IBEROAMÉRICA
BIOCENOSIS POLÍTICA
Ricardo Veisaga
Artículo publicado originalmente en la Revista Metabásis
América Latina, es un concepto creado por el sociólogo francés, Michel Chevalier, en el siglo XIX, durante la coronación del emperador Maximiliano en México. Los franceses querían justificar una expedición militar a ese país con la intención de expandir su imperio a los países del sur.
Chevalier argumentaba que los países al sur de Estados Unidos eran «latinos» y «católicos», mientras que los Estados Unidos y Canadá eran «anglosajones» y «protestantes». Chevalier sostenía que esta división de América era que Francia, la principal potencia «latina» del mundo de entonces, estaba llamada a liderar a sus naciones hermanas en las Américas.
Chevalier había convencido a Napoleón III (el impostor) que instalar a Maximiliano en México, era el principio de un despliegue imperial francés que lo haría propietario de un inmenso imperio en el nuevo continente.
Sin embargo, existen otras versiones que señalan a algunos hispanoamericanos como el dominicano Francisco Muñoz del Monte, los chilenos Santiago Arcos y Francisco Bilbao, y especialmente al colombiano José María Torres Caicedo, que habrían empezado a usarlo a comienzos de la década de 1850, como referencia geográfica, años antes que los escritos de Chevalier.
Los habitantes de América habrían adoptado el término «Hispanoamérica», en circunstancias en que Estados Unidos estaba empeñado en crear un imperio que se extendería hacia el sur del continente. Según el Diccionario panhispánico de dudas, Hispanoamérica es «el conjunto de países americanos de lengua española», por tanto, excluyendo a los Estados americanos «en los que la lengua oficial no es el español». «Su gentilicio, hispanoamericano, se refiere estrictamente a lo perteneciente o relativo a la América española y no incluye, por tanto, lo perteneciente o relativo a España».
En cambio, el término Iberoamérica, comprende las naciones americanas que tienen como idioma oficial o cooficial tanto el español como el portugués. Iberoamérica (Ibero-América en portugués) es un término formado a partir de las palabras Iberia y América para designar el conjunto de territorios de América donde se hablan lenguas iberorromances.
Iberoamérica constituye una de las regiones lingüísticas más grandes y culturalmente más cohesionadas del mundo. El Diccionario panhispánico de dudas define Iberoamérica como la región integrada por las naciones americanas que pertenecieron como reinos y provincias a los antiguos imperios Ibéricos español y portugués.
Según esta definición, Iberoamérica se referiría solo a una región americana. Sin embargo, en la misma entrada, al definir el gentilicio «iberoamericano» se señala que, en ocasiones dicho gentilicio incluye también lo relativo a España y Portugal. Igualmente, la última edición del Diccionario de la Lengua Española incluye en una de las definiciones del gentilicio a España y Portugal.
Toda esta confusión al momento de designar con un nombre a este espacio geográfico, también está mostrando claramente las pretensiones imperiales que se cernían entonces y continúan hasta ahora sobre el inmenso territorio.
Las nuevas naciones hispanoamericanas surgieron de los fragmentos del imperio español. Su origen se debe a la dialéctica de estados o imperios, y de ninguna manera a la lucha de clases, como algunos insinúan. Una serie de imperios participaron en ese proceso. Napoleón de Bonaparte, dio el puntapié inicial al invadir y colocar en el trono de España a su hermano José.
Iberoamérica en este año, estuvo sacudido por protestas sociales y con enfrentamientos de diversa magnitud. Venezuela, Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Panamá, Costa Rica y Nicaragua. Es una muestra de lo que abarcaron los sucesos. En medio de este panorama, los medios y la gente se comportaban como si fuese una competencia. A favor de las protestas cuando ideológicamente le eran afines y condenaban cuando eran opuestos.
Denuncian la «represión» en Chile, Ecuador o Colombia, pero ocultan y justifican todo acto de violencia estatal en Bolivia, Nicaragua o Venezuela. Decir que el descontento generalizado se debe a que los gobernantes no supieron entender a las nuevas generaciones, es un gran error. Las nuevas y viejas generaciones en iberoamérica, están maleducadas en política, no tiene la menor idea de lo que es la política y lo político.
El problema no es no interpretar a las nuevas generaciones, el problema es no entender que iberoamérica tiene atado su destino a la lucha de estados o imperios. A la dialéctica de estados o imperios le debe su origen, parafraseando a los fundamentalistas científicos, diríamos su big bang y también su suerte.
Los gobernantes siguen cometiendo el error de manejarse con ideologías y no educar a las clases políticas y a los ciudadanos en una política realista. Se empecinan en insistir con ideologías perimidas y en la demagogia, en el estado de bienestar y en el clientelismo político. La gente cree que por el hecho de respirar los gobiernos le deben todo.
Las protestas en hispanoamerica no son espontaneas ni originales, tampoco le vamos atribuir todo el mérito al Foro de San Pablo, al Grupo de Puebla, o al Joker, como alguien lo mencionó irónicamente. Pero no están ausentes en ellas. Estas protestas cualquiera sea su ideología van contra el Estado. Los ciudadanos en Hong Kong, se manifiestan y luchan por libertades políticas. Por mantener una economía que proteja sus propiedades ante el imperio chino.
En Chile, la protesta es en el fondo contra el Estado, violentando lo público y lo privado. Buscan mayor dependencia del estado, quieren vivir «gratis y de arriba», quieren jubilaciones o retiros dignos, pero no aportan en su época laboral activa. Quieren continuar en una fiesta interminable. Le dicen no al FMI, pero sin dinero del FMI no tendrían ni para pagar sueldos estatales. Pelean sin darse cuenta que quieren seguir manteniendo la cadena y el collar en el cuello.
Cuando Chile señala a Venezuela de tener un plan para desestabilizar iberoamérica (como si no viviera en una desestabilización permanente). El presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, también lo señaló cuando su país también se encontraba en medio de violentas protestas, en rechazo a la aprobación de un paquete de medidas para cumplir con el acuerdo suscrito con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por más de 4.000 millones de dólares.
Moreno señalaba a «agentes venezolanos y cubanos» que habrían llegado al país con fines desestabilizadores. Lo mismo se puede decir del gobierno colombiano. Colombia ya había señalado la presencia de guerrilleros de las FARC en Bolivia. En un artículo sobre la salida de Evo Morales, ya me ocupé sobre estos grupos que se dedicaban a entrenar y adoctrinar a la población. Eso es innegable.
Se equivocan al sostener que «habrían llegado». Esos grupos ya estaban desde hace décadas. El Ecuador de Correa es un ejemplo de lo que digo. El entonces presidente Álvaro Uribe mandó a bombardear a tropas de las FARC que mantenían sus campamentos en Ecuador.
Los países pertenecientes al Grupo de Lima, conformados por gobiernos surgido en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), han activado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) para imponer mayores sanciones contra Venezuela. Ya que consideran al régimen de Maduro como desestabilizador de la región.
El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Diosdado Cabello, manifestó hace poco tiempo: «hoy día, que anda convulsionado todo este sector de América, está soplando una brisa bolivariana.» Cabello sostiene que la «brisa bolivariana» es de «los pueblos libertarios» que se oponen «al imperialismo, al neoliberalismo y al capitalismo».
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, en un comunicado atribuyó esas expresiones a «corrientes de desestabilización» que «tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana» para «financiar, apoyar y promover el conflicto político y social» en la región. Almagro considera que estas ideas solo han traído «desestabilización, violencia, narcotráfico, muerte y corrupción».
El vicepresidente del partido gobernante de Venezuela, Diosdado Cabello, le respondió a Almagro, pidiéndole que le «rueguen a Dios» que sea solo una «brisa». Y añadió «Porque al paso que vamos, está convirtiéndose en una ventolera para luego ser un huracán bolivariano».
El Foro de San Pablo, celebrado en Caracas a finales de julio, para muchos analistas, habría servido de marco para que allí se cocinaran los planes de las multitudinarias protestas. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, aseguró en Twitter que el objetivo del foro era «tomar el poder en todos los países de la región» con el dinero que le proporcionó Brasil anteriormente a «muchas dictaduras» para ampliar su dominio.
Las alarmas cobraron mayor fuerza cuando Nicolás Maduro, durante la clausura del I Congreso Internacional de las Comunas, dijera: «El plan va como lo hicimos, va perfecto, ustedes me entienden, el plan va en pleno desarrollo, victorioso, todas las metas las estamos cumpliendo una por una, es la unión de los movimientos sociales, progresistas revolucionarios de toda América Latina y del mundo».
Sostuvo Maduro que «la estrategia trazada en el encuentro» fue «la articulación de los partidos políticos progresistas, revolucionarios, de izquierda, con los movimientos sociales».
El Foro de San Pablo es una agrupación de partidos y grupos de izquierda iberoamericanos, desde reformistas hasta colectividades políticas de izquierda revolucionaria, fundado en 1990 por el Partido de los Trabajadores de Brasil (de Lula da Silva) y el Partido Comunista de Cuba (de Fidel Castro).
El objetivo del foro, como lo señalan en su página oficial, es avanzar con propuestas de unidad de acción consensuadas en la lucha antiimperialista y popular para promover intercambios especializados en torno a los problemas económicos, políticos, sociales y culturales que la izquierda continental enfrenta.
Según opinión de Benjamin Tripier, los hechos en América Latina traen reminiscencias de los años 70 con la exportación de las guerrillas castristas guevaristas. Por este Foro pasaron desde Hugo Chávez hasta Cristina Kirchner, pasando por Luis Ignacio Lula da Silva y Dilma Rousseff, con Evo Morales, Rafael Correa y José Mujica.
Cuba nunca renunció a la vieja estrategia castro-guevarista de liberar todo el continente. Ya sea mediante el foquismo de crear «dos, tres, muchos Vietnam», un plan que era parte de la dialéctica de los imperios capitalista y comunista. La otra vía es la «pluriporquería», como llamaba el dictador Fidel Castro al sistema electoral democrático.
Ante la caída de gobiernos izquierdistas populistas, preparan sus planes desde La Habana. En un tono triunfalista se celebró hace muy poco tiempo, una reunión en Cuba, donde se reunió toda la izquierda post-soviética continental, para reanimar el Foro de San Pablo y su cría el Grupo de Puebla, en medio de ovaciones por la violencia desatada en Chile, una especie de déjà vu, pero distinto, pues ya lo vivimos, de la Conferencia Tricontinental.
Sin embargo, otras voces sostienen que esas protestas responden a un proyecto mayor de líderes de izquierda agrupados también en el Grupo de Puebla. El grupo de Puebla está conformado por 30 líderes izquierdistas de Iberoamérica y España, que en julio pasado se reunieron en Puebla para fundar un movimiento que hiciera contrapeso al Grupo de Lima.
El Grupo de Puebla, se presenta como un nuevo eje progresista de Iberoamérica, digamos que es casi el izquierdismo de siempre, al que apunta el nuevo presidente argentino Alberto Fernández. El Grupo de Puebla, llamado así por la ciudad de Puebla (México) lugar donde se reunieron entre el 12 y el 14 de julio. A muchos les sonará Puebla, por la Conferencia Episcopal realizada en dicha ciudad en el siglo pasado. Que emitió un famoso documento con influencia filomarxista.
Está conformado por más de 32 líderes de 12 países. Según los organizadores el Grupo Progresista Latinoamericano está constituido como «un espacio de reflexión y de intercambio político en América Latina». Y que surge como una necesidad de contener el «avance de la derecha conservadora». Estos gobiernos neoliberales o conservadores, según dicen, debilitan nuestra soberanía, las instituciones democráticas, el Estado de Derecho, la vigencia de los derechos humanos y el ambiente, y otras consideraciones metafísicas.
Olvidándose que Donald Trump hizo más que todos ellos juntos, por defender las soberanías nacionales. Pero a estos les pasa lo mismo que a las uniones o sindicatos de Estados Unidos, que se oponían sistemáticamente a la globalización, pero en cuanto Trump se levantó contra ese orden, ahora miran para el costado.
El grupo nuclea a líderes y movimientos políticos en forma personal, de oposición mayoritariamente y no a sus partidos o instituciones estatales. El Grupo de Puebla, además, se desliga del Foro de San Pablo, que hace apenas un mes, tuvo un encuentro en Caracas con la presencia de Maduro y Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba.
Lo que los une, según el eterno candidato a la presidencia de Chile, Marco Enríquez-Ominami, es la convicción de que «tanto el mercado como el capital son ineludibles en el debate». ¿Y para esto tanto bochinche? Basta que se comuniquen por WhatsApp.
Al primer encuentro también asistieron el entonces candidato presidencial uruguayo Daniel Martínez (Frente Amplio), hoy derrotado. El ex presidente colombiano Ernesto Samper, y el senador chileno y ex secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, y Yeidckol Polevsky, representante del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El surgimiento del Grupo de Puebla obedece a la necesidad de oponerse al Grupo de Lima, creado en 2017 con un solo objetivo: enfrentar al gobierno de Nicolás Maduro. Aquí está la madre del borrego. El 11 de septiembre, emitieron una declaración para rechazar:
«cualquier intento de uso de la fuerza que quebrante el principio de solución pacífica de las controversias y que posibilite una intervención militar en Venezuela por parte de fuerzas extranjeras, incluida la invocación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), instrumento arcaico para intervenciones militares en países de América Latina durante la Guerra Fría».
Alberto Fernández, el ahora presidente argentino, y anfitrión del segundo encuentro, dijo entonces «Nuestra mayor obsesión es reconstruir la integración regional en América Latina, con México incluido, porque, desde la llegada de López Obrador, México ha vuelto a mirar a América del Sur».
«Existe en muchos de los gobiernos de América del Sur, el gobierno uruguayo, el mexicano, el de Bolivia, eventualmente el argentino, la idea de reconstruir la integración que alguna vez fue. En el Grupo de Puebla también está Samper un hombre que con mucho esfuerzo mantiene en pie a la Unasur», agregó.
La reunión en Buenos Aires se hizo sin la presencia de López Obrador, ni de gobiernos del eje bolivariano, ni la Venezuela de Nicolás Maduro, ni Nicaragua de Ortega, ni de Cuba. La ausencia de López Obrador se debe a la Doctrina Estrada, a la regla de no intervención. Una doctrina anacrónica que nació para legitimar a los gobiernos mexicanos, que surgían de manera dudosa y nada democrática.
Hasta antes de la llegada de López Obrador a la presidencia, México era uno de los 14 países de Iberoamérica integrado en el Grupo de Lima, un grupo de gobiernos críticos con el régimen de Maduro. Sus miembros resolvieron desconocer el proceso electoral fraudulento con el que el mandatario fue reelegido en mayo de 2018.
Tras la asunción de López Obrador, dio un giro en su postura y decidió no seguir el paso de las otras 13 naciones. Medida tomada junto a Uruguay, un pequeño estado de menor en importancia, pero cuyo nuevo gobierno se va a sumar al Grupo de Lima. En este sentido la salida de Evo Morales ha sido un balde de agua fría para estas izquierdas.
Este giro en la política exterior de México basada en la doctrina Estrada, promulgada en 1930 y posteriormente consagrada en la Constitución mexicana, es una norma que marcó la política exterior de México durante la mayor parte del siglo XX. A inicios del siglo XXI, durante la presidencia de Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN), México puso a un lado la doctrina Estrada.
Y durante el mandato de Enrique Peña Nieto, México impulsó a través del Grupo de Lima la postura más dura ante el gobierno de Maduro y trabajó para convencer a otros países de que abandonaran el apoyo al gobierno bolivariano. López Obrador retomó la política exterior de no intervención como un salvavidas ante su desespero ideológico.
El canciller Estrada rechazó el no reconocimiento de gobiernos que llegaban al poder por medios no constitucionales, «pues de esa práctica se han aprovechado gobiernos poderosos para obtener ventajas de los países débiles», estableciendo que su país no se pronunciaría sobre la legitimidad de los gobiernos de otros países ni los calificaría.
La doctrina Estrada, le permitió en la práctica a México mantener relaciones con países del mundo de ideologías muy diversas, pero en especial, con aquellos surgidos de revoluciones marxistas. Por tal motivo México fue el único país de iberoamérica que no rompió relaciones con Cuba durante su expulsión de la Organización de Estados Americanos en 1962.
En realidad, lo que buscaba la doctrina Estrada era el reconocimiento reciproco, se tratara o no de gobiernos democráticos, no aplicaba adjetivos contra otros estados con el objetivo de ser tratado con reciprocidad, eso esperaba de los otros. Lo que buscaba la diplomacia mexicana era librar a México de la necesidad de buscar el reconocimiento de gobiernos extranjeros, práctica habitual a inicios del siglo XX.
En el caso de México, era muy importante ya que desde la revolución de 1910 hubo muchos gobiernos que llegaron al poder por métodos no constitucionales y fueron sometidos a situaciones de no reconocimiento. Cabe citar el gobierno de Álvaro Obregón y también de otros prerrevolucionarios, como el de Porfirio Díaz, que tenían la necesidad de tener el reconocimiento de Estados Unidos y de acceder a ciertas exigencias de la potencia del norte.
En el siglo XX hubo excepciones a la doctrina Estrada, sencillamente porque la realidad politica es cambiante. Durante la década de los setenta, México participó activamente en la caída del presidente Anastasio Somoza en Nicaragua. El presidente José López Portillo intervino y expresó condena al gobierno de Somoza y promovió la revolución marxista que llevó al poder a los sandinistas.
El gobierno de López Portillo dijo que «buscaba promover la paz y estabilidad regional coincidente con el interés nacional». México en la misma época desconoció al gobierno militar de Augusto Pinochet en Chile, tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende. Lo mismo hizo con el gobierno del generalísimo Francisco Franco, en España, luego de la guerra civil española.
Hay que recordar, que el gobierno de México envió armas, dinero, alimentos, municiones y tropas al conflicto, en apoyo del bando comunista de la república, donde fueron derrotados. Esta práctica diplomática que inicialmente tenía como objetivo el reconocimiento de gobiernos que llegaban al poder de manera retorcida, con el tiempo se convirtió en un instrumento para eludir las críticas y condenas al tema de las violaciones a los derechos humanos.
Durante el gobierno de Felipe Calderón se modificó la Constitución y fue incluida como principio de la política exterior de México, la defensa de la democracia y la promoción de los derechos humanos. Pero irónicamente también el principio de autodeterminación y de no intervención. Es absurdo pretender la defensa de los derechos humanos y no emitir juicios de valor sobre los gobiernos que se dedican a vulnerar esos derechos.
Lo que no quieren entender es que la doctrina Estrada es un pretexto para no actuar en los espacios de la política internacional, es mirar para otro lado y permitir que se cometan cualquier atropello resguardado en su torre de marfil. Según la historia este tipo de antecedentes sucedió en el pasado.
Cualquiera puede acceder al diálogo de los melios, en el pasaje del Libro V (85-113) de la Historia de la Guerra del Peloponeso, escrita por Tucídides un historiador griego. Este pasaje es un claro ejemplo del choque entre las ideas, diríamos hoy, armonistas, buenistas, progres y los realistas.
Los Melos eran dóricos y descendían de los espartanos, pero se creían independientes de cualquiera de los imperios de la parte continental. Durante años, los atenieses habían deseado incorporar a Melos en su imperio por su riqueza y ubicación estratégica en el Mar Egeo. En 431 A.C, Atenas y Esparta y sus respectivos aliados fueron a la guerra. En 427 A.C, algunos melios pudieron haber hecho donaciones al esfuerzo de la guerra espartano, pero de otra manera la isla permaneció neutral en la guerra.
En el 426 A.C, los atenienses enviaron una pequeña fuerza para saquear el campo de los Melos. En el 425 A.C, los atenienses exigieron formalmente un tributo de quince talentos (equivalente a 6.000 dracmas), pero Melos se negó a pagar. En el verano de 416 A.C, durante una tregua con Esparta, Atenas envió una flota de 38 barcos que llevaban un ejército de 3.000 hombres, conducidos por los generales Cleomedes y Tisias, para conquistar la isla.
Después de establecer el campamento en la isla, los atenienses enviaron emisarios que se reunieron en privado con los gobernantes de Melos. Los emisarios exigieron que Melos se uniera a la Liga Deliana dominada por los atenienses y rindiera homenaje a Atenas o se enfrentara a la destrucción. Los melios rechazaron el ultimátum.
Durante meses, los melios resistieron el asedio, pero con los refuerzos de Atenas y la ayuda de traidores dentro de Melos, los atenienses tomaron la ciudad en el invierno. Los atenienses ejecutaron a todos los hombres adultos que capturaron y vendieron a mujeres y niños como esclavos. Entonces se instalaron 500 de sus propios colonos en la isla.
La conclusión es la siguiente, los atenienses ofrecen a los melios un ultimátum: rendirse y rendir tributo a Atenas, o ser destruidos. Los atenienses no desean perder tiempo discutiendo la moralidad de la situación (podríamos decir, la no intervención, la autodeterminación y otras bobadas) porque en la práctica «los fuertes imponen su poder, tocándoles a los débiles padecer lo que deben padecer».
Los melios argumentaban que eran una ciudad neutral y no un enemigo, por lo que Atenas no tiene necesidad de conquistarlos. Los atenienses afirman que, si aceptan la neutralidad e independencia de Melos, parecerían débiles: sus súbditos pensarán que Atenas dejó a Melos solo porque Atenas no era lo suficientemente fuerte para vencerlo. Los melios argumentan que una invasión alarmará a los otros estados griegos neutrales, que se volverán hostiles a Atenas por temor a ser invadidos ellos mismos.
Los atenienses oponen que los estados griegos en el continente sean poco proclives a actuar de esta manera. Son los estados insulares independientes y los descontentos que Atenas ya ha conquistado los más propensos a tomar las armas contra Atenas. Los melios argumentan que sería vergonzoso y cobarde por su parte someterse sin lucha. Los atenienses contrarrestan que sólo es vergonzoso someterse a un oponente si uno tiene una posibilidad razonable de vencer.
No es vergonzoso someterse a un enemigo abrumadoramente superior como Atenas. Cualquiera con un poco de sentido común sabe que las guerras no son justas o injustas, las guerras son prudentes o estúpidas. Si el enemigo es fuerte y poderoso lo más prudente es plegarse. Los melios argumentan que, aunque los atenienses son mucho más fuertes, hay al menos una pequeña posibilidad de que los melios puedan ganar, y se arrepentirán de no probar su suerte.
Los atenienses contrarrestan que este argumento es puramente emocional (psicologista) y que excluye un análisis racional de los riesgos y beneficios. Si los melios pierden, lo cual es muy probable, llegarán a lamentar amargamente su necio optimismo. Los melios creen que tendrán la ayuda de los dioses porque su posición es moralmente justa.
Los atenienses contrarrestan que los dioses no intervendrán porque es el orden natural de las cosas el que los fuertes dominen a los débiles. Los melios argumentan que sus parientes espartanos vendrán en su defensa. Los atenienses oponen que los espartanos son un pueblo práctico que nunca se pone en riesgo cuando sus intereses no están en juego, y el rescate de Melos sería especialmente arriesgado, ya que Atenas tiene una armada más fuerte.
Los atenienses expresan su conmoción por la falta de realismo de los melios. Dicen que no es vergonzoso someterse a un enemigo más fuerte, especialmente uno que está ofreciendo términos razonables. También dicen que es racional someterse a los superiores, mantenerse firmes frente a los iguales y ser moderados con los inferiores. Los melios no cambian de opinión y rechazan educadamente a los enviados.
Es decir que los Melos argumentaron, precisamente, lo que la Doctrina Estrada plantea: neutralidad, no injerencia, amistad con todas las partes y dejar que los demás países resuelvan sus problemas por sí mismos. La respuesta de los atenienses fue la desaparición de los melios como comunidad política, al someterlos a la esclavitud y poblar la isla con personas provenientes de Atenas.
Esa supuesta «neutralidad» en el contexto internacional, hablando políticamente no existe, no sólo en la politica también en las relaciones humanas. Plantear la neutralidad cuando los países más importantes del mundo se han pronunciado es fijar una posición, y no queda ningún papel reservado para un país que hace de avestruz escondiendo la cabeza.
Entre Esparta y Atenas no hay neutralidad, ni entre Roma y Cartago. A este paso no hay futuro para la política exterior mexicana que renuncia a incidir en lo que ha promocionado en los escenarios internacionales. El problema de México no es la corrupción, su problema desde su origen es la incapacidad política y vivir aferrados a ideologías que lo han puesto y lo ponen en el lado equivocado de la Historia.
Existe una realidad en iberoamérica desde hace mucho tiempo, hay estados que fueron designados para negociar, como el Grupo Contadora durante las crisis en Centroamérica en los años 80, y otros como el Grupo de Lima, que buscaba aislar a Venezuela. Por otro lado, están los grupos que no son Estados, como el Foro de San Pablo o el Grupo de Puebla, que convoca a figuras políticas, ex presidentes y presidentes electos, que buscan imponer su agenda izquierdista.
Chile ha sido exhibido como símbolo del éxito económico liberal, antítesis del estalinismo, y lo que se busca es demonizarlo y calificarlo de perverso. Piñera no cayó, pero quedó tocado, le torcieron el brazo. De ahora en más cuando tengan nuevas exigencias las «nuevas generaciones de incomprendidos», volverán por más. Lo mismo le sucederá a Brasil, Colombia, Perú, o Ecuador.
Para Cuba solucionar la situación venezolana es una imperiosa necesidad, ahora que ya no gobierna Obama y Trump está dispuesto a cargárselos. Necesitan la ayuda comercial y financiera del madurismo. Sobre todo, cuando cada vez es más difícil obtener dinero de la mano de obra esclava de sus médicos. Obviamente que estos planes tienen en mente la derrota de Donald Trump en las elecciones.
Guste o no, con el boom de las commodities, de 2002 a 2014, 56 millones de iberoamericanos salieron de la pobreza. Los gobiernos populistas otorgaron generosos subsidios y regalos electorales. Creyeron que la fiesta era infinita y no ahorraron para las épocas de vacas flacas. Tampoco hicieron nada para no depender exclusivamente de las materias primas. El dinero se destinó al lucro personal de las clases dirigentes, para el clientelismo político y la corrupción.
En Chile se dañaron más de 70 monumentos y esculturas nacionales en poco más de tres semanas de protestas. Se trata, de figuras de la conquista europea y de militares chilenos. La estatua de Manuel Baquedano, un general chileno que representa la victoria en la Guerra del Pacífico. Su escultura ha sido repetidamente dañada en los últimos días, y la escultura del «militar desconocido» que acompaña a Baquedano en la obra, fue derribada.
La escultura de Cristóbal Colón, en Arica fue destruida. En La Serena, a 470 km al norte de Santiago, la estatua de Francisco de Aguirre, militar de la conquista española, corrió la misma suerte y en su lugar, se colocó una escultura de una mujer diaguita, en representación del pueblo precolombino. En Punta Arenas, la escultura de José Menéndez, empresario español a quien le atribuyen la extinción de la etnia Selk’nam, fue destruida y llevada a los pies de la estatua del Indio Patagón, figura que representa a los indígenas que habitaban esa zona antes de la llegada de los españoles.
En Temuco, cuyos habitantes tienen en gran parte un origen mapuche, se removió el busto de Pedro de Valdivia, fundador de Santiago y principal conquistador español que murió en manos de los mapuches. La cabeza de la escultura fue colgada en la mano del guerrero Caupolicán, quien representa la resistencia ante el Imperio Español.
La Cámara de Comercio de Santiago de Chile estimó que los daños causados por los asaltos y saqueos de tiendas que se han sucedido en la capital superaron los 900 millones de dólares. La Cámara Chilena de la Construcción añadió que a esa cifra hay que sumar más de 4.500 millones de dólares en concepto de daños a la infraestructura del país -como la quema de decenas de estaciones del metro de Santiago- y pérdidas del sector privado.
Muchos se preguntarán ¿Por qué no hubo masivas protestas contra Lagos, Bachelet, Aylwin o Frei, quienes no se apartaron del mismo modelo económico? Un modelo llamado neoliberal que, por cierto, los gobiernos izquierdistas anteriores a Sebastián Piñera mantuvieron intacto. De los 29 años de democracia posterior a Pinochet, la mitad del tiempo, 14 años, gobernó la izquierda; diez años el centro, y solo cinco años la derecha.
Y ni el Gobierno socialista de Lagos ni los dos de Michelle Bachelet se apartaron del modelo «neoliberal». No se apartaron porque ese modelo estaba haciendo crecer a la economía chilena como nunca antes. No hubo protestas masivas contra Lagos, cuando firmó los tratados de libre comercio con Estados Unidos, China y la Unión Europea. Ni contra Bachelet, o contra los gobiernos centristas de Aylwin y Frei
Luego de la cubanización en tiempos de Salvador Allende, Chile adhirió al liberalismo económico y se convirtió en la economía más pujante de iberoamérica, con bajo desempleo e inflación, y un ingreso per cápita de 25.675 dólares, superando a Polonia, a la República Checa, Estonia, Hungría, Lituania, Letonia, Rumania, Portugal y Grecia (miembros de la Unión Europea), y duplica al de Rusia. Chile es el país de la región que más se acerca al Primer Mundo.
Sería de necios negar que en Chile haya desigualdades socioeconómicas, pero es menor a otras regiones. Curiosamente las protestas no se dan en modelos estatistas como los impuestos con la revolución mexicana, o los populismos de los 30, 40 y 50s, de tendencias fascistas. O durante las siguientes olas populistas de finales del siglo XX y al comienzo del XXI.
Según datos del Banco Mundial (BM) revela que en 2018 Chile ocupó el sexto lugar mundial entre las naciones cuyo 40% de población más pobre ha mejorado más rápido económicamente, y que está entre los diez países del planeta que más rápidamente han disminuido las desigualdades desde 2009. Es innegable el alto precio de servicios básicos como la electricidad y el transporte, y la falta de una red de protección social que asegure un mínimo de dignidad.
Ninguno de los gobiernos anteriores tampoco lo resolvieron, pero se ensañan con el único gobierno de «derecha» en 30 años. Eso no sucede con la situación de pobreza de nicaragüenses, hondureños, bolivianos, venezolanos, o los cubanos de la superior sociedad socialista.
El profesor Gustavo Bueno Martínez, dijo: «El hombre es racional por instituciones como las empresas». Citado por La Nueva España. Oviedo, sábado 7 de julio de 2007. «Con las opas, las corporaciones se comen unas a otras, como los seres vivos entre sí en la biocenosis».
En este punto, Gustavo Bueno, recurrió al concepto biológico de «biocenosis», según el cual el equilibrio de un sistema o que «se mantenga la misma población de individuos es gracias a que unos se comen a los otros; no es la paz, sino la guerra». Por ello, el filósofo remató: «Las opas entre empresas son episodios de la biocenosis».
Idea también expresada en España frente a Europa. Editorial Alba, pág. 405. La unidad de Europa como unidad de «biocenosis». Una idea aplicable a la lucha política más potente que el etologista homo homini lupus hobbesiano. Eso es lo que se vive en nuestro mundo realmente existente.
¿Cuál es el futuro de iberoamérica? No soy adivino y no creo en profecías. Pero si las nuevas naciones surgieron como fragmentos de la caída del imperio español, en medio de luchas imperiales que constituyen el motor de la historia. Su presente y futuro depende de las nuevas luchas imperiales, pero de ninguna manera serán actores principales, apenas un miserable papelito en el reparto.
En nuestro presente en marcha existen tres imperios en la lucha por la primacía mundial, Estados Unidos, China y en menor medida Rusia. Tres Superestados capitalistas, aunque todavía existan quienes creen que China y Rusia son comunistas. Es idealismo puro creer que algún país de iberoamérica o una unidad continental, sea geográfica o política, puedan sentarse en la mesa de los grandes a discutir.
No basta con dibujar en los mapas una determinada región para que se convierta por arte de magia en una unidad imperial. Los países de iberoamérica no tienen capacidades económicas, tecnológicas, científicas o militares, juntas como un solo estado o separadas, para ser un imperio. Si bien es cierto que todo estado es un imperio en potencia, no todos pueden lograrlo. Mucho menos países que son dependientes del precio de las materias primas y la tasa de interés internacional, y no poseen armamento nuclear.
Países que suben y bajan al ritmo de las luchas imperiales, y que no pueden gastar en defensa ni el 10 por ciento de los 630 mil millones de dólares que gasta Estados Unidos. En 2008, las commodities como el gas, la soja o el cobre alcanzaron sus valores máximos históricos, impulsando a niveles récord las economías de la región. Pero por la crisis financiera de ese mismo año, los precios iniciaron un largo descenso que aún continúa.
La zona se encuentra en estos momentos castigada por la guerra comercial entre China y Estados Unidos, y por el desaceleramiento del gigante asiático. Sumado a esto el avance de las nuevas tecnologías, la precarización del empleo formal, el fin del Estado de Bienestar, un capitalismo financiero voraz, volátil y pobremente regulado, las migraciones masivas, entre otros graves problemas.
¿Qué deben hacer los países de la región? A largo plazo esperar el choque entre imperios y luego ver donde se cae parado. Ver qué espacio se puede ocupar o desempeñar en medio de la lucha imperial. Mientras tanto, no hacerse el vivo o los listos como Argentina y Brasil. A pesar de ser aliados, Trump castiga a Argentina y Brasil con la sorpresiva reposición de aranceles. «Brasil y Argentina han aplicado una devaluación masiva de sus monedas, lo cual no es bueno para nuestros agricultores», indicó el presidente en mensajes en su cuenta Twitter.
Los estados no tienen aliados permanentes, tienen intereses permanentes. Los dos países habían sido exentos por parte del mandatario estadounidense de los gravámenes al acero del 25% y al aluminio del 10% que impuso a sus principales socios comerciales en mayo de 2018, tras lograr cesiones de las autoridades de ambos países.
La decisión tomó desprevenidos a los mercados e inversores. La perplejidad era evidente tanto en Brasil como en Argentina, considerados dos aliados cercanos a Trump ya que tanto Jair Bolsonaro como Mauricio Macri se jactaban de su buena conexión personal con el mandatario estadounidense.
Tampoco se debe ignorar el resurgimiento y el protagonismo de las fuerzas armadas, como se vio durante las protestas en Ecuador y Chile. Y que en Bolivia fue determinante en la caída de Evo Morales. En Venezuela son el único soporte del régimen de Maduro. En menor medida en México, pero que a medida que transcurre el tiempo se van volviendo de enorme importancia, en un país donde el narcoterrorismo tiene el control de al menos seis estados.
Cuyo gobierno sigue aferrado a un agustinismo tolstoyano, que prefiere los «abrazos a los balazos». No quiero decir que sean preferibles los balazos, pero la aplicación de la ley está asentada en las armas, como último recurso. En un país cuya capa basal es dependiente del precio internacional del petróleo. Un territorio convertido en una gran maquila para empresas extranjeras que tienen en vista el mercado norteamericano. Que históricamente el segundo ingreso de divisas del país depende de las remesas enviadas desde Estados Unidos. Y por las ganancias que proporciona la industria del narcotráfico y otros negocios vinculados al crimen, sobre todo fronterizos. El papel de las fuerzas armadas en esta situación será cada vez más importante.
El periodista Luis Pazos dice que:
«Más allá de “dimes y diretes”, en el primer año de gobierno del presidente López Obrador cayó la inversión, el crecimiento, el empleo, el producto por habitante, la captación del ISR por falta de crecimiento, el poder de compra de la clase media, humilde y la bolsa de valores, fuente de financiamiento de las empresas. Se incrementó la incertidumbre, inseguridad y violencia. Noviembre de 2019, el mes más violento del que se tiene registro: 2370 asesinatos, 79 cada día. Se reducen los abrazos y aumentan los balazos.»
A finales del siglo XIX, la única clase política digna de ese nombre en Argentina, fue la generación del ochenta. Fue capaz de aprovechar la coyuntura internacional para alcanzar la prosperidad económica. Libre de ideologías, supo distinguir quién era el imperio dominante, y se convirtió con el tiempo en el granero y la carnicería del mundo.
La serie más usada para el PBI per cápita es la del Banco Mundial que abarca desde 1960 en adelante. Construir una serie para años anteriores a 1960 era un desafío por la falta de datos. El historiador económico Angus Maddison (1926-2010), se dedicó a esa labor. Después de su muerte su trabajo fue continuado por la Universidad de Groningen (Países Bajos) bajo el nombre de Proyecto Maddison.
Algunos economistas usando la serie de Maddison, donde por cada año de la serie ordenan a los países de mayor a menor PBI per cápita. Vemos que en 1896 Argentina tenía un 84% del PBI per cápita de Reino Unido, y un 69% del de Suiza. Pero con la actualización de los datos del Proyecto Maddison, la última versión hace una revisión para los valores de 13 países en el período 1872-1910.
Con los nuevos cambios en general sube Estados Unidos y baja Bélgica, Países Bajos, Suiza y Reino Unido. Suiza es el que más baja. En los años 1895 y 1896, Argentina ocupó el primer puesto en el ranking. En esos dos años Argentina estuvo mejor que Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suiza, Estados Unidos, etc.
Argentina no tuvo pretensiones imperiales ni deseos de competir con Inglaterra, se dedicaron a ampliar su capa basal y fijar su capa cortical, crearon una moneda única, la flota naval del estado, entre otras cosas y no estuvieron divagando con ninguna Patria Grande, o con ninguna unidad latinoamericana. ¿Qué se puede esperar de los actuales imperios? Es muy complicado de responder.
Pero no tengo ninguna duda que, al imperio depredador chino, lo único que le interesa es apropiarse de los recursos naturales y endeudarlos a fuerza de talonarios, para tenerlos a su servicio. No le bastó con acabar con las medianas y pequeñas empresas en medio mundo, con la complicidad de los gobiernos y organismos internacionales.
Las actuales izquierdas iberoamericanas son los restos del imperio soviético, estas izquierdas postsoviéticas contienen todas las corrientes de las izquierdas fundamentalistas, donde se combinan etnia y género. A este grupo de izquierdas, el profesor Bueno, las clasificaba dentro de las izquierdas indefinidas. Porque no se definían respecto al estado. Pero hoy, si uno lee las plataformas partidarias, se puede ver una definición sobre el Estado. Pero esto es algo que lo podrá estudiar mejor, personas con mayor conocimiento que el mío.
Simplemente lo señalo. De cualquier manera, estas izquierdas, son meramente folclóricas (eso sí, dañinas) sin vocación imperial, y aun cuando la tuvieran no tienen con que, no les da el cuero. Mientras tanto iberoamérica permanece no en una biocenosis, sino en una autofagia permanente, sin ninguna solución.
Ricardo Veisaga.
Estados Unidos, diciembre de 2019.