Serie Roja—22
EXPECTATIVAS SOVIÉTICAS
Mijaíl Gorbachov, Leonid Kravchuk y Boris Yeltsin
El presidente soviético Gorbachov, había amenazado nuevamente con marcharse si no aprobaban lo que él quería. Los lideres de las repúblicas junto a Boris Yeltsin habían prometido que la Unión Soviética existiría. Pero el 1 de diciembre se celebraría el referéndum en Ucrania, y todos menos Mijaíl Gorbachov creían que el sí a la independencia de Ucrania ganaría. También lo creía George Bush y su equipo.
La cuestión ucraniana iría a cambiar por completo las relaciones de poder entre las repúblicas y Mijaíl Gorbachov, y las de George Bush con el presidente soviético. El Consejo de estado se reunió el 25 de noviembre en Novo-Ogarevo, y el primer planteo la realizó Boris Yeltsin, quien cuestionaba la estructura de la futura Unión. Para Boris Yeltsin la fórmula «estado confederal», no decía mucho, y el tratado tenía que establecer una unión o confederación de estados soberanos, de lo contrario, el parlamento ruso no lo ratificaría.
Tomando posición del lado de Boris Yeltsin, los dirigentes de Bielorrusia, Uzbekistán y Turkmenistán, se negaron a aprobar el texto, y propusieron remitir sin firma a los parlamentos de sus respectivas repúblicas. Mijail Gorbachov, furioso, acusó a Yeltsin de faltar a su promesa de la reunión anterior. La respuesta de Yeltsin fue: «¿Y qué? El tiempo vuela. El borrador se ha discutido en varios comités del Soviet Supremo [ruso], y dicen que no se va a aprobar».
Para empeorar las cosas, Boris Yeltsin recordó que no había representantes de Ucrania. «No habrá unión sin Ucrania», sentenció. Stanislav Shushkiévich, presidente del parlamento bielorruso, que militaba en la oposición democrática y que había condenado el golpe, dijo que necesitaban diez días más para estudiarlo. «Vamos a esperar hasta el 1 de diciembre». Gorbachov respondió: «Si no lo aprobamos [ahora] le estaremos haciendo el juego a los separatistas». Como vio que no le hacían caso, recurrió a lo de siempre, amenazar con marcharse: «Si el acuerdo os parece innecesario, decidlo sin rodeos. Quizá deberías reuniros por separado para deliberar. Si os quedáis aquí, me marcho yo. […] Decidid que es más importante para vosotros: el pueblo o los separatistas». Luego dijo algunas palabras y abandonó la sala junto a sus ayudantes.
La cuestión era, que nadie quería apartar del cargo a Gorbachov, de una organización que ya hace tiempo había desaparecido, los miembros del consejo se negaban a reconstruir el estado, por tanto, Mijaíl Gorbachov quedaba sin ninguna función a desempeñar y sin país a gobernar. Luego de deliberar los lideres de las repúblicas enviaron dos representantes a hablar con el soviético Gorbachov, uno era Boris Yeltsin y el otro, Shushkiévich. Boris Yeltsin se negaba a ir a hablar con el soviético, el bielorruso estaba dispuesto, pero guardaba intenciones ocultas.
Mijaíl Gorbachov, luego contaría que Boris Yeltsin le habló «con desprecio, escupiendo casi». Yeltsin y Shushkiévich le propusieron que dejarían la frase «estado confederal» en el tratado, pero serían remitidos a sus respectivos parlamentos para su debate y aprobación, para nada era lo que pretendía Gorbachov. Cuando Mijaíl Gorbachov regresó a la sala para reanudar la sesión, los periodistas le preguntaron «quien era el responsable, quien había impedido que se aprobase el tratado», pero se negó a responder. En privado diría que Boris Yeltsin no había actuado solo, para él, «Yeltsin y Kravchuk se habían confabulado para acabar con la Unión».
Mijaíl Gorbachov no estaba de acuerdo con la independencia de Ucrania, su padre era ruso y su madre ucraniana, por tanto, la separación entre Rusia y Ucrania era un drama personal para él. Georgi Shakhnazarov sugirió la idea de utilizar la cuestión étnica para evitar la celebración del referéndum, en un memorando fechado el 10 de octubre. Le propuso a Mijaíl Gorbachov «reiterar públicamente y dar carácter oficial a la posición rusa respecto a Crimea, el Donbás y el sur de Ucrania».
Shakhnazarov también propuso lanzar en Crimea y en el sur y el este de Ucrania una campaña en contra de la independencia. Gorbachov había usado fondos por muchos años para crear y sostener partidos políticos para defender sus objetivos, pero ahora no tenía dinero ni para la mitad de lo propuesto por Shakhnazarov, solo le quedaba dar discursos y conceder entrevistas. Gorbachov creía que la cuestión étnica sería el motivo por la que Ucrania no abandonaría la Unión.
Cuando se realizó la Cumbre de Madrid, el presidente George Bush le preguntó a Gorbachov sobre Ucrania. «¿Crees que Kravchuk ganará las elecciones?», Gorbachov respondió afirmativamente. «¿Y crees que luego formará algún tipo de Unión o asociación con vosotros?». Mijaíl Gorbachov contestó que no estaba seguro de lo que pretendía Kravchuk, pero que estaba seguro de que Rusia y Ucrania seguirían juntos. «Las dos naciones son como ramas de un mismo árbol, nadie podrá separarlas».
George Bush no había recompuesto su relación con la comunidad ucraniana de Estados Unidos, el 5 de noviembre, la hostilidad ucraniana contra George Bush que hasta entonces era una pequeña molestia, se convirtió en un grave problema político. Ese día en Pensilvania se realizaron unos comicios extraordinarios para elegir nuevo senador del estado para sustituir al senador John Heinz, que había muerto en un accidente meses antes, el candidato de George Bush, elegido a dedo, Dick Thornburgh, ex fiscal general de Estados Unidos, pese a ser favorito fue derrotado para escándalo de Bush.
Todas las encuestan indicaban que los votantes de ascendencia europea oriental, que apoyaban al Partido Republicano durante la Guerra Fría, estaban cambiando de bando, ante la política de George Bush de apoyar a Mijaíl Gorbachov e impedir la independencia de las repúblicas, evitando el fin de la Unión Soviética. Bill Clinton lo criticó por no abanderar la causa independentista de las repúblicas. Los lideres de la comunidad ucraniana movilizaron a su gente para presionar a los congresistas republicanos y lo mismo a los demócratas.
El 16 de septiembre, Hank Brown, senador por Colorado, le escribió una carta a Bush pidiéndole que reconociera la independencia de Ucrania, pero no hubo respuesta. Finalmente, el 21 de noviembre, el senado aprobó una resolución presentada por el senador por Arizona, Dennis DeConcini, y que instaba a la administración Bush a reconocer a Ucrania después del referéndum del 1 de diciembre. DeConcini, dijo: «Después de defender durante cincuenta años la independencia de las repúblicas bálticas, el gobierno de Estados Unidos ha sido, para vergüenza nuestra, el trigésimo séptimo en reconocer a esos valerosos países. Esa hipocresía no debe repetirse en el caso de Ucrania».
La principal publicación de la comunidad ucraniana, el Ukrainian Weekly, que era favorable a Bush, publicó una gran cantidad de artículos y cartas atacando al gobierno de George Bush, no ya por no ayudar a Ucrania, sino por entorpecer su marcha hacia la independencia. Pero las cosas iban a cambiar pronto, en las dos últimas semanas de noviembre, el Consejo de Seguridad Nacional se reunió muchas veces para discutir la situación de la URSS. Dick Cheney insistía en que Estados Unidos debía reconocer a Ucrania lo antes posible.
Stephen Hadley, ayudante de Paul Wolfowitz en el Pentágono, diría más tarde: «Pensábamos que, sin Ucrania, Rusia sería incapaz de reconstruir la Unión Soviética. Ucrania tenía abundantes recursos naturales, una población numerosa y gran importancia geoestratégica, por lo que, en el caso de separarse de Rusia, esta nunca llegaría a ser tan peligrosa como la Unión Soviética. Esta idea se convertiría en un elemento clave de la política estadounidense (dejando aparte otros principios fundamentales). Desde el punto de vista estratégico, una Ucrania independiente era como una póliza de seguros».
El 25 de noviembre, cuando Boris Yeltsin y los lideres de las repúblicas se negaron a aprobar el nuevo tratado de la Unión propuesto por Mijaíl Gorbachov, el The Washington Post, publicó un artículo titulado: «El gobierno, dividido sobre la independencia de Ucrania», dejando en evidencia las divisiones en el gobierno de George Bush. El día 26 de noviembre, todos los que compartían la causa de la independencia movilizaron a los aliados que tenían en el congreso, un importante número de congresistas de ambos partidos enviaron una carta a Bush en la que manifestaban su apoyo a Dick Cheney. «Nos consta que varios miembros de la administración, entre ellos el secretario de Defensa, Dick Cheney, le han aconsejado que sea uno de los primeros gobernantes en reconocer la independencia de Ucrania. Siga su sabio consejo, señor presidente. Es fundamental que Estados Unidos se ponga de parte del pueblo ucraniano y defienda la libertad y la democracia, en vez de sostener el régimen del Kremlin que sigue dirigido por comunistas recalcitrantes».
El texto decía: «Se equivocan quienes sostienen que es bueno para Estados Unidos que el Kremlin siga determinando la política económica y militar de Ucrania. Nuestro país tiene ahora la oportunidad de impulsar el dialogo con Rusia y una Ucrania independiente para el total desmantelamiento de los arsenales nucleares y la puesta en marcha de reformas económicas liberalizadoras. Déjennos tomar la iniciativa en este movimiento, en lugar de avanzar torpemente por detrás».
El 26 de noviembre, el presidente tuvo una reunión decisiva con sus consejeros de política exterior. Al día siguiente el Consejo del Atlantic Norte celebraría una sesión para discutir la situación de Ucrania, esto sumado a la presión que recibía George Bush, llevó a acordar una estrategia. Se reconocería a Ucrania, pero no de inmediato, sino que dejarían pasar unas semanas. Una vez realizada el referendo, George Bush enviaría un representante a Kyiv para comunicarle a los ucranianos que Estados Unidos celebraba la libertad del país.
En la sede de la OTAN en Bruselas, el embajador de los Estados Unidos recibió un telegrama exponiendo el guion que debía seguir en la reunión del Consejo del Atlántico Norte. «La cuestión no es si reconocer o no a Ucrania, sino cómo y cuándo la reconoceremos», decían. Por lo demás no eran partidarios de que los países occidentales «pongamos condiciones a Ucrania para que la reconozcamos y tengamos relaciones diplomáticas. Creemos que la OTAN en bloque, y cada uno de nosotros individualmente, debe exponerles a los ucranianos una serie de factores que tendrá en cuenta antes de tomar una decisión».
Entre los requisitos estaba que fuera Rusia quien siguiera controlando las armas nucleares que Ucrania tenía en su territorio y que el país cumpliera los tratados sobre el control armamentístico firmados por la URSS, así como los acuerdos de Helsinki, que obligaba a los signatarios a reconocer las fronteras posteriores a la Segunda Guerra Mundial y proteger los derechos humanos. Los redactores del telegrama eran conscientes que reconocer a Ucrania sentaría un precedente en la política de Estados Unidos y de la OTAN respecto a otras repúblicas soviéticas, como Georgia y Armenia.
El día 17, el nuevo director de la CIA, Robert Gates, unas semanas después de asumir en el cargo, pronunció el discurso de apertura en el banquete organizado por la comunidad ucraniana, el motivo era homenajear al estadounidense de origen ucraniano que ocupaba el cargo más alto en el gobierno de George Bush, el secretario de prensa adjunto Roman Popadiuk, declarado el «Ucraniano del Año», que concedía el Ukrainian Institute of America, de New York. Gates aprovechó la ocasión para tender puentes entre el gobierno y la comunidad ucraniana y hablar con el representante de Ucrania en las Naciones Unidas, Hennadi Udovenko.
Ante el revés sufrido por los republicanos con el escaño del senado y el repudio de los ciudadanos de ascendencia de la europa oriental, George Bush no podía permitirse seguir apoyando a Mijaíl Gorbachov, un dirigente que al decir de Scowcroft era casi un «espectro político». A pesar que no le gustara hacer eso a Bush el viraje político se debía realizar, todo indicaba que Gorbachov se encaminaba la abismo, y existía el riesgo de que arrastrara en su caída a Bush.
El 30 de noviembre, en víspera del referendo ucraniano, George Bush se comunicó con Mijaíl Gorbachov para explicarle el cambio de rumbo político. El soviético ya estaba al tanto de ello. Cuando Anatoli Cherniaev, el ayudante de Gorbachov, le avisó de la llamada de George Bush y que deseaba hablar con él, Gorbachov se mostró molesto. «¿Para qué? Dile que no voy a estar», preguntó. Pero luego decidió atender la llamada: «Que me lo pasen esté donde esté».
El soviético se sentía engañado por George Bush, la filtración de lo acordado en la Casa Blanca perjudicaba los planes del soviético Gorbachov, en su campaña contra la independencia de Ucrania. El diario Izvestia, fiel a Mijaíl Gorbachov, lo atacó en la portada, el artículo decía que, si bien se podía argumentar que Washington estaba entrometiéndose en los asuntos internos de la URSS en vísperas del referéndum, parecía absurdo que Mijaíl Gorbachov criticara abiertamente a la Casa Blanca cuando, según las encuestas, más del ochenta por ciento de los ucranianos eran partidarios de la independencia.
Todo indicaba que era Gorbachov y no George Bush quien estaba alejado de la realidad, cuando se comunicó Bush, le dijo enseguida a Mijaíl Gorbachov que llamaba para habar de Ucrania, y que le preocupaban las recientes declaraciones de los soviéticos. Bush se refería al comunicado de Cherniaev: «Conoces nuestra tradición democrática. Tenemos que apoyar al pueblo ucraniano, creemos que, reconociendo la independencia, se puede convencer a Ucrania de que vuelva a las negociaciones sobre el tratado de la Unión».
Mijaíl Gorbachov lleno de rencor dijo: «No te negaré que nos ha sentado mal la noticia filtrada en la Casa Blanca de que Estados Unidos está considerando seriamente reconocer la independencia, sobre todo porque ha llegado en vísperas del referéndum. Parece que Estados Unidos está tratando no solo de influir, sino de también de entrometerse». Gorbachov negaba que en Ucrania se estaba produciendo algo similar a lo que pasaba en Yugoslavia.
«Si alguien en Ucrania dice que se van a separar de la Unión, y alguien [en occidente] dice que les apoya, doce millones de rusos y los miembros de otras etnias se convertirán en ciudadanos de un territorio extranjero», dijo Gorbachov. El soviético no paraba usar la cuestión de las minorías rusas en territorio ucraniano, algo llevado a cabo por los soviéticos como ocupación y limpieza étnica. No se debería olvidar la limpieza étnica de los tártaros en Crimea.
Anatoli Cherniaev, testigo de la conversación, lo resumió de la siguiente manera: «Independencia no es secesión. Si hay secesión pasará lo que, en Yugoslavia, pero elevado a la enésima potencia». Gorbachov le pidió a George Bush que no alentara a los separatistas. «Aunque cada estado sea soberano, Estados Unidos es un país fuerte y cohesionado». George Bush, le respondió: «Tienes toda la razón. El reconocimiento de la aspiración independentista de los ucranianos permitirá resolver los asuntos espinosos que se interponen en el camino de las reformas políticas y economicas».
«Estoy sometido a ciertas presiones. No quiero comparar mi situación con la tuya, pero entiendo hasta cierto punto lo que estas pasando». La postura de George Bush sobre el final de la Unión Soviética es realmente desgraciada, Estados Unidos y sus aliados pasaron décadas luchando contra el enemigo comunista, y George Bush estaba preocupado y trataba de mantener a la URSS con vida. La verdad, es que los Bush, en política han sido nefastos, en este momento (2024) la nieta de este Bush, vota a la izquierdista Kamala Harris, vota demócrata.
Y no hablemos de incompetencia, los llevan en los genes. La alianza entre George Bush y Mijaíl Gorbachov ya era cosa del pasado. Luego de la incómoda conversación con George Bush, Gorbachov tuvo una reunión con el presidente ruso Boris Yeltsin, al que culpaba de casi todos los males que venía padeciendo. El soviético le pidió a Boris Yeltsin que salvara a la segunda potencia mundial de la quiebra. Rusia era ahora quien controlaba los ingresos procedentes del gas y del petróleo, había dejado de financiar las instituciones de la URSS.
Mijaíl Gorbachov seguía la mando del Ejército y del cuerpo diplomático, pero carecía de dinero para cubrir los gastos de ninguna de las dos instituciones, y tampoco para sus colaboradores. Las arcas de la URSS estaban vacías, Gorbachov le había pedido al parlamento en una sesión, que ordenara al banco central emitir sesenta y ocho mil millones de rublos en créditos para las instituciones y empresas estatales. Además, pretendía que le aprobasen la solicitud de nuevos créditos por valor de noventa mil millones. Es decir, quería que imprimieran mas dinero, a lo que se oponían numerosos parlamentarios.
El gobierno ruso de Boris Yeltsin se disponía a emprender reformas economicas profundas, y no quería que se disparara la inflación. Mijaíl Gorbachov estaba sin recursos. «Rusia ha vetado, de hecho, un presupuesto extraordinario para la Unión. Esto ha llevado a un impago masivo de salarios en la administración», escribió en su diario, Vadim Medvédev. Ese mismo día, el Banco Central dejó de suministrar fondos a las instituciones de la URSS, entre ellos el Ejército y la administración presidencial.
La única excepción fue el ministerio de Relaciones Internacionales, a cargo de Eduard Shevardnadze. Boris Yeltsin sabía que los dirigentes occidentales se oponían a los planes de cortarles fondos a ese departamento, siguió financiando con dinero público ruso. Los funcionarios soviéticos temían que Rusia se hiciera con el poder en el ministerio, y dieron la voz de alarma, pero Gorbachov tenía las manos atadas. «¿Qué podíamos hacer? A Yeltsin le quedan recursos para financiarlo, pero ¡M[ijaíl]. S[erguéyevich] no tiene nada!», anotó Cherniaev en su diario.
El 30 de noviembre, en la reunión con Boris Yeltsin, Gorbachov no tenía ninguna carta para jugar. «Les dijo que el gobierno central no podía quedarse sin medios para subsistir», escribiría Cherniaev. La reunión duró cuatro horas, al final de la misma, Boris Yeltsin aceptó librar fondos, sus asesores económicos decidirían cómo hacerlo. Los técnicos deliberaron en la sala contigua, conocida como sala de Nogal por sus paneles, en otras épocas allí se reunía el Politburó, y sus dirigentes en el apogeo de la Guerra Fría.
La URSS estaba en su lecho de muerte, ya ni sangraba, en lo económico ya se había desangrado, la rueda de auxilio que le daba Boris Yeltsin solo alcanzaba para unos kilómetros lleno de clavos miguelitos. Sin embargo, Mijaíl Gorbachov no se daba por vencido, que bien le vendría aquel poema de Almafuerte: «No te des por vencido ni aun vencido». Sentía la necesidad de informarle a Bush el pequeño triunfo que había obtenido. En sus esfuerzos por salvar la URSS, había obtenido el apoyo de su consejo consultivo integrado por el alcalde de San Petersburgo, Anatoli Sobchak, y el llamado padrino de la perestroika, Aleksandr Yákolev.
Anatoli Sobchak, un viejo aliado de Boris Yeltsin, salió en la televisión defendiendo la continuidad de la URSS, pero los miembros del consejo apenas tenían autoridad en la nueva Rusia, y no llegaron a crear el grupo nuevo que le vendieron a Mijaíl Gorbachov, y su poder en la opinión pública era muy limitada. Yegor Yákovlev, nombrado director del órgano rector de la radio y televisión soviética después del golpe, ya no controlaba su equipo. «Yegor Yákovlev se quejó de que le estaban ‘quitando’ la televisión. Ahora mandan allí los ‘rusos’».
A propósito del noticiario emitido el 29 de noviembre, el consejero de Gorbachov observó: «Se dijeron cosas ofensivas sobre M[ijaíl]. S[erguéyevich], y su política ucraniana». Cherniaev y Yákovlev habían llegado a la conclusión de que «la independencia de Rusia es inevitable, nos guste o no. Los esfuerzos de Mijaíl Gorbachov por salvar la Unión son totalmente inútiles». Cuando el día 29 el presidente soviético obtuvo el respaldo de Sobchak y otros dirigentes que habían impulsado la perestroika, Cherniaev le envió a su jefe el borrador de un discurso en el que iba a pedir al parlamento de la Unión que votase a favor del nuevo tratado, «ni yo mismo creo en lo que dice. ¡Y lo he escrito yo!».
Ese mismo día le remitió un memorando en el que sí creía, y donde le aconsejaba que «se centrara en la política internacional y la defensa de la cultura […] aprovechando aquí el prestigio que tenía en el resto del mundo, y sin apoyarse en el tratado de la Unión ni en las resoluciones de los congresos que le eligieron y confirmaron en su cargo después del golpe, ¡ni tampoco en la constitución de la URSS!». Se trataba de salvar a Mijaíl Gorbachov como figura histórica y no como figura política, y no se trataba de salvar a la URSS.
En una entrevista otorgada por Gorbachov al periódico bielorruso Diario del Pueblo, mencionó el caso de Yugoslavia, una vez más, donde se daba el enfrentamiento entre serbios y croatas y que había provocado que centenares de miles de personas, entre ellos niños, mujeres y hombres abandonaran su tierra. El caso de Yugoslavia sería menos grave en la URSS en caso de que surgieran nuevas fronteras y, con ellas multitud de minorías étnicas. Su argumento apuntaba a los rusos, los amos del antiguo imperio, y la discriminación que sufrirían en los nuevos estados.
El periodista bielorruso criticó abiertamente a Yeltsin en sus preguntas tratando de que el entrevistado atacara a su enemigo político Yeltsin, pero no lo logró. En cuanto al dirigente ucraniano Leonid Kravchuk no se privó de criticarlo, «[Ucrania] es, en general, una república admirable […] pero fíjense en como explota la idea de la independencia, y no solo con fines electorales, a mi juicio». Y de nuevo apeló a la cuestión étnica, dijo que deseaba que Ucrania siguiese unida, pero que no se debía olvidar la importante minoría rusa en dicho país.
«Y, si lo que pretenden es sacar a Ucrania de la Unión, ¿Qué van a hacer entre doce y quince millones de rusos que viven allí? En cualquier caso, ¿para qué la secesión? Estoy a favor de la autodeterminación, siempre y cuando no destruya la Unión». Leonid Kravchuk y sus seguidores, sabían que Gorbachov agitaba la cuestión étnica para alimentar las tensiones étnicas, y luego explotarlas para salvar la URSS. La cuestión étnica es actualmente el caballo de combate de Vladimir Putin, ignorando que el reemplazo de los grupos étnicos previos a la URSS, se practicó no solo con una limpieza lingüística sino corpórea.
Cherniaev escribió en su diario: «No habría ningún problema si no fuese por Ucrania y Crimea, a la que no podemos renunciar». Los dirigentes soviéticos no creían que Crimea ni otras regiones de Ucrania con población de origen ruso fueran a votar por la independencia. Lo irónico de esto es, que el futuro de la URSS, dominada por Rusia, dependía del resultado de la consulta ucraniana, que su vez dependía de los votos de los ciudadanos ucranianos de etnia rusa que vivían en el sur y en el este de Ucrania.
29 de octubre de 2024.