Cuadernos de Eutaxia — 9
EJÉRCITO NACIONAL REVOLUCIONARIO (ENR)
Augusto Timoteo Vandor, John W. Cook, Juan Perón, Andrés Framini – Rodolfo Walsh
El supuesto «Ejército Nacional Revolucionario» (ENR) fue un grupo guerrillero de extrema izquierda que surgió en 1969 en Argentina, y su área de operación fue el Gran Buenos Aires, y el fin, imponer el socialismo. Su duración fue muy breve, los atentados y sabotajes que cometió fueron adjudicados por el ENR a posteriori, lo que hace dudar y pone en duda su existencia.
El mayor atentado cometido fue el asesinato del dirigente gremial Augusto Timoteo Vandor, el Lobo, por medio del «Operativo Judas», el 30 de junio de 1969, hecho que no dio a conocer, según dijeron después, hasta no disponer de una fuerza suficiente para garantizar la continuidad de su acción. Alcanzado ese objetivo hizo público el atentado el 7 de febrero de 1971 en el Comunicado N° 3 del grupo, donde dieron a conocer veintisiete razones, por la que el grupo lo consideraba a Augusto Timoteo Vandor un «traidor a la patria».
El periodista Eugenio Méndez sostiene que el Ejército Nacional Revolucionario estaba conducido por Rodolfo Walsh y la integraba Raimundo Villaflor y que habrían matado posteriormente al dirigente sindical José Alonso, otros historiadores adjudican esa muerte al grupo «Descamisados» de Dardo Cabo, que luego sería absorbido por Montoneros.
Rodolfo Jorge Walsh Gill, fue periodista y escritor, descendiente de irlandeses. Cursó dos años de la carrera de Letras, pero lo abandonó para trabajar en los más diversos oficios: fue oficinista de un frigorífico, vendedor de antigüedades y limpiador de ventanas, lavacopas. Hasta 1957, su relación con grupos políticos fue casi nula. Entre 1944 y 1945 ingresó a la Alianza Libertadora Nacionalista, un grupo que según Walsh fue: «la mejor creación del nazismo en la Argentina… antisemita y anticomunista en una ciudad donde los judíos y la izquierda tenían peso propio». Fue antiperonista y apoyó el golpe que derrocó a Perón en 1955. En 1958, Walsh afirmó:
«No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo… Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No solo por apremiantes motivos de afecto familiar ―que los había―, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo… Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos del Dr. Ingalinella y los asesinos de Satanowsky».
En 1959, viajó a Cuba, donde junto con sus colegas y compatriotas como Jorge Masetti, Rogelio García Lupo (a quienes conoció durante su paso por la Alianza Libertadora Nacionalista). En febrero de 1961, sin conocimiento del gobierno cubano, Walsh envió un extenso reportaje a la revista Che de Buenos Aires revelando correspondencia del embajador de Estados Unidos en Guatemala y si bien no mencionaba los campos de entrenamiento, revelaba cómo había descifrado las claves. A Jorge Masetti lo habían renunciado de su cargo en la Agencia dos días antes de la publicación, el gobierno intervino la agencia y Walsh debió renunciar.
Fundó el semanario de la CGT de los Argentinos y lo dirigió entre 1968 y 1970, y que luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la (CGTA) se publicó en forma clandestina. A mediados de 1970, había empezado a relacionarse con el «Peronismo de Base», brazo político de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego de una escisión, producida por diferencias políticas, un sector de esta organización se fusionó con Montoneros. Allí, su nombre de guerra fue «Esteban», luego, «El Capitán», «Profesor Neurus» o «Neurus».
En 1974 comenzaron las diferencias de Rodolfo Walsh con la dirigencia del movimiento Montonero, a partir del pase a la clandestinidad decidido por la misma. A finales de 1975 algunos oficiales, entre los que estaba Rodolfo Walsh, comenzaron a elaborar documentos afirmando que Montoneros debía «volver a integrarse al pueblo, separar a la organización en células de combate estancas e independientes, distribuir el dinero entre las mismas y tratar de organizar una resistencia masiva, basada más en la inserción popular que en operativos del tipo foquista».
Walsh había sido citado por un contacto para encontrarse en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, algunos creen que fue una entrega, allí lo esperaba un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, le dieron la orden de entregarse, pero Walsh se resistió, sacó una pistola Walther PPK calibre 22 y logró herir a un atacante, pero fue acribillado por una ráfaga de FAL. Herido de muerte, fue subido al auto y secuestrado. Desde entonces permanece desaparecido. Walsh con el tiempo se ha convertido en una especie de santo y no se puede decir nada de él, fue sobrevalorado por los izquierdistas, como es lógico.
Raimundo Aníbal Villaflor, fue trabajador metalúrgico, sindicalista, político, guerrillero marxista, militó en la Resistencia Peronista. En los 60 militó en la Unión Obrera Metalúrgica en el sector opuesto a Augusto Vandor y luego se acercó a la agrupación Acción Revolucionaria Peronista (ARP) de John W. Cooke y Alicia Eguren, su mujer, en cuya representación Villaflor viajó a Cuba en 1968. Se incorporó a la organización guerrillera «Fuerzas Armadas Peronistas» y a mediados de 1970 integró su dirección.
Raimundo Villaflor junto con Jorge Caffatti conformó un sector interno llamado «Alternativa Independiente» opuesto a la candidatura por el peronismo de Héctor J. Cámpora, lo que motivó una escisión, Raimundo Villaflor quedó con las «FAP Comando Nacional», que propiciaba la continuación de la acción armada y se distanciaron de Perón. A raíz de la represión debió suspender la actividad política y el 4 de agosto de 1979 fue detenido y, se presume, muerto cuatro días después.
En cuanto a «Descamisados», fue fundada en 1968 por Horacio Mendizábal, este era un abogado guerrillero, que luego integraría la conducción de la agrupacion guerrillera «Montoneros», también Norberto Armando Habegger y otros, como Fernando Saavedra Luque, democristianos y provenientes del nacionalismo católico desde el trabajo en villas miserias y en las fábricas. Los democristianos (el partido Democracia Cristiana) en iberoamérica fueron izquierdistas. En 1969, Dardo Manuel Cabo pasa a dirigir el grupo. Descamisados consideraba a la acción armada como un complemento a la construcción de bases políticas mediante el trabajo en los barrios.
Entre las acciones que se le adjudican a Descamisados se encuentran la voladura del Círculo Naval de Tigre, la del yate del comandante en jefe de la Armada, el secuestro del gerente de general Electric-ITT de San Isidro, (provincia de Buenos Aires) por cuyo rescate cobraron un millón de dólares, así como el robo de varias instituciones financieras. También estuvo presente en la propaganda y la proyección de películas y documentales referentes a la vida política de Juan Domingo Perón.
Desde la década de 1970 Descamisados se aproximó a Montoneros, primero con un proyecto denominado Organizaciones Armadas Peronistas (OAP) y luego en una completa fusión en 1972. El exdirigente de Montoneros José Amorín afirmó que la Operación Judas era demasiado compleja para una organización recién formada y sostienen que los autores eran en su mayoría de la CGT de los Argentinos de Ongaro.
Una versión recogida por un periodista en la Unión Obrera Metalúrgica el día del atentado indicaba que Vandor reconoció a uno de los autores y lo había saludado con «Hola Cóndor». Dardo Cabo había protagonizado años antes el Operativo Cóndor, que ya explicamos en otros artículos de esta serie. Años después, en el periódico El Descamisado, dirigido por Cabo, se publicaría otra versión del asesinato.
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—Este es el relato de los asesinos en la revista El Descamisado N° 41, 26 de febrero de 1974, dirigida por Dardo Cabo (quién se inició en el periodismo en la revista Extra de Bernardo Neustadt, junto a Miguel Bonasso, otro integrante de la banda armada marxista). La nota se titulaba: «Quienes y cómo mataron a Vandor» en donde se elabora una versión periodística del hecho. Tratando de demostrar que dicho asesinato salió del Movimiento Peronista.
«La tanga funcionó
Para poder entrar habíamos armado un expediente judicial con los datos del juez y juzgado que entendían en la causa Salazar-Blajakis. Conseguimos los sellos, nombre, todo como el auténtico. (Obviamente esto lo había conseguido El empleado judicial Horacio Mendizábal).
Cuando el portero abrió la puerta, uno de nosotros se hizo pasar por oficial de justicia, le mostró el expediente y preguntó por Vandor. esperen un momentito, dijo el portero. Le dije que no, que tenía que recibir el expediente y se le mostró una credencial de Tribunales. Como dudó, otro de nosotros sacó una credencial de la Policía Federal y dijo que era de Coordinación. Entonces abrió la puerta y preguntó por los otros tres. El de coordina respondió que venían todos juntos.
Entramos. Los ocasionales testigos estaban desarmados, nos tenían a los cinco adentro y nosotros les estábamos dando órdenes a ellos. La cosa se les había dado vuelta.
Las metralletas las llevábamos debajo del brazo teníamos pilotos- y una en un maletín. Eran las 11.40 u 11.38.
El portero nos dice que tenemos que esperar a Vandor abajo. Pero nos imaginamos que iba a avisarle que estaba la cana y por eso lo empujamos hacia arriba mientras le contestamos que nos tiene que recibir. Se le pone la 45 en la cabeza y le decimos Vamos juntos. En ese momento se hace todo el despliegue.
Se reduce a las cuatros o cinco personas que estaban abajo. Eso lo hace uno. Otro se va hacia un pasillo que conducía al fondo, porque sabíamos que allí había gente y teníamos que controlar los teléfonos. Los otros tres suben arriba (sic), incluido el compañero que transportaba el maletín con los tres kilos de trotyl; cada uno llevaba un tipo fundamentalmente de escudo por si alguien tiraba de arriba. Hasta el momento nadie se enteraba de nada; había un pequeño revuelo abajo, pero como a esa hora siempre se trabajaba mucho no se percatan de lo que realmente sucede. A los reducidos de la planta baja se los pone panza abajo a un costado de la escalera y estaban en esa tarea cuando por una de las puertas apareció Victorio Calabró… No podía creer que le estaban poniendo un fierro en la cabeza, se quedó mudo, esa era su casa, ¿qué estaba pasando? Mudo, ni una palabra. La puerta de la calle estaba cerrada y la consigna era no abrir a nadie.
¿Dónde está Vandor?
Los tres de arriba le preguntaron al portero en qué lugar estaba Vandor. No sé, no sé…, decía todo el tiempo; no dijo nada fue el único tipo que se mantuvo en la suya.
Uno de los tres empezó a abrir cada puerta que encontraba; cada vez más oficinas y en todas gentes que debía ser reducido. En la planta alta había dos especies de vestíbulos con bastante gente: unos treinta en total. A todos se los ponía contra la pared para que no nos junasen* la cara, pero tuvimos mala leche, porque en casi todas las paredes de arriba había espejos y pudieron ver todo. *(mirar)
El primero seguía abriendo puertas buscándolo a Vandor y justo cuando se dirige a una que permanecía cerrada, se abre y aparece el Lobo, atraído quizás por las voces de mando que debe haber escuchado. Alcanzó a preguntar qué pasa y vio que lo apuntaba una pistola 45 a tres metros de distancia. Se avivó automáticamente de cómo venía la cosa porque levantó los brazos para cubrirse el pecho. Todo en una fracción de segundos. El compañero disparó y Vandor recibió dos impactos en pleno pecho. Al girar recibió otro debajo del brazo y cuando cae dos más en la espalda. Pero ya estaba muerto. Cayó adentro de la oficina de la que había salido y los pies asomaban por la puerta. Un tipo que andaba escondido adentro, a quien no habíamos visto, empezó a gritar mataron al Lobo, mataron al Lobo.
El compañero del maletín prendió la mecha de trotyl, ingresó a la oficina el cuerpo de Vandor estaba en la antesala- y puso la bomba debajo del escritorio de éste. No entre las piernas como después declaró el peronista Vitali que estaba allí. Eso no es cierto. La mecha del trotyl duraba cuatro minutos más o menos. A la gente que estaba reducida le dijimos que a partir de que nos fuéramos tenían tres minutos para desalojar el local porque iba a volar todo. Estaban todos muertos de miedo, el único que mantenía la lucidez era un viejito que tenía puesto un gabán de lana y respondía ante las instrucciones que dábamos.
Bajamos en orden. En la puerta había un grupo de personas que se presentaron como periodistas, pero desaparecieron apenas vieron armas. Jamás hicieron declaraciones, nunca supimos quiénes eran. Nos fuimos hasta Rondeau y el auto seguía en marcha; habían pasado cuatro minutos».
Ningún juez o fiscal de la época jamás procesó o llamó a declarar a estos siniestros personajes como el mencionado Rodolfo Walsh o Profesor Neurus, al que hoy dan su nombre a cátedras, plazas, premios periodísticos, etc.
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DECLARACIÓN DEL ENR (EJERCITO NACIONAL REVOLUCIONARIO) CON MOTIVO DEL ASESINATO DE AUGUSTO TIMOTEO VANDOR.
EL 30 DE JUNIO DE 1969
CARGOS QUE SE LE HACEN.
Al pueblo de la Patria:
I. – Siendo las 11.36 hs. del 30 de junio de 1969, el Comando “Héroe de la Resistencia Domingo Blajakis” del Ejército Nacional Revolucionario que ocupó el local de la UOM, sito en la calle La Rioja 1945, cumpliendo el “Operativo Judas”, procedió al ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor, complementando la acción con la voladura parcial del edificio para no afectar fincas vecinas. Este objetivo fue dispuesto en razón de los cargos comprobados que se detallan a continuación:
1.Por haberse confabulado con el integracionismo en la entrega de la huelga revolucionaria del Lisandro de la Torre, el 17 de enero de 1959.
2.Por haber aceptado las cláusulas de productividad impuestas por los monopolios metalúrgicos en el convenio colectivo firmado el 30 de octubre de 1959.
3.Por haber formado grupos de matones a su servicio, con apoyo policial en armamento y credenciales.
4.Por haberse constituido en el principal agente del integracionismo frigerista, dentro de las filas del proletariado nacional.
5. Por haber mantenido al movimiento obrero en la pasividad cuando el gorilismo desconoció el triunfo de la voluntad popular el 18 de marzo de 1962.
6. Por haber ofrecido colaboración activa al golpe militar de Campo de Mayo, encabezado por el cipayo general Onganía el 20 de setiembre de 1962.
7.Por su pasividad ante la tortura con la que asesinaron al compañero Felipe Vallese.
8.Por haber formado un aparato de escribas con la misión de enmascarar su traición detrás de frases nacionalistas.
9.Por haber orientado la constitución del llamado frente nacional y popular al servicio del integracionismo frigerista, en la fórmula cipaya Solano Lima-Silvestre Begnis el 7 de julio de 1963.
10. Por haber entregado el Plan de Lucha del 21 de mayo al 24 de junio de 1964.
11. Por sus vinculaciones con la sección gremial de la SIDE.
12. Por ser un elemento vinculado a la CIA, tal como lo denunciara oportunamente el General Perón.
13. Por haberse complotado con el gobierno gorila-radical en mantener pasivo al Movimiento Obrero cuando el General Perón inició el Operativo Retorno el 2 de diciembre de 1964.
Y así seguirán con la letanía hasta el número 27, en donde abundan los calificativos de gorila, cipayo, traidores, el proletariado, los traidores y toda esa jerga propia de incultos, ignorantes y resentidos, muchos de esos calificativos que maneja muy el papa Francisco. Y continúan…
II. -El Ejército Nacional Revolucionario ratifica los términos de la comunicación cursada en fecha 5 de agosto de 1970 al juez de la causa, al abogado Isidoro Ventura Mayoral y a los diarios La Razón y Crónica. La comunicación de referencia se concretó al solo efecto de detener la tortura a que estaban siendo sometidos los Montoneros Guzzo, Conte Grand y Fierro, ambos absolutamente ajenos al ajusticiamiento del traidor Augusto Timoteo Vandor.
III. -El Ejército Nacional Revolucionario resolvió no hacer propaganda sobre el “Operativo Judas” hasta no disponer de una fuerza suficiente para garantizar la continuidad de su acción. Alcanzado ese objetivo decide hacer público el presente Comunicado N° 3.
IV -Los traidores al movimiento obrero son doblemente Judas, traicionan al Movimiento Nacional Peronista y traicionan a la propia clase obrera de la que surgen. Está resuelto -y así se hace- que sean los primeros en caer bajo el puño de hierro de la Justicia del Pueblo, los traidores al movimiento obrero son la principal quinta columna enemiga dentro de las filas del proletariado nacional. Es imperioso que la vanguardia de los activistas obreros esté totalmente desvinculada de los lineamientos, organización y conducción traidora. Separar definitivamente del movimiento sindical la línea traidora es una exigencia que ya no se puede demorar más en cumplir. Debe haber una muralla sostenida entre los revolucionarios y los traidores, muralla sostenida en la conciencia nacional, firmeza en la ejecución de las resoluciones, amor a la patria, lealtad para con nuestros mártires y odio a muerte a todo lo que representa al enemigo.
V. -Cumplimos en reiterar la apreciación del General Juan Domingo Perón, sobre el traidor Augusto Timoteo Vandor, en los años 1965/66. Por su acción de “engaño, doblez, defección, satisfacción de intereses personales y de círculo, desviación, incumplimiento de deberes, componendas, acomodos inconfesables, manejo discrecional de fondos, putrefacción, traición, trenza. Por eso yo no podré perdonar nunca, como algunos creen, tan funesta gestión. En política no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer”. En coincidencia con esta opinión, el Ejército Nacional Revolucionario, procedió a su ejecución.
VI.- Observamos atentamente a las conducciones sindicales. Nuestro puño es hoy más fuerte que cuando ajusticiamos a los traidores Augusto Timoteo Vandor y José Alonso. Para los Judas no habrá perdón. Elijan libremente todos los dirigentes sindicales su destino.
¡Viva la Patria!
Ejército Nacional Revolucionario Buenos Aires, 7 de febrero de 1971
Ninguna organización guerrillera se adjudicó de inmediato el crimen artero, y cuando apareció la primera reivindicación, veinte meses después del hecho, la firmó un grupo inexistente, inventado probablemente para la ocasión. La causa judicial se extendió por tres años sin producir resultados ni detenidos.
Augusto Timoteo Vandor, apodado «El Lobo», era uno de los hombres con mayor poder político de la Argentina. Era el jefe de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), el sindicato con mayor peso político en ese momento en el país, en el que la industria metalúrgica dominaba la economía. Vandor era una figura muy controversial y se había ganado muchos enemigos, y había cometido el peor crimen, según la óptica de los seguidores de Perón, había tomado distancia del general, del líder justicialista, que estaba exiliado desde 1960 en España.
La tardía confesión de los descamisados no resolvió el misterio. Surgieron numerosas teorías sobre su asesinato, en su momento se hablaba de «hampones sindicales», de «grupos maoístas», de mercenarios argelinos. Sectores peronistas ortodoxos que querían alejar la sospecha sobre Perón, deslizaban dudas sobre una facción del gobierno del general Juan Carlos Onganía, y tampoco descartaban la acción de agentes de inteligencia extranjeros.
Pero lo que más circulaba era el rumor que apuntaba a aspirantes a guerrilleros alineados con la izquierda peronista. Posteriormente, en 1982, el británico Richard Gillespie en su clásico «Soldados de Perón» se decantó por esa tesis, y agregaría que el (ENR) era en verdad un sello de goma que encubría a la banda Descamisados, que existió realmente antes de unirse a Montoneros.
En el año 1986, el periodista Eugenio Méndez en el anexo de Aramburu, el crimen imperfecto, un libro explosivo por su versión alternativa sobre el papel (accesorio) que habrían tenido los Montoneros primigenios en el secuestro y asesinato del ex presidente de facto en 1970, Méndez incluyó el texto completo de la «Operación Judas» aparecido en 1974, junto con un breve comentario propio en el que explicaba el crimen de Vandor y enumeraba a sus presuntos autores.
Según Eugenio Méndez, el magnicidio había sido tramado por el periodista Rodolfo Walsh, enemigo jurado de Vandor y director del semanario CGT, que en 1968 editaba la CGT de los Argentinos, enfrentada al «vandorismo». Los ejecutores habrían sido fueron Raimundo Villaflor, Carlos Caride, Horacio Mendizábal y Dardo Cabo, hijo del histórico líder sindical metalúrgico Armando Cabo, e integrante del comando nacionalista que en 1966 secuestró un avión y lo desvió a las Islas Malvinas (el «Operativo Cóndor»), hecho por el que había estado tres años detenido.
Los otros tres participantes habrían sido Eduardo De Gregorio, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habegger, a los que ubicaba en la agrupación Descamisados. Los tres nombrados llegarían a tener funciones importantes en los grupos guerrilleros de los 70. Todos terminaron en Montoneros, menos Villaflor, salvo Cirilo Perdía que nunca integró Descamisados, el resto murió en combate o en cautiverio entre 1976 y 1979, incluso De Gregorio, cuyo nombre correcto era Oscar y no Eduardo.
Años después de publicado el libro, Méndez decía en la intimidad que la fuente de esos datos (cuyo nombre se reservaba) había sido el jefe de redacción de una revista a quien Dardo Cabo, que era su amigo, le habría confesado su participación. «El que le tenía un profundo odio a Vandor en el grupo era Walsh y él fue quien realizó toda la planificación hasta en los mínimos detalles. Yo estuve en la acción directa», habría dicho Dardo Cabo.
Rodolfo Walsh se había convertido en un santón, una especie de anacoreta, vegano y pacifista, y nadie quería hablar de él, salvo para alabarlo, y siguiendo al escritor colombiano Roncero, se puede decir que era un resentido hijo e puta. Viviana Gorbato descartó la posibilidad con una simple frase en el final de la última nota al pie de Vandor o Perón (1992), una biografía breve y ecuánime.
El periodista Andrés Bufali lo insinúa en un pasaje de Con Soriano por la ruta de Chandler y otras crónicas de los setenta (2004). Santiago Senén González y Fabián Bosoer lo citan como una hipótesis en su completo Saludos a Vandor (2009). En Cinco balas para Augusto Vandor (2005), Álvaro Abós eligió novelar una teoría muy parecida. Pasa lo mismo con Ernesto Salas en Norberto Habegger: cristiano, descamisado, montonero (2011).
En Montoneros: la buena historia (2005), José Amorín, uno de los fundadores de esa organización guerrillera, cambia los nombres, pero no lo esencial. Sostiene que los asesinos fueron «seis o siete compañeros» de trayectoria sindical y vinculados a la CGT de los Argentinos. Agrega que «alguien» le comentó que ese grupo «estaba íntimamente relacionado o influenciado por Rodolfo Walsh». Amorín los conocía y estuvo con ellos en alguna acción armada. Uno de sus integrantes era, curiosamente, el escritor Dalmiro Sáenz.
Ese modus operandi es un clásico de la izquierda setentista, primero niega los asesinatos y luego los reivindica, pero a medias. Y eso hacen con Walsh, en la historia debe aparecer siempre como víctima y no como victimario, en privado se reconocía su accionar terrorista, pero se negaba públicamente, eso sirve para los incautos no para los que conocemos su frondoso prontuario terrorista.
El periodista Roberto Bardini, que ya conocemos del artículo sobre Tacuara, quien había pasado al «peronismo revolucionario», publicó hace años un artículo en Internet para desmontar las «siete falacias» sobre la participación de Dardo Cabo. Es cierto que Dardo Cabo estaba preso cuando mataron a Vandor, Cabo había sido detenido el 24 de abril de 1969 en un departamento de la calle Paraguay, después de resistir a tiros un allanamiento de la Policía Federal y matar a un oficial.
Roberto Bardini sostiene que Cabo salió en libertad de la prisión de Ushuaia luego de cumplir tres años por el Operativo Cóndor de las islas Malvinas. Hay una segunda falacia según Bardini, Cabo sale en libertad condicional el 29 de mayo de 1969, es decir a mediados de año y apenas un mes antes de la muerte de Vandor. Bardini debería saber que un mes puede llegar a ser mucho, y que en la cárcel se hacen todo tipo de pactos, operaciones y se dirige, a veces, mejor que estando en libertad, sino pregúntenle al Chapo Guzmán.
Roberto Bardini dice que Dardo Cabo era vandorista y recurre a Rodolfo Pfaffendorf, el alemán, quien además de ser uno de los pioneros del MNA, fue compañero de escuela primaria de Cabo en el Colegio San José y uno de sus mejores amigos. “Después de salir de la cárcel, Dardo siguió siendo vandorista. A él lo estaban formando desde los 16 o 17 años como uno de los cuadros sindicales de la UOM”, me explica en enero de 2010 en el restaurant El Imparcial.
“Dardo estaba destinado a suceder a Armando, su papá, y a llegar muy alto en la UOM o la CGT”, insiste Aníbal Rodolfo Pfaffendorf. “La muerte de Vandor anuló esta posibilidad. A Vandor lo sucedió Lorenzo Miguel, que rajó a todos los muchachos vandoristas. Armando no esperó que lo echaran: se fue dando un portazo. Y sin el respaldo del Lobo, poco a poco Dardo terminó buscando otros caminos políticos”.
Es cierto que, si Dardo Cabo hubiese entrado a la sede de la UOM, todo el mundo lo hubiese reconocido, pero esa afirmación del comunicado del ENR en la que habla de la «acción directa», puede ser para «mandarse la parte», para no ser menos, se puede ser parte de algo sin mostrar la cara, no hay que ser ingenuos.
El periodista Andrés Bufali, escribió el 20 de julio de 2004 en La Nación que el escritor Osvaldo Soriano –que en 1969 aún no se ha convertido en novelista y es su compañero de redacción en el semanario Primera Plana– creía haber «descubierto» que Cabo estaba entre los asesinos de Vandor. Soriano le cuenta que a uno de los guardaespaldas del Lobo le pareció escuchar que el líder de la UOM, antes de caer herido de muerte, había dicho algo como «¡Hola, Cóndor!» o «¿Qué hacés, Cóndor?».
Mendizábal, Degregorio y Habegger pertenecieron a Descamisados, y a principios de 1973 se fusionan con Montoneros. Mendizábal fue abatido por agentes de civil que lo emboscaron el 19 de septiembre de 1979 en Munro, durante la irracional y suicida «contraofensiva» planeada por Montoneros. Degregorio, herido y capturado el 18 de noviembre de 1977 en la ciudad uruguaya de Colonia, fue trasladado a la ESMA, donde murió en una mesa de operaciones mientras intentaban revivirlo.
Habegger, fue secuestrado por militares argentinos el 6 de agosto de 1978 en Río de Janeiro. Nunca más se supo de él. Dardo Cabo se suma a Descamisados. Pero lo hace tardíamente, recién en 1972, después de la muerte José Alonso, el caudillo de los trabajadores textiles. Y más tarde, también ingresa a Montoneros. Cuando Cabo se separa de la Mesa del Trasvasamiento, Horacio Mendizábal lo convence de unirse a Descamisados. Esto es en 1972, tres años después de la muerte de Vandor.
Roberto Bardini, descree que Cabo y Walsh hubieran podido en 1969 planificar juntos un crimen político. En aquella época aún no se conocían personalmente y, además, ni siquiera se hubieran sentado a tomar un café. Hubieran terminado a las trompadas. Bardini, escribe en Postdata: Una semana después de publicado este artículo, un amigo me envía algunos párrafos del libro Montoneros. La buena historia, publicado en 2005 por José Amorín, que suministra «desde adentro» datos sobre esta historia. Y menciona el error cometido por el autor británico Richard Gillespie en Soldados de Perón, publicado en 1987, y otros autores que lo citan.
«Gillespie atribuye a Descamisados el asesinato de Vandor (1969), un operativo mayor para una organización que no sólo estaba en pañales, sino que, además, rechazaba la violencia hacia el interior del peronismo», escribe Amorín. «La ejecución o asesinato de Vandor fue realizado por un grupo de seis o siete compañeros, la mayoría de trayectoria sindical y que desarrollaba su actividad política en el seno de la CGT de los Argentinos. […] Perdía, en su libro, afirma que el grupo estaba jefaturado por un ex dirigente sindical del gremio ferroviario e integrado por jóvenes activistas sindicales y algún que otro intelectual. Yo conocí a sus integrantes durante los preparativos para la toma de la Prefectura de Zárate».
Más adelante, agrega:
«De los que integraban el grupo que liquidó a Vandor sólo continué la relación con uno. Un flaco alto, a quien conocía desde hacía un año […]. La cuestión es que el Flaco en algún momento me contó sobre la muerte de Vandor: ‘Broncas viejas, pero además el General (Perón) lo había ordenado; cuando el General le ordena a la derecha, nos caga; entonces, si cumplimos las órdenes que el General le da a la izquierda, cagamos a la derecha’, dijo el Flaco. […] Tenía, el Flaco, cerca de cuarenta años y había pasado por Palabra Obrera antes de integrarse al peronismo. Era obrero, gráfico o metalúrgico. Gráfico, me inclino a pensar […]. No era, nunca fue, Descamisado. Gillespie, equivocado. Y con él, María Seoane, Lapolla, etc., etc.»
¿Pero quienes se reunían en la CGT de los Argentinos? ¿Y quién era el intelectual? ¿No lo adivinan?
Augusto Timoteo Vandor, el Lobo, fue ex suboficial de la Armada Argentina, nacido en 1923 en Bovril, un pueblo entrerriano, sus padres eran Roberto Vandor y su esposa Alberta, un labriego francés de ascendencia holandesa. Perón llevaba ya un año de mandato cuando Vandor pidió la baja como cabo primero maquinista (1947).
Tres años después aparece en el plantel obrero de la fábrica Phillips, en Buenos Aires, allí conoció a Elida María Curone, su esposa desde 1963. Entonces ya era un líder al nuevo estilo, negociador y poderoso. En 1954 había comandado una huelga por mejoras salariales y pudo superar las primeras peleas internas que resuelve en su favor. Ya estaba en la Unión Obrera Metalúrgica. La legendaria UOM.
Cuando cae el peronismo, en septiembre de 1955, la Revolución Libertadora decide su encarcelamiento por seis meses y lo despiden de la Phillips. El poder sindical de Vandor se afianzó desde 1958 (se asegura que conoció entonces a Perón en su exilio de Ciudad Trujillo, Santo Domingo). No era un servil y cuando creyó necesario, desobedeció a Perón que estaba en el exilio de Puerta de Hierro, Madrid.
Para conseguir un beneficio para su gremio negociaba con empresarios y militares y armaba estrategias cambiantes y siempre destinadas a conseguir poder, para poder conservarlo y volcarlo al Movimiento Obrero y a su gremio. Esta forma de ser hizo que muchos quisieran acercarse y otros eliminarlo. Consideraban que Vandor era un obstáculo para el regreso de Perón.
La ortodoxia peronista copaba gremios como SMATA, donde operaban grupos juveniles de la resistencia para los cuales el fin era la eliminación física del Lobo. En la vereda opuesta estaba José Alonso del Sindicato del Vestido, también asesinado por la misma banda armada, que llegó a conformar las 62 Organizaciones de Pie junto a Perón y simbolizaba en extremo la lealtad. No se debe perder de vista nunca a Juan Perón que desde el exilio implementaba distintas estrategias para una guerra prolongada y era sostenido económicamente por organizaciones obreras.
Desde las estructuras políticas tradicionales del marxismo querían poner en práctica el llamado entrismo, para ser ellos la vanguardia que conduzca la revolución. Estos eran unos pocos trasnochados como John William Cooke, ex conservador oligarca, convertido en miliciano de la guerrilla marxista leninista de Fidel Castro. No tenían lugar en el peronismo, pero el aprendiz de Maquiavelo, Juan Perón se lo había otorgado. Otros habían llegado de la Iglesia Católica, grupos cristiano-marxista que querían darle letra a gremialistas como Raymundo Ongaro o Ricardo De Luca.
Estos eran Rogelio Pajarito García Lupo (ex candidato frustrado a diputado en el 46 por la Unión Cívica Nacionalista), Rodolfo Walsh con un breve paso por la Alianza Libertadora Nacionalista y hermano de uno de los pilotos navales que bombardeó la plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 con un saldo de más de 250 muertos. Se buscaba destruir a Vandor y su obra gremial de cualquier manera.
En el diario de la CGT de los Argentinos, de Ongaro, que lo dirigía Walsh, se empezó a narrar una historia en capítulos que posteriormente se conocería como «¿Quién mató a Rosendo?» En la que Walsh acusaba a Vandor de haber asesinado al secretario general de la UOM Avellaneda, Rosendo García en la confitería La Real en 1966 (Avellaneda), pese a que la Justicia había sobreseído en forma definitiva a Vandor.
Vandor jamás había traicionado a la base obrera de su sindicato que era peronista y pese a que en su momento intentó hacer el peronismo sin Perón, entendió que no tenía futuro lejos del líder. Vandor fue y arregló con Perón e inmediatamente lo mataron. Cuando era «supuestamente» un traidor nadie lo mataba, pero cuando arregló con Perón, fue eliminado por un grupo de resentidos como Rodolfo Walsh.
Lo cierto es que el escritor Rodolfo Walsh elevado a la categoría de padre del periodismo independiente (izquierdista), fue el que hizo la inteligencia para matar primero a Vandor luego a José Alonso. El periodista Andrés Bufali que fue a cubrir el atentado a Vandor, se introdujo en el Policlínico bajo engaños y en ella escuchaba y fue testigo de distintos sucesos, por ejemplo:
«Cerca de mí, alguien susurró a otro alguien: “¿Sabías que el «Lobo», en el 50, antes de entrar en la Phillips como matricero, era suboficial de la Marina y que sumaba 27 pirulos cuando pisó por primera vez una fábrica? ¡Pensar que en el 56 ya era un capo y en el 58 mandaba a todos en la UOM! ¡Eso es tener muñeca!” “No tanta -respondió el otro-, era tan ambicioso que se puso al general en contra. ¡Y mirá…!”.»
«Cuando llegué a la revista, el “Gordo” Soriano (se refiere a Osvaldo) ya había vuelto de la UOM y escribía un informe para Roberto Aizcorbe, jefe de la sección Política. Había tenido más suerte que Carlitos Russo, quien se había metido en el departamento de Vandor de la calle Emilio Mitre para hablar con la esposa, y terminó echado cuando ésta volvió del policlínico, con la hija, sus amigas y los guardaespaldas, para cambiarse e ir al velatorio.
El “Gordo” había logrado que el sindicalista Miguel Gazzera le contara que, en una cena reciente con Paulino Niembro, Lorenzo Miguel y Avelino Fernández le habían sugerido a Vandor que se fuera unos meses del país porque las cosas estaban muy calientes y lo podían matar, pero no quiso. “Unos días después -dijo Gazzera- me confesó que, si había algo jodido para él, como pensábamos, prefería que ocurriera aquí»
«En el Dorá, un restaurante del Bajo, cerca de Retiro, el “Gordo” decidió contarme lo que se había guardado en el bolsillo. “¿Oíste algo de los tipos que reventaron a tiros a Vandor?” Negué con la cabeza. El “Gordo” miró a los costados y soltó un susurro: “Me parece que conozco a uno de los que subieron a matarlo”. Haciéndome el canchero conmigo mismo, puse cara de póquer. El “Gordo” continuó: “A uno de los guardias le pareció oír que Vandor dijo algo como «¡Hola, Cóndor!» o «¿Qué hacés, Cóndor?»”. Atiné a murmurar: “¿«Cóndor»? ¿Ese no fue el nombre de un operativo nacionalista peronista que hicieron en las Malvinas?”. El “Gordo” recordó: “Sí, claro. Unos tipos bajaron allá con un avión y pusieron la bandera argentina. Y el que sacó las fotos fue Héctor Ricardo García, el dueño de Crónica”.
Después de contarme eso, el “Gordo” pensó un poco, se levantó y fue al teléfono. Hizo una llamada y volvió contento. Dijo: “Ya le voy viendo las patas a la sota. El «Negro» Juárez dice que muchos creen que Vandor fue el ideólogo del Operativo Cóndor en Malvinas”. Interrumpí lo que estaba haciendo y pregunté: “Si fue el ideólogo de ese operativo peronista, y en marzo se abrazó con el general en México, ¿por qué un cóndor lo deja como un colador?” La respuesta de Soriano fue: “Nada que tenga que ver con el peronismo es fácil de explicar. Yo me conformo con saber quién es ese cóndor”, concluyó.»
«Al día siguiente, Roberto Aizcorbe empezó a escribir su nota, en la que se leería que Vandor tenía de enemigos a Perón, por haber osado varias veces desobedecer sus órdenes y disputarle la conducción de los trabajadores; al gobierno militar, por no querer ser totalmente “participacionista”, y a los sindicalistas de izquierda, por haberles disparado en la pizzería La Real, de Avellaneda, donde cayó asesinado uno de ellos, de apellido Blajakis y donde murió (¿por error?) Rosendo García, del grupo vandorista. Cuando Aizcorbe se fue a almorzar, con el “Gordo” revisamos rápidamente los recortes de archivo referidos al Operativo Cóndor y copiamos los nombres de sus participantes. Seguimos con los sobres de fotos de Vandor y de otros personajes. Yo encontré el tesoro: una de las imágenes en blanco y negro mostraba al “Lobo” hablando con un tipo joven, para mí desconocido, llamado igual que el jefe del Operativo Cóndor. “Mirá, «Gordo» -lo sorprendí-, en este epígrafe dice que Vandor está con Dardo Cabo, hijo de un sindicalista famoso…”
Nos miramos y supusimos que ése podía ser uno de los asesinos de Vandor, pero no dijimos nada. Era apenas una sospecha. No todo lo que vivimos se publicó, porque allí siempre había que confirmar los datos y las sospechas. Y a los pocos meses, cuando Onganía clausuró Primera Plana y con el “Gordo” habíamos pasado a trabajar en la revista Panorama, vimos varias veces a Cabo reunido con las mismas cinco personas. Recién cuatro años después, la revista El Descamisado revelaría que Cabo, junto con aquellos cinco hombres (que creían en una revolución de izquierda liderada por un general de derecha: Perón) habían integrado el Ejército Nacional Revolucionario, cuya actividad se redujo a un par de asesinatos: el de Vandor en 1969 y el de José Alonso en 1970, para después incorporarse a los Montoneros.»
El asesinato de Augusto Timoteo Vandor
PUBLICADO EL 17 AGOSTO, 2016 POR Rogelio Alaniz.
«Se dice que, al momento de irrumpir los asesinos, Vandor estaba hablando por teléfono con Antonio Cafiero y terminaba de concretar un almuerzo de trabajo con dos funcionarios de la dictadura militar. En su despacho se encontraba Afrio Penissi, el dirigente metalúrgico santafesino. Las crónicas afirman que cuando el Lobo vio que era el blanco de los hombres armados empujó a Penissi y con ese gesto le salvó la vida. Un veterano de la UOM me dijo muchos años después que ese gesto de Vandor ponía en evidencia su generosidad y su coraje. No supe qué responderle».
«Montoneros dijo años después que a la ejecución la cometió un grupo armado que luego ingresó a esa organización. Puede ser, pero Montoneros, en temas como estos, ha fabulado demasiado. También se sospecha que pueden haber sido militantes de la resistencia, activistas de la CGT de los Argentinos y no se descarta que detrás del operativo haya estado la CIA. Esta última hipótesis hoy es la más débil. Suele resultar funcional a cierto espíritu conspirativo del peronismo, pero no hay ningún indicio serio de que los muchachos de la CIA se hayan ocupado de Vandor».
«El secretario de prensa del sindicato trasladó al herido en su auto hasta el Policlínico del gremio en calle Hipólito Yrigoyen al 3200. Llegó muerto. A esa altura de la jornada, la noticia se había disparado a todo el país. El Lobo Vandor, el temible cacique metalúrgico, el hombre que había enfrentado a todos los gobiernos civiles y había acordado con todos los gobiernos militares, el infatigable negociador, el creador de la táctica de golpear duro y negociar fuerte, el dirigente peronista que había tenido la osadía de enfrentar a Perón, había sido ejecutado por un comando. Fue el primer crimen con esa metodología que se practicó en la Argentina. Lamentablemente no sería el último. Fue, además, la primera señal de que el ajuste de cuentas en el interior del peronismo sería salvaje y sangriento.
Por lo pronto, a Vandor se la tenían jurada de varios lados. En enero de 1966, en el hipódromo de San Isidro, le habían puesto una bomba en su paddock. El explosivo buscaba poner en evidencia que el dirigente sindical iba a las carreras a apostar, pero sobre todo a observar la performance de sus propios caballos de carrera. Una semana antes del atentado, Paulino Niembro recordaba que junto a Avelino Fernández y Lorenzo Miguel le habían sugerido que dejara el país por un tiempo porque su vida corría peligro. No les hizo caso.
Lo que se sabe es que Perón no se puso triste por esa muerte. En 1974 declararía al diario “Mayoría”: “Yo le dije: A usted lo matan, se ha metido en un lío grande y a usted lo van a matar. Lo mataban unos o lo mataban otros porque él había aceptado dinero de la embajada americana y creía que se los iba a fumar a los de la CIA. ¡Hágame el favor!, le dije. Ahora usted está entre la espada y la pared: si usted le falla al movimiento el movimiento lo mata, y si usted le falla a la CIA la CIA lo mata. Me acuerdo que lloró. Usted no es tan habilidoso como se cree, no sea idiota, en esto no hay habilidad, hay honorabilidad que no es lo mismo”.
¿Le creemos a Perón todo lo que dice? Más o menos. No me lo imagino a Vandor llorando. La reunión a la que Perón se refiere debe haber ocurrido en abril de 1969. Unos meses antes -ironías de la vida- Vandor se había reunido en La Habana con el Che Guevara, quien habría ponderado la lucidez y la habilidad del dirigente gremial, virtudes que nadie le negó nunca, ni siquiera Perón.
Perón seguramente no olvidaba que Vandor había sido el estratega práctico de la consigna “peronismo sin Perón” y que en diciembre de 1964 había caído en la trampa del llamado “Operativo retorno”. Como se recordará, el mítico “avión negro” había sido detenido en Brasil y Vandor empezó a decir que el retorno de Perón era inviable. Como consecuencia de ello, unos meses después Perón se vio obligado a nombrar delegada a su esposa para que viajara a la Argentina y apoyara en las elecciones de Mendoza a una lista auspiciada por él y enfrentada con la de Vandor. Como curiosidad no está de más recordar que en ese viaje Isabelita fue custodiada, entre otros, por Brito Lima y Dardo Cabo».
Rodolfo Walsh, publicó el libro ¿Quién mató a Rosendo?, donde culpa a Vandor.
«La divulgación del libro entre militantes y activistas sindicales creó un clima favorable al ajuste de cuentas contra Vandor. Hasta el día de hoy reconocidos vandoristas le atribuyen a Walsh la responsabilidad material e intelectual de esa ejecución. El comando que decidió la muerte del Lobo calificó su misión como “Operativo Judas”. Se asegura que cuando en septiembre de 1968 Vandor hizo fracasar la huelga de trabajadores petroleros de Berisso y Ensenada, se empezó a planificar su muerte.
El libro de Walsh fue un importante aval legitimador del crimen, pero mucho más importante fue la carta que Perón le envió al dirigente José Alonso, enfrentado con Vandor desde enero de 1966. En esa carta le dice: “El enemigo principal es Vandor y su trenza. Hay que darle con todo y a la cabeza, sin tregua ni cuartel. Su acción fue de engaño, doblez, defección, satisfacción de intereses personales y de círculo, desviación, incumplimiento de deberes, componendas, acomodos inconfesables, manejo discrecional de fondos, putrefacción, traición, trenza. Por eso yo no podré perdonar nunca como algunos creen tan funesta gestión. En política no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer. Deberá haber solución definitiva, sin consultas como ustedes resuelven allí. Esta es mi palabra y ustedes saben que Perón cumple”. El lenguaje es de Perón, el estilo es de Perón y no cuesta demasiado admitir que él fue -como se dice ahora- el responsable ideológico o intelectual de esa muerte. Escribir una carta en esos términos en 1969 era equivalente a una orden de ejecución. Como diría Carlos de la Púa: en su poema: “Tras cartón está la muerte”.»
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Dardo Cabo fue asesinado en enero de 1977. Estaba detenido por los militares y, según el parte oficial, intentó «fugarse» cuando los trasladaban a la Penitenciaría de La Plata. En realidad, no intentó fugarse, le aplicaron la «ley de fugas», que no es lo mismo. Cabo, Giovenco y Rodríguez. Tres historias con finales diferentes protagonizados por hombres que en el fondo o al principio creyeron lo mismo. ¿En el peronismo o en los fierros? Probablemente en las dos cosas, pero en algún momento los «fierros» fueron más importantes que el peronismo, que los afectos, que su propia vida. Ese culto a la violencia y a la muerte, ese «vivir peligrosamente», es lo que los acerca al fascismo.
Caride, por ejemplo, estuvo en Taco Ralo, se identificó con Montoneros, fue uno de los tantos militantes expulsado de la Plaza de Mayo por Perón y concluyó sus días asesinado por la dictadura militar. Sin embargo, su bautismo de fuego lo tuvo en un acto organizado por el peronismo en la Facultad de Derecho de la UBA en 1962, ocasión en la que se produjo un tiroteo entre reformistas de la FUBA y «fachos». Como consecuencia de la balacera, fue muerta la estudiante Beatriz Malena y la policía siempre le imputó a él ese crimen.
Continuemos. Otra versión asegura que los integrantes del denominado Ejército Nacional Revolucionario (ENR) fueron, entre otros, Horacio Mendizábal, Norberto Habegger, Raimundo Villaflor y Roberto Perdía. La mayoría de ellos se integrarán más adelante a Montoneros, pero a través de la estructura política que crearon esos años: «Descamisados».
Vandor fue ejecutado y Montoneros se hizo cargo de su muerte, como luego lo hará con la de José Alonso, ocurrida el 27 de agosto de 1970. El asesinato de Alonso fue relatado hasta con detalles por la revista oficial de Montoneros, «El Descamisado». El texto chorreaba morbosidad y sangre. Era, más que un relato, una provocación política. Ya para esa fecha Montoneros suponía que el mejor aporte que se podía hacer a la revolución nacional era derrocar a Isabelita, «Que se vaya la Martínez», pintaban en las paredes los herederos ideológicos y políticos de quienes ahora acusan de destituyentes a quienes se atreven a criticar al gobierno de los Kirchner.
A esa operación suicida y golpista, los muchachos la justificaban en nombre de la teoría de la agudización de las contradicciones. El mismo argumento, con los mismos resultados, usarán para decretar la contraofensiva bajo el supuesto teórico de que la dictadura militar estaba acorralada. El relato que justifica la muerte de los sindicalistas hablaba de castigar a los traidores. Tres años después del «Operativo Judas», las consignas de Montoneros eran más elocuentes: «Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor». Y le pasó.
La línea oficial de Montoneros en este tema era la de ejecutar a los dirigentes sindicales traidores. Lo decían y lo hacían. A los nombres de Vandor y Alonso se sumaron luego los de Klosterman, Coria y Rucci hasta sumar alrededor de 37 dirigentes. Como me dijera un amigo peronista no alineado con Montoneros: «Curiosa estrategia de liberación que se fundaba en el asesinato de dirigentes obreros». Para luego concluir con cierto tono irónico: «Sólo a cristianos torturados por la culpa y el pecado se les puede ocurrir matar a Coria cuando ya estaba alejado del gremio».
Montoneros les imputaba a los sindicalistas llevar adelante la estrategia del imperialismo en el movimiento obrero. Las palabras más suaves que les decían eran «traidores», «corruptos» y «confidentes policiales». A decir verdad, estos dirigentes algunos méritos habían hecho para recibir semejantes imputaciones, pero sus errores o sus vicios no se corregirían matándolos sino derrotándolos en sus sindicatos, una estrategia más larga, más incierta y que reclamaba paciencia, una virtud que los dirigentes de Montoneros nunca tuvieron. Por el contrario, a medida que el proceso se complejizaba la impaciencia trastrocó en histeria, en histeria criminal en más de un caso. El asesinato en nuestra ciudad del sindicalista del gremio de la Madera, Juan Mario Russo, sólo se puede explicar desde la histeria y la alienación.
En el caso de Vandor, se trataba de un gremialista inteligente, capaz de hacerse respetar y, por supuesto hacerse odiar. A quienes lo acusaron de corrupto y multimillonario la historia les demostró su error o su mentira. Vandor no dejó fortuna, ni siquiera le dejó recursos económicos a su familia, a su mujer, Elida Curone y sus dos hijos: Marcela y Roberto. Algo parecido puede decirse de Rucci y Alonso. Se trataba, en todos los casos, de dirigentes sindicales peronistas cuyos errores y aciertos provenían de su ideología, de su manera de entender la actividad sindical y de su práctica política. […]
Con Frondizi negoció la ley 14250 de Asociaciones Profesionales. Para esa fecha ya es el dirigente sindical que golpea duro y negocia. Para una y otra movida es un jugador temible. A la hora de atacar no vacila en acordar incluso con sus detestables enemigos comunistas; y a la hora de negociar no le hace asco a sentarse a hablar con los mismos que ordenaron encarcelar o reprimir a los huelguistas.
Conducir la UOM en la Argentina desarrollista de principios de los años sesenta, significaba conducir a todo el movimiento obrero. Vandor sabía hacerlo. Lo hacía con inteligencia, audacia y hasta con coraje. Todos admiten que fue el único dirigente sindical que se propuso hacerle sombra a Perón. Tenía condiciones para hacerlo. Para esa época la revista Primera Plana tituló su tapa con el siguiente interrogante: «¿Vandor o Perón?» Fue la primera vez que el jefe máximo estuvo al mismo nivel que un dirigente sindical.
Fue el único dirigente sindical que transformó a su apellido en una corriente política definida: el vandorismo. En la (UOM) era respetado, temido y amado. Solía ser muy generoso con los amigos e implacable con los enemigos. No era un angelito, pero comparado con algunas corruptelas sindicales contemporáneas, podría decirse sin exageraciones que era un gremialista honesto. Por lo menos no era ladrón.
Sus virtudes y sus vicios públicos provenían de su condición de peronista. El peronismo le había enseñado a negociar con el Estado y los militares. El peronismo le había enseñado a desconfiar de la democracia y odiar a los comunista y zurdos en general. El peronismo le había enseñado a arreglar con la policía y a pactar con los patrones. Parodiando un poema de Julián Centeya, podría decirse de él que «siempre fue peronista, nunca fue otra cosa».
Vandor entendió antes que otros que para ser peronista en la Argentina de esos años no era necesario esperar órdenes de Perón. En su intimidad es probable que haya estado convencido de que el retorno de Perón era inviable. No le faltaban razones y motivos para defender esa hipótesis. De allí al peronismo sin Perón y la conformación de un Partido Laborista había un solo paso que Vandor intentó darlo, pero Perón le ganó de mano. La primera pulseada se dio con motivo del Operativo Retorno, donde podría decirse que Vandor ganó por puntos. La segunda pelea de fondo se dio en Mendoza, cuando en las elecciones participaron dos candidatos peronistas, uno que respondía a Vandor y se llamaba Serú García y el otro, leal a Perón, que se llamaba Corvalán Nanclares.»
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El general Perón que se encontraba en el exilio en Madrid, se encontraba alarmado por la movida política de Vandor, de «un peronismo sin Perón» que hace un tiempo estaba desarrollando el Lobo, en ese contexto Perón recibió en Madrid al dirigente sindical Raimundo Ongaro, y le había dado el visto bueno para confrontar con Vandor creando la Confederación General del Trabajo de los Argentinos, CGTA.
Ongaro levantó la nueva central sindical y al mismo tiempo materializó su periódico, dirigido por Rodolfo Walsh con un equipo de colaboradores integrado entre otros por Rogelio García Lupo, Vicky Walsh y Horacio Verbitsky. El nombramiento de Walsh responde a dos motivos, hay quienes sugieren que fue un pedido del propio Perón, y el segundo, a Ongaro, quien era de izquierdas.
En uno de esos encuentros que mantuve con Walter Beveraggi Allende, le hice notar que uno de sus muchos libros estaba dedicado a Raimundo Ongaro, y me dijo que lo hizo para darle fuerza a su lucha sindical. Me llamó la atención ya que don Walter se proclama nacionalista y todos, o algunos, sabíamos que Ongaro era zurdo.
La elección de Walsh como director del periódico no había conformado a todos, en ese tiempo había aparecido un cuento de Walsh y había circulado entre algunos de los muchachos. Era un cuento medio difícil, con una técnica literaria compleja, y algunos se preguntaron si era el tipo indicado para dirigir un periódico obrero combativo. Uno de ellos, el Indio Allende, contó que medio lo apretó a Rodolfo Walsh y le dijo: «Mirá, o vos contás las cosas para que le sirvan al pueblo y a la pelea nuestra o te vas a escribir para los pequeño burgueses», según comentó el periodista Enrique Arrosagaray, autor de «Los Villaflor de Avellaneda y de Rodolfo Walsh. De dramaturgo a guerrillero».
Una de las primeras decisiones que tomó Rodolfo Walsh al hacerse cargo del periódico fue investigar (entre comillas) el tiroteo de La Real y publicar, por entregas, lo que iba descubriendo. Pese a las revelaciones de la investigación de Rodolfo Walsh, la Justicia nunca esclareció los hechos de la confitería La Real, como querían los izquierdistas, los asesinatos de Domingo Blajakis, Juan Zalazar y Rosendo García.
La carta de Perón donde acusa a Vandor es típica del general que era un ser nefasto, no le importaba usar a la izquierda o a la derecha para lograr sus objetivos. A unos les decía una cosa y a otros, lo contrario, pero a todos los adulaba, le hablaba a la oreja. Le gustaba azuzar a unos con otros, irónico, uno de los representantes del «animémonos y vayan». En mi adolescencia y más adelante leí numerosas cartas enviadas por Perón a personas que no conocía y les decía lo que ellos querían escuchar. Para hablar era un campeón, pero cuando llegó la hora de la verdad, de pelear se rajó a una cañonera paraguaya, no tenía agallas.
También era un campeón con las menores, era un pedófilo, pero eso es otra historia, el caso es que Timoteo Vandor se había atrevido a disputarle su poder.
25 de diciembre de 2023.