CUADERNOS DE EUTAXIA — 2
ARGENTINA
EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL UTURUNCOS
El logo y la bandera argentina con la estrella federal, usado por los peronistas y los Uturuncos.
El Ejército de Liberación Nacional-Movimiento Peronista de Liberación, más conocido popularmente como «Uturuncos», fue la primera guerrilla del siglo XX en Argentina. Este grupo guerrillero tuvo presencia entre 1955 y 1973, pero como grupo armado solo un par de años. También podemos decir que su jefe fue Enrique Manuel Mena, conocido como «el gallego».
Enrique Manuel Mena, ex comunista, según sus biógrafos, pero sus ideas dicen lo contrario, de ex …nada. Es posible que ya no militara en el comunismo, pero hacía peronismo con sus ideas izquierdistas, y en el peronismo eso era posible y en cierto sentido hasta lógico. Enrique Mena y su grupo establecieron nexos con el marxista John W. Cooke. Se comenta como si fuese una hazana, que una vez incendiaron una avioneta francesa en apoyo a la revolución argelina a la que admiraban y de la que tomaron muchos métodos, otra muestra más de su izquierdismo.
Juan Perón, temeroso de las maniobras de John W. Cooke, ordenó: «Se debe controlar la cosa, no sea que “el gordo” Cooke empuje a los muchachos hacia los bolches». No hacía falta que Cooke los empujara, la naturaleza del peronismo los llevaba hacia eso. Y entonces, si el gordo era un peligro para el peronismo ¿Por qué nombró Juan Perón al gordo su delegado personal? El Ejército de Liberación Nacional Uturuncos, estaba muy influenciado por el marxista John William Cooke, quien apenas un año antes había sido desplazado como su delegado personal por Perón.
El nombre «Uturunco» fue tomado de una antigua leyenda colla: también conocido como Runa-Uturungu, o Uturunco, es el hombre-puma en la versión del Noroeste argentino. Se trata por lo general de un indio viejo que en horas de la noche se convierte en puma, y suele revolcarse sobre una piel de este animal. Dotado de una gran fuerza y ferocidad. Sus correrías duran hasta el amanecer, hora en que recupera su forma humana. En la época virreinal el uturunco, según el mito, atacaba a los conquistadores españoles que explotaban a los pueblos originarios. Los nuevos Uturuncos trataban de luchar contra lo que ellos consideraban, sus amos extranjeros y sus sirvientes locales.
A los muchachos les gustaba mucho el folclore o el mito, el mito, pero en la forma de Vico o Schelling, como una forma concreta o imaginativa, con la que un pueblo responde a sus inquietudes metafísicas fundamentales. Lo cierto es que, los uturuncos, querían terminar con el gobierno de la Revolución Libertadora que había desplazado del poder a Perón. Querían el regreso del líder que se había fugado cobardemente en la cañonera paraguaya.
Uturuncos, nace al calor de las huelgas contra el presidente Arturo Frondizi y de la Revolución Cubana. Los años 1958-1959 se viven bajo la sombra de la huelga de los trabajadores del petróleo y de la respuesta a la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre. La huelga provocará una feroz lucha callejera en el barrio porteño de Mataderos y el encarcelamiento de John W. Cooke, jefe de la resistencia peronista, que soñaba en convertirla en una «huelga general revolucionaria», sin éxito.
En este contexto nace la izquierda peronista, como era obvio, y con ellos nace el foquismo que estaba de moda. El grupo que integran Uturuncos, en la mayoría son jóvenes entre 15 y 20 años que habían sido reclutados en los barrios periféricos o pobres de la ciudad de San Miguel de Tucumán y pertenecían a familias humildes de la zona. En octubre de 1959 el primer grupo subió al monte. En Puesto de Zárate, en la base del cerro Cochuna, casi en el límite con la provincia de Catamarca, ocho hombres inauguraban la guerrilla rural en Argentina.
El grupo estaba dirigido por tres personas con grado de comandante: Juan Carlos Díaz, «el Uturunco», Franco Lupi, «el Tano» y Ángel Reinaldo Castro. Los integrantes de la tropa eran: Juan Silva, Diógenes Romano, Raúl Miranda, alias «Rulo», Villafañe, alias «Azúcar» y Santiago Molina, alias «el Mejicano», todos tucumanos. Unos días después subieron León Ibáñez y Pedro Anselmo «Gorrita» González. Tenían poca o nula experiencia militar, pero todos, en algún momento, habían participado de sabotajes y acciones menores.
El Estado Mayor de Uturuncos, que se da el nombre de «Comandos 17 de Octubre», estaba constituido por Enrique Manuel Mena, «el gallego», quien muere en 1969, Genaro Carabajal y Abraham Guillén, un excombatiente de la Guerra Civil Española, que además escribió sobre foquismo, pero que sostenía que en la Argentina era más viable la guerrilla urbana que la rural.
Otro grupo estaba al mando de Félix Serravalle, «comandante Puma», en Santiago del Estero, compuesto por «el Negro» Luis Uriondo, quien en aquel entonces tenía 16 años y con los años sería diputado nacional, «Anguila» Fernández, Roberto Anaya, el «loco Perón», el «colorado» Martínez, Chaúd, un adolescente, el «negro» Cárdenas y Díaz Ruiz (quien sería intendente de Santiago del Estero y luego desaparecido en Tucumán).
En el grupo lo que predomina es la pequeña burguesía urbana (para decirlo en lenguaje marxista), tres obreros metalúrgicos que provienen de San Martín, provincia de Buenos Aires. También de la Juventud Peronista, de la Alianza Libertadora Nacionalista y del Partido Socialista de la Revolución Nacional. La mayoría se definía como «peronista», simpatizantes de la Revolución Cubana, antinorteamericano y «populista».
El grupo guerrillero es una avanzada que tiene detrás de sí más de un centenar de personas, que colaboran con el envío de víveres, de información y en la organización de alianzas con otros sectores políticos. Esas alianzas se intentan a principios de enero de 1959, por ejemplo, con el Partido Comunista, que fracasa porque el partido de Pablo Codovilla los caracteriza como «locos o policías».
El programa político que se da Uturuncos es meramente democrático y reformista. En enero de 1960, un dirigente uturunco, en una entrevista a la revista Mayoría da a conocer los objetivos del grupo, y dice:
«Nuestras banderas son la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social (…) Bajo la protección de esas banderas consustanciadas con la gloriosa enseña azul y blanca, que preside nuestros destinos, juramos vivir o morir por los siguientes objetivos: 1) Retorno a la Patria del general Juan Perón, y devolución del cadáver de la protectora de los humildes Eva Perón. 2) Rescisión de los contratos económicos financieros que afectan a la soberanía y dignidad nacional, especialmente los contratos petroleros y las entregas efectuadas con el patrimonio del país al Fondo Monetario Internacional y demás instituciones del imperialismo. 3) La coexistencia armoniosa y próspera de una industria y comercio floreciente, una clase media y profesional progresista y una masa trabajadora dignificada que participe de la riqueza de la Nación. (…) una amplia y profunda reforma agraria, eliminando definitivamente en el país la gravitación de la funesta oligarquía terrateniente. 4) El establecimiento de un sistema económico financiero que proteja a la industria y al comercio nacional, al borde ya de la quiebra, por los sistemas económicos liberales, entronizados en nuestra Patria desde setiembre de 1955…».
El área de acción de los uturuncos, básicamente, fue la provincia de Tucumán y Santiago del Estero. La ideología de los uturuncos era una mezcolanza que aportaban las corrientes sindicales, el peronismo y la llamada Tendencia revolucionaria. La Tendencia, o el Peronismo Revolucionario, fue el nombre que se le dio a una corriente del peronismo que compartía con las organizaciones guerrilleras, como las FAR, FAP, la Juventud Peronista, Montoneros y otras organizaciones de izquierdas. Esta forma de reacomodamiento se dio de manera progresiva en las décadas de los sesenta y setenta.
La denominación fue tardía, 1972, y estaba integrada por grupos revolucionarios, en la que el peronismo era una especie de socialismo cristiano, pero al uso argentino, como «socialismo nacional», según lo dijo el propio Perón. La Tendencia fue apoyada y promovida por Perón, durante la etapa final de su exilio, debido a su capacidad para combatir a la dictadura militar autodenominada Revolución Argentina. Fue muy influyente durante la «Resistencia Peronista» (1955-1973) y en el tercer gobierno peronista, con el izquierdista Héctor J. Cámpora, elegido el 11 de marzo de 1973.
En enero de 1972, durante el Consejo Provisorio de la Juventud Peronista en el cual se delimitaron dos líneas: la que apoyaba la lucha armada (Tendencia Revolucionaria) y otra que la rechazaba, el Comando de Organización (CdeO) y Guardia de Hierro. Los uturuncos utilizaron como metodología, el sabotaje, los incendios y el ataque con armas de fuego al Ejército argentino.
«El Gallego Mena llamaba a sus compañeros a combatir al imperialismo». Dijo Félix Serravalle, un peronista de La Banda (Santiago del Estero), quien viajó a Tucumán para contactarse con «el gallego» Manuel Enrique Mena, junto a Toscanito Pena (dirigente de mercantiles), el señor Vázquez Guzmán, y Florio Buldurin, quienes dirigían el Comando 17 de Octubre.
En 1958, ya se había integrado a la dirección del Comando 17 de Octubre, Genaro Carabajal y el republicano español Abraham Guillén, que había participado en la Guerra Civil española, como dijimos antes, y que aportó sus conocimientos militares para la empresa guerrillera, Guillén, debate los métodos de la Resistencia y se incorpora la «estrategia insurreccional». A partir de allí, comenzaron a participar en acciones de la resistencia.
Pero también se produce una fractura: El «Comando Insurreccional Perón o muerte» (CIPOM) y el «Movimiento de Liberación Nacional» (MLN), derivan en el «Ejército de Liberación Nacional» (ELN). Durante la huelga azucarera en Tucumán, el 1 de agosto de 1959 es muerto Manuel Reyes Olea, «tractorista» del Ingenio San Pablo, y un grupo de hombres decide subir al cerro de Cochuna para iniciar una guerrilla rural.
El propósito inicial era adaptarse al terreno, a la vegetación y el clima, conocer los caminos secundarios. Las operaciones, les había dicho Guillén, vendrían después, cuando lo dispusiera el Estado Mayor. El armamento era también escaso, una ametralladora PAM, una pistola 45 y un revólver calibre 38 para ocho personas. Al principio se ocuparon en construir refugios y depósitos para los víveres, y a caminar.
Al poco tiempo de estar en el monte, contradiciendo las órdenes, decidieron encarar algunas operaciones pequeñas. A fin de mes asaltaron con éxito los destacamentos policiales de Las Banderitas y Alto Verde. Con audacia bajaron hasta la ciudad de Tucumán y asaltaron el puesto policial del Ferrocarril Mitre, del que intentaron robar algunas armas y proyectiles. Son perseguidos, algunos caen, el grupo se divide: Uno a cargo del comandante Uturunco (Enrique Mena) y otro al mando del comandante Puma (Félix Serravalle).
Alertada la policía montó un cerco. Juan Silva, Franco Lupi y Castro se separaron del grupo con el objetivo de buscar un nuevo campamento, pero se perdieron y al regresar al campamento fueron detenidos por la policía. El Estado Mayor de la guerrilla se reunió en noviembre. En apoyo a Juan Carlos Díaz, Ángel Castro fue relevado de toda responsabilidad, mientras «el Uturunco» y Felipe Genaro Carabajal, comandante Alhaja, Pila o Joya, miembro del Estado Mayor y cuñado de Manuel Mena, eran enviados a Santiago del Estero con un grupo de militantes para acompañar a los santiagueños de Félix Francisco Serravalle.
Lejos de considerar que la dispersión del primer grupo constituía un enorme fracaso, decidieron encarar una operación mayor que les diera prestigio entre los campesinos y para ver si los dirigentes peronistas que vivían exiliados en Uruguay se decidían a prestar su ayuda. La acción de los uturuncos era parte de un supuesto plan de operaciones que preveía levantamientos de militares en actividad, movilizaciones sindicales y callejeras y manifiestos políticos de los sectores democráticos.
Ninguna de esas promesas de sus amigos peronistas se cumplió. Lo que no pueden entender es que había una disputa ideológica por el controlar el peronismo, había una lucha interna. Esto no hubiese sido posible si Perón no se ponía en maquiavélico, sin ser Maquiavelo. Le gustaba jugar a varias cartas, a varias puntas, en este sentido era nefasto. Había una rivalidad entre el ex general Miguel Ángel Iñiguez, hombre de la derecha peronista y, por tanto, de Perón y John William Cooke, izquierdista radical, apasionado por la guerrilla al estilo cubano. Pero fue Juan Perón quien permitió esta situación y así le fue.
Personajes como Félix Serravalle, con pocas luces políticas, incapaces de entender la política internacional, tomaron partida por John William Cooke, y eso era ir en contra de Perón, y, por tanto, ya estaban acabados. Cuando, el exiliado Perón se encontraba en Caracas, desde allí, temeroso de que la guerrilla desvíe su curso ideológico, manda a un hombre de confianza. Es que John William Cooke, el «Bebe», un antiguo diputado y director de la revista «De Frente», se había convertido en el asesor político de los guerrilleros Uturuncos.
Todavía Fidel Castro no se había proclamado marxista, pero igual Perón ordena que se debe controlar la cosa, no sea que el «Bebe» (o el Gordo) empuje a los muchachos hacia el lado de los bolches, es decir, a la izquierda, a los zurdos. El general Miguel A. Iñiguez y John Cooke, ambos dirigentes tenían el aval de Perón (así de falso era Perón) y rivalizaban en la interna peronista para obtener el control de todas las fuerzas. John W. Cooke manejaba las organizaciones de izquierda dentro del peronismo, Iñiguez coordinaba los numerosos grupos armados que constituían lo que se llamó la Resistencia Peronista.
Félix Serravalle era un hombre audaz y decidido, además de ser un excelente tirador, estuvo en la reserva y participó de varios operativos anteriores. Entre los dos lograron juntar un grupo de 22 hombres, cuyas edades oscilaban entre los quince y los veinticinco años. Serravalle tenía treinta y cuatro y había elegido como nombre de clandestinidad el de «comandante Puma». Un mes antes comenzó el entrenamiento en una finca donde se fabricaba ladrillos, propiedad de Manuel Paz, en Chumillo.
Previamente, algunos habían recibido alojamiento en la casa de José Benito Argibay, ex intendente peronista de la ciudad de La Banda. El 23 de diciembre, el grupo, simulando ser acampantes, fue trasladado en un autobús, prestado por gitanos amigos de Serravalle, hasta Puesto del Cielo, a 35 kilómetros de Santiago del Estero. Allí esperaron hasta el día siguiente, cuando fueron recogidos por el camión que los conduciría a Frías, una ciudad de 25.000 habitantes a 160 Km. de Santiago del Estero.
La noche del 24, Félix Serravalle, Carlos Alberto Geréz y Pedro Adolfo Velárdez, a bordo de un taxi, chapa 3637, de Timoteo Rojo, y llegaron hasta los talleres de Obras Sanitarias de La Banda. El camión Ford modelo 1957, chapa 1631, los estaba esperando con el tanque lleno de combustible. Los trabajadores de la repartición se lo habían dejado preparado. Con un ardid engañaron al sereno, robaron el camión y fueron a buscar al resto del grupo. A las cuatro de la mañana llegaron a Frías.
Se dirigieron a la comisaria y con decisión encararon a la guardia de la comisaría: «¡Ha triunfado una revolución, venimos a hacernos cargo!», dijo Genaro Carabajal con tono marcial y vestido de teniente coronel. En ese entonces se rumoreaba que los militares estaban preparando un golpe militar contra el presidente Frondizi. La tropa formó frente a los supuestos militares, sin sospechar. En pocos minutos y sin disparar un tiro, los Uturuncos tomaron la comisaría. Reducen a tres policías y les sacan las armas, los uniformes y los metieron en un calabozo. A culatazos rompieron la radio policial y cortaron los cables del teléfono.
En sus camisas estaba inscripta la sigla (MPL) «Movimiento Peronista de Liberación», roban 5 pistolas calibre 45, 6 revólveres calibre 38, 500 proyectiles y 750 pesos de los viejos. El plan resultó a la perfección: lograron dar el golpe sin bajas ni heridos, y, además, al día siguiente ser primera plana en los medios, en la prensa. Un agente aseguró después a los medios que quién los dirigía se hacía llamar comandante Uturunco y el nombre llegó a los diarios. En la huida dejaron el camión abandonado en un lugar llamado «El Potrerillo» y se internaron en el monte.
Al día siguiente la noticia conmovió al país y fue tapa de todos los diarios. El ministro del Interior, Alfredo Vítolo, en conferencia de prensa identificó a varios de los asaltantes. El dueño del auto de alquiler, Timoteo Rojo, los había denunciado. Por su testimonio, las autoridades conocieron la identidad de Félix Serravalle y la de su compadre Carlos Geréz. La policía comenzó entonces una serie de allanamientos.
El gobierno pudo comprobar que los integrantes de la guerrilla y sus apoyos eran viejos militantes peronistas conocidos de la zona. El gobernador de Santiago del Estero, Eduardo Miguel y su par de Tucumán, Celestino Gelsi, tendieron una trampa a los guerrilleros. Mediante un comunicado oficial, los diarios informaron que se libraban graves combates con la policía en las inmediaciones de la ciudad de Concepción de Tucumán.
En el comunicado se afirmaba que las acciones son encarnizadas y que había muchas bajas. Los padres de los menores que estaban con los Uturuncos, preocupados por su suerte y temerosos de que les hubiera sucedido lo peor se presentaron para recibir información. De esta manera, el gobierno conoció las identidades de seis de ellos. Entretanto, la policía provincial comenzó a tender el cerco a partir del lugar donde fue encontrado el camión.
La policía emprende la búsqueda del camión de Obras Sanitarias, que había sido visto cuando cruzaba por el límite entre Catamarca y Tucumán desoyendo la orden de detención de la policía caminera. Por la dirección que llevaba el camión intuyen con cierto grado de acierto que están vinculados al asalto de la comisaría de Frías y con las acciones en Concepción. «(Se cree) que puedan refugiarse en el lugar donde fueron detenidos tres integrantes del grupo que actuó en El Calao (…)».
Lo curioso de esta vinculación es que Uturuncos no va a ser considerada nunca por la policía y la prensa como una guerrilla rural, sino como un «grupo de asaltantes», una «gavilla» de «delincuentes adictos al tirano prófugo». Lo último es una referencia clara a Juan Perón. En los días posteriores al asalto y hasta fin de año, peregrinaron por las localidades de Arcadia, Alpachiri, Alto Verde y se dedicaron al trabajo político, a explicar las causas del levantamiento, su lucha por el retorno de Perón.
Además, muchos guerrilleros estaban convencidos que ellos eran sólo una parte de un operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes adicionales, pero al retrasarse estos acontecimientos, la moral decayó. Simultáneamente dentro del peronismo se va a producir una división en torno a Uturuncos. Un enorme sector de éste, trata de desvincularse inmediatamente aludiendo que los guerrilleros profesan «ideas contrarias a la tradición occidental y cristiana del movimiento».
La dirección peronista derrotará políticamente al grupo de Cooke, se impone con el apoyo de una amplia mayoría al grupo que sostenía a los guerrilleros, por lo que los Uturuncos quedan sin respaldo del movimiento que dice representar y por el que dice luchar. La noticia llega al campamento y rápidamente intensifica la indisciplina, las divergencias de orden táctico–estratégico, políticas, etc. También fracasará, como dijimos, el intento de expandir el «frente» guerrillero con la incorporación del Partido Comunista, porque éstos no acceden.
En diciembre de 1959, mientras los Uturuncos asaltaban Frías, «el gallego» Mena y Guillén se encontraban en Buenos Aires solicitando apoyos. John William Cooke había delegado en su compañera Alicia Eguren la ayuda a los Uturuncos. Por intermedio de ella, «el gallego» Mena pudo tomar contacto con un grupo numeroso de militantes de la Juventud Peronista de diversas zonas de San Martín (Buenos Aires) y Pompeya (Buenos Aires, capital). Enrique Mena los reunió con la idea de formar un tercer grupo y subir al monte.
Mientras en el monte, los guerrilleros caminaban y esperaban. El 28 de diciembre atacaron a tiros un jeep de la policía en el kilómetro 39 de la ruta 65, el que huyó sin intentar respuesta. Según el relato de Serravalle:
«Y agarramos y empezamos a caminar para el norte; cuando vos subes los cerros que son de 3500 metros más o menos de altura, es la zona boscosa que es la que te ofrece cubierta contra los vuelos y todas esas cosas, no tenemos ningún problema, agarramos la espina dorsal y empezamos a caminar, y a caminar, y a caminar, y bueno…primero se bajó Velárdez que era el chofer del camión, se entregó a la policía.»
El 29 de diciembre, Adolfo Pérez Velárdez, quién era el conductor del camión, fue el primero en desertar y se entregó a la policía cerca de Concepción, quien declarará que: «los integrantes de la banda son 21 individuos jóvenes de Tucumán y Santiago del Estero, adictos al tirano prófugo» (es decir, a Juan Perón). A partir de su delación se conocieron más detalles del grupo que estaba en los cerros.
El 31 de diciembre, las madres de los muchachos más jóvenes radiaron por la emisora LV12 un mensaje para sus hijos en los que les pedían angustiosamente que bajaran del monte. Las bajas temperaturas nocturnas, la escasez de alimentos, el cerco policial y las súplicas paternas minaron la moral de los más débiles. Lo peor era el estado anímico, y en el campamento guerrillero cundía el desaliento al verse rodeados por la policía. Mientras tanto, comienza la rápida caída de Uturuncos.
El 1 de enero de 1960, cinco adolescentes de entre 15-16 años, escuchan a sus padres llorando por la radio, actúan según su propio parecer y huyen, bajan a la ciudad y se entregan. Mientras tanto, vuelve el cerco policial y sus acciones de rastrillaje en la ciudad logran desbaratar casi toda la base urbana de la guerrilla, por lo que el campamento tiene ahora que autoabastecerse y queda virtualmente aislado.
El 1 de enero, los policías vieron descender desde los cerros a cuatro jóvenes que iban en busca de víveres y agua y los detuvieron sin oponer resistencia. El mismo día, a pocos kilómetros de Concepción, fue detenido Juan Carlos Díaz mientras intentaba escapar. Según su relato había bajado unos días antes con el comandante Alhaja, José Genaro Carabajal para contactar con un nuevo grupo de combatientes, pero cuando estaban cruzando un río fue arrastrado por la corriente aguas abajo perdiendo el contacto con su compañero.
Atontado, con su ropa en jirones y las botas destrozadas, fue guiado por gente de la zona por donde no hubiera patrullas. Pero después fue delatado y capturado. Dos días después, una patrulla policial encontró dormidos a dos jóvenes más en el límite con Catamarca. Se trataba de Roberto Anaya, de 18 años, alias «loco Perón» y René Fernández, ambos tucumanos. Al ser descubiertos, Anaya se entregó, pero Fernández logró huir hasta Concepción y tomó un autobús hasta la ciudad de Tucumán, pero al bajar se le escapó un tiro que lo hirió en el muslo.
René Fernández fue detenido en el hospital Padilla al que había concurrido para curarse. Otros dos, Américo Moya y Tomás David Soraide, que fueron encontrados por sus padres en la selva del Aconquija, también se entregaron. En las ciudades muchos miembros de la red fueron detenidos y sus domicilios allanados. Hay que decir que las delaciones no fueron la única causa del parcial descubrimiento de los contactos. El gobierno conocía parte de la trama, a causa de la previa existencia del Comando 17 de Octubre.
A partir de 1956 los llamados comandos peronistas de la resistencia se organizaron espontáneamente en todo el país. El conocimiento que se tiene de ellos es escaso y fragmentario. No se hizo una investigación sobre muchos comandos provinciales, principalmente porque se los consideraba poco relevantes respecto a grupos con actuación en las grandes ciudades, como Buenos Aires.
El comando más importante, gestado por John William Cooke en 1955 desde su rol de interventor del peronismo en la Capital, fue el Comando Nacional Peronista. Este ejerció su influencia sobre muchos militantes, entre ellos los que se organizaban en la provincia de Tucumán. A partir de ese hecho fue posible ubicar a quienes eran Uturuncos, a quienes operaban en Tucumán y Santiago del Estero, y estaban ligados estrechamente a John Cooke. También, y a través de ese Comando, la organización de los obreros de la industria azucarera la «FOTIA», de gran peso en esos años, y ligada a los orígenes de Uturuncos.
Las detenciones debilitaron aún más a los que permanecían en el monte. El Puma Serravalle, decidido a no entregarse, intentó romper el cerco con los siete hombres que aún le quedaban. La policía creía que el grupo se dirigía a Catamarca y extremó el patrullaje en esa zona. Pero Serravalle forzó la marcha y, en un día, caminando a paso forzado cincuenta kilómetros, bajaron en la ciudad de Tucumán, en la zona del ingenio Providencia donde fueron protegidos en casas de obreros del ingenio que aún permanecían seguras.
Tenían los pies destrozados y eran fácilmente reconocibles. Sin embargo, lograron romper el cerco y llegar hasta el barrio 24 de noviembre, de Tucumán. Allí les dieron refugio en el prostíbulo de la «turca» Fernández y luego en una iglesia, lugares que formaban parte de la red política de Enrique Mena. Sería en la iglesia donde se encontraron con Manuel Mena, quién los recibió quebrado por la emoción.
El día 10 y 11 de marzo la policía dio con uno de los refugios de los militantes porteños, el ya conocido prostíbulo de la «turca» Fernández, y el domicilio de Manuel Haro, deteniendo a varias personas que se encontraban reunidas, entre ellos a José Luis Rojas, alias «Zupay», que había participado de la toma de la comisaría. En el procedimiento se secuestraron armas, municiones, granadas, mantas, ropa y botas.
Días después, Manuel Enrique Mena, fue detenido junto con el periodista Enrique Oliva, muy conocido posteriormente, y otros compañeros cuando intentaban subir a la montaña. El incansable «Puma» Serravalle comenzó entonces a planificar la forma de liberar a sus compañeros presos en la cárcel de Concepción, pero el 1 de abril, mientras viajaba por Tucumán con documentación falsa, fue detenido y luego juzgado por los tribunales militares bajo el Plan CONINTES.
Amenazados por la represión y sus líderes en prisión, la guerrilla quedó al mando de Genaro Carabajal, alias el Pila o Alhaja, quién aún no había sido detenido. Pese a todo, el Pila reunió un nuevo grupo de militantes entre porteños y tucumanos y logró reinstalar el movimiento en la montaña por varios meses. En el mes de junio de 1960, la policía, quién por la aplicación del Plan CONINTES había sido reforzada con tropas de Infantería del Ejército, descubrió el campamento guerrillero y detuvo a varios de los militantes presentes. En el enfrentamiento con la policía, uno de los pocos heridos entre los Uturuncos, fue Santiago Molina, «el mejicano», que resultó herido en la pierna mientras intentaba resistir.
Manuel Mena y su grupo, establecieron un nexo con el Comando Nacional Peronista de la Capital. Desde Buenos Aires, el comando formado por John Cooke, César Marcos y Raúl Lagomarsino, les enviaba información que recibían por medio de impresos que llegaban a Tucumán trasladados por compañeros ferroviarios que trabajaban en el salón comedor del tren expreso que unía ambas capitales. El Comando 17 de Octubre, funcionaba de la misma manera en todo el país.
Estos eran militantes peronistas que resistían escuchando la palabra de Juan Perón en viejos discos de pasta, pintaban los muros con consignas a favor del retorno de Perón y en contra del gobierno de la Revolución Libertadora o hacían estallar algunos explosivos de fabricación casera. Mena había establecido una sólida red de contactos y de trabajo político en los barrios circundantes a la ciudad de Tucumán y, después, luego del acercamiento de Serravalle extendía su acción a la provincia de Santiago del Estero, en especial la ciudad de La Banda.
También estaban conectados con peronistas de Salta, Jujuy y Catamarca. Un par de años después la dirección del grupo había cambiado y estaba constituida por el propio Enrique Mena y por Genaro Carabajal, cuñado de aquel y empleado de la Universidad de Tucumán (Mena estaba casado con su hermana, Olga Carabajal) y más tarde, desde 1958, por Abraham Guillén, republicano español. También formaban parte del comando algunos políticos peronistas de la zona, diputados provinciales y dirigentes de segunda línea que habían sido inhabilitados por el golpe militar.
El tráfico de explosivos desde Bolivia había sido organizado por Enrique Mena de acuerdo con John William Cooke, quién trataba de establecer una red entre los comandos dentro del país y los comandos de exiliados en los países vecinos. La gelinita era conseguida en las minas bolivianas y llegaba hasta la frontera. En Jujuy la ponían debajo de los vagones y en Tucumán era retirada para ser distribuida por todo el país. En la correspondencia que Perón y Cooke intercambiaron en esos años, «el gallego» Mena figura como el nexo entre los comandos de Bolivia y los comandos del noroeste argentino.
El gallego Mena, quien al mando de 22 hombres el 24 de noviembre de 1959 atacaría un cuartel de bomberos y robarían un destacamento policial. Junto a sus hombres incendiarían una gomería, luego atracarían una camioneta, y despojando a sus ocupantes: «Somos guerrilleros, no bandidos; devolveremos los relojes el día de la liberación», dicen que fueron sus palabras. Manuel Enrique Mena fue condenado a 7 años de prisión, antes de cumplir los tres, se fugó del hospital carcelario del Chaco, había ganado una hernia inguinal y viajará secretamente a Cuba.
En La Habana, Cuba, el Che Guevara lo recibe a los abrazos, pero no se entienden: Enrique Mena quiere una guerrilla con medios nacionales, el Che Guevara ya decidió hacerla con cubanos. Volverá a su país, trabajará en el Sindicato de Luz y Fuerza, a partir de allí, Mena perdió relevancia, en 1970 vivía en San Justo (provincia de Buenos Aires) en un humilde barrio obrero. Murió de cáncer el 14 de julio de 1970, sus restos fueron enterrados en el cementerio de Ezeiza, provincia de Buenos Aires.
Enrique Mena, en su gloriosa época de Uturunco, confiaba en que otros estallidos provinciales acompañaran su intento de rebelión. Pero su espera fue vana. Tanto «Alhaja» en Salta, como «Nazareno» en otra parte de Santiago del Estero y «Moro» en Jujuy, postergaron la iniciación de la lucha. Y se frustró esa avanzada, de esos 150 militantes que se juramentaron derribar a Frondizi y traer a su líder al país.
Los uturuncos fueron cayendo poco a poco en manos del ejército o la policía. Pese a haber contado con un gran apoyo de amplios sectores de la población en un primer momento, este fue disminuyendo, a decir verdad, ese apoyo no pasaba de ser meramente folclórico. Sus contactos con periodistas a través de medios radiales, también se fueron bloqueando por la persecución policial o por otros motivos. Finalmente, todos terminaron siendo encarcelados y su guerrilla desapareció.
Félix Francisco Serravalle cumplió la condena de tres años y siete meses en distintas prisiones. Muchos años antes, junto a su compadre Carlos Geréz y Aguilera, habían asaltado la estación del Año Geofísico Internacional y se robaron el aparato receptor de cinco bandas, lo reformaron y fabricaron una emisora en onda larga que llamaron Patria Libre. Con el aparato interferían las radios de la zona para enviar por sus señales los mensajes de Perón.
A fines de 1955, se reunió con otros compañeros de Santiago del Estero, angustiados por el reciente golpe militar. Conmovidos, creyeron que debían hacer algo. Francisco Serravalle provenía de una familia peronista. Su padre había sido anarquista y militante gremial ferroviario, como muchos otros, en 1943 se hizo peronista. Félix Francisco, quien había sido docente en el Chaco y luego dibujante de la Dirección Nacional de Vialidad, tenía 31 años.
En 1956, de paso por San Miguel de Tucumán se enteró de la existencia de una agrupación bajo el mando de Manuel Enrique Mena, «el gallego», con el nombre de Comando 17 de Octubre y decidió conectarse con ella. Por mediación de Florio Buldurini, ex diputado provincial, quién primeramente lo sondeó en una confitería del centro de la ciudad, conoció a la conducción del comando formada por Manuel Enrique Mena, Toscanito Pena (dirigente de mercantiles), el señor Vázquez Guzmán y el propio Buldurini.
A Félix Francisco Serravalle, en la prisión le rompieron los ligamentos del brazo durante una tortura. Al salir prometió a su familia, a la que casi no había visto en años, que se iba a ocupar de ellos. Serravalle en su testimonio dijo: «Nosotros vimos los triunfos del Che y de Fidel, y pensamos en imitarlos», es una reflexión de él. En el mismo sentido están las palabras de Guillén, y no sólo él, que la única forma de traerlo a Perón era con la guerrilla.
Félix Francisco Serravalle, el «comandante Puma» de los Uturuncos, murió en la ciudad de La Banda, Santiago del Estero, a los 78 años de edad. Quien había sido detenido en Tucumán, el 1 de abril de 1960, mientras trataba de idear un plan para liberar a sus compañeros de la cárcel. Serravalle fue juzgado por un tribunal militar del «Plan de Conmoción Interna del Estado» (CONINTES) y condenado a prisión por los delitos de conspiración para la rebelión e intimidación pública. Finalmente, fue liberado por la amnistía dictada por el gobierno de Umberto Illia y se retiró a su vida familiar. Ningún periódico de Santiago del Estero publicó la noticia de la muerte del comandante Puma, santiagueño, peronista, anti menemista y anti juarista.
Juan Carlos Díaz, «el uturunco», fue condenado a 7 años de prisión. En 1963 fue amnistiado por el gobierno de Umberto Illia, en 1970 participó con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en el asalto al Banco Comercial del Norte y un día después fue detenido. En 1973 fue nuevamente amnistiado y recibió un subsidio del gobierno peronista de Tucumán. ¿Por qué, por ser guerrillero?
José Luis Rojas, «el Zupay», participó en la experiencia guerrillera de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y fue nuevamente detenido en Taco Ralo, Tucumán, en 1968. Una enfermedad lo dejó postrado y falleció en Tucumán en la pobreza. Muchos militantes de la red, tanto tucumana como de Buenos Aires aún viven desperdigados por el país. Lo que queda de estos son solo sus recuerdos.
Los menores de edad fueron derivados a los Tribunales de Menores, excepción hecha a Luis E. Uriondo, quién dado su parentesco con el general Uriondo, su padre, fue devuelto a su familia. Como Luis Uriondo era menor y familiar de altos oficiales del Ejército, lo enviaron a su casa para que su familia lo corrija.
«Irresponsable —le murmuró entre dientes Eduardo Miguel, el gobernador de Santiago del Estero: un árabe grandote, de cabeza completamente calva, mirada severa y mentón de boxeador —¿Quién te manda a hacer estas cosas? Tus padres están desesperados». En la comisaría de Concepción de Tucumán, la más cercana al lugar a donde los habían atrapado, «el Negro» Uriondo recibió el reto casi paternal del gobernador. En la sala estaban presentes los otros cuatro uturuncos de Santiago del Estero, el gobernador de Tucumán, Celestino Gelsi y el comisario panzón de Frías, al que «el Negro» Uriondo había despertado con la punta del fusil una semana antes. Les dieron un sermón y al rato se le acercó un militar, que lo llevó a un costado:
—Así que vos sos Uriondo. —Sí -contestó el Negro. —Bueno, yo soy el Mayor Díaz Sánchez Toranzo. Soy tu pariente. Estoy a cargo de la operación. Ahora van a ir todos a la cárcel de Villa Urquiza. Vos vas a estar unos días, pero como sos menor, vamos a arreglar para que te manden a tu casa. Recordó el negro Luis Uriondo, que escuchó las sirenas de Año Nuevo en el momento en que se abrían las compuertas del Penal de Villa Urquiza, en la capital tucumana, y entraban los cinco detenidos. Cuando lo llevaron de vuelta a Santiago, el resto de los Uturuncos seguía preso, o todavía deambulando por el cerro.
«Luis E. Uriondo fue militante del PJ (Partido Justicialista) de Santiago del Estero y funcionario nacional. En 1989 fue diputado con Menem. Su amistad con la familia Luque lo hizo declarar en 1998 a favor de Guillermo Luque (implicado en la muerte de María Soledad Morales); esto le valió un procesamiento por falso testimonio. De La Rúa (presidente argentino) lo nombró secretario del Consejo de Seguridad Interior, allí siguió con Duhalde presidente. Pampuro lo hizo director de Inteligencia Militar, uno de los tres organismos que componen el sistema nacional junto a la SIDE y la dirección de Inteligencia Criminal (www.clarin.com.ar 21/11/2004). Uriondo fue un hombre de estado infaltable en el aparato represivo. Haber sido guerrillero no es garantía contra la descomposición política. Falleció el 20/4/2022 a los 80 años». Dice con enojo una nota en el periódico: Partido Obrero Tendencia.
El 24 de diciembre se reunieron en La Banda con una columna de quince tucumanos que venían bajo el mando de Genaro Carabajal, que esa noche iba como comandante Alhaja. A Luis E. Uriondo, le decían «el Negro», pero su nombre de guerra, esa noche, era Facundo. En enero de ese mismo año, el Che Guevara había entrado triunfante en La Habana, luego de pasar tres años en Sierra Maestra. Inspirados en los cubanos, el grupo había decidido armar un campamento guerrillero en los cerros tucumanos para lograr tres objetivos: el regreso de Perón, la reforma agraria y convocar a la lucha armada en defensa del patrimonio nacional.
En Santiago del Estero, Serravalle había reunido un grupo pequeñísimo: eran seis audaces que llevaban dos meses entrenando técnicas de supervivencia en el monte y combate con cuchillos a orillas del Río Dulce. Todos venían de familias humildes, menos «el Negro». Posteriormente, otros uturuncos siguieron combatiendo bajo la influencia de la revolución cubana, pero Luis Uriondo repitió hasta su muerte: «No lo hice porque yo era peronista y no castrista».
«Lo vi una sola vez: la tarde del 7 de octubre de 2021. Y me enteré de su muerte el martes 19 de abril de 2022, menos de seis meses después de aquel encuentro. Él vivía hacía mucho en Buenos Aires y en Santiago era casi una leyenda. Todos conocían al Negro Uriondo. Al menos de nombre y cada quién, más o menos, algunas de sus historias rocambolescas. Yo las había escuchado durante años: que había sido el integrante más joven del primer grupo guerrillero argentino, que fue el principal hombre de confianza de Carlos Juárez (ex gobernador) en los setenta, que se iba al campo haciéndose pasar por Abal Medina (guerrillero) y leía cartas falsas de Perón para ganar adeptos al juarismo, y que después de unos años replegado, había atravesado las presidencias de Menem, De La Rúa y Kirchner como hombre fuerte de los servicios de inteligencia de Argentina.», cita de un testimonio.
«—Yo no sé si soy bueno o soy malo. Lo que sí sé es que no soy cagador, ni soy traidor, ni soy zurdo». —Confesaba Uriondo. Sentado en el bar de avenida Corrientes (Buenos Aires), en septiembre de 2021, el Negro Uriondo elegía definirse por lo que no era. A pesar de que a sus diecisiete había intentado imitar al Che en nombre de Perón, se esforzó en remarcar que su camino había sido otro. Después del derrotero en los cerros tucumanos, fue el único uturunco que logró escapar.
En 1961, «el Negro Uriondo» se fue a Buenos Aires en un avión y se instaló en un hotel, y tocaba la guitarra y cantaba bastante bien. Así empezó a frecuentar bares y peñas y a rondar reuniones de grupos peronistas. En junio de 1961, cuando Dardo Cabo y Edmundo Calabró lideraron un grupo que se separó de Ezcurra Medrano para formar el «Movimiento Nueva Argentina», Luis Uriondo se fue con ellos. Durante años participó de las reuniones que el grupo mantenía en una vieja casona en la esquina de French y el pasaje Bollini.
Aprovechando sus vínculos familiares consiguió un empleo. El general Carlos Uriondo —hermano del tío Oscar del GOU (logia militar neofascista del cual era parte Perón) Grupo de Oficiales Unidos y tan pariente del Negro como él— había sido compañero de caballería del general, y presidente, Juan Carlos Onganía, que lo designó en Santiago del Estero como interventor militar cuando se puso al frente del gobierno de facto en 1966. Allí «el Negro» Uriondo fue a parar en un puesto administrativo en la Casa de Santiago en Buenos Aires, enviado por su tío.
«—Éramos muy amigos con Fernando (de la Rúa). Había estado en el Congreso la misma época que yo. Inés, la esposa, era amiga de mi mujer. Y cuando me llama para el Consejo de Seguridad es porque él sabía que yo andaba en esas cosas. Ocupó el cargo con un perfil bajísimo y siguió durante todo el gobierno de Eduardo Duhalde. Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia designó a Pampuro en el ministerio de Defensa. Pampuro era uno de esos amigos íntimos que Uriondo había cosechado en el Congreso, y lo convocó para la Dirección de Inteligencia Militar:
—Mirá que yo no tengo nada que ver con Kirchner —le advirtió Uriondo a Pampuro. —Yo no soy zurdo -le remarcó, como si tuviera que aclararlo siempre. —No importa —le insistió Pampuro. —Vos vas a ser colaborador mío, no de Kirchner.
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A comienzos del año 1960, los comandos urbanos del peronismo intensificaron sus acciones de sabotaje: el 15 de febrero fue colocada una bomba en el depósito de Shell-Mex en Córdoba, incendiando 4 millones de litros de combustible y dejando 13 víctimas; el 11 de marzo una bomba de explosivo plástico destruyó la casa del oficial de la SIDE, David Cabrera, dando muerte a su pequeña hijita de 3 años. El día 13 ocurrió una explosión en la planta de gas de Mar del Plata.
Ese mismo día, la policía informó que el cabo del Ejército, Manuel Medina, que estaba detenido, se había tirado de una ventana de Coordinación Federal dando vivas a Perón. El 14 de marzo, debían realizarse las elecciones que renovarían la mitad de la Cámara. Unos días antes, Arturo Frondizi ordenó la ejecución del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). El país fue dividido en zonas operativas y se sometió a tribunales militares a todos aquellos acusados de terrorismo.
Días después, los diarios anunciaron que se habían efectuado 1600 allanamientos y que habían sido detenidos miles de militantes peronistas. Las elecciones se realizaron en orden y volvió a triunfar el voto en blanco propiciado por Perón. Un segundo nuevo intento fue realizado por algunos de sus sobrevivientes, un grupo de guerrilleros tucumanos, en 1963. Pero luego de permanecer unos cuatro meses en las montañas, finalmente desistieron.
Este segundo contingente era distinto al primer intento, poseían claras tendencias a actuar en base a pautas marxistas-leninistas. Comenzaron a retomar los contactos en Tucumán. Algunos veteranos de la primera experiencia instalaron un campamento permanente en la selva tucumana en el mes de mayo. Después, se les unió Mena con un grupo de militantes que habían recibido entrenamiento en Cuba. Todo indica, que el plan de Enrique Mena era complementario del grupo guerrillero comandado por Jorge Ricardo Masetti.
Las dudas o vacilaciones de Ricardo Masetti ante la elección nacional del 7 de julio, que dio el triunfo a Arturo Illia, parece ser la causa del desmembramiento del frente tucumano. Entre junio de 1960, cuando los Uturuncos ya están prácticamente liquidados, hasta la experiencia foquista de Taco Ralo de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), a 1968, lo que hay aparte de algunos intentos guerrilleros, en un inmenso debate interno.
Casi todas esas guerrillas, como el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) de Jorge Ricardo Masetti que fue como avanzada del Che Guevara, Tacuara, como el grupo del Vasco Bengoechea, no son peronistas, salvo Tacuara y este a medias. Estas guerrillas van a estar vinculadas directamente a la idea del foco, de ocho, diez o quince personas, que es lo que decía el Che que era necesario para armar un foco, colocadas en un territorio tratando de hacer una resistencia y llamando al resto de la población a combatir, por motivos que suponían todos compartían. No se plantea la organización política como parte constitutiva del grupo.
En los años siguientes grupos como «Acción Peronista de Liberación», «Acción Revolucionaria Peronista», «Destacamento de Ofensiva Peronista» y «Peronismo de Base», recogerían algunas ideas, pero fueron de existencia efímera, fueron muy pronto desarmados por el gobierno argentino, y varios de sus integrantes nutrieron posteriormente las filas de grupos como Montoneros y Fuerzas Armadas Peronistas.
Lo de Uturuncos fue una vana ilusión, los deseos de los uturuncos no fueron más que sueños, proyectaron sus deseos en un líder en el exilio, que lo único que le importaba era retornar al poder, y para eso, cínicamente utilizaba a la gente. A Juan Domingo Perón no le importaba llegar al poder por izquierda o por derecha. Si escribimos sobre este grupo guerrillero, Uturuncos, es por ser el primer intento foquista en Argentina, no por su importancia político militar.
Quienes más lo reivindican son los izquierdistas, el mismo Che Guevara, cuando pasó por Buenos Aires con rumbo a su destino fatal, Bolivia, luego de su fracaso total en África, y escapando de la ira de Fidel Castro, quien lo mandó a Bolivia para sacárselo de encima, eligió Mena como apellido falso de su pasaporte, se podría pensar que era su homenaje a Enrique Manuel Mena, el gallego, el comandante Uturunco.
11 de noviembre de 2023.