedras y encontraron huellas, raíces y tallos cortados con machete que, dedujeron, podrían ser marcas dejadas por los guerrilleros en su desesperado afán de supervivencia.
Estas señales confirmaban que estaban sobre los ultimos pasos de Masetti y Altamira. San Julian agregaba: «Tiempo despues, el mismisimo “Che Guevara” anunciaría la muerte de Jorge Ricardo Masetti (a) “Comandante Segundo”, a familiares y amigos en Buenos Aires. Versión que resultaría confirmada finalmente por dos periodistas que lo habían conocido y tratado, y un anuncio fúnebre publicado en la sección necrológica del diario izquierdista «En Marcha», editado en Montevideo. Lo cierto es que Masetti no apareció más».
En la causa Nº 56.903/63 a cargo del juez federal de Salta, López Sanabria, son sometidos a juicio: Federico Frontini, Fernando Álvarez, Miguel Colina, Alberto Korn, Jorge Paúl, Agustín Stachioti, Jorge Bellomo, Héctor Jouvet, Carlos Bandoni, Lázaro Lerner, Oscar del Hoyo, Raúl Dávila (Alberto Castellanos), Agustín Bollini Roca, Federico Méndez. Son juzgados por contrabando de armas, municiones y explosivos, homicidio y conspiración para la rebelión. Todos los acusados denunciaron las torturas físicas y psíquicas a las que fueron sometidos por gendarmería nacional durante sus detenciones e inclusive se tomaron como válidas y con valor probatorio las declaraciones hechas a gendarmería bajo tortura, a su vez el procurador fiscal fundamentó su acusación y de acuerdo al expediente judicial de la siguiente forma: «los procesados (…) eran de ideas comunistas que querían cambiar el gobierno como solución para el país (…) la actuación de gendarmería fue de vital importancia, si se tiene en cuenta el origen de este movimiento, que esta basado en ideas comunistas, que repugnan a nuestra democracia (…) es increíble que jóvenes con instrucción universitaria hallan atentado contra su patria pretendiendo instalar un régimen de oprobio, olvidando que este país desde su nacimiento ha sido democrático…»
La justicia condena a todos los integrantes del EGP, las penas más duras cayeron sobre Héctor Jouvet y Federico Méndez por haber integrado el tribunal que juzgó y condenó de acuerdo al reglamento interno del EGP al fusilamiento de dos combatientes acusados de falta de moral revolucionaria, descuido de armas y materiales militares.
El operativo de Masetti en Argentina, no contaba con la ayuda del Partido Comunista, ya que ellos seguían ordenes de Moscú. Solo contaban con ayuda del peronismo revolucionario, los disidentes de la Federación Comunista y la línea guevarista que apostó a la lucha armada, si bien las dos primeras manifestaciones (los uturuncos, primer núcleo guerrillero de origen peronista-guevarista) y el EGP parte de la estrategia guevarista, fueron neutralizados rápidamente, se abrió un camino para varias organizaciones unos años después.
La crisis de los misiles había obligado al Che a sacar al grupo que estaba preparando la guerrilla en Argentina fuera de Cuba. En noviembre de 1962, partieron rumbo a Checoslovaquia, en donde son recibidos por el comandante Papito Serguera, la situación en ese lugar se hace inestable, los contactos cubanos no daban respuestas y Masetti sospechaba de cierto complot contra la operación del Che. Masetti viaja a Argelia y regresa en 48 horas a Praga con la oferta de ayuda sin condiciones de los argelinos, gracias a su vínculo con Boumedienne, viajan a París y luego a Argelia, en ese lugar se sumarán Serguera y Colomé Ibarra, el «Furry».
En mayo de 1963 Masetti llega a Bolivia, el viaje lo hacen con pasaportes argelinos, primero van a Roma, tres días después se dirigen a Brasil y desde allí en tren hasta la frontera con Bolivia, el resto del grupo viaja directamente a Bolivia en avión. En La Paz toman contacto con miembros de la Federación Juvenil Comunista, la participación de estos miembros traerá inconvenientes con la dirigencia del Partido Comunista boliviano, y por tanto al rechazo de la política de Moscú a cualquier intento guerrillero en estos territorios.
Partiendo de Bolivia el grupo intenta incursionar en el norte argentino, compran una finca en Emboruzú, al sur de Tarija, cerca de la frontera argentina, una zona selvática, montañosa y deshabitada, en ese sitio comprobaron que el equipo cubano era de calidad muy inferior al argelino, el 21 de junio de 1963, comienza la primera fase, los guerrilleros cruzan el rio Bermejo, exploraran la zona de Los Toldos-Santa Victoria (Salta) y establecen un lugar de almacenamiento en el paraje Campo Raña.
Jorge Masetti no debatía ni realizaba análisis políticos con los combatientes, sólo vertía algunos conceptos maoístas sobre la lucha armada y sobre el clásico de Carl von Clausewitz, «De la Guerra». A esto se sumaba el carácter irascible de Masetti al confrontar ideas, los jefes eran demasiados herméticos, Peña no hablaba y Masetti se la pasaba leyendo y escribiendo, pero entre los guerrilleros las relaciones eran buenas y entre ellos se animaban.
La mayor parte del tiempo se la pasaban caminando y explorando, lo habitual era 50 minutos de marcha y 10 de descanso, nadie podía sacarse el calzado sin autorización, los aspirantes fueron abandonando de a poco su adhesión al proyecto, al menos seis personas dejaron el grupo. Agustín Stachiotti, aprovechando un encargo que le hizo Ricardo Masetti para comprar provisiones en Orán, se dio a la fuga.
No hubo apoyo entre los lugareños, Héctor Jouvé, habla de dos personas locales, un tractorista de la zona y un poblador llamado Guari Azapa (que sería detenido por gendarmería). Pero nadie más confiaba en ellos, las delaciones se debieron a los lugareños, así ocurrió el primer enfrentamiento con la gendarmería. Además, dos agentes de inteligencia habían sido infiltrados con mucha facilidad al grupo, Eduardo Fernández y Alfredo Campos, se habían infiltrado al Partido Comunista de Ciudadela (Buenos Aires), y luego viajaron al monte salteño.
Un miembro de la Gendarmería, Jorge A. Arredondo, dirá: «galería de oscuros conspiradores comunistas», Castañeda, Anderson: «banda juvenil robinhoodiana, inflamados de heroísmo y sumergidos en la mar de la confusión política». Kalfón: «hombres poseídos por una verdadera alucinación revolucionaria, que se suman a una de las más descabelladas aventuras sin futuro».
En el Ejército Revolucionario del Pueblo (EGP) primaba la concepción foquista del Che Guevara, voluntarista e individualista. El Che Guevara sabía el rumbo que tomaba Fidel Castro con su pragmatismo. Durante la estadía de Masetti en Argelia el Che le envía un mensaje: «nuestra atalaya (Cuba) se hunde lenta pero inexorablemente», el Che había comprendido que Cuba se estaba convirtiendo en un engranaje más de la Guerra Fría, es decir, parte secundaria de la dialéctica de imperios, la apuesta por continentalizar la revolución empujó al Che Guevara y a su gente por la senda del voluntarismo, y con ello al desastre.
Ciro Bustos: El sueño revolucionario del Che era Argentina
En una entrevista realizada por el periodista boliviano Jaime Padilla, a Ciro Bustos, de 65 años de edad, radicado en Malmö, Suecia, en octubre de 1997. Bustos distanciado de las publicaciones luego de la muerte del Che Guevara en Bolivia, octubre de 1967, rompe su silencio, y revela hechos poco o nunca antes conocidos, sobre el proyecto revolucionario que concibieran sus principales gestores, después del triunfo de la revolución cubana. Argentina sería el objetivo principal pero con una base de desplazamiento desde Bolivia.
El guerrillero: «Laureano», «Pelao», «Mauricio», «Marcelo» o «Carlos», nombres de combate de Ciro Bustos, dice Jaime Padilla, reasume su lugar en la historia. Queda claro que es imprescindible hoy encarar su protagonismo desde el surgimiento del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) en la Argentina.
Ciro Bustos. (…) El 26 de julio, fiesta aniversario del Moncada, se celebraría en Santiago. Granados me anuncia que el Che quiere conocerme. Pero el encuentro se posterga por enfermedad mía. No puedo viajar a Santiago pero él deja una orden de pasaje para La Habana en el avión de cubana y voy unos días más tarde.
La oportunidad de charlar más libremente, en casa de Alberto, comiendo el asadito planeado, se había perdido y el Che ya estaba sumido en su ritmo habitual. Me llevaron a su oficina del Ministerio de Industria a las dos o tres de la mañana y en una pausa me explicó que no tenía tiempo para una conversación conmigo pero que alguien lo haría en su nombre. Un par de días después fui llevado a la casa de Masetti.
El plan era preparar un grupo, bien entrenado militarmente, que entraría en Argentina a instalar una base guerrillera eventualmente al mando de Masetti como comandante «Segundo», hasta la llegada del Che que se produciría ni bien se consolidará el grupo como vanguardia.
Jaime Padilla: ¿Coincidió usted con tales planes?
Ciro Bustos: Sí, claro. Había muchos interrogantes, mucho a discutir. Pero también un acuerdo básico de hecho: sí se trataba de un plan del Che con él incluido, ahí quería estar yo. Una vez aceptada la propuesta, debía regresar a Holguín a desligarme de mis responsabilidades allí. El Che arregló la cosa mediante una -supuesta- beca inmediata del Ministerio de Industria para ir a especializarme en cerámica a Checoslovaquia y debía viajar en cuestión de días. El único que supo la verdad fue Granados, de quien me despedí, por última vez en Santiago, antes de regresar a La Habana.
Jaime Padilla: ¿Había otra gente trabajando en esto?
Ciro Bustos: Si, me encontré con todo el grupo en una mansión abandonada por sus dueños, huidos a Miami, en uno de los barrios más elegantes de Cuba, Marianao. La casa podía alojar a una compañía, rodeada de un inmenso parque que la separaba de otras casas iguales, también abandonadas. Pero nuestro ejército cabía en una sola habitación. Eramos seis, sumados nuestro comandante Segundo, y la tropa. Esta se componía de dos chaqueños importados directamente desde el Chaco en un viaje de exploración que había realizado Granados un par de meses antes a la Argentina; de un médico porteño que trabajaba como tal desde hacía más de un año en La Habana donde hizo amistad con Masetti; de un guajiro auténtico, jefe de la escolta del Che, que venía luchando a su lado desde los primeros tiempos de la Sierra Maestra, la invasión, el Escambray, Santa Clara, La Cabaña. Su nombre: Hermes Peña, muerto en combate en Oran, Salta. Y yo.
Jaime Padilla: ¿Preferían una mansión y no un cuartel?
Ciro Bustos: No, claro. La idea era utilizarla como lugar de concentración y aislamiento para todo tipo de cursos -excepto las prácticas de tiro que hacíamos en polígonos reservados del ejército rebelde- y que resultaba muy adecuada para las visitas nocturnas del Che que solía aparecer a las tres o cuatro de la mañana. De ninguna manera se trataba de vivir en el Sheraton.
Jaime Padilla: ¿Quienes participaban en la preparación del grupo?
Ciro Bustos: Había un grupo de gente, oficiales de la Sierra, al mando del capitán Olo Pantoja, muerto en La Higuera, y bajo la supervisión general del colorado, «Barbarroja»; Cte. Manuel Piñeiro, viceministro del interior, y jefe del aparato de seguridad del Estado, que se ocupaban de nosotros en materia de cursos, traslados, prácticas etc. y una serie de especialistas que nos transferían sus conocimientos y experiencias militares y técnicas. Entre ellos, el actual jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, Ulises Rosales del Toro. También otro comandante, que luego supimos, nos acompañaría para hacerse cargo de nuestra base estratégica. En esos tiempos tenía un cargo asombroso para su edad: era el jefe de la policía de La Habana. Hoy él es el general de más alto rango en Cuba, héroe de la guerra en Angola, actualmente Ministro del Interior, Gral. de Ejército Abelardo Colomé Ibarra. El comandante Furry. En su jeep de la policía, dando órdenes o evacuando consultas de sus subordinados mediante la radio de microondas en conexión permanente con la central de policía, Furry nos acompañaba en marchas de quince o veinte kilómetros, con equipo completo, mochila y armas, por los caminos de la periferia de La Habana. Teniendo en cuenta que eran momentos muy duros en Cuba, con intentos casi cotidianos de infiltración y sabotajes, para andar de noche con esos equipos, era recomendable la protección de por lo menos el jefe de policía. Las cosas se aceleraron por culpa de la crisis de Octubre -la crisis de los cohetes- que estuvo a punto de echar todo a pique. Hubo movilización general y el Che se hizo cargo de su puesto de comandante del ejército de Occidente y nos llevó con él a Pinar del Río. Ya se sabe lo que pasó. Cuando amainó la tormenta, el Che planteó, irrefutablemente, que, a nosotros nos quería afuera. Debíamos apresurar el aprendizaje pendiente para salir en el primer vuelo disponible.
Jaime Padilla: ¿En que consistían los cursos?
Ciro Bustos: En ese corto periodo, hicimos de todo, todo el día y casi toda la noche, sin parar. A mi me destinaron a los cursos de inteligencia y seguridad que implicaba trabajar todo el tiempo con claves, cifrados y descifrados, chequeos y seguimientos, tintas invisibles y embutidos [zulos]. Parte importante de la formación, eran los cursos de contra-inteligencia y desinformación. Se hacía hincapié permanentemente, en lo que había que estar dispuesto a sacrificar: desde la familia, pasando por el orgullo personal, hasta todos los honores y la vida, de ser necesario. Escuché relatos minuciosos de héroes anónimos que debieron renunciar a todo ello, quizá para siempre, dejando en la ruina moral de la ignorancia a sus seres queridos, para poder fabricarles una cobertura sólida que les permitiera infiltrarlos en los grupos contrarevolucionarios de Miami y asentarse allí indefinidamente trabajando para la seguridad cubana. Aprendí, con la sensación de que enfrentar esta posibilidad era casi peor que la muerte.
Jaime Padilla: ¿Y cuando salen de La Habana?
Ciro Bustos: Terminamos el programa acordado al tiempo que preparábamos nuestra salida. Fueron los primeros días de noviembre del 62. Días febriles. El grupo, al que se sumaba de partida Furry, esperaría en Checoslovaquia que se completarán tareas de infraestructura que estaban diseñadas pero no resueltas: sobre todo, la base estratégica de Bolivia. Eramos siete, incluidos Segundo y Furry. Y una amplia apoyatura de la seguridad, vía embajada Cubana. Otro comandante, Papito Sergera, se movía por allí como bisagra entre nosotros, Cuba y los Checos. En principio, fuimos alojados en un hotel de turismo en el Lago Slapi. Era ya pleno invierno, noviembre, y el hotel casi aislado por la nieve, estaba vacío. Nos permitió mantener un programa de entrenamiento físico mucho más fuerte: mientras desayunábamos cada mañana, muy temprano, elegíamos un poblado en el mapa, a diez, quince o veinte km. del hotel y hacia allí partíamos, con la nieve a media pierna, cortando camino por los campos dormidos bajo el hielo, hasta dar con el pueblito campesino, nunca más de media docena de casas-granjas, pero siempre con una excelente taberna donde comíamos formidables guisos regados por la mejor cerveza del mundo. Luego, a regresar ahítos y muertos de cansancio. Estas maniobras cotidianas, despertaron la suspicacias de los checos y con el fin de no destapar el manto -eramos un grupo de becados-, nos trasladamos a Praga.
Jaime Padilla: Cambiaron el campo por la ciudad.
Ciro Bustos: Claro, perdíamos lo duro de las caminatas sobre la nieve y además nos dividimos, Segundo en un hotel céntrico y nosotros en el Hotel Internacional. Pero la comida seguía siendo estupenda. De todas maneras, cuidábamos de mantenernos en forma. Lo que pasó, fue que empezamos a sentirnos retenidos en una trampa. El tiempo pasaba y no se concretaban nuestros planes. Segundo se salía de la vaina y los contactos cubanos miraban al cielo silbando. Yo estaba a cargo de la seguridad del grupo y Segundo ya había establecido la costumbre de discutir -en realidad monologar- todo conmigo. Mis horas de sueño se reducían gracias a esto notablemente, pero me permitía participar de las decisiones. En una noche en su hotel, hacia la madrugada, tomó la determinación de viajar, sin más trámites, a buscar ayuda alternativa de sus amigos argelinos Ben Bella y Boumedien, jefes triunfantes, recientemente instalados en el poder en Argelia. Al ponerse en marcha a la mañana, hicimos los trámites de su pasaje y antes del mediodía ya estaba él en vuelo.
Jaime Padilla: ¿Masetti, ya era una figura conocida internacionalmente?
Ciro Bustos: Si, vale la pena aclarar esto. Después de haber puesto en marcha en La Habana las oficinas y una estructura mínima pero completa de nexos internacionales de la agencia de noticias Prensa Latina, de la que fue su fundador en anuencia con el Che, Masetti realizó lo que constituyó la toma de contacto entre Cuba y los revolucionarios argelinos que luchaban por su liberación sepultados bajo la propaganda francesa. Las condiciones de increíble salvajismo con que el ejército colonialista francés trataba de apagar el heroísmo de los combatientes, habían resquebrajado el muro de silencio y el mundo progresista se preguntaba ya de qué se trataba.
La política cubana en ese momento, de enfrentamiento desigual con el imperialismo, era la de descubrir aliados potenciales, al menos en la actitud de lucha, de praxis armada contra los poderes coloniales. La idea de ir a ver cómo era la cosa encontró inmediato apoyo, y Masetti partió con esa misión. Deambuló por los países limítrofes de Argelia hasta que finalmente logró un contacto en Túnez. Entró en relación con miembros del Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLNA), que terminaron por proponerle una visita directa a la comandancia rebelde, tras las líneas francesas, en las montañas entre Túnez y Constantina. De esa forma, en una zona atacada por la aviación francesa, llegó hasta el jefe militar de la rebelión Houari Boumedienne. Este episodio, que lo retrotraía a Masetti en el tiempo (había hecho lo mismo en la Sierra Maestra, con Fidel y con el Che), colocó a Masetti en una situación de simpatías mutuas y por su parte, de entrega sin reservas. En nombre de la revolución cubana preguntó cómo se podía ayudar, y Boumedienne respondió «con armas».
Segundo hizo el camino a la inversa, llegó a La Habana, se encontró con el Che y con Fidel y después de un largo informe, al alba casi, Fidel le dice -«hay un vuelo de Cubana a Europa hoy por la mañana, lo tomas y regresas a verlo al Boumedien y le preguntas donde le ponemos las armas. Mientras, nosotros alistamos el barco y partirá con armas para un batallón con ese rumbo, ya tú le puedes radiar el destino…»- Así lo hizo Segundo, sin dormir y casi sin respirar. Los lazos de amistad y respeto mutuo estaban vigentes y Segundo volvió a Praga con una oferta de ayuda abierta y sin condiciones para todo el grupo en menos de 48 horas. Hay que decir, sí es que no lo hice ya, que Masetti pertenecía a esa clase de hombres especiales, como el Che había escrito hablando de Frank Pais. No por nada eran amigos. (…)
Ciro Bustos: (…) desde Santa Cruz, junto a Segundo, apareció otro boliviano cedido por el PC para colaborarnos: el Loro, Jorge Vázquez Viaña, asesinado en Ñancahuazú. Junto a ellos continué el viaje.
Jaime padilla: Segundo estaba en plan de inversionista en tierras.
Ciro Bustos: Esta generosa relación, la había arreglado Papi, Martínez Tamayo, antes de nuestra llegada, con un sector del partido. La finca -nuestra base-, estaba estupendamente ubicada, en el triángulo que forma Tarija entrando en Salta, entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. Zona selvática y montañosa, casi deshabitada, tenía un solo sendero que unía la finca, situada justo en el medio del triángulo, saliendo a conectarse con el camino Tarija-Bermejo que bajaba paralelo al río Bermejo, en el extremo noroeste del triángulo. Había una casa de piedra, con una sala grande, una pequeña pieza, una cocina grande con salida trasera, directamente al monte. Frente a la casa, por donde llegaba el sendero, una plantación de cítricos y paltas, donde, haciendo guardias interminables, me hartaba de pomelos deliciosos. Nos ocupamos, durante unos días, de la tarea de desembalar los equipos e inventariarlos. Aparte de las armas, que eran las pedidas por Segundo y buenas, el resto del aporte cubano dejaba mucho que desear o era pésimo. Uniformes de Boy Scout, de nylon, mal confeccionados, que no resistirían ni una espina, cartucheras tipo Tom Mix, con estrellitas, de falso cuero, etc.
Pero nosotros traíamos excelentes uniformes completos y toda la parafernalia militar de campaña, lo que nos permitía sonreír de costado. Armamos nuestras mochilas, bastante cómodas, tratando de no sobrepasar los 30 kilos, cosa imposible por culpa del peso del radiotransmisor, generador y trípode, que le tocaba llevar a Leonardo en su doble carácter de médico radiólogo, pero que implicaba repartir su exceso de carga. Quedamos en torno a los 35 – 37 kilos, lo que significaba un disparate.
El aparato, era norteamericano, de los que la CIA arrojaba sobre Cuba para la contra y que la seguridad, los muchachones de Barbarroja, a decir de Segundo, cosechaba siempre. Completamente blindado en goma, como el generador, se podían sacar del barro y ponerlos a funcionar. Otro motivo de peso, era el parque. Segundo quiso que lleváramos una dotación de 200 tiros per capita, lo que representa varios kilos, contando el arma. Había que llevar comida para un tiempo prolongado además de la ropa, hamaca, frazada, medicamentos, etc. Teníamos que penetrar en el país, sin hacer contactos hasta alejarnos de la frontera. De sólo pensar en ello, me dan ganas de empezar a tachar cosas. Furry con Federico, fueron los encargados del relevamiento topográfico de la zona, buscando un vado para pasar el Bermejo. Mientras más al norte, menos agua. Pero no resultó lo más conveniente. Por fin, una noche, cargamos las mochilas en el jeep y, ya vestidos y armados, el pequeño ejército loco, se puso en marcha.
Jaime Padilla: El objetivo es Argentina, con base de apoyo en territorio boliviano. Completando esta primera etapa, ¿cómo y bajo que circunstancias se produce el ingreso al territorio argentino?
Ciro Bustos: El cruce se efectuó sin problemas, ya sin luna, sobre las tres de la madrugada. Furry metió el jeep lo más que pudo en el vado, descargamos y nos pusimos las mochilas y tras una simple despedida, terminamos de pasar el río y nos sumergimos en la selva, subiendo por el cauce de un arroyo, argentino, como sus titilantes aguas. Entrábamos a un territorio de 2.790.000 km. cuadrados de superficie, por un costado ignoto, sin que nadie nos llamara y sin que nadie nos esperara. Sólo el rumor cantarino y fantástico del agua, que llegaría a ser nuestra sinfonía predilecta, y el crujir obsceno de la selva, mezcla de placer y amenaza, nos recibía. La columna, mejor dicho, el encolumnado de la marcha, era así: Hermes a la vanguardia, yo, Segundo, Leonardo, y Federico de retaguardia. Este orden se mantuvo en la primera etapa, y servía para fraccionar el grupo sí había que explorar; los dos primeros o los dos últimos.
Acampamos al atardecer, bajo la dirección de Hermes, que ejercía su autoridad de experto sin contemplaciones. Aunque deslumbrado por la magnitud de lo que nos rodeaba, empezó a moverse como si hubiera nacido allí. Un día, al acampar casi de noche, medio perdidos porque la realidad no se ajustaba a la carta geográfica militar de que disponíamos, Segundo ordenó una exploración que nos situara en el mapa.
Salimos con Hermes ya de noche, después de comer un arroz con sardinas en aceite (dos latitas para los cinco). Hermes empezó a caminar en medio del monte como si fuera por el trillo de su batey, en Oriente. Al cabo de dos horas, yo podía seguirlo solo porque veía la luz verde fosforescente del cuadrante de su Rolex, pero no tenía ni la menor idea de la dirección que llevábamos, ni de donde habían quedado el resto de los compañeros. Subimos y bajamos lomas, cruzamos arroyos, hasta que se paró y dijo – «ajá, volvamos»-. En dos horas más, hacia las dos, estábamos de regreso, justo para hacerme cargo de mi turno de posta.
El problema fue que entramos por una zona que no tenía salida en dirección sur, nuestro destino. El monte allí se topa y sube las altas montañas de Iruya, que descienden hasta caer al Bermejo, cerrando la zona con una barrera de farallones imposibles de pasar. Unos días después, bajamos por un afluente del Bermejo y un par de kilometros antes de salir a él, Segundo me manda a mi a buscar un paso y, eventualmente, comida. Me cambié el uniforme por arrugadas ropas civiles, y acompañado por Hermes hasta cierto punto, donde se queda a esperarme, sigo hasta la desembocadura. Me encuentro con un excelente vado; el Bermejo muy bajo, deja piedras al aire por las que se puede pasar saltando, sin tocar el agua. Eso hago, justamente, y estoy de vuelta en Bolivia. Me decido por caminar hacia la derecha, a favor del río, y acierto. A unos dos o tres km., hay un ensanche en el camino, para facilitar el paso de camiones que se topan de frente, y allí, gracias al otro Hermes, el dios griego, había un kiosco, una casilla de chapas, que ofrecía en venta a los motorizados viajeros, algunas frutas, pan y vino, chorizos, mortadelas y latas; de leche condensada, de carne, de pescado; harina, arroz, charqui y hasta papas y cebollas. Un colla de los que viven del contrabando hormiga desde Argentina, tenía allí su emporio.
Era como un espejismo, una alucinación, difícil de creer a pesar de verlo, de probarlo ya con un vasito de vino caliente en una mano y un chorizo grasiento en la otra.
Mi cara de náufrago de la selva, no le impedía hacer negocios. Me llenó un saco de yute con toda la comida que calculé podía cargar, incluida una garrafa de dos litros de vino, le saqué alguna información y emprendí el camino de vuelta. Crucé el vado a duras penas por el peso del saco que se bamboleaba en mi hombro y subiendo ya más tranquilo, al atardecer, me salió Hermes al paso, con cara de felicidad, no se si por verme a mi, o al bulto que traía.
El relato de mi expedición, decidió a Segundo a salir él ahora y tratar de llegar a la finca. Nos emboscamos frente al vado, con el camino a la vista, y luego de recuperar su rol de terrateniente, partió Segundo. Volvería con Furry en un plazo elástico de algunos días, de noche, haciendo señas con las luces del jeep, a responder con linterna. Así sucedió. Me armó una tremenda bronca, porque el vado no era el mismo de la entrada y debió caminar más del doble, como si yo pudiera reconocer de día, un lugar que había pasado de noche, y que los topógrafos exploradores, habían considerado el único vado. No sólo no era el único, sino que éste era mejor.
En todo caso, Segundo había tomado la decisión de retornar todos a la finca por unos días, mientras se encontraba un paso más al sur de los farallones. Pero ocurrió algo que nos cambiaba la perspectiva política, y por ende, nuestros planes inmediatos. Mientras se hacían nuevas exploraciones, se producen las elecciones presidenciales en Argentina, totalmente fraudulentas, pero que, sorpresivamente, gana un candidato puesto para perder por los radicales: el Dr. Arturo Illia, un viejo médico cordobés, pan de Dios, famoso por su honradez sin tacha. Illia ganaba por un porcentaje mínimo en relación con una nevada de más del 60% de votos en blanco peronistas, que habían sido excluidos del acto electoral. Los militares anunciaban que respetaban el resultado y se preparaba el retorno a la normalidad civil. (Guido, ex presidente del Senado, radical, había servido de testaferro presidencial de los militares que derrocaron a Frondizi, pero el poder era de ellos.) El clima de euforia y buenas intenciones políticas, dominaban los noticieros radiales y nos sumía en un desconcierto total.
En esa disyuntiva, Segundo resuelve suspender la operación. Manda a Federico a sus pagos, Resistencia (Chaco) a frenar al Loro que debía hacer unos contactos partidarios allí a nuestro beneficio, y a Furry a La Paz para comunicar la decisión al Che. Nosotros nos quedamos rumiando nuestra incertidumbre. Una noche, me llama a su lado: -«Pelado, somos unos comemierdas. Las elecciones son una farsa, una trampa del sistema. Nada a cambiado. Seguimos adelante. Te vas ha parar a Federico y seguís viaje a Bs.As. Córdoba, Mendoza.»-. Con apenas tres días de diferencia, partí detrás de Federico. En esa parte del país, el transporte no es fácil y menos hacia el Chaco. Podía, quizá, llegar antes que él a Resistencia. Conseguí plaza en una avioneta solitaria que regresaba a Formosa, y al día siguiente, en tren, llegué a destino. Encontré a Fede en su casa, clandestino. Hicimos juntos el contacto con el Loro; debían volver ambos a la base, y yo seguí, con un documento que me consiguió el Loro. El relato de mi entrada ilegal, lo guardo para otra ocasión. Me olvidaba de señalar que, simultáneamente, habíamos perdido una quinta parte de nuestras fuerzas. El medecin pidió su baja por enfermedad. De paso por Bs.As., para retornar a Cuba vía Europa, hizo un par de contactos que se tradujeron en nuevos reclutas.
Jaime Padilla: ¿Cómo se desarrollan los contactos y la formación de la red urbana?
Ciro Bustos: Yo pensé en una familia amiga en Córdoba. Habían sido mis más entusiastas colaboradores en el 61, cuando me iba a Cuba, y confiaba en ellos.
Ademar y Clelia vivían en Bell Ville, una hermosa ciudad provinciana. Aparecí de noche reclamando silencio en torno a mi persona y exponiendo mis necesidades de contactos seguros y de nivel político. No podía haber arribado a mejor puerto. Me alojaron en su casa, me rodearon de atenciones y resolvieron todo.
Organizaron un encuentro con un miembro de la dirección de «Pasado y Presente», una cotizada publicación teórica de marxismo, que se editaba en Córdoba. La revista nucleaba en su entorno, el grueso de la disidencia izquierdista y revolucionaria, que ya se había enfrentado a la dirección del PC, y estaba produciendo rupturas considerables en todo el país. Oscar del Barco escuchó lo que constituía mi discurso, muy simple y muy concreto, y se fue para organizar una reunión ampliada. En un par de días, me buscaron para llevarme a Córdoba y allí encontré a toda la dirección de la revista. Me sentí un poco ingenuo frente a tan relevantes pensadores, pero a medida que hablaba, iba cobrando confianza al tiempo que el aire parecía electrizarse. El as en la manga, era la jefatura del Che y yo lo puse arriba de la mesa en el momento culminante. Pancho Aricó, respondió en nombre de todos, aceptando participar en la tarea de facilitarme contactos para construir lo que sería la red urbana del EGP. Me dieron el primer contacto en Bs.As., un joven filósofo escindido ya del PC, de gran arrastre en los medios intelectuales: Juan Carlos (Portantiero, agregado mío). Él me puso en relación con el sector que ya había sido expulsado del partido. A partir de allí, todo caminaría sobre ruedas.
Jorge Bellomo acompañaría hasta la base a los dos primeros aspirantes porteños, «El Grillo» y «Pupi». Desde Córdoba iba un grupo mayor, entre ellos Héctor Jouvet a cargo de todos. Cuando yo regreso a la finca, luego de viajar a Mendoza, nuestras fuerzas eran más del doble que las originales. Un grupo grande, de los primeros en comenzar a trabajar con nosotros en Capital Federal, fue el de la facultad de filosofía, el grupo de Ana María, Diego y Cesar. En Mendoza quedó también funcionando un grupo. Como en el caso de Bell Ville, pensé también en un amigo, Ramón, a quien antes que nada le pedí me alojara poniéndome a salvo de encuentros familiares.
Para mis hermanos, no existí hasta caer preso en el 67. Ramón y el «Cholo», se ocuparon de organizar el EGP en Mendoza. Destinamos unas semanas en acostumbrar mínimamente a los reclutas, a las dificultades y durezas de la vida guerrillera, poniéndolos a vivir directamente en el monte y haciendo marchas diarias con uno de nosotros. Ellos dirían después, que cuando me tocaba a mi, era como el día de descanso. En septiembre, el crecido germen del EGP, tras juramentarse luchar por la revolución en una Argentina desproporcionadamente grande en relación a nuestras fuerzas, pero no a nuestro amor, volvió a penetrar al territorio nacional.
Jaime Padilla: ¿Y cuando ingresaría el Che?
Ciro Bustos: Alberto Castellanos, otro miembro de la escolta del Che, que había llegado para empezar a preparar las condiciones para la difícil operación del eventual ingreso del Che, entró con nosotros. La llegada del Che seguía dependiendo de que nuestra avanzada se consolidara. La columna avanzó hasta un punto cercano a Orán, desde donde Segundo me ordenó viajar nuevamente a las ciudades a consolidar las redes y organizar el envío regular de abastecimientos y nuevos reclutas. Esta pasó a ser tarea fundamental para mi y debí traspasar responsabilidades militares a Héctor. Compramos una camioneta y creamos una base logística permanente en Salta. Bs.As. y Córdoba crecían sin parar aportando el grueso de la gente. Yo bajaba y subía cada mes. Furry vino a una visita y subió conmigo.
Estábamos haciendo tiempo en Salta planeando ir al cine y paseábamos por la ciudad. A mitad de una cuadra, al borde de la acera, se da vuelta a mirarme haciendo una mueca con el dedo en alto y tartamudeando algo ininteligible; yo le digo que se deje de bromas y el se desploma redondo al suelo: un ataque. Sin pensarlo ni un minuto, lo levanto en brazos y cruzando la calle, me zampo adentro de un Hotel que había enfrente. El conserje, inquieto quiere llamar un médico, pero le explico que es inútil. Se trata de un ataque de epilepsia y lo único que se puede hacer es ponerlo en una cama a dormir, argumento. Me da las llaves de una fresca habitación y acuesto al dormido Furry, que en efecto, dormirá varias horas.
Con un pretexto cualquiera, salgo a contactar con una familia amiga, que aceptan alojarlo. Regreso al Hotel, espero que despierte, y salimos normalmente. Al día siguiente, vamos en autobús a Orán y nos adentramos caminando por la senda que se mete al monte hasta encontrar la camioneta en el punto previsto. «El Gringo» Canello, médico Cordobés a cargo del vehículo, traía un montón de gente, cuatro porteños y dos cordobeses, que armaban un escándalo tratando de cruzar el río crecido por las tormentas. Cuando logramos seguir, al otro día, en otro río, más ancho y caudaloso, cargados de provisiones, pasábamos de dos en dos; en la mitad del río, con el agua al pecho, Furry que va delante mío, a un metro, no más, alcanza a volverse con el dedo otra vez en alto, intentando avisarme de un nuevo ataque, y se desploma hundiéndose en las aguas. No se cómo, ni con qué fuerzas, lo saqué a flote y con mochila y todo, logré arrastrarlo hasta la orilla, en que ya me ayudaban los compañeros. El susto fue grande, pero ya habíamos encontrado a Henry y la gente que venía a buscarnos y no era cuestión de exponer a todos. Decidí quedarme con Furry, mientras dormía, emboscados próximo al agua, mientras Henry se iba con todos. Al día siguiente, caminamos hasta mitad de camino antes de encontrarnos con Hermes que venía por nosotros.
Furry había venido a coordinar una próxima entrega de material militar, que por su riesgo, debía estar planeada en sus mínimos detalles. La misión de llevar a cabo esta operación, me la dio Segundo a mi, con todo mi grupo. Con parte de él, acababa de llegar, retrasado por las tormentas, de un viaje a un caserío a establecer una vía de aprovisionamiento. Estábamos agotados, con los pies deshechos de tanto caminar en el agua, pero debimos salir nuevamente, luego de comer algo. Había que retroceder todo lo andado hasta llegar a nuestro punto de entrada, en la banda del Bermejo. Era una caminata de una semana, como mínimo, y contra reloj. Héctor, que no participó de la anterior caminata, fue capaz de encontrar los senderos de la montañosa selva, los recónditos lugares por los que habíamos pasado meses antes, y conducirnos al punto justo, ante unas farallas del Bermejo, en que el jeep de Furry aparecería la misma noche de llegar nosotros.
De paso, hay que decir que el río no era el mismo de los suaves vados de invierno. Estaba ahora convertido en una masa de agua torrentosa, que delataba su profundidad en la calma lisa de superficie espumosa.
Era una importante cantidad de armas, incluidas un par de lanza-granadas chinas, con sus proyectiles etc. Papi era el belicoso rey mago y entró para ayudarnos a trasladar el regalo hasta el campamento, en la zona del Río Pescado. La guerrilla, ahora bien armada y con excedentes en reserva, alcanzaba ya la treintena de hombres. Habíamos recorrido una extensa región y empezábamos a dominarla en su difícil geografía. Pero la base social era mísera y escasa, inútil políticamente. Se veía claramente ya, que la fuerza dominante, fervorosa, y que en la práctica, pugnaba casi por integrarse a nosotros, era la clase media, obrera y estudiantil, ciudadana. Nada raro en un país en que el 83% de la población, vivía en las ciudades. No éramos un país campesino, no eran campesinos los pobres seres marginados, refugiados, arrumbados en la selva, que habíamos encontrado hasta ahora.
Debíamos trasladar la zona de operaciones, aproximándonos a los cultivos cañeros, donde la explotación, era científicamente inhumana, capaz de generar conciencia.
Pero no nos enfrentábamos sólo a esta orfandad social hacia afuera. También hacia adentro. La meta de la revolución colocada por encima de todo, como tótem sobre cualquier otro valor, incluso, el de la vida humana, hizo escarnio de nuestros principios, de nuestro sentido básico de la solidaridad. Hubo dos fusilamientos y no fuimos capaces de oponernos a ellos, aún estando en contra.
Por esas fechas, se organizó una visita de la Dirección Nacional Urbana llamados por Segundo a sostener una conferencia. Subieron Pancho y Armando, pero este último no pudo llegar al campamento; demasiado esfuerzo para su edad. De la reunión, resultó una estructuración bastante definitiva del aparato de apoyo a nivel nacional, sus normas de seguridad y funcionamiento, autonomías y vinculaciones políticas, bajo el mando único de Segundo, quedando yo como cadena de transmisión de la hegemonía y mando de la guerrilla, sobre la ciudad.
Jaime Padilla: Sí la red de contactos bajo su coordinación era tan numerosa, ¿cómo podía Ud. controlarla?
Ciro Bustos: Es difícil sintetizar dado que, aparte de las visitas mensuales a los centros básicos, Bs.As., Córdoba y Mendoza, establecí contactos activos con grupos y personas sueltos o ligados a otras organizaciones o fracciones, en La Plata, Tucumán, Santa Fe, etc. Periodistas, sindicalistas, líderes políticos, iban armando un tejido de relaciones que exigían un cuidado extra de la seguridad; nadie sabía nunca con quién hablarían, sólo que con un oficial de la guerrilla: Laureano.
El Partido Comunista boliviano, había avisado al dirigente uruguayo, Arismendi, de que estaban prestando apoyo logístico a un grupo argentino vinculado a los cubanos. Arismendi lo comunicó a Codovilla. Los campesinos y habitantes de la región por donde nuestra camioneta se movía, habían comunicado a la gendarmería sus sospechas de una vía de contrabando en la zona. Una pareja de militantes comunistas de una célula de La Matanza, Pcia. de Bs.As., buscaba integrarse. Los muchachos de Rafael, responsable de reclutamiento, enfriaban el contacto porque la orden era no relacionarse orgánicamente, ni chuparle gentes al PC. Uno de los postulantes, se presentaba a si mismo como un regalo del cielo: era pedicuro. Afortunadamente, la compartimentación era absoluta y las citas, siempre callejeras. Nunca conocieron ni un nombre, ni una casa.
Finalmente, la tentación del pedicuro propio se impuso; se les comunicó que subirían a corto plazo. Y partieron. No sabíamos entonces que estaba ocurriendo una notable coincidencia: tanto el PC argentino, como Coordinación de la Policía Federal habían decidido infiltrarnos. Lo más notable de la coincidencia, es que usaban las mismas personas. Yo bajé a encontrar a Furry en Bs.As. y conducirlo arriba. En Córdoba, lo alojamos en una casa de seguridad mientras yo lo hacía en otra, a pasar la noche. Por la mañana, subo a un autobús para ir en su búsqueda y compro un diario. En primera plana salía la noticia del descubrimiento y captura de un grupo guerrillero en Orán, Salta. En resumen, «El pedicuro» y su amigo no tenían más órdenes que tomar el tren al norte. No pudieron hacer otra cosa. Mientras, sus jefes de Coordinación, de la que eran miembros, les organizaban una cobertura de seguimiento desde el mismo Bs.As. Pero al salir ya el nuevo grupo desde Salta, la camioneta hace maniobras de despiste, y la policía pierde el contacto con sus agentes, que, al adentrarse en la selva, se la empiezan a ver negra. Paralelamente, pero sin ninguna vinculación, la gendarmería decide investigar las denuncias de contrabandistas. Cuando el nuevo grupo ya se ha encontrado con Diego y otros compañeros que han esperado la camioneta y caminan de regreso al campamento central, dejando en el número uno el grupo a cargo de Alberto Castellanos, «El pedicuro» comprende que deben salir entonces o nunca. En una pausa, se interesa por las armas de los guerrilleros y al tener una para mirarla, le dispara a Diego atravesándole el muslo, y logra someter a los demás.
Diego lo convence de que su única chance es abandonarlos a ellos y salir rápidamente de la zona antes de que otros compañeros vengan tras el disparo. Así lo hacen. Dejándolos sin armas y mal amarrados, «El pedicuro» y su pareja regresan tratando de encontrar el rumbo. Pero lo que se encuentran, después de andar perdidos varias horas sin hallar la salida, es una patrulla de la gendarmería que ya ha tomado el campamento uno y rastrilla el área. Los gendarmes detienen a los policías y les entran a palos, sin creer sus verdaderas identidades. Presos llegan a Salta.
El desarrollo de los acontecimientos posteriores es un tanto confuso para mi memoria. Diego envía a alguien intentando alertar a Castellanos, pero encuentran la base tomada por gendarmes. Ya en el campamento central, Segundo manda a Hermes con Jorgito a evaluar la situación. Hermes choca con los gendarmes y hay un combate en el que mueren ambos después de matar un gendarme.
En los dos meses siguientes, todo ha terminado. La dependencia del exterior para abastecerse de comida, el total aislamiento y las condiciones del terreno, resultaron una trampa mortal. La gendarmería, en la práctica, salvó la vida de los que fue deteniendo. El resto, murió de hambre. De Segundo y su único acompañante, no se supo más.
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Carta del EGP a los pobladores rurales tucumanos
Compañero campesino:
Te escribimos esta carta para que la leas varias veces. Y para que se la leas también a todos los arrenderos, peones y obrajeros que no saben leer. Es importante que todos ustedes nos escuchen y piensen en estas cosas de que ahora vamos a hablar, porque estamos seguros que después de meditarlo, van a estar de acuerdo con nosotros.¿Y quiénes somos nosotros? Nosotros somos trabajadores como ustedes, de distintos oficios y profesiones, a quienes nos explotaban en las ciudades y los pueblos, los mismos que los explotaban a ustedes en el ingenio, o en los montes o en los campos. Eso sí. Nosotros les llevamos una ventaja y es la que nos hemos unido y organizado. Ahora, los invitamos a ustedes a unirse y organizarse. (…)
Y sigue como cinco páginas. En realidad es una carta de Jorge Masetti, dirigida a los campesinos, una carta larga, esta proclama presentaba dos problemas irresolubles, estaba escrita en un lenguaje marxista que los pobres paisanos de la region no entendían y, era tan larga, que cuando la terminaban de leer, la guerrilla ya era historia, habría sido liquidada. Por otro lado, hay que decir, que casi nadie la leyó. Mejor.
29 de noviembre de 2023.