EL PEZ POR LA BOCA MUERE
LINEA ROJA. “NO FUI YO, FUE EL MUNDO”
Ricardo Veisaga
Barack Obama y la línea roja
Este dicho popular: «El pez por la boca muere», es una expresión resumida, según el catedrático Julián Marías, de: «Por la boca muere el pez y el hombre por la palabra», sus orígenes nos remiten al mundo marino, y quiere decir que el abrir la boca en demasía o hacerlo a destiempo entraña un serio peligro, y el hombre que lo hace termina por ser víctima de su propia palabrería.
«Hemos sido muy claros con el régimen de Al-Assad, pero también con otros actores en la región, que para nosotros el que comencemos a ver un montón de armas químicas desplazándose o siendo utilizadas significaría cruzar una línea roja. Eso cambiaría mis cálculos. Eso cambiaría mi ecuación». (Obama, agosto de 2012).
Barack Obama se salió del guion trazado, y como dice el mismo Obama cambio sus cálculos y su ecuación. Eso no estaba previsto en el discurso, lo que provocó que muchos asesores del presidente se agarraran de la cabeza. El 21 de agosto se produce un ataque con armas químicas contra civiles en Guta, cerca de la capital, Damasco (Siria), probablemente llevada a cabo por el régimen sirio, ellos lo niegan, incluido Putin.
El día 28 de agosto, el presidente Barack Obama anuncia el uso de la fuerza contra el régimen sirio, en represalia por el empleo de armas químicas, en realidad, se ve obligado a actuar por aquello de la línea roja, aunque Obama dice: «No fui yo quien determinó esa línea roja. Fue el mundo». Otra rajada más de Obama ¡Estos progres son incorregibles!
El día 31 de agosto Barack Obama, duda y… retrocede. La Constitución de los Estados Unidos concede al Congreso la facultad para declarar la guerra, pero esta atribución ha sido reinterpretada según vayan apareciendo nuevos desafíos y diferentes necesidades, a los pensadas por los Padres Fundadores. La octava sección del artículo 1 de la Constitución, sobre la War Powers Resolution del año 1973, fue delegando en la Presidencia la unidad de la política exterior y la seguridad nacional, que incluye el uso de la fuerza.
El uso de la fuerza en la historia de los Estados Unidos constituye un equilibrio que salvaguarda la legitimidad democrática de este uso, que reside en el Congreso, con la capacidad ejecutiva necesaria que reside en el comandante en Jefe, es decir que el presidente toma la decisión de iniciar las operaciones militares cómo y cuando lo considere necesario.
Y cuando esta capacidad ejecutiva exige de la nación un compromiso mayor (los famosos 60 días o la necesidad de financiación), el Congreso debe dar su visto bueno. No se puede entender la fortaleza estadounidense en el mundo sin este mecanismo de toma de decisiones.
Lo grave de Obama, políticamente, fue anunciar sus planes al mundo renunciando, por un lado, al factor sorpresa permitiendo que el régimen sirio se prepare ante el ataque, y por otro, es sencillamente es un disparate ir al Congreso y poner un caso tan delicado a merced del partidismo. Barack Obama traspasa su responsabilidad al Congreso, en su desesperación.
En realidad, Obama trata de ganar el tiempo necesario para dilatar la decisión de atacar Siria. En el Capitol Hill esta decisión les cayó del cielo, el Congreso toma protagonismo en la política exterior, en el papel que les concede Barack Obama a las Cámaras, de tomar decisiones en vez de fiscalizar y controlar las del presidente, el viejo sueño del establishment del Congreso.
En la primera semana de septiembre crece la oposición en la calle y en el Congreso, al ataque militar a Siria, y todo indicaba que Obama no obtendría la autorización que buscaba. El día 8 de septiembre el secretario de Estado John Kerry, promete un ataque «increíblemente pequeño» y comete un «desliz», es decir, en términos populares «metió la pata».
John Kerry, en la rueda de prensa del día lunes 9 de septiembre, junto a su homólogo Hague, tratando de sumar apoyos para la intervención militar en Siria, y al responder una pregunta en tono desafiante, sin tenerlo planeado, cambia el curso de los acontecimientos. Le preguntaron si existía alguna posibilidad de que Damasco evitara el ataque militar.
«Seguro que sí, podría entregar todas y cada una de sus armas químicas a la comunidad internacional la semana próxima, pero no lo va a hacer y además no se puede hacer», contestó con un tono retórico.
Dicho y hecho, Vladímir Putin, que es más rápido que el viento, cazó a John Kerry al vuelo y, el ministro de Exteriores ruso, rápidamente convocó a una rueda de prensa para expresar que Siria aceptaba el reto, y había decidido poner su armamento químico en manos de la «comunidad internacional». Jen Psaki, portavoz del ejecutivo se vio obligado a matizar a John Kerry.
Jen Psaki dijo que la propuesta del secretario de Estado John Kerry no era tal, que solo estaba «siendo retórico sobre la imposibilidad y la improbabilidad de que Al-Assad entregue las armas químicas que ha negado haber utilizado», pero ya era tarde, Vladímir Putin ya había vuelto a poner la pelota en el tejado de Estados Unidos. El día 10 de septiembre, Obama cancela la amenaza de atacar al régimen sirio y retira la solicitud al Congreso.
El 14 de septiembre: los gobiernos de Estados Unidos y Rusia firman el Acuerdo Marco para la Eliminación de las Armas Químicas Sirias. Vladímir Putin, el ex agente de la KGB Putin, pasó de ser un feroz halcón a una pacífica paloma. Si su fórmula tiene éxito y el régimen entrega las armas químicas y al mismo tiempo logra atarle las manos a Washington, se fortalece ante la comunidad internacional y debilita a Estados Unidos, su ataque a Georgia será cosa del pasado.
Pero la intervención de Putin no solo salva a Bashar al-Assad, sino también hace lo mismo con Obama, en realidad para Vladímir Putin el mayor objetivo no es salvar a Al-Asad, es innegable los lazos que existía entre ambos países durante la guerra fría, entre la Unión Soviética y Hafez al-Assad, padre del actual presidente, pero no hay que confundir la relación de Putin y Bashar al-Assad educado en occidente.
Vladímir Putin, como todo líder de una potencia mundial, entiende perfectamente o debería entender, que el mundo político vive en un enfrentamiento permanente, en una dialéctica de Estados, y que el mundo actualmente está en un conflicto, (para usar la terminología de Huntington), de civilizaciones. En realidad, no hay un conflicto entre civilizaciones, lo que hay (así fue y así será), es un conflicto entre Estados o imperios de manera permanente, y sin importar que ellos pertenezcan a una misma cultura.
******
En el mes de agosto, Siria acaparó la atención mediática del mundo, dejando aparcada al golpe de Estado en Egipto, al igual que la liberación de Hosni Mubarak, o la estupidez del anuncio de la Unión Europea a los generales egipcios por el trato que estarían dando a sus oponentes, en especial, a unos angelitos llamados Hermanos Musulmanes. Y para que vean la seriedad europea, Bruselas anunció que cortaran la ayuda militar a Egipto.
Lo que sucedió en Siria, de ser cierto, es grave. Cientos de personas habrían muerto a causa de un ataque con armas químicas de las fuerzas del gobierno, entre las víctimas habría decenas de niños y mujeres. El periódico francés Le Monde aportó pruebas sacadas clandestinamente por dos periodistas, muestras de orina y cabellos, que resultaban irrefutables sobre el uso del sarín u otro gas sobre ellos.
Le Monde, recordando quizás que en Rwanda se hizo un papel vergonzoso por lo pasivo, afirmaba en un editorial que «ya no se podrá decir que no se sabía». Otros gobiernos como el turco, asegura que los gases se han utilizado en el pasado. No es la primera vez que el gobierno sirio es acusado de la utilización de un arma que está prohibida por varios protocolos internacionales, sobre todo por uno de 1993.
La preocupación sobre la existencia de armas químicas en Siria, existió desde el inicio del conflicto que entra ya en su tercer año. Existía el miedo por el hecho de que el caos o incluso una posible desintegración del país, dejaran desprotegidos los arsenales de armas químicas y no convencionales, que podrían caer en manos de radicales. Es ahora cuando suena con más fuerza su posible uso.
No es un secreto que Siria posee el mayor programa de armas químicas en activo y el cuarto arsenal más grande del mundo. Siria empezó a desarrollar estas armas en los años 70 como elemento de disuasión frente a Israel. Se sabía de cuatro centros de producción –Alepo, Homs, Hama y Latakia– y entre 12 y 25 centros para el almacenaje que estaban distribuidos por todo el país. Siria posee gas mostaza, gas sarín, gas nervioso VX y el gas cianuro.
En el mes de julio de 2012, el gobierno de Al-Assad había admitido poseer armas químicas y barajar la posibilidad de utilizarlas ante una «agresión externa», pero jamás contra el pueblo sirio. Poco después, varias fuentes empezaron a advertir sobre posibles movimientos del arsenal sirio –algunos dirigidos a la frontera– lo que aumentaba el temor en Israel de que Hezbolá se hiciera con este tipo de armas.
La Casa Blanca se comunicó con Rusia que, a su vez, utilizó a Irán para enviar un contundente mensaje a Siria: mantenga ese armamento a salvo. En una rueda de prensa, le preguntaron a Barack Obama sobre el buen recaudo de esas armas, a lo que respondió el presidente que no podían permitir una situación en la que las armas químicas y biológicas cayeran en manos de las personas equivocadas.
El secretario de Estado John Kerry y su desliz
Es ahí donde Barack Obama improvisó esa famosa frase, fruto del momento y no de la reflexión. La «línea roja» no entraba en el guion. Lo que hasta entonces había intentado la Casa Blanca era asegurar la protección y vigilancia de las armas químicas, pero nunca comprometer a Washington con ninguna acción determinada, como se podía interpretar de las palabras de Obama.
Bashar al-Assad, utilizó gas sarín contra la población civil en 2012 y 2013, según la ONU. Barack Obama, lleva cuatro años pidiendo a Al-Asad que abandone el poder, que se marche. Primero amenazó con invadir, luego lo dejó correr y trazó una «línea roja»: el uso de armas químicas. Barack Obama, y en lugar de atacar, sometió la posibilidad de bombardeos al voto del Congreso.
El presidente Obama, hasta entonces, había estado evitando hablar de Siria en sus apariciones públicas, era una cuestión incómoda. Dijo en repetidas veces que «Siria no es Libia», mientras que el entonces secretario de Defensa, Leon Panetta, había afirmado que una zona de exclusión aérea era una vaga «visión de futuro». Pero era el final de agosto y se iniciaba la precampaña electoral.
En esos momentos, Barack Obama era acusado de abandonar los asuntos del mundo, y de haber debilitado el liderazgo y la posición de Estados Unidos. Entonces era necesario dar vuelta ese argumento, incluso, debía mandar un firme mensaje a Israel de que podía contar con él, luego de graves desencuentros, algunos sobre otra «línea roja», la de Irán y su programa nuclear.
Todo ello pesó de alguna manera en su comentario. Hubo quienes vieron en las palabras de Obama la proximidad de una intervención militar occidental, otros como una forma de decir a los sirios que podían seguir haciendo de las suyas con cualquier cosa, pero menos con armas químicas; y también recibió el respaldo de muchos líderes occidentales.
François Hollande, fue aún más explícito al considerar que el uso de armas químicas supondría «una causa legítima de intervención directa» en Siria. Mientras tanto, Siria había dado garantías a Rusia de que no utilizaría armas químicas en la lucha contra los insurgentes sirios y que protegería los arsenales. En diciembre de 2012 de nuevo volvieron a sonar las alarmas. Esta vez las informaciones sostenían la posibilidad de que Al-Assad emplease armas químicas contra su pueblo o países limítrofes al estar cada día más acorralado.
Ciertos informes de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, advertían sobre cajas de sarín cargadas en aviones, y el comienzo de la utilización de los misiles Scud era por demás de significativo: por un lado, era una señal de la posible desesperación del régimen que sufría esos días una gran presión, dando lugar a una escalada en el conflicto; por otro lado, estaba el temor de que utilizara los Scud con agentes químicos, un proyecto en que el régimen de los A-Assad trabajó con Corea del Norte aunque con resultados desconocidos.
El presidente Barack Obama volvió a advertir a Siria que cualquier despliegue de agentes químicos sería catastrófico: «El uso de armas químicas es y será totalmente inaceptable. Si se comete el trágico error de usar estas armas, habrá consecuencias y se les hará responsables de ellas». En su primer viaje oficial como presidente de Estados Unidos a Israel, en marzo 2013, volvió a repetir y se mostró preocupado porque Siria se convirtiera un «enclave del extremismo» y advirtió que el uso de armas químicas «cambiaría el juego» (a gamechanger).
Desde entonces, los informes de los servicios de inteligencia –franceses, británicos e israelíes, y luego estadounidenses– y fuentes independientes confirmaron su uso. A esto hay que sumar las acusaciones mutuas entre el gobierno y la oposición siria de haber empleado armas químicas, lo que pone en duda de que los arsenales de armas químicas estuvieran a buen recaudo.
La admisión de la Casa Blanca, en una carta enviada a miembros del Congreso el 25 de abril, sobre el uso de las armas químicas en Siria, pone presión sobre Obama para que tome cartas en el asunto. Ahora el gobierno se escuda en tres condiciones que se deben cumplir: que haya evidencias contundentes, que se hayan utilizado en cantidad significativa y que su uso haya sido deliberado.
No hay dudas sobre su utilización, pero a pequeña escala y, por tanto, de su uso táctico, pero no estratégico. Donde hay más incógnitas es en la utilización deliberada, pues no se sabe cómo se ha llevado a cabo y quién lo ha llevado a cabo, recayendo todas las dudas sobre la «cadena de custodia». Lo más razonable es pensar que hayan sido las fuerzas gubernamentales, pero luego se abre un abanico de posibilidades.
Por un lado, que la orden haya partido de Al-Assad para poner a prueba la reacción o los límites de la comunidad internacional antes de decidir o no, para ir un poco más allá. No sería la primera vez que lo hace ya se ha visto en cada paso del conflicto, en el que fue incrementando la violencia poco a poco. También existe la posibilidad de que haya sido una orden de mandos locales con el desconocimiento de Al-Assad, lo que pondría en evidencia la pérdida de control del gobierno.
Por otro lado, tampoco se descarta el posible uso por parte de la oposición para «obligar» a Estados Unidos a involucrarse en el conflicto. Esta es una posibilidad delicada ya que significaría dar a Irán, Hezbolláh y Rusia una fuerte coherencia estratégica en su posición ante el conflicto, y debilitar la de aquellos que han trabajado con la oposición.
Pero en este caso, pese a ser controvertido, hay una cantidad de imágenes y vídeos enviados desde la zona, desde unos barrios cercanos a Damasco no lejos de la frontera. Se ven personas, decenas, con las pupilas dilatadas, espuma en la boca, cuerpos inertes, etc. Parecen verosímiles por la cantidad y la variedad, no dan la impresión de ser un montaje.
Sin embargo, no se entiende por qué el gobierno sirio lanzaría gases prohibidos a los tres días de la llegada de una misión de expertos de la ONU, que visita el país para investigar si Siria ha hecho uso de los gases. Si los expertos solicitan trasladarse a un barrio ubicado a pocos kilómetros del centro de la capital, una negativa aumentaría las sospechas ¿qué tendría que inventar el gobierno para tal negativa?
El ministro de exteriores británico lo tacha de «escalada pavorosa», que el Consejo de Seguridad de la ONU se reúne de urgencia en la noche del día 21 de agosto. Las posiciones en el Consejo serán las mismas de siempre. Occidente acusando y Rusia negando, sosteniendo que es una provocación para desprestigiar a Al-Assad, seguirá protegiendo a su aliado. Obama, de su lado, ya dijo hace un par de meses que el uso del gas sería cruzar una línea roja, casi implicando que su gobierno actuaría, no creo que lo haga.
Hay temas más candentes que lo de Siria, a pesar de que ya se cuentan 100.000 muertos en dos años. Mientras la diplomacia estadounidense sigue pensando sobre lo que significa el costoso esfuerzo, para sacar del poder a Al-Assad y que su lugar lo ocupen grupos fundamentalistas y extremistas. Dijo Putin: «hay mercenarios de países árabes, occidentales e incluso de Rusia luchando en Siria ¿Acaso no volverán a nuestros países con toda la experiencia adquirida allí?», y «En Siria no hay una batalla por la democracia, sino un conflicto armado entre el Gobierno y la oposición en un país multireligioso», agregó.
Sobre las armas químicas admite que «no hay dudas de que se han usado gas venenoso en Siria», pero considera que «hay muchas razones para creer que no lo ha usado el Ejército sirio, sino las fuerzas opositoras para provocar la intervención de sus poderosos patrocinadores extranjeros», es decir, crear un casus belli, en clara alusión a Arabia Saudita y Turquía.
En un editorial del «The New York times», Putin desafió a Obama, advirtiéndole que una intervención militar podría «ampliar el conflicto más allá de las fronteras sirias», para Putin, la soberanía de sus aliados no es negociable, y mucho menos si incluye la intención oculta de instaurar regímenes favorables a Estados Unidos, en las cercanías de la Federación rusa.
Estados Unidos cree tener evidencia del uso de armas químicas en el conflicto civil en Siria, basado en sus servicios de inteligencia y secundado por los gobiernos de Reino Unido, Francia e Israel. Aunque manifiesta cierta ambigüedad con respecto a la evidencia, es la primera vez, desde el inicio del conflicto en 2011, que el gobierno se ha referido a las pruebas que el régimen de Al-Assad, habría utilizado pequeñas cantidades del gas sarín contra su pueblo.
Tanto el Pentágono como los legisladores, quienes recibieron el comunicado de la Casa Blanca al respecto, describieron la situación de seria e intolerable. El gobierno de Obama quiere corroborar con absoluta seguridad la evidencia, pero se puede ver ahora obligado a iniciar una intervención militar, que no quiere ni necesita. Pero si no lo hace corre el riesgo de perder credibilidad por no cumplir sus amenazas.
La Casa Blanca envió una carta al Congreso en respuesta a las preguntas formuladas por un grupo de senadores sobre el uso de armas químicas por el régimen sirio o elementos asociados con éste. Según el portavoz, el comunicado expresa que, con «niveles varios de certidumbre», las agencias de inteligencia estadounidenses creen que el gobierno de Siria utilizó una cantidad pequeña del agente químico sarín.
La evidencia se evaluó parcialmente en base de muestras fisiológicas tomadas de supuestas víctimas, no obstante, no pueden confirmar cómo ocurrió el contacto con el químico ni bajo qué condiciones. Debido a la gravedad, Estados Unidos exhortará a una investigación y evaluación más profunda de toda la evidencia por parte de sus agencias de inteligencia y de Naciones Unidas para corroborar absolutamente los hechos, añadió el portavoz en Washington.
Reino Unido, Francia e Israel sostienen que las pruebas del uso de esas armas prohibidas son definitivas pero algunos analistas las consideran aún muy ambiguas. En un ambiente de guerra civil, es muy difícil saber con certidumbre qué pasó y quién es responsable, hubo acusaciones mutuas tanto del régimen como de los rebeldes sobre el uso de químicos. También hay que tener en cuenta la lógica de las fuentes que se utilizan para obtener la evidencia.
Reino Unido y Francia están pidiendo una mayor intervención, lo mismo Qatar, Arabia Saudita y Turquía. Todos tienen sus razones para que Estados Unidos se involucre militarmente. Tal intervención llegaría en un mal momento, apenas se está acabando con dos costosas guerras en Irak y Afganistán y, la crisis económica ha puesto los recortes al presupuesto militar como una de los puntos clave en la agenda del gobierno.
Los legisladores que exigieron una respuesta de la Casa Blanca sobre su evaluación de la guerra civil en Siria están alarmados con la evidencia recibida este jueves. La senadora demócrata Diane Feinstein, directora del Comité de Inteligencia del Senado, declaró en un comunicado su preocupación. «Está claro que las ‘líneas rojas’ se han cruzado y que se debe tomar acción para evitar un uso (de armas químicas) a mayor escala». El senador John McCain recomendó que se tome acción y recordó que Obama dijo que si Bashar al-Assad utilizaba armas químicas, sería el factor que cambiaría el «curso del juego».
Ambigüedad para unos o prudencia para otros, no ha evitado una lluvia de críticas, dentro y fuera del país, contra Obama por poner en tela de juicio la credibilidad de Estados Unidos con su juego de palabras. Ahora quiere reinterpretar la «línea roja» de la forma más laxa posible, incluso casi renunciando a ella. En la rueda de prensa del 30 de abril, dejó claro que no es un asunto exclusivo de Estados Unidos sino de la comunidad internacional, justo aquella que ahora le pide que ejerza un mayor liderazgo en el asunto y en la región.
Con Obama en el poder, no es un secreto, la capacidad estadounidense de influir en la zona cayó de forma dramática. Y también que países como Arabia Saudí, Qatar, Turquía, Jordania, el Reino Unido, Francia e Israel, no han intervenido sin Estados Unidos. ¿Entonces qué liderazgo debe ejercer Washington? Obama tiene razón al afirmar que un «cambio de juego» involucra a muchos más países, y también que sin «evidencias sólidas y efectivas» sobre el uso de las armas químicas no sería posible movilizar a la comunidad internacional.
Barack Obama ha fracasado a la hora de adaptar sus palabras y su retórica a las nuevas circunstancias. ¿Qué hacer ahora? Cuando hay un presidente sin voluntad de una intervención militar en Oriente Medio, y más cuando crecen los temores de que lo que venga después de Al-Assad puede ser incluso peor de lo que hay ahora.
Descartada el poner «botas en el terreno», y para destruir el arsenal químico desde el aire, solo Estados Unidos y algún país occidental tienen capacidad para ello, pero Obama no lo contempla. Tampoco es solución establecer una zona de exclusión aérea, ya que una zona de exclusión aérea no va a frenar la artillería, no va a acabar con los Scud, ni con los ataques contra los países vecinos. Continuarían muriendo sirios, se cometerían errores.
Barack Obama quiere apostar fuerte en el ámbito diplomático, en un ámbito que ha fracasado hasta ahora, dándole a Rusia una posición cada vez más estelar. A Obama se le han ido cerrando las opciones de contener el deterioro de la situación en Siria al tiempo que ha crecido el peligro de que esa guerra degenere en contra de la estabilidad de la región.
Los rusos, a quienes se les ha acusado de apoyar la violencia de Al-Assad contra su pueblo, de no renunciar al negocio de venta de armamento al régimen sirio y de no poner en juego la única salida que tiene al mar Mediterráneo. Sin embargo, han tomado una decisión estrictamente politica, no quieren la intervención que hubo en Libia porque las consecuencias en Siria serían mucho más catastróficas.
Libia que se encuentra en la periferia del «gran Oriente Medio» y apenas cuenta con 7 millones de personas, en Siria hay 24 millones de habitantes que comparten frontera con Irak, Líbano, Israel y Turquía. Un compromiso de Estados Unidos y de Rusia es hoy la única salida que queda para salir de la vorágine siria. Habrá que esperar que la retórica, la palabrería de Obama sobre la «línea roja» sirva al menos para impulsarlo.
Pero el ejercicio del gobierno no pasa por andar haciendo discursos, la palabrería hueca sirve para esto, y pensar que hubo cientos de millones de tontos que decían: ¡Qué bien que habla Obama!
Barack Obama calificó como «una guerra idiota» la llevada a cabo por George Bush Jr. Maureen Dowd, columnista del diario «The New York Time», dijo: «En la vida y, especialmente, en Washington, la gente suele a veces terminar convirtiéndose en aquello que despreciaron». En el barrio dirían «no hay que escupir para arriba».
La revista Time lo calificó en su portada: «El guerrero infeliz», y en estas semanas le dijeron que era un incompetente, dubitativo, inconsistente, un líder mermado que supera al ex presidente James Carter en vacilación, el nuevo «Hamlet» de la Casa Blanca, que malinterpreta el liderazgo y que con su «I believe we must act» («yo creo que debemos actuar») parece «pedir favores más que dar órdenes».
Es cierto, que Barack Obama heredó las guerras de Irak y Afganistán, pero en 2009, aumentó las tropas en el país afgano. Impulsó y contribuyó con la coalición que atacó desde el aire a Libia y terminaron con Gadafi, dio la orden y monitoreó la operación encubierta en Paquistán que mató a Osama Ben Laden, el mismo que, como reconoció la Casa Blanca, revisaba personalmente y elegía los blancos cada semana, para que los aviones no tripulados atacaran en Yemen y otros países.
«No es una guerra. Nadie habla de guerra, se trata de un ataque que puede ser increíblemente pequeño», decían desde el gobierno. Todo ataque de un Estado a otro Estado es un acto de guerra. La guerra se da entre Estados. Son las Guerras del género tres, son las guerras entre Estados, las guerras en sentido estricto, según la clasificación taxonómica de las guerras que hace Gustavo Bueno.
Dicen los seguidores o amantes del ajedrez, que un principio básico es: «Jamás realizar movimientos imprudentes con los peones. Porque no se los puede hacer retroceder». Y mucho menos si estos peones son unos simples «pescados», aunque ellos se crean que son sujetos de la Historia.