Serie Roja — 12
GEORGE HERBERT WALKER BUSH
EL VIAJE A KIEV
George H. W. Bush y el presidente ucraniano Leonid Kravchuk
El comportamiento de Yeltsin no fue apropiado, abochornó al propio Gorbachov en la fiesta de recepción del presidente George Bush. Es cierto que Boris Yeltsin había sido elegido democráticamente presidente de la república más importante de la Unión Soviética, no solo eso, tenía el control de las mayores reservas de gas y petróleo. De él dependían las finanzas de la Unión Soviética y posiblemente hasta el propio sueldo de Mijaíl Gorbachov.
George H. W. Bush había conocido a Boris Yeltsin con motivo de su primer viaje a Estados Unidos en septiembre de 1989. El entonces diputado del parlamento soviético visitó once ciudades, se reunió con importantes políticos y empresarios de Texas y Florida, dio conferencias en varias universidades, estuvo en el programa de televisión Good Morning America, fue al centro espacial Lyndon B. Johnson. Según confesó Boris Yeltsin, había cumplido el sueño de su vida.
Declaró ante la prensa: «en el día y medio que llevo aquí he desechado todas las ideas sobre el capitalismo, Estados Unidos y los estadounidenses, que me habían imbuido a lo largo de los años con libros como Breve historia del partido Comunista». Otra de las cosas que más le impresionó fue la abundancia y variedad al entrar en un supermercado en Houston. Un consejero de Boris Yeltsin confesaría que perdió «lo poco que le quedaba de la ideología bolchevique», George Bush. Remarks to the supreme soviet of the republic of the Ukraine in Kiev. Soviet Union, August 1, 1991.
Oficialmente estaba previsto que en ese viaje Boris Yeltsin se reuniera con Brent Scowcroft y no con el presidente, decisión que provocó algunas tensiones. Cuando Condoleezza Rice, la experta en la URSS del Consejo de Seguridad Nacional, lo acompañó al interior de la Casa Blanca, Yeltsin quería que le garantizaran que vería a George Bush, Rice le había respondido que, si no quería hablar con Scowcroft, podría regresar a su hotel. Boris Yeltsin se entrevistó con Scowcroft.
Robert M. gates, el ex Consejero de Seguridad Nacional, recordando la visita de Boris Yeltsin cuenta en sus memorias: «al parecer bebió demasiado, dejó una pésima impresión con el discurso que pronunció en la universidad Johns Hopkins, y en general, se comportó como un energúmeno». En junio de 1990, luego de su elección como presidente del parlamento ruso, Robert Gates, le envió un memorándum a George Bush en la que decía que Yeltsin «ha utilizado con extraordinaria habilidad las nuevas reglas del sistema para resurgir como líder político. Es posible que algún día tengamos que negociar con él».
En junio de 1991, Boris Yeltsin viajó nuevamente a Estados Unidos luego de llegar a la presidencia de Rusia, para entonces mejoró su imagen y el viaje fue todo un éxito. El presidente George Bush y Yeltsin llamaron juntos a Moscú para hablar con Gorbachov y advertirle de un posible golpe de Estado por parte del ala dura.
******
El 1 de agosto de 1991, el Air Force One despegó de Moscú con destino a Kiev la capital de Ucrania. Hasta principios de ese año unas cuarenta cabezas nucleares estadounidenses habían apuntado sobre esa ciudad la tercera de la URSS. La visita estaba prevista en cinco horas de duración. George Bush sabía que ya no bastaba negociar con Moscú, sino que había que viajar a las repúblicas y hablar con los lideres locales. La Casa Blanca quería dejar en claro su voluntad de colaborar con las repúblicas, pero recordarles que no sería buena idea recurrir a la violencia para lograr sus objetivos, hasta entonces, nadie en la administración George Bush había previsto la rápida desintegración que estaba en marcha.
Eligieron Ucrania, porque sabían que no todos los dirigentes ucranianos estaban de acuerdo en una independencia total, pero los disconformes con Moscú eran muchos, aunque no violentos. Gorbachov no estaba de acuerdo con el viaje de George Bush, era consciente de la importancia de Ucrania para el futuro de la Unión Soviética y temía que su viaje alentara el separatismo. El 30 de julio, George Bush había hablado de su próximo viaje a Kiev y le dijo a Mijaíl Gorbachov que no tenía nada que temer: «Le aseguro que […] ni yo ni ninguno de mis acompañantes haremos nada que pueda complicar las cosas ni les diremos a los ucranianos si deben firmar o no el tratado de la Unión».
Si fuera por Mijaíl Gorbachov, George Bush no habría viajado a Kiev. También Boris Yeltsin compartía la idea de que Ucrania la segunda mayor república no debía abandonar la Unión Soviética. Gorbachov en las charlas que tuvo con George Bush dejaba notar el temor de un enfrentamiento civil entre Ucrania y otras repúblicas soviéticas. Temían que el abandono de Ucrania provocaría el dominio de la Unión Soviética de repúblicas no eslavas.
En junio de 1991, la CIA había elaborado un informe que contemplaba cuatro situaciones, en la misma sola una de las hipótesis de la fragmentación violenta incluía una Ucrania independiente. La cuarta hipótesis era la de cambio de sistema, las tres repúblicas bálticas, las otras tres del Cáucaso septentrional y Moldavia alcanzarían la independencia, y mientras que Ucrania se uniría a una unión asiática de mayoría eslava dominada por Rusia. De esta hipótesis era partidario Yeltsin.
Mijaíl Gorbachov temía una disolución violenta de la URSS y tanto el presidente Bush, Gorbachov y la CIA coincidían en que, si se quería una transformación pacífica del régimen soviético y la reducción de armas nucleares, Ucrania debía permanecer dentro de la URSS. En una conversación mantenida entre Gorbachov y George Bush, se vio interrumpida cuando Nicholas Burns, el enlace entre la Casa Blanca y los estadounidenses de origen báltico, comentó que había sido informado por uno de sus contactos que un grupo de pistoleros habían asaltado un puesto fronterizo entre Lituania y Bielorrusia, matando a seis agentes aduaneros.
El gobierno estadounidense creía que el comando estaba integrado por miembros de la OMON, que dependía del ministerio del Interior ruso. La noticia del asesinato en la frontera hizo pasar a Mijaíl Gorbachov un mal momento frente a George Bush, esto avivó más fuerte la creencia del soviético que se podría desatar una guerra como la que estaba sucediendo en Yugoslavia. El 1 de agosto de 1991, los dirigentes de la República Socialista Soviética de Ucrania, recibían en el aeropuerto de Boryspil al presidente estadounidense.
Era la segunda vez que un presidente estadounidense visitaba Kiev, la primera había sido en mayo de 1972, durante el gobierno de Richard Nixon. Mijaíl Gorbachov le había pedido a George Bush que su lugarteniente Yanáiev debía acompañarle a Kiev. Los estadounidenses creían que Gorbachov trataba de marcar que Ucrania pertenecía a la Unión Soviética. Durante el viaje George Bush les dijo a sus acompañantes que el vicepresidente era un «tipo simpático», pero no un «peso pesado» del régimen.
En Estados Unidos había unos setecientos cincuenta mil ciudadanos de ascendencia ucraniana, no era una comunidad numerosa respecto a otras, pero eran muy activas y habían ganado el voto de sus miembros para los candidatos republicanos. En el aeropuerto había un cartel que decía: «¡Bienvenido a Ucrania. Mr. Bush!», además de los himnos soviético y estadounidense, tocaron el himno ucraniano. Algo no estaba claro y era el grado de lealtad de Ucrania a Moscú.
El presidente del parlamento ucraniano Leonid Kravchuk, entonces con 57 años, recibió a Bush en Kiev. Kravchuk era de la misma generación que Gorbachov y Yeltsin, nacido en 1934, nacido en la región de Volinia, al oeste de Ucrania, que entonces pertenecía a la Polonia de Józef Pilsudski, y había sido testigo directo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el choque entre los ejércitos soviéticos y alemanes, el holocausto, la limpieza étnica, el enfrentamiento entre las guerrillas nacionalista ucraniana y polaca.
Kravchuk había sido testigo de la persecución del movimiento nacionalista ucraniano por la policía secreta. A pesar de todo, no tuvo reparos en servir al Partido Comunista en la que haría una meteórica carrera luego de cursar estudios de economía política en Kiev. Kravchuk fue un burócrata del Partido, un apparatchik. En 1980 se había convertido en jefe del aparato de propaganda del Partido en Ucrania, el cargo más importante en la URSS de Brézhnev.
Luego de la perestroika y la glasnost, hacían falta hombres como Leonid Kravchuk para convencer a las multitudes. En 1990 fue elegido presidente del parlamento ucraniano, ahora estaba al frente de una cámara legislativa en la que un tercio de los representantes eran partidarios de la independencia, y el resto quería una mayor autonomía dentro de la URSS. La comitiva presidencial se dirigió al centro de la ciudad, «En la plaza que había frente al aeropuerto se congregó una multitud enorme que agitaba banderitas amarillas y azules, distintivas del movimiento independentista ucraniano», comentó Jack Matlock en sus memorias.
«En el trayecto de la comitiva había miles de ucranianos. Muchos saludaban, y casi todos parecían alegrarse de ver a Bush. Varias mujeres sostenían ramos de flores de jardín; unas cuantas personas mostraban a sus bebés, y un hombre llevaba una hogaza de pan muy grande y una bolsa de sal, utilizada tradicionalmente para dar la bienvenida [en Ucrania]», J. Matlock. Este recibimiento era distinto al modesto recibimiento que le dispensaron en Moscú.
George Bush, en su discurso unas horas después en el parlamento dijo: «A todos los americanos que formábamos la larga comitiva -y era larga, créanme- nos conmovió la cálida acogida del pueblo ucraniano. Nunca lo olvidaremos». No sabemos si George Bush era consciente que el recibimiento se debía al enfrentamiento de los ucranianos frente a Moscú. A esa gente los había movilizado el Rukh, una organización política cuyo nombre significaba «movimiento».
Nacida en 1989 como «Movimiento Popular Ucraniano» a favor de la perestroika. Para Gorbachov este movimiento era un contrapeso a los dirigentes conservadores de Ucrania. Pero el respaldo del Rukh a Mijaíl Gorbachov no había durado mucho, en 1990 dejaron en claro que el objetivo principal era la independencia de Ucrania. La república ya se había proclamado soberana, lo que le permitía al parlamento rechazar todas las leyes de la Unión que chocaban con las ucranianas.
Pero el aparato del Partido, las fuerzas de seguridad, el ejército y el sector industrial de Ucrania seguían sometidas a las autoridades de Moscú. El Rukh quería acabar con todo ese estado de cosas, y se oponían a la participación de la república en la nueva Unión que perseguía Mijaíl Gorbachov. El 31 de julio la cúpula del Rukh llamó a una conferencia de prensa en Kiev para hablar de la visita de Bush.
En dicha reunión se encontraban presentes Ivan Drach jefe de la organización, Viatcheslav Tchornovil el poeta que había sido confinado al gulag durante muchos años, y en ese momento dirigía la administración regional de Leópolis, bastión del movimiento y Levko Lukyanenko, un legendario disidente soviético que estuvo más de un cuarto de siglo en campos de trabajo, en 1961 había sido detenido por primera vez al defender la independencia de Ucrania con argumentos marxistas-leninistas.
Estos lideres se habían aliado para llevar a Ucrania a la soberanía y luego a la independencia, y buscaban el apoyo de Bush. Primero habló Drach elogió el apoyo de George Bush que había prestado siendo vicepresidente de Ronald Reagan, a las nacionalidades de la Unión Soviética, pero luego arremetió contra su política respecto a las repúblicas soviéticas en general y con Ucrania en particular.
«El presidente Bush parece hipnotizado por Gorbachov. Su gobierno sigue hablando de estabilidad como si fuera Moscú quien le asegurase. Y no hay que olvidar que, como presidente, Bush ha despreciado por sistema a los movimientos democráticos de las repúblicas. […] No ha querido reunirse con los lideres del Rukh en Washington. No quiere reunirse con nosotros aquí. Me temo que Bush viene como emisario de Moscú», dijo Ivan Drach.
El malestar se debía a la negativa del presidente George Bush de reunirse por separado con los dirigentes de la oposición. Cuando los dirigentes del Rukh se contactaron con la Casa Blanca para lograr un encuentro con Bush, le respondieron que podían asistir al almuerzo que Leonid Kravchuk iba a ofrecer al presidente Bush. No quería reunirse a solas con Drach. También molestaba que Bush no reconociera la identidad ucraniana. Ivan Drach lamentó que Bush no hubiese entendido nada:
«Si quiere conocer la sociedad y la cultura soviéticas, le sugiero que visite el Kremlin. Allí observara la cultura y la rapacidad imperialistas. Esto es Ucrania: no somos un ejemplo de la cultura soviética, sino del daño que ha causado la Unión Soviética con su codicia. Somos una nación expoliada por el gobierno de Gorbachov», “Rukh Chairman Ivan Drach’s remarks to president Bush”, Ukrainian Weekly, August 11, 1991.
George Bush estaba presionado por los líderes del Rukh desde Kiev y por Mijaíl Gorbachov desde Moscú. Kravchuk y otros dirigentes aprovecharon el viaje de Bush para solicitarle, primero, el establecimiento de un consulado ucraniano en Estados Unidos, se acababa de establecer un consulado estadounidense en Kiev, y cinco mil millones de dólares de inversión. Ucrania había sido favorecido con el status de país más favorecido y comercialmente eso facilitaría el aporte del dinero.
A George Bush le había impactado el recibimiento en Kiev y le preocupaba los votantes estadounidenses de origen ucraniano: «El tratado de la Unión todavía se está redactando, pero tengo entendido que nos permitirá establecer una relación más directa con las repúblicas. Mientras tanto podemos seguir hablando de asuntos económicos y de seguridad nuclear», le dijo George Bush a Kravchuk. En Ucrania había entonces 52.000.000 millones de ciudadanos, y más del 70% eran de la etnia ucraniana y el 20% de etnia rusa, y alrededor de medio millón de judíos.
Los grandes centros urbanos como Járkov, Moscú y Leningrado, apoyaban a la oposición democrática, en cambio, las zonas rurales estaban influenciados por la propaganda soviética. En el parlamento ucraniano los comunistas tenían amplia mayoría, unos 235 escaños, mientras que los liberales y nacionalistas unos 125 escaños, elegidos por votantes del oeste y de grandes ciudades como Kiev, de un total de 450.
El discurso de Bush que se había redactado con mucho cuidado para no ofender a los ucranianos, sin embargo, confirmó el objetivo político de la visita de Bush, lo que temían tanto Drach como sus seguidores: «Algunos han exigido a Estados Unidos que elija entre el presidente Gorbachov y los líderes independentistas en toda la URSS. Creo que es una falsa disyuntiva. Seamos justos: el presidente Gorbachov ha logrado avances extraordinarios. Con la perestroika, la glasnost y las reformas democráticas han puesto a su país en el camino hacia la libertad política y económica», dijo Bush.
A continuación, George Bush, abriría más el abismo con el Rukh: «Libertad no equivale a independencia. Estados Unidos no apoyará a quienes persiguen la independencia para sustituir una tiranía lejana por otra regional, ni a quienes fomentan un nacionalismo suicida basado en el odio étnico». El presidente George Bush les había soltado la mano a los independentistas, ahora estaban solos.
Nicolas Burns, en una entrevista posterior diría que entonces ese era el sentir predominante en la Casa Blanca:
«Creo que ninguno de nosotros sospechaba, en el verano de 1991, que la Unión Soviética fuera a desintegrarse; nos parecía impensable. […] Había una relación de confianza entre Gorbachov y Bush; en casi todos los asuntos nos entendíamos bastante bien [con los soviéticos], y estábamos deseando visitar Kiev para demostrar nuestro interés por las repúblicas. […] Queríamos que el sistema soviético se debilitara progresivamente y que las reformas fuesen graduales, porque temíamos que un apoyo explícito por nuestra parte a los movimientos nacionalistas condujera a la violencia: en esta situación, [el gobierno central] correría el peligro de perder el control sobre las armas nucleares en algunas repúblicas».
A Bush lo aplaudieron los comunistas, pero no la oposición democrática y los aliados que entonces contaban en Estados Unidos, Bush tuvo que hablar nuevamente a la comunidad ucraniana: «Si me vieron saludar entusiasmado con la mano cuando iba en el coche, fue porque pensaba que en la calle habría, quizá, mucha gente de Filadelfia o Pittsburgh o Detroit, donde viven tantos estadounidenses de origen ucraniano que están de acuerdo con lo que he dicho hoy aquí». Bush creía que con este discurso sentimentalista iba a calmar a los votantes de origen ucraniano, pero se equivocó, fue un gran error.
Los votantes de origen ucraniano no apoyaban ni a Mijaíl Gorbachov ni a los líderes comunistas, no les importaba la perestroika ni la glasnost, querían la independencia y estaban con el Rukh. Tres días después, el domingo 4 de agosto, manifestantes ucranianos se dirigieron a la Casa Blanca con pancartas, y luego de una hora de protestas dejaron una carta en la Casa Blanca, en donde amenazaban a Bush con hacerle perder las próximas elecciones, y así fue:
«Señor presidente: hemos llegado a la amarga conclusión de que, en su visita a Kiev, la capital de Ucrania, le ha hecho un gran favor al presidente Gorbachov. Sin embargo, y a pesar de la alianza entre ustedes dos, estamos convencidos de que Ucrania será independiente. De nosotros, compatriotas suyos, dijo en Kiev que estábamos de acuerdo con usted. Pues bien, ni lo estábamos entonces ni lo estamos ahora. Tendremos presente lo ocurrido a la hora de votar en las elecciones de 1992».
El The New York Time realizó una crítica durísima en el artículo del columnista William Safire, según el periodista, el «deprimente discurso del pollo Kiev» había sido uno de los mayores errores cometidos por la administración Bush. El presidente había «sermoneado a los ucranianos, intentando disuadirlos de que reclamaran la autodeterminación: Washington abraza así, insensatamente, el centralismo de Moscú y va en contra de la historia».
La frase tan despectiva: «discurso del pollo Kiev», les encantó a los estadounidenses y caía como anillo al dedo para la vacilante política exterior de Bush. Scowcroft diría después, que, al hablar de la tiranía regional, George Bush se estaba refiriendo a Moldavia y a otras repúblicas soviéticas. Lo cual seguía siendo un grave error, el problema y el enemigo no eran las repúblicas que fueron anexadas por la fuerza, sino el imperio soviético.
George Bush en compañía de Leonid Kravchuk y sus ayudantes, se dirigieron en coches oficiales a Babi Yar, este lugar era un barranco cercano a la iglesia de San Cirilo, en ese lugar se había realizado una de las mayores masacres. «El trayecto en coche, largo y lento, hasta Babi Yar fue lo mejor del viaje para Bush. Las calles estaban llenas de ucranianos que, al contrario de los moscovitas, sonreían y saludaban con la mano a Bush y al resto de la comitiva», “Pool from the supreme Soviet sesión to St. Sophia to babi Yar. Kiev, USSR, August 1, 1991”.
En esas laderas ubicada a las afueras de Kiev, el 4° Sounderkommando nazi en dos días del mes de septiembre de 1941, había matado a casi 34.000 judíos de la capital de Ucrania. La matanza se realizó a plena luz del día, y trataron de tapar los gritos de las víctimas con la música de un gramófono. Más tarde hubo otras matanzas en el Babi Yar, cuando llegaron los del Ejército Rojo en otoño de 1943, ya habían asesinado a 70.000 personas, prisioneros soviéticos, civiles, enfermos mentales, gitanos, nacionalistas ucranianos.
En el discurso pronunciado en Babi Yar, dijo Bush: «Durante muchos años no se quiso hablar de la tragedia de Babi Yar. Las cosas han cambiado. Pronto se colocará aquí una placa conmemorativa del genocidio de los judíos y de la cruel matanza de gitanos, comunistas, cristianos… de todo aquel que se atreviera a oponerse a las fantasías del vesánico dictador nazi». Pero George Bush, otra vez, se las arregló para defender a su amigo Gorbachov a quien le reconoció el papel que había desempeñado en la revisión de la historia soviética.
George Bush comparó a Mijaíl Gorbachov con Lincoln: «Abraham Lincoln dijo en cierta ocasión que no podemos escapar a la historia. Mijaíl Gorbachov ha defendido la verdad histórica». El discurso de Bush, pese a todo, tuvo buena acogida entre los presentes. Ivan Drach y los líderes del Rukh eran los primeros en resaltar la importancia de Babi Yar en el holocausto. Estas víctimas ucranianas destinadas al gulag y las víctimas judías, habían formado gracias al Rukh una alianza contra el imperio soviético.
La organización nacionalista ucraniana Rukh estaba al frente de la lucha contra el antisemitismo que estaba muy extendida en Ucrania, y abogaban por una coalición para enfrentar a los dictados de Moscú. Quienes se sentían incomodos en la ceremonia fueron los enviados de Gorbachov, que acompañaban (vigilaban) a Bush en el viaje a Kiev, como el vicepresidente Gennadi Yanáiev, el embajador soviético en Washington, Viktor Komplektov.
Todos los discursos se pronunciaban en inglés y en ucraniano, al igual que todas las conversaciones, esta situación provocaba una situación incómoda para los rusos que acompañaban la delegación de Bush. El embajador soviético Viktor Komplektov dijo refiriéndose a Yanáiev: «Menos mal que entiende el inglés; si no, no se enteraría nada de lo que está pasando», mientras Bush leía su discurso ante el parlamento. Las autoridades de Ucrania hablaban el ruso perfectamente, pero optaron por hablar en ucraniano.
George Bush se reunió con Leonid Kravchuk sin la presencia de Yanáiev. Ed Hewett, miembro del Consejo de Seguridad nacional, dijo que las autoridades ucranianas trataron al vicepresidente soviético, que no hablaba ucraniano y que entendía poco de lo que hablaban en inglés, como si fuera el «director de la Asociación de Leprosos de la Unión Soviética» y no como representante del gobierno central.
El Air Force One despegó del aeropuerto de Boryspil rumbo a Washington, el viaje había concluido y Estados Unidos dio un paso decisivo en el desarme nuclear, había formulado una nueva política respecto a la autodeterminación de las repúblicas soviéticas, apoyó las reformas y el esfuerzo de su amigo Mijaíl Gorbachov, que hizo todo lo posible por mantener la autoridad sobre los territorios de la URSS.
En el viaje que llevaba de regreso a Moscú a las autoridades soviéticas enviadas por Mijaíl Gorbachov, Yanáiev y Jack Matlock «brindaron para celebrar el gran éxito de la visita», ninguno había advertido que la URSS se estaba derrumbando, uno de los grandes problemas que acabarían con el imperio soviético, fue el problema de las repúblicas. Unas repúblicas mantenidas por la fuerza, otro error que pretende repetir Vladimir Putin, se puede mantener su unidad por un tiempo, pero las repúblicas, a la larga son enemigas del Imperio.
No fue un plan de la CIA o de la traición de Mijaíl Gorbachov, o las fuerzas del cielo envidas desde el Vaticano, la suerte de la Unión Soviética estaba echada, alea jacta est, dijo Julio César.
2 de marzo de 2024.