Hispanidad y geopolítica
Ricardo Veisaga
Artículo publicado en la revista El Catoblepas
En el número 188 de la revista El Catoblepas, el señor José Alsina Calvés, escribió un artículo titulado: Geopolítica del hispanismo. Unas reflexiones sobre el papel de España y la Hispanidad en el mundo globalizado. Sin ánimo de ofender, también quiero hacer algunas consideraciones sobre el tema. En primer lugar, sobre el uso y el abuso del rótulo «geopolítica».
Hace algunos meses, leí un artículo en el periódico El Confidencial, firmado por el periodista Carlos Sánchez, cuyo título decía: La geopolítica del 5G se estrena con Huawei: la guerra del siglo XXI. Al empezar el desarrollo de su columna expresa: «No es una guerra comercial, es tecnológica. La ‘operación Huawei’ esconde la lucha por el control de las cadenas globales de valor a través de la tecnología de última generación».
¿Entonces, es tecnológica o geopolítica? Confundir la tecnología con lo geográfico es un desatino. Precisamente es el desarrollo de las tecnologías y las ciencias que hacen obsoleto a la mentada geopolítica. Aplicar el rótulo geopolítico a cualquier hecho político es un abuso nematológico.
Ciertas disciplinas en su afán de buscar un lugar bajo el sol invaden campos de otras disciplinas, y en este caso como si todo estuviera conectado y dependiente de lo geográfico. Alfonso Luis Feijóo González, geógrafo experto en Relaciones Internacionales, daba una opinión al respecto:
Las representaciones del mapa geopolítico mundial son una herramienta que con frecuencia ha sido utilizada para reflejar espacialmente la articulación del sistema internacional desde la perspectiva de una o varias potencias.
Éste ha sido uno de los usos que se le ha asignado a la Geografía Política y, más concretamente, a la Geopolítica. Función, que hizo de ésta un instrumento o un medio para justificar fines y políticas, aunque se disfrazara de cientificismos.
Es decir, una disciplina al servicio del poder. Pues, estas representaciones no iban más allá de una recreación del mundo puesta al servicio del imaginario nacional de un Estado para justificar de cara al público, políticas exteriores, a menudo, agresivas. Esta perversión de la Geopolítica impidió durante mucho tiempo que esta sub-disciplina y la Geografía Política en su conjunto madurasen.
Así, fue más un instrumento manipulado que una herramienta útil para entender las interrelaciones espaciales políticas. Manipulación de la que no está exenta en la actualidad, como pone en evidencia el mapa de la reconfiguración del orden mundial del choque de civilizaciones de Samuel P. Huntington (1997).
Las representaciones geopolíticas se pueden clasificar en tres tipos en función de la relación entre la realidad y la abstracción:
– Imagen Geopolítica: Abstracción geopolítica objetiva de la realidad;
– Imaginaciones Geopolíticas: Abstracción geopolítica subjetiva de la realidad; y
– Realidad Construida: Abstracción geopolítica aparentemente tomada de la realidad pero que, por el contrario, pretende que la realidad se parezca a la abstracción y no a la inversa.
Esa realidad construida, en la que se pretende que la realidad se parezca a la abstracción, es lo que hacen la gran mayoría de los que cultivan la geopolítica. Así tenemos a Aleksandr Dugin, quien portando su barba dostoievskiana, se nos revela como el penúltimo profeta que presume de ser el geopolítico más influyente de Rusia, un imperio que trata alcanzar la primacía mundial en la dialéctica de estados o imperios (para los que aceptamos la tesis de Gustavo Bueno), o la geopolítica para los que siguen inmersos en el hegelianismo.
Rusia será el number one en la lucha imperial si sigue la teoría de Dugin, conditio sine qua non, es decir, el eurasianismo. Una teoría o una realidad construida que no hay por donde pillarlo. Existen iluminados que creen que trazar círculos o cualquier otra figura geométrica sobre un mapa, es suficiente para que se cumpla en la realidad. Hablar de teorías continentales está de moda y suena bien, pero no caza con la realidad.
Meter en la misma bolsa o en el mismo dibujo, a diferentes culturas, diferentes lenguas, religiones y gobiernos distintos, con eso no se logra una unidad política porque se le ocurra a alguien. Eso ya se ha logrado en la historia reciente, manu militari, eso fue la Unión Soviética o Yugoslavia. De manera «artificial» y bajo la fuerza, y al derrumbarse, los nacionalismos surgieron con más fuerza que nunca.
Dugin, no pertenece al círculo áulico de Putin, su efímera gloria en el periodo post-soviético, no le garantiza esa pertenencia. Si eso fuera verdad, no estaría haciendo proselitismo o dando charlas en círculos neoperonistas, que de neo no tienen nada, ya que es el peronismo de siempre.
Grupos que bien podrían realizar su reunión anual en un McDonald’s y sobraría espacio. En una de esas visitas a Buenos Aires, Dugin, defendió las pretensiones indigenistas de los llamados Mapuches en contra de los estados argentinos y chilenos. Alguien que no sabe distinguir entre nación étnica y nación política, no puede ser tomado en serio.
El papel de Dugin o sus ideas, es reivindicado mayoritariamente entre otros por sectores neofascistas y neonazis, espacios donde se reivindica la metapolítica. El papel que desempeña Dugin le viene bien a Putin, es mejor que tenerlo en la nómina y no ocupa un lugar en el Kremlin. El papel de idiotas o tontos útiles, como se denominaba a los que trabajaban en Occidente para los fines de la URSS, sigue más vigente que nunca.
La geopolítica, según el Diccionario filosófico abreviado · 1959:219, dice:
“Teoría” seudocientífica y reaccionaria que trata de justificar la política exterior imperialista invocando factores geográficos. La geopolítica pretende que la situación geográfica de las potencias imperialistas exige la extensión de las fronteras y la conquista del “espacio vital” a expensas de otros países. En su base se halla la tesis profundamente anticientífica de la influencia determinante del medio geográfico (ver) sobre el desarrollo de la sociedad.
El marxismo enseña que el medio geográfico no puede ser la causa principal del desarrollo social. Es claro pues, que la política exterior de un estado, que cambia radicalmente tal como lo prueba la historia, conjuntamente con los cambios de régimen económico y social, no puede ser en absoluto consecuencia de las modificaciones muy lentas que sufren las condiciones geográficas. La geopolítica es fruto del capitalismo monopolista con sus tendencias a realizar el máximo de beneficios.
El término “geopolítica” fue dado a conocer por el teórico pangermánico sueco Kjellen durante la primera guerra mundial. Pero las tentativas de demostrar el determinismo geográfico de la política de expansión y de agresión, se habían manifestado ya en los albores del imperialismo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, en los Estados Unidos, en Alemania y en Inglaterra. Esas “ideas” eran propagadas en Alemania por Ratzel, fundador de la geografía política burguesa, en Inglaterra por el geógrafo reaccionario Mackinder y en los Estados Unidos por el belicista Mahan.
Del mismo modo que la teoría racista con la que se relaciona estrechamente la geopolítica constituía una de las piedras angulares de la “ideología” de los bandidos hitlerianos que soñaban con el dominio mundial. La variante japonesa de esta teoría es la famosa doctrina de las “esferas de prosperidad mutua” que reivindica la conquista de toda Asia por los militaristas japoneses. Después de la quiebra de la “ideología” hitleriana, la geopolítica se ha convertido en uno de los elementos fundamentales de la ideología de los imperialistas contemporáneos.
Entiendo la condena y la censura a la geopolítica en la URSS, es consecuente con su ideología. Para el marxismo el motor de la historia era la lucha de clases, no los condicionamientos geográficos. Quiero pensar que, desde el materialismo filosófico, se sigue considerando que el motor de la historia es la dialéctica de estados o imperios. De ser así, no hay necesidad de abusar de rótulos que pretenden absorber la política en la geografía.
Cuando Donald Trump, le planta cara al imperio depredador chino (extrañamente en este medio no se califica a China como imperio depredador, probablemente esté equivocado y China sea un imperio generador), o a la globalización. A una globalización apátrida que pretende borrar las fronteras nacionales y restarle su soberanía. No lo hace por ningún imperativo geográfico. Ni la consideración política que le da a sus vecinos geográficos, Canadá y México.
Lo que se toma en consideración son las condiciones políticas, económicas y socioculturales tan dispares entre uno y otro vecino. Personalmente, estas insistencias en imponer ciertos rótulos, no lo considero meros errores, descuidos, corrimientos o deslizamientos sobre otras disciplinas, no es algo extraordinario, sino que es una constante. Por ejemplo, poner énfasis en la dialéctica de clases en detrimento de la dialéctica de imperios.
Es como la whipala, esa bandera étnica de las tribus del Alto Perú, que en la práctica se ha fagocitado a la bandera tricolor de la nación política boliviana. Este artículo no pretende enfocarse en la cientificidad o no de la geopolítica. Pero voy a citar al filósofo José Manuel Rodríguez Pardo, que se refiere a esta cuestión en el artículo titulado: «El materialismo filosófico como análisis de la Geopolítica de nuestro presente.» Publicado en Studia Iberica et Americana.
«La geopolítica no constituye por sí misma ningún tipo de verdad indiscutible, puesto que existen otros elementos importantes a la hora de juzgar el desarrollo y destino nada manifiestos de las naciones a lo largo de la Historia. Es más, no sería aventurado señalar que la Geopolítica constituye una simple aplicación del idealismo absoluto de Hegel a la cuestión geográfica (el desarrollo del espíritu a través de las trabas que impone la Naturaleza, la Geografía).»
Las trabas geográficas en el pasado han pesado enormemente, pero ya no estamos en la época de Alejandro o de Ptolomeo, ni en la época de Napoleón. El desarrollo de las ciencias y de las tecnologías ha superado muchas veces las trabas o condicionamientos geográficos. Y la tecnología al servicio de la guerra hace innecesaria la ocupación de ningún corazón de la tierra.
Dinero y tecnología (además de voluntad política) despliegan flotas por distintos mares del mundo para acercarse a donde sean requeridas. Existen misiles intercontinentales para hacer daño sin necesidad de poner pie en territorio enemigo, aviones, drones, etc. A pesar de esa realidad se siguen recitando como letanías los versículos de Mackinder «Quien domine Europa oriental, gobernará el corazón continental. Quien domine el corazón continental, gobernará la Isla Mundial, y quien domine la Isla Mundial, gobernará el mundo.»
La teoría de Mackinder no constituye ni el origen ni la trama de ninguna categoría científica, como dice Rodríguez Pardo, sino que es una construcción ad hoc propia de la época eduardiana. No hace falta gobernar ningún corazón continental, basta con ahogar económicamente de manera efectiva a otro Estado. La guerra comercial en estos tiempos constituye un arma poderosa. La amenaza real de la suba de un 4% de aranceles a México por parte de Trump, logró convertir al gobierno de López Obrador en su muro visible.
La ocupación militar de un territorio constituye un gasto enorme que se debe evitar, léase Afganistán para los soviéticos y norteamericanos, lo mismo se puede decir de Irak. Nadie domina el mundo completamente, lo que hay son imperios que pueden direccionar o dominar parte del mundo y ponerlos como parte de sus planes y programas. Para alcanzar esa posición no solo basta la voluntad o el deseo, es necesario contar con un desarrollo real, científico, tecnológico, económico y militar.
Seguir creyendo que la geopolítica sigue siendo la piedra filosofal para entender y analizar y desarrollar la política internacional, es un error, los que creen eso están en la misma postura de aquellos que se plantaron a la espera del enemigo en la línea Maginot, con su táctica de trincheras, mientras la Blitzkrieg los pasaba por arriba.
La misma confusión existe con respecto a la Hispanidad. Mencionar la hispanidad no significa que todos estamos hablando de lo mismo. Hispanidad deriva de la palabra hispánico, del latín hispanicus, término usado por los romanos para señalar aquellos que pertenecían a la Antigua Hispania, actualmente la península Ibérica.
En los viejos diccionarios castellanos ya figuraba esta palabra, pero con una significación diferente a la actual. Los expertos en el tema encontraron el sonido material de esta palabra el Tractado de Ortographia y accentos del bachiller Alexo Vanegas, impreso en Toledo, sin paginación, el año 1531 y conservado como preciosidad bibliográfica en la Biblioteca de la Real Academia de la Lengua. “De los oradores –dice Vanegas– M. Tull. y Quinti. son caudillos de la elocuencia, aunque no les faltó un Pollio que hallase hispanidad en Quintiliano”, &c. (segunda parte, cap. V).
El significado actual de hispanidad se le suele atribuir al padre Zacarías de Vizcarra, quien sostuvo en su momento:
En varias oportunidades y en diversas revistas he aclarado conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la Prensa acerca de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, por atribuírseme a mí equivocadamente la invención material de ese vocablo, al mismo tiempo que se pasan por alto interesantes circunstancias históricas que señalan el punto de arranque del hermoso movimiento que se distingue con dicho nombre.
Fue mi gran amigo D. Ramiro de Maeztu uno de los primeros que me atribuyeron la creación del vocablo “Hispanidad” en su libro Defensa de la Hispanidad, publicado a principios de 1934. El ejemplar que me envió a mi residencia habitual de Buenos Aires lleva esta dedicatoria autógrafa: “Al Rev. P. Zacarías de Vizcarra, creador del vocablo ‘Hispanidad’ con la admiración y la amistad de Ramiro de Maeztu.” Y en la página 19 de la obra se lee: “La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra.”
En el número de febrero de 1936, la revista madrileña “Hispanidad” repetía la misma idea: “Mucho y bueno sabe D. Ramiro de Maeztu –escribía– de la fecunda labor que en la Argentina ha realizado y sigue realizando el autor de la palabra ‘Hispanidad’.”
El catedrático D. Manuel García Morente, dijo: “¿Cómo designaremos eso que vamos a intentar definir y simbolizar?… Existe una palabra –lanzada desde hace poco a la circulación por monseñor Zacarías de Vizcarra– que, a mi parecer, designa con superlativa propiedad eso precisamente que la filosofía de la historia de España aspira a definir. La palabra aludida es ‘Hispanidad’. Nuestro problema puede exactamente expresarse en los términos siguientes: ¿qué es la hispanidad?” (Signo, 23 enero de 1943).
El diccionario define la Hispanidad como: 1. Conjunto de países y pueblos de lengua y cultura hispánicas. 2. Conjunto de características culturales comunes a los países y pueblos de lengua y cultura hispánicas.
La hispanidad llegó a lo que luego se conocería como América con el imperio español. Una empresa única llevada a cabo por el imperio, que no solo impuso la lengua en su despliegue efectivo, una lengua que llega a adquirir una gran importancia por ser la lengua del imperio. También impuso la religión católica. Como dijo Elvira Roca Barea: «La Iglesia Católica sería una nota al pie de página en la historia sin España.»
Esa hispanidad realmente existente corrió la misma suerte que el imperio, la reacción de los caudillos y de las nuevas naciones fue de un fuerte odio hacia lo español. Empezando por los himnos patrios. Había que diferenciarse rápidamente. Esa hispanidad está muerta y ya no va a volver, como tampoco va a volver el Imperio español, ni la URSS. Creer que una hispanidad política es posible en estos tiempos es idealismo puro.
La celebración de la hispanidad en estos tiempos se ha convertido en una reivindicación del indigenismo. Detrás de la hispanidad se esconden ideologías que no tienen nada que ver con su significación primigenia. La hispanidad como dominio político efectivo no está por inventarse, ni está a la espera de algunos ideólogos o iluminados. La hispanidad estuvo desplegada en los dominios del imperio.
Un inmenso territorio que abarcaba casi todo el continente americano. El dominio del imperio español en esta parte del mundo, se desplegaba desde Alaska y gran parte del actual Estados Unidos hasta el extremo sur del continente, y se prolongaba de la Nueva España a Filipinas y desde el Virreinato del Rio de la Plata a Guinea Ecuatorial.
En el año 1777 España recibe la Guinea Ecuatorial, y la pone bajo la dependencia del Virreinato del Río de la Plata, así como en el Pacífico las Filipinas dependían del Virrey de la Nueva España. El 1 de octubre de 1977 Carlos III de España y María I de Portugal firmaron por medio de sus negociadores, José Moñino Conde de Floridablanca y Francisco Inocencio de Sousa Coutinho, el Tratado de San Ildefonso que ajustó los límites de ambas coronas en América y Asia, en la que se convino la cesión de las islas de Fernando Poo y Annobón a España.
El primer virrey del Rio de la Plata, teniente general Pedro de Cevallos, recibió una instrucción reservada de la Corte el 20 de Octubre de 1777, por la que el ministro de Indias José de Gálvez, nombraba comisario regio al brigadier de los Reales Ejércitos, Felipe de Santos Toro y Freyre conde de Argelejo.
El virrey emitió una orden el 27 de octubre de 1778 para que recibiera las islas de parte de Portugal, y para establecerse como gobernador, en nombre de la Corona española y dependiente del virrey de Buenos Aires. El 17 de abril de 1778 partieron desde Montevideo tres buques rumbo a Bioko, siendo el segundo jefe de la expedición, y después de la muerte de Santos Toro, gobernador, el teniente coronel de artillería Joaquín Primo de Rivera.
Luego de una sublevación, el gobernador Joaquín Primo de Rivera, se embarcó rumbo al Rio de la Plata, entregando a los amotinados para ser juzgados en Montevideo. Cuando se produce la revolución de Mayo en 1810, en el Rio de la Plata, la preocupación de la Primera Junta no era asumir la responsabilidad política del territorio de la Guinea Ecuatorial, y sobre todo por carecer de los medios para el control efectivo al independizarse de España.
No es extraño por ello encontrar una calle en Guinea Ecuatorial con el nombre de Argentina, y que una misión religiosa lleve el nombre de Buenos Aires. El imperio español cayó por los embates de otras potencias, por la dialéctica de Imperios y no por la lucha de clases como mencionó el señor Axel Juárez, al referirse a la Nueva España. No fue lo mismo en todo el continente, en el norte por la expansión del incipiente imperio norteamericano, primero en la Nueva España.
Posteriormente en Puerto Rico, Cuba y Filipinas. En el resto del continente por la acción del imperio inglés y en menor medida por el francés y los portugueses. Con la caída del imperio español la hispanidad pierde su poder político. Esa hispanidad no va a regresar jamás. Tampoco la religión católica tiene el apoyo fundamental que tuvo como en tiempos del imperio español.
La hispanidad se recluyó en el plano meramente cultural y apenas resiste el ataque del indigenismo. El indigenismo es un componente esencial de las izquierdas post-soviéticas.
Los españoles, los criollos, que moraban en América, coadyuvaron a su caída aprovechando el aporte ideológico y material de otros imperios. Los llamados libertadores como Bolívar, pretendieron mantener el territorio continental bajo su control, mantener la unidad manu militari. Todo terminó en un fracaso por la participación de otros imperios. Lo que se ha conseguido desde entonces ha sido una inestabilidad política permanente.
El general San Martín, que siendo muy pequeño fue llevado a España por sus padres adoptivos, regresó a lo que en la actualidad se llama Argentina, previa deserción del ejército español, vía Inglaterra, enviado por las logias. San Martín y otros caudillos del antiguo virreinato del Rio de la Plata, pretendieron coronar un jefe Inca. A pesar de que estaban influenciados por las ideas de la Revolución francesa o del liberalismo español, ignoraban que ésta había acabado con el Antiguo Régimen, con el trono y el altar, con las monarquías.
Toda la empresa revolucionaria en América, todo el proceso independentista fue en contra de la hispanidad. Ya nada sería lo mismo, ni la religión católica es única y monopólica, el avance del protestantismo, del espiritismo, el chamanismo, las religiones africanas y la penetración del islam, los mormones, etc. son una muestra de ello.
La Iglesia Católica actual con el Papa Francisco a la cabeza, es presa de la filosofía alemana, de la nueva teología de Urs von Balthasar, de la teología de la liberación, hoy devenida en teología de los pobres, de un indigenismo galopante, del relativismo cultural y del mito de la cultura. Francisco también está empeñado en la unidad de América, por medio de ese engendro izquierdista, llamada la Patria Grande. Metiendo en la misma bolsa a todo el izquierdismo post-soviético.
Luego se sucederían nuevos intentos de unificar Hispanoamérica, probablemente el más serio intento fue el de Perón, pero que terminó en un desastre. Al general Juan Domingo Perón le correspondió comprobar el fracaso de tales pretensiones. En esto los neoperonistas que señala el señor Alsina Calvés, no son originales. Dicha gesta, por así decirlo, lo llevó adelante en nombre de la hispanidad.
El historiador italiano Loris Zanatta, fue muy criticado y descalificado por los peronistas, quienes se niegan a aceptar que la política exterior peronista fue un fracaso. En medio de la polémica no se privó de calificar a Perón de megalómano. Zanatta, sostiene, que Perón trató de formar un eje «Panlatino» que en sus primeros intentos tenía un carácter católico, y que quiso atraer a Franco, a Italia y al Vaticano.
Obviamente, que extensivo a toda latinoamérica por medio de su Tercera Posición, en un mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Su pretensión era mantener la autonomía frente a Estados Unidos y a la Unión Soviética. La frase predilecta de cara a la galería era «ni yanquis ni marxistas». Pero esas pretensiones se achicaron, los italianos, españoles y el Vaticano, se alinearon prudentemente con Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría.
Ese intento imperial megalómano de Perón, de convertir su doctrina de la Tercera Posición, su tercerismo, en una doctrina extra continental en medio de las luchas imperiales, se redujo al eje Panlatino, con una alta dosis antinorteamericano.
Zanatta dice que: «La del peronismo con Washington fueron relaciones comprometidas desde un principio» y no solamente por aquello de «Braden o Perón», la antinomia antiyanqui que lo aupó al poder, o el Libro Azul con que el Departamento de Estado quiso desbancarlo.
Las relaciones «podían aquietarse o encresparse, pero no al punto de trasponer el umbral de la confianza. Es que la misión panlatina del peronismo era la antítesis del panamericanismo: dos distintas concepciones de “destino manifiesto”, destinadas a entrar en competencia. Las tensiones radicaban en las cosas o en la historia, más que en los hombres. Se explica entonces que la aversión a los Estados Unidos fuera para el peronismo una sustanciosa fuente de consenso y un termómetro apto para medir la fidelidad a sus principios; una función, en suma, útil para su cohesión interna.»
Loris Zanatta, investigó en archivos de una decena de ministerios de relaciones exteriores de otros países, lo que pensaban esos países involucrados en esos momentos. No desacredita los breves éxitos de Perón en algunos casos, pero que fueron fracasos inmediatos o a largo plazo, en su intento de conformar ese eje Panlatino. En su libro La Internacional Justicialista, sostiene que «Perón busca un liderazgo argentino basado en la identificación de los otros regímenes políticos con los mismos valores del peronismo.»
En una entrevista realizada por peronistas, Loris Zanatta sostuvo que «El peronismo tuvo una política imperialista».
Dejo a continuación dicha entrevista:
APU: En principio queríamos saber qué le atrae del peronismo, qué le interesaba indagar ahí, vemos que ha publicado muchos libros al respecto.
Loris Zanatta: Fue la casualidad, en principio yo no estudié el peronismo, sino que estudié las estructuras de la sociedad corporativa tradicional. Tal es así que mis primeros libros son sobre la relación entre las Fuerzas Armadas y la Iglesia, esa misma relación fue la que me llevó al peronismo. Efectivamente el peronismo nace en una reacción basada exactamente en ésa sociedad de tipo corporativo, del antiguo régimen, opuesto a la tradición iluminista y constitucional liberal.
De manera que mi interés no nació en el peronismo, nació justamente del estudio de esas fuerzas que me acompañaron a estudiarlo. En un primer momento el peronismo me interesaba, como les pasa a los jóvenes historiadores, por sus peculiaridades, porque todos los fenómenos históricos son peculiares.
Con el tiempo, uno crece y las cosas cambian, en el sentido que en el oficio del historiador uno va madurando, tiene más preparación, las espaldas más anchas. En realidad, del peronismo me interesó cada vez más su dimensión universal, en el sentido de poder estudiar a través del fenómeno peronista, fenómenos universales, problemas universales.
A diferencia de una tradición del peronismo, que tiene varias y algunas opuestas entre ellas, nunca pensé y no vi al peronismo como un fenómeno entendible en el eje Norte-Sur. Me parece una simplificación que no corresponde a la evolución histórica, sino que lo enmarco en la dialéctica del mundo contemporáneo.
Esencialmente dentro del mundo contemporáneo latino, dentro del más amplio occidente y es una dialéctica entre la tradición pre-iluminista que tiene una visión orgánica del mundo, una visión que tiene una raíz religiosa, esencialmente en la cosmología de tipo católico que en la contemporaneidad se ha secularizado en estos movimientos de tipo populistas.
Y la otra es la tradición de origen iluminista que nace esencialmente en el mundo protestante que tiene en el centro, no la organicidad del orden social, sino esencialmente los derechos individuales, que piensa en la sociedad como contrato racional entre individuos o grupos.
Claro que estas dos tradiciones no son puras en la existencia histórica, se mezclan, chocan, combaten, se influyen y el peronismo me pareció la versión argentina, por sus peculiaridades, del ingreso a la modernidad a través de la secularización de la vieja tradición organicista. Creo que esto se puede explicar más allá de los juicios de valor, que a uno puede gustarle o no pero que se entiende.
En ese sentido estudiar el peronismo es estudiar la historia universal, así como se puede estudiar la historia universal estudiando la historia de otros países. Si los argentinos quieren vivir o no toda la vida con peronismo, a mí, en realidad, no me importa nada, es cosa de ustedes. Nosotros ya en Italia tenemos nuestros problemas.
APU: En el caso de su nuevo libro, le interesa esta visión internacional del proyecto peronista…
LZ: A diferencia de esta idea que hay en el peronismo un nacionalismo emancipador que combate contra el colonialismo, acá hay una visión muy diferente, pero atención, acá no estamos hablando de opiniones, siempre hay opiniones, pero son fundamentadas y esto para mí es muy importante.
Yo soy historiador en serio, hay un trabajo de 20 años, de archivos diplomáticos que nunca nadie de aquellos que escribieron sobre la política exterior del peronismo vio. Hay algunos trabajos que son buenos también, pienso en Rapoport, en Escudé, que son buenos trabajos pero que vieron los papeles de Estados Unidos y de Inglaterra y eso le dio una visión muy cercana a la política exterior del peronismo.
Además de esos mismos archivos que han sido muy trabajados y muy conocidos, me dediqué esencialmente a revisar ocho archivos más en Europa y en América Latina y el perfil que sale es muy diferente. En ese sentido, la imagen que sale es la de un peronismo que tuvo una política imperialista.
Cuando hablo de imperialismo, le estoy dando un sentido de valor, hay que ser muy ingenuo para pensar que en la historia de la humanidad no existe el imperialismo. Siempre existió, el Imperio Chino fue imperialista, la dinastía dominante antes del colonialismo fue imperialista, los Aztecas fueron imperialistas, el Imperio Romano por supuesto.
¿Qué quiere decir imperialismo cuando aplico este concepto al peronismo en la etapa del peronismo clásico? No me refiero simplemente al intento de dominar otros países en provecho propio. Esto pasa, es inevitable, los países más fuertes a veces- aún sin quererlo- dominan los países menores porque dependen de ellos. Esto pasó muchas veces, no sólo con los países de América en relación con Estados Unidos sino también con Bolivia y Paraguay con respecto a Argentina.
Me refiero a algo más complejo, cuando la política exterior de determinado país quiere ejercer su propio liderazgo, quiere proyectar su mito nacional, su propio nacionalismo hacia afuera, en la convicción que su propio modelo político, social, ideológico, económico, que su propia civilización es una civilización de alcance universal que puede ser exportada para el bien mismo de los países vecinos.
Así como Estados Unidos es imperialista en el sentido que no se limita a tener un poder enorme con respecto a sus vecinos, sino que también está movido por su excepcionalismo. La idea de que la civilización que ellos crearon, hija de la tradición iluminista, es una tradición que vale la pena exportar para el bien mismo de los otros países. Es el mismo concepto del Imperio Romano, dominaba para civilizar, esa es la idea de los imperialismos.
Perón intentó hacer exactamente lo mismo. Su idea era, pero no era sólo una idea, porque gastó dinero, propaganda, agregados obreros, espionaje, misiones militares, misiones culturales, misiones comerciales, el juego del trigo, la política del trigo. Darles trigo a los amigos, negarle trigo a los que no se plegaban, entonces, la idea era muy clarita.
Perón lo decía claramente: en el hemisferio americano hay dos potencias. Estados Unidos es una potencia anglosajona y tienen todo el derecho de ejercer su hegemonía en el mundo anglosajón, o sea, Canadá. Todo lo demás, incluido países grandes, importantes, como México, Brasil, todo lo demás tiene un liderazgo natural que es la Argentina.
Pero Argentina bajo el peronismo, no es solamente Argentina como país que en ese momento es el país más poderoso. Es que Argentina es el peronismo, es decir, un modelo de construcción de la sociedad que es alternativo al liberal de Estados Unidos.
Y que tiene en sus raíces, Perón lo dice todo el tiempo, en la catolicidad, en la latinidad y en la hispanidad. Lo que Perón busca a través de su política en América Latina es un liderazgo argentino basado exactamente en la identificación de los otros regímenes políticos con los mismos valores del peronismo, es decir, su objetivo es peronizarlos.
Ahí está el imperialismo: no es que yo quiero peronizarlos para dominarlos, sino que peronizando sus ideas se emancipan.
También hay una idea de liderazgo que se ejerce para mejorar el destino de los otros países, en este sentido no es diferente de los otros imperialismos. Podemos llamarlo un sub-imperialismo, pero tampoco tanto porque Perón, en sus comienzos, tiene una ambición desmedida.
Tenía un visón muy distorsionado de la verdadera potencia de Argentina, entre otras cosas porque él tenía el deseo de crear un país a través de la inmigración de la post guerra, de 100 millones de habitantes, una gran potencia mundial que no logró.
Sus grandes planes de industrialización que fueron muy irracionales y muy desmedidos, que podemos analizar, también tenían ese objetivo de crear un foro de la nueva civilización. En la que Argentina sería el eje y que se trasmitiría a los otros países, a todos los países de Europa.
Al comienzo el proyecto es la idea de la gran civilización latina que encuentra una Tercera Posición entre los bloques que se van formando. Como mito político es extraordinario porque es claro que estamos hablando de países y no sólo de Latinoamérica, porque en general tienen una lectura de que estamos en el sur del mundo, casi diferenciado, mientras hay un norte que también está bastante diferenciado, países ricos, avanzados, pero no es así la historia.
En Europa también ha habido un centro neurálgico donde ha nacido la modernidad del siglo XVI que todavía estaba en el Mediterráneo y nos lo dicen las artes, en Italia, en la Península Ibérica, casualmente el mayor imperio que nació en esa época y el más avanzado, pero el centro de la civilización europea ya se había desplazado.
Las modernas revoluciones nacen en el mundo protestante, de manera que no sólo Latinoamérica, sino que también los países latinos católicos de Europa vivieron esas transformaciones, como unas transformaciones que venían de afuera y cambiaban el mundo.
De hecho, también estos países tuvieron reacciones que se vinculaban con ese pasado de matriz católica, el franquismo, el falangismo, fueron reacciones de tipo orgánico en contra del avance del liberalismo, de la revolución industrial, en una situación mucho más retrógrada que en la Argentina. El fascismo, que fue un fenómeno muy moderno y popular en Italia, pasó en muchos países de América Latina, pero acá estamos frente a la política exterior con su imperialismo.
Es la creación de un gran mito que sigue existiendo, porque cayó Perón, lo recogió Castro, lo recogió Chávez y siempre está disponible, es popular. Sin embargo, tiene costos y fue un fracaso, la opinión de mí libro y por lo que conocés sobre mis trabajos, no tengo una gran simpatía por el peronismo.
Yo soy historiador y pienso que al final no hay que juzgar, no soy juez, soy historiador y tengo que entender todos los fenómenos políticos. Cuando empecé el trabajo no sabía dónde iba a terminar, es más, pensé que en el peronismo la política exterior había sido un punto de fuerza porque yo conocía la fuerza del mito de la Tercera Posición. Y descubrí que no, que esa forma imperialista tuvo efectos muy negativos para la colocación argentina del mundo y para el mismo régimen peronista.
APU: En ese marco cómo pensar esta necesidad de un liderazgo en esta región, remontándonos al virreinato, una gran patria que fue fracturada. Esta idea del mito que vuelve sobre esta unión, en este caso un país que dirigiría ése momento ¿Por qué piensa que eso necesariamente tiene que ver con esa visión imperialista de posicionar sobre los otros su propia lectura y no generar un acuerdo de naciones que era lo que el peronismo hacía, como un doble discurso?
LZ: Aquí está la equivocación, es decir, primero hay un mito que hay que descontar. La colonia española no era una gran patria que se ha fragmentado, no es verdad. ¿Ustedes se dan cuenta que, al decir así, están reivindicando la colonia española? ¿Qué es lo que nos une? Nos une el pasado católico y monárquico, ésta en realidad es la patria grande. Quien estudia la colonia sabe muy bien que el Imperio Español era un imperio de tipo antiguo que se parecía al Imperio Romano, o al Imperio Otomano, un imperio de carácter universalista que no tiene nada que ver con el concepto de nación moderno.
Cuando cae el Imperio Español y el mundo hispánico entra en la modernidad y comparte los principios románticos del nacionalismo que está naciendo, nacen nuevos Estados. ¿Y qué pasa en América Latina? En realidad, pasa que los Estados naciones son cosas nuevas, su vinculación con el pasado es de tipo cultural, espiritual. Los Estados naciones cuando nacen son como un Big Bang, necesitan diferenciarse entre sí y eso es lo que hicieron.
APU: Asocian identidades, como puede ser en Italia o en España, que no es un solo Estado, sino que son muchos Estados reunidos.
LZ: Es lo que hicieron de hecho. Estoy de acuerdo que es un buen plan la idea de una integración, tal vez el más logrado a pesar de todos los límites es la Unión Europea. Si uno piensa que el eje de la Unión Europea es la cooperación entre Alemania y Francia, es una especie de milagro histórico.
APU: O como Estados Unidos, que también es una especie de país continente de integración de muchísimas identidades y ahí está la discusión de por qué Estados Unidos y América del Sur no.
LZ: Ese sería otro tema también, pero la integración se hace entre socios y no con la hegemonía de uno entre los demás.
APU: Pero en la época, como remarca, Perón no tenía una especie de socio con el cual dialogar de igual a igual, sino que, en ese momento Argentina, con una coyuntura particular, estaba mejor posicionado que el resto de los países de América.
LZ: No, ahí se ve bien, Argentina está proyectando su propio nacionalismo afuera, ese es el tema, es decir, tiene un modelo que trata de exportar y lo hace activamente. Y la reacción con los otros países, generalmente comparten muchas de las ideas del peronismo, especialmente en aquella época.
El nacionalismo económico era bastante compartido, la ciencia de los precios de la materia prima, esos son temas que están bastantes compartidos pero lo que quieren es una cooperación entre socios, en cambio esta es una política de exportación de un modelo.
Entonces la mayoría de los países comparten esa idea en nombre de su propio nacionalismo, no del nacionalismo argentino. Entonces se escaparon todos, pero no sólo los gobiernos que tenían otra orientación ideológica y que no podían compartir el modelo peronista; se escaparon también aquellos que Perón estaba convencido que compartirían toda su política, Carlos Ibáñez, Getulio Vargas, Velazco Ibarra.
Entre otras cosas porque las exportaciones de los modelos y los logros de los procesos imperialistas, no son solamente cuestión de ideas, sino de fuerza. No me cabe duda que esta idea imperial no tenía los medios. Hasta cuando tuvo el trigo Perón tenía un arma extraordinaria, porque tener el trigo en la post guerra era como tener el petróleo hoy.
Pero ya se sabía que en tres o cuatro años se iba a normalizar el mercado de granos en el mundo. Argentina tenía enormes reservas y esto no era mérito del modelo económico peronista, sino que era mérito de la coyuntura mundial, enormes reservas que ya en 1949 están agotadas.
La Argentina que quiere desafiar a Estados Unidos, se encuentra que en realidad en 1949 le tiene que pedir ayuda a Estados Unidos, tal es así que Perón entra en un doble discurso. Necesitaba que vengan las compañías petroleras porque no había autosuficiencia energética, necesitaban créditos pero que no se llamen créditos porque no podían decir a su base a la que se le contaba que habían logrado la independencia, que se pedían créditos al imperio.
El embajador de Estados Unidos solía decir: ustedes quieren inversiones, quieren ayuda, quieren que cooperemos y está bien, porque para Estados Unidos, Argentina era el último de los problemas. Porque para ellos estaba el bloqueo de Berlín, la guerra de Corea, la revolución China.
Para Estados Unidos Perón no representaba una prioridad, era una visión muy distorsionada del mundo la que tenía el peronismo que se veía un poco como el ombligo de las preocupaciones de Estados Unidos. Para ellos lo fundamental era que Argentina no jodiera, que se quedara en el Sistema Panamericano sin crear choques continuos entre países latinoamericanos, o entre sur y el norte de América.
Entonces, el embajador le decía a Perón: pero ayer fuiste a la Plaza y hablaste contra el imperio, contra el capital, cómo pensás que van a venir los capitales si los amenazás todos los días de expropiarlos, etc. Perón le decía: pero esto es para hacer feliz al pueblo, nosotros les decimos estas cosas y así tienen el orgullo nacionalista.
Mientras que al pueblo peronista Perón les decía lo contrario, este doble discurso de Perón fue para mí una sorpresa, porque de Perón yo no tenía una opinión negativa en sí. No me gusta, creo que ha sido un régimen autoritario, cosa que no muchos admiten.
Lo que los peronistas de hoy ven como un éxito, creo que ha sido en realidad un gran fracaso. Yo pensaba que Perón era un estadista, no compartía su visión del mundo, pero en este libro para mi gran sorpresa descubrí que no, esto fue una gran decepción para mí, es decir, es un hombre que no decide, es un hombre que piensa poder sacarse de los problemas o las castañas del fuego, no decidiendo, con un cortoplacismo extraordinario y con la viveza criolla.
Le cuenta a los demás lo que quieren escuchar, pero finalmente se quedó prisionero de su discurso. La situación económica requería que Argentina saliera de ese modelo en el que se había metido y que ya no era sustentable. Era un país al borde de la quiebra, ya no tenía ningún tipo de crédito internacional, no formaba parte de las organizaciones multilaterales, ya no tenía el trigo y además una gran sequía por la crisis económica.
En verdad se encontró en una situación donde ni siquiera se pudo decir que su política tuvo un fracaso como un quiebre, se desinfló. Había creado un sindicato de trabajadores que se desinfló, había creado una gran empresa de prensa que le costaba un ojo de la cara y que también se fue desinflando, entre otras cosas porque otros países no aceptaban intromisiones.
Cuando había elecciones en Brasil, intervenía Argentina, cuando había elecciones en Chile, intervenía Argentina, en Bolivia, cosas que el peronismo no habría aceptado en su propio país, pero claro, en nombre de la unidad desde su punto de vista emancipador. Los que recibían ese mensaje emancipador no lo compartían, querían emanciparse, pero solos y entonces, se desinfló.
Lo primero que perdió Argentina fue la credibilidad, se volvió un socio internacional poco confiable. Cuando fracasa la política de Perón, el único país que sigue intentando mantenerlo estable es precisamente Estados Unidos. Carlos Ibáñez le dice a Perón: yo comparto tus ideas, firmo el acta de Santiago para cooperar económicamente pero no quiero que Chile se vuelva un país peronista también, no lo puedo aceptar porque en Chile me tumban.
Firmo el acta, pero no me podés pedir a mí que tengo una economía dependiente del cobre, lo tengo que vender y no lo voy a vender a la Argentina que es un mercado chiquito, lo tengo que vender a las grandes potencias, no me podés decir que tengo que romper con Estados Unidos en nombre de la unidad.
Porque Estados Unidos, aunque no nos guste, son los únicos que pueden ayudar, entonces, creo que fue una política dominada por la ideología mucho más que por los intereses nacionales y eso dejó una herencia muy pesada.
APU: No estoy de acuerdo en casi nada de lo que dijo. En esta falencia de la política internacional peronista, cómo no ver la cuña norteamericana, en el sentido que ya empieza a generar este panamericanismo que va a ser la OEA, que es el control que Estados Unidos ejerce a posteriori de la guerra fría fuertemente sobre América Latina.
LZ: Yo soy historiador y no me gustan los politólogos que a veces hacen conceptos muy fríos y muy abstractos, cualquier teórico de las relaciones internacionales, puede explicar muy simplemente un sistema de ese tipo. En el momento en que Argentina desafía a Estados Unidos, atención, que el panamericanismo es una idea antigua que nace ya con la doctrina Monroe.
APU: Argentina había estado en contra también.
LZ: Sí y como muchos otros países por supuesto. Argentina, desde el comienzo, por muchas razones ha tenido un excepcionalismo que viene de la época liberal, no es una invención del peronismo que le hace pensar que ella será el país líder del mundo hispánico-latino en contraposición a Estados Unidos. Ya la clase dirigente liberal se percibe como una clase que va a crear una gran potencia en el sur del hemisferio americano, contrapuesta a Estados Unidos.
La gran diferencia es que mientras las grandes élites liberales del siglo XIX y comienzos del XX, son élites que piensan en esta competencia con Estados Unidos en términos de geopolítica, es decir, estamos creciendo en el otro extremo del hemisferio, somos poderosos, somos un país joven, tenemos espacio, tenemos cultura, somos un país homogéneo, de origen europeo, vamos a crear nuestra zona de influencia.
Pero era sólo geopolítica, porque en realidad desde el punto de vista de los valores de su civilización, no estaban en contraste con los Estados Unidos. Veían el extraordinario éxito que ellos estaban teniendo porque ningún país crecía en su progreso económico y en toda su construcción como nación. En cambio, con el peronismo esto cambia, porque a esa idea de liderazgo latino se une una reacción de tipo ideológico que hace nacer una nueva forma de imperialismo basado sobre nuevas ideas que en realidad están vinculadas con el pasado.
Volviendo a Perón, el panamericanismo después de la segunda guerra mundial es normal que se institucionalice. Estados Unidos ha ganado una guerra y ojo que no es una guerra que ha desencadenado Estados Unidos, sino que han desencadenado las potencias europeas. ¿Por qué se vuelve guerra mundial? Porque ya Europa con el colonialismo se ha mundializado.
Es una guerra de la cual dependió el destino del mundo, en Estados Unidos no la habían querido, pero la han ganado con la Unión Soviética, con Inglaterra y con otros estados menores. Por primera vez en la historia, Estados Unidos se encuentra en total hegemonía económica y política. Visto desde América Latina se establece el dominio, pero en realidad el dominio estaba en las cosas.
Es el momento en que Estados Unidos se encuentra con la mitad de las industrias mundiales en su territorio, las dos terceras partes de las reservas de oro del mundo, pero era el efecto de la guerra. Y todos los países del mundo que estaban en ruinas y que tenían hambre, dependían totalmente de Estados Unidos.
En realidad, la institucionalización del panamericanismo fue que en muchos lugares y en muchos gobiernos, pero también en muchas opiniones públicas, en un primer momento tuvo una buena acogida porque parecía que era un instrumento jurídico que estaría dominado por Estados Unidos.
Era tan diferente el poder de Estados Unidos con respecto a los demás países de América Latina, pero esta diferencia de poder igual existiría, estaba en las cosas. En cambio, la creación de instituciones vincularía a Estados Unidos por lo menos, en la medida de lo posible, lo vincularía a reglas.
En cierta medida fue así pero claro que para Estados Unidos la prioridad era Europa porque el nuevo enemigo estaba allá, la Unión Soviética ahora controlaba la mitad de Europa, controlaba países como Bulgaria, Polonia, países católicos. El Plan Marshall fue un plan para hacer renacer Europa Occidental, claro que en América Latina Perón tenía un proyecto que desafiaba no sólo sobre las bases geopolíticas, sino de la ideología a Estados Unidos y claro que este a su vez respondía y tenía muchos más argumentos de los que tenía el peronismo.
Lo que pasa es que Perón tiene un arma que se vuelve cada vez más importante, que es la ideología, el mito de la Patria Grande, de la lucha contra el imperialismo, pero ya no tiene cosas para dar. No tiene créditos, no tiene trigo, no tiene mercado y tiene un nacionalismo muy agresivo porque por parte de los vecinos hay una reacción en ese sentido.
Estados Unidos en cambio está en una posición negativa desde el punto de vista ideológico porque está consciente de que esa invocación del mito de la Patria Grande tiene fuerza y que ellos son el enemigo, pero al mismo tiempo son conscientes que tienen y, son los únicos, todo lo que los países americanos necesitan, porque en esa época son el único mercado capaz de comprar la materia prima que América Latina esencialmente produce.
No hay otros mercados alternativos, son los únicos que pueden brindar créditos, hacer acuerdos comerciales convenientes para ambos, los únicos que pueden brindar asistencia militar, son los únicos en esas situaciones.
APU: Pero Perón, incluso, intenta con la Unión Soviética acuerdos para tratar de salir de esa situación.
LZ: Sí, pero la Unión Soviética está del otro lado del mundo y es un país infinitamente más pobre, no es una alternativa económica. Salvo para venderle el trigo en la época del proceso. (Militar).
APU: Esos acuerdos arrancan con el Ministro de Economía de la tercera presidencia de Perón, José Ber Gelbard.
LZ: Sí, pero nunca fue una verdadera alternativa económica. Es un mercado demasiado lejano que en muchos casos no es complementario con el de Argentina. No tenía un mercado interno suficientemente desarrollado porque tenía el consumo extraordinariamente limitado, así que no era una solución. Pero Perón la usa para provocar a Estados Unidos y así lograr concesiones.
Cada país hace su juego, Estados Unidos en el momento en que tratan de rechazar el desafío peronista hacen sus propios intereses. Al mismo tiempo también los otros países hacen una interacción, generalmente países más pequeños y pobres que no están en condiciones de autodeterminarse.
Es lindo decir: yo hago una política independiente, pero ¿tenés los instrumentos para hacerlo? Porque si no es medio tonto gritarle a todo el mundo “soy independiente” si en realidad no tengo los instrumentos para hacerlo. Es una manera de alejar a los que te pueden ayudar, aunque no te gusten y para condenarse al aislamiento. Perón terminó haciendo eso, porque la Argentina al final de la caída de Perón, no era más independiente que antes, más bien estaba en una situación extraordinariamente precaria.
Los países más pequeños que no tenían esta fantasía de liderazgo, el único que la tenía era Brasil, pero siempre por razones históricas, intentó ejercer su liderazgo dentro de un marco multilateral y lo sigue haciendo hoy también. Con el tiempo, Brasil se ha vuelto un país mucho más independiente que Argentina, en condición de ejercer su soberanía, a pesar de haber tenido durante toda su historia buenas relaciones con Estados Unidos, pero hoy está en condiciones de ser autónomo e independiente.
Los otros países más pequeños también a veces lo usaron a Perón. Dicen: Perón me quiere peronizar, yo no tengo muchos instrumentos para defenderme, son más débiles. Muchos si quieren comer necesitan de la Argentina, Estados Unidos no los puede ayudar en los primeros años, se tiene que ocupar de Europa esencialmente. Entonces Bolivia quiere comer, se tiene que portar bien con Perón y así Paraguay, Chile y hasta Venezuela fue así en los primeros años y Argentina usó el trigo en ese sentido.
Muchos pensaron: me porto bien con Argentina y puede servirme para exagerar la amenaza peronista y así Estados Unidos me ayude más. Que era evidente que estaba mucho más fuerte que Argentina, que tenía el mito, pero Estados Unidos tenía efectivamente los recursos. Muchos gobiernos que se decían amigos de Perón, pero nos sirve para que Estados Unidos entienda nuestras necesidades, claro que es un juego en el que cada uno hace sus intereses, pero las relaciones internacionales son así y lo serán siempre.
APU: Nuevamente, no estoy de acuerdo con su análisis. En varios momentos llama al peronismo un régimen, plantea que la elección del ´51 no tenía un marco democrático. En el momento histórico, ¿con qué democracia lo estaría comparando?
LZ: Uno puede ser peronista, anti peronista, puede ser blanco, negro, rojo, amarillo, pero estamos hablando de un régimen autoritario, con rasgos totalitarios y especialmente al final. No sé qué leen y qué escriben, pero para mí, que me ensucio las manos y voy a los papeles sin hacer discursos teóricos, el peronismo fue un régimen autoritario, híbrido si queremos decirlo así, porque mantuvo las formas republicanas y del constitucionalismo liberal pero no mantuvo ningún contenido de esto.
No sólo el monopolio de la prensa, el de la radio, el monopolio de los espacios públicos, mucho más, la separación de los poderes desapareció prácticamente. El poder judicial fue el primero a ser sometido y de la manera más burda que se puede imaginar, se acusó a la vieja Corte Suprema de haber legitimado el golpe del ´43 del cual había nacido el peronismo.
Perón lo decía claramente, era su visión del pueblo, el pueblo es una entidad unánime que se expresa a través de una voz que es la del líder y todos los demás son el antipueblo. Pero el antipueblo había sacado el 44% de los votos, es mucho para ser una oligarquía, es una forma de deslegitimación del adversario que es típico de los regímenes autoritarios.
La ley que cambió los colegios electorales, hay muchos estudios al respecto, es una ley trampa en todo el mundo, estaba hecha para casi eliminar la representación de la oposición en el parlamento. El uso de los recursos públicos por parte oficialista. Era una idea basada, no casualmente en la tradición orgánica de la colonia patrimonialista del Estado, o sea, la cosa pública, no es de todos. A mí me quiso el pueblo, entonces, yo como cosa mía puedo usar los recursos públicos que en realidad son de todos. No hay una idea del Estado, de la autonomía de la política, hay una ocupación de todos los espacios.
La comunidad organizada es un proyecto totalitario, es la construcción de un sindicato peronista, de unas fuerzas armadas peronistas, de la confederación de profesionales peronistas, de los arquitectos, de los artistas peronistas, hasta los dentistas peronistas, pero esta es la estructura corporativa del fascismo, como en Argentina, en Italia, en España, la misma visión corporativa.
Sobre esto creo que no debería haber más discusión, es un tema viejo, tienen que estudiar el peronismo como la historia. Está bien, los fascistas italianos que hoy todavía existen -han pasado 60 años- lo dicen, el fascismo a nosotros nos gustó porque somos fascistas, pero era de aquella época, ya basta.
Reivindicarlo hoy sería tirar al aire todo el sistema constitucional que tenemos en Italia, sería una locura, sería poner las bases para una guerra civil. Perón fue un régimen autoritario, ¿fueron a leer los diarios peronistas? ¿Fueron a ver alguna película de la época? Ensúciense las manos, también había antisemitismo en algunos sectores y había peleas internas.
APU: Claramente, no estoy de acuerdo. Lo que me interesa es que cuando lo plantea, lo plantea como que Estados Unidos no podría tolerar en los acuerdos posibles con Perón, estos casos de totalitarismo. Y en ese momento ¿con qué democracia se lo podría comparar? Porque esto sería una especie de ideal de democracia, pero en el resto del mundo ¿con qué democracia estaría en condiciones de comparar al peronismo, si Estados Unidos tenía la mitad de su población, los afrodescendientes, con menos derechos civiles y legales?
LZ: No seamos tan simplistas ahí. Es cierto que Estados Unidos, que tiene una historia de esclavismo, como la tienen diferentes países de América Latina y de otras partes del mundo, efectivamente ha vivido una historia de inclusión social que ha llevado casi dos siglos, pero la representación moderna la han inventado ellos guste o no guste.
Los derechos, no casualmente se han ampliado a través de los canales de representación que ellos mismos han creado. Curiosamente una élite que en muchos casos eran racistas, es decir, han creado los mismos instrumentos que le han servido después a la otra parte de la población, a medida que la sociedad cambiaba los valores de emanciparse.
Ahora, en el caso de Argentina, uno puede decir, claro que había posibilidad en Argentina en 1945 de crear una democracia constitucional, el peronismo podía ejercer el poder de manera democrática, tenía la mayoría, no necesitaba recurrir a instrumentos de ése tipo pero lo hizo porque esta era la visión del mundo del peronismo y de sus clases dirigentes.
Era la idea de que Argentina tenía un mito nacional en base a la cual tenía que crear una forma corporativa, orgánica de Estado, que estaba en las antípodas de la democracia liberal. Países vecinos como Chile, Uruguay, como otros países en América Latina tanto antes como después, sí que habían vivido cosas así y claro, era un camino posible.
El tema de que Estados Unidos no lo toleraría, hay que entender, en Estados Unidos existen diferentes tradiciones de política exterior. Los demócratas, especialmente con Truman, tienen una tradición de intervencionismo democrático, piensan efectivamente que Estados Unidos tiene que conducir una política exterior activa para promover los valores del universalismo liberal.
De hecho, Truman lo apremió mucho a Perón como también a Franco. Pero también apremió a otros dictadores, en los primeros años, antes de que se estabilizara la guerra fría y que el anticomunismo se volviera la prioridad, lo apremió muchísimo a Somoza, a Trujillo.
La tradición republicana es muy diferente. Perón confiaba mucho en Eisenhower porque la tradición republicana era buena. Nosotros somos aislacionistas, a nosotros lo que nos interesa es que el hemisferio americano sea unido en contra de las amenazas que vienen de afuera del hemisferio.
El verdadero temor para Estados Unidos, históricamente era eso, después, ustedes latinoamericanos, no están disponibles o no están listos o maduros o no les gusta crear una democracia representativa, hagan como quieran. Eisenhower no intenta tumbarlo a Perón, es más, sus embajadores dicen, no nos gusta, es autoritario, totalitario.
APU: En Guatemala hacen otra cosa.
LZ: Guatemala es un tema bastante diferente porque entró en confrontación con la Unión Soviética, porque si no lo dejaban tranquilo, no molestaba a nadie. El régimen mexicano era un régimen autoritario, muy parecido al peronismo. El PRI cambió de política exterior en la post guerra, se dio cuenta que México, que estaba tan cerca de Estados Unidos y que tanto necesitaba de él, tenía una posibilidad muy limitada de la política exterior independiente, la hizo en sus límites, pero sin desafiar a Estados Unidos.
Eisenhower no tuvo ningún problema con los presidentes de México, les dio todo, les estrechó la mano y eso pasó con muchos otros, es decir que la política de Estados Unidos es una política que cambia según las administraciones. En el caso de Perón, no tuvieron un papel determinante ni en su caída ni en su crisis, fue un producto muy casero.
APU: Por último, ¿cómo piensa esta Tercera Posición con lo que luego va a hacer el Movimiento de los Países no Alineados?
LZ: En el libro trato de analizar que el peronismo, en ciertos aspectos, sí se adelanta al Movimiento de los No Alineados. Pero casi llevado por sus fracasos, porque en principio, la idea de Perón era unir la latinidad, la catolicidad, la hispanicidad. La visión del mundo de Perón es una visión que no se adecuó a la nueva realidad de la guerra fría, no la entendió.
Él se queda con esa visión del mundo que era típica de su formación militar, un mundo dividido en civilizaciones, una civilización latina-católica, una civilización eslava, teutónica y en esa visión él quería reunir a los latinos, esta era su idea y fracasó.
Fracasó por muchas razones, después de la guerra fría el mundo cambió. La hegemonía de Estados Unidos y la presencia de la amenaza soviética -desde el punto de vista occidental- hizo que el mundo se volviera bipolar y las viejas ideas de civilización se mezclaran entre ellas.
En Europa ya no había esas diferencias que había en el pasado entre la civilización latina/católica y la civilización protestante/anglosajona, todos entraron en el Plan Marshall. Todos formaron la comunidad de tipo occidental y anticomunista, así que la vieja idea de Perón ya no tenía más cabida.
En el momento en que fracasaba y no tenía más recursos para conducir su política, hubo un viraje que está dominado esencialmente por el peronismo de Eva. Es un peronismo que tiene mucho menos recursos, pero tiene ideología, que se juega el mito muy fuerte del nacionalismo latinoamericano contrapuesto a los imperios.
En ese sentido sí, especialmente los sectores sindicales comienzan a conducir una política que se puede pensar que se adelanta un poco al no alineamiento, a personajes como ser industrialistas, militares, pero al mismo tiempo el peronismo en su política exterior se vuelve una cacofonía total.
Por otra parte, el peronismo quiso y quiere ser todo, quiere ser la nación toda, pero la nación es diferenciada, la sociedad es diferente. Estas fisiológicas diferencias de la sociedad, en lugar de ser procesadas en instituciones representativas neutrales, son o terminan siendo conflictos en el peronismo. En la historia Argentina ha habido muchos conflictos dentro del peronismo, violentos también.
Loris Zanatta: Perón no fue un estadista
El historiador italiano Loris Zanatta, en una de sus visitas a Buenos Aires con motivo de la presentación de uno de sus libros sobre la política exterior de las primeras dos presidencias de Juan Domingo Perón, La Internacional Justicialista. Auge y ocaso de los sueños imperiales de Perón.
El profesor de la Universidad de Bologna y autor de Historia de la Iglesia Argentina -un clásico que escribió en colaboración con Roberto Di Stefano. En la entrevista concedida, el autor, sostuvo que Perón no fue un estadista sino «un fanfarrón» de mirada corta.
El diccionario dice de Fanfarrón: [persona] que alardea de lo que es y de lo que no es, en especial de valiente. El calificativo de fanfarrón es de uso cotidiano en Argentina y muchos países de hispanoamérica.
V.: ¿Dónde encuentra las raíces de lo que llama el expansionismo peronista?
Loris Zanatta: Comienza con la formación del Estado nacional y la idea de que la Argentina -como país joven, rico, nuevo- tiene el destino manifiesto de civilizar al resto de los países de América Latina. Pero si en la etapa liberal había una primacía geopolítica, cuando los Estados Unidos representaban un modelo de civilización, a partir del peronismo esta conducción comienza a basarse en elementos corporativos.
Perón tiene la idea de que en el hemisferio americano existen dos potencias: una, Estados Unidos, que tiene todo el derecho a dominar la parte anglosajona del hemisferio. Es decir, Canadá (risas). Del otro lado, Argentina, que sale de la Segunda Guerra Mundial con numerosas reservas y está en condiciones de ejercer cierta influencia en las relaciones internacionales basado en valores orgánicos, vinculados a la civilización católica e hispánica.
V.: Todo esto en el marco del comienzo de la Guerra Fría.
L.Z.: Absolutamente. No olvidemos que Estados Unidos y la Unión Soviética habían sido aliados durante la guerra. Entonces, cuando en 1946 Perón habló de un bloque católico de naciones, podía pensarse que era una manera de preservar estos valores. Pero comienza la Guerra Fría y a Perón le cuesta entender los cambios que se producen.
De acuerdo con su visión, el mundo estaba hecho de civilizaciones: los eslavos, los anglosajones, los teutones y, por supuesto, los latinos, a quienes quería unir bajo la conducción del peronismo. Pero cuando se empieza a formar el mundo bipolar, estas antiguas divisiones desaparecen. Surge un nuevo enemigo -el comunismo soviético- que, fortalecido, se expande y ocupa la mitad de Europa (y el papa se concentra en condenarlo, aun cuando la Iglesia siempre había criticado al liberalismo).
De pronto, la división europea que Perón visualizaba fue sustituida por la unión frente a la amenaza del comunismo. El Plan Marshall ayuda tanto a la católica Italia como a la protestante Alemania Occidental. Es por eso que el intento de Perón de imponer su visión del destino manifiesto argentino pierde su razón de ser.
El papa le hace entender claramente que no apoyaría una iniciativa de ese tipo porque dividiría a Occidente. El papa dice: “¿Cómo vamos a dividir a Occidente cuando sólo los Estados Unidos están en condiciones de enfrentar a la Unión Soviética?”. De manera que el sueño Panlatino peronista se apoyaba sobre bases anacrónicas.
V.: Pero funcionó, y muy bien, durante un tiempo.
L.Z.: El mito político de la tercera posición funcionó perfectamente. De hecho, funcionó tan bien que Perón luego no pudo abandonarlo. Si hubiera sido un estadista, y yo en este trabajo descubrí que Perón no lo era, él hubiese establecido una buena relación con los Estados Unidos.
Pero después de haber gastado todos sus recursos en sus tres primeros años, no puede establecer una relación más cooperativa porque a su propia masa le había vendido el mito de la “Argentina potencia”. Lo cual no quiere decir que no haya sido un mito popular extraordinariamente eficaz.
V.: ¿Cómo recibieron esta idea el resto de los países latinoamericanos?
L.Z.: En un primer momento, los países vecinos estuvieron muy pendientes del peronismo, les gustara o no. La Argentina podía fijar precios y usó el trigo como política: zanahoria para los países amigos y garrote para los países que no entraban en este proyecto Panlatino.
Algo que más tarde pagarían, porque aquellos a los que chantajeás hoy, no bien pueden, te pasan factura mañana. Y no eran sólo misiones comerciales: también eran misiones diplomáticas e infiltraciones en sindicatos extranjeros, con costos enormes para las finanzas argentinas.
Pero a partir de 1949, incluso los regímenes que Perón suponía que habían abrazado su proyecto y el del nacionalismo económico, como (Carlos) Ibáñez, (Getulio) Vargas o (Víctor) Paz Estenssoro, terminan queriendo escapar de la influencia peronista, porque terminan entendiendo que se trataba de una política de expansión del mito nacional argentino. No era un proyecto de integración sino una forma de subimperialismo.
V.: ¿Por qué dice que lo decepcionó la figura de Perón?
L.Z.: Porque descubrí a un hombre muy fanfarrón. A Perón le gustaba sentarse con los huéspedes y hablar de los grandes temas internacionales, a pesar de que él mismo estaba marginado de la vida internacional. No se encontró con los grandes líderes en la época.
Perón estaba convencido de que iba a estallar una Tercera Guerra Mundial… cosa que hasta 1950 tenía sentido. Pero él seguía pensando esto en 1954, cuando ya había muerto Stalin. Pero más importante aún, era muy cortoplacista. Su solución siempre fue apoyar a todos, lo mismo que hizo desde el exilio con la guerrilla y los sindicatos.
V.: Usted sabe que esta postura lo enfrenta con otros historiadores, peronistas o no, que reconocen que Perón tuvo una visión más global, de estadista, sobre todo en la década del setenta.
L.Z.: ¡Pero por favor! Todavía en 1972, Perón da una entrevista en la que condena “la sinarquía internacional”; la supuesta alianza entre la masonería, el comunismo y los judíos… Claro, estoy de acuerdo con ellos cuando dicen que el Perón del 73 era más político. Eso sí: es un hombre consciente de las fuerzas necesarias para pacificar el país.
Pero eso no impide señalar que durante la proscripción haya seguido esa misma política de decirle a cualquiera lo que esa persona quería escuchar. Este antiliberalismo y reivindicación del pasado orgánico hace que siga pensando al peronismo no como un partido sino como un todo.
Y si todos tienen que caber, el pluralismo social termina expresándose dentro de un partido que no ofrece herramientas para dirimir esos conflictos, que terminan siendo choques. Más aún: estoy convencido de que a la misma (Revolución) Libertadora hay que empezar a leerla como un conflicto dentro del peronismo, donde dos instituciones como las Fuerzas Armadas y la Iglesia -que habían sido parte fundamental del armazón corporativo del peronismo- lo tumban a Perón porque el evitismo había cobrado demasiado poder dentro del movimiento.
V.: ¿De dónde nace su interés por el peronismo?
L.Z.: A mí el peronismo en sí mismo me interesa poco. No me parece tan original como muchos piensan.
V.: Sin embargo, le dedicó varios libros al tema.
L.Z.: Es cierto. Pero las historias casi nunca son lineales. En mi caso, era un buen alumno, gané una beca de doctorado y de casualidad conocí a un chico argentino exiliado en Italia que me convenció de venirme a estudiar a la Argentina. Mi primer trabajo fue fruto de mi tesis de doctorado y tuvo mucho éxito, entonces de alguna manera también respondo a una demanda.
Por otro lado, al comienzo no estudié el peronismo, sino sus orígenes, es decir, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, y a medida que fui madurando como historiador me di cuenta que había un tema que iba mucho más allá de la historia argentina, uno de relevancia universal: una reacción antiliberal que desemboca en un fenómeno político: el populismo moderno.
V.: Usted caracteriza al justicialismo como autoritario. ¿Dónde traza la línea que divide al antiliberalismo del autoritarismo?
L.Z.: Soy de aquellos que piensan que el peronismo fue un totalitarismo, entendiendo que nunca ningún autoritarismo fue total, sino una tendencia. Uno puede ser antiliberal y no ser autoritario. Pero en este caso no estamos hablando sólo de ser “anti”. Hablamos de un fenómeno que tiene una matriz esencialmente religiosa y que cree que la sociedad tiene un principio natural y divino. Esta concepción orgánica-tradicional niega la existencia del individuo, un principio democrático. Que sea popular no quiere decir que no sea autoritario.
En una conferencia ofrecida en la Fundación Gustavo Bueno, el señor Axel Juárez, calificó a Juan Perón de estadista, si mal no recuerdo esa afirmación se basaba en escritos y en videos existentes en la red. Carlos Marx decía: «Para conocer a alguien no basta con lo que dice, hay que saber lo que hace». Pero en nuestros tiempos hay que prestar atención también a lo que dicen, pues con seguridad van a hacer lo contrario.
Desde que tengo memoria sobre la política, ningún presidente ha cumplido con sus promesas, salvo está Donald Trump, que constituye la excepción que hace la regla. Y si no pudo cumplir con todo lo prometido, fue por las trabas impuesta por el establishment. Un establishment conformado por políticos de ambos partidos y grupos de poder, y una oposición atravesada totalmente por las izquierdas fundamentalistas. Hay que recordar que Trump fue Demócrata más tiempo antes que Republicano y usó al partido Republicano para llegar a la presidencia.
Perón fue conservador por conveniencia no por convicción. Dice que en las elecciones votó por Irigoyen, pero fue parte del grupo militar que derrocó a Irigoyen, y de paso inaugurando el golpismo en la Argentina. Hizo toda su carrera militar con los conservadores. Más adelante, les daría el golpe a los conservadores para apoyar a Alemania (al Eje), pero en el año 45 le declara la guerra al eje justo antes de la rendición del Tercer Reich. A pesar de ser un antisemita en el 49 reconoce al Estado de Israel.
El partido que utilizó Perón para competir en las elecciones, y estaba reconocido legalmente era el Partido Laborista, de Cipriano Reyes, una vez llegado al poder, lo encarceló por diez años, por negarse a guardarle obediencia ciega como lo hicieron sus adulones. Cuando Perón llegó al poder, el país aún mantenía un cierto poder económico.
En el año 55 cuando Perón huye al exilio sin presentar combate, solo quedaban el 15% de lo que había heredado en el 46. El mismo Perón dijo en su momento, que no podía caminar por los pasillos del Banco Central, porque estaba lleno de oro (pero esto era una exageración). Desde el exilio se dedicó a torpedear cualquier intento de gobernabilidad, alentaba a los jóvenes guerrilleros (esa juventud maravillosa, como los llamaba) para forzar su regreso.
Decía el estadista Perón: «El comunismo es la consecuencia de los abusos del capitalismo». La palabra «capitalismo» recién aparece cuando surge el comunismo y no antes. Carlos Marx habla de capital y de capitalistas. Nunca lo menciona como sistema. Recién se empezará mencionar a partir de la segunda década del siglo XX.
El señor Axel Juárez debería leer la copia de la carta enviada por Perón, al comando guerrillero Montoneros, que secuestró, juzgó y ejecutó al ex presidente Aramburu, en una parodia de tribunal del pueblo. Unos guerrilleros que creyeron que de la mano de Perón llevarían el país al socialismo.
Pero cuando se siembra vientos se cosecha tempestades. Los mismos que secuestraban, asaltaban bancos, mataban policías, militares y dirigentes para forzar el regreso de Perón, se volverían en su contra, llevando al país en un enfrentamiento sangriento sin precedentes.
En sus cartas a dirigentes sindicales los llena de elogios y alienta la participación de los jóvenes, pero es muy crítico de quienes se aparten de las posiciones que él maneja. Critica fuertemente al intervencionismo estadounidense, la situación en República Dominicana y expresiones doctrinarias sobre la suerte que corren los imperialismos. En muchas cartas elogia a Mao Tse Tung.
A los jóvenes los elogia y les dice que son los que van a dar la vida por la causa. El famoso «animémonos y vayan». En el momento de mayor disgusto con el presidente electo Arturo Frondizi, envía cartas alentando y llamando a la acción insurreccional, a la lucha armada.
Según Slavoj Žižek, «La lección que nos deja el siglo XX no es que las revoluciones no solo pueden salir mal, tienen que salir mal». Por eso los de izquierda, en vez de llorar por el capitalismo global y nuevas formas de fascismo, debemos preguntarnos seriamente: ¿qué tenemos para ofrecer? ¿Tenemos una alternativa? ¿Cómo hacerlo? Es una situación trágica.
«Chávez fue un Fidel Castro con dinero. No resolvía problemas, los cubría con su dinero». Esa fue la verdadera tragedia con Chávez en Venezuela, tenía suficiente dinero para tirárselo a los problemas. Experimentaba todo el tiempo. Autogestión de los trabajadores, darles fábricas, cooperativas. Quizás haya funcionado en algún lado, pero a nivel global, no. Perón también hasta que se terminó el dinero.
Para Zanatta el socialismo chavista es un modelo como el que fundó Perón. Y que existe una línea coherente y directa que va de Perón, a Castro, a Chávez y a todos los fenómenos populistas latinoamericanos. No porque sean comunistas, socialistas o marxistas, sino porque son todos fenómenos que adaptan a la realidad de la sociedad de masas el imaginario unanimista, que piensan en la sociedad como armónica, sin conflicto de clases y con mayor equidad social, pero al mismo tiempo se rige sobre un principio anti pluralista, muy intolerantes.
En la época contemporánea esos fenómenos populistas están obligados a convivir con las instituciones de la democracia representativa, pero no lo quieren aceptar, tratan de perpetuarse en el poder, recurren al fraude, a buscar legitimidad en cortes adictas, como Evo Morales, Maduro, Ortega, etc.
La ideología de una nación que encarna una identidad nacional basada en una antigua identidad, de tipo antiliberal y anti iluminista, eso viene del fascismo. Según Zanatta: «La idea de que la sociedad es un conjunto unificado por una misma ideología o religión, que antes era catolicismo y después se volvió el fascismo en Italia, o el peronismo en Argentina y que es una sociedad corporativa, está en la base del peronismo, del fascismo y del franquismo. Las similitudes son impresionantes».
Perón fue agregado militar en Italia, en pleno auge del Duce, siempre admiró a Mussolini. Pero es falso que lo haya conocido personalmente, era muy típico de él inventarse esas cosas. El mismo Perón confesó: «Me impresionó sobremanera Mussolini, él estaba de militar, pulcro y cortés, tenía la imagen de un semidiós de la mitología romana. Yo le dije y le afirmé que me sentía emocionado y confundido, para no andar aclarando que en realidad me temblaban las piernas».
Perón fue parte fundamental en la logia llamada GOU (Grupo de Oficiales Unidos) y Perón nos revela la ideología que había en ella: «Se ensayó un ataque frontal de grueso calibre contra la masonería y el judaísmo, y contra los frentes populares democráticos. Hay que reconocer que sentíamos una especial admiración, yo particularmente, y como yo dije, por el Duce, pero otros del grupo se inclinaban por el proceso alemán».
En hispanoamérica los diversos grupos de las izquierdas no han dejado de operar, su sueño es la Patria Grande marxista y ahora la post-marxista. Pero lo único que van a lograr es seguir destruyendo a los países de hispanoamérica. No pueden constituir una unidad política continental porque no existe ningún imperio hispánico en marcha, ni ninguna nación hispanoamericana capaz de hacer realidad ese intento. A lo mucho puede servir a otros imperios como Rusia y China (que ya no son marxistas).
Entre los militares y los policías existe una diferencia, y esto consiste en que los policías «tienen calle», están en contacto con la realidad. Esto mismo pasa con muchos intelectuales, los que tienen una postura crítica ante la realidad, pero carecen de calle. Los intelectuales pueden teorizar y trazar todos los mapas que quieran, pero la realidad política no pasa por la soledad de un estudio. Aquí en la Polis, no todo es teoría hace falta calle y mojarse.
¿Qué país va a llevar a cabo la geopolítica hispánica? Y no me vengan con eso de la unidad de destino en lo universal, en cuestiones metafísicas. En política lo que vale es ser realista y no idealista. Para llevar a cabo una unidad continental es necesario un país con vocación y capacidad imperial.
El jugador de futbol, Antoine Griezmann, en una entrevista dijo que ya estaba listo para sentarse a comer en la mesa de Messi y Cristiano Ronaldo. Pero para sentarse en esa mesa, lo mínimo que se necesita es ganar un par de balones de oro. Un país que quiera emprender una misión imperialista, o sentarse en la mesa de los tres imperios realmente existentes en la actualidad, debe gastar mínimamente la mitad de lo que gasta Estados Unidos en defensa, es decir, de esos 630 mil millones de dólares.
Con la España del PSOE eso no es posible, ni con el Partido Popular, ni con enemigos declarados de la hispanidad como PODEMOS y su pequeño ladero Izquierda Unida, o son europeístas como el difunto partido Ciudadanos. Y el nuevo partido VOX no tiene la suficiente fuerza electoral para imponer una política de este tipo en el parlamento. En la política real el número también cuenta y mucho.
México es oficialmente indigenista, López Obrador, es el cacique mayor, la izquierda fundamentalista es enemiga de la hispanidad. No solo sus seguidores apoyan masivamente su ideología, en estas cuestiones hacen causa común la mayoría de la población. Es más, en el México realmente existente, parafraseando al izquierdista peronista Hernández Arregui, su «Ser nacional» actual es indigenista.
No encuentro ningún dato objetivo que diga que México sea el refugio de la hispanidad. Quienes defendemos los logros de la hispanidad en Estados Unidos, sabemos por experiencia personal que el peor enemigo de la hispanidad son los mexicanos. Lo padecimos por décadas y lo seguimos padeciendo. Los gobiernos en hispanoamérica tienen distintas ideologías, y no están en condiciones de semejante empresa.
Todos aquellos que buscan la unidad hispanoamericana, hic et nunc, no saben de lo que hablan. ¿Qué hacer entonces? Como decían los gauchos de las pampas «desensillar hasta que aclare». Todo dependerá de la dialéctica de imperios, no de la geopolítica. Ni de la narcopolítica, una óptica interesante para analizar el poder del narcotráfico en muchos países, por ejemplo, en México, donde dominan de hecho en media docena de estados.
Ni siquiera de la ciberpolítica, que es un factor o un arma tanto o más efectivo que mandar una misión militar. No es cuestión de salir a buscar la séptima generación de izquierdas y encontrarnos con Chávez y su socialismo del siglo XXI. Se trata de ser prudentes y no comprometer al materialismo filosófico como sistema con el idealismo de algunos.
En latinoamérica, como denominaron los franceses, nunca existió una estabilidad política. Salvo excepciones. Pero estas excepciones de uno o dos países no lo hicieron con la mirada puesta en ninguna unidad hispanoamericana. A finales del siglo XIX, la llamada «Generación del ochenta», la única clase verdaderamente política que hubo en la Argentina. Fue la que logró la prosperidad, la que logra las bases de un estado argentino, es un ejemplo de ello.
Muchos se quedan en la Wikipedia y dicen que Argentina era la décima economía mundial en el pasado. El Premio Nobel de Economía Paul Krugman, en el texto Economics, escrito junto a su mujer Robin Wells, en el capítulo de introducción a la macroeconomía, comparan la evolución de Canadá y Argentina. Y lo titulan «Una historia de dos países».
«Uno de los contrastes más informativos es entre Canadá y Argentina, dos países que, a comienzos del siglo XX, parecían estar en una buena posición económica. Desde el punto de vista de hoy, es sorprendente darse cuenta de que Canadá y Argentina se parecían bastante antes de la Primera Guerra Mundial. (…) Los historiadores económicos creen que el nivel promedio de ingreso per cápita era casi el mismo en los dos países hasta los años treinta».
La falta de datos de los años anteriores a 1960 ha sido un verdadero problema, pero el historiador económico Angus Maddison (1926-2010), fue quien emprendió la tarea de conseguir esos datos. Luego de su muerte esa tarea fue continuada por la Universidad de Groningen (Países Bajos) bajo el nombre de Proyecto Maddison. A partir de ese trabajo algunos economistas afirmaron que Argentina fue el 5to país en el ranking de PBI per cápita, basándose en la serie de Maddison.
Ordenaron a los países de mayor a menor PBI per cápita, y efectivamente en 1896 Argentina llegó al 5to puesto. En ese año superó a Estados Unidos, Bélgica, Países Bajos y Alemania, pero por debajo de Australia, Nueva Zelanda, Suiza y Reino Unido. Pero Argentina superó a Australia en 1820, y a Nueva Zelanda en 1850, pero nunca superamos a Reino Unido y Suiza. En 1896 Argentina tenía un 84% del PBI per cápita de Reino Unido, y un 69% del de Suiza.
Recientemente se actualizaron los datos del Proyecto Maddison, la última versión hace una revisión para los valores de 13 países en el período 1872-1910. Con los nuevos cambios en general sube Estados Unidos y baja Bélgica, Países Bajos, Suiza y Reino Unido. Suiza es el que más baja. Argentina en los años 1895 y 1896 ocupó el primer puesto del ranking. En esos dos años estaba mejor que Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suiza, Estados Unidos, etc.
Se puede decir con datos objetivos que Argentina fue alguna vez el país más próspero del mundo. Pero eso no se logra de manera espontánea, hubo una clase política que hizo un análisis correcto de la dialéctica de imperios y apostó por Inglaterra, convirtiéndose en el granero del mundo y comercializando su carne. Y no buscaban ninguna unidad latinoamericana.
Ni pretendieron enfrentar políticamente a Estados Unidos, tenían una mentalidad propia de los verdaderos estadistas. Fueron prudentes en política exterior, sabían que no era una competencia para ver (y disculpen) quien la tenía más grande. Y no me importa que me califiquen por lo que digo de vende patria, de traidor, vendido o el clásico «cipayo», el preferido por los peronistas y del Papa Francisco.
De ese supuesto estadista llamado Perón, que para afuera daba trigo a los amigos y a los que no, nada. Y en lo interno le ofrecía, como él mismo lo dijo: «para los amigos todo, para los enemigos ni justicia». Pueden calificarlo como quieran y seguir soñando con la Patria Grande. Total, eso es gratuito, soñar no cuesta nada.
Como también decía Perón, robándole la idea a Balmes. «La única verdad es la realidad», y no es que esté de acuerdo con esa frase, que la única verdad sea la realidad. Pero la verdad es que las ideologías no pueden con la realidad.
Al General Julio Argentino Roca, se lo puede considerar con toda razón el verdadero padre del Estado argentino. Fue el encargado de fijar las fronteras, unas fronteras hasta entonces difusas y menores a las actuales, supo aprovechar de los conflictos regionales. Se encargó de la moneda, de la flota naval militar, de ampliar la capa basal del país. Se encargó de limpiar o someter a las hordas etológicas desparramadas por el llamado desierto. Desierto, por estar ausente la civilización.
Julio Roca, a quien sin nombrar el ex trotskista Alberto Franceschi, según él, y ahora indigenista, cometió una matanza. Esas tribus aborígenes tres siglos después de la llegada de los españoles, el único progreso que habían logrado fue saber utilizar los caballos (caballos llevados por los españoles), dedicarse a saquear, a robar, a llevarse el ganado y a los niños y mujeres. Porque a los indios le gustaban las blancas.
Era necesario acabar con los salvajes, incorporar tierras a su capa basal. ¿Qué esperaba el señor Franceschi? Que no me venga ahora con proclamas indigenistas propias de la izquierda, de la cual según él está de vuelta. Me pueden calificar de criminal, de racista, o de lo que quieran. Pero no voy a pedir disculpas por lo que sostengo. En política soy materialista, realista y no idealista.
Resulta que ahora los de la revolución permanente (la estupidez permanente) que se han cargado decenas de millones de personas, vengan a acusar de asesinos a una política necesaria y realista. Y no me rasgo las vestiduras por ello. Creer que desde que Perón se fue al exilio (sin combatir) Argentina está a los tumbos, es no conocer objetivamente la historia argentina. Cuando se fue Perón dejó solo el 15% de las reservas federales de la que heredó cuando llegó en el 46.
Desde que se fue Perón y regresó, y hasta nuestro presente en marcha siguen gobernando o poniendo trabas desde la oposición. El peronismo es puro gatopardismo, cambiar para que nada cambie, como el PRI y otros partidos de masas. Hoy se puede decir con toda razón, que el peronismo es una asociación ilícita cuyo fin es mantenerse en el poder para seguir lucrando.
¿Un ejemplo de lo que digo? Primero Néstor y luego la viuda, Cristina Fernández de Kirchner. Y que ahora de regreso al poder será exonerada de todos los ilícitos cometidos al país. Podrá regresar al país triunfante su hija, la pequeña ladrona, refugiada en Cuba para evitar la justicia.
El tercerismo es y será siempre un gran fracaso, si a ese tercerismo no lo constituye un imperio y con pretensiones imperiales, no sirve para nada. En realidad, ese movimiento de no alineados tenía muy poco de no alineado y no tenía un poder efectivo real, era solo folklórico. Ese también fue el triste papel o las pataletas de un general que no ganaba combates como De Gaulle. De Gaulle, también como el otro francés Antoine Griezmann, quería sentarse en la mesa de los grandes.
Ni tercerismo ni tercera vía, esto es dialéctica de estados o imperios, puro y duro, como nos enseñó el gran maestro Gustavo Bueno. No pretendo entrar en polémicas ni discusiones especialmente con los peronistas. Ustedes habrán tomado en cuenta la postura del peronista entrevistador de Loris Zanatta. Digas lo que digas o argumentes lo que sea, Perón fue un genio, un gran estadista y lo enfrentó el mundo entero, y el resto «me vale madres», como diría un mexicano.
¿Y por qué? Porque son incorregibles, Borges dixit.
Ricardo Veisaga.
Diciembre de 2019. Estados Unidos.