Cuadernos de Eutaxia – 7
FUERZAS ARGENTINAS DE LIBERACIÓN (FAL)
Juan Carlos Cibelli, el ciego Alejandro Baldú y Carlos Della Nave
Muy poco se sabe sobre este grupo guerrillero, incluso el nombre, no se sabe con precisión sobre la sigla FAL, si significa Fuerzas Argentinas o Fuerzas Armadas de Liberación, no hay duda sobre Liberación, aunque no liberaron nada, al contrario, ayudaron a hundir y ensangrentar el país. Tampoco hubo información en su momento sobre quiénes eran y cuantos eran sus integrantes.
Muchos estudiosos sobre la guerrilla marxista en la Argentina lo ignoraron, las FAL no tuvieron la fama de otras organizaciones como el ERP, Montoneros, y muchas veces cuando son citados, aparecen en diversos episodios casi olvidados como el robo del arsenal del Instituto Geográfico Militar, en 1962, la incursión de un comando guerrillero en Campo de Mayo, en 1969, el secuestro del cónsul paraguayo Waldemar Sánchez durante la Semana Santa de 1970, secuestro que inspiraría una novela de Graham Greene, «El cónsul honorario», luego una película de Hollywood.
Las correrías de la «L», como también se la solía llamar, dura aproximadamente unos quince años, desde principios de los 60 hasta mediados de los 70. Antes de ser las FAL conformaban pequeños grupos de diversos idearios políticos, pero siempre a la izquierda, y luego funcionarían como columnas autónomas e independientes entre sí, pero siempre manteniendo la sigla madre FAL. Como la FAL Che, FAL 22 de Agosto, FAL América en Armas, FAL Inti Peredo.
Esta diversidad se debe a la ausencia de una única organización orgánica, solo un rejunte de visiones parciales y a veces contradictorias. Lo obvio es la existencia de la lucha armada, algo propio de las organizaciones guerrilleras de ese tiempo. Las FAL se caracteriza por concebir la lucha armada, por medio de la propaganda armada, y los operativos de acumulación de armamento y dinero.
No priorizaron el enfrentamiento armado abierto y frontal con el enemigo, ya que creían que la guerra revolucionaria debía ser iniciadas por una insurrección popular generalizada, y no por un grupo político-militar, como mandaban las tesis foquistas, es probable que este sea un motivo por el cual fueron opacadas por grupos foquistas, que primaba en la época.
El Frente Argentino de Liberación (FAL) fue una organización guerrillera que tiene sus orígenes aproximadamente en 1963, de ideología marxista-leninista, que también usó el nombre de Fuerzas Amadas de Liberación. Se proponía realizar una tarea de adoctrinamiento fundamentalmente entre los obreros, los estudiantes y los sectores populares de las villas de emergencia, con vista a una insurrección general.
El intelectual marxistas Silvio Frondizi decidió reconvertir su grupo Praxis, que se limitaba al análisis teórico y lanzarlo a la política práctica, creando el grupo Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Praxis (MIR-Praxis). En la localidad de Lomas de Zamora, al sur de la ciudad de Buenos Aires, en 1958, existía una pequeña célula en el grupo de Frondizi con cuatro destacados militantes, el delegado bancario Juan Carlos Cibelli, el ciego, el profesor de química Juan Gerardo Pouzadela, y los estudiantes Jorge y Ricardo Pérez.
A finales de 1958 se realizó un congreso del Movimiento de Izquierda Revolucionaria- Praxis, en la que un grupo, disconformes con la mayoría, se fueron del movimiento al que criticaban su actividad «eminentemente teórica y su limitada acción política concreta». De ese grupo surgirá una nueva escisión de cinco miembros: Juan Carlos Cibelli, Gerardo Pouzadela, profesor de química, y los estudiantes Jorge y Ricardo Pérez, quienes, en el mes de enero de 1959, deciden formar una organización armada (a la que no ponen nombre) que tendría como finalidad acompañar el proceso de insurrección y ser el embrión de un futuro ejército popular.
Juan G. Pouzadela y Ricardo Pérez se habían iniciado en el Partido Comunista, ellos propiciaron la publicación mimeografiada llamada Llamarada y que apareció en esos meses. Durante la llamada Batalla del Petróleo, surgida por el acuerdo firmado por el gobierno con empresas extranjeras, el grupo aumentó a quince militantes. En esos momentos surgieron divergencias entre la célula y la dirección del MIR-Praxis. La postura frente al peronismo dividió las aguas, mientras Frondizi quería acercarse al peronismo Cibelli y compañía todo lo contrario.
En enero de 1959, en una modesta casilla de madera, que habían conseguido en el Camino de Cintura, a la altura de La Salada, daban vida a una nueva organización. El encargado de las cuestiones económicas fue Juan Carlos Cibelli, Jorge Pérez de los asuntos latinoamericanos, y Ricardo Pérez y Juan Pouzadela, de los asuntos políticos y de las tareas prácticas. Pouzadela adoptó el seudónimo de Lemar, Lenin y Marx.
Se dedican a reclutar a sus aspirantes en forma personal, uno por uno, por lo menos hasta que el vértigo revolucionario envolvió al país en 1973. Decidieron que la primera etapa consistiría en una acumulación, capacitarse y trabajo de campo. Con motivo del conflicto suscitado por el cierre del Matadero y Frigorífico Municipal Lisandro de la Torre, proveyeron alimentos a los trabajadores en huelga, participando con colectas, acompañando las movilizaciones y preparando material de difusión.
Entre 1959 y 1960 iniciaron su preparación militar, para ello escogieron un lugar cercano a la laguna Vitel, próximo a Chascomús. Tiempo después recibirían la invitación de los cubanos para viajar a la isla a recibir entrenamiento militar, pero no aceptaron alegando diferencias políticas. No creían en la guerrilla, en el foquismo, como método revolucionario.
Continuaron trabajando en los barrios y en las zonas afectadas por la inundación, como Lanús, donde incorporaron en 1961 a Alejandro Baldú. En sus charlas teóricas se diferenciaban tanto de trotskistas y comunistas y como de peronistas. En abril de 1962, cuando el grupo contaba con 30 o 32 militantes, incluidas 8 o 9 mujeres realizó un robo en el Instituto Geográfico Militar ubicado en la calle Cabildo al 330 de Buenos Aires, tras un año de planeamiento, en lo que fue el primer operativo de guerrilla urbana en la Argentina.
Por medio de dos militantes que cumplían el servicio militar obligatorio en la unidad hicieron un molde de cera de la llave de la Sala de Armas de la Institución, con el cual luego confeccionaron un duplicado que les permitió el ingreso a la misma sin ser advertidos. Se llevaron 42 pistolas 11,25 y 7 ametralladoras entre PAM y Halcón y no hicieron reconocimiento alguno de autoría por lo que las autoridades lo consideraron realizado por delincuentes comunes.
Luego de ese golpe, el grupo asaltó un Registro Civil para llevarse documentos de identidad en blanco con los que luego falsificaban una identidad apócrifa. Por medio de militantes empleados en los bancos desviaban chequeras de clientes a una dirección propia y uno de ellos cobraba cheques cuya firma imitaban, utilizando falsa identidad. Obtuvieron así dinero suficiente para comprar entre 11 y 13 terrenos en el Gran Buenos Aires.
También se vieron en la necesidad de crear un santuario para proteger a los militantes con problemas de seguridad y se eligió la provincia de Tucumán, ya que los contactos hacían fácil y segura su creación. Lemar y Jorge Pérez se retiraron de la organización por desacuerdos con el operativo del Instituto Geográfico Militar, y por diferencias políticas, estos habían emigrado hacia el grupo de Jorge Rearte. Ante la enfermedad de Cibelli, Ricardo Pérez se hizo cargo del grupo, pero ante el temor de las infiltraciones se fueron abortando los operativos. La suspensión del operativo más planificado al Banco Popular, actuó como detonante, y se plantearon la necesidad de reorganizar el grupo.
Baldú, Bjellis y Caribello, forzaron la separación de Ricardo Pérez de la dirección, y se llevó a cabo el robo al Banco Popular con todo éxito, apropiándose de una suma millonaria. En 1968 se consideró necesario pasar a otra etapa, a la del enfrentamiento, al corazón mismo del aparato militar, al Regimiento 1 de Infantería sito en Campo de Mayo, donde se encontraban almacenados 600 fusiles FAL. Sería la primera vez que una organización guerrillera de izquierda intentara la toma de un regimiento de las Fuerzas Armadas.
Alejandro Baldú fue el encargado de conseguir los elementos necesarios, bajo la identidad de Héctor Albano, y compró un camión Mercedes Benz y un Jeep similar a los usados por el ejército. Cuatro ruedas y 1.800 kilos de caramelos, que serían usados como camuflaje de las armas capturadas hasta su traslado a una casa en Mar del Plata, recién alquilada. El 5 de abril de 1969, a las 03:00, el camión y el Jeep irrumpieron por la puerta # 4 del cuartel y se detuvieron junto a la carpa de guardia.
El grupo guerrillero estaba compuesto de un teniente coronel, un capitán, dos tenientes, un sargento y varios soldados, todos vestidos con uniformes comprados en una sastrería. «¡Quien está a cargo de este lugar!», gritó el falso teniente coronel, los guardias de turno se sobresaltaron y en la confusión fueron reducidos. El operativo marchaba según lo planeado, pero cuando fueron en busca de los FAL, los fusiles habían sido retirados el día anterior, por la frágil seguridad del lugar.
Se llevaron apenas 7 armas, pero desde lo militar fue un éxito, ya que pudieron reducir una guardia y tomar el control. En el escape dejaron muchas huellas que la inteligencia militar pudo llegar hasta Baldú. En mayo de 1969 la Policía siguió la pista de unos neumáticos que habían sido adquiridos para el camión que transportó lo robado e identifican al comprador, Alejandro Baldú. Su madre sin proponérselo dio más pistas a los policías, sobre los reiterados viajes de su hijo a Tucumán, que coincidiría con otro sujeto: Juan Carlos Cibelli, quien sería localizado y detenido el 7 de mayo de 1969.
Alejandro Baldú pudo huir, pero los policías fueron investigando sus relaciones y compañeros de trabajo todos visitadores médicos como Alejandro Baldú. Pronto serían identificados Carlos D’Arruda (27), Sergio Pablo Bjellis (27) y Carlos Alberto Malter Terrada (24), el abogado Hernán Henríquez. Solo fue detenido Juan Carlos Cibelli, que permanecerá en prisión hasta 1973. No detectan el nombre de la organización ni sale a la luz.
El operativo en Campo de Mayo, fue una presentación del grupo en sociedad, pero sin nombre, la prensa hablaba de una «célula terrorista» (la banda de los «visitadores médicos») con posibles vínculos con el maoísmo. Tras una crisis interna del Partido Comunista, Luis María Aguirre, quien entre 1962 y 1963 había viajado a Cuba, profundizo su formación con «Mote» Malamud, y en esos años habían empezado a escribir juntos y firmaban como Camilo y Gervasio Zárate. Cuando se oficializo el PCR-CNRR, se integró al equipo militar. Aguirre había planteado la creación de un Ejército Revolucionario en el PCR-CNRR.
Luis Aguirre fue expulsado por un tribunal revolucionario, tras su separación del PCR, Luis Aguirre profundizó su relación con el grupo de Alejandro Baldú y Sergio Pablo Bjellis. Pronto se unificaron y en 1970 diseñaron un plan para asaltar el tren pagador en la ciudad de Luján. El operativo «Carola», como lo bautizaron, consistía en apropiarse de los fondos del tren pagador del Ferrocarril San Martín, que todos los meses partía desde Retiro con un furgón blindado en el que viajaban unos ciento cincuenta millones de pesos para pagar los sueldos del personal.
El dato provenía de un militante conocido como el «Chino», empleado en la empresa transportadora de caudales Teubal que, debido a su trabajo, solía estar al tanto de grandes movimientos de dinero. El plan consistía en interceptar la formación a la salida de la estación Dr. Cabré, más conocida como Open Door, ubicada a unos cien kilómetros de Buenos Aires. Pensaban abordar el tren haciéndose pasar por personal de la Fuerza Aérea —de modo que no hubiera resistencia inicial— y llevarse el dinero en dos camionetas pintadas con los colores y las insignias del arma.
En el operativo participarían militantes del grupo fundador, del Zaratismo de Luis Aguirre y de La Plata. Para hacerse pasar por personal de la Fuerza Aérea, Baldú junto a otro militante, Carlos Della Nave, debían pintar dos vehículos con los colores del arma.
Carlos se pasaba días enteros trabajando a solas en ese local sórdido de ladrillo sin revocar, y a veces se mezclaba en las conversaciones de los radioaficionados con el potente transmisor-receptor de radio que habían instalado, con una gran antena que llamaba un poco la atención en ese entorno de casas bajas. Pero era necesario para chequear por radio el paso del tren desde distintas postas.
La primera posta estaba en un hotel en la calle Godoy Cruz del barrio de Palermo, de Capital Federal, cerca de la estación Pacífico, una segunda en Villa del Parque, frente al paso a nivel de la Avenida Nazca, y por último el galpón en Luján. Caíto, flamante responsable militar de La Plata, se ocupaba de preparar el punto de observación en Villa del Parque, y su tarea estaba casi terminada cuando faltaba algo menos de dos semanas para el día de la acción.
Un día, entre el 16 y el 18 de marzo, Baldú lo llevó en su Fiat 600 hasta ese lugar para después seguir viaje hasta el galpón de Luján. En el asiento del acompañante iba Della Nave: era la primera vez que Caíto veía a ambos y ni siquiera sabía sus nombres. Notó que Baldú le daba indicaciones en un tono muy severo a Carlitos —que se veía muy nervioso— y que lo aleccionaba sobre cuestiones como la conducta del militante y la moral revolucionaria.
Mientras tanto, Della Nave y Baldú, estaban en el galpón alquilado en las afueras de la ciudad de Luján cuando, entre el 16 y el 19 de marzo de 1970, la policía buscando delincuentes comunes ingresó al lugar, encontró armas, uniformes militares y camiones similares a los usados por la Fuerza Aérea y detuvo a Carlos Della Nave; según el FAL también lo hizo con Alejandro Baldú, hecho negado por el gobierno.
Según el relato de Caíto, quedaron en que iban a pasar a buscarlo ese mismo día más tarde, a las nueve o diez de la noche, para volver juntos hacia el sur. Pero jamás llegaron. Caíto los esperó toda la noche hasta que se durmió, y recién a la mañana siguiente volvió por su cuenta a La Plata. Allí se puso en contacto con la Organización y nadie sabía de ellos: hacía muchas horas que no había señales de Alejandro Baldú y Carlos Della Nave. «Inmediatamente, sospechamos que los podían haber detenido», cuenta Caíto, razón por la que contactaron a distintos abogados para que iniciaran una búsqueda por las comisarías, y avisaron a los padres para que las averiguaciones del caso. Pero, ni las gestiones ni los habeas corpus presentados dieron resultado alguno.
La versión policial, en la causa penal iniciada unos días más tarde, dice que Carlos Della Nave fue detenido recién el 21 de marzo a las 05.30 de la madrugada por policías de Robos y Hurtos, que buscaban a una banda de asaltantes. Sin embargo, en todas las indagatorias Carlitos declaró que había sido cinco días antes, el 16 y no el 21, y no en la madrugada sino a las cuatro de la tarde, lo cual concuerda con el relato de Caíto, el último que los vio antes de su detención.
Lo cierto es que los policías encontraron en el galpón una camioneta Dodge 200 y una Gladiator, ambas pintadas con el color azul de la Fuerza Aérea, y una placa de acero para imprimir insignias de esa arma en las puertas, patentes de auto robadas, uniformes similares a los de la Aeronáutica, un refrigerador lleno de medicamentos, instrumentos de cirugía y gasas. Ésta era la lista de elementos hallados que firmó el jefe de la División Asuntos Políticos de Coordinación Federal, comisario inspector Luis Colombi, que se hizo cargo apenas se hallaron evidencias de actividades insurgentes o revolucionarias.
Carlos Della Nave, contó que, apenas lo apresaron, los agentes comenzaron a torturarlo en el galpón con descargas eléctricas («en el escroto», según dictaminaron los forenses), utilizando el acumulador de doce voltios que extrajeron de una de las camionetas. Luego lo trasladaron, tirado boca abajo en el piso de un auto, a otro lugar, donde le vendaron los ojos, lo acostaron en una camilla, lo ataron a ella por las manos y los tobillos y lo picanearon durante una hora, mientras alguien le repetía que mejor hablara, «porque al final todos hablan», hasta que lo llevaron a un calabozo, donde empezó a sentir el brazo izquierdo paralizado por las convulsiones.
De allí se trasladaron a un nuevo sitio, para repetir el tratamiento. Después de varios traslados y suplicios similares, lo llevaron a otro lugar alejado, una especie de baldío con un promontorio y un rancho de madera. Finalmente, lo dejaron tirado en la vereda junto a la entrada de la delegación San Martín de la Policía Federal. Esto último debió de ocurrir el sábado 21 de marzo, porque fue la fecha en que esa repartición blanqueó su arresto y lo informó al Juzgado Federal en lo Penal y Correccional Nº 3 de San Martín, el mismo donde ya estaba procesado Cibelli.
Della Nave sería trasladado de San Martín a un calabozo en el Departamento Central de Policía, donde funcionaba Coordinación Federal, y quedando incomunicado a disposición del juez Jorge Luque. De modo que su situación generaba un embrollo judicial en el que se mezclaban la competencia del Juzgado Federal de San Martín, al que le correspondía la causa geográficamente, y Coordinación Federal, porque el delito era de la incumbencia de División Asuntos Políticos.
En el Departamento de Policía, pudieron verlo el médico y dirigente peronista Raúl Matera y el abogado Roberto Cabiche, vinculado con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH). «Lo trajeron agarrado del brazo, pero más para ayudarlo a caminar que otra cosa, porque se veía que le costaba dar cada paso, y también se notaba que lo habían amenazado para que no dijera ni una palabra de más. Estaba recién lavado y afeitado y tenía los ojos muy rojos. Lo sentaron en una silla y, como andaba sin medias, vi que tenía los tobillos hinchados, llagados y con marcas de ligaduras, igual que las muñecas», según Cabiche.
—¿Estás bien?
—Sí, señor, ahora estoy bien —contestó Carlitos, que, en lugar de dirigirse a su interlocutor, miraba a un subcomisario que vigilaba la conversación.
De Baldú, no había noticias. Era evidente que ya había muerto, y se habrían borrado todas las huellas de su paso por cualquier dependencia policial. Todo hace suponer que fue detenido en el mismo galpón después que Carlos, cuando éste ya había sido llevado muy lejos de allí, y que no llegó a oponer resistencia porque la encerrona en el galpón había sido perfecta. Del relato de Caíto se deduce que, probablemente, fue a hacer otras diligencias con el auto antes de reunirse con Della Nave, y que cuando llegó lo estaban esperando.
Es indudable, también, que apenas lo identificaron quedó al descubierto su conexión con el robo de armas en Campo de Mayo, un año antes. Carlos Della Nave comentó a la revista América Latina, que en cierto momento le mostraron un registro de conductor de Baldú, falso, pero con su foto. Es el único indicio existente hasta hoy, y por cierto bastante débil, de que también el «Loco» Baldú fue detenido en el galpón de la calle San Vicente 116, Luján, provincia de Buenos Aires, casi con seguridad la tarde del 18 de marzo de 1970.
Nunca ninguna fuerza u organismo del Estado reconoció jamás haber detenido a Baldú, de manera que se puede considerar a Alejandro Rodolfo Baldú como el primer detenido-desaparecido de la guerrilla o de la lucha armada, con el único y lejano antecedente del militante de la juventud peronista Felipe Vallese, desaparecido en 1962. Pero todavía se trataba, por decirlo así, de «accidentes» de la represión, y no de manera sistemática.
Se puede decir que Baldú y Della Nave no «cantaron» nada, Carlos Della Nave habría confesado que no «integra organización para derrocar gobierno (sic)», confirmó todo sobre el operativo en Campo de Mayo, pero no delató la existencia del local donde los esperaba Caíto, o sobre los nuevos miembros de la organización. Tampoco direcciones, ya que no consta en la causa que haya habido allanamientos como consecuencia de sus detenciones.
En la Capital, el jefe de prensa del Ministerio del Interior leyó a los periodistas acreditados en la Casa Rosada un comunicado: «Se tienen noticias, las que esperan completarse al cierre del día, que a raíz de la investigación que se viene realizando desde el asalto a Campo de Mayo, se ha detenido a un ciudadano que nos permiten (sic) suponer estar frente a una organización terrorista».
Agregaba que el operativo de esa mañana tenía el propósito de capturar a más integrantes de dicha organización, de la cual algunos medios llegaron a informar que su nombre era M-5. Horas más tarde, en la sede de Coordinación Federal, se les dijo a los cronistas que el detenido en cuestión se llamaba Carlos Della Nave, y se dio a conocer una lista de miembros de la organización: Baldú, Bjellis, Malter Terrada, D’Arruda, Henríquez, Caribellos y Peralta.
Los miembros de la FAL, buscaron forzar que la policía legalizara la situación de Alejandro Baldú. «Empezamos a pensar en secuestrar a alguien como para poder plantear la aparición de los dos», cuenta Malter Terrada. En ese entonces se había difundido el «El minimanual del guerrillero urbano» del marxista brasileño Carlos Marighella. Dice Terrada, el mini manual de Marighella era clarísimo:
«El secuestro es la captura y la custodia en lugar secreto de un agente policiaco, un espía norteamericano, una personalidad política o un enemigo notorio y peligroso del movimiento revolucionario. El secuestro tiene por fin el canje o la liberación de compañeros revolucionarios presos, o la suspensión de torturas en el calabozo de la dictadura militar».
Escogieron como víctima a un miembro del cuerpo diplomático de la Alemania Federal en la Argentina, pero su escolta repelió a tiros el intento de secuestro y se quedaron con las manos vacías. Se dieron cuenta que no podían realizar un secuestro de una personalidad notoria por falta de información y logística necesaria. En este contexto, apareció en el diario del 24 de marzo, un aviso clasificado.
Waldemar Sánchez, cónsul paraguayo en Ituzaingó (Corrientes) ofrecía en venta un auto Mercedes Benz. Luego de leer el anuncio, dicen que Hugo Victoriano Hernández, «Chiche», un miembro destacado del Zaratismo oriundo de Bragado, sugirió el secuestro del cónsul, el vehículo en cuestión era un Mercedes Benz 280 CS, modelo 1968, patente CC 2074, color gris oscuro. Ese mismo día dos hombres se presentaron, Sergio Schneider y Pichón, en el céntrico hotel León de Buenos Aires, donde residía Sánchez momentáneamente con su esposa Eloísa y su pequeña hija adoptiva Norma, de cuatro años.
Los cuatro se subieron al vehículo: Pichón al volante, el cónsul como acompañante, y Schneider atrás junto al chofer. Enfilaron hacia los bosques de Palermo, donde los supuestos compradores, haciendo exhibición de armas, les dijeron que se trataba de un secuestro y los hicieron acostarse amordazados en el piso. Waldemar Sánchez, tenía 56 años y era veterano de la Guerra del Chaco (1932-1935) había combatido contra los bolivianos.
Llevaron el auto a un baldío en el barrio de Saavedra, donde liberaron al chofer y dejaron abandonado el auto, que la Policía encontró a la mañana siguiente. El cónsul fue trasladado a otro coche, con los ojos vendados, y lo llevaron a una casa en Carapachay, alquilada antes por Malter Terrada para vivir con Yiya, su esposa. En el lugar dejaron al cónsul amordazado y atado de pies y manos, en una carpa armada dentro de una habitación.
En un departamento en el barrio de Palermo, se encontraban Tato Aguirre, Bjellis y otros, pendientes de las noticias y listos para escribir los comunicados. La idea era que se mostrara a las personas. También se discutió como firmar los comunicados que iban a ser hecho públicos, hasta entonces ninguna organización armada había firmado con nombre propio sus operativos, la idea de Frente Argentino de Liberación, habría sido sugerida por Bjellis.
Pasadas las 20:00 horas, la agencia de noticias Saporiti recibió un llamado indicando que había un sobre de color celeste en el baño de mujeres del bar El Ibérico, en Córdoba 1395, y más tarde avisaron al diario Clarín que había otro sobre en la caja de un camión perteneciente a la editorial. Al diario La Prensa, en cambio, le informaron el secuestro mediante una muy breve llamada telefónica a las 20.45, mientras que el resto de los periódicos se enteraron a través de fuentes indirectas.
La mañana del miércoles 25 de marzo una comisión policial fue a la casa de Della Nave, en la calle Miguel Cané 322, departamento 1º, Lanús Oeste. Quedó asentada en actas la siguiente descripción del hogar: «La finca consta de un dormitorio, un living comedor, cocina, baño, patio interno cubierto, un altillo pequeño y terraza. La habitación determinada como living-comedor es ocupada normalmente como dormitorio de Carlos Domingo, en el cual se hallan sus pertenencias, constando (sic) en un extremo del mismo un pequeño placard donde guarda sus efectos personales el nombrado».
Pero no se encontró ningún elemento de interés para la causa. Ese mismo día, el diario Crónica recibió la noticia de que había un nuevo sobre escondido en el confesionario de la Iglesia de San Nicolás de Bari, en Santa Fe y Talcahuano, y adentro, dos cartas muy breves pero desesperadas escritas de puño y letra por el cónsul Sánchez, que el diario reprodujo en forma facsimilar en su edición vespertina.
En la primera carta, dirigida a Stroessner (presidente de Paraguay), le rogaba «poner todo su prestigio e influencia ante el Gobierno Argentino para conseguir mi liberación […] mediante la aceptación de la exigencia del FAL». La otra carta estaba destinada a su esposa, le pedía también a ella usar «su influencia (?) ante los gobiernos paraguayo y argentino para que accedieran a las exigencias del FAL», y aún más: que los persuadiera de que las fuerzas de seguridad no salieran en su búsqueda, como pedía el cuarto punto del comunicado. En realidad, nadie estaba desesperado por rescatarlo ni mucho menos.
Mientras tanto, Aguirre y Bjellis se dieron tiempo para redactar un tercer comunicado, el texto tenía el doble propósito de explicarle a la opinión pública que FAL privilegiaba en su accionar el respeto por la vida humana y, al mismo tiempo, dar a conocer la considerable cantidad de golpes exitosos (e incruentos) que ya habían realizado hasta el momento. Se puede considerar este comunicado como la presentación en sociedad de la organización, ya que se planteaban sus objetivos políticos y su programa de acción por primera vez.
La parte final del mensaje, por su tono y su contenido, anticipa no sólo los documentos futuros del propio FAL, sino también los de otras organizaciones que se darían a conocer en el futuro. Era el nuevo lenguaje de la lucha armada en los años 70, que utilizaba la palabra como un arma más de combate, el ascetismo y la existencia secreta de la Organización original habían quedado atrás.
En un comunicado del 27 de marzo, los guerrilleros subrayan: «Nuestra intención de capturar al cónsul paraguayo fue (…) solamente lograr que se presentara a la prensa a los compañeros Della Nave y Baldú, como un intento de parar la tortura y el asesinato. Llegamos tarde. Era evidente que a esta altura de los acontecimientos que la dictadura asesina eliminó al compañero Baldú en la cámara de tortura…»
Ese mismo día, la respuesta del gobierno de Onganía no se hizo esperar, desconoció el paradero de Baldú y ratificó la detención de Della Nave acusado de robo, asociación ilícita y conspiración para la rebelión. Al día siguiente, decidieron devolver sano y salvo al cónsul Sánchez. Lo condujeron con los ojos vendados hasta la estación Florida del Ferrocarril Mitre, le dieron el dinero suficiente como para que tomara el tren hasta la terminal de Retiro y desde allí un taxi hasta el hotel León, donde todavía estaban alojadas su mujer y su hija.
«Estábamos convencidos de que la misma Policía podía asesinarlo para inculparnos a nosotros, por eso le advertimos que llegara hasta el hotel en la forma más disimulada posible, sin llamar la atención y evitando a los periodistas que estaban siempre de guardia», contó Malter Terrada. El plan se cumplió sin obtener los resultados deseados. Baldú no apareció más y Della Nave continuó en detención.
«El Cónsul Honorario» de Graham Greene.
El episodio inspiró la novela de Graham Greene, El Cónsul Honorario, ambientada en una ciudad ficticia del noreste argentino, en la que una fuerza insurgente paraguaya para exigir la liberación de presos políticos del régimen de Stroessner secuestra a un diplomático de poca monta. Entre marzo y abril de 1970, el novelista británico Graham Greene pasó dos semanas en la Argentina, invitado por su amiga, la editora y mecenas Victoria Ocampo. Era la segunda visita de Greene al país y coincidió con el secuestro del cónsul paraguayo.
El motivo principal de su viaje era conocer la provincia de Corrientes, donde existía una importante actividad del «Movimiento de Curas para el Tercer Mundo», un grupo que estaba en permanente conflicto con el arzobispado local y con el devoto gobernador, brigadier Hugo Garay Sánchez. Graham Greene era un católico de izquierdas y simpatizaba abiertamente con los curas marxistas tercermundistas, por lo cual aprovechó su periplo correntino para interiorizarse de sus actividades.
Esa estadía inspiró su siguiente novela, en la que combinó largas reflexiones sobre la religiosidad militante de los curas obreros con una versión algo modificada del episodio del secuestro. La novela toma de la historia real el hecho de que una fuerza insurgente —que en la ficción no es argentina sino paraguaya— secuestra y mantiene como rehén a un diplomático de poca monta para exigir a cambio la liberación de una decena de presos políticos del régimen de Stroessner.
Pero, a diferencia del FAL, lo hacen por error, ya que en realidad su intención era raptar al Embajador de los Estados Unidos en la Argentina durante su visita a las ruinas jesuíticas; el problema es que en la oscuridad de la noche se equivocan de vehículo y se llevan a un cónsul honorario de Gran Bretaña, Charley Fortnum. La víctima no es un diplomático de carrera sino honorario, es decir que, si bien cumple con la misma función de asistir a los ciudadanos británicos, lo hace sufragando él mismo los gastos de la oficina consular.
Una diferencia que sus secuestradores no parecen comprender del todo. Sin embargo, Fortnum hace uso de algunos privilegios que no corresponden a su condición, como importar cada dos años un Cadillac para luego venderlo en Buenos Aires, la operación que se disponía a hacer en el momento del secuestro. En la novela, también el dictador Stroessner se encuentra disfrutando de unas vacaciones en los lagos del sur argentino, ajeno a la suerte del rehén, y prohíbe expresamente que lo interrumpan por ese tema. «Sólo vine a pescar», le hace decir el novelista, sin inventar prácticamente nada.
En la ficción, el líder del comando guerrillero es un joven, un ex cura de Asunción, proveniente de una familia aristocrática, el padre León Rivas, que habla como sin duda Greene escuchó hablar a curas marxistas durante su estadía en Corrientes: «Los Evangelios son absurdos, al menos aquí. Dicen ‘vende todo lo que tienes y dalo a los pobres’. Tenía que leerles eso a los pobres mientras el viejo arzobispo que teníamos entonces comía un fino pescado del Iguazú y tomaba vino francés con el general. Las palabras se me atragantaban: ‘Dejad que los niños vengan hacia mí…’ Y allí estaban los niños, sentados en las primeras filas, con los vientres enormes y los ombligos como manijas de puertas».
En la novela se aborda también, el problema central al que se vieron enfrentados los secuestradores de Waldemar Sánchez, es decir, tener cautivo a un rehén tan poco valioso a quien nadie le preocupaba salvar. Con el agregado de que, como la acción sucede en el noreste argentino, ni siquiera les interesa demasiado a los diarios de Buenos Aires, y ni por asomo merece que los presidentes argentino y paraguayo lo discutan. Lo que sí se mantiene en ambos casos, es el que enfrenta a los guerrilleros con la eventualidad de tener que cumplir su amenaza.
Lo que queda bien explicado en una frase del médico Plarr: «Si fuera el embajador yanqui, su vida no correría peligro». Es decir que el error cometido es el que introduce el dilema ético que supone matar a una persona en función de un objetivo político considerado superior. En este punto, Greene lleva el razonamiento hasta las últimas consecuencias y, aludiendo al caso real de Waldemar Sánchez —aunque sin mencionarlo por su nombre—, pone en boca del padre Rivas la siguiente reflexión:
«No podemos permitirnos un fracaso. Una vez los nuestros liberaron a un hombre en lugar de matarlo. Era un cónsul paraguayo, y al general [Stroessner] le importó tan poco como ahora. Si volvemos a mostrarnos débiles, ya no habrá amenaza de muerte que valga en este continente, hasta que hombres con más coraje que nosotros empiecen a matar a muchos más».
El impacto alcanzado por la FAL en los medios, fue eclipsado el 29 de mayo de 1970, por el secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, en manos de los Montoneros y nadie volvió a acordarse en las siguientes décadas del cónsul. Della Nave desapareció algunos años después y en cuanto a Baldú ninguna fuerza u organismo del Estado reconoció haberlo detenido.
Otras acciones del mismo año fueron el asalto del Banco Provincial de Córdoba, del departamento Unión, realizado el 18 de junio, el robo en Córdoba el 8 de agosto de un camión de aves cuya carga distribuyen en un barrio humilde, el asalto al tren El Rosarino realizado el 25 de septiembre donde roban dinero y armas de la custodia, el asalto el 6 de octubre de la Clínica Mayo de la ciudad de La Plata donde roban instrumental quirúrgico; el secuestro de un avión realizado el 15 de octubre para arrojar volantes sobre la ciudad de Rosario, el ataque el 29 de octubre a tres policías que custodiaban la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, robándoles su armamento y uniformes y el asesinato del subcomisario Osvaldo Sandoval, segundo jefe de Asuntos Políticos de la Policía Federal realizado el 14 de noviembre.
A partir de 1973 funcionaron como columnas autónomas e independientes entre sí, aunque mantuvieron la sigla FAL para confusión de los historiadores y de los servicios de inteligencia. Según Gambini, lo integraron seis agrupaciones: los disconformes con la Federación Juvenil Comunista encabezados por Hernán Jorge Henríquez, del MRP conducida por Gustavo Rearte, la Juventud Revolucionaria Peronista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores, sector El Combatiente, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) influenciado por los pensamientos de Mao, la Vanguardia Comunista (VC) de tendencia maoísta, y los Socialistas Revolucionarios que pasaron al Partido Obrero Revolucionario Trotskista (PORT).
Las experiencias armadas acaecidas en China, Cuba y Vietnam, fueron exitosas en estructuras sociales pero diferentes a las de la Argentina. Ese contexto, que permitió el crecimiento de FAL, se modifica rotundamente hacia 1969. El cambio operado es lo que nos permite entender esa imposibilidad de la FAL de desarrollo, que tiene que ver con el cambio del contexto, que está determinado por el cambio en las masas.
Ese cambio de contexto, requiere de organizaciones políticas con definiciones firmes, algo que las FAL no había logrado en su desarrollo. Eso deja mal parada a las FAL que no logra consolidarse en los ‘70 frente a Montoneros y al ERP. A las FAL la constituyen grupos muy antiguos, con mucha experiencia y con mayor capacidad operativa muchas veces. Eso fue que en un primer momento posibilitó su nacimiento y su desarrollo, estrictamente en el plano estratégico, pero ante el cambio de contexto en la década del ’70 va a ser el origen de su disolución.
En el año 2004, Juan Carlos Cibelli, el ciego, comentó sobre su vida en la cárcel de Olmos y otros aspectos de su militancia, en una entrevista:
-¿Qué evaluación hiciste en la cárcel?
-Que el camino escogido no era el correcto. Elaboramos un trabajo de análisis económico donde concluimos que la guerrilla no era una opción y que hacía falta, esencialmente, trabajo político.
-¿Qué sucedió con ese trabajo?
-Intentamos debatir con los presos de otras organizaciones. Se lo pasamos a Montoneros, al ERP, al PC, a todos, pero pocos nos dieron pelota. Para Santucho, por ejemplo, yo era un «quebrado». Si se renegaba de la guerrilla, chau, se quebró y no se le hable más. No me contestó y es muy posible que ni leyera el texto. Por suerte pudimos rescatarlo.
-¿Cómo lo rescataron?
-El trabajo estaba escrito en papelitos mínimos, decenas y decenas de papelitos. Entonces Della Nave hizo una maqueta de un fuerte con fósforos de madera. Puso los papeles adentro y con el pretexto de regalárselo a un sobrino la maqueta salió de la cárcel. En 1973 recuperé la libertad y hacia el 74/75 algunos viejos de las FAL nos reagrupamos en tres células que no operaban militarmente. Llegamos a la conclusión que se venía la noche y que había que proteger a los más quemados. Recuerdo que hicimos la última reunión en el parque Rivadavia y decidimos que los más comprometidos se irían del país. Una de las células estaba formada por los Sivak.
-¿Los Sivak?
-Sí, el padre era un viejo PC (Partido Comunista) que decía que había que tener relaciones con todos, y también estaban los hermanos Jorge y Horacio. Jorge era el que estaba más expuesto y fue el único de ellos que salió de la Argentina. A Horacio lo secuestraron junto a Tomatini y, si no me equivoco, al Mataco, en una emboscada montada por las fuerzas de seguridad. Pudo zafar y viajar a París gracias a los contactos de la familia con militares vinculados con la empresa familiar: Buenos Aires Building. Jorge estaba mal anímicamente: ya de regreso, un día subió al último piso de un edificio que estaban construyendo, saludo a los obreros que estaban trabajando, les dijo «compañeros», «camaradas», alzó el brazo, cerró el puño y se tiró. A Osvaldo lo secuestró una banda compuesta por coroneles del ejército, comisarios de la Federal y un par de agentes de la SIDE. Él ya había sido raptado una vez y liberado tras el pago de medio millón de pesos. Después lo secuestran nuevamente, cobran el rescate de un millón de dólares y lo matan igual. Finalmente, la Buenos Aires Building quebró.
-¿Qué labor desempeñaban?
-Ayudaban a compañeros. Manejaban fortunas. Yo iba al edificio que tenían en el centro, y ahí abrían paquetes enormes de dinero envuelto en papel de diarios. Montones y montones de guita. De pronto te tiraban unos fajos y te decían: contála. Increíble, gracias a ellos compramos un campo.
-Un campo: ¿Para qué?
-Por decisión personal yo preferí quedarme en el país porque estaba convencido de que sufriría mucho en el exterior; además, quería intentar construir algo para después, para más adelante. Creía por entonces que podía montar alguna cosa en el campo como base para construir una estructura en las ciudades que nos permitiera hacer algún tipo de trabajo: democracia burguesa y esas cosas. Para eso compramos 50 hectáreas de campo en la zona de Brandsen y me dediqué a establecer una granja completa, que sirviera de apoyatura económica. Finalmente vino el golpe de Estado y en el 76 la cosa se puso imposible y el campo terminó siendo más que una posibilidad política futura, una posibilidad concreta de rajar. Y bueno, quedé instalado en el campo.
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A los Sivak los conocí por medio de la prensa y también por vecindad, yo paraba en Lavalle 357, justo al lado de la empresa Buenos Aires Building, siempre intercambiábamos saludos con don Samuel, el patriarca de la familia. Una vez, marquitos, un veterano de la guerra de Malvinas, lo vio a don Samuel y dijo: ¿Todavía vive don Samuel? Sorprendido, le pregunté como lo conocía, me respondió que él había vivido muchos años en el fondo de la casa, ya que su padre era el cuidador, «casero», se decía. Me dijo que cuando era un niño se metía al sótano a jugar y en ese sitio había miles de periódicos de la guerrilla, los Sivak fueron los banqueros del marxismo.
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El caso del militante revolucionario Alejandro Rodolfo Baldú, apresado por la Policía Federal el 18 de marzo de 1970 y desparecido desde entonces, es el primer desaparecido de la lucha armada en los años 70. Baldú vivía en Lanús y había militado de joven en el «Partido Socialista Argentino de Vanguardia» (PSAV), un grupo del viejo tronco socialista desprendido, radicalizado y pro cubano. Hasta que en 1963 o 1964 se sumó a una organización armada secreta y anónima, el germen de lo que más tarde fueron las «Fuerzas Argentinas de Liberación» (FAL), que había sido fundada pocos años antes por ex militantes del MIR-Praxis de Silvio Frondizi.
A Alejandro Baldú le decían el «Loco», por su propensión a las bromas, y todos lo describen como un típico porteño «piola», que, en el leguaje lunfardo porteño, significa canchero, entrador, pintón, siempre bronceado y vestido a la moda, que vivía como un dandi en la casa de su madre a pesar de ganar muy bien con su trabajo de visitador médico. Es decir, era todo lo contrario de la imagen habitual de un militante y, para colmo, con escasa o nula formación teórica.
Todo eso lo compensaba con una inventiva increíble para idear operativos, y con una audacia tremenda para llevarlos a cabo. A Baldú se le ocurrió entrar disfrazados de militares a Campo de Mayo para llevarse las armas de los soldados que hacían instrucción en el Regimiento. Baldú fue varias veces, se hizo amigo de los jardineros, de los proveedores y averiguó todos los movimientos del cuartel. Con su empuje convenció a todos de que era posible, y el fin de semana largo de Semana Santa de 1969, a las 3 de la mañana, entraron con un jeep y un camión verde oliva.
Baldú fue secuestrado por la policía el 18 de marzo, sus compañeros dijeron que Alejandro Baldú no concurrió el día 19, a sus citas de control, una medida básica de seguridad de las organizaciones revolucionarias que consistía en dejarse ver por otro militante a cierta hora y en cierto lugar.
31 de diciembre de 2023.