GRECIA
PASADO Y PRESENTE
Ricardo Veisaga
Una vista nocturna del Partenón
Durante el viaje hacia Grecia, me preguntaba qué tipo de ciudad (Atenas) me encontraría luego del colapso de años atrás. Muchos años habían pasado desde mi último viaje. Tenía en claro que la Grecia contemporánea, no es la Grecia del pasado, la de las enciclopedias, los clásicos, los filósofos, la que en los cantos homéricos construyó nuestra visión épica del mundo, la de Esquilo, Sófocles y Eurípides, que nos devolvió la verdadera imagen de nuestra fragilidad. Esa Grecia ya no existe, solo vive en las bibliotecas.
La que, en Platón, puso al hombre libre ante el horizonte más grandioso de la inteligencia, frente a esas «maravillas acerca de lo uno y lo múltiple, que por estar en la esencia de la lengua nunca pueden ser agotadas» y al cual él llamó filosofía; la Grecia que con Epicuro vence a la muerte, y que junto a Sócrates nos da la mayor lección ante la adversidad que puede dar un verdadero sabio, la de acatar las leyes de la ciudad. La de la invención de la Polis.
Esa Grecia murió y sus restos fueron cremados y sus cenizas arrojadas al cráter de algún volcán Olímpico. Sólo queda el nombre y ese nombre, Grecia, designa ahora otra cosa. El país caótico al cual conocemos ahora, hablando estrictamente, no es Europa es un Estado fallido, residuo de los restos del imperio Otomano del siglo XIX. La Unión Europea no pudo o no quiso ver eso.
Confundió los restos fósiles de la mitología, el prestigio de la Grecia clásica con lo actual, es como creer que los restos del imperio mexica tenga que ver con el México actual, la Unión Europea es capitalista y Grecia un parásito insaciable que necesita que otros lo alimenten.
A los mercados financieros les sucede exactamente lo mismo que a la Europa política. Estos que son testigos y protagonistas de cientos de quiebras, que pasado unas décadas todo les da igual, se olvidan, ya no recuerdan y a empezar de nuevo, a subir la cuesta eternamente como en el mito de Sísifo. La Grecia actual es un caso paradigmático, su propia existencia lo es, su independencia como país fue una decisión de los mercados a fin de evitar el impago de la deuda.
Puesto que Grecia ya estaba en quiebra técnica antes incluso de constituirse como nación, asunto que no deja de tener algún mérito. Corría 1821, cuando unos autodenominados griegos se les dio por sublevarse contra el Imperio otomano del que siempre habían formado parte. Algunos inversores de la Bolsa de Londres de aquella época, se apresuraron a comprar y vender bonos de deuda griega, es decir, a especular con pedazos de papel emitidos por combatientes harapientos que peleaban en las montañas al ejército imperial otomano.
La prima de riesgo de aquellos bonos, subía y bajaba, se daba conforme a las victorias y derrotas militares de los rebeldes. El precio de mercado comenzó a desplomarse tras una gran ofensiva turca que reflejaba una segura derrota de los independentistas. De haber sucedido, hubiese llevado a la quita del cien por cien en el valor nominal de los títulos en cartera de los inversores británicos.
Ante el inminente riesgo de un default, los tenedores de activos griegos le pidieron, le suplicaron a la reina de Inglaterra que enviara una flota de guerra al Adriático para defender sus legítimos intereses. Y en la batalla de Ambarino los turcos fueron derrotados, proclamándose acto seguido la independencia de Grecia.
Sólo quedaba un pequeño detalle, que los griegos pagasen, pero…jamás pagaron, el nuevo Estado griego fue mal parido, los griegos permanecieron todo el siglo XX en suspensión de pagos. Grecia lleva en suspensión de pagos desde el mismo día de su fundación. Pero los hombres inteligentes que componen la banca alemana, decidieron «regalar» millones y millones de euros que ahora deben pagar los contribuyentes europeos.
Si conocieran algo de historia podrían haber evitado este desastre, así de caro resulta la ignorancia. Ya lo sabía el genio Sócrates, que, en este sentido, el mal no existe lo que existe es la ignorancia. Grecia se afirmó del lado de Occidente luego de una guerra civil que costó a los griegos un precio más alto que el de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana.
Grecia aceptó, mezquinamente, ser base estratégica de la VIª Flota a cambio de una prestación equitativa: Estados Unidos cargaba con los gastos griegos (al igual que la Unión Soviética con Cuba). Se forjó, así, durante medio siglo, una economía subvencionada, a cuyo abrigo la corrupción fue único motor económico. Hasta septiembre de 1989 en que la URSS cayó y el parapeto griego dejó de ser rentable.
Pero el actual gobierno griego (ex comunista) ahora coquetea con Rusia y China para presionar a Europa. Terminada la guerra fría, Grecia no tiene nada que vender (salvo el turismo). Y nadie en su sano juicio cargaría con el muerto, nadie sensato aceptaría un «presente» griego. Toda la clase política helena sin excepción durante años, no hizo otra cosa que vivir a costa de la Unión Europea, todo lo que invirtieron en Grecia fue devorada por la corrupción, propio de los países populistas.
La situación de Grecia tres años después de su rescate soberano por parte de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional). Reaviva el debate acerca del origen de su ruina económica y financiera, entre quienes acusan a la austeridad pública de todos los males (SYRIZA el partido triunfador en las elecciones, Podemos en España y demás populistas del mundo), y quienes apuntan al insostenible crecimiento del gasto público gestado años atrás.
Grecia no quebró, ni está financieramente contra las cuerdas por culpa de la llamada troika. Alemania estabilizó el gasto real por habitante (descontando la inflación) entre 1996 y 2007, Grecia lo disparó más de un 60%, sufragando gran parte de esa brutal expansión del gasto público en la emisión de deuda. Señala el economista Rallo:
«Desde 2010, los recortes en los desembolsos públicos han logrado corregir semejante megalomanía estatal y regresarla a una senda sostenible (de hecho, Grecia alcanzará superávit primario en 2014 y, si no nos mienten más en sus estadísticas, el déficit no superará el 3%); pero por desgracia todo apunta que los próximos gobiernos griegos, tratarán de incrementar de nuevo el gasto público regresándolo a la senda de insostenibilidad».
El gasto público se debe, al crecimiento de las partidas destinadas a política social (educación, sanidad, prestaciones, etc.) no se debe a Defensa u otras materias presupuestarias. El gasto en educación, sanidad y política social se disparó desde el 24,6% del PIB al 31,1% durante el mismo período. ¿Y cómo financió ese gasto? Emitiendo deuda.
Grecia no sólo fue uno de los países que más incrementó su gasto público, sino el que más recurrió con mayor obsesión a la deuda pública para financiarlo.
«El volumen total de deuda pública griega se situaba, ya antes de la crisis, por encima del 250 % de los ingresos públicos, frente al 150% que representaba en Alemania. Pero después de la crisis rebasó el 350 % y llegó a superar el 400% en el año 2011 (nótese que el rescate y las medidas de ‘austeridad’ se comienzan a imponer a Grecia en el año 2010, y en 2009 ya tenía un volumen de deuda pública completamente desbocado)».
Añade el economista Rallo. Grecia, fue el cuarto país de la Eurozona que abonó menores intereses sobre su deuda pública, gracias a las ventajosas condiciones financieras otorgadas por el rescate de la troika y la reestructuración de deuda aplicada a sus acreedores privados. La responsabilidad de la situación financiera griega les corresponde a quienes gestaron su elevadísimo volumen de deuda (los políticos griegos).
El grueso de la deuda pública griega se emitió antes de que Grecia fuera rescatada por la Troika. En concreto, el 90% de la deuda pública griega del año 2010 había sido emitida antes del 2010.
El Odeón de Herodes Antico
«A la luz de esta hipertrofia estatal, era obvio que al Gobierno griego no le quedaba otro remedio que recortar muy intensamente el gasto público para acaso aspirar a sobrevivir financieramente», sostiene Rallo. Sin embargo, «lejos de aprender la lección, han conseguido endosar las culpas del desastre que ellos engendraron a la Troika: la solución a sus problemas, nos dicen ahora, no es la austeridad de la Troika, sino volver a incrementar masivamente el gasto público. Es obvio, pues, que no han entendido nada y que están deseosos por volver a las andadas».
Grecia es una de las economías más pobres y menos desarrolladas de Europa desde hace décadas. Siguiendo los dictados de la izquierda, el Estado heleno se ha caracterizado por ser uno de los más intervencionistas de Europa (ocupaba el puesto 100 del ranking mundial sobre facilidad para hacer negocios cuando estalló la crisis del euro) y con uno de los mayores niveles de gasto público. El origen de la tragedia griega, no radica en la pretendida austeridad, sino en su desbocado e insostenible sector público.
Grecia fue el país de la Unión Europea que más aumentó su gasto público real (un 80% entre 1996 y 2008) y su deuda pública (un 400% superior a sus ingresos públicos en 2011) durante los años de la burbuja crediticia. Los políticos griegos ocultaron su déficit público real durante años. Cuando el nuevo gobierno de Atenas llegó al poder en 2009, se encontró un agujero fiscal equivalente al 14% del PIB, frente al dato oficial del 3,7% comunicado a Bruselas.
De un día para otro, el déficit pasó de 7.000 a cerca de 30.000 millones de euros, casi cuatro veces más. Esto es la manifestación más evidente de la grosera irresponsabilidad política de los distintos gobiernos griegos. La izquierda como siempre ataca a los mercados, en general, y a la malvada banca de inversión, en particular, pero olvidan que su admirada Grecia recurrió a los financieros de Wall Street para ocultar sus desastrosas cuentas públicas.
El anterior Gobierno de Yorgos Papandreu, reconoció que Grecia mintió en las cifras de déficit y deuda para entrar en el euro y, por tanto, ofreció datos falsos hasta 2009, valiéndose, entre otros, de los servicios de Goldman Sachs. A este respecto, cabe señalar que el hoy presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dirigía las operaciones de Goldman en Europa en 2002, cuando Grecia inició sus fraudulentas operaciones de ingeniería financiera.
Otra verdad incómoda es que, en el caso de Grecia, la quiebra de la banca fue responsabilidad directa del Estado griego, no al revés. Las entidades financieras se cargaron de deuda pública helena durante los años de la burbuja para financiar el enorme y suntuoso gasto de los distintos gobiernos. Por ello, la banca griega entró en quiebra cuando se aplicó una quita del 50 % sobre los bonos helenos en manos de los acreedores privados en 2011, tras acordar el segundo plan de rescate con la troika. Europa tuvo que inyectar dinero extra para salvar los depósitos de Grecia.
Es decir, los depositantes griegos fueron rescatados con dinero de contribuyentes europeos a través de la troika, después de que la insolvencia de Atenas arrastrara a la banca nacional a la quiebra. Durante la burbuja, más de la mitad de la economía griega dependía, de una u otra forma, del maná estatal, creando así una gran estructura clientelar a base de enchufes, corrupción y subvenciones.
Algunos ejemplos: Durante años, y pese a tener un PIB per cápita muy inferior al de España, el salario mínimo en Grecia era un 50% superior. Durante décadas, cuando un partido llegaba al poder enchufaba a su gente en el sector público a cambio de su voto, acrecentando de forma insostenible la plantilla estatal. El Hospital Evagelismos, uno de los principales de Atenas, por ejemplo, llegó a tener en nómina a 45 jardineros para cuidar de las cuatro macetas de su entrada.
Algunos organismos públicos contaban con 50 conductores por cada coche, un antiguo ministro de Agricultura creó una unidad no contabilizada que daba empleo a 270 personas para digitalizar las fotografías de las tierras públicas griegas, sin que ninguno de los contratados tuviera experiencia en fotografía digital, ya que eran carteros, peluqueros, agricultores y, en general, afiliados del partido…El empleo público es, sin duda, uno de los grandes paradigmas del despilfarro griego.
Monasteraki y el Partenón sobre la colina.
Durante la burbuja, Atenas, ni siquiera sabía cuántos empleados tenía en nómina: los sindicatos hablaban de 700.000, mientras el Gobierno hablaba de 800.000; pero, sumando los contratos temporales, la cifra superó el millón de personas en 2007, equivalente al 10% de la población y a casi el 20% de la fuerza laboral del país.
Ganaban una media de 1.350 euros mensuales, superando el sueldo medio existente en el sector privado. Pero lo relevante es que la ganancia real de los empleados púbicos era muy superior: además de cobrar dos pagas extra, recibían pluses y remuneraciones adicionales aduciendo todo tipo de excusas, como llegar al trabajo en el horario previsto, presentarse correctamente vestido, usar ordenador o hablar idiomas.
Los guardias forestales, por ejemplo, recibían un plus por trabajar al aire libre. Sumando todas las extras, los funcionarios de Grecia llegaron a ganar de media más de 70.000 euros al año frente a los 55.000 euros de Alemania.
Una calle en Plaka (Atenas)
Los funcionarios también disfrutaban de una pensión vitalicia de 1.000 euros mensuales para las hijas solteras de empleados fallecidos, entre otros muchos privilegios y prebendas. Grecia tenía cuatro veces más profesores que Finlandia, el país que mejor nota saca en el Informe PISA de calidad educativa, pero esa superpoblación de docentes sólo le ha servido para estar entre los países europeos con peor nivel en casi todas las pruebas de Enseñanza. Muchas familias griegas que envían a sus hijos a las escuelas públicas tienen que contratar luego profesores particulares de refuerzo.
Otro dato curioso es que su Sanidad pública era de las que más invertía en suministros, superando la media de la Unión Europea, sin que los griegos sufrieran más enfermedades que el resto de europeos. ¿Razón? Uno de los muchos escándalos destapados durante estos años es que era tradición entre médicos y enfermeras salir de los hospitales cargados con todo tipo de material higiénico y sanitario.
El sueldo medio en la Renfe griega llegó a superar los 70.000 euros al año, incluyendo las profesiones de baja cualificación. Sus ingresos operativos apenas rondaban los 100 millones al año, mientras que sus gastos alcanzaban los 700 millones. «Hace veinte años, un próspero empresario llamado Stefanos Manos, nombrado después ministro de Finanzas, señaló que sería más barato meter a todos los pasajeros de los ferrocarriles griegos en taxis: sigue siendo verdad».
Tal y como detalla Michael Lewis en su libro Boomerang: Viajes al nuevo tercer mundo europeo, en donde explica buena parte de los desmanes helenos cometidos durante la burbuja. El presupuesto del metro de Atenas rondaba los 500 millones de euros al año, mientras que los ingresos en taquilla apenas alcanzaban los 90 millones. Grecia también creó un comité para gestionar el Lago Kopais, a pesar de que se secó en 1930.
Tras el rescate o la ayuda de la troika, Atenas anunció la eliminación o fusión de 75 organismos públicos en los que trabajan unas 7.000 personas, y que anualmente, recibían 2.700 millones de euros en subvenciones (unos 386.000 euros por cada empleado). Hasta el estallido de la crisis, los griegos se podían jubilar con poco más de 61 años, cobrando casi el 96 % de su sueldo, siendo uno de los sistemas de pensiones públicas más generosos (e insostenibles) de la Unión Europea (UE).
En Grecia existían cerca de 600 categorías laborales que, alegando motivos de salud podían optar a la jubilación anticipada, establecida en 50 años para las mujeres y 55 para los hombres. Y entre estos últimos beneficiados había todo tipo de profesiones, desde peluqueros, trompetistas, flautistas, cocineros, masajistas e incluso presentadores de televisión, entre otros.
Precisamente por ello, los griegos disfrutaban de la mayor esperanza de vida tras la jubilación, y no porque vivieran más, sino porque se jubilaban mucho antes. En concreto, mientras la media de la OCDE es de 18,5 años tras el retiro (en España es de 17,9), los helenos gozaban de más de 24 años de plácida existencia tras la jubilación, a base, eso sí, de pedir prestado un creciente volumen de dinero a los mercados en forma de deuda pública.
El control sobre la gestión de las pensiones era inexistente. Durante la crisis, se han detectado miles de familias que cobraban jubilación años después de que fallecieran sus titulares o prestaciones de desempleo sin tener derecho a ello. Antes de la crisis, uno de cada cuatro trabajadores griegos no pagaba nada en impuestos, de modo que en las arcas públicas dejaron de ingresar entre 15.000 y 20.000 millones de euros al año.
Antes de la crisis, menos de 5.000 contribuyentes griegos, en una población total de casi 12 millones, reconocían cobrar más de 100.000 euros al año. Lewis, por ejemplo, explica en su obra que dos tercios de los médicos privados no pagaban ni un euro de impuestos, ya que declaraban unos ingresos de menos de 12.000 euros al año, el umbral mínimo para empezar a tributar.
Cambio de Guardia en el Parlamento.
Los sobornos estaban a la orden del día. Algunos estudios señalan que los griegos se gastaban unos 800 millones de euros al año en mordidas para evitar el pago de multas o para que los funcionarios hicieran la vista gorda, incluyendo los inspectores fiscales. Por poner tan sólo un ejemplo, el Ministerio de Hacienda despidió hace escasos años a 70 funcionarios con un patrimonio inmobiliario medio de 1,2 millones, cuando su sueldo no superaba los 50.000 euros.
Otro dato llamativo es que la proporción de autónomos en Grecia era también de las más altas de la (UE), y no porque fueran especialmente emprendedores, sino por la facilidad de ocultar ingresos al Fisco. Por si fuera poco, en años electorales, como 2009, la recaudación bajaba de forma muy sustancial (hasta el 30%), con independencia de cómo evolucionara el PIB, ya que los políticos, sobre todo a nivel local, solían perdonar el pago de impuestos como forma de comprar votos.
Como consecuencia, toda esta borrachera de gasto y despilfarro estatal se financió emitiendo deuda. Grecia fue el país que más recurrió a la deuda pública durante la época de la burbuja y, por ello, su factura anual en el pago de intereses superó, hasta el segundo rescate a Grecia, el 12% de los ingresos públicos (en 2011, antes del rescate alcanzó, el 17%), mientras que en Alemania dicha factura se mantuvo estable en el 6% de todos los ingresos públicos.
El nuevo gobierno griego pretende una nueva quita soberana, pese a que el Estado heleno se endeudó voluntariamente para cometer todos los excesos descritos anteriormente, en lugar de que Grecia asuma su responsabilidad y pague lo que debe. Según el Banco Central Europeo (BCE), Atenas posee una enorme cartera de activos públicos, cuyo valor estimado asciende a 300.000 millones de euros, incluyendo empresas, infraestructuras, acciones, participaciones, suelo y todo tipo de bienes inmuebles.
Grecia también podría vender o privatizar islas, playas, oro y hasta monumentos si es necesario con tal de cumplir sus compromisos y evitar el doloroso estigma de la quiebra y posible salida del euro. Si Atenas redujera el peso del Estado a la mitad (unos 60.000 millones), con la consiguiente privatización de pensiones, sanidad y educación, y vendiera el 50% de sus activos públicos (otros 100.000 millones por lo bajo) su deuda quedaría reducida al 70% del PIB.
Ello, unido a un compromiso serio de equilibrio presupuestario (déficit cero) y a un ambicioso plan de reformas para liberalizar la economía y bajar impuestos, permitiría reducir aún más su endeudamiento a medio plazo por la vía del crecimiento económico. Grecia puede pagar, lo que pasa es que no quiere y, todo apunta a que no lo hará.
«La única verdad es la realidad» decía otro populista demagogo (Perón), la realidad existe y suele ser despiadada, el mundo real no sabe de míticos Robin Hood, ni le importa que traten de revivir a muertos como Karl Marx, cuyas teorías igualitarias dieron lugar a fábricas de miseria en serie allá donde se han probado (Venezuela, Cuba, Corea del Norte…). Tras la victoria de Tsipras y el anuncio de las primeras medidas la Bolsa helena cayó un 5% para seguir a un 9,4%. Los bancos locales se dejaron un cuarto de su valor.
Las eléctricas cayeron un 14,5%, luego del anuncio de que se paralizaba su privatización y de que 300.000 griegos tendrán la luz gratis, pero no con dinero propio sino con el dinero de los ciudadanos europeos. ¿Cómo pintar un círculo cuadrado? Si no quiere cumplir con lo pactado el Estado griego, no habrá nuevos préstamos y no podrá cumplir con sus irrealistas propuestas, por la que una población estúpida e ignorante lo votó.
Si paga y acata a la ortodoxia europea, demostrará que no había margen de maniobra y que había engañado a sus votantes. Si comienza a obsequiar a su pueblo con gozosos aguinaldos populistas, los intereses de los préstamos para costearlos se dispararán y se agravará el cáncer que consume el país.
El minotauro está en su propio laberinto, la prima de riesgo ya está por encima de los mil puntos. Invocar a la justicia y culpar a los demás de sus propios males, no es una virtud es una inmoralidad y un crimen. Lo único que se «mueve» en Grecia es el turismo, los jóvenes en su gran mayoría hablan un poco de inglés, los carteles e indicadores son bilingües, los anuncios en el metro también.
Sentarse en alguna colina cercana al Partenón no tiene precio, la vista de la ciudad es maravillosa, alojarse en algún hotel cerca de Monasteraki es por ubicación muy importante. Y escaparse a la isla de Santorini es lo mejor.
11 de febrero de 2015.