

Serie Roja— 26
EL FINAL DE MIJAÍL GORBACHOV
NAVIDAD EN WASHINGTON
El día 23 de diciembre Boris Yeltsin fue a ver a Mijaíl Gorbachov para resolver el traspaso del poder. Unos días atrás habían quedado que ese traspaso se llevaría a cabo a principios de enero, pero Yeltsin no quería esperar has a entonces. En Almaty, Boris Yeltsin había discutido con los otros gobernantes el futuro de Gorbachov, en algo habían acordado y era en tratarlo con respeto y permitirle su dimisión, dotarle de una pensión acorde a su estatus.
En esa conversación Yeltsin les pidió a los otros lideres que contribuyeran a mantener a Gorbachov, pero parece que estos consideraban que Rusia era rica para alimentar a Gorbachov. Yeltsin pidió comportarse con Gorbachov civilizadamente y no como a sus predecesores que terminaron siendo acusados como enemigos del pueblo. El 23 de diciembre los periodistas apostados en el Kremlin pidieron a ambos dirigentes una foto al momento del saludo, Gorbachov acepto y Yeltsin se negó.
Mijaíl Gorbachov ya le había comunicado al canciller alemán, Helmut Kohl, que si se aprobaba la creación de la Comunidad tal como estaba planteada, él renunciaría a su cargo. Mediante una carta abierta a los participantes de la cumbre intento influir en la decisión de los asuntos de la falleciente URSS y tener algo mas de vida política y no consiguió nada. Mientras se produjo la irrupción de Boris Yeltsin en el Kremlin, Gorbachov se disponía a grabar su último discurso a los ciudadanos de la extinta Unión Soviética.
Al principio estuvieron solos, pero luego se sumaron los jefes de las respectivas administraciones para levantar el acta del acuerdo. La reunión duró unas ocho horas y lograron acordar el calendario para la transición política. Gorbachov pronunciaría el discurso de dimisión el día 25 por la tarde y a posteriori firmaría decretos renunciando a su cargo de presidente de la URSS y de comandante en jefe de las fuerzas armadas soviéticas. Luego entregaría el maletín nuclear a Yeltsin y a Sháposhnikov.
Acordaron también que desalojarían los despachos antes del 29 de diciembre y la bandera roja de la URSS que ondeaba en la torre del Kremlin se arriaría el día 31. Se dijo que el tono de la reunión fue frio, según recordaría Yákolev, aunque Gorbachov y Boris Yeltsin se comportaron con dignidad, «respetándose el uno al otro», al rato discutían, pero con acritud. Gorbachov se abstendría de criticar a Yeltsin en los meses siguientes, el periodo mas duro de las reformas económicas, y Boris Yeltsin permitiría a Gorbachov crear y dirigir una fundación para promover la investigación sobre asunto sociales, políticos y económicos, pero se mantendría al margen de la política.
También fue acordado el traspaso del archivo presidencial, Mijaíl Gorbachov le entregó a Yeltsin el contenido de una de sus cajas fuertes, se trataba de una serie de documentos secretos que cada jefe del partido desde Josep Stalin había pasado a su sucesor. Entre ellos estaba el mapa adjunto a los protocolos secretos del pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, que tanto los izquierdistas lo negaron, un pacto entre la Alemania nazi y la URSS que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, y al reparto de varios países de Europa.
También estaban los informes sobre Lee Harvey Oswald y el asesinato del presidente John Kennedy, que demostraba que los servicios de inteligencia soviéticos no tenían no tenían nada que ver con ese asunto, los documentos de la investigación interna sobre la masacre de Katyn, ocurrida en la primavera de 1940, en la que miles de prisioneros polacos murieron a manos de la NKDV soviética. Boris Yeltsin se negó a recibirlos no quería ser cómplice del ocultamiento de los trapos sucios del partido.
«Eran asuntos de política exterior, a cuál más turbio. Le dije: “!No sigas, por favor! Deja esos papeles en los archivos, y te harán firmar la entrega. No quiero saber nada de ellos, ¿Por qué iba a hacerme responsable? Tú ya no eres secretario general, y yo no lo he sido ni lo voy a ser”», así le contaría más tarde Boris Yeltsin al antiguo ministro de Asuntos Exteriores Soviéticos, Boris Pankin. Los colaboradores de Yeltsin recogieron los documentos al final de la reunión y los depositaron en los archivos, al menos su mayor parte. Aleksandr Korzhakov diría luego que Boris Yeltsin guardó unos cuantos en su caja fuerte personal.
Se acordó que el salario de Gorbachov sería igual al de entonces, unos cuatro mil rublos, suma muy alta para la URSS de entonces, pero que en el mercado negro ascendía a unos 48 dólares, también se le ofreció un terreno boscoso de 16 hectáreas en las afueras de Moscú, un apartamento más pequeño que el que tenía entonces, dos coches y veinte empleados entre cocineros, asistentes y guardaespaldas. Pero no le ofreció inmunidad legal, dos días después Yeltsin declararía a los medios de comunicación que, si Mijaíl Gorbachov se consideraba culpable de algún delito, era el momento de confesarlo.
También diría Yákolev que cuando pasó a la sala privada a la que se había retirado Gorbachov, para ver cómo estaba lo encontró muy desanimado, «Estaba echado en el sofá, con los ojos llorosos», luego le diría Gorbachov: «Ya ves como son las cosas Sash», «Lo consolé como pude. Pero yo también tenía un nudo en la garganta. Sentía tantra lastima de él que se me saltaron las lágrimas. Me parecía injusto lo que había ocurrido. El hombre que había operado cambios decisivos en su país y en el mundo y decidió el destino de miles de millones de personas era ahora víctima indefensa del último capricho de la historia», Mijaíl Gorbachev pidió agua, y luego dijo que quería estar solo, contaría Yákolev.
Boris Yeltsin abandonó los despachos del ex presidente soviético más seguro de sí mismo que nunca. Yákolev contaría en sus memorias que lo vio «caminar con paso firme, como si fuese un conquistador». Horas después el presidente Yeltsin llamó al presidente George Bush, quería informarle sobre el traslado del poder y el resultado de la reunión. «Hola, Boris, ¡feliz Navidad!», se oyó al otro lado de la línea. Yeltsin le devolvió los deseos y pasó a hablar lo acordado en Almaty y del control unificado de las armas nucleares, y el compromiso de desnuclearización de Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán, también le comunicó de la asignación que recibiría Gorbachov.
«Gorbachov está satisfecho. Se le está tratando con respeto, tal y como acordamos. Repito que está satisfecho, y ya he firmado el decreto correspondiente», luego, dijo: «Una vez que el presidente Gorbachov hay anunciado su dimisión el 25 de diciembre, se le cederá el control nuclear al presidente de Rusia en presencia de Sháposhnikov. Nadie más lo tendrá». George Bush expresó su satisfacción. Boris Yeltsin le pidió a Bush que reconociera al nuevo país lo antes posible, y además la transferencia de la URSS a Rusia del puesto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que acelerara el envío de ayuda humanitaria.
El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov pensaba cumplir con lo acordado con Boris Yeltsin dos días antes. A las 19:00 horas pronunciaría su discurso de despedida, luego firmaría los decretos de dimisión y entregaría los códigos nucleares. Gorbachov le había dicho al director de la televisión soviética, Yegor Yákolev, darla a conocer en directo uno o dos días después. Gorbachov sugirió el día 23 de diciembre, pero Yákolev le aconsejó a su jefe que esperara un día más, el día de nochebuena era muy importante de las vacaciones y el público televisivo debía celebrarlo en paz.
Yegor Yákolev estaba pensando en el público occidental, ya que la navidad ortodoxa, marcada por el calendario juliano, se celebraba trece días después, el 7 de enero. En ese entonces la televisión soviética ya no la controlaba Yákolev, sino el equipo de Boris Yeltsin. En ese entonces los únicos equipos de televisión que se podían conseguir eran estadounidenses. «si Yegor Yákolev no hubiese traído a [los periodistas de la cadena] ABC, que se pasaban el día en los pasillos [del Kremlin], grabando todo lo que ocurría […] M [ijaíl] S [ergéyevich] habría sufrido un bloqueo informativo hasta el último día», anotaría Anatoli Cherniaev en su diario.
El equipo de la ABC estaba encabezado por el conocido locutor Ted Koppel. Y CNN con su director, Tom Johnson, al frente, CNN había obtenido los derechos exclusivos de emisión del discurso de Gorbachov fuera de la URSS. Los asesores de Gorbachov habían elegido mal el día para emitir el discurso, cuando quisieron contactar Camp David para que Gorbachov hablase por última vez con George Bush, la embajada de Estados Unidos estaba cerrada por navidad, y Boris Yeltsin entonces ya controlaba el ministerio de Asuntos exteriores soviético.
Pável Palazhchenko, el traductor de Gorbachov pudo contactarse con el centro de operaciones del Departamento de Estado a través de una línea de telefonía normal. Ambos mandatarios pudieron hablar a las 10:00 horas, hora de Washington, las 17:00 en Moscú. Faltaban dos horas para que Gorbachov pronunciara su discurso final. «Feliz navidad a ti, a Barbara y a toda la familia. Estaba dudando de si leer mi declaración hoy o el martes, pero finalmente he decidido hablar esta tarde», dijo Gorbachov. «M. S. le habló casi con familiaridad […] al estilo ruso […] como si fuesen amigos. Bush abandonó su circunspección por primera vez y lo colmó de elogios», dijo Anatoli Cherniaev.
Pável Palazhchenko, escribió en sus memorias: «Parecía algo irreal: mientras el presidente daba los últimos retoques a su discurso y al decreto por el que cedía a Yeltsin el control de las armas nucleares, los técnicos de televisión iban y venían atareados, comprobando los cables y los micrófonos. ¿Quién habría imaginado una situación así hacía apenas un año antes?». Con su llamada a George Bush, Gorbachov reconocía a Estados Unidos como la única superpotencia que quedaba.
También fueron los estadounidenses quienes le dieron a Gorbachov la pluma o lapicera con el que firmó los decretos. Cuando iba a firmarlos, Gorbachov se dio cuenta de que su bolígrafo no escribía bien, por tanto, el presidente de la CNN, Tom Johnson, le extendió su bolígrafo, una Montblanc que le había regalado su esposa por las bodas de plata. Gorbachov vaciló. «¿Es americana?», le preguntó. «No, es francesa o alemana, señor presidente», contestó Johnson.
El acto final comenzó a las 19:00 horas, hora de Moscú, y fue la primera de Gorbachov en ser emitida en directo para la URSS y el resto del mundo, para la URSS se encargó la televisión estatal soviética, de lo segundo, la CNN. El secretario de prensa Andréi Grachov diría después que a Gorbachov le tembló la voz al principio, pero no logró mucho tiempo en recuperar la compostura. «Estaba tranquilo. No vacilaba en mirar el texto cuando hacía falta, y todo salió bien desde el primer momento». Los asesores le habían preparado distintos discursos a Gorbachov, pero fueron rechazados.
«Querido compatriotas y conciudadanos. En vista de la situación creada por la fundación de la Comunidad de Estados Independientes, he decidido cesar en mi cargo de presidente de la Unión Soviética. Lo hago por una cuestión de principios». Lo dicho por Gorbachov era confuso, no se podía entender cómo podía dimitir por la liquidación de la URSS y la del cargo de presidente y que sea por una cuestión de principios. «Me he declarado partidario convencido de la independencia y la libertad de los pueblos y de la soberanía de las repúblicas, pero también de salvaguardar el estado unitario y la integridad del país».
Pero las clases dirigentes de esas repúblicas sabían que eso no era cierto, no podía defender esas libertades y a la vez al Estado que quería prohibirlas. Soberanía e independencia no significaba lo mismo para la clase política del régimen soviético que para el resto del mundo. En cambio, fue claro al exponer lo que había logrado, y esto era poner fin a la Guerra Fría, acabar con el sistema totalitario, democratizar la política soviética y abrir el país al mundo.
Los ciudadanos de la URSS no le reconocían ningún mérito y no querían oírle hablar, como presidente se pasó su mandato haciendo discursos en la que nadie creía, lo único que cambiaba y para peor, era la situación económica. Algunos sentían lastima por él, pero nadie quería que siguiera en el cargo. Hay que reconocer que Gorbachov era un demócrata, pero paradójicamente nunca se había sometido al dictamen de las urnas, y lo peor, no supo dejar el poder en el momento adecuado.
Se había previsto que Boris Yeltsin acudiera al despacho de Gorbachov para recibir el maletín nuclear, Gorbachov concedió una breve entrevista a la CNN, luego se dirigió a su despacho y se encontró a Sháposhnikov y a nadie más. El mariscal se tuvo que ocupar del traspaso, Boris Yeltsin no quiso concurrir. A Boris Yeltsin le había molestado el discurso, le disgustó que no mencionara el traspaso del poder al presidente ruso, y que se atribuyera todo el mérito de la democratización de la URSS.
Cuentan que Yeltsin, después de ver un rato la televisión, había apagado muy furioso la televisión. La tregua acorada la daba por terminada. Luego del día 23, Yeltsin les había dicho a sus colaboradores que ya no volvería a ver a Mijaíl Gorbachov en su despacho, el discurso fue la excusa perfecta. Yeltsin le hizo llegar una proposición de encontrarse en el salón Santa Catalina. Este salón era para recibir a los visitantes extranjeros, lo que quería decir Yeltsin era quien iba a ver a quien. Gorbachov que ya estaba molesto tras el encuentro con Sháposhnikov, rechazó la oferta. No quería encontrarse con Yeltsin y no consideraba a Rusia un país extranjero.
Pero habría algo más, Boris Yeltsin ordenó arriar de inmediato la bandera roja de la Unión Soviética que ondeaba en el Kremlin, no respetando el 31 de diciembre que estaba previsto. La bandera soviética fue bajada media hora después del discurso de Gorbachov. Mijaíl Gorbachov diría en sus memorias: «Hacía unos minutos que había dimitido, y ya se me estaba desairando». Mijaíl Gorbachov quería guardar la bandera como recuerdo, pero los guardias del Kremlin, que ya no estaban ni respondían a sus órdenes, se la llevaron enseguida.
Luego de 75 años después de instaurarse el régimen soviético, la bandera roja de la URSS fue sustituida por la roja, azul y blanca de Rusia. La recién creada Comunidad (CEI) aun no tenía bandera, y en el caso de izarse tendría que ser en Minsk y no en Moscú. El ex presidente Gorbachov, según recuerda Grachov, «celebró la cena de despedida en la sala de Nogal con apenas cinco miembros de su círculo. Los políticos de la nueva Rusia y de los estados independientes de la Comunidad se lo debían todo, pero ni uno solo lo había llamado para expresarle su agradecimiento, o por lo menos su solidaridad».
Sin embargo, los únicos que lo llamaron para desearle un buen retiro eran los occidentales, como el canciller de la Alemania reunificada, Helmut Kohl, el primer ministro británico, John Major, y el ministro de Asuntos Exteriores alemán Hans Dietrich Genscher. Mijaíl Gorbachov abandonó el Kremlin la madrugada del día 26, pero en Washington aun era el día de navidad, George Bush se dirigió a la Casa Blanca para dirigirse a la nación desde el Despacho Oval. El discurso se emitiría en directo a las 21:00 horas, hora de Washington, en Moscú sería la primera hora de la mañana.
El funcionario del Consejo de Seguridad Nacional, Ed Hewett, especializado en la Unión Soviética y su ayudante, Nick Burns, se encontraban retocando el borrador del comunicado que emitiría el presidente. Estos eran partidarios de un discurso que explicara de la importancia del hundimiento de la URSS, pero el presidente George Bush se resistía. Al confirmar el general Brent Scowcroft que no habría discurso. Estos dos funcionarios se pusieron a escribir un comunicado que rendía homenaje a Mijaíl Gorbachov, reconociendo su papel histórico y su contribución para poner fin a la Guerra Fría.
El borrador de Ed Hewett y Nick Burns decía: «haber transformado profundamente una dictadura totalitaria y liberado al pueblo soviético de la opresión», elogiaba su papel en el plano internacional, actuando «con audacia y decisión para poner fin a las tensiones de la Guerra Fría, y contribuyendo así a reconstruir una Europa libre y unida». Como ejemplo citaban la colaboración de la Unión Soviética en la Guerra del Golfo, los acuerdos de paz de Nicaragua y Namibia y el avance en las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Robert Teeter, el asesor electoral, estuvo de acuerdo con el texto de Hewett y Burns y propuso que el texto se convirtiera en discurso. Scowcroft y Fitzwater se encargaron de comunicarle a estos dos funcionarios. «la agonía del comunismo me obligó a trabajar en nochebuena y navidad, escribiendo el discurso que el presidente pronunciaría por la noche. No les sentó muy bien ni a Libby ni a las niñas, ¡pero ya trataré de compensarlas», diría Burns. A las 21:01 horas, el presidente George Bush se dirigió al país, el discurso duró siete minutos y comenzó así:
«Buenas noches y feliz navidad a todos los ciudadanos de este gran país. En los últimos meses henos asistido a uno de los acontecimientos capitales del siglo XX: la transformación profunda de un país, la Unión Soviética, sometido a una dictadura totalitaria, y la liberación de sus pueblos. Durante cuarenta años, Estados Unidos ha capitaneado la lucha occidental contra el comunismo y la amenaza que supone para nuestros valores más preciados. Esta lucha ha marcado la vida de todos los estadounidenses y ha hecho gravitar sobre todos los países la amenaza de la destrucción nuclear. Pero el enfrentamiento ha terminado. El peligro nuclear existe, pero es mucho menor. Europa oriental ya es libre, y la Unión Soviética ha desaparecido. Es una victoria para la democracia y la libertad. Es una victoria para la superioridad moral de nuestros valores».
Hasta las últimas semanas de vida de la Unión Soviética, Bush se había opuesto a su desintegración y había intentado mantener a Mijaíl Gorbachov en el poder a toda costa. Lo lamentable es que, una vez que Gorbachov había dimitido, George Bush y sus colaboradores se atribuyeron el mérito de lo que querían evitar. Esta euforia respondía, por un lado, a la mala marcha de la campaña política, y la euforia que se había desparramado entre sus colaboradores. Los ciudadanos de origen ucraniano y los de la Europa del este se lo harían pagar por esa traición en las elecciones.
El presidente George Bush, aprovechó la ocasión para reconocer a los estados independientes que surgieron de los escombros del imperio soviético. «Estados Unidos celebra el surgimiento de una Rusia libre, independiente y democrática, guiada por el valeroso presidente, Boris Yeltsin», o lo que en política se conoce como: «!Muerto el rey! ¡Viva el rey!». Armenia, Ucrania, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán, estos últimos cuatro países que Baker había visitado días antes, obtuvieron reconocimiento estadounidense.
En cuanto a las otras repúblicas como Moldavia, Turkmenistán, Georgia, Azerbaiyán, Tayikistán y Uzbekistán, Estados Unidos establecería relaciones diplomáticas con ellas una vez que se hubiesen comprometido a cumplir con los principios enumerados por James Baker, como los demás estados postsoviéticos. Unos días después, James Baker le escribió una carta a Mijaíl Gorbachov en la que le reconocía sus logros: «Comprendiste lo insensato de perpetuar la rivalidad entre dos superpotencias y el aislamiento internacional de tu país».
El día viernes 27, Boris Yeltsin ingresó en el despacho acompañado de su consejero, Gennadi Burbulis, su jefe de propaganda, Mijaíl Poltoranin, y el presidente del parlamento ruso, Ruslan Jasbulátov. Lo que sucedió en ese lugar lo sabemos por testimonios de los partidarios de Gorbachov. Antes de ingresar, Yeltsin le ordenó al secretario que se encontraba de servicio: «Enséñamelo». Entonces se dirigió a la sala privada que Gorbachov y sus predecesores lo utilizaban para descansar, vio otra mesa y se puso a abrir los cajones. Uno de ellos estaba cerrado, Yeltsin exigió las llaves, pero el funcionario que las guardaba tardó un buen rato en aparecer.
Boris Yeltsin se fue a su despacho y abrió una botella de whisky para celebrar la ocupación. Eran las 08:30 horas. «!Mírame bien! ¡Porque pienso volver!», le dijo al secretario. Mijaíl Gorbachov dijo: «fue el triunfo de los saqueadores, no se me ocurre otra palabra para describirlos». Gorbachov se enteró por el secretario que lo llamó por teléfono. Yeltsin acababa de romper el acuerdo que tuvo con Gorbachov para que el soviético pudiera usarlo hasta el domingo. Esa mañana el ex presidente iba a tener una entrevista con unos periodistas japoneses, y tuvo que buscar otro despacho.
Anatoli Cherniaev se indignó por la conducta de Boris Yeltsin, pero también criticó a Gorbachov: «¿Por qué humillarse de ese modo? ¿Por qué ir al Kremlin? […] ¡Ya han cambiado la bandera de la cúpula de la sala Sverdlovsk [o Santa catalina, en el palacio del senado], y él ya no es presidente! ¡Que pesadilla! Y el otro [Yeltsin] es cada vez mas impresentable. No respeta nada ni a nadie». La tarde del 25 cuando estaba Gorbachov dando arreglos al discurso, su mujer Raisa lo llamó por teléfono para avisarle que unos funcionarios del Kremlin se habían presentado en el piso que ocupaba el matrimonio, para comunicarles que tenían dos horas para desalojarlo.
El periodo de transición acordado duraría hasta los primeros días del año nuevo, y luego de este plazo, cabía la posibilidad de esperar cierto tiempo por respeto. Contó Cherniaev que Gorbachov «montó en cólera, se puso rojo, hizo varias llamadas, y soltó una sarta de palabrotas». Los hombres de Yeltsin cedieron y le otorgaron un día más. Gorbachov recuerda en sus memorias que había «montones de ropa, libros, platos, carpetas, periódicos, cartas y Dios sabe que mas desperdigados por el suelo», tuvieron problemas en encontrar un camión para la mudanza.
Raisa y su hija Irina Gorbachov recogieron las pertenencias de la familia con la ayuda de sus guardaespaldas. Raisa había quemado su correspondencia personal con Mijaíl e Irina había hecho lo mismo con su diario. «A fin de cuentas llevábamos un tiempo viviendo como si estuviéramos de prestado. Todo estaba en el aire. No sabíamos quien iba a irrumpir en la casa, si el KGB o los demócratas», recordaría la hija de Gorbachov. La indignación de Mijaíl Gorbachov estaba justificada, pero lo pasaron peor sus predecesores.
Nunca abandonaron el poder de manera voluntaria, o morían en el cargo o caían en desgracia y eran destituidos. Este tipo de manejos llegó hasta la época de Gorbachov, así lo recuerda Aleksandr Yákolev como había sido despejado de sus privilegios como miembro del politburó una vez que fue defenestrado con la venia del presidente: «En cuanto ingrese en el politburó, me llevaron a cas a con mis guardaespaldas en un coche nuevo. Sin embargo, nada mas aceptar Gorbachov mi dimisión, me quitaron el coche y me ordenaron abandonar la dacha antes de las once de la mañana del día siguiente».
Rápidamente se difundió por todo Moscú la noticia de la rapidez con la que se había apropiado Yeltsin del despacho de Gorbachov y que había mandado a expulsar a su familia de la casa. Boris Yeltsin en sus memorias niega «el rumor difundido por la prensa, según el cual prácticamente arrojamos las pertenencias del exsecretario general de su despacho del Kremlin». También aseguró que al matrimonio Gorbachov se le dio tiempo suficiente para mudarse, y los posibles excesos lo atribuye a la desavenencia entre funcionarios, «inevitables» dadas las circunstancias.
Uno de esos funcionarios, Aleksandr Korzhakov, dice que le había pedido casi a diario a los guardaespaldas de Gorbachov que le recordasen que tenía que desalojar su casa de campo. El argumento usado por Korzhakov era la siguiente, según este funcionario, aparte de Barvika-4 [así llamaba el personal de seguridad a la casa], no había ninguna residencia del estado fuera de Moscú que contara con el equipo de comunicación que requería el presidente del país y comandante en jefe de las fuerzas armadas.
Mijaíl Gorbachov tenía que ser evacuado antes o después del despacho y las viviendas del Estado que ocupaba, pero Boris Yeltsin se ensañó con el ex presidente y su familia. Todo apunta a que Yeltsin tomaba revancha del trato recibido él y su mujer Naína, de parte de Mijaíl Gorbachov y sus subordinados. Boris Yeltsin, en noviembre de 1987 intentó suicidarse luego de la derrota que había sufrido en una sesión del politburó, y cuando se estaba recuperando en una clínica de Moscú, Mijaíl Gorbachov ordenó a los hombres del KGB que lo sacaran de la cama para llevarlo a la reunión en la que el Comité del Partido de la capital lo expulsaría de su cargo como secretario primero.
Boris Yeltsin dijo que necesitaba tiempo de ayuda para caminar, pese a sus quejas y la del ministro de Sanidad, que le había advertido del grave estado del paciente, Mijaíl Gorbachov hizo caso omiso. Cuando los hombres del KGB se presentaron en el hospital para llevarse a Boris Yeltsin, al que habían acabado de administrar unos analgésicos y antiespasmódico muy potentes, Naína Yeltsin, desesperada, los tachó de nazis y les pidió que le dijeran de su parte a Gorbachov que era un criminal.
Esos días finales de Mijaíl Gorbachov en su cargo, se puso de manifiesto el odio y la desconfianza que sentían uno por el otro. Sin embargo, estas consideraciones psicológicas, no debe ser argumento para provocar o evitar la caída de la Unión Soviética. Lo fundamental es el conflicto que se produjo entre las incipientes instituciones de la Federación Rusa y las otras repúblicas soviéticas. Ucrania estaba decidida a separarse de la Unión Soviética, y a Boris Yeltsin no le quedaba más que dos opciones: soportar la carga o el lastre del imperio o dejarlo que se fuera a pique, y soltarle la mano.
Como ya sabemos, tomó la segunda opción, los problemas con Gorbachov lo único que logró fue acelerar el proceso. Lo nematológico y lo tecnológico impuesto en la URSS había fracasado rotundamente, no pudo resistir el embate de su enemigo, Estados Unidos de Norteamérica.
12 de marzo de 2025